EL COMPLEJO DE EDIPO A LA LUZ DE LAS ANSIEDADES TEMPRANAS (1945)

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Melanie Klein

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INTRODUCCIÓN

            Tengo dos propósitos principales al presentar este artículo. Pretendo aislar algunas situaciones de ansiedades tempranas típicas y mostrar su conexión con el complejo de Edipo. Como estas ansiedades y defensas forman parte, según creo, de la posición infantil depresiva, espero con ello aclarar algo la relación entre la posición depresiva y el desarrollo libidinal. Mi segundo propósito es comparar mis conclusiones sobre el complejo de Edipo con las opiniones de Freud sobre el mismo tema.

            Como ejemplo para mis argumentaciones expondré fragmentos de dos historiales clínicos. Se podrían aducir muchos más detalles de esos dos análisis, de la relación de los enfermos con su familia y de la técnica empleada. Sin embargo, me limitaré a exponer los detalles del material que considero esenciales para el tema de este artículo.

            Los dos niños, cuyos historiales ilustrarán mis argumentaciones, padecían de dificultades emocionales intensas. Al emplear tal material psicoanalítico como base para fundamentar mis conclusiones sobre el curso normal del desarrollo edípico, sigo un método empleado repetidamente en psicoanálisis. Freud justificó este enfoque especial en muchos de sus artículos. Por ejemplo[1], escribe:           "La patología, como Uds. saben, mediante el aislamiento y la exageración nos ha ayudado siempre a hacer reconocibles cosas que normalmente hubiesen quedado ocultas."

 

FRAGMENTOS DE UN HISTORIAL, ILUSTRATIVOS DEL DESARROLLO EDÍPICO DEL NIÑO

            El material, en el cual me detendré para ilustrar mis conclusiones acerca del desarrollo edípico del varón, proviene del análisis de un niño de 10 años. Sus padres tuvieron que consultarme, porque algunos de sus síntomas se habían intensificado tanto que le hacían imposible concurrir a la escuela. Se asustaba mucho de los otros niños y por ello evitaba más y más salir solo. Además, desde hacía ya unos años una inhibición progresiva de sus capacidades e intereses preocupaba mucho a sus padres. Fuera de estos síntomas, que le impedían concurrir a la escuela, estaba excesivamente preocupado por su salud y padecía de frecuentes estados de ánimo depresivo. Estas dificultades se manifestaban en su aspecto físico, porque daba la impresión de estar preocupado y de ser desgraciado. Sin embargo, en ocasiones -y esto se hacía más manifiesto en sus sesiones psicoanalíticas- cesaba su depresión y de pronto la vida y la luz venían a sus ojos y le transformaban por completo la cara.

            Ricardo era un niño precoz y bien dotado en muchos aspectos. Tenía talento musical, demostrándolo ya muy tempranamente. Le gustaba mucho la naturaleza, pero solamente en sus aspectos agradables. Sus dotes artísticas se manifestaban, por ejemplo, en la manera como elegía las palabras y en un cierto sentido para lo dramático que vitalizaba su conversación. No se entendía bien con los otros niños; se sentía mejor en compañía de adultos y especialmente de mujeres. A éstas trataba de impresionarlas con sus dotes de conversación y quería entrar en su favor de un modo impropio de su edad.

            La lactancia de Ricardo había sido breve e insatisfactoria. Había sido un niño delicado, padeciendo resfríos y enfermedades desde su primera infancia. Había sufrido dos operaciones (circuncisión y amigdalectomía) entre sus tres y seis años. La familia vivía modestamente, aunque no sin un cierto desahogo. El ambiente del hogar no era del todo feliz. Entre los padres no existía ni cordialidad ni intereses comunes, aunque no tenían entre sí reyertas manifiestas. Ricardo era el segundo de dos hijos; su hermano era unos pocos años mayor que él. Su madre, aunque no estaba enferma en el sentido clínico, era de tipo depresivo. Le preocupaba mucho cualquier enfermedad de Ricardo y no había duda de que con su actitud había contribuido a los temores hipocondríacos del niño. Su relación con Ricardo no era satisfactoria en varios aspectos. En tanto que su hermano mayor era de los primeros en la escuela y recibía la mayor parte del amor de la madre, Ricardo era más bien un desencanto para ella. Aunque él la quería mucho, era un niño sumamente difícil de manejar. No tenía intereses, ni juegos que le ocupasen. Estaba demasiado angustiado y demasiado ligado a su madre, a la que se adhería de un modo persistente y agotador.

            Su madre lo cuidaba mucho y en cierto modo lo mimaba, pero no apreciaba realmente los aspectos más sutiles de su carácter, tales como una gran capacidad innata para el amor y la bondad. No comprendía que el niño la quería mucho y tenía poca confianza en su desarrollo futuro. Por otro lado, tenía paciencia con él cuando lo cuidaba; por ejemplo, no intentaba imponerle la compañía de otros niños, ni lo obligaba a concurrir a la escuela.

            El padre de Ricardo lo quería mucho y era amable con él, pero aparentemente dejaba la responsabilidad de su educación a la madre. Como demostró el análisis, Ricardo se daba cuenta de que su padre era demasiado indulgente con él y de que ejercía demasiado poco su autoridad en el círculo familiar. La mayoría de las veces su hermano mayor le mostraba amistad y tenía paciencia con Ricardo, pero los dos niños tenían poco en común.

            El desencadenamiento de la guerra aumentó mucho las dificultades de Ricardo. Fue evacuado con su madre y, para analizarse, se trasladó con ella al pueblo donde yo residía entonces, mientras que su hermano fue a otro lugar con su escuela. El separarse de su hogar trastornó a Ricardo. Además, la guerra agudizó todas sus ansiedades, angustiándolo especialmente los bombardeos aéreos. Seguía las noticias con gran atención; se interesaba mucho por los cambios de la situación bélica y esta preocupación se manifestó una y otra vez en el transcurso de su análisis.

            Aunque había dificultades en la situación familiar -lo mismo que había habido dificultades en el desarrollo precoz del niño- en mi opinión la gravedad de la enfermedad de Ricardo no se podía explicar solamente por estas circunstancias. En él, como en cualquier otro caso, debemos tener en cuenta los procesos internos que resultan y actúan conjuntamente con los factores tanto constitucionales como ambientales; pero no puedo aquí tratar en detalle la acción recíproca de todos estos factores. Me limitaré a señalar la influencia de ciertas ansiedades tempranas en el desarrollo genital.

            El análisis se realizaba en un pueblo no muy cercano a Londres y en una casa cuyos propietarios estaban ausentes por entonces. En dicha casa yo no disponía de un cuarto de juegos en las condiciones que me hubiese gustado, ya que no podía sacar de él algunos libros, láminas, mapas, etc. Ricardo tenía una relación especial, casi de persona a persona, con esta habitación y con la casa, a la que identificaba conmigo. Por ejemplo: a menudo hablaba cariñosamente de la casa y a la casa; se despedía de ella antes de marcharse al final de la hora, y a veces, con gran cuidado, arreglaba los muebles de un modo que, según él, "alegraría" a la habitación.

            En el transcurso del análisis, Ricardo hizo varias series de dibujos[2]. Unas de las primeras cosas que dibujó fue una estrella de mar rondando cerca de una planta submarina, y Ricardo me explicó que era un bebé hambriento que deseaba comerse la planta. Uno o dos días después introdujo en sus dibujos un pulpo. mucho mayor que la estrella de mar y con una cara humana. Este pulpo representaba a su padre y al órgano genital de su padre en sus aspectos peligrosos; posteriormente se equiparó con el "monstruo", que encontraremos en seguida en su material analítico. La forma de la estrella de mar se transformó pronto en un conjunto hecho de diferentes secciones coloreadas. Los cuatro colores principales de este tipo de dibujo -negro, azul, morado y rojo- simbolizaban, en este orden, a su padre, madre, hermano y a él mismo. En uno de los primeros dibujos, en que usó estos cuatro colores, puso el negro y el rojo moviendo los lápices hacia lo dibujado con ruidos acompañadores. Explicó que el negro era su padre y acompañó el movimiento del lápiz imitando el ruido de soldados marchando. El rojo vino después, y Ricardo dijo que era él mismo, y cantó una tonada alegre mientras movía el lápiz. Cuando coloreó las secciones azules, dijo que eran su madre; y cuando llenó las secciones moradas, dijo que su hermano era bueno y que le ayudaba.

 

            El dibujo representaba un imperio, siendo sus diferentes secciones los distintos países. Es significativo que el interés de Ricardo por los sucesos bélicos tuviesen un papel importante en sus asociaciones. A menudo miraba en el mapa los países que Hitler había subyugado y entonces se hacia evidente la conexión entre los países del mapa y sus dibujos del imperio. Los dibujos del imperio representaban a su madre, que había sido invadida y atacada. Generalmente su padre aparecía como el enemigo. Ricardo y su hermano tenían diferentes papeles en los dibujos; a veces eran aliados de la madre, otras veces del padre.

            Aunque parecidos a primera vista, estos dibujos variaban mucho en los detalles; nunca hubo dos exactamente iguales. Era significativo cómo Ricardo hacía estos dibujos y también la mayoría de sus dibujos. No los empezaba con un plan preconcebido y a menudo él mismo se sorprendía al ver el aspecto del dibujo terminado.

            Usaba material de juego variado; por ejemplo, los lápices negros y de colores, con los que hacía sus dibujos, en sus juegos también representaban a personas. Además trajo a mi casa su propio conjunto de barcos de juguete, dos de los cuales siempre representaban a sus padres, mientras que los otros barcos tenían diferentes papeles.

            Con la finalidad de esta exposición, he limitado mi selección de material a unos pocos ejemplos, sacados principalmente de sus horas de análisis. Durante estas horas -en parte debido a circunstancias exteriores, de las que me ocuparé más adelante-, algunas de las ansiedades de Ricardo se manifestaron con mayor intensidad. Se logró disminuirías mediante interpretaciones y los cambios resultantes aclararon la influencia de las ansiedades tempranas en el desarrollo genital. Estos cambios, que fueron solamente un paso hacia una genitalidad más desarrollada y hacia una estabilidad psíquica mayor, se habían anunciado ya anteriormente en el análisis de Ricardo.

            En lo referente a las interpretaciones presentadas en este artículo, no es necesario decir que he seleccionado las que se aplican mejor a su tema. Aclararé cuáles fueron las interpretaciones dadas por el paciente mismo. Además de las interpretaciones que yo di al paciente, este artículo contiene varias conclusiones sacadas del material analítico y no siempre haré una clara distinción entre estas dos categorías. Tal demarcación traería consigo mucha repetición y embarullaría los puntos principales.

Ansiedades tempranas como obstáculos al desarrollo edípico

            Como punto de partida elijo la reanudación del análisis después de una interrupción de diez días. Hasta entonces el análisis había durado seis semanas. Durante esos días yo fui a Londres y Ricardo partió de vacaciones. Nunca había estado en un bombardeo y sus temores de bombardeo se centraban en Londres como el lugar más peligroso. De ahí que para él mi marcha a Londres significase el ir a la destrucción y a la muerte. Esto se añadía a la ansiedad que le causaba la interrupción del análisis..

            A mi vuelta encontré a Ricardo preocupado y deprimido. Durante la primera hora apenas me miraba y alternaba entre estar sentado rígidamente en su silla, sin levantar los ojos, y caminar sin descanso a la cocina vecina y al jardín. Sin embargo, a pesar de su resistencia intensa, me hizo algunas preguntas: ¿Había visto mucho del Londres destruido? ¿Había habido un bombardeo mientras yo estaba allí? ¿Hubo muchos truenos en Londres?

            Una de las primeras cosas que me dijo fue que odiaba volver al pueblo donde se realizaba el análisis, y lo llamó "pocilga" y una "pesadilla". En seguida salió al jardín, donde parecía sentirse con mayor libertad para mirar a su alrededor. Vio algunos hongos, que me señaló temblando y me dijo que eran venenosos. Volvió al cuarto, tomó un libro del estante y en él me señaló especialmente la imagen de un hombrecito que se peleaba con un "monstruo terrible".

            Dos días después de mi vuelta, Ricardo, con gran resistencia, me habló de una conversación que había tenido con su madre, durante mi ausencia. Había dicho a su madre que estaba muy preocupado acerca de tener él niños en el futuro y le había preguntado si le dolería mucho. Ella le contestó y le explicó lo que ya había hecho anteriormente, el papel del hombre en la reproducción. A lo que él le replicó que no le gustaría colocar su órgano genital en el genital de otra persona, porque le iba a asustar y además que todo el asunto le causaba una gran preocupación.

            En mi interpretación uní este temor con el pueblo "pocilga"; el pueblo representaba, en la mente de Ricardo, mi "interior" y el "interior" de su madre, que se habían vuelto malos a causa de los truenos y de las bombas de Hitler. Estas representaban el pene "malo" de su padre, que entraba en el cuerpo de su madre y lo convertía en un lugar que corría peligro y que era peligroso. El pene "malo" dentro de su madre estaba también simbolizado por los hongos venenosos, que habían crecido en el jardín durante mi ausencia, así como por el monstruo, en contra del cual estaba luchando el hombrecito (que representaba a Ricardo). La fantasía de que su madre contenía el órgano genital destructivo de su padre explicaba en parte los temores de Ricardo al coito. Esta ansiedad se había agudizado e intensificado por mi marcha a Londres. Sus propios deseos agresivos relacionados con el coito de sus padres aumentaban mucho sus ansiedades y sentimientos de culpa.

            Había una conexión íntima entre el temor de Ricardo al pene "malo" del padre dentro de la madre y su fobia a los niños. Estos dos temores estaban íntimamente unidos con sus fantasías del "interior" de su madre como un lugar peligroso, porque él sentía que había atacado y dañado a los niños por él imaginados en el "interior" del cuerpo de su madre y que ellos se habían convertido en sus enemigos. Gran parte de esta ansiedad la desplazó a su temor a los niños de su ambiente.

            La primera cosa que Ricardo hizo con sus barcos durante estas horas fue que un destructor, que él llamaba "Vampiro", chocase con un acorazado, "Rodney", que para él siempre representaba a la madre. En seguida entró en resistencia y en ella Ricardo volvió rápidamente a arreglar los barcos. Me contestó, sin embargo -aunque no con agrado-, cuando le pregunté que a quién representaba el "Vampiro", diciéndome que era él mismo. La resistencia súbita, que le hizo interrumpir el juego, aclaró algo acerca de la represión de sus deseos genitales hacia la madre. En su análisis, el choque repetido de un barco contra otro simboliza el coito. Una de las causas principales de la represión de sus deseos genitales era su temor al carácter destructor del coito, porque -como lo sugiere el nombre "Vampiro"- lo consideraba como algo oral-sádico.

            Ahora interpretaré el Dibujo I que especifica más las situaciones angustiosas de Ricardo en esta etapa de su análisis. Como ya sabemos, en esta serie de dibujos el rojo siempre representaba a Ricardo, el negro a su padre, el morado a su hermano y el azul claro a su madre. Mientras coloreaba las secciones rojas, Ricardo me dijo: "Estos son los rusos". Aunque los rusos se habían hecho nuestros aliados, él los miraba con mucha desconfianza. Por lo tanto, al referirse al rojo (él mismo) como siendo los rusos sospechosos, me estaba dando a entender que temía su propia agresión. Era este temor el que le habla hecho interrumpir su juego con los barcos, cuando se dio cuenta de que él era el "Vampiro", en su acercamiento sexual a su madre. El Dibujo I expresaba sus ansiedades referentes al cuerpo de su madre, atacado por el Hitler-padre malo (bombas, truenos, hongos venenosos). Como veremos, cuando discutamos sus asociaciones con el Dibujo II todo el imperio representaba el cuerpo de su madre, que estaba perforado por el órgano genital "malo" de Ricardo. En el Dibujo I, sin embargo, la perforación se hacía por tres órganos genitales, que representaban a los tres hombres de la familia: el padre, el hermano y él mismo. Sabemos que durante esta hora Ricardo había expresado su horror al coito. O sea, que a la fantasía de la destrucción que amenazaba a la madre, causada por el padre "malo", se añadía para ella el peligro de la agresión de Ricardo, porque se identificaba con su padre "malo". También aparecía su hermano como atacante. En este dibujo su madre (azul claro) contiene a los hombres malos o, en último término, los órganos genitales malos de éstos, y, por lo tanto, el cuerpo de su madre corre peligro y es un lugar peligroso.

