ACOSO ESCOLAR

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

enlace de origen  

Psicóloga y Psicóloga Social
Directora del periódico de psicología Uno y Otros
Directora de Editorial Veintiuno
Docente - Coordinadora de Grupos Terapéuticos y Grupos de Trabajo
Psicoterapeuta de Niños, Adolescentes y Familia

IMPRIMIR

Dedico este artículo a los alumnos y pacientes que han sido víctimas del acoso escolar

"¡Te odiamos!" Eran las 17.30 cuando Catherine Méndez de 12 años, salía de la escuela junto a sus dos hermanos y sintió un escozor por el cuerpo al escuchar ese grito que le lanzaba un grupo de chicas. Las palabras pronto devinieron en golpes. Tantos que se desmayó. Le habían quebrado la clavícula y tuvo que ser trasladada a un hospital. (La Nación, pág. 20, viernes 30 de septiembre de 2005, por Jessica Bossi).
Este hecho es uno de los que se conocen, ya que decenas de otros, del mismo tipo, se conservan en silencio, solo vivos en la memoria de los chicos, padres y maestros del colegio en que esos hechos suceden. Estos casos no llegan a darse a luz. Cada familia tiene un caso cercano donde se ha agredido a alguna maestra; algún profesor ha humillado a un alumno; algún alumno ha maltratado a un compañero; alguna alumna ha sido violentada por un grupo de compañeras que la odian, y otras variantes más.

Las acciones violentas desplegadas dentro del colegio o en sus adyacencias forman parte de lo que hoy en día se conoce con el nombre de bullying.

El autor que definió este fenómeno fue Dan Olweus a las que ubicó como conductas de intimidación, tiranización, aislamiento, amenaza, insultos, sobre una víctima o víctimas señaladas. "Un alumno es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma consecutiva, a acciones negativas por parte de otro alumno o por varios de ellos".
Estas acciones contemplan insultos, cargadas, apodos infamantes, apodos humillantes, burlas, gestos obscenos y degradantes, y cuando el panorama se complica encontramos piñas, empujones, escupitajos y palizas generalizadas.


Los testigos
Los que observan estos hechos son muchos ojos. Las acciones violentas del ámbito escolar, a diferencia de la violencia doméstica que cuida en ocultarse, son públicas porque el objetivo de los chicos violentos, es implantar un micro poder social. Este micro poder se establece en el ámbito de la escuela. El que lo alcanza, tratará de lucirlo y mantenerlo a la vista. Es por eso que los testigos son necesarios para los actos intimidatorios y las conductas violentas.

En primer lugar los maestros y profesores observan directamente el modo en que se tratan los chicos entre sí. Los directivos de la institución también están en conocimiento de lo que sucede, y los compañeros del curso, como los del resto del colegio, también saben qué cosas están pasando. Por lo pronto, estas acciones tienen un carácter público.

Qué hacen los testigos para detener la violencia
Los maestros y profesores por lo general no se meten. Dejan que los chicos se arreglen entre ellos. Los directivos informados no operan adecuadamente por lo que la violencia continúa. Por lo general están desinstrumentados para afrontar este tipo de conflictos. No se observa impaciencia por parte de las autoridades en informarse, consultar o buscar ayuda en profesionales especializados.

Lo determinante de esta actitud es la evaluación que se hace de estos acontecimientos.
¿Escupirse e insultarse sin descanso es un hecho intrascendente o un hecho grave?
En nuestras escuelas todavía se estima que son cosas de chicos.

En esta apreciación se combinan varios factores: un concepto tradicional; una creencia, una negación del problema; un miedo al cambio. La inacción permite pues, la paulatina instalación de la violencia como forma de funcionamiento, más aún cuando no se la ha desarticulado en los primeros momentos. La ignorancia institucional puede llevar al encumbramiento de la ley del más fuerte.
Muchos maestros y profesores tienen miedo a los adolescentes violentos y cuando la autoridad se ha perdido, habrá que recobrarla. De lo contrario la relación está viciada, y en la batalla, uno u otro fracasará. Por lo general, es el alumno el que deja el colegio por un proceso natural, por decantación o porque ha atravesado su nivel de escolaridad.
Hay casos en que los que abandonan son los profesores. Mucho menos por cierto, porque necesitan continuar trabajando para vivir. Algunos, recién ahora empiezan a instruirse respecto de cómo manejarse, piden ayuda, blanquean la agresión.
Este proceso de concientización posee menor velocidad en Buenos Aires que el ritmo de la participación ciudadana en otros tipos de conflictos. Uno de los motivos es el temor de los docentes a las sanciones disciplinarias que pudieran recibir si cometen algún "mal acto" contra un alumno. Los docentes, como los médicos, son un sector social vulnerables a padecer sanciones legales. Algunas justas y muchas injustas.

