ESTADO Y TERRITORIO - Sobre el ejercicio del terror

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Jordana Maisian

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Quizás la noción de territorio sea la que aparece de manera más inmediata cuando hablamos de "comunidad" o grupo social. Ninguna comunidad puede constituirse como tal si no es haciendo referencia a un espacio habitable que posibilite un anclaje y sostenga ritos, mitos o simplemente un estar y un hacer.

Material o no, (1) la dimensión territorial está presente en toda configuración social. La posesión de un territorio por parte de todo grupo que busca consolidarse ha estado en juego desde tiempos inmemoriales, y la necesidad de ejercer un dominio sobre él ha sido la causa más directa del desarrollo de técnicas y tecnologías, ya sea de explotación (la agricultura sedentariza y marca una apropiación del suelo) o de guerra (la conquista de territorio es a la vez objetivo y consecuencia de una victoria militar).

Las modalidades de ocupación del territorio pasan de ser meras consignas a ser estrategias, con toda su batería de instrumentos, saberes y utilería.

Este texto no intenta ser un estudio exhaustivo de una noción –tanto teórica como operativa- extremadamente compleja, sino simplemente puntualizar algunas mutaciones de gran alcance que han aparecido en ella de forma imprevista en los últimos años y que deberían alertarnos a la hora de seguir haciendo un uso moderno de dicha noción en los análisis disciplinarios (geografía, ordenamiento territorial, etc.) No nos referiremos aquí a las dimensiones simbólicas del territorio, que merecen ser objeto de un comentario extenso. Nos interesa en cambio su impronta real, matérica, cultural e históricamente forjada.

 

Estado y territorio

La noción de territorio que aún manejamos en estudios disciplinales nos viene de la Ilustración francesa y es uno de los parámetros esenciales para definir el Estado moderno: una comunidad, un territorio y un derecho escrito mediante el cual la comunidad institucionalizada ejerce un poder sobre él. El Estado debe tener un asiento material, y esto no es casual: los territorios y por lo tanto sus límites son la imagen física directa de un reparto de las soberanías: éstas se ejercen en una jurisdicción determinada.

Estado y territorio son conceptos que van juntos: en la cultura moderna ninguno puede sobrevivir al declive del otro. Todo Estado reenvía a un territorio sobre el cual posee el monopolio del ejercicio de la fuerza, pero también donde asegura la protección de sus ciudadanos.

Los problemas del Estado son, históricamente, problemas de territorio. (2)

 

Cambio de paradigmas

En sus orígenes, el territorio era el lugar geográfico en que se ejercía el terror.

Antes de que se constituyera el Estado moderno, en la Edad Media por ejemplo, el poder se ejercía bajo la forma del terror. Terror debido a la asimetría de las partes, a la desproporción de los recursos de violencia (tecnología, saber, disponibilidad material) de un lado y de otro. Terror debido a la rapidez y la escala "macro" de los asedios y matanzas, a su carácter sorpresivo e inevitable. Terror debido a la incapacidad de las víctimas para organizar una fuga o una respuesta. Y terror debido a la inexistencia de la ley escrita como instrumento de regulación del ejercicio de la violencia.

En el mundo desarrollado, la adopción del derecho escrito, la unificación de territorios bajo el modelo de la Nación y el estado de situación alcanzado después de las dos guerras mundiales, fueron construyendo progresivamente una cuasi-simetría de los oponentes, delineando reglas de juego más o menos explícitas pero siempre conocidas por las partes y -valga la paradoja- humanizando el ejercicio de la violencia entre Estados hasta alcanzar su punto culminante en los acuerdos de Ginebra: ya no terror, sino simplemente guerra, guerra "civilizada".

La guerra fría fue un curioso período en que la seguridad de los miembros de la comunidad internacional ante las agresiones entre Estados dependió más que nada de la simetría de las partes enfrentadas, de una lógica del equilibrio, sin duda precario, pero equilibrio al fin.

Los Estados actuales han conservado de ese período una lógica de la macro-dimensión (búsqueda constante de la máxima disponibilidad logística, de lo mayor y lo más grande, en fin: carrera armamentista).

Pero en la nueva configuración contemporánea, de posguerra fría, asistimos -y esto es lo que desestabiliza- a la instalación de una estrategia de lo micro. La estrategia de lo micro propone nuevamente una asimetría, sólo que introduciendo una inversión de la lógica macro-micro: ahora es lo micro quien dicta las reglas del juego y consigue el lugar dominante. Pero lo que asusta de esta inversión es que marca una vuelta al ejercicio de la violencia bajo la forma del terror.

