INVENTARIO GENERAL DE INSULTOS

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

enlace de origen
Pancracio Celdrán

Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid

Licenciadoen Lengua y Literatura Hispánica 

© Pancracio Celdrán

© Ediciones del Prado, de la presente edición, noviembre 1995

I.S.B.N.: 84-7838-730-7

D.L.: M-39543-1995

IMPRIMIR 

 


A modo de dedicatoria

In memoriam

A mi madre Dolores Gomariz Reyes de Celdrán, que tenía mucho de la gracia canaria y la sal gaditana en el acento y el discurso cuando mostraba hacia sus hijos el enojo o el enfado, empleando pintorescos términos y voces, algunos de los cuales aquí se recogen.

A mi padre Manuel Celdrán Riquelme, pianista de cine mudo y de varietés; excelente profesor de piano; compositor de canciones enraizadas en la tradición musical española, y de piezas sacras; que musicó tantas coplas simpáticas y escribió la música de El chulo del barrio, juguete cómico o número arrevistado lleno de chistes, de ocurrencias y chascarrillos verbeneros en los felices años veinte, con la colaboración de su amigo Alejandro Casona.

 

A mi suegro Leo Arié Green, a quien como buen austriaco resultaba imposible reprimir la carcajada ante un dicho gracioso o un insulto fino, y que elogiaba la capacidad española y la riqueza de nuestra lengua para generar e hilar injurias e improperios.

 

A mi abuela política Luzi Lea Itzkowitz, que exteriorizaba el regocijo y batía palmas ante lo logrado de una frase pretendidamente ofensiva, aunque como alemana se debatiera entre la conveniencia de mostrar circunspección, y las ventajas de desembridar su entusiasmo ante lo gráfico de ciertas palabras.

 

A ellos cuatro, que supieron vadear el río de la vida con rectitud y elegancia. A ellos, digo, para que desde allí donde están, a la derecha mano de Dios, celebren alegres la aparición de este libro con cuya lectura tanto se hubieran complacido.

Madrid, noviembre de 1995

Pancracio Celdrán Gomariz

Introducción

El insulto, como de su etimología se desprende, es siempre un asalto, un ataque, un acometimiento. Es término derivado de la voz latina assalire: saltar contra alguien, asaltarlo para hacerle daño de palabra, con claro ánimo de ofenderlo y humillarlo mostrándole malquerencia y desestimación grandes, y haciéndole desaire.

Debemos distinguir en él tres grados. La insolencia, mediante la cual perdemos a alguien el respeto, siendo acto que puede llevarse a cabo de palabra, de obra, e incluso por omisión, mediante un gesto, una mirada, un silencio, con lo que exteriorizamos desdén y desaprecio. El improperio, que es injuria de palabra, sinrazón que se le hace a alguno sin justicia ni causa, mediante dicterios y achaques en los que echamos a alguien en cara lo que él quería mantener en secreto, o cuya divulgación buscaba impedir. Y la injuria, ultraje verbal o de obra, mediante maltrato o desprecio. El insulto inmerecido, cuando no hay razón para el improperio, es ofensa. Cuando el insulto hace honor a la realidad del insultado, más que ofensa es falta grave a la caridad con que debemos acoger a las personas. Por lo general, el animus insultandi, o voluntad maldiciente aflora en el temperamento hispano en ambiente y caso jocosos, para hacer gracia de alguien a fin de reírse todos de él; es una de las formas más fértiles de mostrar el ingenio quien lo tuviere, y de enseñar su mala índole o mala baba quien es radicalmente malo y cruel.

