KARL R. POPPER     Racionalismo crítico y falsacionismo

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ESBOZO BIOGRÁFICO

Ningún escrito relacionado con la filosofía de la ciencia contemporánea estará completo si no menciona y discute, preferiblemente de manera conspicua y extensa, el pensamiento de Karl R. Popper (1902-1994), quien no sólo ha sido la figura más influyente y respetada en el campo en la segunda mitad del siglo XX, sino también la más discutida (junto con Kuhn, de quien nos ocuparemos más adelante). Popper nació en Viena a principios del siglo, en el seno de una familia judía cuyo jefe (el padre de Popper) era un distinguido abogado; en su juventud estudió en la Universidad de Viena y se enroló con entusiasmo en el marxismo, al grado de desempeñarse como obrero manual por un breve periodo. Cuando se desilusionó del marxismo y adoptó el socialismo, trabajó como profesor de escuela; esos eran los tiempos en que se iniciaba el Círculo de Viena, con el que Popper tuvo numerosos contactos pero al que nunca perteneció. Con la emergencia del nazismo Popper abandonó Austria y primero vivió en Nueva Zelanda, en donde fue profesor de filosofía en el Colegio Canterbury, en Christchurch. Durante la guerra, Popper escribió su justamente famoso libro La sociedad abierta y sus enemigos, una andanada vigorosa y polémica en contra de las ideas políticas de Platón, Hegel y Marx, en quienes identifica los gérmenes y la justificación filosófica del autoritarismo, del totalitarismo y del nazismo, basados en la supuesta capacidad del historicismo (otra de sus betes noires) para hacer predicciones válidas a partir de patrones uniformes de reiteración, lo que serviría para influir en las creencias y el comportamiento de la gente. Al término de la guerra, Popper emigró a Inglaterra, en donde vivió hasta su muerte tras un penoso cáncer, en 1994. Durante muchos años fue profesor de lógica y metodología de la ciencia en la Escuela de Economía de Londres, de la que fue profesor emérito.

Popper ha sido extraordinariamente productivo, no sólo en cuanto a trabajos y obras publicados sino en cuanto a ideas originales expuestas con cierta reiteración pero también con documentación exhaustiva, estilo literario directo y sin adornos, y vigor extraordinario, a veces hasta cercano al dogmatismo, sobre todo en sus discusiones con Kuhn. Su primer libro. La lógica de la investigación ("Logik der Forschung"), publicado cuando apenas tenía 33 años de edad (1935) y su mundo se estaba desintegrando, contiene la mayor parte de sus ideas más importantes sobre filosofía de la ciencia, muchas ya claramente definidas y otras apenas esbozadas. Sus dos libros siguientes fueron resultado de su "participación en la guerra" (el ya mencionado La sociedad abierta y sus enemigos, publicado en 1945, y La miseria del historicismo, aparecido 12 años más tarde), pero en 1963 publicó Conjeturas y refutaciones, el volumen más importante para nuestro tema, y en 1972 apareció El conocimiento objetivo, una útil colección de ensayos y comentarios sobre los mismos temas e ideas del volumen previo, pero que ya no agrega conceptos nuevos sobre metodología científica y filosofía de la ciencia. A partir de 1972, Popper ha publicado cinco libros más (entre ellos una autobiografía y otro en colaboración con John Eccies), pero ya no ha habido cambios significativos en sus principales posturas filosóficas en relación con la ciencia.

