LA INSTRUMENTALIDAD DEL SERVICIO SOCIAL EN LATINOAMÉRICA

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Yolanda Guerra

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El tema que voy desarrollar es La Instrumentalidad del Servicio Social en la Latinoamérica: Desafíos

Cabe aquí en la primer aclaración: Yo no creo en una Latinoamérica igual si no que la veo como distinta, diversa, pero con una unidad. Entonces creo que hay que sé buscar una unidad en la diversidad. ¿Es con esta intención que yo voy a reflexionar: a donde se puede buscar la unidad en la Latinoamérica no que si refiere al la nuestra profesión?

Voy a reflexionar sobre tres puntos tenidos en vista el temario central e sus ejes.

Lo primer es sobre la Instrumentalidad del Servicio Social, buscando aclarar esta categoría analítica que es histórica así como también buscando la comprensión del modo como si constituye la profesión. Después, en secundo lugar voy a hablar sobre la coyuntura actual, los cambios en la coyuntura e como este modifica las funciones de la profesión, las demandas para  la profesión, etc. y, por fin, como esta coyuntura coloca para el trabajador.

El objetivo de esta ponencia es el de, a partir de la categoría instrumentalidad, tomada como una categoría constitutiva del ejercicio profesional capaz de subsidiar teórica y prácticamente el debate y la intervención profesional, enfrentar la ofensiva conservadora en la profesión y la retórica de la post-modernidad.

Se considera la instrumentalidad como la capacidad o propiedad que la profesión adquiere en su trayectoria socio-histórica, - construida en la confrontación entre las condiciones objetivas y de sus agentes profesionales y de los agentes sociales demandantes del ejercicio profesional - la cual faculta a la profesión a convertirse en instrumento de atención de aquellas necesidades sociales que se traducen en demandas profesionales. Como categoría constitutiva de la profesión, la instrumentalidad sólo puede ser pensada en los marcos de la racionalidad sustantiva: histórica, dialéctica y crítica.

En esta dirección, el procedimiento metodológico es el de tomar al Servicio Social como totalidad en sus múltiples dimensiones: técnico-instrumental, teórico-intelectual, ético-política y formativa y la instrumentalidad como mediación a través de la cual se puede recuperar la ruptura entre la corrección de los medios y la coherencia y legitimidad de los fines, trascendiendo las acciones instrumentales y la razón instrumental.

Al ser adoptada como categoría reflexiva, la análisis de la instrumentalidad del ejercicio profesional nos permite apuntar a las diversas formas de inserción de la profesión en los espacios socio-ocupacionales, sus competencias y requisitos socio-profesionales y, al hacerlo, posibilita establecer nuevas formas de responder competente y comprometidamente a ellas.

 

La Instrumentalidad del Servicio Social:  ¿De que si trata?

Si esta  considerando que mas allá  de los instrumentos y medios de trabajo, las abordajes del trabajo social necesita en este fin del siglo de un Projeto profesional que permita establecer los valores claros que están mirados para los trabajadores de manera general y para la población vulnerable. En este sentido que si necesita calificar la instrumentalidad del Servicio Social como un conjunto de capacidades e cualidades  que la profesión va adquiriendo en sus trayectoria socio histórica, que resulta de la confrontación entre las condiciones objetivas y las sujetivas de sus agentes profesionales y de los agentes sociales que demandan el ejercicio profesional. Mejor diciendo, entre las respuestas profesionales y las demandas que son planteadas a los profesionales. Estas demandas permiten un reconocimiento social  a los profesionales y por eso tiene que ser comprendida.

Por eso vamos empezar esta exposición hablando de una determinada concepción de servicio social que es diferente de las practicas asistenciales que fueron desarrolladas por personas non preparadas para tal. Hablo de una practica de carácter académico, que posee una reglamentación, en algunos países un código de ética profesional, un Projeto ético-político para la profesión, un conjunto de procedimientos  instrumentales y técnicos y una cultura profesional, la cual atribuye una dirección al que hacer profesional.

Entonces quiero repisar una concepción de profesión, el significado y la funcionalidad del servicio social para la sociedad.

