LA PINTURA ARGENTINA EN EL PERÍODO 1810 - 1830 archivo del portal de recursos para estudiantes |
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Una primera época en el desarrollo artístico Las actividades relacionadas con la pintura fueron muy escasas en los primeros veinte años del período patrio, porque no existía una tradición local, a diferencia de lo acontecido en otros países hispanoamericanos como México o el Perú. Es indudable que la suma de varios factores concurrentes permiten establecer en un medio social las condiciones requeridas para el desarrollo artístico. Además de las personas señaladas para cumplir con la difícil tarea de la creación plástica, se requiere una tradición en este aspecto del arte, como también los medios necesarios para el adiestramiento —escuelas, talleres, elementos materiales— y un público interesado en esas manifestaciones. Ninguno de estos elementos positivos se daban en nuestro medio en la época que nos ocupa. Con excepción de la pintura, el grabado y la literatura, las restantes actividades fueron casi nulas y conviene destacar que la escultura es de reciente data, pues en épocas de la Revolución de Mayo y de las guerras de la Independencia, el arte escultórico se reducía a la obra de imagineros y retableros religiosos que trabajaban para las congregaciones e iglesias. "Desde los comienzos de su arte —escribió Julio Payró— las obras realizadas por los argentinos han podido diferir por el acento, el tema o la calidad de aquellas que se creaban en el Viejo Mundo, mas no se distinguen de éstas por lo que llamaremos "el lenguaje", o sea por las formas de expresión empleadas. Desde las técnicas (lápiz, pluma, miniaturas, temple, acuarela, óleo, aguafuerte, litografía, etc.) hasta el estilo, la factura, la composición y demás factores expresivos de un dibujo, un grabado o un cuadro, lo que se produjo en el siglo XIX en nuestro país tiene inconfundible raíz europea." Esto no significa desconocer la influencia del medio geográfico y humano local, pues incluso los artistas extranjeros reflejaron con bastante acierto el ambiente criollo. En el primer cuarto de vida independiente, el arte pictórico de nuestro país ofrece ciertas particularidades propias de los artistas o aficionados extranjeros que nos visitaron. En general, se observa en los trabajos un propósito documental, un deseo de perpetuar gráficamente nuestros paisajes, costumbres o personajes característicos. Para aquellos europeos, todo lo que estuviera relacionado con nuestro medio despertaba la curiosidad de lo pintoresco. |
Juan Felipe Goulu (1795-1855)
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Nacido en Francia —probablemente hijo de un miniaturista parisiense—, se radicó un tiempo en el Brasil, donde fue profesor de los príncipes de Braganza. Hacia el año 1815 y por el temor de las fiebres malignas, pasó a Buenos Aires donde vivió por espacio de cuarenta años, hasta su muerte. Goulu se había especializado en la miniatura, pero también se destacó por sus retratos al óleo, de mayor tamaño. Alternó su labor artística con la enseñanza particular, aunque de una actividad comercial obtuvo su medio de vida; más tarde, pudo subsistir gracias a su hija, que daba lecciones de dibujo y música. Su maestría en la miniatura se observa en la que representa a la señorita Dominga Rivadavia —emparentada con el presidente—, la cual se destaca por la policromía de los tonos cálidos y la perfección en el dibujo. También la de Cirila Crespo —más tarde la madre del pintor Eduardo Sívori— cuyo rostro refleja las virtudes de esta joven inteligente y bondadosa. |
Emeric Essex Vidal (1791-1861)
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Este marino y pintor costumbrista inglés visitó el Río de la Plata en dos ocasiones entre los años 1816 y 1829. En Buenos Aires le llamaron la atención la vida y costumbres de sus habitantes y observó con interés el aspecto de la ciudad como también el paisaje rural. Pintó a la acuarela buen número de motivos y escenas de gran valor documental en todo lo relativo al ambiente e indumentaria de la época. Sus obras representan el punto de partida de una iconografía de Buenos Aires prolijamente documentada. "Con las pinturas de Vidal —escribe su biógrafo Alejo González Garaño— tenemos por vez primera un panorama casi completo de lo que era Buenos Aires alrededor de 1820, pues su autor reprodujo exactamente lo que sus ojos vieron; podrán discutirse artísticamente, pero jamás negar su alto valor documental." |
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Con ágil y certero pincel, Vidal observó el panorama de Buenos Aires desde distintos puntos de vista, y como bien ha dejado escrito este artista foráneo resultarán aceptables estos diseños, por ser hasta la fecha —1820— las primeras ilustraciones gráficas de esos lugares. Reprodujo fielmente El Fuerte "desde la cabecera del malecón en una tarde de verano"; parte del amplio edificio de la Aduana, los Carros aguateros que bajaban al río para proveerse del líquido, la iglesia de Santo Domingo y en primer plano varias porteñas saliendo del templo —de gran valor para apreciar la moda femenina de la época—, el Mendigo a caballo, una Vista general de Buenos Aires desde la Plaza de Toros, etcétera. También representó escenas características de nuestra campaña; dos vistas del actual San Isidro; Pulpería en el campo; La caza de ñandúes, etcétera. En el año 1820, veinticuatro acuarelas de Vidal fueron publicadas en Londres —con lujosa encuadernación— bajo el título de Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo ("Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Montevideo") acompañadas por comentarios y explicaciones del autor.
