INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA DE MASAS

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robertexto.com

Antonio Hernández Mendo, Angustias Estrella Colomo
Pilar Gálvez Cordero e Irene Ortega Alcántara

Universidad de Málaga  (España)

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Matizaciones al concepto de masas

    Desde la antigüedad, las masas han sido vistas con tintes negativos. No hay que pensar que fueron únicamente los primeros teóricos de este fenómeno como Le Bon y otros que se han visto en apartados anteriores, sino que también sabios de la antigüedad, consideraban a las masas como muchos de los estudiosos anteriormente mencionados.

     Como el concepto de masas es tan ambiguo y ha dado lugar a tantos malentendidos, es necesario matizar este concepto.

4. 1. 1. Masas y multitudes

    Los clásicos ya utilizaban vocablos similares para referirse a las masas. Los griegos hablaban de hoy polloi, y los romanos, de multitudo, es decir, en ambos casos, de los muchos, la mayoría; o bien se utilizaban algunos de los términos despectivos para la muchedumbre como turba, palabra empleada por Polibio para referirse a la democracia de masas en estado de desorden civil. En cuanto a la expresión que utilizamos hoy, hizo su aparición, como señala Giner (1971), con el advenimiento de la revolución industrial, aunque su origen era clásico. De hecho, el término masa proviene del latín massa, como se ha dicho anteriormente y a su vez, este término procedía del griego masa, con el mismo significado. Y ya en la propia antigüedad empezó a utilizarse para designar colectividades indiferenciadas. Es más, tal vez fue san Agustín, último representante de aquel mundo clásico, el primero que menciona la masa en un sentido social y, lógicamente peyorativo, de tal forma que nos habla de massa perditionis y de massa damnata, que es la de los pecadores perdidos, de esa multitud mayoritaria que no ha de ganar el cielo.

    Sin embargo, aunque con frecuencia se utilizan los términos masa y multitud indistintamente, como si fueran sinónimos, hay que distinguirlos. A pesar de que, efectivamente, poseen muchos elementos comunes, existe también una importante diferencia básica: la masa es más abstracta y difusa, sin unas fronteras claras, mientras que la multitud es más concreta y con unas fronteras más definidas. Munné (1994) pone unos ejemplos para aclarar mejor sus diferencias: las modas se refieren a una masa de personas que las siguen o son influidas por ellas, mientras que las personas que intentan salir con urgencia y atropelladamente de un cine que ha comenzado a incendiarse constituye una multitud. A este respecto, André Joussain (1937) decía:

     “Una multitud la forma cierto número de individuos animados de un sentimiento o de un deseo común, que se reúnen accidentalmente como ocurre con quienes se aglomeran en la calle para presenciar un desfile o para ver a un artista famoso a la salida de un teatro. En cambio, la masa está integrada por un gran número de individuos que, aunque dispersos, se hallan en las mismas condiciones y están animados todos ellos de iguales sentimientos o de idénticas aspiraciones.”

    Moscovici (1986) afirma que el concepto de multitud puede significar al menos tres cosas:

Es un grupo de individuos que está bordeando al establishment, que han adoptado una posición enfrentada al establishment en un período de crisis.

Las multitudes son insanas, enloquecidas, histéricas. Se rigen por impulsos emocionales, lo que les lleva a actividades tumultuosas.

Las multitudes son criminales y sólo llevan al pillaje, la destrucción y la violencia.

    La masa y la multitud exigen la existencia de muchos, lo que no significa que, por el mero hecho de ser muchos, eso sea ya una multitud o una masa. Por el contrario, la simple existencia de muchos no supone necesariamente que se comporten colectivamente. Jiménez Burillo (1981) distingue tres clases de colectivos:

Los agregados. Constituyen una colección de individuos que manifiestan conductas semejantes, por ejemplo, comprar en unos grandes almacenes o, simplemente, caminar por una avenida, pero sin compartir ningún objetivo. Se trata de individuos que, circunstancialmente, se encuentran en el mismo lugar sin que exista comunicación entre ellos, en sentido de cohesión mutua.

Los públicos. Están integrados, en general, por personas que no tienen relación directa, cara a cara, pero que sí poseen intereses comunes y pueden responder a estímulos semejantes, a pesar de estar distantes entre sí. El ejemplo más claro es la opinión pública.

