CANTAR DE ROLDÁN

Resumen

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

Anónimo

enlace de origen

IMPRIMIR

 

Carlomagno, rey de Francia en el siglo VIII, logró conquistar la mayor parte de España, con ayuda de sus célebres doce pares. Sin embargo, el último embate de la campaña, en el que ganarían el dominio de Zaragoza, terminó con una terrible derrota para los franceses. Como una forma de explicar el fracaso del poderoso Carlomagno y, a la vez, recordar el heroísmo de sus caballeros, apareció el Cantar de Roldán, texto anónimo del siglo XII, que propone a la traición como la única y vil estrategia que pudo provocar la caída de aquellos grandes hombres.

 

Roldán es sobrino del rey Carlomagno y el más valeroso de los doce pares de Francia. Blandiendo su espada Durandarte, que lleva en su empuñadura un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de San Donís y un trozo del vestido de la Virgen María, conquistó para su tío Normandía, Bretaña, Flandes, Borgoña, Escocia, Islandia, Inglaterra y casi toda España. Pero algunos reinos todavía eran libres y sus señores paganos se negaban a caer bajo el domino de un emperador cristiano. Tal era el caso de Marsil, rey de Zaragoza.

 

Marsil era sarraceno y siervo de Mahoma. Tenía un agudo ingenio y sabía que no podía emprender la guerra contra Carlos, pues bien conocía el probado valor de sus caballeros. Así que urdió un plan para matar a los hombres más valerosos del rey, aquéllos que guiaban a todo el ejército y sin cuyo ejemplo de lealtad y arrojo, el resto perdería rápidamente el buen ánimo. Entonces, pensó en ganar primero la confianza de Carlos, y luego hallar el momento propicio para emboscar y asesinar a sus doce pares. Con esto en mente, Marsil decidió comunicar al rey de Francia que tanto él como sus vasallos estaban dispuestos a recibir el bautismo y abrazar la fe cristiana, si aquél prometía no entablar combate contra Zaragoza ni tratar de conquistarla. Le darían a Carlomagno suntuosos regalos, oro, joyas, camellos y osos, y un grupo de los mejores sarracenos, como garantía de que cumplirían con su promesa.

Dos emisarios de Marsil llegaron con tal mensaje ante Carlos, el rey de la florida barba, quien, junto con su ejército, acampaba en Roncesvalles. El rey convocó, entonces, a sus hombres y sometió a su juicio la petición de Marsil. Todos sospecharon del repentino cambio en la actitud del rey sarraceno y fue Roldán quien se atrevió a manifestar estas dudas a su tío. Argumentó que no podían confiar en quien con tal facilidad cambiaba de credo y que la supuesta conversión de Marsil se debía más bien al miedo que al sincero arrepentimiento, pues sabía que era cuestión de días para que Carlos y su ejército lo sometieran por completo. Por tanto, continuó Roldán, sería mejor declarar la guerra de inmediato y conquistar Zaragoza antes de que Marsil concretara sus planes y tomase alguna ventaja respecto a los franceses.

 

Todos los hombres aceptaron la propuesta de Roldán, excepto su padrastro, el conde Ganelón. Éste no apreciaba en absoluto al caballero, pues envidiaba la gloria que le había dado a Carlomagno, así que buscaba cualquier oportunidad para privarlo del favor del rey. Afirmó el conde que Roldán le daba a Carlos un mal consejo, pues no convenía incitar a pelear cuando las cosas podían arreglarse por otros medios; si Marsil ofrecía una rendición pacífica, lo mejor era aceptarla y pedirle que acudiera junto al rey para que ante sus ojos recibiera el bautismo. Finalmente, Ganelón convenció a Carlos y éste determinó que uno de sus hombres fuera con Marsil, para decirle que aceptaban su convenio. Muchos franceses leales se propusieron para la misión, mas, para su total descontento, Ganelón fue el elegido, por sugerencia de Roldán, y temeroso, partió rumbo a Zaragoza.

 

Ganelón había pensado que Roldán fuera el enviado, para que hallara la muerte al viajar solo rumbo a tierras enemigas. Sin embargo, supo aprovechar bien el contratiempo que le impuso la decisión del rey, pues cuando llegó con Marsil no perdió la oportunidad de aliarse con él y traicionar a su señor. Ganelón reveló que Roldán era el brazo derecho del rey Carlos y que si conseguían matarlo, la derrota de los franceses sería fácil. Acordó entonces que, cuando el ejército partiera rumbo a Francia, cruzando los Pirineos, conseguiría que el rey enviara a Roldán y a sus hombres a cubrir la retaguardia; así se apartarían del resto del ejército y cuando atravesaran los desfiladeros de Roncesvalles, quedarían en una posición vulnerable y serían fácilmente vencidos.

 

Así actuó Ganelón y Marsil convocó a todas sus tropas, para ir contra los doce pares. Todo sucedió tal como lo planeó el conde y cuando Roldán y los caballeros de la retaguardia llegaron a los desfiladeros, advirtieron la traición de la que fueron objeto. Marsil iba tras ellos con un descomunal ejército, integrado no sólo por los hombres de Zaragoza, sino por aliados de Balaguer, Moriana, Tortelosa, Valterna, Sevilla y Monegro. El rey sarraceno reunía también a sus doce pares, portadores todos de armas terribles.

