APUNTES PARA EL TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD PSICOSOMÁTICA DESDE LA TERAPIA FAMILIAR SISTEMICA

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Ramón Soto Martínez
Universidad Complutense de Madrid.

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RESUMEN

Ante el creciente impacto social que ha suscitado el aumento de los casos de anorexia nerviosa, el autor pretende llevar a cabo una lectura breve de ésta y otras enfermedades psicosomáticas desde la perspectiva de la terapia familiar sistémica. El tratamiento de la enfermedad psicosomática resulta complicado debido a que no responde a los cánones lógico-causales y médico-farmacológicos de una enfermedad tradicional. En tales circunstancias, la terapia familiar ofrece una vía factible y una posibilidad de tratamiento efectiva a través de una perspectiva integradora, crítica y alternativa.

 

APUNTES PARA EL TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD PSICOSOMÁTIACA DESDE LA TERAPIA FAMILIAR SISTEMICA.

Cuando las posibilidades de tratamiento médico se van reduciendo cada vez más, y los remedios y medicamentos para sanar cierta enfermedad pierden su efectividad sin una razón aparente, es, en la mayoría de los casos, el momento de comenzar a considerar la posibilidad de que tratamos con una enfermedad psicosomática. La categoría psicosomática surge como una explicación de lo inexplicable para aquellos que, como la mentalidad científico-médica, consideran al cuerpo la fuente primordial de sus propios males. Es una forma, aparentemente sencilla, de decirles a quienes buscan una causa que no es cuestión de que tengan algo mal en el cuerpo sino que lo tienen en la cabeza. Una cuestión de la mente. Así tranquilizan sus conciencias y hacen que la atención se centre en otra dirección distinta a las explicaciones físico-biológicas. Incluso, ante tanto misterio, la enfermedad psicosomática puede llegar a tener cierto aire de mágico o espiritual que requiere de exorcismos, curas milagrosas o remedios para el mal de ojo.

El párrafo anterior nos describe algunos elementos que constituían hasta hace muy poco tiempo la idea de la enfermedad psicosomática. Ello responde a la idea tradicional de salud como curación de enfermedades y no como prevención, explicación y tratamiento de la enfermedad desde la amplia y compleja perspectiva a que nos conduce el modelo de salud integral. Pero todavía son muchos los profesionales de la salud, incluidos los psicólogos, que se dejan llevar y racionalizan la enfermedad desde el modelo de salud tradicional. En este modelo siempre se ha identificado al cuerpo y al individuo como la fuente principal de sus enfermedades. Por ello, el tratamiento, tanto médico como psicológico, se ha inclinado por la intervención individual, dominando igualmente esta tendencia en la mayor parte de las investigaciones. Como anécdota resulta curioso mencionar que, si nos tomamos un momento y nos acercamos a cualquier facultad de psicología, en el fichero por materias de su biblioteca encontraríamos "enfermedad psicosomática" bajo el tema de medicina psicosomática. Esto nos brinda una idea de la línea de tratamiento médico que ha caracterizado la terapia psicosomática y bajo la cual se ha venido investigando. No se ha avanzado demasiado en esta línea de investigación, aún cuando los movimientos críticos al positivismo en la salud mental ampliaron el marco de influencia causal de las enfermedades mentales. Las explicaciones posibles continuaban siendo bastante confusas, en parte debido a que el dilema mente-cuerpo, que a tantos pensadores ha traído de cabeza a través de la historia, se complicaba más al contextualizarlo y añadir las influencias sociales.

Ahora bien, qué sucede al introducir la enfermedad psicosomática dentro de la epistemología de la terapia familiar sistémica. Nos encontramos con una lectura sumamente razonable y entendible bajo el marco de la teoría sistémica, que nos hará cambiar las bases epistemológicas de la enfermedad psicosomática. Dentro del planteamiento sistémico, no es tal la enfermedad psicosomática sino que pasa a ser el paciente identificado, o visto de otra manera, el portador del síntoma psicosomático. Que no viene a ser otra cosa que el resultado de una dinámica familiar disfuncional, en la cual el paciente identificado es el punto donde la órbita circular de las relaciones familiares se sale de su trayectoria. La dinámica familiar es analizada como una órbita donde la interacción de distintas fuerzas, igual que los planetas, le conduce en una dirección, y el paciente identificado se entiende como el elemento disfuncional resultado de estas relaciones en una familia en particular que en terapia comprenden un todo. De esta manera, el tratamiento no puede focalizarse en un punto concreto, o sea el paciente identificado, sino en todas las fuerzas que intervienen, que en este caso vienen definidas y determinas por las relaciones familiares y el papel que cada uno de sus miembros tiene en la dinámica familiar.

