SUICIDIO EN LA ADOLESCENCIA Y PRIMERA JUVENTUD

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RESUMEN
SUICIDIO EN LA ADOLESCENCIA Y PRIMERA JUVENTUD
La problemática del suicidio tiene importante incidencia entre los jóvenes, observándose a la vez una disminución en la edad de los sujetos para las tentativas de suicidio.
Considerando que los eventos de parasuicidio incrementan dramáticamente el riesgo de un futuro desenlace suicida, es menester abordar ya desde temprana edad todos aquellos aspectos que atañen al tema.
Familia, sociedad y fundamentalmente la preparación del propio individuo, parecen ser los canales más eficientes y eficaces para el tratamiento del riesgo suicida.
Al considerarse el suicidio un perfil de la salud pública, éste debe estudiarse en el contexto de las instituciones, pero no exclusivamente de las sanitarias, sino además de las culturales, deportivas, sociales y académicas, sin olvidar la potencia de penetración de los medios de comunicación.
La experiencia en la labor con parasuicidas, nos ha permitido establecer criterios para identificar perfiles y repertorios conductuales comunes entre los jóvenes; no obstante, el dato de la realidad más concluyente es la especificidad de la problemática según la persona afectada.
Nuestra trabajo en el sistema de emergencia telefónica, aportó elementos comunes manejados a nivel cognitivo por estas personas y facilitó la generación de estrategias comunes de abordaje que son las que se tratarán en la conferencia.
La trilogía del suicida, manejo de la auto-imagen, la distorsión de perspectivas y el beneficio de la duda hacia el futuro aparecen como las pautas para el abordaje más rápido del acontecimiento en estudio.


ABSTRACT

SUICIDE IN THE ADOLESCENCE AND FIRST YOUTH
The problem of the suicide has important incidence among the youths, being observed a decrease at the same time in the age of the fellows for the suicide tentatives.
Whereas clause that the parasuicidio events increase the risk of a future dramatically unravels he/she commits suicide, it is need to already approach from early age all those aspects that concern to the topic.
Family, society and fundamentally the own individual's preparation, they seem to be the most efficient and effective channels for the treatment of the suicidal risk.
When being considered the suicide a profile of the public health, this should be studied in the context of the institutions, but not exclusively of the sanitary ones, but besides the cultural, sport, social and academic, without forgetting the power of penetration of the media.
The experience in the work with parasuicidas, it has allowed us to establish approaches to identify profiles and repertoires behavioral comunes among the youths; nevertheless, the fact of the most conclusive reality is the specificity of the problem according to the affected person.
Our work in the system of phone emergency, contributed elements comunes managed at cognitive level by these people and it facilitated the generation of strategies boarding comunes that you/they are those that will be in the conference.
The suicide's trilogy, handling of the car-image, the distortion of perspectives and the benefit of doubt toward the future appear as the rules for the quickest boarding in the event in study.


SUICIDIO EN LA ADOLESCENCIA Y PRIMERA JUVENTUD
RELACIONES Y PARTICULARIDADES
CONCEPTOS GENERALES
INTRODUCCIÓN
El suicidio es una de las causas de muerte más frecuente a nivel mundial, con especial incidencia entre la población adolescente.
Según datos estadísticos de la OMS se estima que 1100 personas se suicidan cada día.
En Europa y América del Norte el suicidio figura entre las 5 y 10 principales causas de muerte..
En el Uruguay, según las últimas mediciones, se estima en 1,49 suicidios consumados por día y entre 10 y 15 intentos diarios de auto eliminación.
Esta situación motivó desde 1991 la generación de programas tendientes a la prevención del suicidio, logrando recién en el 2000 la puesta en marcha por parte de ANDAR ONG de un programa de atención permanente.
El Servicio preventivo se estableció para la atención permanente de todos los grupos sociales, culturales y económicos, pero se generó un programa especial de estudio para los casos que involucraban a niños y adolescentes en virtud del masivo contacto con el servicio de parte de estos grupos de la población
El acontecimiento del suicidio y el parasuicidio adquiere características particulares en la etapa de la adolescencia y por extensión se mantienen durante el período que llamamos primera juventud. Este período lo establecemos entre los diecisiete y los veintidós años, donde el individuo recorre el primer tramo de su desprendimiento de la adolescencia y comienza a transitar con mayor nitidez la confirmación o afianzamiento de sus perfiles cognitivo-emocionales que serán la base primera de su desempeño en la adultez.
Entendemos que todo trabajo de prevención y promoción de estrategias conductuales adaptativas, realizado en esta etapa de la vida del individuo, proporciona un resultado inmediato con respecto a la prevención pero, a la vez, establece las bases preventivas para el futuro desempeño de la persona como adulto.
Veremos más adelante de que manera, los instrumentos y tecnologías conductuales aplicadas, generan a nuestro entender, una base futura de desempeño individual con un margen más confiable de racionalidad, asertividad y técnicas de afrontamiento.
La generación de amplificadores sociales para la prevención del suicidio, acontece al lograr acercarse a ecuaciones claras para el manejo o reconocimiento de la situación parasuicida, de tal manera que la búsqueda y eventual definición de un protocolo básico es crucial para el compromiso de otros actores sociales en la tarea y fundamentalmente a nivel de los grupos especialmente involucrados, como pueden ser los actuantes a nivel deportivo o académico.
El presente trabajo, emana de nuestra labor profesional en las clínicas de servicios de salud y policlínicas comunitarias, pero se apoya especialmente en el trabajo realizado a través del “0800-4545 Urgencia Psicológica al Emergente Suicida”.
Este servicio, que comenzó con un subsidio estatal, se basa en una guardia telefónica permanente de psicólogos y psicólogas, que atienden a aquellas personas en situación de crisis. Al ser un servicio de cobertura nacional y gratuito, nos permitió acceder a diferentes niveles sociales, económicos y culturales, con la característica sumamente importante de preservar la privacidad y anonimato de quien hace la llamada.
Brevemente expondremos el por qué esta característica es tan importante, y lo haremos con dos ejemplos bien claros a nuestro entender, lo cual nos clarifica aun más el valor que tiene en estos casos la seguridad de privacidad para otorgarle a la persona el amparo suficiente y hablar por tanto con total libertad y franqueza.
En nuestro país, el servicio telefónico denominado “0800” es gratuito para quien llama y es muy utilizado por empresas como una forma de captación de clientes y ventas telefónicas; no existía hasta entonces un servicio comunitario por este medio. Por ser la llamada de cargo a quien la recibe, el consultante no encuentra en su factura telefónica ninguna mención al número como en el caso de los sí con cargo por minuto denominados “0900”.
Poco tiempo luego de comenzar con el servicio 0800-4545, recibimos la llamada de una señora desde su domicilio que, antes de exponer su problemática y la situación emocional que padecía, insistió en que se le explicara como funcionaba el servicio telefónico y si en su factura no iba a aparecer ningún dato que la relacionara con el servicio. Esta señora, es la esposa de un político conocido en nuestro país, lo que explicaba su insistencia. Al entender la dinámica y características del servicio nos dijo “Bueno, si no había pensado en decir que había llamado para averiguar por una amiga. Mi marido siempre mira las facturas de teléfono”
Otro ejemplo, una adolescente con intensas y recurrentes ideaciones suicidas nos llama desde un teléfono público (desde éstos la llamada también es gratuita), el disparador de éstas ideaciones era su temor a estar embarazada. Con dieciséis años y con el secreto hasta de tener novio desde hacía siete meses, en un hogar con normas muy rígidas y poca comunicación, su perspectiva del futuro y desenlace se le presentaba caótica. Si en la factura de teléfono hubiese aparecido el número al que había llamado, generaría un “desastre” según sus palabras.