Algunas defensas tempranas

            Las ansiedades de Ricardo por su agresión y sobre todo por sus tendencias oral-sádicas eran muy grandes y motivaban una lucha aguda dentro de él en contra de su agresión. A veces esta lucha se percibía claramente. Era significativo que en los momentos de rabia rechinase sus dientes y moviera sus mandíbulas como si estuviese mordiendo. Debido a la intensidad de sus impulsos oral-sádicos, Ricardo temía dañar a su madre. A menudo preguntaba a su madre o a mí misma, aun después de alguna observación sin importancia: "¿He herido tus sentimientos?" El temor y la culpa, dependientes de sus fantasías destructivas, moldeaban toda su vida emocional. Para mantener su amor hacía su madre, Ricardo procuraba una y otra vez dominar sus celos y resquemores, negando hasta los motivos más evidentes de ellos.

            Pero las tentativas de Ricardo para refrenar su odio y su agresividad y para negar sus resquemores no tenían mucho éxito. La rabia, reprimida por las frustraciones sufridas en el pasado y en el presente, se manifestaba claramente en la situación transferencial: por ejemplo, en sus reacciones a la frustración impuesta por la interrupción del análisis. Sabemos ya que al ir yo a Londres, en su mente me había convertido en un objeto dañado. Sin embargo, yo no estaba dañada únicamente por haber estado expuesta al peligro de las bombas, sino también porque, al frustrarle, había suscitado su odio; en consecuencia, de un modo inconsciente, él sentía que me había agredido. Repitiendo situaciones anteriores de frustración, Ricardo se había identificado -en los ataques que fantaseaba contra mí- con el Hitler-padre bombardeador y peligroso, y temía la retaliación. Por lo tanto me convertí para él en un sujeto hostil y vengativo.

            La división precoz de la imagen materna en una "madre pecho" buena y mala, como una técnica de manejar la ambivalencia, fue muy patente en Ricardo. Esta división evolucionó ulteriormente a una división en la "madre pecho" que era "buena" y la "madre genital" que era mala. En esta etapa del análisis, su madre real representaba la "madre pecho buena", mientras que yo me había convertido en la "madre genital mala" y, por ello, despertaba en él la agresión y los temores conectados con esa imagen. Me había convertido en la madre dañada por el padre en el coito o unida con el Hitler-padre "malo".

            La actividad del interés genital de Ricardo en aquella época quedó demostrada, por ejemplo, por su conversación con su madre sobre el coito, aunque entonces Ricardo expresase sobre todo horror. Y era este horror el que le había hecho separarse de mí, viéndome como la madre "genital", y también el que lo impulsó hacia su madre real como objeto bueno. Durante mi estancia en Londres, Ricardo fue más inseparable que nunca de su madre. Como él me expresó, era el "pollito de mamá" y "los pollitos van detrás de sus madres". Esta huida al pecho materno, como una defensa contra la angustia ante la madre genital, no tuvo éxito, porque Ricardo añadía: "pero los pollitos tienen que arreglarse sin ellas, porque las gallinas ya no se preocupan más de ellos y no los cuidan".

            Las frustraciones, experimentadas en la situación transferencial por la interrupción del análisis, habían reavivado frustraciones y resquemores anteriores y, ante todo, la privación sufrida anteriormente por Ricardo del pecho de su madre. Por lo tanto, había fracasado su ilusión de tener una madre buena.

            Inmediatamente después del choque entre "Vampiro" (él mismo) y "Rodney" (su madre), más arriba descrito, Ricardo colocó uno al lado del otro los acorazados "Rodney" y "Nelson" (su padre y su madre) y después, en una fila, algunos barcos que representaban a su hermano, a él mismo y a su perro, siguiendo -como él dijo- un orden de edad. Con esto el juego con los barcos expresaba su deseo de restaurar la armonía y la paz en la familia, al permitir a sus padres reunirse y al ceder él ante la autoridad de su padre y de su hermano. Esto implicaba la necesidad de frenar su envidia y su odio, porque sentía que sólo así podía evitar la lucha con el padre para obtener la posesión de la madre. De este modo rehuía su temor de castración y además conservaba al padre bueno y al hermano bueno. Y, sobre todo, así salvaba también a su madre de ser dañada en una lucha entre su padre y él mismo.

            Así que Ricardo, no solamente estaba dominado por la necesidad de defenderse contra el temor de ser atacado por sus rivales, que eran su padre y hermano, sino también por preocupaciones acerca de sus objetos buenos. Los sentimientos de amor y la necesidad de reparar el daño que había hecho en su fantasía -daño que podía ocurrir de nuevo si se dejaba llevar por su odio y su envidia- se manifestaron con mayor intensidad.

            Sin embargo, Ricardo podía conseguir la paz y la armonía en la familia, podía refrenar su envidia y su odio y conservar su objeto amado solamente si reprimía sus deseos edípicos. La represión de sus deseos edípicos implicaba una regresión parcial a la primera infancia, a ser bebé y esta regresión estaba unida a la idealización de la relación madre-bebé. Porque Ricardo quería convertirse en un niño libre de agresión y, sobre todo, libre de impulsos oral-sádicos. La idealización del bebé presuponía una idealización correspondiente de la madre y, ante todo, de la de sus pechos. Era figurarse un pecho ideal que nunca frustrara y una madre y un hijo en una relación mutua únicamente amorosa. En su mente Ricardo alejaba el pecho malo, la madre mala, de la madre ideal.

            El Dibujo II ilustra algunos de los procedimientos de Ricardo para manejar su ambivalencia, ansiedad y culpa. Me señaló Ricardo la sección roja "que pasa a través del imperio de mamá", pero se corrigió en seguida, diciendo: "no es el imperio de mamá, es solamente un imperio, donde todos nosotros tenemos algunos territorios". Le interpreté que temía darse cuenta de que había pensado que representaba el imperio de la madre, porque entonces la sección roja estaría penetrando en el interior de su madre. Entonces Ricardo miró una vez más el dibujo y manifestó que la sección roja tenía aspecto "como un genital" y señaló que dividía al imperio en dos: en el oeste había territorios que pertenecían a todo el mundo, mientras que la parte del este no contenía nada de su madre, sino solamente a él mismo, a su padre y a su hermano.

 

            La parte izquierda del dibujo representaba a la madre buena, muy unida a Ricardo, porque allí había poco de su padre y relativamente poco de su hermano. En contraste, en el lado derecho (el "este peligroso", que ya había surgido anteriormente en su análisis), aparecían únicamente los hombres luchadores o, más bien, sus genitales malos. Su madre había desaparecido de este lado del dibujo, porque, como lo sentía Ricardo, había sido subyugada por los hombres malos. Este dibujo expresaba la división de la madre en la madre mala, llena de peligros (la madre genital) y a la madre querida y segura (la madre pecho). Ya en el primer dibujo, del que hice uso para señalar algunas situaciones de ansiedad, podemos ver algo de los mecanismos de defensa que aparecen más claramente en el Dibujo II. Aunque en el Dibujo I la madre azul claro ocupa todo el dibujo y la división entre la madre "genital" y la madre "pecho" no resalta tan claramente como en el Dibujo II, una tentativa de división de esta clase puede ser vista en él si aislamos la sección de su extrema derecha.

            Es significativo que en el Dibujo II la división se efectúe por una sección especial puntiaguda y alargada, que Ricardo interpretó como órgano genital. De este modo él expresaba su creencia de que el genital masculino era penetrante y peligroso. Esta sección especial se parece a un diente puntiagudo y largo o a una daga y, según mi opinión, tiene ambos significados: el primero, que simboliza el peligro para el objeto amado los impulsos oral-sádicos, y el último, el peligro dependiente, según sentía Ricardo, de la función genital como tal, debido a su capacidad penetrante.

            Estos temores contribuían más y más a la huida hacia la madre "pecho". Ricardo podía solamente conseguir una estabilidad relativa en un nivel predominantemente pregenital. El movimiento de su libido hacia adelante estaba dificultado, porque eran demasiado grandes su ansiedad y su culpa, y su yo no era capaz de desarrollar las defensas adecuadas. Con ello su organización genital no podía estabilizarse suficientemente[3], lo cual implicaba en él una tendencia intensa a la represión. El juego entre estos fenómenos de fijación y regresión podía ser visto en cualquier etapa del desarrollo de Ricardo.

Disminución de la represión de los deseos edípicos

            El análisis de las diversas situaciones de ansiedad que he descrito, tuvo el efecto de empujar hacia adelante los deseos y las ansiedades edípicas de Ricardo. Pero su yo podía mantener estos deseos únicamente mediante el empleo intensificado de ciertas defensas (de las que trataré en esta sección). Sin embargo, estas defensas podían ser eficaces solamente porque el análisis había disminuido algo la ansiedad, lo que también implicaba una disminución de las fijaciones.

            Cuando se disminuyó en cierto grado la represión de los deseos genitales de Ricardo, su temor a la castración se presentó más intensamente en el análisis y se expresó de diferentes modos, juntamente con una modificación correspondiente de sus métodos de defensa. En la tercera hora, después de mi vuelta, Ricardo salió al jardín y me habló de su deseo de escalar montañas, sobre todo Snowdon, a la que había mencionado anteriormente en el transcurso de su análisis. Mientras hablaba, se dio cuenta de que había nubes en el cielo y expresó la opinión de que se estaba formando una tormenta peligrosa. Dijo que en tales días compadecía a las montañas, porque lo pasaban mal cuando una tormenta descargaba sobre ellas. Así expresaba su temor al padre malo, que en el material citado anteriormente estaba representado por bombas y truenos. El deseo de escalar Snowdon, que simbolizaba su deseo de coito con su madre, le provocaba inmediatamente el temor a la castración por su padre malo y, por ello, la tormenta que se descargaba era un peligro tanto para su madre como para él mismo.

            En la misma hora Ricardo me dijo que iba a hacer cinco dibujos. Me mencionó que había visto un cisne con cuatro cisnes pequeños "muy ricos". Jugando con sus barcos, Ricardo hizo que un barco fuese mío y otro de él; yo me iba en mi barco en un viaje de recreo, y lo mismo hacía él. En un primer momento alejó su barco, pero pronto le dio la vuelta y lo colocó bastante cerca del mío. En el material anterior el contacto de los barcos -sobre todo en lo referente a sus padres- había simbolizado con frecuencia el coito. Por lo tanto, en este juego Ricardo expresaba sus deseos genitales, así como su confianza de tener potencia. Los cinco dibujos, que él decía que me iba a dar, lo representaban (el cisne) dándome -o más bien dando a su madre- cuatro hijos (los cisnecitos).

            Como ya hemos visto, unos días antes había ocurrido algo similar en el juego de los barcos: "Vampiro" (Ricardo) tocaba a "Rodney" (su madre). Entonces esto trajo como consecuencia un cambio brusco en el juego, que fue provocado por el temor de Ricardo de que sus deseos genitales pudiesen estar dominados por sus impulsos oral-sádicos. Sin embargo, en los días siguientes se alivié parte de su ansiedad, disminuyó su agresión y por ello se reforzaron algunos métodos de defensa. Con lo que Ricardo pudo realizar un juego similar (su barco tocó al mío en un viaje de recreo), sin que ello le provocase ni ansiedad ni represión de los deseos genitales.

            La creencia reforzada de Ricardo de que podría llegar a ser potente estaba unida a una mayor confianza de que su madre podía ser preservada de peligros. Ahora ya era capaz Ricardo de permitirse la fantasía de que ella lo iba a querer siendo él un hombre y que le permitiría ocupar el lugar del padre. Esto le hizo confiar en que ella seria su aliada y que lo iba a proteger contra todos sus rivales. Por ejemplo, Ricardo tomó el lápiz azul y el lápiz rojo (su madre y él mismo) y los colocó en la mesa levantados el uno al lado del otro. Luego movió el lápiz negro (su padre) hacia los otros y el lápiz negro fue rechazado por el rojo, mientras que el lápiz azul rechazaba al morado (su hermano). Este juego expresaba el deseo de Ricardo de que su madre, puesta de acuerdo con él, alejase a su padre y a su hermano peligrosos. Su madre, como alguien fuerte en lucha contra los hombres malos y contra los genitales peligrosos de éstos, también surgía de una asociación con el Dibujo II; porque Ricardo dijo que la madre azul en el oeste estaba preparándose a luchar contra el este, para reconquistar allí sus territorios. Como ya sabemos, en la parte derecha del Dibujo II la madre había sido subyugada por los ataques genitales de los tres hombres que eran su padre, su hermano y él mismo. En el Dibujo IV, que describiré algo más adelante, Ricardo extendió el azul sobre la mayor parte del dibujo y con ello expresó su confianza en que la madre volverla a recuperar sus territorios perdidos. De este modo -restaurada y reavivada- la madre iba a ser capaz de ayudarlo y de protegerlo. Debido a su confianza en poder restaurar y reavivar a su objeto bueno, lo que implicaba su creencia de que él podría manejar mejor su agresión, Ricardo fue capaz de sentir sus deseos genitales más intensamente. Como disminuyó su ansiedad, pudo también dirigir su agresión hacia afuera y, en su fantasía, volver a la lucha con su padre y su hermano para conseguir la posesión de su madre. En su juego con los barcos, los puso en orden formando una fila larga, con el barco más pequeño delante. El significado de este juego era que él se había apropiado de los genitales de su padre y de su hermano y los había añadido al suyo propio. Sentía que con esta victoria fantaseada sobre sus rivales él se había hecho potente.

            El Dibujo III es un conjunto de dibujos, frecuentes en el análisis de Ricardo, en los cuales figuran, en varias combinaciones, plantas, estrellas de mar, barcos y peces. Como ocurría con el tipo de dibujos que representaban el imperio, en ellos había una gran variación en los detalles, pero algunos de sus elementos siempre representaban el mismo objeto y la misma situación. Las plantas bajo el agua representaban los órganos genitales maternos; por lo común se trataba de dos plantas con un espacio en el medio. Las plantas también representaban los pechos maternos, y cuando una de las estrellas de mar estaba entre las plantas, significaba invariablemente que el niño estaba en posesión de los pechos de su madre o que realizaba un coito con ella. Los puntos salientes en el contorno de la estrella de mar representaban dientes y simbolizaban los impulsos oral-sádicos del bebé.

            Al comenzar el Dibujo III Ricardo primero dibujó los dos barcos, luego el pez grande y alguno de los pequeños a su alrededor. Al dibujar estos últimos, se animó más y más y llenó el espacio restante con los peces hijos. Luego me hizo notar que uno de los peces hijos estaba cubierto por una aleta de "pez-mami" y me dijo: "éste es el más joven de todos los hijos". Este dibujo sugiere que el pececito está siendo alimentado por la madre. Le pregunté a Ricardo si él se encontraba entre los pececitos, pero me dijo que no. También me dijo que la estrella de mar situada entre las plantas era una persona adulta, y que la otra estrella de mar, más pequeña, era una persona medio desarrollada, explicándome que era su hermano; me señaló asimismo que el periscopio del "Pez solar" estaba "penetrando en Rodney". Le sugerí que el' 'Pez solar" le representaba a él mismo (la palabra inglesa sun -sol- en lugar de son -hijo-) y que el periscopio penetrando en "Rodney" (la madre) representaba su coito con su madre.

