LOS DILEMAS MORALES DE LA CLONACIÓN

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Jorge Martínez Barrera

(Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina)

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El artículo aparecido en la revista "Nature" del 27 de Febrero último ("Viable offspring derived from fetal and adult mammalian cells"), donde el Dr. Ian Wilmut y su equipo dan cuenta del nacimiento de Dolly, la oveja clonada, ha tomado por sorpresa a más de un especialista en moral. Tal como lo señalaba el Dr. Jacques Testart en "Le Monde Diplomatique" de Noviembre de 1995 [1], lo grave de los avances biotecnológicos, es que sus implicancias morales están cada vez más confinadas a la discusión entre expertos. El Dr. Testart piensa que los moralistas se encuentran, la mayor parte del tiempo, en un estado de indefensión argumentativa semejante al de un panadero, una institutriz o un industrial. Esto hace que los comités consultores de bioética designados por los gobiernos, por lo menos en el caso de Francia, estén mayoritariamente constituídos por los mismos científicos que son jueces y parte en las recomendaciones. Tales comités, según el Dr. Testart, son entonces más bien de carácter técnico-administrativo antes que verdaderos comités de ética. Y aun cuando esas instituciones ad hoc consulten a los moralistas, la opinión que prima es siempre la de los propios generadores de los problemas. Para el Dr. Testart, una solución de buen sentido sería que, a pesar del estado de desamparo argumentativo de los moralistas, los comités de bioética estuvieran compuestos por personas no implicadas en los desarrollos tecnocientíficos, que ellos hicieran comparecer a los especialistas adecuados para que instruyeran al comité cada vez que fuera necesario, pero que estos últimos se retirasen en el momento de tomar decisiones.
Repasemos ahora sumariamente tres grandes grupos de problemas éticos planteados por la clonación, y comprobemos de paso que, una vez superada la perplejidad inicial, el lego en materia estrictamente científica puede, todavía, decir algo sobre el tema.
En primer lugar, señalemos que en casi todas las entrevistas que ha concedido el Dr. Wilmut
[2], aparecen claramente detrás de él las iniciales PPL, las cuales corresponden a la empresa británica PPL Therapeutics. Ésta es una fábrica de productos farmacológicos que ha subsidiado al laboratorio del Dr. Wilmut, y que además posee las patentes de las tecnologías que permitieron el nacimiento de Dolly. Vale la pena agregar, por otra parte, que esas patentes con sus respectivos protocolos científicos, fueron celosamente archivados hasta la aparición del artículo del Dr. Wilmut en "Nature". El contexto industrial-comercial del experimento de clonación, exigió que todos sus protocolos científicos fuesen secretos. Solamente se conoció el asunto cuando se alcanzó la etapa de los resultados, que no siempre fueron garantía de éxito en todos sus pasos. La mortalidad alcanzada en los experimentos, según testimonio del Dr. Wilmut, fue de alrededor del 62%, frente a una mortalidad del 6% en los apareamientos naturales. Conviene tener presente, entonces, que el contexto de la clonación ha sido de tipo comercial e industrial, y que el uso beneficioso de esta técnica es todavía un asunto periférico. La experimentación científica, con la excusa de la libertad de investigación y de la posible aplicación benéfica de los resultados, está deslizándose peligrosamente hacia un maquiavelismo científico éticamente inexcusable. No es razonable que existan exigencias deontológicas aplicables a políticos, médicos, abogados, jueces, periodistas y docentes, y no para los científicos. Por otra parte, la interpelación ética debe dejar de producirse al final, después de que son anunciados los resultados. Ella debe más bien plantearse antes, durante y después de la investigación o del experimento, pues es sumamente difícil poner límites a una experimentación después de que ésta se ha realizado. De ahí que sea preciso alguna tarea de supervisión de los institutos y laboratorios, como así también la publicidad de sus protocolos y alguna forma de legalización de proyectos de investigación que por su naturaleza comprometan a la vida humana misma.
