AMÉRICA LATINA EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI

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Pedro Cunha Bocayuva
Doctor en Ciencias Políticas. Director General de FASE, Río de Janeiro, Brasil.
Ponencia presentada en la Conferencia regional "Movimientos sociales, políticas de seguridad y democracia", organizada por el Programa Andino de Derechos Humanos, PADH.
La Paz-Bolivia, mayo 27 y 28 de 2003.

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Contenido

Deconstruir el mundo

La metáfora de la integración

La metáfora de la guerra

La metáfora de la seguridad

La metáfora de la inteligencia

Democratizar la democracia

Desarrollo local y regional

La metáfora de los derechos humanos

La metáfora de una globalización alternativa

 

Voy a hablar del Brasil y de América Latina, abordando una aproximación a su realidad desde la perspectiva de los derechos humanos como instrumento de desarrollo y de expresión de las potencialidades colectivas, sociales, nacionales de cambio de una América Latina que aparece delante del mundo como un continente pasivo aplicador ortodoxo de las medidas neoliberales, por la América Latina de los obreros, de los campesinos, del continente rebelde, creativo, de pueblos que resisten, la América de la unidad imaginada.  

Hablando de Brasil, un ex Ministro de Cultura decía que "nosotros somos la América errada". Vengo para contrarrestar esa idea y decir que somos, junto con el resto de países de la región, una posibilidad de América cierta. En el contexto de la globalización somos uno de los pueblos más abiertos a las hibridaciones, las mezclas, los mestizajes, las combinaciones de decisiones sociales y territoriales en su enorme desigualdad. Tenemos un papel y una posibilidad -distinta de los pueblos de Asia y de África y también de Europa y de los mismos Estados Unidos- de pensarnos como el espacio positivo de la experimentación de la globalización que teje redes para la esperanza.

 

Deconstruir el mundo 

Creo que es posible pensar en la deconstrucción del Estado y en la deconstrucción de la hegemonía imperial en el mundo. Con esto quiero decir que la posibilidad de alternativas de derecho al desarrollo necesita pensar el mundo no sólo desde el punto de vista del unilateralismo, o desde el punto de vista del imperio, sino más bien desde la posibilidad de los pueblos diversos para la creación de proyectos distintos. Y ahí está América Latina como la metáfora de una combinatoria de trayectorias que desde los fragmentos territoriales impusieron condiciones a experimentos históricos mediante los grandes movimientos sociales, indígenas, revoluciones sociales y procesos democráticos de participación como el Brasil de Lula da Silva. 

Algunas ideas para esta hipótesis de si es posible pensar en formas de reafirmación abriendo la trayectoria de los proyectos nacionales cerrados, del desarrollismo nacional o del repliegue de los estados, podrían asentarse en la noción de los derechos humanos ubicados en la relación internacional y en la universalización.

 

La metáfora de la integración 

Estamos en un momento de flaqueza de los estados nacionales para construir sistemas de protección y tenemos muchas contradicciones también con las construcciones de las historias nacionales de los estados y mismo con la ideología de los derechos que viene de una matriz eurocéntrica. Es necesaria una crítica a la limitación y la concepción democrática anglosajona, europea, eurocéntrica, pensando desde el ayllu, desde la experiencia comunitaria indígena, desde la diversidad que hace reconocer que las tradiciones comunitarias quechuas o las corporativas de la Central Obrera de Bolivia, no son las mismas de la selva o de la Central de Trabajadores del Brasil. Necesitamos pensarnos desde experiencias históricas que son muy variadas. Entonces el multiculturalismo y la dimensión multinacional están en la raíz de nuestro experimento histórico de pueblos que tienen que convivir en el mismo territorio. 

En su momento todos hablaron de transición y crisis; se habla en términos internacionales del concepto de imperio como la actualización unilateral de la dimensión global del mercado; de crisis paradigmática, de crisis de referencias, de proyectos, de construcción histórica en la humanidad; de crisis en las referencias liberales socialistas, de las ideas de la construcción de la modernidad. Se habla también de época de transición paradigmática en el campo del conocimiento, pero época de transición también en términos del proceso de acumulación de la estructura de la economía - mundo; por tanto se habla de crisis sistémica de acumulación, la crisis sistémica del padrón del eje de acumulación central en Estados Unidos. 

Pero nosotros sabemos que todas esas lecturas que tienen su base en la materialidad de la economía mundo capitalista, se acopla a la problemática de la geopolítica que para nosotros no es novedad. La política de control sobre los territorios en las fronteras de las Américas no es nueva dentro de los experimentos democráticos de todos nuestros pueblos que han sufrido intervenciones o procesos de control. Nosotros somos una frontera que geopolíticamente ya experimentó y continúa experimentando con el plan Colombia y en otras situaciones, experimentos de recolonización. 

