REFLEXIONES PSICOSOCIALES A PARTIR DEL PENSAMIENTO DE J. HABERMAS

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Licenciada en Psicología
Directora del Programa de Postgrado en Clínica del Aprendizaje, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

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Resumen

Se produce actualmente una colonización del mundo de la vida, que es signo de la época, debido a imperativos sistémicos que, además de invadirlo con su lógica de funcionamiento, expulsan del ámbito de la vida privada y de la opinión pública a los elementos ético-morales. Es así como, debido a la monetarización y la burocratización de las prácticas de la vida cotidiana en las esferas de la vida pública y también en las de la vida privada, se amplifica la generación de patologías.
La carencia de fundamentos de sentido origina problemas de orientación en la vida privada y de legitimación en la opinión pública. Esa carencia no sólo deriva de la destrucción de las condiciones cognoscentes basadas en convicciones compartidas de índole filosófica o religiosa sino además, y fundamentalmente, de la desintegración social. En efecto, se debe a la desarticulación de redes de contención social y su reemplazo por dispositivos del sistema (es decir burocráticos y mercantiles) en los que la comunicación intersubjetiva, originada espontáneamente a partir de un sentido subjetivo auténtico y en el pleno ejercicio de la libertad, se ve reemplazada por formas unilateralizadas de comunicación de tipo cognitivo instrumental que enajenan las formas de expresión subjetiva originadas en la originalidad identificatoria del sujeto-agente.
La relación intersubjetiva entre participantes en la interacción, que adoptan una actitud los unos frente a los otros y toman postura recíprocamente frente a sus respectivas emisiones, se reproduce en la estructura de la relación de cada uno consigo mismo. Por otro lado, esa subjetividad de orden superior, que se caracteriza por no poder relacionarse consigo misma más que mediatamente, es decir, a través de las complejas relaciones con los otros, supuso una transformación en la estructura global de la interacción. Es por ello que, para que un sujeto pueda seguir una forma de acción (es decir, que un sujeto pueda seguir la misma forma de acción) ésta ha de valer intersubjetivamente por lo menos para dos sujetos. Porque el otro es soporte y garante de la continuidad de actuar siguiendo esa forma de acción, en la medida en que hay un involucramiento de cada uno con el otro, un compromiso que sostiene la vigencia de esa forma de acción y la convicción que lleva a practicarla. Cuando los agentes, que son modelos de identificación de los sujetos en proceso de constitución, desertan del seguimiento de las normas, esas continuidades de la acción se pierden. Esta responsabilidad también les cabe a los dirigentes corruptos que, con su accionar trasgresor, han ocasionado perjuicios que van mucho más allá de lo estrictamente económico.

 

Abstract

A life colonization is produced due to systemic demands that as a sign of the present-day life invades it with its logical functioning throwing moral and ethical values out either in private life or in public opinion. It is also important to point out a great increase of many pathologies in private as well as public life due to certain economic and burocratic characteristics in society.
The lack of common sense leads, on the other hand, to many problems of behaviour affecting private life and public opinion. This lack is a relevant condition for the harm of cognoscent condition based in philosophical and religious aspects involving at the same time a social breaking-up. This is due to a great disintegration of some social controlling aspects turning them to other burocratic and commercial traits of the system in which the intersubjective communication spontaneously arises from a real subjective sense and freedom of speech. This process is at the same time replaced by other unilateral and cognitive forms, being the latter a transference of a subjective expression lying in the relationship subject – agent and in their own original identification.
This intersubjective action where the participants are involved adopt certain positions one each other , and it is reproduced in their inner structure. That high subjectivity which involves a close self interaction through complex relationships with other subjects, assumes a change in the global structure of this process. Since a subject can take a certain way of action (i.e. the same way of action) it must have an intersubjective value at least for the two subjects. This means that one of them is acting as the supporting part as well as to guarantee the continuity of this action which implicates that the two parts are deeply involved in a compromise that this corresponding action will be taken. The continuity of these actions are lost when these agents, as identification models, depart from the corresponding norms or value. This responsibility is found in some corrupted leaders with a transgressive behaviour making great damages that go beyond the economic aspects.

 

1. A partir de Habermas

Según Habermas, las concepciones de G.H.Mead y de A.Schutz no distinguen con suficiente cuidado entre mundo y mundo de la vida. Aquello del mundo sobre lo cual los participantes en la interacción se entienden entre sí, es diferente de aquello desde donde inician y discuten sus operaciones interpretativas. Esta diferenciación es más que necesaria, señala, por cuanto en muchos autores no aparece.