 La tradición hispánica, y su experiencia en relación con el amplio y complejo mundo del insulto, la singularidad de sus tontos, pícaros y mentecatos, bobos, truhanes y necios de todo pelaje, es numerosa y abundante en palabras y frases, en casos y anécdotas graciosas que han pasado a la historia no oficial, a la historia pequeña, menuda y popular. De esa riqueza extraeremos los insultos más sonoros y gráficos, más extendidos, populares antaño, algunos olvidados hogaño, todos exultantes de vida expresiva. Recalaremos, asimismo, en algunos personajes y bobos de renombre que han pasado a la lengua cotidiana; tontos insignes en su tontería, cuyas hazañas han quedado plasmadas en breves comparaciones populares. Son muchos, y seguramente no están todos los que fueron. Pero sí los que más hondo calaron en el ánimo popular.

 Como la Biblia afirma, en lo que a los tontos respecta, cada día que amanece el número de bobos crece, por lo que su número es infinito. El sabio rabino de Carrión, Shem Tob, en sus Proverbios morales, mediado el siglo XIV, se hace eco de esa misma realidad, y utilizando la voz "torpe" como sinónimo de necio, afirma:

Que los torpes mil tantos

son (más) que los que entyenden,

e non saben en quantos

peligros caer pueden.

Cuenta Melchor de Santa Cruz, en su Floresta Española, que cierto caballero que reñía con un hombre tenido por necio, dijo a éste cuando iba a darle en la cabeza con una maza de majar, que llaman majadero: "Tenéos, que sóis dos contra uno". Y Baltasar Gracián, en su Oráculo manual, asegura: "Son tontos todos lo que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen".

 El refranero, por su parte, asegura como dogma de fe que cada lunes y cada martes hay tontos en todas partes. Y es verdad. Como también es infinito el modo de manifestarse la tontez, tontuna o tontería, que no es sino la calidad o ejercicio de este arte inútil. En castellano, el número de frases hechas o expresiones adverbiales con protagonismo suyo es grande. El tonto ha dado en ser paradigma del insulto leve. Como sujeto inofensivo e inocuo, al tonto hispánico, como el tondo, el minchione, rintontito o mero stùpido italiano, sólo se le achaca lentitud de entendimiento. La voz en cuestión es término paradigmático del insulto y del agravio en todos los idiomas y en todos los tiempos, siendo atemporal y universal su presencia. No hay lugar ni momento de la historia que no haya contado con un nutrido escuadrón, con una abigarrada tropa de memos, imbéciles, alelados, bobos, estúpidos y gilipollas, todos los cuales han hecho alarde a lo largo de sus vidas más que de su malicia, de su innata torpeza y limitación intelectual. A esa limitación de la razón alude la lengua alemana cuando habla del tunte; o el húngaro, cuando describe al bobalicón y palurdo, a quien denomina tandi. Los clásicos griegos se referían a los tontos con la voz aglaros, por su aspecto embobado de eterno deslumbramiento. Habitan el campo semántico del tonto especímenes y personajillos como Abundio y Pichote, Cardoso y el cojo Clavijo, Perico el de los Palotes, Panarra y Pipí, el tonto de Coria, el del Bote, el de Capirote, acompañados por el genial tontaina que tuvo la ocurrencia de asar la manteca, o el tonto bolonio que creyéndose una lumbrera se pasaba de listo.

 Pero no es en esta limitación de las facultades del espíritu donde únicamente se ceba con su dura carga semántica la voz ofensiva, el término insultante, la palabra injuriosa. No es el mentecato, el bobo o el imbécil lo único que reluce. Es más: los insultos que apelan a la cortedad del ingenio, o carencia absoluta de luces son los menos graves, por ser a menudo los más obvios; como también lo son seguramente los nacidos de la mitomanía o la necesidad de mentir. El animus insultandi hispánico se explaya o acomoda mejor cuando se trata de ofensas o achaques, de improperios y agravios de otra naturaleza. El ingenio ibérico brilla y se luce cuando arremete contra el marido engañado, o se mete con el desviado sexual. Peor cariz toma el insulto que nace de creerse uno mejor que otro, o de creer a otro peor que uno; la peligrosa ofensa de connotaciones racistas o xenófobas, en que se tiene en cuenta el color de la piel, los factores sanguíneos, la religión o la cultura. Siempre me ha sorprendido la forma de insultarse gravemente que tienen ciertas tribus bereberes, entre cuyos aborígenes cuando alguien quiere agraviar a otro le llama con asco haddad ben haddad, sintagma que en árabe no significa nada particularmente grosero: "herrero, hijo de herrero" ; sin embargo, la ofensa estriba en que el oficio descrito era sólo desempeñado en el sur de Marruecos, y el sahel u orilla del desierto por los indígenas del Sahara, despreciados como parias, a pesar de que también ellos eran seguidores del Profeta y observaban su ley, y la del libro sagrado del Corán. Tremendo cariz toma el alma de quien se complace en contemplar el escarnio ajeno, como apunta Juan de Zabaleta en su curioso librito El día de fiesta por la tarde, publicado a mediados de 1664, donde se lee: "¡Oh dulcísimo sabor el del escarnio ajeno...! Gustamos de los defectos de los otros, porque parece que quedamos superiores a ellos...".