Constituyéndose en un trabajo socialmente útil que sirve sobre todo a la esfera de la reproducción social, el trabajo del trabajador social, posee su instrumentalidad vinculada a la forma de inserción que el orden burgués le atribuye en la división socio-técnica del trabajo. Desarrollando un trabajo especializado, el trabajador social vende su fuerza de trabajo (y junto con ella un conjunto de procedimientos profesionales requeridos por el orden burgués, y como tal, instrumentales a él).  Así, la profesión sólo puede ser comprendida, en el ámbito de las relaciones entre Estado y sociedad civil, ya que participa del proceso de producción y reproducción de las relaciones sociales del orden burgués (Cf. Iamamoto, 1982, 1992).

 

Los cambios, la coyuntura en que la instrumentalidad del  Servicio Social esta inserta

¿Lo que trae la coyuntura hoy?  Una crisis sen precedente en la historia. ¿Crisis de que naturaleza?

Los abordajes totalizadores  de la crisis contemporánea, la consideran una crisis global, con dimensiones amplias, diversificadas y sin precedentes en la historia. Esta crisis derribó las bases que habían posibilitado la adopción de medidas efectivas de democratización del poder político, las cuales han sido combatidas fuertemente por la programática neoliberal.

Se trata de una crisis global con múltiples dimensiones, que afecta las formas de producción/valorización del capital y reproducción/regulación social de los sistemas sociales vigentes en el siglo XX. Ella encierra los “años  dorados” de crecimiento capitalista de posguerra y suspende el “sueño americano” del Estado de Bienestar Social: marca el agotamiento del cual algunos autores consideran como una largo y bien sucedido  período de acumulación capitalista (Hobsbawm, 1992 y 1995; Netto, 1993 y 1996).      

Pero, puesto que remite a la derrota del socialismo real, la crisis actual, en cuanto crisis global, se presenta como una crisis del proceso civilizatorio  de aquellos proyectos societarios  por los cuales este último siglo se consolidó, de las sociedades organizadas por iniciativas de economías planificadas, de los Estados intervencionistas, en fin, de las alternativas a la barbarie social (Cf. Hobsbawm, 1992 y 1995; Netto, 1993; Frederico, 1994) [1]

La mayor  expresión de esta crisis en términos de los países capitalistas es lo desempleo.  Aunque si considere nuestra Latinoamérica con sus diferencias culturales la unidad puede ser considerada en términos de os puntos: el capitalismo en nuestros países es aun más excluyente económica e po1liticiamente. El no permite la participación de  la gran mayoría de la población, lo que torna aun mas frágil la democracia. Lo segundo punto es que en los países capitalistas periféricos, que es lo nuestro caso, la crisis segué siendo enfrentada por dos mecanismos que respuenden  superficialmente la complejidad del esta crisis. Lo primer por medio del la reestructuración  en la producción: que se segué por medio de la racionalización del trabajo vivo, de los derechos sociales, de lo padrón de producción.  El segundo es el proyecto neoliberal, que Pablo Netto llama de  proyecto del gran capital- supostamente del capital financiero. Este proyecto sin duda prioriza el Estado mínimo y la libertad política manteniendo la desigualdad económica.

Con la vigencia del el proyecto neoliberal se tiene una concepción de políticas sociales sin derechos sociales o sea políticas sociales focalizadas para atender a los pobres e políticas de calidad a ser vendida en el mercado para los que pueden pagar por ellas.  Como el mercado no reconoce derechos pero solamente el poder de compra solo resta un espacio para el tratamiento de las secuelas de las cuestiones  sociales: en el reducto del asistencialismo.

Es así que la cuestión social que es fruto del los interés antagónicos entre las clases y por tanto del la lucha del clases: a través, de la dicha solidariedad. De un lado, por los empresarios,  la economía solidaria,  cuya base se encuentra en la isención de impuestos  para las empresas participantes de este programa y de otro, pela solidariedad de las las personas individuales, a ejemplo del  trabajo voluntario. En ambos los casos se parten de una premisa falsa, cual sea: a de una posibilidad de armonía de interés entre capital-trabajo,  entre personas de clases sociales y   intereses antagónicos.

¿Con estos cambios como se queda el servicio social?

 

Los cambios en el Servicio Social

El otro aspecto a si considerar es lo que afirma los cambios que en este fin di siglo  platean nuevos desafíos para las practicas sociales en general.

Partimos del supuesto que las tendencias más generales de la sociedad, algunas aquí apuntadas, se funden con las determinaciones particulares del Servico Social y las alteran en términos de las demandas, de los usuarios, de los valores, de los criterios, de los padrones societarios, de las requisiciones, de las condiciones de trabajo.