La llamada desde el teléfono público fue entonces una exploración; luego volvió a llamar más tranquila y cómoda desde su dormitorio.
Nuestro eslogan en la folletería del servicio “Antes Llama, Total No Cuesta Nada”, le permitió un giro más popular al tratamiento del tema, puesto que además al ser una institución civil, no encierra o genera los temores de acercarse a un servicio de salud público o privado y la siempre presente prerrogativa del anonimato.
Lo anterior permitió un inserción rápida en la comunidad, por lo que a menos de un mes de vida pública, recibimos sesenta y cinco llamadas serias entre el viernes en la tarde y la madrugada del domingo desde diferentes puntos del país. A partir de este hecho, solicitamos más líneas telefónicas para integrar el colectivo del 0800-4545.
Esta comunicación con personas en plena crisis algunas y otras en la instancia primaria de las ideaciones suicidas, sumado a las charlas y talleres que comenzamos a ejecutar por diferentes localidades de nuestro país, en liceos, centros comunitarios, etc, nos permitió ir generando un perfil de estrategias de abordaje más efectivo y por tanto más rápido en la situación de crisis.
Este trabajo entonces, se basará en estas experiencias y en lo que entendemos una suerte de denominadores comunes actuantes en la situación suicida adolescente.
Nos detendremos en los diferentes facilitadores de la tentativa suicida y en las estrategias de abordaje que nos ha permitido mejorar el tratamiento de la problemática en cuestión y, como decíamos al principio, enfocaremos el tema especialmente en la situación adolescente, constituyéndonos en sus perfiles especiales y por tanto su tratamiento particular. Adicionalmente, considérese que no en pocos casos, se obtuvo entrevista personal con los consultantes telefónicos, ya que estaba previsto por el servicio, otorgar una orientación personal y presencial también sin costo para quienes lo solicitaran. Este hecho nos permitió profundizar en el conocimiento de causas y en la generación de análisis funcionales de mayor confiabilidad.
Aquí también queremos expresar nuestro interés en no manejar estadísticas que no aporten definiciones claras de acción y desembarquen en meros estudios numéricos del problema. El estudio estadístico puede marcarnos eventualmente la proporción o magnitud de la problemática, pero no nos otorga un abordaje del problema y mucho menos estrategias para el acercamiento a cada individuo en su particularidad.
Como base metodológica, hemos manejado los criterios de definición de modelos de caso único, a partir de los cuales pretender la replicación de estrategias y hallazgos en la intención última de descubrir metodologías más universales que eventualmente colaboren en la generación de programas educativos o comunicacionales.
Acaso entonces, como referencia establezcamos algunos datos numéricos orientadores sobre la problemática.
Según Brent y colaboradores encontraron en pacientes muertos por suicidio, un 22% con trastorno bipolar y un 50% de unipolar. Considera que en adolescentes los principales factores de riesgo del suicidio son la existencia de un trastorno bipolar asociado a toxicomanías, ausencia de consulta profesional y disponibilidad de armas de fuego. Tómese en cuenta que muchos de los síntomas de las tendencias suicidas son similares a los de la depresión.
El comportamiento de parasuicidio, es decir aquel que no concluye en suicidio, es mayor en porcentaje en mujeres, sin embargo el que si logra el término de la vida del joven, es mayor en hombres. Tómese en cuenta la alta incidencia del trastorno histriónico en jóvenes del sexo femenino, el cual puede oficiar de inhibidor final de la consumación suicida.
Sin lugar a dudas el estudio y tratamiento diferencial de la incidencia de suicidio en los diferentes grupos psicopatológicos merece una atención especial pero excede la extensión y parámetros del presente trabajo.

 

VULNERABILIDAD ADOLESCENTE
La adolescencia proporciona perfiles particulares para la construcción de ecuaciones conductuales de riesgo suicida, quizás como ninguna otra etapa en la vida de la persona.
La conjugación de una corta experiencia de vida, la presión social que los empuja a crecer, poniéndole cada vez más responsabilidades a su paso, en concomitancia con el temor ante sus propias capacidades y la generación de una imagen ante sus pares, establecen un amplio menú de variables que pueden facilitar el acontecimiento suicida.
Es una etapa en donde el joven está comúnmente a medio camino entre el logro de su independencia y el temor a lograrla totalmente, por lo que por otro lado busca afirmar o clarificar los niveles de amparo con los que cuenta. Puede resumirse en lo dicho por una chica de dieciocho años, “ no soy tan chica como para que me cuiden, ni tan grande como para que me dejen sola”. La resolución o desenlace de esta ambigüedad es en gran parte lo que delimite la amplitud o gravedad de la problemática en su evolución y maduración emocional.
Veremos entonces algunos de los perfiles propios de la adolescencia y como estas mismas aristas pueden orientarse hacia la conclusión desadaptada o desadaptativa de los repertorios conductuales del joven.
En el hogar :
El proceso que recorre el individuo en esta etapa, no es un proceso solitario, ya que incide particularmente en el grupo familiar en general y en cada uno de sus integrantes en particular.
De esta manera, el proceso evolutivo y de crecimiento de ese o esa joven, es vivido, sentido o sufrido de diferentes formas por la madre, el padre y los hermanos, solo por nombrar las relaciones filiales más directas. No son pocos los hogares donde conviven además los abuelos , incluso tíos y primos, en cuyo caso la problemática se multiplica, amplificando las conjugaciones negativas en las relaciones interpersonales; así como merece un trato especial la situación de aquellos jóvenes con historial o situación presente de institucionalización.
En la dinámica familiar, actúan y se interrelacionan los intereses, temores y preconceptos de todos y cada uno de sus integrantes, generándose no pocas veces un perfil familiar un tanto híbrido, ya que la conclusión y resolución de los problemas y la toma de decisiones queda supeditada a cual de los referentes familiares actúe en cada caso. Esto es mucho más notorio en aquellas familias en donde uno de los padres, se ausenta regularmente por varios días por motivos de trabajo. En estos casos, es común observar que los códigos o normas de conducta (horarios, costumbres y hasta opiniones) cambian en esas etapas de ausencia física del padre viajante. Los casos de separación o divorcio implican mayor dramatismo generalmente a estas estructuras de referencia disímiles de un hogar al otro, en donde, muchas veces, como primer consecuencia inmediata a la separación, los padres toman comportamientos en mera oposición a los manejados por el otro padre, estableciendo un caos de respuestas referenciales y que muchas veces facilitan en el joven el establecimiento de una cultura tendiente a la manipulación de la voluntad de los padres que, luego, sentará las bases para su desempeño social en general.
Como primer elemento podemos establecer entonces desde ya, la incoherencia en las normas reinantes en el hogar, difuminando los límites, las referencias, los criterios de base, para el establecimiento en el joven de parámetros claros dentro y a partir de los cuales operar conductualmente, sea en lo manifiesto como en lo encubierto o cognitivo.