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EL GRABADO Manuel Pablo Núñez de Ibarra (1782-1862) Es el primero de nacionalidad argentina y su obra —propia de un precursor— no fue muy destacada. Durante su larga vida alternó el oficio de platero y orfebre con el de grabador; también se ocupó de la enseñanza del dibujo, pues trabajó en la Escuela del padre Castañeda.
Juan de Dios Rivera (1760-1843) Descendiente de incas —su madre estaba emparentada con Túpac Amaru—, nació en Potosí y durante algún tiempo trabajó en la Ceca (Casa de Moneda) que funcionó en esa ciudad. Fue un hábil grabador y nos ha dejado como muestra un pequeño retrato del rey Fernando VII, que representa al monarca español de perfil —bastante bien logrado— del cual se reprodujeron ejemplares en papel y sobre seda, que fueron distribuidos con motivo de la jura de ese soberano en Buenos Aires (agosto de 1808).
LA ESCUELA DE DIBUJO DEL PADRE CASTAÑEDA Belgrano estimuló la enseñanza del dibujo en el Río de la Plata y a su iniciativa se debe la creación de la escuela que funcionó en el edificio del Consulado. Con espíriru mordaz y polémico, criticó la incultura de su época y sostuvo que de nada valían los triunfos de las armas si el pueblo permanecía cautivo de la ignorancia. En el año 1802 habia cerrado sus puertas la Escuela de Dibujo del Consulado y desde ese momento el virreinato careció de un establecimiento destinado a la enseñanza de la mencionada disciplina. A fines de 1814, el padre Castañeda destinó dos aulas del convento de los recoletos franciscanos (situado al lado de la iglesia del Pilar) para escuela de dibujo. Se propuso —son sus palabras— "infundir en la masa del pueblo el hábito de las artes gráficas".
Su traslado al edificio del Consulado Para permitir el ingreso de mayor número de jóvenes, el padre Castañeda solicitó al Cabildo y al Consulado un local más céntrico y entonces el último organismo le cedió un amplio salón, además de mesas, bancos y otros elementos necesarios. El padre Castañeda pronunció el discurso inaugural y entre otros conceptos afirmó: "No basta que los niños aprendan los rudimentos de la religión católica que por dicha nuestra profesamos, no basta que sepan leer, escribir y contar, pues todas estas habilidades pueden aprenderlas de día, preciso es también que la noche se emplee en la instrucción y enseñanza del dibujo o grafidia."
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Reapertura en el Colegio de Ciencias Morales A comienzos del año 1820, el padre Castañeda inició una violenta campaña desde uno de sus periódicos —"Despertador Teofilantrópico y Misticopolítico"— destinada a lograr la reapertura de la Escuela de Dibujo. La acción periodística logró sus propósitos, por cuanto el Consulado dispuso trasladar el establecimiento al Colegio de Ciencias Morales y llamar a concurso de oposición para ocupar el cargo de director. En octubre de 1820 fue designado el grabador francés José Rousseau, "sujeto de cualidades recomendables" según el periódico "La Gazeta". La escuela dispuso de un salón amplio y bien iluminado. Dice al respecto el padre Castañeda: "Tres hermosas ventanas que le suministran la luz necesaria para los que quieran dibujar y para la noche están preparadas las arañas correspondientes. La sala está cubierta de cuadros que contienen entre cristales no sólo la multitud de láminas grabadas en Francia, sino también las que en estos tres meses han dibujado los candidatos y cedido generosamente para el adorno de la escuela." La actuación de Rousseau fue breve, como veremos seguidamente.