            La afirmación de Ricardo de que la estrella de mar entre las plantas era una persona adulta significaba que representaba al padre, mientras que Ricardo mismo estaba representado por el "Pez solar", o sea por el barco que era de un tamaño aun mayor que "Rodney" (su madre). De este modo expresaba el cambio de los papeles en la relación padre-hijo. Al mismo tiempo el dibujo señalaba su amor hacia su padre y su deseo de reparación, porque colocaba la estrella de mar-padre entre las plantas, permitiéndole con ello estar en la posición de un niño a quien se trata bien.

            El material presentado en esta sección demuestra que la situación edípica positiva y la posición genital se habían hecho más manifiestas. Como hemos visto, Ricardo lo alcanzó siguiendo varios métodos. Uno de ellos era hacer de su padre un bebé -un bebé no privado de satisfacciones y que, por lo tanto, sería "bueno"- mientras que él mismo se apropiaba del pene del padre.

            Hasta entonces, Ricardo, que solía desempeñar varios papeles en esta clase de dibujos, siempre se reconocía a si mismo en ellos, inclusive cuando hacía el papel de niño. Lo hacía, porque bajo el impacto de la ansiedad se retrotraía: al papel idealizado del niño satisfecho y amante. Ahora, por vez primera, afirmaba que no estaba entre los bebés del dibujo. Esto me pareció otra indicación del refuerzo de su posición genital. Sentía ahora que podía crecer y hacerse potente sexualmente. En su fantasía, por lo tanto, podía tener niños con su madre y ya no necesitaba presentarse como si fuera un bebé.

            Sin embargo, estos deseos y fantasías genitales hacían surgir en él diversas ansiedades y, por ello, la tentativa de resolver sus conflictos edípicos colocándose Ricardo en el lugar del padre, sin tener que pelearse con él, sólo tuvo un éxito parcial. Al lado de esta solución relativamente pacífica, encontramos en el dibujo temores de Ricardo referentes a la sospecha de su padre acerca de sus deseos genitales hacia la madre, que por ello iba a vigilarlo de cerca y que lo iba a castrar. Porque cuando interpreté a Ricardo su cambio de la relación padre-hijo, me dijo que el aeroplano de arriba era inglés y que estaba vigilando. Se recordará que el periscopio del submarino penetrando en "Rodney" representaba el deseo de Ricardo detener un coito con su madre. Lo cual implicaba que Ricardo intentaba desplazar a su padre y que, por lo tanto, suponía que su padre le miraba con recelo. Le interpreté que esto significaba, no solamente que su padre estaba transformado en un niño, sino también que estaba presente en el papel de superyó paterno, del padre que le vigilaba, que intentaba evitar que él tuviese un coito con la madre y que lo amenazaba con castigos (el aeroplano vigilante).

            Le interpreté también que él mismo había estado "vigilando" a sus padres, porque, no solamente acechaba su vida sexual, sino que además deseaba intensamente interferir en ella y separar a sus padres.

            El Dibujo IV ilustra el mismo material de un modo distinto. Mientras coloreaba las secciones azules, Ricardo estaba cantando el himno nacional; me explicó que su madre era la reina y que él era el rey. Es decir, que Ricardo se había convertido en el padre y que había adquirido el órgano genital potente del padre. Cuando terminó el dibujo y lo miró me dijo que allí había "mucho de mami" y de él mismo y que "en realidad podían vencer a papi". Me señaló que había poco del padre malo en el dibujo (negro). Como el padre se había convertido en un niño indefenso, no parecía necesario vencerlo Sin embargo, Ricardo no tenía demasiada confianza en esta solución omnipotente, como lo demostró al decir que unido a su madre, si fuese necesario, él podría vencer al padre. O sea, que la disminución de la ansiedad le permitía enfrentar su rivalidad con el padre y hasta luchar con él.

            Mientras coloreaba la sección morada, Ricardo cantaba los himnos noruego y belga y dijo: "él está bien". La pequeñez de las secciones moradas (en comparación con las azules y rojas) señalaba que su hermano también había sido convertido en un bebé. El cantar los himnos nacionales de los dos pequeños países aliados me señaló que "él está bien" se refería a la vez a su padre y a su hermano, que se habían convertido en niños inofensivos. En esta etapa del análisis se había hecho más manifiesto el amor reprimido de Ricardo hacia su padre[4]. Sin embargo, Ricardo percibía que no podía eliminar a su padre en sus aspectos peligrosos. Más aun, sus propias heces -en tanto que inconscientemente estaban equiparadas con el padre negro- le parecían una fuente de peligro y tampoco podían ser eliminadas. El reconocimiento de su realidad psíquica se demostró en el hecho de que el negro no dejó de incluirse en el dibujo, aunque Ricardo se tranquilizó diciendo que en él solamente había un poco de padre-Hitler.

            En los diferentes comportamientos que ayudaron a reforzar la posición genital de Ricardo, vemos algunas de las transacciones entre las exigencias del superyó y del ello, que el yo trata de realizar. Mientras Ricardo satisfacía los impulsos de coito con su madre, esquivaba el impulso de matar a su padre; por lo tanto, con ello conseguía disminuir los reproches del superyó. Sin embargo, las exigencias del superyó se satisfacían sólo parcialmente, porque, aunque el padre no sufriese, era separado de su posición junto a la madre.

            Tales transacciones son componentes esenciales en cada etapa del desarrollo normal del niño. Siempre que hay grandes fluctuaciones entre las posiciones libidinales, las defensas se trastornan y es necesario encontrar nuevas transacciones. Por ejemplo, en la sección anterior he señalado que al disminuir las ansiedades orales de Ricardo, él intentó solucionar el conflicto entre sus temores y deseos colocándose, en la fantasía, en el papel de un bebé ideal que no ocasionaría disturbios en la paz familiar. Sin embargo, cuando se reforzó la posición genital y Ricardo pudo enfrentar bastante más su temor a la castración, resultó otra transacción. Ricardo mantuvo sus deseos genitales, pero evitó la culpa transformando a su padre y hermano en bebés que él tendría con su madre. Transacciones de este tipo, en cualquier etapa del desarrollo, solamente pueden conducir a una estabilidad relativa, si la cantidad de ansiedad y culpa no es excesiva en relación con la fortaleza del yo.

            He tratado con tanto detalle la influencia de la ansiedad y las defensas en el desarrollo genital, porque me parece que no es posible comprender completamente el desarrollo sexual, sin tener en cuenta las fluctuaciones entre los diferentes estadíos de la organización libidinal y las ansiedades y defensas especiales que caracterizan estos estadíos.

Ansiedades relacionadas con los padres internalizados

            Los Dibujos V y VI necesitan una introducción. La noche anterior Ricardo había tenido un ligero dolor de garganta y algo de temperatura, pero a pesar de ello acudió al análisis, ya que el tiempo era bueno. Ya he señalado anteriormente que los dolores de garganta y los resfríos se contaban entre sus síntomas, y que aun cuando eran leves, le producían una gran ansiedad hipocondríaca. En el comienzo de la sesión, en la que hizo los Dibujos V y VI, Ricardo estaba muy angustiado y preocupado. Me dijo que sentía muy caliente la garganta y que tenía veneno detrás de la nariz. La asociación siguiente, que me comunicó con gran resistencia, fue su temor a que sus alimentos pudiesen estar envenenados. Era un temor que Ricardo habla tenido consciente durante años, aunque en esta ocasión, lo mismo que en ocasiones anteriores, solamente lo pudo relatar en el análisis con dificultades.

            Durante esta sesión Ricardo miraba con frecuencia a través de la ventana, como si sospechase de algo. Cuando vio a dos hombres conversando, me dijo que lo estaban espiando, lo cual constituía una de las repetidas indicaciones de sus temores paranoides referentes a su padre y su hermano, vigilantes y perseguidores, pero centrados sobre todo en sus padres en alianza secreta y hostil en contra de él. En mi interpretación, asocié su sospecha con su temor de tener perseguidores internos, que le espiaban y se complotaban en contra de él -una ansiedad que se había presentado anteriormente en su análisis. Un poco después, Ricardo, de repente, se introdujo todo lo que pudo el dedo en la garganta y pareció estar muy preocupado. Me dijo que estaba buscando gérmenes. Le interpreté que los gérmenes representaban a los germanos (al padre-Hitler negro en unión conmigo misma) y que, en su mente, ellos estaban relacionados con los dos hombres que lo espiaban y, en último término, con sus padres. O sea, que su temor a los gérmenes estaba íntimamente unido a su temor a ser envenenado, lo que él hacia depender de sus padres inconscientemente, aunque conscientemente no le fueran sospechosos. Su resfrío había removido estos temores paranoides.

            En esta sesión Ricardo había hecho los Dibujos V y VI, y la sola asociación que conseguí en ese día fue que VI era el mismo imperio que V. Ello coincidía con que los dos dibujos habían sido hechos en la misma hoja de papel. Al día siguiente Ricardo estaba bien del todo de su dolor de garganta y acudió con un estado de ánimo diferente. Me describió con animación cómo le había gustado su desayuno, sobre todo el cereal, y me demostró cómo lo había masticado. (Había comido muy poco los dos días anteriores) Me dijo que hasta antes de tomar su desayuno había tenido el estómago muy pequeño, delgado y recogido, y que "los huesos grandes en él" "sobresalían". Estos "huesos grandes" representaban a su padre internalizado -o al órgano genital de su padre-, presentado en el material anterior unas veces como el monstruo y otras como el pulpo. Los "huesos grandes" significaban los aspectos malos del pene de su padre, mientras que "la carne deliciosa" del monstruo eran los aspectos atrayentes del mismo. Le interpreté que el cereal representaba a la madre buena (el pecho y la leche buenos), ya que en una ocasión anterior lo había comparado con un nido de pájaro. Como su creencia en la madre buena internalizada había aumentado, Ricardo estaba menos asustado de los perseguidores internos (los huesos y el monstruo).

            El análisis del significado inconsciente del dolor de garganta lo llevó a una disminución de sus ansiedades, con un cambio correlativo en los métodos de defensa. En esta sesión el estado de ánimo de Ricardo y sus asociaciones expresaban claramente este cambio. De repente el mundo se le convirtió en algo hermoso: admiraba el paisaje, mi vestido, mis zapatos y me dijo que yo estaba bonita. También me habló de su madre con gran amor y admiración. De este modo, al disminuir sus temores de los perseguidores internos, el mundo exterior le parecía mejorado y podía confiar más en él, incrementándose su capacidad de disfrutarlo. Al mismo tiempo podía observarse que su depresión había dado lugar a un estado de ánimo hipomaníaco, en el cual negaba sus temores de persecución. En realidad era la disminución de la ansiedad lo que había permitido que se manifestase la defensa maníaca contra la depresión. Claro es que el estado de ánimo hipomaníaco de Ricardo no persistió, y en el curso ulterior de su análisis la depresión y la ansiedad reaparecieron una y otra vez.

            Hasta ahora me he referido principalmente a la relación de Ricardo con su madre considerada como un objeto externo. Sin embargo, en su análisis, anteriormente, se habla hecho evidente que el papel que ella tenía como objeto externo estaba constantemente mezclado con su papel como objeto interno. Con la finalidad de ser clara, he dejado este punto para ser ilustrado mediante los Dibujos V y VI; que exponen vivamente el papel de los padres internalizados en la vida mental de Ricardo.

            En esta sesión Ricardo tomó los Dibujos V y VI, hechos el día anterior, y asoció libremente con ellos. Disminuidas sus ansiedades depresivas e hipocondríacas, él era ahora capaz de enfrentar las ansiedades subyacentes a su depresión. Me señaló que el Dibujo V parecía un pájaro y un pájaro "muy, muy horrible". Según él, el azul claro de arriba era una corona, el trozo morado era el ojo, y el pico estaba "completamente abierto". Este pico, como puede verse, estaba formado por las secciones rojas y moradas a la derecha, es decir, por los colores que siempre los habían representado a él y a su hermano.

            Le interpreté que la corona azul claro indicaba que el pájaro era su madre -la reina, la madre ideal del material anterior-, que ahora tenía un aspecto hambriento y destructor. El hecho de que su pico estuviese formado por las secciones rojas y moradas expresaba la proyección de Ricardo en su madre de sus propios impulsos oral-sádicos (y también de los de su hermano).

            Este material parece demostrar que Ricardo había hecho importantes progresos hacia el enfrentamiento de su realidad psíquica, porque en él había sido capaz de expresar la proyección sobre su madre de sus impulsos oral-sádicos y canibalísticos. Además, como lo demuestra el Dibujo V, había permitido que se reuniesen más íntimamente los aspectos "buenos" y "malos" de su madre. Los prototipos de estos dos aspectos, que ordinariamente se mantienen muy apartados el uno del otro, eran el pecho bueno querido y el pecho malo odiado. Estas defensas, mediante la división y el aislamiento, podían ser vistas también en dicho dibujo, porque su parte izquierda era completamente azul. Sin embargo, en la parte derecha del Dibujo V; la madre aparecía simultáneamente como un pájaro "horrible" (pico abierto) y como reina (corona azul claro). Con la disminución de la negación de su realidad psíquica, Ricardo se había hecho también más capaz de enfrentar la realidad externa, porque le había sido posible reconocer el hecho de que su madre realmente le había frustrado y de que, por lo tanto, había provocado que la odiase.

            Siguiendo mis interpretaciones del Dibujo V, Ricardo repetía enfáticamente que el pájaro parecía "horrible", y me dio algunas asociaciones referentes al Dibujo VI. Me dijo que parecía asimismo un pájaro, pero sin cabeza, y que lo negro de abajo era "lo mayor" que caía de él. Me dijo que todo era "muy horrible".

            En mi interpretación del Dibujo V recordé que me habla dicho el día anterior que los dos imperios eran el mismo imperio. Le sugerí que el Dibujo VI lo representaba a él y que, como él había internalizado al "pájaro horrible" (Dibujo V), sentía que se había convertido en uno igual a éste. El pico abierto representaba la boca hambrienta de su madre, pero también expresaba los propios deseos de Ricardo de devorarla, porque los colores, con los cuales estaba formado el pico, los representaban a él y a su hermano (los bebés hambrientos). En su mente, Ricardo había devorado a su madre, siendo ella un objeto destructor y devorador. Cuando, al tomar el desayuno, internalizó a la madre buena, sintió que ella lo estaba protegiendo contra el padre malo internalizado, es decir, contra los "huesos de su estómago". Cuando internalizó a la madre pájaro "horrible", sintió que ella se había unido con el padre monstruo, y que en su mente esta imagen terrorífica de padres unidos lo estaba atacando desde dentro y lo estaba devorando, así como lo atacaba desde fuera y lo castraba[5]. Así Ricardo se sentía mutilado y castrado por los padres malos internos y externos, que le devolvían sus ataques contra ellos; expresaba estos temores en el Dibujo VI, porque en él el pájaro aparecía sin cabeza. Como un resultado de sus impulsos oral-sádicos hacia sus padres en el proceso de internalizados, ellos, en su mente, se habían convertido en enemigos tan hambrientos y destructivos como él. Además, como sentía que devorando a sus padres los había cambiado en monstruo y en pájaro, experimentaba no sólo temor de estos perseguidores internalizados, sino también culpa, tanto mayor cuanto que temía que había sido él mismo quien había expuesto a la madre buena interna a los ataques del monstruo interno. Su culpa también dependía de sus ataques anales contra los padres externos e internos, lo que él había expresado por "lo mayor horrible" que caía del pájaro[6].En la hora precedente había estado tan sometido Ricardo a su ansiedad al hacer estos dibujos, que no los habría podido asociar; cierta disminución de la ansiedad le permitía asociar ahora.

