EL ANALISIS DE CONTENIDO COMO TECNICA DE INVESTIGACION DE LA COMUNICACION SOCIAL

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

enlace de origen
Miguel Clemente Díaz
Universidad Complutense de Madrid

IMPRIMIR

 

1. Definición del Análisis de Contenido

El análisis de contenido, por sus características de técnica desarrollada desde los inicios de las investigaciones sobre comunicación, se ha convertido, casi con exclusividad, en la forma de determinar la influencia que los medios de comunicación de masas ejercen sobre la conducta humana; y recurriendo a las definiciones de autores clásicos, por ende, a la forma de medir la influencia de la prensa, puesto que este medio es el que más se presta a ser investigado (su información viene en un soporte escrito, lo que permite un análisis sin necesidad de realizar una transcripción previa del material, es un medio que llega a millones de personas, y quizá, por último, posea un lugar privilegiado entre los investigadores que se interesan por la influencia y el cambio de conducta humana).

Analizar el contenido da un material es algo que realizamos todos, sin recurrir, por regla general, a ningún tipo de técnica específica. En concreto, con materiales escritos, lo normal es que, tras una lectura detallada de los mismos, cada uno trate de entresacar una serie de ideas, o de “vislumbrar” una sede de conceptos, que no están explícitos como tales en el texto, sino que se obtienen tras un proceso de abstracción y de elaboración. A veces, dicho proceso no es sino de “baja inferencia” (es decir, poco nos alejamos de la propia información), y nos limitamos a afirmar que existe un predominio de las frases cortas en la expresión, o que los temas 'preferidos' por un articulista determinado son los políticos, o que en tales anuncios de un producto dado predominan los tonos cálidos.

No obstante, el problema se plantea cuando la labor de analizar contenidos y extraer información partiendo del material recogido en un soporte especifico, debe ser realizada científicamente, es decir mediante procedimientos fiables, válidos, y derivados de un cúmulo de nociones teóricas determinadas. En este sentido. Berelson (1942) comentaba cómo el Análisis de Contenido es “una técnica de investigación para la descripción objetiva, sistemática y cuantitativa del contenido de la comunicación”. Es quizá esta idea de la cuantificación la que permite distinguir entre el procedimiento científico de aquel guiado por la intuición. Si se desea cuantificar, de forma objetiva y sistemática, tal y como propone Berelson, sólo queda una opción: crear un sistema de categorías, que inequívocamente permita codificar las diversas partes del mensaje en cada una de ellas; es decir, categorías que sean excluyentes entre sí, y pertinentes al análisis (que se refieran al objeto de estudio). Así, si conseguimos codificar adecuadamente el mensaje, gran parte del trabajo necesario para realizar una buena aplicación de la técnica habrá sido subsanado. Es quizá por esta razón por la que Cartwright (1953) comenta que “los términos análisis de contenido y codificación son intercambiables, refiriéndose ambos a la descripción objetiva, sistemática y cuantitativa de una conducta simbólica”. Cartwright añade un dato más, a la hora de referirse a las conductas simbólicas, es decir, al contenido; de acuerdo con este autor se excluirían de su definición, por lo tanto, asuntos tales como el que un mensaje posea una determinada proporción de adjetivos calificativos, o de verbos. En relación con este último punto, nosotros preferimos no excluir esta posibilidad, si bien es cierto que de cara al interés del psicólogo, del sociólogo, del comunicólogo y del creativo, lo importante es el aspecto simbólico del mensaje, no lo que se dice o se describe, sino lo que representa, se da a entender, o se sobreentiende en dicho mensaje.

Dado que el análisis de contenido es útil para obtener información que no está directamente expresada en el mensaje, algunos autores han entendido que esta técnica está ligada a los aspectos de procesamiento de la información que el sujeto debe realizar para adquirir conocimientos sobre el mundo. Así, Paisley (1964) comenta cómo “es una fase del procesamiento de la información en la que el contexto de la comunicación es transformado a través de aplicaciones objetivas y sistemáticas de reglas de categorización en datos que puedan ser analizados”.

En general, las definiciones pueden ser múltiples, destacándose fundamentalmente tres grandes tipos (Clemente y Santalla, 1990):

1) Las que realizan un énfasis en los aspectos metodológicos de la técnica, generalmente en lo que se refiere a la objetividad, a la codificación y a la cuantificación.

2) Las que se centran en el origen de la técnica y en sus habituales aplicaciones, enfatizándose que es una técnica que permite el análisis de los mensajes de los medios de comunicación de masas.

3) Las que, conscientes de que con la misma se descubren ideologías, valores y datos que permiten evaluar posibles efectos persuasivos en la audiencia, y cambios de opinión y de actitudes, enfatizan que es una técnica que permite el análisis de los discurso políticos.

La definición propuesta de análisis de contenido, derivada de los razonamientos presentados anteriormente, es la siguiente (Clemente y Santalla, 1990):

A. El análisis de contenido es una técnica, y como tal, sirve únicamente para la recogida de información. Como toda técnica es susceptible de estudiarse y perfeccionarse por sí sola, y aplicarse después a una u otra cuestión científica.

B. Debe reunir los requisitos de cualquier técnica de recogida de información. Como sistema de clasificación y codificación que es, debe cumplir con los requisitos de objetividad (es decir, no estar sujeto a varias interpretaciones en función de quién utilice el sistema), sistematización (es decir, se deben construir una serie de categorías idóneas para que el texto o mensaje analizado “encaje” en ellas) y relevancia social (acorde e importante con el problema de investigación). la objetividad y la sistematización, por otra parte, implican la exhaustividad, la representatividad, la homogeneidad y la pertinencia de las categorías que se creen y, habitualmente, el que estas categorías s~ excluyentes entre sí.

C. Debe ofrecer resultados de fiabilidad y validez adecuados; es decir, si el investigador tiene que elegir entre varias técnicas, debe poseer datos sobre la fiabilidad y validez de todas ellas, y por tanto, también del análisis de contenido.

D. Es utilizable sólo dentro de un esquema general de la investigación que se realice en cada caso, y dependerá por tanto del problema y de las hipótesis de dicha investigación.

