EL EXISTENCIALISMO COMO CORRIENTE FILOSÓFICA Y SUS PRINCIPALES FIGURAS

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Valmis Martínez Aragón
Ada Mercedes Peña González

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INTRODUCCION
En este trabajo abordaremos el tema del Existencialismo como corriente filosófica contemporánea de los siglos XIX y XX, aunque se pueden encontrar elementos existencialistas en el pensamiento (y vida) de Sócrates, en la Biblia y en la obra de muchos filósofos y escritores anteriores a la edad contemporánea. El existencialismo en la filosofía constituye una corriente del pensamiento moderno, movimiento filosófico que resalta el papel crucial de la existencia, de la libertad y de la elección individual. El término existencialismo se ha oscurecido y disuelto en una pluralidad de sentidos vagos y difusos debido al abuso que se ha ejercido sobre él. 

Como movimiento filosófico, el existencialismo era poco sistemático y muy heterogéneo, y se desarrolló en Europa, primero en Alemania y luego en Francia, a consecuencia de la tremenda crisis provocadas por las dos guerras mundiales, en una Europa desgarrada por las luchas entre intereses encontrados, donde el hombre se sentía amenazado en su individualidad, en su realidad concreta. El mundo dejó de ser un lugar apacible y el proyecto ilustrado de una humanidad que conquistaría la justicia y el bienestar social con la sola fuerza de su razón, fracasó por completo ya que ni siquiera la ciencia o la técnica se mostraban útiles para mejorar el mundo. El hombre convertía todos los saberes en instrumentos de dominio y devastación, los existencialistas se sintieron arrojados a un mundo que ya no ofrecía seguridades, sino catástrofes. De ahí su énfasis en la fundamental soledad del individuo, en la imposibilidad de encontrar la verdad por medio de una decisión intelectual, y en el carácter irremediablemente personal y subjetivo de la vida humana. Los temas sobre los que reflexiona el filósofo existencialista se mueven alrededor del hombre y de la realidad humana (hombre, libertad, realidad individual, existencia cotidiana)

Algunos filósofos existencialistas hallaron en la literatura el camino idóneo para transmitir su pensamiento. Así, el existencialismo ha sido un movimiento tan vital y amplio en literatura como en filosofía. El novelista ruso del siglo XIX Fiódor Dostoievski es quizá el mayor representante de la literatura existencialista. En Memorias del subsuelo (1864), el enajenado antihéroe está enfadado ante las pretensiones optimistas del humanismo racionalista. La idea de la naturaleza humana que surge en esta y en otras novelas de Dostoievski consiste en que es imprevisible, perversa y autodestructiva; sólo el amor cristiano puede salvar a la humanidad de sí misma, pero ese amor no puede ser entendido desde la sensibilidad filosófica. Como dice el personaje de Aliosha en Los hermanos Karamazov (1879-1880): “tenemos que amar la vida más que el significado de la misma”.

En el siglo XX, las novelas del escritor checo Franz Kafka, como El proceso (1925), El castillo (1926) y América (1927), presentan hombres aislados y enfrentados a burocracias inmensas, laberínticas y genocidas; los temas de Kafka de la angustia, la culpa y la soledad reflejan la influencia de Kierkegaard, Dostoievski y Nietzsche. También se puede apreciar la influencia de Nietzsche en las novelas del escritor francés André Malraux y en las obras de teatro de Sartre. Los escritos de Albert Camus están asociados a este movimiento debido a la importancia que en ellos tienen temas como el absurdo y la futilidad de la existencia, la indiferencia del Universo y la necesidad del compromiso en una causa justa. También se reflejan conflictos existencialistas en el teatro del absurdo, sobre todo en las obras de Samuel Beckett y Eugène Ionesco. En Estados Unidos, la influencia del existencialismo en la literatura ha sido más indirecta y difusa, pero se pueden encontrar trazas del pensamiento de Kierkegaard en las novelas de Walker Percy y John Updike, y temas existencialistas en las obra de escritores como Norman Mailer, John Barth y Arthur Miller.

