HISTORIA DE LAS TECNICAS

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Pierre Duchase

Editorial Eudeba, séptima edición, Enero 1985 

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QUINTA PARTE

AUGE DE LAS TÉCNICAS DURANTE LOS SIGLOS XIX Y XX

 

CAPÍTULO XX

CIENCIA Y TÉCNICA

         Del empirismo a la ciencia. El progreso de las técnicas, hasta el Renacimiento, dependía principalmente de las necesidades de la práctica y de la experiencia diaria, en una palabra, del empirismo. Después del Renacimiento, y con mayor nitidez en los tiempos modernos, el progreso técnico está animado por el espíritu. El instinto práctico del siglo xviii preparó el triunfo de esta tendencia que transformaría al mundo. La ciencia realiza ante nuestras miradas esta transformación.

         A partir del siglo XIX las ciencias y las técnicas son ya inseparables: actúan y reaccionan sin cesar unas sobre otras. Ya no es solamente el ideal práctico, expresado en filosofías, lo que orienta ese entendimiento; es este ideal que se materializa en una acción común, en intercambios recíprocos y que origina un aumento extraordinario de los descubrimientos científicos y de los progresos industriales [cxxvii].

         La Revolución francesa y la ciencia. El aumento de potencia práctica, que proviene de la unión efectiva entre la ciencia y la industria, se manifiesta claramente por primera vez durante la Revolución Francesa y las guerras contra la coalición de reyes, y en la forma cómo el imperio napoleónico pudo resistir al bloqueo continental.

         Bajo el impulso revolucionario, la movilización "total" de las fuerzas vivas de la nación francesa asoció estrechamente la acción de los sabios al esfuerzo militar y político. Sabemos cómo el Comité de Salud Pública y el gran Carnot, el "organizador de la victoria" animaron las industrias bélicas y la coordinación de las operaciones. Los nombres de grandes sabios como Lazare Carnot, Monge y Berthollet están intimamente ligados a esta nueva modalidad de la guerra. La fabricación de acero, la fundición de cañones, la producción de Salitre, el tratamiento del cuero con nuevos procedimientos más rápidos, más productivos o más simples, recuerdan los esfuerzos de estos sabios. Los químicos trataron de obtener ciertos productos indispensables de los que carecía el país y de sustituir materias que hasta ese momento la industria utilizaba. El bloqueo continental, al privar de azúcar de caña a la Francia de Napoleón, fomentó la producción de remolacha y las correspondientes industrias de transformación. La técnica de la industria del algodón y de la industria del paño progresaron notablemente en esa época en Francia. Estos progresos fueron posibles gracias a la colaboración íntima y confiada [cxxviii] entre sabios e industriales.

Los dos comprenden que sus esfuerzos tienen un objeto común; que es tan pueril ignorar la ciencia en nombre del espíritu práctico como despreciar la industria en nombre de la ciencia pura, de la investigación noble y desinteresada. De este modo los nombres de sabios como Bertlsollet o Chevreul quedarán ligados a las técnicas tan íntimamente como el blanqueo al cloro y la fabricación de la vela de estearina.

         Del instrumento científico al aparato industrial. Por otra parte la estructura de la ciencia moderna por si misma conduciría forzosamente a la alianza final de laboratorios y fábricas. Basada en la experiencia, y en incesante evolución gracias a mediciones rigurosas, la ciencia exige aparatos de observación, de experimentación y de medición. Estos "instrumentos" de la ciencia son la realización, la materialización directa de los principios, teoremas, leyes, nuevas ideas de los sabios y son, por lo tanto, cada vez más delicados, más complicados, más difíciles de construir. Pero son productivos, permiten utilizar efectos naturales cada vez más sorprendentes y captan o explotan formas de energía no empleadas hasta ese momento. Se trata de procedimientos técnicos nuevos que la industria tiene continuamente a su disposición. Por ejemplo, vemos cómo la "columna de discos" de la industria química es una imitación en mayor escala del tubo de destilación fraccionada del laboratorio y cómo ciertos aparatos industriales de compresión y licuación de gases derivan de un método de preparación científica y de un aparato de laboratorio.

         La industria al servicio de la ciencia. La ciencia aporta la idea, el método, el modelo y la primera realización; la técnica industrial opera en gran escala, perfecciona los procedimientos prácticos y suministra al sabio materias, metales y mecanismos que él no habría obtenido, con todo su ingenio de artesano y su habilidad manual, sin la ayuda de las máquinas. La ciencia engendra la técnica y en cambio -solo a veces- la técnica permite dar forma a las ideas más audaces de la ciencia.

         Progreso de las técnicas. En los siglos XIX y XX, con este doble impulso, las técnicas se diversificaron en las múltiples ramas de las ciencias físicas, químicas y biológicas.

         Optica. El extraordinario progreso de los instrumentos ópticos, desde el microscopio hasta el anteojo astronómico y el telescopio, incluidos los prismáticos y el telémetro, demuestra que es difícil separar la parte que corresponde a la técnica de la que corresponde a la ciencia pura. La unión indisoluble, por ejemplo, de la técnica y la ciencia en los célebres instrumentos de la casa Zeiss, de Jena, es ya una regla general. La fotografía, que desde sus orígenes fue explotada comercialmente, está ahora ligada, con todos sus refinamientos, a la vida diaria de la ciencia. El cine, sin el cual no podemos imaginar una ciudad moderna, es un aparato científico apenas transformado, derivado directamente del laboratorio y de la observación biológica.

         Los metales. El trabajo del acero, soporte de nuestra civilización, está controlado paso a paso por instrumentos científicos, tanto en la medición de las temperaturas como en el examen microscópico de los productos obtenidos. "A través de todos los dominios de la técnica se descubre la ciencia y ésta, a veces, impone brutalmente su ley, revoluciona los métodos, cambia procedimientos bien definidos, realiza atrevidas sustituciones de materiales; lo que ayer era raro y codiciable es hoy vulgar y despreciado. Este hecho es evidente sobre todo en el sector de las industrias químicas.

         La química. El auge que los descubrimientos de Lavoisier y los esfuerzos de la generación revolucionaria dieron a esas técnicas a fines del siglo XVIII no ha disminuido. A la obra de la química mineral fueron agregadas las creaciones de la química orgánica; a las enseñanzas del análisis, las revelaciones de la síntesis. De allí surgió la extraordinaria potencia de la química industrial cuyos efectos gravitan en todas las técnicas, tanto en las técnicas de la materia bruta (metalurgia y colorantes) como en las de la materia viva (abonos y alimentación). O en medicina y cirugía, con el descubrimiento de nuevas sustancias terapéuticas y el uso de anestésicos.

Medicina y cirugía. En medicina y cirugía se combinaron los progresos de las ciencias de la materia con los de la biología y la fisiología. Los análisis y los instrumentos de física médica por una parte y el análisis metódico de los fenómenos, por otra parte, en realidad transformaron completamente el arte de la medicina.

         La cirugía conoció un auge prodigioso en la segunda mitad del siglo XIX. La perfección, la seguridad y la audacia de las operaciones no podían ya compararse con el arte de los prácticos que precedieron, desde los barberos de la Edad Media, hasta las grandes operaciones realizadas durante las guerras de Napoleón. Este progreso notable se debe al descubrimiento y uso de dos técnicas fundamentales: la antisepsia y la anestesia, a las que hay que añadir los perfeccionamientos generales en la concepción y construcción de los instrumentos.

 

CAPITULO XXI

LA CONQUISTA DE LA ENERGÍA

         El hombre de los siglos XIX y XX, gracias a la estrecha unión entre la ciencia y la técnica, pudo investigar más hondo en el mecanismo de los fen6menos naturales, es decir, emplear fuentes cada Vez más eficaces de energía útil, desconocidas o inaccesibles para nuestros antepasados.

         De este modo, los descubrimientos científicos prolongan entre nosotros un esfuerzo milenario. Ya en la Edad Media muchas veces la fuerza animal, o la fuerza motriz de los ríos y del viento remplazó a la fuerza muscular del hombre. En la era moderna aparecen energías que estaban más ocultas. La elasticidad de los gases y vapores remplaza a las corrientes de agua o de viento, con intervención del fuego: ésta es la primera aparición de las fuentes artificiales, reemplazantes cor el tiempo de las fuentes naturales de energía motriz.

a) Las turbinas

         De un modo general podemos decir que e1 siglo XIX fue el siglo del vapor [cxxix]. Sin embargo los progresos decisivos en el arte de utilizar la energía hidráulica marcaron los comienzos de este siglo.