 

LA DEMANDA

Tomando en consideración la creencia popular acerca de las enfermedades psicosomáticas, podemos imaginar que serán varios los problemas que encontraremos de inicio en el intento de hacer una lectura sistémica. Primeramente, hallaremos un largo historial familiar de intervenciones somáticas, en el cual, con sus medios, médicos, psiquiatras y profesionales de la salud habrán hecho lo posible por tratar el problema. Ante la ineficacia de sus tratamientos, pueden terminar por calificarlo de intratable o crónico. Esto hace que las familias lleguen desesperadas a terapia como última alternativa, reclamando una solución. En esta situación, la figura del terapeuta es la de un médico más, que, ante la desesperación, utiliza toda la familia como otra forma de buscar, auscultar y entender la enfermedad. Es un problema de entrada, que hay que tratar de forma prioritaria y, a la vez, sutil. Nos enfrentamos a un proceso de desintoxicación de la familia, el cual, como a cualquier toxicómano, hay que hacerlo despacio y con una determinación constante. No podemos pretender que la familia «rompa en frío» y esté receptivo en las primeras sesiones porque habrán sido muchos médicos antes de llegar a terapia. Pero también es importante que el terapeuta tenga en cuenta la presión a la que se verá sometido. Tiene delante una familia que está sufriendo y que, en algún caso, puede que el paciente identificado, debido a la gravedad de la enfermedad, pueda correr graves peligros de salud, incluso de muerte. En estos casos es conveniente estar en contacto con personal médico durante las primeras sesiones del proceso.

En su investigación sobre la intratabilidad de la enfermedad psicosomática Onnis (1985), llega a la conclusión que son dos los motivos que conducen a tal situación. Primero, la sumisión que ha caracterizado, dentro de la ideología médica, a la enfermedad mental con respecto a la causalidad orgánica, y en segundo lugar, la falta de formación de personal especializado en enfermedades psicosomáticas. Destaca este autor, cómo desde el momento en que alguien se presenta en los servicios de salud con cualquier síntoma, siempre buscan en el paciente y en su propio cuerpo la fuente de su dolencia. Prosigue diciendo que, aún cuando los análisis y pruebas no demuestren explicación fisiológica, se continúa el tratamiento médico farmacológico. En la medida en que el o los tratamientos farmacológicos no funcionen, el problema va adquiriendo un carácter de intratable y provocar la cronicidad. Onnis propone la existencia en los servicios de salud de personal especialmente entrenado para detectar y tratar con enfermedades de tipo psicosomático. Menciona que en Italia ya hay lugares donde existe este tipo de especialista, el cual es un miembro más de los centros de salud integral donde la medicina no es la ciencia poderosa de voz dominante en materia de salud, sino que es un elemento más del equipo de salud. Estos centros defienden un concepto de salud interdisciplinar e integrador que más que curar lo que buscan es que el enfermo tenga salud. El equipo esta formado por varios profesionales (médicos, psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas, nutricionistas, etc.) que en reuniones periódicas discuten y opinan sobre la evolución de los pacientes y los posibles tratamientos a seguir. Lamentablemente son los menos pero el cambio de mentalidad sobre la enfermedad y la salud se va produciendo poco a poco. Es conveniente indicar, para no caer en una tautología o afirmaciones posmodernas en contra de la medicina, que en ocasiones no es necesaria tanta discusión sobre tratamientos porque la aspirina quita el dolor de cabeza. Por tanto, no se trata de un rechazo a la medicina sino de un nuevo concepto de salud.