En el ámbito español y latinoamericano el existencialismo ha ejercido una gran influencia y, bajo la inspiración de Heidegger y Sartre, ha planteado propuestas originales. Especialmente en América Latina, donde la filosofía existencial se unió a la búsqueda de una filosofía propiamente latinoamericana.
Existen dos corrientes existencialistas una de ellas es el existencialismo italiano mantenida por el mismo Abbagnano y la otra es la corriente de existencialismo marxista.

DESARROLLO
No es posible dar una definición precisa del existencialismo, pues no existe un existencialismo único, pero este siempre reconoce la incertidumbre y el peligro, el cual es propio del hombre y este es su punto de partida, sí pueden presentarse una serie de rasgos que ayuden a describir el talante y el espíritu de ese movimiento filosófico.

El existencialismo marxista trata de introducir la exigencia social del marxismo en el existencialismo, el padre o fundador de esta corriente existencialista fue Kierkegaard, que se vincula de forma remota con Marx en el momento de la disolución del hegelianismo, ambos afirmaban la realidad finita del hombre contra la reducción de este a la infinitud de la razón. Todos los existencialistas han seguido a Kierkegaard al resaltar la importancia de la acción individual apasionada al decidir sobre la moral y la verdad. Han insistido, por tanto, en que la experiencia personal y la actuación según las propias convicciones constituyen los factores esenciales para llegar a la verdad. Así, la comprensión de una situación por parte de alguien que está comprometido en esa situación es más elevada que la del observador indiferente, objetivo. A pesar de su posición antirracionalista de partida, no se puede decir que los existencialistas fueran irracionales en el sentido de negar toda validez al pensamiento racional. Han mantenido que la claridad racional es deseable allí donde sea posible, pero que las materias más importantes de la vida no son accesibles a la razón o a la ciencia. Además, han sostenido que incluso la ciencia no es tan racional como se supone. 

Contra el concepto de ineluctable necesidad de G. W. F. Hegel -la libertad es la conciencia de la necesidad, afirmaría este filósofo-, el danés Kierkegaard, profundamente religioso y considerado como el padre y fundador del existencialismo moderno, opuso la interpretación de la existencia en términos de las formas de existencialismo, la proyección del futuro sobre la base de las posibilidades que constituyen, y reaccionó contra el idealismo absoluto y sistemático de Friedrich Hegel, que afirmó haber encontrado un entendimiento racional total de la humanidad y de la historia. Kierkegaard, por el contrario, resaltó la ambigüedad y lo absurdo de la situación humana. La respuesta individual a esta situación tiene que ser vivir una existencia comprometida por completo, y este compromiso sólo puede ser entendido por el individuo que lo asume. El individuo, por lo tanto, tiene que estar siempre dispuesto para desafiar las normas de la sociedad en nombre de la mayor autoridad de un tipo de vida auténtica en el orden personal. Kierkegaard abogó por un “cambio de fe” en el modo de vida cristiano que, aunque incomprensible y lleno de riesgos, era el único compromiso que, según creía, podía salvar al individuo de la desesperación.

El existencialismo introduce la vivencia personal en la reflexión filosófica. Frente a la tradición de que el filósofo debe establecer cierta distancia entre él mismo como sujeto pensante y el objeto que considera, el existencialista se sumerge apasionadamente en lo que contempla, hasta el punto de que su filosofía puede llegar a ser fundamentalmente una filosofía autobiográfica. Kierkegaard mantenía que es crucial para el espíritu reconocer que uno tiene miedo no sólo de objetos específicos sino también un sentimiento de aprehensión general, que llamó “temor”. Lo interpretó como la forma que tenía Dios de pedir a cada individuo un compromiso para adoptar un tipo de vida personal válido

Tal vez el tema más destacado en la filosofía existencialista es el de la elección. La primera característica del ser humano, según la mayoría de los existencialistas, es la libertad para elegir. Mantienen que los seres humanos no tienen una naturaleza inmutable, o esencia, como tienen otros animales o plantas; cada ser humano hace elecciones que conforman su propia naturaleza. 

Según Los existencialistas han expuesto que, como los individuos son libres de escoger su propio camino, tienen que aceptar el riesgo y la responsabilidad de seguir su compromiso dondequiera que éste les lleve.

