HISTORIA COMPARADA DE LAS RELIGIONES

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Eduardo Alfonso
 

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Prólogo (A modo de presentación)  

Prólogo del autor  

Capítulo I. Teoría del Conocimiento

a) El hecho del conocimiento. b) Mecanismo del entendimiento. c) Categorías del entendimiento. d) Objetos reales y objetos ideales. e) Formas y posibilidades del conocimiento. f) El conocimiento intuitivo, g) El conocimiento religioso. h) El instinto y la "ciencia infusa". i) El criterio de verdad. j) El edificio del conocimiento. k) Sobre las funciones de la inteligencia en arden al conocimiento. 1) Las funciones del espíritu: A. Los tres yoes. B. Las intenciones y las virtudes. C. Diferencias psíquicas de los sexos..............  

Capítulo II. Sobre la Revelación

Los factores de la Revelación. La fe y la razón. La tradición y las Escrituras. Dificultad de la exégesis. La Ciencia es también revelación. Los "velos" religiosos. La Esperanza y la Fe  

Capítulo III. Concepto de Dios y de lo Sobrenatural

a) El concepto de la Trinidad. b) Esquema mitológico general. c) Cobre la existencia de Dios: Argumentos contra el materialismo. d) De lo Sobrenatural. e) ¿Predestinación o libertad? Gracia, beatitud, profecía y misterio. El Diluvio Universal. Argos, barcas, arcas y arcanos  

Capítulo IV. La Creación

a) ¿Creación o Emanación? b) De la infinitud, de la eternidad y del origen del Mundo. c) Los días de la Creación. d) Los cuatro grados de condensación de la materia.  

Capítulo V.   La constitución del Hombre

a) Esquema de la constitución humana y su explicación. b) Cuadro sinóptico y su explicación......  

Capítulo VI. El problema de la salvación y de la condenación

¿Premio o castigo? Infierno y Purgatorio. El Cielo. Auxilias espirituales. ¿Condenación eterna? ¿Cuántos se salvan? El Tiempo y el Espacio.  

Capítulo VII. La rebelión de los ángeles y el pecado original

a) La lucha entre los ángeles buenos y los malos. b) El Pecado original. El niño y Adán. Las edades de la vida. Origen asexuado, inocente e instintivo. Aparición de ambos sexos y del sentimiento. Adquisición del conocimiento y libre albedrío. Lucifer y la manzana. La costilla de Adán. La razón discursiva y la responsabilidad. El Paraíso perdido. Prometeo, Epimeteo y Pandora. c) El diablo y sus antecedentes míticos. Obsesos, posesas y mentecatos. Los ángeles caídos. Angeles buenos  

Capítulo VIII. El origen del hombre y el alma humana

a) Adán era de barro. Darwin y la fe católica. Opinión de Aristóteles y los Escolásticos. Conclusiones sobre la evolución de las formas vivas. b) El alma humana. Conclusiones del catolicismo. Espíritu, alma y cuerpo. Distintas concepciones del más allá. Transmigración de los espíritus. El alma en el mineral, la planta y el animal. Metempsícosis. Constitución metafísica común a loa seres. Los tres "Yoes" y el alma individual. Reencarnación. Memoria de las vidas anteriores. Las nupcias de Psiquis y Eres. e) La Predestinación. El Juicio Final.  

Capítulo IX. La Sociología, la Moral y la Justicia

a) La Sociología y la democracia religiosa. Paz con todos. b) La mcral religiosa. El Decálogo. La moral babilónica. Los cuarenta y dos preceptos egipcios. El Código del Manú. Las reglas del Buddhismo. Los "Versos dorados" de Pitágoras. La moral sufista islámica. Código masónico. El Sermón del monte. c) El problema práctico de la moral, d) La justicia humana y la justicia divina. e) Las herejías. Utilidad de una religión. Arrio, Macedonio, Nestorio y Eutiques. Los Monotelistas, los Iconoclastas y Focio. Los ocho concilios griegos y los trece latinos. Prisciliano y Santiago de Compostela. Enrique VIII y la Iglesia anglicana. f) La coeducación de ambos sexos. Invertidos y psicópatas. Moral sexual: Onanismo y celibato.

Capítulo X. Historia comparada de las Religiones

La Religión ea general. Definición y origen de la Religión. El instinto y el sentimiento religioso. El conocimiento y la te. La primitiva religión natural. Fetichismo, idolatría y totemismo. Evolución de la religión. Mitas, símbolos y parábolas. Las iniciaciones. El. Arca de Noé. El Itinerario de la Vaca lo. Jano en la Etruria. La expedición de los Argonautas. Romance del Infante Arnaldos. El éxodo de Rama. La India védica. La India brahmánica y Krishna. La doctrina filosófica hindú. El Egipto hermético: Hermes Trimegisto. La China taoísta y el confucianismo del Celeste Imperio: Fohi. Confucio y LaoTse. El Shintoísmo japonés. Caldea, Asiria, Siria y Fenicia. Los, Caldeos. La Cábala. La Grecia homérica y órfica: Orfeo. Mitología romana. El monoteísmo de Israel: Moisés. Breve historia de la Biblia. El Mazdeismo persa: Zoroastro. La India buddhista: Buddha. El pitagorismo y el platonismo de la Grecia clásica: Pitágoras y Platón. El Cristianismo: Jesucristo. Los Gnósticos. El Mahometismo o Islamismo: Mahoma. El Sufismo. Mitología Escandinava. Las leyendas iniciáticas europeas. Los movimientos iniciáticos modernos: La Orden Rosacruz. La Masonería. La Sociedad Teosófica. La doctrina Bahá'i. El SuddhaDharmaMandalfm. Las religiones americanas: Mitología mexicana. Mitología peruana o incaica. Otros dioses americanos. Mitología ibérica.

Epílogo

 

(AL DR. ALFONSO)

RETRATO

 

Tu frente es como un arco tendido al infinito

por el cual se desliza, sutil, el pensamiento.

Tu gesto es de una estatua cincelada en granito

de aquellos pensadores que dio el Renacimiento.

Con tu sangre circulan inquietudes de artista

como un sueño orquestal de la Naturaleza.

Por el cuerpo, te hiciste ferviente naturista,

por el alma, has logrado la más pura belleza.

Más que pintor y músico, más que teósofo y sabio;

mucho más que esas charlas que brotan de tu labio,

y que a todos producen sincera admiración,

hay que buscar la senda de ese oculto secreto

que guardas en tu pecho, como un fiel amuleto,

y aspirar el perfume que da tu corazón.

Dr. M. Torres Oliveros

Burgos, setiembre 1943.

 

PROLOGO

(A modo de presentación)

 

"Está entre nosotros don Eduardo Alfonso, médico, investigador, poeta, músico. ¿En qué campo concreto del espíritu podemos situarle para que vosotros tengáis su exacta y fiel representación? Don Eduardo Alfonso hombre de formación científica profunda y en cuyo índice de trabajo figuran muchos volúmenes y muchas cuartillas de otros a punto de salir es desde hace muchos años un fervoroso apasionado de Sevilla. Cada año, con una puntualidad que merece nuestra más rendida simpatía, viene a nuestra ciudad, pasea por ella, acude a sus centros artísticos, visita algún estudio de pintor, asiste a una lectura privada de nuestros cordiales, íntimos, poetas y prosistas, y con su gesto callado, de hombre en quien la vida interior hace diaria mella, vuelve a su rincón de Madrid".

“De aquí que esta noche esté entre nosotros, portador de una charla cuyo título "Teoría del Conocimiento" abre mucho campo a nuestra imaginación. Porque en primer término ya es un acierto hablar del conocimiento en Sevilla, como base sustantiva de todo proceso intelectual y maravilloso. Sevilla es ciudad que vivo de frente a toda posibilidad de conocer. Quizá, por ello, sea Sevilla ciudad donde la actividad enamorada en lo humano y en lo divino sea una constante de universal existencia".

"Don Eduardo Alfonso ha centrado su inquietud en este tema: el conocimiento. Desde loa orígenes de la vibración filosófica del mundo, fue este el problema sustantivo: el conocimiento. Es decir: la batalla de romper las nubes por divisar la claridad. Desde el mazdeísmo, desde los Vedas, desde aquella impresionante verdad que fue el centro de la filosofía de la India: hay que romper el mundo de lea tinieblas y cuando la luz irradiaba o prendía su chispa en ellas, brotaba ese glorioso temblor de la verdad".

"Vendrán luego las filosofías clásicas, macizas, elaboradas con la plomada del tiempo y la precisión de la línea griega. Y cuando la pregunta universal de los presocráticos levanta al cielo oscuro para ellos la incógnita llena de terror y de drama: pero adónde está el conocimiento, si éste es la clave de toda ambición del alma9, se acude a los elementos la tierra, el agua, el aire, el fuego... a esa vaga e imprecisa proyección del cielo en la criatura, que a través de las grandes figuras de Sócrates, de Platón el hombre de los diálogos hermosos y puros, de Aristóteles, en suma, había de concretarse con Santo Tomás, en una afirmación: el objeto único del conocimiento, es Dios. Todo lo demás son caminos que le buscan desde todos los puntos de partida".

"Por eso se decía, que el conocimiento es un modo prodigioso del amor, de la compenetración, del entrañamiento. Ningún ámbito mejor para hablar do este conocimiento, en función de la filosofía, que este mundo de color y de so nidos donde Sevilla quiebra la gracia de su aire y de sus fiestas, porque tiene del amor y de la vida un sentido filial, alegre y amable".

"Nos alegramos por la presencia del Dr. Alfonso y porque nos traiga una inquietud honda, fina, para nuestra reflexión, en este tiempo que ya es para nosotros propicio a la imaginación y a la fantasía. Bienvenido a nosotros, don Eduardo Alfonso; a este Ateneo, donde los médicos constituyen feliz mayoría y tienen, además, a su cargo las más pulcras devociones estéticas y literarias, y donde todo, en suma, tiende a que esa pregunta vieja como el mundo, nueva como el día de en qué consiste el conocimiento y donde está, no quedo para nosotros sin una respuesta de firme y sólida convicción. Esa es en su fondo ' nuestra lucha de cada día. Hallar la fuente de la alegría y del conocimiento, por el arte, por la ciencia, por la emoción. En esto coincidimos, profesor Alfonso: yo sé que en Ud. las horas andan entre el libro de estudio, la gracia de un rumor agradable de Mozart al piano o el goce supremo de un verso de Heine, en la quietud do su cuarto de Madrid. Y nosotros, en esta Sevilla que Ud. ama y siente y quiere, adelantamos nuestra certeza a la vuestra y os decimos, con alegría: Y no estará ahí, en ese silencio común a todos los hombres en el instante que precede a la creación de una filosofía, en esa contemplación, la fuente del conocimiento verdadero9".

"Hace muchos siglos, un hombre Platón cuando se había cansado ya de las clases sociales, del Estado, del hombre y su destino, se sentó una tarde en su jardín y enfrentándose con Protágoras, dice a solas: "No. No es el hombre, sino Dios, la medida de todas las cosas".

"Digámosle ahora. Don Eduardo Alfonso, médico, poeta, escritor, músico hombre delicado y pulcro en su formación científica y espiritual, aliento castellano, que sabe y mide cuanto piensa y habla, va a llevarnos por este oscuro enredo de la teoría y de la palabra, en busca del conocimiento como suprema aspiración del hombre".

F. MONTERO GALVACHE

Sevilla, Mayo de 1947.

 

PROLOGO DEL AUTOR

Esta obra está escrita en el presidio, donde, como dijo un preso ilustre, Cervantes, "toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitación".

Fui condenado a dieciséis años de reclusión "por no haberme reconciliado con la Iglesia Católica", según dijo el fiscal en su discurso y consta en la copia de sentencia que me fue entregada. No tuve razón para reconciliarme por que yo nunca regañé con la Iglesia.

Mi difunto y queridísimo padre, que no era católico, me bautizó por espíritu de transigencia, en el templo católico de San Ginés, de Madrid, en una edad en que yo no podía optar por ninguna religión. Posteriormente, siguiendo su ejemplo, hice yo cosa análoga con mis hijos en la Iglesia de la Concepción de la misma ciudad; como también hube contraído matrimonio católico, para evitar conflictos familiares que inevitablemente hubiesen surgido si me hubiera decidido a violentar la tradición de la mayor parte de las familias españolas.

Hace veintidós años que fui invitado a dar dos conferencias en el Obispado de Segovia por el entonces obispo de aquella diócesis D. Remigio Gandásegui, más tarde arzobispo de Valladolid. El ilustre prelado tuvo la bondad de presidir personalmente los dos actos, en los que fui presentado por mi excelente amigo el provisor del obispado, D. Mariano Martínez. Años más tarde me invitaron los padres terciarios franciscanos del reformatorio de Santa Rita a que diese una conferencia sobre mi viaje a Egipto a los alumnos de su colegio. No hace mucho tiempo me llamaron los PP. Escolapios para que disertase en el Colegio de San Antón sobre "La escritura jeroglífica de los egipcios y sus símbolos sagrados". He acudido pues lealmente, a las llamadas de la Iglesia Católica cuando esta ha necesitado de mí.

Yo conozco el catolicismo mucho mejor que la mayor parte de loa católicos, y me han salido canas meditando sobre textos de San Pablo, Santo Tomás, San Agustín, Orígenes, San Juan de la Cruz, San Clemente de Alejandría, San Alfonso Ligorio, Raimundo Lullio y otros muchos. He dado varios cursos de Historia de las Religiones, el penúltimo en la cárcel y el último en la Universidad de Chile. Es público y notorio que en mis innumerables conferencias, he exaltado frecuentemente la figura de Jesucristo y he puesto su doctrina sobre mi cabeza como "el más perfecto código dé convivencia humana", según mi frase habitual.

En mis largas horas de meditación sentado en mi petate de la celda 90 de la Prisión Central de Burgos, he revisado los motivos ideológicos que informan mi sent3r religioso, y de ello ha sido fruto la presente obra. Las paredes de la cárcel no han podido modificar mis conceptos filosóficos, elaborados por medio de dilatadas y profundas meditaciones desde que tenía dieciséis años de edad.

