LA PSICOLOGÍA ADLERIANA EN EL CONTEXTO DE LAS TEORÍAS CONSTRUCTIVISTAS

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Universidad Ramon Llull Barcelona

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(abstract)

La psicología de Alfred Adler (Psicología Individual o Psicología Adleriana) tradicionalmente se considera una escuela psicoanalítica o "profunda". Sin embargo, tiene mucho más parecido con enfoques cognitivos más modernos, por la importancia que asigna a las cogniciones como mediador de la conducta. Además, se puede considerar un enfoque constructivista. En el presente artículo se da una definición de psicoterapia constructivista y se muestra como la teoría adleriana encaja en esta metateoría. Las implicaciones para una fertilización mútua respectivamente una integración teórica serán discutidas al final.

The psychology of Alfred Adler (Individual Psychology or Adlerian Psychology) tradicionally is thought a psychoanalitic theory. Nevertheless, there are many more similarities with more modern cognitive approaches, due to the importance which is given to cognitions as mediators of behaviour. But it can also be considered a constructivist approach. In this article a definition of constructivism in psychotherapy is given and it is shown how the Adlerian theory fits in. Finally, implications for cross-fertilization or theoretical integration will be discussed.

 

Alfred Adler, un neurólogo vienés, empezó su trayectoria psicoterapéutica como colaborador de Freud en 1902, pero se desmarcó pronto del psicoanális con la publicación de su estudio psicosomático sobre la minusvalía de los órganos (Adler, 1907/1977). Adler es el fundador de la Psicología Individual, una de las tres escuelas psicológicas denominadas "profundas" o psicoanalíticas (las otras son las de Freud y Jung). En vez de Psicología Individual, sus discípulos anglosajones prefieren la expresión Psicología Adleriana para evitar el concepto ambiguo de "individual". Con la expresión "Psicología Individual", Adler no se refería al hecho de tratar a una persona en vez de un grupo o familia; más bien quería expresar su concepción de que el ser humano es indivisible (in-dividuus), una unidad, una totalidad, y no dividido en instancias, como pensó Freud (Adler, 1912/1977). Adler (1911/1973) también rechazó completamente la teoría de la sexualidad de Freud, manifestando que los seres humanos tienen sexualidad, pero no son dominados por ella; al contrario: la persona puede utilizar el sexo para conseguir determinados objetivos, y el complejo de Edipo, según él, sólo es el intento de un niño excesivamente mimado para conseguir poder sobre sus padres, por lo tanto, este fenómeno en un niño normal no existiría. A partir de aquel momento empezó a desarrollar su propia escuela psicológica y psicoterapéutica, bien distinta de la de Freud, pero conservó unos elementos esenciales que hacen que su orientación todavía sea considerada por muchos una psicología profunda:

1. la suposición de un inconsciente

2. la importancia que se otorga al pasado, concretamente a la infancia, para la formación del carácter i las actitudes frente a la vida

3. la necesidad de hacer un psicoanálisis ("análisis del estilo de vida", en términos adlerianos) como base de un proceso terapéutico eficaz y un cambio estructural de la personalidad; para una mera orientación psicológica (counselling) no siempre se practica tal análisis, dado que aquí sólo se intenta orientar al cliente para la solución de problemas concretos y no para el cambio profundo de la personalidad. Pero se supone que sólo con un análisis (interpretación) de los recuerdos de la primera infancia se tiene acceso a los procesos relevantes para el trastorno; de hecho, durante su formación de psicoterapeuta (y counsellor) adleriano, el candidato se ha de someter a un análisis didáctico.

A pesar de estas nociones y prácticas históricas que a primera vista asignan a Adler un sitio al lado de Freud y Jung, considero que el enfoque de Adler queda mucho más cerca de terapias más actuales. En este trabajo se intentará demostrar que la Psicología Adleriana es una teoría psicológica cognitiva y constructivista. No se pretende dar una presentación exhaustiva de la teoría y la psicoterapia adlerianas, sino se comparará la visión epistemológica (muchas veces no explícita) de Adler con la epistemología constructivista y se destacarán los conceptos básicos comparándolos con conceptos de teorías cognitivas y constructivistas. Aparte de las (pocas) traducciones de las publicaciones alemanas de Adler al castellano, se encuentra una excelente y exhaustiva presentacion de esta teoría en lengua española en el libro de Titze (1979), y, más corta y concisa pero también muy completa, en la publicación de Dinkmeyer y Dinkmeyer (1988).

