HISTORIA COMPARADA DE LAS RELIGIONES

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Eduardo Alfonso
 

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CAPITULO VIII  

EL ORIGEN DEL HOMBRE Y EL ALMA HUMANA  

a) Adán era de barro. Darwin y la fe católica. Opinión de Aristóteles y los Escolásticos. Conclusiones sobre la evolución de las formas vivas.

b) El alma humana. Conclusiones del catolicismo. Espíritu, alma y cuerpo. Distintas concepciones del más allá. Transmigración de los espíritus. El alma en el mineral, la planta y el animal. Metempsicosis. Constitución metafísica común a los seres. Los tres ".Yoes" y el alma individual. Reencarnación. Memoria de las vidas anteriores. Las nupcias de "Psiquis y Eros".

c) La Predestinación. El Juicio Final.

 

EL ORIGEN DEL HOMBRE  

El texto hebreo del Génesis dice literalmente: "Y formó Jehová Dios a Adán polvo de la tierra". Y la Vulgata de San Jerónimo lo traduce: "Formó Dios al hombre del barro de la tierra". Es decir, de los elementos químicos del suelo y el agua; cosa que no tiene refutación científica posible.  

El Padre Arriaga en su trabajo De opere sex dierum sostiene la opinión de que el cuerpo humano haya podido ser hecho pasando por otros grados organizados de vida vegetativa o sensitiva. De cuya opinión participaron también San Agustín, San Crisóstomo, el Tostado y Alfonso de Castro.  

El Padre Suárez abraza, como más probable, la opinión de que el cuerpo de Adán haya sido producido inmediatamente del barro de la tierra.  

El Padre Mendive dice que la Biblia "se limita a afirmar que el cuerpo del hombre fue hecho por Dios, no de la nada, sino de la materia preexistente, sin indicar el estado en que se hallaba esta materia antes de ser informada por el alma de Adán. Que haya Dios formado al hombre próximamente del barro de la tierra, o bien de una substancia terrestre cualquiera, dotada de una cierta organización, la verdad teológica siempre quedará intacta".  

Santo Tomás afirma que "el hombre en el misma momento de ser producido por Dios, fue perfecto así en el alma como en el cuerpo"  

Mivart, el ilustre anatómico que trató de conciliar la evolución darwinista con la fe católica, sostuvo la hipótesis de que el cuerpo de nuestro padre Adán, ya dispuesto para albergar el alma racional, pudo proceder de un mono antropoide por el simple juego de las fuerzas naturales. El Padre Mendive se resuelve contra el aserto diciendo: "Semejante manera de formar al primer hombre desdice por completo de la infinita sabiduría del Creador; y así, no puede por menos de ser rechazada por todo el que conserve todavía algún rastro del buen sentido común impreso por Dios en el ánimo de los mortales". Esto, como se ve, no es un argumento sino una exclamación apasionada. Para juzgar del camino elegido por la infinita sabiduría del Creador, hace falta tener, por lo menos, una sabiduría como la Suya. El citado biólogo, como todos los demás hombres de ciencia, en lugar de poner condiciones a la sabiduría de Dios, se limitó a exponer una hipótesis con arreglo a los principios de razón y discernimiento que el propio Dios le había dado.  

Pero es que el mismo padre Mendive va más allá y nos sorprende con la siguiente argumentación:  

"¿No pudo Dios haber intervenido sobrenaturalmente en la formación del feto de algún mono, de suerte que, recibiendo este por virtud sobrenatural en el seno de su madre, al tiempo de ser concebido, la forma orgánica de un hombre perfectísimo, quedase, sin embargo, verdadero mono hasta que Dios, por otro acto sobrenatural de su omnipotencia, introdujese en el cuerpo así formado el alma de Adán?  

Y sigue diciendo el citado religioso:  

"O bien, si se quiere evitar la multiplicidad de actos sobrenaturales, ¿no pudo Dios haber transformado de repente el cuerpo de un mono adulto, haciéndole adquirir en un instante, con la virtud maravillosa de su palabra creadora, la organización del hombre, e introduciendo en él inmediatamente el alma racional creada al efecto? Aun resuelta la cuestión en sentido afirmativo, no por eso sufrirá el más mínimo detrimento la doctrina católica en orden al origen sobrenatural del género humano. La cuestión, pues, estará reducida a saber si el Señor formó a Adán inmediatamente del barro de la tierra, o se sirvió de un organismo cualquiera, inferior en perfección al que por la esencia misma de las cosas corresponde al cuerpo del hombre, disponiéndolo con su infinito poder en la forma conveniente a la naturaleza de nuestra alma".  

Darwin no hubiera podido desear más. La discrepancia queda limitada a que, sea cualquiera el origen inmediato del género humano, la religión se aferra a que tiene que ser sobrenatural y los biólogos a que tiene que ser natural. (77)

La biología moderna con sus admirables descubrimientos sobre la herencia, está tan lejos del transformismo darwiniano como del transformismo sobrenatural.  

Ya se adelantó Cuvier diciéndonos: "Entre los diversos sistemas relativos al origen de los seres organizados, no hay ninguno menos verosímil que el que hace nacer de la variabilidad dicha, uno tras otro, los diferentes géneros por vía de desenvolvimiento y de metamórfosis graduables'". (Cuvier. "Recherches sur les osemens fossiles". T. III; pág. 297, 3ª edición) .  

Santo Tomás dice también: "Todos y cada uno de los seres, llevan en si mismos el deseo natural de conservar su propio ser, lo cual no podrían conseguir si fuesen transformados en otra substancia". Darwin mismo reconoce que la transformación no se realiza en los seres que poseen ya sus caracteres perfectamente determinados, sino en los que no lograron aun sino un cierto estado de transición. Kollmann agrega: "La tenacidad de la sangre de la forma originaria rebrota de nuevo siempre a pesar de todas las anomalías, a pesar de todas las influencias del ambiente y de todos los cruzamientos. El cruzamiento de las razas humanas no produce ninguna nueva variedad y ningún tipo nuevo. Las razas humanas son tipos duraderos variables pero no mudables".  

La hibridación infecunda es otro argumento contra el transformismo, ya que el cruzamiento de especies distintas sería el modo más sencillo de transformación específica. Sin embargo, el híbrido, o es infecundo, o se propaga durante tres o cuatro generaciones, tras de las cuales la descendencia vuelve a acoplarse en una de las especies de los padres.  

Aristóteles y los Escolásticos opinaban que "la materia no llega al último grado de perfección que puede adquirir bajo el influjo de las diversas formas substanciales ("entelequias", "arquetipos" o "almas vegetativas") sin haber pasado primero ordenadamente por todos los otros inferiores; y que, por consiguiente, en la generación humana, el feto, antes de adquirir definitivamente la vida intelectiva del hombre, ha vivido algún tiempo con sola la vida de las plantas, y más tarde con sola la vida de los animales". Esto, en una palabra, es admitir una evolución especigenética, pero no un transformismo específico.  (78)

A esto mismo ha llegado la biología contemporánea. Y como final y resumen, transcribimos las conclusiones de una memoria nuestra hecha a raíz de tres conferencias sobre tan debatido tema.  

 

Conclusiones sobre la evolución de las formas vivas y deducciones subsiguientes.  

Iº Es un hecho que toda forma organizada, es el resultado de la evolución de la materia viva, bajo el influjo y dirección de un arquetipo especifico o "entelequia" que se plasma en ella. (Evolución filogénica).  

IIº Es un hecho que, dicha forma orgánica, recibe por herencia los caracteres genotípicos de la especie y los fenotípicos de la adaptación al medio.  

IIIº Es un hecho que, las modificaciones que pueda aportar la adaptación al medio y la lucha por la existencia, pueden contribuir a la perfección de la especie, pero no pueden cambiar ésta en otra especie. (La herencia mendeliana no crea caracteres si no que los combina).  

IVº, La observación de la escala gradual de los seres vivos, nos demuestra que faltan eslabones que permitan asegurar que ciertas especies hayan surgido por transformación de otras; y menos aún que un reino pueda transformarse en otro. Además las especies primordiales son casi tan perfectas como las de ahora.  

Deducción 1ª La transformación de una especie en otra, exige el cambio del arquetipo.  

Vº La ontogénesis es transformación hacia un fin específico. O sea sucesión de formas para llegar a plasmar un arquetipo previo. (Ejemplo, la evolución del óvulo fecundado de cada individuo).  

VIº Las mutaciones específicas, producidas por modificación substancial de los genes, proceden de modificación, no de sustitución, del arquetipo.  (79)

VIIº Una acción externa continuada y profunda, puede llegar a modificar, no a sustituir, el arquetipo. (Como toda idea puede modificarse al roce con la realidad tangible).  

Deducción 2º. La mutación en último caso, puede suponerse dentro de ciertos limites.  

Deducción 3º Se puede admitir una evolución especigenética por mutación de especies originarias más o menos perfectas, que han servido de punto de partida a distintas vías de evolución.

 

CONCLUSION :  

Fueron creadas en un principio, mediante evolución filogénica, de la primera masa viviente, y gracias al influjo plasmogénico de "entelequias" o arquetipos preformados, varias especies originarias, entre ellas el hombre.  

De estas especies, por mutaciones genotípicas, pueden haberse derivado otras especies dentro del mismo arquetipo de género, familia o clase.  (80)

Los genes son los elementos de las células generativas, portadoras de los caracteres de la especie, localizados en los cromosomas del núcleo.

   

EL ALMA HUMANA  

El alma (llamada psiquis y éidolon por los griegos, ba por los egipcios, mens y ánima por los latinos y manas por los orientales) cuya expresión castellana deriva del ánima latina y del anemos (viento o soplo) helénico, es el elemento metafísico, animador e inmortal, de nuestro ser.  

Sócrates murió disertando sobre la inmortalidad del alma. Pitágoras, Platón, Tomás de Kempis, Kant... y otros innumerables hombres ilustres por su mentalidad, creyeron también en la existencia autónoma del alma. ¿Pretenderán los materialistas del día, que niegan la existencia e inmortalidad del alma, tener más capacidad intelectual, más facultades adquisitivas y más razón que aquellos ilustres varones?  

A estos materialistas les contestaremos combatiéndoles con sus propias armas con la célebre poesía de Bartrina:  

ALGO. .

Todo lo sé: del mundo los arcanos

ya no son para mí

lo que llama misterios sobrehumanos

el vulgo baladí.

Solo la ciencia a mi ansiedad responde

y por la ciencia sé

que no existe ese Dios que siempre esconde

el último por qué.

Sé que soy un mamífero bimano,

¡qué no es poco saber!

y sé lo que es el átomo, ese arcano

del ser y del no ser.

Sé que el rubor que encienden las pasiones

es sangre arterial

y que las lágrimas son las secreciones

del saco lagrimal;

que el bien y el mal que al hombre al vicio inclina

solo son

partículas de albúmina y fibrina

en corta proporción;

que el genio no es de Dios sagrado emblema,

¡no señores, no tal!

el genio es el producto del sistema

nerviosocerebral.

Y sus creaciones de sin par belleza

solo están en razón

del fósforo que encierra la cabeza,

no de la inspiración.

Amor, deseo indefinido,

sentimientos, placer,

son palabras vacías de sentido

y sin razón de ser.

Gozar es tener siempre electrizada

la médula espinal;

y en sí el placer es nada o casi nada;

un óxido, una sal.

¡Y aún dirán de la ciencia que es prosaica!

¿Hay nada ¡vive Dios! bello como la fórmula algebraica

C igual a pi erre dos?

Más ¡ay! que cuando exclamo satisfecho ¡todo lo sé!

noto dentro del pecho

un algo... un no sé qué.  

Es indudable. que el hombre no ha creado palabras para expresar conceptos vanos; es decir, para expresar cosas que no existen. Si tenemos una palabra, alma o ánima, es por que hay una realidad que expresar con ella; sin prejuzgar la naturaleza de esta realidad.  

Alma o ánima es aquello que, coma dice la palabra, produce la animación del cuerpo. Y lo que anima al cuerpo es la vida, la pasión, la emoción, el deseo, el pensamiento. Cuando todo esto falta, se dice, que el cuerpo está inanimado, o sea sin alma. Un cadáver es un cuerpo al cual le falta aquello que le anima. La mens de los latinos identifica el alma con la mente (no olvidemos que man es la raíz sánscrita del verbo pensar y la raíz también de la palabra hombre en muchas lenguas como identificando lo humano con la facultad de pensar; mejor dicho, con el pensador).  

Ahora bien, si puede existir el cuerpo integro durante un cierto tiempo, sin aquello que le animaba (caso del cadáver) es por que el alma no es consubstancial con el cuerpo. Por que si fuera consubstancial, la existencia de la materia supondría también la de sus manifestaciones psíquicas.  

Los materialistas nos aducen el siguiente argumento: El cuerpo muerto no produce manifestaciones psicológicas ni intelectuales, par que le falta la vida. Y es esta la causa de aquellas manifestaciones.  

Admitamos provisional mente la hipótesis de que las manifestaciones del alma son consecuencia o efecto de la vida. Y preguntémonos: ¿es la vida algo consubstancial con el cuerpo? Respondamos negativamente, puesto que el cuerpo puede existir sin vida durante algún tiempo. Y además sabemos que la vida se caracteriza por la posibilidad de mantener la forma corporal a pesar del cambio de materia. Luego aquello que anima al cuerpo no dimana del cuerpo mismo. Y esto lo hemos de razonar dentro del más estricto concepto de causa y efecto.  

Efectivamente: ¿Es el cuerpo causa de la vida, o es la vida causa del cuerpo? Si pensamos sobre el hecho evidente de que el cuerpo se desintegra cuando le falta la vida, hemos de admitir que esta es la causa de la forma corporal. 0 lo que es lo mismo, lo contingente (forma) no puede ser causa de lo persistente (materia, energía y vida, que continúan en otras formas). Un cuerpo inanimado es una máquina parada. A la máquina parada no le falta más que el impulso o fuerza que la ponga en movimiento. Pero el impulso no es producido por la máquina, sino algo externa a ella, y por tanto, no consubstancial con ella.  

Sin dejar la argumentación positivista (tan cara a la ciencia contemporánea) podemos continuar diciendo que, el impulso vital del cuerpo es producido por el cuerpo de los padres. Pero como la vida de los padres continúa después de habérsela dado a los hijos, deducimos que los padres, al procrear, no han dado todo su impulsa vital, sino parte de él solamente. Esto quiere decir, dentro del más estricto mecanicismo, que el impulso vital dado a los hijos es menor en cantidad que el que poseían ambos padres, puesto que éstas se han quedado con buena parte de él. Sin embargo vemos que esto no es rigurosamente cierto, ya que los hijos pueden tener el mismo impulso vital que los padres, aun en familias numerosísimas; y aun más, que la sucesión indefinida de generaciones no disminuye ni agota el impulso vital, cosa que ocurriría si los hechos se diesen dentro de los más estrictos principios de mecánica. Luego deducimos que, al impulso vital dado por los padres (que es condición específica y cualitativa) se suma otro impulso vital cuantitativo, no inherente al cuerpo (por que es universal) que procede del exterior de la especie y gracias al cual se mantiene el mismo tono vital de los individuos. Si la vida fuese producto o efecto de la organización del cuerpo, esto no ocurriría así y se agotaría en pocas generaciones, por que cada vez sería menor la cantidad de impulso vital transmitido.  (81)

Pero aun hay más: La vida corporal surge de una célula (óvulo) según un plan específico, cuando se le ha dado el impulso vital por la fecundación. Este plan específico de desarrollo y organización, por el cual de un óvulo humano no puede salir más que un cuerpo humano, es algo que preexiste como elemento causal. Es el pensamiento generador que en vano ha querido localizarse en los pretendidos bióforos e idioblastos del protoplasma celular.  

Impulso vital y plan organizador, son pues, antes que el organismo. O lo que es igual, lo que anima al cuerpo es algo anterior al cuerpo mismo y causa de su formación. Buena prueba de ello es que en el embrión, las células que han de formar el corazón, laten antes de que se forme dicho órgano; que es tanto como decir que la función es antes que el órgano. 0 sea que, la finalidad es causa organizadora.  

Si pues estos tres factores: finalidad, plan organizador e impulso vital, son la causa de que el cuerpo se forme, desarrolle y persista, quiere decirse que dichos tres factores constituyen la fuerza animadora específica o alma vegetativa. Lo mismo que en cualquier máquina ideada por el hombre hay una finalidad que cumplir, un pensamiento científico según el cual ha sido construida, y un impulso, fuerza o movimiento que la hace funcionar, representado por el obrero que la maneja. El obrero que maneja la máquina de nuestro organismo es el alma. El cuerpo es el instrumento de esta. Nunca el instrumento puede ser causa del que lo hace o maneja. El obrero no ha sido construido por la máquina.  

Pero vamos aun a admitir el absurdo materialista de que las manifestaciones psicológicas y mentales sean un producto del organismo viviente, como la bilis es un producto del hígado o la tiroidina lo es de tiroides. ¿En qué parte del cuerpo cabe preguntarse se segrega o produce el amor de la madre por el hijo o el sentimiento educido por la audición de una sinfonía beethoveniana? Si el cuerpo viviente produce estos frutos de índole espiritual, que no pueden ser captados en un tubo de ensayo ni recogidos por la cámara fotográfica, hay que convenir en que hay cosas transcendentales causadas por un organismo contingente. ¿Pero esto es posible?  

Veámoslo. Hemos admitido que el alma especifica o vegetativa es causa del organismo vivo; y que el alma (en todos sus aspectos) no es consubstancial con el cuerpo (como lo demuestra la muerte y aun el sueño) (82) . Si la vida es condición precisa para que en el cuerpo se manifiesten fenómenos psicológicos e intelectuales, esto se debe a que la condición viviente da cualidades de expresividad y persistencia al cuerpo. También una rotativa de imprenta necesita del impulso motor para expresar en repetidas páginas las ideas y pensamientos de la inteligencia. Pero estas ideas y pensamientos no los fabrica la máquina. Esta se limita a hacerlos asequibles a los sentidos.  

Además, sí el organismo ha sido construido y organizado por una idea generatriz, claro es que él no puede producir a su vez ideas. Por que esto equivaldría a suponer que un efecto puede convertirse en causa de su propia causa. Y la realidad es que hay una subordinación de categorías, por la cual el efecto es siempre de inferior categoría que la causa, por la sencilla razón de ser parte de ella. Si un hombre tira una piedra, el movimiento de esta con todas sus consecuencias, tiene por causa al hombre. Y aun puede persistir el efecto de la pedrada aun cuando muera el hombre tirador. Pero también es cierto que puede persistir el hombre tirador sin tirar más piedras. Por que la pedrada es lo contingente y el tirador lo persistente, en su grado relativo.  

Mas sucede que, el organismo no puede persistir más que breve tiempo a la cesación de la vida en él. (¿Qué mejor prueba de que él no es el productor de su propia vida?). Se desintegra en sus elementos componentes. Pero como el impulso vital que le animó no era consubstancial con él, sino que colaboró en la función vida con aquella cantidad de materia organizada e individualizada, hay que admitir que dicho impulso vital, con su idea rectora y su finalidad o intención, persisten más allá de la manifestación física, como también fueron anteriores a ella. Con harta razón se ha dicho que las ideas y sentimientos no mueren. Sería absurdo, pues, aceptar que un organismo mortal sea causa de una idea inmortal. Repitamos que lo contingente no puede ser causa de lo trascendente.  

Por consiguiente, las manifestaciones psicológicas individuales (pasiones, emociones, pensamientos, sentimientos), que no hay que confundir con las manifestaciones del alma específica preexistente, se realizan en el plano de lo metafísico en función conjugada con el organismo corporal. El organismo se limita a ser instrumento de relación y de crecimiento anímico. El alma específica, al ponerse en contacto, por medio de los sentidos, con lo contingente y tangible, va acrecentando el caudal de intelección y conciencia con aportaciones individuales que van, poco a poco, formando una individualidad trascendente que es el Yo. De que este Yo se ponga a tono con el orden universal o no, depende lo que, en términos figurados, se ha llamado la salvación o la condenación, de cuyo problema ya hemos tratado en el capítulo VI.  

El organismo que es una unidad concreta, puesto que es forma tangible, se nos presenta como el único medio por el cual el alma especifica va creando un alma individual. Hace falta la separatividad de las formas, para experimentar las reacciones consiguientes con otras formas, y de este modo educir una conciencia individual. En resumen: Hay distintos factores que animan al organismo y que constituyen por tanto su alma:    

Factores específicos Finalidad (o voluntad de vida)

Idea generatriz

Impulso vital  

Factores individuales Intenciones

Ideas

Pensamientos

Emociones

Pasiones

Sentimientos  

Lo específico preexiste a la forma corporal puesto que pertenece al plan universal de la creación. Lo individual subsiste o sobrevive a la destrucción de la forma corporal, en todo aquello que está acorde con el orden universal.  

Esto último quiere decir (como ya hemos visto y aun volveremos a ver bajo otros puntos de vista) que hay un alma inmortal y un alma mortal. 0 por mejor decir, algo del alma que se conserva individualizado y algo que se disgrega tras de la muerte física. 5e disgrega todo aquello del alma que pertenece a la esfera de lo concreto o personal (sentimientos, emociones, pasiones v pensamientos) en oposición a lo individual o abstracto (ideas, intenciones, estados de conciencia) que sobrevive como entidad trascendental en el mundo de las causas, indefinidamente, puesto que no perteneciendo al mundo de las formas no está sometido a la ley de destrucción. (Cosa clara para el que ha meditado sobre el cuadro sinoptico del cap V).  

Todas las cosas materiales (plantas, animales, hombres, piedras, astros... ), son contingentes; cambian, mudan, se transforman y desaparecen un día. Su existencia material es pura ilusión de los sentidos; por lo menos es una realidad efímera, tras de la cual queda un vacío.  

Pero detrás de esa máscara o apariencia de lo contingente y perecedero, está la "causa" que lo ha producido. Causa metafísica que ha producido el efecto físico, y que, por ser metafísica, no vemos.  

Esa causa metafísica existe en nosotros, los seres humanos, igual que en los demás seres de la creación, y se nos muestra de una manera evidente y de la más incontrovertible realidad, como "conciencia" y "pensamiento". Igual podría decir una planta si fuese capaz de hablar. La "potencia" metafísica que nos ha producido a todos los seres (idea o imagen y voluntad de existencia) está detrás del "velo" de lo fenoménico.  

Cuando desaparezca por la muerte el "fenómeno" de nuestra existencia física, nuestra conciencia se hallará en el plano de las "causas" con las "otras causas" que producen a los demás seres; con la misma certeza con que hoy estamos con los demás seres en el plano "de los efectos" y los percibimos en este plano.  

Nuestras potencias objetivas (que pertenecen a la entidad metafísica que llamamos alma) perciben a través de nuestros ojos físicos la existencia física de las cosas y de los seres que nos rodean. Cuando cese la existencia física, dichas potencias percibirán la existencia metafísica que produce los fenómenos de la vida material.  

Es necesario convencerse de que el ojo ve pero no percibe, parque solamente es un órgano o instrumento de que se valen las potencias cíe nuestra alma para captar imágenes del plano físico. Lo mismo podemos decir de los demás sentidos.  

Pensar que pueda no sobrevivir algo de nuestro ser después de haber cesado el fenómeno de nuestra vida material, es suponer que nuestra vida ha sido "un efecto sin causa". ¿Es esto posible dentro de las determinantes de la vida universal y dentro de las leyes lógicas del conocimiento? La contestación es de una evidencia imperiosa: ¡No!  

En el esquema del capítulo V hemos expuesto y analizado la constitución del alma. En el capitulo VI hemos tratado de su destino. En este vamos a hacer una somera revisión comparada de las hipótesis religiosas que tratan de explicar su origen y la vida del más allá.  

Por lo que respecta a la teología católica, es sabido que acepta la existencia de un alma espiritual inmortal que, tras de la muerte del cuerpo, pasa al cielo siendo glorificada eternamente si ha sido en vida sabia y virtuosa, o pasa al infierno por toda la eternidad si fue débil, ignorante o perversa.  