Heidegger, al igual que Kierkegaard, reaccionó contra el intento de fundamentar la filosofía sobre una base conclusiva racionalista, en este caso la fenomenología del filósofo alemán Edmund Husserl. Heidegger, autor de una de las obras más representativas del existencialismo, El ser y el tiempo (1927), afirmó que la humanidad se encuentra en un mundo incomprensible e indiferente. Los seres humanos no pueden esperar comprender por qué están aquí; en su lugar, cada individuo ha de elegir una meta y seguirla con apasionada convicción, consciente de la certidumbre de la muerte y del sinsentido último de la vida propia. Heidegger contribuyó al pensamiento existencialista al poner el énfasis en el ser y la ontología tanto como en el lenguaje. Heidegger es el filósofo que parece más alejado de esta perspectiva, que para él el problema fundamental de la filosofía es el ontológico, es decir, el problema del ser, y, por tanto, el problema del hombre queda subordinado a aquel problema. Sin embargo, el ser-ahí, el ente que es el hombre, se sitúa en un lugar preferente en toda pregunta sobre el ser. . Para Heidegger, la muerte es la última posibilidad del hombre, la angustia posee un papel decisivo y similar en las obras del filósofo alemán Martin Heidegger; la angustia lleva a la confrontación del individuo con la nada y con la imposibilidad de encontrar una justificación última para la elección que la persona tiene que hacer.

Sartre, que utilizó el término existencialismo para definir y calificar su propia filosofía, se convirtió en el gran difusor del movimiento a escala internacional una vez finalizada la II Guerra Mundial. El pensamiento de Sartre, impregnado de ateísmo y pesimismo de una forma explícita, argumentaba que los seres humanos necesitan una base racional para sus vidas pero son incapaces de conseguirla y, por ello, su existencia es “pasión inútil”. No obstante, insistió en que el existencialismo es una forma de humanismo y resaltó la libertad, la elección y la responsabilidad humana. Con gran refinamiento literario, intentó reconciliar esos conceptos existencialistas con un análisis marxista de la sociedad y de la historia. Sartre fue autor de otra de las obras claves en la historia del existencialismo, El ser y la nada (1943). En la filosofía de Sartre, la palabra “náusea” se utiliza para el reconocimiento que realiza el individuo de la contingencia del Universo, y el término “angustia” para el reconocimiento de la libertad total de elección a la que hace frente el hombre en cada momento. La formulación del filósofo francés Jean-Paul Sartre, la existencia precede a la esencia. La elección es, por lo tanto, fundamental en la existencia humana y es ineludible; incluso la negativa a elegir implica ya una elección. La libertad de elección conlleva compromiso y responsabilidad. Las posibilidades que se ofrecen a la elección existencial son infinitas y equivalentes, y, por tanto, la elección entre ellas resulta indiferente las posibilidades que se ofrecen a la elección existencial son infinitas y equivalentes, y, por tanto, la elección entre ellas resulta indiferente. El hombre no es para los existencialistas un mero objeto. El hombre es un sujeto-en-el-mundo y abierto al mundo. En términos sartrianos, el hombre se crea a sí mismo, para Sartre, el fin de todas las posibilidades; para todos los existencialistas, la suprema realidad trascendente. El ser-para-la-muerte es el verdadero destino y objetivo de la existencia humana. Las obras filosóficas de Sartre conjugan la fenomenología del filósofo alemán Edmundo Husserl, la metafísica de los filósofos alemanes Hegel y Heidegger, y la teoría social de Karl Marx en una visión única llamada existencialismo. Este enfoque, que relaciona la teoría filosófica con la vida, la literatura, la psicología y la acción política suscitó un amplio interés popular que hizo del existencialismo un movimiento mundial.

Con la filosofía de Sartre se produce un cierto retorno a la concepción del sujeto como centro de significaciones. Pero le da a esta teoría del sujeto una inflexión diferente. 

Para hacer una introducción de su obra filosófica es necesaria distinguir distintas etapas en su producción. Una primera etapa tendrá que ver con la elaboración de una teoría de la conciencia humana, en donde se inscriben textos como: La trascendencia del ego y sus ensayos La imaginación, Lo imaginario y Esbozo de una teoría fenomenológica de las emociones. La segunda etapa está marcada por su obra capital: El Ser y La Nada. 