            Un dibujo anterior (VII), que expresa la internalización de sus objetos aun más claramente que los dibujos V y VI, es de interés en este aspecto. Cuando Ricardo terminó dicho dibujo, hizo una línea a su alrededor y llenó su fondo con color rojo. Me di cuenta de que esto representaba el "interior" de Ricardo, el que contenía a su padre, madre, hermano y a él mismo, relacionados los unos con los otros. En sus asociaciones a este dibujo, expresó su satisfacción por el aumento de las secciones azul claro, o sea por las que eran su madre. También me refirió su confianza en que su hermano se aliase a él. Los celos de este hermano hacían que a menudo lo mirase con desconfianza y que le temiese como rival. Pero en este momento insistía en la alianza con su hermano. Además me señaló que una de las secciones estaba completamente rodeada por su madre, por su hermano y por él mismo. Lo cual quería decir que él estaba aliado con la madre querida interna en contra del padre peligroso interno[7]. A la luz del material presentado en esta sesión parece ser que la parte que tenía en la vida emocional de Ricardo la madre buena, tan a menudo idealizada, se refería tanto a la madre interna como a la madre externa. Por ejemplo, cuando Ricardo expresó su confianza en que la madre azul en el oeste iba a extender su territorio (véase Dibujo II), esta confianza se refería tanto a su mundo interno como al mundo externo. Su creencia en la madre buena interna era su punto de apoyo mayor. Siempre que se le fortificaba esta creencia, sentía esperanza y confianza y le venía un sentimiento de seguridad más intenso. Cuando esta sensación de confianza no era tan firme, por una enfermedad o por otras cansas, entonces aumentaba su depresión[8]. Además cuando aumentaban los temores de Ricardo hacia sus perseguidores, que eran la madre mala y el padre malo, él sentía también que no podía proteger a sus objetos queridos internos del peligro de la destrucción y de la muerte, y que esta muerte de ellos traería inevitablemente consigo su propia muerte. Aquí hemos llegado a la ansiedad básica del individuo depresivo que, según mi experiencia, proviene de la posición depresiva infantil.

            Un detalle significativo de su análisis ilustra el temor de Ricardo a la muerte de sus objetos externos e internos. Como ya he dicho anteriormente, su relación casi de persona a persona con el cuarto de juegos era uno de los rasgos característicos de su situación transferencial. Después de mi viaje a Londres, que había aumentado intensamente el temor de Ricardo a los bombardeos aéreos y a la muerte, ocurrió en varias sesiones analíticas que Ricardo no soportase tener que apagar la estufa eléctrica hasta el momento mismo en que salíamos de la casa. En una de las sesiones, que he descrito en conexión con los análisis de los Dibujos III y IV, tal obsesión desapareció. En esas sesiones, juntamente con el fortalecimiento de sus deseos genitales y con la disminución de su ansiedad y su depresión, intervino más y más en sus asociaciones la fantasía de que él sería capaz de darnos bebés "buenos" a mi y a su madre, y también su amor por los bebés. Su insistencia obsesiva de mantener encendida la estufa en el cuarto todo el tiempo posible era un indicio de su depresión[9].

Resumen del historial del niño

            La incapacidad de Ricardo para afianzar su posición genital provenía en gran parte de su incapacidad para elaborar su ansiedad en la etapa previa de su desarrollo. El papel importante que el pecho malo tenía en la vida emocional de Ricardo dependía de su lactancia satisfactoria, que había estimulado fuertes impulsos y fantasías orales, uretrales y anal-sádicos. Los temores de Ricardo al pecho malo estaban contrarrestados hasta un cierto límite por la idealización del pecho bueno; así podía mantener parte de su amor hacia su madre. Las cualidades malas del pecho y los impulsos oral-sádicos de Ricardo contra él las transfería en gran parte al pene de su padre. Además Ricardo sentía intensos impulsos oral-sádicos hacia el pene de su padre, que provenían de los celos y del odio existentes en la temprana situación edípica positiva. Por ello el órgano genital de su padre, en su fantasía, se convertía en un objeto peligroso que muerde y envenena. El temor al pene, como perseguidor externo e interno, era tan intenso que Ricardo no podía llegar a confiar en las cualidades buenas y productoras del pene. Así la posición femenina temprana de Ricardo era trastornada en su raíz por temores de persecución. Estas dificultades, que él experimentaba en su situación edípica invertida, se mezclaban con el temor a la castración, que era estimulado por sus deseos genitales hacia su madre. El odio a su padre, que acompañaba a estos deseos genitales y que se manifestaba en el impulso de arrancar mordiendo el pene del padre, le llevaba al temor de que lo castrasen, siguiendo el mismo procedimiento, y, con ello, ese odio incrementaba la represión de sus deseos genitales.

Una de las características de la enfermedad de Ricardo era una inhibición creciente de todas sus actividades e intereses. Ello se unía a la represión intensa de sus tendencias agresivas, patente sobre todo en relación con su madre. En relación con su padre y con otros hombres reprimía menos la agresión, aunque ésta estaba muy restringida por temor. La actitud más frecuente de Ricardo hacia los hombres era la de pacificar a quienes podían ser atacantes y perseguidores.

 

            Con otros niños la agresividad de Ricardo estaba menos inhibida, aunque él temía mucho expresarla directamente. Su odio a los niños, así como su temor a ellos, derivaba en parte de su actitud hacia el pene del padre. En su mente estaban muy unidos y relacionados el pene destructor y el niño destructor y hambriento que iban a agotar a la madre y finalmente a destruirla. Lo cual era debido a que Ricardo, inconscientemente, mantenía la equiparación "pene-niño" con gran intensidad. También sentía que el pene malo podía producir solamente niños malos.

            Otro factor determinante de su fobia a los niños eran sus celos a su hermano y a cualquier otro niño que su madre pudiese tener en el futuro. Sus ataques sádicos inconscientes a los niños dentro del cuerpo de la madre estaban unidos a su odio al pene del padre dentro de la madre. Solamente en una situación podía manifestar a veces su amor a los niños: en su actitud amistosa hacia los bebés.

            Ya sabemos que Ricardo sólo podía mantener su capacidad de amor si idealizaba la relación madre-bebé. Pero, debido a su temor y culpa inconscientes flor sus propios impulsos oral-sádicos, consideraba a los niños ante todo como seres oral-sádicos. Era ésta una de las razones que hacían que él no pudiese llevar a cabo, en su fantasía, su deseo de dar niños a su madre. Aún era más importante su angustia oral, que desde el comienzo de su desarrollo había aumentado su temor de los aspectos agresivos de la función genital y de su propio pene. El temor de Ricardo a que sus impulsos oral-sádicos dominasen sus deseos genitales y a que su pene fuese un órgano destructor, era una de las causas principales de la represión de sus deseos genitales. Por ello te resultaba importante considerar la genitalidad como uno de los medios imprescindibles para hacer feliz a su madre y para hacer una reparación por los bebés que él creía que había destruido. De todos estos distintos modos, los impulsos, fantasías y temores oral-sádicos de Ricardo interferían una y otra vez con su desarrollo genital.

            En las secciones precedentes me he referido repetidamente a la regresión a un estadío oral como defensa contra las nuevas ansiedades que surgen en la posición genital; sin embargo, es importante no descuidar el papel que tiene la fijación en estos procesos. Como las ansiedades orales, uretrales y anal-sádicas de Ricardo eran excesivas, su fijación a estos niveles libidinales era muy intensa; en consecuencia, su organización genital era débil y era fuerte su tendencia a la regresión. Sin embargo, a pesar de sus inhibiciones, Ricardo habla desarrollado algunas tendencias genitales sublimadas. Más aun, en tanto que sus deseos estaban dirigidos predominantemente hacia su madre y sus sentimientos de celos y odio hacia su padre, él había alcanzado algunos de los componentes del desarrollo heterosexual. Sin embargo, este cuadro era decepcionante en cierto modo, porque el amor de Ricardo a su madre solamente podía ser mantenido mediante el refuerzo de los elementos orales de su relación con ella y mediante la idealización de la madre "pecho". Ya hemos visto en sus dibujos que las secciones azules representaban siempre a su madre; esta elección de color, asociada con su atracción por el cielo azul y sin nubes, expresaba su anhelo por un pecho ideal, completamente bondadoso, que no lo frustraría jamás.

            El hecho de que de este modo Ricardo fuese capaz, hasta cierto punto, de mantener su amor por su madre, le habla dado la pequeña estabilidad psíquica que él poseía y que le había permitido también desarrollar hasta cierto límite sus tendencias heterosexuales. Era patente que la ansiedad y los sentimientos de culpabilidad formaban parte amplia de su fijación a su madre. Ricardo la quería, pero de un modo más bien infantil. No toleraba separarse de ella, ni dejar de verla, aunque en él existían pocos rasgos de una relación independiente y masculina hacia la madre. Su conexión con otras mujeres -aunque muy lejana de ser verdaderamente masculina e independiente- expresaba un contraste llamativo con el gran amor y hasta la admiración ciega mostrados por su madre. Con las otras mujeres tenía una conducta inadecuada para su edad y en cierto modo parecida a la de un don Juan adulto. Trataba de congraciarse con las mujeres de distintos modos, hasta adulándolas falsamente. Al mismo tiempo a menudo las criticaba y se disgustaba con ellas, y se divertía si podía engañarlas con sus adulaciones.

            Aquí vemos dos actitudes contrapuestas en relación con las mujeres, lo que recuerda algunas conclusiones hechas por Freud. Hablando de la "separación entre las corrientes sexuales y cariñosas del sentimiento erótico" existente en algunos hombres que sufren -como Freud lo formula-, de "impotencia psíquica", es decir, que sólo pueden ser potentes en ciertas circunstancias, Freud escribe: "la vida erótica de esas personas permanece disociada y dividida en dos corrientes, en las mismas dos que aparecen personificadas en el arte como amor celestial y amor terrestre (o animal). Cuando esos hombres aman, no tienen deseo sexual, y cuando desean, no pueden amar"[10].    Hay alguna analogía entre la descripción de Freud y la actitud de Ricardo hacia la madre. Temía y odiaba éste a la madre "genital", mientras que daba su amor y cariño a la madre "pecho". Esta división siguiendo las dos corrientes se hacia aparente en el contraste entre su actitud hacia su madre y hacia las otras mujeres. Mientras sus deseos genitales hacia su madre estaban reprimidos fuertemente y, por lo tanto, ella seguía siendo para él un objeto de amor y admiración, estos deseos podían ser activos, hasta un cierto grado, hacia otras mujeres que no fuesen su madre. Pero, al ocurrir así, estas mujeres eran objeto de sus criticas y de su desagrado. Representaban a la madre "genital" y se tenía la impresión de que el horror de Ricardo por la genitalidad y su necesidad de reprimirla se reflejaban en su desagrado hacia los objetos que despertaban en él deseos genitales.

 

            Entre las ansiedades de Ricardo, que traían consigo su fijación y su regresión hacia la madre "pecho", era predominante el temor al "interior" de su madre, considerado un lugar lleno de perseguidores. Porque la madre "genital", que era para él la madre cohabitando con el padre, según él contenía también el órgano genital "malo" del padre -o mejor dicho una gran cantidad de genitales del padre-, lo que originaba una alianza peligrosa de la madre con el padre en contra del hijo; la madre también contenía los bebés hostiles. Además, en Ricardo había la ansiedad de considerar a su propio pene como un órgano peligroso que iba a herir y a dañar a su madre amada.

            Las ansiedades mostradas, que obstaculizaban su desarrollo genital, estaban muy conectadas con la relación de Ricardo con sus padres como imágenes internalizadas. A la visión que él se formaba del "interior" de su madre visto como un lugar peligroso, correspondía lo que él sentía acerca de su propio "interior". En las sesiones anteriores hemos visto que la madre buena (es decir, el alimento bueno del desayuno) lo protegía internamente del padre, o sea, de los "huesos largos salientes'' en su estómago. Esta visión de la madre protegiéndolo del padre internalizado, tenía como paralelo una imagen materna, a la cual Ricardo se consideraba impulsado a proteger del padre malo: la imagen de una madre dañada por los ataques orales y genitales del monstruo interno. Sin embargo, últimamente él también la percibía como dañada por sus propios ataques oral-sádicos en contra de ella. El Dibujo II muestra a los hombres malos (a su padre, a su hermano y a él mismo), que subyugan y se tragan a su madre. Aquel temor a haber dañado a la madre provenía del sentimiento de culpabilidad básico de Ricardo de haber destruido (devorado) a su madre y los pechos maternos, mediante sus ataques oral-sádicos en el proceso de internalizarla.

            Además de esto expresaba su culpabilidad por sus ataques anal-sádicos en el Dibujo VI, ya que señalaba lo "mayor horrible" que caía del pájaro. La equiparación entre sus propias heces y el padre-Hitler negro se ha visto ya antes de su análisis, cuando empezaba a hacer los dibujos del imperio; en el primer dibujo Ricardo empezaba con el color negro como representante de sí mismo, pero pronto decidía que el rojo lo representase a él y el negro a su padre, manteniendo luego esto en el transcurso de todos sus dibujos. Esta equiparación quedó más aclarada mediante unas asociaciones con los Dibujos V y VI. En el Dibujo V la sección negra representaba al padre malo, en el Dibujo VI representaba lo "mayor horrible" que caía del pájaro mutilado.

            El temor de Ricardo a su propia destructividad estaba relacionado con su temor hacia su madre como un objeto peligroso y represivo. El "pájaro horrible" con el pico abierto era una proyección en su madre de sus propios impulsos oral-sádicos. Las experiencias reales de Ricardo, de haber sido frustrado por su madre, no podían explicar por sí mismas que él se formase una imagen psíquica terrorífica de una madre que lo devoraba interiormente. Se hace patente en el Dibujo VI lo peligroso que él sentía que era el horrible madre-pájaro, porque el pájaro sin cabeza del dibujo lo representaba a él mismo y provenía de su temor a la castración efectuada por su madre peligrosa en unión con el padre monstruo, ambos considerados como enemigos externos.

            Además Ricardo se sentía internamente amenazado por la alianza de la madre-pájaro "horrible" con el padre monstruo internalizados. Estas situaciones internas de peligro eran la causa principal de sus temores hipocondríacos y persecutorios.

            Cuando durante su análisis Ricardo fue capaz de enfrentar el hecho psicológico de que su objeto querido era también su objeto odiado y de que la madre azul claro, es decir, la reina con la corona, estaba unida en su mente con el pájaro picudo horrible, pudo asentar más firmemente su amor hacia su madre. Sus sentimientos de amor se unieron más íntimamente a los de odio y sus vivencias felices con la madre ya no se alejaron tanto de las frustradoras. Por ello Ricardo ya no se sintió impulsado a idealizar tan intensamente a la madre buena, ni a formarse una imagen tan terrorífica de la madre mala. Cuando se permitió reunir los dos aspectos de la madre, esto trajo consigo que el aspecto malo fuera atenuado por el bueno. Entonces esta madre buena, más asentada en él, podía protegerla contra el padre "monstruo". Lo que a su vez implicaba que en esos momentos no la sintiese dañada, sin remisión, por su avidez oral y por el padre malo, lo que también significaba que sentía que él y su padre se habían vuelto menos peligrosos. Una vez más la madre buena revivía y con ello desaparecía la depresión de Ricardo.

            Su mayor confianza en poder conservar vivos al analista y a su madre, como objetos internos y externos, dependía del esfuerzo de su posición genital y de una mayor capacidad de experimentar los deseos edípicos. Ahora, en su fantasía, le era más posible la reproducción, o sea, la creación de bebés buenos, que inconscientemente consideraba como el medio más importante para combatir a la muerte y al temor a la muerte. Por asustarse menos de estar dominado por sus impulsos sádicos, Ricardo creía que iba a ser capaz de crear bebés buenos, debido a que el aspecto creador y productor del órgano genital masculino (tanto del de su padre como del suyo propio) se le había hecho más manifiesto. Esto aumentó su confianza en sus tendencias constructoras y reparadoras, así como en sus objetos internos y externos. Se le reforzó la confianza, no solamente en la madre buena, sino también en el padre bueno. Su padre ya no era un enemigo tan terrible como para que no pudiese enfrentar la lucha con él cuando lo consideraba como un rival odioso. De este modo dio un paso importante hacia el refuerzo de su posición genital y hacia el enfrentamiento de los conflictos y temores dependientes de sus deseos genitales.