Esta hipótesis, en opinión de muchas gentes, pone en tela de juicio la justicia y la bondad de Dios, por cuanto cabe en su omnipotencia hacer a todas las almas con virtud y facultades suficientes para ganar el cielo. Algunos de los primeros padres de la Iglesia católica, especialmente de la escuela neoplatónica, como San Clemente de Alejandría y Orígenes entre ellos, no opinaron de aquel modo; pero en el siglo VI, el quinto concilio universal católico, condenó la doctrina pitagórica de la transmigración de las almas profesada por los origenistas.  

El IV concilio Lateranense colocó al hombre en una esfera intermedia entre la substancia corporal y la angélica, atribuyendo al alma humana una aptitud natural para informar su cuerpo; propiedad de que carecen los espíritus.  

En el concilio Vienense se afirmó que el alma intelectiva o racional informa el cuerpo en virtud de su propia naturaleza.  

León X en la Bula Apostolici regiminis, afirmó que cada hombre posee un alma racional suya propia, y no común al alma de los demás, e inmortal por naturaleza; para combatir la hipótesis de Averroes, forjada sobre una idea de Aristóteles (83) por la cual "todo el género humano piensa con una misma alma racional e incorruptible; pero las almas propias de cada uno de los hombres son naturalmente mortales y corruptibles". Cosa a la que no falta algo de razón, si se piensa en la destructibilidad del alma animal y por otra parte en la universalidad del conocimiento abstracto adquirido por la razón discursiva, como vimos en capítulos anteriores.  

Sigue diciendo León X que, "el alma racional del hombre es forma substancial del cuerpo humano, multiplicable y multiplicada en cada uno de los individuos, y producida, por consiguiente, cada vez que viene a la existencia una persona particular".  

El padre Mendive, interpretando la doctrina escolástica, dice por su parte: "El estado de separación es tan natural a nuestro espíritu, como la unión con el cuerpo" ... "Lo natural es que cada uno de los elementos que constituían al hombre antes de la unión, siga después de ella existiendo en el modo que le es propio"... "Lo que exige, si, la naturaleza del alma, por razón de ser una substancia incompleta y verdadera forma substancial del cuerpo humano, es que no comience a existir sino cuando su unión es reclamada por las condiciones preexistentes de la materia generativa". . . "El estado de separación es en nuestra alma una consecuencia espontánea de la misma corruptibilidad del compuesto humano. Mas el alma no deja de animar al cuerpo por la fuerza de la misma naturaleza, sino a causa de impedimentos accidentales de los agentes del Universo, que originan la muerte". . . "No es conforme a la sabiduría divina poner desde un principio a las almas de los hombres en el estado que adquieren después de la disolución del cuerpo: por que la sabiduría dicta hacer que las cosas comiencen a ser por aquel modo que más les corresponde; y el alma, como parte que es de un todo, más le corresponde estar en el todo que fuera de él".  

Este último argumento se basa en el error de confundir la "forma substancial" o "alma vegetativa" con el "alma individual" y tiene el vicio original de pretender interpretar la sabiduría de Dios; cuando lo único que podemos pretender los hombres es interpretar los hechos naturales con arreglo a nuestro propio y leal saber y entender.  

He aquí, en fin, las conclusiones de los teólogos católicos en cuanto al alma humana se refieren:  

1º) El alma humana no es una porción de la substancia divina  (84)

2º) El alma humana no es traspasada del padre al hijo por generación, sino que es producida por creación; ni puede perecer por corrupción, sino solamente por aniquilamiento  (85)

3°) El alma humana con la separación del cuerpo no es aniquilada, sino conservada en su ser para que viva perpetuamente.  

4º) El alma humana no pasa por diversas reencarnaciones, sino que permanece sola hasta el día de la resurrección universal.  

Prohibida por el V concilio universal católico la doctrina de la metempsicosis, es natural que la teología católica se haya pronunciado con arreglo a las precedentes conclusiones. Pero nosotros vamos a discurrir con la misma libertad que lo hicieron Orígenes y San Clemente antes de dicho concilio. Para lo cual no está de más hacer reseña de estas últimas afirmaciones de la doctrina católica: "Otra cosa sería si se tratase de dar a las almas un cuerpo mejor acondicionado que el que poseemos en la actualidad: entonces la nueva unión no sería una simple repetición de lo pasado, sino un verdadero progreso en el camino de la vida. Un estado de esta especie ya es de suyo apetecible al alma separada; por que sin privarla de su libertad adquirida, la habilita para el ejercicio de sus potencias sensitivas, que cíe lo contrario habían de quedar inactivas en el estado cíe separación por toda la eternidad. De aquí el dogma de la resurrección universal profesado por la Religión Católica. Las almas entonces serán unidas a los mismos cuerpos que antes tuvieron; pero estos cuerpos se hallarán revestidos de las cualidades convenientes al estado de término que nos está reservado en la otra vida". "Las almas bienaventuradas recibirán un cuerpo glorioso. A las almas de los condenados será dado un cuerpo pasible e imperecedero, conforme al estado de degradación en que ellos se colocaron en este mundo con su libre albedrío". (P. Mendive).  

Hemos subrayado adrede, para hacerlo resaltar, lo que se refiere a la necesidad de que el alma adquiera un nuevo cuerpo, con objeto de que no queden inactivas sus potencias sensitivas. Como también las objetivas añadiremos nosotros. Y la solución verdaderamente filosófica de este problema está vinculada a la finalidad que demos a dichas potencias.  

Para esto hemos de establecer, siguiendo el concepto de San Pablo, que el hombre ¡lo se compone solamente de cuerpo y alma, sino de cuerpo, alma y espíritu, que varios a definir en conformidad con lo expuesto en el capitulo V, de la manera siguiente:  

El Espíritu es aquel elemento, causa de manifestación, que actúa como fuerza proyectiva de la esencia (el YO) en la existencia por medio de intención y volición.  

El alma es aquel elemento de nuestro ser, órgano del sentimiento y de la inteligencia, donde asientan y se elaboran los medios de manifestación representados por pasiones, deseos, emociones, pensamientos e ideas.  

El cuerpo es la forma densa y tangible que obra como instrumento de manifestación, por medio de actos en el mundo material. Ahora bien: Cada uno de estos tres elementos tiene un proceso de desarrollo o perfeccionamiento, de acuerdo con sus funciones, sus fines y su categoría; que podemos sintetizar de la siguiente manera:  

1º) Nuestra esencia espiritual tiene una evolución hacia la omnisciencia y la voluntad divina, por asimilación de las posibilidades que la proporcionan el alma y el arquetipo específico, en forma de conocimiento abstracto y amor.  (86)

2º) El alma tiene una evolución por experiencias de conocimiento, sentimiento y manifestación en las formas materiales, hasta agotar las posibilidades de estas.  

3º) El cuerpo, como ya dijimos, evoluciona dentro de ciertos límites por impulso especigenético o por adaptaciones fenotípicas. Existe una evolución conjugada de los tres elementos, cuya finalidad es el incremento del Yo con todo el contenido, siempre acrecentable, del alma espiritual. La meditación del esquema del capítulo V y de su explicación, facilitará la comprensión de las precedentes afirmaciones.  

Planteado así e1 problema, veamos el apoyo que pueden dar a nuestra tesis las distintas concepciones religiosas del más allá.  

La religión católica, limita las posibilidades del alma a lo que puede conseguir en esta vida terrenal, concediendo a todas las que no caigan en los abismos infernales, la dicha de sentarse a la diestra del Padre para disfrutar de su gloria celestial.  

El mahometismo participa de análoga opinión, con la diferencia de ofrecer un Paraíso, lleno de delicias casi terrenales, a las almas bienaventuradas.  

Las mitologías populares de la antigua Grecia, Egipto, Caldea, Asiria, Persia, Escandinavia; etc., aparte de ligeros atisbos de metempsícosis, no pasan del mismo concepto. El infierno y el cielo son los dos extremos a que cabe optar. La virtud y la conducta no tienen otros estímulos más que el castigo del infierno o el premio del cielo. ¿Es qué no cabe la religión del bien por el bien mismo? ¡Si qué cabe!:  

No me mueve, mi Dios, para quererte,

el cielo que me tienes prometido;

ni me mueve el infierno tan temido,

para dejar por ello de ofenderte.

uéveme tu, mi Dios, muéveme el verte,

clavado en esa Cruz y escarnecido;

muéveme el ver tu cuerpo tan herido,

évenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme tu, mi Dios, de tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

que aunque no hubiera infierno, te temiera;

no tienes que me dar por que te quiera;

que cuando lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero, te quisiera.  

escribió una pluma cristiana por un ideal de amor y de sacrificio. Y si esto escribiese por la vivencia del Cristo crucificado, ¡qué no sería por la vivencia del Cristo vivo en el propio corazón!  

Y aquí está el problema: ¿No tiene el alma en sí y por sí misma el impulso de lo superior? Evidentemente. Por esto pedimos un poco menos de mitología y un poco más de filosofía.  

Las antiquísimas doctrinas esotéricas de los misterios herméticos, órficos, délficos, eleusinos, etc., aparte las pitagóricas y platónicas recogidas más modernamente por los rosacruces, concibieron el problema de la vida del alma, más a fonda e integralmente. Lo natural en la vida del alma es su existencia celeste o metafísica. La vida terrenal no es más que un accidente transitorio, aunque importante, en el que la divina "psiquis" desciende y se crucifica en las limitaciones de la materia, para cosechar experiencias objetivas y sensitivas, con las cuales ascender acrecentada para unirse con el radiante "Eros", el espíritu inmortal que la cobija.  

Pero ninguna doctrina religiosa ha superado en filosofía, a las más antiguas aun, védicas, brahmánicas y buddhistas, de la India misteriosa, cuna del conocimiento filosófico y cuyo idioma, el sánskrito, es la lengua más rica del mundo para expresar matices y conceptos de la vida espiritual.  

Dice una máxima de la sabiduría oriental: "Dios duerme en el mineral, sueña en la planta, despierta en el animal y vive en el hombre". Esto no es más que una síntesis de la evolución del principio espiritual de los seres.  

Si, como dice Santo Tomás, toda esencia proviene de Dios, conviene meditar en que estriba la diferencia de la esencia en los distintos seres. La mística de Oriente llega a identificar en un solo principio, llamado Atman, la esencia de todas las criaturas finitas y la del Ser Universal. La de aquellas no sería más que una "divina chispa" emanada de Este. Concepto que concuerda con el expuesto por San Pablo en la 1°~ Epístola a los Corintios (III, 16; VI, 20, etc.) cuando dice: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" T. Glorificad pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu...".  

Según esta concepción las "chispas divinas" o "Jivatmas" (“espíritus vírginales" de los rosacruces), pasarían primero por toda la gama del reino mineral, nutriendo su conciencia en los proteismos de la vida química y en las delicadas manifestaciones del electromagnetismo. Seguidamente pasarían al reino vegetal, es el cual se ampliaría el horizonte de su conciencia con las primeras manifestaciones del desarrollo biológico, de las atracciones electivas y de la "psiquis" primaria (87) , Luego discurrirían progresivamente por toda la Escala animal, en la cual habrían de captar todo el conocimiento que dimana de los deseos, las pasiones, la lucha por la existencia, la atracción sexual, los sentimientos de maternidad y afecto, el instinto y el pensamiento simple. Por fin entrarían en el reino humano, donde sus facultades de conciencia y senciencia oscilarían entre las manifestaciones psicológicas casi animales del salvaje o del hombre rupestre, hasta las subliminales espirituales del sabio. Siempre en un impulso de ascenso infinito, de querer más, haciendo buena la frase de Gratry: "El deseo es la raíz del alma, su fuente, su primera fuerza... La búsqueda, el deseo, la inquietud, la esperanza, son aquí abajo el fundamento de nuestra vida".  

En esta teoría de la "transmigración de los espíritus" (más bien que de las almas), encontramos el fundamento de un orden lógico original, fecundo en consecuencias.  

Claro es que un mineral no tiene alma individual. Tampoco la tiene una planta. Pero no dejan de tener ambos el "arquetipo" o "forma substancial que es el pensamiento divino, atisbado por Aristóteles en su "entelequia", por virtud del cual cristaliza el primero según forma y ley geométrica, y desarrolla la segunda sus flores y su tallo según modelo específico predeterminado y sus primordiales facultades de reacción psíquica, que constituyen ya un atisbo del alma del reino vegetal.  

En los animales existe ya con claridad manifiesta un "alma específica" o "alma grupo” donde reside el origen de sus sentimientos y pensamientos. La cual no es confundible con el arquetipo susodicho o "alma vegetativa". En los animales superiores, como el perro, caballo, gato, etc., sobre todo si viven en contacto con el hombre, se observa ya un comienzo de individualización, que se manifiesta por sentimientos y pensamientos propios, más o menos intensos, destacados sobre las reacciones psíquicas comunes a la especie.  

En el hombre, el alma está totalmente individualizada. No obstante, toda forma de agrupación humana, llámese tribu, familia, asociación ideológica, nación, región, etc., constituye una expresión de "afina colectiva" que se cierne como una limitación (a veces ventajosa) sobre la perfecta individualidad del hombre libre.  

El conocimiento captado por los distintos seres, especies y reinos, se va sumando como un contenido abstracto a la consciencia espiritual, ampliando progresivamente sus capacidades de saber, querer y sentir. (Véase la figura 10).  

No son pues las almas las que transmigran. Las almas no cambian de reino o de especie. Transmigran en ese proceso llamado metempsicosis, las esencias, espíritus o principios de vida, con todo el bagaje que han podido asimilarse del alma que cobijaron durante la vida física.  

Una vez que las esencias agotaron las posibilidades de conocimiento en el reino animal (pongamos por caso) se proyectan en el género humano, donde ya cuentan con la posibilidad de un alma espiritual de gran contenido gnóstico y sentimental. Pasan de los animales más Elevados a los hombres más salvajes o primitivos (cuya diferencia con los animales superiores es escasa aunque fundamental); para elevarse en virtud y conocimiento hasta esas cumbres en que el hombre se hace consciente de su naturaleza divina.  

Así pues el alma es un instrumento metafísica de la esencia; y el cuerpo es el instrumento físico del alma.  

Esta última se va forjando por la acción de la esencia sobre el cuerpo a través del arquetipo y por las reacciones del cuerpo sobre la esencia. En realidad el alma individual es el producto sublimado de la vida del cuerpo, de acuerdo con el antiguo concepto de la "psiquis" griega y con el moderno de ciertos filósofos, como Maine de Biran cuando afirma que "el yo (individual) llega a ser por el esfuerzo ante el mundo exterior y no tiene el carácter de una "cosa" ya hecha e independiente"; o el ya expuesto en la antes citada frase de Gratry.  

fig. 10

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Tal aserto, como lo que hasta aquí llevamos dicho a este respecto, quedará definitivamente aclarado con el siguiente esquema sintético:  

Todos los seres creados, desde el mineral hasta el hombre, tienen una constitución común, representada por una esencia, un arquetipo y una forma corporal (Atman, manas, y rupa, de los filósofos indostánicos; Nous, psique y soma, de los neoplatónicos; Espíritu, forma substancial y cuerpo, de los escolásticos).  

Fig. 11. Esquema de la constitución general de los seres.

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La diferencia fundamental entre unos seres y otros estriba precisamente en el alma. Ya hemos visto que los minerales, vegetales y animales carecen de alma individualizada; pero que estos últimos tienen un alma específica.  

Solamente el hombre tiene un alma individual que va nutriendo y formando de los contenidos de pensamiento y sentimiento expuestos en nuestro esquema del capítulo V. Cuando este contenido logra, por la virtud y el recto pensar, incorporarse a la esencia inmortal, el alma se salva, como ya explicamos en el mismo capítulo. Este alma individual es el único tesoro propio de cada ser humano. La esencia pertenece a Dios y el cuerpo vuelve a la tierra. ("Terra tegit carnem; tumulus circunvolat umbra; orcus habet manes; spiritus, astra petit” que dice el ocultista verso latino). A lo que debemos agregar este simbólico párrafo de Plutarco: "Yerran grandemente las que confunden al Nous con la Psiquis. No menos yerran los que confunden asimismo la Psiquis con el Soma. De la unión del Nous con la Psiquis nace la Razón, y de la unión de la Psiquis con el Cuerpo nace la Pasión. De estos tres elementos, la Tierra nos ha dado el cuerpo„ la Luna nos ha dado el alma, y el Sol nos ha dado el espíritu, por lo cual bien puede decirse sin engaño que aun durante esta vida física el hombre verdaderamente puro es a la vez un habitante de la Tierra, de la Luna y del Sol, como unánimemente sostienen los que son verdaderos sabios".

 

Otro esquema completará nuestra idea:

Esencia = YO SUPERIOR  

Alma individual = YO INDIVIDUAL  

Forma corporal = YO INFERIOR O PERSONAL

Fig. 12. Esquema de los tres Yoes.

 

El YO superior o substancial es nuestro elemento divino. El Yo o alma individual es el elemento auténticamente humano de nuestro ser. El yo personal formado por el cuerpo, apetitos, deseos, instintos y pasiones, es el factor egoísta: la personalidad o máscara tras de la cual se encubre la pepita de oro de nuestra espiritualidad; y contra la cual tenemos que sostener durante la vida ese duro combate, cuya victoria y cuyo premio es la conciencia celeste.  

El alma individual es lo que reencarna; si admitimos la teoría de la reencarnación de las almas o de la "resurrección en la carne", fundamental en el credo de la religión buddhista. Y a la cual se refirió Ricardo Wagner en carta a Augusto Roeckel, fechada en 1855, diciendo: "En las enseñanzas buddhistas puras y primitivas es de especial importancia 1a doctrina de la trasmigración de las almas, como base de una vida verdaderamente humana".  

Como el alma no puede en una vida terrena agotar todas las posibilidades de perfección apetecibles, para adquirir la conciencia de todo 1o que la rodea, físico y metafísico, vuelve tras de un cierto tiempo a tomar cuerpo en una nueva personalidad, que la sirve de instrumento de nuevas experiencias.  

Tras de la muerte del cuerpo y una vez desprendida de las escorias del yo personal por esa operación de "catarsis" expuesta en el capítulo VI, el alma mora, durante un lapso variable, en el estado de conciencia abstracto o celestial, que los buddhistas llaman el Devakhan (o morada de los dioses), los griegos llamaron Campos Eliseos, los mahometanos el Paraíso, los egipcios el Amenti, los escandinavos la Walhalla y el Gimle, y los cristianos, en fin, el Cielo. (Véase el cuadro sinoptico cap. V).  

Durante esta existencia celeste„ la "entidad devakhánica" asimila el contenido esencial de las experiencias de la vida terrena, en forma de potencias objetivas y sensitivas que se han de manifestar en virtudes, vocaciones y aptitudes. Esto explica por que las almas que vienen a este mundo, presentan tan notables diferencias en el saber, querer y obrar. No es Dios quien crea para cada cuerpo un alma sabia o ignorante, perversa o virtuosa, puesto que según la Revelación dejó de crear al 7º día. No; cada alma es el resultado de una evolución natural, en la que se limita a recoger lo que ha sembrado. Si a la muerte se la representa con una guadaña y un reloj de arena, es como símbolo de esta verdad que se cumple con exactitud cronométrica a lo largo de dicha evolución.  (88)

Una vez que al alma le ha llegado el momento de realizar nueva vida concreta, involuciona o desciende al plano físico, se sume otra vez en la manifestación de lo fenoménico, torna a la ilusión de lo cambiante y personal, infundiéndose en el cuerpo de tina criatura que se desarrolla en el vientre de una madre. Y esto lo hace casi desde el momento mismo de la concepción.  (89)

El "noumeno" ha vuelto a ser "fenómeno". Ha comenzado para la "divina Psiquis" una nueva peregrinación por tierra extraña y va a olvidarse de su elevada condición por unos años, durante los cuales tendrá, indudablemente, destellos, ansias, luchas, dolores y arranques sublimes, añorando la felicidad perdida de los cielos junto a su excelso "Eros" que, en el fondo, será por siempre la meta oculta tras de la cual marchará por estas regiones inferiores (tantas veces infernales) de la vida terrenal.  

La "Escala de Jacob" por donde subían y bajaban los ángeles, no es si no un símbolo de este ascenso y descenso, de esta involución y evolución en la que, cíclicamente, las almas van de lo material a lo espiritual y viceversa. Cada muerte es una evolución; cada nacimiento es una involución.  

La doctrina de la reencarnación tiene, sobre otras, la superioridad filosófica de explicar los hechos siguientes:  

1°) La diferencia intelectual, sentimental y espiritual de los hombres sin la intervención directa de Dios.

2º) La diferencia del Destino (o "Karma") de las criaturas, como justísimo resultado de sus obras, intenciones, pensamientos y palabras, en existencias físicas anteriores.

3º) El empleo de las potencias sensitivas y objetivas del alma, que no tendría efecto si fuese interrumpida su acción en un estado eterno de gloria o de infierno.

4°) La aparición en la humanidad de grandes talentos y genios, como fruto sazonado de una larga evolución de las almas.

5º) La posibilidad de que toda alma pueda rectificar sus errores, dándola nuevas oportunidades de progreso para su "salvación". Lo cual es justo.  

La ausencia del recuerda de vidas anteriores, ha sido explicada por la destrucción de toda clase de memoria concreta (cerebral, etérea y mental) de las cuales solamente perdura una reminiscencia o memoria abstracta, concretable en determinadas circunstancias, bien patente en muchas personas. Pero los magníficos experimentos modernos de "regresión de la memoria" expuestos por De Rochas en sus obras "Vidas sucesivas", "El alma humana" y "Tratado de hipnosis y magnetología", así como los de Lancelin mencionados en su obra "El alma humana", y los de otros investigadores, constituyen hasta ahora la más decisiva prueba de la vida pasada del alma en distintas personalidades. El hecho es que, las "personalidades yacentes" de Lancelin, al ser desdobladas del sujeto en estado de hipnosis profunda, presentan cada una sus caracteres y sus recuerdos bien diferenciados; y un sujeto al que se le produce la "regresión de memoria", olvida su vida actual y se expresa con recuerdos y carácter que revelan otra u otras personalidades yacentes perfectamente destacadas.  (90)

El término de la evolución del alma, según la religión buddhista, sería la consecución del Nirvana (equivalente a la Gloria cristiana y a la Apoteosis griega) tras de haber trascendido los —cielos de Necesidad" o de reencarnación, a los cuales se hallan atadas las almas mientras no hayan sido capaces de extirpar "el Deseo y toda raíz de egoísmo".  

El Nirvana que, como la Gloria, no es más que el estado de conciencia divino, no supone el aniquilamiento, como tantas veces, por error o mala fe, se ha dicho (91) ; sino la definitiva unión del alma con su esencia inmortal (el "yoga", "yugum" o "estado unitivo"), simbolizado por los griegos de la antigüedad en las nupcias sublimes de Psiquis y Eros (el Amor) a que tantas veces nos hemos referido, y recogida luego en la Edad Media por la leyenda de 'Tristán e Isolda cual se conserva en castellano un imperfecto pero expresivo romance, que estuvo de moda en el repertorio de canciones de la corte de Isabel la Católica.  

Juzgando sin prejuicios y desapasionadamente todas las teorías que se han expuesto para explicar los misterios del más allá, lo sensato y prudente en recta teoría del conocimiento, es quedarse con aquella que más cantidad de problemas puede resolvernos y de hechos puede explicarnos.

 

LA PREDESTINACION Y EL JUICIO FINAL  

El concepto de predestinación no puede ser absoluto. Cierta es que nuestro Destino no puede salirse del mecanismo de las leyes naturales; y en este sentido, se halla confinado dentro de ciertos límites estatuidos por el Creador. Pero también es cierto que nosotros poseemos la iniciativa de nuestros actos, aunque no el poder de determinar sus consecuencias. Estas las determina automáticamente la ley.  

Así por ejemplo: Un hombre puede o no, por propia decisión, tirarse a un estanque. Pero si se tira, ya no está de su mano el impedir que su cuerpo reaccione (según ley de acción y reacción) al frío del agua y fluctúe, según ley de gravedad que le arrastra al fondo y según ley de flotación que le impulsa hacia la superficie, y se ahogue o no, según leyes fisiológicas de respiración, etc. Es decir que, el hombre causa un acto, y la ley determina sus efectos. Verdad que ha sido sintetizada sabiamente en aquella sentencia que dice: "El hombre propone y Dios dispone".  