En la última época hay un intento de establecer las bases de una antropología materialista, tomando como dirección al pensamiento marxista y su obra más importante será: La Crítica de la Razón Dialéctica. El tema central en la obra de Sartre será el existencialismo o la realidad humana, es decir el hombre en su existencia concreta y lo llama, siguiendo a Heidegger, el hombre como ser en el mundo. Sartre, concibe a la existencia humana como existencia consciente. El ser del hombre se distingue del ser de la cosa por ser consciente. La existencia humana es un fenómeno subjetivo, en el sentido de que es conciencia del mundo y conciencia de sí; en este punto se diferencia de Heidegger, quien deja fuera de juego a la conciencia. Sartre aborda su teoría de la conciencia y que le asegura el concepto de unidad de conciencia, desde la fenomenología de Husserl. La fenomenología le servirá como método para elaborar una teoría de la conciencia, que le permita comprender la existencia humana y el concepto teórico, el fin es el de intencionalidad de la conciencia. Sartre agrega que el mundo es exterior, por esencia, a la conciencia pero a su vez la conciencia y el mundo se dan al mismo tiempo. Sin embargo se diferenciará de Husserl, en la existencia de un yo unificador de la conciencia, que proponía este último. Sartre decía: La conciencia se unifica escapándose hacia el objeto. No es necesario este yo. Es decir que la unidad de la conciencia reside en el objeto hacia el cual se dirige la conciencia. Este admite que en la reflexión, cuando la conciencia se vuelve sobre sus propios actos, ocurre porque el yo es producido por la propia actitud reflexiva de la conciencia. De la intencionalidad de la conciencia deriva en la ontología, debido a que el ser de la conciencia indica un ser distinta a ella. 

En su segunda etapa, más precisamente en El Ser y La Nada, distingue dos regiones del ser, que denomina: Ser para sí y Ser en sí apareciendo el ser del existente humano en términos de nada. La nada es el ser propio de la existencia humana como conciencia, siendo esta nada negación. El ser para sí es el propio ser de la conciencia o subjetividad. La existencia de la conciencia es anterior a ser conocida, no tiene nada sustancial, porque solo existe en este aparecerse a sí mismo. El para sí define al hombre en su proyecto original, por sus deseos. El ser en sí, es el ser del mundo, de los objetos, en tanto existe con independencia de la conciencia. Es el ser de la objetividad, trascendente a la conciencia. El ser en sí es el ser que es, es una totalidad y el ser para sí es el ser que no es, es una pura nada, es negatividad. El sujeto es un para sí que nihiliza el en sí. El sujeto es deseo de ser (porque es pura nada), quiere ser algo que lo defina por su ser; por lo tanto es deseo de ser un en sí, esto sería lograr la totalidad, es decir ser Dios, cosa que es imposible. Simplemente nos encontramos existiendo, y entonces tenemos que decidir que hemos de hacer con nosotros mismos. Como no hemos sido creados para hacer nada en concreto, ni para realizar ningún fin, cada hombre deberá buscarse un fin propio, válido solamente para él y realizar su proyecto particular, que tiene un valor meramente subjetivo. Pero por el solo hecho de tener el deseo de ser, se es libre; el sujeto elige libremente cualquier camino para definir ese proyecto original que es el deseo de ser. El hombre está condenado a ser libre, pero también se crea libremente los condicionamientos y los obstáculos cuando los proyectos previamente trazados son erróneos. De la libertad derivan varias implicaciones, de alguna manera la libertad resulta incómoda, debido a que hay que saber que hacer con ella, por lo tanto será la causa de una gran angustia. El existencialismo no cree en normas generales válidas para todos, no tiene un sentido de referencia o sea que el hombre bajo su responsabilidad debe crear sus propias normas. Cuando realiza una elección, tiene inseguridad si es buena o mala, por lo tanto va acompañada de angustia. Puede suceder que ante este miedo a la angustia que produce una elección, tratan de engañarse a sí mismo depositando la responsabilidad sobre algo ajeno, ya sea Dios, el ambiente o la herencia; a esto Sartre lo denomina la mala fe y propone la autenticidad como guía de conducta y consiste en aceptar a la libertad, la angustia y la responsabilidad. Pero Sartre irá más allá, diciendo que el hombre es un ser absurdo ya que ni el nacer ni el morir tienen sentido. El absurdo de la existencia produce el sentimiento de náusea, sentimiento que se experimenta hacia lo real cuando el hombre toma conciencia de que es absurdo. A partir de 1949, Sartre intenta revisar el pensamiento marxista enriqueciéndolo con su filosofía existencialista, comenzando la tercera etapa de su producción. En Crítica de la razón dialéctica (1960), representa un gran esfuerzo para alcanzar la síntesis de las dos concepciones. Hay un pasaje del protagonismo del para sí al protagonismo que asume el movimiento dialéctico de la historia y la acción concertada del grupo para trascender una determinada situación política. 

