EL RADICALISMO (1916 - 1930)

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 1)_    El país vivía  una oligarquía política dominada por el fraude electoral ; el control sobre los cargos del gobierno y el poder gubernamental y del PAN  concentrado en la autoridad del presidente. A su vez mantenía la restricción de  los derechos políticos a los sectores más amplios de la población.
        En l9l0 se sucedieron presidentes que no tenían autoridad real ya que dependían del Partido Autonomista Nacional.
        La revolución de 1890 solo había logrado desplazar a un sector de la oligarquía y remplazarla por otro. Frente a esta situación , la Unión Cívica se fragmento en dos líneas opuestas: la Unión Cívica Nacional liderada  por Bartolomé Mitre y la Unión Cívica Radical conducida por Leandro N. Alem. La primera estaba de acuerdo con el gobierno y sus dirigentes y partidarios ocuparon cargos del Estado.
        En cambio la Unión Cívica Radical se orientó a la intransigencia, fundamentando en que el gobierno debía ser devuelto al pueblo a fin de que este lo reconstituya conforme a la voluntad nacional. Se debatió entre participar o no en las elecciones; si bien obtuvieron algunas victorias, cuando Hipólito Yrigoyen asumió como jefe de la UCR decidieron abstenerse.
La UCR adoptó como base de su organización institucional el sistema de convenciones, permitiendo la incorporación de un sector de la población que no podía participar de ella . Además buscó comunicarse con la población y logró interesar a una parte de los centros urbanos que no se interesaba por la política.
         Como respuesta a la oposición, Roca impulsó la sanción de una nueva ley electoral que permitió el funcionamiento de una minoría opositora, sin poner en riesgo el mantenimiento del sistema de gobierno oligárquico; se fijó los 18 años como límite de edad para votar, creó el patrón cívico y estableció el control de los sufragios pero no concedió el voto secreto.
        Los radicales construyeron una organización partidaria más abierta que la de sus adversarios ya que buscó nuevas formas de comunicación con la población y así logró la adhesión de las clases medias urbanas , los hijos de los inmigrantes, los chacareros del litoral, sectores minoritarios de la elite bonaerense y la burguesía comercial rosarina que aspiraban democratizar la vida política mediante sufragio universal y secreto.
        Frente a las amenazas de la UCR en 1912, siendo presidente Roque Sáenz Peña, se impulsaron dos leyes: la confección de un nuevo padrón electoral incluyendo al resto del país y establecer el voto secreto y obligatorio y el sufragio universal.
        En los años siguientes los radicales comenzaron a participar de las elecciones y el radicalismo se convirtió en el movimiento más poderoso del país.

 

2)_  En 1916 el voto se vuelve accesible a todos los ciudadanos sin importar su condición económico; hecho al que anteriormente no podían acceder, por ser exclusivo de la oligarquía  .El radicalismo es reconocido como partido político moderno del país ya que se presenta en las primeras elecciones democráticas argentinas y gana, siendo elegido Hipólito Yrigoyen. Además, desde un principio contaba con estatutos y objetivos bien definidos. Era la Unión Cívica  porque su meta es la honestidad y Radical porque rechaza inflexiblemente  las negociaciones con la oligarquía que detentaba el poder.
        Desde ese entonces la UCR gobernó al país en 5 oportunidades
Yrigoyen (1916-22) Alvear (22-28)  Yrigoyen (28-30) Arturo U. Illia (63-66) y Alfonsín (83-89).

 

3)_   Primera presidencia radical
        La primera presidencia radical, que ocupó al doctor Hipólito Yrigoyen desde el 12 de octubre de 1916 hasta acabar el período en 1922, fue también la primera legítima desde el punto de vista electoral. Una vez en el poder, el radicalismo encaró los problemas del país con un enfoque diferente al que había imperado durante el "régimen". Su política fue emancipadora. Las cuestiones fundamentales que afrontó en 1916 el gobierno de Yrigoyen fueron:
1º Una legislación social que atendiera a las relaciones del trabajador con las relaciones del trabajador con el sistema económico.
2º La transformación y consolidación del sistema económico nacional.
3º La reforma educativa, que se derivó del movimiento autónomo de la Reforma Universitaria.

