INVENTARIO GENERAL DE INSULTOS

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Pancracio Celdrán

Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid

Licenciadoen Lengua y Literatura Hispánica 

© Pancracio Celdrán

© Ediciones del Prado, de la presente edición, noviembre 1995

I.S.B.N.: 84-7838-730-7

D.L.: M-39543-1995

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N

Nazareno.

Eccehomo, persona que por su ingenuidad y buena fe recibe siempre las bofetadas. En el extremo opuesto de la semántica, se denomina también así al estafador hoy muy en boga por protagonizar el timo de su nombre, consistente en comprar con letras aplazadas mercancía que vende o malbarata sin satisfacer su pago; estafador. 

Necio, necezuelo.

Persona falta de razón, terca y porfiada en cuanto hace o dice, a sabiendas de que todos lo tienen por descabellado. En las Coplas del Provincial, (segunda mitad del siglo XV), se usa así el término: 

Decidme, doña Lucrecia,

en el nombre, y no en la fama,

¿a cómo vale el ser necia

y fingir mucho de dama? 

Y entrado el XVI, Juan de la Cueva, en El infamador, ofrece esta visión crítica: 

¡Necio! píntame agora un caballero

que sea pobre, y ponlo en competencia

con un rico de oscura descendencia,

verás a cuál se inclina la victoria,

y entenderás cuál vive en la memoria:

el noble pobre o el villano rico.

Aludiendo a estos individuos, Lope de Vega escribe en La Dorotea: 

De quantas cosas me cansan

fácilmente me defiendo,

pero no puedo guardarme

de los peligros de un necio. 

El necio dió mucho de sí tanto para el teatro como para la novela, estando los siglos de oro repletos de sus necedades. Esteban de Garibay, en sus Cuentos, relata este chascarrillo: 

Un padre tenía un hijo necio, y queriéndole desposar encomendóle mucho que no hablase, porque no entendiesen que era necio. Y estando todos sentados a la mesa, los parientes de la novia dijeron que parecía, el desposado, necio (...), y oyéndolo el desposado dijo a su padre: "Señor, bien puedo ya hablar, que me han conocido".

Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes, (principios del siglo XVII), incluye el siguiente texto: "Con necios y porfiados labro yo los mis tejados". “Dícenlo abogados y ministros por lo que se aprovechan del gasto de pleiteantes".

Francisco López de Ubeda, en La Pícara Justina (1605), hace decir a la protagonista: "Con los discretos hablo bien, y con los necios hablo en necio para que me entiendan"; y Agustín de Rojas Villandrando, en El Viaje entretenido, utiliza así el término: 

¡Ay gran máquina del mundo!

¡Ay, licencioso tiempo...

Con qué ligereza pasas,

y cuán veloz es tu vuelo...!

¡Cómo encumbras al humilde,

y humillas al altanero...!

Mas..., ¿cómo es posible, tiempo,

que olvides discretos pobres

y quieras a ricos necios?

¡Ay, silencio de mi alma, q

uédese aquesto en silencio! 

El necio no es tonto. Se trata de un ignorante vocacional, que no ha llegado a aprender lo que podía. En castellano, esta palabra, de la voz latina nescius, remonta su uso a los primeros autores de nuestra literatura en el sentido que hoy tiene: ignorante e imprudente, no desprovisto de atrevimiento. Su ignorancia es culpable y mayor aún su osadía y temeridad, de ahí que se dijera: "Al hombre discreto se le convence con razones; al necio a palos y mojicones".

Cervantes escribe en El licenciado Vidriera: "Entendió el marido de la ropera la malicia del dicho, y díjole: "Hermano licenciado Vidriera, (que así decía él que se llamaba), más tenéis de bellaco que de loco". "No se me da un ardite, respondió él, como no tenga nada de necio"".

Nerón.

Sujeto de gran crueldad, ruín y taimado. En un uso moderno y caprichoso del término, se alude con el nombre del personaje clásico al tacaño insolidario que chupa de los demás cuando no tiene, y no deja que los demás chupen de él cuando tiene; es uso forzado por la rima del siguiente ripio: 

¡Fumemos, dijo Nerón,

y fumaba sólo el cabrón...! 

Gorrón que cuando acontece tener tabaco o cualquier otra golosina, después de haber estado fumando o bebiendo a costa de los demás, saca el paquete o pide una caña sin invitar a nadie. Es dicho achulado y gracioso, por lo inesperado del desenlace y lo chusco de la situación anacrónica que crea. 

Ninchi.

En ámbitos achulados, entre personas que conocen el argot de los bajos fondos, equivale a punto filipino; pájaro de cuentas; sujeto informal y carente de sentido común; mequetrefe que a pesar de ser un mierda puede hacer daño. Parece que procede del caló, lengua en la que significa "chico, muchacho", no entendiéndose lo negativo de su semántica a partir de un sustantivo poco sospechoso de tan extremas maldades. 

Niñato.