 

 Y más negro pelaje es, aún, el de la ofensa que se centra en el honor, en la conducta, en el pensamiento, en el convivir, que retratan al individuo que abusa de sus semejantes, haciéndoles daño de forma gratuita; sujetos que para asomarse al otro lado de la valla y así sobresalir ellos, y para que los vean, se sustentan sobre las espaldas o los hombros de los demás, a los que luego ignoran e incluso zahieren. Es ahí donde sale a la luz lo más obscuro del hombre, su capacidad más granada para hacer daño.

 Encontrará el lector amigo en esta mezcla de inventario y diccionario histórico del insulto castellano, el calificativo para todo tipo de conducta miserable, mezquina y deshonrosa. Toda suerte de ladrones y maridos aparentemente engañados; chulos destemplados; soberbios montaraces; granujas disculpables; pobres hombres arrinconados por la vida, que han hecho el ridículo a su pesar. Por aquí desfila, enseñando sus bilis y lacras, el nutrido y abigarrado batallón de las miserias del alma en forma de palabras y palabrotas, cantos rodados de la historia de la lengua y sus hablantes. Hombres y mujeres a quienes esa distinción de sexo ha condenado a menudo a la sordidez y a la miseria: los insultos, improperios y agravios relacionados con la sexualidad son numerosos y acerados. Mujeronas aguerridas, y mujerucas olvidadas en los meandros y recodos del río de la vida; muchachos desamparados, pobres pícaros y randas al servicio de reinonas, caciques y capitostes del hampa y la mala vida. También ha generado insultos el hambre, que aguzó el ingenio haciendo al hombre avispado, para que pudiera aprovecharse de quien no lo es tanto. Nutrida tropa es la de los gorrones, parásitos y chivatos, sablistas y mangorreros, jaques y valentones, chulos y rufianes..., porque el hombre ha hecho siempre lo imposible por vivir de los demás, llevando en el pecado la penitencia del insulto, forma lingüística de rendir cuentas ante la sociedad. Mucho de cuanto la historia ha creado en forma de insulto, está aquí, lector amigo. Sonríe si te reconoces a ti mismo en alguna de estas voces, y pon remedio; y sonríe también, compasivo, si reconoces a alguno de tus vecinos, allegados o amigos que dejaron de serlo o siguen siéndolo, como yo hago ahora pensando en tantos como han pretendido hacerme daño sin conseguirlo ciertamente. No olvides que injuriar no está al alcance de cualquiera, y que a veces es cierto el dicho ciceroniano: Accipere quamfacere praestat iniuriam; que en castellano vale: "Mejor cosa es sufrir el insulto y padecer una injuria, que hacerla uno". Sócrates, habiendo recibido en cierta ocasión un insulto, seguido de puntapié, exclamó, no dándose por aludido: "¿Acaso si me hubiera dado una coz un asno, me enfrentaría a él...?".