 

EXTRACTOS DE UN HISTORIAL QUE ILUSTRA EL DESARROLLO EDÍPICO DE LA NIÑA

            He expuesto algunas de las ansiedades que trastornan el desarrollo genital del niño. Ahora voy a exponer parte del historial de una niña, al que he descrito ya en publicaciones anteriores desde diferentes puntos de vista.

            Para su presentación este material tiene algunas ventajas, como la de ser sencillo y claro. La mayor parte de este caso ha sido publicado anteriormente. Sin embargo, añadiré algunos detalles hasta ahora no publicados, así como algunas interpretaciones nuevas que no hubiese podido hacer entonces, pero que retrospectivamente parecen confirmarse en el material.

            Mi paciente, Rita, tenía dos años y nueve meses al comienzo de su análisis. Era una niña muy difícilmente educable. Sufría de ansiedades de diferentes clases, de incapacidad de tolerar frustraciones y de frecuentes estados de tristeza. Demostraba rasgos obsesivos que se fueron incrementando en los últimos tiempos. También persistía en ceremoniales obsesivos complicados. Su conducta alternaba entre "bondad" exagerada y remordimientos y estados de "maldad", en los que intentaba dominar a todas las personas de su ambiente. También tenía dificultades en la alimentación; era "caprichosa" en sus gustos y a menudo no tenía apetito. Aunque era una niña muy inteligente, el desarrollo y la integración de su personalidad estaban detenidos por la fuerza de su neurosis.

            Lloraba con frecuencia, aparentemente sin causa alguna, y cuando su madre le preguntaba por qué lloraba, contestaba: "Porque estoy tan triste". A la pregunta: "¿Por qué estás tan triste?", contestaba: "Porque estoy llorando". Su sentimiento de culpabilidad se expresaba en insistentes preguntas a su madre: "¿Soy buena?", "¿Me quieres?" No podía tolerar ningún reproche y si se la reñía empezaba a llorar o se mostraba hostil. Sus sentimientos de inseguridad en relación con sus padres se manifestaron, por ejemplo, en el siguiente incidente que ocurrió en su segundo año de vida. Me dijeron que una vez empezó a llorar porque su padre, jugando, amenazó a la figura de un oso de su libro con el cual ella se habla identificado aparentemente.

            Rita sufría de una intensa inhibición para jugar. Por ejemplo, lo único que podía hacer con sus muñecas era lavarlas y cambiarles los vestidos de un modo compulsivo. Tan pronto introducía en el juego alguna fantasía, se angustiaba y dejaba de jugar.

            Lo que viene a continuación son algunos puntos cruciales de su desarrollo. Rita había sido amamantada durante unos pocos meses; después se le dio biberón, que no aceptó bien en un primer momento. También fue difícil destetarla del biberón para darle alimentos sólidos. Se le daba todavía un biberón por la noche y su madre me dijo que había tenido que renunciar a suprimírselo porque cada una de estas tentativas había provocado en la niña grandes complicaciones. En cuanto al control de esfínteres de Rita, conseguido ya a poco de tener un año, creo con fundamento que su madre se había preocupado demasiado. La neurosis obsesiva de Rita demostraba estar íntimamente conectada con su control de esfínteres precoz.

            Rita compartió el dormitorio de los padres hasta casi los dos años, siendo a menudo testigo de los coitos de los padres. Cuando tuvo dos años, nació su hermano y entonces su neurosis se manifestó en toda su intensidad. Otra circunstancia coadyuvante fue el hecho de que su madre fuera también neurótica y tuviera una ambivalencia clara hacia Rita.

            Sus padres me dijeron que hasta el final del primer año Rita quería mucho más a su madre que a su padre. Al comienzo de su segundo año había desarrollado una preferencia clara por el padre, juntamente con celos intensos de su madre. A los quince meses Rita, cuando estaba sentada en las rodillas de su padre, expresó repetidamente y de un modo que no dejaba lugar a dudas su deseo de quedarse a solas con él en el cuarto. Es algo que no pudo decir con palabras. Cuando tuvo sus dieciocho meses, hubo un cambio notable, que se manifestó en modificaciones de su relación con ambos progenitores así como también en varios síntomas del tipo de terrores nocturnos y fobia a los animales (sobre todo a los perros). Su madre volvió a ser su favorita, aunque la relación con ella mostraba una ambivalencia intensa. Se adhería tanto a su madre que casi no podía dejar de verla. Esto iba acompañado con tentativas de dominarla y con un odio contra ella que a menudo no disimulaba. Al mismo tiempo Rita desarrolló un desagrado manifiesto contra su padre.

            Estos hechos fueron observados claramente cuando ocurrieron y sus padres me los comunicaron. En el caso de niños mayores los informes de los padres acerca de lo ocurrido en los primeros años son menos de fiar, ya que con el transcurso del tiempo los hechos se falsifican más fácilmente en la memoria. En el caso de Rita, los detalles de aquellos sucesos todavía permanecían vivos en la mente de los padres y el análisis confirmó completamente lo esencial de sus informes.

 

Relaciones tempranas con los padres

            Al comienzo del segundo año de Rita eran patentes algunos elementos importantes de su situación edípica, como su preferencia por el padre y sus celos de la madre y hasta el deseo de sustituir a la madre con el padre. Al estudiar el desarrollo edípico de Rita en su segundo año, tenemos que considerar algunos factores externos importantes. La niña compartía el dormitorio con sus padres, teniendo amplia oportunidad de ser testigo del coito entre ellos. Por lo tanto, había un estímulo constante para tener deseos libidinales y celos, odio y ansiedad. Cuando Rita cumplió quince meses, su madre quedó embarazada, comprendiendo la niña inconscientemente el estado de su madre. De este modo se reforzó fuertemente el deseo de Rita de recibir un bebé de su padre, así como su rivalidad con su madre. Como consecuencia de ello su agresividad y los sentimientos de culpabilidad y ansiedad, que la agresividad le provocaba, se incrementaron tanto que no pudo mantener sus deseos edípicos.

            Sin embargo, las dificultades en el desarrollo de Rita no pueden ser explicadas solamente por estos últimos estímulos externos. Muchos niños están expuestos a vivencias similares, y hasta a otras mucho más desfavorables, sin que enfermen seriamente como consecuencia de ello. Por lo tanto, tenemos que tener en cuenta los factores internos, los cuales, interactuando con las influencias exteriores, condujeron a la enfermedad de Rita y al trastorno de su desarrollo sexual.

            Como reveló el análisis, los impulsos oral-sádicos de Rita eran realmente fuertes y ella tenía poca capacidad para tolerar tensiones de cualquier clase. Estas eran algunas de las características constitucionales de Rita, y determinaron el aspecto de sus reacciones a las frustraciones tempranas que ella sufrió. Estas reacciones afectaron intensamente, ya desde un comienzo, su relación con su madre. Cuando, al final del primer año, se manifestaron los deseos edípicos positivos esta nueva posición frente a sus progenitores reforzó los sentimientos de Rita de frustración, de odio y de agresividad, con sus afectos concomitantes de ansiedad y culpabilidad. La niña fue entonces incapaz de elaborar estos diferentes conflictos y por ello no pudo mantener sus deseos genitales.

            La relación de Rita con su madre estaba dominada por dos grandes fuentes de ansiedad: temor persecutorio y ansiedad depresiva. Por un lado su madre era para ella una figura terrorífica y vengativa y por otro lado era su objeto bueno, querido e indispensable. Rita percibía su propia agresión como un peligro para esta madre querida y, por lo tanto, estaba aterrada por el temor a perderla. Fueron la intensidad de estas ansiedades tempranas y los sentimientos de culpabilidad los que en gran parte determinaron la incapacidad de Rita de tolerar otra ansiedad más y la culpa proveniente de los sentimientos edípicos: la rivalidad y el odio en contra de su madre. Como defensa reprimió su odio y lo sobrecompensó con un amor excesivo, lo que necesariamente traía consigo una regresión a estadíos más tempranos de su libido. También fue influida básicamente por estos factores la relación de Rita con su padre. Parte del resentimiento que sentía hacia su madre fue desplazado hacia su padre, reforzando así contra él el odio que provenía de la frustración de sus deseos edípicos y que, al comienzo del segundo año, había suplantado su amor al padre. Su fracaso en establecer una relación satisfactoria con su madre se repitió en la relación oral y genital con su padre. Se hicieron patentes en su psicoanálisis unos deseos intensos de castrarlo (en parte derivados de frustraciones en su posición femenina y en parte de su envidia al pene proveniente de su posición masculina).

            De este modo las fantasías sádicas de Rita estaban íntimamente unidas con los resentimientos derivados de frustraciones en diferentes posiciones libidinales que ella vivenciaba tanto en su situación edípica invertida como en la positiva. El coito entre los padres tenía un papel importante en sus fantasías sádicas y en la mente de la niña fue algo peligroso y terrorífico, donde su madre aparecía como víctima de la crueldad extrema del padre. Como consecuencia de ella se imaginaba al padre, no solamente como alguien peligroso para la madre sino también para ella misma, en la medida en que sus deseos edípicos se mantenían en identificación con la madre. La fobia de Rita a los perros, provenía del temor al pene peligroso del padre, que le iba a morder, en venganza a sus propios impulsos de castrarlo. Todo su contado afectivo con el padre estaba profundamente trastornado, porque Rita lo había convertido en un "hombre malo". Lo odiaba tanto más, porque corporizaba sus propios deseos sádicos en contra de su madre.

            El episodio siguiente, que me comunicó la madre, ilustra este último punto. Al comienzo de su tercer año Rita había salido a pasear con su madre y vio a un cochero fustigando cruelmente a sus caballos. La madre se indignó mucho y la niña también expresó una indignación intensa. El mismo día, algo más tarde, Rita sorprendió a su madre, diciéndole: "¿Cuándo vamos a salir de nuevo para ver al hombre malo pegando a los caballos?" Reveló así que había tenido un placer sádico con aquella crueldad y que deseaba su repetición. En su inconsciente el cochero representaba al padre, y los caballos a su madre; su padre realizaba en el coito las fantasías sádicas de la niña dirigidas contra la madre. El temor al genital malo del padre, juntamente con la fantasía de su madre dañada y destruida por el odio de Rita y por el padre malo -el cochero-, interfería a la vez en sus deseos edípicos positivos y en los invertidos. Rita no podía identificarse con una madre tan destruida, ni tampoco permitirse sustituir al padre adoptando la posición homosexual. Por ello en estos estadíos tempranos ella no pudo afianzar satisfactoriamente ninguna de las dos posiciones.

 

Algunos ejemplos del material analítico

            Las ansiedades experimentadas por Rita al ser testigo de la escena primaria se observan en el siguiente material.

            Durante su análisis en una ocasión puso un ladrillo triangular de juguete sobre uno de sus lados, y me dijo: "Esta es una mujercita". Luego tomó un "martillito", como ella llamaba a un ladrillito oblongo, y con él golpeó fuertemente la caja de ladrillos, diciéndome: "Cuando el martillo pegaba fuerte, la mujercita se asustaba mucho". El ladrillito triangular la representaba a ella misma, el "martillo" al pene del padre y la caja a su madre. Toda la situación la representaba siendo ella testigo de la escena primaria. Es significativo que Rita golpease la caja exactamente en un lugar donde tenía únicamente papel, de modo que le hizo un agujero. Esta fue una de las veces en que Rita me demostró simbólicamente su conocimiento inconsciente de la vagina y el papel que tenía en sus teorías sexuales.

            Los dos ejemplos siguientes se refieren a su complejo de castración y a su envidia del pene. Rita estaba jugando a que viajaba con su osito de juguete a la casa de una mujer "buena", donde se le daría "un trato maravilloso". Sin embargo, este viaje no se hizo tranquilamente. Rita se deshizo del maquinista, colocándose en su lugar, pero el maquinista volvía una y otra vez y la amenazaba, provocándole una gran ansiedad. Un objeto de disputa entre él y ella era su osito, que para ella era algo esencial para el éxito del viaje. En este juego el osito representaba el pene del padre y la rivalidad de Rita con el padre estaba expresada en la lucha por el pene. Se lo había robado al padre, en parte con sentimientos de envidia, odio y venganza y en parte para sustituirle con la madre y -mediante el pene potente del padre- reparar los daños que había hecho a la madre en la fantasía.

            El próximo ejemplo está relacionado con el ritual de Rita al acostarse. Este se había hecho más y más complicado y compulsivo en el transcurso del tiempo; tenía también otro ceremonial relacionado con el anterior pero con sus muñecas. El punto principal de este ceremonial era que ella (y también su muñeca) tenía que estar bien envuelta en las mantas y sábanas porque de otro modo -como ella decía- un ratón o un "Butzen" (una palabra que ella inventó) iba a entrar por la ventana y le arrancaría, mordiéndoselo, su propio "Butzen". El "Butzen" representaba a la vez el órgano genital de su padre y el suyo propio: el pene de su padre le iba a arrancar, mordiéndoselo, su propio pene imaginario, exactamente del mismo modo que ella deseaba castrarlo a él. Como me doy cuenta ahora, el temor a que su madre atacase el "interior de su cuerpo" contribuía también a originar su temor de que alguien penetrase por la ventana. La habitación representaba también al cuerpo de Rita y el asaltante era su madre, que se vengaba de los ataques de la niña hacia ella. La necesidad obsesiva de que le envolviesen bien y con tantos cuidados con las mantas y sábanas era una defensa contra estos temores.

 

Desarrollo del superyó

            Las ansiedades y los sentimientos de culpa descritos en las dos últimas secciones se encontraban en el desarrollo del superyó de Rita.

            Encontré en ella un superyó cruel e inflexible, tal como se encuentra en las neurosis obsesivas severas de los adultos.

            En el análisis pude encontrar el origen de este desarrollo en el comienzo de su segundo año. A la luz de mi experiencia posterior he llegado a la conclusión de que los comienzos del superyó de Rita se encontraban en los primeros meses de su vida.

            En el juego del viaje, que he descrito; el maquinista representaba a su superyó además de su padre real. También vemos la actividad de su superyó en el juego obsesivo de Rita con su muñeca, cuando hacía un ritual parecido al ceremonial antes de dormirse, y hacía dormir a su muñeca tapándola cuidadosamente con las mantas. Una vez, durante el análisis, Rita colocó un elefante al lado de la cama de la muñeca. Me explicó que el elefante estaba allí para evitar que la "niña" (muñeca) se levantara, porque sino la "niña" entraría en el dormitorio de sus padres y "les haría daño o les quitaría algo". El elefante representaba su superyó (su padre, su madre), y las agresiones a sus padres, que debía impedir, eran la expresión de los propios impulsos sádicos de Rita referentes al coito y al embarazo de su madre. El superyó tenía la función de evitar que la niña robara a la madre su bebé, dañara o destruyera el cuerpo de la madre o castrara al padre. Un detalle significativo de su historial es que al principio de su tercer año Rita declaraba repetidamente al jugar con sus muñecas que ella no era la madre de la muñeca. En el análisis se pudo ver que ella no podía permitirse ser la madre de la muñeca porque la muñeca representaba a su hermanito, a quien ella deseaba pero a la vez temía quitar a su madre.

            Su culpabilidad también provenía de las fantasías agresivas tenidas durante el embarazo de su madre. Cuando Rita no podía asumir en los juegos el papel de la madre de su muñeca, esta inhibición provenía de sus sentimientos de culpa y además de su temor de una figura materna cruel, muchísimo más severa que su madre real.