El catolicismo tiene una parte buena, que es la doctrina do sus santos padres y teólogos, ante la cual, aun no aceptándola por completo, tenemos que descubrirnos todos los que pensamos filosóficamente. Y tiene otra parte mala, representada por todos los dogmas aprobados en Concilios y Asambleas, donde la mayor parte de las veces no presidía, en verdad, el Espíritu Santo.

En libros do tanta solvencia y seriedad filosófica como la "Filosofía Tomista" de Collin, se introducen frases tendenciosas, queriendo hacer ver quo nosotros tratamos de combatir a Roma y sus sacerdotes. Nada tan lejos de la verdad. No albergamos ninguna intención hostil contra Roma y sus sacerdotes; y por mi parte tampoco contra el Gran Lama del Tibet y sus sacerdotes, ni contra la Orden buddhista del Manto Amarillo y sus bonzos, ni contra la Meca, ni contra el Sinto. Considero buena y respetable toda religión sinceramente sentida y que, por tanto, propague el amor entre los hombres y procuro despertar la creencia en la existencia de Dios.

Creo, como dice el barón de Holbach en su "Moral Universal", que "Un Dios infinitamente justo, sabio y poderoso, que permite que los mortales yerren y es extravíen en sus pensamientos y opiniones, no puede aprobar que se les atormente a causa de unos pensamientos y dictámenes que no dependen de su voluntad. De donde so sigue que la religión, do acuerdo con la moral, prohibe el maltratar a loa hombres por sus opiniones religiosas".

Si alguna ventaja ha tenido la venida de Cristo, ha sido la de sustituir los procedimientos tremebundos de Jehová por la dulce persuasión de la caridad y el amor.

Yo no sería capaz de encarcelar a un Jesuita por sus opiniones religiosas. No acierto a comprender que ventajas tendría el crearme un enemigo. Tampoco comprendo la ventaja de hacer mártires de una idea, cosa que, según enseña la historia, engrandece la idea que se trata de combatir y perjudica al represor. Me considero un hombre sin sectarismos ni fanatismos, abierto a todas las ideas nobles que pueda albergar un cerebro humano. He cumplido siempre las leyes de mi país.

¿Por qué fui encarcelado? Contéstome como los árabes: "Dios es sabedor de todo".

Estoy completamente seguro de que si hubiesen pedido su opinión a los muchos amigos católicos que tengo, no me hubieran detenido ni un segundo. Un querido amigo sacerdote y otro fraile, fueron los primeros que se prestaron a declarar a mi favor ante el tribunal, como consta en el expediente. Este hecho, que nos honra a los tres, dada nuestra diferencia de opiniones, habla claro al que no tenga prejuicios ni esté inoculado del virus del fanatismo.

El último amigo citado, religioso franciscano, a quien tuvimos el gusto de tener refugiado en nuestra casa durante toda la guerra civil de nuestro país, me ha confesado que yo era la persona de la casa con quien mejor es entendía en cuestiones religiosas. Y era verdad. Los hombres cuando se comunican su sentir sin grandes diferencias de palabras, se entienden siempre.

Sé que el tribunal que me juzgó, me condenó por no haber hecho abjuración ni retractación de haber pertenecido a la Masonería hace 24 años. No tengo por que arrepentirme de haber ingresado en una institución donde para ser admitido se le exige a uno ser "hombre libre, honrado y de buenas costumbres', y en la cual hice mi promesa con la mano puesta sobre los Evangelios de Cristo pues no en balde la Masonería tomó su doctrina de las "Cofradías constructoras " de la Edad Media; éstas, a su vez, de la “Orden Templaris"; ésta la tomó de la "Iglesia Sanjunanista" (que con la Romana y la Compostelana forman las tres ramas del primitivo tronco cristiano), y la Iglesia Sanjuanista, en fin, como dimanante del "discípulo amado", del apóstol iniciado, fue la que contuvo la doctrina más elevada y profunda que dio el espíritu del Cristianismo.

Hoy ya libre y "bienaventurado" por haber sufrido persecución por la justicia, recuerdo mi celda 98 del Penal de Burgos y recito "in mente" con Fray Luis de León cuando salió también de la cárcel:

"Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado. Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado. .. "

Madrid, Noviembre de 1945.

 

PROBLEMAS RELIGIOSOS

 

CAPÍTULO 1

TEORIA DEL CONOCIMIENTO

a) El hecho del Conocimiento.

b) Mecanismo del entendimiento.

c) Categoría del entendimiento.

d) Objetos reales y objetos ideales

e) Formas y posibilidades del conocimiento.

f) El conocimiento, intuitivo.

g) El conocimiento religioso.

h) El instinto y la “ciencia infusa”.

i) El criterio de verdad.

j) El edificio del conocimiento.

k) Sobre las funciones de la inteligencia en orden al conocimiento.

l) Las funciones del espíritu: Los tres yoes. Las intenciones y las virtudes. Diferencias psíquicas de los sexos.

Antes de meternos de lleno en una crítica de las verdades religiosas y de los fundamentos ideológicos de todo credo trascendente, hemos de examinar necesariamente los medios de que la mente humana se vale para captar la verdad, es decir, tenemos que empezar por valorar la legitimidad de nuestro entendimiento y la eficacia de nuestras facultades.

Y en ello procuraremos ser claros y concisos hasta el límite posible.

 

a) EL HECHO DEL CONOCIMIENTO

El conocimiento es una relación entre el objeto. y el sujeto consciente. En la acción de "conocer", el sujeto invade, por medio de sus sentidos, la esfera del objeto, y capta sus propiedades. Por su parte, el objeto, se mantiene "trascendente", es decir, separado del sujeto.

De aquí se deduce que no es el propio objeto el que se introduce en la conciencia del sujeto, sino un conjunto de sus cualidades sensibles que producen en la conciencia una representación del objeto, pero no una reproducción. Santo Tomás de Aquino decía que "las especies sensibles" se convierten en "especies inteligibles".

Esta imagen representativa es la "idea" (de eidos = imagen), producto de elaboración del material sensible, por medio de los mecanismos del entendimiento, que exponemos más adelante.

Por consiguiente, en el hecho del conocimiento, el sujeto es determinado por el objeto, puesto que este produce en el primero un cambio mental. La nueva imagen surgida en la conciencia, es objetiva por cuanto lleva cualidades o rasgos del objeto; y es subjetiva por cuanto su elaboración depende de facultades del sujeto. Como dice Kant: "La materia del conocimiento procede de la experiencia y la forma del pensamiento".

Consecuencia evidente de esto es que, la imagen consciente de las cosas no es igual para todos, puesto que varían, en cada sujeto, los mecanismos del entendimiento y la eficacia de sus facultades cognoscitivas. Es decir, que cada uno tiene su verdad.

La verdad consiste en la concordancia de la imagen o "idea" con el objeto que la produce. Un objeto no puede ser verdadero ni falso (es como es) pero si puede serlo la imagen que de él hayamos formado. Más como esta imagen puede contener todas o solamente algunas de las notas que puede suministrarnos el objeto, de aquí que pueda haber distintos grados de la verdad sin dejar de ser verdad cada uno de ellos. En alguno puede haber inadecuación pero no error. Este surge solamente cuando la imagen representativa de nuestra conciencia no concuerda con el objeto. Y volveremos sobre esto al tratar del criterio de verdad.

En resumen: En todo acto de conocimiento hay:

I. Un factor ontológico u objeto determinante.

II. Un factor psicológico o sujeto consciente receptivo y activo, puesto que recibe y elabora la imagen.

III. Un factor lógico, imagen o relación entre sujeto y objeto, concordante (verdad) o discordante (error).

IV. Separación de sujeto y objeto. (Trascendencia no inmanencia).

La perfecta comprensión de lo que antecede nos la dará el siguiente esquema y su explicación subsiguiente.

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El objeto del conocimiento (una paloma en el esquema) tiene, Como todos los seres concretos, una esencia y una apariencia; o dicho de otro modo: un noumeno y un fenómeno. Este último está 'Constituido por todas las propiedades sensibles o cualitativas (tamaño, forma, color, posición, consistencia, etc.) captables por nuestros sentidos, y con las cuales vamos a elaborar el conocimiento de la paloma.

En cuanto a las propiedades sustanciales o cuantitativas que, manan de su esencia, están completamente vedadas a nuestros sentidos y solo podemos juzgar de ellas por las primeras, como hemos de ver en el curso de esta explicación.

El sujeto de conocimiento (el hombre) dispone para el acto de, Conocer, de una conciencia receptiva, un mecanismo de entendimiento que comienza en los sentidos y termina en la propia conciencia, movido por una facultad específica que es la razón; y un contenido, Mental abstracto preestablecido (las "ideas" innatas de Platón) que son las categorías del entendimiento, anteriores a todo conocimiento objetivo.

Haciendo uso de un símil gráfico muy sugerente, diremos que, el objeto es a la conciencia como el alimento al estómago. El mecanismo del entendimiento es a modo de proceso digestivo que va a elaborar el objeto. Para esto dispone el estómago de jugos gástricos preestablecidos que, en nuestro caso, son referibles a las categorías del entendimiento. Y el resultado final en cuanto a la mente, va a ser una imagen genérica asimilada (idea) que en el proceso digestivo no es el alimento, sino un complejo químico genérico (quimo) formado de él.

 

b) MECANISMO DEI. ENTENDIMIENTO

El entendimiento (de intendo = dirigir hacia el interior) está constituido por la serie de funciones sensoriales, psíquicas y espirituales que captan y elaboran las cualidades del objeto, hasta formar de ellas la imagen subjetiva consciente.

El presente esquema sintetiza ordenadamente estas funciones.

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He aquí como se realiza la escala positiva del entendimiento: Cuando una sensación producida por cualquier objeto, afecta a los sentidos corporales, es recogida la imagen sensorial por los centros nerviosos, en forma de engramas, que se archivan constituyendo la memoria cerebral. (1)

Esta sensación primaria puede despertar en nosotros un sentimiento de interés o sernos indiferente. En este último caso se rechaza la sensación dejando de ser objeto de conocimiento. Si nos interesa, puede ocurrir que el objeto despierte en nosotros un nuevo sentimiento de atracción o simpatía, o bien de repulsión o antipatía. En este último caso recházase también por nuestra psiquis, dejando de constituir objeto de conocimiento (salvo el caso en que, por voluntad o deber se acepte como tal). Si nos es simpático, llama nuestra atención; y con ello termina esta primera etapa del conocimiento por la esfera del sentimiento, para entrar de lleno en la esfera de la mente.

El primer acto puramente mental es la atención, que consiste en la preparación y dirección de las facultades de la mente hacia el objeto en cuestión, y es base de toda observación. Tras de ello sigue la concentración, que estriba en colocar al objeto en el foco de la mente, o lo que es lo mismo, enfocar nuestra razón discursiva sobre el objeto, para comenzar su elaboración mental.

Esta elaboración tiene su fundamento en la meditación, que consiste en la captación mental de todas y cada una de las facetas lógicas en que se nos puede dar el objeto; una verdadera discriminación o revisión de las posibilidades lógicas en que se nos puede presentar. Viene a ser un auténtico análisis, o "digestión" mental, hecho por la razón; que desemboca en el pensamiento o imagen mental concreta.

Cumplido esto, realizase a continuación un acto de abstracción por el que viene a "asimilarse" en forma genérica el objeto Conocimiento. Así ha quedado formada en la conciencia la idea o imagen representativa; que en un grado superior de abstracción queda convertida, no ya en una imagen, sino en una "representación lógica" que llamamos concepto. Y con ello estamos en plena esfera abstracta de la mente, con lo cual puede darse por terminado el conocimiento discursivo o lógico.

Mas en un grado, todavía superior, de abstracción, podemos izar la contemplación (de cumtemplum, "considerar profundamente"), por la cual llegamos al conocimiento de la esencia de las cosas a través de lo fenoménico y trascendiendo lo lógico. Es el ultimo peldaño mental de ese proceso, con mucha razón también llamado Inteligencia o "lectura interior" (de intuslégere) (o de "intelligo", escoger, clasificar).

Pero cabe que la captación inteligente no se limite a esto, sino que supere las posibilidades de la mente, entrando en la esfera del espíritu. Esto ocurre cuando se capta intuitivamente el concepto del objeto, sin necesidad, o por encima del razonamiento. Hecho que merecerá nuestra atención al tratar del conocimiento intuitivo.

Y quédanos, como final, el hecho de la inspiración (de inspíroaccio o acción interna del espíritu) que es inteligencia suprarracional o espiritual que se caracteriza por su capacidad creadora.

El resultado de todo el proceso del entendimiento es el incremento de la conciencia; el conocimiento o gnosis.

En contraposición con esta escala ascendente hacia la gnosis, tenemos otra escala descendente, formada por esa serie de operaciones negativas llamadas, indiferencia, antipatía, distracción, diversión y divagación, que conducen al vacío de conciencia, ignorancia o agnosis. Antipatía quiere decir sentir en contra. Distracción es lo contrario de atención. Diversión es poner la atención, sin concretar, en una sucesión de cosas o fenómenos (sucesión que en algún caso puede ser objeto de conocimiento). Divagación es el aspecto negativo de la abstracción, sin fruto ideológico: es como el que mirando no ve y oyendo no entiende.

 

c) CATEGORIAS DEL ENTENDIMIENTO

Las categorías son determinaciones lógicas y preestablecidas, de la esfera abstracta de la mente, en concordancia con el carácter de los objetos y que se ponen en función por las percepciones objetivas. Son los "conceptos básicos más generales por cuyo medio tratamos de definir los objetos".

Corresponden exactamente a las categorías, las "ideas innatas" que; al decir de Platón, había contemplado el alma en una existencia preterrena. También las ideas que, según San Agustín, recibimos de Dios por iluminación divina; y en fin, las que Plotino nos concedía como fruto de una iluminación procedente del Nous o Espíritu Universal.

A nuestro modo de ver hay tres categorías fundamentales, dentro de las cuales pueden incluirse todas las expuestas por Aristóteles, Kant y Windelban; a saber: la de Causalidad o etiológica; la de Substancialidad u ontológica; y la de Diferencialidad o psicológica. La primera corresponde a lo espiritual (causa o voluntad de existencia); la segunda a lo corporal (forma material de existencia y la tercera a lo anímico (forma substancial de existencia).