 Así pues, lector amigo, que tienes en tus manos este libro, di conmigo esta breve oración que he compuesto ante el auge e incremento desmedidos que en nuestro tiempo están tomando la imbecilidad torpe y la malicia malsana:

"Señor, haz que el rastro de luz que deja la maldad sobre el espíritu de los inocentes, deslumbrándolos durante un instante, sea fugaz como el del cometa que brilla un momento en la noche y ya no regresa jamás. Amén".

Madrid, noviembre de 1995

Pancracio Celdrán Gomariz.

 

NOTA

El asterisco (*) situado detrás de una palabra significa que ésta está recogida en el presente Inventario.

 

A

Aborto

Abrazafarolas

Abundio

Acémila

Adefesio

Agrofa

Aguafiestas

Alcornoque

Alelado

Alfeñique

Ambladora

Ambrosio (carabina de)

Amorfo

Analfabestia

Analfabeto

Animal

Animal de bellota

Arpía

Arrabalero

Arrastracueros

Arrastra(d)o

As

Asnejón

Asno

Asqueroso

Astroso

Atolondrado

B

Babieca, estar en Babia

Baboso

Babosón

Badajo

Badajuelo

Badana

Badulaque

Bajo

Bala

Baladrón

Baldragas

Bandido

Bardaje

Barrabás

Barragana

Barriobajero

Basilisco

Bastardo

Basto

Batueco

Bausán

Bellaco

Beocio

Bergante

Berzas

Berzotas

Bestia

Besugo

Bibí

Birria

Bobales

Bobalías

Bobalicón

Bobarrón

Bobatel

Bobo

Bobo de Coria

Bobos de Anchuelo

Bobote

Bocaza

Bocazas

Boceras

Bocón

Bodoque

Bolero

Bollera

Bolo

Boquerón

Boquiblando

Boquimuelle

Boquirroto

Boquirrubio

Borde

Bordión

Bordiona

Borrachín

Borracho

Borrachuzo

Borrego

Borrico

Botarate

Boto

Bozal

Bravonel

Bravucón

Bribón

Brozno

Bruto

Bufón

Buharra

Bujarrón

Bujendí

Bujendón

Bullebulle

Bultuntún

Burro

Buscavidas

Buscón

Buscona

C

Cabestro

Cabezón

Cabezota

Cabra

Cabrito

Cabrón

Caco

Cachivache

Cacho

Cachondo

Cachondo mental

Cafre

Cagado

Cagarruta

Cagón

Calamidad

Calavera

Calientapollas

Callacuece

Callo

Callonca

Calzonazos

Calzorras

Camaleón

Camándula

Camandulero

Campanero

Canalla

Canco

Candongo

Canijo

Cantamañanas

Cantimpla

Cantimplas

Cantonera

Capón

Capullo

Cara

Caracol

Caraculo

Caradura

Carajo a la vela

Carajote

Carantamaula

Carapapa

Carapijo

Carca

Carcamal

Carcunda

Carota

Carroza

Carrozón

Cáscara amarga (ser alguien de la)

Casquivano

Cateto

Cazurro

Cebollino

Cebollo

Cebolludo

Cegajoso

Cegato

Cegatón

Cencerro

Cenizo

Cenutrio

Ceñiglo

Ceporro

Cerdo

Cernícalo

Cerril

Cerrojo

Chafallón

Chafalote

Chalado

Chanflón

Chapucero

Chapuza

Chapuzas

Chaquetero

Charrán

Chicha ni limonada

Chiflado

Chinche

Chinchorrero

Chiquilicuatre

Chiquilicuatro

Chirimbaina

Chirrichote

Chisgarabís

Chivato

Chocho

Chorizo

Chorra (ser un)