         Las turbinas hidráulicas. La revolución industrial del siglo XIX, al crear nuevas necesidades de fuerza motriz, hizo más evidente la imperfección de las viejas ruedas hidráulicas que habían progresado muy poco en el período comprendido entre la Edad Media y fines del siglo XVIII. Los esfuerzos que siglo tras siglo fueron realizados para mejorar el funcionamiento de la rueda hidráulica, permitieron crear, en el siglo XIX, la turbina hidráulica, de rendimiento muy superior al de las antiguas ruedas.

         La turbina es una especie de rueda hidráulica con eje vertical, cuya novedad consiste en emplear de modo continuo el movimiento relativo del agua, en relación con los cubos y flotadores del aparato, en lugar de utilizar únicamente el peso del agua que cae sobre esas piezas. Para obtener este resultado es menester que el agua pase a través de conductos o sobre aletas curvas; el aparato utiliza las reacciones observadas entre el movimiento de la hélice se puede comparar de modo superficial con el movimiento de un tornillo que, por efecto de su rotación, penetra en un medio liquido o fluido, es decir, con el movimiento inverso al de las alas de un molino fijo. Éstas comienzan a girar impulsadas por el viento, fluido aéreo animado de un movimiento de traslación perpendicular al plano de las alas.

         Mientras se usaba el vapor en esta forma eficaz de propulsión, eran perfeccionados científicamente los procedimientos de construcción de navíos, organismos de seguridad, instrumentos y métodos de navegación. Todos estos progresos a los que hay que agregar la intervención de la turbina, el uso de las conexiones eléctricas, la aplicación del telégrafo y la determinación de la posición en el mar contribuyeron a solucionar casi automáticamente los arduos problemas de la navegación que planteaba el siglo anterior.

         Estas aplicaciones del vapor tuvieron una importancia considerable en la economía industrial en general y en el desarrollo de los intercambios y sólo ahora sufren la competencia de la locomoción en las rutas, la tracción eléctrica de los ferrocarriles y el avión.

         Un dibujo de Leonardo de Vinci muestra una transición significativa entre las viejas ruedas hidráulicas y la moderna "turbina". Jacques Besson (1568) describió, con el nombre de rueda pozo [cxxx], un tipo que se asemeja más a nuestros modernos aparatos.

 

A principios del siglo XVIII se efectuaron mejoras prácticas y se realizaron estudios teóricos sobre el ajuste de las distintas partes de esta rueda hidráulica.        

Estos aparatos, cada vez más perfeccionados, preparaban la aparición de la turbina hidráulica. Sin embargo, ésta no hubiera podido realizarse Sin una serie de importantes trabajos puramente científicos, realizados durante el siglo XVIII, que hicieron conocer mejor las leyes hidráulicas [cxxxi]. En 1832 el ingeniero francés

Benoit Fourneyron que trabajaba en Besancon, inspirado en las enseñanzas de su antiguo profesor, el ingeniero Burdin, y con la ayuda del capataz forjador de Fraisans (Doubs), concibió y realizó la primera turbina hidráulica verdaderamente eficaz [cxxxii]. Desde el principio el rendimiento de esta máquina alcanzó el 70 %. Poncelet dice con justa razón que Fourneyron tiene el derecho de figurar junto con Watt.

         Las turbinas hidráulicas [cxxxiii], al principio simples competidoras de las ruedas hidráulicas ordinarias, demostraron muy pronto que eran capaces de utilizar totalmente fuentes de energía hidráulica todavía inexplotadas o mal explotadas. Estas máquinas adquirieron una importancia decisiva cuando, gracias a la dinamo, al alternador y a las transmisiones de energía a larga distancia, se transformaron en los aparatos más económicos para producir electricidad mediante la energía hidráulica [cxxxiv].

 

         Turbina de vapor. El principio de la turbina es muy general: es válido para todo fluido (Vapor, gas) que pasa a través de las paletas curvas de una o varias ruedas montadas sobre un árbol vertical u horizontal. En algunos casos el efecto motor proviene sólo de la velocidad del fluido (turbina de acción o de impulsión). En Otros casos el aparato utiliza no solamente la velocidad sino también la variación de presión en el recorrido de las paletas (turbinas de reacción). En todos los casos el fluido actúa ininterrumpidamente siempre en el mismo sentido. Precisamente la originalidad de este tipo de motor y su superioridad provienen de esta continuidad de acción que disminuye los choques y  molinos.

         La idea de una turbina de vapor, es decir de una máquina que funcione directamente por acción de ese fluido, sin necesidad de émbolo, sin obligación de transformar el movimiento rectilíneo alternativo en movimiento de rotación, sedujo a muchos inventores.

         Para ser exactos debemos decir que esta idea es, en realidad, muy anterior a la máquina de vapor puesto que está realizada en la esfera de vapor de Héron  y en la turbina de vapor de Branca.

Sin embargo de estos esbozos no podía surgir un motor industrial que, por otra parte, no era necesario en aquella época y que exigía además un gran perfeccionamiento en el trabajo del metal y en la fabricación de las máquinas.

 

Por esta razón, a pesar de todas las tentativas realizadas no se logró una realización práctica hasta fines del siglo XIX. Hacia 1870 casi todos los técnicos creían que se debía de renunciar al empleo del vapor en las turbinas. Unos diez años más tarde de Laval (sueco) y Parsons (inglés) creadores de dos tipos diferentes de turbina de vapor, aportaron simultáneamente la 5olución de ese problema considerado insoluble.

         El invento de Laval, que prolonga directamente la rueda de vapor de impulsión de Branca es, en principio, muy sencillo. Consiste en una rueda provista de álabes curvos. Esta rueda se pone en funcionamiento por impulsos y reacciones combinados de una corriente de vapor dirigida sobre las paletas por una o varias toberas laterales. Un elemento decisivo en este invento fue reconocer la importancia de estas toberas en la expansión del vapor y determinar su forma. La particularidad en la construcción de esta máquina consiste en que todos los espacios entre los álabes tiene el mismo ancho en toda su longitud de modo que no se modifique la presión del Vapor en todo el recorrido. El vapor, al presionar sobre la curvatura de los álabes (que es un arco de circunferencia) hace girar rápidamente el disco que los soporta. Como el vapor conserva la misma presión durante su paso a través de los álabes móviles y actúa sólo por su velocidad, esta turbina se llama turbina de acción o "de igual presión".        

Por el contrario, la turbina Parsons llamada de reacción o de distinta presión, porque el vapor pierde presión. a su paso por las paletas que son unas  [cxxxv] fijas (paletas directrices) y otras móviles (paletas motrices).

 

         Estos dos tipos de turbinas, que sufrieron muchas modificaciones (y a las que hay que agregar, después de 1900, la turbina concebida por el inventor francés Rateau) abrieron el camino a usos netamente diferenciados. Gracias a la gran velocidad de rotación de la turbina de de Laval, era posible utilizar turbinas de diámetro muy reducido, pero en cambio fue necesario limitar la potencia que hace unos veinte años no excedía de 300 CV por unidad. La turbina Parsons, por el contrario, fue desde sus comienzos una potente máquina industrial. Con ella se podía alcanzar y superar una potencia de 10.000 CV. Con los perfeccionamientos contemporáneos se atenuó esta oposición y se difundió el uso de la turbina que dispone de una gama de potencia muy extensa. La turbina en muchos casos remplazó las máquinas alternativas de vapor, en particular respecto de la navegación [cxxxvi], de la generación de electricidad, y del accionar de todas las máquinas rotativas en general (bombas centrífugas, ventiladores, compresores de aire, etc.). La turbina tiene a veces una ventaja decisiva por la rapidez del movimiento de rotación y su pureza y por la reducción de las vibraciones. El límite de su potencia es aún desconocido mientras que la máquina alternativa parece haber alcanzado ya su potencia tope. Respecto de la economía de combustible, la turbina, en comparación con la máquina alternativa, representa un progreso similar al de ésta cuando remplazó a la máquina atmosférica de Newcomen. Con la turbina, invento de importancia capital, sólo pueden competir las máquinas alternativas que consumen gas pobre y gas de los altos hornos, o el motor Diesel, de combustión interna, gran invento contemporáneo surgido en la serie de motores con hogar interior [cxxxvii] luego del motor de explosión.

b)      El motor de explosión

         Muchos investigadores soñaron con el motor de explosión antes de su verdadero nacimiento ocurrido en 1860. Sabemos que ya en el siglo XVIII se habían realizado experiencias para utilizar, como fuente de energía mecánica, la explosión de pólvora en un cilindro. Pero como no se llegó al perfeccionamiento técnico necesario, el vapor comenzó la conquista de la energía industrial.