 

Aristóteles

Kant

Windelban

Causalidad

Origen

(Por que)

Acción

Estado

Pasión

Unidad

Causalidad

Necesidad

 

Causalidad

Substancialidad

Espacio

(Que)

Substancia

Lugar

Posición

Cantidad

Substancia

Existencia

Totalidad

Realidad

Pluralidad

Limitación

 

 

Objetividad

Diferencialidad

Tiempo

(Como)

Relación

Cualidad

Tiempo

Acción reciproca

Posibilidad

Negación

Diferencia

Igualdad

I, La causalidad es innata en nuestra conciencia y precede Conocimiento, como lo prueban los insistentes por qués de los niños, que Intuyen la necesidad de que todo sea causado por antes de conocer el fenómeno que observan. "Todo efecto tiene una causa y esto es un supuesto necesario de todo conocimiento de la realidad.

II, La Substancialidad (de substare, estar debajo o servir de base es objeto permanente de todos los predicados o accidentes que se nos aparecen como cualidades sensibles de los objetos. Frente a los accidentes (de accidere, caer o adherirse sobre otra cosa) siempre cambiantes, "la sustancia se presenta como independiente y permanente en su grado relativo" (Hessen).

 

Propiedades substanciales y cualidades sensibles.

Conviene distinguir bien ambas cosas, ya presentadas en el de la Fig. 1.

Las cualidades sensibles representan el aspecto fenoménico o aparente de cualquier objeto. Las llamamos cualidades, precisamente por que son cualitativas, adjetivas y accidentales.

Las propiedades substanciales son la causa de que aparezcan las anteriores. Y son cuantitativas por que dependen de su constitución material que, en el fondo, es un resultado de agregación de átomos en determinada cantidad, como ya enseñó Demócrito.

Por ejemplo: Una rosa es de color rojo. Este color no es propiedad de la rosa, sino un efecto luminoso causado por la absorción de todos los demás colores del espectro solar, excepto el rojo que se refleja. Es pues una cualidad sensible. Lo que si es propiedad substancial de la rosa, es la capacidad de absorber todos los colores menos el rojo, cosa que dimana de su constitución físicoquímica.

Otro ejemplo: Un tubo sonoro al ser soplado emite la nota la. Esta nota está producida por las vibraciones de la columna de aire en determinado número por segundo, y por consiguiente es una cualidad sensible. La propiedad substancial estriba en el tamaño y material de que está hecho el tubo y que son causa de que emita esa nota y no otra.

III. La Diferencialidad precede también a todo juicio, por que es el fundamento de toda variación sensible, de toda percepción y de todo movimiento. Es categoría de relación y comparación por excelencia. Por diferencia de accidente percibimos la unidad y permanencia relativa de lo substantivo (Ej. un árbol con hojas y sin hojas); por diferencia, por contraste de luz y sombra, apreciamos la forma de las cosas; por desigualdad de condiciones hay movimiento y vida (Ej. un salto de agua por diferencia de nivel; una corriente eléctrica por diferencia de tensión entre dos pilas unidas por un hilo conductor; el proceso digestivo, por diferencia entre el alimento y el cuerpo que le digiere, etc.).

La categoría de causalidad abarca todos los conceptos de origen y finalidad, o sea el por que y el para que de las cosas. Su intención.

La categoría de substancialidad encuadra todos los conceptos de espacio o sea el que de las cosas, el hecho de existir.

La categoría de diferencialidad se refiere a los conceptos de tiempo, o sea el como de las cosas; modo o manera de manifestarse ellas la que es accidental. Toda variación es una sucesión de estado a otro y se da esencialmente en el tiempo. Una persona puede ser niño y ser adulto al mismo tiempo; pero sí después de cierto tiempo. Podemos decir muy certeramente: Todo suceso es temporal, como toda substancia es espacial. La simple diferencia entre dos objetos ha necesitado, para ser apreciada por nosotros, la observación del uno tras del otro. Y aun para afirmarse la igualdad de dos cosas, tenemos que partir del hecho previo y de que son distintas, por que son dos. (2)

Mediante las "categorías" ordenamos en representaciones lógicas (ideas y conceptos), el material sensible de la observación, con arreglo a las formaciones preestablecidas de nuestra intuición y entendimiento.

Según Kant, "el espacio y el tiempo son formas de nuestra intuición que yuxtapone y ordena las percepciones", originando las representaciones, ideas y conceptos, que constituyen el contenido de nuestra conciencia.

 

d) OBJETOS REALES Y OBJETOS IDEALES

Hasta aquí hemos referido el conocimiento a objetos reales, de afectar a nuestros sentidos corporales, haciendo bueno el principio del intelectualismo aristotélicoescolástico, que dice: hay en la inteligencia que primero no haya pasado por los sentidos.

Según esto, los conceptos (contenidos de conciencia no innatos ni intuitivos), están en relación genética con las experiencias sensoriales. Sin perjuicio de que, como quiere el racionalismo platónicoagustiniano, todo conocimiento tiene su verdadera fuente en el pensamiento, que es el que ordena en "formas lógicas" los datos de la experiencia.

Dice Platón que, "el mundo de la experiencia cambia constantemente y no puede procurarnos un verdadero saber. A los sentidos no debemos un conocimiento (epistéme) sino una opinión (dóza)". Esto anula el valor de empirismo puro, que pretende considerar a las ideas como representaciones, por adición, de los distintos datos de la experiencia.

En la teoría del conocimiento, expuesta por nosotros, hemos armonizado los valores gnósticos del factor subjetivo y del factor objetivo. Lo cual nos permite afirmar con el apriorismo kantiano que, "los ladrillos los da la experiencia y el edificio lo construye el pensamiento". Que es tanto como admitir, con Leibnitz, la existencia de verdades de hecho y verdades de razón.

Pero, el conocimiento posee también objetos ideales, que no pueden entrar por los sentidos, y de los cuales tenemos, no obstante, conceptos racionales. Tal ocurre con las matemáticas, en las que el pensamiento opera con absoluta independencia de toda experiencia, siguiendo sus leyes de lógica.

El binomio de Newton es un objeto ideal de conocimiento. No se ve ni se palpa, pero se sabe. Lo cual justifica la parte de razón que asistía a Descartes cuando opinaba que "son innatos los conceptos fundamentales del conocimiento"; y al racionalismo lógico del siglo XIX, admitiendo la existencia de una conciencia universal donde residen los principios supremos cognoscitivos. De esto a las soluciones teológicas de Platón, Plotino, Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás, no hay más que un paso, que los prejuicios y las palabras han convertido en un abismo.

El objeto ideal por excelencia, del humano conocimiento, es Dios. Puede llegarse a un concepto del Ser Supremo por vía de razón (teodicea) o por vía de fe (teología), pero hagamos punto en esta cuestión, que ha de merecer capítulo aparte. (3)

 

e) FORMAS Y POSIBILIDADES DEL CONOCIMIENTO

La teoría del conocimiento que venimos desarrollando, tiene como aserción fundamental la de que "el conocimiento representa una relación" y no una aprehensión completa del objeto por el sujeto. Que en esta relación, el objeto aporta un caudal limitado de datos experimentales representado por sus "cualidades sensibles"; y el sujeto organiza con esto y con sus propios conceptos categóricos innatos, la representación lógica y consciente del objeto.

Para llegar a esta conclusión, multitud de pensadores eminentes de todos los tiempos, han aportado su contribución más o menos acertada a la teoría del conocimiento, legándonos, cada uno, con su sistema, determinada faceta de la verdad.

Interesa muy especialmente a los fines de esta obra, detener un momento la: atención sobre aquellos sistemas donde se ha puesto en litigio la "posibilidad del conocimiento"; a saber: Dogmatismo, Escepticismo, Criticismo y Realismo.

EL DOGMATISMO (de "dogma" = doctrina fijada) da por supuesta la posibilidad de completa captación del objeto por el sujeto. Para el dogmático no existe una relación condicional entre ambos; y por consiguiente, no tiene duda sobre la verdad. Ignora el mecanismo del conocimiento y cree que los objetos son como los percibimos. Su posición es la misma del realismo ingenuo, para el cual, las cosas que conocemos, nos son dadas en su corporeidad y no por nuestra elaboración mental. El pensamiento no pasaría de ser como quiere Condillac "una facultad refinada de experimentar sensaciones".

EL EXCEPTICISMO (de "sképtesthai" = examinar) considera imposible el contacto del objeto con el sujeto. Y cree que el conocimiento depende de las capacidades y facultades inteligentes del sujeto; por lo cual como decía Pirron "pueden ser igualmente verdaderos dos juicios contradictorios", y, por tanto, la prudencia aconseja la "époké" o "abstención del juicio". Pero el escepticismo, al afirmar que el conocimiento es imposible, expresa un conocimiento: la imposibilidad de adquirirle; y con esto se anula a si mismo. A pesar de todo esto, no cabe duda de que el escepticismo sistemático (sobre todo la famosa duda cartesiana) ha sido francamente útil para llegar a la verdad, por el prudente análisis que ha hecho de nuestros mecanismos cognoscitivos.

EL CRITICISMO (de "krinein" = examinar) admite la posibilidad de conocer, pero lleva aun más allá la cuidadosa revisión de los mecanismos del entendimiento. Decía Kant: "Criticismo es aquél método de filosofar que consiste en investigar las fuentes de las propias afirmaciones y objeciones y las razones en que las mismas descansan; método que da la esperanza de llegar a la certeza". "El primer paso de la razón pura es el dogmático; el segundo es el escéptico. Es necesario un tercero: el del juicio maduro y viril".

EL REALISMO admite como tesis fundamental, la de que hay objetos independientemente de la conciencia, como lo prueban tres hechos: 1) Los objetos de percepción lo son para muchos individuos, que ven lo mismo ante el mismo objeto; mientras que el contenido de la representación es subjetivo. 2) Las percepciones son independientes de nuestra voluntad, mientras que las representaciones podemos modificarlas. 3) Los objetos son independientes de nuestras percepciones. Siguen existiendo aunque no los percibamos y aun pueden cambiar (como una persona en distintas edades) sin contar con nuestros mecanismos mentales representativos.

Tanto el realismo ingenuo de que hemos hecho mención, como el realismo natural de Aristóteles, sostienen que la percepción del sujeto responde exactamente al contenido y propiedades del objeto; pero el aristotélico admite reflexiones críticas de las que pretende escapar el ingenuo.

El realismo critico, que aparece con Demócrito, cree que las propiedades que asignamos a los objetos en la representación que de ellas hace nuestra conciencia, no pertenecen a estos, pero surgen en nuestra mente cuando determinados estímulos de estos obran sobre nuestros sentidos.

Esta es nuestra posición personal que ya hemos expuesto al tratar de las "propiedades esenciales" y de las "cualidades sensibles" de los objetos: Determinada constitución cuantitativa (o físicoquímica) produce en nuestra conciencia, por relación genética, determinada percepción cualitativa. O lo que es lo mismo: Lo subjetivo es diferente de lo objetivo, pero producido por elementos objetivos correspondientes. En fin, podemos terminar afirmando, con la escuela kantiana, que "en el material objetivo de las sensaciones hay algo determinante que hace surgir en nuestra mente la categoría subjetiva".

Este aserto queda potentemente reforzado por las teorías de la moderna biología, en lo que respecta a las percepciones sensoriales. (4) "Toda excitación que proviene del mundo exterior, produce un estado de alteración en la substancia viva de las células nerviosas, llamada "engrama". De esta manera, el mundo externo se inmixe de la organización del animal de una manera específica, según como este se halle organizado.

El complejo de engramas forma parte del animal mismo y constituye el correlativo interno del mundo exterior. Por supuesto, en forma distinta de la originaria, ya que las excitaciones engráficas son "asimiladas" y almacenadas en forma tensiva de energía engráfica. Así, cada ser percibe una determinada faceta del mundo externo; es decir capta su verdad. Lo cual refuerza la teoría del conocimiento en favor del realismo crítico, cuando se ve qué ya las impresiones sensoriales comienzan por tamizar específicamente la inmixión en cada ser, del mundo que le rodea. Y al mismo tiempo destruye la pretensión del dogmático cuando este supone que "su verdad" es la única verdadera.

 

f) EL CONOCIMIENTO INTUITIVO

La intuición (que significa "conocer viendo") es la aprehensión de un objeto por la conciencia, sin necesidad de razonamiento. Es decir que, al lado del conocimiento mediato o discursivoracional de que hemos venido ocupándonos, hay otra suerte de conocimiento inmediato o intuitivoirracional, del que nos vamos a ocupar.

Es indudable que el hecho final del propio proceso discursivo del entendimiento, es una captación intuitiva. Después de las razones y de la lógica, llega el hecho instantáneo y misterioso de la "asimilación" consciente, y surge el concepto. Aun más: En muchos casos hay una intuición inicial en el conocimiento que dimana de las sensaciones: Para comprender que el azul y el amarillo son dos colores distintos, no hace falta razonar. Se salta de la sensación al conocimiento.

En ambos casos se trata de una intuición sensible.

Otras veces tratase de la comprensión inmediata basada en las leyes lógicas del pensamiento. Como cuando, por ejemplo, afirmamos: "Una rosa y una azucena son diferentes"; juicio basado en la categoría innata de "diferencialidad", sin necesidad de verlas. Estamos ahora ante una intuición espiritual formal.

Ocurre en otros casos que se llega al conocimiento íntimo de un objeto o hecho suprasensible, como por ejemplo Dios, la justicia, etc. Se refiere esto entonces, a una intuición espiritual substancial.

Y no hay por que hablar aquí de las ya mentadas "categorías del entendimiento" que son intuiciones innatas.

 

Formas de la intuición.

El hombre es un ser que no solamente piensa, sino que siente y quiere. Y así como hay un conocimiento por vía del entendimiento, hay también conocimiento por vía de sentimiento y por vía de voluntad. Estas dos últimas formas son, naturalmente, intuitivas.