Choto

Chulo

Chupasangres

Chupóptero

Churrillero

Churrullero

Cínico

Cipote

Cobarde

Cobardón

Cochino

Cocinilla

Colipoterra

Comemierda

Coñazo

Cornudo

Correvedile

Correveidile

Corto

Cotilla

Cotorra

Cotorrón

Crápula

Crapuloso

Cretino

Cuadrúpedo

Cualquiera

Cucarro

Cuco

Cuentista

Curro

Currutaco

Cursi

Cursilón

Cutre

D

Desabrido

Desastre

Descarado

Descerebrado

Desgraciado

Deslenguado

Déspota

Desvergonzado

Dompedro

Dompereciendo

Don

Dondiego

Donillero

Donnadie

Doña

Dundo

E

Echacantos

Echacuervos

Elemento

Embrollón

Enano

Energúmeno

Engendro

Entremetido

Entrometido

Esaborío

Escalentada

Escoria

Esnob

Estafermo

Estólido

Estrafalario

Estulto

Estúpido

F

Facineroso

Facha

Fachenda

Fachendón

Fachendoso

Fanfarrón

Fantasma

Fantasmón

Fantoche

Faramalla

Faramallero

Faramallón

Farfante

Farfantón

Farfolla

Farfulla

Farfullero

Fargallón

Farieseo

Farol

Farolazo

Farolero

Farolón

Farotón

Farsante

Fato

Fatuo

Fazpuerca

Felón

Fementido

Feto

Figurón

Filibustero

Fino

Finolis

Foca

Fodidencul

Fodolí

Follón

Fresco

Frívolo

Fulano

Fulastre

Fullero

Fuñique

Furcia

G

Gabacho

Gafe

Gafo

Gagá

Galfarro

Galfarrón

Gallina

Gamberro

Ganapán

Gandul

Gandumbas

Ganforro

Gansarón

Ganso

Gañán

Garbanzo negro

Garduño

Gárrulo

Gaznápiro

Gilí

Gilipollas

Gilipuertas

Gitano

Golferas

Golfín

Golfo

Goliardo

Gomoso

Gorrín

Gorrino

Gorrón

Granuja

Grillado

Grosero

Guarrín

Guarro

Guiñapo

Gurdo

Guripa

Gurriato

Gurrumino

H

Habló el buey y dijo mu

Hacha

Hacino

Hampón

Haragán

Harón

Hazmerreír

Hediondo

Hijoputa

Hipócrita

Holgachón

Holgazán

Holgón

Hortera

Huevazos

Huevón

I

Idiota

Iluso

Imbécil

Imberbe

Impertinente

Impresentable

Incapaz

Incordio

Inepto

Infame

Infeliz

Ingrato

Insensato

Insolente

Inútil

J

Jaque

Jaquetón

Jesuita

Jeta (ser un)

Jodido

Juan Bragazas

Juan de Aracena

Juan el tonto

Juan Lanas

Juan Palomo

Judas

Judío

Julandras

Julandrón

Jumental

Jumento

L

Lacayo

Ladilla

Ladino

Ladrillo

Ladrón

Lameculos

Lameplatos

Lapa

Lata

Latazo

Latoso

Lebrastón

Lebrón

Lechuguino

Legañoso

Lelo

Lenguaraz

Lenguaz

Leño

Lerdo

Libertino

Lila

Lilaila

Lilanga

Lililó

Lililón

Lilipendo

Lilipendón

Lilo

Liló

Liloi

Lilón

Lirón

Listillo

Listo

Litri

Lloramigas

Llorica

Loca del Ferrol

Loco

Longuí

Lunático

 

M

Macaco

Macandón

Macanero

Macarelo

Macareno

Macarra

Macarrón

Macarronet

Magancés

Maganto

Majaderete

Majadero

Majagranzas

Majareta

Majarete

Malaleche

Malandrín

Malangel

Malapata

Malasangre

Malasombra

Malauva

Malcarado

Malcontento

Malcriado

Maldiciente

Maldito

Maleante

Maleta

Maletón

Malfario

Malmirado

Malnacido

Malqueda

Malquisto

Malsín

Mamahuevos

Mamarracho

Mameluco

Mamerto

Mamón

Mamporrero

Mandria

Manfla

Manflota

Manga ancha (tener o ser alguien de)