La Cátedra de Dibujo Cuando se creó la Universidad de Buenos Aires —gobierno de Martín Rodríguez— la Escuela de Dibujo junto con la Academia de Matemáticas pasaron a depender en dicha casa de estudios, del Departamento de Ciencias Exactas. Guth sostuvo ante el presidente Rivadavia la necesidad de establecer dos ciclos (elemental y superior) a través de cuatro años de estudio, con el objeto de formar profesores de dibujo. Entre sus numerosos discípulos se destacaron los futuros pintores Carlos Morel y Fernando García del Molino. Guth continuó enseñando hasta el año 1828, en que abandonó la cátedra por enfermedad. El plan de estudios de la escuela era muy ambicioso para aquella época, pues figuraban la arquitectura civil y militar, la perspectiva, geometría, topografía, ornato y paisaje. Disponía seguir el célebre "Tratado de los cinco órdenes de la arquitectura" de Barozio da Vignola, como también de otros destacados estudiosos (Vitrubio, Palladio, Serli).
EL PRIMER INTRODUCTOR DE PINTURAS La más antigua exposición de cuadros en Buenos Aires En época de la dominación española habían llegado al Río de la Plata pinturas procedentes de Europa, pero esos trabajos —bastante escasos— tenían carácter religioso y eran de discreta calidad artística. En consecuencia, resultó toda una novedad la primera colección de cuadros europeos con obras de maestros del Renacimiento, que abrió sus puertas en Buenos Aires, el 8 de marzo de 1829. El episodio es de suma importancia cultural dentro del tema que nos ocupa, debido a lo precario del medio, con luchas políticas fratricidas y problemas externos. De acuerdo con lo anunciado las obras habían sido realizadas por maestros de la categoría de Rafael, Ticiano, Tintoretto, Velázquez, Murillo y otros. Los periódicos "El Tiempo" y el "British Packet" publicaron crónicas elogiosas sobre la muestra.
LA LITOGRAFIA Se llama litografía al arte de dibujar o escribir con un lápiz graso y tinta especial sobre una piedra caliza preparada al efecto, con el propósito de reproducir ejemplares. La litografía fue inventada en 1796 por Luis Senefelder, nacido en Praga. Se basó en la propiedad de la piedra litográfica de retener las grasas y al mismo tiempo de mantener la humedad, por medio de un procedimiento químico adecuado. En su época, la litografía significó un notable progreso para las artes gráficas, por cuanto el procedimiento resultó más rápido y económico que el utilizado para imprimir con moldes de madera y metal.
Juan Bautista Douville Este litógrafo, naturalista y etnógrafo francés se estableció en el año 1826, con una librería en la calle La Piedad N" 95 (hoy Bartolomé Mitre). Según relata en sús memorias, encontró una prensa litográfica en el comercio de un amigo inglés y el hallazgo le sugirió la idea de publicar los rostros de figuras destacadas de la época. Escribe Douville: "Yo no había nunca ejercido el arte de la litografia pero había visto trabajar obreros que a él se dedicaban. Dibujaba, además, bastante bien, y como poseía algunas nociones de química, esperaba llegar a fabricar los lápices que me fueran necesarios." Se asoció con su compatriota, el buen dibujante Luis Lainé y reprodujo la efigie del almirante Guillermo Brown, con tanto éxito que hubo de lanzar una segunda tirada, que salió a la venta al público en marzo de 1827. A este retrato le siguieron los de los militares Carlos de Alvear, Lucio Mansilla y Antonio González Balcarce.
César Hipólito Bacle (1794-1838) Nació en Ginebra cuando esa ciudad pertenecía a Francia. Litógrafo, cartógrafo, naturalista y botánico, arribó a nuestro país en el año 1825.
Gregorio Ibarra (1814-1883) Abrió un comercio de litografía y librería que llamó Litografía Argentina. En el año 1837 fundó el "Boletín Musical", primer periódico que circuló en Buenos Aires dedicado a esa actividad artística. Allí reprodujo composiciones musicales de Pedro Esnaola, Juan Bautista Alberdi, Remigio Navarro y algunos otros. También retratos litográficos de autores, críticas literarias y artículos de diverso carácter.
LA PINTURA ENTRE LOS AÑOS 1830 Y 1852 Carácter del período Al ocuparnos de la actividad pictórica de nuestro país en los primeros veinte años de vida independiente, dijimos que los artistas —todos extranjeros— fueron muy pocos y sus obras escasas. El retrato fue un género lucrativo, por cuanto sus modelos pertenecían a la clase adinerada que pagaba bien a los artistas. Otro carácter del período que nos ocupa se encuentra en la escasa pintura de inspiración religiosa. Con excepción de algunas obras, los resultados en este aspecto son muy modestos.