En 1919, el muy joven Popper (tenía 17 años de edad) asistió a Viena a una conferencia dictada por el ya no tan joven Einstein (de 40 años de edad) y quedó deslumbrado por la nueva física que promulgaba el gran iconoclasta; recordemos que en ese mismo año Eddington dio a conocer la primera confirmación observacional de la teoría general de la relatividad. Popper comparó entonces el éxito predictivo de las ideas de Einstein, alcanzado en condiciones de muy alto riesgo, con la situación de las otras tres teorías científicas importantes en ese momento en su medio: la teoría de la historia de Marx, la teoría del psicoanálisis de Freud y la teoría de la psicología individual de Adler. Lo que encontró Popper hace casi 60 años lo sabemos todos hoy: en la física de Einstein las predicciones se formulaban de tal manera que la opción de no cumplirse era real, mientras que en las otras teorías "científicas" mencionadas, había explicaciones para cualquier clase de resultados; en otras palabras, ningún tipo posible de experiencia era incompatible con las otras tres teorías "científicas", que estaban preparadas para absorber y explicar cualquier resultado, incluyendo los contradictorios. Fue en esa época cuando Popper concluyó que la manera de distinguir a la ciencia verdadera de las pseudociencias (el criterio de demarcación) es precisamente que la primera está constituida por teorías susceptibles de ser demostradas falsas poniendo a prueba sus predicciones, mientras que las segundas no son refutables; en otras palabras, la irrefutabilidad de una teoría científica no es una virtud sino un vicio, ya que la identifica como pseudocientífica.

 

 1. El problema de la inducción

En 1923, Popper se interesó en el llamado problema de la inducción, derivado del planteamiento de Hume, quien negó que estuviera basada en una necesidad lógica y atribuyó su popularidad entre filósofos y científicos a la costumbre o expectativa surgida de la reiteración de secuencias de fenómenos. Las tendencias en la filosofía de la ciencia más importantes en la segunda década de este siglo (el empirismo tipo Mill y el positivismo lógico) se basaban en la validez de la inducción, por lo que Popper consideró que habían llegado a un impasse y que la única forma de reorientarlas eran fundamentándolas no en los mecanismos usados para generar teorías sino más bien en los métodos para ponerlas a prueba. Popper puso de manifiesto las debilidades metodológicas del inductivismo y las insuficiencias de una teoría del conocimiento basada en enunciados elementales de carácter meramente perceptivo. El análisis crítico que llevó a cabo en su Lógica de la investigación científica obligó a revisar dichos supuestos, provocando cambios significativos incluso en algunos miembros del Círculo de Viena.

En dicha obra Popper propone una teoría acerca del modo como se desarrolla la ciencia y del proceso lógico que se sigue en la investigación científica. Esta teoría del método científico es la llamada teoría falsacionista, que se apoya en tres consideraciones:

 (1) “la insuficiencia de la lógica inductiva para justificar el procedimiento científico, así como la contradicción interna inherente al «principio de inducción»; 

(2) el llamado «problema de base», referido a la base empírica, al papel que juegan los enunciados elementales (de carácter perceptivo primario, llamados también enunciados protocolares por algunos empiristas lógicos), y 

(3)  la parcialidad o incompletitud de los logros científicos (y de todo «saber») en un momento dado”. (Popper, La lógica de la investigación científica, p. 90)

 Según Popper, la teoría de la falsación no sólo es capaz de explicar de una forma coherente el quehacer científico actual, sino que facilita también la comprensión del desarrollo de la ciencia, su progreso y los cambios de perspectiva habidos en él. El empirismo cree poder establecer una relación directa entre experiencia y conocimiento. Por el contrario, Popper piensa que esa relación es algo mucho más complejo, como nos enseña nuestra propia experiencia, como ya señaló Kant, como ponen de manifiesto las investigaciones psicológicas. Pero siguiendo su criterio de demarcación, Popper sugirió que tales pruebas deberían estar dirigidas a mostrar los aspectos falsos o equivocados de las teorías, y no a verificarlas o confirmarlas. Las teorías, de acuerdo con Popper, no son el resultado de la síntesis de numerosas observaciones, como quieren los inductivistas, sino más bien son conjeturas o invenciones creadas por los investigadores para explicar algún problema, y que a continuación deben ponerse a prueba por medio de confrontaciones con la realidad diseñadas para su posible refutación. Este fue el origen de la versión popperiana del método científico conocido como hipotético-deductivo, que posteriormente se ha conocido como el método del "ensayo y error" o, mejor todavía, como el de "conjeturas y refutaciones". 