Las multitudes. Se componen de individuos próximos entre sí con un punto o foco común de atención. En cuanto tal, las multitudes no están organizadas ni coordinadas, ni tienen objetivos propios, y sus líderes son por lo general totalmente contingentes a la situación.

4. 1. 2. Masas y elites

    Como se ha dicho anteriormente, desde la antigüedad, se viene insistiendo en la peligrosidad de las masas. Solón consideraba que un ateniense era un zorro astuto, pero un grupo de atenienses era un rebaño de ovejas. Por su parte, Federico el Grande confiaba en todos y cada uno de sus generales tomados individualmente, pero los describía como locos cuando estaban juntos en un consejo de guerra. Así que la opinión de Le Bon no fue algo aislado ni nuevo. No obstante, esta perspectiva dominante no fue la única. Así el propio Aristóteles afirmaba que cuando las gentes se reúnen en buen número tienen una facultad colectiva de juicio que les da el don de la superioridad, convirtiéndose en personas capaces de ver todos los aspectos de una cuestión u de alcanzar una conclusión justa. Es más, Aristóteles y distinguía claramente entre las asambleas populares bien ordenadas y las muchedumbres agitadas por demagogos.

    Sin embargo, la valoración de signo peyorativo de las masas como algo inferior, en tanto que contrapuestas a las elites, o como reveladoras de un estadio social primario no es sino una confusión a la que lleva el significado tan amplio y en ocasiones, tan ambiguo de este término. Como se puede comprobar, la perspectiva aristocratizante y elitista atribuye a las masas las peores características (irracionalidad, criminalidad, etc.), lo que demuestra el prejuicio antipopular por parte de las clases aristocráticas. Sin embargo, cuando se produce un fenómeno de masa, la toma de decisiones no se realiza de forma individual, es decir, no importa el estrato social ni la educación del individuo, sino que hay un proceso de toma de decisiones que se efectúa sobre la base del grupo, sin importar lo heterogéneos que sean sus miembros. Los individuos que se combinan para formar una masa manifiestan características nuevas, que no son necesariamente emocionales e irracionales, y, en general, se oponen claramente a las normas. De ahí que en ocasiones se califique la conducta de las masas como no normativa, es decir, su conducta es espontánea y no está institucionalizada. Como dice Brown (1954), la raíz de la confusión es que la conducta que se ajusta a normas es la conducta a la que está acostumbrado el individuo y puede predecir lo que le parece razonable o racional. La conducta que no se puede predecir, parece irracional. Irracional, en los tiempos de Le Bon, implicaba emocional y por eso la conducta colectiva fue calificada de irracional y emocional.

4. 1. 3. Masa y sociedad de masas

    El término masa es hoy en día muy familiar y se ve acompañado de muchos otros fenómenos típicos de la sociedad actual: producción de masas, consumo de masas, ocio de masas, cultura de masas, etc.

    Según Giner (1971), la sociedad de masas es una sociedad predominantemente moderna o, en todo caso, bajo el impacto del industrialismo moderno, en el seno de la cual se ha producido un resquebrajamiento general de los elementos de diferenciación que diversificaban internamente las sociedades tradicionales: la técnica, la abundancia económica y el igualitarismo político han creado una sociedad de rasgos homogéneos, automatizada e impersonal, yerma de vida comunitaria a merced de una serie de nuevas tiranías que van desde la impuesta por los modernos medios de comunicación de masas hasta los nuevos totalitarismos, también de masas.

    Gusfield en Mass society and extremist politics (1982) dice que la sociedad de masas sugiere la idea de la atenuación de las asociaciones y grupos primarios. Las relaciones burocráticas e impersonales de las organizaciones a gran escala han reemplazado a los sistemas informales de lealtad en los grupos pequeños y afiliaciones locales. Las condiciones y las ideologías igualitarias han debilitado los sistemas de autoridad política y social, tan característicos de las comunidades estratificadas. Las innovaciones técnicas han hecho posible un alto grado de estandarización, tanto de los productos como de las ideas. El alargamiento de la cadena del mando burocrático ha incrementado las posibilidades de control oligárquico, mientras que los grupos locales son cada vez menos fuertes y menos resistentes a tal control. Lo más sobresaliente es la ruptura de las relaciones y diferencias inmediatas, de modo que la población es ahora más homogénea y menos agudamente identificable a través de grupos sociales distintivos.

    Tradicionalmente, las nociones de masa y de sociedad de masas han tenido un sentido abiertamente reaccionario.