E. Su aplicación permite transformar un documento en una serie de resultados cuantitativos y numéricos, a partir de los cuales el investigador puede realizar ciertos análisis matemáticos (ya sean estadísticos o no).

F. La finalidad primordial es determinar, de forma no obstrusiva (de hecho es la técnica menos obstrusiva que se conoce), lo que connotan los mensajes, su contenido habitualmente no explícito, las intenciones, deseos y actitudes que se manifiestan en el documento, tomando como base única y exclusivamente al contenido manifiesto del mismo, es decir, si bien sirve para realizar inferencias, éstas sólo se derivan, mediante una serie de reglas, del propio documento.

G. Es una técnica de gran utilidad par el estudio de los procesos de influencia social (ya sea de influencia de los medios de comunicación de masas, de personas relevantes, etc.) y, por lo tanto, en temáticas tales como la comunicación, las actitudes, la publicidad, etc.

A manera de resumen, por tanto, se define el análisis de contenido como (Clemente y Santalla, 1990)

“Una técnica de recogida de información, que debe reunir todos los requisitos científicos necesarios como técnicas de medida, más los que se refieren a un sistema de creación de categorías que, empleado dentro del esquema general de una investigación, obtiene información numérica y cuantificaste a través del contenido manifiesto de un documento, con lo que permite 'descubrir' aspectos del mismo que no figuran en él de manera directa, evitando el problema de la obstrusividad, y que es de gran ayuda para el estudio de todos aquellos procesos en los que está implícita la influencia social”.

A continuación nos vamos a centrar en posibles campos de aplicación investigados mediante esta técnica, y en los resultados obtenidos mediante la misma. Para ello, nos centraremos en tres grandes áreas: el medio televisión, el medio prensa, y la Psicohistoria.

 

2. Aplicaciones del Análisis de Contenido.

2.1. Influencia del Medio TV.

Si bien las utilizaciones del análisis de contenido en el área de la Psicología Social comienzan con los inicios de esta disciplina (Allport, McClelland, Atkinson, etc.), la importancia de ésta técnica alcanza su punto culminante con la obra de Adorno et al. (1950) sobre la Personalidad Autoritaria. Esta obra fue un verdadero hito dentro del estudio de las variables psicosociales, poniendo de manifiesto la existencia de dicho tipo de personalidad en multitud de sujetos, y ofreciendo por lo tanto una alternativa explicativa al fenómeno producido durante la II Guerra Mundial con el surgimiento del nazismo y toda la ideología que lo rodeó. Sin embargo, más adelante, la Psicología Social, sobre todo la de índole psicológica, ha discurrido por otros caminos, sin tener demasiado interés por esta técnica. Es en la Psicología Social más relacionada con la Sociología, donde sí se ha seguido avanzando en la línea de utilizar el análisis de contenido para estudiar la realidad, y para explicar los efectos de determinados fenómenos sociales.

De entre las innumerables investigaciones que existen en esta área, destacaremos sólo tres. Las investigaciones reportadas hacen referencia a los siguientes aspectos: los estereotipos sexuales, las minorías y el fenómeno de la marginación social, y la violencia. Estos tres aspectos se analizarán en función de la imagen que de ellos ofrecen la televisión, que, como ya se ha comentado, es uno de los medios de comunicación más importantes, y de mayor influencia. La televisión implica la observación de otras personas, y por lo tanto el reforzamiento de una sede de contingencias (Bandura, 1977), siendo además uno de los principales vehículos mediante el cual los niños aprenden conductas apropiadas, sobre todo aquellas relacionadas con cuestiones relativas al sexo contrario.

 

2. 1. 1. Estereotipos sexuales.

Las observaciones principales del análisis de contenido en esta área se refieren a cómo los varones, en la televisión, tienden a ser presentados como más inteligentes, independientes, objetivos a la hora de tomar decisiones, demostrando, así cómo éstos son más expertos y poseen una autoridad mayor que las mujeres. Por su parte, las mujeres son presentadas en la pequeña pantalla como más independientes, son consumidoras poco inteligentes cuyo lugar idóneo se sitúa en su hogar, y cuyas vidas están relacionadas muy directamente con las consecuencias sociales producidas por comprar un producto u otro (Courtney & Whipple, 1974; Dominick y Ranch, 1972, etc.).

Dentro de esta línea de investigación, Schneider (1979) estratificó los anuncios en función de la hora del día y las características sexuales de los actores, encontrando cómo los varones eran percibidos como mucho más favorables (más sociables, más maduros, más interesantes, más triunfadores) que las mujeres, si se tomaba como punto de referencia las horas de mayor audiencia televisiva. Sin embargo, en el resto de las horas del día, ocurría justamente lo contrario, siendo las mujeres favorecidas.

Sharits & Lammers (1983), consideraron también la variable “producto anunciado”, encontrando que en las horas de programación “normales”, se utilizaba una imagen más estereotipado de las mujeres, representándolas como más independientes y poseedoras de atributos de responsabilidad y madurez en los anuncios de belleza y de higiene personal, mientras que, en las horas de mayor audiencia estos atributos se adjudicaban a los varones, sobre todo en los anuncios de comidas y bebidas no alcohólicas.

En función de estos, resultados, cabe concluir que no es totalmente cierto que la mujer sea presentada, de forma general, de una manera más negativa que el varón, sino que esto depende de la hora del día, y del producto anunciado.

Veamos a continuación dos ejemplos de maneras de investigar dentro de esta línea:

1) Mckey y Hess (1982) se basaron en Parsons y en Bales, estableciendo la veracidad del hecho de que, dentro de la dicotomía de los actos comunicativos humanos entre los que poseen un sentido de tarea, y los que poseen un sentido socioafectivo, se utilizarán para presentar al varón con mayor predominio los primeros, mientras que para la mujer se emplearán los segundos. Estos autores crean un sistema de categorías donde reducen las categorías de Bales (doce) a estas dos, y comprueban, analizando 600 escenas de anuncios donde aparecían varones y mujeres, la veracidad de este hecho.