         Esta idea es retomada por Robert Street (1794) y por Lebon (1799), quienes, a fines del siglo XVII, obtienen, respectivamente, las patentes inglesa y francesa, que marcan el comienzo de una larga serie de esfuerzos orientados hacia la creación del nuevo motor. Estos esfuerzos no alcanzaron el éxito hasta 186O. En efecto, en esta época el ingeniero francés Lenoir (nacido en Bélgica) concibió la primera síntesis satisfactoria de los elementos del problema y logró construir un motor realmente eficaz (para potencias no superiores a 3 CV).

                   Lenoir tuvo la audacia de emplear, como fuente de energía motriz, la explosión de una mezcla de aire y de gas de alumbrado [cxxxviii], que desplazaba el émbolo de un cilindro. Con este procedimiento se podía utilizar reservas de energía fáciles de transportar, sobre todo cuando Lenoir remplazó, en 1862, el gas de alumbrado por petróleo. Pero la potencia que se obtenía con gran consumo de gas o petróleo era reducida. El motor de automóvil sólo pudo desarrollarse gracias a un perfeccionamiento suplementario: la compresión, concebida casi al mismo tiempo por Schmidt y Beau de Rochas. Este último, para comprimir (por medio del émbolo en el cilindro) la mezcla detonante antes de provocar la explosión que engendra la fuerza motriz, imaginó para todas las operaciones que se realizan en el cilindro, un ciclo determinado por Cuatro golpes de émbolo. Este perfeccionamiento notable dio origen a nuestro motor de cuatro tiempos a saber: aspiración de la mezcla detonante, compresión, explosión y evacuación de los gases quemados. La miseria impidió a Beau de Rochas aprovechar su invento. En el extranjero y especialmente Otto en Alemania aplicaron las ideas de Beau de Rochas.

         Desde que se empezó a usar la nafta [cxxxix] como carburante, el motor de explosión alcanzó gran auge y su funcionamiento mejoró de modo constante. Así fue posible aumentar considerablemente la potencia nominal de los motores y reforzar su calidad fundamental, es decir, la de desarrollar, con una máquina de escaso volumen y con un consumo reducido de combustible, mayor potencia útil que la que produce una máquina de vapor del mismo tamaño. De esta propiedad nació y progresó mucho la locomoción en las rutas [cxl], se inició la aviación y fue posible dirigir los aerostatos.

         El dirigible. Organizadas las primeras ascensiones en un globo esférico [cxli] se planteó la cuestión del dirigible. A pesar de todas las tentativas realizadas, a veces muy ingeniosas, el problema no tuvo solución práctica hasta que el motor de explosión se agregó a los dos ensayos realizados por Giffard en 1892 y Dupuy de Lome en 1872 (pero con motores insuficientes) es decir: la forma elipsoide del dirigible y la propulsión por hélice con lo que era posible imprimir (con Viento suave) una dirección al recorrido de la aeronave. Fue muy difícil habilitar ese aparato. Y esto, que habría sido preparado por los esfuerzos de los hermanos Tusandier (1883-1884 con motor eléctrico) de Renard y Krebs (1884 a 1888 con motor eléctrico) de Woelfert en 1897 con motor de auto, fue logrado realmente por el brasileño Santos Dumont entre 1898 y 1901.

         Hay que señalar sin embargo que el dirigible, flexible, rígido o semirrigido  [cxlii] a pesar de todos sus perfeccionamientos, es siempre un instrumento de transporte menos práctico, menos seguro y mucho más vulnerabLe (tanto a los cambios atmosféricos como a los ataques y proyectiles) que una aeronave "mas pesada que el aire”.

         El avión. El avión, concebido en un principio muy distinto, ha demostrado que puede progresar con mas rapidez. Es un medio de transporte cuya potencia, "ductibilidad" y eficacia son indiscutibles. El origen de la aviación, considerado desde las más lejanas fuentes, se remonta a los primeros sueños del hombre. La leyenda de ICARO [cxliii] es sólo una de las innumerables manifestaciones del deseo del hombre de todas la épocas de escapar de la tierra, de planear libremente, de contemplar desde el espacio la humildad de la habitación humana.

El historiador de las técnicas se ve agobiado por la abrumadora masa de testimonios escritos u orales, relativos a la prehistoria de la aviación. En todas las épocas hubo, y hay aún en nuestros tiempos, hombres que quieren imitar a los pájaros adaptando alas artificiales a sus miembros. Esta tendencia profunda y esta audacia no son desdeñables: los pioneros de la verdadera aviación, la nuestra, las conocían. Pero para que esta llegara a concretarse, fue indispensable una observación minuciosa calcada sobre el severo método de los sabios y unida a la conquista de una potencia artificial superior a la potencia muscular: la fuerza que proporciona, con un Volumen y un peso relativamente débiles, el motor de explosión al actuar sobre una hélice. La sustentación resulta de los efectos combinados de este sistema de propulsión y de las reacciones [cxliv] del aire sobre las alas fijas o solamente de las reacciones del aire sobre un velamen giratorio (helicóptero) [cxlv].

c)      El motor de combustión interna

         El motor de explosión, en el que en un volumen reducido se concentra una gran potencia, nació como lo hemos visto de las tentativas efectuadas antiguamente para obtener la combustión interna, en oposición de las máquinas de vapor (incluida la turbina) que emplean la combustión externa de leña, carbón o aceite pesado. El ingeniero alemán Diesel profundizó y perfeccionó esta idea de combustión interna que ya en la época de Carnot había inspirado a los hermanos Niepce (patente del año 1807) para fabricar un motor de pólvora de licopodio Diesel demostró que los aceites brutos vegetales o animales y los aceites pesados minerales que se queman en un motor de combustión interna tienen mayor rendimiento que la nafta. Gracias  estos trabajos se pudo crear en 1895 el "motor Diesel motor en el cual la combustión no se efectúa de golpe -por chispa- sino que, por el contrario, se produce progresivamente y está naturalmente amortiguada por el calor que origina la compresión de los gases [cxlvi].

         Las consecuencias de este invento fueron muy importantes; se pudo utilizar como combustible los aceites pesados extraídos del alquitrán de hulla, que no se empleaban anteriormente y que con igual peso desarrollan más calorías que el carbón. Perfeccionado cada vez más liviano, pero conservando sus cualidades [cxlvii], el motor Diesel remplazó poco a poco al motor de explosión en los camiones y también en los aviones. Aún antes de estos avances era ya el motor preferido por la navegación submarina.

         Los submarinos. Este invento, que representó en los siglos XIX y XX el retorno imprevisto a una vieja idea de la civilización china, es una verdadera obra de síntesis [cxlviii] de las técnicas modernas. La delicadeza de esas máquinas, la necesidad absoluta de disponer de una gran potencia en un espacio reducido, de evitar la concentración de gases deletéreos y de garantizar siempre la seguridad de maniobra requerida, todo contribuye a que el instrumental del submarino sea sumamente delicado. Como en todo navío moderno; aunque de modo quizás más sensible [cxlix] las transmisiones eléctricas constituyen el verdadero sistema nervioso del conjunto. Por otra parte este hecho es sólo un caso particular de una ley general: podemos decir que la electricidad constituye, cada vez con más certeza, el vinculo indispensable de las técnicas modernas. Susceptible de ser transportado lejos por hilos y de ser utilizado en forma de trabajo, de calor o de luz, es el agente más dútil de producción y de transformación de energía.

         Podemos definir de manera absoluta la última era de nuestra técnica, derivada del siglo del vapor, como la edad de la electricidad, es decir la era en que por primera vez se creó y se desarrolló sistema ricamente el uso de esta forma de energía.

d)               Producción, transporte y utilización de la electricidad.

Los orígenes. Los antiguos, que desconocían completamente esta técnica, comprobaron sin embargo las propiedades electrostáticas del ámbar [cl] al ser frotado, o sea, su aptitud para atraer plumas o cuerpos livianos. En  la Edad Media estas propiedades eran conocidas y se estudió también las propiedades del imán. El médico inglés Gilbert en el siglo XVI estudió la electricidad, y Otto de Guericke construyó, entre 1640 y 1670, la primera máquina eléctrica. Esta máquina estaba formada por un globo de azufre montado sobre un eje de madera accionado por una manivela. La mano del experimentador apoyaba un frotador de paño contra el globo que en la oscuridad parecía luminoso.