Los docentes, en ese sentido, se sienten acorrolados. La desinformación ayuda no querer cambiar.


Características del acoso escolar o bullying
El acoso escolar se caracteriza por la presencia de una víctima atacada por un matón que por lo general comanda a un grupo que lo acompaña.
Se presenta una relación desigual donde uno, la víctima está en posición de vulnerabilidad respecto del otro, el victimario, más fuerte.
Para ser acoso debemos hablar de un hostigamiento repetido, durante un período largo de tiempo y de forma recurrente.
El ataque se opera sobre un sujeto individual, y no sobre un grupo.

Cuando un chico empuja, insulta y hostiga a otro desde que comienza el día en la escuela, le pone sobrenombres, se burla de él, le dice "marica", lo llama con un nombre del sexo opuesto al que tiene, le tira los libros, le raya los CD, hace alianza con otros chicos en contra de él, impide que los demás se relacionen con él, lo aísla, despliega mentiras en su contra, se ríe de sus errores, lidera la burla y le advierte que al otro día va a continuar, estamos hablando de acoso escolar.

El tipo de acoso escolar, como la violencia doméstica tiene distintos modos de expresarse:
Físico: patadas, empujones, trompadas.
Verbal: motes, burlas, amenazas.
Psicológico: devoran la autoestima de la víctima, aumentando su sensación de indefensión. Social: aisla al chico del resto de sus compañeros.


Peleas de chicos no es bullying

Las peleas ocasionales entre chicos no forman parte del bullying. Las diferencias surgidas durante la pre-adolescencia y la adolescencia, los problemas de disciplina, las "tomas de pelo" y las bromas de mal gusto, esporádicas, son fenómenos que no llegan a provocar el sufrimiento del joven, con la intensidad que acontece en el bullying.
Lo que diferencia lo normal de lo patológico en este tipo de comportamiento es la continuidad del ataque, la indefensión de la víctima, la fortaleza del atacante y la presencia del grupo que lo acompaña, en muchas ocasiones pasivamente.

Los mitos que se deben cuestionar
Los mitos como toda creencia, al dar una explicación acabada de un hecho, hacen que un fenómeno particular se sostenga almargen del análisis crítico.
El acoso escolar es un punto central de la Crítica de la Vida Cotidiana.
Las ideas que naturalizan la violencia escolar se basan en que esto
sucedió toda la vida y ahora está de moda hacer ruido y denunciar.

En ese sentido se cuenta que un policía le decía a una señorita en relación al tema: "Mire, señorita, Ud. Hable de acoso o discriminación y seguro gana la partida". El policía es parte de la creencia que tiene un amplio sector social de que la rencilla entre chicos no debe afectarnos en nada. Otro mito es el que dice que la culpa es de los padres, que no se ocupan del chico atacado y que es él mismo el que genera rechazo a su alrededor.
Está el que dice que son casos aislados, que se trata de una minoría, y que el colegio no tiene problemas, tan solo es
un chico con problemas sociales que no sabe tomarse en broma los chistes de sus compañeros.
La suma de las falsas creencias es la que dice que contra el más fuerte no se puede hacer nada. Con el agregado fatalista de: "¡Si no, miremos a la sociedad!".
Estas explicaciones inmovilizantes, de hechos que no se consideran graves, proporcionan un inmenso sufrimiento a la víctima, y permiten que la comunidad escolar se constituya en un campo de batalla, donde se aprende que el matonazgo es un logro al que hay que aspirar. Y lo peor de todo, es que no se diferencia entre una víctima y un victimario.

Rasgos psicosociales de los protagonistas

El agresor
La personalidad del agresor varía de acuerdo al caso. No podemos englobar a todos dentro de los mismos parámetros. Lo que sí podemos es tener en cuenta son determinados rasgos que pueden ser fácilmente visibilizados.
Uno de ellas es la agresión que lo domina y su impulsividad.
No tiene conciencia de las consecuencias de su accionar sobre la víctima, porque carece de empatía -capacidad de ponerse en el lugar del otro- lo que le impediría repetir sus agresiones. Los otros, y la víctima en especial, son objetos para su manipulación.
Está incapacitado para controlar su ira.
Posee una percepción equivocada de la intencionalidad de los demás. Supone que siempre están en contra de él.
Se siente omnipotente, con capacidad para "chamuyar" ("hacer la cabeza", influir) hasta a la directora de la escuela.
Es un líder de la competencia excluyente. Va ganando lugares a medida que se ocupa de impulsar la expulsión de los demás.
No tiene sentimientos de culpa.