Desde América Central, el Caribe, hasta América del Sur, todos hemos sufrido en forma directa e indirecta la intervención o control imperial. En ese sentido, por paradojal que parezca, la desterritorialización es increíble: los desplazados, los migrantes, los nómadas, la circulación de los indígenas, la urbanización acelerada, la desindustrialización, el desplazamiento y todos los procesos de esta dialéctica de territorialización - desterritorialización que es planetaria. Estos experimentos de transplante industrial, experimentos de grandes proyectos energéticos, de grandes proyectos industriales, agroindustriales nosotros los vivimos como problemática de control bio-político, como problemática del orden social, como problemática de seguridad, como problemática de las ciudades, de la región metropolitana y por tanto cuanto más desterritorializados somos, el territorio cobra el precio del problema de la organización, del control, de la participación, de todos los procesos y de ahí hay toda la problemática del comprensión de los fenómenos en curso. Pero desde esta idea tenemos posibilidad de pensar en América Latina ahora, que es pensar en una subjetividad colectiva desterritorializada, desde nuestro ser diverso, distinto a pensar desde un punto de vista unilateral abstracto. Desde esta perspectiva, pensamos el MERCOSUR y el Pacto Andino como metáforas de nuevos territorios de integración, como nuevas posibilidades transfronteras. Sin embargo, como en el continente no tenemos una proyección política suficiente de esos procesos que se miden en la materialidad, la infraestructura, la relación productiva real, la integración de las economías y también de las culturas, estamos todavía en diálogos muy pequeños frente a las cuestiones y las necesidades que nos imponen los procesos de desterritorialización en la globalización.

 

La metáfora de la guerra 

Vivimos en sociedades de redes. Y en este contexto, otra metáfora problemática que tenemos que deconstruir, es la metáfora de la guerra, la metáfora de la guerra contra el terror, la metáfora de la guerra contra el narcotráfico, la de la guerra social, la metáfora de la guerra urbana. Es difícil pensarnos fuera de estas metáforas de guerra como ordenamiento del embate social para pensar la seguridad desde un punto de vista de los derechos y no solo desde los sistemas policiales o las políticas de seguridad; para pensar las relaciones sociales en los territorios urbanos como Río de Janeiro o Medellín más allá de las metáforas de militarización del espacio.  

Tenemos además que ubicarnos en el contexto de la relación ambivalente entre la problemática de la transición democrática con la representación de la sociedad civil y los condicionamientos del mercado global. En el neoliberalismo tenemos sociedades de masas multitudinales, sociedades urbanas metropolitanas masivas, grandes ciudades donde la magnitud del contencioso juvenil popular, indígena, negro, no tiene objetivos de inclusión ni en las sociedades tradicionales, ni en la idea de la centralidad del trabajo que era la forma regulatoria de los derechos de contratación social o derechos laborales que si no se aplican no se logra una relación de equilibrio más favorable entre la economía formal y la informal; y por eso, por el predominio de lo informal la producción difusa de sujetos dispersos en el territorio urbano, que no tiene la forma organizada contractual. La problemática laboral se convierte en la problemática del derecho al trabajo y no solo del derecho trabajista del derecho laboral.

El problema de la criminalización de los movimientos sociales y de la criminalidad de las capas juveniles subproletarias de hecho existe aquí lo mismo que en los EE.UU., basta ver la cantidad de los jóvenes negros detenidos en Washington y la estadística de la tolerancia cero. Eso es una tendencia de universalización del modelo americano en muchos aspectos, que es la criminalización de los "desórdenes sociales", que pone en crisis de las instituciones de disciplina clásica como la escuela, la fábrica, el servicio militar obligatorio. Entonces el control se torna difícil y se generaliza la tendencia de una ideología internacional de las políticas de criminalización, resultando este recurso más viable que los procesos posibles de "disciplinización subjetiva", a los que se acude mediante el uso dirigido de los medios de comunicación. 

Hay una justificación de modelos que tiene implicancia en políticas masivas de control, en la ampliación de la policía. Se aumenta la demanda por políticas de seguridad con transferencias de recursos de lo social, este es un aspecto estructural y una tendencia americanista perversa. Pero los modelos van a variar desde expresiones de sistemas de policía con su articulación de extraterritorio y de gerenciamiento informático para la utilización de la idea de una punición previa, hasta las contratendencias de una policía comunitaria cuyos sistemas de información se articulan al sistema jurídico.