         Es menester aguardar el siglo XVII para que el conocimiento de la electricidad, gracias a la curiosidad de los aficionados de salón, ansiosos de presenciar experimentos raros tanto como la tenaz investigación de los físicos, llegue a generalizarse. Estas experiencias se limitan  todavía a la producción (y a los efectos más "espectaculares") de la electricidad llamada "estática", es decir cargas obtenidas por frotamiento. A pesar de todos los perfeccionamientos realizados, la potencia de esas máquinas no bastaba -en esa época- para impulsar una explotación industrial.La única fuente poderosa [cli] de electricidad -la electricidad atmosférica, descubierta por Franklin y sus émulos -no había sido aún "domesticada" a pesar del notable invento del pararrayos que neutraliza sus efectos peligrosos [clii].

         Sin embargo estas orientaciones no podían desarrollar la producción industrial y la utilización de la energía eléctrica. Ambas fueron posibles cuando aparecieron los generadores de electricidad dinámica, que producían electricidad de escaso voltaje pero en mayor cantidad que los "juguetes científicos" empleados hasta ese momento. Resultado imprevisto de las investigaciones fisiológicas de Galvani, el primer generador descubierto fue la pila eléctrica de Volta, que nos parece ahora tan humilde y débil frente a las formidables usinas hidráulicas y las poderosas centrales que nos suministran luz y fuerza motriz. Empero los espíritus perspicaces adivinaron que este aparato sorprendente [cliii] era el anuncio de un nuevo porvenir para la ciencia y para la práctica industrial. Tal fue, entre otras, la opinión de Napoleón entonces Primer Cónsul- cuando Volta realizó en 1801, ante él y los miembros del Instituto de Francia, sus célebres experimentos.

         El físico, el químico y naturalista, en sus laboratorios, podrían estudiar, con la pila eléctrica, las propiedades físicas y químicas de la corriente. A pesar de los ingeniosos perfeccionamientos realizados, y del método de acoplamiento de elementos empleado, el costo elevado de la corriente suministrada, la potencia limitada de la pila eléctrica y su corta duración efectiva impedían alcanzar la era de las realizaciones industriales. Por esta razón mientras sabios como Ampére, Faraday y Laplace realizaban experiencias y coordinaban matemáticamente las leyes de la corriente, las propiedades del magnetismo y la acción recíproca le las corrientes y de los imanes, los investigadores concentraban sus esfuerzos para descubrir aparatos generadores más potentes, ya por el perfeccionamiento de las pilas, ya por la aplicación de las leyes del electromagnetismo [cliv].

Los acumuladores. De acuerdo con la primera orientación se llega a la invención de los acumuladores o pilas secundarias que, para asegurar la conservación y el caudal de la electricidad (con una constancia superior a la de la pila) se sirven de las mismas causas que después de cierto tiempo alteran el funcionamiento de las pilas ordinarias.

         Después de la hermosa obra científica y técnica de Gaston Planté [clv] 1os progresos realizados en esta vía fueron lentos pero decisivos. El acumulador es a menudo un intermediario indispensable para almacenar electricidad en períodos de exceso y restituirla en los casos opuestos. No obstante los perfeccionamien-tos aportados constantemente (y de la teoría y de la técnica de construcción) la potencia, regularidad, duración del acumulador y su peso material tiene límites muy estrictos [clvi]. El acumulador es el auxiliar universal indispensable de los aparatos eléctricos industriales, pero no crea ni mantiene la vida de esos poderosos organismos.

         La dínamo. La industria eléctrica no habría surgido si la otra orientación de las investigaciones, es decir, la que utiliza los efectos recíprocos de las corrientes y los imanes, no hubiera inventado otro generador.

         Por un fenómeno en extremo curioso -aunque repetido en la historia de las técnicas- este invento capital fue realizado por un simple obrero que trabajaba sin contacto con los sabios contemporáneos y aún en contra de sus ideas, el belga Zénobe-Théophile Gramme [clvii]. Llevado por sus propias reflexiones (asistidas

de una gran habilidad manual) ideó y construyó la primera máquina verdaderamente

práctica para producir corriente eléctrica mediante la energía mecánica [clviii].

         De modo opuesto por acción de una corriente continua, de intensidad y tensión convenientemente elegidas [clix] la misma máquina puede suministrar trabajo mecánico. La industria dispuso así del instrumento necesario para producir y utilizar la energía eléctrica. El estudio de las condiciones de transmisión de la corriente continua por medio de hilos, la producción, transmisión y explotación sistemática de corriente alternada [clx] completaron este germen esencial de la industria eléctrica, e incorporaron ata máquina, cada vez más íntimamente, en la trama de nuestra civilización industrial.

         La hulla blanca. Entre las innumerables combinaciones posibles con esta forma de energía gracias a su flexibilidad, la "asociación de la turbina hidráulica con el alternador constituye un binomio de la mayor importancia". En efecto, la explotación de la energía mecánica de las caídas de agua, que se obtiene con esta combinación, es mucho más variada que la resultante de la utilización mecánica de la rueda o la turbina. La hulla blanca", cuya importancia aumenta sin cesar, se transforma así en uno de los elementos esenciales de la técnica moderna: gracias a ella la electroquímica, la electrometalurgia, la iluminación y la fuerza motriz diseminadas en los campos transforman poco a poco las bases técnicas de la civilización y el aspecto de la tierra [clxi].

         La función civilizadora de la electricidad, concebida como intermediario universal de la actividad humana, se hace evidente en los resultados obtenidos en todo lo que se vincula con las relaciones y trasmisiones a larga distancia.

         Las transmisiones. Nuestros antepasados lucharon siempre contra el aislamiento y la ausencia y contra la reducción o la supresión de límites de espacio y tiempo entre los pensamientos y voluntades de los seres humanos. Ya en la antiguedad los guerreros transmitían preciosos informes por medio de ingeniosos procedimientos de telegrafía óptica [clxii] (agregados  uso de signos convencionales y criptogramas). Chappe perfeccionó admirablemente este procedimiento y su telégrafo permitió obtener, en la época de la Revolución, una celeridad y precjsión notables [clxiii]. Este progreso fue eclipsado por el telégrafo eléctrico, inventado y perfeccionado por Morse y sus émulos [clxiv] en distintas formas pero según una técnica común (transmisión por hilo y acción de la corriente sobre electroimanes).

         El telégrafo es el antepasado de una serie de instrumentos maravillosos que hoy todo el mundo conoce: el teléfono, la radio, la televisión  con los cuales es posible alcanzar cada vez más perfectamente la comunidad de pensamientos, sentimientos y acciones entre dos seres humanos, a pesar de los limites, al parecer infranqueables, de espacio y tiempo, que aprisionan nuestro cuerpo. La técnica entra en el dominio misterioso de los sentimientos. Es evidente que ausencia y distancia mitigan los sentimientos y que, por el contrario, se agudizan por el cultivo más intenso y voluntario de su expresión íntima. El correo ya había logrado mantener perenne una presencia a pesar de la separación. El teléfono nos da la presencia misma. La electricidad liberó nuestra sensibilidad de una traba milenaria: realiza todos los días, hasta para los más humildes de los hombres el milagro antes reservado a los poetas, a los inspirados y a los visionarios.

         Sin embargo el hombre utiliza a menudo este prodigio en cosas fútiles. Transforma al mensajero inimitable en solicitante indiscreto porque la delicadeza de nuestras costumbres no marcha a la par de los progresos de nuestra potencia material. Parecemos esclavos liberados demasiado pronto que aportan a su nueva condición todos los vicios de una larga servidumbre.

 

CAPÍTULO XXII

NUEVAS FUENTES DE ENERGÍA

         El contraste entre lo poco que nos conforma y lo mucho que podemos realizar es tanto más evidente cuanto más variados son los instrumentos de nuestra potencia. A medida que se perfeccionaban los procedimientos industriales se aceleraba la conquista de las fuentes de energía. A la máquina de vapor, es decir a la hulla; al motor de explosión, es decir a los combustibles líquidos, se agrega en el siglo XX la hulla blanca, o sea la electricidad obtenida de la fuerza motriz de las caídas de agua. Comienza la explotación racional de los vientos (hulla azul), de las mareas (hulla verde), de las radiaciones solares [clxv], de las diferencias de temperatura en el seno de los océanos (procedimiento de Georges Claude). Algunos de estos procedimientos no constituyen más que curiosidades experimentales, pero sabemos con qué asombrosa rapidez una técnica recién salida del laboratorio invade la práctica y da origen a nuevas fábricas.