2) Rak y McMullen (1987) evalúan el grado en que los anuncios de televisión producen estereotipos centrados en el rol sexual, utilizando no sólo el análisis de contenido, aplicado directamente al material de los anuncios, sino también el denominado “modo de respuesta verbal” (VRM), de Stiles (1978). Este último sistema, que no es mas que una sistema de análisis de contenido, es altamente fiable para detectar las diferencias de estatus entre las personas que dialogan en una conversación. Los autores partieron de la hipótesis de que los varones, en sus intervenciones en televisión, utilizarán un estatus más elevado que las mujeres los resultados obtenidos permiten confirmar esta hipótesis, tras el análisis de 120 anuncios (60 emitidos en las horas de mayor audiencia, y otros 60 en las horas normales).

3) Weigel y Loomis (1981) analizan hasta qué punto en la televisión se considera como modos de vida incompatibles en el caso de las mujeres al trabajo y al matrimonio. Efectivamente, tras analizar 1978 programas emitidos en las horas de mayor audiencia, obtienen datos que indican cómo la mujer empleada fuera del hogar es menos deseable socialmente si está casada, que si el que trabaja y está casado es el varón.

 

2.1.2. Minorías y Marginación

Dos han sido los grupos minoritarios más estudiados por los investigadores a través de la técnica del análisis de contenido: las minorías étnicas, y los ancianos. Examinaremos un trabajo de cada uno de estos temas, a título de ejemplo.

1) En lo que respecta a las minorías étnicas, en un trabajo de Gray, (1987) se considera cómo las expresiones de desigualdad racial, y los conflictos y tensiones que éstos producen, se definen, procesan y presentan como noticias de gran interés por parte de la prensa. De esta manera, esa “orientación” hacia sus lectores que hace la prensa, en la que sitúa al público mayoritario acerca del estatus social de un grupo étnico determinado, de su localización dentro de una serie de estructuras sociales, y de su importancia general en la sociedad, tiende a sobrevalorarse. Resultados similares hablan sido encontrados por Gans (1979), también en Estados Unidos, obteniendo datos que corroboran el hecho de que la prensa y la televisión, en sus noticias sobre problemas raciales, sobrevaloran tremendamente estas informaciones, y manifiestan y prefieren un mundo dividido por varias clases étnicas: blancos y negros, indios y no indios, etc.

2) En relación con los ancianos, los datos de Elliot (1984) ponen de manifiesto cómo, en la pequeña pantalla, sólo el 8% de los actores de los programas de las horas normales de programación (excluyendo las horas de mayor audiencia), pueden ser considerados como ancianos.

En su estudio, Elliot Comprobó qué además los ancianos que salían en la pantalla eran mayormente blancos, y mientras que los de sexo masculino se presentaban como realizando un trabajo o una actividad, en el caso del sexo femenino, únicamente se dedicaban a las labores del hogar; tampoco suelen aparecer mujeres: Estos datos están apoyados por multitud de trabajos anteriores, salvo por uno, el de Petersen (1973), quien encontró justamente lo contrario: una imagen positiva de los ancianos que aparecían en la pequeña pantalla, y un nivel de apariciones superior al citado el del 12'96%. El análisis de contenido de Elliot consta de 4 áreas, cada una de ellas con sus correspondientes categorías; así, el área conductual incluía las categorías de repetición, pasividad, y otros. El área verbal, las de mirar y escuchar, poseer información, dirigir, hacer preguntas, conformarse, agredir verbalmente y cuestiones sobre uno mismo.

 

2.1.3. Violencia.

La investigación sobre violencia es muy común, y se han realizado multitud de trabajos utilizando el análisis de contenido. Por ello, ya que se puede encontrar en multitud de obras, citaremos aquí solamente el de Canino et al. (1985) realizado en Puerto Rico. Esta investigación muestra cómo, analizando los programas que se trasmiten en las horas de mayor audiencia, existe un nivel de violencia mucho mayor en el caso de la programación infantil que en el resto. En el resto de la programación, el contenido primordial es sexual, si bien la violencia ocupa un significativo segundo plano. Curiosamente, estas investigaciones muestran que los varones se ven envueltos en menor medida que las mujeres en acciones violentas, si bien participan, una vez envueltos en ellas, más que las féminas. Además, al varón se le presenta como víctima de la violencia que se genera. Todos estos datos son relativamente acordes con los ya citados por Gerbner, algunos de cuyos trabajos ya han sido Comentados con detenimiento.

Dentro del campo de la Psicología Social, hemos separado un área de investigación que se aparta de lo que aquí se ha expuesto (puesto que ésta sigue más el análisis de la pequeña pantalla y el camino emprendido por las investigaciones de Gerbner), en cuanto a que se refiere a los estudios, mediante el análisis del material impreso, de diferentes culturas, subculturas y contraculturas. Analicemos estas investigaciones en el siguiente apartado.

 

2.2. Influencias de la Prensa

La prensa ha sido uno de los medios que, clásicamente, han recibido una gran atención, tanto para estudiar el cambio de opinión de la audiencia (sobre todo ante la conducta de voto), como para determinar las características de ciertos grupos sociales. En este apartado abordaremos el segundo de los aspectos, por varias razones:

1) El primero de ellos, más clásico y central dentro de la Psicología Social, se desarrolla más bien al margen de la técnica del análisis de contenido, tomando el periódico como una variable independiente y como un todo.

2) No existen estudios sobre la influencia de la forma de comunicar en cuanto tal: el papel de determinados tiempos de verbos, longitud de las frases, etc.

3) Ofrece la descripción de subgrupos sociales de interés, lo que es imprescindible para realizar estudios posteriores.