Además, la acción orientada al entendimiento es reflexiva, por ello los órdenes institucionales y las identidades de los sujetos agentes aparecen en dos puntos. Como ingredientes tematizables de la situación de acción, los participantes pueden hacerlos conscientes. Como recursos para la generación del proceso de comunicación permanecen, al igual que los patrones culturales de interpretación, en el trasfondo del saber implícito. Nadie es consciente de sus operaciones lingüísticas y cognoscentes en el momento de argumentar en un debate. Este aspecto que pudo ser advertido por un autor como Piaget, no constituye hasta hoy una referencia clara entre muchos profesionales y especialistas que actúan en el campo de las ciencias sociales.

Hay una gran diferencia entre el plano que representa los contenidos considerados y el de la constitución de los procesos de entendimiento.

Es por ello que Habermas aclara que para dar cuenta de la reproducción simbólica del mundo de la vida es necesario tener en cuenta:

a) las referencias al mundo o las relaciones que mantienen con el mundo los sujetos que se comunican.

b) reformular el concepto de situación desde la perspectiva de la acción orientada al entendimiento para distinguir en las aportaciones del mundo de la vida entre aportaciones formadoras de contexto y aportaciones constitutivas.

c) abandonar al final la perspectiva interna del actor para ver cuál es la aportación que la acción comunicativa hace por su parte al mantenimiento y generación del mundo de la vida.

El mundo es, para Habermas, la totalidad de los estados de cosas conectados conforme a leyes que se dan o pueden presentarse en un determinado momento. En el plano semántico, aclara, tales estados de cosas podemos considerarlos representados por contenidos proposicionales de las oraciones enunciativas o de las oraciones de intención. La actividad orientada a fines, y diferenciada en instrumental o estratégica, es un concepto que cuenta con un mundo. Mientras que la acción dramatúrgica, como la regulada por normas, presuponen relaciones entre un actor y en cada caso un mundo más.

En el caso de las acciones reguladas por normas, junto al mundo objetivo de estados de cosas existentes, aparece un mundo social en el que se encuentran el sujeto agente como los otros agentes con los que entabla relaciones interpersonales. Un mundo social consiste en órdenes institucionales que fijan qué interacciones se consideran justificadas. Así como el sentido del mundo objetivo puede explicarse por la existencia de estados de cosas, el sentido del mundo social puede explicarse por referencia a la validez normativa de cada norma en el sentido de ser digna de ser reconocida.

En el plano semántico, las normas se representan por preceptos ( u oraciones normativas universales) aceptados como justificados por los destinatarios de las mismas; así como los hechos, se representan por oraciones asertóricas verdaderas.

El concepto de acción dramatúrgica exige un supuesto más, el supuesto "de un mundo subjetivo al que se refiere el actor, que en su acción se pone en escena a sí mismo. "

En el caso de la acción dramatúrgica el sujeto agente hace presentación de un aspecto de si mismo ante un público.

Más explícitamente aún, Habermas manifiesta:

"Al emprender como científicos sociales tal descripción, suponemos que los actores entran en relaciones con mundos que concebimos representados por una totalidad de oraciones asertóricas o normativas o expresivas válidas." [....] "Los propios sujetos descritos hacen uso de aquellas oraciones, valiéndose de las cuales el científico social , al ponerse a describir, había podido aclarar hasta aquí el status de los hechos, las normas y las vivencias, es decir, los referentes de la acción enderezada a la consecución de fines, de la acción regida por normas y de la acción dramatúrgica." [...] El concepto de acción comunicativa fuerza u obliga a considerar también a los actores como hablantes y oyentes que se refieren a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo, y se entablan recíprocamente a este respecto pretensiones de validez que pueden ser aceptadas o ponerse en tela de juicio." [....]

"Una situación representa el fragmento de un mundo de la vida delimitado por relación a un tema. Un tema surge en conexión con intereses y metas de acción de (por lo menos) un participante; circunscribe el ámbito de relevancia de los componentes de la situación susceptibles de ser tematizados." [....]

"...los conceptos de «mundo» y «mundo de la vida» sirven al deslinde de ámbitos que para los participantes, en una situación dada, o bien son accesibles a la tematización o quedan sustraídos a ella. Desde la perspectiva de los participantes, vertida hacia la situación, el mundo de la vida aparece como contexto formador de horizonte de los procesos de entendimiento, que delimita a la situación de acción y, por tanto, permanece inaccesible a la tematización" (Observaciones sobre el concepto de acción comunicativa, Capítulo 11 de Teoría de la Acción Comunicativa, Editorial Cátedra 1989, pág. 492).

De manera que existen, en cada situación en la que participamos cotidianamente, una cantidad de supuestos de fondo, propios de nuestro mundo de la vida.

Ese saber de fondo es un saber holístico e implícito que no se expone en proposiciones. Se trata de autoevidencias con las que quienes se comunican están intuitivamente familiarizados.