Le interesa la satisfacción de sus necesidades YA. Es intolerante a la frustración y enemigo acérrimo de quienes le dicen NO.
Tiene dificultades para situarse en alguna instancia de reflexión, como en un grupo.
Las normas sociales no están hechas para él.
Socialmente está plagado de carencias. Es un inhábil social, con conflictos a los intenta resolver con su violencia.
Su futuro es negro, tanto en su futura vida familiar como en las instituciones donde participe.
En otros casos, los agresores pueden ser chicos con débiles pautas de convivencia, lo que los lleva a violentar a algún compañero. Estos chicos, cuando están solos con la víctima, son compañeros de ella, y cuando está con la barra (grupo de pares), sienten la oportunidad de posicionarse por encima, de la víctima, hostigándola.

El ambiente del agresor
Es posible que podamos encontrar que en su familia, los lazos familiares sean pobres y débiles. Que viva solo con su madre, que hace lo que puede con él. Y que con su padre, no cuente.
Que si tiene madre y padre, éste lleve una conducta agresiva en su ambiente social y familiar o por el contrario, sea un hombre débil, separado emocionalmente de la vida de su esposa e hijos y desinteresado por ellos.
Puede ser que la familia no se interese por la vida escolar, ni valorice su función.
Es posible que él mismo, sufra agresiones por parte de tíos, hermanos mayores u otros adultos.


La víctima
El joven víctima de las hostilidades, es un chico que tiene poca confianza en sí mismo.
Está acostumbrado a que otros, adultos, le resuelvan los problemas, por lo que su capacidad de percepción social, es baja. En algunas áreas de su vida está sobreprotegido. En otras, está abandonado
a la buena de Dios.
No decodifica metamensajes como gestos, modales, señas, posturas corporales que los otros chicos rápidamente dominan. Esta es una de las causas por las que comienza a ser mirado como poco vivo, poco despierto, diferente.
Al no manejar los códigos de sus pares, que a esa edad están centrados en la
viveza, se encuentra sin instrumentos para relacionarse con ellos. Este joven no sabe tomar un lugar con respecto a los chicos más poderosos, ni con los que no tienen poder, que tienen la habilidad de mantenerse al margen de las rencillas, porque conocen los códigos aunque no participen de ellos.

La víctima es una persona insegura, con alto nivel de ansiedad y con actitudes en oportunidades sumisas y en ocasiones agresivas.
Son chicos introvertidos con dificultades de relación. Aunque no en todos los casos, tienen pocos amigos y por lo general, no cuentan con compañeros fieles que se pongan de su lado.
El niño o joven atacado se lo puede observar inmaduro para su edad, teniendo que enfrentarse a situaciones que lo excede.
Uno de los rasgos físicos de la víctima, en el caso de varones, puede ser la obesidad.
Es con sus kilos de más, que su madre valoriza, que entra en el campo de la sexualidad, con varios puntos de menos que sus pares. Esto hace que la víctima sea hostigada por los varones y rechazado por las chicas de su promoción que prefieren a los más "pintones".

El joven víctima del acoso puede pedir auxilio a su maestra como en su casa hace con su mamá, con la diferencia que en el ámbito escolar no obtiene la misma ayuda. Esto lo muestra infantil, miedoso, blanco de las burlas y propenso a ser desvalorizado por sus compañeros y.... por su maestra.
 
El ambiente familiar y social de la víctima
El área familiar del joven, víctima de la agresión, es un ámbito sobreprotegido, que lo invalida para moverse en ambientes de vínculos desprotegidos de adultos.
Existen casos de hijos únicos atacados, por carecer de entrenamiento en relaciones con otros chicos. Es por eso que el hijo único necesita acostumbrarse a estar con otros de su edad, y participar desde muy pequeño en actividades entre iguales.
En cualquier caso, si los adultos intervienen en la resolución de cada dificultad que se le presenta al joven, como el máximo de no dejarle destapar una
Coca por sí solo, llega a la pubertad en pañales sociales.
El joven atacado puede en otros casos, ser un chico sobreinvolucrado con uno de sus padres o con los dos, manejando muy bien los códigos adultos y pero desconociendo los de su edad. Cuando los jóvenes se han educado en un formato vertical, acostumbrados a únicamente a obedecer o rebelarse, se encuentran inhabilitados para moverse en la horizontalidad de los vínculos de pares. Esto puede llevar a que, una vez que fueron derrotados en su inicial intento de imponerse a los demás, se conviertan en chicos derrotados, obedientes y sumisos frente los más fuertes.

En estas condiciones está expuesta su vulnerabilidad. Sus compañeros perciben rápidamente estos rasgos y el que gana la pulseada, puede transformarse en agresor, y el perdedor, en la víctima.