Lo que estamos afirmando, es que los parámetros sobre los cuales el  Servicio Social se gesta, se encuentran en decadencia. Lo que ese período histórico pone, es una transición gradual del padrón de gestión de la fuerza de trabajo taylorista-fordista, para formas de acumulación más flexibles, de la producción de masa y del consumo colectivo para una producción restrictiva y dirigida; de la rigidez y formalización de los mercados de trabajo y de consumo, para relaciones de trabajo flexibilizadas; de ciudadanía regulada (o sea, dada por la reglamentación de las profesiones), de las formas de contratación por tiempo de Servicio que dan acceso a determinados servicios sociales (aunque con estatuto individual), para nuevas formas de exclusión social dadas por la precarización del trabajo y por el desempleo; del Estado interventor que desempeña funciones políticas y económicas, que se responsabiliza por la atención de las cuestiones sociales y por la reproducción de la fuerza de trabajo, para el Estado mínimo, que priva de todos los derechos sociales hasta entonces alcanzados por los trabajadores; del perfil de los profesionales con amplia formación, para aquellos cuya formación es eminentemente tecnocrática; de las políticas sociales compensatorias, para las políticas sociales sin derechos sociales; de la presión directa sobre la fuerza de trabajo, para las formas de manipulación a la distancia; de los valores democráticos y de las identidades colectivas, para los valores liberales que dan prioridad a las identidades individuales; de la sociedad de masas, para la reposición del individualismo posesivo  del liberalismo clásico; de una determinada dinámica espacio-temporal, para la rapidez y volatilidad de las informaciones, evidenciando transformaciones significativas en los mercados: de trabajo, de bienes y Servicios y de capitales.

Ahora, bien las demandas de clase que tienen en el trabajo su medio de vida, son remitidas al mercado y/o tornadas objeto de responsabilidad individual, sometidas a la benevolencia y a la solidaridad. El mecanismo general, históricamente usado en el “tratamiento” de la cuestión social, el es mismo, ya que las respuestas se mantienen en el universo del conservadurismo y del reformismo integrador: la fragmentación de los aspectos económicos, sociales, políticos y culturales, la abstracción de los contenidos políticos-revolucionarios que las cuestiones sociales poseen y su formalización en problemáticas particulares. Como el mercado no reconoce derechos, pero si solamente el poder de compra [2], sólo resta un espacio para la atención de las refracciones de la cuestión social fuera del mercado: en los reductos del asistencialismo. La atención de la cuestión social pasa a ser realizada por medio de un mecanismo denominado por algunos autores como “refilantropización” [3]. En esta perspectiva de refilantropización de la cuestión social, donde su atención por las empresas en programas denominados filantropía gerencial o corporativa, ha sido una de las formas del gran capital sacar ventaja, hasta de la barbarie social de la cual es responsable y de encubrirla con la cortina de humo de la “solidaridad”.

Otra forma sistemática de atención de las refracciones de la cuestión social ha sido desenvuelta por las instituciones públicas no estatales, (las ONGS, estas formas privilegiadas de objetivación del llamado “Tercer Sector”). Con eso se establece una nueva relación entre las instituciones prestadoras de Servicios y los usuarios. Más una vez, el pensamiento conservador articula las perspectivas público-privado y las refracciones de la cuestión social, de modo que lo que se mantiene en la atención de la cuestión social es: su reconversión en una problemática de naturaleza individual y la asunción de la cuestión social por parte de la sociedad civil [4]

Con la transferencia de los Servicios estatales para los sectores comunitarios y para las organizaciones no gubernamentales, se alteran los espacios de intervención profesional. ¿Cuáles son los cambios que se operan en estos espacios?.

En primer lugar corre-se el riesgo de responsabilizar la comunidad por los problemas de modo a si  atribuir a ella la obligación de resolve-los con o que si naturaliza a retirada do Estado de sus funciones, roles y responsabilidades.

En segundo lugar hay cambios en la forma de intervención del trabajador social.

Faleiros considera que  el contexto de intervención que el trabajador social encuentra hoy, es el de “prestación individual de Servicios y de articulación colectiva de los sujetos; de desenvolvimiento del tercer sector y del sector privado” (1996:15). La transformación de lo público en privado (lucrativo y no lucrativo), y la terciarización por parte del Estado de algunos de los Servicios que antes eran de competencia del trabajador social, tiene como resultado en su transformación en trabajador temporario o micro-empresario, prestador de consultorías o asesorías al gobierno (cf. Faleiros, 1996: 28).