    Así, por ejemplo, el origen del éxito de la política nazi de Hitler, uno de los ejemplos por excelencia de cómo una ideología de masas caló profundamente en la sociedad alemana de los años 30, está en una proyección de los problemas de un colectivo en el resto del mundo. Familias que vivían sometidas a privaciones múltiples o quienes vivían en condiciones de opresión o pobreza, sin ninguna esperanza de cambio, hizo que, sometidas a una gran campaña publicitaria y a las presiones sociales de un grupo hicieron que estas personas olvidasen su ausencia de expectativas. Su conducta se vio afectada por las emociones y sus actividades estuvieron guiadas por una sensación de idealismo que carecía de respaldo o corroboración de la sociedad.

    La política hitleriana está caracterizada principalmente por tres elementos:

Renuncia a las consideraciones morales

    Para Goebbels, que estaba a cargo del Ministerio de Propaganda y era el principal aliado de Adolf Hitler, lo importante era lo expeditivo y no lo moral. Para mantener la credibilidad, factor que determinaba si los materiales habrían de ser ciertos o falsos para la población, la verdad debía ser utilizada con la mayor frecuencia posible y las mentiras eran útiles cuando no podían ser desmentidas. No tenía el menor escrúpulo respecto al uso de la censura: “La política de las noticias es un arma de guerra; su propósito es el de hacer la guerra y no el de dar información”. La política habitual consistía en suprimir materiales considerados indeseables para el público alemán para luego usarlos como propaganda en el exterior si eran apropiados. Por ejemplo, las historias referentes a un supuesto canibalismo de los rusos eran difundidas en países extranjeros, pero no en Alemania para no aterrorizar a los familiares de los soldados. También utilizaban propaganda negra, material cuya fuente quedaba oculta para la audiencia. Se presumía que el hecho de desperdigar rumores para que actuaran por sí solos como propaganda tendría más posibilidades de ser creído si las autoridades alemanas no estaban relacionadas con él. También se utilizaban medidas negras para combatir rumores indeseables dentro del Reich, ya que una desmentida oficial, según Goebbels, no haría más que reforzarlos.

Apelación a la emotividad de las masas
    La propaganda hitleriana se valía del sentimiento nacional del pueblo alemán, de su tendencia chauvinista. Como se ha dicho antes, Alemania vivía en una situación de pobreza. La rápida evolución de la economía capitalista en el siglo XIX lleva a la pauperización de los pequeños comerciantes y artesanos. Ante las grandes industrias, que producen más barato y más racionalmente, las pequeñas empresas estaban destinadas a desaparecer. Además, la población campesina emigraba a las ciudades buscando una vida mejor, que no encontraban. De este modo, la crisis económica impactó a las clases medias y bajas de la sociedad. La propaganda del nacionalsocialismo, con sus mensajes fáciles de comprender, como decía Hitler (1923): “Hay que reducir tanto más el nivel intelectual de la propaganda cuanto mayor es la masa de hombres a los que se quiere llegar”, buscaba que este odio que sentía la población se desplazase a las minorías como judíos y gitanos. Goebbels decía: “La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión, especificando los objetivos para el odio”.

Empleo de reglas racionales para la formación de reflejos condicionados conformistas en las masas
    La manipulación de las masas llevada a cabo por el fascismo parece inconscientemente inspirada en la doctrina de Pavlov y sus reflejos condicionados, leyes que rigen las actividades nerviosas superiores del hombre.

    Entre los factores visuales utilizados para atraer a las masas, se observa el predominio del color rojo (al que se le atribuye una acción fisiológica excitante y es utilizado generalmente por partidos de izquierda o pretendidamente revolucionarios) y los uniformes militares de colores vistosos. Para actuar sobre los sentimientos de amor y alegría, es decir, sobre los sentimientos eróticos subliminados, se debían utilizar los bailes públicos, las tonadas populares, desfiles con la presencia de gimnastas o flores. Hitler también copió las prácticas de la Iglesia Católica, en las que el incienso, la semioscuridad y las velas encendidas crean un estado especial de receptividad emotiva.

    A raíz de la política nazi, después de la II Guerra Mundial, la izquierda, especialmente la escuela de Francfort va a adoptar una postura pesimista hacia la sociedad de masas. La izquierda va a abandonar el análisis clasista de la sociedad para hacer suyo el propuesto por la teoría de la sociedad de masas, según la cual, en las sociedades capitalistas más desarrolladas no procede ya distinguir entre las diversas clases sociales, sino entre una elite, con control monopolista del poder, y el resto de la sociedad, convertido en masa. La fragmentación en corpúsculos individuales que este tipo de sociedad genera aumenta su grado de manipulabilidad por parte de las elites, lo que se refleja perfectamente en la opinión pública.