Los espectadores

Los jóvenes testigos de la victimización que acompañan al agresor, tienen en común su lugar de espectadores. No todos son iguales. Algunos están identificados con el líder, otros tienen sus diferencias y otros, hasta pueden estar en contra de él. Lo que los une es el temor a desafiarlo.
Estos chicos que observan lo que pasa, accionan su hostilidad, que en esta edad y sin canales sublimatorios interesantes es alta, pudiendo encontrar en ella un entretenimiento con adrenalina.

Consecuencias del acoso para la víctima

Las consecuencias del acoso escolar son múltiples. Para la víctima que sufre los ataques, la ofensiva lleva a que su autoestima baje y su vulnerabilidad aumente. Se genera en ella alto nivel de ansiedad, rechazo a la escuela, dificultad para concentrarse, confusión con respecto a lo que debería hacer o cómo comportarse. No sabe si denunciar, callar o amoldarse a las órdenes vejatorias de su agresor. Vive entre la parálisis y acciones con los chicos que no tienen buenas resultados.
El joven agredido se percibe negativo, incapaz, impotente y peor que todos. No tiene expectativas positivas respecto a salir airoso de esa situación. Siente que será por siempre. Las horas en la escuela son un tormento. Ese alto porcentaje de tiempo que pasa en la escuela tiende a marcarlo. Es un tramo muy importante de su vida.
El agresor, aprende que puede obtener lo que quiere hostigando a los otros, con el peligro de que sea el anticipo de una conducta delictiva.
Es esta experiencia la que le indica, que haciendo sufrir a alguien se beneficia, extendiendo esta conducta a otros ámbitos, como a su futura familia o al próximo trabajo.
En el caso de los chicos que siguen al agresor, obtienen una deficiente capacidad para comprender al prójimo, y comportarse solidariamente ante futuras situaciones injustas. Los observadores pasivos desarrollan insensibilidad social, e indiferencia ante el sufrimiento de los demás, antesala de cualquier tiranía.

Factores del ámbito escolar que favorecen el acoso
Estas disposiciones individuales a la victimización se despliegan en contextos que la facilitan. Sin entrar en este articulo a considerar la condición social que ofrece un marco violento, es la vida escolar la que presenta un campo posible para las batallas.

La primera condición favorecedora es la falta de participación en problema por parte de las autoridades nacionales. Es desde el Ministerio de Educación que debe contemplarse problemática relacional en la escuela e incluirla como materia a trabajar.
Así como en la escuela se enseña Matemática y Lengua, los maestros y profesores, guiados por los directivos, que a su vez son orientados por las autoridades ministeriales, necesitan incluir como aprendizaje práctico un entrenamiento en Actividades Grupales.
Los jóvenes deben aprender a participar en producciones conjuntas, donde los equipos sean alentados por su capacidad para relacionarse, ofrecer un buen resultado y recorrer un proceso de respeto y contención mutua.

Para que esto sea posible se debe empezar por los docentes.
Son los maestros y profesores los que deben aprender en la realidad concreta y no en abstracto, el valor del trabajo en equipo. La convivencia grupal e intergrupal; la integración de distintas áreas de estudio; la convergencia de distintas áreas geográficas del país presentando en Jornadas y Congresos los resultados obtenidos por el trabajo en común son un estímulo para el análisis y el cambio correpondiente.
Si los docentes no saben, las autoridades ignoran y los chicos no pueden, las familias por más esfuerzos que pongan, y psicólogos que contraten, poco van a modificar la realidad de la violencia escolar.
Es responsabilidad del Ámbito Educativo Nacional empezar a pensar y poner en práctica junto con el Ambito Privado nuevos fórmulas para eliminar la violencia. El país tiene muchos especialistas desusados en ese sentido. Mucha preparación y poco trabajo para profesionales de la salud y la educación.
Los espectadores como nosotros, enterados de esta realidad, que nos negamos a conductas desintegradoras, estamos dispuestos a colaborar para erradicar este mal. Ya que entendemos que
"Si no somos nosotros Quiénes, y si no es ahora Cuándo."

Buenos Aires, miércoles 26 de Octubre de 2005

Este artículo está protegido por los Derechos de Autor.
Está prohibida su reproducción.
La autora permite el uso del mismo a los alumnos de Tercer año de Psicología Social de Quilmes quienes solicitaron ayuda para su investigación social.

LIBRERÍA PAIDÓS

central del libro psicológico

REGALE

LIBROS DIGITALES

GRATIS

música
DVD
libros
revistas

EL KIOSKO DE ROBERTEXTO

compra y descarga tus libros desde aquí

VOLVER

SUBIR