Onnis (1985) recalca la importancia que tiene la primera lectura de la enfermedad psicosomática para su futura evolución y consideración como enfermedad crónica. A pesar de parecer una cuestión obvia cuando llegan a terapia, muy pocas veces la terapia psicológica o familiar se toman como una posibilidad en el tratamiento inicial de cualquier enfermedad. Suele predominar una actitud de encontrar explicaciones lógicas a las enfermedades, pero en este caso no responden al canon de una determinación lógica-causal sino a un complicado reflejo físico-mental de origen social de difícil precisión. Es importante señalar que no podemos pretender, ya que hemos dicho que el origen de la enfermedad psicosomática es social, encontrar dentro de lo social o la sociedad un chivo expiatorio que, como una especie de virus que causa enfermedades, se convierta en objetivo de nuestra terapia. La causa (si existiese) es incluso tan compleja y variada que en ocasiones trabajamos sin tener la certeza de cual es la causa. Por ello, resulta incomprensible desde el punto de vista terapéutico (no así del político), el reciente revuelo social que se ha organizado alrededor de los efectos de la moda sobre el creciente número de casos de anorexia. En fin, la cuestión es que si equivocas el camino nunca llegas donde debes. Si desde un primer momento tratas una enfermedad psicosomática como una enfermedad común, nunca se tendrá un resultado que no sea otro que el leve mejoramiento de la enfermedad.

En su investigación, Onnis también critica el concepto de "familia nociva" que es utilizado por parte de algunos profesionales de ideología causal. Estos, en busca de una explicación de la enfermedad mental, ante la imposibilidad de encontrar causas en el mismo individuo, atribuyen a la familia la «culpabilidad» de la enfermedad psicosomática.

"Los autores que, apoyándose en conceptos de causalidad lineal, hablan de familia nociva hacen exactamente la puntuación contraria y a la inversa (la familia es causa de la enfermedad del paciente) respecto de la que habitualmente proponen los padres (el paciente es la causa de la enfermedad de la familia)" (Onnis, 1990 p. 77.).

La lectura de la familia como espacio no lineal donde se origina la enfermedad es primordial para la terapia. Por ello resulta indispensable que toda la familia acuda en pleno a terapia, por lo menos a las primeras sesiones. Es importante matizar que no debe existir dentro de la familia un sentimiento de culpabilidad, porque la culpa no existe como tal, sino que puede existir, dentro de la forma de relacionarse los miembros de la familia. No es nada efectivo trabajar la culpa en las primeras sesiones si lo que pretendemos es vincular a los miembros de la familia para que vengan a terapia. Debemos devolverle otro tipo de incentivos más encaminados al compromiso. Por ejemplo, el hecho de que vengan todos a terapia de debe a que son elementos que pueden ayudar a comprender la enfermedad de uno de sus miembros y, por tanto, sean parte del origen del síntoma. Así mismo resulta reiterativo señalar, que el paciente identificado es un miembro más de la familia y por ello parte del origen de su propio problema.

 

DESCRIPCIÓN DE LAS FAMILIAS

En las familias psicosomáticas tienden a proyectarse un tipo de características propias. Esto no significa que están presentes en todas las familias, ni que puedan existir casos en que no las tengan, pero es muy común que aparezcan en el cuadro familiar. Trataremos de construir una espacie de marco que nos sirva de referencia a la hora de tratar e identificar familias psicosomáticas. Para nuestro cuadro ideal utilizaremos los estudios realizados por Minuchin (1990) en familias psicosomáticas y por Selvini (1990) sobre la anorexia nerviosa. Para Minuchin la primera característica es el aglutinamiento. En la familia existe un grave problema de ideología en el cual hay un pensamiento familiar que envuelve a todos los miembros. Existe una lealtad hacia esa ideología la cual no puede ser traicionada por nadie. De esta forma, pensamientos, sentimientos, acciones y comunicaciones de sus miembros se manifiestan como si fueran uno solo. Hay continuas intromisiones en la autonomía y la privacidad de unos con otros, existiendo un claro problema de límites en estas familias. Al haber débiles límites se provoca una confusión de roles y funciones.

A consecuencia de lo anterior, las familias tienen un problema de sobreprotección. Hay un sentimiento de protección muy grande por parte de todos los miembros de la familia que se agudizan con el síntoma sobre el paciente identificado. Por lo común, la familia está inmersa en un juego de solicitud de protección y de interés recíprocos que, en momentos de exaltación, la lleva a movilizarse para de esta manera intentar evitar los conflictos.

Otra característica es la rigidez, entendida como la resistencia al cambio. Una actitud de cabezotas sin la más mínima intención de serlo, ya que existe en la familia una particular ideología de permanecer unida, y así se presentan en terapia. Aparentan ser una familia muy unida porque cualquier síntoma de desacuerdo es rápidamente reprimido por los mismos miembros de la familia. Un desacuerdo es interpretado como una amenaza a la unidad familiar. La familia es la gran institución que suele estar volcada hacia ellos mismos buscando en sus propios miembros modelos y ejemplos, con escasas relaciones hacia el exterior y tratando de mantener la homeostasis (unidad-equilibrio) familiar a toda cuesta. El terapeuta se encuentra ante una encrucijada; una armoniosa familia que viene a resolver la enfermedad de uno de sus miembros y niega la necesidad de un cambio en la interior de la familia.