El hombre es libre coma agente causal e iniciador, pero los efectos de sus actos san necesarias según determinación de la ley; aunque estos efectos puedan ser conmutados dentro siempre del mecanismo de las leyes de la Naturaleza. No hay pues fatalismo ni predestinación, ni en ninguna parte está escrito él sino de las criaturas. Este se le van forjando ellas mismas de acuerdo con el determinismo consiguiente a la ley de Causa y Efecto.  

Claro es que las criaturas, incluyendo al hombre, actúan según posibilidades limitadas, definidas par el orden universal de la Creación; y en este sentido están predestinadas a vivir enmarcadas en un recinto de iniciativas. Un hombre quiere pero no puede ir a la estrella Sirio. O no es capaz de concebir nada que sea ajeno a las posibilidades de la mente humana. Esto es evidente. Sin duda puede considerarse como predestinación en un sentido muy relativo. Más bien como limitación del Destino.  

Es más; la mayor parte de las veces, los hombres actúan, no con verdadera libertad de iniciativa, sino consecuentemente con los mecanismos psicomentales propios de su contextura anímica e intelectual, y aún de su temperamento y constitución física; que dan, en cada uno, un automatismo, todo lo elevado que se quiera, pero de un orden subconsciente. Nuestras supuestas iniciativas, son así, en general, reacciones individuales a los estímulos psicofísicos del mundo que nos rodea, de los cuales parte en realidad la iniciativa de nuestros actos. Es decir que, la mayor parte de las veces el hombre reacciona pero no acciona.  

Por ejemplo: Un sujeto de mal genio se enfada ante cualquier molestia que se le origina. El día en que, a pesar de la molestia, reprima su enfado y responda con una actitud correcta y benévola, ese día podrá decirse que ha obrado con verdadera iniciativa; por que habrá obrado conscientemente, no automáticamente. Y en esto estriba el libre albedrío, en obrar en conciencia de lo que se hace, y no por el determinismo de nuestra constitución personal. Colígese de esto cuan pocas veces obramos con libertad de albedrío.  

En realidad el libre albedrío supone el dominio de nuestra naturaleza inferior por motivos de nuestra naturaleza espiritual; y por eso se da en tan pocas personas, y dentro de éstas, en tan pocos casos. Para obrar con libre albedrío hay que tener el espíritu a flor; es decir, poner a contribución las facultades más elevadas: consciencia y razón. Solamente esto puede superar al determinismo subconsciente.  

La vida en general discurre por el cómodo camino de nuestras reacciones instintivas y de nuestras habituales maneras de tomar las cosas. Todo es resultado de una educación, cuando no de un hábito o de una costumbre. O lo que es lo mismo, todo depende de un carácter forjado con más o menos elementos externos. Pero el móvil interno que impulsa a la acción libre, se da muy pocas veces.  

Por esto se ve, que el Destino de cada uno no se hila con rígida fatalidad ni según un cliché preformado, sino que se forja con las determinantes generales que enlazan causas y efectos, salpicadas aquí y allá por chispazos de epigénesis o creación de nuevas causas, que es donde se demuestra la libertad de iniciativa. Por esto se dice con harta razón que "El hombre es superior a su Destino".  

Esto nos lleva irremisiblemente al tema del Juicio Final. La creencia en un juicio postrero, en el cual las almas reciban la sanción que corresponde a sus aciertos o sus errores, es universal. Pero las religiones admiten un "Juicio inmediato" o postmortem (Destino, Karma o Némesis) y un "Juicio Final" o de evolución. La existencia de este último es la mejor prueba de que las sentencias con premio de cielo o pena de infierno, del juicio inmediato, no tienen nada de definitivas; por que si así fuese, sobraría el juicio final. Pero como todos los asuntos que tocan las religiones positivas, se nos ha transmitido convertido en un mito.

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El Juicio inmediato de la religión cristiana tiene sus precedentes en el Juicio de Osiris o peso de las almas en la balanza manejada por Anubis (el dios de cabeza de perro) y Thuth, el escriba celestial, del antiguo Egipto; en la psicostasia (o peso de almas) en la balanza de Zeus que, referente a la antigua Grecia, nos describe Homero en la "Aliada"; en el juicio de Minos en el Hades, también citado por Homero en la "Odisea", en el otro juicio helénico de Minos y Radamante, referido en el Gorgias" de Platón, en el cual los castigados iban al Tártaro y los premiados a las Islas Afortunadas, también citado por Virgilio en la "Eneida" con la única variante de ser los Campos Elíseos el lugar a donde eran destinadas las almas virtuosas; en el juicio de Mithra del puente Cinvat creado por Mazda, según la tradición persa del "Avesta", recogida por los árabes en la suya del puente Sirath y reproducida por el benedictino Mateo de París en su relato del "Purgatorio de San Patricio" con perspectivas cristianas (92) , tras de cuyo paso por el puente, pesa Rashnu en la "balanza de oro" las acciones del muerto y es después juzgado por Sraosha antes de pasar por el purgatorio; en el juicio de Yama del "RigVeda", cuyos mensajeros en forma de perros (recordando al Anubis egipcio) van a buscar a los que mueren, y en el cual Varuna es el encargado de los castigos; en la justicia inmanente o Karma y la liberación o Nirvana de los textos búddhicos; y, en fin, tiene su consecuencia en el juicio final del mahometismo, por medio de la balanza, que no es otra sino la misma balanza del arcángel Miguel que nos muestra la figura adjunta, y en la cual observamos la curiosa "coincidencia" de estar representado el corazón del difunto sobre el platillo que desciende, por medio de la figura de una vasija, que es la misma vasija con que los egipcios de, la antigüedad representaban en la escritura Jeroglífica el corazón (ab) del difunto a quien se juzgaba. (93)

En cuanto al juicio Final, responde a un fondo común, atisbado más filosóficamente por las religiones de la India (94) . El resumen es el siguiente: El Universo tiene un período de reabsorción o Pralaya, en el seno de Brahma. El periodo de manifestación, en el cual nos hallamos, se realiza mediante ciclos de ciclos (nebulares, estelares, solares, planetarios. . .) entre los cuales se verifican los ciclos de Necesidad de las almas, en sus distintas fases de vida, muerte y reencarnación. Al final del período de manifestación, cada alma ocupará el peldaño evolutivo correspondiente, según sus esfuerzos y merecimientos, corriendo la suerte que corresponda a su grado. Todo el Universo será absorbido o aniquilado, salvándose lo que haya podido incorporarse a la Esencia Divina, eterna e inmutable (idea sostenida también por Orígenes dentro de la Iglesia Católica). Las afinas rezagadas habrán perdido la oportunidad de gozar del Nirvana en el seno de Brahma.  

He aquí el juicio Final. ¿Y después? La inteligencia humana no ha podido sondar un problema que excede al tiempo y al espacio. Pero se admite que la Divinidad después de este Mahapralaya, vuelve a manifestarse en nuevos Manvantaras o ciclos de actividad.

 

CAPITUL0 IX  

LA SOCIOLOGIA, LA MORAL Y LA JUSTICIA  

a) La sociología y la democracia religiosa. Paz con todos.

b) La Moral religiosa. El Decálogo. La moral babilónica. Los cuarenta y dos preceptos egipcios. El Código del Manú. Las reglas del Buddhismo. Los Versos dorados de Pitágoras. La moral sufista islámica. Código masónico. El Sermón del Monte. c) El problema práctico de la moral.

d) La justicia humana y la justicia divina.

e) Las herejías. Utilidad de una religión. Arrio, Macedonio Nestorio, y Eutiques. Los Monotelistas, los Iconoclastas y Focio. Los ocho concilios griegos y los trece latinos. Prisciliano y Santiago de Compostela. Enrique VIII y la iglesia anglicana.

f) La coeducactión de ambos sexos. Invertidos y psicópatas. Moral sexual: onanismo y celibato.  

 

  • LA SOCIOLOGÍA  

La doctrina católica aboga teóricamente por un régimen social democrático. He aquí las opiniones de sus más insignes teólogos en lo que a esta materia se refiere.  

"El establecimiento de la ley pertenece a toda la multitud o a la persona pública que tiene el cuidado de la multitud entera, porque lo ordinario y constante en todos los seres es que la ordenación de los medios al fin corresponda a aquel mismo cuyo es este fin". (Santo Tomás, 1 2, q. 90, art. 3).  

"La autoridad viene de Dios de un modo mediato por intermedio de la nación que se la cede". Así opina Suárez, que llama a esta afirmación, "egregio axioma de teología",  

"Ningún particular puede venir a ser dueño legitimo de cualquier derecho de mandar sino con el consentimiento, tácito o expreso, de la nación misma, y queriendo ella estar desposeída de este mismo derecho". (Doctrina escolástica).  

"Como Dios es el autor del derecho natural, la potestad de gobernar viene de Dios inmediatamente, porque a él corresponde dar forma y ser a la naturaleza, si bien el reunirse los hombres en cuerpo de nación es una condición sin la cual la tal potestad no resultaría". (Victoria. "Relectione de potestate civili).  

"Puede hacerse un soberano, pero no se hace la soberanía; y como no hay verdadero soberano sin soberanía, se está en el caso, o de no tener sino un jefe de aventura, de sorpresa o de fuerza, sin raíces ni autoridad, a quién el movimiento facticio o tumultuoso que lo ha elevado no cesa de amenazar hasta que lo arrebata, y el cual necesita hacerse tirano para resistir a él, o bien de: volver al principio superior de la soberanía verdadera, proveniente de la naturaleza divina, por medio del cual puede constituirse un legítimo y sólido gobierno". (Augusto Nicolás).  

"El derecho divino es mediato, en cuanto es la nación quien lo confiere; divino en cuanto es constituido sobre las leyes naturales y fundamentales de las sociedades, de que es autor Dios, y de cuya inviolabilidad participa. El hombre planta el árbol, pero Dios suministra la virtud que hace que el árbol prenda. El hombre coopera, pero Dios es quien opera". (Aug. Nicolás).  

Dice también Suárez: "No es licito al pueblo, una vez que se halle puesto debajo de la obediencia, restringir la potestad del rey más de lo que haya sido restringida al tiempo de comunicársela. Ni aun siquiera las leyes justas del príncipe puede el pueblo abrogar apoyado en su propia autoridad, sino solamente confiado en el consentimiento tácito o expreso del mismo príncipe, como lo notó Santo Tomás".  

"Algunos filósofos cristianos han opinado que la autoridad política es la forma substancial, el alma misma de la nación. Pero otros opinan que la autoridad no es la esencia de la sociedad, sino un atributo emanado de esta esencia. Por esto los escolásticos sostienen que el sujeto natural del poder civil no es alguna persona determinada sino el cuerpo entero de la nación. Y por esto la autoridad ha de dirigir todos sus actos al bien de la sociedad". 

"El oficio propio de la autoridad no es producir la unión de las inteligencias y de las voluntades de los hombres (que esto es un hecho natural consecuente con la tendencia instintiva a la sociabilidad), sino idear los medios prácticos con que conviene tender de hecho a la prosecución de dicho fin, e intimar a los ciudadanos para que los ejecuten. La autoridad pertenece al orden ejecutivo y no al intentivo. Produce armonía y orden en los actos prácticos de la vida política, pero no en la vida misma substancial y anterior a estas acciones".  

"La autoridad es una fuerza, y ninguna fuerza es elemento constitutivo de un ser. Las fuerzas emanan de la esencia. Esta es la fuerza primera de toda actividad. Cada uno advierte en su propia conciencia que, si tiene obligación de vivir reunido con otros de su misma especie, no es por que lo mande la autoridad, sino por la sola ley natural fundada en la necesidad de la vida social".  

"La autoridad en la república no tiene el lugar que en el hombre físico ocupa el alma o la forma substancial, sino otra más inferior. Por que no está esencialmente difundida por todo el cuerpo social; no es lo más noble, a cuyo fin hayan de encaminarse todos los actos ciudadanos; no es formalmente inactiva; no es fuente y origen de las fuerzas sociales llamadas derechos. Solamente es el instrumento que utiliza para la ordenada prosecución de su fin".  

"El alma social, difundida por todos sus miembros, es la voluntad general de vida social".  

"Pertenece a la sociedad el derecho de ceder la autoridad a uno de sus miembros. Como un hombre tiene el derecho de ceder su independencia y subordinarse a otro si así 1o juzga oportuno. El derecho de gobernarse a sí mismo (autonomía) puede ponerse bajo la dependencia de otro que gobierne o dirija según razón". (Mendive).  

"La autoridad debe procurar el bien general de la nación, no el particular suyo propio o de algunas personas determinadas, con lo cual quedan condenadas la arbitrariedad y la tiranía de los gobernantes".  

"Así cuando dicen los católicos ser la autoridad civil de origen divino, no pretenden significar con esto otra cosa sino que se halla contenida en el mismo orden natural, en términos que no es licito a los hombres el destruirla. y vivir en sociedad sustraidos a su benéfica influencia, cual si no fuera uno de los elementos sociales este principio ordenador a cuyo cargo se halla encomendada la guarda del bien público". Mendive).  

He aquí pues los principios básicos de convivencia civil defendidos por los teólogos católicos:  

"1º) El hombre por su naturaleza está inclinado a vivir en sociedad. Esta es una creación divina, un ser natural, encerrado en el plan de la Providencia de la misma manera que los demás seres naturales del Universo".  

"2°) La autoridad civil es una propiedad natural e innata de este ser colectivo, y por consiguiente entra también en el plan divino, juntamente con el ser a que pertenece".  

Hasta aquí los teólogos de la iglesia católica.  

Por nuestra parte no tenemos la menor objeción que hacer a estos principios de convivencia humana, ni a las razones con que son apoyados por los insignes teólogos citados.  

La arbitrariedad, la injusticia y la tiranía no pueden ejercerse en nombre de Dios ni de la Religión. "Hombres muy piadosos dice San Justino mártir en su "Apología" han creído que todos aquellos que siguiesen la sabiduría o la razón, podían ser mirados, en cierto modo, como muy religiosos, aunque fuesen ateos". Opinión reforzada por Pío VII en el siguiente párrafo de una de sus cartas a Napoleón: "No es nuestra voluntad sino la de Dios, a quién representamos en la tierra, la que nos prescribe el deber de conservar la paz con todos; sin distinción de católicos y de herejes, de los que están cerca y de los que están lejos, de aquello de quienes esperamos bien, y de aquellos de quienes esperamos mal".  (95)

¿Porqué entonces la Inquisición? ¿Porqué entonces las religiones positivas, con todo su poder y organización, se han mostrado intolerantes y se han puesto en contra de la auténtica soberanía de las naciones y en favor de los tiranos?

Dice el Barón de Halbach en su "Moral Universal": "Un Dios infinitamente justo, sabio y poderoso, que permite que los mortales yerren y se extravíen en sus pensamientos y opiniones, no puede aprobar que se les atormente a causa de unos pensamientos y dictámenes que no dependen de su voluntad. De donde se sigue que la religión, de acuerdo con la Moral, prohibe el maltratar a los hambres por sus opiniones religiosas".  

"Ni el mismo Júpiter decía Plutarco tiene derecho a ser injusto". "Dios exclamaba Cicerón dejaría de ser Dios, si desagradase u ofendiese al hombre". "La Ley es para guardar la Libertad", enseñaba Pitágoras".  

Pero es que, como escribe el padre Emilio Moreno: "Aun los monarcas que de católicos se precian, dejan de oír los paternales consejos del más pacifico de los soberanos, cuando conviene a sus miras". Y por su parte, las iglesias y órdenes de casi todas las religiones del planeta, se olvidan demasiado de su misión espiritual de amor y tolerancia para ocuparse de los negocios del mundo.  

"El pontífice Pío V extinguió y abolió la orden regular de frailes humildes, creada antes del concilio de Letrán, por haber los individuos de esas órdenes desobedecido los decretos apostólicos, haberse entregado a disensiones domésticas y públicas, porque no daban indicios de portarse mejor en lo sucesivo, y porque muchos de ellos habían tenido la perversidad de querer dar la muerte a San Carlos Borromeo, cardenal de la Santa Iglesia Romana y visitador apostólico de dicha orden". (Del "Breve" expedido por el papa Clemente XIV en 21 de julio de 1773) . (96)  

"Urbano VIII abolió la congregación de frailes conventuales reformados, por no producir frutos espirituales provechosos a la Iglesia de Dios, y por haber originado contiendas entre los indicados frailes". (Del mismo "Breve").  

"Gregorio X prohibió además severamente fundar nuevas órdenes y usar los distintivos de un nuevo instituto, y en suma prohibió para siempre todos los institutos religiosos y las órdenes mendicantes creadas después del IV Concilio general de Letrán, sin haber obtenido la confirmación de la Sede Apostólica". (Del mismo "Breve") (97)

Salvando a todos los que de buena fe profesan una religión cualquiera (y a todas las creemos necesarias por ahora dentro del orden social), es indudable que ningún credo religioso inmuniza contra las debilidades humanas. "Muchos son las llamados y pocos los escogidos", decía Jesús.  

Los árabes, "bismi Allahi errahmani errahimi" (en el nombre de Dios clemente y misericordioso) arremetieron sin clemencia ni misericordia contra el mundo entero, en los siglos VII y VIII, para imponer su manera de pensar y sentir en materia religiosa. ¡La guerra santa! ¿Es qué puede haber alguna guerra santa?  

No hablemos de los sacrificios humanos practicados por ciertas religiones de la antigüedad en nombre de sus dioses, ni de las hogueras con que otras más modernas han tratado de purificar a las almas en nombre de Dios. (98) Todavía la historia no ha logrado ver realizado el sueño de Platón: "Las naciones y los hombres, no se verán libres de sus males hasta que, por un favor del cielo, reunidos el soberano poder y la filosofía en un mismo hombre, logren que la virtud triunfe del vicio".

 

  • LA MORAL RELIGIOSA  

La moral (de mos, moris, costumbre; del sánscrito ma, medir) es un sistema de costumbres ordenado hacia un fin de convivencia humana.  

La moral se ordena y practica según tres puntos de vista: religioso, social e individual.  

La moral religiosa o teológico, se basa en cumplir la voluntad de Dios o sea dirigir los actos humanos de acuerdo con la ordenación universal.  

La moral social consiste en realizar todo aquello que redunde en beneficio de la colectividad y de su armonía.  

La moral individual tiene su fuente en el deber y la razón; por tanto en la conciencia.  

Las tres formas de moral con compatibles y deben ir de acuerdo; pero sus principios varían con los tiempos, los pueblos y las religiones, dentro de ciertos límites. No obstante, existen ciertos principios de moral universal que constituyen una especie de código aceptado por el consenso de toda la humanidad.  

El "sentido moral" de que hablaba Hutcheson, es común a todos los hombres.  

El ejemplo típico de esta colección de máximas, principios o mandatos morales, le constituye el "Decálogo" mosaico, que forma la base de la moral cristiana.  

I. Amar a Dios.

II. No blasfemar ni jurar en su Nombre.

III. Santificar las fiestas.

IV. Honrar al padre y a la madre.

V. No matar.

VI. No cometer adulterio.

VII. No robar.

VIII. No calumniar ni mentir.

IX. No desear la mujer del prójimo.

X. No codiciar los bienes ajenos.  

Esto sin contar el maravilloso Sermón del Monte, de Jesucristo, que es la pieza príncipe de todas las doctrinas morales de la humanidad, y el más perfecto código de convivencia humana; aunque tiene escasa viabilidad entre los hombres.  

Véase ahora esta serie de preguntas de una tableta del Museo Británico, que constituyen, a modo de examen de conciencia, la base de la antiquísima moral religiosa babilónica:  

"¿He ofendido a mi padre o a mi hijo, a mi hermana o a mi hermano?".

"¿No he dado libertad al esclavo, o al que estaba en la cárcel, o perdonado al deudor?".

"¿He resistido a la voluntad de mi dios o desagradado a mi diosa?".

"¿He tomado territorio que no fuese mío, o entrado con malas intenciones en la casa de mi prójimo?".

"¿He intentado acercarme a la mujer del prójimo?".

"¿He derramado sangre humana o le he robado alguna vestidura a cualquiera de mis semejantes?".  

Puede notarse el evidente parentesco con el Decálogo mosaico. Ambas cosas tienen su precedente indiscutible en los siguientes cuarenta y dos preceptos de la antigua moral egipcia, dentro de la cual se educó Moisés, y cuyo cumplimiento (expuesto en una confesión negativa durante el "juicio de Osiris") era indispensable para entrar en el Paraíso  (99)

No he hecho el mal; no he cometido violencia; no he robado; no he hecho matar a un hombre a traición; no he disminuido las ofrendas a los dioses; no he dicho mentira; no he hecho llorar; no he sido impuro; no he matado a los animales sagrados; no he estropeado las tierras cultivadas; no he sido calumniador; no me he encolerizado; no he sido adúltero; no he rehusado oír las palabras de verdad; no he cometido maleficios contra el rey ni contra mi padre; no he desperdiciado el agua; no he hecho maltratar al esclavo por su amo; no he jurado en vano; no he falseado la oscilación de la balanza; no he quitado la leche de la boca del lactante; no he apresado en la red los pájaros de los dioses; no he rechazado el agua en su estación; no he cortado una reguera a su paso; no he extinguido el fuego en su hora; no he despreciado a Dios en mi corazón. ¡Soy puro, soy puro, soy puro!  

Cotéjese todo esto con algunos de los muchos principios morales del Código de Manú o Manava Dharma Sastra, escrito en la India hacia el siglo XIII antes de la Era cristiana,  

"No se halague a un enemigo, al amigo de un enemigo, a un hombre perverso, a un ladrón, a la mujer de otro".

"Pues nada hay en el mundo que más se oponga a la prolongación de la vida que cortejar a la mujer de otra persona". (Libro IV).

"Aquel que despliega el estandarte de su virtud, que es siempre ávido, que usa de fraudes, que engaña a las gentes por su mala fe, que es cruel y calumnia a todo el mundo, se le considera como el que tiene las costumbres del gato".

"Del Dwidja que tiene siempre baja la mirada, cuyo natural es perverso, que piensa únicamente en su propio provecho, que es pérfido y afecta la apariencia de la virtud„ se dice que tiene las maneras de la garza".

"Los que obran como la garza y los que tienen las costumbres del gato„ son precipitados al infierno, llamado Anddhatamisra, en castigo de esta mala conducta". (Libro IV).

"La resignación, el acto de devolver bien por mal, la temperancia, la probidad, la pureza, la represión de los sentidos, el conocimiento de los sastras (versículos de las Escrituras), el del Alma Suprema, la veracidad y la abstinencia de cólera: tales son las diez virtudes en que consiste el deber".

"La ociosidad en divulgar el mal, la violencia, el acto de dañar en secreto, la envidia, la calumnia, el acto de apropiarse el bien ajeno, el de injuriar o de golpear a alguien, componen la serie de los ocho vicios que engendra la cólera".

"Que considere siempre el acto de golpear, el de injuriar, y el de dañar al bien ajeno, como las tres cosas más perniciosas en la serie de los vicios producidos por la cólera". (Libro VII).

"Todo el bien que has podido hacer desde tu nacimiento, ¡oh hombre honrado! la habrás perdido enteramente y pasará a los perros si dices otra cosa que la verdad". (Libro VIII).

"Será precipitado de cabeza en los abismos más tenebrosos del infierno, el insensato que interrogada en una información judicial hace una falsa exposición". (Libro VIII).

"Pues del adulterio es de donde nace en este mundo la mezcla de clases, y de la mezcla de clases proviene la violación de deberes destructora de la raza humana, y que causa la ruina del universo". (Libro VIII).

"Una mujer infiel a su marido está expuesta a la ignominia aquí abajo; después de su muerte renace en el vientre de un chacal o sufre de elefantiasis y de consunción pulmonar"  (100)

Los versículos en los cuales se previene y asusta contra los peligros del adulterio, son numerosísimos en los diversos libros de este Código.  