Por ende, y teniendo en cuenta sobre todo la tercera de las razones aducidas, se analizarán a continuación una serie de ejemplos de análisis, que se han centrado en comprender el universo de determinados grupos sociales. Comenzaremos por los valores imperantes dentro del mundo “punk”. Lamy y Levin (1985), llevaron a cabo un estudio con objeto de determinar y comparar los valores de los “punkies” en relación con los de los “hippies” y los de las personas de la clase media americana. En este estudio, sin embargo, sólo se contó con una muestra, la de los periódicos y órganos de expresión “punkies”, por lo que la comparación con los otros dos grupos sociales se basó en un estudio previo. Para realizar el análisis, los autores recogieron una muestra de periódicos “punkies” publicados en Estados Unidos en 1982, siendo la mayoría de la literatura seleccionada de tipo xerocopia, y de tiradas muy pequeñas, es decir, componiéndose de los denominados “fanzines”. De todo el material, se seleccionó al azar un ejemplar de cada periódico editado en el mes de febrero de 1982, y siguiendo unos criterios que excluían el análisis de editoriales, poesías, etc. En total, la muestra estuvo compuesta por 117 artículos. Los resultados de este estudio permitieron concluir que el movimiento “punkie” es más expresivo y menos instrumental que el de la clase media, confirmando los resultados de estudios previos que determinaban la naturaleza más expresiva de los hippies y de los “beats”, frente a la muestra de personas típicas de la clase media.

Siguiendo el mismo esquema de análisis, pero centrándose en el hecho de hasta qué punto el materialismo es un valor determinante en la sociedad de nuestros días, Spiggle (1986) realiza un análisis de contenido de símbolos comerciales y de determinados contenidos de revistas de dos tipos: de “cómix” (nótese el acabado en “x”), y de “cómics” (nótese el acabado en “cs”); es decir, la expresión “underground” de los cómics, y los cómics normales y corrientes. El autor supone que los primeros (los cómix) expresan los valores de la contracultura, mientras que los segundos (los cómics) los de la cultura dominante. Además el estudio posee un diseño temporal, ya que analiza este tipo de periódicos en dos períodos de tiempo diferentes: 1971-1972 y 1981-1982. los resultados obtenidos indican cómo son, los ”cómix,” los que más se relacionan con valores como, el materialismo, y con el deseo de obtener confort material como metas importantes a alcanzar en la vida.

Continuando con el análisis de publicaciones que permiten determinar aspectos relacionados con la cultura, Rosegrant (1986) realiza un análisis de las páginas centrales de la revista “Playboy”, estudiando lo que él denomina como 'símbolos fetiches'. Basándose en la presunción de que las páginas centrales de la revista “Playboy”' expresan lo que, según la cultura, se define más adecuadamente como concepto de mujer en cuanto que algo deseable por el varón, analiza la presencia de símbolos fetiches asociados a la “sobresalencia” de determinadas partes anatómicas de la mujer. Si bien la teoría de partida es inadecuada y ciertamente pobre, sus resultados indican cómo las características anatómicas de las modelos van decreciendo (tomando como referencia las medidas estándar de pecho, cintura y cadera) desde 1959 hasta 1970, incrementándose desde 1971 hasta 1985 el aspecto de hacer más manifiestos los genitales.

Por último, comentamos un trabajo de Saunders (1986), en el que se investiga el grado en que la mujer trabajadora va adoptando el traje de vestir típico del varón como “uniforme de trabajo”. Para realizar tal análisis, Saunders seleccionó tres años separados por una década (1963, 1973 y 1983), asimismo escogía tres revistas del mundo de los negocios y tres de interés general, dirigidas a personas de ambos sexos, y analizó la forma de vestir de hombres y mujeres en las mismas. La muestra incluyó 2.576 recortes, de los cuales el varón aparecía en 2.899 ocasiones, y la mujer en 1.026. los resultados indican claramente cómo esta forma desvestir es la que se va imponiendo cada vez más en la mujer “de negocios”. Dada la importancia y la relativa novedad de esta cuestión, discutamos un poco el problema: la manera de vestir ha sido utilizada por las mujeres, en muchas ocasiones, para evitar los estereotipos desfavorables, y aprovechar las posibilidades de la promoción en el puesto de trabajo, de forma que el papel que juega el vestido a la hora de la formación de impresiones sobre los demás es grande, a pesar de que no poseemos datos científicos suficientes sobre la forma más deseable de vestir en hombres o en mujeres. Algunos datos, sin embargo, apuntan conclusiones interesantes: así, Forsythe, Drake y Cox (1985) señalan cómo la mujer trabajadora ejecutiva mejor vista es aquella que se parece más en su vestir al varón, si bien hasta un cierto límite, a partir del cual la distribución de la curva comienza a bajar; es decir, las mujeres “muy idénticas” en su vestir al varón (por ejemplo, utilizando traje pero con pantalones) obtenían puntuaciones inferiores. De cualquier forma, parece claro que la manera de presentarse en sociedad refleja aspectos fundamentales de cada uno, por lo que esta forma de presentarse determina importantes aspectos sociales, sobre todo los relacionados con el puesto de trabajo, y con la visión que tengan los demás de uno mismo dentro de él.

 

2.3. Psicohistoria social

La Psicohistoria social, denominada habitualmente como Psicohistoria todavía no se ha convertido en una técnica plenamente aceptada dentro de la Psicología Social, si bien es plenamente idónea para el estudio de los hechos ocurridos en el pasado, siendo una técnica habitual para el estudio y comprensión de los fenómenos políticos. Su base metodológica es al análisis de contenido, aplicado a materiales históricos. La falta de una definición clara, tanto conceptual como operacional, obliga a trabajar con un gran número de definiciones, siendo preciso hoy en día referirse al término inseparablemente junto con el autor que lo maneja; es por ello por lo que ofrecemos a continuación algunas de las posibles definiciones siendo la última de ellas la más completa a nuestro juicio.

— La Psicohistoria es la historia de la “psique” (De Mause, 1975).

— Es un concepto cultural que envuelve a un sistema determinado de conocimientos (Kovel. 1971).

— Es una aproximación al pasado que emerge de las tradiciones históricas y psicológicas (Dunn. 1974).

— Es la búsqueda de la identidad personal con un todo histórico (Erikson, 1964).

— Es la aplicación de la teoría psicoanalítico a la Historia (Mazlish, 1972).