Existen evidencias que hoy el perfil de profesional que el sistema requisita es de especialistas, donde priman las intervenciones microscópicas, que actúen en equipos multidisciplinar manteniendo la calidad y el perfomance dentro de los padrones de la racionalidad burguesa. Es un requerimiento por profesiones tecnocratizadas.

Se acentúa la tendencia neoconservadora, focalista, de control, localista, de abordajes micro de las cuestiones sociales, transformadas en cuestiones ético-morales. Dadas estas condiciones efectivamente precarias, la atención de la demanda real o potencial queda perjudicada, comprometiendo el proceso de trabajo y fundamentalmente, los resultados de la intervención profesional.

Con ello, se constata que el nivel de profesionalización del SERVICIO Social, ni siempre se objetiva en la práctica, una vez que las acciones profesionales acaban siendo más el producto del instinto y de la experiencia personal del profesional, que de las referencias teórico metodológicas.

Tres aspectos merecen ser evidenciados: con las transformaciones en la sociedad, con el mercado colocado en el centro de las relaciones sociales, con el coronamiento de la razón instrumental, con la programática neoliberal, del punto de vista de las alteraciones de la sociedad, que es común a las diversas profesiones, hay una estimulación del conservadurismo típico del orden burgués, una hipertrofia de la perspectiva individualista y una expansión de la racionalidad del capitalismo. La ausencia de contraposición de proyectos expresivos y de perspectivas de ruptura con el orden capitalista, acaba colocando en el horizonte profesional como única alternativa posible, en sintonía con su tradición conservadora y reformista: la reactualización de su perspectiva modernizadora. Eso ha incitado a la institución Servicio Social a una “modernización”, actualización de sus bases conservadoras. Pero en el camino de la propia racionalización y burocratización del estado pos 64, que se encuentra de acuerdo con las peculiaridades de la profesión, las cuales remiten a las condiciones que la división social y técnica del trabajo reserva al hacer profesional y a la modalidad específica de intervención: Servicio Social como medio para mantener el orden.

Si no se tiene en cuenta las conquistas de la modernidad, los proyectos de sociedad, las instituciones propias de las dos modalidades de sociedad que la Era Moderna nos legó, los valores socio-céntricos, las normas y principios, los derechos humanos; esta crisis global acaba generando una tendencia a la “distorsión sistemática de la historia para fines irracionales” (idem., ibidem.) [5], con lo que se corre el riesgo de retroceso de la profesión a sus orígenes, de realizar una reducción psicologista del proyecto profesional. En otras palabras, en la medida que el ambiente cultural actual es bastante propicio a dejar a los individuos a cargo de si mismo, de rescatar las soluciones individuales, de enfatizar las relaciones y las soluciones interpersonales, la creatividad, la razón subjetivista e instrumental, la concepción de sociabilidad individualista del “sálvese quien pueda”, el proyecto profesional queda rehén de las investidas en su psicologización.

En tanto, a nuestro entender, no hay soluciones individuales. Por eso, cualquier alternativa de enfrentar los dilemas actuales, pasa por la realización de un proyecto profesional viable, cuyos valores rescaten la perspectiva de universalización de los derechos humanos. Lo que está en juego, es que sin las conquistas de la filosofía clásica, de la solidaridad de clases, y de los valores democráticos-universales, la sociedad contemporánea, sólo puede derivar en la barbarie.

 

En el campo de las alternativas: La instrumentalidad del Servicio Social

 Cómo la profesión puede enfrentar los desafíos que se plantean en esta coyuntura?

¿Cuál es el espacio de maniobra  de  una profesión para enfrentar tales desafíos?

A mi ver la instrumentalidad como una categoría ontológica y reflexiva contribuye para la  elección del referencial teórico-metodológico y ético-político para la acción profesional.

Como una mediación o sea una particularidad socio-historica del Servicio Social y como  la capacidad de la profesión dar respuestas profesionales.

en el movimiento de la historia, que la instrumentalidad del  Trabajo Social puede ser vista como mediación por la cual o a través de la cual se puede recuperar la ruptura entre la corrección de los medios, la coherencia y la legitimidad de los fines, trascendiendo las acciones instrumentales y la razón instrumental (esta como medio de control/manipulación de la sociedad), rompiendo con las concepciones de profesión que la toman como técnica, tecnología o ingeniería social, como también con aquellas que la interpretan como una ciencia, un ramo del saber o mismo, una forma de acción social.