 

La metáfora de la seguridad 

Vivimos crisis del Estado y de la sociedad salarial laboral, vivimos por tanto una crisis profunda de la problemática típica de la constitución de la idea de bienestar social donde los derechos económicos, sociales y culturales están ubicados. Por tanto la idea de la seguridad pasa a ser un valor de política social y pública, sin que hacer política de seguridad signifique, como en los procesos norteamericanos de tolerancia cero, aplicar modelos de prisiones de seguridad máxima (en el Brasil se habla de la necesidad de prisiones de seguridad máxima política de crímenes federales). Esto serviría únicamente para la ampliación del aparato policial, urgido en el continente de una reforma para su readecuación e integración, con capacidad informativa, con ubicación legitimada en el territorio, inserto en las relaciones comunitarias y sociales, basando su accionar en las mediaciones jurídicas bajo el principio de justicia.  

En el continente, su juventud aparece como manifestación colectiva del problema de in-seguridad. Los jóvenes comprendidos entre los 18 y 24 años son la masa marginal de nuestras calles, del narcotráfico y de los conflictos sociales cotidianos. El joven es visto como problema y no como solución. 

En las poblaciones urbanas populares como las favelas, se nota la ausencia de presencia del Estado y se expresa el esfuerzo de formas de autoconstrucción colectiva, o formas de abaratamiento de los costos de acumulación de la industrialización del capital. Pero ahora, estas formas de urbanización, aparecen como problema delante del colapso de la modernización. América Latina es el centro del colapso de la modernización en el plan ambiental, en el plan social, no es el centro de la crisis del liberalismo, ni el centro de la crisis del socialismo. Es el centro de la crisis del modelo civilizatorio de occidente concentrado en la periferia sur. Nosotros somos la periferia por excelencia, la buena periferia, somos un poco oriente pero somos mas sur que oriente; oriente es el problema estratégico geopolítico y sur es el espacio de la subordinación. Y América Latina es el espacio sur, pero también es el espacio del rebote de resistencia, el espacio de explosiones multitudinarias, de juventudes que aparecen con un problema de orden y que deben ser pensadas también en sus expectativas, en sus esperanzas. 

En países como en el mío, el crimen organizado se asemeja con el crimen difuso, con el crimen de ese bajo capitalismo que penetra en los territorios, en la policía y que nos afecta a todos y que se suelen querer solucionar con el recurso fácil de la intervención militar, que no hace sino ampliar la metáfora de la guerra a costos elevados. Y el ejército es también propenso a la corrupción porque tiene fuertes problemas de financiamiento. Hay conflictos internos en nuestros países que podrían convertirse problemas desde el punto de vista internacional sino se pone la seguridad interna con respeto de los derechos en la agenda de seguridad del plan continental. Por ejemplo en el Brasil, hay conflictos de fronteras con intensos operativos policiales y militares en la frontera amazónica.

 

La metáfora de la inteligencia 

Habitamos un mundo de redes. El acceso a este mundo depende de la capacidad logística de superar la brecha telemática. Pero desde la perspectiva de la metáfora de la inteligencia debemos hablar del entorno, del territorio, de la economía, de las culturas en la globalización, de los espacios de inteligencia colectiva emergente. Somos espacios de cambio subjetivo, de cambios telemáticos, de la Internet, del acceso a una nueva cultura que nos impone la necesidad de trabajar nuestras formas de construir con una característica positiva la posibilidad de la inteligencia colectiva de los servicios de la economía de información de comunicación.

 

Democratizar la democracia 

Estamos entre procesos de nueva dependencia global donde las exigencias de un lenguaje nacional de instituciones nacionales nos obliga a hablar de democracias nacionales, aunque nos pensamos ya en términos de región, y aún no alcanzamos a visualizar una democracia universal. Se está dando en nuestra América un debate en torno a la radicalización democrática, a la idea de democratizar la democracia, ir más allá de la crisis de las instituciones en los términos de la crisis de la América del Norte que tiene muchos años en enseñarnos su democracia de representación, de pluralidad de comunidad, de civilidad, de símbolos militares de dominación de la frontera, de unilateralismo, con dificultad de cosmopolitismo y en las representaciones políticas participativas.  

Necesitamos pensar nuestras democracias desde la posibilidad del avance de la complejidad ciudadana. Vivimos un período en el que el planteamiento de la inserción regional se pone en el orden del día, pero en el que al mismo tiempo la base material y productiva nacional es inferior a la exigencia de articulación de nuestras fronteras. La inserción regional nos plantea relaciones de un nuevo tipo. La construcción de un nuevo proyecto regional es condición desde un planteamiento político para pensar en el derecho de integración. En Europa se habla de derecho de integración porque tiene el experimento de la integración no solo de los mercados sino de la constitución europea. Para forjar la integración es necesaria una praxis material, subjetiva, cultural y de relaciones políticas, de ahí la emergencia de un derecho a la integración basado en relaciones de cooperación y de solidaridad trans-frontera. Pero en nuestros países la idea de una economía pública que ultrapase la economía estatal corporativa y el puro mercado, todavía no está generalizada. Todavía la idea de una economía popular y solidaria es sólo la economía de la comunidad indígena, tradicional, de la producción agroalimentaria de subsistencia. Pero hay que ir más allá, al conjunto de posibilidades, del cooperativismo de los profesionales liberales de las empresas industriales autogestionarias de la cooperación productiva en las empresas de inteligencia colectiva.