         Por esta razón actualmente los espíritus avisados [clxvi] siguen con suma curiosidad los estudios que realizan los físicos sobre los últimos componentes de la materia. La desintegración de ciertos cuerpos, que al principio se consideró como fenómeno espontáneo y que se provocó luego con afán experimental, nos hace adivinar, en las entrañas de la materia, una fabulosa reserva de energía. ¿Está el hombre en vísperas de "apoderarse" de una fuente inagotable de energía utilizable en volumen tan reducido que nuestra liberación material sea absoluta? O, lo que sería trágico ¿comienza el último experimento de la especie? ¿Acaso la humanidad corre el riesgo de desaparecer por la imprudencia de sus investigaciones científicas o por la barbarie de sus aplicaciones? No es necesario interpretar la técnica para formularse estas preguntas. Basta describir el movimiento irresistible que lleva al hombre a transformarse en esclavo de sus propias conquistas: todas las extensiones racionales de la técnica nos ofrecen este espectáculo.

 

CAPITULO XXIII

EXTENSIONES RACIONALES DE LA TECNICA

         La mano, primer instrumento de la técnica humana, es la madre de nuestras herramientas. Las artes nacieron con los primeros inventos instrumentales de nuestros padres. La máquina es la prolongación de la herramienta que es, a su vez, prolongación de la mano. La técnica en general realizó un salto prodigioso cuando el hombre captó nuevas fuentes de energía, es decir, cuando en lugar de su fuerza muscular para mover los instrumentos, utilizó la mano como control de las fuerzas inanimadas aplicadas a desencadenar la potencia y orientar la acción. Estos progresos, al hacer innecesaria la potencia muscular, elevaron el técnico al nivel de conductor de fuerzas pero hicieron que multitud de brazos, antes consagrados a trabajar la naturaleza, resultaran inútiles. Esto originó graves crisis en el ritmo del trabajo y conmovió toda la economía de nuestra civilización. Además la inteligencia orientada en esta vía ya no puede detenerse [clxvii].

         1) Las técnicas primitivas o fundamentales, que resumen relaciones entre el hombre y el ambiente. Estas técnicas se encuentran en diferentes lugares, se repiten en distintas épocas y son aún visibles, a veces, a nuestro alrededor. Su número es limitado. Algunas nos permiten establecer leyes de filiación logica o hechos de transmisión. De todos modos, con el conjunto de estas técnicas podemos analizar las relaciones básicas entre el hombre y el hecho técnico. Confiase en valorar, aquí, la idea esencial de que las técnicas "se componen" (como los movimientos); con el estudio de esta composición se podrá aclarar la definición, clasificación e historia de las técnicas en general, aún de aquellas que incluimos en la categoría siguiente.

         2) Las técnicas derivadas de la ciencia aplicada que caracterizan la civilización moderna. Después de la intervención del pensamiento científico, de acuerdo con la aparición de diversos factores económicos y sociales y la manifestación de diversas tendencias filosóficas y políticas, morales y religiosas, el crecimiento acelerado de las técnicas, su diversificación y su nueva eficaces nos ponen frente a una realidad que quizás ya nada tiene en común con la de los siglos transcurridos entre el fin de la prehistoria y la segunda mitad del siglo XVIII. El auge de esas técnicas modernas deriva de principios antiguos, muchos de los cuales fueron creados por el genio científico y filosófico de Grecia. Sin embargo, la civilización griega, como toda la antiguedad y la Edad Media, sólo conocieron técnicas que estaban al nivel del hombre. La desproporción espantosa entre nuestra técnica (obra evolutiva de una ciencia consagrada a lo universal) y las necesidades fijas, limitadas de nuestro cuerpo (que traduce la Orientación adquirida de nuestros sentimientos esenciales, y toda la inercia de nuestro psiquismo) nos deja desadaptados y aún, en apariencia, incapaces de retomar la iniciativa frente a este segundo aspecto del hecho técnico.

         En efecto, la unión de las fuerzas inanimadas y del instrumento; de la máquina y la herramienta [clxviii] puede y debe ser perfecta, automática, irresistible [clxix].

         El maquinismo. El desarrollo ininterrumpido del maquinismo invade toda nuestra civilización. Ha transformado no sólo la metalurgia y sus derivados, la arquitectura y todas sus repercusiones humanas [clxx], sino también todo lo que constituye la trama -y el encanto- de nuestra vida cotidiana: la alimentación, los transportes, las relaciones sociales, las distracciones, la música y los espectáculos, cuya forma más popular e industrializada, el cine, ha nacido ya dos veces, producto y víctima ya de las más recientes mutaciones técnicas de nuestra época [clxxi].

         Pero la técnica es más audaz todavía y terminará por desplazar al hombre de un dominio milenario, de una larga serie de gestos y costumbres en los que nuestro cuerpo y la vida de la tierra se asociaban tan íntimamente que esta comunión pudo parecer eterna: el trabajo del campo sufrirá a su vez la ley implacable de nuestro genio industrial que hace penetrar la mecánica hasta las fuentes mismas de la vida [clxxii].

         La vida agrícola y la técnica. El arado con ruedas, el enganche de las caballerías y el abono artificial fueron sin duda revoluciones importantes en el cultivo de la tierra. Pero estas revoluciones estaban a la altura del hombre y respetaban el contacto íntimo entre el agricultor y la tierra, la adaptación de su vida al ritmo y a la escala de sus trabajos. Las mecánicas modificaron primero el equilibrio del espacio cultivable y luego, con la intervención del motor, el ritmo del progreso industrial alcanzó también al cultivo de la tierra. El agricultor debió transformarse en mecánico. Con los abonos químicos y los nuevos cultivos la intimidad misma de la tierra está sometida a las audacias del laboratorio. Además esta tierra transformada debe soportar todas las necesidades económicas de la sociedad mecánica, ajena a los equilibrios tradicionales entre las sugestiones de la naturaleza y las necesidades vitales del hombre.

         Las crisis. Una sociedad fundada en el desarrollo de la máquina debe seguir el ritmo de sus propios inventos, so pena de entorpecer el enorme mecanismo total, compendio de todos esos mecanismos que se engendran sin cesar. Nuestra época, que renuncia a conciliar el respeto de todas las aspiraciones humanas y las reglas de la actividad industrial, parece haber sacrificado el servicio de nuestros otros fines al éxito puramente técnico.

         Las crisis que de ello resultan, crisis económicas y sociales pero también políticas y religiosas, traducen la protesta de nuestras aspiraciones frustradas. Revelan una contradicción fundamental entre la variedad de nuestras tendencias y la aridez uniforme de nuestras disciplinas de acción.

         La explotación del hombre por la máquina.  El conflicto alcanza su punto culminante cuando la máquina entra directamente en contacto con el hombre, es decir, en la técnica de producción industrial. La autonomía de la máquina, su potencia casi ilimitada de reproducción y crecimiento, tiene la desventaja de subordinar radicalmente el hombre a las leyes del mundo mecánico o, más exactamente, al ritmo puramente técnico de una observación minuciosa que, con un control experimental incesante, conduce a razonamientos precisos y perfecciona-dos. En resumen el empleo del hombre por la máquina es también objeto de una técnica cuyo perfeccionamiento es idéntico a los métodos habituales de perfeccionamiento de los mecanismos industriales.

         El taylorismo. Un célebre ingeniero norteamericano, Federico Winslow Taylor a creó esta racionalización de los actos elementales del obrero. Para mejorar las condiciones de rendimiento y determinarlas experimentalmente, perfeccionó el sistema de primas, de descomposición de los movimientos, de cronometraje de la duración de los movimientos. Una de las aplicaciones más difundidas [clxxiii] de este método, conocido universalmente con el nombre de taylorismo, es el "trabajo en serie". En los procedimientos de Taylor, en el "trabajo en serie" resulta evidente la lucha entre las leyes de la perfecta organización mecánica y las propiedades psicológicas del ser humano, especialmente su inclinación invencible a defender la libertad de su ritmo corporal, es decir su "estiló" de acción y de vida.

         Seria prolijo enumerar los daños ocasionados por el trabajo en serie y de un modo general por la racionalización excesiva del trabajo industrial y cuyos frutos aceptamos, sin embargo.

         El reino de las técnicas. Los sufrimientos de todo el mundo, el desequilibrio creciente y las crisis periódicas nos obligarán a mirar de frente nuestra responsabilidad. Para determinar sus orígenes intelectuales deberemos de conocer a conciencia el reino de las técnicas en nosotros y alrededor de nosotros mismos.