La instrumentalidad del Trabajo Social como mediación es el espacio para pensar en los valores subyacentes a las acciones, en el nivel y en la dirección de las respuestas que estamos dando y por las cuales, la profesión es reconocida o cuestionada socialmente. Es por su instrumentalidad que pasan las decisiones y alternativas concretas, de individuos concretos, en situaciones concretas. Es por eso, que en ella residen las posibilidades del pasaje del ser en sí de los hombres – ya que todo fin es siempre particular- para su genericidad, para los valores y las finalidades humano-genéricas.

Las finalidades profesionales están inscriptas en un cuadro valorativo y solamente pueden ser pensadas en el interior de este cuadro, entendido como  el acervo cultural del cual el profesional dispone y que orienta las elecciones teórico-metodológicas y ético-políticas, que a su vez,  implican proyectar no solamente los medios/instrumentos de realización, sino también las consecuencias.

Es en el ámbito de la instrumentalidad del Trabajo Social que los componentes críticos y progresistas de la cultura profesional son escogidos, identificados, construidos y reconstruidos, y de ellos depende el restablecimiento de la unidad entre medios y fines y la preocupación con los valores democráticos del movimiento socialista. Es la categoría que permite colocar el acervo técnico operativo en su debido lugar.

También es la categoría operativa, capaz de permitir ultrapasar la inmediaticidad, posibilitando el establecimiento de vínculos entre lo inmediato y lo mediato. En otras palabras, permite que se establezcan vínculos con el proyecto ético-político profesional, “en defensa de los derechos sociales y de las políticas públicas”.

¿Cómo pensar todo eso en el trabajo social comunitario? Que perspectivas si presentan para  la profesión

Pensar en las perspectivas para la profesión frente a una coyuntura de crisis, envuelve la búsqueda de salidas colectivas. No podemos negar o diluir las diversidades económico-social, geopolítica, cultural e histórica de la profesión en espacios diferenciados. Con todo, entendemos que lo que la unifica, es su proyecto ético-político. La coyuntura exige el fortalecimiento del la sociedad civil con acciones profesionales tales como: la formación de Consejos de Políticas Publicas, de defensa de los derechos de los niños y jóvenes,

En Latinoamérica a, los proyectos profesionales de extracción progresistas, son resultantes de la lucha de los trabajadores contra el imperialismo norteamericano, contra las dictaduras y a favor de la democracia, de la libertad, de los valores socio céntrico en contraposición a los valores individualistas y que visan la reducción de las desigualdades sociales. Con eso queremos reafirmar la vinculación del proyecto ético-político de la profesión con la lucha más amplia de los trabajadores

Históricamente la profesión ha sido dinamizada por proyectos conservadores (racionalistas e instrumentales), de reforma dentro del orden.

Pero, en la década de 80, los proyectos de transformación social, identificados con el movimiento socialista, van ganando la adhesión de una parcela significativa de la categoría profesional. Los diversos proyectos societarios [6] de extracción progresista, resultan de la lucha de los trabajadores contra el imperialismo norteamericano, contra las dictaduras y  a favor de la democracia, de la libertad, de los valores socio-céntricos, en contraposición a los valores individualistas y visan el enfrentamiento de las desigualdades sociales. Con eso queremos reafirmar la vinculación del proyecto ético-político de la profesión con la lucha más amplia de los trabajadores.

Es la matriz marxiana de la ontología del ser social que tiene en el trabajo su constitución, substrato de la perspectiva que Netto denomina de “intención de ruptura”, que, a nuestro entender posibilita a los profesionales comprender y rescatar la dimensión emancipadora de la instrumentalidad del ejercicio profesional y la vinculación de éste a los intereses de la clase trabajadora tornando al trabajador social “además de un agente técnico especializado, (...) un protagonista volcado para el conocimiento  de sus papeles socio-político y profesional, envolviendo exigencias teóricas más rigurosas” (Netto, 1991:302) atento, para las implicaciones ético-políticas de su “hacer” profesional.

El pasaje de la intención a los resultados, requiere de condiciones cuya adaptación o creación dependen de la acción instrumental. Pero ésta no puede ser pensada independientemente de los valores que comporta, de allí, la necesidad de una razón que pueda establecer la corrección de los medios y la legitimidad de los fines.