 

2. Método falsacionista

Una característica esencial de las hipótesis en el esquema popperiano es que deben ser "falseables", o sea que deben existir una o más circunstancias lógicamente incompatibles con ellas. Las hipótesis son informativas sólo cuando excluyen ciertas situaciones observacionales, actuales o potenciales, pero siempre lógicamente posibles. Si una hipótesis no es falseable no tiene lugar en la ciencia, en vista de que no hace afirmaciones definidas acerca de algún sector de la realidad; el mundo puede ser de cualquier manera y la hipótesis siempre se adaptará a ella. Uno de los mejores ejemplos de este tipo de hipótesis no falseables (según Popper) es la teoría psicoanalítica clásica o freudiana, que tiene explicaciones plausibles para todos los fenómenos, aun aquellos totalmente opuestos entre sí; Popper cita en este mismo contexto algunas de las teorías marxistas de la historia.

 La falseabilidad es una característica positiva de las hipótesis que se da en distintos grados cuantitativos, o sea que entre dos hipótesis la más falseable será la mejor, en otras palabras, mientras mayor sea el contenido de afirmaciones de una hipótesis, mayor será el número de oportunidades potenciales para demostrar que es falsa. Por ejemplo, la hipótesis "en esta cuadra, perro que ladra no muerde", es menos amplia que la hipótesis "en esta ciudad, perro que ladra no muerde"; la segunda hipótesis es preferible a la primera porque se refiere a un universo mucho más amplio, pero también tiene muchas más oportunidades de resultar falsa, ya que puede someterse a muchas más pruebas.

 Resulta entonces que las hipótesis muy falseables son también las que se enuncian con mayor peligro de ser rápidamente eliminadas, pero en caso de resistir las pruebas más rigurosas e implacables, son también las que tienen mayor generalidad y explican un número mayor de situaciones objetivas. Es por eso que Popper prefiere las especulaciones temerarias o audaces, en lugar de lo recomendado por los inductivistas, que aconsejan avanzar sólo aquellas hipótesis que tengan las máximas probabilidades de ser ciertas.  

Pero hay un argumento más en favor de las hipótesis audaces, que forma parte importante de la doctrina hipotético-deductiva del método científico: aprendemos de nuestros errores, la ciencia progresa por medio de conjeturas y refutaciones, por medio de ensayo y error. Cuando un investigador intenta resolver un problema y no lo logra, lo primero que busca es en dónde está equivocado, en dónde está el error, si en su hipótesis o en su diseño experimental, o en sus observaciones o en sus comparaciones y analogías. El rechazo de una hipótesis una vez que no ha logrado superar las pruebas rigurosas a las que se ha sometido tiene un carácter más definido de progreso, de avance en el conocimiento, que la situación opuesta. En efecto, la demostración de la falsedad de una hipótesis es una deducción lógicamente válida, en vista de que se parte de un enunciado general y se confronta con uno o más hechos particulares; en cambio, si en esta confrontación la hipótesis se confirma, se trata de una inducción que va de los hechos examinados a la hipótesis que los incluye, lo que no tiene justificación lógica.

 Sólo una posición hipotético-deductiva puede afrontar con éxito los problemas de la lógica de la investigación científica. La formulación popperiana se basa en el razonamiento silogístico de dos premisas y una conclusión: la primera premisa es un simple condicional de la lógica deductiva, en el que la hipótesis (o teoría) ocupa el lugar del antecedente y las previsiones (o inferencias) concretas que se derivan de ella constituyen el consecuente [si t entonces i, (t —> i); se trata de un enunciado hipotético, en el que no se afirma que el antecedente sea verdadero, sino solamente que si es verdadero también lo es el consecuente, y que si éste es falso también lo es el antecedente; afirma la relación entre antecedente y consecuente, su implicación necesaria]; la segunda premisa expresa la constatación de la falsedad o la inadecuación de alguna inferencia [no i, -i ]; y la conclusión, necesariamente, niega la verdad o consistencia de la hipótesis o teoría [no t, -t].