El siguiente cuadro sintetiza las distintas clases de intuición:

A Facultades

Intuición

subjetiva

Intuición objetiva

L Razón

Racional

De la esencia

M Sentimiento

Emocional

Estética

Del valor I Etica

A

 

Religiosa

ESPIRITUAL Voluntad

Volitiva

De la existencia

 

Decimos subjetivas a las intuiciones que arrancan de la actividad de nuestras facultades anímicas. Y objetivas a las condicionadas por el objeto del conocimiento. Veamos en lo que consisten.

Intuición racional. Es la ya expresada inicial o final, que acompaña al proceso discursivo de la razón; así como la que hemos definido con el nombre de intuición espiritual formal nacida de las leyes lógicas del pensamiento. No hay por que insistir sobre ellas. Pero si diremos con Schonpenhauer que "nuestro conocimiento discursivo solo abarca el mundo fenoménico; mientras que la "esencia" de las cosas solamente podemos conocerla por la intuición espiritual". Aserto sostenido también por Bergson, David Hume yHusserl. A ello hay que agregar la afirmación de Fichte referente a la intuición metafísicoracional del propio "yo", por la cual éste se conoce a sí mismo y a sus acciones; y que no es otra cosa sino la expresada por Descartes en su famosa frase: "Pienso, luego soy". (5)

Intuición emocional. Es el conocimiento por vía de sentimiento, raíz de todo estado de conciencia religioso. Votkelt admite las intuiciones emocionales de lo ético, lo estético y lo religioso, como "modalidades de la certeza, absolutamente peculiares, irreductibles y primitivas", casi con idéntica categoría que la "evidencia lógica". Fries dice que "el presentimiento es un conocimiento de puro sentimiento". Indudablemente eso que llamamos "corazonadas" son intuiciones emocionales de las que: adivinó Pascal cuando dijo que "el corazón tiene sus razones que la razón no conoce". Esas mismas que leemos en la humorística peroración de D. Quijote cuando exclama: "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece que con razón me quejo de la vuestra fermosura". A estas intuiciones las llamó Scheler "sentir intencional".

Intuición volitiva. La evidencia de la realidad no necesita demostración racional. La conocemos cuando nuestra voluntad tropieza con la resistencia del mundo exterior que se opone a ella. Para Dilthey, la intuición es una experiencia inmediata de nuestra voluntad y el único modo de conocimiento histórico.

Intuición de la esencia. Solo la intuición capta la esencia de las cosas, dice Bergson. Es "el instinto desinteresado y consciente de si mismo". La razón puede captar lo fenoménica y sus consecuencias lógicas; pero el "eidos", dice Husserl, solamente puede ser objeto de la intuición inmediata. Cosa que también confirma Scheler admitiendo la "intuición racional de las esencias".

Intuición del valor. Dentro de ella tenemos que considerar los valores estéticos, éticos y religiosos.

La intuición estética es evidente. La belleza de un paisaje o de una obra de arte no se puede captar ni comunicarla a otro por medios discursivos, sino se siente. "Sentir" la belleza es comprenderla.

La intuición ética no es menos clara. Como dice Augusto Meser; "quien al comparar un vividor con una personalidad moralmente pura, no vea con íntima convicción, con inmediata evidencia, el más alto valor objetivo de esta última, tampoco podrá comprenderlo mediante pruebas intelectuales". "Aprehendernos emotivamente los valores de lo bueno y de lo bello por el "sentido moral" (moral sense) y por el "sentido estético", cosas generalmente no valoradas por la razón", dice por su parte Hutcheson.

La intuición religiosa es especialmente significativa. "Lo divino pasa de la esfera de lo trascendente a la de lo inmanente; y es experimentada y vivido inmediatamente"; nos enseña Oesterreich. "Intimamos de un modo inmediato con un objeto que se extiende hasta la esfera de lo inexperimentable", afirma por otra parte Volkelt. Este mismo fue el punto de vista de Plotino y de San Agustín. La gestación de un concepto metafísico de Dios, no tiene el calor de la experiencia interna recogida por intuición suprarracional. Dice Hessen con gran clarividencia: "Nadie se ha dejado martirizar hasta hoy por una hipótesis metafísica; pero millones de hombres, dentro y fuera del Cristianismo, han derramado la última gota de su sangre por su fe en Dios. Este hecho habla un lenguaje claro para el que no tenga prevenciones".

Intuición de la existencia. Dimana, como hemos visto al hablar de la intuición volitiva, del choque de nuestra voluntad con la realidad externa. El preso que quiere escaparse y tropieza con el rastrillo cerrado de la cárcel, sufre el golpe evidente de una realidad, para el conocimiento de la cual no necesita razonar.

 

g) EL CONOCIMIENTO RELIGIOSO

Tiene como base la captación de los valores absolutos o divinos: La intuición de Dios.

Cabe una explicación racional o metafísica del Ser Supremo (teodicea), más en la esfera religiosa, la experiencia interna y la Intuición juegan un papel predominante (teología). Pero antes de analizar estos factores, debemos formularnos la siguiente pregunta: ¿Dónde tiene su raíz la necesidad del conocimiento religioso? La contestación es esta: Todas las formas del conocimiento tienen su raíz (no su causa) en uno de los diez instintos de la naturaleza humana; a saber: las de Conservación, Reproducción, Posesión, Miedo, Familia, Sociabilidad, Trabajo, Verdad, Proporcionalidad y Libertad. El sentimiento religioso se fundamenta en el instinto del miedo.

El hombre al encontrarse desamparado ante una Naturaleza cuyas fuerzas son superiores a las suyas, buscó protección e inquirió un principio que le ayudase a marchar de acuerdo con la ordenación universal. Esto produjo en él un sentimiento de sumisión, que es precisamente el "momento emocional" de la fe. Y entonces despertó en el hombre la intuición de la divinidad, ordenadora y providente. (Schopenhauer deduce la necesidad metafísica del pensamiento de la muerte).

Semejante hallazgo hubo de constituir el más valioso tesoro de su vida, como lo prueba su universalidad en tiempo y espacio. Después la experiencia interna y sus consecuencias externas, hicieron lo demás. Naturalmente que la fuerza del conocimiento religioso, no estriba en su valor metafísico, sino en esa inmanencia y "vivencia" íntima que le da su verdadero valor subjetivo.

Dios vive en el corazón del místico y éste no necesita que se le demuestren, por que le "siente". El "Cristo interior" de que hablaba San Pablo (6), y la "Chispa Divina" de la mística oriental, prueban la verdad de nuestro anterior aserto. Y nos enseña donde se encuentran las fuentes de la fe.

La fe define la teología católica "es en sí un hábito o potencia sobrenatural perteneciente al orden de la visión intuitiva de la divina Esencia". He aquí el concepto teológico puro. Pero en la Fe encontramos dos elementos claramente diferenciados: un elemento teorético o conceptual y otro elemento emocional que se traduce en sumisión y humildad. "Creemos" en Dios y "sentimos" a Dios.

Estos dos aspectos, perfecta y necesariamente compatibles, fueron causa de toda la contienda que en el siglo XIII dominó en las esferas de la alta filosofía escolástica en torno a los derechas de la intuición religiosa Por un lado Santo Tomás y todos los aristotélicos con su concepto intelectualista y silogístico en el que Dios necesita ser demostrado. Por otro lado San Agustín y San Buenaventura, herederos del neoplatonismo de Plotino, para los cuales Dios es la verdad inmutable e inmanente en nuestra conciencia.

Pero creer no es lo mismo que saber. Creer es un acto de fe. Saber es un acto de razón. Se sabe por el entendimiento y la lógica. Se cree por la intuición. Saber es función de la inteligencia. Creer es función del espíritu, con valor subjetivo.

Por esto, al que conoce por verdadera intuición religiosa, se le dice un creyente. Y al que conoce por razonamiento» lógico se le llama sabio. La fe del creyente, aunque subjetiva, es superior, en cierto modo, al conocimiento metafísico del sabio, por que responde a facultades más elevadas. Y si no fuera por ella, pudiera caer el conocimiento religioso en el escepticismo.

El que cree sin saber demuestra tener vida espiritual. El que sabe sin creer no pasa de ser un erudito. No debería llamarse sabiduría al conocimiento sin fe; es decir a la comprensión sin amor. Por que la creencia o fe en lo que se sabe, o en lo que no se sabe, es impulso de vida interna, amor que trasciende el conocimiento, sentimiento que sobrepuja a la comprensión. Una cosa no es verdaderamente conocida hasta que se la ama, es decir, hasta que se la siente. Por esto, conocer es amar; pero saber no implica amor. Ya lo enseñaba así San Agustín, algunos siglos después de haber dicho Platón: "No hay gnosis sin eros".

Además, el que cree, crea, por que deduce aquellas fuerzas de realización de aquello en que cree. No hay fe sin esperanza. Y esto es lo más importante de la. actitud del creyente. Esto quiere decir que religión y filosofía son cosas distintas, aunque ambas coinciden en una teología racional. La legitimidad de toda intuición de Dios, estriba en que no sea contraria a la razón. Sin embargo la religión no tiene la validez universal de la metafísica, por que se basa en una intuición subjetiva y se expresa en representaciones concretas. La "verdad" interna que posee un Creyente, no puede ser transmitida con rigor lógico a otra persona. Las pruebas racionales de la existencia de Dios, solo impresionan a los ya creyentes.

Por otra parte, y en orden a la teoría del conocimiento, la teología y la metafísica deista, vienen a poner el sello de confirmación a cuanto llevamos dicho: "Dios ha creado los seres del Universo con arreglo a las "ideas" surgidas de su potencia objetiva (7) . De otro lado, nuestra inteligencia, según la concepción agustiniana de que hemos hecho mención, posee un acerbo básico de ideas Innatas, por iluminación divina. Es decir que, la esencia de los objetos y las ideas de nuestra mente, tienen un origen común; por lo cual, como afirma Spinoza, "el orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas". Esto, en una hipótesis monista y panteísta, es de una evidencia extrema: Siendo Dios inmanente al mundo, el pensamiento y el ser tienen que concordar plenamente. Sujeto y objeto son una misma realidad.

En una hipótesis teológica dualista, siendo Dios trascendente al mundo; hay una diversidad metafísica entre los objetos del conocimiento y la conciencia. Pero como ambos proceden de Dios, existe una armonía preestablecida entre el pensamiento y el ser.

En ambas hipótesis, el Universo tiene ordenación lógica, como nuestro propio pensamiento. Este según la magnífica frase de Lotze "sirve como un medio de poner lo vivido en aquél orden que exige su naturaleza y de vivirlo más intensamente en la medida en que se hace dueño de este orden".

 

h) EL INSTINTO Y LA "CIENCIA INFUSA"

El instinto es una forma elemental de conocimiento. Es el trasunto psíquico de las apetencias de la materia viva. El instinto está formado por un complejo consciente de las necesidades y reacciones primarias de la organización. En uno de sus aspectos, trasciende al sentimiento y en otro a la inteligencia, que son los dos caminos de llegar a la conciencia.

Todo ser organizado tiene una serie de apetitos que dimanan de las apetencias químicobiológicas de la materia de que está formado. Estos apetitos se organizan a su vez, como incentivos, en la esfera psíquica, convirtiéndose en deseos, que es tanto como quedar reconocidos por la conciencia individual. Aun pueden los deseos transformarse en pasiones cuando entran en la esfera del sentimiento, subyugando la voluntad y trocándose de medios en fines.

La satisfacción de toda necesidad biológica origina un placer. La busca del placer sin la apetencia, es causa del vicio, que consiste en el mal uso o en el abuso de la necesidad instintiva. Así pues, pasión y vicio, tienen sus más profundas raíces en lo instintivo. Y de estas plantas diabólicas surge el fruto amargo del dolor.

La inteligencia instintiva o aparente razón con que obran los animales (facultad que los escolásticos llamaban "estimativa") "no versa sino sobre las cosas concretas; no comparan los dos extremos del raciocinio con un tercero universal que comprenda a entrambos; lo que hacen es deducir el particular del particular espontáneamente y sin ver la legitimidad de la consecuencia".

Santo Tomás considera en los animales cuatro sentidos interiores: el sentido común, la imaginación o fantasía, la estimativa y la memoria: y nos dice, refiriéndose al instinto, sagacidad y prudencia con que obran los animales: "En todas aquellas cosas que son movidas por la razón, se descubre el orden de la razón que las mueve, aunque las cosas así movidas carezcan ellas mismas de razón. Así sucede que la saeta va directamente al blanco arrojada por el saetero, como si ella misma estuviese dotada de razón que la dirija: y esto mismo se observa en el movimiento de los relojes y de, cuantas obras ingeniosas son debidas al arte humano”.

En cuanto a la "Ciencia infusa" (así denominada en las escrituras sagradas") que se atribuye a nuestros primeros padres, no se '; refiere, como pudiera parecer, al instinto; tampoco puede identificarse con el sentido común, que es la ley lógica y congénita del pensamiento, o sea la capacidad de reaccionar mentalmente de acuerdo con el orden universal. En realidad, la "ciencia infusa" es la intuición innata, de que ya hemos tratado. Por esto, como ya veremos, fue perdida por Adán y Eva cuando comieron simbólicamente del "árbol de la ciencia del Bien y del Mal" que representa el conocimiento racional.

 

i) EL CRITERIO DE VERDAD

¿Cómo podemos tener la evidencia de que nuestro conocimiento es verdadero? He aquí el último problema que nos queda por tocar.

Hay una verdad inmanente que consiste en la concordancia del pensamiento consigo mismo; en la ausencia de contradicción. Pero solamente se da en la lógica y en las matemáticas que no son objetos externos. Únicamente tienen realidad en nuestra propia mente; y la certeza de la verdad estriba en la corrección lógica.

Existe otra verdad trascendente que se refiere a los objetos exteriores y que consiste en la concordancia del pensamiento con el objeto, según ya dijimos.

El subjetivismo pretende que la verdad depende exclusivamente del sujeto que conoce. Así los sofistas, con Protágoras a la cabeza, que decía: "Panton crematon metron anthropos" (El hombre es la medida de todas las cosas); lo cual supone una posición escéptica, por que toda verdad que no tenga validez universal, deja de ser verdad. Tanto menos, admitiendo la relación genética del pensamiento con el objeto de conocimiento.