        En materia de legislación, el radicalismo se propuso complementar la gran conquista civil del pueblo, que era el voto libre, con el logro de condiciones económicas justas en la retribución del trabajo. A poco de asumir el cargo dijo Yrigoyen: "La política económica es la piedra angular en que reposa la prosperidad bien entendida de los pueblos más adelantados. No hay, pues, deber más imperativo a todo gobierno que el de afrontar la construcción económica del Estado." La Unión Cívica Radical no pretendió instalar en el poder a una clase social determinada, traspasando a ella los privilegios de que habían gozado hasta entonces los conservadores. Trató de hacer justicia para que, según las palabras de Yrigoyen, "bajo la bóveda del cielo argentino no haya un solo desamparado."

        Durante la primera presidencia radical se encararon los siguientes problemas básicos en materia de legislación obrera: salario mínimo de empleados y obreros, y jornada máxima de trabajo, bregando para que las ventas alcanzasen a los trabajadores de todo el país y no solo a los de la Capital Federal. Los salarios se duplicaron de 1916 a 1922, pasando de $3, 50 a 7. - de promedio, manteniéndose a la vez estacionario el valor adquisitivo de la moneda. Se implantó la jornada de 8 horas en lugar de 9 o más, se quintuplicaron las inversiones en obras públicas del Estado, y el monto de las indemnizaciones de trabajo alcanzó a más de cuatro veces su valor anterior.1 En 1919, el presidente presentó al Congreso Nacional proyectos sobre contratos colectivos y arbitraje obrero. Sin embargo, Yrigoyen calificó las ventajas obtenidas de "miserable aumento en la remuneración de todos los trabajadores de la República", y en 1921 presentó al Congreso su plan legislativo más importante. El código del Trabajo, proyecto que tiene como fundamento "las condiciones básicas de la justicia social", y para el cual "se han tenido en cuenta, junto a los derechos reconocidos al capital, las justas y legítimas aspiraciones de los que, sin otro patrimonio que el trabajo diario, aportan sus esfuerzos decididos y eficaces a la obra del progreso del país."

La estrategia política del gobierno
        "En 1916 los efectos de la inflación sobre los consumidores urbanos llevaron al gobierno radical a una posición bastante difícil. Su propósito era poner fin a las tensiones políticas entre la élite y los sectores urbanos y consolidar su posición en el electorado, en un momento en que, a causa de la inflación, los intereses de ambos grupos eran agudamente divergentes. El gobierno no podía evitar que los terratenientes sacaran provecho del auge generado por la guerra en lo tocante a los productos primario. Por otro lado, si no intentaba al menos mitigar los efectos de la inflación, corría el riesgo de perder los vínculos que había establecido con los grupos urbanos, lo cual dejaría la vía libre a competidores, como el PS, más expresamente ligados a dichos grupos. Era menester, pues, encontrar algún modo de apaciguar a los grupos urbanos sin enajenarse a la vez las simpatías de la élite.

En lo atinente a los grupos urbanos, se descubrió que la única forma factible de lograrlo era aumentar la cantidad de cargos burocráticos y profesionales
La Reforma Universitaria de 1918 es el hecho que más asociado ha quedado a los logros del gobierno radical en favor de la clase media. Más tarde dicha Reforma, repercutiría enormemente en los movimientos universitarios de toda Latinoamérica; sus orígenes, empero, fueron los prosaicos conflictos que tuvieron lugar a comienzos de siglo entre la élite criolla y los nuevos grupos de clase media en torno al acceso a las universidades, y, más allá de éstas, a las profesiones liberales urbanas. De manera que la Reforma Universitaria estuvo íntimamente vinculada al fenómeno general de la tensión social entre los grupos de clase media, producto de la restricción al crecimiento industrial en la economía primario-exportadora.