 Un enunciado condicional (implicación material) lo único que afirma es que no se da el caso de que el antecedente sea verdadero y el consecuente falso [-(t. -i)]; por tanto, sólo podemos llegar a una resolución definitiva sobre el valor de verdad del antecedente cuando se muestre la falsedad del consecuente (modus tollens: [(t —> i) . -i) —>-t); entonces se habrá «falsado», es decir, demostrado la falsedad o error de la teoría. Esto significa que sólo se puede obtener certeza (avalada por la necesidad lógica) en el caso de la negación del consecuente, pero no en el caso de su confirmación, ya que en éste la veracidad del consecuente es compatible con un antecedente verdadero o falso (como indican las tablas de verdad de la lógica formal). 

Lo que se acaba de indicar en términos lógicos se puede explicar de forma simple a través de un ejemplo trivial: el enunciado de que «todos los cisnes son blancos» es falsado si encontramos un solo cisne negro (si todos los cisnes son blancos, no existe ningún cisne negro y en el caso de hallar un cisne negro el antecedente es falso); pero constatar la existencia de centenares de cisnes blancos no justifica la verdad del antecedente, ya que los casos observados no garantizan la no existencia de algún cisne negro (no permite resolver si el antecedente del condicional es verdadero o no). Esta situación hace que se hable de la asimetría lógica entre la falsación y la verificación: un sólo caso puede falsar una hipótesis, mil casos no pueden «verificarla». (Cfr. Popper. La lógica de la investigación científica, p. 30)

 

 3. Verdad y acercamiento a la verdad

Popper esgrime duras críticas al inductivismo: proceso heredado de Bacon imposible de llevar a buen término por la inestabilidad en la observación y el desenvolvimiento de los fenómenos. Al verificacionismo, proceso legado del positivismo en las ciencias naturales modernas, por la infinitud incontrolable de recurrencias que debieran sustentar las leyes científicas. A la tradición filosófica de justificarse por una fundamentación última, recurso de la antigüedad que lleva a la enunciación de principios absolutos, como soportes incuestionables de procesos de investigación, pero que daba lugar a dogmatismos, como lo sucedido con el motor inmóvil aristotélico, el Dios no engañador de Descartes o la jerarquización de los seres y las causas en Santo Tomás. Tales criticas no deben asociarse a una posición relativista o convencionalista respecto de la verdad. Este autor siempre se ha opuesto al relativismo y ha subrayado la importancia decisiva de la definición semántica de verdad de Tarski (lógica proposicional).

 Para poder falsar una teoría es necesario indicar les inferencias que se derivan de la teoría y que se corresponden con determinado tipo de hechos. Esta correspondencia entre enunciados de hecho y la constatación empírica de los mismos implica una definición de verdad. Pero la atribución de la verdad o la falsedad a un enunciado según una definición de carácter empírico en el marco de una teoría, no puede resolver el problema de la certeza sobre la verdad de la teoría, puesto que sólo puede haber certeza lógica de su falsedad y, cuando ésta no se produce, las distintas contrastaciones sólo ofrecen un mayor o menor grado de verosimilitud a la teoría; Popper habla entonces de su «acercamiento a la verdad»; con todo, no pierde su carácter falible.  

La verdad como criterio general es «una idea reguladora», crítica, que orienta la investigación y el desarrollo del conocimiento; es el supuesto de que existe un patrón objetivo, al que podemos acercamos más o menos. Popper concibe la ciencia como el resultado de un esfuerzo extraordinario y permanente, a lo largo de la historia de la humanidad, por descubrir la verdad. Y debe seguir siendo así, con mayor intensidad si cabe, después de habernos desembarazado de los dogmatismos sobre la verdad absoluta y del «ídolo de la certeza» de la «posesión» de la verdad. La posición del autor es clara: no tenemos razones para el dogmatismo y sí para el falibilismo, tanto en el ámbito de la ciencia empírica como en todos los demás.