El relativismo admite una verdad condicional, puesto que ésta depende de factores de la realidad exterior. Por esto Platón decía que los datos de la experiencia sólo podían proporcionarnos una "opinión", que al fin es una verdad relativa.

El pragmatismo cree que solo es verdadero lo que es útil. Por esto Nietzche dijo: "La verdad no es un valor teórico, sino tan solo una expresión para designar la utilidad". Y Vaihinger añadió: "La verdad es el error más adecuado". Es claro que los pragmáticos parecen desconocer el valor lógico de la razón discursiva, y por esto sus afirmaciones caen por su base.

La intuición tiene un valor de evidencia completamente subjetivo, y por esto no puede ser nunca un criterio de verdad. Como dijo Maier: "Los pensamientos son símbolos de las propiedades transubjetivas". Nosotros conocemos las cosas por una formación lógica elaborada con el material fenoménico. Hay pues una concordancia de sujeto y objeto cuando la captación mental ha sido correctamente hecha, de acuerdo con las leyes del pensamiento. Toda evidencia, aunque sea intuitiva "es la forma en que lo lógico se hace sentir en nuestra conciencia". Lo que sucede es que, en la intuición se llega a la certeza inmediata por una especial sensibilización intelectual de nuestra conciencia.

Una cosa es verdad o no, independientemente de la velocidad con que la comprendamos:

Las leyes del pensamiento (intuitivo o racional) son siempre las mismas. No cabe una verdad intuitiva que después de meditada vaya contra razón. "No se olvide dice Ortega y Gasset que la verdad tiene este privilegio eucarístico de vivir a un tiempo e igualmente en cuantos cerebros se lleguen a ella".

 

En resumen:

La verdad inmanente es universalmente aceptable cuando carece de contradicción lógica. (Por ejemplo: "Los tres ángulos de un triángulo valen como dos rectos").

La verdad trascendente tiene dos aspectos: Cuando es intuitiva, y por tanto subjetiva, es aceptable discrecionalmente si no va contra razón, y mucho más si es apoyable por la razón. (Por ejemplo: "Dios ha ordenado el Universo").

Cuando es objetiva y racional, es aceptable con validez universal, si puede ser demostrada. (Por ejemplo: "Todo cuerpo sumergido en un líquido sufre un empuje de abajo a arriba igual al peso del volumen del líquido que desaloja"). Si no puede ser demostrada, no pasa de constituir una opinión o un dogma, sin más categoría que la de una hipótesis perfectible. (Por ejemplo: "La Tierra es el único planeta habitado").

Pero a la postre, el reactivo específico de la verdad es, como decía Switalski, "lafecundidad sistemática de los principios". Ningún error es fecundo. (8)

 

j) EL EDIFICIO DEI. CONOCIMIENTO

Por todo lo que llevamos dicho, colígese que el aspecto místico o religioso de la especulación filosófica puede irse poniendo de perfecto acuerdo con el aspecto teorético, racional o científico (es decir el "theos" con el "logos", llenando el abismo que tantas catástrofes intelectuales (y aun !ay materiales, con guerras cruentas) ha originado a lo largo de la historia de la humanidad. Poner de acuerdo lo revelado con lo deducido, lo intuido con lo explicado, la fe con la razón, el dogma con la ciencia, el corazón con la cabeza, en suma, será la más útil labor que puedan realizar los filósofos, como con su método analógico y sincrético iniciaron los neoplatónicos (Ammonio Sacas, Plotino, Porfirio, Jámblico, Orígenes) y de un modo singular San Clemente de Alejandría; posteriormente de manera genial, San Agustín, luego San Anselmo y Hugo de San Víctor, y en los tiempos modernos la Sociedad Teosófica fundada por H. P. Blavatsky.

Salgamos al paso de manera concluyente contra el aserto del pseudosabio positivista y racionalista que no admite más medios de llegar a la verdad que la observación y la experimentación con sus deducciones correspondientes. La revelación y la fe no rezan para él, ni cree que el ser humano pueda captar la realidad de la existencia del Valor Absoluto por un momento emocional e intuitivo; por un acto de iluminación suprasensible, como ya hemos visto.

Claro es que no todas las mentes son capaces de llegar al conocimiento intuitivo de los valores divinos; y así no puede extra fiar que para los ciegos de espíritu sean poco menos que productos de la fantasía las afirmaciones y especulaciones de aquellos otros para quienes llegó la hora de la Verdad trascendente, que no admite duda en lo más íntimo de su ser.

Pero digamos con San Anselmo; hay que creer para después saber; que es tanto como decir: hay que sentir para después comprender; y llegaremos a decir como Anatole France: "Comprender es amar"; con lo cual abocamos a la idea agustiniana de que a la Verdad se llega por la caridad; y aun a la más antigua afirmación platónica que hace del amor (eros) el medio de llegar al conocimiento.

De aquí el camino errado que siguen esos experimentadores positivistas que pretenden arrancar sus secretos a la Naturaleza, mortificando a seres indefensos con las prácticas necromantes de la vivisección y queriendo hacer pagar a los animales las culpas biológicas de la humanidad mediante la extracción de sueros y antígenos varios que no logran realizar la verdad del hecho sanitario. (9)

Ni aun arguyendo que por amor a la humanidad se puede prescindir del amor a los animales, debe considerarse lícito el camino del conocimiento por el martirio y por la crueldad. El amor es un sentimiento que debe preceder a la captación de la verdad; y esta hace asequible por virtud de la disposición íntima a que el amor conduce; independientemente del objeto de su preferencia. Es decir que no cabe amar una cosa y despreciar otra con la finalidad de encontrar una verdad útil a la primera; por que el destino de las criaturas dentro de la armonía del Universo, exige la búsqueda del bien común y no la felicidad de los unos a costa del sacrificio de los otros. Esto en cuanto al aspecto objetivo y finalista; que, en cuanto al aspecto subjetivo, el sentimiento de amor, o es de carácter universal o deja de ser tal. En resumen: El que ama es por que tiene un alma amante y este estado de conciencia le conduce a la Verdad.

Los grandes filósofos iniciados y los grandes profetas fundadores de una doctrina religiosa, merecieron la revelación de la Verdad por su disposición íntima de amor a la humanidad.

De todo concluimos que, no puede ser verdadero, pese a las apariencias, el conocimiento conseguido sin caridad.

De aquí el peligro de cultivar la ciencia divorciada de la teología y aun de la filosofía, como ha ocurrido en la época moderna a partir de "La Ilustración" y de "La Enciclopedia", cayendo en un positivismo de las más graves consecuencias, y no a lo Comte precisamente. Y es que hay que convencerse de que, el conocimiento humano, para no extraviarse del camino de la verdad y conservar esa vitalidad intelectiva que merece el nombre de sabiduría, ha de fundamentarse en estas tres grandes disciplinas de la mente humana que se llaman:

Teología

Filosofía

Ciencia

en las que respectivamente se estudian los principios y causas, las leyes y fines y los medios y hechos.

Las ciencias se unifican en la filosofía; los sistemas filosóficos se unifican en la teología. Esta última que es ciencia de Dios como principio ontológico, tiene su raíz en la intuición y en la revelación.

La filosofía, cuando en suprema síntesis alcanza por la razón el campo luminoso de la teología, se llama Teosofía o sabiduría divina. La ciencia, en fin, se basa en la observación y la experimentación, estudiando los hechos y sus mecanismos y medios; más cuando el conjunto de los hechos empieza a sintetizarse en leyes, entonces entra en el campo de la filosofía.

El siguiente esquema nos muestra el edificio del conocimiento, que nos da la clave segura para el ascenso del entendimiento en la búsqueda de la verdad.

 

Explicación del esquema.

De las sensaciones, por la observación y la experimentación, llegamos al conocimiento de los hechos (o sea el que de las cosas). Las ciencias nos enseñan los mecanismos de estos hechos, y las matemáticas a su cabeza nos explican simbólicamente los medios y algunas leyes (el cómo de las cosas). De la comparación y relación de hechos, llegamos por la razón o "logos", al conocimiento de las leyes y fines de las cosas, o sea su para que, por medio de la filosofía. De las leyes, por síntesis intuitiva, llegamos al conocimiento de las causas (el por que de las cosas) por Iriedio de una teosofía o sincretismo filosófico por método analógico y reducción a la unidad. De las causas llegamos a los principios por un sentimiento intimo de orden espiritual que acaece en nosotros por intuición o inspiración e indirectamente por revelación; y entramos entonces en el pináculo del saber que es la teología.

Así pues no existe verdadero conocimiento de las cosas si no atisbamos su causa, finalidad y principio (esencia)  , además de los fenómenos y sus mecanismos, que es a lo que casi exclusivamente se ha limitado la ciencia positiva de nuestros tiempos.

El ascenso del conocimiento desde los hechos hasta los principios constituye el método inductivo; y el descenso desde estos hasta los primeros constituye el método deductivo. Entre los fenómenos o hechos y los noumenos o causas, encontramos las ideas o modos, cuyo concepto encuadra perfectamente en el concepto de los universales escolásticos y, como hemos visto, también de las ideas platónicas. Las ideas son las formas abstractas de las cosas, referibles todo lo más a género y especie. Por ellas y a través de ellas las esencias (principios) vienen a la existencia. Su descubrimiento por el entendimiento en función de abstracción mental, se traduce en el conocimiento de las leyes y los medios por los cuales los seres y las cosas vienen a la vida concreta. La idea al individualizarse o concretarse se convierte en pensamiento (primera imagen mental concreta) o arquetipo de cada cosa. Y éste es la forma en función plástica que se traduce en hechos en el mundo tangible. ("La forma es la causa profunda de la acción de los seres", dijo Aristóteles).

Pero las ideas no solo forman parte de la Mente Divina como arquetipos abstractos de la creación universal sino que existen en la propia mente individual del hambre, que de este modo goza del privilegio de su propia creación mental. El conocimiento se ha hecho trascendente por que las ideas de las cosas han pasado a la mente humana; pero también se ha preparado para ser inmanente, por que desde este instante tendrá un contenido propio que irá adquiriendo individualidad por obra de la razón. Como dijo Kant: las cosas se nos dan en nuestras ideas: pero estas ideas no sólo son nuestras, sino que son ideas de las cosas.

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Solamente comprendiendo que existe una mente universal creadora, cuya imaginación o potencia objetiva trae las esencias a la existencia, y que existe asimismo una mente humana individualizada, también provista de una capacidad creadora de menor radio de acción pero de la misma naturaleza (¡seréis tanto como Dios, que dijo la serpiente a Eva!) es posible abordar el problema del conocimiento.

No basta que, al tenor del concepto kantiano, consideremos los mecanismos de la razón pura por medio de los cuales aprehendemos del caos de sensaciones que nos proporciona el mundo exterior, un conocimiento en tiempo, espacio y categoría. Es necesario además que consideremos la realidad de los seres y las cosas en cuanto objetos de conocimiento. Y para esto el esquema precedente nos enseña que tras la forma externa (objeto de la sensación) que no es sino ilusión (o maya oriental) por ser cambiante y perecedera, están las realidades de las ideas y de las esencias o espíritus; y así no seremos como los eternos prisioneros del mito platónico que "de espaldas a la luz, tomamos por realidades las sombras que se proyectan en las paredes de nuestro calabozo".

Precisamente en orden al problema del conocimiento, hemos de considerar que, los datos que obtenemos por medio de los sentidos, referidos a tiempo y espacio, están condicionados por el hecho de ser captados en un mundo de tres dimensiones. Esto limita la percepción sensorial a darnos un símbolo de la verdadera realidad de las cosas; una proyección tridimensional y espacial que no alcanza a darnos la noción del noumeno (la cosa en si), y que es simplemente su apariencia o fenómeno. (10)

Las anteriores consideraciones explican el criterio de finalidad y causalidad con que exponemos todos los objetos de nuestro conocimiento, sin cuya condición se pierde la mente en la inconsistencia del mundo fenomenal.

Y para mejor comprensión de estos conceptos, vamos a aclararlos e ilustrarlos con un ejemplo: Supongamos la planta dé todos conocida con el nombre de patata. Esta planta, como individuo del reino vegetal, se ofrece a nuestros sentidos como un vegetal herbáceo de color verde, de unos 60 centímetros de altura, con hojas alternas, flores blancas de corola pentagonal, fruto en baya, raíz provista de tubérculos que contienen gran cantidad de fécula; etc. Esta planta, como todas, se reproduce y muere. Hasta aquí nuestra percepción no ha recogido más que un hecho o si se quiere un fenómeno; sabemos que es la patata. Después penetrando por la observación y el análisis en su constitución y funcionamiento, llegamos al conocimiento de su mecanismo (integrante también del fenómeno patata), por medio de los datos concretos que, sistematizados, nos proporcionan las distintas ciencias biológicas (física, química, etc.) sintetizadas en la botánica.

Pero, ¿cómo ha llegado a ser la patata? La patata ha sido construida mediante un pensamiento concreto que es el modo y la fuerza de su realización; exactamente de una manera análoga a como el arquitecto construye la casa según su pensamiento plasmado en el dibujo del plano correspondiente. Sin este plano (dibujado o no) que es mente concreta, no podría haber casa; como no podría haber patata sin el arquetipo plasmado por la mente divina. Y dentro de este arquetipo hay detalles, como por ejemplo la flor pentagonal, cuya realización requiere, por parte de la Naturaleza, una operación de cálculo geométrico que asegura la exactitud de su forma. (11) Hay un pensamiento matemático que garantiza la forma de la corola, la disposición de hojas y ramos en el tallo (filotaxia) y aun la disposición y magnitud de los vasos circulatorios en sus tejidos. Como decía Platón, recordando a los pitagóricos: "Dios geometriza".

Y esta forma del arquetipo constructor que tiende a convertirse en acto, es a su vez una concreción de una idea genérica (el género solanum) que a su vez lo es de otra idea más abstracta: la idea de planta. Y esta no es sino un modo de vida.