El pensamiento filosófico de Sartre, quien fue, sin duda, un fenómeno intelectual que marcó a una generación, pero hablar de Sartre es también hablar del escritor, que a través de sus obras literarias transmitió su pensamiento filosófico con real maestría, convirtiéndolo en uno de los escritores contemporáneos más importantes de Francia.

A pesar de que el pensamiento existencialista engloba el ateísmo absoluto de Nietzsche y Sartre y el agnosticismo de Heidegger, su origen en las meditaciones religiosas de Pascal y Kierkegaard hizo presagiar su gran influencia en la teología del siglo XX. El filósofo alemán Karl Jaspers, aunque rechazó las doctrinas religiosas ortodoxas, influyó en la teología moderna con su preocupación por la trascendencia y los límites de la experiencia humana. Jaspers, plantea que las posibilidades existenciales, en tanto que tienen su anclaje en el pasado, de modo que sólo lo que ya ha sido elegido puede ser elegido 

Los temas fundamentales del existencialismo

 

1. Definición de la existencia como modo de ser propio del hombre. 
En clara deuda con el pensamiento de Kierkegaard, para los existencialistas lo que propiamente existe es el hombre, no las cosas, que toman su ser en él o a través de él.
El hombre no tiene una esencia que le determine a ser o a comportarse de una manera concreta, sino que él mismo es su propio hacerse, su propio existir. Existir es sinónimo de hombre (el Dasein de Heidegger o el "para-sí" de Sartre). Esto significa que el hombre es libertad y conciencia. Libertad porque el hombre es un modo de ser que nunca es dado de antemano (el Dasein o ser-ahí es un poder-ser que tiene constantemente que ejercitarse) ni tampoco es puesto por algo o alguien. Conciencia porque la existencia es lo que nunca es objeto, sino aquello a partir de lo cual me refiero a lo otro que no soy yo y con lo que me relaciono, además de conmigo mismo (autoconciencia).
Para Sartre la existencia precede a la esencia, y la hace posible, ya que si no existo no puedo conquistar mi esencia ni dármela a través de actos absolutamente dependientes de mí. Heidegger, sin embargo, no acepta este primado de la existencia sobre la esencia, sino que identifica a ambas: el ser (esencia) del Dasein consiste en su existencia (existenz).

2. Individualismo y particularismo.
Lo primario es lo singular y concreto, la existencia humana, pero no en su generalidad, sino en la particularidad de "esta" existencia humana o "aquella otra". El yo no es el momento de una Razón absoluta o universal, como afirmaba Hegel.

3. Las cosas no existen, "son".
Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. El objeto al que se dirige la conciencia no existe. Es un "ser-en-sí" (Sartre), caracterizado por la plenitud de coincidencia, la impenetrabilidad y opacidad. Su ausencia de relación rehuye la temporalidad y entra en tensión con la conciencia, "ser-para-sí". Ésta desea ser, a la vez, en-sí y para-sí, lo cual equivaldría a ser Dios, algo imposible de realizar (ateísmo). 