Claramente, el joven quiere independencia pero espera o pretende mantenerse seguro, obtener el amparo del medio familiar que, sin exigencias, le de seguridad.
La inseguridad que siente en el seno familiar, se conjuga con la inseguridad en su propia persona, la que, al ir generando nuevas pautas de vida, no le otorgan garantías de éxito o acierto, reforzando los temores hacia el rechazo y el fracaso. A estos temores, si la conflictiva familiar es de envergadura, se le suma el miedo al abandono y la soledad. Es aquí que el concurso de sus relaciones extra familiares es primordial y que por sus características incidentales particulares, trataremos en especial.
Ante el espejo:
No trataremos aquí tanto la imagen en el espejo de azogue, sino en especial la imagen en el espejo interior.
La auto imagen irá definiendo el desempeño en la vida real, incluso, marca la visión que tendrá de su reflejo en el espejo exterior, el de vidrio.
Lo que el joven crea de sí mismo, marcará la diferencia ante los problemas, desafíos y decisiones que deba afrontar, haciendo la diferencia esencial a la hora del manejo o no de ideaciones de auto eliminación.
Sería poco original o novedoso establecer que el joven que confía en sí mismo no se suicida.
La concepción que tiene sobre su persona, establece uno de los criterios cruciales para la tolerancia a la frustración y la aplicación de técnicas alternativas ante la conclusión negativa de sus emprendimientos. Si el joven no esta preparado para tolerar la frustración y redirigir sus conductas hacia repertorios alternativos, se propicia la situación de riesgo de la inmovilidad, la elevación y mantenimiento de altos niveles de ansiedad y la generación muchas veces asociada de episodios depresivos que, sin configurarse desde un principio, pueden gestar el establecimiento de un trastorno distímico o eventualmente una trastorno depresivo mayor.
Vamos estableciendo entonces una conjugación de riesgo elevado, la implicancia de la ansiedad con episodios depresivos.
Entre los adolescentes la conclusión suicida suele tener características más de tipo impulsivas que planificadas. Según la experiencia, la planificación acontece en aquellos casos donde se ejecuta el ambiente parasuicida o la tentativa y que mantiene la motivación del llamado de atención ante otros actores de su vida. No por lo último, estamos estableciendo menor importancia a estos casos, puesto que la tentativa, aumenta definitivamente la probabilidad futura para la consumación del suicidio, por “error de cálculo” o por definitiva decisión. Sí estamos estableciendo la importancia que revisten los trabajos tendientes al control de impulsos, manejo de la ansiedad y la dinámica cognitiva racional.
En esta etapa de la vida de la persona, podemos establecer que a grandes rasgos se dan dos alternativas, que entre la diversidad, tomaremos como opuestas en la intención de clarificar nuestro planteo.
En un extremo de las posibilidades, el o la joven puede haber sido formada con normas claras pero muy rígidas, con verdades absolutas, sin posibilidad de establecer cuestionamientos o dudas sobre esas reglas impuestas por ejemplo en su casa. Esto que en un principio puede darle un soporte seguro, pronto le genera un elevado estrés ya que, la propia dinámica de su evolución en conjunto con el aumento eventual de sus relaciones sociales, pueden marcarle dramáticamente la inoperancia de alguna o varias de esas normas en el medio exterior. Ante esta vivencia de fracaso, siente no solo el desamparo, sino que asume el fracaso como personal, no como resultado de lo inapropiado u obsoleto de las pautas de conducta tan firmemente asumidas. No admite, porque no ha sido preparado, para cometer errores y asumiendo las consecuencias, redefinir sus caminos de operación.
El joven que teme cometer errores, se asoma al riesgo de no manejar las alternativas adversas de su vida, considerando los errores como fracasos personales y por contrapartida no logrando hallar en su cultura repertorios alternativos, vivencia que no tiene salida de la situación, invadiéndole la desesperanza o la desesperación.
En el otro extremo podemos establecer la situación del joven que recibe rapidamente libertades e independencia de parte de su familia. Comúnmente ocurre que este joven carece de referencias, puesto que al no manejar modelos cercanos, visibles en sus figuras parentales, queda librado pura y exclusivamente al ensayo y error, pero sin puntos de partida, propiciando esto por lo general repertorios de ansiedad anticipatoria y una suerte de temores relacionados con su posible bajo desempeño.
En la conformación de sus supuestos personales no obtiene apoyo o guía familiar y por tanto se produce un vacío de identidad que buscará llenar luego con referentes externos a la familia.
Tanto en un caso como en otro de los supuestos que presentamos, podemos definir ya una serie de denominadores comunes que hacen a la visión de sí mismo de igual forma en uno y en otro y que acrecientan el riesgo de aparición de ideaciones suicidas.
Podemos establecer una comunión de temores en ambos casos.
El miedo al fracaso, el rechazo y la soledad son comunes, lo es también por tanto, producto además de lo anterior, el miedo al futuro. Miedo al futuro que trataremos luego en lo que se llama la “trilogía del suicida”.
Son comunes la generación de trastornos de la personalidad, que dependiendo de la edad del sujeto estarán más cerca o no de su confirmación diagnóstica, pero no hay duda de su progresivo establecimiento. Es común detectar puntuaciones suficientes como para definir diagnósticos de trastornos de personalidad del tipo de evitación, dependencia o limítrofes, cuando no es que se dan combinados, situación muy común.
Ya hablamos de trastornos de ansiedad, del estado de ánimo y finalmente de la personalidad.
No establecemos aquí expresamente aquellas situaciones personales donde es posible detectar psicopatologías asociadas del tipo esquizofrénico, las que , sabemos, proponen un alto índice entre los individuos con suicidio consumado.
Desde el punto de vista cognitivo, estos adolescentes demuestran una alta participación de falacias de pensamiento o errores cognitivos, que distorsionan su interpretación de la realidad pero, además, contribuyen directamente a la generación, confirmación y amplificación de supuestos personales derrotistas, negativos, cuando no inmovilizantes.
Es común detectar falacias como las de filtraje, personalización y pensamiento dicotómico o polarizado, pero por sobre todas las ecuaciones falaces, se posiciona la visión de túnel que, por las características adolescentes que referimos antes, se ajusta a su visión taquitoscópica de la problemática, la que se enfoca de tal manera sobre la situación que no le permite alternativas de análisis.
Con estas tendencias el joven tiende a “rumiar” sobre el problema y sus consecuencias catastróficas, considerando incluso mayores consecuencias negativas que si el problema se lo estuviese contando otra persona, tiende por tanto a generar la participación de lo que llamamos “visión catastrófica”, mediante la cual cree prever que las consecuencias serán las peores imaginadas. A esta altura del derrotero cognitivo, la desesperanza toma lugar preponderante y por tanto se diluyen posibles motivaciones existentes, con el consiguiente advenimiento de los trastornos antes dichos y aquí la puesta en escena de las primeras ideaciones suicidas, como imagen mental, frases cortas, y ya muchas veces, la fantasía de “derrotar” al problema evitando sus consecuencias.