El mundo de la vida forma contexto y también provee convicciones desde las que se interpretan las situaciones. Puede ser representado, según Habermas, como acervo lingüísticamente estructurado de supuestos de fondo que se reproduce en forma de tradición cultural. Permite que los sujetos agentes que se comunican encuentren ya establecida la conexión entre mundo objetivo, mundo social y mundo subjetivo por una preinterpretación culturalmente autoevidente para quienes comparten ese mundo de la vida.

En la vida cotidiana, las nuevas situaciones surgen de un mundo de la vida constituido por un saber familiar ante el cual quienes lo comparten no pueden adoptar una actitud extramundana.

El entendimiento se mantiene así en una particular semitrascendencia.

Bajo el aspecto funcional de entendimiento, la acción comunicativa sirve al mantenimiento de la tradición y también a la renovación del saber cultural; como coordinación de la acción sirve al establecimiento y sostén de las acciones sociales y de las solidaridades. Y como socialización la acción comunicativa permite la formación de hábitos comunes, así como las identidades personales de los sujetos agentes, en el proceso de subjetivación correlativo e inseparable de esa socialización.

El proceso de reproducción de las estructuras simbólicas del mundo de la vida se logra a través de la prosecución del saber reconocido como válido, de la estabilización de solidaridades grupales y de la formación de sujetos agentes capaces de responder de sus actos. Así, se conectan las nuevas situaciones con los estados previos existentes del mundo de la vida en lo semántico, en lo social y en el tiempo histórico.

Los componentes estructurales del mundo de la vida son, para Habermas, la cultura, la sociedad y la persona, que a su vez se corresponden con los procesos de reproducción cultural, de integración social y de socialización.

La cultura, como provisión de saber compartido, es la que genera las interpretaciones con las que los participantes en la acción comunicativa logran el entendimiento sobre algo en el mundo.

La sociedad, está constituida por los órdenes legítimos a través de los que los participantes en la interacción regulan su pertenencia a grupos sociales procurando asegurar, por lo general y siempre según Habermas, la solidaridad.

Las operaciones que permiten a un sujeto hacer uso del lenguaje y desarrollar su acción tienen que ver con la personalidad. Cómo se exprese y cómo actúe un sujeto depende de su personalidad, con la que participará en procesos de entendimiento en los que afianzará su identidad social y subjetiva.

En consecuencia, para Habermas, las acciones comunicativas parten de un mundo de la vida, como trasfondo de saber implícito, para considerar algo en el mundo y se manifiestan en las dimensiones del campo semántico, propio de los contenidos simbólicos, del espacio social y del tiempo histórico.

La apropiación de tradiciones, la renovación de solidaridades, la socialización de las personas necesitan de la hermenéutica natural de la comunicación cotidiana. Analizando la misma, se puede llegar a un concepto más amplio de racionalidad que tenga en cuenta la necesidad del reconocimiento intersubjetivo de una pretensión lingüística. Es decir, una racionalidad que no quede supeditada a lo cognitivo-instrumental que a través de los planteos empiristas ha connotado una acción intencional exclusivamente dirigida a fines.

Como vemos, este planteo de Habermas, coherente con su ruptura con la filosofía de la conciencia y con su diferenciación del objetivismo anglosajón, es totalmente compatible con el pensamiento propio de la tradición de pensamiento de la Europa continental y con un paradigma interpretativo.

Al mismo tiempo, siempre según Habermas, una teoría de la argumentación planteada en términos de pragmática formal, puede distinguir entre distintas formas de discurso y clarificar las relaciones internas entre esos tipos de discurso.

La teoría de la acción comunicativa coincide con planteos críticos que desde Humboldt se han formulado desde la filosofía del lenguaje, criticando la orientación unilateral de la filosofía occidental por el mundo del ente.

A este predominio del pensamiento ontológico se debe el privilegio de que es objeto el conocimiento en epistemología y en teoría de la ciencia, así como la importancia metodológica que cobra la oración asertórica en la semántica.

Habermas considera que un estudio pragmático formal de los procesos de entendimiento puede, contra estas unilateralizaciones ontológicas y cognitivistas, hacer valer una comprensión descentrada del mundo que vincule el mundo objetivo con el mundo social y con el mundo subjetivo.

Este tipo de exigencias se apoyan en el hecho de que los actos de conocimiento están insertos en nexos de sentido, en los que necesariamente se apoyan (y con los que se constituyeron inicialmente), en la praxis vital, en el hablar y en las acciones habitualmente realizadas en el mundo de la vida del sujeto agente.