Despectivamente se dice del joven de buena familia; niño pera. El sufijo en "-ato", aplicado a persona, es ofensivo, por ir asociado a las desinencias de esta naturaleza propias de animales: lobato, jabato, ballenato, lebrato, cervato, etc. Téngase en cuenta que la acepción que de la voz "niñato" recoge el DRAE alude al "becerrillo que se halla en el vientre de la vaca cuando la matan". 

Nota.

Persona que llama la atención a pesar de que pretende lo contrario; mirón, vigilante, espía chapuzas, membrillo. En la expresión "caer en nota", significa darla, escandalizar, ponerse uno en ridículo. En el siglo XVI, "nota" era igualmente término de ofensa e insulto grave, ya que significaba infamia en alguna persona que era señalada y notada por ello, de donde vino el nombre. Su uso peyorativo deriva del que tuvo como substantivo en el siglo XV. Juan del Encina, en su Cancionero hace el siguiente uso, aunque utilizado el término a la moda del sayagüés, con palatalización inicial en "ñ", y significado de "reparo, censura, crítica desfavorable": 

¡Bien me plaze dessa ñota,

hideputas rabadanes!

Ladran detrás de los canes

y no saben una jota. 

Covarrubias (1611) da al término el valor semántico de "infamia en alguna persona". Hoy se ha perdido el antiguo sentido, y tildamos así a quien sin tener de qué presumir o lucirse, lo intenta, haciendo el ridículo; también se escucha en contextos orales en los que equivale a "listo" *. 

Novato.

Novicio, nuevo, neófito o principiante en un trabajo, oficio, o cualquier otra cosa. Suárez de Figueroa, en El Pasajero, curiosa obra donde describe las costumbres de su tiempo -el siglo XVII-, usa así el término: "Había comunicado con otros mozuelos el estilo que se tenía en aquella universidad, no sólo con los novatos, sino con los provectos".

Y coetáneamente, Quevedo, escribe estos versos: 

Enseñaré a las novatas

recetas de tal primor

que hará Marqueses del Gasto

los Condes de Peñaflor.

Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua (1611), da al término uno de los valores semánticos que ha tenido desde entonces: "Nevos llaman en las universidades a los estudiantes novicios de aquel año, por otro nombre novatos". 

Novillo.

Individuo a quien su mujer o novia pone los cuernos. Es término que, como todo lo relacionado con esta circunstancia social, tiene uso antiguo en castellano. El madrileño Francisco de Quevedo muy amigo de emplear esta familia de insultos, le saca el siguiente partido: 

De su novio hará novillo,

y ansí con él arará;

lo que siembra cogerá

con algún primo carnal. 

Y su oponente literario y personal enemigo, el cordobés Luis de Góngora, ve así al sujeto en cuestión, traicionado por su mujer: 

No vayas, Gil, al sotillo,

que yo sé

quien novio al sotillo fue

que volvió hecho novillo.

 

Ñ

Ñajo.

Sujeto muy pequeño, a pesar de lo cual se muestra pendenciero y matón. Es término despectivo, de significado afín al de la expresión "ser alguien como el enano de la venta"*. Como en el caso de "ñarra", suele formar compuesto con la voz "peque", abreviado de pequeño, duplicando así su capacidad despectiva. 

Ñarra.

Enano, ñajo. Es voz despectiva que suele ir unida, formando compuesto, con "peque", abreviado de "pequeño", resultando el término "pequeñarro, -a", es decir, individuo muy pequeño, casi diminuto. 

Ñiquiñaque.

Persona o cosa muy despreciable. De ñaque = conjunto de cosas inútiles. Se dice a la persona a la que se quiere mostrar desprecio. Dice Corominas que es palabra inventada, sin significado alguno, usada por el vulgo para el fin que hemos dicho. Pero debe ser derivada de "ñaque", palabra que connota negativamente a la persona o cosa a que se aplica. 

Ñoño.

Persona muy apocada y remilgada, que se queja y asusta por cualquier pequeña cosa. Es voz de creación expresiva, como casi todas en las que interviene la aliteración o repetición de sonidos. Su significado primero parece haber sido el de "caduco, débil, en decadencia", del término latino para abuelo o viejo decrépito: nonnus. El Diccionario de Autoridades recoge el término con el siguiente valor significativo: "caduco o chocho: dícese de los viejos (...) vuelto a la edad de los niños, por corrupción de esta voz". El DRAE, en su edición de 1884, concreta así el término: "Dícese de la persona sumamente apocada o delicada, quejumbrosa y asustadiza..." a cuya definición añade después la siguiente nota semántica: "...y de corto ingenio". Leandro Fernández de Moratín utiliza en este sentido el término: "...porque en él pintó con excelencia un viejecillo tan pusilánime, inepto encogido, frío, memo y ñoño como el autor le imaginó".

Y Bretón de los Herreros aplica los siguientes epítetos a una señora muy anciana. "¡...la Petronila, tan fatua, tan ñoña....!". 