Mangante

Mangón

Mangonero

Mangorrero

Manso

Manta

Marica

Maricón

Maricona

Marimacho

Mariol

Marión

Marioneta

Mariposa

Mariposón

Mariquita

Marmitón

Maromero

Maromo

Marquesa

Marquida

Marquisa

Marrajo

Marrano

Marrullero

Más tonto que el maestro de Siruela

Más tonto que el sastre del cantillo

Mastuerzo

Matacandiles

Mátalascallando

Matasiete

Maula

Mazacote

Meapilas

Measalves

Meliloto

Melindres

Melindroso

Melón

Memo

Mendrugo

Mentecato

Mequetrefe

Merdón

Merluzo

Metemuertos

Metepatas

Metesillas

Meticón

Metomentodo

Mezquino

Mierda

Mierdecilla

Mindango

Mindundi

Mindundis

Miramelindo

Mochales

Mocoso

Mocosuena

Modorro

Modrego

Mojarras

Mojarreras

Mojarrilla

Mojigato

Momia

Monstruo

Morcón

Morlaco

Moro

Moromurcio

Morral

Morro (tener mucho o poco)

Mosca

Mosca cojonera

Moscamuerta

Moscardón

Moscatel

Moscón

Mosquitamuerta

Mostrenco

Motolito

Muermo

Muerto

Muñeco

N

Nazareno

Necezuelo

Necio

Nerón

Ninchi

Niñato

Nota

Novato

Novillo

Ñ

Ñajo

Ñarra

Ñiquiñaque

Ñoño

Ñorda

Ñordija

O

Ogro

Onagro

Orate

Ordinario

Oveja negra (ser la)

P

Pájaro

Pajarraco

Paleto

Paliza

Palurdo

Pamplina

Pamplinas

Panarra

Pánfilo

Panoli

Papahuevos

Papamoscas

Papanatas

Páparo

Paparote

Papatoste

Papirote

Paquete

Pardillo

Paria

Pasmarote

Pasota

Pataco

Patán

Patibulario

Patoso

Pavisoso

Pavitonto

Pavo

Payaso

Pazpuerca

Pécora

Pedante

Pedazo de

Pedorrero

Pedorro

Pedorrón

Pegote

Pegotero

Pejiguera

Pelafustán

Pelagallos

Pelagatos

Pelanas

Pelandusca

Pelele

Peliculero

Pellejo

Pelma

Pelmazo

Pelón

Pelota

Pelotilla

Pelotillero

Penco

Pendanga

Pendejo

Pendón

Peneque

Penseque

Percebe

Perdis

Perdonavidas

Perdulario

Perico el de los palotes

Perillán

Peripuesto

Perogrullo

Perro

Petardo

Petimetre

Petulante

Picaño

Pícaro

Picarón

Picarona

Pichabrava

Pichafría

Pichiruche

Picio

Piernas

Pijo

Pijotero

Pillabán

Pillastre

Pillete

Pillín

Pillo

Pilluelo

Piltraca

Piltrafa

Pinchabombillas

Pinchauvas

Pindonga

Pingajo

Pingo

Pinta (tener mala, ser un)

Piojoso

Pipiolo

Pira

Pirado

Pirandón

Pirante

Pirantón

Pirao

Pirujo

Pisaverde

Pitañoso

Pitarroso

Pitongo, niño

Plasta

Plepa

Plomazo

Plomo

Pollaboba

Pollabrava

Pollafría

Pollo bien

Pollopera

Porcaz

Portera

Presumido

Presuntuoso

Primavera

Primo

Pringado

Prostituta

Puerco

Puñetero

Puta

Puto

Q

Quedón

Quedona

Quejica

Querida

Querindanga

Querindonga

Quidam

Quitahipos

Quitolis

R

Rácano

Rafez

Rahez

Rajado

Ramera

Ramplón

Randa

Rapaz

Rareras

Rastracueros

Rastrapaja

Rastrapajo

Rastrero

Rata

Ratero

Rechiquirritillo

Reinona

Remamahuevos

Rémora

Renacuajo

Repípi

Retro(grado)