Ningún sujeto cognoscente puede prescindir del horizonte de su mundo de la vida. Es desde el mismo que llega a construir un conocimiento y un saber que inciden en sus acciones y expresiones, las que configuran a su vez ese horizonte, en la relación permanente que mantiene con los otros con quienes se comunica en ese mundo de la vida aportador de supuestos de fondo que viabilizan la comunicación.

Los sostenedores de las pretensiones objetivistas, del positivismo, del conductismo y hoy del cognitivismo, dejan de lado o no quieren ver que la subjetividad creadora de sentido es la que genera y sostiene las condiciones de interpretación de lo que se toma como "la realidad". Dichas condiciones subjetivas, articuladas con la socialización y particularizantes de las acciones del sujeto-agente, son condición de existencia de los seres humanos, que se conservan gracias a sus posibilidades de simbolización y a su inteligencia. Pero esa inteligencia requiere de esas condiciones subjetivas como soporte imprescindible para poder construirse.

Son estas condiciones subjetivas de la posible objetividad del conocimiento las que quedan dejadas de lado en las propuestas empirico-cognitivistas en sus pretensiones de objetividad. Como si no fueran procesos trascendentales de relaciones constitutivas de la subjetividad, de la socialización y de los aprendizajes diversos, los que configuraron las categorías con las que interpretan las observaciones objetivas que afirman realizar.

 

2. Procesos Psicosociales Constituyentes

La integración social y la socialización de los sujetos agentes sólo puede cumplirse exitosamente en el mundo de la vida privada provisto por la unidad doméstico-familiar. Los intentos de sustitución a través de institutos de minoridad están irremediablemente encaminados al fracaso en la medida en que terminan en todos los casos generando patologías. Esto se debe a la ausencia de relaciones intersubjetivas espontáneas, y perdurables en el tiempo, que en su singularidad brinden la contención necesaria para la constitución de una identidad subjetiva sin perturbaciones psicopatológicas.

El mundo de la vida, según Habermas, queda desacoplado de los ámbitos de acción formalmente organizados en los que resultan prioritarias y predominantes las acciones encaminadas a fines. Es por este tipo de cuestiones que los modelos "finalistas" no pueden explicar por qué las organizaciones no logran solucionar sus problemas de mantenimiento sólo a través del comportamiento racional encaminado a fines de sus miembros. El entendimiento intersubjetivo y la búsqueda de consenso quedan en suspenso en los ámbitos de acción sistemáticamente organizados, siendo sustituidos por mecanismos de control.

Es el derecho formal el que conecta esos mecanismos de control con el mundo de la vida; los miembros de una organización, si bien actúan comunicativamente bajo reservas, no están obligados a alcanzar consensos.

Tampoco interesan mayormente las referencias con pleno sentido subjetivo para todos los sujetos agentes integrados sistémicamente en las organizaciones formales. En consecuencia, el sentido objetivo de la acción ya no coincide, como algo obvio, con el sentido subjetivo de la acción individual.

El entendimiento pierde la relevancia que tenía en el mundo de la vida, dada la integración sistémica prevaleciente sobre la integración social.

Las organizaciones con características empresariales han ido sustituyendo, con sus mecanismos sistémicos, las funciones integrativas desarrolladas en el mundo de la vida doméstico-familiar.

Así es como fueron apareciendo guarderías, colonias de vacaciones, geriátricos, agencias matrimoniales, etc.

No obstante lo cual las funciones de subjetivación y socialización, propias del mundo de la vida doméstico-familiar, no pueden ser reemplazadas sin costos por tales institutos y empresas.

La continuidad de estas sustituciones podría llegar a un estado de dislocación de estructuras antropológicas profundas, en términos de esquizofrenizaciones producidas sistémicamente en forma masiva.

En principio, las perturbaciones que eventualmente surgen, como consecuencia de estos reemplazos, no llegan a ser significadas por los que adoptan la decisión de promover su existencia, o bien incluir a sus allegados en esos espacios formalmente organizados en los que se atenta contra la autonomía y la libertad de decisión de las personas a través de la uniformización propia de las organizaciones burocrático-empresariales. En general, se produce una "naturalización" a partir de la incidencia de diversidad de dispositivos publicitarios encaminados a lograr el cumplimiento de los objetivos sistémicos de tales empresas e institutos. Si bien desde el desconocimiento de los aspectos psicológicos puede pensarse que así se están resolviendo problemas sistémicos, reorganizando sistemas de acción y configurando nuevas formas de organización o nuevas instituciones, no se trata de integraciones sociales que respeten la libertad, la autonomía y el deseo subjetivo de las personas, lo que conduce a la generación de patologías por la colonización del mundo de la vida. También cabe pensar en otras alternativas posibles.