Con sus pares:
Para el o la joven con ingreso en repertorios cognitivos de suicidio, todos los actores sociales son importantes, sean conocidos o desconocidos, sean sus amigos (si es que los tiene) o no. La elevada vulnerabilidad que se establece, los torna altamente reactivos en lo emocional al medio social que los rodea.
Esto no implica un perfil nocivo del medio social, sino que ratifica lo esencial que resulta considerar cada caso en particular y luego establecer la funcionalidad de la situación con respecto a la constelación cognitivo-emocional de cada individuo. Puede ser la actuación del grupo de referencia quien marque en última instancia la decisión o el impulso suicida o la inhiba
La imagen que creen imprimir en la opinión ajena se torna para muchos jóvenes en un motivo de vida, definen su comportamiento sobre la creencia de lo que esperan de él. No obstante, la resultante es siempre la sensación de soledad puesto que el trabajar para generar una imagen u opinión, los aleja de poder mañana recurrir a alguno de esos amigos para contarles que se siente mal, que no encuentra goce alguno en su vida.
La tendencia a mantener la unión de grupo, actúa en estos casos como un inhibidor de las búsquedas de apoyo u opiniones diferentes. Fortaleciéndose la sensación de desamparo, se acrecienta también el temor al futuro; el joven siente realmente que lo que le pasa hoy seguirá así en el futuro y que no lo podrá soportar.
Es con sus pares que se genera el eventual consumo de alcohol y otras drogas, de tal forma que si el grupo no puede o no sabe manejar este hecho, el riesgo suicida aumenta en forma dramática.
Una muerte y mucho más aún por suicidio, dispara una suerte de “epidemia” dentro del grupo, en estos casos el modelaje actúa como un reguero de pólvora de ideaciones suicidas sobre la mayoría de los integrantes de ese grupo, clase de liceo o equipo deportivo. No importando a veces el estatus social que poseía el joven dentro de aquel grupo. El riesgo en estos casos, se apoya en que un suicidio cercano al joven, le ofrece una alternativa conductual para salir del problema, algo así como “si el lo hizo, yo puedo hacerlo también”, cuando no actúa muchas veces como una desensibilización ante la presencia de la muerte, más aún cuando sobre esa muerte se establecen parámetros de idealismo o misticismo de cualquier índole.
No debemos dejar de mencionar otro aspecto crucial de la vida del joven y que marca para él o ella los posibles niveles de éxito y aceptación del grupo en particular y de la sociedad en general.
Es sin duda un perfil que involucra su situación en todos los ámbitos de su vida incluyendo el familiar, puesto que las opciones que tome en su desempeño y preferencias sexuales le proporcionarán una posición en y ante el grupo.
Los índices de suicidio entre jóvenes homosexuales son más elevados que entre los de opción heterosexual.
Ante la perspectiva de una toma o “descubrimiento” de la opción de homosexualidad, se ponen en juego y exacerban los miedos al rechazo y el aislamiento, con lo que el futuro se presenta más amenazador. Si el joven no esta preparado para asumir sus opciones con una auto dirección racional de su vida y si, paralelamente ve su sexualidad como algo sobre lo que no puede tomar decisiones con libertad y sin riesgo de represalias, es común la ideación suicida.
Encontramos nuevamente la postura ante sí mismo y el mundo, como una ecuación de todo o nada. Sin alternativas o matices en su interpretación del mundo y su propia persona, las características que se van formando en su personalidad pueden ser tomadas por este joven como condenas que le acompañaran toda la vida y que esta seguro que no podrá soportar. En estos casos de homosexualidad, es común observar una búsqueda rápida de personas con su misma orientación y un alejamiento paulatino del antiguo grupo, de tal forma que el amparo otorgado por la identificación de gustos e intereses, le da seguridad y le promete un futuro en compañía, donde el rechazo del resto quedará diluido por el amparo de sus nuevas amistades. La comunidad de intereses actúa aquí como una contención, aunque más no sea primaria de las tendencias suicidas pero, paralelamente puede ir generando una muy elevada dependencia hacia ese grupo y las vicisitudes en la relación pueden generar un incremento en los temores que le lleven a evitar los riesgos de abandono y soledad, optando por el suicidio. Es muy difícil para un adolescente cambiar de grupos de relación cuando lo que ha motivado el cambio previamente fue la opción sexual.
Lo anterior ratifica el estrés personal y social generado por la vida sexual del individuo, mas aún si tomamos en cuenta su falta de historia en este ámbito, el que ya desde el inicio le ofrece no solo retos sino muchas veces, grandes riesgos.

 

INCIDENCIA DE LOS TRASTORNOS DISOCIALES Y ANTISOCIALES EN JÓVENES CON REPERTORIOS PARASUICIDAS.
Hemos decidido apartar el tratamiento de este grupo de jóvenes en forma especial, dado que en nuestras sociedades fundamentalmente en las latinoamericanas y en especial en el Uruguay, la situación socio económica con el aumento del desempleo y las perspectivas de un mayor deterioro, estancamiento o muy lenta recuperación económica, los grupos de jóvenes que se han volcado hacia repertorios conductuales de supervivencia, fomentaron dramáticamente la aparición de trastornos de tipo disocial y antisocial, asociado a la elevación de los índices en el consumo de alcohol, marihuana inhalantes y otras drogas. Esto como veremos a continuación, se relaciona directamente con el aumento en el número de suicidios consumados tanto como en los parasuicidios.
El Trastorno antisocial y disocial de la personalidad se caracterizan por un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que comienza en la infancia o al principio de la adolescencia continuando, eventualmente en la edad adulta.
Las personas con este trastorno no logran adaptarse al entorno social que los rodea, especialmente en lo referente a las normas sociales, sintiéndose alejados y no parte de la sociedad en su conjunto, y en especial, diferentes a los jóvenes de su edad.
Esto hace que se alejen aún más, y progresivamente se da el desprecio de los deseos y derechos del entorno de sus pares, engañando y manipulando, siendo por consecuencia víctimas de los mismos actos sobre su persona.
Por todo esto, existe en ellos un tipo de manejo cognitivo con pensamientos autoderrotantes, que generan sentimientos de soledad, vacío, deseos de autoflagelación, que lo lleva en la casi totalidad de los casos a consumo de drogas, conduciendo a alta velocidad y optar por actitudes donde claramente no solo ponen en riesgo al grupo social sino a sí mismos.
Existe una despreocupación imprudente sobre su persona, no tienden a prevenir las consecuencias, son altamente impulsivo-agresivos, no toleran el aburrimiento, se tornan cada vez más irritables y tercos, fanfarrones y arrogantes, abandonando todo aquello que antes podía representar una ocupación o actividad productiva y orientándose hacia aquellas personas con similares características y que incluyan un modelo de líder donde tiendan a desplegar sus deseos de protección y cuidado del entorno social, involucrando con ese tipo de agrupación que generalmente denominamos “patotas o bandas”.
En nuestro país, es común que se denominen incluso a sí mismo, en función de la zona de convivencia o reunión, por ejemplo “los de la Palma, los del Cerrito, los de la Plaza, etc”.
El manejo cognitivo se relaciona directamente en cuanto su predisposición y en cuanto a las repercusiones emocionales y conductuales en los jóvenes, con este tipo de trastorno disocial o antisocial con una concordancia directa con los jóvenes que en mayor porcentaje incurren en repertorios suicidas.