En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras Casas de Altos Estudios, hubo una sucesión de huelgas estudiantiles, algunas de las cuales alcanzaron violentas proporciones. Su objetivo era que se modificaran los planes de estudio y se pusiera fin a la influencia escolástica y clerical en la educación superior. Los reformadores presentaron sus ideas en términos de una filosofía de la educación y la sociedad marcadamente distinta de la del pasado, popularizando por vez primera la democracia educativa y la participación de los estudiantes en el gobierno de las Universidades.Aunque el gobierno radical se encontró en un estado de irremediable confusión cuando intentó satisfacer los objetivos más metafísicos de los estudiantes, lo cierto es que tomó medidas positivas en respuesta a sus demandas más concretas. Tras prolongadas negociaciones entre los funcionarios y los líderes universitarios, se simplificaron los criterios de ingreso y los planes de estudio sufrieron importantes modificaciones; pero el paso más trascendente que dio el gobierno fue la creación de nuevas universidades que ampliaron las posibilidades de los grupos de clase media de recibir educación superior.
Así pues, en 1922 estos grupos habían llegado a ocupar una posición política muy diferente de la que tenían en el período oligárquico; ahora estaban plena y directamente envueltos en las actividades del Estado y se habían transformado en uno de sus principales beneficiarios. Si se exceptúan episodios espectaculares como el de la Reforma Universitaria, este cambio tuvo lugar en forma gradual, sin serios choques que pusieran en peligro la estabilidad del nuevo sistema político. En gran medida, lo que estaba ocurriendo era un efecto previsible de la ampliación del sufragio en 1912. Al conceder esto, la élite se había declarado dispuesta a aceptar una extensión del papel político de la clase media como artilugio para conquistarlo. Los problemas que planteó el nuevo sistema sólo salieron a relucir al término del período de Yrigoyen, en la depresión de postguerra iniciada en 1921. Hasta entonces los terratenientes aprovecharon el auge de las exportaciones y sus concesiones materiales a los grupos de clase media por lo general se hicieron a expensas de otros sectores sociales".
 La readopción de los mecanismos tradicionales de patronazgo político y sus consecuencias de largo plazo sobre las pautas del gasto público pasaron a ser, a la postre, el rasgo primordial de las relaciones entre la clase media urbana y la élite conservadora, así como la condición básica para que los radicales pudieran conservar el apoyo de la clase media. Por supuesto, el uso de tales expedientes no significó que todos los votantes nativos de clase media obtuvieran un cargo público; los cargos eran utilizados fundamentalmente para establecer o mantener el nexo entre el gobierno y los comités del partido y, a su vez, éstos últimos operaban como principal dispositivo para la movilización del electorado, recurriendo a menudo a técnicos más convencionales.

Sin embargo, este sistema de patronazgo no surgió de la noche a la mañana. El principal problema inmediato en 1916 era que cualquier aumento del gasto público para expandir la burocracia hubiera exigido un aumento de los impuestos, y como el sistema impositivo no había siso modificado en lo más mínimo, dicho aumento repercutiría en los propios sectores urbanos. El grueso de las recaudaciones del Estado provenían de los aranceles aduaneros, de los artículos importados, y por lo tanto se cargaban al consumidor. La única forma concebible de modificar esta situación habría sido un impuesto a la tierra; pero fijar dicho impuesto no era fácil para el radicalismo: habría constituido un ataque directo a la élite terrateniente, y, aparte de otras consideraciones habría puesto en peligro su propia naturaleza de coalición. Ahora bien: tampoco resultaba muy fácil incrementar los aranceles aduaneros siendo ya tan altos los precios de los bienes importados. Antes de 1919, cuando las importaciones y las recomendaciones fiscales comenzaron a mejorar, el gobierno se mostró poco dispuesto a incrementar el gasto público en un monto significativo y hasta cierto punto podía justificarlo invocando alguno de los principios que había defendido cuando estaba en la oposición. Con anterioridad a 1916 los radicales habían afirmado -aunque pocos les creyeron, y menos aún las clases medias urbanas- que una vez en el poder acabarían con el sistema de favoritismos oficiales, como parte del programa de "reorganización moral" que habían emprendido. En consecuencia, el sistema de patronazgo tardó en desarrollarse. La mayoría de las personas nombradas por administraciones anteriores, al menos en el plano nacional, fueron dejadas en sus puestos.

En lugar de eso, en sus dos primeros años de gobierno los radicales trataron de promover en el congreso una serie de reformas moderadas tendientes sobre todo a favorecer a los arrendatarios rurales. Se propuso la creación de un banco agrario para contribuir a los planes de colonización y se intentó fijar un impuesto temporario a las exportaciones agropecuarias con el fin de llevar alivio a los granjeros que atravesaban momentos de penuria así como desarrollar un plan de obras públicas que permitiera hacer frente al problema de la desocupación urbana. Otro proyecto legislativo tendría a la compra de barcos mercantes que pudieran reducir los costos de flete en las travesías trasatlánticas.