    Por lo que queda de manifiesto que, en ocasiones, al hablar de sociedad de masas, no se hace sino una extensión de la confusión entre elites y masas que ya se aclaró anteriormente, aunque en ocasiones, como en el caso del fenómeno nazi, se hable de sociedad de masas para referirse a un fenómeno de masas más, con las características que se atribuyen a este fenómeno.

    En la línea de comportamiento colectivo y movimiento de masas al estilo nazi, se puede incluir el movimiento nacionalista revolucionario vasco, donde KAS asume la “vanguardia dirigente del proceso revolucionario vasco”, integrado, entre otros por movimientos sectoriales como Jarrai, Euskal Herritarrok etc.

4. 1. 4. Masas y medios de comunicación de masas

    El término medios de comunicación de masas hace referencia a las fuentes de comunicación que llegan a unan audiencia grande, anónima y generalmente, heterogénea. La influencia de los medios de comunicación de masas en el estilo de vida actual es profundo, ya que no sólo proporcionan entretenimiento sino que también proporcionan gran parte de la información utilizada en la vida cotidiana.

    Así que, como se ha visto, el término medios de comunicación de masas no hace referencia a los medios que utiliza una masa para comunicarse, sino a los medios de comunicación, generalmente controlados por instituciones u organizaciones (que cada vez intentan ejercer un mayor monopolio en el sector y como muestra de ello, la nueva compañía América on line) que van dirigidos a un gran número de personas muy diferentes.

    Los medios de comunicación tienen efectos sobre los individuos. Estos efectos se pueden clasificar en:

Conductuales
Es el efecto más evidente. Consiste en lo que la gente hace después de haber visto un programa de televisión. Conductas como la violencia, la compra de un determinado producto o el voto a un partido político pueden tener como antecedente la exposición de la persona a un medio de comunicación de masas.
Se suele explicar la relación entre el comportamiento y una exposición previa a un determinado medio de comunicación mediante la teoría del aprendizaje social. Sin embargo, es difícil científicamente demostrar que tal relación es causal. Así, el hecho de comprobar que una persona que ve un anuncio publicitario de un producto posteriormente lo compra, no elimina la posibilidad de que tal comportamiento sea atribuible a otras razones diferentes a la de la visión del anuncio.

Actitudinales
En la actualidad, los medios de comunicación son las principales fuentes de adquisición y modificación de actitudes.

Cognitivos
Es decir, el aprendizaje de cosas nuevas gracias a la gran cantidad de información que nos proporcionan estos medios.

Fisiológicos
La exposición a los medios de comunicación provoca cambios corporales en los individuos como, por ejemplo, los indicadores de activación sexual (tasa cardíaca, resistencia de la piel...) después de haber visto una película pornográfica.

    Los medios de comunicación de masas son utilizados también para informar a la población de la existencia de un peligro y su naturaleza. Este uso de los medios de comunicación de masas permite que la población conozca la inminencia del peligro e identifique el tipo de acciones de protección que debe llevar a cabo. El proceso implica: la detección de la amenaza, su evaluación, la comunicación de mensajes de alerta a la población afectada y respuesta de dichos mensajes por los receptores.

    A continuación, se va a realizar un análisis de los diferentes medios de comunicación que se pueden utilizar en situaciones de emergencia y su eficacia. Cada uno de los mecanismo de alerta se evalúa en función de la precisión con que disemina la información, su penetración en las actividades cotidianas, la especificación de los mensajes, la susceptibilidad de distorsión del mensaje, la tasa de diseminación a lo largo del tiempo, los requerimientos del receptor, los requerimientos del medio de comunicación y la verificación del receptor.

Comunicación cara a cara
Este tipo de comunicación requiere una gran cantidad de tiempo y de personas que informan sobre el peligro potencial. Se ha calculado que se necesitan de una a cinco personas por cada cien hogares informados personalmente. Los mensajes de alerta se difunden de forma personal con lo que disminuyen las posibilidades de distorsión. La alta credibilidad de las fuentes (policía, bomberos...), hace que los receptores acepten fácilmente la realidad de la amenaza.