Los pensamientos relacionados al fracaso para adaptarse, los lleva conjuntamente con la despreocupación imprudente de su seguridad, a pensamientos tales como “ no sirvo para nada y para nadie”, “nunca lograré nada en esta vida porque no soy parte de ella”, “los demás no me entienden por más que haga lo que haga”, “la vida es así y nadie sirve para nada”, “todo es una porquería, así que yo no puedo ser un estúpido para que me pasen por encima”, “no hay nada que hacer, todo es así y seguirá de la misma forma porque a nadie le conviene cambiar nada”.
El mecanismo de ansiedad-miedo, los eventos estresantes donde ellos mismos se involucran, el abuso de sustancias y los cambios de estado de ánimo repentinos; la euforia que los estimula para cometer actos trasgresores, evita así los episodios de depresión que los sumergen en pensamientos auto derrotantes, facilitando la aparición de ideaciones suicidas recurrentes.
Este tipo de manejo cognitivo encontrado en la amplia mayoría de los jóvenes con trastorno disocial o antisocial, traducen una visión negativa de sí mismo, del entorno, con improbables posibilidades de cambio en el futuro, se genera una clara visión de túnel donde no hay camino aparente salvo el del comportamiento trasgresor. Sin embargo, en el mismo comportamiento trasgresor, el joven actúa con los comportamientos auto derrotantes, auto flagelantes y sintiéndose cómplice de un futuro que no existe y no tiene posibilidades de cambio.
La misma banda retroalimenta estos pensamientos como forma de auto fortalecimiento, razón por la cual esta suerte de “escuela del crimen”, donde la droga y la falta de remordimientos es un claro “vivero” de comportamientos parasuicidas. Estas tendencias se agravan debido a que cada uno es impulsor del otro, cualquier cambio de actitud en un integrante de la banda se considera como una violación al “código de honor” que los identifica.
Este círculo vicioso provoca intentos de salida del propio joven, cuando vivencia que las razones por las cuales entró en dicho círculo no solo no logran una salida que lo aleje de sus temores sino que agravan los mismos impulsándole a vacíos más profundos y reforzados por todo un entrenamiento que ahora, sí, presenta en comportamientos imprudentes, arrebatados, irracionales e impulsivos con bajísimo control sobre estos impulsos, donde se le ha inculcado que el más valiente es el que se anima a hacer cosas peligrosas, debiendo demostrar al entorno que es capaz de “defender” al grupo.
Sin embargo este círculo vicioso, no permite ningún tipo de motivación de futuro, ya que ni siquiera existe en los sujetos el deseo de ser líder, ya que si lo lograran perderían el amparo que sienten de aquel que supuestamente los defiende y aquel a quien no pueden fallarle y con quien no compiten.
Las razones que hicieron que el joven se involucrase en este tipo de agrupaciones, por ejemplo la presencia de temores sociales, inhibiciones, es lo que permite que se encastre con mayor facilidad a grupos que presentan una organización social diferente y que les permite iniciarse con menores dificultades, por la necesidad del mismo grupo hacia el nuevo integrante de quien dependen y el que dependerá de ellos desde el momento de su iniciación.
El grupo, en su conjunto, tampoco tiene motivaciones de futuro ya que los pensamientos del grupo son que la calidad de víctimas y victimarios que ellos mismos se adjudican los aleja de algún tipo de rol definido que los oriente hacia algún camino concreto.
No puede considerarse que lo logrado en los actos delictivos sea un medio para nuevos horizontes conductuales, ya que es la forma de comprar alcohol u otro tipo de drogas que paralelamente, incrementan la impulsividad, la desconfianza del entorno y de sí mismo y la tendencia a actividades de mayor riesgo.
Estos sujetos presentan todos los mecanismos cognitivos que conllevan al comportamiento parasuicida, con la complejidad y mayor riesgo de ser agentes multiplicadores dentro de su grupo de convivencia psicopática como de nuevos ingresos de jóvenes, hecho que día a día se potencia.
Los “bautismos” de los iniciados son verdaderas muestras de desprecio de la propia autoimágen es decir, el desprecio por sí mismo y por su vida ya que desde ese momento ocuparán un lugar dentro de los códigos que componen “las pruebas de honestidad y valentía” que definen a la banda. Con la conducta autodestructiva y de destrucción del entorno, en cuanto a valores éticos y morales, se incorporan nuevas ecuaciones cognitivas orientadas en forma irracional hacia el condicionamiento de respuestas parasuicidas.
Los últimos estudios de UNICEF indican que el 51% de los jóvenes eligen estar con sus amigos, siendo que en segundo lugar se encuentran aquellos que se deciden por la televisión.
La familia no se encuentra en el primer ni en el segundo lugar. La televisión inmola a los trasgresores con mensajes claramente difusos, en cuanto a la calidad de víctima o victimario de los modelos que presenta.
Tomemos como ejemplo, la película “El Silencio de los Inocentes” y las zaga correspondiente del mismo actor; es claro en estas representaciones que los modelos sociales que aparecen como más exitosos son aquellos que demuestran inteligencia, esfuerzo y logros relacionados a : fracaso para adaptarse en sociedad, ya que suelen ser solitarios, deshonestidad y admiración de la deshonestidad ajena, falta de remordimientos y menosprecio absoluto por la vida humana, inclusive la propia. Apoyan sus repertorios conductuales en una autoimágen supuestos personales y códigos de moral basados en su propia construcción e interpretación de los hechos y su propia vida; elaboran, defienden y promulgan su propia filosofía. Son ampliamente conocidos los hallazgos experimentales con respecto a la relación entre la baja empatía y los delitos de sangre o violación de los derechos ajenos.
Como dato adicional debemos tener en cuenta que solo para el trastorno antisocial de la personalidad la prevalencia en las muestras de la población general es de aproximadamente el 3% en los varones y el 1% en la mujeres.
Los suicidios en los varones, son tres veces más que en las mujeres. Son más los varones quienes logran terminar con su vida y las mujeres quienes hacen mayor cantidad de intento pero sin éxito.
De la experiencia del trabajo con jóvenes que presentan trastorno disocial y antisocial de la personalidad podemos afirmar que si se trabaja el tema del suicidio tomando en cuenta a cada población, no solo se verifica que son víctimas propiciatorias de comportamientos parasuicidas, sino que son modelos potenciales de nuevos parasuicidas.
Los estudios indican que la utilización de armas de fuego es la más común en los varones y este tipo de arma es por excelencia la más cercano a estos grupos con trastorno disocial y antisocial.
Los modelos de intervención deben actuar dentro de las bandas con grupos de jóvenes que hallan pasado por la instancia de rehabilitación, pero que presenten características que hagan posible algún tipo de identificación con ese grupo.
Las pruebas indican que si orientamos nuestra labor preventiva exclusivamente a ámbitos como las escuelas, liceos, etc, nos estamos olvidando de un hecho real y es que los jóvenes se acercan a estas bandas ante el facilitador de existir en la zona en donde viven; aunque es cierto que se da en los lugares más cercanos a los centros de estudios. Las reuniones se realizan en las esquinas cercanas al centro de estudio, por consiguiente el joven hasta no involucrarse directamente en un acto trasgresor concurre al centro de estudio y visita a la vez a este grupo de jóvenes, hasta que finalmente deja los estudios en forma impulsiva y sin retorno, así como sucede con su familia.