 

Desarrollo local y regional  

En el continente, con toda la compresión del ajuste estructural tenemos dinámicas y formas de resistencia que desde lo local proyecta escenarios y soluciones nacionales e incluso internacionales. Por tanto, lo local es una posibilidad que desde la política puede implicar el riesgo de la fragmentación de la universalización desde el Estado, al mismo tiempo que puede avizorarse como una solución para la organización de nuevos territorios productivos. Ciertamente, la producción más avanzada del mundo son los nuevos territorios productivos basados en la ciencia y tecnología o viejos territorios productivos que se cambiaron en cooperación productiva.  

La economía real traspasa en mucho la idea de los acuerdos comerciales. El problema estructural está en la dominación del modo de circulación de la economía capitalista, o sea que la economía de circulación se sobrepone a la economía de comercio. Entonces el multilateralismo que no se cierra en una sola área de dominación comercial es la mejor forma de inserción. Más allá de la noción del fetiche del comercio y del libre comercio, la circulación, la propiedad, los servicios públicos, la tecnología son decisivos para nuestra inserción competitiva en el mundo.

 

La metáfora de los derechos humanos 

En nuestros tiempos los derechos humanos son las guías para acción, son la posibilidad de un lenguaje universal. Hablamos de derechos como la dirección de un guión de nación, de las posibilidades de negociaciones interculturales, de la posibilidad de creación de indicadores de vida y resistencia, de justicia para todos. Cuando se habla de los defensores de los derechos humanos, es común la afirmación de que "defender los derechos humanos es defender a los criminales", esto debido a las prioridades en las prácticas de los defensores, cuando es necesario dejar sentado que los derechos son para todos, también los trabajadores de la policía necesitan de los derechos económicos, sociales y culturales, necesitan ejercer el derecho a la expresión, tienen como todos derecho a educación y a la ciudadanía. 

Los derechos humanos como lenguaje universal son la posibilidad de diálogo en la sociedad a partir de principios para la transformación con equidad. Tenemos problemáticas y conflictos comunes, empecemos a construir la agenda de la democratización, la agenda de la superación de la pobreza, la agenda de la desigualdad. En la base de estos acuerdos está el ejercicio y respeto de los derechos humanos. 

Estamos en un escenario de crisis de paradigmas y en él, los derechos humanos se convierten en una alternativa de reconstrucción de los discursos, también desde el derecho internacional que cambie por ejemplo los principios de la desterritorialización sin responsabilidad pública, o de la distribución financiera sin equidades. El lenguaje de los derechos humanos cuestiona y propone, por ejemplo en el terreno de las políticas financieras debemos criticar el hegemonismo para tener una conciencia más profunda sobre la economía de la circulación que disminuyó la capacidad de control del flujo de capital; esto mismo ofrece una bandera, que es la acumulación crítica de efectos desastrosos causados por la especulación en la movilidad del capital.

 

La metáfora de una globalización alternativa 

Necesitamos agendas para un cambio en la política, para la construcción de una nueva base material y subjetiva, para una nueva economía, un nuevo orden económico. América Latina - con su desarrollo desigual- pareciera condenada al enfrentamiento crítico de la modernización occidental, de la cobranza de la incoherencia de su proyecto de expansión civilizatoria en una América Latina con identidad comunitarista. Entonces, con esta dualidad, América Latina puede ser la metáfora de una nueva globalización alternativa con una nueva visión que toma en cuenta lo multitudinario, lo diverso, los territorios, los estados difusos, la inteligencia intelectual en red, y la posibilidad de que los viejos sujetos colectivos se articulen con los nuevos, por ejemplo la clase obrera con el mayoritario mundo de las economías de la precariedad o la informalidad. Tantas divisiones de género, de clase y étnicas es necesario pensar en un cambio de cultura. La metáfora latinoamericana de una globalización alternativa tendría que proponer esta construcción incidiendo en el Norte de corazón mestizo.  

Pensarnos en un contexto geopolítico integrador supone superar la dialéctica de la regulación imposible, es decir de los escenarios de guerra, de libre mercado, de exclusiones. Requerimos por el contrario una dialéctica que oponga los escenarios de resistencia, de construcción, de superación de los conflictos y contradicciones, de los movimientos sociales como parte del reclamo y del problema pero también de las soluciones productivas y culturales, de las producciones materiales e inmateriales para la integración regional. Los movimientos sociales son de tan diversos tipos, que es importante hablar de los movimientos de los movimientos, como es por ejemplo la experiencia del Foro Social Mundial, una expresión simbólica y material de que otro mundo es posible. 

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