LOS PINTORES EXTRANJEROS Se citan a continuación algunos destacados pintores extranjeros que actuaron en nuestro medio en la época que nos ocupa. En su mayoría, estos artistas fueron ignorados por sus países de origen; en consecuencia, aunque nacidos en el exterior, podemos considerarlos incorporados a todo lo nuestro. A través de las obras de estos pintores foráneos, que hoy se conservan en galerías y museos, tenemos una imagen viviente de próceres, intelectuales y políticos, como también de paisajes y elementos populares argentinos.
Carlos Enrique Pellegrini (1800-1875) Este ingeniero, arquitecto, retratista y litógrafo francés nació en Chambery (Saboya). Estudió dibujo en la Escuela Politécnica de París y más tarde se graduó de ingeniero hidráulico. En la última ciudad fue contratado —a pedido de Rivadavia— para dirigir en nuestro medio varias obras públicas.
Augusto Quinsac Monvoisin (1790-1870) Fue uno de los más destacados pintores que llegaron a nuestro país en el siglo XIX. Nació en Burdeos y desde muy niño mostró inclinación por el dibujo. Estudió en su ciudad natal y luego se trasladó a París, en cuya Escuela de Bellas Artes ingresó en 1816. Más tarde se incorporó al taller de Guérin y allí fue condiscípulo del célebre Delacroix. En 1821 se trasladó a Roma para perfeccionarse en su arte y en esa ciudad se casó con la pintora Domenica Festa. De regreso en Francia expuso sus obras en el Salón de París, donde obtuvo varios premios.
Juan Mauricio Rugendas (1802-1858) Nació en Augsburgo, hijo de una familia de artistas. Inició sus estudios con su padre, que era director de la Academia de Bellas Artes de su ciudad natal, y luego se perfeccionó en la Academia de Munich. En el año 1821 y en calidad de dibujante se dirigió al Brasil con la expedición científica del Barón Jorge Langdorf. Realizó numerosos apuntes, óleos y acuarelas en los cuales reflejó también escenas y costumbres. Más tarde publicó en París una obra con cien láminas litografiadas referentes a ese viaje.
Domingo Faustino Sarmiento, que llamó a Rugendas "viejo amigo", escribió lo siguiente sobre el pintor alemán: "Su grande obra sobre el Brasil le ha dado un nombre en Europa, pero ni en Europa ni en América se apreciará por largo tiempo todavía su exquisito talento de observación, la nimia exactitud de sus cuadros de costumbres. Rugendas es un historiador más bien que un paisajista ... Humboldt con la pluma y Rugendas con el lápiz son los dos europeos que más a lo vivo han descriptu la América.'' Luego de diez meses de actividad en Buenos Aires, el artista viajó a Montevideo y Río de Janeiro; de regreso en Europa se radicó en Munich. Realizó varios trabajos por encargo de Luis I, el rey de Prusia, referentes a la América del Sur, pero la muerte de Rugendas, ocurrida en Weilheim —fines de mayo de 1858—, interrumpió esta labor.
Lorenzo Fiorini (¿1800?-1855) No es muy conocida la biografía de este pintor nacido en Italia hacia el año 1800. Se sabe que estudió en su patria y que llegó a Buenos Aires en 1829, donde se vinculó con la sociedad porteña. Fue excelente retratista y también se dedicó a la enseñanza de su arte, por lo cual dejó algunos discípulos.
Amadeo Gras (1805-1871) Nacido en Amiens (Francia) llegó a nuestro país en 1832, cuando contaba veintisiete años. Junto con su compatriota Carlos Pellegrini fue un propulsor de las artes plásticas y dispuso instalar una Escuela de Bellas Artes, para lo cual mandó buscar a Francia diversos elementos necesarios, como telas y pinturas. Sin embargo, el proyecto tan meritorio, no se llevó a cabo debido a la delicada situación política imperante.
Adolfo D'Hastrel de Rivedoux (1805-1875) Nacio en Alsacia, hijo de un general del ejército napoleónico. Se incorporó a la marina francesa y con el grado de oficial actuó en aguas argentinas —en el asedio francoinglés contra Rosas— entre los años 1839 y 1845. Dibujante y pintor aficionado, se dedicó a tomar apuntes de los distintos países visitados en cerca de cuarenta años de viajes. El almirante Leblanc, jefe de la escuadra francesa bloqueadora, lo designó comandante de la isla Martín García, cuyo paisaje reprodujo en varias acuarelas, algunas de ellas actualmente en el Museo de Luján.