La evitación del conflicto está muy ligada con la rigidez. La familia tiene muy poca tolerancia al conflicto. Al aparecer el conflicto la familia pone en marcha una serie de mecanismos para evitar y no agravar el desacuerdo. En este juego el paciente y su enfermedad tienen un papel principal. Es una especie de válvula que se enciende cada vez que aparece conflicto. En el momento de alguna discusión la enfermedad surge con excusa para evitar hablar de ello, o aparece drásticamente en el momento de mucha tensión para desviar la atención. Es frecuente que el síntoma surja en momentos en que el paciente no pueda interferir directamente en alguna situación tensa.

Para Selvini (1990) existen reglas en las familias psicosomáticas con pacientes anoréxicos que complementan la anterior descripción de Minuchin. Estas reglas fundamentales son:

*Cada miembro rechaza los mensajes de los otros (ya sea a nivel de contenido, ya sea a nivel de relación) con una elevada frecuencia.

*Todos los miembros de la familia revelan grandes dificultades para tomar abiertamente el rol de líder.

*Está prohibida toda alianza abierta de dos contra un tercero.

*Ningún miembro se hace cargo por culpa alguna.

Stierin y Weber (1990) describen un tipo ideal de familia anoréxica que nos amplía esta tipología familiar. Describen unos supuestos básicos bastante específicos obtenidos de su larga experiencia terapéutica. Son familias con una insistencia en la cohesión familiar, el autosacrificio y la abnegación o renuncia personal. Todo esto para lograr la tan anhelada unión familiar, y es ésta la característica principal. La familia está por encima de cualquier actitud personal que afecte al todo.

Los ideales de logros siempre están presentes al igual que un alto sentido de justicia. Son valores legados y delegados dentro de la familia como los que emanan de las expectativas y valores de la sociedad. El ideal de logros envuelve la familia en una dinámica de competitividad, siguiendo de forma similar las mismas expectativas sociales. El sentido de justicia inculca en los miembros de la familia la idea de que todos somos iguales y por tanto tenemos los mismos derechos a la hora de repartir el amor y todo en la familia. Según Stierin y Weber, al aparecer estos dos elementos en la familia se impide la individualización de los miembros y su consiguiente separación emocional. Están todos unidos en un sólo sentir en el cual aparecen de forma constante contradicciones especialmente para los hijos. Siempre se les ha dicho que todos son iguales, que no hay preferidos, pero la realidad se muestra muy diferente. Es una idea prácticamente imposible de cumplir ya que en algún momento evolutivo hay hijos que requieren más atención que otros. El paciente identificado entiende que ese sentido de justicia tantas veces idealizado no es cierto. En estos casos el síntoma aparece como una forma de recobrar los derechos perdidos.

La pareja dentro de ese tipo ideal de familias, suelen tener un poderoso vínculo de lealtad que hacen que los hijos se vuelvan susceptibles a ella. Así los padres esperan la misma lealtad por parte de sus hijos, a veces en situaciones que van mas allá da las posibilidades de estos, haciendo de ellos sus confidentes y aliados adultos. Formando de esta manera triángulos y coaliciones en contra de uno de los padres.

En su estudio sobre anoréxicas, Stierin y Weber (1990) encontraron que con frecuencia los padres habían sido hijos muy preocupados por satisfacer las expectativas de sus padres. Siempre al tanto del cuidado de sus padres y, cuando se vuelven ancianos y frágiles, los suelen llevar a vivir a sus casas. Suelen casarse bastante adultos. Al escoger pareja suelen tener muy en cuenta un tipo específico de cónyuge. Es más importante para ellos ser buenos padres y buenos hijos de sus padres que buenos amantes el uno del otro. Se toman muy en serio su rol de progenitores, convirtiéndose prioridad en sus vidas. La pareja se convierte en una división de funciones tradicionales, en la cual el hombre se encarga de traer el sustento y el status social, la mujer de las tareas y problemas domésticos, y de cuidar los hijos. La relación de la pareja es básicamente a través de los hijos y las relaciones sexuales pasan a un segundo plano cuando no son totalmente nulas. Se mantienen unidos por sus hijos porque no son pareja sino padres.