Es en este sentido que, como medios y fines del ejercicio profesional, la categoría profesional tiene que rescatar lo que de la razón substantiva aún no fue realizado: su dimensión emancipadora, capaz de preservar las conquistas histórico-sociales de los sujetos y los valores socio-céntricos.

De ahí la convicción que hay que tener coraje profesional para no retroceder, y disponer de la calificación necesaria para el enfrentamiento de las reformas (neoliberales y socialdemócratas), para lo cual el establecimiento de alianzas con otros profesionales y con otros trabajadores es fundamental; defender la democracia y los derechos humanos en su expresión más radical y el amplio acceso a bienes y Servicios sociales, en tanto que aspiraciones de las clases trabajadoras.  Atreverse a saber: operar con una racionalidad (inclusiva, ontológica y crítica) que permita: a) Conocer los fundamentos del orden burgués y sus metamorfosis; b) Conocer los objetos de intervención (para lo cual la actitud investigativo es condición) y establecer los medios más adecuados para intervenir sobre ellos; c)Establecer finalidades comunes, claras, viables y mantener el pluralismo con hegemonía [7]; d) Analizar adecuadamente la correlación de fuerzas del momento; e) Considerar el carácter contradictorio de las demandas puestas a la profesión e incorporar las demandas emergentes, desenvolviendo nuevas competencias; f) Evitar caer tanto en falsos dilemas como de invertir en falsas alternativas.

Así es que, a mi ver, podremos tener un asistente social que sea un intelectual que sabe hacer una lectura del la realidad y también perciba las posibilidades de acción que emergen del ella, que sea critico, comprometido con valores colectivos y competente técnica  e políticamente.

Oxalá yo tenga podido contribuir con estas reflexiones con el éxito de este Encuentro y para plantear un nuevo proyecto del sociedad.

 

Yolanda Guerra

Asistente Social, master y doctora en Servicio Social en la PUC-SP, Profesora de la ESS de la Universidad Federal de Río de Janeiro – Brasil, autora del libro “A Instrumentalidade do Serviço Social”, Cortez, 1995 y de artículos y ensayos publicados en revistas técnicas. Actualmente desarrolla el Proyecto de Investigación: “Fundamentos del trabajo profesional en la contemporaneidad: crisis capitalista y sus expresiones en la cultura profesional” y coordina el Núcleo de Estudios e Investigaciones sobre Fundamentos del Servicio Social en la Contemporaneidad, de la UFRJ.

 

Notas

[1] La premisa que sustenta la aceptación de una crisis global que afecta, aunque de manera diferenciada, los sistemas políticos vigentes en el siglo XX, es la de que el capitalismo “democrático” y el socialismo real se determinan reciprocamente, cada uno de ellos incide sobre la existencia del otro, imponiendo alternadamente necesidades de auto-renovación. 

[2] Es clara y nítida la concepción de Roberto Campos: “el mercado se ocupa esencialmente de los bienes que pueden ser objeto de transacciones entre agentes económicos, vale decir, que tienen valor de cambio; si eso coincide o no con los valores de otro orden, culturales, humanísticos, o lo que sea, depende de lo que las partes quieran”(in Dreiffus, 1996: 340).

[3] Cf. Serra (coord,), 1998.

[4] Las campañas (contra el hambre, contra el frío, los proyectos comunitarios para la autoconstrucción  de casas y para cuidar del patrimonio público) y los programas de gestión de la pobreza administrados por las primeras damas denominados “comunidad solidari”, en éste ámbito son ejemplares.

[5] Lukács (1968) ya se había pronunciado sobre los momentos de crisis, en los cuales la perspectiva anti-histórica tiende a negar la historicidad, o la metamorfosea en otra cosa.

[6] Para Netto, los proyectos societarios son anticipaciones ideales de proyecciones, a medio y largo plazo, de formas concretas de sociabilidad, convivencia cívica, organización de la economía, de la sociedad, de la cultura (Cf. Netto, 1998). Tales proyecciones, ni siempre se tornan conscientes para los agentes sociales, representan intereses divergentes y poseen la capacidad de modificar el real. Ellos son de naturaleza eminentemente política, aunque ni siempre coincidan con los proyectos políticos partidarios. 

[7] Que a nuestro entender significa ser capaz de aglutinar las diferencias en torno de finalidades comunes.  

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