Rutas de alerta
Automóviles o avionetas equipadas adecuadamente pueden usarse para difundir la alarma a la población bajo riesgo, utilizando altavoces móviles. El grado de distorsión del mensaje se relaciona directamente con la velocidad del vehículo. El tiempo de diseminación del mensaje decrece con el número y la velocidad de los vehículos y se incrementa a medida que aumenta el tamaño de la zona a cubrir. Con este sistema no se puede verificar automáticamente la recepción del mensaje de alarma.

Sirenas
La ventaja principal del uso de sirenas radica en la velocidad con que se comunica la alarma sin que se necesite ningún dispositivo de recepción por parte del potencialmente afectado por la alerta. Su gran desventaja es el alto coste de instalación y la pérdida de especificidad del mensaje.
Si se usa un sistema de sirenas no es recomendable la complicación de diferentes tonos para transmitir distintas fases de la alerta. Es mejor que sirva de preparación a la comunidad y que ésta se dirija a buscar información más específica de otros medios. La penetración del sistema va a depender de la red instalada, de su volumen, de las características y obstáculos del terreno, del ruido ambiental de la zona..., etc.

Radio y televisión
Aunque hay claras diferencias entre ambos medios de comunicación, con respecto a la difusión de una alerta, los dos proporcionan una información específica con una escasa posibilidad de distorsión de los mensajes. La televisión supera a la radio en que puede proporcionar una información gráfica adicional. El coste de este sistema es escaso pues casi toda la población dispone de equipos sintonizadores y la velocidad de la difusión es muy rápida. Sin embargo, es difícil verificar quién ha recibido la alerta. Durante la noche no es eficaz al no estar sintonizada ni la radio ni la televisión. También puede llegar a cubrir un área mayor que la del impacto y desencadenar la alarma en población no sometida a la emergencia.

Periódicos
Es desaconsejable en caso de emergencia debido a la lentitud de la información y a la incertidumbre con respecto a su difusión. Puede ser útiles para concienciar a la población, preparar un plan de emergencia o difundir mensajes e instrucciones para afrontar una catástrofe con un mínimo de distorsión.

Teléfono
Los sistemas de transmisión telefónica pueden ser:

Comerciales
De forma secuencial o simultánea es posible mandar mensajes mediante sistemas automatizados a todos los números de la zona de impacto. La distorsión del mensaje es mínima y debe proporcionar los elementos adecuados para afrontar la situación.

Red informal
Se puede preparar una especie de cadena entre los ciudadanos que difunden la alerta a través del teléfono. Se corre el riesgo de distorsionar la información y de que se produzcan transformaciones del mensaje siguiendo los principios que rigen la transmisión del rumor.

Este sistema puede provocar una saturación de líneas que impida una adecuada recepción; especialmente en el caso de la red informal telefónica.
4. 2. Características de las masas

    A continuación vamos a tratar con detalle las características que identifican a las masas:

4.2.1. Desindividualización

    La desindividualización es la pérdida de la autoconciencia y de la aprensión por la evaluación. Ocurren en situaciones de grupo que favorecen el anonimato y dirigen la atención lejos del individuo, es decir, existen ciertas situaciones grupales que hacen más probable que las personas abandonen las restricciones y pierdan su sentido de responsabilidad individual.

    El término desindividualización fue originalmente acuñado por Festinger (1952) para referirse a la pérdida del sentido de individualidad que los sujetos sufren al encontrarse sumergidos en el grupo. El sujeto se hace indistinguible de su medio ambiente más inmediato (los demás miembros del grupo) y, en consecuencia, su conducta se transforma.

    Sin embargo, esta noción ya fue utilizada por Le Bon (1895). Le Bon defendía que los sujetos que se juntan en masa resultan anónimos y pierden su personalidad consciente, de forma que quedan sumergidos en la masa. En esa situación aflora su inconsciente primitivo que provoca comportamientos irracionales y destructivos. El individuo queda, por tanto, extinguido en la masa.