            Rita no solamente veía a su madre real en esta forma distorsionada sino que sentía además un peligro constante frente a una figura materna terrorífica interna. Me he referido a los ataques fantaseados de Rita al cuerpo de su madre, y a la angustia correspondiente de que su madre la atacase y le robase sus bebés imaginarios, y además de su terror de ser atacada y castrada por su padre. Profundizando en mis interpretaciones, considero que a los ataques fantaseados a su cuerpo por sus padres como figuras externas, correspondía el temor de ataques internos por las figuras paternas perseguidoras internalizadas, que formaban la parte cruel de su superyó[11]. La rudeza del superyó de Rita se demostró a menudo en sus juegos durante el análisis. Por ejemplo, solía castigar cruelmente a su muñeca, lo que iba seguido de un estallido de rabia y de temor. En ello se identificaba a la vez con los padres rudos, que infligen un castigo intenso, y con el niño castigado cruelmente que estalla de rabia. Esto era visible, no solamente en sus juegos, sino también en toda su conducta. En ciertos momentos, Rita parecía ser el portavoz de una madre severa e inaccesible y en otros el de un niño que no se domina y que está lleno de avidez y destructividad. Se tenía la impresión de que existía muy poco de su propio yo para unir estos dos extremos y que sirviera para modificar la intensidad del conflicto. Con ello estaba perturbado el proceso gradual de la integración del superyó, no pudiendo Rita desarrollar su propia personalidad.

Ansiedades persecutorias y depresivas que interfieren en el desarrollo edípico

            Los sentimientos depresivos de Rita eran un rasgo llamativo de su neurosis. Sus estados de tristeza y sus llantos sin causa alguna, las preguntas constantes a su madre sobre si la quería, eran señales de sus ansiedades depresivas. Estas ansiedades tenían sus raíces en su relación con el pecho de la madre. A consecuencia de sus fantasías sádicas, en las que atacaba al pecho materno y a toda su madre, Rita estaba sometida a temores que influenciaban profundamente su relación con ésta. Por un lado quería a su madre, sintiéndola como un objeto bueno e indispensable, y se sentía culpable porque la había dañado con sus fantasías agresivas; por otro lado, la odiaba y la temía, viéndola como madre mala y perseguidora (en primer lugar como el pecho malo). Estos temores y sentimientos complicados, relacionados con la madre, sentida como objeto externo e interno, constituían su posición depresiva infantil. Rita no podía elaborar esta angustia y era incapaz de vencer su posición depresiva.

 

            En este contexto es significativo cierto material del comienzo de su análisis[12]. Rita trazó unos garabatos en un trozo de papel y lo ennegreció enérgicamente. Luego lo rompió y tiró los pedazos a un vaso de agua, que llevó a su boca como para bebérselo. En ese momento se interrumpió y dijo para sí misma: "Mujer muerta". Este material, con las mismas palabras, se repitió en otra ocasión.     El trozo de papel ennegrecido, roto y echado al agua representaba a su madre destruida por procedimientos orales, anales y uretrales, y esta imagen de la madre muerta se refería, no solamente a su madre externa en los momentos en que no podía verla, sino también a su madre interna. Rita tuvo que renunciar a su rivalidad con su madre en la situación edípica, porque su temor inconsciente a la pérdida del objeto interno y externo actuaba como una barrera contra cualquier deseo que pudiese incrementar su odio a la madre, y por lo tanto causarle la muerte. Estas ansiedades, que provenían de la posición oral, eran las que provocaban la depresión intensa que desarrolló Rita como reacción a las tentativas de su madre de privarle del último biberón. Rita no quiso beber la leche de una taza. Se sumió en un estado de desesperación; perdió el apetito, rechazó los alimentos y se adhirió más que nunca a su madre, preguntándole una y otra vez que si la quería, que si ella se había conducido mal, y otras preguntas por el estilo. Su análisis reveló que el destete o la supresión del biberón era para ella como un castigo cruel a causa de sus deseos agresivos y de muerte contra su madre. Como no tener más el biberón le representaba la pérdida definitiva del pecho, al privársele el biberón, Rita sentía que ella realmente habla destruido a su madre. La misma presencia de ésta sólo servía para aliviar temporalmente estos temores, lo que lleva a pensar que mientras el biberón retirado le representaba el pecho perdido, la taza de leche, que Rita rechazaba en su estado de depresión consecutivo a la privación del biberón, le representaba a la madre destruida y muerta, análogamente como el vaso de agua con el papel roto le había representado a la "mujer muerta".

            Como ya he dado a entender, las ansiedades depresivas de Rita, referentes a la muerte de su madre, estaban unidas a temores persecutorios referentes a agresiones contra su propio cuerpo hechas por una madre vengativa. En realidad, a una niña tales agresiones siempre le parecen ser, no solamente un peligro para su cuerpo, sino también un daño hecho a todo lo valioso que ella se imagina que contiene su "interior", es decir, a sus posibles niños, a la madre buena y al padre bueno.

            La incapacidad de proteger estos objetos amados en contra de perseguidores externos e internos es una parte fundamental de las ansiedades de la niña[13].       La relación de Rita con su padre en gran parte estaba determinada por las situaciones de ansiedad centradas en su madre. Gran parte de su odio y de su temor al pecho malo fue transferido al pene de su padre. La culpabilidad excesiva y el temor de pérdida relacionados con la madre también habían sido transferidos al padre. Todo esto -juntamente con la frustración sufrida directamente del padre- había interferido con el desarrollo de su complejo edípico positivo.

            El odio a su padre estaba reforzado por la envidia al pene y por la rivalidad con él en la situación edípica invertida. Su tentativa de vencer la envidia del pene le condujo a una creencia reforzada en su pene imaginario. Sin embargo, creía que este pene había sido dañado por un padre malo que la iba a castrar como venganza contra sus propios deseos de castrarlo a él. Cuando Rita temía que el "Butzen" del padre penetrase en su habitación y le arrancase su propio "Butzen" de un mordisco esto era una muestra de su temor de castración.

            Sus deseos de apoderarse del pene del padre y de desempeñar el papel paterno con la madre eran indicaciones claras de su envidia del pene. Esto fue ilustrado en el material de juego que ya he citado: Viajaba con su osito de juguete, que representaba su pene, a casa de una "mujer buena", que les iba a ofrecer un "agasajo maravilloso". Sin embargo, su deseo de poseer un pene propio era reforzado fuertemente -como me lo demostró su análisis- por ansiedades y sentimientos de culpabilidad relacionados con la muerte de su madre querida. Estas ansiedades, que ya anteriormente habían dañado su relación con la madre, contribuyeron mucho al fracaso de su evolución edípica positiva. Tuvieron también la consecuencia de reforzar los deseos de Rita de poseer un pene, porque sentía que únicamente podía reparar el daño hecho a su madre y reponer los niños, que en su fantasía ella le había robado, poseyendo un pene propio, con el cual satisficiese a su madre y le diese niños. Las dificultades excesivas de Rita para manejar su complejo de Edipo invertido y positivo estaban, por lo tanto, arraigadas en su posición depresiva. Juntamente con la disminución de estas ansiedades, se hizo Rita más capaz de tolerar sus deseos edípicos y de alcanzar más intensamente una actitud femenina y maternal. Hacia el final de su análisis, que se interrumpió prematuramente por circunstancias externas, la relación de Rita con ambos progenitores, así como con sus hermanos, había mejorado. Su aversión hacia el padre, que hasta entonces había sido muy patente, fue sustituida por cariño hacia él; la ambivalencia hacia su madre disminuyó, desarrollándose una relación más amistosa y estable entre ambas.

            El cambio de actitud de Rita hacia su osito y su muñeca reflejaba cuánto había progresado su desarrollo libidinal y todo lo que habían sido reducidas sus dificultades neuróticas y la severidad de su superyó. Una vez, hacia el final de su análisis, mientras estaba besando su osito y abrazándolo y dándole nombres cariñosos, dijo: "Ahora no me siento desgraciada, porque ahora tengo un bebé a quien quiero mucho". Ahora Rita podía permitirse así misma ser la madre de su hijo imaginario. Este cambio no era una evolución totalmente nueva, sino, en cierto modo, un retorno a una posición libidinal anterior. En su segundo año, los deseos de Rita de recibir el pene del padre y de tener un hijo con él, habían sido perturbados por la ansiedad y la culpabilidad relacionadas con su madre; con ello su desarrollo edípico positivo fracasó y consecutivamente sufrió una agravación clara en su neurosis. Cuando Rita afirmó, con énfasis, que no era la madre su muñeca, expresó claramente su lucha en contra de sus deseos de tener un bebé. Bajo el agobio de su ansiedad y de su culpa, no pudo mantener su posición femenina, siendo por ello empujada a reforzar su posición masculina. De este modo el osito llegó a representar predominantemente el pene que ella deseaba. Rita no pudo permitirse el deseo detener un niño de su padre, ni identificarse con su madre en la situación edípica, hasta que le disminuyeron las ansiedades y la culpabilidad relacionadas con sus progenitores.

 

RESUMEN GENERAL TEÓRICO

a) Estadíos tempranos del complejo de Edipo en los dos sexos

            El cuadro clínico de los dos casos presentados en este artículo, difiere en muchos aspectos. Sin embargo, los dos casos tenían importantes rasgos comunes como eran los fuertes impulsos oral-sádicos, la ansiedad y la culpabilidad excesivas y la poca capacidad del yo para tolerar cualquier clase de tensión. En mi experiencia, éstos son algunos de los factores que, en combinación con circunstancias externas, impiden al yo ir construyendo gradualmente defensas adecuadas contra la ansiedad. Como consecuencia, la elaboración de situaciones de ansiedad temprana queda empeorada y sufre el desarrollo emotivo libidinal y del yo del niño. Debido al predominio de la ansiedad y de la culpabilidad, hay una fijación exagerada en los estadíos tempranos de la organización libidinal y, actuando con esto mutuamente, una tendencia excesiva a regresar a aquellos estadíos tempranos. En consecuencia, el desarrollo edípico queda dificultado y la organización genital no puede establecerse firmemente. En los dos casos tratados en este artículo, así como en otros casos, el complejo de Edipo empezó a desarrollarse por cauces normales al disminuir las ansiedades tempranas.

            La actuación de la ansiedad y de la culpabilidad en el curso del desarrollo edípico hasta un cierto grado han sido ilustradas por los dos breves historiales que he citado. Sin embargo, la revisión que viene a continuación de mis conclusiones teóricas sobre ciertos aspectos del desarrollo edípico, está basada en toda mi actuación analítica con casos de niños y adultos, que comprenden desde la normalidad hasta las neurosis más graves.

            Una descripción completa del desarrollo edípico debería incluir una valorización de los influjos externos de las vivencias en cada estadío, además de la descripción de la manera como actúan éstas a través de toda la infancia. He sacrificado deliberadamente la descripción exhaustiva de los factores externos a la necesidad de aclarar los resultados más importantes de la evolución[14]. Mi experiencia me ha llevado a creer que, en el principio de la vida, la libido está combinada con agresividad y que el desarrollo de la libido en cualquier estadío está afectado vitalmente por la ansiedad proveniente de esta agresividad. La ansiedad, la culpabilidad y los sentimientos depresivos empujan a veces a la libido a nuevas fuentes de satisfacción, y otras veces frenan el desarrollo de la libido reforzando su fijación en un objeto y finalidades anteriores.

            Comparándola con el desarrollo ulterior del complejo de Edipo, la imagen de sus primeros estadíos es necesariamente más oscura porque el yo del niño es inmaduro y se halla totalmente bajo el influjo de las fantasías inconscientes; también su vida instintiva está en su fase más polimorfa. Estos estadíos tempranos están caracterizados por fluctuaciones rápidas entre diferentes objetos y finalidades, con las correspondientes fluctuaciones en cuanto a las defensas. En mi opinión, el complejo de Edipo comienza en el primer año de vida y en ambos sexos inicia su desarrollo siguiendo caminos similares. La relación con el pecho materno es uno de los factores esenciales que influye en todo el desarrollo emotivo y sexual del niño, por lo tanto, en la siguiente descripción de los comienzos del complejo de Edipo en los dos sexos, parto de la relación con el pecho.

            Parece ser que la búsqueda de nuevas fuentes de satisfacción es inherente al movimiento progresivo de la libido. La satisfacción experimentada con el pecho materno permite al niño dirigir sus deseos hacia nuevos objetos y ante todo hacia el pene de su padre. Sin embargo, es dado a este nuevo deseo un empuje especial por las frustraciones sufridas con el pecho materno. Es importante recordar que las frustraciones dependen tanto de factores internos como de experiencias reales. Y cierta frustración con el pecho es inevitable, aun bajo las circunstancias más favorables, porque lo que el niño realmente desea son satisfacciones ilimitadas. Las frustraciones experimentadas con el pecho materno impulsan tanto al niño como a la niña a abandonarlo y estimulan en ellos el deseo de una satisfacción oral a través del pene del padre. Por lo tanto, el pecho y el pene son los objetos primarios de los deseos orales del niño[15].         Desde un comienzo, la frustración y la satisfacción moldean la relación del niño con el pecho bueno querido y con el pecho malo odiado. La necesidad de manejar la frustración y la agresión resultante es uno de los factores que conducen a idealizar el pecho bueno y la madre buena y consecutivamente a intensificar el odio y los temores al pecho y a la madre malos, que se convierten en el prototipo de todos los objetos perseguidores asustadores. Estas dos relaciones en conflicto con el pecho de la madre son trasladadas a la relación ulterior con el pene del padre. La frustración sufrida en la relación anterior con el pecho aumenta las exigencias y confianzas en la nueva fuente de satisfacción estimulando el amor hacia el nuevo objeto. El desengaño inevitable refuerza la regresión hacia el primer objeto y todo esto contribuye a la fragilidad y a la fluidez de las actitudes emocionales y de los estadíos de la organización libidinal.

 

            Además, los impulsos agresivos estimulados y reforzados por la frustración hacen que el niño, en su imaginación, convierta a las víctimas de sus fantasías en figuras dañadas y vengativas, que le amenazan con los mismos ataques sádicos que él realiza en su fantasía en contra de sus padres[16]. Consecutivamente el niño siente una necesidad aumentada hacia un objeto amado y amante -un objeto ideal perfecto- para satisfacer en él su anhelo de recibir auxilio y seguridad.          Por lo tanto, según las ocasiones, cada objeto puede convertirse en bueno o malo. Esta oscilación entre los diferentes aspectos de las imagos primarias significa una interacción íntima entre los estadíos tempranos del complejo de Edipo invertido y positivo.

            Ya que durante el predominio de la libido oral, el niño introyecta sus objetos desde un comienzo, las imagos primarias tienen su contrapartida en su mundo interior. Las imagos del pecho de su madre y del pene de su padre se establecen dentro de su yo y forman el núcleo de su superyó. A la introyección del pene bueno y malo y de la madre corresponde la introyección del pene bueno y malo y del padre. Ellos se hacen así los primeros representantes, por un lado, de las imágenes internas protectoras y auxiliadoras, y por otro lado de las imágenes internas vengativas y perseguidoras, constituyendo las primeras identificaciones que desarrolla el yo.

            La relación del niño con sus imágenes internas se entremezcla diversamente con la relación ambivalente del niño con sus dos progenitores, percibidos por él como objetos externos. Porque juntamente con la introyección de los objetos externos existe en cada momento la proyección de las imágenes internas en el mundo externo, y a esta interacción de introyección y proyección están sometidos tanto la relación del niño con los padres reales como el desarrollo de su superyó. A consecuencia de esta interacción, que supone una orientación hacia afuera y hacia adentro, hay una fluctuación constante entre los objetos y las situaciones internas y externas. Estas fluctuaciones son dependientes del movimiento de la libido entre las diferentes finalidades y objetos; de este modo el curso del complejo de Edipo está íntimamente unido al desarrollo del superyó.