LA PRIMERA GENERACIÓN DE PINTORES ARGENTINOS Carlos Morel (1813-1894) Fue el primer pintor argentino nativo que forjó su cultura en nuestro medio. El artista nació en Quilmes —de padres españoles— y cursó estudio de dibujos en la Universidad de Buenos Aires, como discípulo de José Guth y de Pablo Caccianiga. Egresó a los dieciocho años y en 1835 comenzó su actividad al pintar miniaturas asociado con su condiscípulo García del Molino. La labor de Morel sólo se prolongó hasta el año 1844. Hizo litografías, retratos, cuadros costumbristas y escenas de guerra. Sensible e imaginativo y con buen sentido de la composición puso su arte de vivo y espontáneo colorido al servicio de los temas vernáculos. Trabajó el óleo, la litografía, la acuarela y la miniatura. Entregó al editor y litógrafo Gregorio Ibarra ocho estampas con motivos indígenas y gauchescos, que fueron incluidos en la llamada " Serie Grande de Ibarra" (1841). Uno de los mejor realizados se titula La Media Caña. Se afirma que el desequilibrio mental de Morel fue consecuencia de un trágico episodio, por cuanto presenció el degüello de su cuñado Julián Dupuy, víctima de La Mazorca. Poco después, el artista debía correr la misma suerte, pero la sentencia no se llevó a cabo. La angustia de estos sucesos sería la causa de la enfermedad que debilitó la fuerza expresiva de su paleta.
Fernando García del Molino (1813-1899) Nació en Chile de padres españoles, pero a los seis años se trasladó a Buenos Aires y siempre se declaró argentino. Desde un comienzo mostró inclinación por el dibujo y estudió en la Universidad, en la modesta cátedra dictada por Pablo Caccianiga. Hacia el año 1830 fue discípulo de Goulu.
Benjamín Franklin Rawson (1819-1871) Nació en San Juan, hijo de un médico norteamericano. En su ciudad natal aprendió las primeras nociones de dibujo y pintura, impartidas por el francés Amadeo Gras. Luego se trasladó a Buenos Aires donde fue discípulo de García del Molino. Regresó a San Juan y, debido a su participación en la política, se vio obligado a emigrar a Chile, donde habitó en la misma casa de la familia Sarmiento. Algunos afirman que en el vecino país recibió enseñanzas de Monvoisin. El artista evoca a los unitarios sobrevivientes de la batalla de Rodeo del Medio, que fueron sorprendidos en la cordillera por una tormenta de nieve. Recibieron socorro desde Chile y es allí donde situó a Sarmiento repartiendo pan a los vencidos por las armas y los elementos naturales. Inspirado en la guerra contra el Paraguay, Rawson llevó al lienzo El regreso de la Guardia Nacional. Entre sus pocos temas religiosos merece citarse la gran tela denominada la Inmaculada Concepción. Uno de sus buenos trabajos es el óleo que reproduce el rostro de su hermano, el doctor Guillermo Rawson.
Prilidiano Paz Pueyrredón (1823-1870) Nació en Buenos Aires, hijo del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Tenía doce años cuando fue llevado por su familia a Francia, donde cursó estudios en París y se graduó de ingeniero. Desde un comienzo mostró afición por la pintura, aunque poco se sabe con respecto a sus maestros en el arte. Se supone con fundamento que encauzó su vocación en las visitas a las numerosas pinacotecas europeas y que en su formación artística influyeron algunos maestros españoles —de la escuela goyesca—, como José Madrazo. El cuadro es de un colorido pleno y agradable. El artista representó a Manuelita de pie, vestida con un lujoso traje de fiesta de terciopelo rojo, la cabeza ligeramente inclinada y con su mano derecha que apenas se apoya sobre una mesa. De holgada posición económica, Pueyrredón pudo dedicarse a la pintura —especialmente al retrato— en su quinta de San Isidro. De temperamento realista, reprodujo a sus figuras con veracidad, siguiendo en esto a la escuela clásica. Sus mejores obras las realizó con modelos del natural y es allí donde demostró sus grandes condiciones artísticas, pues no era un imaginativo. No alcanzan igual importancia los retratos que trabajó por encargo, con ayuda de un daguerrotipo, sin la presencia del modelo, en el caso, por ejemplo,de un difunto.
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