Desde la perspectiva de Habermas, las capacidades de aprendizaje adquiridas inicialmente por ciertos sujetos-agentes integrantes de la sociedad o por ciertos grupos marginales penetran en el sistema de interpretación de la sociedad a través de procesos de aprendizaje y se convierten en lugares comunes.

Los acervos de saber y las estructuraciones prácticas e intelectuales, así construidos y compartidos, representan, como conocimientos y concepciones práctico-morales, un potencial cognoscente del que se puede hacer uso socialmente.

A partir de problemas sistémicos, que desbordan en un momento las capacidades de control poseídas, puede ocurrir que las sociedades aprendan a hallar soluciones que representen avances evolutivos; haciendo uso de ideas jurídicas y morales contenidas en las representaciones del mundo poseídas se reorganizan sistemas de acción y se configuran nuevas formas de integración social.

Se produce, entonces, algo como una materialización institucional de estructuras de racionalidad que ya estaban acuñadas en el plano de la cultura.

Habermas sostiene que es el establecimiento de una nueva forma de integración social el que da paso a la puesta en práctica del saber técnico-organizativo ya existente, o a la generación de nuevo saber posibilitado por el ya existente. Esto es coincidente, como el mismo Habermas lo advirtiera, con la postulación de Piaget referida a la abstracción reflexionante y, en general, a la construcción de nuevas posibilidades cognoscentes a partir del camino activo de la puesta en juego de las ya existentes.

También implica, dicho por el mismo Habermas, con una terminología marxiana, un aumento de las fuerzas productivas así como de la complejidad del sistema. Es así como concibe a la evolución social en función de los procesos de aprendizaje en el ámbito de la conciencia práctico-moral, en primera instancia.

Al producirse la materialización de estructuras de racionalidad previas en nuevas instituciones, se generan nuevos aprendizajes en el nivel actual en el que se encontraban los sujetos agentes. Se produce, a juicio de Habermas, un proceso constructivo de aprendizaje, debido a la puesta en juego de potenciales que generan a su vez nuevas posibilidades. Todo este proceso se puede explicar causalmente considerando estructuras y eventos y resulta compatible con las formulaciones de Piaget referidas a la construcción de conocimientos ya sea en el plano individual, como en el social y colectivo.

Para Weber, analizando las actitudes inducidas por la valoración de la profesión, el proceso de aprendizaje se inicia con una racionalización del mundo de la vida que afecta primero a la cultura y a la estructura de la personalidad y que sólo después se hace extensiva a las instituciones.

Es así como a partir de la ética protestante, transmitida a las prácticas profesionales, se llega al orden del derecho privado burgués.

Por otra parte, el sistema económico capitalista regula sus intercambios a través del medio dinero. Tanto en las economías domésticas, dependientes de los salarios, como en el Estado, dependiente de los impuestos. Y fue la acción racional encaminada a fines de los empresarios del primer capitalismo la que fomentó la forma de producción regida por criterios mercantilistas. Esto dio paso a Estados en los que se necesitó la acción de funcionarios especializados en una administración racional y con formación jurídica. Todo ello asociado a una represión de las capas desarraigadas y empobrecidas, ejercitándolas en las formas de vida proletarias y en la disciplina capitalista del trabajo.

La institucionalización jurídica del medio "dinero" en el derecho privado burgués en los siglos XVIII y XIX, así como la institucionalización del tráfico económico regulado por mercados, hacen que ya no se necesiten acciones racionales orientadas por valores sino que se autonomiza el sistema económico actuando exclusivamente por acciones racionales dirigidas a fines, es decir, puramente instrumentales o estratégicas, y al margen de los valores propios del mundo de la vida de las personas.

El subsistema económico y el subsistema burocrático-administrativo, a través del dinero y del poder, se diferencian del mundo de la vida privada de las personas y de la opinión pública.

El núcleo institucional de la vida privada lo constituye la familia pequeña, especializada en las tareas de socialización y subjetivación de los integrantes de la sociedad.

El núcleo institucional de la opinión pública lo constituyen las redes de comunicación aportadas por los medios de comunicación de masas que permiten la obtención de legitimación por parte de los ciudadanos y consumidores.

Pero antes de ser ciudadanos y consumidores de mercancías, o servicios diversos, debieron constituírse en sujetos psíquicos y agentes sociales en un mundo de la vida familiar en el que se generaron sus preferencias, orientaciones de valor y actitudes identificatorias de su singularidad.

Las orientaciones de valor, deseos, expresiones y estilos personales de los sujetos agentes, característicos de sus manifestaciones en la vida privada y de su participación en la opinión pública, no se compran como la fuerza de trabajo ni se pagan como los impuestos, tanto en relación a organizaciones públicas como privadas.