         Apenas comenzamos a sospechar que las máquinas que nos rodean tienen una especie de existencia, autónoma  Las mismas, como todas las producciones de la vida, nos plantean simultáneamente problemas de estructura y problemas de evolución. Sus familias son tal vez más complejas que las familias de los seres vivos y su clasificación está aún en evolución. Las máquinas se producen y reproducen según leyes generales que nos son desconocidas y cuya lógica sobrepasa tal vez nuestra lógica.

         Para dirigir nuestra vida material y moral debemos estar en condiciones de concebir las leyes del mundo de la técnica pues nuestro destino y el de nuestras máquinas [clxxiv] son inseparables. Éstas no existirían sin nosotros pero nosotros ya no podemos existir sin ellas. Las máquinas destruyeron nuestro viejo mundo porqué rehicieron toda nuestra psicología [clxxv]. Revelan en nosotros, como en todo el universo, el empuje de una misma tendencia inventiva.

         El reino de las técnicas, que parece iniciarse con un gigantesco flore-cimiento de esclavos materiales que trastornan completamente el orden económico y social, nos promete una vida intelectual más amplia y una vida moral más pura, siempre que el hombre sea capaz de adaptarse a la lógica de sus creaciones  Nuestro mundo inarmónico tiene sed de reglas simples y justas; nuestra existencia peligrosa reclama un arte de vivir valiente y comprensivo: técnicas del espíritu más difíciles de determinar que las de la materia pero que tienden a los mismos fines.

         La acción total de la Humanidad en su planeta que anunciaba Augusto Comte, sobrepasa las formas exteriores de la vida práctica; el ritmo de nuestro trabajo compromete todos nuestros valores.

         Para aliviar el sufrimiento del hombre, la herramienta de nuestros ante-pasados venció las resistencias de la materia. Nuestras máquinas, más rápidas y

más sabias, se proponen también aliviar nuestros esfuerzos, pero se anticipan a nuestro destino.

         Hijas de nuestra razón, nos imponen su sabiduría; nos obligan a repudiar nuestras servidumbres interiores; prolongan en nosotros y sobre nosotros la obra de ese artesano milenario cuyos gestos señalaron en todas partes los primeros signos de nuestra libertad.  

 

Notas

 [cxxvii] Entre las innumerables consecuencias de esta unión que se manifiesta a partir de fines del siglo XVIII, hay que recordar las innovaciones científicas de la Revolución, entre otras el sistema métrico y el expresivo nombre de la gran escuela científica fundada en esa época: la Escuela Politécnica.

 [cxxviii] "Ayer los descubrimientos de los sabios permanecían estérilmente en sus portafolios o en los archivos de las Academias, y los fabricantes no sospechaban que la aplicación de los mismos podía serles muy útil en sus operaciones. Hoy el fabricante consulta al sabio . . . existe la mayor confianza entre el fabricante y el químico."

 [cxxix] Las aplicaciones del Vapor, y especialmente su aplicación a los transportes, cuya velocidad máxima en tierra fue por millares de años inferior a los 20 Km por hora, transformaron completamente el aspecto general de la civilización en el siglo xix. En los primeros años del siglo xix contemplamos la epopeya de la locomotora, nacida (como las bombas de fuego) por las necesidades de la industria minera (exigencias del transporte económico de los productos de extracción). Georges Stephenson, obrero e hijo de obreros, comprendió el alcance del invento de Trevithick  y de los experimentos de Hendley sobre la locomoción de vapor y el desplazamiento sobre rieles (1813). Creó, en 1829, la primera locomotora moderna práctica, la famosa Rocket y la primera línea Liverpool-Manchester, que dio origen, primero en Inglaterra, luego en Bélgica, Francia (sobre todo después de 1837) y más tarde en todo el continente, a los modernos ferrocarriles. A  pesar del esceptismo inicial de los sabios y de los hombres de Estado, las vías férreas adquirieron extraordinaria desarrollo y durante mucho tiempo compitieron con la locomoción en las rutas.

         Fulton, creador del primer servicio regular de barcos de vapor (1807), comenzó a explotar comercialmente la navegación de vapor, concebida ya en los trabajos de Denís Papin y realizada por el marqués Jouffroy dA bans en 1776, en el Doubs. Los barcos de vapor al principio eran propulsados por ruedas de álabes laterales; luego fueron provistos de helices. En este invento, con el que se relacionan los nombres de Sauvage y Dallery, se unen la mecánica más moderna y una idea técnica muy antigua que se utilizaba principalmente en el molino de viento. En efecto, el agua que circula permanentemente y los pasos curvos entre los cuales el agua está obligada a correr.

 [cxxx] Se coloca un rotor de forma cónica en un pozo de material. El agua entra por la parte superior, tangencialmente a las aletas fijas en el cono. Actúa a un tiempo por su impulso y por su peso. Las pérdidas reducen sin embargo el valor de este aparato.

 [cxxxi] A principios del siglo XVIII Christophe Polhem, director de una fábrica de herramientas en Stralsund, ingeniero y técnico notable, iniciador lejano de la construcción por piezas intercambiables y de la fabricación en serie, realizó experiencias para determinar la eficacia de la rueda hidráulica. Además muchos matemáticos se interesaron en los problemas hidráulicos referentes a la turbina. Entre ellos podemos citar a Euler a quien llamó poderosamente la atención la rueda hidráulica propuesta por Segner de Góttingue (1750) y escribió una Teoría de las maquinas que funcionan por reacción del agua. En 1824 el ingeniero francés Burdin (director de la Escuela de Minas de Saint-Étienne) publicó una memoria sobre la turbina hidráulica (él emplea ese nombre) que había estudiado teóricamente en la Escuela de Minas de Saint-Étienne. Estas enseñanzas suministraron las ideas directivas a Fourneyron.

 [cxxxii] La turbina de Fourneyron está compuesta de dos coronas concéntricas, una fija y la otra móvil. "La corona fija, colocada en el interior tiene paletas directrices de corriente; la corona móvil está colocada en el exterior y lleva las paletas motrices." El fluido tiene un movimiento radial (es decir que forma un ángulo recto con el eje de revolución de la turbina) y centrífugo (es decir que se aleja del eje). De ahí deriva el nombre de turbina radial y centrífuga.

 [cxxxiii] El industrial francés Fontaine inventó en 1836 otro tipo de turbina en la que el agua no se aleja del eje de rotación de la máquina. Es la turbina axial. Las dos coronas tienen igual diámetro y están colocadas según el mismo cilindro (la corona de paletas directrices está encima, y la móvil debajo, si el eje es vertical) crearon ciertas variantes de este tipo de turbina. Alrededor de 1850 el norteamericano Francis creó la turbina radial centrípeta, con la corona fija en el exterior y móvil en el interior; así se obtuvo un rendimiento mayor. Luego aparecieron tipos mixtos.

En 1870 el americano Pelton creó una turbina especial llamada "rueda Pelton" notable por su sencillez, su ligereza y su rendimiento superior al 80 %.

 [cxxxiv] Con el desarrollo de la energía hidroeléctrica en reemplazo de la energía térmica, a veces muy costosa o imposible de suministrar, las industrias que consumen mucha fuerza motriz pudieron desarrollarse también en las regiones desprovistas de recursos minerales. Vemos así la enorme importancia económica de la energía hidroeléctrica.

 [cxxxv] La turbina Parsons se compone de dos cilindros concéntricos, uno fijo el otro móvil c. El cilindro fijo tiene las paletas directrices. El cilindro móvil tiene las paletas motrices. Las paletas motrices y las directrices están alternadas unas con otras. El Vapor que Viene de la caldera circular entre las paletas de los dos cilindros y se escapa por D (al condensador o al aire libre).

 [cxxxvi] Para el comando de las hélices de los barcos, el uso de la turbina se asocia, cada vez con mayor frecuencia, al uso de la electricidad como intermediario que permite una unión mas flexible entre la fuente de energía motriz y el órgano de propulsión.

 [cxxxvii] La idea de la máquina con hogar interior, que se remonta a los primeros estudios referentes al uso del émbolo, es sumamente importante porque, al localizar el hogar en el cilindro, es posible utilizar toda la energía térmica. Por el contrario, a máquina con hogar exterior (como la máquina de vapor) origina necesariamente pérdidas en la transmisión de la energía térmica.

 [cxxxviii] Reguló cuidadosamente la llegada de aire y de gas para crear en el cilindro una estratificación conveniente de las capas delgadas sucesivas de aire y de gas con el fin de obtener que el funcionamiento de la máquina fuera suave.