 

Para entonces, Carlos y el resto de las tropas estaban ya muy lejos. Al rey de la florida barba lo atormentaban sus sueños, pues ellos le revelaban la traición de Ganelón y el abandono en que había dejado a sus tropas. Soñó Carlos que se hallaba en los desfiladeros de Sícera y tenía en la mano su asta de fresno; entonces Ganelón se la arrebataba y la rompía. Después soñó que se encontraba en la capilla de Aix y lo atacaba un feroz jabalí, que le mordía el brazo derecho; aparecía luego un leopardo que también se lanzaba contra él; pero entonces llegaba un perro lebrel, que arrancaba una oreja al jabalí y entablaba una feroz lucha contra el leopardo. Supo entonces que su sobrino Roldán, lo defendería del enemigo y del traidor, pero ignoraba quién saldría victorioso.

 

Roldán, mientras tanto, estaba decidido a combatir. Así que desenvainó a Durandarte y cabalgó sobre su corcel Veillantif al lado de sus más fieles compañeros. Le acompañaron el conde Oliveros, el más querido y prudente de sus amigos, el arzobispo Turpín, Walter de Hum, el noble conde Gerers, Otón y Berenguer, Ástor y Anséis, Gerardo de Rosellón, el noble Gerín y el duque Gaiferos; tales eran los doce pares de Francia. Veinte mil hombres de Carlomagno iban con ellos pero, aun así, eran inferiores en número a los sarracenos. No obstante dieron una heroica batalla, en la que Roldán hirió gravemente a Marsil y dio muerte a la mayoría de sus aliados, incluyendo a su propio hijo.

 

Pero los franceses pagaron un alto precio por esta primera victoria. Uno a uno, los doce pares cayeron a manos de los guerreros paganos. En la última embestida, sólo Roldán, Walter de Hum y el arzobispo Turpín seguían en pie. Walter y Turpín también murieron en este final encuentro y Roldán, con las numerosas heridas que le provocara el desigual combate, aún reunió fuerzas suficientes para vengar a sus dos compañeros. Estas últimas hazañas llenaron de temor a los sarracenos, quienes no entendían por qué aquel hombre no moría. Retrocedieron entonces y se dispersaron, pues, además, habían perdido a su líder, Marsil, quien yacía moribundo en su castillo.

 

Mientras tanto Roldán, viéndose solo y a punto de morir, tocó el olifante. Quizás Carlos y su hueste lo escucharían y regresarían al campo de batalla, sobre el cual ahora yacían los doce pares; al menos así rescatarían los cadáveres y les darían un digno entierro. Rodeado por los cuerpos de sus fieles camaradas, el héroe invirtió sus últimas fuerzas en destruir a Durandarte, pues no quería que nadie más blandiera su noble arma. La golpeó repetidas veces contra un enorme peñasco, pero la bien templada espada no se rompió, así que Roldán la cubrió con su cuerpo, volvió el rostro hacia España, como clara señal de que cayó en defensa la retaguardia, y así murió.

 

Carlomagno escuchó a lo lejos el sonido del olifante y no dudó más en regresar. Todavía Ganelón intentó persuadirlo, pero ya era clara su traición para el rey. Carlos ordenó que apresaran de inmediato al conde y que lo llevaran al castillo en Francia, para dejarlo bajo la custodia de los criados. Luego regresó a Roncesvalles para enfrentar la muerte de su sobrino y de sus mejores hombres. Sin embargo, aún lo esperaba una batalla, pues Baligán, el emir de Babilonia, había llegado a España en auxilio de Marsil. Fue así como Carlos tuvo la oportunidad de vengar a su sobrino y a sus doce pares, trabando un duro combate con Baligán y sus huestes, y resultando, finalmente, vencedor.

 

Antes de regresar a Francia, el rey Carlos capturó a Bramimonda, esposa de Marsil. Con ella y otros prisioneros sarracenos, volvió a su reino para enjuiciar al traidor. Ganelón afirmó que no existió traición; que, antes bien, él corrió un gran riesgo al ser enviado como mensajero ante Marsil, por sugerencia de Roldán, su hijastro; que él sólo cobró venganza poniéndolo en la retaguardia, pero jamás entabló convenio con los sarracenos, para que ahí lo emboscaran y asesinaran. Entonces Pinabel, un caballero famoso por su buena retórica, tomó la defensa de Ganelón y añadió que nada ganaría el rey con matar al conde, pues así no recuperaría la vida de su sobrino; pidió, pues, que Ganelón fuese perdonado y admitido como servidor de Carlos, ya que así pagaría mejor su error, si es que lo hubo, y sería de alguna utilidad al reino.

 

Las palabras de Pinabel convencieron a la corte, pero entonces habló Terrín, un caballero que parecía inferior al primero, tanto en fuerzas como en argumentos; pero estaba dispuesto a hacer justicia a Roldán y a no dejar que Ganelón quedara sin castigo. En tales casos, la costumbre era que defensor y acusador se enfrentaran en un combate singular y que la fuerza y las armas decidieran de qué lado estaba la razón. Pinabel, a pesar de su primacía guerrera, fue derrotado y así Terrín ganó la condena de muerte para Ganelón.

La reina de Zaragoza, Bramimonda, se convirtió al cristianismo y quedó bajo la protección de Carlos. El rey de la florida barba no encontró la paz después de vengar a su sobrino, pues la noche en que murió Ganelón, se le apareció en sueños el ángel Gabriel, convocándolo a que reuniera sus huestes. Al día siguiente saldría rumbo a Ebira, para defender de los paganos al rey Vivién. 

Tus compras en

Argentina 

Brasil 

Colombia 

México 

Venezuela 

o hazte de dinero vendiendo lo que ya no usas

VOLVER

SUBIR