"Por el contrario, la que no falta a su marido y cuyos pensamientos, palabras y cuerpo son puros, obtiene la misma mansión celeste que su esposo y está llamada por las gentes de bien mujer virtuosa". (Libro V).

"El juego y las apuestas son robos manifiestos; por eso el rey debe hacer todo esfuerzo por impedirlos".

"El hombre cuerdo no debe dedicarse al juego, ni aún para divertirse". (Libro IX).

"Matar un insecto, un gusano, un pájaro, comer lo que ha sido traído en el mismo canasto que un licor espirituoso, robar fruta, madera o flores y ser pusilánime, son faltas que manchan". (Libro XI).

"El vivo arrepentimiento y la intención de enmienda, purifican". (Libro XI).

Veamos a continuación los preceptos morales del Buddhismo: Los Diez mandamientos. (De una "Suttva" en 42 artículos, 4).  

El Buddha dijo: "Diez cosas hacen malas todas las acciones de los seres vivos, y sus actos se tornan buenos cuando las evitan. Estas cosas son: tres pecados del cuerpo, cuatro pecados de la lengua y tres pecados del espíritu".

"Los tres pecados del cuerpo son: el crimen, el robo y el adulterio. Los cuatro pecados de la lengua son: mentir, calumniar, injuriar y hablar inútilmente. Los tres pecados del espíritu son: la avaricia, el odio y el error".  

"Por esto os doy estos mandamientos: "  

"l. No matéis; tened respeto par la vida".

"II. No robéis, ni hurtéis; ayudad a cada uno a poseer los frutos de su trabajo".

"III. Evitad toda impureza y llevad una vida casta".

"IV. No mintáis; sed verídicos y decid la verdad con discreción, no de modo que dañe, sino con ternura y prudencia".

"V. No inventéis malos informes, ni los repitáis. No os querelléis, ved la parte buena de nuestros hermanos de modo que podáis defenderlos con sinceridad contra sus enemigos".

"VI. No juréis; hablad con decencia y dignidad.

"VII. No perdáis el tiempo en palabras vacías de sentido; hablad de intento o callad".

"VIII. No tengáis codicia, ni envidia; regocijaos de la dicha de otro".

"IX. Purificad vuestro corazón de la malicia; arrojad lejos de vosotros la ira, el despecho y las malas disposiciones; no cultivéis el odio, ni aún contra los que os calumnien, ni contra los que os hagan mal. Sed para los seres vivos bondad y benevolencia".

"X. Libertar vuestro espíritu de la ignorancia y desear aprender la verdad sobre todo es la única cosa indispensable, por miedo a ser presa del escepticismo o del error. El escepticismo os volverá indiferentes y el error os desviará de suerte que no encontraréis el excelente camino que conduce a la vida eterna".

 

Ahora, como ejemplo de la moral teológica de los griegos de la antigüedad, veamos los magníficos "Versos Dorados" de Pitágoras:  

"Honra primeramente a los dioses inmortales, según están establecidos u ordenados por la ley".

"Respeta el juramento con toda suerte de religión. Honra después a los genios de bondad y de luz".

"Respeta también a los "daimones" terrestres  (101) , rindiéndoles el culto que legítimamente se les debe".

"No los admires enseguida ni los aceptes tampoco".

"Honra también a tu padre, a tu madre y a tus próximos parientes".

"Escoge por amigo entre los hombres, al que se distingue por su virtud".

"Cede siempre a sus dulces advertencias y a sus acciones honestas y útiles".

"Y no llegues a odiarle por una ligera falta, mientras puedas". "Pues el poder habita cerca de la necesidad".

"Sabe que todas estas cosas son así; luego acostúmbrate a sobreponer y vencer estas pasiones".

"En primer lugar, la gula, la pereza, la lujuria y la cólera". "No cometas jamás ninguna acción vergonzosa, ni con los demás".

"Ni contigo en particular, y sobre todo respétate a ti mismo". "Luego observa la justicia en tus actos y en tus palabras". "Y no te acostumbres a hacer la menor cosa sin regla ni razón".

"Haz siempre esta reflexión: que por el Destino está ordenado a todos los hombres el morir".

"Y que los bienes de la fortuna son inciertos, y así como se les adquiere se les puede perder".

"En todos los dolores que los hombres sufren por la divina fortuna".

"Soporta dulcemente he suerte tal como es, y no te enojes por ello".

"Trata, sin embargo, de remediarla en cuanto puedas".

"Y piensa que el Destino no envía la mayor parte de esos males a las gentes de bien".

"Se hacen entre los hombres muchas clases de razonamientos buenos y malos".

"Pero si avanzan las falsedades; cede dulcemente, y ármate de paciencia".

"Observa en toda ocasión lo que voy a decirte: "

"Que nadie., ni por sus palabras ni por sus hechos, te seduzca jamás".

"Llevándote a hacer o a decir lo que no es útil para ti". "Consulta y delibera antes de obrar, a fin de que no hagas acciones locas".

"Porque es de un miserable el hablar y obrar sin razón ni reflexión".

"Haz, pues, todo lo que por consiguiente no te aflija y te obligue luego a arrepentimiento".

"No hagas ninguna cosa que no sepas".

"Pero aprende todo lo que es preciso saber, y por ese medio llevarás una vida dichosísima".

"No hay que descuidar de ningún modo la salud del cuerpo". "Así se le ha de dar con mesura de comer y de beber y los ejercicios que necesite".

"Pero yo llamo mesura a lo que no ha de incomodarte". "Acostúmbrate a vivir de una manera apropiada y sin lujo". "Evita provocar la envidia".

"Y no gastes fuera de tiempo, como el que no conoce lo que es bueno y honesto".

"Pero no seas tampoco avaro ni mezquino, por que la justa mesura es excelente en todas las cosas".

"No hagas sino las cosas que no puedan perjudicarte, y razona antes de hacerlas".

"No cierres tus ojos al sueño así que te acuestes". "Sin examinar por tu razón las acciones del día".

"¿En qué he faltado? ¿Qué he hecho? ¿Qué he dejado por hacer que debía haber hecho?".

"Comenzando por la primera de tus acciones, y continuando por todas las demás".

"Si en ese examen ves que has faltado, repréndete severamente, y si has hecho bien regocíjate de ello".

"Practica bien todas estas cosas, medítales bien; es menester que las ames con toda tu alma".

"Ellas te colocarán en el camino de la virtud divina".

"Yo lo juro por aquel que ha transmitido en nuestra alma el sagrado cuaternario ("Tetrada")".

"Fuente de la naturaleza y modelo de los dioses".

"Pero no comiences a obrar sin rogar antes a los dioses terminar lo que vas a emprender".

"Cuando te hayas familiarizada can esta costumbre". —Conocerás la constitución de los dioses inmortales y de los hombres".

"Hasta donde se extienden los seres, y lo que les contiene y une".

"Conocerás también, según justicia, que la naturaleza es semejante en toda cosa y en todo lugar".

"De suerte que no esperarás lo que no debe esperarse, y nada te será oculto en este mundo".

"Conocerás también que los hombres se atraen los males por sí mismos".

"Miserables como son, no ven ni entienden que los bienes los llevan en sí mismos".

"Hay muy pocos entre ellos que sepan librarse de los males". "Tal es la suerte que ciega a los hombres y les nubla el espíritu". "juguetes de sus pasiones, siempre azotados por olas contrarias en un mar sin orillas, ruedan de aquí para allá abrumados por males sin cuento".

"Porque la funesta condición nacida con ellos, y que les sigue, les agita sin que ellos lo noten".

"En lugar de provocarla e incitarla, deberían huir de ella cediendo".

"Gran Júpiter, padre de los hombres, vos les libraréis de todos los males que les abruman".

"Si les mostraseis cuál es el dominio de que se sirven". "Pero tened ánimo: la raza de los hombres es divina". "La sagrada naturaleza les descubre los misterios más ocultos".

"Si ella te hace parte de sus secretos, llegarás fácilmente al fin de todas las cosas que te he ordenado".

"Y curando tu alma, la librarás de todas esas penas y de todos esos trabajos".

"Abstente de las carnes que fiemos prohibido en las purificaciones".

"Y respecto de la liberación del alma, discierne lo justa, y examina bien todas las casas".

"Dejándote siempre guiar y conducir por el entendimiento que viene de arriba y que debe tener las riendas".

"Y cuando después de haberte despojado de tu cuerpo mortal, seas recibido en el aire puro y libre".

"Serás un dios inmortal, incorruptible, a quien no dominará la muerte". .

Ahora veamos los preceptos morales del Sufismo islámico, como expresión y quintaesencia de la religión mahometana: (102)

"Pensar bien antes de obrar".

"Devolver bien por mal".

"Socorrer al afligido".

"Dirigir al extraviado".

"Enseñar al ignorante".

"Despertar al negligente".

"Confortar al débil".

"Consolar al triste".

"Tranquilizar al tímido".

"Saciar al hambriento".

"Dar de beber al sediento".

"Vestir al desnudo".

"Ayudar al siervo".

"Contentarse con lo que Dios envía y privarse de lo que no es lícito".

"Ser humilde y sumiso".

"No pensar ni decir mal del prójimo". "No hablar en vano".

"Ser bueno de corazón y caritativo". "Preferir los pobres a los ricos". "Respetar a todos".

"Tener caridad para todas las criaturas racionales e irracionales".

 

He aquí a continuación, la moral del Evangelio de Confucio, extractada del "Lun Yii o "Analectas".  

Tzu Chang hizo a Confucio una pregunta acerca de la virtud moral.

Confucio replicó:  

"La virtud moral consiste sencillamente en ser capaz, siempre y en toda ocasión, de practicar cinco cualidades especiales". Preguntado sobre lo que estas eran dijo:

"Respeto propio, Magnanimidad, Sinceridad, Fervor y Benevolencia. Muestra respeto propio y los demás te respetarán; sé magnánimo y ganarás los corazones; sé sincero y los hombres confiarán en ti; sé vehemente y obtendrás grandes cosas; sé benévolo y podrás imponer tu voluntad a otros".  

Tzu Chang preguntó como podría obtener la verdad suprema.

El Maestro dijo:  

Que la conciencia y la verdad sean tu guía, y pasa entonces a cumplir tu deber para con el prójimo.

¿Esta es la suprema? replicó Tzu Chang. El Maestro añadió:

El hombre más noble exalta las buenas cualidades en otros, y no hace resaltar el mal. El hombre inferior hace lo contrario". "Hay tres impulsos contra los que el hombre noble se pone en guardia:

En el período de su juventud, mientras está en la plenitud de su vida, se guarda de concupiscencias.

En el pleno desarrollo de su vida, cuando su constitución física es fuerte y vigorosa, se guarda del ardor belicoso.

En la vejez, cuando las fuerzas vitales están en decadencia, se guarda de la avaricia".

"El poder conducirse con los demás como quisiéramos que se condujesen con nosotros este es el verdadero dominio de 1a virtud moral'`.

"No emplees tus ojos, tus oídos, el don de da palabra o la facilidad del movimiento sin obedecer a la ley natural del dominio propio".  (103)

Y para final, medítense las máximas morales del "Código Masónico":  

"Adora al Gran Arquitecto del Universo".

“El verdadero culto que se da al Gran Arquitecto, consiste principalmente en las buenas obras.”

“Ten siempre tu alma en un estado puro para parecer dignamente delante de tu conciencia.

Ama a tu prójimo como a ti mismo. No hagas mal para esperar bien. Haz bien por amor al mismo bien.

Estima a los buenos, ama a los débiles, huye de los malos, pero no odies a nadie.

No lisonjees a tu hermano, pues que es una traición; si tu hermano te lisonjea, teme que te corrompa.

Escucha siempre la voz de tu conciencia.

Sé el padre de los pobres, cada suspiro que tu dureza les arranque, es una maldición que caerá sobre tu cabeza.

Respeta al viajero nacional o extranjero; ayúdale: su persona es sagrada para ti.

Evita las querellas, prevé los insultos, deja que la razón quede siempre de tu lado.

Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételes en tu casa; cuando vieses al desnudo cúbrelo y no desprecies tu carne en la suya.

No seas ligero en airarte, por que la ira reposa en el seno del necio.

Detesta la avaricia, por que quien ama las riquezas ningún fruto sacará de ellas, y esto también es vanidad.

Huye de los impíos porque su casa será arrasada; más las tiendas de los justos florecerán.

En la senda del honor y de la justicia está la vida; más el camino extraviado conduce a la muerte.

El corazón de los sabios está donde se practica la virtud, y el corazón de los necios donde se festeja la vanidad.

Respeta a las mujeres, no abuses jamás de su debilidad y mucho menos pienses en deshonrarlas.

Si tienes un hijo regocíjate; pero tiembla del depósito que se te confía. Haz que hasta los diez años te tema, hasta los veinte te ame y hasta la muerte te respete. Hasta los diez años sé su maestro, hasta los veinte su padre y hasta la muerte su amigo. Piensa en darle buenos principios antes que bellas maneras; que te deba rectitud esclarecida y no frívola elegancia. Haz un hombre honesto antes que un hombre hábil.

Si te avergüenzas de tu destino, tienes orgullo; piensa que aquel ni te honra ni te degrada, el modo con que cumplas te hará una ti otro.

Lee y aprovecha, ve e imita, reflexiona y trabaja, ocúpate siempre en el bien de tus hermanos y trabajarás para ti mismo. Conténtate de todo, con todo y por todo.

No juzgues ligeramente las acciones de los hombres; no reproches y menos alabes: antes procura sondear bien los corazones para apreciar sus obras.

Sé entre los profanos libre sin licencia, grande sin orgullo, humilde sin bajeza; y entre los hermanos firme sin ser tenaz, severo sin ser inflexible y sumiso sin ser servil.

Habla moderadamente con los grandes, prudentemente con tus iguales, sinceramente con tus amigos, dulcemente con los pequeños y eternamente con los pobres.

justo y valeroso defenderás al oprimido, protegerás la inocencia, sin reparar en nada de los servicios que prestares.

Exacto apreciador de los hombres y de las cosas, no atenderás más que al mérito personal, sean cuales fueren el rango, el estado y la fortuna.

El día que se generalicen estas máximas entre los hombres, la especie humana será feliz, y la Masonería habrá terminado su tarea y cantado su triunfo regenerador.”

 

El repaso que acabamos de hacer de los más importantes códigos de la moral universal, nos demuestra evidentemente la inspiración unánime de los pueblos en todos los tiempos. En realidad, todos estos preceptos se han impuesto, porque la humanidad, por razón y experiencia, se ha convencido de que su cumplimiento es indispensable para lograr estos tres fines:  

La armonía en la convivencia de los hombres.

La elevación del alma.

La felicidad en la vida y en el más allá.  

No es necesario que se nos ofrezca el premio de un cielo o el castigo de un infierno para movernos a su cumplimiento, basta persuadirnos de que no es posible la felicidad sin acatarlos. Y a nadie le tiene cuenta ser desdichado. 

Y para terminar este punto, he aquí un extracto de los consejos contenidos en el Sermón de la Montaña, de Jesús, cuyo texto original aconsejamos leer previamente:  

I. Bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, los que padecen persecución por la justicia, los vituperados y perseguidos por que aman a Dios.

II. Es grande el que hace y dice las verdades contenidas en estos mandamientos.

III. No matarás; ni te enojarás locamente contra tu hermano.

IV. No ofrendes ante el altar (no vayas al culto) sin haberte reconciliado con tu prójimo.

V. Reconcíliate con tus hermanos en el camino de la vida.

VI. No adulterarás, ni aun siquiera codiciarás a otra mujer.

VII. Si tus miembros Fuesen ocasión de pecado, córtalos antes que perder tu alma.

VIII. No repudies a tu mujer más que en caso de fornicación. (104)

IX. No jures ni por el cielo, ni por la tierra, ni por tu cabeza, Habla si, si; no, no.

X. Humíllate ante el que ofenda. Al que te pide algo, dale más.

XI. Amad no solo a vuestros amigos sino también a vuestros enemigos.

XII. No orar ni hacer limosnas en público, sino en el secreto de Dios.

XIII. Perdonad para ser perdonados.

XIV. Cuando ayunes, lávate y úngete para que no se note. XV. No hagáis tesoros en la tierra, sino buscad los tesoros del espíritu.

XVI. No sirváis (por que no es posible) a Dios y al Diablo al mismo tiempo.

XVII. No os preocupéis de la comida y del vestido. "Buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura".

XVIII. No juzguéis para que no seáis juzgados.

XIX. Mirad vuestros defectos antes que los del prójimo.

XX. No deis buenas doctrinas a los que no sepan comprenderlas.

XXI. Pedid, buscad y llamad a Dios.

XXII, Haced con los demás lo que quisierais que los demás hicieran con vosotros.

XXIII. Entrad por el camino estrecho y la angosta puerta de la salvación.

XXIV. Guardaos de los falsos profetas, a quienes conoceréis por sus frutos.

XXV. Cumplid la voluntad del Padre para entrar en el Reino de los Cielos.

XXVI. Cumplid mis consejos y será como si edificaseis vuestra casa sobre la peña.

 

  • EL PROBLEMA PRACTICO DE LA MORAL SOCIAL  

La humanidad se debate, como el Wotan wagneriano, entre el yugo de los pactos sociales y dogmas de moral, y el ansia infinita de liberación espiritual, que siempre esperamos de los eternos Sigmundos y Sigfredos, a quiénes, para no desmentir la historia de todos los redentores, sacrificamos luego en nombre de la gazmoñería y de la rutinaria moral a lo Fricka o a lo Hagen, cuando no de la perversa hipocresía de tantos Albericos y Mimos como por doquier acorralan a toda alma que noblemente quiere mostrar a sus semejantes el camino luminoso que nos conducirá a la radiante Walhalla de nuestra conciencia divina.  

La eterna lucha entre la libertad y el “orden establecido", no solamente es el motor de todo movimiento social, sino el motivo inmanente de toda expresión moral, actuando en el complejo de los diversos fondos conscientes o subconscientes de cada individuo. Si una persona, por ejemplo, toma la decisión moral de no robar aunque se muera de hambre, en ello se realiza un complejo resultante de diversos factores psíquicos, mentales y espirituales, entre los que es fácil entresacar, el concepto que tenga de la propiedad, el sentido de la muerte, el concepto social y penal del rabo, 1a conciencia que tenga de la salvación de su alma, etc., ello variará total o parcialmente en otro individuo, dando por resultado otra fórmula de moral. Suponemos en todo caso la sinceridad del sujeto.  

Con razón ha dicho Marañón (105) que: "las cosas, en su aspecto moral, no son casi nunca buenas o malas en absoluto". Y Hartmann (106) abundando en este concepto, ha trazado el camino afirmando que, ninguna moral tiene valor si no es espiritual.  

Los actos del ser humano tengan o no por motivo inmediato los impulsos instintivos o mentales dependen en último término, o por mejor decir, están condicionados, por dos modalidades de estado de conciencia: la relativa o moral y la absoluta a espiritual.  

La conciencia relativa o moral es un complejo o resultante de la influencia del medio intelectual y moral en que se vive. Depende del peso enorme que ejerce sobre la individualidad, e1 conjunto de formas mentales creadas por los hábitos y costumbres. Concebido así nos es fácil comprender como al desarticular la conducta personal del molde establecido, surge un malestar interno (choque del impulso individual contra las formas establecidas) que se traduce por una voz interior y subconsciente (de raíces egoístas) que tiende a encajarnos de nuevo en el casillero moral para evitarnos el dolor de la lucha. A esto, que en el fondo no es verdadera voz de la conciencia, sino voz del complejo moral colectivo, lo llamamos conciencia relativa. Es un espejismo que, no obstante, nos alucina y arrastra, necesario evidentemente para las almas débiles o de escasa espiritualidad, que sin él, caerían las más de las veces en la depravación y el libertinaje. Es lógico y natural que al que le falta la fuerza de espíritu para canalizar en buen sentido las acciones de su personalidad, haya que darle el canal hecho con moldes externos. Esta es la misión de las fórmulas morales colectivas y de los ritualismos y ceremonias religiosas.  

La conciencia absoluta o espiritual es la conciencia por antonomasia, es decir, el contenido gnóstico del YO. Es la verdadera voz interna del espíritu. Como fuerza rectora de conducta se llama virtud (de vir, poder). Como reconocimiento interno de nuestros motivos de obrar es conciencia espiritual, cuya condición fundamental estriba en libertarse de prejuicios, dogmas y ritualismos; es decir, navegar contra la corriente como Sigfredo por las aguas del Rhin.  

Solamente haciendo abstracción del convencionalismo del medio ambiente, puede llegar a percibirse nuestro motivo intimo, que en los hombres de espíritu fuerte y alma elevada, se da claro y nítido como legítima luz del orto espiritual.  

El que obra con motivos de conciencia espiritual no puede tener conflictos íntimos. El que obra basándose en fórmulas de moral colectiva, puede caer frecuentemente en conflictos psíquicos para los cuales se ha prescrito la medicina de la confesión. Esta adopta dos modalidades: la del, que se confiesa a persona ajena a su conflicto (v. g.: el sacerdote) y la del que se confiesa a la persona a quien ha hecho el mal.  

El pecado o mala acción y la zozobra espiritual consiguiente, existen en ambos casos. El resultado es totalmente diferente en el fondo.  

La confesión con persona ajena al conflicto, es una especie de psicoanálisis que, evidentemente, tranquiliza el alma en cierta medida, más por la conciencia que da del mecanismo de la mala acción cometida, que par el descargo que supone. En cambio, el confesarse a la persona dañada por nuestra mala acción, al prosternar nuestra alma ante el juicio y sanción del propio perjudicada, supone una actitud de voluntaria humildad y sumisión que, por el hecho intrínseco de entregarse al perdón o castigo del ofendido, descarga totalmente nuestra alma, logrando el equilibrio perfecto de nuestra dinámica espiritual.  

Esto aparte de que la confesión con el sacerdote se hace generalmente como un deber del dogma religioso y casi siempre con una superficialidad de concepto y propósito que apenas logra mejorar los conflictos internos del alma.  

Cuando la confesión se practica con fondo psicoanalítico (lo cual, aunque inconsciente, supone un concepto más profundo tanto en el confesado como en el sacerdote) su resultado es, indudablemente, más ostensible. Pero solamente cuando por necesidad del espíritu, conciencia del acto y sumisión voluntaria, se confiesa uno y demanda el perdón al ofendido, es cuando se eliminan hasta los últimos restos de la inquietud que perturba al alma pecadora. A ella se refería sin duda Jesús, cuando decía: "Confesaos los unos a los otros".  

Nuestra tesis, en cuanto a la moral práctica se refiere, es que no estando inspirada por motivos espirituales, no merece la pena de convertirse en norma de conducta. Para los antiguos espartanos era moral deshacerse de las personas ancianas o defectuosas; para los árabes es moral tener cuatro mujeres; para un buddhista no es moral comer carne de cerdo ni de vaca, etc. De aquí la necesidad de una revisión del problema moral que nos haga éticamente conscientes, de acuerdo con las leyes naturales que rigen la vida.  

El seguir la norma moral aceptada por la colectividad en el seno de la cual se vive, es, efectivamente, la manera más eficaz de evitar conflictos. Pero hay que convenir en que también anquilosa los motivos de espíritu, o lo que es lo mismo, adormece la conciencia de su finalidad. Y de esta manera, la moralidad pasa a ser una fórmula de egoísmo personal; y es, por consecuencia, todo lo contrario de espiritual. Evita los conflictos de existencia, pero agudiza muchas veces los conflictos de esencia que son más importantes de evitar.  

Ejemplo: Un matrimonio mal avenido, tiene hijos. Las continuas reyertas, malos ejemplos y situaciones violentas de los padres, ponen en peligro la formación espiritual del alma de los hijos. Hay un conflicto de esencia. Si el matrimonio es cristiano, evitará en lo posible su disolución, lo cual, aun a costa de un ambiente infernal donde las almas se degradan, ahorrará ciertos conflictos de existencia en los que habría que poner a prueba el espíritu de renuncia y de abnegación de los padres (separación de los hijos, incomodidades materiales, dificultades de orden sexual, opiniones y críticas sociales, etc.). Mas, evidentemente, en un caso así, cuando se ha llegado al convencimiento de la imposibilidad de establecer un suficiente estado de armonía, el deber hacia los hijos (motivo de espíritu) y aun la necesidad de las propias almas de los padres, impone la separación.  