Y esta vida de la patata, ¿para qué? Entramos en la investigación de los noumenos. La experiencia y el análisis químico nos dicen que sirve como elemento de nutrición de la vida animal. Pero, ¿ha sido creada la patata por el Hacedor para servir de alimento? ¿O ha sido creada sin el designio de la posibilidad de que fuese utilizada por la vida animal? En este caso no ha sido creada para esto. Y habrá que buscar otra finalidad cierta mejor dicho, su única y verdadera finalidad, sin cuya investigación podemos asegurar que no conocemos aun lo que es la patata. Como no conocemos el verdadero ser de una persona que va de mecánico al volante de un automóvil, y luego puede ser un médico o un abogado. No es para esto, pero puede hacer esto en determinados momentos.

Sin pretender resolver el problema concreto de la finalidad de la patata (que probablemente es de orden alimenticio) si queremos señalar en este ejemplo las rutas del conocimiento Más en cuestión de investigación de noumenos, suele valer más un momento de iluminación intuitiva que muchos años de razonamiento: aunque también es cierto que, la suma de razones aboca en la intuición o, por lo menos, predispone a ella. Nuestro esquema recoge esta verdad.

Llegamos a una última cuestión: ¿Por qué ha sido creada la patata para servir de alimento? Puede admitirse lógicamente una contestación como la siguiente: "Por que Dios ha previsto la necesidad, impuesta por Él, de que la fécula de la patata sirviese como combustible en el trabajo del músculo y su jugo contribuyese a la eliminación de los residuos úricos de dicho trabajo". Todo esto, claro es, supone una coordinación y una armonía en el orden universal. Este porque, es la voluntad de existencia de la patata, en perfecta concordancia con la voluntad de existencia del animal que con ella se alimenta. Lo cual equivale a decir que ambos seres, tan dispares en la vida material, están unidos en esencia. Es más, son el mismo existir en distintas etapas de la continua transformación de la vida. Prueba de ello es que la patata un día, después de asimilada, será carne animal (o por lo menos puede serlo).

En el plano de la esencia (lo que es por si) termina la capacidad de nuestro conocimiento. Después cabe la intuición de Dios como Principio Creador.

Ahora bien; si hemos errado en el camino del conocimiento, podemos tener una comprobación de orden experimental. El alimento patata de nuestro ejemplo, armoniza bien con el organismo del animal vertebrado, por que tienen la misma esencia. Pero el alimento carne por ejemplo no armoniza con el organismo del canario (pongamos también como ejemplo de vertebrado) por que no tiene la misma esencia; y surge el conflicto patológico y el animal enferma si nos empeñamos en hacerle ingerir este alimento, no obstante que tiene músculos como otros animales que si viven de carne y pudiera parecer que la carne no puede perjudicar al que de carne está hecho. Pero todas estas razones de tipo químico y morfológico no bastan para llevarnos por el camino de la verdad si despreciamos el conocimiento de los principios de creación. El conflicto y la desarmonía en el plano físico son las señales evidentes de nuestro desconocimiento, que ocasiona conflictos de esencia. (12)

Estas consideraciones nos orientan hacia las legítimas rutas del entendimiento que convergen en el origen de la verdad. (13) Pero cabe preguntarse, ¿cómo conocer la identidad de esencia de dos seres dispares? ¿Cómo diferenciar en esencia a dos seres de la misma apariencia?

Sí, como dijimos, la patata está unida en esencia con el vertebrado, por que puede incorporarse armónicamente a su existencia, (y en el fondo responden a una misma idea de existencia), podemos agregar que, aparte la experiencia biológica, cabe inducirla o intuirla de hechos simbólicos que tienen todo el valor de signos esenciales de creación. Podemos decir con una expresión casi matemática: Igualdad de esencias equivale a complemento de existencias. Y estos signos simbólicos que nos revelan esta relación, suelen presentársenos en el campo de la mente como complementos que se resuelven en una unidad de orden superior. Así la luz roja es complementaria de la luz verde por que tienen un mismo origen esencial: la luz blanca en la que conjuntamente se resuelven. La hemoglobina roja de la sangre animal y la clorofila verde del pigmento vegetal, se complementan por su común origen esencial (el núcleo químico del pirrol) y lo demuestran sus valores armónicos en cuanto al fenómeno nutritivo del animal que ingiere el vegetal. En este caso los colores rojo y verde son los signos simbólicos o esenciales de creación. (14)

Y vamos al otro caso. Supongamos dos seres de la misma especie: un hombre y una mujer, por ejemplo. Estos dos individuos pueden formar un matrimonio armónico y perfecto si se identifican en finalidad o causación; es decir, si están coordinadas sus voluntades de existencia. Y en este caso son complementarios. Pero puede ocurrir que sean dispares en sus noumenos; que las finalidades de sus vidas no armonicen (como en el caso de que uno de ellos tenga como misión en la vida ser instrumento del mal y el otro lo sea del bien) y en este caso no podrán complementarse y surgirá el conflicto de esencia, que en este ejemplo lo es también de existencia (aunque esto sea cuestión evolutiva y no de principio).

Es decir que las semejanzas específicas (o que dependen de pertenecer a la misma especie), dimanan del plano de las ideas crea; doras, pero no implican necesariamente que haya identidad de principios. Entre Nerón y un San Francisco de Asís no hay posibilidad de encontrar un acuerdo esencial aun siendo los dos del género humano y aún de razas muy próximas.

Ahora iremos comprendiendo el engaño, la ilusión o maya en que nos sume el espectáculo del mundo material si no sabemos profundizar en las verdaderas realidades que hay tras las apariencias fenomenales. Mucho habría que decir a este respecto (y parte lo hemos dicho en otra obra nuestra (15) en lo que se refiere al conocimiento de los problemas de salud y enfermedad. Sugestionados los médicos por las formas aparatosas de ciertas enfermedades y las colaboraciones microbianas infectantes, se dirigen a la modificación del mecanismo patológico, olvidando totalmente la esencia (es decir finalidad), razón de ser, del fenómeno morboso. Y de esto resulta una terapéutica supresiva de efectos, pero no correctora de causas, cuya crítica hemos hecho extensamente en nuestra citada obra; limitándonos aquí a llamar la atención sobre el camino que debe emprenderse para llegar al conocimiento de la realidad del hecho patológico.

Cuando Gautama, el Buddha, presenciaba el espectáculo cruel de la naturaleza física, en la que unos seres, para subsistir, devoraban a los otros, llególe el dolor a lo profundo de su corazón y pensó en buscar un mundo superior en el que no hubiese conflictos ni sufrimiento. Y retiróse al bosque para meditar y pensó durante años hasta que, bajo el árbol boddhi encontró la iluminación y la sabiduría. Y halló no otra cosa que el mundo de las esencias donde se encuentra la infinita paz del espíritu, que nos libra de caer en la rueda alocada de la existencia. O por mejor decir, aprendió a pasar por este mundo de las apariencias fenomenales sin perder de vista sus realidades superiores y sin caer en las consecuencias que dimanan de la falsa apreciación de los hechos. Y este conocimiento fue su doctrina de liberación, que seiscientos años después ratificó Jesucristo al decirnos: "La verdad os hará libres".

El problema del conocimiento es pues un problema de redención que ya planteó genialmente Ricardo Wagner en su famosa tetralogía de "El Anillo del Nibelungo", en la cual la espada Nothunga del conocimiento intuitivo, esgrimida por el rebelde Sigfredo, es arma de liberación por virtud de la cual al fin "solo triunfa el Amor". El amor que es conocer, recordando el concepto agustino, y que es, por consecuencia, liberación.

Colígese de todo esto la importancia que tiene en la vida del hombre, hallar la verdadera ruta del entendimiento, hollada a lo largo de los siglos por "los pocos sabios que en el mundo han sido".

 

k) SOBRE LAS FUNCIONES DE LA INTELIGENCIA EN ORDEN AL CONOCIMIENTO

Una vez expuesta la teoría del conocimiento y el criterio de verdad, réstanos completar, ya con más elementos de juicio, lo relativo a los mecanismos de captación gnóstica, sin lo cual sería vana pretensión dominar el instrumento maravilloso del entendimiento, del cual hemos de valernos necesariamente para todo acto de conocimiento. Para esto partamos de los conceptos expuestos al hablar de la "escala del entendimiento" anteriormente.

 

Fuerza mental y concentración de pensamiento. Dícese que el pensamiento corre más veloz que nada. Pero esto no es cierto. El pensamiento no corre. Como no corre la palabra que se emite delante del micrófono radiotelefónico. Lo que corre velocísimamente es la onda eléctrica producida por la vibración de la palabra, que luego se transforma o educe en una nueva pero idéntica palabra, al ser captada por el receptor sintonizado. En el caso del pensamiento, lo que corre es la onda mental producida por aquél, y que luego educe el pensamiento análogo en la mente receptora sintonizada con la primera. La telepatía es la telefonía del alma. Y para este efecto, el cerebro humano cuenta con una antena sensible y maravillosa: la glándula pineal. En este órgano que Descartes consideraba como el "asiento del alma" existe una especie de arenilla P relacionada con las altas funciones de la inteligencia y que, al modo de las limaduras de plata del tubo de Branly, se orientan magnéticamente con la onda mental.

En las manifestaciones de la mente humana se dan las dos modalidades de polaridades opuestas que rigen todas las manifestaciones de las vibraciones cósmicas. Pudiéramos decir que la mente obedece también a la ley de gravitación universal. En ella se da una actitud atractiva o extrovertida (o de captación de objetos por medio de la observación sensorial) y otra repulsiva o introvertida (de elaboración del propio pensamiento con desprecio de las imágenes exteriores). La actitud extrovertida o positiva puede darse en todas las manifestaciones del alma en forma de simpatía o carácter expansivo o sintonizado; así como la actitud introvertida a negativa se traduce en antipatía o carácter esquizotímico. El simpático o sintonizado vibra con las imágenes, pensamientos y sentimientos de los demás seres: El antipático o esquizotímico vive su vida interior. (16)

Pero la mente; en uno y otro caso, adopta las dos actitudes o mecanismos intrínsecos independientemente del objeto (interior o exterior) a que se refiera, que ya señalamos con los nombres de concentración y abstracción.

Ya dijimos que la concentración precede a la meditación y es precedida por la atención. Esta última suele ser la consecuencia de una cierta disciplina del manejo de los sentidos a tal fin; que es lo que llamamos observación. El buen observador pone su atención en lo que quiere o le interesa. Otros se encuentran atraídos por algo que eventualmente resulta ser objeto de su curiosidad; y dicen: "me ha llamado la atención". Así pues la atención se puede poner en función voluntaria o activamente e involuntaria o pasivamente.

Cuando eventual o permanentemente un sujeto se halla incapacitado para prestar atención, se dice que está o es distraído, respectivamente.

La palabra atención se forma con la raíz tenso; el prefijo a, indicador de movimiento en dirección al que atiende (es decir, algo que se capta del exterior en sentido aferente o centrípeto) y el su fijo o terminación de acción. Así pues, su traducción etimológica o conceptual, sería: la acción de poner tenso con relación a un objeto externo que afecta a los sentidos. ¿Y qué es lo que se pone en tensión? En resumen, la fuerza mental.

Por el contrario, el vocablo intención supone un objeto interno, o sea del contenido mental o espiritual del sujeto. Intención proviene de intendo que significa lo que es dirigido. Por consiguiente el motivo de la intención, sale en determinada dirección desde el interior del individuo que actúa o que va a actuar. La intención es un modo de voluntad que se vale, para entrar en acción, de determinadas fuerzas mentales: es tensión activa. La atención es tensión pasiva. La intención actúa; la atención espera.

Una vez puesta en tensión y concentrada la fuerza mental sobre el objeto del conocimiento, viene ese laboreo de la meditación que, por medio de la razón, elabora la representación o idea del objeto, que, primeramente concreta (pensamiento), pasa ulteriormente al plano de la abstracción o de los conceptos universales.

En este plano abstracto del conocimiento, dijimos que puede llegarse a la contemplación, que es la percepción esencial de cualquier objeto de conocimiento; no pues en lo que tiene de concreto o mudable, sino en lo que encierra su esencia ontológica, noumeno o factor causal, como productor del fenómeno de su vida externa, existencia o manifestación. (17) La captación de una verdad antológica por contemplación, exige, aparte la capacidad de elevación intelectual, la actitud amorosa. Sin amor hacia un objeto, jamás puede llegarse a contemplarle, en el estricto sentido de esta palabra.

El místico que contempla a Dios o el astrónomo que contempla los astros, han trascendido el plano de sus manifestaciones ostensibles (aunque las vean) para entrar en el seno de los principios. La contemplación es pues presencia de espíritu. Es una actitud pasiva de la mente cara a cara con la realidad espiritual; que en algunos casos puede provocar el éxtasis. Cuando esta realidad espiritual deja su presencia (o modo pasivo) para entrar en acción, entonces se llama inspiración: ¡el soplo divino de la creación mental!

Pero la presencia de espíritu, que es el fruto de la contemplación y causa de la inspiración, puede venir también por dos mecanismos trascendentales: la evocación y la invocación.

Evocación es la llamada a un espíritu exterior. Nosotros evocamos, por ejemplo, el espíritu de Cristo cuando meditamos o continuamos su obra; y entonces nos sentimos penetrados de él, pudiendo llegar a estar inspirados o en comunión con el espíritu cristiano.

Invocación es la llamada interna a nuestro propio espíritu, o sea. el acto de despertar nuestra realidad superior o YO.

La invocación y la evocación son un modo de oración. Y orar es meditar con palabras, como ya lo indica la construcción de estos tres términos.

Advocación no es más que una de las facetas en que se nos puede manifestar el objeto de la evocación o de la invocación. La Virgen de las Mercedes no es más que una faceta que nos revela una de las cualidades del elevado espíritu que suponemos a la madre del Divino Maestro. La Diana Dictinia no es sino un aspecto de la espiritualidad que los antiguos atribuyeron a la diosa Isis, madre de Horus.