Más allá de que se pueda llegar a pensar que la autonomía de los consumidores como la de los ciudadanos, constantemente interpelados por el mercado y por el poder burocrático, sean ficciones, existen patrones culturales de demanda de bienes económicos, y de legitimación, que tienen su origen en procesos de subjetivación y socialización en los que se forjaron como posibilidad, desarrollándose en el ámbito de la vida privada de tipo doméstico/familiar.

Los medios de control, dinero y poder, sólo cumplen funciones regulativas en los ámbitos económicos y políticos, pero fracasan en los ámbitos y procesos específicos de reproducción cultural, integración social y socialización. En estas funciones y procesos sólo el entendimiento logra la coordinación de las acciones, y no puede ser sustituido por mecanismos sistémicos que funcionan en la reproducción material del mundo, pero que generan patologías si se los pone en práctica en la reproducción simbólica del mundo de la vida. Y esto va mucho más allá de la amenaza a la libertad individual que le preocupaba a Weber, por cuanto tiene que ver con la autonomía y más aún con la salud mental de los sujetos-agentes.

De acuerdo a la formulación de Habermas, el modo de vida de los sectores burgueses de la sociedad, de tipo metódico-racional por la influencia de la ética protestante de la profesión ( según Weber), se ve sustituido en muchos casos por el estilo de vida utilitarista y unilateral de los "especialistas" sin espíritu y el estilo de vida estético-hedonista del "gozador sin corazón"; estas formas de vida complementarias rápidamente calan en casi toda la población a través de procesos identificatorios generalizados.

Ambos estilos de vida se presentan en distintos tipos de personalidad pero pueden estar en una misma persona, con la consiguiente fragmentación de la subjetividad que hace que el individuo no pueda darle a su vida el imprescindible grado de orientación unitaria.

Las acciones encaminadas a fines, instrumentales y estratégicas, se autonomizan a medida que el modo de vida metódico-racional pierde sus raíces morales. La adaptación inteligente, desde la propia especialidad, al medio cosificado de las grandes organizaciones, se une al cálculo utilitario de los propios intereses.

El modo de vida del especialista se caracteriza por actitudes cognitivo-instrumentales frente a sí mismo y frente a los demás.

El deber ético ante la propia profesión queda sustituido por actitudes instrumentales frente a una ocupación que ofrece posibilidades de ingresos, y de carrera, pero que ya no ofrece la posibilidad de autorrealizarse en forma secularizada o asegurarse, en términos religiosos, la propia salvación personal.

De tal manera, van desapareciendo así las profesiones por vocación.

Por otro lado, y como compensación de las frustraciones que impone la vida exclusivamente encaminada a fines que exigen las organizaciones, el estilo de vida de "gozador" se vincula con actitudes expresivas. La entrega a experiencias estéticas de una subjetividad excitada, la potenciación de la capacidad de vivir experiencias sensuales y eróticas se convierten en el centro de una forma de vida que promete "la liberación respecto a la vida cotidiana" y sobre todo frente a la creciente presión que ejercen las exigencias de las organizaciones requiriendo exclusivamente acciones instrumentales y estratégicas, al margen del deseo subjetivo de los sujetos-agentes. Esto supone un acotamiento cada vez mayor de la autonomía y libertad personal de estos sujetos-agentes, ocasionando diversidad de consecuencias en la salud mental y orgánica de los mismos.

Según Habermas, ni el estilo de vida unilateralizado en términos instrumentalistas, ni el estilo de vida unilateralizado en términos expresivos, ni tampoco una alternancia de ambos, son capaces de suministrar la fuerza ni la consistencia interior necesaria para alcanzar realizaciones significativas y satisfactorias, conservando una salud equilibrada. Ambas carecen del sentido suministrado por un mundo de la vida, vivido como suelo seguro, en el que no hay necesariamente especulaciones o manipulaciones y en el que la credibilidad intersubjetiva puede mantenerse, asegurando esa consistencia interna que sostendrá al sujeto en sus realizaciones. Son estas mismas características las que fueran analizadas en el campo familiar, por ejemplo por la Escuela de Palo Alto hace décadas, en relación a las perturbaciones en salud mental. En efecto, en los dobles mensajes (señalados en dicho análisis) lo que queda alterado es el sentido y la consistencia interna indispensables para sentar las bases de una salud mental equilibrada.