Los comportamientos suicidas se dan con mayor frecuencia en la instancia intermedia entre las visitas que involucran progresivamente al joven y su deserción estudiantil. Sin embargo desde el centro de estudio es difícil acceder a estos grupos, ya que si bien son conocidos, presentan un estatus de poder tal, que antes de que el joven se encuentre formando parte de la banda, suele temerles.
El tipo de parasuicidio donde se incorporan procesos de mayor preparación, cálculo y premeditación, se relacionan más a aquellos sujetos que padecen algún tipo de trastorno esquizofrénico, especialmente de tipo paranoico. Este tipo de comportamiento suicida se da en situación de soledad, aislamiento o en otro tipo de agrupaciones con otros perfiles que se analizará posteriormente ya que este comportamiento suicida se encuentra en segundo lugar en porcentajes.
En primer lugar se encuentran aquellos suicidios consumados mediante la utilización de armas de fuego que ya poseía el sujeto o tenía a su alcance. Es decir, a consecuencia de actos impulsivos, arrebatados y con amplio entrenamiento en el tipo de despreocupación imprudente de su persona y las consecuencias de sus actos, donde el valiente es el que anima y así aporta a la continuación de la vida del grupo, aunque no la propia.
Es así que es común observar las fluctuaciones rápidas y persistentes entre los estados de euforia y depresión. Los jóvenes en las bandas pasan por varios estadios donde en los comienzos el nuevo integrante no consume vino “lija”, como se le dice vulgarmente al vino más barato, sino que esto se da en una instancia donde el joven ya no tiene contacto alguno con su familia ni con el centro de estudio como tampoco con antiguos amigos, compañeros o vecinos. Este tipo de formación dentro de la banda es la que permite que en el momento del pensamiento a la acción el sujeto esté tan entrenado en actuar impulsivamente y obtener logros por ello, que tomar un arma, apuntarse a la cabeza (juegos típicos de demostración de desenfado, arrogancia, imprudencia dentro del grupo), hacen que el poner el dedo en el gatillo sea una cuestión de segundos, mucho más si se encuentra bajo los efectos de algún tipo de drogas.
La droga en estos jóvenes “no les mata el hambre”, sino que estimula la euforia alternada con depresiones suicidas. Lo que marca la diferencia de un estado u otro muchas veces solo es determinado por la cercanía de un arma de fuego o estar en un piso alto de un edificio, es decir, la oportunidad.
No obstante lo anterior, un error muy común es suponer que esto ocurre solo en los estratos socio culturales y económicos bajos; por el contrario es más común en los niveles de medio hacia arriba. A pesar de esto quien ocupa el rol de líder del grupo, suele pertenecer a niveles socio culturales bajos y posee a la vez, una situación abandónica o semi abandónica en lo que respecta a su familia biológica o adoptiva.
El líder quien actúa como verdadera “cabeza pensante” ocupa en las primeras instancias el rol de mediador del joven con su familia, aconsejando a éste, para luego pasar a ocupar el rol de protector, referente afectivo, logrando así que el joven se aleje por completo de su familia hasta involucrarse verdaderamente en algún acto delictivo que requiera de la intervención familiar para salvarlo del problema.
Generalmente debido a la alta incidencia de comportamientos suicidas entre estos jóvenes, no llegan los líderes a abastecerse todo lo que desearían de la familia y sus recursos, bien porque el joven ya cometió algún intento de autoeliminación o ya ha fallecido.
La relación que el joven mantiene con el líder se da de forma tal que el respeto y la admiración excesiva, promueve dudas sobre su propia sexualidad instigando el temor o la duda sobre perfiles sexuales propios.
En este momento del proceso es cuando el joven debe recibir un verdadero salvatage, ya que es el momento de mayor riesgo debido al deterioro que está sufriendo. A esta altura de los acontecimientos el joven ingresa en un elevado nivel de estrés que involucra todos los perfiles de su vida, el social el familiar y el personal, con una clara distorsión adicional en la visión sobre su futuro.
En el proceso de integración a la banda día a día los integrantes necesitan más del líder, del fortalecimiento del “código interno” mediante actitudes trasgresoras cómplices y de absoluto secreto, reafirmando la idea de que el entorno los arremete y encontrando explicaciones de por qué antes no podían sentirse parte de un grupo y por qué la familia nunca los entendió. Pensamientos típicos de estos jóvenes y especialmente en este momento del proceso de autodestrucción individual.
Independientemente del objetivo último del grupo al que pertenezca, el joven se siente amparado y recibe contención por parte de ese grupo, la sensación de pertenencia y de ubicación social le otorgan la seguridad relativa necesaria para que momentáneamente los eventuales repertorios cognitivos suicidas se disipen. El joven recibe del grupo la posibilidad que lo escuchen, que se preocupen por él, tener alguien en quien confiar.
Otro grupo especial de jóvenes a tener en consideración, son aquellos que tienen que ver con el accionar de las sectas religiosas.
El proceso y los mecanismos que se ponen en acción son diferentes a los que acontecen en el grupo delictivo, aunque nó necesariamente en lo que respecta a las carencias y motivaciones que previamente siente el joven.
Si bien existen mecanismos similares en cuanto a algunos de los objetivos, los métodos y los resultados son diferentes.
En los grupos de tipo trasgresor los jóvenes suelen presentar comportamientos suicidas en mayor porcentaje aunque son más difíciles de detectar porque no se realizan masivamente sino que se dan individualmente. No como forma de lograr un objetivo, sino justamente por la carencia de motivación, consecuencia de una destrucción progresiva de su autoimágen y del futuro, propio y ajeno.
Por otra parte las sectas religiosas suelen estar integradas y dirigidas por una importante cuota de personas con trastornos psicóticos, estados delirantes o tendencias del mismo que pueden en la práctica disminuir la misma probabilidad de comportamiento suicida por ser la propia disociación, la carencia de impulsividad y una forma especial de terminar con su vida, un obstáculo que no existe en la configuración suicida de los jóvenes infractores.
En el integrante de la secta religiosa, él es tan importante para el grupo que no puede fallarle, esto mismo es lo que muchas veces les permite algún tipo de salida y al no encontrarse su imagen tan deteriorada obtiene recursos adicionales para no terminar con su vida, aunque éstos vengan desde la imagen del líder o predicador.
En las sectas religiosas se plantea el tema de la decisión y la misión de cada uno y se entiende que esto implica una entrega de lo mejor de la persona; por contraposición en los jóvenes trasgresores no existe en ningún momento la inclusión del factor tiempo en todo su aprendizaje; miedo-ansiedad-culpa-desilusión de sí mismo, se dan al mismo tiempo y a la espera de una sola oportunidad.

PARADIGMA DE LA CRISIS SUICIDA Y MODELO DE INTERVENCIÓN
GENESIS DE LA IDEACIÓN SUICIDA
Hemos podido detectar, según estudios realizados directamente con esta población; la dificultad que estos jóvenes presentan para descubrir los pensamientos automáticos que surgen en ellos y la vivencia, por parte de los jóvenes de no poseer ningún tipo de control de sus emociones.