 

En la invocación, la evocación y la oración, es imprescindible valerse de la palabra articulada, para que sean tales. Orar sin pronunciar es tanto como nada. Esto se debe a que la palabra (el más divino de los dones concedidos al hombre) es el vehículo de la inteligencia y del sentimiento. La formación de una palabra responde a una relación de valores musicales de sus vocales (que llevan su contenido de sentimiento) y una determinación de éstos por las modificaciones que les imprimen las consonantes (vehículos éstas últimas de su contenido mental). La musicalidad de los valores vocales es, en el fondo, una relación matemática de intervalos sonoros que corresponden a determinada ley armónica de los sentimientos que informaron el vocablo. Las consonantes intelectualizan a las vocales, concretando el lenguaje abstracto de su música. Cuando una palabra se pronuncia teniendo conciencia del sentimiento o idea que la originó, esa palabra tiene el poder de invocar o evocar el estado de espíritu correspondiente. Un conjunto de ellas o una frase sabiamente compuesta y sinceramente pronunciada, tiene una eficacia maravillosa y un poder desconocido por la mayoría de las gentes. ¡Ah el poder de hablar con propiedad y sinceridad!

Asustémonos cuando, por el contrario, el hombre se vale del don divino de la palabra, para herir, mortificar o mentir. ¡Que tremenda responsabilidad no le cabe al emplear para el mal un instrumento de los dioses!

La mayor parte de las personas, ya que no todas con mala intención, emplean la palabra con impropiedad notoria. Y esto origina tal confusión y trabucamiento en las concepciones intelectuales, que los hombres no se entienden. Por cuestiones de palabras ha habido guerras crueles y males irreparables. Por llamar unos hombres Alah al Ser Supremo, y llamarle otros Dios y otros el Logos, han llegado a las manos de manera violenta y ciega. No han pensado que esas distintas palabras respondían a un mismo sentimiento. Por el contrario, al expresar distintos sentimientos o ideas con una misma palabra (impropia en todos menos en el que la dio origen) se escapa el concepto y se yerra en las consecuencias. (Explotar no es hacer explosión). Pero todavía es peor el emplear palabras con sentido contrario al suyo original; como por ejemplo, ocioso (el que piensa), orgía (cena frugal), voluptuosidad (deliquio espiritual). caudillo (el que va detrás, de caude = cola), que hoy día pretenden expresar holgazanería, desenfreno de apetitos sensuales, deleite carnal y, el que va a la cabeza, respectivamente. Esto en realidad es mentir o sea emplear un término o frase que expresa un objeto, idea o sentimiento distinto del que ocupa en ese momento nuestra mente o nuestra intención.

De frases hueras que no responden a la realidad de nuestro sentir, está plagada nuestra vida de relación; y el constante decir y hablar insincero, crea una atmósfera de desconfianza (que es falta de fe en el prójimo) verdaderamente nefasta para conseguir los elevados fines de la fraternidad humana.

En parte por que se teme a la verdad, en parte por malos hábitos del lenguaje, pocas veces, después de hablar, volvemos al silencio sin daño de nuestra conciencia, como decía Tomás de Kempis.

No hay pues posibilidad de escalar el plano del espíritu (sea por invocación o evocación) sin la corrección en el lenguaje hablado y sin el exacto empleo de la palabra. La palabra es un poder; tiene la virtud de abrir el arca santa de la espiritualidad. (El mismo poder de invocación y evocación (que hemos referido a la oración tratándose de la palabra) tienen, en general, todos los lenguajes insinuantes, como la música y la mímica. Y si también lo tienen las bellas artes plásticas, como la pintura, la escultura y la arquitectura, es por asociación de ideas o mecanismos figurativos; pero no del modo directo y esencial que el lenguaje sonoro).

Las funciones de la inteligencia tienen su incentivo en el plano del sentimiento. Efectivamente, como ya vimos oportunamente en el referido apartado, el primer paso de la función intelectual tiene su origen en el interés, punto general neutral del plano del sentimiento que nos lleva a la atención. La función mental va precedida de la sentimental y esta de la sensorial. Nosotros elevamos los objetos del conocimiento desde el plano de los sentidos, a través del plano del sentimiento y luego del pensamiento, hasta el plano del espíritu donde los amamos, por que el amor es el conocimiento del plano espiritual.

Claro es que la captación o desviación, más o menos consciente, de objetos de conocimiento, tiene su motivo en los complejos de nuestros deseos; y su causa en la finalidad del individuo. El deseo es el incentivo de todos nuestros actos y, entre ellos, nuestros actos intelectuales. (18)

Nuestros deseos son fuerzas polarizadas en sentido atractivo o repulsivo, de mayor o menor intensidad. Reprimirlas no es anularlas, sino desviarlas de su cauce. Todo deseo reprimido se oculta en el subconsciente y si no se le busca nuevo cauce, se convierte en un elemento de perturbación psíquica. He aquí la base de la teoría psicoanalítica de Freud.

Siendo los deseos los incentivos de nuestras funciones intelectuales, al reprimir aquellos, rompemos la cadena natural de captación de objetos de conocimiento, y esto, si en el plano psíquico produce una perturbación, en el plano intelectual conduce al error.

El error es una relación desarmónica entre la mente que conoce y el objeto que trata de conocerse; (la verdad es esa misma relación, pero armónica). Por consiguiente, el error es como una muralla que se interpone en el camino de la inteligencia, impidiendo que el objeto mental llegue hasta la esfera del amor. Por lo tanto el error no ensancha el campo de nuestra conciencia.

De esto deducimos que la represión de nuestros instintos y de los deseos constituye un grave obstáculo para el crecimiento espiritual (mediten esto los ascetas); y que, solamente los individuos de suficiente capacidad mental y alta virtud (19) pueden torcer el cauce natural de un deseo, encarrilándolo hacia la sublimación, que es convertir la fuerza de la naturaleza inferior en un acto de creación superior.

Con un ejemplo tratemos de explicar todo esto: El hombre ve a la mujer hermosa, que va a ser objeto de conocimiento y después de amor. La marcha natural de captación de este objeto bello, es la siguiente: Observación con deleite de los sentidos; interés, atención, atracción emotiva, deseo de posesión, meditación, contemplación y amor.

Si en esta cadena (sea por prejuicio o necesidad de educación de disciplina) se rompe definitivamente el eslabón del deseo, es decir, se reprime el deseo y su satisfacción; entonces se inicia un complejo causante de íntimas reacciones psicológicas que varían ', según la constitución psicomental del sujeto. (20) En cualquier caso, la represión, (venga por autocensura de origen religioso o social, por exigencias educativas o familiares, por timidez, etc.) impide seguir ascendiendo en la escala del conocimiento. La emoción se yugula y degenera en ansiedad; el interés se desvía por cauces imaginativos, que engendran pensamientos sustitutivos de la realidad que se escapa; la atención se introvierte hacia el panorama íntimo de la pasión; la mente lucha entre las suscitaciones incompletas de ' la realidad y de su propio contenido ideológico referente al objeto en cuestión.

La mujer se ha convertido para el hombre, en este caso, en motivo de reacciones psicomentales compensadoras, que la conducen, por los recovecos de lo subconsciente, a un concepto erróneo, a un valor mental falso, lógica consecuencia de la impresión dolorosa que le deja lo que se presentía ser objeto de felicidad. Entre producir satisfacción y producir dolor hay una antítesis evidente que no puede conducir a un mismo concepto ni a un mismo estado de espíritu. Lo que mortifica no se ama. Y por esto existen odios que tienen su origen en la represión de deseos. Y el odio es, al fin y al cabo, error, como se desprende del concepto platónico y agustino ya mentado.

Solamente los titanes de la inteligencia, al modo de Dante, de Wagner o de San Agustín, pueden sublimar sus deseos reprimidos por Beatriz, por Matilde o por la madre de Adeodato respectivamente, en las creaciones portentosas de una "Divina Comedia", un "Tristán e Isolda" o unas "Confesiones". (21)

El resumen de la represión en la mayoría de los mortales es la disminución del horizonte de la conciencia. Por esto la anulación del deseo solo debe hacerse a cambio del desarrollo de facultades elevadas. Y esto no está al alcance de los más.

 

l) LAS FUNCIONES DEL ESPIRITU

Siendo la inteligencia una lectura interior o discernimiento, es claro que también con el espíritu se aprende, como hemos visto al hablar de la contemplación y de la intuición. Pero el espíritu no sólo tiene capacidades adquisitivas con vistas al ensanche de la conciencia, sino que tiene potencias y actividades peculiares. Espíritu deriva de spiro = soplar. De esta raíz provienen las palabras inspiración (o acción de introducir el soplo o aliento en el aparato respiratorio; o de actuar el espíritu en el interior, si lo tomamos en sentido trascendente); y expiración (o acción de exhalar el aliento, si lo tomamos en sentido material; o de exhalar el espíritu, es decir, morir).

La raíz de soplo o aliento con que se denomina al espíritu, lleva en si el concepto de vehículo. El soplo no se ve y sin embargo conduce algo. Efectivamente el espíritu es el vehículo de la conciencia; es el transmisor del contenido del YO; es el elemento activo que convierte las intenciones en voliciones, poniendo en acción las potencias íntimas del ser.

Como si una ley dicotómica rigiese las manifestaciones todas del mundo, en el espíritu tenemos que considerar también un aspecto pasivo, receptivo o centrípeto y un aspecto activo, proyectivo o centrífugo. El .aspecto receptivo está representado por la senciencia misma, donde reside esa quintaesencia de los sentimientos que llamamos amor que, a su vez, se manifiesta también en sus dos modos de atracción de lo que se ama y donación a lo que se ama (22); y el aspecto activo, representado por las intenciones (de intendo = dirigir) que son los estados potenciales de las voliciones (de volo = querer).

La genuina función del espíritu es pues la voluntad. Esta es la fuerza proyectiva que convierte la intención en acción; el noumeno en fenómeno, siempre a través y por medio de la idea o imagen. Al modo como la luz de un foco proyecta, atravesando la placa de cristal, la imagen de ésta en la pantalla. Pudiéramos decir que el rayo luminoso de nuestro espíritu, proyecta la idea de nuestra mente sobre el instrumento material de nuestro cuerpo, realizando el fenómeno. Causa, modo y hecho, corresponden al por qué., el como, y el que de las cosas.

Pero los estados de conciencia (conocimiento) o de senciencia (sentimiento) antes de convertirse en voliciones, se integran en formas potenciales o intenciones, verdaderos poderes o virtudes que dimanan de ese trío esencial que se llaman fe, esperanza y amor. Estas llamadas virtudes teologales o poderes divinos, encierran el germen del resto de nuestras intenciones. La intención que no se basa en la existencia de fe, esperanza y amor, no es verdaderamente intención sino deseo o incentivo. Es decir, no es fuerza de espíritu sino de deseo. Lo que ocurre es que la fuerza inferior del deseo puede atraer la fuerza eficiente de la voluntad para convertir el deseo en hecho. A esto puede reducirse todo aquello que denominamos como mala intención o mala voluntad. Pero cuando la iniciativa de un acto corresponde verdaderamente al espíritu, entonces el acto es esencialmente bueno por que el YO, consciente y senciente, es la chispa divina o irradiación de lo Absoluto en el hombre, y por tanto incapaz de intención mala.

A este YO o esencia humana, en cuanto tiene la propiedad de conocer llamámosle consciencia (o lo que conoce en si) y constituye el núcleo individual (o indivisible) de nuestro ser, es decir el YO superior.

 

A. L0S TRES YOES

Es menester distinguir en la naturaleza humana tres integrales de fundamentales diferencias que, haciendo caso omiso de límites impuestos más por necesidades didácticas que por la realidad, corresponden poco más o menos a los conceptos clásicos de Espíritu, Alma y Cuerpo o a los griegos de Nous, Psique y Soma.

Tales son el yo personal, el yo intelectual y el yo consciente. Que pudiéramos representar por el yo, el Yo y el YO, respectivamente.

El yo personal (yo), está integrado por el cuerpo con sus apetitos e instintos, los deseos, pasiones o incentivos y los pensamientos o arquetipos. Todo esto constituye la personalidad (máscara) o parte mortal del hombre.

El yo intelectual (Yo o alma individual) está constituido por el conjunto de ideas y potencias (vocaciones; aptitudes) de la mente abstracta y por las potencias o intenciones y los modos de voluntad del espíritu; que todas estas cosas corresponden a la naturaleza inteligible.

Estos dos yoes se refieren exactamente al yo del hábito y el yo de la reflexión, de Condillac, que tanto juego han dado en psicología y que han establecido la diferencia fundamental entre la mente concreta y la mente abstracta, con cuyos conceptos ha quedado solucionado el problema de la naturaleza instintiva o particular y la naturaleza racional o universal.

El yo consciente (YO) está constituido por la esencia o chispa divina, irradiación de Dios en el hombre; o, en el concepto Paulino, nuestro Cristo interior. El Atman también, de los orientales. (Véase fig. 12).

 

B. LAS INTENCIONES DERIVAN DE LOS TRES PODERES ESENCIALES DEL ESPIRITU

Amor, fe y esperanza, hemos dicho que constituyen los tres poderes o virtudes esenciales del espíritu humano.

El amor es el poder de creación y de conservación de la vida. El que ama crea. El hombre de ciencia que crea una teoría, explica un hecho o descubre un fenómeno, es por que antes ha amado al objeto del conocimiento. El artista que pinta un paisaje es por que antes amó aquel aspecto de la Naturaleza; y al sentirse atraído por él (cualidad del amor), le consagró después su actividad; es decir: se, dio a él. El que manda construir una casa para su recreo, es por que antes amó la idea de hacerla. Las manifestaciones físicas del amor, crean en lo material, es decir, generan.

Por el amor damos de comer al hambriento, damos enseñanza al que no sabe y vestimos al desnudo...... Y nuestro espíritu se expande y difunde en la vida de aquel a quien hemos alimentado (por que sin nuestra caridad hubiese muerto) y en la mente de aquel otro a quien comunicamos nuestro pensamiento (sin el cual carecería de ese tanto de inteligencia) y en el vigor de aquel a quien hemos vestido (por que sin ello el frío le hubiese matado). Es bien claro que, si nosotros somos la causa de que florezca en lo físico, en lo espiritual o en lo moral, la vida de nuestros semejantes, nuestro ser multiplica su vida en la vida de los demás; y este es el único camino de la inmortalidad. La verdadera muerte es pues el egoísmo, que concentra las fuerzas del espíritu en la propia personalidad; y al llegar la muerte corporal, el egoísta se encuentra con el vacío de la forma destruida.