4. Utilización de la fenomenología como método.
Los existencialistas parten del análisis husserliano de la conciencia, a la que conciben como pura intencionalidad. Toda conciencia es siempre un dirigirse hacia algo; es conciencia de, y por eso se proyecta hacia fuera, hacia el objeto o "ser-en-sí".
La conciencia es "un poder de ser lo que no se es y de no ser lo que se es", una intencionalidad que introduce la nada dentro de ella: cuando conoce al objeto, se diferencia y separa de él (enajenación). Si se intenta conocer a sí misma (autoconciencia) debe convertirse en lo que no es (objeto), creando la nada, siendo nada.
La fenomenología se constituye no sólo en un método de análisis de la conciencia, sino en una ontología (Heidegger) que permite desocultar el sentido del ser: aquello que se manifiesta (fenómeno) ante la existencia humana (Dasein).

5. Existir es estar en el mundo.
El ser del hombre es un ser-en-el-mundo (in-der-Welt-sein). Pero "mundo" no es un lugar, ni designa la naturaleza. No estamos "pasivamente" en el mundo, sino de manera activa y creadora, trascendiendo siempre hacia "lo otro" (el ser-en-sí) que no es la conciencia, hacia el "ser-en-sí" (el hombre, la conciencia), sin poder abrazarlo.
La existencia humana consiste en un continuo "quehacer" que tiene que vérselas con "las cosas",”aquello que está a la mano"“: y en el que la conciencia se realiza, el conjunto de relaciones de "las cosas" entre sí y con el hombre. 

6. Posibilidad y elección.
El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacerse esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es "dado", las circunstancias que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas (facticidad). El hombre no debe eludir su responsabilidad de obrar libremente, de lo contrario obrará de mala fe y llevará una existencia inauténtica.

7. La angustia, la náusea, la vergüenza.
Los sentimientos, al igual que la razón desvelan nuestra existencia y nos ponen en contacto con ella, de manera más íntima y radical que la razón.
La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de "construirse a sí mismo a cada instante". 

La náusea de Sartre surge de la falta de propósito y finalidad del mundo y de los hombres. Todo está de más, tejiendo el mismo entramado de lo absurdo del mundo. Ningún teleologismo puede salvarnos porque la idea de finalidad es en sí misma producto de la mala fe: un autoengaño. 
La vergüenza es el sentimiento mediante el cual constatamos que existen otros para-sí distintos al nuestro. En su presencia me convierto en un objeto (en-sí), y quedo cosificado y privado de mi libertad. El otro puede pensarme como quiera, anulando mi libertad de ser.

CONCLUSIONES
Desde el punto de vista del italiano Nicolás Abbagnano considera que las posibilidades existenciales están limitadas por las circunstancias, pero que no determinan la elección ni la hacen indiferente. Sean cuales sean sus posiciones particulares, todos los existencialistas afirman, sin embargo, que la elección entre las distintas posibilidades implica riesgos, renuncia y limitación, es posible la trascendencia del hombre mediante su encuentro con Dios en la fe. La muerte, insoslayable, es también objeto de atención para los existencialistas. El hombre vive para morir; cada cual muere solo. El tiempo transcurre únicamente entre el nacimiento y la muerte; es la vivencia por el individuo de su limitación, de su finitud. Por consiguiente, debe considerarse como una extrapolación arbitraria la representación del tiempo que precede al comienzo de la existencia y continúa discurriendo una vez que ésta ha terminado. 
El existencialismo, a través del análisis fenomenológico de la conciencia, abruma al hombre con una pesada carga de responsabilidad, pero también le muestra un camino individualmente creativo de hacerse a sí mismo, a pesar de lo dado y de toda circunstancia.

BIBLIOGRAFIA
- Abbagnano, Nicolás; “Historia de la filosofía”, Editorial Palma Soriano, Tomo III, Cáp. 12, epig. 762 – 780.
- Mèlich, Joan-Carles. Fenomenología y existencialismo. Barcelona: Editorial Vicens-Vives, 1989. 
- Prini, Pietro. Historia del existencialismo: de Kierkegaard a hoy. Barcelona: Editorial Herder, 1992. 
- Sartre, Jean-Paul. El ser y la nada. Barcelona: Altaya, 1993. 
- Cohen-Solal, Annie. Sartre. Barcelona: Edhasa, 1990.
- Gaos, José. La filosofía de la filosofía. Barcelona: Editorial Crítica, 1989. 
- Fontán, Pedro. Los existencialismos: claves para su comprensión. Madrid: Ediciones Pedagógicas, 1994. 

Ciudad de la Habana. Enero de 2006.

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