Esto es causante de sentimientos ansiógenos, debido a mensajes específicos, que parecen taquigrafiados compuestos por pocas palabras y esenciales. En algunos casos la recurrencia de una sola palabra o imagen que el joven siente que entra en su cabeza, como ellos mismos manifiestan y no pueden desprenderse de ella.
Estos pensamientos que el joven vive como espontáneos, entran en él de golpe, en forma impetuosa y son relativamente idiosincráticos ya que una misma situación puede generar diferentes pensamientos y emociones.
Estos pensamientos que han sido aprendidos por los jóvenes, son difíciles de desviar ya que generan un círculo vicioso donde la única forma que vivencian de poder escapar de los mismos es mediante algún acto impulsivo, arrebatado para escapar de la emoción desagradable.
Los jóvenes generalmente verbalizan esta sensación como localizada en el estómago, un dolor “raro”, conjuntamente con una imagen de vacío y oscuridad.
El deseo, por parte del joven en ese instante es desprenderse de ese dolor, mediante algo rápido que desplace esos pensamientos perturbadores e imágenes condicionadas aversivamente.
En algunas oportunidades, cuando se les pide que visualicen la imagen, comentan que los “fantasmas”, haciendo referencia a los pensamientos automáticos; no le permiten elegir en ese momento lo que pensar o en qué pensar, ya que no eligen en ningún momento ni tienen la idea de que esos pensamientos los provocan ellos mismos.
Perciben este mecanismo, como alguien o algo que en forma externa a ellos dirige esos “misiles”, sin posibilidad de ser desviados.
El estrés que significa la sensación reiterada de no tener control sobre este mecanismo, trae consigo la sensación de estar dominado y no tener ni deseos ni motivaciones propias.
El deseo del joven por hablar, en estos momentos, surge por la necesidad de ser escuchado, no juzgado; ya que cualquier actitud que se acerque a lo que está vivenciando como aversivo, desencadenará su irritabilidad y la autoconfirmación de que son inevitables.
El joven desea hablar, tener un tiempo para expresarse, debido a que en ese tiempo puede lograr no sentir lo desagradable de la sensación de temor, vacío e ira.
No desea tener la sensación de que será juzgado en cuanto a lo que dice o como lo dice, y aún estando en estado de enlentecimiento mental debido al deterioro por estrés; es sumamente hábil en detectar cualquier palabra o frase que pueda sugerirle por interpretación de pensamiento o cualquier otra falacia, que lo están observando y puesto a prueba.
Este sentimiento de estar dominado, perseguido, juzgado en todo momento sin posibilidad de modificar la situación lo torna más irritable, con mayor rigidez en sus pensamientos y un estado de mayor alerta dirigido esto por sus miedos.
Para salir o evitar esta situación aversiva, generalmente cae en un episodio depresivo que a su vez genera nuevas sensaciones desagradables que para salir de ella, encuentra el camino del alcohol, la droga, etc.
La euforia que busca mediante la utilización de estos caminos, también aumenta la probabilidad de caer nuevamente en mayores estados depresivos y mayores sensaciones desagradables.
Sienten que no pueden funcionar ni solos ni acompañados. Surgen los comportamientos autodestructivos como forma de salida de este estado que vivencian de dominio. El consumo de drogas aumenta este estado de presencia de dirección desde fuera de ellos y los somete a mayores niveles de estrés.
No sienten que la posibilidad de liberarse esté de la mano de ellos, sino que buscan mediante intentos que pueden ser muy breves, que alguien los saque literalmente de ese estado.
Si bien verbalizan que no desean que nadie los dirijan, estos jóvenes hacen esfuerzos descomunales para lograr que otra persona les diga qué hacer y cómo hacerlo para salir de esa situación con una sensación de búsqueda de que posean su mente y así desprenderse de los pensamientos perturbadores.
Sienten que cualquier tipo de cambio les provoca irritabilidad, estrés; aunque sea un cambio que antes los llenaba de alegría.
Se muestran como si no disfrutaran de nada, menos aún de las cosas sencillas.
Les cuesta dar una respuesta que les resulte agradable, todo les enfada y el menor obstáculo les parece un Iceberg en un arrollo.
No se permiten reconocer que pueden estar equivocados en los más mínimo y son altamente autodestructivos en cuanto a cómo se juzgan a así mismo, no en una actitud “pobre de mí”, sino orientada hacia posturas de mayor auto agresividad.
Existe una importante necesidad de adjudicarse culpas, aunque utilicen rebuscamientos para ello, pueden utilizar hechos del pasado, personas que ya no estén vivas o que casi no conocieron para demostrar que los otros tenían razón y él ya no puede hacer nada.
Es improbable que reconozcan, en este momento, virtudes propias que puedan ser elogiadas para alguien y especialmente para alguien a quien consideren con estatus.
No existen motivaciones en cuanto a ayudar a otro, tienen tendencias al enfado, prefiriendo cambiar de tema en forma brusca cuando vivencian que pueden estar ante la posibilidad de un cambio de actitud que pueda interpretarse como de mayor flexibilidad.
Se atormentan continuamente con la vida propia, complicando los pequeños detalles y con la vida ajena siendo jueces implacables, haciendo continuas personalizaciones con tendencia narcisista auto flagelante.
Totalmente dependientes del juicio ajeno, incluso del concepto que puedan tener de ellos aquellos que ellos mismos no consideran de importancia o que juzgan duramente.
No pueden estar solos consigo mismo, tratan continuamente de evitarse y de evitar cualquier acercamiento de otra persona, especialmente si existe algún tipo de lazo afectivo.
Actúan muchas veces como “efecto resorte”, impulsándose frenéticamente hacia el lado contrario ante cualquier aproximación física que pueda ser interpretada como afectiva.
Se sienten absolutamente imposibilitados ante las elecciones y surge una continua búsqueda de agresividad orientada hacia ambos lados.
La salida debe ser ya y no creen en ella.
Según el modelo cognitivo de ansiedad generalizada de Beck (1985), se sostiene la idea de que el sujeto a lo largo de su desarrollo ha adquirido una serie de esquemas cognitivos referentes a las amenazas que se activan en ciertas situaciones.
Esa activación pondría en marcha distorsiones cognitivas y pensamientos automáticos referentes a expectativas, imágenes amenazantes, incapacidad percibida de afrontamiento (a nivel cognitivo), que produciría a su vez la activación-arousal emocional (a nivel conductual). Beck (1985) refiere que la percepción del individuo es incorrecta, estando basada en falsas premisas.
Esas percepciones se refieren a contenidos amenazantes sobre peligros para los intereses del adolescente y su incapacidad para afrontarlos.
Los esquemas cognitivos subyacentes suelen ser ideosincráticos, aunque son frecuentes los contenidos temáticos referentes a amenazas sobre las relaciones sociales, identidad personal, ejecución-rendimiento, autonomía y salud (Jarret y Rush, 1988). Beck (1985) añade que en los trastornos por ansiedad, pánico y fóbias, la activación cognitiva de los esquemas de amenaza, produciría una especie de "bypass cognitivo": una especie de evitación, cortocircuito o dificultad para que operara el pensamiento racional del sujeto; el sistema primitivo de procesamiento de la información competiría con el sistema racional y evolucionado de procesamiento. Esto explicaría el típico "conflicto neurótico" entre la razón y la "irracionalidad" percibida por el sujeto en sus cogniciones.