 

 4. La teoría de los tres mundos

En un texto titulado «Epistemología sin sujeto cognoscente», que forma parte de su obra Conocimiento objetivo, Popper formula su teoría de los tres mundos, en un intento de conceptualizar la distinción de los distintos ámbitos del pensamiento (1.lógico-epistemológico, 2.psicológico y 3.físico), las diversas clases de entidades involucradas, y sus relaciones e interacciones posibles. Popper sigue a Bolzano y Frege en su intento de desvincular lo lógico y epistemológico de lo psicológico. 

Pensar es un acto subjetivo (1.lo llevan a cabo sujetos individuales), cuyo contenido se refiere a distintos ámbitos de la realidad (2.físico, mental, lógico, etc.) y puede ser expresado de manera objetiva (3.puede ser comunicado con signos comprensibles por distintos sujetos), de modo que ésta es susceptible de reelaboración en función de sus características conceptuales y sus relaciones con las cosas o entes designados, prescindiendo de los estados subjetivos de los individuos. El progreso de la ciencia se debe precisamente a esta característica fundamental de las determinaciones conceptuales: su capacidad objetivadora y su dinámica propia, independientes de las situaciones subjetivas.

 Para sistematizar esta idea, Popper propone distinguir los tres mundos o universos siguientes: 1) el mundo de los objetos físicos o de los estados físicos, 2) el mundo de los estados de conciencia o de los estados mentales y 3) el mundo de los contenidos de pensamiento objetivo (pensamientos científicos, poéticos, artísticos, etc.). El autor entiende que el mundo 3 es una creación del mundo 2, pero tiene una entidad, una dinámica y una proyección propia. El mundo 3 puede designar realidades del mundo 1 o del mundo 2 e, incluso, interactuar con ellas, pero la distinción entre causas físicas, causas mentales y causación operativo-científíca es de la mayor relevancia en todo el proceso de desarrollo del conocimiento humano. En El yo y su cerebro, escrito con el neuropsicólogo Eccies, reitera esta posición, así como la mayoría de sus  planteamientos anteriores: crítica radical a posiciones empírico-inductivas, mecanicistas y materialistas, pan-psiquistas, de la reflexología, etcétera. La teoría de los tres mundos se reafirma a partir de la problemática de la relación mente-cuerpo y de la interacción existente entre lo que él denomina «mundo físico» (1), mundo de las experiencias subjetivas (2), y «los productos de la mente humana» (3).

 Con su teoría del interaccionismo pretende tomar partido en la polémica sobre la relación mente-cuerpo y la emergencia del yo, en la que tanto los dualistas como los holistas dejan demasiadas cosas sin resolver. Su posición, influida por Eccies, Konrad Lorenz y D.T. Campbell, quiere ser consecuente con la importancia de los fenómenos biológicos y neurológicos, pero sin dejar en un plano secundario las construcciones y creaciones de la mente humana, ya que éstas, a su vez, alimentan y reestructuran los mecanismos psicológicos (de base fisiológica); subraya, pues, la interacción entre los fenómenos fisiológicos y los estados de consciencia, a través de la intervención de los productos de la mente humana (conceptos, ideas, teorías, etcétera), que actúan como causas desencadenantes de nuevos fenómenos.

El lenguaje y su dinámica propia es el medio gracias al cual el yo produce teorías, argumentos críticos y otras muchas cosas, «tales como errores, mitos, historias, dichos, utensilios y obras de arte». El lenguaje humano ha sido generado por la mente humana, por una aptitud básica innata. El desarrollo de esta capacidad de habla ha permitido la emergencia del yo y su plena consciencia, dándole posibilidades de intervención en el mundo 1 y en el mundo 2. No sólo es preciso distinguir los diversos ámbitos fenoménicos (con sus elementos y leyes funcionales propias y sus diferentes formas de causación), sino que, en este caso, tienen una significación de la mayor trascendencia las interrelaciones que se producen entre ellos. Popper cree que este enfoque «objetivista y biológico» es el que mejor puede abordar los problemas relevantes de este campo. (Cfr. Popper. Búsqueda sin término. P 243-246)

 