 [cxxxix] Se puede utilizar muchos otros combustibles (benzol, alcohol, alcohol carburado al benzol, gases de los altos hornos y de los hornos de coque, gas inferior de los asógenos).

 [cxl] Lenoir (1863); Síegfried Marcus (¿1878?); Daimler (1883); Panlsard (1889).

 [cxli] Éste sólo puede dirigirse mediante el empleo inteligente de las corrientes de aire en las diferentes altitudes y la regulación de la altura del globo con el lastre y la válvula de escape.

 [cxlii] Según la ausencia o presencia (parcial o total) de un armazón metálico en el interior.

 [cxliii] Hijo de Dédalo que se lanzó a los aires provisto de alas sujetas con cera. Dice la leyenda que, por haberse acercado demasiado al sol, el calor fundió la cera, se le cayeron las alas y se precipitó en el mar.

 [cxliv] Hace mucho tiempo que ejemplos familiares como al paracaídas, la cometa (técnica primitiva transformada en juguete) y el vuelo de los pájaros marinos, suministraban ejemplos de esas reacciones.

 [cxlv] Nuestra moderna aviación, aún concebida en este aspecto limitativo, se remonta por lo menos a las primeras tentativas de Ader, es decir, a los primeros saltos de su "murciélago" de vapor, alrededor de 1890. Para tener en cuenta a todos sus precursores habría que remontarse mucho más allá, a la Edad Media, ala antigua Grecia y a la civilización china. En realidad ya en la época de Ader la combinación del motor de exp1osion y  estudio paciente del vuelo de los pájaros, a partir de los trabajos del frances Ch. Mouillard (1881), abría una nueva ruta al progreso de la aviación. El sabio aleman Lilienthal efectuó un estudio experimental en el sentido más científico del término, de las condiciones del vuelo planeado y del vuelo sin motor o, como decimos actualmente, del "vuelo de vela" inspirándose en el vuelo de los pájaros veleros y de los pájaros marinos. Lilienthal murió en 1889, mientras realizaba sus experiencias, después de haber hecho alrededor de dos mil vuelos. En esta fecha, poco antes del fracaso decisivo de Ader (1897), entra en juego del motor de explosión y, con él, los éxitos decisivos de Wilbur y Orville Wright, inventores y constructores originales que, después del americano Chanute, estudiaron las condiciones del vuelo y fabricaron un aparato muy estable y satisfactorio pero que para volar debía ser lanzado por una catapulta (1905). Los hermanos Wrigth, para preservar sus derechos tardaron demasiado en difundir sus métodos y corrieron así el riesgo de que alguien los aventajada. En efecto, en 190, el brasileño Santos Dumont consiguió levantar vuelo y establecer los "records" aéreos mundiales de distancia y duración (220 m en 21" y a una altura de 4 a  m del suelo).

Mientras Farman cumplía el primer circuito cerrado en Issy-les-Moulineaux, en enero de 1908, Wilbur Wright comprendió que sus competidores podían superarlo, realizó las primeras pruebas oficiales en su biplano (agosto-diciembre de 1908) y obtuvo la primera Copa Michelin (124Km en 2 h 30'23"). El 25 de julio de 1909 Blériot, inventor original que trabajaba desde 1901, atravesó el canal de la Mancha en un avión construido por él. Esta fecha señala el fin de la primera infancia de nuestra aviación. Gracias a la evolución científica, a los progresos técnicos realizados durante la guerra de 1914 y a las necesidades comerciales, este aparato se transformó en el instrumento admirable y en el arma terrible que conocemos actualmente, que con el perfeccionamiento de los motores y el estudio profundo de las condiciones aerodinámicas se torna cada vez más eficaz. Otro aparato, volador con un sistema de planos giratorios, el helicóptero, ha realizado últimamente progresos decisivos. El avión cohete que no emplea como medio de propulsión la hélice sino el efecto de reacción de un chorro gaseoso (motor de reacción), tiende a remplazar al avión de hélices no sólo en el campo militar sino también en el transporte Civil.

 [cxlvi] Mientras Lenoir evitaba la compresión, peligrosa por la autoinflamación intem-pestiva en el motor de explosión, la idea revolucionaria de Diesel fue precisamente la de provocar el máximo de compresión y utilizar la autoinflama-ción sistemática: su audacia lo llevó a crear el motor de combustión interna más perfecto desde el punto de vista térmico. Este éxito recuerda el de los creadores de la máquina de vapor de alta presión que Watt y sus colaboradores no realizaron por excesiva prudencia, o el transporte de electricidad de alta tensión, que la prudencia no le permitió concretar a Edison.

 [cxlvii] A continuación damos algunos rendimientos térmicos comparados: Diesel(30 a 35 %) ; otros motores de combustión interna (25 a 30 %); máquinas de vapor potentes y perfeccionadas (20 %) ; Otras máquinas de vapor (5 a 10%).

 [cxlviii] El principio -que consiste en sumergir un barco hermético- es muy sencillo y fue imaginado por muchos precursores (entre otros por Leonardo de Vinci). Sin embargo su realización, cuyo gran protagonista fue el ingeniero francés Laubeuf, se reveló mucho más difícil.

 [cxlix] Por causa de los acumuladores necesarios.

 [cl] En griego elektron de donde deriva nuestra palabra electricidad. La tradición relaciona con Tales el conocimiento de esta propiedad del ámbar, transmitido posiblemente por los egipcios.

 [cli] Alrededor de 1740 se remplazó el "puño frotador por una almohadilla aislada que comunicaba con un cilindro de hojalata también aislado. En este cilindro se acumulaba toda la electricidad producida por el flotador". Después de este perfeccionamiento esencial, que permitía la acumulación de electricidad, apareció en 176 la máquina de Ramsden (máquina con una bandeja vertical de vidrio con sectores metálicos de frotamiento, construida sobre una base de cobre aislado). Las máquinas de frotamiento producían electricidad de alta potencia pero en pequeña cantidad. Estas máquinas fueron remplazadas por máquinas de influencia basadas en el mismo principio que se emplea actualmente para construir máquinas poderosas capaces de producir la potencia necesaria para la desintegración e la materia.

 [clii] Esta "domesticación" del rayo se utiliza actualmente en aparatos potentes para desintegrar la materia.

 [cliii]

 [cliv]

 [clv]  El método de Planté ((acumulador de plomo y ácido sulfúrico) fue notablemente perfeccionado por Faure en 1880 que usó plomo recubierto con óxido de plomo.

 [clvi]  Dificultades que imponen, entre otras cosas, que se generalice el uso del acumulador en los transportes, y que limitan el empleo de la locomoción eléctrica en las rutas.

 [clvii]  Entre los precursores de Gramme debemos citar a Wheatstone (1845) que remplazó los imanes naturales de las máquinas generadoras de corriente por imanes electromagnéticos y al presbítero Pacinotti, de Pisa, cuyas tentativas fueron desconocidas por Gramme. La obra de Gramme, que consiste en una "revisión crítica" de la máquina generadora de electricidad (Usher), es también un invento completamente original de medios técnicos fundamentales.

 [clviii] La superioridad de la "dínamo" de Gramme reside esencialmente en el dispositivo de "arrollamiento" y de conexión que permite obtener el efecto más intenso de la acción recíproca de las corrientes y de los imanes. La invención del inductor anular de Gramme data de 1869.

 [clix] En la Exposición de Viena, en 1873, se descubrió de modo casual que la dínamo de Gramme era en realidad una máquina reversible que podía emplearse como motor.

 [clx] La dínamo produce corriente continua. Las primeras máquinas industriales electromagnéticas, así como el alternador (que las remplazó y que fue inventado por Granune, en 1877), producen una corriente llamada "alternada" que resulta de la formación simultánea, en las bobinas generadoras, de dos corrientes de sentido inverso. Esta corriente alternada puede ser "regenerada", es decir transformada en corriente continua o utilizada tal cual para ciertos usos. En esto estriba precisamente la importancia de la corriente alternada que puede almacenarse fácilmente en la máquina, producirse y transformarse a muy alta tensión y puede luego distribuirse y emplearse a baja tensión. El transporte de corriente a larga distancia es económico solamente si se realiza a alta tensión. Por  contrario, para la distribución a los usuarios y su empleo, se requiere tensiones moderadas. Estas condiciones, en apariencia contradictorias, se obtienen admirablemente en la corriente alternada por medio de los transformadores llamados estáticos (pues existen también transformadores rotatorios para la corriente Continua). Los transformadores estáticos para Corriente alternada, formados por simples bobinas superpuestas, son una ilustración moderna de la antigua bobina de inducción de Faraday. Con ellos se puede elevar o disminuir la tensión en la relación deseada. El transporte a gran distancia se efectúa a tensiones de 500OO o más voltios y a la llegada la tensión se disminuye en algunos centenares de voltios, sin órgano móvil, por lo tanto en condiciones de perfecta aislación y seguridad y con una pérdida muy reducida. A Marcel Deprez (1851) se debe la idea de emplear sistemáticamente estos transformadores y la primera aplicación francesa se remonta al año 1885.