Ñorda.

Palabra gruesa con la que se tacha a alguien de "tío mierda". M.J. Llorens la da como término propio del caló, en su Diccionario Gitano. 

Ñordija.

Término muy grosero dirigido a mujeres, con el valor semántico de “tía mierda". Es el femenino de "ñorda".

 

O

Ogro.

Gigante mitológico que se alimentaba de carne humana. Es voz procedente del latín orcus, voz con que se denominaba al dios de los infiernos, Plutón. En castellano se dijo antaño "huerco"; el Arcipreste de Hita, en su Libro del Buen Amor (primer tercio del siglo XIV) utiliza ya el término, y dos siglos después, Sebastián de Horozco lo emplea así: 

En el hombre necio y terco

nadie fíe ni se enhote:

huya dél como del güerco,

porque de rabo de puerco

nunca sale buen virote. 

Pero el castellano "ogro" actual pudo derivar directamente de la voz francesa ogre, muy en uso en el siglo XVI con el significado de "devorador de niños". Terreros recoge el término en su Diccionario, redactado a mediados del siglo XVIII. Por derivación del sentido: individuo de aspecto brutal, que impone por su apariencia descomunal e intimidadora; también sujeto perverso, capaz de cualquier ruindad e ignominia, a modo de bestia parda. 

Onagro.

Asno salvaje. Es variante del empleo ofensivo o humillante de voces como "burro, asno, jumento, pollino", y del resto de los solípedos, en cuya substitución se usa por cansancio de las mencionadas voces, para denotar originalidad en medios cultos. Como insulto es de uso reciente. 

Orate.

Loco, inconstante, desequilibrado; persona de poco juicio, moderación y prudencia. Algunos han defendido una etimología griega para este término: la voz oratés: visionario; más razonable es pensar que proceda de la voz valenciana orat: persona a quien ha dado un aire o "aura malsana" tornándola loca. La primera documentación en castellano aparece en Zaragoza, donde en 1425 se fundó una "casa de orates", u hospital para estos enfermos. Es voz de uso general en los siglos de oro, y muy usada en la escena. El toledano Francisco de Rojas emplea el término, que pone en boca de una desconcertada dama: 

 Ayer un amante orate

mi mano alabó por bella,

pero a cada dedo della

le dijo su disparate. 

Y Tirso de Molina, coetáneamente, llama a la Corte, su Madrid natal, "Casa de orates", en una conocida comedia suya.  

Ordinario.

Individuo vulgar y chabacano, de poca estimación y calidad; persona plebeya o de ruin condición, que carece de educación y se comporta groseramente, sin importarle la bajeza con la que se conduce por la vida. El dramaturgo Antonio Mira de Amescua, en su comedia Galán, valiente y discreto, (primer tercio del s. XVII), utiliza así el término: 

Un enfermo deliraba

y grande rey se fingía,

imperios y monarquía

en su locura gozaba.

 Sanó, y alegre no andaba,

diciendo:...Gracias no doy

a quien me da salud hoy,

pues era rey soberano,

enfermo, y estando sano

un hombre ordinario soy. 

Su matiz peyorativo pudo derivar de haberse llamado así al arriero o carretero que habitualmente conducía personas o mercancía de un lugar a otro, sujeto rudo, blasfemo y vulgar, especie de camionero de los siglos pasados. 

Oveja negra (ser la).

Llamamos así a quien difiere desfavorable o negativamente del resto de los componentes de una familia o grupo. El origen de este sintagma adjetivo parte de la confusión entre la palabra originaria, "arveja", y la hembra del carnero. La proximidad fonética entre los sonidos iniciales del término condujo a la errónea interpretación de un vocablo por otro, sobre todo cuando el término "arveja" empezó a caer en desuso, asimilándose en la mente del hablante con el de "oveja", más conocido y cercano a la experiencia rural. La arveja es voz que designa tanto al guisante como a la almorta. Ser la "almorta o arveja" negra es tanto como ser el garbanzo negro. Todo ello circunscrito semánticamente a las prácticas seguidas para decidir o votar premios y castigos, en cabildos y conventos. A fin de calificar a alguien, tanto moral como académicamente, los individuos con derecho a voto introducían en una bolsa negra un garbanzo, o una arveja; si la resolución era positiva, hacia el premio o hacia el "sí", la legumbre en cuestión era de color blanco; si se consideraba negativamente el asunto o persona, se introducía la arveja o garbanzo negro. Ser la arveja negra era tanto como distinguirse desfavorablemente. Hasta el siglo XVII se siguió en conventos, cabildos y congregaciones la costumbre de introducir en un tazón un haba, garbanzo o arveja negra entre el resto, que eran blancas. Quien sacaba la negra, pechaba, pagaba o se hacía cargo de la situación. Esta costumbre dio también origen a la frase "tocarle a alguien la negra, o tener la negra", o ser la oveja (arveja) negra. 

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