 5. Crítica a las Ciencias Sociales

Popper rechaza el objetivismo en las ciencias sociales (especialmente el sociologismo), en la misma medida que tacha de erróneo el inductivismo en las ciencias de la naturaleza. Existe un falso modelo naturalista, basado en el inductivismo, que quiere imponerse también a las ciencias sociales, cuando en realidad es tan inadecuado para las unas como para las otras. Decir que se han de tomar como punto de partida «objetivo» del conocimiento las observaciones neutras, las mediciones, sondeos estadísticos, etcétera, para establecer generalizaciones posteriores, supone ignorar el hecho cierto de que los problemas que se plantean los científicos implican valoraciones, observación selectiva de datos, categorización conceptual dependiente del lenguaje disponible, etcétera, y, en función de dicho elenco, se proponen las soluciones teóricas que parecen más pertinentes. La racionalidad de la ciencia no se encuentra en una supuesta «objetividad» de su punto de partida, sino en el método crítico del examen de las teorías (por supuesto, dicha afirmación vale tanto para las ciencias de la naturaleza como para las ciencias sociales).  La crítica popperiana al «objetivismo» cientificista de algunos investigadores sociales se completa con la propuesta alternativa de una ciencia social caracterizada como «lógica de la situación», como «ciencia objetivamente comprensiva». Veamos sus argumentos en los apartados siguientes. (Cfr. La disputa del positivismo en la sociología alemana, p. 104-105.) 

 

6. Hechos, valores, interpretaciones, decisiones.

De su crítica anterior al objetivismo no debemos inferir ningún confusionismo entre objetividad y subjetividad, entre hechos, valores, interpretaciones y decisiones. Popper se encarga reiteradamente de llamar la atención sobre la necesidad de utilizar con rigor dichos conceptos.

 Los problemas tienen que ver con hechos e involucran valores. «Sin problemas no podrían existir valores». Podemos hablar de hechos del mundo 1, del mundo 2 y del mundo 3. Los valores no son derivados ni obtenidos a partir de los hechos. Los valores son creados por la vida (problemas inconscientes) o por la mente humana, dando lugar a tradiciones, a ideas de valor que trascienden el conjunto de hechos carentes de valor. Los valores son parte del mundo 3, que trascienden todo planteamiento problemático relativo a los hechos de cualquiera de los tres mundos.

 Tanto en el planteamiento de los problemas como en los intentos de solución se llevan a cabo interpretaciones acerca de hechos. La contrastación empírica hace posible cribar con rigor las construcciones teóricas. Sin embargo, en las ciencias sociales, puede ser difícil diseñar experimentos críticos.

 Un caso especialmente relevante es el estudio de la historia de la humanidad, que explica hechos pasados; los hechos, por sí mismos, carecen de significado; somos las personas las que atribuimos significado a los hechos y hacemos interpretaciones (que incluyen valoraciones). El examen crítico de dichos significados, la investigación de nuevos hechos y la discusión racional sobre las interpretaciones permiten tomar decisiones con mayor o menor peso de justificación racional. Popper concibe la investigación histórica, al igual que otras ciencias sociales, como una reconstrucción racional de la lógica de la situación, «reconstrucciones supersimplifícadas y  superesquematizadas y, por ello, en general, falsas. Su contenido de verdad puede ser, no obstante, muy grande, de tal modo que pueden constituir -en un estricto sentido lógico- buenas aproximaciones a la verdad, incluso superiores a otras explicaciones contrastables con la realidad».(Cfr. La disputa del positivismo en la sociología alemana, p. 118)

 Lo que distingue la investigación histórica de otras ciencias sociales es su interés por la explicación causal de hechos específicos, especialmente relevantes; en este sentido difiere del interés por alcanzar leyes que encontramos, por ejemplo, en los sociólogos. Popper habla de ciencias generalizadoras y ciencias particularizadoras, según los distintos intereses de los investigadores, pero esta apreciación no le lleva a establecer ningún dualismo metodológico ni cognitivo.