Concebidas así las cosas, resulta bien claro que, por la caridad que es amor, nuestro espíritu trasciende los límites de nuestra individualidad para verterse, vivir y perdurar en la vida, la inteligencia y el espíritu de los demás hombres.

Todas nuestras intenciones y voliciones creadoras son fruto del amor.

La fe es creencia intuitiva. Es el poder de afirmación. Es el reconocimiento interno de nuestra naturaleza divina. Por la fe tenemos seguridad en nosotros mismos y atisbamos los fines esenciales de nuestra vida. La fe es imagen de nuestro espíritu reflejada en la propia conciencia; o dicho de otro modo: nuestras intenciones y voliciones al reconocerse como tales en el espejo de la conciencia, salen revestidas de un poder propio e indudable. Y su acción repercute ensanchando el horizonte de nuestra conciencia.

La fe en los demás se llama confianza.

La fe cree sin razonar ni analizar. Es pues visión de espíritu o conocimiento intuitivo. En el aspecto religioso se manifiesta, por un lado, como sumisión a los valores absolutos o divinos (momento emocional) y por otro lado, como creencia o aprehensión de dichos valores (momento teorético). Por esto la fe es siempre la virtud religiosa por excelencia, ya que nos religa con los valores supremos de la naturaleza divina, sea esta manifestada en el cosmos o en nosotros mismos.

La fe es el poder de donde dimanan todas nuestras intenciones de ejecución, consecución y eficiencia (la fe mueve las montañas, se dice). Cuando empleamos el verbo querer, unas veces expresamos con él una volición ejecutiva (quiero hacer esto, decimos); y otras veces una volición creadora (te quiero, se dice al ser amado). Hay pues dos clases de querer, que se diferencian en sus potencias de origen. En realidad, el querer creador es amar.

Todo acto que realizamos lleva implícita la fe en el resultado, Si damos un paso hacia delante es por que tenemos fe en que no se hundirá el suelo bajo nuestro pie; si salimos de nuestra casa, es por que tenemos fe en que regresaremos. La fe ciega, que decimos con gráfica expresión, es la fe pura, por que no va mezclada con elementos reflexivos o racionales.

La esperanza es el poder de intelección. La potencia receptiva que preside y enfoca todo ensanchamiento de la conciencia. El hombre espera para conocer algo que ignora o para terminar cualquier situación que oscurezca o agobie el horizonte de su conciencia. Por esto, el que ignora, espera saber y el que sufre, espera mejorar su estado.

La esperanza es la potencia de donde dimanan todas nuestras intenciones cognoscitivas. El esperar supone el atisbo de un nuevo estado de percepción, con vistas a una mayor amplitud de conciencia.

Cuando se tiene la seguridad de que le acaecerá a uno algo malo, no se dice que se tiene esperanza (aunque se espere) sino que se teme. La esperanza se refiere solamente a un estado de mejora miento con respecto a la situación actual. Sería raro, por ejemplo, decir: "Tengo esperanza de morirme"; aunque si la muerte puede suponer una mejoría del sufrimiento, hay razón de esperarla. Pero aun en este caso, sería por que con ella se presiente el ensanchamiento de conciencia que lleva consigo la cesación del sufrimiento.

Vemos pues que, en resumen, el amor encierra las potencias que se refieren a las manifestaciones del espíritu; la esperanza encierra las que se refieren a las manifestaciones de la inteligencia; y la fe las que se refieren a nuestras acciones. Cada una de estas virtudes contiene la eficiencia de cada uno de nuestros yoes.

 

C. DIFERENCIAS PSQUICAS, MENTALES Y ESPIRITUALES DE LOS SEXOS

En el ser humano solo existe una fuerza creadora, que puede manifestarse en el polo negativo, como creación sexual, o en el polo positivo como creación mental. Buena prueba de esto es que las personas de gran capacidad mental tienen también gran poder generador. No hemos de insistir aquí sobre las relaciones funcionales y la semejanza anatómica entre los órganos sexuales y los grandes centros ganglionares del encéfalo. (23)

Toda función creadora supone ese episodio previo de la concepción, que en el hombre, naturalmente, es de tipo mental. El hombre concibe en su mente, cuyo órgano es el cerebro. La mujer concibe en la matriz, órgano en el cual se condensan sus fuerzas plásticas (éteres vitales) (24) . La concepción mental en su aspecto somático o cerebral, pone en juego las imágenes de la memoria sensible y las fuerzas correspondientes del éter reflector (Véase "Los cuatro grados de condensación de la materia") también lleno de capacidades plásticas de tipo superior. En la mujer, cuyas fuerzas vitales generadoras son de signo negativo, pasivas o receptoras, ocurre un cambio de polaridad una vez efectuada la concepción; tornándose entonces positivas a los efectos de la gestación o labor formadora de un nuevo ser. En el hombre, las fuerzas creadoras, tanto mentales como sexuales, son siempre positivas, activas y fecundantes.

Bajo el punto de vista psíquico, el sexo femenino es intuición y el sexo masculino reflexión. Como se ve siguen siempre manifestándose respectivamente los caracteres pasivos y activos de uno y otro sexo. ". En el aspecto sentimental, la mujer tiene más capacidades adquisitivas que el hombre; más ductilidad en el mecanismo de sus sentimientos; más facilidad y claridad para las situaciones extremas de simpatía y antipatía.

Pero en el aspecto mental propiamente dicho, el hombre tiene una capacidad muy superior a la de la mujer en todas esas funciones positivas de atención, concentración y meditación. La mujer, aunque generalmente buena observadora, tiende siempre a los aspectos mentales negativos de la diversión y la distracción. Mucha observación y gran tendencia a la diversión (o diversidad de objetos mentales), producen su carácter eminentemente imaginativo. Por esto la mujer puede sobresalir en la literatura; pero ninguna mujer ha producido en las artes y en las ciencias obras de la altura de la Gioconda o la "Capilla Sixtina", o de una 5° Sinfonía beethoveniana, o de "Romeo y Julieta", o de la "Summa teológica" tomística.

En el aspecto espiritual la mujer puede escalar las mismas alturas que el hombre: Conciencia, amor y fe no tienen sexo. Pero en aquellos aspectos del espíritu puramente intelectivos (abstracción y contemplación) el hombre supera a la mujer por regla general. Y en cuanto a la intuición y la inspiración, tanto pueden darse en uno como en otro sexo; pero en la mujer toma un sentido que trasciende más al corazón que a la cabeza y se manifiesta más en obras de amor que de inteligencia. La esperanza, como potencia de intelección, adquiere más capacidad en el hombre que en la mujer. Esta es más impaciente que esperanzada. En resumen, la mujer es más propicia a las voliciones de creación y ejecución que a las cognoscitivas. Su imaginación (capacidad de crear imágenes) supera a su intelección; su sentimiento supera a su reflexión; su amor supera a su sabiduría.

En el hombre se manifiesta el logos o potencia creadora; en la mujer el soma o capacidad plástica. Así pues, resulta totalmente inútil pretender la igualdad de derechos y deberes del hombre y la mujer. Hombre y mujer son seres complementarios pero no iguales. Juntos forman una unidad de orden superior, que ha querido plasmarse en el matrimonio; e indudablemente así es conceptualmente. Pero para que este ideal (abstracto por ser ideal) pueda ser una realidad tangible, es necesario que el hombre y la mujer también se complementen en el aspecto concreto de sus existencias. Y aún más; que estén identificados en sus íntimas intenciones para evitar los conflictos de esencia que pudieran comprometer totalmente en la vida, los fundamentos básicos de la unión.

El hecho de la unión de los dos sexos, da pues, posibilidades de plenitud de los fines humanos, que no tiene por si mismo cada sexo aislado. El acoplar las capacidades complementarias, es un designio divino que no podemos desoír. Todo intento de separación de ambos sexos como situación permanente de la vida, es un error conceptual y motivo evidente de conflictos de existencia y de dificultades en el desarrollo evolutivo del ser humano.

 

Notas

1.- Engrama es "el estado de alteración en que queda la sustancia viva de las células nerviosas centrales consecutivamente a toda excitación engráfica".

2.- No es lo mismo ser distinto (o existir aparte de otra cosa) que ser diferente (0 llevar otra apariencia.) Dos cosas iguales en apariencia son distintas en existencia.

3.- Objetos ideales son también todos loa abstractos de justicia, esperanza bondad, caridad, fe, maldad, etc., etc.

4.- Véase "Materia y Espíritu" del Dr. Novoa Santos.

5.- El krausismo afirma que la percepción de nuestro "ser" es anterior a todo acto de nuestro espíritu; que el yo es esencialmente luminoso por sí y ante sí mismo, sin recibir la luz reflejada del acto que le informa. En cambio la doctrina católica quiere que la conciencia del yo provenga "de las modificaciones emanadas de su interior actividad, por que estas modificaciones son las que constituyen el objeto formal de nuestras potencias perceptivas, no el sujeto que las sustenta". (Padre Mendive).

Indudablemente el krauaiamo se refiere al yo como esencia espiritual capaz de contener conocimiento y sentimiento; y el catolicismo se refiere al contenido de conciencia y senciencia que el yo se va apropiando con su actividad.

6.- "Hijitos míos, que vuelvo otra vez a estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros". (1• Epístola a los Corintios).

7.-  Así se expresa Platón cuando dice que "el Logos formó los objetos por el modelo de las ideas". Y Santo Tomás, con Aristóteles, al decir que, todos los seres en su esencia, están creados a base de una "forma substancial" o "entelequia"; que no es otra cosa más que el "alma vegetativa", arquetipo" o "noumeno", que decimos nosotros. Y también Alfonso X el sabio dice: "Ninguna cosa hay en el aire, ni en las aguas, ni en la tierra, que todo no sea figurado en el cielo".

8.- Cerraremos el problema de la verdad con el siguiente párrafo de Unamuno:

“E1 ensueño tiene algo de sentimiento, y el sentimiento puede engendrar acción; la idea no. E1 calor y el movimiento son transformables el uno en el otro; de lo que apenas puede sacarse movimiento es de la luz, pura y fría, de la luz sin calor, de las ideas recortadas de los pueblos dogmáticos e inquisitoriales, de los conceptos encasillables en credos, y programas de que tanto gustan las gentes ahítas de sentido común y envanecidas de su salud y equilibrio mentales, equilibrio estable como el de una losa tendida... "

"Es curioso ver que hayan dado en declamar contra el intelectualismo precisamente los más intelectualizados, loa que han heredado esa garapiñera escolástica en que se congela en fórmulas los más entrañables anhelos del corazón, esa horrible construcción arquitectónica a la que no se permite la entrada a los profanos, que han de contentarse con la fe del carbonero. No; no es el intelectualismo lo que temen, sino la buena nueva de la verdad sobrepuesta a la razón, de la verdad que no se congela en fórmulas, sino corre en flujo de vida y cambia y muda; temen a los que no creemos que eso que ellos llaman ideas rija al mundo, como no creemos que las variaciones de la aguja del barómetro produzcan las tormentas".

¡Felices los pueblos soñadores! ¡Felices los pueblos que guardan en el rescoldo de su alma alguna fe, aunque sin dogma alguno! !Felices los pueblos que no. temen a las ideas, y saben jugar con ellas y tomarlas y dejarlas, según lea convenga! Cierto poso de escepticismo, que se hermana muy bien con la más profunda fe, es una garantía de vida.

Loa más intolerables no son los más convencidos de lo propio, sino los incapaces de salirse de sí y ponerse en el caso de los demás".

9.- Véase mi obra "Curso de Medicina Natural en 50 lecciones", lección XXV*

10.- Este punto de vista se irá explayando en los distintos temas que se tratan en esta obra

11.- Es decir la división del radio en media y extrema razón para hallar el lado del decágono

12.- No hemos de confundirlos con los conflictos de existencia. Un ejemplo de éstos es el tigre que se come a la gacela. Hay conflicto (lucha, dolor, muerte) pero con una finalidad nutricia en la que la carne del herbívoro armoniza perfectamente con el organismo del felino. No hay pues conflicto esencial. El tigre obra con el conocimiento instintivo y según su naturaleza.

13.- La verdad es el reconocimiento de un ser ideal o material por la mente. Puede existir el acto sin su verdad; pero no la verdad sin el acto. La verdad es una relación como vimos. (Recuérdese la famosa discusión sobre este tema, entre Husaerl y Heidegger).

14.- Si supiésemos valorar los signos esenciales Simbólicos en las manifestaciones de la vida, conoceríamos muchas cosas hoy ocultas.

15.- "Curso 'de Medicina Natural en Cincuenta Lecciones". Editorial Kier. Buenos Aires,

16.- A1 decir antipático, interprétese en el sentido de valorar su resistencia a las influencias exteriores; pero no en el sentido de considerarle persona rechazable, insociable o falta de atractivo personal. El antipático es el polo opuesto del sugestionable.

17.- Existencia, de ex_sto, estar fuera o sobresalir. O algo que ha salido de la esencia.

18.- Si en el deseo está el incentivo de nuestras acciones, en el espíritu está la intención. Incentivo es estímulo negativo o que atrae; intención es estímulo positivo o que manda. Así pues, entre la atracción o repulsión de un objeto en e1 plano del sentimiento (interés o desinterés), el hombre consciente opta por elegir el camino del deber, que le obliga o no a ocuparse de él por motivos de razón o de amor, guste o no guste.

19.- Virtud es poder (de vir), intención o fuerza de espíritu.

20.- Claro es que, la atracción hacia la mujer es en primer lugar obra del deseo de poseerla. Solamente cuando se ve expedito el camino de esta consecución, se pasa a conocerla (quo es finalidad de la mente) y más tarde a amarla (que es finalidad del espíritu). Se comprende que el deseo instintivo no puede llamarse propiamente amor.

21.- San Agustín, sin duda por respeto, no nos da el nombre de la excelente mujer que fue su amante y madre de su hijo Adeodato. (Véanse sus "Confesiones").

22.- Por que el amor, atrae al ser amado y se da a1 mismo. Es la fuerza de creación y gravitación universal manifestada en el plano espiritual.

23.- Véase mi obra "Curso de Medicina Natural en 50 lecciones

24.- Véase la misma obra citada, pág. 93. Y adviértase que la mujer también puede concebir mentalmente pero con capacidad inferior al hombre.

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