Estas medidas deben interpretarse como una tentativa de consolidar el control sobre los sectores rurales de la región pampeana y adquirirlo en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos. Esto fue también, a todas luces, el motivo por el cual la oposición conservadora se negó a considerar dichas medidas"

 

 4)_  Hipólito Yrigoyen ha sido, sin duda, "sacralizado" por la posteridad política. Se lo señala como un hombre austero, de pocas o ninguna palabra, silencioso, metido en su "cueva" -por algo era apodado el Peludo-, de escasos bienes y de romántica conducta cívica. Sin negar tales virtudes, dos hechos constituyen manchas reprobables en su gestión: el "unicato", o sea el carácter de un gobierno que exigía pleitesía provincial de los gobernadores y, con mucha frecuencia, intervino las provincias de gobiernos no adictos, y la llamada "Semana Trágica" (en enero de 1919), circunstancia en la que una huelga de los obreros metalúrgicos de Vasena dio lugar a una dura represión policial, de los que el pueblo llamaba "los cosacos".

La huelga de Vasena

El 2 de diciembre de 1918 unos 2.500 obreros de la importante empresa metalúrgica se declaraban en huelga. Exigían aumentos de salario -entre un 20 y un 40%, jornadas de ocho horas, primas para el trabajo en domingos y horas extras, abolición del trabajo a destajo y reincorporación de los compañeros despedidos a causa de sus actividades gremiales. Los directivos no recibieron a la comisión de huelga e hicieron caso omiso de los escritos que les enviaron, procedieron en cambio a contratar algunos crumiros con los que lograron mantener cierta actividad en los talleres. Para evitar que los interceptaran los huelguistas, los proveyeron de armas, y reclutaron a demás numerosos matones para "proteger los bienes de la empresa". Entre estos elementos y los huelguistas se suscitaban incidentes cada vez más frecuentes y violentos, sobre todo en el trayecto recorrido por los carros que transportaban materiales desde los depósitos ubicados en Santo Domingo y Pepirí hasta los talleres de Cochabamba y Rioja.

Presionado por los influyentes empresarios, el gobierno proporcionó fuerzas policiales para custodiar esos convoyes y en uno de los habituales tiroteos murió un cabo de policía. "La restricciones y prohibiciones a la policía para proceder con energía aun en el caso de ser injuriada o atacada a pedradas, y la conducta insolentemente provocativa de los especulativos turiferarios del obrerismo -opina un funcionario policial de aquella época- fueron engendrando un fuerte encono y una cólera sorda en los hombres de la repartición, que se desbordó en la semana trágica, implacable, inexorable, vengativa. Estos sentimientos no faltaron, probablemente, en los sucesos del 7 de enero.

Esa tarde, 6 chatas que salían de los depósitos eran seguidas por gran número de huelguistas, que acompañados de sus mujeres y de sus hijos reclamaban a los carreros que abandonaron su papel de rompehuelgas. La caravana pasó frente a la escuela situada en la esquina de Alcorta y Pepirí, donde desde algunos días antes habían quedado acantonados veinte bomberos armados y diez "cosacos" de la guardia de seguridad. Se inició entonces un violento tiroteo, de origen incierto -ya que huelguistas y uniformados se achacaron mutuamente la agresión-, que duró más de una hora. La llegada de tropas de refuerzo que establecieron una línea de tiradores de seis cuadras y patrullaron intensamente toda la zona puso fin al incidente. Un obrero apareció muerto a sablazos en medio de la calle y otros cuatro fueron víctimas de los disparos -algunos en el interior de su propia casa-; entre veinte y cuarenta heridos escaparon con vida y no hubo detenciones. Las fuerzas armadas no registraron más que un herido leve. "Esto quiere decir, sencillamente, -concluía La Vanguardia el 9/1/1919-, que no ha habido tal combate entre los huelguistas y las fuerzas policiales sino una cobarde y criminal asechanza tendiente a sofocar la huelga por el terror".

Estos hechos provocaron en los medios obreros una enorme indignación, que la prensa anarquista se encargó de acicatear: "sin falta, trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta ahora más que nunca. Estos no puede quedar en silencio. íNo! Y mil veces íNo! El pueblo no se ha de dejar matar como mansa bestia. Incendiad, destruid sin miramientos obreros; íVengaos, hermanos!". (La Protesta 8/1/1919). "El crimen de las fuerzas policiales embriagadas por el gobierno y por Vasena clama el estallido revolucionario. Espantemos las gallinas, camaradas, y manos a la obra . . .".(Idem, 9/1/1919). Estamos ya en el clima de la semana trágica.

subtitulo1 ------ La jornada del 9 de enero Todas las organizaciones obreras manifestaron su protesta. La Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos fue más lejos, proclamando la huelga general, y los mismo hicieron al otro día la FORA (5º C.) y muchas federaciones de oficio. Los piquetes que recorrieron las calles en la mañana del 9 terminaron por imponerla a toda la ciudad. "Los comercios y las fábricas cerraron sus puertas, el tráfico fue suspendido totalmente, y en medio de la curiosidad y la sorpresa del vecindario recorrieron las calles, enarbolando banderas rojas y negras, las comisiones de huelguistas"(La Prensa, 10/1/1919).