    Según Myers (1995), los factores que intervienen en la desindividualización son los siguientes:

Tamaño del grupo

    Los grupos poseen el poder no sólo de activar a sus miembros, sino también de hacerlos identificables. De hecho, una de las características fundamentales de todo grupo es que sus miembros se identifican como miembros del grupo. Cuanto más grande sea éste, más perderán sus integrantes su autoconciencia individual y más dispuestos estarán a actuar como miembros del grupo que como individuos, de tal forma que las multitudes sirven a quienes en ellas participan con capucha para ocultar sus rostros individuales: sólo existe el rostro de la propia multitud. Con ello, los individuos que participan en grupos, y más cuanto mayor sea éste, hacen cosas que no harían si actuaran como individuos. Así, en un análisis de 21 casos en los que estuvieron presentes multitudes, cuando alguien amenazaba con saltar desde un edificio o desde un puente, Manní (1981) descubrió que si la multitud era pequeña y estaba expuesta a la luz del día, las personas por lo general no trataban de azuzar a esa persona. Pero cuando la multitud era grande o estaba al abrigo de la noche, lo que les proporcionaba anonimato, por lo general, lo azuzaban para que se tirara.

    Por su parte, Mullen (1986) informa de un efecto similar en las turbas linchadoras: cuanto más grande sea la turba, sus miembros pierden más la autoconciencia y se vuelven dispuestos a cometer atrocidades tales como incendiar o desmembrar a la víctima. En consonancia con los anteriores datos, Zimbardo (1970) lanzó la hipótesis de que la mera inmensidad de las ciudades superpobladas produce anonimato y, por tanto, normas que permiten el vandalismo. De hecho, llevó a cabo un curioso experimento. Compró dos coches viejos, de diez años de antigüedad ambos, y los dejó con el capó levantado y sin placas de circulación: uno, en una calle cerca del campus del Bronx de la Universidad de Nueva York y el otro cerca del campus de la Universidad de Stanford, en Palo Alto, una ciudad mucho más pequeña. Pues bien, en Nueva York, el primer desvalijador de automóviles llegó sólo en diez minutos y se llevó la batería y el radiador. Tres días después ya se habían producido veintitrés incidentes de robo y vandalismo cometidos por personas blancas, bien vestidas, con lo que el coche había quedado reducido a un montón de chatarra. En cambio, la única persona que a lo largo de una semana fue observada tocando el automóvil en Palo Alto, fue un transeúnte que le bajó el capó cuando comenzó a llover. Este experimento muestra la importancia que la desindividualización tiene el tamaño del grupo o de la multitud, e incluso, de la ciudad en que viven los individuos.

Anonimato físico

    En muchas situaciones reales en las que los miembros de un grupo agresor llevan elementos físicos que aumentan su anonimato como máscaras, el anonimato incrementa muy seria y hasta dramáticamente sus conductas violentas. Diener (1970) encontró en una muestra de 1352 niños que, cuando se les invitaba a coger un dulce pero se les dejaba solos en la habitación, los niños cogían más cuando iban en grupo (21%) que cuando iban solos e identificados por su nombre (8%); en cambio, las tasas de robo eran mayores cuando iban en grupo y a la vez en anonimato (56%) que cuando iban solos pero en anonimato (22%).

Autoconciencia

    Ser anónimo lo hace a uno ser menos autoconsciente y más sensible a las claves presentes en la situación, sean negativas, como en el ejemplo de los agresores, sean positivas, las personas desindividualizadas suelen dar más dinero a los mendigos que si no lo están (Spivey y Prentice-Dunn, 1990). Es decir, el anonimato desata nuestros impulsos, que no siempre son negativos ni crueles, y nos hace más sensibles a las claves sociales de la situación. De ahí que la existencia de espejos y cámaras de televisión, la existencia de luz, etc. pueden llegar a combatir la violencia en los estadios de fútbol al aumentar la autoconciencia y disminuir la desindividualización.

    Zimbardo (1979) considera la desindividualización como un proceso motivado por una serie de condiciones que reducen tanto la capacidad de autoobservación como la preocupación por la evaluación social, y que conducen a un debilitamiento del control sobre la conducta y a una reducción de los niveles para exhibir conductas inhibidas. Su modelo teórico de desindividualización consta de tres componentes:

Condiciones antecedentes: Anonimato, difusión de responsabilidad, presencia de un grupo grande, sobrecarga de estimulación, la dependencia respecto a las interacciones y retroalimentación no cognitiva.

Un estado interno de desindividualización: Se reduce la autoobservación, la autoevaluación y la aprensión a la evaluación social.

Un conjunto de conductas resultantes: Conductas impulsivas realizadas al margen de los controles sociales basados en la culpa o miedo, comportamientos autorreforzantes, que no responden a estímulos discriminativos externos habituales, ni a grupos de referencia distantes, etc.