— Es una forma de Historia que utiliza explícitamente conceptos principios y teorías de la Psicología para comprender la conducta pasada de determinados individuos; si el sujeto es una persona aislada, suele ser muy eficaz la utilización de una teoría de la personalidad. Si el sujeto es un grupo, suelen ser de gran ayuda los principios de la Psicología Social (Crosby y Crosby, 1981).

Esta pequeña muestra de definiciones puede resultar significativa para comprender la enorme cantidad de aspectos en los que se centra la técnica, así como la dificultad de delimitación de su aplicación. Dada tal complejidad, puede ser más orientativo enfocar el campo de acción mediante la exclusión de aquellas formas de investigar que no pertenecen al campo de la Psicohistoria, si bien suelen confundirse con ella(Crosby y Crosby, 1981):

• La Psicología Transhistórica: se refiere a aquellos trabajos que utilizan simplemente datos históricos para propósitos psicológicos, y viceversa. Así, McGuire se interesó por la utilización de datos empíricos en varios períodos históricos para poder establecer la aparición de leyes psicológicas. De una manera similar, Greenacre (1964) examinó una serie de casos de traición política, estableciendo lo que denominó como “características fundamentales de la personalidad del traidor”. Simonton (1975,1976) realizó análisis evolutivos de los logros personales. McClelland estudió el logro desde una perspectiva histórica. Davies (1962, 1969) investigó psicológicamente las revoluciones. Suedfeld y Tetlock (1977) estudiaron la toma de decisión a través de los tiempos, etc.

• El Psicoanálisis Aplicado, en su utilización psicológica de los datos históricos. Freud utilizó esta aproximación al estudiar la figura de Leonardo da Vinci. Si es preciso aclarar que el Psicoanálisis Aplicado no es lo mismo que la Psicohistoria, más adelante se enfocarán también estos trabajos como psicohistóricos.

• La Psicología Filosófica, que especula sobre la naturaleza de la Historia, y sobre los fundamentos de la Sociedad. Obras como “Tótem y Tabú”, de Freud, son un buen ejemplo de esta orientación. Fomari (1974) escribió su “Psicoanálisis de la Guerra”, y Gonen (1975) con su “Psicohistoria del Sionismo”, siguieron esta misma orientación. Dentro de esta orientación se pueden incluir también los trabajos de freudomarxistas tales como Marcuse, Fromm, etc.

• La “Terapéutica Social”, cuyo interés por el pasado resulta más utilitario y terapéutico que psicohistórico (Keniston, 1965,1968,1971; Lifton, 1964,1976). Por utilizar como ejemplo el trabajo de Lifton, citaremos cómo este autor examinó la adaptación de los sobrevivientes de Hiroshima. En un trabajo posterior, este mismo autor estudió la adaptación a la vida normal de los combatientes veteranos de la guerra del Vietnam, una vez acabada ésta.

• Fenómenos grupales tales como el “pensamiento grupal” (Janis, 1972), que pertenecen más al estudio de la toma de decisiones en grupo que a la problemática de la Psicohistoria. Etheredge (1978), por ejemplo, utilizó datos históricos para probar teorías interpersonales referidas a las relaciones internacionales.

Los estudios sobre Psicohistoria pueden clasificarse en función de dos dimensiones (Crosby y Crosby, 1981): la primera de las dimensiones hace referencia a su carácter psicohistórico “versus” psicobiográfico, mientras que la segunda dimensión se centra en la manera de encontrar una explicación, causal “versus” configuracional. De esta manera, nos encontramos con cuatro tipos de estudios: estudios psicobiográficos (es decir, que explican el comportamiento de un sólo individuo) de explicación causal; estudios psicobiográficos de explicación configuracional; estudios psicohistóricos de explicación causal; y estudios psicohistóricos de explicación configuracional. En las cuatro posibles áreas la escuela psicológica predominante ha sido la psicoanalítica, hasta tal punto que algunos autores (Glad, 1973, por ejemplo) han argumentado que el Psicoanálisis es la única forma posible de realizar este tipo de estudios. Las explicaciones causales tratan de explicar la conducta adulta en términos de las experiencias del sujeto desde su niñez, mientras que las configuracionales tratan de crear un “todo” en el que se integren los hechos que le ocurren bien a la persona, bien a toda la colectividad. Los resultados han demostrado que las explicaciones causales son más “débiles” que los análisis configuracionales.

 

2.3. 1. Explicaciones psicobiográficas-causales.

Como se acaba de comentar; el modelo causal más común seguido en este tipo de investigaciones es el Psicoanálisis. Con él, los psicohistoriadores han pretendido establecer lazos causases entre la conducta adulta de un personaje histórico y sus experiencias infantiles. Las dificultades para realizar esta labor lógicamente, son enormes ya que el psicohistoriador debe basarse sólo en autobiografías, cartas, periódicos, etc. Sin una evidencia directa, los psicohistoriadores acusan el fallo de esta técnica sobre todo por dos aspectos:

— Se utilizan estudios clínicos sin poder entrevistar al sujeto, lo que supone una mala utilización de dichos estudios, que sólo deberían servir como guía suplementaria del diálogo terapéutico.

— Abordar el inconsciente de un sujeto siempre es algo difícil, incluso si está vivo; por lo tanto aún debe ser más difícil abordar el inconsciente de un sujeto muerto.

Pero analicemos algunos ejemplos de psicobiografías causases. Quizá el personaje más analizado ha sido Hitler, existiendo múltiples libros y artículos que analizan su vida en términos psicológicos (Binion, 1973, 1975, 1976-, Erikson, 1963; Langer, 1972, Stierlin. 1976a, 1976b, Waite, 197la, 1971b, 1977). Waite (1977) nos comenta que en el inconsciente de Hitler estaban ocultos un conflicto edípico no resuelto, la ambivalencia y el sadomasoquismo. En opinión de Waite, no es posible entender el antisemitismo de Hitler sin analizar el papel del médico de la familia, Eduard Bloch, un personaje judío. La madre de Hitler tuvo un cáncer que acabó con su vida, percibiendo el dictador esta muerte como un fallo del médico, que cumplía a la vez el papel de su padre, puesto que éste había perdido al suyo hacía algunos años, y de médico. Bloch, como padre sustitutivo, avivó el fuego de la ambivalencia latente hacia su padre, y hacia el conflicto edípico.