 

7. El sentido de la historia

Por lo ya indicado, es obvio que Popper no está de acuerdo con la concepción de que los hechos históricos tienen un sentido o una finalidad en sí mismos. Los significados, las interpretaciones, el establecimiento de objetivos y finalidades, todo ello depende de las construcciones conceptuales del devenir histórico que hacen los individuos y de las decisiones que toman sobre la justificación de su mayor o menor aproximación a la verdad. Esta posición es contraria a las metodologías que pretenden derivar valores y sentidos de los hechos, y que quieren presentar determinada interpretación como implícita en los hechos mismos. Este tipo de procedimientos son criticados por su falso objetivismo, por la falacia metodológica que suponen. Para Popper, la historia no tiene ningún sentido, somos los seres individuales quienes ofrecemos un sentido. Pero en nombre de una interpretación particular, falsa, no se pueden deducir situaciones ni decisiones políticas. Invocar el sentido de la historia sólo procura hacer general lo que es un interés particular, fomentándose las decisiones fascistas y destructivas de los derechos humanos.

 

 Crítica al historicismo

El historicismo es uno de los ejemplos más claros y perniciosos de lo que se acaba de criticar, en opinión de Popper. Su obra La miseria del historicismo está dedicada a poner de manifiesto los errores de esta concepción de la historia. 

El historicismo afirma que existen leyes históricas inexorables, que hay que descubrir para comprender la dirección y el sentido de la historia y para orientar las acciones humanas de acuerdo con esa «racionalidad histórica»; con ello se puede prever su éxito, que depende de la adecuación con la dirección de los acontecimientos. El autor está pensando en las apelaciones al Destino de las ideologías totalitarias de derechas y en el determinismo histórico-materialista del marxismo. En dichas especulaciones se confunden hechos e interpretaciones, prognosis racional con profecía, finalidad de la historia con intereses irracionales humanos, etcétera. (Cfr. Popper. La miseria del historicismo, p. 60)

 En resumen, el esquema de Popper del método científico es muy sencillo y él mismo lo expresó en su forma más condensada en el título de su famoso libro, Conjeturas y refutaciones. La ciencia es simplemente asunto de tener ideas y ponerlas a prueba, una y otra vez, intentando siempre demostrar que las ideas están equivocadas, para así aprender, por ensayo y error, de nuestros errores.

 De acuerdo con Popper, la ciencia no empieza con observaciones sino con problemas. Ambos modelos del método científico (el inductivo-deductivo y el hipotético-deductivo) requieren la participación de los mismos personajes: el mundo exterior y el hombre de ciencia que examina una pequeña parte de esa realidad. Pero el método hipotético-deductivo concibe esta interacción de manera más compleja que el método  inductivo-deductivo, en vista de que el científico no funciona como una tabula rasa provista de receptores sensoriales listos para registrar fielmente y sin interferencia de ninguna clase a la realidad, sino todo lo contrario. El hombre de ciencia (según Popper y sus seguidores) se asoma a la naturaleza bien provisto de ideas acerca de lo que espera encontrar, portando un esquema preliminar (pero no por eso simple) de la realidad. El problema surge cuando se registran discrepancias entre las expectativas del científico y lo que encuentra en la realidad; la ciencia empieza en el momento en que la estructura hipotéticamente anticipada de un segmento de la naturaleza no corresponde a ella.

 Naturalmente, el esquema inicial de la realidad del investigador es una hipótesis (consciente, o quizá con mayor frecuencia inconsciente) derivada de todo lo que aprendió al respecto de sus antecesores + todo lo aportado por su experiencia personal en ese campo + toda su imaginación.

 

Cfr. Popper, Karl R

La lógica de la investigación científica. Tecnos, Madrid: 1972.

La miseria del historicismo. Taurus, Madrid: 1961.

Búsqueda sin término. Tecnos, Madrid: 1977.

La disputa del positivismo en la sociología alemana. Grijalbo, México: 1973.

Popper. Margarita Boladeras. Biblioteca filosófica. Ediciones del Orto. Madrid: 1997, y Pérez Tamayo, Ruy.

¿Existe el método científico? F. C. E. México: 1998. Colección La ciencia para todos. No. 161.

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