En segundo lugar, la clonación implica dos cosas: a) la manipulación de la diversidad genética natural; b) relacionado con lo anterior, la clonación es un procedimiento invasor del ecosistema genético, pues no es posible realizarla sin la introducción de elementos químicos sintéticos. Así como estamos legítimamente preocupados por la macroecología, no debemos olvidar que el orden natural o ecológico se expresa en todas las instancias y dimensiones de la creación, especialmente en aquellas que constituyen la estructura inteligente misma de la vida, es decir, el microecosistema genético
[3], verdadero "software" biológico. Este último es la condición misma de posibilidad del orden ecológico visible, y lo preocupante es que su delicado equilibrio está siendo cada vez más comprometido por la "polución" biotecnológica humana.
Por último, la manipulación de este soporte inteligente de la vida
[4], nos pone frente a una situación de falsa libertad, pues se favorece la ilusión de que nos es dado poder decidirlo todo. Sin embargo, aun cuando es cierto que la naturaleza es sobreabundante, rige en ella un principio de no superposición de funciones y de economía de tareas. En las cosas humanas, que funcionan por imitación de la naturaleza, también rige ese principio. Por ejemplo, si a los padres de familia les compete decidir acerca de la educación de sus hijos, no toleraríamos que un tercero extraño reclamase para sí un derecho absoluto sobre esas decisiones familiares. La naturaleza biológica también tiene su campo de decisiones perfectamente acotado, y decide siempre -si no en todos, al menos en algunos de sus comportamientos- con una perfección superior a la humana, en el sentido de que no necesita deliberar entre distintas alternativas. La naturaleza resuelve sabiamente por sí sola, por ejemplo, cuál debe ser la proporción de hombres y mujeres que deben nacer. Ella cuenta además con sistemas autorregulativos propios [5] que, aun cuando puedan no corresponderse en toda su extensión con lo que a escala antropológica nos parece debiera ser la perfección, de hecho, sin embargo, han funcionado desde siempre. Por eso, la manipulación biotecnológica implica una usurpación del campo de acción y decisión de la naturaleza. Pero, ¿toda intervención en la estructura íntima de la naturaleza es condenable? Ciertamente no. Por eso es preciso establecer límites que posibiliten que la acción sobre la naturaleza no sea una manipulación sino una cooperación con ella. La razón puede determinar perfectamente cuándo la naturaleza ha fallado en algo y es aconsejable corregirla, de manera que ella logre, con la colaboración humana, el fin que normalmente debía haber alcanzado si no hubiera ocurrido esa falla. La intervención humana sobre la naturaleza es aquí un poco semejante a la del juez que, en casos difíciles, sabe interpretar el espíritu de la ley -en este caso, de la intención general de la naturaleza- y ordena en consecuencia. Por cierto, no hay dificultad en ver que esta intervención sobre la naturaleza es de un signo absolutamente distinto al que se da en el caso de la manipulación genética que pretende decidir, por ejemplo, acerca del sexo de los hijos, del color de sus ojos, y en general acerca de todos aquellos puntos en donde es difícil afirmar que hay un error de la naturaleza.
Para terminar, estas reflexiones tienen además la pretensión de alertar sobre la necesidad de llenar un vacío jurídico que ya no se puede seguir admitiendo, y que esa laguna legal, si bien debe contar con la opinión de los científicos, es preferible que no sean ellos los miembros mayoritarios de los comités consultores.