Binion (1973) analizó también el antisemitismo de Hitler, pero centrándose más en la manera de morir de la madre, Klara. Después de una masectomia que le practicó el doctor Bloch, éste se reunió con Hitler para decidir la aplicación de un tratamiento a base de iodo, muy doloroso y con pocas probabilidades de éxito. Probablemente al médico “se le pasó la mano”, y la madre murió en 1907; la muerte de la madre fue una experiencia traumática para Hitler, que desarrolló un sentimiento de culpa por haberse visto envuelto en la decisión de la aplicación del tratamiento. Un segundo “trauma" ocurriría después, en 1918, cuando a Hitler le alcanzó una nube de gas en el frente oeste, quedando ciego temporalmente; el gas recordaría a Hitler el iodo, volviendo a él el recuerdo del doctor Bloch, desarrollando hacia el médico, hacia los judíos en general un odio acérrimo.

Otras figuras analizadas han sido Enrique VIII (Flúgel, 1963), Luis XII (Marvick 1974, 1975), Bismarck (Sempell, 1974; Pelanze, 1972), Gandhi (Erikson, 1969), Martin Luther King (Erikson 1959, 1963), Nixon (Abrahansen, 1978; Mazon, 1978), etc. De manera general, y en palabras de Crosby y Crosby (1981), nos encontramos ante trabajos casi exclusivamente psicoanalistas, y de una seriedad científica bastante cuestionable; en una revisión realizada por, Crosby y Crosby (1981) sobre 50 trabajos de este tipo, llegan a calificar como “aceptables” sólo a 9 de ellos.

 

2.3.2 Explicaciones psicobiográficas-configuracionales.

Este tipo de explicaciones presenta la ventaja de que no se necesitan datos sobre la infancia del sujeto analizado. De hecho, muchos autores que han elegido la explicación configuracional sobre la causal la han justificado por las dificultades en encontrar datos sobre la infancia de los sujetos, labor que, en palabras de George (1968, 1971), correspondería más al psicoanalista que al psicohistoriador. En este tipo de explicaciones, el psicohistoriador busca una sede de patrones que se repiten al hablar de la vida del individuo; a partir de esas consistencias, el investigador elabora una serie de constructos explicativos sobre la conducta del sujeto estudiado.

Una de las figuras más estudiadas mediante este procedimiento es la de Wilson. Georges (1956) realizó un análisis de este personaje basándose en la teoría de Lasswell (1930, 1948), pero añadiendo elementos típicos de la teoría de Adler, argumenta así que los individuos buscan el poder para acabar con una falta de autoestima. Tucker (1977) propone una explicación alternativa, concluyendo que éste tenía una “personalidad neurótica” según maneja este concepto Karen Horney, es decir, bajo el supuesto de una discrepancia entre el yo real y el yo ideal.

En general, este tipo de estudios muestran una predominancia menor de la orientación psicoanalítica, que según Crosby y Crosby (1981) se limita a un 60%, dándose en ellos una mayor seriedad científica.

 

2.3.3. Investigaciones psicohistóricas-causales.

Crosby y Crosby (1981) ponen de manifiesto en su estudio cómo los estudios grupales (es decir. psicohistóricos) sólo suponen el 20% del total. Dentro de la explicación causa¡ sigue predominando el enfoque psicoanalítico, que basa sus argumentos fundamentalmente en dos obras de Freud que exponen claramente el pensamiento grupal del médico de Viena: Psicología de Grupo y Análisis del Yo y Tótem y Tabú. Freud observa que el individuo en masa tiende a ser impulsivo, crédulo y cambiante. Las multitudes producirían una regresión colectiva hacia los primeros estados mentales, en los que la sociedad estaba dominada por un padre tiránico.

Utilizando este tipo de explicaciones se ha analizado la Alemania Nazi y Prenazi, siendo el trabajo más importante el de Wangh (1964), que trata de explicar el porqué de la importancia del antisemitismo,, este autor realiza un análisis psicoanalítico del prejuicio, centrándose en la diferenciación entre el “yo” y el “no-yo”. Una experiencia de individualización, defectuosa y por lo tanto unas relaciones objetales malas con la madre, llevarían al desplazamiento de las catexias agresivas hacia los extraños. Dicho desplazamiento se convertiría en proyección, provocando una búsqueda de seguridad, y consiguientemente una beligerancia directa hacia los miembros de fuera del grupo.

La total inadecuación del modeló psicodinámico en su aplicación a la Psicohistoria en el análisis de la conducta grupal queda patente en los trabajos de Rogin (1970,1971), que trata de explicar la discriminación y el maltrato de los blancos con respecto a los negros en Estados Unidos argumentando que para el blanco, el negro le recuerda a los indios con los que tuvo que luchar para establecer sus territorios.

 

2.3.4. Investigaciones psicohistóricas-configuracionales.

Quizá sea en este área donde menos abunde la interpretación psicoanalítico, siendo normal la existencia de todo tipo de estudios psicosociales. Un ejemplo claro lo tenemos en Raack (1970), que explica la conspiración alemana de 1808, sugiriendo cómo los conspiradores sufrieron un “condicionamiento psicológico”. Su hipótesis fue que las voces más moderadas fueron ahogadas por la tiranía de los líderes: al escuchar a alguno de los líderes ocupar posiciones extremas, otros miembros apoyaron también esas posturas, de tal forma que poco a poco las presiones indirectas llegaron a consolidar las opiniones extremas como normativas. Finalmente, y una vez que se aprobó la realización de una acción muy arriesgada, los líderes, a pesar de estar seguros de que dicha acción sería un fracaso, siguieron justificando su idea para compensar la cantidad de tiempo y de trabajo que habían gastado en su defensa (sería el equivalente al concepto de la disonancia cognitiva de Festinger).