Las delegaciones gremiales y una enorme multitud en la que abundaban las mujeres y los niños, se iba reuniendo alrededor de los locales donde eran veladas las víctimas: el de los metalúrgicos, en Avda. Alcorta, y el centro socialista de la calle Loria. Hacia la una de la tarde, el enorme cortejo -estimado por fuentes obreras en 200.000 personas- se puso lentamente en movimiento tras los ataúdes, conducidos a pulso y cubiertos por banderas rojas. Una vanguardia de 150 hombres armados precedía la columna.

Al acercarse a los talleres de Vasena los disparos que desde allí se realizaban provocaron corridas y escenas de pánico entre los manifestantes, exacerbando la excitación general. Mientras algunos grupos se desprendían, sembrando la violencia por las calles adyacentes, otros se sumaban a los que desde la mañana sitiaban los talleres y se tiroteaban con sus ocupantes. El resto siguió la marcha, uniéndose con los que esperaban el paso de la columna de la calle Loria. La creciente agitación de los manifestantes se iba transmitiendo a los barrios que atravesaban en su largo trayecto hacia la Chacarita. Numerosos incidentes, tiros, alarmas y corridas, mantenían la tensión y fragmentaban la marcha. Los grupos más exaltados se armaban saqueando las armerías, otros prendían fuego a los tranvías abandonados en las calles.

Al pasar por Corrientes y Yatay estalló un nuevo tiroteo: algunos señalaron que los disparos provenían del colegio anexo a la iglesia ubicada en esa cuadra. Entonces "la muchedumbre, dando muestras en sus exteriorizaciones de gritos y ademanes de gran irritación, prendía fuego a un colegio y parte de la capilla. Otros que habían conseguido penetrar en el interior, arrojaban al aire hechas pedazos las imágenes y cuantos objetos de uso religioso o privado encontraban a su paso Los sacerdotes que ocupaban el establecimiento se defendían entretanto del asalto y, parapeteando adonde aún no habían llegado los asaltantes, hacían fuego contra estos y contra los que pretendían continuar perpetrando en el local"(La Prensa 10/01/1919).

La llegada de una dotación de bomberos, que desde las ventanas del edificio hicieron cerradas descargas sobre la multitud, terminó por dispersarla produciendo numerosas víctimas.

El resto de la columna -que ocupaba aún tres cuadras- continuaba su accidentado recorrido desbordante de furia, incendiando coches y tranvías, un camión de bomberos y los vagones de un tren que intentó cortar su paso. Al llegar al cementerio se encontró con un destacamento del ejército y gran cantidad de policías-que por órdenes expresas se habían mantenido hasta entonces alejados de la manifestación-. Cuando se pronunciaban los primeros discursos comenzaron nuevamente los disparos, que dejaron un tendal de muertos y pusieron en fuga a los últimos manifestantes.

Mientras la marcha del cortejo se convertía en el eje móvil de la agitación, otro foco de graves disturbios se localizaba alrededor de los talleres Vasena. Desde la mañana habían sido rodeados por nutridos grupos de obreros, y sus pedradas-contestadas por armas de fuego- iniciaron un combate que duró todo el día, los sitiadores trataron de voltear los portones de la fábrica, y al no lograrlo comenzaron a prenderles fuego. En el interior del edificio se encontraba el director-gerente Alfredo Vasena con otros miembros del directorio y una delegación de la Asociación Nacional del Trabajo -(ajena) añadía la prensa obrera- encabezada por el presidente de la Bolsa de Comercio. Los empresarios encerrados pidieron protección al ministro del Interior y al de Guerra, y uno de ellos, súbdito británico, solicitó la intervención del embajador de su país. Hacia las tres de la tarde llegó finalmente el recién designado jefe de policía, Elpidio González, figura prominente del radicalismo. Este intentó arengar a los huelguistas, que reaccionaron violentamente, incendiando incluso el coche en que viajaba. La llegada de más de 100 bomberos armados, reforzados por policías y "cosacos" y de un piquete de soldados de infantería con una ametralladora, desencadenó finalmente una batalla campal que se prolongó hasta la noche, dejando -según fuentes policiales- un saldo de 24 muertos y 60 heridos. Como episodios semejantes se multiplicaban por todas partes, ante la imposibilidad de controlar la situación y temiendo que los hechos respondieran a un complot revolucionario, el gobierno dispuso el acuartelamiento de todas las fuerzas represivas, dejando prácticamente las calles en poder de los obreros. Un diario de esa tarde llegaba "al triste convencimiento de que no tenemos gobierno" y de que "el poder, pues, está en la huelga, no en el gobierno" (El Diario 9/1/1919).