            Aunque todavía recubiertos por la libido real, uretral y anal, los deseos genitales se unen pronto a los impulsos orales del niño. Los deseos genitales tempranos, así como los orales, van dirigidos hacia la madre y el padre. Según supongo, hay en los dos sexos un conocimiento inconsciente referente a la existencia del pene así como a la vagina. En el niño varón las sensaciones genitales constituyen la base para su idea de que el padre posee un pene, que el niño desea siguiendo la ecuación "pecho = pene". Al mismo tiempo, sus sensaciones genitales e impulsos también implican la búsqueda de una abertura en la cual introducir su pene, es decir, son impulsos dirigidos hacia la madre. De un modo similar, las sensaciones genitales de la niña preparan el deseo de recibir el pene de su padre en su vagina. Por lo tanto, parece ser que los deseos genitales hacia el pene del padre, que se unen con los deseos orales, forman la raíz de los estadíos tempranos del complejo de Edipo positivo de la niña y del complejo de Edipo invertido del varón.

            En cada estadío el curso del desarrollo libidinal está influido por sentimientos de ansiedad, de culpa y de depresión. En los dos artículos precedentes me he referido repetidamente a la posición depresiva infantil, señalándola como la posición central en el desarrollo temprano. Ahora sugeriría la siguiente formulación: el núcleo de los sentimientos depresivos infantiles, o sea, el temor del niño a la pérdida de sus objetos queridos, como consecuencia de su odio y de su agresión, entra desde un comienzo en sus relaciones de objeto y su complejo edípico.

            Un corolario esencial de los sentimientos de ansiedad, de culpa y de depresión es la necesidad de reparación. Sometido a su culpa, el niño se siente impulsado a deshacer, mediante procedimientos libidinales, las consecuencias de sus impulsos sádicos. De este modo, los sentimientos de amor, que coexisten con los impulsos agresivos, están reforzados por la tendencia a la reparación. Las fantasías de reparaciones representan a menudo, aun en los detalles mínimos, lo contrario de las fantasías sádicas, correspondiendo al sentimiento de omnipotencia sádica el sentimiento de omnipotencia reparadora. Por ejemplo, la orina y las heces representan medios de destrucción cuando el niño odia, y regalos cuando el niño quiere; pero cuando se siente culpable e impulsado a hacer una reparación, los excrementos "buenos" se convierten en su mente en los medios por los cuales puede curar el daño hecho con sus excrementos "peligrosos". Igualmente, tanto el varón como la niña, aunque a través de caminos diferentes, sienten que el pene, que en sus fantasías sádicas ha dañado y destruido a la madre, se convierte el medio de restaurarla y curarla en las fantasías de reparación. Con esto, el deseo de dar y de recibir satisfacciones libidinales está aumentado por el impulso a la reparación, porque el niño siente que de este modo el objeto dañado puede ser restaurado y también que se ha disminuido el poder de sus impulsos agresivos, que sus impulsos de amor tienen curso libre y que su culpabilidad está tranquilizada.

            Así, en cada etapa el curso del desarrollo libidinal está estimulado y reforzado por el impulso a la reparación y, en último término, por el sentimiento de culpa. Por otro lado, la culpa que origina el impulso de reparación también inhibe los deseos libidinales, porque cuando el niño siente que predomina su agresividad, los deseos libidinales le parecen un peligro para sus objetos amados, y, por lo tanto, los tiene que reprimir.

 

b) El desarrollo edípico del niño varón

            Hasta ahora he delineado los estadíos tempranos del complejo de Edipo en ambos sexos. Ahora trataré especialmente el desarrollo del varón. Su posición femenina -que influye de un modo vital en su actitud hacia los dos sexos- llega a constituirse bajo el dominio de impulsos y fantasías orales, uretrales y anales, y está íntimamente unida a su relación con los pechos de su madre. Si el niño puede desplazar una parte de sus deseos tiernos y libidinales del pecho de la madre al pene del padre, y al mismo tiempo sigue considerando al pecho como un objeto bueno, entonces imaginará el pene de su padre como un órgano bueno y creador que le causará una satisfacción libidinal y también que le dará niños, como se los da a su madre. Estos deseos femeninos constituyen siempre un rasgo inherente al desarrollo del varón. Constituyen la raíz de su complejo edípico invertido y forman la primera posición homosexual. La imagen tranquilizadora del pene paterno, como un órgano bueno y creador, es también una condición previa para la capacidad del varón de desarrollar sus deseos edípicos positivos. Porque solamente cuando tiene una creencia suficientemente intensa en la "bondad" del genital masculino -tanto de su padre como del suyo propio- puede permitirse el niño experimentar sus deseos genitales hacia la madre. Cuando su temor del padre castrador está mitigado por su confianza en el padre bueno, puede entonces enfrentar su odio y rivalidad edípicos. Así se desarrollan simultáneamente las tendencias edípicas invertidas y positivas y hay una interacción íntima entre ambas.

            Existen bases firmes para suponer que, tan pronto como se tienen sensaciones genitales, se activa el temor a la castración. Según la definición de Freud, el temor a la castración en el varón es el temor de tener el órgano genital atacado, dañado o quitado. Yo creo que este temor se vivencia bajo el predominio de la libido oral. Los impulsos oral-sádicos del niño varón hacia el pecho de su madre se transfieren al pene de su padre, y sumándose a esto la rivalidad y el odio de la situación edípica temprana encuentra su expresión en el deseo del varón de arrancar, mordiéndolo, el pene de su padre, lo cual despierta en él el temor a que su propio órgano genital vaya a ser arrancado de un mordisco por su padre, que se venga así de sus deseos. Hay varias ansiedades tempranas que provienen de diferentes fuentes y que constituyen el temor de la castración. Los deseos genitales del niño hacia su madre están conectados desde el principio con peligros fantásticos, a causa de sus fantasías de ataque al cuerpo materno, de contenidos orales, uretrales y anales. El varón siente que el "interior materno" está dañado, envenenado y que es venenoso; que también contiene, según sus fantasías, el pene del padre, el cual. debido a sus propios ataques sádicos contra él, es sentido como un objeto hostil y castrador que amenaza a su propio pene con la destrucción.

            A esta imagen asustadora del "interior" de su madre -que coexiste con la imagen de su madre como fuente de todo lo bueno y gratificador- corresponden los temores acerca del interior de su propio cuerpo. Predomina entre ellos el temor del niño a un ataque interno realizado por unas imágenes peligrosas que son ya maternas, ya paternas, ya de ambos unidos, en venganza a sus propios impulsos agresivos. Esos temores de persecución influyen decisivamente en las ansiedades del varón acerca de su propio pene, debido a que cada ataque en contra de su "interior" por los perseguidores internalizados implica también para él un ataque contra su propio pene, que él teme que pueda ser mutilado, envenenado o devorado desde dentro. Pero no es solamente el pene, lo que el niño siente que debe preservar, sino también los buenos contenidos de su cuerpo, las heces y orina buenas, los bebés que él desea tener en la posición femenina y los bebés que -identificándose con el padre bueno y creador- desea producir, siguiendo su posición masculina. Al mismo tiempo se siente impulsado a proteger y preservar los objetos amados que el niño había internalizado simultáneamente con las imágenes perseguidoras. De este modo su temor a los ataques internos en contra de sus objetos amados está íntimamente unido con el temor a la castración, reforzándolo.

            Otra ansiedad que contribuye a su temor de castración procede de fantasías sádicas, según las cuales sus excrementos se han convertido en venenosos y peligrosos. También su propio pene, que es equiparado en su mente a estas heces peligrosas, está lleno de orina mala y, por lo tanto, en sus fantasías de coito se convierte en un órgano de destrucción. Este temor está incrementado por la creencia de que él contiene el pene malo de su padre, o sea, por una identificación con su padre malo. Cuando este tipo especial de identificación se hace intenso, se percibe como una alianza con el padre interno malo en contra de la madre. Consecutivamente, disminuye la creencia del niño varón en la capacidad productora y reparadora de su propio órgano genital; siente que sus propios impulsos agresivos se refuerzan y que el coito con su madre seria cruel y destructivo. Las ansiedades de este tipo tienen un papel importante en sus temores de castración y en la represión de sus deseos genitales, así como en la regresión a estadíos anteriores. Si estos temores diversos son demasiado intensos y la necesidad de reprimir los deseos genitales es demasiado fuerte, posteriormente se presentan dificultades en la potencia. En el varón, tales temores están normalmente contrarrestados por una imagen del cuerpo de su madre como fuente de toda bondad (leche y bebés buenos), así como por su introyección de objetos amados. Cuando predominan sus impulsos de amor, los productos y contenidos de su cuerpo adquieren el significado de regalos; su pene se convierte en un medio de gratificación y de dar bebés a su madre, así como reparación.

            También, si predomina la sensación de tener el pecho bueno de la madre y el pene bueno del padre, la confianza del niño en sí mismo aumenta, lo que le permite liberar sus impulsos y deseos. En una unión e identificación con su padre bueno, el niño percibe que su pene adquiere cualidades reparadoras y creadoras. Todas estas emociones y fantasías le permiten enfrentar su temor a la castración y establecer de un modo firme su posición genital. Son también la condición previa para una potencia sublimada, que interviene fuertemente en las actividades e intereses del niño; al mismo tiempo se crea así la base para adquirir potencia en años venideros.

 

c) El desarrollo edípico de la niña

            Ya he descrito los estadíos tempranos del desarrollo edípico de la niña, en tanto que coinciden con el desarrollo del niño. Ahora señalaré ciertos rasgos esenciales que son específicos del complejo edípico de la niña.

            A la niña se le presenta el deseo de recibir el pene cuando, dada la naturaleza receptiva de sus órganos genitales, se le refuerzan las sensaciones correspondientes[17]. Al mismo tiempo tiene un conocimiento inconsciente de que su cuerpo contiene bebés en potencia, lo que siente ser su más valiosa posesión. El pene de su padre como el objeto que da los bebés, y que está equiparado con los bebés, se convierte en objeto fuertemente deseado y admirado por la niña. Esta relación con el pene, como fuente de felicidad y de dones buenos, está incrementada por la relación de amor y de agradecimiento con el pecho bueno.   Unidas a su conocimiento inconsciente de que en potencia ella contiene bebés, la niña tiene dudas intensas acerca de su capacidad de poder tener niños. En diferentes aspectos, se siente en una posición de desventaja al comparar se con su madre. Según el inconsciente de la niña, la madre está dotada de un poder mágico, porque todo lo bueno procede de su pecho y porque la madre también contiene el pene del padre y los bebés. En contraste con el niño varón, cuya confianza de tener potencia se refuerza por la posesión de un pene, que puede  ser comparado con el pene del padre, la niña no tiene medios de tranquilizarse en lo referente a su fertilidad futura. Además, sus dudas se incrementan por todas las ansiedades referentes a los contenidos de su cuerpo. Estas ansiedades intensifican los impulsos de robar el cuerpo de la madre, de sus niños y también del pene paterno, intensificando esto a su vez el temor de que su propio interior pueda ser atacado y robado, privándole de sus contenidos "buenos", por una madre vengativa externa e interna.

            Algunos de estos elementos actúan también en el niño, pero los rasgos esenciales del desarrollo de la niña lo constituyen el hecho de que su desarrollo genital esté centrado en el deseo femenino de recibir el pene paterno y que su preocupación inconsciente principal sea la referente a sus bebés imaginados. Consecuentemente, sus fantasías y emociones se hacen predominantemente alrededor de su mundo y objetos interiores; su rivalidad edípica se expresa esencialmente en el impulso de robar a su madre el pene del padre y los bebés. El temor de que su cuerpo sea atacado y sus objetos internos buenos dañados o sacados de ella por una madre mala y vengativa, tiene un papel prominente y persistente en sus ansiedades. Según me parece, ésta es la situación de ansiedad predominante en la niña.

            Además, así como en el niño la envidia de su madre (de la que cree que contiene el pene del padre y los bebés) es un elemento en su complejo edípico invertido, en la niña esta envidia forma parte de su situación edípica positiva, constituye un factor esencial a lo largo de su desarrollo sexual y emocional y tiene un efecto importante en su identificación con su madre, en su relación sexual con su padre, así como en su futuro papel de madre.

            El deseo de la niña de poseer un pene y de ser varón es una expresión de su bisexualidad, y este rasgo es tan inherente en las niñas, como lo es en el niño el deseo de ser mujer. Su deseo de tener un pene propio es secundario a su deseo de recibir el pene, y está muy incrementado por las frustraciones en su posición femenina y por la ansiedad y culpa experimentadas en la situación edípica positiva. La envidia que la niña profesa al pene, encubre en cierta medida el deseo frustrado de tomar el lugar de la madre en la relación con el padre y de recibir niños de él.

            Aquí sólo puedo referirme rápidamente a los factores específicos en los cuales descansa la formación del superyó en la niña. Debido a la gran importancia que tiene el mundo interior de la niña en su vida emocional, siente ella un fuerte impulso a llenar este mundo interior con objetos buenos. Esto contribuye a la intensidad de sus procesos introyectivos, que también están reforzados por la naturaleza receptiva de su órgano genital. El admirado pene del padre internalizado forma una parte intrínseca de su superyó. La niña se identifica a sí misma con su padre en la posición masculina, pero esta identificación se basa en la posesión de un pene imaginario. Su identificación principal con el padre está vivenciada en relación con el pene internalizado de su padre, estando basada esta relación tanto en la posición femenina como en la masculina. En la posición femenina, la niña está impulsada a internalizar el pene paterno por sus deseos sexuales y por su anhelo de tener bebés. Es capaz de una sumisión completa a este padre admirado internalizado, mientras que en la posición masculina desea imitar todas sus aspiraciones y sublimaciones masculinas. De este modo su identificación masculina con el padre está mezclada con su actitud femenina, siendo esta combinación la que caracteriza al superyó femenino.

            En la formación del superyó de la niña el admirado padre bueno coexiste, hasta un cierto grado, con el padre malo y castrador. Empero, el objeto de su mayor ansiedad es la madre perseguidora. Si la internalización de una madre buena, con cuya actitud maternal ella puede identificarse, equilibra este temor persecutorio, su relación con el padre bueno internalizado se refuerza por su propia actitud maternal hacia él.

            A pesar de la preeminencia del mundo interior en su vida emotiva, la necesidad de amor de la niña pequeña y su relación real con las personas indican una gran dependencia del mundo exterior. Sin embargo, esta contradicción es solamente aparente ya que su dependencia del mundo exterior está reforzada por su necesidad de reasegurarse en lo referente a su mundo interior.

 

d) Algunas comparaciones con el concepto clásico

            Compararé aquí mis puntos de vista con los de Freud, en cuanto se refiere a ciertos aspectos del complejo de Edipo, así como aclarar algunas divergencias, a las cuales me ha conducido mi experiencia. Muchos aspectos del complejo de Edipo, en los cuales mi trabajo confirma completamente los descubrimientos de Freud, en cierto modo han sido ya expuestos implícitamente en mi descripción de la situación edípica. Sin embargo, la magnitud del tema hace necesario que al discutir el detalle de estos aspectos, tenga que limitarme a aclarar algunas de las divergencias. El resumen siguiente presenta, en mi opinión, lo esencial de las conclusiones de Freud sobre ciertos rasgos fundamentales en el desarrollo edípico[18]. Según Freud, surgen los deseos genitales y hay una elección definida de objeto en la fase fálica, que se extiende entre los tres y cinco años y que coincide con el complejo de Edipo. En esta fase "solamente una clase de órgano genital cuenta: el órgano masculino". La primacía que, por lo tanto, se alcanza, no es una primacía del órgano genital sino del falo[19]. En el varón "el estadío fálico de la organización genital sucumbe a la amenaza de castración"[20]. Además, su superyó, el heredero del complejo de Edipo, se forma por la internalización de la autoridad paterna. La culpabilidad es la expresión de tensión entre el yo y el superyó. El uso de la palabra culpabilidad se justifica únicamente cuando el superyó está desarrollado. Freud considera que la autoridad internalizada del padre predomina en el superyó del niño; y aunque reconoce hasta cierto punto la identificación con la madre como un factor en la formación del superyó del varón, no ha expresado en detalle sus puntos de vista acerca de este aspecto del superyó.