El terrorismo ha optado entonces por la estrategia micro, y tiene a su favor lo que la caracteriza: el secreto impenetrable vs. la sofisticación de los servicios de información de los Estados, la movilidad vs. la pesadez de las infraestructuras de guerra, el factor sorpresa vs. las maquinarias de planificación y concertación, la ubicuidad, la posibilidad de estar en todas partes en el mismo instante para enseguida desaparecer vs. el anclaje de los ejércitos nacionales, el borramiento vs. la oficialidad, el sacrificio voluntario vs. el profesionalismo, la posibilidad de obtener el mayor efecto con los mínimos recursos vs. la magnitud de los efectivos movilizados por las naciones (3) y, sobre todo, la invisibilidad, la inmaterialidad, la desaparición por dispersión; en otras palabras, la fuga del territorio.

 

Un ejercicio contemporáneo del Poder

Así, del ejercicio del Poder (legal) al ejercicio del terror (ilegal), se produce un resquebrajamiento de la tradicional certeza del territorio. Como vimos, la lógica del Estado implica la aplicación de un derecho positivo sobre su jurisdicción territorial, pero no más allá de ella: sin territorio no hay Ley, y fuera de lo territorial no hay ejercicio del poder, sino terror. Círculo vicioso donde el terrorismo permite fugar del territorio y la acción no territorial implica violencia bajo forma de terror.

Pero ¿qué es el terror a los efectos de un Estado? Es lo que escapa, más que a la Ley, a las reglas de juego conocidas; lo que juega con lo imprevisible, con lo que carece de antecedentes y no es tipificable, con lo que no lleva implícita una lógica de acción y reacción y esto es lo que importa, porque el terror es aquello para lo que la respuesta no está instrumentada, ni puede ser instrumentada, porque ¿cómo alcanzar lo que no está en ninguna parte? Lo que no reside en el territorio, para la lógica moderna no existe.

El ejercicio contemporáneo del poder estaría adquiriendo entonces -e inevitablemente- formas insospechadas. Lo que está en juego ya no es la conquista del territorio sino su aniquilación, el monopolio del poder por el Poder mismo.

 

La inseguridad del territorio

Y ¿qué es el terror a los efectos de los miembros de una comunidad? Es decir, ¿cuáles son sus implicancias concretas a la hora del acontecer cotidiano? El terror es el miedo, es la parálisis en su faceta más temible: la de lo desconocido, del enemigo sin cara que, por el hecho de fugar, no habilita la fuga de la víctima. Ejemplo de esta imposibilidad de fuga y al mismo tiempo del paroxismo de lo micro es la guerra bacteriológica, que puede elegir su víctima entre todos los ciudadanos del mundo (aun aquel que no tiene nada que reprocharse) e ir a buscarla a domicilio. (4)

El terror es el estar encerrado en el espacio sin territorio de la inseguridad.

En la distribución tradicional del Poder, existían lugares de mayor riesgo y otros de mayor seguridad. A cada cual toca elegir el suyo, en la medida de lo posible. Ahora, el territorio del mundo ha sido unificado en su homogénea repartición de la inseguridad.

Como dijimos anteriormente, es en el territorio donde se recibe la protección del Estado. Pero ¿cuál será la credibilidad del Estado de Derecho si ha devenido una institución incapaz de asegurar esa protección en un mundo extraterritorial?

 

REEFERENCIAS

1) La comunidad judía, desposeída históricamente de territorio antes de la creación del Estado de Israel, poseía otro territorio -inmaterial- que la hacía en algunos aspectos más poderosa (culturalmente, por ejemplo): el territorio de la diáspora.
2) Ya citábamos el caso de la comunidad hebrea y podemos citar, desde la creación del Estado que la representa, el caso de la comunidad Palestina, diferente en todos sus aspectos, salvo en que se trata también de un problema de territorio.
3) Tantas cualidades que explican la adopción, por parte de algunas naciones, del terrorismo de Estado como el más eficaz de los medios de acción.
4) Puede incluso elegir una Cámara de Representantes y obligar así a un organismo del Estado y por ende al Estado mismo a interrumpir sus funciones.

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