La represión
En la mañana del 10 la ciudad seguía paralizada y los huelguistas parecían dominar la situación: los escasos vehículos que circulaban exhibían "permisos" otorgados por la FORA (9º C.); los canillitas sólo vendían La Vanguardia y La Protesta; grupos de obreros recorrían las panaderías fijando los precios máximos y confiscando la mercadería donde encontraban resistencia. En los barrios obreros -señala un cronista- se improvisaban mítines "para dar rienda suelta a la verba revolucionaria". "Parecía -comenta otro- que todo el mundo aguardaba la producción de algo que debía suceder".

Pero mientras tanto se iba concentrando un formidable aparato represivo: a las fuerzas policiales, del escuadrón de seguridad y los bomberos armados, se habían sumado ya las tropas de la 1ª. y 11ª. División del Ejército, y en Dársena Norte atracaban los acorazados Belgrano y Garibaldi desembarcando sus efectivos. Dellepiane contó pronto con más de diez mil hombres perfectamente equipados.

Cuando aparecieron las primeras patrullas por las calles céntricas fueron recibidas con vítores y aplausos. No ocurría lo mismos en los barrios obreros: "se nos hacía fuego desde varios lugares a la vez -recuerda un inspector de policía destacado en La Boca-: desde lo alto de las azoteas, por las ventanas abiertas de las casas de madera, y aún desde los zaguanes . Pensé que la revolución, que adjudicáramos a un sector circunstancial de la población, tomaba las graves proporciones de una insurrección armada de todo el pueblo".

Por todas partes se levantaban barricadas con adoquines arrancados de la calle y otros elementos. Sus ocupantes las defendían tenazmente, y cuando después de violentos combates eran desalojados por las tropas, se refugiaban en otras para reanudar la lucha desde allí.

Muchas calles se convirtieron en verdaderos campos de batalla pero las tropas se imponían y comenzaban a practicar numerosas detenciones; para liberar a sus compañeros, muchos grupos se lanzaron al asalto de las comisarías. No todos esos ataques, sin embargo, fueron reales: el pánico policial -agravado por la constante tensión, la falta de sueño y los alarmantes rumores- protagonizó numerosos incidentes. Ante la más mínima sospecha las comisarías comenzaban a vomitar fuego por sus cuatro costados, aterrorizando a los vecinos y contribuyendo a la confusión general. El caso más grave ocurrió en el propio Departamento Central de Policía, convertido en cuartel general de las fuerzas represivas. En medio de un caos total, sus ocupantes se balearon entre sí y acribillaron a las viviendas circundantes durante más de media hora, hasta que llegó Dellepiane y logró poner fin al pandemonium. Algo parecido ocurrió en el Correo Central, y ambos "asaltos" fueron publicitados como pruebas de la peligrosidad del movimiento y de su intención de tomar el poder. Hacia la tarde las fuerzas represivas controlaban ya la situación. Por las calles del centro aparecían las primeras manifestaciones "patrióticas", mientras que las guardias blancas comenzaban la "caza del ruso" en los barrios proletarios.

Entre tanto, el C.F. de la FORA (9º C.) realizaba consultas con delegados de algunos gremios y resolvía reducir al mínimo las condiciones para el levantamiento de la huelga: aceptación de la demanda de los obreros de Vasena, liberación de los presos sociales y prescindencia del gobierno en el conflicto que sostenían los marítimos.