En este momento comienza a configurarse la ideación suicida que, quizá no nueva, perteneció a su bagaje cognitivo algunas veces como juego, como una fantasía manipulativa e incluso no pocas veces como un “dicho”, “una forma de hablar”, por ejemplo frases como “me quise morir” “Si me pasa eso me muero”, “Antes de vivir tal cosa prefiero morirme”. El juego fantasioso con la muerte comienza a crecer como alternativa, participando luego en la conclusión de lo que ha dado en llamarse “la trilogía del suicida”.

 

TRILOGÍA DE LA CRISIS SUICIDA
En nuestro trabajo con potenciales suicidas, hemos establecido como marco referencial la aplicación conceptual de la llamada trilogía del suicida.
Esta concepción de la configuración o generación de la crisis suicida, en nuestro estudio, se ha confirmado invariablemente, por lo que entendemos que más allá de las consideraciones anteriores en este trabajo, la observancia de las pautas establecidas para esta trilogía, otorgan una base importante para la detección de la motivación o tendencia suicida, la inminencia del acto y particularmente nos permite un paradigma para el abordaje en el trabajo directo con el individuo.
Paralelamente, hemos observado en las charlas y talleres que realizamos en diferentes liceos y centros comunitarios, cómo la explicación de este paradigma es fácilmente entendido y compartido por los jóvenes. La aceptación y comprensión del paradigma es el pilar fundamental para una acción directa tanto como para la generación de amplificadores sociales tal y como veremos más adelante.
Esta trilogía, conocida también como “Tríada cognitiva de la depresión” es el mayor predictor de los intentos de suicidio (Beck, Resnik y Lettieri ; Minkoff, Bergnan, Beck y Beck).
Las pautas o elementos que integran la denominada tríada o trilogía son : a) la visión negativa de sí mismo, b) la visión o interpretación negativa del ambiente y c) la visión negativa del futuro.
Cuando estos tres elementos se dan conjuntamente y con intensidad, estamos ante una configuración suicida. El mantenimiento de esta tríada depresiva, lleva al individuo, casi inexorablemente a manejar el suicidio como alternativa, generando en estos casos planes concretos para la ejecución del acto suicida; compone en esta etapa, muchas veces una suerte de despedidas, desprendiéndose de objetos valiosos para sí mismo, saludando a amigos que hace tiempo que no ve, enviando mensajes. Es común que en el último momento o día antes de suicidarse, se muestre extremadamente cariñoso y locuaz sobre todo con su familia, como si buscara dejar la mejor de las últimas imágenes sobre su persona y la mejor impresión y recuerdo sobre los demás. Es común escuchar comentarios de los padres y hermanos tales como “ ayer habló conmigo y estaba lo más bien” “ estuvimos riéndonos juntos” “ cenó con nosotros y converso mucho, hasta preguntó como me iba en el liceo”
En otros casos, el mantenimiento por un lapso de tiempo considerable, diferente a cada individuo de la actuación de estos tres perfiles cognitivos, puede en determinado momento detonar el impulso irracional de auto eliminación.
Cuando el joven se encuentra en estado depresivo está incapacitado para lograr sus metas y a la vez le es muy difícil reconocer los logros que eventualmente alcance. No logra detectar tampoco el avance en los procesos hacia la consecución de sus metas y por tanto desde su visión de todo o nada, un avance no se le presenta como tal sino como un retraso más en sus objetivos.
A medida que se exacerba este tipo de visión o análisis de la realidad, el joven va reafirmando la visión de túnel, haciendo a esta cada vez más estrecha y por lo tanto empieza a no poder reconocer ninguna motivación.
La carencia de motivaciones va generando el aplanamiento emocional, la inactividad y las fantasías de salidas rápidas, casi mágicas.
He aquí que las variables externas, actúan diferente en cada individuo, tomando el perfil de sus propias interpretaciones, por lo que la personalidad de base, así como los trastornos asociados van a establecer en última instancia el método a utilizar para el logro del desenlace de la situación. Cómo en definitiva va a “resolver” el problema.
En la motivación del joven no aparece la intención de matarse sino fundamentalmente la de “terminar” con el problema, “me mato y termino con todo”, “desaparezco y termina todo”, etc..
Muchos factores contribuyen al acto de cometer una conducta suicida. Freeman y Reinecke (1995) desde un paradigma cognitivo.
En la línea de Beck, se destacan tres factores comunes que colocan al sujeto en un mayor riesgo de cometer una conducta suicida:
1)La impulsividad conductual: Tendencia a no anticipar la relación actos-consecuencias.
No establece una generación de hipótesis para prever las consecuencias.
2)Baja adquisición de destrezas para la resolución de problemas: El intento de suicidio crónico y repetitivo se relaciona con una baja capacidad para elaborar, evaluar y poner en práctica soluciones alternativas. El uso de alcohol y drogas son intentos inadecuados de afrontamiento de las situaciones de displacer.
3)La existencia de esquemas y significados personales ideosincráticos del joven sobre sí mismo, el mundo y su futuro personal.
La existencia de factores situacionales de tipo socioeconómico, desocupación, las enfermedades crónicas o dolorosas, las situaciones de soledad, y otros factores como la emigración, el incremento de comportamientos delictivos, desencadenarían como contexto los tres factores personales antes enunciados en el modelo.
Del anterior modelo se deriva que las intervenciones con los sujetos suicidas deben focalizarse en el desarrollo de habilidades alternativas de afrontamiento secuenciadas y la modificación de los significados personales disfuncionales.
También hay que estimar las redes preestablecidas en el sujeto de apoyo socio-familiar con las que cuenta. El riesgo suicida aumenta con el retraimiento y la soledad del adolescente.
Es importante evaluar las formas en que el sujeto ha intentado suicidarse, o lo desea intentar en un futuro próximo. De esto forma parte los métodos para darse muerte, los planes, hora elegida o forma impulsiva, etc. Esta información puede servir para prevenir ciertos estímulos y contextos de riesgo.
Un factor poderoso de determinación del riesgo suicida junto a los significados personales y la impulsividad es el grado de carencias conductuales o de habilidades de resolución de problemas que tiene el sujeto. Es importante determinar los problemas en los que se encuentra inmerso el adolescente y las habilidades que se podrían requerir para su afrontamiento, así como el grado en que las tiene el sujeto. Sobre este aspecto se pueden integrar una serie de enfoques.
Desde el punto de vista conductual se destaca el papel de la pérdida de reforzadores asociados a la pérdida de la persona o eventos crónicos, produciendo un proceso de extinción (Fester, 1966, 1973) y la incapacidad del sujeto para generar nuevas fuentes de relaciones gratificantes tras la pérdida o estrés crónico, debido a un déficit en sus habilidades sociales (Lewinshon, 1977; 1985).
Desde el punto de vista cognitivo se destaca el papel de los significados personales implicados en la pérdida o eventos crónicos. Seligman y Abramson (1978) destacan la sensación del sujeto de sentirse indefenso por sus atribuciones de incapacidad de manejar su situación. Beck (1979) destaca el papel de la visión negativa del sujeto depresivo de su situación, de sí mismo y su futuro (triada cognitiva), el papel de las distorsiones del pensamiento depresivo y los significados personales disfuncionales que se activan en la depresión.

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