El hecho de poder mantener la credibilidad proporciona esa consistencia interna indispensable para sostener la orientación de la acción propia y desarrollar acciones encaminadas a fines en los espacios de acción formal, como son los administrativo-burocráticos o los de la economía de bienes y servicios, con sus intercambios utilitarios. En estos espacios pueden circular portadores del estilo de vida unilateralizado en términos instrumentalistas o portadores del estilo unilateralizado en términos expresivos, o aún sujetos-agentes que desarrollan una alternancia de ambos estilos y que no cuentan con la apoyatura de un mundo de la vida que proporcione sentido a sus acciones estratégicas e instrumentales, por lo que se acrecientan las condiciones de patologización. Esto es así porque no se alcanza, en ninguna de estas alternativas, la consistencia interna provista por las relaciones intersubjetivas de un mundo de la vida basado en sentidos compartidos; con una unidad del comportamiento privado originado en la propia subjetividad y orientado por convicciones ético-morales personales.

Aquello que en el mundo de la vida privada aparece como problemas de orientación tiene su correlato en el espacio de la opinión pública como problemas de legitimación.

La pérdida de legitimidad de los que conducen las instituciones hace que las sujeciones burocrático-legales sean vividas con malestar subjetivo por parte de los ciudadanos supeditados a organizaciones que han perdido credibilidad.

En general la acción política se reduce a la lucha por y al ejercicio del poder, pero un poder legítimo. Weber ya había observado la carencia de elementos éticos en los razonamientos políticos de la modernidad, en la que se produjo la diferenciación de espacios y de trabajos.

La legitimación del poder del Estado deriva de la legalidad de sus decisiones, por observar procedimientos jurídicos que sostienen a las instituciones. De manera que la legalidad deriva del poder de quienes pueden definir qué es un procedimiento legal.

Para los ciudadanos, un orden político que no es capaz de darse una justificación normativa con arreglo a valores compartidos, y que deriva de una lucha en el poder político que se despliega sólo en nombre de creencias subjetivas particulares, resulta carente de legitimación.

Además, no se puede pretender una legitimación basada en el escepticismo frente los valores, porque un orden basado en el nihilismo no sería adecuado para poder ser aceptado por la gran masa de la población.

Por otra parte, la dominación legal elaborada en términos positivistas, se basa en un formalismo, débil en legitimación, que termina siendo muy difícil de soportar subjetivamente por aquellos que reclaman justicia material.

Se produce una colonización del mundo de la vida que es signo de la época debido a imperativos sistémicos que, además de invadirlo con su lógica de funcionamiento, expulsan del ámbito de la vida privada y de la opinión pública a los elementos ético-morales.

Debido a la monetarización y la burocratización de las prácticas de la vida cotidiana en las esferas de la vida pública y también en las de la vida privada, se amplifica la generación de patologías. Es así como la vida privada se ve sometida, por el sistema económico, a exigencias que modifican los modos de vida de consumidores y ciudadanos. Se genera así un incremento del individualismo posesivo y se lleva la competitividad a niveles extremos.

Se producen, también, cambios debidos a los medios de control sistémicos, que promueven las acciones encaminadas a fines, con características utilitarias y estratégicas, en las que las personas se valen de otras personas como instrumentos para conseguir sus fines.

Por otra parte, el efecto de rebote que aparece en los sujetos agentes, como un intento de compensar y contrarrestar el displacer que la colonización del mundo de la vida les genera, está dado muchas veces por un hedonismo incrementado que procura descargar el displacer vivenciado por la presión sufrida como imperativo inevitable del sistema, o violentos pasajes al acto.

La carencia de fundamentos de sentido origina problemas de orientación en la vida privada y de legitimación en la opinión pública. Esa carencia no sólo deriva de la destrucción de las condiciones cognoscentes basadas en convicciones compartidas de índole filosófica o religiosa sino además, y fundamentalmente, de la desintegración social. En efecto, se debe a la desarticulación de redes de contención social y su reemplazo por dispositivos del sistema (es decir burocráticos y mercantiles) en los que la comunicación intersubjetiva, originada espontáneamente a partir de un sentido subjetivo auténtico y en el pleno ejercicio de la libertad, se ve reemplazada por formas unilateralizadas de comunicación de tipo cognitivo instrumental que enajenan las formas de expresión subjetiva originadas en la originalidad identificatoria del sujeto-agente. Un ejemplo elemental lo tenemos en los contestadores automáticos. El usuario se ve obligado a interactuar con un dispositivo semejante a un robot. El ejercicio de su libertad, y la singularidad de su subjetividad, son anuladas en una uniformización mecánica de comunicación ya que debe obligatoriamente restringirse a un número acotado de opciones prediagramadas. Otro ejemplo es la atención en la que el empleado repite siempre la misma frase y actúa como si fuera un robot.

Todas estas formas conllevan ingredientes de patologización de los sujetos participantes en estos intercambios, en los que se pierde el sentido aportado por el propio deseo y se enajena la libertad de expresión, sometiéndola a una acción cognitivo-instrumental despersonalizante.