Una comisión transmitió esas condiciones al Jefe de Policía. Al día siguiente -sábado 11- Yrigoyen se entrevistó con A. Vasena y poco después Elpidio González anunciaba la aceptación de la demanda de la FORA. La asamblea de delegados reunida por el C.F. resolvió entonces levantar la huelga general, haciendo un llamado para que "la misma unión mantenida durante el grandioso movimiento sea mantenida al volver al trabajo".

Pero esa exhortación sólo sería escuchada parcialmente. Muchos consideraban que era por lo menos oportuno el levantamiento de la huelga a cambio de tan ínfimas concesiones en momentos en que estaba en su apogeo y mientras se practicaba una sangrienta represión. Otros acusaban a los dirigentes sindicales de traición, negándoles el derecho a liquidar un movimiento que no habían iniciado.

La FORA (5ºC) resolvió continuar la huelga por tiempo indeterminado: "A las iras populares" -dice su declaración- no es posible ponerles plazo: hacerlo es traicionar al pueblo que lucha. Se hace un llamado a la acción: " Revindicáos proletarios! Viva la huelga general revolucionaria!" También seguían en huelga -aunque por motivos particulares- los marítimos y los ferroviarios, a los que se sumaron los tranviarios, que obtuvieron la solidaridad de carreros y choferes. La circulación continuaba entonces paralizada, dificultando la reanudación de otras actividades. Se agravaban los problemas de abasto, ya que no llegaba leche, verduras ni hortalizas; tampoco había matanza y frente a las panaderías se formaban largas colas. En las desoladas calles las basuras seguían sin recoger. Los tiroteos mientras tanto no cesaban, y los allanamientos de locales y domicilios provocaban frecuentes enfrentamientos entre obreros y policías. Las razzias "patrióticas" que mantenían el terror blanco en los barrios obreros contribuían a la perduración del ambiente de violencia.

Había, además, oscuras maniobras dentro del gobierno: mientras Dellepiane aseguraba a una delegación de la FORA (5ºC) que cesaría la represión, fuerzas policiales allanaban los locales anarquistas y detenían a sus ocupantes. Denunciando esas intrigas, el general anunció su intención de renunciar.

A todo esto el gobierno no cumplía con su promesa de liberar a los presos y una delegción de la FORA (9ºC) se entrevistó con Yrigoyen para reclamarlo. En los días siguientes los detenidos fueron recuperando su libertad y se permitió la reapertura de los locales sindicales. Así, lenta y parcialmente, la situación se fue normalizando en la ciudad.

Pero mientras tanto la agitación se había extendido al interior: en muchas localidades las reacciones de protesta tomaban la forma de huelga general; en otras eran la solidaridad con marítimos o ferroviarios la que paralizaba la actividad. Santa Fe y Córdoba fueron las provincias más afectadas por estos movimientos, y sus gobernadores solicitaron el envío de tropas para dominarlos. La situación llegó a ser también bastante grave en Buenos Aires y Mendoza y tuvo repercusiones en Entre Ríos, Santiago, Tucumán y Salta. Ante esta multiplicación de los conflictos, el gobierno debió convocar a las reservas y Diputados aprobó el estado de sitio. Las medidas resultaron sin embargo innecesarias: el 15 los ferroviarios levantaron su huelga y desde entonces también el interior se fue apaciguando poco a poco.

Así se extinguió finalmente el movimiento, dejando-según fuentes obreras-un saldo de 700 muertos y 4000 heridos.


 5)_   La expansión urbana
Entre 1900 y 1914, Buenos Aires se extendió de tal manera que debe haber batido uno de los records de expansión de este siglo. La ciudad de Buenos Aires, que según Charles Darwin, era en 1834 "la mejor trazada del mundo", incrementó entre 1869 y 1914 en un 742 por ciento su cantidad de habitantes y alrededor de un 733 por ciento sus unidades de vivienda. Claro que expandirse es más fácil que hacerlo bien. Pero Buenos Aires lo hizo o, mejor dicho, sus habitantes lo lograron de un forma admirable. Una prueba de ello surge de la sencilla observación de que si los inmigrantes comenzaron a llegar masivamente durante la década de 1880 y lo siguieron haciendo y cada vez más durante las tres décadas subsiguientes, hasta pasar con creces el millón, no fue precisamente para venir a vivir en condiciones comparativamente peores de las reinantes en sus países europeos de origen. Así es que en esta ciudad, en los años que van de 1904 a 1914 se construyen algo más de 31 m2 promedio por año por habitante que se agrega. Construcción sólida, si las hay, ya que entre 1887 y 1914, el 94 por ciento de los edificios es de ladrillo, en 1909 el 65 por ciento de las casas tienen cloacas instaladas, el porcentaje de casas con agua corriente es de 80 por ciento en 1904 y de 99 por ciento en 1914, la población que habita en conventillos pasa del 25 por ciento del total a fines del siglo XIX a menos del 10 por ciento en las cercanías de 1914. Los conventillos decrecen no sólo en porcentaje sobre el total de edificios sino en números absolutos. Mientras la población aumenta, acompañada de cerca por el crecimiento de la edificación, los propietarios de inmuebles en la ciudad crecen aún más.