    Otra explicación alternativa es la teoría de la norma emergente de Tunner y Killiam (1972). Esta teoría explica las conductas extremas no por la pérdida de inhibiciones y una menor conformidad a las normas, sino debido a un mayor cumplimiento de normas específicas desarrolladas por los grupos en cada situación, de forma que lo que cambia no es el control normativo, sino las normas. En situaciones inestructuradas surgen, por tanto, normas nuevas durante el transcurso de la interacción social, y el comportamiento colectivo es el resultado de esas normas. El cumplimiento de estas normas, la conformidad a las nuevas normas emergentes, es probable que sea mayor cuando los sujetos son fácilmente identificables por los miembros de su grupo. En este sentido, el anonimato puede tener el efecto contrario: si la norma del grupo favorece la conducta agresiva, el anonimato relajaría el cumplimiento de esta norma. Los procesos grupales, por su parte, pueden reforzar la orientación normativa dominante, otorgándole valor de legítima y apropiada.

    Las conductas desindividualizadas pueden ser consideradas, por otra parte, no como actos desindividualizados, sino como medios para restablecer la identidad individual (Dipboye, 1977) o social.

    Esto último es lo que se plantea a partir de las teorías de identidad y autocategorzación del yo que han tratado Tajfel (1978), Turner (1982) y que explican el comportamiento uniforme de los miembros de una masa como un medio que les permite lograr una distintividad respecto a la sociedad y desarrollar su propia identidad social.

    El planteamiento realizado a partir de esas teorías se opone diametralmente a la tradición clásica desarrollada a partir de Le Bon. El comportamiento colectivo no ocurre debido a la pérdida de identidad personal, sino que es más bien el reflejo de una identidad social que conforman una masa. La masa, lo mismo que cualquier otro grupo se forma en base a una identidad social compartida. Esta identificación social constituye una condición necesaria y suficiente para la influencia social, de forma que los miembros de la masa buscan normas estereotípicas que definen la pertenencia a la categoría y conforman su conducta a ella. La base de la homogeneidad conductual que se observa en el comportamiento de las masas parte de la identificación social común, de forma que solamente aquellos miembros que se han identificado con la categoría relevante estarán sujetos a la influencia de la masa. Según este planteamiento, la desindividualización considerada como inmersión se explica de forma muy diferente a como lo han hecho otras teorías, ya que lo que ocurre no es una pérdida de identidad, sino un cambio de atención de la respuesta individual a la del grupo, de forma que aumenta la saliencia de la identidad social y la adhesión a las normas.

    La teoría de la norma emergente podría resultar más que el modelo de la desindividualización cuando se hace patente una fuerte identidad grupal, como en caso de conflicto o agresión intergrupal. Por su parte, desindividualización e identidad pueden integrarse, si se tiene en cuenta la duración del estado de desindividualización y los estados afectivos que acompañan al mismo.

4.2.2. Contagio

    Rebolloso (1994) define el contagio como “la difusión del afecto o de la conducta de un participante de una multitud a otro integrante de la misma”. Le Bon habló ya del contagió de las masas. Las personas, en la masa, se convierten en seres automáticos “a los que la voluntad ya no puede guiar”. La dinámica de las masas vendría dada, según estas ideas de Le Bon, por el juego de las tres características que el encuentra en las masas: su irritabilidad, su movilidad y su impulsividad. La explicación de Le Bon se encuentra hoy día superada. Para Munné (1994), los fenómenos de masa parten del doble hecho de la interacción y de la polarización que se producen en las personas que forman una masa. La polarización es el hecho de dirigir varias personas su atención, y, en su caso, centrar su interés hacia algo o alguien al mismo tiempo, permaneciendo de este modo a la expectativa, y encontrándose, entre sí, como “sincronizadas” o en una misma “sintonía”.

    En las masas disgregadas, la gente, se encuentra constantemente en interacción y sólo potencialmente está polarizada. Es decir, que de persona a persona se transfieren determinados impulsos, posibilitando alguna respuesta uniforme.

    En las masas congregadas, la interacción es más intensa y existe ya una polarización. Ambas provocan, entonces, un contagio de sentimientos que hace participar a cada uno en el fenómeno, por transferirse unos a otros las conmociones afectivas por simpatía (en su sentido etimológico de “sentir con otro”).