Otro trabajo que utiliza este tipo de explicación es el de Hull, Hoffer y Allen (1978), sobre la afiliación política. Desarrollaron dos escalas, la P.E.F. (con elementos de contenido político, económico y familiar), y la L.R. (con contenidos de personalidad. Un análisis discriminante les llevó a establecer dos tipos de ciudadanos: aquellos de “condición legal”, y los de “condición revolucionaria”.

 

3. CONCLUSIONES.

A la vista de cómo se ha investigado dentro del terreno de la Psicología Social, se puede comprobar cómo esta disciplina ha utilizado todos los posibles procedimientos científicos existentes en las ciencias sociales, y cómo, además, se ha adentrado en el campo de técnicas que no gozan en la actualidad de excesiva reputación; algunas de ellas, retomadas del pasado, como es el caso de la técnica “Q”, y que demuestran su eficacia en temas como la subjetividad de los políticos, otras, si bien no son nuevas, no han conseguido nunca un conocido reconocimiento, en cuanto que no se han preocupado del más mínimo recelo metodológico. No es éste el caso de la técnica del análisis de contenido, que ha evolucionado hacia un rigor metodológico grande, y que se ha convertido en una forma idónea de estudiar los fenómenos comunicativos de masas. Además, este hecho ha llevado al descubrimiento de relaciones y de hechos que la Ciencias Sociales “Puras”, dentro del paradigma hipotético-deductivo, no podían abordar. No querernos con ello defender lo acientífico, sino reclamar la utilización de los cánones científicos dentro de principios que también metodológicamente son imprescindibles, como es la innovación y la aplicación de la imaginación a lo que se investiga, para acabar con la inmensa entidad de investigaciones de relevancia sobradamente baja, y de utilidad escasa. Parece que la Psicología Social ha aceptado ese reto, y hoy es un buen ejemplo de innovación.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

ABRAHANSEN. D. (1978). Nixon versus Nixon: An Emotional Tragedy. New York American Library.

ADORNO, Th. W.: FRENKEL-BRUNSWICK E.: LEVINSON. D.J. & STANFORD, R.N. (1950). The Authoritarian Personality. New York Harper & Row (trad. cast. La Personalidad Autoritaria. Buenos Aires: Proyección).

BANDURA, A. & WALSTERS. R.H. (1977). Aprendizaje Social y Desarrollo de la Personalidad. Madrid: Alianza. 2ª ed.

BERELSON. B. (1942). The Effects of Print upon Public Opinion. En D. Waples (Ed.), Print Radio, and Film in a Democracy Chicago: Univ. of Chicago Press, 41-65.

BINION, R. (1973). Hitle´s Concept of Lebensraum: The Psychological Basis. History of Childnood Quarterly. 1. 187-215.

BINION, R. (1 975). Hitler Looks East. History of Chidhood Quarterly, 3, 85-102.

BINION, R. (1916). Hitler among the Germans. New York: Elsevier. CANINO, G.-,

BRAVO. M., RODRIGUEZ. J.& RUBIO. M. (1985). Análisis de Contenido de la Televisión en Puerto Rico: Violencia. Sexo y Salud. Homines, 9, 1-2,7-30.

CARTWRIGHT, D.P. (1953). Analysis el Oualitative Material. En L. Festinger & D. Katz, Resarch Methods in the Behavioral Sciences. New York: Holt Rinehart & Winston 421L470.

CLEMENTE, M. & SANTALLA. Z. (1990). El Documento Persuasivo: Análisis de Contenido y Publicidad. Bilbao: Deusto.

COURTNEY, A.E. & WHIPPLE T.W. (1974). Women in TV Commercials. Journal of Communication, 24. 110-118.

CROSBY, F. & CROSBY, T.L (1981) Psychobiography and Psycohistory. En S.L Long (Ed), The Handbook of Political Behavior, 1. New York: Plenum Press.

DAVIES, J.C. (1962). Toward a Theory of Revolution. American Sociological Review, 27, 5-19.

DAVIES, J.C. (1969). The J-Curve of Rising and Declining Satisfactions as a Cause of Some Great Revolution and a Contained Rebellion. En H.D. Graham & T.R. Gurr (Ed.). The History of Víolence in America. New York. Bantam.

DE MAUSE, L. (1975). Psychohistory: The New Science. History of Childhood Quarterly, 3.123-126.

DOMINICK, J.R. & RAUCH, G.E. (1972). The image of Women in Network TV Commercias Journal of Broadcasting, 16, 259-265.

DUNN, P. (1974). Who Stole the Hyphen from Psychohistory?. Book Forum, 1. 248-253.

ELLIOTT, J. (1984). The Daytime Television Drama Potrayal of Older Adults. The Gerontologist, 24,6,628-633.

ERIKSON, E.H. (1959). Identity and the Life Cycle: Selected Papers. Psychological Issues, 1.

ERIKSON. E.H. (1963). Childhood and Sociely. New York: Norton.

ERIKSON, E.H. (1964). insight and Responsability. New York: Norton.

ETHEREDGE, L.S. (1978) Personality Effects en America Foreign Policy 1898-1968: A Test of Interpersonal Generalization Theory. American Political Science Review, 78, 434-451.

FLÜGEL, J.C. (1963). On the Character and Married Life of Henry VIII En B. Mazlish (Ed) Psychoanalysis and History. Englewoods Criffs: Prentice Hall

FORNARI, F. (1974). The Psychoanalysis of War. New York Doubleday.

FORSYTHE, S.; DARKE, M.T. & COX, C.E. (1985). Influence of Applicant's Dress on lnterviewer´s Selection Decisions. Journal of Applied Psychology, 70, 374-378.

GEORGE, A.L (1968). Power as a Compensatory Value for Political Leaders. Journal of Social Issues, 24, 29-49.

GEORGE, A.L. (1971). Some Uses of Dynamic Psychology in Political Biography Case Materials on Woodrow Wilson. En F.I. Greenstein & M. Lerner (Eds.), A Sourcebook for the Study of Personality and Politics. Chicago: Markham.

GEORGES, A.L. (1956). Woodrow Wilson and Colonel House: A Pemnality Study. New York. John Day.