 

DESCRIPCIÓN DEL SÍNTOMA

La familia psicosomática básicamente encierra un problema de fronteras. Como gran parte de los problemas familiares, la enfermedad psicosomática pertenece a ese grupo de dinámicas familiares en que están entremezclados los roles en la familia. El afán por la unión familiar crea un ambiente de dificultad para espacios individuales. A esta dificultad, Minuchin (1988) la llama ausencia de distancia psicológica. La define como el momento en que uno, o los miembros de la familia comienzan a funcionar en un "holón" o subsista familiar al cual no pertenecen. Las alianzas, coaliciones, roles inadecuados y expectativas desmesuradas son algunas de las formas que diluyen o eliminan las fronteras entre los subsistemas y entre los miembros.

Todas las familias a lo largo de su historia, tienen en algún problema de fronteras debido a los momentos evolutivos. En el caso de familias psicosomáticas el problema surge al no evolucionar positivamente en su momento. A las familias llamadas "normales" les cuesta mucho trabajo el cambio pero lo entienden como necesario y parte de la vida. En las familias psicosomáticas su afán por la unidad y su resistencia la cambio no le permiten una interpretación positiva de cualquier signo de individualización. Por el contrario, es entendido como signo de deslealtad hacia la familia. Los hijos de estas familias están sometidos a una especie de alineamiento comportamental en el cual están encajonados y obligados a mantener una dinámica familiar que persigue, a los ojos de los padres, la paz en la familia. En realidad no es otra cosa que una olla de presión con una válvula. Dentro de la olla están todas las tensiones, odios, mitos, y cosas no dichas que pueda reunir una familia que considere una discusión como una alteración a la paz. La enfermedad psicosomática, como mencionamos, es la válvula que regula las tensiones en la familia. Por un lado, desvía la atención al constituirse como el centro de la familia. En una familia donde unos se vuelcan sobre los otros movidos por un ideal de sobreprotección, el enfermo se convierte en quien más necesita del cuidado de los demás. Por otro lado, en los momentos en que surge tensión en la familia, como puede ser una posible discusión, el tema a discutir pasa a segundo plano, ya que al entrar el enfermo en escena se suprime el asunto por el bien y la salud del enfermo.

Otro caso puede ser el de familias sobreprotectoras donde la autonomía de los hijos es nula. Stierlin y Weber (1990) hacen una descripción de una familia de este estilo con una hija anoréxica. Describen como en una familia donde la autoridad de los padres está claramente integrada en el credo familiar, la enfermedad se vuelve una forma de revelarse contra ello. Al restringir la cantidad de alimentos que ingiere y negarse a comer, puede parecer que la joven rechaza esa expresión de amor, desafiando un principio central del credo familiar e iniciando su individualización contra los padres. Al hacerlo, sin embargo, no sólo da muestras de autonomía respecto de los progenitores, sino también respecto de su propio cuerpo. Ésta es otra posible lectura de la enfermedad psicosomática; la protesta o revelación contra de la autoridad de los padres. Pero esto puede traerle consecuencias incontroladas para el propio paciente. Porque lo que empezó siendo una forma de protestar se convertiría en su propio claustro. ¿Qué sucede? Cae en una contradicción o paradoja al provocar consecuencias contrarías a las que se proponía. Si lo que buscaba era una individualización dentro de la familia su enfermedad tiene una consecuencia contraria, ya que todo el mundo y la familia se vuelcan hacia él. El enfermo se vuelve el centro de la dinámica familiar y cae en la misma contradicción que menciona Watzlawick (1981) cuando el esquizofrénico trata de no comunicar pero se encuentra que es imposible no comunicar. Eso lo lleva a autocontradecirse y perderse en su propia definición.