Chócase entonces con el dogma de la indisolubilidad del matrimonio en los sectores católicos. Nuevo conflicto de existencia que impedirá a cada uno de las padres rehacer su vida en nuevo matrimonio. Entonces, en algunas sociedades humanas se establece el divorcio como fórmula práctica, sin desconocer la ventaja indudable de la monogamia a lo largo de la vida personal. Es solamente ponderación de valores en la que se pretende llegar a la fórmula menos mala cuando la más buena se hace imposible.  (107)

En casos como el de este ejemplo, la serie de problemas y conflictos derivados que afectan a la existencia y al sentimiento, dificultan indudablemente la apreciación de los motivos de espíritu, o sea del orto del deber. La aclaración de estos imperativos de orden elevado exigen desproveerse totalmente de todo prejuicio. Poner el alma en blanco. Situarnos por un momento, según la frase niestzcheana, "más allá del bien y del mal". Para un musulmán no existe problema moral ni de conciencia en el hecho de separarse de una mujer con la que no puede convivir dignamente. Podrá en todo caso haber un problema de sentimiento que no afecte al del deber. Pero allí continúan sus restantes mujeres, su hogar y sus hijos.  

Veamos ahora, con la mente en blanco, en que se ha fundamentado la existencia del matrimonio. Es decir, que finalidad tiene; cual es su esencia.  

El matrimonio se ha hecho para procrear. He aquí la verdad fundamental que salta de un modo evidente a nuestra vista. El macho y la hembra de la especie humana se unen atraídos por el instinto y cumplen su misión específica. Pero procrear, en la especie humana, no es solamente tener hijos, sino darles durante un cierto tiempo las condiciones y el ambiente para que se desarrolle su cuerpo y para que florezca su alma; por que el hombre es un ser que tiene algo más que un organismo y unos instintos.  

¿Qué es lo espiritual? ¿Cuál es el deber? Indudablemente, el imperativo de conciencia del padre y de la madre, estriba en alimentar a sus hijos hasta que éstos cuenten con medios para hacerlo por sí mismos y en cultivar su alma para que alcance el más alto grado de conciencia. Sobre esto no puede haber duda. Cuando estas condiciones imperativas flaquean, el matrimonio se desmorona por su base. Y entonces es inútil, y muchas veces perjudicial, tratar de conservar el vínculo externo. Ha faltado la esencia y por consiguiente la razón de ser de su existencia. Es menester hallar en otra fórmula el imperativo del deber para con los hijos. Hay que salvar la vida espiritual de estos buscando a todo trance la paz, la dignidad y el respeto.  

Mas al llegar aquí, conviene abordar un problema colateral. El hombre por ley biológica puede tener varios hijos al año. La mujer no puede tener más que uno. Además, en algunos países hay más mujeres que hombres. Sobre la base de este hecho hemos de admitir que la ley instintiva de la especie hace propender al hombre hacia la poligamia. Ahora bien; también es cierto que los intereses espirituales del hombre evolucionado, hallan su mejor cumplimiento en la monogamia y la familia, es decir, en el matrimonio, por regla general.  

Si aceptamos, por tanto, el matrimonio como fórmula moral, habremos de aceptar también estas dos consecuencias: Que muchas mujeres dejen de cumplir el imperativo instintivo sexual o lo cumplan fuera del matrimonio. ¿Es esto espiritual? ¿Es siquiera moral?  

Evidentemente no se considera moral en la sociedad cristiana que una mujer soltera tenga hijos. Si se considera moral, en cambio, que una mujer se quede soltera y no tenga hijos, aunque con ello contraríe el designio específico que Dios la dio por medio de su instinto. Todo esto quiere decir que, el privilegio de que algunos hallen su felicidad y el cumplimiento de sus más altos fines dentro del matrimonio, hay que conseguirlo con el sacrificio de un gran número de personas. Volvemos a preguntarnos ¿es esto espiritual?  

En el Noroeste de Europa hay 93 hombres por cada 100 mujeres. En España hay 97 hombres por cada 100 mujeres. La Gran Guerra, con su enorme cantidad de víctimas masculinas, hizo que la proporción en Francia fuese de 110'3 mujeres por cada 100 hombres, de tal manera que la población femenina excedía en 1.904.000 a la de hombres. En los demás continentes la cantidad de hombres es superior a la de mujeres. (Datos de la "Antropología" de Pérez de Barradas).  

Sin contestarnos aun a esta pregunta, convendremos en que se presenta un problema insoluble; tina verdadera contradicción entre los fines de la naturaleza animal y los de la, naturaleza espiritual. Y en las soluciones del cual las fórmulas de moral ni siquiera se preocupan de aparecer piadosas. Si no puedes casarte aguántate sin pretender el beneficio de una familia que cobije su vejez, ni el consuelo de unos hijos en quienes poner tu corazón. Esta es la solución de la moral monogámica. Pero esta no es la realidad. Y de aquí que la mayor parte de los individuos se muevan en la esfera de lo inmoral.  

La fórmula poligámica musulmana es más natural y, por tanto, más sincera, colectivamente considerada. También más sincera para la mayor parte de los individuos. Pero denigrante para la mujer culta. El matrimonio, en realidad, es la fórmula de los pocos y de los virtuosos. Pero no se tengan por tales los que han permanecido fieles por evitarse los conflictos de la infidelidad, o los que no han tenido estímulo u ocasión para pecar. Estos han sido morales por falta de valor para ser inmorales. Lo importante es ser moral cuando todo lo que le rodea a uno conspira para que no lo sea.  

El problema que plantea este ejemplo nos induce a romper las formas cristalizadas de una moral insuficiente e imperfecta, para buscar en lo más íntimo de nuestra conciencia la moral viva que nace en nuestro corazón. Dice Peman, valorizando problemas de moral: "Porqué sin incurrir en materialismo crudo, también hay que afirmar resignadamente que la honradez se rige un poco por la ley de "la oferta y la demanda" (108) . Efectivamente, mientras el instinto se halla satisfecho dentro de la fórmula estatuida, todos somos morales; pero cuando la tentación satisface al instinto insatisfecho, solo los héroes de la virtud resisten. Por esto Jesucristo cuando recriminó a los que pretendieron lapidar a la mujer adúltera diciéndolos: "El que esté libre de pecado que la tire la primera piedra", halló que todos se retiraron avergonzados. Y luego perdonando a la pecadora la dijo: "Vete y no peques más". El hombre no tiene la culpa de que el conflicto que crea la antítesis de esencia y existencia sea superior a él mismo. Por esto, cada problema ha de hallar su solución en la propia esencia de nuestros sentimientos. El hombre ha de llevar la ley dentro de sí mismo, porqué como dijo Sócrates: "Nada de lo que se hace con razón es malo".  

Y aunque hemos tocado, a titulo de ejemplo, el problema más espinoso de la vida humana, no es, ni con mucho, el más grave. Lo auténticamente grave en la vida colectiva es el egoísmo. El que ama es siempre en el fondo generoso, por que siempre da algo.  

El egoísmo es la venenosa serpiente que se halla en fondo de todos los "pecados capitales". Las grandes pasiones humanas (soberbia, avaricia, ira, lujuria, gula, envidia y pereza) se alimentan con el amor propio, se visten con un mascarón que se llama orgullo y en el fondo yace la ausencia del sentimiento de dignidad. Ah! ¡Qué enorme error confundir el orgullo con la dignidad o la humildad con la indignidad. Humildad y dignidad son valores de espíritu. Orgullo e indignidad (que casi siempre van juntos), son sentimientos bajos y egoístas. Mejor dicho, son valores negativos porque denotan la ausencia de los sentimientos opuestos. Y buena prueba de ello es que, el orgulloso, cuando ve la ocasión de exhibir o cultivar su pasión, no vacila hasta en humillarse. Lo cual es un contrasentido que su ceguedad le impide ver. Cuando Santa Teresa encontró a Fray Antonio barriendo el pórtico de la iglesia. le preguntó con cierta ironía.: "¿Qué es esto, mi padre? ¿Qué se ha hecho la honra?". A lo que contestó el buen fraile sonriente: "Yo maldije el tiempo que la tuve". Lección que deberían aprender casi todos los llamados "defensores de su honra y de su dignidad", generalmente malos cristianos, incapaces de modestia, que en el fondo ¡sólo defienden su orgullo personal!  

El orgullo es la enfermedad del alma que más dificulta su salvación. Porque el hombre soberbio cree en su valor personal y tiene el sentimiento de que el mundo gira a su alrededor. El orgullo es la hipertrofia de la propia estimación. Generalmente se da en personas mediocres, sobre todo si tienen cierta cultura. Y cuando no hay ni esto, va acompañado de una cierta manía de exhibición con objeto de llamar la atención; cosa que el vanidoso no puede conseguir por el brillo de sus cualidades. Y así llegamos a ese síndrome psicopatológico basado en el orgullo, el recelo y la exhibición, que se llama paranoia. ¡Podrá concebirse cosa más trágica que tener orgullo y no valer nada!  

La humildad y la dignidad, que casi siempre van juntas, son, por el contrario, valores de elegancia espiritual. El humilde se pospone, evita la exhibición no siendo necesaria y no se humilla porque tiene conciencia de que su personalidad es "templo de Dios vivo". Esto le origina un sentimiento de propio respeto personal que en nada se parece a la fatuidad del orgullo. Humildad y humillación son en realidad dos valores opuestos.  

Los "pecados capitales" tienen su raíz en los instintos humanos. Provienen del vicio de los apetitos, que acaban por transformarse en pasiones.  

La soberbia (orgullo) depende del instinto de conservación. La ira tiene el mismo origen.

La lujuria depende del instinto de reproducción.

La avaricia depende del instinto de posesión (en el fondo conservación también).

La gula depende del instinto de nutrición (en el fondo conservación).

La envidia depende del instinto de posesión.

La pereza tiene raíces más oscuras en el instinto de conservación.  

Se llaman "pecados capitales" porque impiden el progreso del alma hacia la espiritualidad. Son pasiones porque hacen padecer. Su permanencia hace enfermar al cuerpo, el cual se desnutre e intoxica, congestiona o palidece; y el rostro se frunce y pierde su serenidad. Solamente la virtud da la fresca alegría y el simpático porte que también es salud. Virtud y salud son términos correlativos.  

Los fundamentos de la moral hay que buscarlos pues en el equilibrio de los instintos y en la armonía entre éstos y la naturaleza espiritual del hombre. No podemos sustraernos al antagonismo entre el espíritu y la materia. La sabiduría estriba en hacerlos complementarios. Es decir, armonizarlos en esencia.  

Se puede disfrutar del apetito nutricio sin caer en la gula; y del reproductivo sin caer en la lujuria. Todo se reduce a usar sin abusar. La satisfacción justa de los apetitos corporales y de los instintos, da tranquilidad al cuerpo y esto predispone a la paz del espíritu. El "combate ascético" por la mortificación de los apetitos de la naturaleza inferior no puede establecerse como sistema general de purificación. El sabio método de la escuela naturista, en cambio, obtiene por una evolución ponderada y grata, la armonía de las apetencias y la moderación de los instintos, poniéndolos de perfecto acuerdo con las más altas finalidades del hombre.  

Debe ser moral lo que es espiritual. Y hasta la vida física en toda su integridad debe estar penetrada por los destellos del espíritu.  

No es espiritual comer carne, porque para proporcionársela hay que ocasionar dolor y aún renunciar a nuestros propios sentimientos de compasión y de justicia. En cambio es espiritual comerse una manzana porque no maltratamos al árbol que la produce. No es espiritual tener comercio con una mujer que a nosotros se entrega por dinero o por frivolidad. Pero sí lo es el amar a la mujer que nos ama, que supo elevar nuestros sentimientos y que se siente feliz albergando en sus entrañas el fruto de este amor.  

La moral es costumbre; pero la costumbre no siempre es buena. No obstante hay que aceptar la vigencia, en la sociedad humana, de un código mínimo de moral, sin perjuicio de que los eternos "sigfredos" del ideal, marchen a contracorriente por el río de la vida. La mayor parte de las gentes necesitan andadores para marchar adelante. Pero hay que cuidar imprescindiblemente de que la observancia de un código de moral no se convierta en una actitud francamente inmoral.  

Observemos la vida de D. Fulano de Tal. Este señor es un honrado comerciante que tiene mujer e hijos. Paga puntualmente a sus proveedores y es altamente apreciado en todo el barrio. Jamás se le ha conocido una deuda ni una borrachera; jamás se retira a su casa después de las diez de la noche; jamás, desde que se casó, ha tocado a otra mujer que no sea la suya. Cuida la educación de sus hijos y mantiene una cordial relación con sus amigos. D. Fulano de Tal es el hombre perfectamente moral. Y es apreciado por la sociedad, porque su vida gris no ha ocasionado a aquella ningún conflicto.  

No obstante, D. Fulano de Tal, en las profundidades de su domicilio, guarda baja siete llaves una cantidad exorbitante de billetes de banco y se pone rojo de ira cuando su mujer le pide uno de ellos para sustituir sus raídas zapatillas. Lo cual no es óbice para que luego comparta el lecho con ella y la obligue a pensar que puede venir el hijo número siete. D. Fulano se siente feliz a la hora de comer, en la que se engulle pantagruélicamente hasta hartarse, la sopa, el cocido, un buen principio de cerdo, vaca o pollo, postres variados en los que no falta su excelente plato de dulce, buen vino y como colofón un soberbio habano que le adormece en los horrores de la digestión, tributaria muchas veces del bicarbonato o la magnesia. D. Fulano de Tal con su tipo orondo de tendero rico, váse diariamente al café con los amigos, donde se complace en lucir la regordeta pinza de su mano que sostiene el puro entre el fulgor de los soberbios brillantes de su sortija. Y cuando sale del café, corresponde con no oculta satisfacción al halago del dueño del café, de los amigos, del cerillero, como también al saludo de las porteras y de los colegas del barrio, entre los cuales discurre la tiesa silueta de nuestro buen D. Fulano.  

En la vida social hay muchos don fulanos, cuyos horizontes mentales no han pasado de sumar diariamente un puñado de monedas y cuya vida personal no ha tenido otros atisbos de espíritu que un cariño paternal enraizado en el instinto de posesión.  

Y en estos casos, el armatoste rutinario de la moral y de la gazmoñería, ha mantenido en la oscuridad a muchos espíritus que hubiesen vibrado con luces de lo alto, si se hubiesen dejado llevar más por los impulsos de su conciencia que por los carriles de la moral al uso. Son los "malhechores del bien" benaventianos. Gente que no crean conflictos a la sociedad y por esto son estimados; pero que en el fondo son un compendio de todos los pecados capitales. Y con esto prostituyen su hogar que, en lugar de ser templo del amor, de la educación y de la templanza, es antro de la gula, de la ira, de la lujuria y demás torvas hermanas. ¡Del egoísmo, en fin! Y así se resquebrajan los propios cimientos de la sociedad y de la religión.  

¡Qué lejos esta moral utilitaria de aquella otra que dimana de la fuente viva del espíritu! ; ¡Qué podrá superar en este aspecto al luminoso contenido del "Sermón de la Montaña"! Pero ¿cuántos lo cumplen?. .  

La palabra de Cristo cae (digo, se eleva) sobre la conciencia oscura de las gentes farisaicas y sobre la mente embotada de los legionarios de la rutina:  

"Si os pegan en una mejilla, poned la otra".

(¿Qué dirán a esto los señores de la dignidad, el honor y el orgullo?).  

"Si te piden la túnica, da también el manto". . .

(¿Qué opinarán los ahorrativos, las tacaños y los avaros?).  

“Reconcíliate con tu hermano antes de depositar tu ofrenda en el altar".

(¿Qué pensarán de esto los que a la vuelta del culto religioso injurian a su criada o guardan rencor a su pariente?).  

"No jurarás ni por el cielo que es el trono de Dios, ni por la tierra que es el estrado de sus pies. . . porque no está en tu mano el hacer un cabello blanco ni negro..."

(¿Que dirán ante esta consigna contundente los caballeros que juran por Dios o por la. Constitución del Estado?).  

"No pidáis que comer ni con qué vestir, porque Dios sabe vuestras necesidades. Él da de comer a las aves del cielo y viste a los lirios de los campos. ¿Cuánto más no hará con vosotros, hombre de poca fe? Buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura”.

(Y a esto nos preguntamos: ¿Qué se dirán las compañías de seguros, los bancos de previsión y las cajas de ahorros?).  

¿Para qué continuar? La sublime palabra de Jesucristo en el Sermón del Monte es el alegato más formidable contra la organización "moral'' de las sociedades actuales; porque se hace todo lo contrario. Y en el fondo es porqué falta la fe.  

No deja de ser curioso para el filósofo observador el contraste que, en los países cristianos existe entre su credo y su vida práctica. Quizá haya quien piense que la doctrina de Cristo no pasa de ser una doctrina individual, sin aplicación a la vida colectiva. Efectivamente, parece aventurado para un padre de familia no asegurar el porvenir de sus hijos con un previsor ahorro; o dar sus cosas al primer necesitado restándolas a la familia. Parece también algo fuerte el dejarse pegar una bofetada sin contestar "dignamente" con una injuria semejante. Por otra parte, es aun más chocante el culto que públicamente se rinde a los pecados capitales con el consentimiento tácito de todos. Ya sea en los espectáculos públicos o en las llamadas fiestas del gran mundo, donde damas y caballeros ostentan la vanidad de sus trajes y de sus joyas (y la hipocresía que es vanidad también de sus palabras); donde también las mujeres extreman el aliño y la frivolidad, engalanándose con afeites, vestidos y calzados, cuyo objetivo oculto es exaltar la lujuria de los hombres, y donde, en fin, la gula y el orgullo tienen su más adecuado vivero. Con el pretexto de la brillantez y de la belleza (y, lo que es aun más lamentable, de la caridad), estas reuniones "de la más alta sociedad" resultan a la postre, cristianamente consideradas, desprovistas totalmente de espiritualidad y altura.  

Esta discrepancia de credo y acto no está justificada por los imperativos de la vida material del hombre. Cabe satisfacer el instinto de nutrición, el de reproducción, el de conservación, el de posesión, etc., dentro de una vida sencilla, honesta, bella y recatada, donde no quepan las estridencias de las humanas pasiones, por muy bien disfrazadas que estas se presenten con galas de caridad, de dignidad y de arte.  

Contra este predominio del mundo, del demonio y de la carne, han lanzado sus anatemas en todos los tiempos, los filósofos y los sacerdotes de todas las religiones. Sin embargo, la gran masa humana ha desoído siempre estas sabias advertencias. La "moral" sin espiritualidad sigue triunfante a pesar de todo.  (109)

Hay que conocer e1 corazón humano y convencerse de que, como dijo Cristo: "ancho es el camino y grande la puerta que conducen a la perdición; pero angosta es a senda y estrecha la puerta que conducen a la salvación". La redención es el magno problema de la vicia humana; pero su puerta augusta solo se irá abriendo para la exigua falange de los preferidos. Preferidos no por otra cosa sino por su espiritualidad, conquistada a fuerza de austeridad, meditación y práctica de la virtud.  

¿Quiere esto decir que la gran masa humana frívola e inconsciente, sea irredenta y se condene total s, definitivamente? La fórmula de redención la expuso también Jesucristo: "Perdonad y seréis perdonados, por que con la medida que midáis se os medirá". A esto añadió más tarde San Pablo: "El que censura lo que el mismo hace, pronuncia su propia condenación". Es el perdón de los pecados ajenos y el propósito de perfección propia, lo que puede colocar al alma humana en el camino de la salvación; pero para aquellas otras almas alocadas, ciegas para todo lo que no sea el placer de los sentidos y la inconsistencia de la vida mundana, no hay más que un crisol de purificación: el dolor. Este abre los ojos de la conciencia, aquieta los sentidos, aparta a la divina psiquis de la luz cegadora de la frivolidad y, gracias a él, un día mira el hombre al fondo de sí mismo. Aquellas pocas almas contumaces que ni aun así lograron el mensaje de lo alto, serán nubladas con la muerte y pagarán al precio de su inconsciencia el apego a la miserable forma material que no será sino polvo de la tierra.  

¿Es esto el aniquilamiento?  

No; la falta de conciencia individual en aquellos elementos que sobreviven a la muerte del cuerpo, no es el aniquilamiento de un alma. ¡El alma es inmortal! Es simplemente un paréntesis en la oscuridad, como ya hemos explicado.  

La Redención es un hecho universal, porque el Universo entero conspira hacia Dios. El alma, chispa divina, en los ciclos indefinidos de, su evolución, va poco a poco, entre el fuego de sus pasiones y el dolor de la vida terrenal, acercándose a su Creador. Un día, el Cristo nacerá en nosotros, como nos prometió San Pablo. Y entonces sentiremos nuestro YO crucificado en las limitaciones de la carne.  

Las magnas perspectivas metafísicas y aun metapsíquicas que acabamos de atisbar, bien merecen la pena de considerar el peligro de una moral carente de espiritualidad. Jamás ningún código de convivencia humana pudo tener más espléndidas posibilidades sociales que el Sermón del Monte, donde se compendia toda la moral cristiana. Lo que ocurre es que, las fórmulas individuales en que ha de traducirse, son distintas de las colectivas. Un individuo puede aguantar la bofetada en una mejilla sin responder en la misma forma; pero una nación no puede soportar la agresión sin responder en la forma adecuada, porque en ello va la vida misma del Estado. Y aunque pudiera parecer que la actitud cristiana nacional debiera ser la de dar dos pedazos de territorio a la nación que le pide uno; esto acabaría por dificultar los más altos fines de las colectividades humanas, que de este modo estarían a merced de los pueblos salteadores. No es el caso del individuo que da por caridad al que no tiene, más de lo que este le pide.  

Individualmente, es cristiano en el más alto grado, no defenderse (Cristo mismo recriminó a Pedro cuando éste trató de hacer frente a los soldados de Roma); pero colectivamente (incluso familiarmente) no puede aceptarse esta actitud que, por ser destructora de la sociedad, comprometería los fines espirituales que cumple la civilización (110) . El sacrificio personal es edificante porque es la obra de un alma individual e inmortal; pero el sacrificio colectivo es contraproducente porque no salva el alma del grupo o de la raza, sino que, por el contrario, destruye las posibilidades de que esta florezca.  

La fórmula colectiva de la caridad cristiana es la justicia. Y esto nos trae a considerar este problema trascendental donde se plantea el conflicto entre la humana justicia y la justicia Divina.

 

  • LA JUSTICIA HUMANA Y LA JUSTICIA DIVINA  

Así corno el hombre ha originada un conflicto entre la selección natural y la selección médica (111) , ha planteado otro no menos trascendental entre la justicia humana y la justicia de Dios.  

La justicia humana se basa en los hechos; la justicia divina en las intenciones: la primera corrige y castiga; la segunda equilibra. Veámoslo.  

El hombre puede errar en obra, pensamiento y palabra. De aquí las tres cruces con que se persigna el cristiano, en el pecho para evitar los malos actos, en la frente para evitar los malos pensamientos, y en la boca para evitar las malas palabras. Ante cualquier situación violenta entre dos seres humanos, lo más fácil de evitar es la violencia de obra; después la palabra injuriosa; y lo más difícil de evitar es el mal pensamiento; no solo por presentar más dificultad el dominio de la mente, sino porque no lo ven ni oyen los demás.  