Notas Marginales.

1. El artículo del Dr. Testart se titula: "Éthique n'est pas technique" y es accesible por Internet: http://www.monde-diplomatique.fr/md/1995/11/TESTART/1988.html.
2. Entre el 23 y el 24 de Febrero de 1997, el diario "The New York Times" publicó tres artículos de divulgación muy interesantes: 23/2/97, Gina Kolata (nota editorial); 24/2/97, Gina Kolata, "With Cloning of a Sheep, Ethical Ground Shifts"; 24/2/97, Youssef M. Ibrahim, "Ian Wilmut: For Scientist, Secrecy Gives Way to Spotlight".
3. La noción de "microecosistema genético" me ha sido inspirada por el artículo del Dr. Munawar Ahmad Anees (Editor-in-Chief, Periodica Islamica), "Human Cloning: An Atlantean Odyssey?", publicado en Bioética Web. El Dr. Anees emplea allí la expresión "ecosistema genético", pero estimo que también puede hablarse de un "microecosistema genético", para distinguirlo de lo que hasta hoy se entiende generalmente por "ecosistema". Deseo insistir en el hecho de que el primero es nada menos que el fundamento y la condición de posibilidad del segundo. Estas ideas de ecosistema, en cualquiera de sus niveles, evocan la clásica noción de "kósmos" de los pensadores griegos y el "ordo" de los latinos. El sustento material de tales ecosistemas es la diversidad: el orden no puede darse entre cosas iguales. Ahora bien, el origen último de esa diversidad ecológica, así como las leyes que rigen sus procesos son asuntos extraños al campo decisional humano.
4. La idea de que hay un soporte inteligente de la vida a escala molecular la he tomado de un artículo de James F. Keenan, "What is Morally New in Genetic Manipulation?", en "Human Gene Therapy" 1 (1990), p.292.
5. La noción de que la naturaleza cuenta con sistemas autorregulativos propios y con una dinámica de funcionamiento que no necesariamente coinciden con nuestros propios criterios de perfección, es verificable en la falta de respuesta, por lo menos hasta ahora, a las siguientes preguntas entre muchas otras: ¿por qué la naturaleza "desperdicia" un número enorme de espermatozoides en los procesos de fecundación?, ¿cuál es el papel de algunos virus en el ecosistema? ¿qué sentido tienen las teratologías? ¿en qué favorecen al orden ecológico las catástrofes naturales? Estas y muchas otras cuestiones podrían ser respondidas si nos decidiéramos de una vez por todas a renunciar a la explicación teleológica. Sin embargo, el tipo de conocimiento que obtendríamos así, ¿sería verdaderamente científico? En realidad, la supresión de la causa final en el conocimiento de la naturaleza, produce el deslizamiento de la explicación a la descripción, y con ello el cambio en la especie del conocimiento, que ya no sería estrictamente científico, sino inductivo. Ahora bien, aun cuando optáramos por un modelo epistemológico no hostil a la causa final, está claro que no todo lo que sucede en la naturaleza puede ser científicamente comprendido. Queda abierta así la cuestión acerca de si es posible o no una dimensión gnoseológica post-científica. Este es un tema de la mayor importancia y su resolución sería el complemento necesario a la reciente rehabilitación del conocimiento pre-científico encarada, fundamentalmente en el ámbito de la filosofía práctica, como reacción al cartesianismo y al neopositivismo.
6. En cuanto al grado de admisibilidad de intervención sobre la intimidad de la naturaleza, existe una idea de origen netamente jurídico que puede extrapolarse sin mayores dificultades al ámbito de nuestras relaciones con el microecosistema genético. Me refiero a la noción de "equidad" o "epiqueya", tal como aparece en la Ética Nicomaquea de Aristóteles, libro V, cap. 10, 1137a 31 -1138a 5. Si bien no comparto en todos sus términos la sugerencia de algunos autores contemporáneos en el sentido de que puede hablarse de relaciones plenas de "justicia" con el (micro o macro) medio ambiente, no es menos cierto que éste tiene una dimensión antropológica que de una u otra forma nos concierne e interpela. Esto hace que nuestras relaciones con él también deban estar reguladas por alguna forma de justicia: hay un "debitum" hacia la naturaleza, hay también una alteridad y, por cierto, se da también una cierta proporcionalidad en nuestras interrelaciones con ella. Estas tres notas que caracterizan a la justicia son pertinentes también en el ámbito de nuestras interacciones con el mundo no humano. Y si existe una posibilidad de establecer relaciones de justicia con el ecosistema, por exiguas que parezcan respecto de la justicia plena que, convengo, es la que se da solamente entre hombres, también puede hablarse, respetando las distancias, de una equidad o epiqueya en este nivel ecológico en sus planos micro y macroscópicos, perfectamente operativa en los "casos difíciles".

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