Cuando vuelve a encontrar lo conocido, lo subjetivo extrañado según G.H.Mead, el sujeto agente se encuentra cómodo, "en su casa", porque encuentra aquel mundo de la vida en el que se constituyó su identidad como sujeto psíquico y se socializó. Lo extraño, desconocido y ajeno no permite el reconocimiento a partir de una mismidad del sujeto agente. Esa identidad con la que los otros lo reconocen, y con la que él mismo se identifica y se ve expresado en su singularidad, es el producto de una historia de relaciones en un mundo de la vida que constituye el contexto en el que surge el sentido de las experiencias que vive. En ese espacio es en donde se mueve fluidamente y goza de la libertad de acción derivada del sentido que otorga, a objetos y experiencias conocidos, vinculados a la reproducción simbólica de su mundo de la vida. Tanto la reproducción cultural, como la integración social y la socialización se conectan con la construcción del acervo de saber a través del aprender del sujeto y también (más allá de lo formulado por Habermas) a través de otras vías de registro y conservación mnémica, asociadas con su subjetivación y con su socialización, a las que no corresponde aludir empleando el significante "aprender".

En efecto, todo lo que acontece en la vida del sujeto agente desde el advenimiento a la vida extrauterina no puede ser denominado "aprendizaje" por cuanto hay hechos y actos iniciales, constitutivos de las primeras huellas mnémicas, fundantes de la singularidad psíquica del sujeto y siempre en relación con otros, que no corresponden al contenido semántico de ese término.

Una vez que existe ese "ciframiento" inicial se irá constituyendo una trama de huellas mnémicas que encontrarán "facilitaciones" (en el sentido empleado por Freud en el Proyecto de Psicología para Neurólogos) o no.

Estas facilitaciones se refieren a la singularidad psíquica del sujeto la que, en la continuidad y diversidad de sus manifestaciones en relaciones intersubjetivas y comunicativas con otros, aparecerá como mismidad subjetiva.

Mead explica esta transformación con la ayuda de un mecanismo que él denomina "adopción de la actitud del otro". También Piaget y Freud introducen el mecanismo que representa la conversión de estructuras externas en internas; el primero en el sentido de una "interiorización" de esquemas de acción y el segundo en el sentido de una "internalización" de relaciones con una persona de referencia. De forma parecida, Mead concibe la internalización como subjetivización de estructuras objetivas de sentido. El modelo de la internalización implica que el sujeto se reconoce en algo externo, al incorporar y apropiarse de las propiedades de aquello que se le enfrenta como objeto. La estructura de esta apropiación se distingue de la estructura de la relación reflexiva por el distinto sentido en que ocurre: el sí mismo (self) no se relaciona consigo al convertirse en objeto de sí, sino al reconocer en el objeto externo, ya se trate de esquemas de acción o de simbolización , lo subjetivo extrañado. En este aspecto cabe pensar en el concepto de identificación de Freud.

La relación intersubjetiva entre participantes en la interacción, que adoptan una actitud los unos frente a los otros y toman postura recíprocamente frente a sus respectivas emisiones, se reproduce en la estructura de la relación de cada uno consigo mismo. Por otro lado, esa subjetividad de orden superior, que se caracteriza por no poder relacionarse consigo misma más que mediatamente, es decir, a través de las complejas relaciones con los otros, supone una transformación en la estructura global de la interacción. Es por ello que, para que un sujeto pueda seguir una forma de acción (es decir, que un sujeto pueda seguir la misma forma de acción) ésta ha de valer intersubjetivamente por lo menos para dos sujetos. Porque el otro es soporte y garante de la continuidad de actuar siguiendo esa forma de acción, en la medida en que hay un involucramiento de cada uno con el otro, un compromiso que sostiene la vigencia de esa forma de acción y la convicción que lleva a practicarla. Cuando los agentes, que son modelos de identificación de los sujetos en proceso de constitución, desertan del seguimiento de las normas, esas continuidades de la acción se pierden. Esta responsabilidad, también, les cabe a los dirigentes corruptos que, con su accionar trasgresor, han ocasionado perjuicios que van mucho más allá de lo estrictamente económico.

 

Bibliografía

Habermas, J. 1984 Ciencia y Técnica como Ideología Tecnos, Madrid.

Habermas, J 1989 Teoría de la Acción Comunicativa: complementos y estudios previos Cátedra, Madrid.

Habermas, J 1989 Teoría de la Acción Comunicativa Taurus, Buenos Aires

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Habermas, J 1999 Fragmentos Filosófico-Teológicos, Trotta, Madrid.

Habermas, J 2000 Aclaraciones a la Etica del Discurso, Trotta, Madrid.

Laino, Dora 2000 Aspectos Psicosociales del Aprendizaje, Homo Sapiens, Rosario, Argentina 

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