Rezonglón

Rezongón

Ribaldo

Ridículo

Robaperas

Rocín

Rogelio

Roín

Rojo

Rostro

Rudo

Rufián

Ruin

S

Sabandija

Sacamuelas

Sacamuertos

Sacapelotas

Salido

Saltabanco

Saltabardales

Saltimbanqui

Sancirolé

Sandio

Sanguijuela

Sansirolé

Sansirolí

Sátiro

Sietemachos

Simio

Simple

Simplicísimo

Simplón

Sinvergonzón

Sinvergüenza

Snob

Sobrero

Socarra

Socarrón

Sodomita

Soleche

Sonado

Sonajas

Sonso

Soplapollas

Soplón

Sosaina

Soseras

Soso

Sueco, hacerse el

Suripanta

 

 

 

T

Tabardillo

Tabarra

Tabarreras

Tagarete

Tagarote

Tarambana

Tararira

Tarasca

Tarugo

Terne

Tijeretas

Tío

Tipejo

Tiquismiquis

Tirado

Tiralevitas

Tirillas

Tirulato

Títere

Tocho

Tocineras

Toli

Toli-toli

Tolili

Tolo

Tolondro

Tolondrón

Tonta de Candelario

Tontaco

Tontilindango

Tonto

Tonto bolonio

Tonto de Albeta

Tonto de capirote

Tonto del bote

Tonto del haba

Tonto de los pasteles

Tontolinato

Tonto pajón

Tonto pichote

Tonto pipí

Tonto que asó manteca

Tontorrón

Tontos a tiempo perdido

Torpe

Torpón

Torreznero

Torrezno y huevo

Torticero

Tortillera

Tostón

Tragahombres

Tragaldabas

Tragavirotes

Tragón

Tragona

Trapacero

Trapacista

Trapalón

Trapisondista

Trasgo

Trasto

Tribade

Trilero

Tronco

Tronera

Truhán

Tuercebotas

Tunante

Tunarra

Tuno

Turulato

Turullero

U

Ufanero

Ufano

Uñilargo

V

Vacaburra

Vacilón

Vago

Vagoneta

Vaina

Vainípedo

Vándalo

Vanidoso

Vanlocuo

Vano

Veleta

Verde

Verdulera

Verriondo

Víbora

Viceversa

Vidaperdurable

Vil

Villanchón

Villano

Vilordo

Viva Cartagena

Viva la Pepa

Viva la Virgen

Vivales

Vividor

Y

Yegua

Yeti

Z

Zafio

Zaharrón

Zampabodigos

Zampabollos

Zampalimosnas

Zampatortas

Zamujo

Zamuzo

Zangadullo

Zangandongo

Zangandungo

Zángano

Zangarilleja

Zangarullón

Zangolotino

Zangón

Zanguango

Zanguayo

Zaparrastroso

Zarangullón

Zarracatín

Zarramplín

Zarrapastrón

Zascandil

Zolocho

Zombi

Zompo

Zonzo

Zopenco

Zopo

Zoquete

Zorra

Zorrastrón

Zorrero

Zorrón

Zorronglón

Zote

Zullenco

Zullón

Zulú

Zurriburri

Zurumbático

Este libro, intitulado INVENTARIO GENERAL DE INSULTOS, del que ha sido autor D. Pancracio Celdrán Gomáriz, fue terminado de imprimir en los talleres de Gráficas Santos, en la Villa de Madrid, a dia vigésimo segundo del mes de noviembre del año de Nuestro Señor Jesucristo de mil novecientos noventa y cinco, festividad de Santa Cecilia, patrona de la música y de los músicos, bajo cuya advocación cualquier insulto podría sonar a música celestial.

Tus compras en

Argentina

Colombia

México

Venezuela

VOLVER

SUBIR