  

Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928)
Asumió sus funciones de presidente el 12 de octubre de 1922. El gobierno de Alvear se desarrollo en un  clima tranquilo y de relativo orden  progreso, producto del término de la crisis mundial de posguerra , que trajo la reapertura de mercados europeos, y  en la Argentina  el aumento del comercio interior y exterior en base a las exportaciones agrícolas y ganaderas.
Alvear continuó la política sostenida por el radicalismo tratando de establecer una administración honrada y eficaz.
Entre las iniciativas más destacadas del período se cuentan :
Creación de la dirección general de Yacimientos  Petrolíferos Fiscales e instalación de la destilería  fiscal de La Plata.
Creación de cajas de jubilaciones (para empleados bancarios y maestros primarios.
Se reglamento el trabajo de las mujeres y menores; se estableció el pago de los salarios en moneda nacional y no en vales.
Establecimiento de un nuevo régimen de entidades cooperativas.
Creación de la primera fabrica de aviones en Córdoba.
Adquisición de los primeros submarinos.
Apoyo a las manifestaciones culturales. Adquisición del teatro Cervantes y creación de la Casa del Teatro.
Represión a los trusts.

Desenvolvimiento económico

El nuevo presidente trató de orientar su gobierno en un clima de armonía social. Él manifestó que su gobierno se orientaría dentro del juego normal de los intereses a veces contrapuestos, que luchan por el mejoramiento propio que a todos perjudican.

 

División del Radicalismo

Alvear siguió una línea de política que no tardó en producir la división del partido radical. La mayoría siguió bajo la dirección de Yrigoyen, y otros apoyaron al presidente bajo el nombre de radicales "antipersonalistas" (contrarios a los sistemas personales sujetos a las directivas de los comités). Cuando se aproximó término del mandato se produjo una lucha entre las dos fracciones del radicalismo y luego de una intensa campaña proselitista antipersonalista y de formar un frente único con los conservadores proclamaron la fórmula Leopoldo Melo- Vicente Gallo, pero en las elecciones de abril de 1928 se impuso el binomio Yrigoyen- F. Beiró , quien murió y fue reemplazado por Martínez.

 

Segunda presidencia de Yrigoyen (1928-1930)

Cuando llegó al poder era ya un hombre anciano (77 años) con la salud resentida y sus propios partidarios lo presumían debilitado en su capacidad de acción. La opinión publica observó que el gobierno no respondía a los grandes problemas que atentaban a la República Argentina.

Yrigoyen estaba rodeado de un círculo de obsecuentes que deseaban sacar provecho y riquezas de la función pública. En 1929 se inició en E.E.U.U. la gran crisis mundial que culminó con una quiebra general de los valores de la bolsa; los efectos de esto llegaron a nuestro país en la época en que Yrigoyen era combatido por la oposición. El desequilibrio no tardó en reagravarse, los gastos públicos aumentaron. la moneda se desvalorizó. el desorden imperó en la administración pública y lamiseria hizo estragos en las clases humildes; los trámites administrativos no se resolvían y el Senado (con la mayoría opositora) postergaba la solución de problema surgentes. Gracias a esto Yrigoyen perdió su prestigio y el malestar trascendió hasta las FuerzasArmadas.

 

LaRevolución

El6deseptiembrede1930estallólarevolucióndirigidaporelTenienteGeneralJoséFélix UriburuconlacolaboracióndelasFuerzasArmadasyunnúcleodecivilesopositores.

El movimiento militar triunfó fácilmente y las tropas rebeldes ocuparon la Casa de Gobierno, la Corte Suprema de Justicia de la Nación en una acordada emitida el día 10 de septiembre, reconoció a las nuevas autoridades como un gobierno de Facto y dió validez a sus actos .

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