            En lo que se refiere a la niña, según la opinión de Freud, se presenta su "apegamiento preedípico" a la madre en el período anterior al desarrollo de la situación edípica. Freud también caracteriza este período como "la fase del apegamiento exclusivo a la madre", lo que puede ser llamado "la fase preedípica"[21]. Por lo tanto, durante su fase fálica el deseo fundamental de la niña, en relación con su madre, mantenido con la mayor intensidad, se centra en el deseo de recibir un pene de ella. En la mente de la niña e1 clítoris representa el pene, y la masturbación clitoridiana es la expresión de sus deseos fálicos. Todavía no ha descubierto la vagina, que solamente empieza a intervenir en su pubertad. Cuando la niña descubre que no posee un pene, entonces se presenta su complejo de castración. En este momento se rompe su apegamiento a su madre, con resentimiento y odio, porque su madre no le ha dado un pene. Descubre también que hasta su misma madre carece de pene, y esto contribuye a que se desvíe de la madre y busque al padre. Primeramente se vuelve hacia el padre con el deseo de recibir un pene de él, y sólo secundariamente con el deseo de que le dé un niño: el niño sustituyendo al pene de acuerdo con la vieja ecuación simbólica[22]. De este modo su complejo edípico está empujado por su complejo de castración. La situación principal de ansiedad en la niña es la de pérdida de amor, y Freud conecta este temor con su temor a la muerte de su madre. El desarrollo del superyó de la niña difiere en distintos aspectos del del niño, pero tiene en común un rasgo esencial, que es que el superyó y el sentimiento de culpabilidad son secuelas del complejo de Edipo.

            Freud señala que los sentimientos maternales de la niña derivan de la relación temprana con la madre en la fase preedípica; se refiere también a la identificación de la niña con la madre derivada de su complejo de Edipo. Pero no ha unido entre si estas dos actitudes, ni tampoco ha señalado cómo la identificación femenina con su madre, en la situación edípica, afecta el curso del complejo de Edipo en la niña. Según su opinión, en tanto que la organización genital de la niña está conformándose, ella considera a su madre predominantemente en su aspecto fálico.

 

            Ahora resumiré mis propios puntos de vista acerca de estos desarrollos especiales. Tal como yo lo veo, el desarrollo sexual y emocional del niño y de la niña incluyen desde la primera infancia sensaciones y rasgos genitales que constituyen los primeros estadíos del complejo de Edipo invertido y positivo. Son sentidos bajo la primacía de la libido oral y se entremezclan con deseos y fantasías uretrales y anales. Los estadíos libidinales existen simultáneamente, sobreponiéndose los unos a los otros desde los primeros meses de vida. Desde un comienzo, las tendencias positivas e invertidas edípicas están en interacción mutua. Y es en el estadío de la primacía genital cuando la situación edípica positiva alcanza su punto culminante.

En mi opinión, tanto el niño como la niña experimentan deseos genitales dirigidos hacia la madre y el padre, y tienen un conocimiento inconsciente tanto de la vagina como del pene[23]. Por esta razón, la palabra primera de Freud, "fase genital", me parece más adecuada que su concepto ulterior de "fase fálica".      El superyó se inicia en la fase oral en ambos sexos. Con el influjo de la vida de fantasías y de emociones en conflicto, el niño en cada estadío de su organización libidinal, introyecta sus objetos -ante todo a sus padres- y crea el superyó de estos objetos. Por esta razón, aunque el superyó corresponde de varios modos a las personas reales en el mundo del niño pequeño, tiene varios componentes y rasgos que reflejan las imágenes fantásticas existentes en su mente. Todos los factores que intervienen en algo en sus relaciones de objeto, cumplen un papel desde el comienzo en la formación de su superyó.

            El primer objeto introyectado, el pecho materno, forma la base del superyó. Así como la relación con el pecho materno precede e influye fuertemente en la relación con el pene del padre, la relación con la madre introyectada afecta de diferentes formas a todo el curso del desarrollo del superyó. Algunos de los rasgos más importantes del superyó, ya sea amante y protector o destructivo o devorador, provienen de estos componentes tempranos maternos del superyó. Los primeros sentimientos de culpabilidad en los dos sexos provienen de los deseos oral-sádicos de devorar a la madre y, ante todo, sus pechos (Abraham). Es, por lo tanto, en la primera infancia cuando se originan los sentimientos de culpabilidad. La culpabilidad no se presenta cuando se está terminando el complejo de Edipo, sino que más bien es uno de los factores que desde un comienzo moldean su curso y afectan su desenvolvimiento final.

            Ahora me voy a ocupar específicamente del desarrollo del niño varón. En mi opinión, el temor a la castración se inicia en la infancia tan pronto como se tienen sensaciones genitales. Los primeros impulsos del niño varón de castrar a su padre toman el aspecto de arrancarle el pene mordiéndoselo, y, por lo tanto, el temor a la castración es sentido por el niño varón primeramente como un temor a que su pene pueda ser arrancado de un mordisco. Estos temores de castración tempranos, en un comienzo están encubiertos con ansiedades que proceden de otras muchas fuentes, entre las cuales tienen un papel predominante las situaciones de peligro interno.

            Cuanto más se aproxima el desarrollo a la primacía genital, tanto más se hace presente la angustia de castración. Así como estoy de acuerdo con Freud en que la angustia de castración es la situación de ansiedad predominante en el varón, no estoy conforme con su descripción de que es el único factor que determina la represión del complejo de Edipo. A todo lo largo del desarrollo, las ansiedades tempranas de diferentes orígenes cumplen un papel al lado del papel predominante que cumple la angustia de castración en el momento álgido de la situación edípica. Además, el varón experimenta dolor y pena en relación con su padre, como un objeto querido, provocando sus impulsos de castrarlo y de matarlo, porque en sus buenos aspectos el padre es una fuente indispensable de fortaleza, es un amigo y un ideal al cual el varón se dirige buscando protección y guía, y al cual, por lo tanto, el niño se siente impulsado a preservar. Sus sentimientos de culpabilidad, en relación con los impulsos agresivos hacía el padre, le incrementan la tendencia a reprimir sus deseos genitales. Una y otra vez he encontrado en el análisis de varones que los sentimientos de culpabilidad en relación con el padre querido constituyen un elemento integrante importante del complejo de Edipo, influyendo de un modo vital en el desarrollo de este complejo. El sentimiento de que también la madre está en peligro por la rivalidad del hijo con el padre y que la muerte del padre seria una pérdida irreparable para ella, contribuyen a la intensidad del sentimiento de culpabilidad del niño y, por lo tanto, a la represión de sus deseos edípicos.

            Como ya sabemos, Freud llegó a la conclusión teórica de que tanto el padre como la madre son objetos de deseos libidinales de Edipo. (Véase su concepto del complejo de Edipo invertido.) Además, Freud, en algunas dé sus obras (entre sus historiales, especialmente en el "Análisis de la fobia de un niño de cinco años", 1909), ha tenido en cuenta el papel que desempeña el amor hacia el padre en el complejo de Edipo positivo del niño varón. Sin embargo, no ha insistido suficientemente en el papel fundamental de estos sentimientos de amor, tanto en el desarrollo del complejo de Edipo como en su superación. Según mi experiencia, la situación edípica pierde fuerza, no solamente porque el niño teme la destrucción de su órgano genital por un padre vengativo, sino porque, por sentimientos de amor o de culpabilidad, se siente empujado a preservar y proteger a su padre tanto como una imagen interna como externa.

            Ahora voy a exponer brevemente mis conclusiones sobre el complejo de Edipo en la niña. La fase en la cual, según Freud, la niña está exclusivamente unida a su madre, según mi opinión incluye también los deseos dirigidos hacia el padre, así como los estadíos tempranos del complejo de Edipo invertido y positivo. Aunque considero esta fase como un período de fluctuación entre los deseos dirigidos hacia la madre y hacia el padre en todas las posiciones libidinales, a mi parecer no hay duda acerca de la influencia profunda, de alcance largo y permanente, de cada aspecto de la relación con la madre en relación con el padre.

            La envidia del pene y el complejo de castración juegan un papel esencial en el desarrollo de la niña; pero están muy reforzados por la frustración de los deseos edípicos. positivos. Aunque la niña, en uno de sus estadíos, supone que su madre posee un pene, como un atributo masculino, este concepto no desempeña en su desarrollo un papel tan importante como sugiere Freud. Según mi experiencia, la teoría inconsciente de que la madre contiene el pene admirado y deseado del padre, es posterior a muchos de los fenómenos que Freud ha descrito referentes a la relación de la niña con la madre fálica. Los deseos de la niña del pene paterno se mezclan con sus primeros deseos genitales de recibir dicho pene. Estos deseos genitales implican también el deseo de recibir un niño del padre, lo que asimismo está contenido en la ecuación "pene-niño". El deseo femenino de internalizar el pene y de recibir un niño de su padre precede invariablemente al deseo de poseer un pene propio.

            Aunque estoy de acuerdo con Freud acerca de la preeminencia, entre las ansiedades de la niña, del temor a la pérdida del amor y a la muerte de la madre, yo mantengo que el temor a que su cuerpo sea atacado y sus objetos queridos internos destruidos contribuye esencialmente a su situación principal de ansiedad.

 

OBSERVACIONES FINALES

            A través de toda mi descripción del complejo de Edipo he intentado demostrar la interdependencia de ciertos aspectos predominantes de su desarrollo. El desarrollo sexual del niño está unido de un modo intrínseco a sus relaciones de objeto y a todas las emociones que desde un primer momento moldean su actitud hacia la madre y el padre. La ansiedad, la culpabilidad y los sentimientos depresivos son los elementos intrínsecos de la vida emocional del niño y, por ello, penetran en las relaciones tempranas del niño con sus objetos, consistentes en relaciones con personas reales, así como con sus representantes en su mundo interior. A partir de estas figuras introyectadas -las identificaciones del niño- se desarrolla el superyó, que a su vez influye en la relación con ambos progenitores y en todo el desarrollo sexual. Así, el desarrollo emocional y sexual, las relaciones de objeto y desarrollo del superyó actúan los unos sobre los otros desde un comienzo.

            La vida emocional del niño, las defensas tempranas construidas bajo la tensión de conflictos entre amor, odio y culpabilidad, y las vicisitudes de las identificaciones del niño, son tópicos que es muy posible que ocupen la investigación psicoanalítica en tiempos venideros. Una mayor investigación en estas direcciones nos conducirá a una mejor comprensión de la personalidad, lo que implica una mejor comprensión del complejo de Edipo y del desarrollo sexual.

 

Notas 

[1] Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, O. C., 22.

[2] Las reproducciones en este artículo han sido sacadas de los originales y son de tamaño algo menor. Los originales fueron dibujados con lápiz negro y luego coloreados con otros de colores. En tanto que ha sido posible en las reproducciones, los diferentes colores están indicados por señales diferentes. En el Dibujo III, sin embargo, los submarinos deben ser negros, y las banderas rojas y los peces y estrellas de mar, amarillos.

[3] En su artículo "La organización genital infantil" (O. C., 19), Freud describe la organización genital infantil considerándola como una "fase fálica". Una de sus razones principales para introducir ese término era su opinión de que durante la fase genital infantil el órgano genital femenino no ha sido todavía descubierto o reconocido y que todo el interés del niño ola niña está centrado en el pene. Mi experiencia no confirma este punto de vista; tampoco creo que el uso del término "fálico" designe bien al material que se discute en este artículo. Por lo tanto sigo empleando el término original de Freud de "fase genital" ("organización genital"). Expondré más detalladamente mis razones para esta elección de términos en el resumen general teórico que se encuentra mas adelante en este artículo.

[4] Es significativo que al mismo tiempo el deseo libidinal por el pene de su padre, que había estado fuertemente reprimido, también apareció, y en su forma más primaria. Mirando de nuevo la lámina del monstruo, en contra del cual el hombrecito estaba peleando, Ricardo dijo: "Es horrible mirar al monstruo, pero es posible que su carne sea deliciosa para comer".

[5] Es importante mencionar aquí que le habían hecho la circuncisión a la edad de tres años y que desde entonces siempre había tenido un intenso miedo consciente a los médicos y a las operaciones.

[6] Tan importantes como las ya citadas eran, siguiendo sus fantasías, sus impulsos y ansiedades uretrales, aunque específicamente no formasen parte de este material.

[7] Este dibujo representaba también el "interior" de la madre, en el que ocurría la misma lucha, Ricardo y su hermano aparecían en el papel de protectores internos de ella, y su padre como objeto peligroso interno de ella.

[8] No hay duda de que a su vez tales ansiedades son capaces de provocar resfríos u otras enfermedades físicas y, por lo menos de disminuir la resistencia a ellos. Lo que significa que aquí tenernos que enfrentarnos con un circulo vicioso, porque a su vez estas enfermedades reforzaban todos los temores de Ricardo.

[9] Mantener la estufa encendida tenía también el significado inconsciente de demostrarse a sí mismo que ni él ni su padre estaban castrados.

[10]  "Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa", O. C., II.

[11] Algo más adelante, en mi resumen general teórico, me refiero al desarrollo del superyó en la niña ya la parte esencial que desempeña en él el padre. Este aspecto de la formación del superyó no había aparecido en el análisis de Rita; sin embargo se manifestaba un desarrollo en esta dirección por la mejor relación con su padre hacia el fin del análisis. Considero que la angustia y la culpabilidad relacionada con su madre dominaban de tal manera su vida emocional, que tanto la relación con el padre externo como con la figura paternal internalizada estaban trastornadas.

[12] Esta parte del material no ha sido publicada anteriormente.

[13] Esta situación de ansiedad en cierto modo formaba parte del análisis de Rita, pero entonces yo no percibí totalmente la importancia de tales ansiedades ni su conexión íntima con la depresión. Esto se me hizo más patente a la luz de mi experiencia ulterior.

[14] En este resumen mi propósito principal es el de presentar claramente mis puntos de vista sobre ciertos aspectos del complejo edípico. También intento comparar mis conclusiones con ciertas afirmaciones de Freud sobre este tema. Por lo tanto, considero imposible ocuparme también de citar otros autores o de hacer referencias a la copiosa bibliografía que trata de este asunto. Sin embargo, en lo que se refiere al complejo edípico de la niña, remito al lector al capitulo II de mi libro El psicoanálisis de niños (1932), en el cual he señalado los puntos de vista de varios autores.

[15] Al tratar de la relación fundamental del niño con el pecho de la madre, con el pene del padre y de las situaciones de ansiedad y las defensas resultantes, yo pienso en algo mas que en una relación con objetos parciales. En realidad ya desde un comienzo el niño asocia estos objetos parciales con su padre y con su madre. Las vivencias diarias con sus padres y la relación inconsciente que se va desarrollando con ellos como objetos internos más y mas se concentran alrededor de estos objetos parciales primarios y se suman a su importancia primordial en el inconsciente del niño.

[16] Debe ser tenida en cuenta la gran dificultad de expresar, en lenguaje adulto, las fantasías y los sentimientos de un niño pequeño. Todas las descripciones de las fantasías inconscientes tempranas -y también de todas las fantasías inconscientes en general- pueden ser consideradas únicamente como señaladores de los contenidos, más bien que señaladores de las formas de tales fantasías.

[17] El análisis de niños pequeños no deja lugar a duda respecto al hecho de que la vagina está representada en el inconsciente del niño. La masturbación vaginal real en la primera infancia es mucho más frecuente de lo que se ha creído, lo cual está señalado por varios autores.

[18] Este resumen proviene en su mayor parte de las siguientes obras de Freud: El yo y el ello, "La organización genital infantil", "El sepultamiento del complejo de Edipo", "Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos", "Sobre la sexualidad femenina" y Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.

[19]  "La organización genital infantil."

[20]  "El sepultamiento del complejo de Edipo."

[21]  "Sobre la sexualidad femenina."

[22] “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”.

[23] Este conocimiento coexiste en el inconsciente del niño, y también, hasta cierto punto, en la conciencia, con el conocimiento de la existencia del ano, cuyo papel se puede observar más frecuentemente que el de la vagina en las teorías sexuales infantiles.   

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