GLAD, B. (1973). Contributions of Psychobiography. En J. Knutson (Ed.), Handbook of Political Psychology. San Francisco: Jossey Bass.

GONEN, J.Y. (1975). A Psychohistory of Zionism. New York Mazon.

GRAY, H. (1987). Race Relations as News: Content Analysis. American Behavioral Scientist, 30, 4, 381-396.

GREENACRE, P. (1964). Swift and Carroll. New York, international University Press.

JANIS, I.L (1972). Victims of Groupthink. Boston: Houghton Mifflin.

KENISTON, K. (1965). The Uncommited. Allienated Youth in American Society. New York Hartcourt, Brace & World.

KENISTON, Y, (1968). Young Radicals: Notes on Commited Youth. New York Hartcourt, Brace & World.

KENISTON, K. (1971). Psychological Development and Historical Change. En T.K. Rabb & R.I. Rotberg (Eds.), The Family in History: lnterdisciplinary Essays. New York Harper.

KOVEL, J. (1971). White Racism: A Psychistory. New York. Vintage Books.

LAMY, P. & LEVIN, J. (1985). Punk and Middle-Class Values: A Content Analysis. Youth and Society, 17, 2,157-170.

LANGER, W.C. (1972). The Mind of Adolf Hitler The Secret Wartime Report. New York Basic Books.

LASSWELL, H.D. (1930). Psychopathology and Politics. Chicago: University of Chicago Press.

LASSWELL, H.D. (1 942). Communication Research and Politics. En D Waples (Ed.), Print, Radio and Film in a Democracy. Chicago: Univ. of Chicago Press, 101 -117.

LASSWELL H.D. (1948). Power and Personality. New York Norton.

LIFTON.R.J. (1964). Individual Pattems and Historical Change: Imagery of Japanesse Youth. Comparative Studies in Society and History, 6, 369-383.

LIFTON, R.J. (1976). The Life of the Sett. Toward a New Psychology. New York: Simon & Sebuster.

MARVICK, E.W. (1974). The Character of Louis XIII; The Role of his Physician. Journal of interdisciplinary History, 4, 347-374.

MARVICK, E.W(1975). Childhood History and Decision of State: The Case of Louis XIII. En L. De Mause (Ed.), The New Psychohistory. New York Psychohistory Press.

MAZLISH, B. (1 972). In Search of Nixon: A Psychohistorical Inquiery. New York Books.

MAZON, M. (1978) Young Richard Nixon: A Study in Political Precocity,. The Historian, 41,21-40.

PAISLEY, W.J. (1964). Identifying the Unknow Communicator in Painting, Literature and Music The Significance of Minor Encoding Habits. Journal of Communication,14,219-237.

PETERSEN, M. (1973). The Visibility and Image of Old People on Television Journalim Quarterly 50, 569-573.

RAACK, R.C. (1970) When Plans Fail: Small Group Behavior and Decision Making in the conspiracy of 1808 in Germany. Journal of Conflict Resolution. 14.3 19.

RAK D. & McMULLEN LM. (987). Sex-Role Stereotyping in Television Commercials: A Verbal Response Mode and Content Analysis. Canadian Journal of Behavior Science, 19, 1. 25-39.

ROGIN, M.P.(1970-71) Liberal  Society and the Indian Question. Politics and Society, 1, 269-312

ROSEGRANT. J. (1986). Contributions to Psychohistory: X, Fetish Symbols in Playboy Centerfolds. Psychological Reports. 59. 2,623-631.

SAUNDERS, C. & STEAD, B. (1986). Women's Adoption of a Business Unifom A Content Analysis of Magazine Advetisements. Sex Roles, 15,3-4,197-205.

SCHNEIDER K.C. (1979). Sex-Roles in Television Commercials: New Dimensions for Comparison. Akron Business and Economic Review, 10,20-24.

SEMPELL. C. (1974). Bismarck's Childhood: A Psychohistorical Study. History of Childhood Quarterly, 2,107-124.

SHARITS, D. & LAMMERS. H.B. (1983). Perceived Attributes of Models in Prime-Time and Day-Time Television Commercials, A Person Perception Approach. Journal of Marketing Research, 20,64-73.

SIMONTON (1975-76). Sociocultural Context of Individual Creativity: A transhistorical Time - Series Analysis. Journal of Personality and Social Psychology, 32.1119-1133.

STIERLIN, H (1976a). Adolf Hitler: A Family Perspective. New York: Psychohistory Press.

STIERLIN, H (1976b). Hitler as the Bound Delegate of his Mother. The Journal of Psychohistory, 4, 463 -499.

STILES. W. D (1978). Verbal Response Modes and Dimensions of Interpersonal Roles: A Metbod of Discourse Analysis. Journal of Personality and Social Psychology, 36. 693-703.

SUEDFELD, P. & TETLOCK, P. (1977). Integrative Complexity of Communication in Internationa Crises. Journal of Conflict Resolution, 21,169-184.

TUCKER. R. C. (1977). The Georges Wilson Reconsidered: An Essay on Psychobiography American Political Science Review, 71. 606-618.

WAITE, R. G. L (197la). Adolf Hitler's Anti-Semitism: A Study in History and Psychoanalysis. En B.B. Wolman (Ed.), The Psychoanalytic Interpretation of History. New York Basie Books.

WAITE, R. G. L. (1971b). Adof Hitler's Guilt Feelings. Journal of Interdisciplinary History, 1. 229-249.

WAITE, R. G. L. (1977). The Psychopatic God. Adolf Hitler. New York: Basic Books.

WANGH. M. (1964). National Socialism and the Genocide of the Jews. International Journal of Psychoanalysis, 45,386-398.

WEIGEL, R. & LOOMIS, J. (1981). Televised Models of Female Achievement Revisited: Some Progress. Journal of Applied Social Psychology, 11, 1, 58-63.

Tus compras en

Argentina 

Brasil 

Colombia 

México 

Venezuela 

o hazte de dinero vendiendo lo que ya no usas

VOLVER             SUBIR

Locations of visitors to this page