         La corriente alternada que se usa directamente para iluminación puede emplearse también directamente como fuente de fuerza motriz, gracias a la reversibilidad del alternador que puede funcionar como motor si se le suministra corriente (propiedad análoga a la de la dínamo de Gramme). En esta propiedad se basa el motor llamado sincrónico. Otra manera más práctica de utilizar la corriente alternada como fuente de fuerza mot4z es emplearla para hacer funcionar un motor asincrónico, tipo de motor descubierto por Ferraris en 1887.

 [clxi] En la historia de las técnicas la extensión de la producción, transporte y utilización de 1a electricidad está íntimamente ligada al progreso industrial de la iluminación eléctrica, inseparable del nombre de Edison. En efecto, la iluminación eléctrica planteaba no sólo el problema técnico de la lámpara incandescente con filamento (cuya solución buscaron muchos investigadores y encontró Edison en 1879) sino también todo tipo de problemas de transmisión, distribución y utilización (especialmente los que se refieren a la necesidad de una independencia relativa de los circuitos de los usuarios, a pesar de la solidaridad en la distribución de la energía). Con el esfuerzo realizado en este sentido las redes de distribución de fuerza comenzaron la conquista del espacio, y el uso de la electricidad se impuso en las técnicas industriales. El progreso de esta técnica evoluciona hacia la racionalización de las redes y la coordinación cada vez más estrecha entre los centros de producción. Algunas redes unificadas cubren a veces grandes extensiones, lo que permite así equilibrar más económicamente la producción y el uso de energía.

 [clxii] En 1832 Morse inventó su telégrafo que comenzó a explotarse alrededor de 1842 y en Francia en 1854. Hughes inventó en 1855 el telégrafo impresor, que Gustave Froment perfeccionó en Francia.

 [clxiii]  Ahora, y desde el punto de vista técnico, bastante avanzada para permitir la explotación industrial si las circunstancias económicas fueran favorables.

 [clxiv]  Entre otros métodos, el de la evaporación de agua en los países cálidos.

 [clxv] Escrito antes de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima (1945). La era atómica se remonta hasta el año 1942, fecha de las primeras realizaciones en Estados Unidos. Cuando apareció la tercera edición francesa de esta obra (1955) la energía atómica, explotada al principio con propósitos bélicos (Bombas A y H, artillería atómica), científicos y médicos (isótopos) estaba en vísperas de ser explotada industrialmente para fines puramente económicos.

 [clxvi] La técnica de la "manufactura en partes intercambiables" bosquejada desde el siglo XVIII y aún desde el Renacimiento, es decir mucho antes de que se inventara la máquina de coser o la máquina cosechadora, se desarrolló sólo en el siglo XIX. A fines del siglo XIX y en el siglo XX el grupo de máquinas herramientas se hizo poco a poco "automático". A partir de ese momento se construyeron máquinas, muy especializadas, destinadas a todas las ramas de la actividad manufacturera; de esta forma el hombre transfirió su habilidad técnica a la máquina. Actualmente el progreso técnico se orienta del semiautomatismo al automatismo verdadero. Esta evolución esta ligada al desarrollo científico, especialmente gracias a la electrónica y a una serie de investigaciones nuevas agrupadas con el nombre de Cibernetica.

 [clxvii]  El obrero ya no representa el papel de director sino de observador y "cuidador" de una máquina más inteligente que él. La producción de objetos se acelera pero simultáneamente disminuye el número de hombres necesarios y el valor de su trabajo. Aún debemos llegar más lejos. Llegará el día en que la mano del hombre y su inteligencia implícita ya no serán necesarias. Una y otra fueron durante mucho tiempo indispensable para construir esas máquinas que terminarán por privas al hombre del placer y del beneficio de la creación. Con la "máquina para fabricar máquinas" la mano y la inteligencia del hombre serán casi inútiles. Este tipo de invento terminará por llevar a una escala monstruosa, en relación con el orden humano y el orden Vital, la autonomía de lo mecánico. No solamente la técnica engendrará la técnica sino que  también la máquina se creará y se destruirá a si misma. El hombre de carne casi no tendrá cabida en este Circuito, en esta vida supra humana de organismos robot que se multiplicarán y crecerán continuamente, como una monstruosa especie nueva hecha de metal o de materias inéditas y de energías desconocidas. Sin duda el espíritu del hombre será todavía centro y origen de esas nuevas y complejas creaciones, pero al hombre le resulta cada vez más difícil coordinar su conjunto y orientarlo hacia fines armónicos.

 [clxviii] Especialmente (y como consecuencia del progreso de la metalurgia) con la construcción metálica y el cemento armado.

 [clxix]  En efecto, el cine sonoro fue motivo para el joven arte del cine mudo.

 [clxx] Por medio de la ciencia biológica ya la mecanización no es la única que actúa sobre el dominio vital. Las nuevas técnicas pueden modificar directamente las condiciones del equilibrio y del desarrollo, en particular, del desarrollo humano.

 [clxxi] Con la máquina, es decir con el perfeccionamiento continuo de la máquina y de su uso, los productos se multiplican, y se reducen los costos merced a la producción en serie; clases enteras, y las más pobres, pueden gozar de ciertos bienes, la duración del trabajo y la servidumbre material del hombre se reducen. Pero estos efectos admirables conducen necesariamente a la "desocupación tecnológica", a la superproducción, a las crisis industriales, al desequilibrio cada vez mayor de nuestras sociedades y, en gran parte, a las guerras de nuestras civilizaciones contemporáneas, tan temibles por su potencia destructiva como por la amplitud de las masas humanas que sufren las consecuencias y por la degradación moral que engendran.

 [clxxii] Taylor, compenetrado del espíritu profundo de la producción industrial y del desarrollo racional de las técnicas, fue un Verdadero "verdugo del trabajo" y verdugo de sí mismo. Su vida, acortada por su misma técnica de sobretensión intelectual, es Un ejemplo extraordinario de despotismo interior en la voluntad de organización, aplicada a todo y a todos.

 [clxxiii] Mientras Taylor se dedica con ahínco a reducir directamente el tiempo perdido por el hombre, Ford (que Vulgarizó el trabajo en Serie) consigue lo mismo con sólo regular la colaboración racional de los mecanismos. Pero, como el hombre es parte integral del conjunto de esos mecanismos, el resultado es igual. La esclavitud del hombre a pesar de ser indirecta es igualmente real y eficaz. Discípulos fervientes de Taylor prosiguieron sus trabajos. Estos procedimientos, aplicados a la organización total de una industria, dieron origen a los célebres métodos de racionalización, y en Francia a los procedimientos de administración general llamados de "taylorismo", nombre derivado del de su promotor. El ideal actual de los representantes de la organización científica del trabajo es preservar el equilibrio del trabajador pero inspirados en el interés mismo de una mejor producción.

 [clxxiv] La técnica que invade toda nuestra vida es un hecho que sobrepasa los limites de la voluntad individual. El ideal de hombre "completo" se ha caracterizado siempre por el dominio de la acción. Actualmente la acción humana ya no está a la altura de nuestro cuerpo, a la altura de esa sangre, de esos músculos, de ese sistema nervioso que los experimentos simples realizados durante siglos nos enseñaron a dominar. Si no queremos vernos arrastrados, aplastados por el nuevo peso de nuestros actos, debemos aprender a conocer y respetar en nosotros mismos y en todos los seres que nos rodean, esta especie de segunda naturaleza creada por nuestra potencia material. Debemos sentirnos responsables aún de aquello que es superior a nosotros mismos y medir el valor de nuestros deseos en las repercusiones infinitas de sus consecuencias técnicas. En el campo significativo de la etica industrial la reciente historia de nuestra civilización pone en evidencia la acción y la reacción psicológica y el valor tóxico y antitóxico del progreso tóxico y finalmente su función educativa.

 [clxxv] El problema central de la filosofía contemporánea podría plantearse de la siguiente manera: ¿Pueden "compensarse" las técnicas de la materia y las del espíritu?. O dicho de Otro modo: ¿"Las fuerzas renovadoras de la psicología humana pueden penetrar la realidad técnica"?

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