El hombre verdaderamente espiritual no debe agredir ni con el mal pensamiento. Pero pongámonos en la realidad de las cosas: la mayor parte de los hombres son incapaces de esto y los conflictos surgen a diario. Cuando un hombre maltrata a otro, lo natural, según la ley de acción y reacción, es que este responda al primero en la misma forma. Exactamente igual ocurre en el caso de que la injuria se reduzca a una palabra. Y aun en el caso, menos ostensible, de que sea proyectado simplemente un pensamiento malo u hostil contra otra persona, la mente receptora de esta, sensible como una antena sintonizada, responde por reacción, y a veces sin conciencia de su causa, con un pensamiento análogo. Es ley de la naturaleza material y por tanto del aspecto animal de la vida, la formulada en el postulado de Newton: "La reacción es igual y contraria a la acción". Lo mismo da que la acción sea una piedra que cae en el mar, como que sea una bofetada en la mejilla, un insulto de palabra o una pasión agresiva. La reacción se opera en todos los planos de la naturaleza inferior. (En el caso de una persona que ha sido agredida por medio de una estaca, no solo pueden observarse las reacciones de pensamiento, palabra y obra de la agredida, sino también la reacción fisiológica de los tejidos contundidos (inflamación) y aun la reacción muscular contraria a la dirección del estacazo, para conservar el equilibrio estable).  

Solamente al ser humano de superior categoría, le es dable el privilegio de trascender la ley animal y responder con la ley divina. Es el caso de aquel que "se deja pegar en la mejilla y pone la otra"; que responde al insulto con una palabra de perdón o con el silencio, aun más imponente; y que sabe evitar la vibración de odio ante la pasión violenta del contrario. El hombre capaz de esto ha sublimado la ley material de acción y reacción y ha respondido en el ámbito de la ley espiritual, que no es contraria a la ley natural, sino superior.  (112)

¡Maravilloso privilegio el del hombre espiritual! ¡Sublime enseñanza la de Cristo! ¿No es ésta la fórmula de redención?  

Pero la justicia humana se basa en los hechos. No pasa del plano de la pasión. Se castigan los malos actos y las palabras injuriosas; mas no puede inmiscuirse en las malas pasiones, los perversos pensamientos y las intenciones torcidas. Esto queda relegado a la jurisdicción de la justicia divina que obra por medio de su ley de acción y reacción. Es más: un acto malo puede no haber sido provocado por una mala intención ni un perverso pensamiento: "El infierno está empedrado con buenas intenciones" dice un refrán. El padre que roba, después de haber agotado todos los medios lícitos, para cumplir con su "deber" de dar pan a sus hijos, no es un perverso. No obstante, los hombres le castigan; pero la justicia divina es muy otra para con él, y Dios le habla en su conciencia. No es el caso del ladrón por instinto o profesional.  

Esto demuestra la base inconsistente de la humana justicia. Un hombre no está nunca capacitado para juzgar a otro hambre. Por esto dijo Jesús: "Como juzguéis así seréis juzgados". Parque, efectivamente, para juzgar, hace falta ser de naturaleza superior a aquel a quien se juzga. Y cuando Jesucristo no se atrevió a juzgar y en cambio otorgó su perdón a la mujer adúltera y a otros muchos pecadores, ¿qué tendríamos que hacer los demás hombres? 

Pero no basta considerar la frágil base de la justicia humana. Es necesario profundizar en su sentido oculto y comprender el papel que la corresponde en el plan de la justicia divina. Como intuye Leibnitz, no se puede tomar aisladamente un hecho; no conocemos los planes totales de Dios, sino que sería menester verlos en la totalidad de sus designios.  

Además hay que comprender que Dios ha permitido pecar a los hombres, porque el mal moral a que esto conduce, es motivo de otros bienes mayores (desarrollo de cualidades espirituales en la adversidad) y sobre todo, porque el pecado supone la. libertad de iniciativa del ser humano, que es la condición síne qua non de su evolución espiritual. El pecado es un mal, pero condiciona el bien supremo de la libertad. La justicia humana que castiga el pecado y la maldad, entra pues en la órbita de la justicia divina: no es más que un medio de ésta. Porque seria absurdo pensar que deban ser castigados actos permitidos por Dios.  

Pero la justicia no es solamente el hecho de la reacción social contra el mal, sino también una recompensa del bien. Hay que dar a cada cual lo que le corresponde según su actuación; no ya dejando que se cumpla espontánea y automáticamente la ley de acción y reacción en lo social, sino como acto consciente de la colectividad. De aquí nace la noción del derecho y su instrumento: la justicia. Y a esta le corresponde administrar las consecuencias de los actos humanos. De aquí que, el Estado no tiene que ser caritativo sino justo; y debe, si es cristiano, convertir el amor en un tipo de derecho mínimo, dentro del cual queden satisfechos los más elevados anhelos del corazón. Y de este modo la justicia no será castigo sino ley distributiva; es decir, el instrumento regulador de la actividad social.  (113)

Pero es menester entrar en el concepto de justicia Divina.  

El hombre que ajusta su vida al cumplimiento de las leyes naturales que la rigen, desenvuelve su vida conforme a una evolución normal: hace lo que debe (ley del "Dharma" de los filósofos orientales). El que obra en contra de las leyes de la Naturaleza, se crea conflictos dolorosos, cuya finalidad es restablecer el equilibrio natural y el imperio del orden establecido (ley del "Karma" oriental o "Némesis" de los antiguos griegos).  

La reacción del medio que nos rodea (sea físico, social o psíquico) a nuestros actos perturbadores, no podemos estimarlos jamás como un "castigo" de Dios; sino como un movimiento correctivo destinado a restablecer el equilibrio perturbado por nuestros actos; de acuerdo con el universal automatismo de la citada ley. La suerte y la desgracia no san pues hechos del azar o casualidades, sino consecuencias de la causalidad y el determinismo matemático del Universo, obradas según la ley de causa y efecto tantas veces citada. Aunque muchas veces nuestro entendimiento sea incapaz de captar esa relación o hilo del Destino, que enlaza un efecto con su causa.  

Cuando un individuo realiza un atentado contra la seguridad pública y recibe la respuesta airada de las personas que le rodean y el castigo de la justicia, la hilación de causa y efecto no es difícil.  

Si un individuo al hacer un esfuerzo superior a sus capacidades se rompe un brazo, tampoco hay dificultad en establecer la causalidad del hecho.  

Pero ocurre muchísimas veces que, una persona cuya actuación en familia y en sociedad ha sido extremada en corrección, prudencia y bondad, se encuentra afligida por desgracias y tribulaciones sin cuento cuya causa no aparece clara. ¿Porqué seré yo tan desgraciado si me porto bien con todo el mundo? se dice. Esta persona, a pesar de las naturales reacciones de afecto y consideración que su actitud inspira a los que le rodean y tratan, es altamente desdichada porque carece de medios económicos, se la mueren personas queridas, padece persecuciones injustas, sufre enfermedades de origen oscuro, etc. Es, como dice la conocida frase, el rigor de las desdichas, sin que se vea la razón de ello.  

En casos como este, la busca del hilo de su Destino es difícil, aunque no por ello deje de existir. Y entonces hay que admitir la existencia de causas remotas que no produjeron su efecto inmediato. Cuando por interferencias de las circunstancias de la vida, una causa no produce su efecto a continuación (como, por ejemplo, en el caso de uno que logra evadir la oportuna acción de la justicia), este efecto queda latente como una fuerza constantemente amenazadora. Puede incluso sumarse a otros efectos latentes que por motivos análogos no han tenido eficiencia. Pero llega un día para ella en que suena la hora decisiva de la justificación y entonces los efectos se realizan como una Némesis vengadora, como un karma acumulado.  

Sabemos por ley física bien conocida que, cuando un gas sufre la acción de presiones y temperaturas bajas extremas, cambia de estado, licuándose. Esta es su ley de Justificación. Ley que también se cumple en el mundo de la psiquis. Pero como advierte sabiamente un refrán popular, que constituye una verdadera ley, "Dios aprieta pero no ahoga". Es decir que, la presión extrema, en bien o en mal, de motivos acumulados, llega un día a producir un cambio de estado en la naturaleza, como en la vida social e individual. Las guerras, las revoluciones, las epidemias, los cambios súbitos de fortuna, etc., son ejemplos que no pueden atribuirse a la acción inmediata de una sola causa.  

Pero no podemos contentarnos con el convencimiento de que ciertas causas y sus efectos se hallan espaciados por otros acontecimientos a lo largo de la vida. Hemos de llegar a la evidencia de que muchos efectos realizados en esta vida, tienen su causa fuera de ella (karma trascendente) y entonces hay que pensar en que la vida del alma no ha comenzado con la del cuerpo. Pues lo que verdaderamente no puede admitirse, creyendo en la justicia de Dios, es que éste sea capaz de crear almas que nazcan para el dolor y otras cuyo destino sea la felicidad en la Tierra; unas que sean genios y otras que sean cretinas. Es razonable pensar que el Destino de las criaturas es su propia obra, según la ley.  

Por consecuencia, la justicia humana (que actúa según les hechos) forma parte del plan de justicia divina distributiva. Solamente así cabe explicarse que la primera, a pesar del rigor y la seriedad con que generalmente se administra, cometa errores garrafales y aun condene a muerte a un inocente. Estas consecuencias erradas, que dimanan de la equivocada interpretación de los hechos, forman parte, indudablemente, del plan de justicia divina que se vale del instrumento de la justicia humana. Y de esta manera los pecados de intención (solamente valorables por Dios o por el Yo) hallan su contrapartida en los delitos de hecho; y la sanción llega un día, trascendiendo, si es necesario, la vida física.  

El considerar así las cosas no supone un concepto fatalista de la vida. El "estaba escrito" de los musulmanes, no reza con nuestro punto de vista. Es el hombre mismo quien va, con sus actos, palabras y pensamientos, escribiendo su Destino. Y es la correlación de causas y efectos, la que va determinando con rigor y justicia perfectos, la cosecha que cada hombre ha de recoger. "Quien siembra vientos recoge tempestades", dice el refrán. Pero queda totalmente a nuestro albedrío la naturaleza de los hechos que sembramos. Así pues, fatalismo no; determinismo sí.  

Comprendido de este modo el mecanismo de la vida en lo que respecta al Destino de las criaturas, cesaremos de atribuir a entidades metafísicas (dioses, ángeles, santos o demonios...) o a las demás personas, nuestros dolores o nuestras alegrías. Dios instituyó una ley justa con la que se regulan las consecuencias de nuestras acciones; y lo demás depende de nuestra iniciativa.  

Entonces se nos dirá ¿son inútiles las rogativas y oraciones para mitigar el rigor de nuestras tribulaciones o para conseguir nuestros deseos? Evidentemente, nada puede lograr que dejen de cumplirse las leyes de la Naturaleza estatuidas por Dios; pero es también evidente que una fervorosa actitud, un momento de inspiración o una sincera invocación, pueden, precisamente por virtud de la propia ley natural, transmutar un efecto o derivar una consecuencia. La ley es una fuerza neutra que no determina la calidad del acto. Es a modo de una corriente de agua, a la que, si sé la interpone una turbina produce electricidad y si se la interpone un molino produce harina. Una vez que una acción nuestra ha provocada la reacción del medio que nos rodea, el efecto (que es lo fatal) queda determinado por la actitud de nuestra alma. Si provocamos una reacción mala, podremos con un arrepentimiento sincero, incluso transmutarla en buena; pero nunca podremos evitar que haya reacción. Esto a la postre, equivale a la interposición de la turbina o del molino de nuestro ejemplo. Como también es muy cierto que la corriente (la ley) dejada a su libre trayectoria, (dejada a la voluntad de Dios) no es causa de conflictos (ni de alegrías ni de pesares) sino de absoluta paz. Es el Dharma que elude el Karma: El Deber que evita el Castigo.  

Una oración o invocación puede tener un efecto, a condición de que sea altruista o de que albergue una actitud sincera y elevada. Rogar para conseguir una ventaja personal en contra de la ley o con un propósito que no sea de propia superación, es absolutamente inútil. Y esto se explica por la misma ley en cuestión. La rogativa, oración o invocación, es un acto por medio del cual nuestra persona hace una llamada a la naturaleza divina para conseguir un efecto. Lo superior responde con una reacción en la cual se realiza un acto según ley de jerarquía, por la cual lo inferior se subordina a lo superior. Y nunca puede estar en los designios de lo superior, ni violentar una ley de Dios, ni conceder algo que responda al deseo egoísta de la naturaleza inferior y no al orden de finalidad de la naturaleza superior. No se puede rogar a Dios paca exterminar a un enemigo; pero sí para lograr alimento para un hambriento. La oración egoísta es tan inútil como escupir al cielo, porque contradice su propia naturaleza.  

De lo dicho se desprende que el Destino no es una cosa fatal, sino que puede ser interferido y modificado por los propios hechos y actitudes de cada persona... Esta es la única que determina su porvenir dentro del mecanismo de la ley.  

Con este concepto, de raíz puramente aria, el hombre no resulta un vasallo de Dios, sino una criatura libre. A Dios, para ser justo, suponernos que le basta con haber estatuido un código de leyes naturales, que distribuyen o administran las iniciativas de la voluntad individual.  (114)

Por esto se comprende que el hombre sea el único redentor de sus pecados sin más que un cambio de dirección en su conducta errónea. Y es más: La penitencia voluntariamente impuesta (que viene a ser un autocastigo), sobre todo si rebasa el límite natural de las consecuencias del pecado, es el único medio eficaz para anular la reacción kármica en contra nuestra. Es como si corriésemos más que un vehículo que nos quiere atropellar. La penitencia nos adelanta al castigo y éste no nos alcanza. Es la rectificación consciente.  

Más, también existe un Destino o karma colectivo (continental, racial, nacional, popular, etc.) por actos de grupos humanos en conjunto, al cual queda sometido relativamente, el sino individual. Una persona sufre pérdidas y desgracias por consecuencia de una guerra a de una revolución de su país. Otra, por su mejor Destino, permanece incólume en medio de la catástrofe o logra marchar a país tranquilo.  

Los países, las tribus, las sociedades, tienen un alma colectiva (115) que se hace responsable de los actos comunes y cosecha los resultados de su siembra.  

Compréndese la variedad insospechada de efectos que esto agrega al Destino individual.  

Más si a ello sumamos las complicaciones que entraña en cada caso la conjunción de las distintas modalidades de karma (inmediato, acumulado, trascendente y colectivo) a lo largo de la vida del individuo, entenderemos perfectamente las resultantes, a veces sorprendentes, a que puede dar lugar en cada momento. (116)  

El mundo entero se ha desatado en terribles batallas que no han bastado a contener ni las leyes, ni los derechos, ni los convenios y tratados internacionales, ni siquiera el “ amáos los unos a los otros" que salió de los labios de Jesucristo. Religiones, derechos políticos y formas sociales han sido impotentes para frenar las humanas pasiones. Y es porque la civilización ha olvidado las íntimas realidades del ser humano.  

Más es curioso y aleccionador que en este caos de la política y de la religión, solamente ha prevalecido con potencia insospechada. y se ha defendido con vitalidad inaudita, una institución: la familia. En el campo de batalla, como en las celdas de los presidios, los hombres se olvidaron de sus credos políticos y aun de sus creencias metafísicas, para pensar solamente en su mujer, sus hijos, sus padres y sus hermanos. Todo su anhelo era volver con los suyos y dedicarles los mejores afanes de su vicia, para compensar los que antaño les restaron por haberse ocupado en el cultivo y propaganda de ideales sociales, políticos o religiosos. Por su parte, la mujer y los hijos de los presos o de los soldados, supieron resistir y adaptarse con heroicidad sin límites a la nueva situación que les había creado la falta del esposo y del padre. La familia, célula social del organismo colectivo, se ha defendido con una potencia elemental y única.  

¿Se ha pensado porqué ha ocurrido esto?  

He aquí la explicación: Cuando fracasan los ideales del espíritu, se exaltan las atracciones instintivas, que en el fondo son las de fundamento más sólido y perdurable. La familia es la fórmula de administrar todos los instintos humanos. Y nada social o religioso que vaya contra los instintos humanos es viable.  

El instinto y el egoísmo podrán ser dominados, pero nunca anulados, por la naturaleza espiritual. Y cuando los designios de esta flaquean o fracasan, la naturaleza instintiva vuelve por sus fueros y se apresta a la defensa de lo que es fundamental para la vida.  

Las ideas sociales y religiosas que van contra los humanos instintos, no pueden prevalecer, porque fingen desconocer las realidades en que se basa la existencia humana. Y en los momentos críticos de la historia, el vendabal de los acontecimientos deshace implacablemente instituciones, organizaciones y credos, sobre cuyo caos prevalece como roca inexpugnable esa pequeña pero poderosa célula de la familia.  

Una sociedad que quiera desconocer la libertad, la familia o la propiedad, está llamada al fracaso o a la transformación, por que va contra los instintos básicos. El idealismo de aquel precepto de “Amáos los unos a los otros" no tiene fuerza para imponerse como realidad social más que en, el seno de la familia (y no en todas). Los hombres no se aman como hermanos sino que se odian como lobos a la menor discrepancia ideológica. Esta es la realidad que estamos viendo. El llamáos los unos a los otros" deberíamos sustituirlo por la viable fórmula democrática "respetas los unos a los otros" que esto si es factible.  

Los sublimes consejos del Sermón de la Montaña no han bastado para que los cañones, las ametralladoras y los aviones de los cristianos dejen de efectuar su labor trágica y desoladora. Si los hombres no aciertan a amarse, que se respeten. Si no pueden ser caritativos, que sean justos. Si no son capaces de buscar los tesoros del espíritu, que puedan al menos disfrutar en la tierra de una, vida confortable... Él hombre que tiene satisfechas, en el seno de su familia, todas las necesidades de su cuerpo y de su alma, es más difícil que se convierta en enemigo de sus semejantes. Por esto, la justicia y el respeto son más eficaces para la vicia social que el sacrificio y la caridad; que estas últimas virtudes sólo pueden ser el exponente espiritual del individuo. La colectividad es egoísta pero no espiritual y por tanto, la caridad de la colectividad hacia cada uno de sus individuos componentes, no tiene más fórmula que la Justicia distributiva. No prodiguemos los asilos, internados y montes de piedad. Procuremos, en cambio, que todos los hombres tengan los medios suficientes para vivir holgadamente, sanos y confortables, en una bella casa, en el seno de su familia. Y esto es una cuestión de educación, de justicia y de higiene, los tres pilares en que deberá descansar toda sociedad bien constituida.  

El hombre ha hecho de la Tierra un infierno, porque ha administrado mal su egoísmo. Le ha querido reprimir en lugar de encauzarle. Y esta fuerza cohartada, naturalmente, se ha tornado en elemento de perturbación. Convengamos en que toda individualidad humana es una fuerza; y a ninguna fuerza se la puede destruir poniéndola diques. Es más sabio encauzarla o canalizarla para que sea aprovechada. Al carterista de tranvías puede dársele ocasión de ser un buen prestidigitador y asegurarle un sueldo para vivir honradamente. Un robo hábil, como una corrida de toros, puede ser un bonito espectáculo: No habría más que quitar al primero su sello inmoral y a la segunda su nota cruel. El cinematógrafo ha venido a darnos la razón con sus películas de "detectives" y ladrones.  

Se deduce de todo lo dicho que hay que dejar al individuo toda su libertad de iniciativa dentro del orden social. Lo que no se haga así, discurrirá por caminos ocultos en los que será difícil atacar el mal.  

He aquí pues un programa de sociología biológica capaz de hacer de la Tierra un paraíso: Individualismo, Familia, Democracia, Libertad, Moral pragmática o utilitaria, Justicia, Educación e Higiene. Pues como decía la sentencia escrita en el templo de Delos: "Entre todas las cosas, la justicia es la más bella; la salud, la más útil; la posesión de lo que se ama, la más agradable".  

Pero también es gran verdad que ninguna sociedad puede llegar a ser perfecta sin el pulimento y ennoblecimiento de cada lino de sus Miembros o individuos. La belleza del todo se hace con la de cada una de sus partes. "Quien procura ennoblecer lo pequeño educa el alma para afrontar la majestad de lo grande" dijo Platón. "Si no me rodeáis de belleza en las cosas pequeñas no podré imaginar bellamente las grandes" dijo Goethe. La política de educación e higiene, al perfeccionar a cada uno de los ciudadanos, hará también perfecta y grande a la sociedad humana. ¡Feliz el día en que cada ciudadano del mundo pudiera mirarse en el espejo!, no del "arcandro" de Niestzche, sino de aquel ideal humano reflejado en los versos de Rudyard Kipling:  

Si la calma consigues mantener inmutable

Cuando todos la pierdan y te juzguen culpable;

Si las dudas ajenas no abaten tu optimismo

y, perdonando errores, fe muestras en ti mismo;

si jamás la esperanza, te sorprende cansado;

si desprecias calumnias cuando seas calumniado;

si al odio no da albergue tu corazón dolido

cuando sufras la ofensa de verte aborrecido;

si eres sencillo y nunca pecas de sentencioso

y fatuo no te hace el ser más bondadoso;

si soñar te es posible sin rendirte al ensueño,

ni a un solo pensamiento se limita tu empeño;

si aceptas el triunfo lo mismo que el fracaso

siempre que en tu camino quieran salirte al paso;

si puedes asimismo sufrir que tus verdades

otros labios las truequen en torpes liviandades

y, con procedimientos de picaresca y Hampa

de incautos y de bobos las conviertan en trampa;

si al ver rota. en el suelo la ilusión de tu vida

te inclinas a rehacerla, aún con el alma herida;

si en tus manes abiertas, inundadas de luz,

recibes y te juegas a un simple "cara o cruz

las ganancias que tengas y, después de perder,

te dispones de nuevo la jornada a emprender;

si puedes obligar al nervio, al corazón

y al músculo a servirte en plena extenuación

porque tu voluntad, ágil, perseverante,

alce su voz despierta y te grite: ¡Adelante!;

si tratas al plebeyo y al hacerlo te vales

de comprensión y trato; si con personas reales

te vieses obligado a alternar, y entre ellas

no te olvidaras nunca de las gentes aquellas;

si lo mismo que tiendes franca mano al amigo

eres, en la contienda, noble con tu enemigo,

y entre las convivencias que impone cada día

consideras a todos sin dar en demasía;

si al minuto implacable consigues valorar

en sesenta segundos de avance al caminar...,

estará el mundo entero sujeto a tu albedrío,

y serás todo un hombre, ¡ Todo un hombre, hijo mío! .  (117)

Pero esto, al fin, es un ideal de superación asequible solamente para los elegidos. La mayor parte de los hombres cifran su felicidad terrenal en comer bien, reproducirse a placer, tener c3inero y casa, personas a quienes querer, vivir con orden y disfrutar de salud y libertad. Para esto, indudablemente, no hay mejor solución que la citada fórmula de constituir una familia.

Pero la familia no es en sí la fórmula de máxima espiritualidad, aunque en ella se limen gran parte de los egoísmos humanos y se cultiven las más hermosas flores del sacrificio. La máxima espiritualidad no está en bien administrar los instintos, sino en superarlos. Y esto, aunque individualmente pueda lograrse en algún caso dentro de la familia, no necesita de la familia. Y en muchos casos la familia es un inconveniente para ello. De aquí la otra fórmula del aislamiento ascético o cenobítico, que encierra el grave peligro de convertirse en estufa de cultivo de un egoísmo desmedido, buscando la salvación propia sin ocuparse de los demás ni de cultivar sentimientos con calor de humanidad. ¡Qué es tanto como no salvarse!  

Por esto, la vida austera al servicio de la Humanidad, sea o no por camino profesional religioso, dentro o fuera de la familia, será siempre la fórmula de las realidades espirituales.  

 

  • LAS HEREJIAS  

Herejía es toda creencia que se aparta de la recta doctrina de cualquier religión. Así, toda religión es una herejía para las demás.  

Pero no nos referimos a esto, sino a las discrepancias dentro de la misma religión, como quiere expresar la propia palabra "herejía" de hairein, escoger, elegir.  

Hay tres verdades comunes a todas las religiones del planeta, a saber:  

1º La existencia de Dios.

2º La inmortalidad del alma.

3º La existencia de seres intermediarios entre Dios y el hombre.  

Si por esto fuera, podríamos decir que todos los hombres tenemos la misma religión. Pero la cuestión de forma y de palabra, nos divide con mayor virulencia aún que la diferencia de lenguas. Esta división es natural, pero debería llevar aparejado el más absoluto respeto a la religión de los demás.  

La utilidad de una religión depende de su capacidad para conmover el sentimiento. Este es la puerta de entrada de toda intuición religiosa. No hay religión sin emoción previa.  