Para Onnis (1990) la mayoría de las familias con problemas psicosomáticos encierran un problema de pareja muy serio. Por el tipo de pareja que describimos anteriormente es fácil comprender que las grandes posibilidades que tienen de ser parejas con problemas desde el mismo momento de su constitución. En el juego que mantienen la enfermedad del hijo constituye un elemento muy importante para que esta pareja no se disuelva o no caiga en contradicciones al enfrentarse como pareja. La enfermedad funciona para distraer la atención y para darle fundamento al hecho de que estén juntos. Ya que es su misión ser buenos padres antes que pareja. En terapia ésta es una de las resistencias que nos encontraremos con mayor frecuencia por varias razones fácilmente entendibles. Primero, llegaron a terapia a solucionar el problema de su hijo, no el de ellos. Segundo, como familias con gran resistencia al cambio, en cuestiones de pareja lo son más. Tercero, el enfrentamiento directo entre ellos tendría un efecto inmediato en el paciente identificado, cosa que reforzará su resistencia. Como buen padre, vengo a terapia por la situación de mi hijo y sería mal padre si robo la atención que el terapeuta debía tener hacia mi hijo. Por ultimo, al hablar de ellos en terapia, pueden ver en peligro su tan frágil estabilidad familiar. Es enfrentarse con una realidad escondida. Preferirán abandonar la terapia antes que sacrificar la unión familiar.

 

LA TERAPIA

Cuando nos llega la familia lo primero que debemos hacer es crear un ambiente terapéutico apto para este tipo de terapia. Debemos hacer ver a la familia el papel que cada uno juega en el proceso terapéutico dándole la importancia que se merece a cada uno de los miembros. De esta manera nos abrimos paso en la familia ya que como hemos mencionado son familias bastante reacias al cambio y muy unidas. Así fortalecemos su visión unitaria cuando comprendan que todos son importantes para la terapia. Debemos llevarlas con especial cuidado paso por paso. Nos encontraremos, como ya mencionamos, con una familia contaminada por todo el historial de la enfermedad pasando por médicos, psiquiatras y distintos servicios de salud. Debemos prestar mucha atención al paradigma de la circularidad para ir llevando a la familia hacia una nueva forma de ver la enfermedad. Que comprendan que la familia puede ser muy útil para la recuperación del paciente sin pensar en ningún momento que ellos tienen la culpa de la enfermedad. Posiblemente nos encontremos con alguna familia que viene con la concepción de familia nociva y debemos trabajar primero con esa culpa inconsciente.

Una vez creado el ambiente adecuado, debemos escudriñar en las bases de la familia para determinar qué tipo de familia es y qué papel juega la enfermedad en esa familia. Ver si es problema heredado o si los abuelos tienen algún efecto en la dinámica familiar. Ya una vez descubierto el juego que hay en la familia pasar a trabajar nuestra hipótesis.

Como hemos mencionado, es muy común que el problema evidente en las familias psicosomáticas sea de fronteras. Para esto nuestro trabajo debe centrarse en el fortalecimiento de los subsistemas, rompiendo alianzas y coaliciones existentes y haciendo que cada cual se ubique en el holón que le corresponde. Trabajar con la pareja a solas o con los hijos es una manera de trabajar con separaciones. Nuestro objetivo principal debe ser fomentar la individualización y evolución de los hijos en la familia sin dejar que los padres se valgan de ellos para con sus problemas de pareja. Las técnicas a seguir estarán dadas de la misma presentación que nos haga la familia del síntoma.

Debemos tener muy presente el riesgo de empeoramiento y hasta de muerte que ronda en la terapia. Estaremos trabajando bajo presión, así que no podemos andar inventando sino tratar de obtener una mejoría rápida para luego meternos en el grueso del problema.

La terapia se dará por finalizada no con la desaparición del síntoma sino con la evolución positiva de la dinámica familiar.

 

REFERENCIAS

-Ackerman, N. W. (1982). Diagnóstico y tratamiento de las relaciones familiares. Hormé S.A.E.
-Cirillo, S., & Di Blasio, P. (1991).
Niños Maltratados. Barcelona: Paídos.
-Charles Fishman, H. (1988).
Tratamiento de adolescentes con problemas. Barcelona: Paídos.
-Drarer, M., & Komam, S. L. (1985).
Handbook of adolecents and Family. New York, London: Terapy. Garden Press, Inc.
-Minuchin, S. (1990).
Familias y terapia familiar. Barcelona: Gedisa.
-Minuchin, S. & Fishman, H.Ch. (1988).
Técnicas de terapia familiar. Barcelona: Paídos.
-Onnis, L., (1990).
Terapia familiar de los trastornos psicosomáticos. Barcelona: Paídos.
-Selvini, M. & otros, (1990).
Los juegos psicóticos en la familia. Barcelona: Paídos.
-Stierin, H. & Weber, G. (1990).
¿Qué hay detrás de la puerta de la familia? Barcelona: Gedisa.
-Watzlawick, P. & otros, (1981).
Teoría de la comunicación humana. Barcelona: Heder.

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