    Algunos rechazan explicar la conducta de las masas a través del contagio colectivo. Y se alega que en la masa no todos se comportan exactamente igual. Pero el que haya o pueda haber indecisos, rezagados o disidentes sólo indica que el contagio no es automático y que junto a él, también influyen otros factores en la dinámica de la masa. También se alega que este contagio no es posible en el caso de las masas difusas, puesto que falta entonces la necesaria reunión física de los participantes y, sin embargo a través de una emisión radiofónica pudo provocarse un miedo colectivo a millones de norteamericanos al describirse una supuesta invasión de marcianos. Esta emisión fue la obra de Orson Welles La Guerra de los mundos que se emitió por la radio el día de Haloween de 1938. Esta obra fue confundida con una serie de noticias periodísticas por cerca de un millón de personas. Pero quienes alegan tal ejemplo olvidan que también en este caso operó, aunque sin interacción directa, un proceso de contagio simpático, mediante una fuerte polarización de todos los radioyentes en la persona del locutor radiofónico.

4. 2. 3. Sugestibilidad

    El contagio colectivo, originado por el doble proceso de interacción y polarización, produce un estado de sugestibilidad colectiva, es decir, una acusada tendencia a la sugestión. La atención de cada uno queda absorbida por un objeto, suceso o persona, quedando inhibidos, transitoriamente y más o menos según el tipo de fenómeno, los aspectos racionales y conscientes de la persona. La masa es así muy fácilmente impresionable. Hay casos, como en las turbas, en las que incluso puede llegarse a una “histeria colectiva” facilitada a veces con la repetición rítmica de estímulos, cosa que ocurre concretamente en las turbas orgiásticas, mediante diversas técnicas basadas en la música, las canciones o las danzas.

    Esta sugestibilidad está relacionada con la heterogeneidad de la masa. Debido a las diferencias morales e intelectuales existentes entre los participantes del fenómeno, la sugestibilidad opera sobre los instintos y las pasiones, que son algo común a todos ellos. De ahí, el escaso nivel intelectual, la simpleza lógica y la tendencia irracional que, en general, peculiariza a las masas. Se minimizan así las facultades de observación y de un modo especial el sentido crítico, lo que lleva a la masa a una credulidad extrema, que puede llegar a aceptar lo más inverosímil, a través de rotundas afirmaciones o negaciones sin términos medios. A veces, esta actitud viene condicionada por el propio objeto de interés; por ejemplo, el público de un partido de fútbol acepta sólo la alternativa: un resultado a favor o en contra sin pensar ni aceptar, en principio, un empate, lo que hace que pase aquél rápidamente de la alegría a la cólera. Esta falta de sentido crítico impulsa también a obrar sin pensar.

    Por el proceso que va desde la polarización hasta la irracionalidad y por ser las masas fenómenos carentes de organización, las personas que participan en una masa lo hacen, no en su personalidad social específica sino como uno más, o sea anónimamente, lo que tiende a anular la responsabilidad personal, pudiendo llegarse a aceptar en esta situación lo más inmoral. Como es lógico, esto se acentúa en las macromasas. En la masa, la gente puede llegar a comportarse de una forma que nunca haría ni aceptaría estando solo cada sujeto. Interviene en ello lo que ha sido llamado por Allport “ilusión de universalidad”, es decir, el hecho de creer uno que determinada conducta es defendible o justificable por la que ejecutan los demás.

4. 2. 4. Credulidad

    La credulidad se identifica con la masa y, al igual que ella, se deja influir con toda facilidad. Como carece de sentido crítico, las cosas más absurdas le parecen verosímiles. Ahora bien, si las masas son emotivas es porque son más afectivas que racionales. El pensamiento se desenvuelve en imágenes y deja libre el curso de la imaginación sin que intervenga la razón para controlar los productos de la fantasía y verificar si se ajustan o no a la realidad. Esta intensificación de los afectos en el hombre integrado en la masa es también, la característica del ser primitivo y del niño, según autores. La multitud, exaltada emocionalmente, jamás abriga la menor duda acerca de lo que cree. Además, se ha podido comprobar que en el hombre masificado pueden coexistir las ideas más opuestas y que, por más que sean contradictorias, desde el punto de vista lógico, no dan ocasión a conflictos internos. Este fenómeno se observa también en ciertas agrupaciones extremistas en las que se hermanan las tendencias más opuestas. Por ejemplo, suelo ser frecuente que se predique la paz a la vez que se recurre a medios violentos para lograrla.

 

Bibliografía

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