Entonces, ¿cómo puede explicarse la contumacia de los que tratan de imponer, a cualquier persona los dogmas y rituales de una religión que no le afecta? Un poco de buen sentido impediría esto. Bien está exponer; pero toda imposición se hace antipática. Y esto es todo lo contrario de sensibilizar la emoción ascendente que ha de llevarnos a un estado de conciencia religioso.  

"Comprender es amar" dijo Anatole France; más la antipatía es el obstáculo seguro para todo amor y para toda compresión. El sabio que en su laboratorio llega a la intuición de los Principios, por la emoción de sus estudios o descubrimientos, está en pleno canino religioso. Oficia diariamente en el altar de la ciencia con el ritual misterioso de la química, de la física o de la biología. Y muchas veces es tan santo y tan austero como el mejor religioso, y en ciertos casos, más austero que cualquier religioso mundano. ¿A qué imponerle otra religión si está en contemplación, o sea en pleno templa con la `Terciad?  

El artista que, como Rafael, Leonardo a Beethoven, nos da una vida de constante. inspiración, ¿para qué necesita de otro rito? Por ventura ¿no participa de la Divina Presencia, fuente de todo poder creador? ¿No actúa el espíritu en él, como quiere decirnos la propia palabra inspiración?  

¿Podría cualquier fórmula religiosa calar más hondo que todo aquello que constituye el anhelo y la razón de su vida? "El que tiene un arte no necesita religión" dijo también Beethoven, el divino inspirado.  

Es menester meditar profundamente estas cosas, para no caer en sectarismos, actitudes y dogmas infecundos; porque gran verdad es la de que, toda sublimación del pensamiento o del sentimiento, conduce a Dios, y nadie tiene el monopolio de administrar sus dones.  

Si toda diferencia de religión es respetable, lo es mucho más toda diferencia de criterio dentro de la misma religión. Sin embargo, por aquello de que "no hay peor cuña que la de la misma madera", las herejías han sido enérgicamente combatidas por los ortodoxos.  

Las más importantes herejías del Cristianismo, giran alrededor del concepto de la Trinidad Divina y de la figura de Cristo. Hubo quienes atacaron la doctrina negando la divinidad de Cristo, como los Ebionitas; y otros atacando su existencia humana, como los Marcionitas, los Monofisitas y los Jacobitas (de Jacob Zanzalo, obispo de Edesa).  

Noeto en el siglo III decía ser Cristo el mismo que el Padre y el Espíritu Santo. Sabelio y Pablo de Samosata en el mismo siglo, afirmaban que "el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son sino una sola persona con diferentes nombres". En el siglo I y en tiempos de los apóstoles, Simón el Mago dijo que "el Padre había dado en tiempo de Moisés la ley a los Hebreos en el Sinai; que Él mismo en tiempo de Tiberio, se había mostrado visiblemente bajo la forma del Hijo; y fue quien vino después, bajo el título de Espíritu Santo, envuelto en lenguas de fuego". Lo mismo dijeron Esquines y Praxeas, en el siglo II, según Tertuliano. Todo esto parece ser consecuencia de las doctrinas de Platón que ponía en Dios ciertas "emanaciones virtuosas" por las que se unía con la materia, sacando el Universo del caos primitivo y viniendo a ser de este modo un verdadero hijo suyo.  

Arrio metodizó la herejía antitrinitaria sostenida por griegos y judíos en Alejandría desde el primer siglo de la Iglesia; y que consistía en negar la divinidad del Verbo. Y fue condenada en el Concilio Ecuménico de Nicea el año 325.  

En el siglo IV, Arrío sintetizó estas herejías de la siguiente manera:  

1) El Hijo no procede del Ser del Padre, sino de la nada. Por lo tanto no es igual al Padre en la naturaleza divina.  

2) Salido de la nada por voluntad del Padre, es verdaderamente una criatura, si bien la más perfecta, pues todas las demás han sido hechas por él (el Hijo).  

3) No es eterno como el Padre, aunque fue hecho antes de todo tiempo. El Padre tiene sobre él una prioridad parecida a la temporal.  

4) El Hijo pues, no es verdadero Dios y solo impropiamente se puede llamar Hijo de Dios.  

Esta doctrina de Arrío fue combatida en el Concilio 1º Universal de Nicea que fijó la doctrina de la siguiente manera:  

"Y un solo Señor, Jesucristo, Hijo unigénito de Dios. Y nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no hecho, consubstancial al Padre: por quien todas las cosas han sido hechas".  

Arrío fue excomulgado y desterrado; pero volvió a los 10 años e hizo escuela. Una de éstas fue el "macedonianismo" que extendió la argumentación al Espíritu Santo, diciendo: "El Espíritu Santo es criatura hecha por medio del Hijo, servidor de ambos, pura criatura semejante a los ángeles".  

Esto último fue combatido en el Concilio de Constantinopla en el año 481, diciendo: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y vivificador. Que del Padre y del Hijo procede. Que con el Padre y el Hijo juntamente es adorada y glorificado. Que habló por los profetas".  

Nestorio negaba a la Virgen el título de Madre de Dios, cuya herejía fue condenada por el Concilio de Efeso en el año 431. Y, según la tradición, todos los asistentes, al salir del concilio, entonaron el "Santa María Madre de Dios" como inspirados por el Espíritu Santo.  

Eutiques, como Nestorio, negaba la divinidad de la Virgen y también la existencia humana del Cristo (doctrina monofisita); y su herejía fue condenada por el Concilio de Calcedonia en el 451.  (118)

Los sucesores de Nestorio fueron combatidos por el 5° Concilio de Constantinopla, el año 553. Los Monotelistas, que fueron anatematizados por el Concilio 6º celebrado en Constantinopla el año 680, ponían en Cristo una sola voluntad.  

Los Iconoclastas o destructores de imágenes, fueron condenados por el Concilio de Nicea del año 787.  

Focio causante del cisma griego, que negaba obediencia al papa, fue combatido por el Concilio de Constantinopla en el año 869. Estos ocho primeros concilios fueron los llamados griegos, para distinguirlos de los concilios latinos que fueron trece.  

De estos últimos, el noveno celebrado en Letrán en 1123, se decidió en favor de las Cruzadas; el décimo, también reunido en Letrán el año 1139, trató de unir a griegos y latinos contra los albigenses (119). El decimotercero reunido en Lyón en el año 1245, condenó por cismático al emperador Federico de Alemania; el decimocuarto celebrado en Lyón el año 1274, combatió el concepto de los griegos por el cual se afirmaba que el Espíritu Santo procedía solamente del Padre. El concilio decimoquinto celebrado en Viena el año 1312, fue el del célebre proceso contra los Templarios, cuya orden fundada en 1118, fue disuelta el 6 de Mayo de 1312 (120)  . Los Concilios l6°, 17° y 18º, celebrados respectivamente en Constanza (1414), Basilea (1431) y Florencia (1441), se dedicaron a estudiar el cisma de la Iglesia. El decimonoveno, de Letrán en 1511, condenó el Conciliábulo de Pisa. El vigésimo reunido en Trento el año 1545, laboró contra el protestantismo. Y el vigésimoprimero o Concilio Vaticano, en el cual nos hallamos, se reunió por primera vez en Roma el año 1869 para condenar los "errores modernos".  

Los profundísimos problemas metafísicos y filosóficos que han constituido el tema de las herejías más famosas, no pueden estudiarse y menos resolverse, más que por una larga y serena meditación hecha por cerebros muy preparados. Todo lo que es de sólida y profunda la doctrina elaborada por los genios de la teología, como Santo Tomás, San Agustín, San Isidoro, Raimundo Lulio, etc., nos parece superficial la labor de los Concilios, que en realidad no han hecho más que dogmatizar en materia opinable. Si el Espíritu Santo procede o no solamente del Padre, es asunto demasiado sutil y profundo para debatirse en un concilio y menos para. ponerse a votación; porque un hombre inspirado por Dios puede tener razón contra una multitud sectaria.  

Queremos suponer que todos los herejes, como pensadores eminentes, obraran de buena fe; y sin defender a priori ninguna de sus afirmaciones, si debemos dejar sentado, en buena teoría del conocimiento, que los problemas en que ellos discreparon de la doctrina recta de la Iglesia, deben ser aún cuidadosamente examinados, por lo que pudieran suponer de facetas de la única Verdad inasequible por la mente humana.

 

Dice Roso de Luna, en el Prólogo (págs. 52 y 53) de sus "Conferencias teosóficas en América del Sur", lo que sigue: "Hoy mismo está agonizando el Cristianismo, porque nada hay más fatal para la Humanidad que imponer frente al código moral de la teosofía de nuestra conciencia un patrón que es un dogma. Quien no alcance o quien sobrepuje esta medida arbitraria, por el dharma marcada, queda fuera contra el principio de la universal fraternidad. Establecer, pues, en una sociedad un código de moral, es imponer un dogma que precisa para su mantenimiento de un papa y un concilio. Si la Sociedad Teosófica impusiese, pues, un código de moral a la manera del Cristianismo al usa, sucedería con ella lo que pasó con la Iglesia en los primeros siglos. Cada perfil nuevo que se agregaba a la amplísima e inspirada doctrina de Jesús, costaba un río de sangre y un cisma, que dejaba fuera de ella sino a los más, seguramente a los mejores. Por eso, hacer sin mistificaciones la historia de las herejías eclesiásticas es hacer la historia del progreso de la Humanidad".  

Y es que, insistiendo en nuestro sentir, esa moral sistemática que siguen la mayor parte de las personas, según la creencia admitida en la sociedad, se nos hace insuficiente y a veces sospechosa. Tanto se confía en ella, que no se inculca como fuerza de espíritu o como razón suasoria, sino como rutina consuetudinaria. Por eso falla tantas veces en circunstancias extremas.  

Creemos en la moral de los que en momentos críticos no pierden la moral, y en la de aquellos que aun faltando al rigor de la moral admitida, saben, en circunstancias apremiantes, obrar con valor y elevación y decidir con soluciones espirituales.  

Estimarnos como una de las mayores desdichas del hombre el encerrar su pensamiento dentro del círculo de cualquier ideología dogmática, porque esto equivale a limitar los horizontes de la mente y, por consiguiente, incapacitarse para captar verdades cada vez más amplias y perfectas. La falta de libertad del pensamiento, dificulta el desarrollo espiritual y, por tanto, la salvación del alma.  

Antes de terminar con este punto, réstanos decir algunas palabras sobre la más famosa de las herejías gestadas en tierra hispana: Se trata de la herejía de Prisciliano, cuyo escenario del "Campus Stellae" (o campo de la estrella) es hoy asiento de la célebre y bellísima ciudad de Santiago de Compostela.  

Los priscilianistas, después de la muerte del gran heresiarca, ejecutado por el emperador Máximo en Tréveris, organizaron peregrinaciones periódicas al campo donde se guardaba, bajo la protección de la reina Lupa, el sepulcro, sobre el cual, según la tradición, se aparecía una estrella en señal de reconocimiento.  

Estas peregrinaciones tenían su precedente legendario en otras celtodruídicas del culto solar primitivo, que venían desde lejanas tierras hasta el arasolis de Finisterre, punto el más avanzado del occidente europeo.  

El priscilianismo, fue indudablemente un movimiento gnóstico enraizado en la religiosidad céltica, con vistas a su injerto en la religión católica. Prisciliano, hombre de vida apartada, filosófica y austera, fue la última representación del espíritu poderoso de los "druidas"; algo así como la plasmación en la conciencia cristiana del panteísmo milenario de los primitivos arios, que aun vibraba en el corazón de los pueblos de occidente.  

El recuerdo de aquellos cultos crueles que oficiaban las sacerdotisas de la isla de Senne en la Armórica occidental, nos evoca el origen de la ciudad de Santiago de Compostela, cuando solamente era una humilde colonia de cenobios llamada "Arca Marmórica".  (121)

Este nombre, ligado a la idea de sepulcro o monumento funerario, justifica la tradición "sepulcral" del lugar continuada con la del sepulcro de Prisciliano, cuyos restos fueron "misteriosamente trasladados" al patrio suelo gallego, y más tarde con la del sepulcro de Santiago, cuyo cadáver se dice también traído a Galicia en un "arca" o "barca", cuya significación es la misma que la de todas las "barcas" tradicionales.  

Con Prisciliano murieron Felicísimo y Armenio, el poeta Latroniano y Eucrocia (dueña esta de extensas propiedades en Aquitania) y más tarde otros dos de sus discípulos: Aurelio y Asarivo. Su herejía duró desde el último tercio del siglo IV hasta mediados del siglo VI, pero la fuerza y la autonomía del espíritu celtogalaica (del cual Prisciliano fue su máximo exponente) aun duró hasta el siglo XII, en que Roma creía en la posibilidad de un cisma occidental, cuyo temor procuró deshacer el arzobispo Diego Gelmírez en su visita ad sacra limina.  

La posibilidad de la división del tronco cristiano en una iglesia compostelana, otra templaria o sanjuanista y otra romana, quedó ahogada en sangre con el triunfo de la romana. Mártir de la occidental santiaguina fue Prisciliano; mártir de la juanista fue Jacobo Molai.  (122)

La Iglesia católica, en tiempos de Alfonso II el Casto en el siglo IX, con objeto de aplastar definitivamente la herejía, sustituyó las peregrinaciones priscilianistas por las del apóstol Santiago, cuyo sepulcro se afirmaba haber sido encontrado precisamente en Compostela.  

Autores hay que niegan la venida en vida de Santiago a España; entre ellos el cardenal Baronio, frecuentemente encomiado como gran crítico por el Padre Feijóo (123); otros niegan la autenticidad de su sepultura compostelana, y en apoyo de esta tesis, aducen el resultado del reconocimiento hecho en el siglo XIX por un grupo de médicos en el sepulcro del supuesto apóstol. Encontráronse con los restos de éste, los esqueletos de otras dos personas, una de las cuales era una mujer. Y es sabido que Prisciliano fue enterrado con dos de sus discípulos (124) ; aunque también afirma la Iglesia que Santiago fue enterrado con sus dos compañeros Teodoro y Anastasio, cosa esta última que no justifica la aparición de la pelvis femenina.  (125)

Sin que pueda calificarse de herejía, hay que decir que el gran acierto de Enrique VIII, entre sus muchos desaciertos, fue vincular el problema religioso de Inglaterra al poder civil. El laicismo estatal puede suponer un error político si se basa en la grave equivocación de desentenderse del fenómeno religioso de grandes sectores sociales, como si no existiese. De este modo se da lugar a que un poder extraño, se entrometa en la vida de las naciones, poniendo a veces en peligra su autoridad y su régimen político; como nos enseña la historia.  

Hay pues que huir de ambos extremos, igualmente equivocados. No puede uno taparse los ojos ante la realidad del hecho religioso en grandes masas de ciudadanos. Es el propio Estado el que debe encauzar estas fuerzas espirituales, si no quiere que se las encaucen desde fuera o como actividad secreta en el interior.  

La historia, gran maestra de la vida, nos dice que la gran vitalidad del Egipto de los faraones, dilatada en treinta siglos de monarquía y de religión ininterrumpidas, se debe a la unión del poder real y sacerdotal. Los reyes eran jefes del Estado y pontífices. El actual Imperio Inglés nos da el mismo ejemplo, unificando en el rey el poder real y la jefatura de la Iglesia anglicana. Dijo D'Israeli que "le parece la situación de Inglaterra con respecto a la Iglesia, particularmente feliz. El soberano es jefe de la Iglesia, de la cual nombra él mismo los dignatarios; de este modo la Iglesia en lugar de convertirse en un Estado dentro de un Estado, Imperiurn in Imperio, fortalece la autoridad del Estado".  

Pero los problemas espirituales de los pueblos no pueden someterse a una disciplina única, porque el sentimiento religioso y la conciencia moral de los ciudadanos tienen fuentes y cauces muy distintos, según su contextura psicológica, su educación y su cultura. El Estado debe dar satisfacción a todos, organizando estas actividades, lo mismo que organiza la cultura y la economía.  

Ni laicismo ni tutela extraña. El hombre come, el hombre piensa y el hombre siente. El programa de Costa hay que ampliarle: Despensa, escuela y templo, sin distinción de matices pero sin predominio de ningún sector.

 

  • LA COEDUCACION DE AMBOS SEXOS  

Uno de los errores más graves de la educación religiosa es el de separar a los jóvenes de uno y otro sexo. Ni bajo el punto de vista físico, ni bajo el punto de vista moral da esto buenos resultados. Los médicos sabemos mejor que nadie los extravíos, aberraciones y psicopatías que produce en la juventud, la convivencia en internados de individuas del mismo sexo.  

La separación de sexos lleva aparejado el desconocimiento mutuo del hombre y de la mujer; con lo cual llegan al matrimonio cuando ya es tarde para comprenderse; y esto es causa de desavenencias, muchas veces incorregibles.  

Si :a esto se agrega la prohibición de disolver el matrimonio, sustentada por los mismos credos religiosos que exigen la separación educativa de ambos sexos, se comprende como la religión puede a veces sumir al hombre en un infierno.

  Hay que decir muy alto, con todo respeto a las ideas religiosas, que en este problema se padece una grave equivocación por parte de algunas.  

La educación conjunta de muchachos y muchachas es más sana para el cuerpo y para el alma. Está ausente de las rijosidades propias del misterio sexual; evita la hipocresía y el deseo morboso; da espontaneidad a la relación psicológica de arribos y establece una camaradería o compañerismo que inmuniza contra los ídolos y fetiches sexuales.  

En el otro aspecto; la convivencia durante meses o años, de jóvenes del mismo sexo, en edades en que se inicia el despertar vago del instinto sexual, predispone a la homosexualidad y al onanismo. Los sentidos, los instintos y las tendencias psicológicas, al no encontrar su cauce normal en la vista y el trato del sexo contrario, sufren fácilmente una inversión que puede ser fatal para toda la vida en los individuos predispuestos.  

Los que han sido educados totalmente separados de la mujer y han tenido hijos educados en convivencia con muchachas, saben muy bien, por experiencia, a que atenerse.  

Cabe decir, sin temor a errar, que es preferible que de vez en cuando salga un niño como fruto de un amor sano y espontáneo, a que salga un invertido por represión o desvío del instinto de reproducción. El tanto por ciento de los casos de una imprevisión juvenil, es incomparablemente menor que el de psicópatas incubados en establecimientos educativos.  

No podemos tratar aquí extensamente, aunque algo más agregaremos, del problema del celibato religioso, que nos llevaría a dilatadas disquisiciones sobre la represión del instinto y los complejos freudianas con todas sus funestas consecuencias. Para nosotros, las hogueras de la Inquisición fueron, en gran parte, el resultado de complejos psicopáticos colectivos consecuentes a la represión sexual. A la mayor parte hay que recordarles la frase de San Pablo: "Y si no tienen don de continencia, cásense; que mejor es casarse que quemarse" ("Primera epístola a los Corintios"). Y, por supuesto, mucho mejor que quemar a los demás. Ricardo Wagner en su maravillosa tetralogía del "Anillo del Nibelungo" establece la aparición de la magia negra como consecuencia de la renuncia al amor sexual de los que aun no están preparados para ella: Cuando pone en boca de Alberico aquella frase tremebunda de, "yo renuncio al amor", a la que han de seguir la fulminante "maldición" y la forja del fatídico anillo de la magia. La castidad es bellísima, y no encierra, generalmente, peligros fisiológicos, pero hay pocos seres humanos preparados para ella; pero no debe, por consiguiente, convertirse en sistema, ni a la Naturaleza le conviene.  

Como este asunto se halla perfecta y suficientemente estudiado por todos los autores de la escuela de Freud, hacernos punto final, después de habernos limitado a exponer la tesis. La "Reforma" de Lutero, fue su mejor justificación.

 

 

g.   MORAL SEXUAL, ONANISMO Y CELIBATO

(A modo de crítica a propósito de ciertas afirmaciones sobre este problema).  

Partimos de un hecho claro y preciso: Que estamos conformes con la condenación moral del onanismo. Pero disentimos de ciertas argumentaciones, definiciones y detalles con los cuales se ha querido fulminar tal aberración.  

Un autor basa el contenido de su obra (según afirma en la pág. 38) en la definición que dice: "El onanismo es todo procedimiento que tiene por objeto evitar la concepción". Con lo cual no estamos conformes, porque entonces habría que llamar "onanismo" a la castidad y al celibato, cuando tratan de evitar la concepción. Para que la definición antes dicha fuera exacta y pudiera servir como base de meditación, habría que exponerla así: "Onanismo es todo procedimiento que tenga por objeto evitar la concepción, dada la realización del acto sexual, normal o anormalmente y habiendo existido, eyaculación de licor masculino". (Si no existe eyaculación espermática, no puede tener lugar el acto onánico).  

El hecho condenable de inutilizar intencionalmente la función sexual consumada, no debe basarse en el caso de Onán ni en el castigo que le inflingiera Dios.  

Onán no practicó su aberración sexual por vicio ni torcida intención, sino par una especie de dignidad fisiológica que le impedía tener hijos con su cuñada (viuda de su hermano) sin quererla ni desearla, y para no dar a sus hijos una situación falsa con respecto a su paternidad. El tener hijos con la cuñada, sin quererla ni desearla (y solamente porque era costumbre o ley entre los judíos) no es mandamiento de la ley de Dios en ninguna religión del planeta; y por eso no se justifica la ira divina de Jehová matando a Onán por negarse a ello. Con todos los respetos al libro sagrado, el redactor del cap. 38 del "Génesis" (que probablemente no ha sido Moisés sino un sacerdote del tiempo de Jerobán II) parécenos habernos pintado un Jehová hecho a imagen y semejanza de los hombres.  

Bajo un punto de vista altamente espiritual, es defendible la posición de Onán negándose a tener hijos que no se le iban a acreditar a él sino a su hermano Her, ya fallecido. Lo que no es defendible es el procedimiento de que se valió. (Aunque dada la "ira" de Jehová, que al fin era un Dios, hemos de suponer la ira peor y mal contenida de los hombres, que muy bien pudieran haber coaccionado y hasta amenazado de muerte a Onán si no cumplía con la ley o costumbre judía).  

"En un acto onánico dice un autor no se elimina a un ser solamente, sino a todos los que en el futuro proviniesen de él, es decir, se corta la vida a una generación futura y a tantas ramificaciones que de él descendieran; por lo cual en este caso el pecado es múltiple y colectivo". (Esta afirmación se presta a muchas objeciones): La "honesta continencia permitida en el matrimonio" y que se estima como no contraria a la moral y a la espiritualidad, ¿no corta también la vida de todas cuantas generaciones pudieran surgir de los óvulos y de los espermatozoides viables de la pareja humana? Bajo el mismo punto de vista de la inutilización de los gérmenes de generaciones "futuribles", el celibato podría considerarse como un acto contra natura, por el cual se trata de anular íntegramente la disposición del ser al acto generador, y que desoye el consejo de Cristo de "Creced y multiplicaos" (consejo que solamente expresa fines fisiológicos).  

En otro orden de argumentaciones, no pueden llamarse "zánganos" a los onanistas que (según un autor) "se negaron a proseguir en la lucha fecundadora. . . ", porque a esto también niéganse los monjes y cenobitas, como lo hizo Jesucristo. Un padre que ha tenido tres hijos y luego se ha hecho onanista, para no tener más, ha dado más a la especie que un hombre célibe, y ha sabido cumplir con el precepto de "creced y multiplicaos". Hemos de suponer que Dios sabe valorar todo esto mejor que los hombres.  

Preséntanos también un autor el problema de la "intervención del elemento divino" en el cuerpo del feto que va a nacer, considerando que ese elemento divino o "alma", quedaría defraudado si "después de la conjunción" se interrumpe el desarrollo subsiguiente del proceso generativo. Habría que preguntarse antes, si este escrúpulo se refiere a la conjunción del hombre y de la mujer, o a la conjunción del óvulo y del espermatozoide (que no es lo mismo). Porque, no siendo fecunda la mujer durante 18 días del mes (como enseña la ley de Ogíno), ¿quedaríase defraudado el elemento divino en las cópulas que hay que considerar legítimas realizadas durante esos dieciocho días? La dificultad que encierra la solución de este problema, nos obliga a ser cautos y prudentes filósofos, antes de admitir la acción divina, creadora del alma humana, dependiendo de la iniciativa sexual, más o menos oportuna, de una pareja humana. Creemos que Dios no puede rebajarse a esperar que un hombre y una mujer cohabiten juntos en los días oportunos de cada mes, sino que las almas (como decía Platón) preexisten de algún modo, salidas de la potencia objetiva del Creador. No nos podemos figurar a Dios ocupado en crear un alma, a tiempo fijo, según el capricho amatorio de cada pareja humana, para que luego, en muchos casos, y por consecuencia de que la mujer hace uso de un medio anticoncepcional, tenga Dios que considerarse defraudado y confesar que se ha equivocado, debiendo guardar aquella alma para otra pareja que no tenga hábitos onanistas. 

Y si el alma humana es creada o infundida por Dios después que se ha realizado la conjunción entre el óvulo y el espermatozoide (cosa que estaría más dentro de la lógica universal), lo que podría tener categoría criminal sería el aborto provocado. Pero sobre esto no hay datos filosóficos indiscutibles, y mucho menos pruebas científicas. Hay quien admite la intervención del elemento divino en el momento mismo de la concepción (conjugación de las células sexuales); otros que demoran dicha intervención hasta los 27 días o más después de la concepción, y otros que no admiten la intervención del alma individual hasta el momento mismo del nacimiento.  

En todo caso, admitiendo la preexistencia del alma (como quiere Platón y opinaron algunos de los primeros padres de la Iglesia) esta siempre puede sentirse atraída magnéticamente, o por afinidad psicológica, hacia un feto ya en formación, sin tener que exponerse a una equivocación que 1a obligue a revolotear hacia una nueva pareja humana en condiciones procreadoras.  

Dice un autor que los onanistas, "no viviendo para reproducirse, tampoco viven para la humanidad". Pero esto no constituye una exacta deducción, porque entonces cabría argüir que los sacerdotes, frailes y monjas, no viviendo para reproducirse tampoco viven para la humanidad. Cosa a todas luces inexacta, porque aparte los casos de egoísmo extremado en los que solamente se piensa en salvar la propia alma, hay muchos sacerdotes y monjes que son útiles a la humanidad, exactamente igual que muchos onanistas. La utilidad que se presta a la Humanidad no estriba solamente en reproducirse a más y mejor. Decía Pitágoras que vale más una. , familia poco numerosa pero selecta, que una familia dilatada pero burda.  

Por otra parte (y comentando una consideración de un autor), cualquier polígamo, adúltero y fornicario que tenga hijos, debe ser más apreciado que un onanista o un hombre estéril, porque son más útiles a la humanidad que estos últimos. La prueba es que Dios permite el nacimiento de esos hijos fuera de la ley moral creada por los hombres. Y esto es lógico, porque Dios no se rige por la moral convencional de los hombres. (El alma maravillosa de Leonardo de Vinci, fue puesta en un cuerpo que no se engendró en el seno de la esposa de su padre, sino en el vientre de una campesina de quien su padre se enamoró. Dios se complació en poner el alma quizás más talentosa de la historia de la humanidad, en un cuerpo que fue fruto de la fornicación. Pero que seguramente era más apto para servir de instrumento a dicha alma que los cuerpos nacidos dentro de la moral al uso, bajo la firma del juez y del sacerdote. Todo esto está claro para el que tiene ojos para ver.  

Es curioso el dato que da un autor. (Manuel Blanco, pág. 65 de "Onanismo y Cristianismo") de que la cantidad de onanistas que hay en la Iglesia protestante es la misma que en la Iglesia católica. De todos modos, esto prueba cuan poca fuerza tiene hoy el espíritu colectivo para hacer cumplir sus preceptos a las masas. Agrega refiriéndose a los onanistas: "Eludir la máxima de creced y multiplicaos, para cumplir la otra máxima de "Id por el mundo y predicad el evangelio a toda criatura", es estar en oposición a las dos. Pero pensarnos que este argumento es aplicable también a todos los que practican el celibato voluntario.  

Resumiendo: Para algunos autores, el ideal de moralidad sexual, estriba en reproducirse a más y mejor dentro del matrimonio eclesiástico, por encima de toda consideración en cuanto a las condiciones ambientales en que ha de desarrollarse la prole. Pero deben tener en cuenta que, en los dos ovarios de la mujer hay unos 500 óvulos y en cada eyaculación de licor masculino hay varios millones de espermatozoides, porque la Naturaleza es pródiga en potencialidades aunque económica en manifestaciones. Se desperdician a todas horas la mayor parte de las semillas vegetales y animales, de las que solamente una ínfima parte fructifica; de lo cual podemos deducir que, en materia de reproducción, Dios ha establecido una ley en cuanto a finalidad pero no en cuanto a cantidad absoluta.  

Es rechazable el "onanismo" por cuanto se viola la ley de finalidad procreadora, convirtiendo en finalidad el placer sexual. Pero igualmente rechazable es el "celibato voluntario" que parece desoír el precepto divino de "Creced y multiplicaos". Y siempre será cierto que, una pareja que haya tenido un solo hijo, será más benemérita a los ojos de Dios, que los individuos que no tuvieron ninguno, porque hemos de suponer que a Dios lo que le interesa para el desarrollo de su plan universal es que se cumpla la finalidad de sus leyes, pero no que se eluda esta finalidad con nombres convencionales puestos por los hombres, sean "onanismo", "celibato" o "eunuquismo".  

Conviene aún agregar otra consideración sobre el problema de conciencia que puede presentarse como consecuencia del acto generador consumado.  

¿Puede considerarse más espiritual (o sea más de acuerdo con la voluntad divina) el dar hijos al mundo, por imperativo de finalidad sexual, cuando se sabe que los expone uno al sufrimiento y a la miseria, que evitarlas para no exponerles a una vida de penuria o de enfermedad? La solución en uno ú otro sentido es discutible y opinable; y el resultado espiritual depende en último término de la intención con que se haga.  

¿Puede considerarse corno pecado la realización del acto sexual dentro del matrimonio, cuando se sabe que por defecto o enfermedad del hombre o de la mujer, no se pueden tener hijos? Se sabe que no se puede cumplir con la finalidad, y en este caso la ley de Dios sería buscar de tener hijos con otra persona fecunda, fuera del matrimonio. Pero aunque esto último está dentro de las leyes divinas que rigen el plano material, lo primero está dentro de las leyes espirituales que permiten el mantenimiento de los lazos sentimentales que elevan el alma y predisponen al espíritu de sacrificio, cultivando, mediante la convivencia íntima, el amor de las almas y la virtud de la fidelidad. 

Todo esto nos hace ver la utilidad de no dogmatizar, y de tratar de buscar siempre la solución menos mala a los problemas, cuando no se encuentre la solución buena. Siempre al tenor de la máxima socrática de que "Todo lo que se hace con razón es moral".  

En nombre del espíritu no se pueden dejar de cumplir las leyes divinas, porque lo más espiritual es lo que está más de acuerdo con la ordenación universal. Sin embargo, parece ser que el criterio de muchos que se tienen por espiritualistas es el de "crezcamos todos y que se reproduzcan los demás"; lo cual es más cómodo y nos recuerda aquella humorística frase del fraile que llamaba a voces a sus compañeros diciéndoles: "Ha dicho el padre prior que bajemos al huerto y que trabajéis, y que luego comamos".

 

Notas

77.- Esto sin contar con que algunos teólogos católicos (el cardenal Wisernan, el P. Mendive, etc.) admitan la posibilidad de la existencia de una humanidad anterior a Adán, que justificaría la admisión de las razas "polar—, "hiperbórea" y "lemúrica" estudiadas por la filosofía teosófica

78.- Llamamos "arquetipo" de una especie a la "idea" o "forma substancial" por la que la potencia objetiva de Dios la trajo a la existencia. Vímoslo referido al hombre en el capítulo V.

79.- Los genes son los elementos de las células generativas, portadoras de los caracteres de la especie, localizados en los cromosomas del núcleo.

80.- Puedo verse el desarrollo más extenso y profundo de estos problemas en mi obra "El Origen del Hombre y de las Razas”

81.- Esto nos lleva a hacer una distinción entre impulso vital y energía individual. El ejemplo del hombre que se columpia aclara la cuestión del modo más gráfico. El peso del hombre en el columpio, representado por la fuerza potencial de su masa como grave (fuerza centrípeta) es la energía individual cuantitativa. El impulso que le hace columpiarse es dicho impulso vital cualitativo (fuerza centrífuga). De la eficacia e integridad del impulso vital específico, depende la capacidad que tenga el organismo para aprovechar esa energía vital universal que se suma al primero para realizar el tono normal del individuo. Como del impulso dado al que se columpia, en función de su peso, depende el resultado dinámico del sistema.

82.- En el sueño, el organismo vivo no se manifiesta como instrumento expresivo del alma por razón única de su propia condición viviente. hay algo más que la vida, que durante el sueño no se manifiesta en él.

83.- Aristóteles estableció un cierto entendimiento universal común a todos los hombres, con el cual se hallan éstos unidos de una manera misteriosa. Idea que no solamente recoge Averroes, sino también en cierto modo Santo Tomas de Aquino.

84.- Sin embargo nótese que Santo Tomas afirma que todos participamos de la esencia de Dios.

85.- Tertuliano afirma que el alma humana es un cuerpo sutil.

86.- "Todas las substancias materiales y espirituales entran al fin del mundo en el seno de la Divinidad". (Orígenes. "De los Principios").

87.- Véanse, la monografía de R. H. Francé sobre la "Psicología de las Plantas", y la obra de Maeterlink sobre "La inteligencia de las flores”.

88.- Dios creó Los cuerpos de las criaturas en un principio, delegando después, definitivamente en la facultad generativa de los padres la creación de los demás. No hay razón de peso para suponer que no hizo algo análogo con las almas, creándolas en un principio y delegando en las leyes evolutivas su incremento y perfección. Platón afirma que Dios, al crear el Universo, creó también las almas en un número igual al de los astros, asignando un astro a cada una de ellas. (Timeo). Lo que, aparte la metáfora de la "estrella del Destino—, y en un genio de la categoría de Platón, cabe estimar como verdad revelada o de inspiración divina.

89.- Algunos autores demoran la intervención del alma en el cuerpo hasta los 27 días después de la concepción. Otros, como Santo Tomás, creen que Dios no infunde el alma en el cuerpo del embrión hasta los 40 días de desarrollo; y su maestro Alberto Magno supone un plazo aún mayor. En fin; también hay filósofos que no admiten la intervención del elemento divino hasta el momento mismo del nacimiento. Pero todo esto no está aún comprobado experimental y positivamente.

90.- Véanse los más modernos trabajos publicados en las revistas del Instituto Metapsíquico de París y de la Sociedad de Investigaciones Psiquicas de Londres.

También, según el padre jesuita Juan Lindworsky ("Psicología experimental", pág. 307 de la traducción castellana), "sobre la permanencia del "yo substancial puede darse y de hecho se da en patología el caso de una división doblo, triple, cuádruple y múltiple del "yo personal—, por adición de contenidos de conciencia nuevos y dificultando la reproducción del contenido consciente pasado. Cosa que también puede conseguirse por medio de la hipnosis—.

Estos contenidos de conciencia nuevos con respecto al estado de conciencia de la vida presente, no pueden ser para nosotros más que el recuerdo concretado de personalidades pasadas, que quedan definitivamente incorporadas al "yo substancial", como en otra forma se nos dice en la antigua teoría indostánica de los "skandhas" y en las más moderna rosacruz de los "átomos simientes". Pero aunque así no fuese, bastaría la realidad de las vocaciones y las aptitudes, creadas con la actividad y experiencia de una vida, para justificar una existencia anterior. Las vocaciones y las aptitudes constituyen la memoria de pasadas existencias.

91.- Decir que el Nirvana supone aniquilación, es según el Buddha "una inicua Herejía". (Samvutta Nikaya, 3, l09).

92.- He aquí la parte más importante del texto de este último: "Oeno, aprovechándose de la instrucción, a cada nueva especie de tormento quo le daban, invocando el nombre de Cristo, se libraba luego de él. Al fin, después de pasar por indecibles angustias, llegó a la mayor de todas, que fue el tránsito de un puente largísimo, altísimo, estrechísimo, y sobre todo, sumamente resbaladizo, colocado sobre un anchuroso río de azufre y plomo derretido, cuyos peces eran serpientes y dragones, cuyos vapores eran hediondas espesas nieblas. Añadíase para el complemento del terror, gran multitud de demonios que sobre las sulfúreas ondas le esperaban con arpones encendidos, para disparárselos luego que le viesen sobre el puente. Mas Oeno puesto el corazón en Dios y la lengua en el dulcísimo nombre de Jesús, se arrojó a pasar el puente. Movíase al principio con tímidos y perezosos pasos. Los aullidos que desde el río daban los demonios, para atronarle, eran tan espantosos, que parecía undirse la máquina del orbe. Veía volar por el aire, llegando casi a tocar su cuerpo, gran cantidad de encendidos arpones y garfios. Mas viendo que el puente, al paso que se iba avanzando en él, se iba ensanchando más y más, cobraba más ánimo, fue prosiguiendo, hasta colocarse felizmente en la opuesta margen".

93.- En la escritura jeroglífica egipcia, era representado el corazón por el signo (ab) en su acepción de "sentimiento espiritual" y por la palabra (hatiab) en su acepción de "víscera cardiaca".

94.- Véase el texto de una estela egipcia, así como el del Evangelio cristiano,

referentes a este asunto, citados en el capII.

95.- ("Historia de la Iglesia" del P. Emilio Moreno Cebada). Y esto, dicho por un papa a quién se le considera infalible cuando habla "excatedra" de asuntos relativos a la Iglesia y a la moral.

96.- De la citada "Historia de la Iglesia" del P. Moreno

97.- Sabido es también que Benedicto IX fue depuesto en 1044 por vicioso y simoniaco; y Esteban VII (según Baronio) fue el primer papa sacrílego, que desenterró el cadáver de su antecesor Formoso, le hizo despojar ante un concilio de los hábitos sagrados, le cortó los tres dedos con que se da la bendición papal y le mandó arrojar al Tiber

98.- Carlos III apagó en España las hogueras de la Inquisición; llegando a decir el rey que, hubiera decretado la suspensión de aquel tribunal "a no ser por la resistencia de una parte del clero y del pueblo, que no estaba suficientemente ilustrada". ("Historia de España" de Moreno Espinosa). Dice por su parte el católico Antonio Fogazzaro en "El Santo": "La Iglesia católica, que se proclama fuente de verdad, impide hoy la investigación de la verdad, cuando se ejercita sobre sus fundamentos, sus libros sagrados, las fórmulas de sus dogmas, su pretendida infabilidad. Para nosotros esto significa que la Iglesia no tiene ya fe en si misma. La Iglesia católica que se proclama ministro de la vida, encadena y ahoga hoy todo aquello que dentro de ella vive juvenilmente; apuntala todas sus ruinosas antiguallas. Para nosotros esto significa muerte, una muerte lejana pero ineludible. La Iglesia Católica que proclama que quiere renovar todo en Cristo, es hostil a los que queremos disputar a los enemigos de Cristo el llevar la dirección del progreso social. Para nosotros esto y otras muchas cosas significan llevar a Cristo en los labios y no en el corazón".

99.- Representados por cuarenta y dos diosecillos en la parte superior de casi todas las viñetas o pinturas del "Juicio de Osiris".

100.- Representados por cuarenta y dos diosecillos en la parte superior de casi todas las viñetas o pinturas del "Juicio de Osiris".

101.- La palabra “daimón" quiere decir inteligencia o genio. Los "demonios terrestres" son los hombres que han sido buenos y virtuosos. Una vez más se confirma el hecho de cambiar en sentido opuesto el significado de una palabra, al pasar de las lenguas sabias de la antigüedad a las lenguas modernas.

102.- Extractados de los textos árabes Tohfa, Amr, Tadbirat, Cunh, Mawaqui, Anwar y Fotuhat, del gran sufí Mohamed Abenarabí (Mohidin), nacido en Murcia el 17 de Ramadán del año 560 de la Hégira (28 de Julio de 1164) según la traducción y exposición de D. Miguel Asín Palacios en su obra "El Islam cristianizado".

103.- El sintoismo japonés da cinco mandamientos de moral: "No matar, no hurtar, ser casto, no mentir y no beber licores fuertes".

104.- Dice literalmente el texto: "Cualquiera que repudiase a, su mujer, de la carta de divorcio hase dicho. Pero yo os digo: que cualquiera que repudiase a su mujer si no es por causa de fornicacion la expone a ser adúltera y el que se casare con la repudiada, es asimismo adultero". (Mateo 31a2).

San Marcos (10) lo dice así: "Cualquiera que desechare a su mujer y tomare otra, comete adulterio contra ella, Y si la mujer se aparta de su marido y se casa con otro, es adúltera".

"Moisés permitió repudiarla precediendo escritura legal de repudio". (San marcos', 10).

Dice también San Marcos: "Dejará el hombre a su padre y a su madre y juntarse ha con su mujer, y los dos no compondrán sino una sola carne. No separe pues el hombre lo que Dios ha juntado”

Queda pues bien claro que, para la escritura, la única causa justificadora de divorcio es el adulterio cometido por la mujer. Pero cuando el matrimonio se halla dividido por desamor, violencias o falta de respeto, no puede decirse que Dios haya juntado a los esposos, puesto que falta el nexo espiritual que caracteriza el verdadero sacramento. Y entonces cabe decir: Separen los hombres lo que no ha unido Dios. Y esto es más digno que arrastrarse en el cieno de las disensiones conyugales, que rebajan las almas y dan mal ejemplo a la prole.

105.- "Amiel ". Prólogo.

106.- "Ciencia Oculta en Medicina”

107.- "Los motivos son los que determinan la moralidad de una acción”, decía Fieget.

108.- “A B C" del 12 de Setiembre de 1946.

109.- Pero lo más chocante es que hasta la propia Iglesia cae en los errores que quiere combatir. Fogarazzo en su obra "El Santo" dice como si éste se dirigiera al papa: "El tercer espíritu maligno que corrompe la Iglesia es el espíritu de la avaricia. El vicario de Cristo vive en esta magnificencia, como vivió en su arzobispado con un corazón puro de pobre. Muchos pastores venerandos viven en Ia Iglesia con igual corazón; pero el espíritu de pobreza no es bastante enseñado como lo enseñó Cristo; los labios de los ministros de Cristo son con demasiada frecuencia complacientes con la codicia de los avaros... El espíritu me obliga a decir más. No es obra (le un día; pero prepárese este día y no se deje tal misión a los enemigos de Dios y de la Iglesia; prepárese el día en el cual los sacerdotes de Cristo den ejemplo de pobreza efectiva, vivan pobres por obligación, como por obligación viven castos".

Lo cual es comentado por Ortega y Gasset diciendo: "No cabe pedir a la reforma modernista mayor nobleza, más fino sentido para lo que constituyen la esencia tradicional de la moralidad y de la razón humanas. Es preciso, de un lado, podar el árbol dogmático, Demasiado frondoso para el clima intelectual moderno, dar mayor fluidez a la creencia, sutilizar la pesadumbre teológica: se hace forzosa una reforma de la letra católica. Por otro lado, es menester volver a la vida evangélica, y, al través de la entusiasta nerviosidad franciscana, ejercitar la otra virtud moderna, la virtud política, el socialismo.”

110.- "Todos los hombres son fines en si mismos" decía Kant

111.- Ya tratado por nosotros en nuestra obra 'Curso de Medicina Natural en 50 lecciones", pág. 375

112.- De aquí la distinción entre el "reino de la naturaleza" y el "reino de la libertad o del espíritu" que inquietó a Fichte, a Schelling y culminó en Hegel.

113.- Esto confirma el concepto de Hegel, que consideraba al Estado como una creación de la razón y forma suprema en que se desarrolla la idea de moralidad. Por consiguiente, con una jerarquía ontológica de orden superior. A la que, por supuesto, no ha llegado a ajustarse ninguna nación a lo largo de la historia.

114.- Véase lección 1: " La Naturaleza está regida por leyes", de nuestra obra "Curso de Medicina Natural en 50 Lecciones". Editorial Kier. Buenos Aires.

115.- Formada por el conjunto da las ideas, pensamientos y sentimientos que en ellas se cultivan y desarrollan, que llegan a crear una forma psicomental, verdadero ángel o deva (sea celeste o demoníaco) de influencia sobre todos los individuos que las componen y de cuyo Destino participan.

116.- Los hechos ocurridos en el mundo desde el año 1914, en que comenzó la primera Gran Guerra mundial, hasta el 1945 en que terminó la segunda. Gran Guerra, aun más espeluznante que la primera, han traído, con la liquidación imponente del fatal "karma colectivo de la humanidad el desmoronamiento y fracaso de muchas fuerzas tradicionales, políticas, sociales y religiosas. Y también el fracaso de otras más modernas que quisieron sustituir a las antiguas.

117.- Traducción de J. Rodríguez Cánovas.

118.- San Cipriano considera a estos cuatro primeros concilios, como los cuatro evangelios de la Iglesia.  

119.- Los albigenses constituían una secta religiosa que se extendió en el siglo XI por el mediodía de Francia, en los alrededores de Albi; y contra la cual arremetió por la fuerza el papa Inocencio III, en una cruzada cuya crueldad fue censurada por Santo Domingo de Guzmán. En España se extendieron por Galicia, León, Palencia y Valladolid, siendo combatidos por Fernando III el Santo.

120.- Los Templarios o Caballeros del Temple, constituían una orden militar y religiosa, poseedora de inmensas riquezas, llegando a ser banquera del papa y de algunos reyes. Felipe el Hermoso, celoso de su poderío, ahorcó a su Gran Maestre, Jacobo Molai, e instigó al papa Clemente V para que la disolviese.

En España fue combatida por Fernando IV el Emplazado (1295 1312) que hizo ostensible su odio a la orden, mandando arrojar por la peña de Martos a los hermanos Carvajal, que profesaban la fe templaria. Episodio histórico algo enigmático y generalmente mal valorado, a nuestro juicio.

Rosetti en sus “Disquisiciones sobre el espíritu antipapal que produjo la Reforma", decía en 1834: “¿porqué fueron los Templarios, que pertenecían a las más ilustres familias de Europa, sacrificados a centenares en diferentes países... ¿ La historia nos lo dice: Porque pertenecían a sociedades secretas y profesaban doctrinas enemigas de Roma. Parece ser que la metempsícosis y la preexistencia del alma eran parte integrante de su sistema; y, como dice Lecky, "la doctrina de la transmigración era categóricamente rechazada por los católicos".

Los templarios, que heredaron la doctrina esotérica de Jesús por conducto de los Sanjuanistas, transmitieron su doctrina a las Cofradías Constructoras de la Edad Media, en las que tuvo origen la Masonería.

121.- Arca designa la sepultura celta y aun su precedente, el dolmen.

122.- Los once opúsculos de Priseiliano fueron descubiertos por el Dr. Schepas en la Biblioteca Universitaria de Wützburgo en 1885. Contra su herejía se reunió el primer concilio de Toledo.

123.- "Con tal motivo el de la primacía de la Iglesia en España se puso sobre el tapete la venida de Santiago a España, negada ya entonces por algunos ilustres autores extranjeros, entre ellos por el célebre cardenal Baronio". (Justo Gº Soriano. "El humanista Francisco de Cascales”. Obra premiada por la Real Academia Española).

También Menéndez Pelayo dice que la tradición de la venida de Santiago a España, si es temerario negarla tampoco es muy seguro el afirmarla. ("Heterodoxos", 2• edición, pág. 12 y siguientes).

124.- Véase Portela, "Ante el Estatuto".

125.- También tuvo especial desarrollo en España desde fines del siglo XV y durante el XVI, la herejía de "Los Alumbrados" que pretendían recibir directamente de Dios y al margen de los medios de la gracia de la Iglesia, una luz que les hacía aptos para la revelación y la percepción. De tal modo que el pecado cometido en momento de iluminación, dejaba de ser pecado. Como se ve, fue más una herejía de conducta que de concepto.

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