Concebir la Psicología Adleriana como una escuela cognitiva no es una idea nueva. Shulman (1985) p.ej. presenta a Adler como el primer terapeuta cognitivo. Mosak (1989) comenta la proximidad conceptual entre las ideas de Albert Ellis y de Alfred Adler, y Dinkmeyer y Dinkmeyer (1988) destacan que Adler era uno de los primeros en manifestar que la conducta humana puede cambiar si se modifica el sistema de creencias y cogniciones. Según estos autores, Adler es el predecesor del análisis transaccional de Berne, de la terapia racional-emotiva de Ellis, la terapia cognitiva de Beck y la de Meichenbaum. La conducta y las emociones son en alto grado dependientes de las cogniciones, suposición que mantienen todas estas teorías. Para Freud, el ser humano es víctima de sus emociones; Adler, en cambio, pretende que las emociones se pueden crear y controlar mediante las actitudes y los pensamientos. En la terapia adleriana se parte, igual que en otras orientaciones cognitivas, de la base que el paciente tiene una visión equivocada o errónea acerca de sí mismo y de su entorno, y el objetivo es que el paciente adquiera insight sobre estas "apercepciones tendenciosas" (tendenziöse Apperzeption) mientras el terapeuta lo anima y motiva para que gane confianza en sus propias capacidades y habilidades. Esta técnica terapéutica se llama Ermutigung (encouragement, alentamiento). Al sistema de cogniciones y la particular manera de cada uno de percibirse a sí mismo y el mundo y de organizar estas percepciones para entender, controlar y anticipar acontecimientos y acciones, Adler lo llama "estilo de vida" (Lebensstil, a veces también private Logik, lógica privada). Se forma en los primeros años de la vida, por lo cual, el psicoanálisis adleriano, que pretende llegar a conocer el particular estilo de vida de cada uno, consiste en interpretar los primeros recuerdos de la infancia del paciente para descubrir los contenidos "inconscientes" de la mente.

 

Llegados a este punto, conviene aclarar la concepción del inconsciente de Adler. Mientras para Freud, el inconsciente consiste en contenidos reprimidos, los cuales se han de sacar a luz para facilitar al paciente una "catarsis", para Adler estos contenidos son inconscientes, porque se formaron en el niño en una época pre-lingüística, y afirma:

"La totalidad de la vida, llamado por mí concretamente estilo de vida, se forma en el niño en una época, donde no tiene ni un lenguaje suficiente ni conceptos suficientes. Si sigue creciendo en este sentido, entonces crece en un movimiento, que nunca se capta en palabras y, por ende, es intocable por la crítica, también por la crítica de la experiencia. Aquí no podemos hablar de un inconsciente reprimido, sinó de algo no entendido, algo escapado del entendimiento." (Adler, 1933/1980, pp.24-25).

Por tanto, para Adler, y fiel a su idea holística de un in-dividuo que rechaza el dualismo consciente-inconsciente, el inconsciente es lo que (todavía) no entendemos, pero que podemos llegar a entender mediante una interpretación hermenéutica, dialogando el terapeuta con el cliente. "El ser humano sabe mucho más de lo que entiende", es un comentario de Adler frecuentemente citado (Adler, 1933/1980, p.22).

"El inconsciente no es más que lo que no hemos sido capaces de formular en conceptos claros. No se trata de conceptos que se esconden en rincones inconscientes o subconscientes de nuestra alma, sino de partes de nuestra consciencia, cuyo significado no hemos llegado a entender del todo. (...) En cuando entendemos una tendencia inconsciente, ya se ha vuelto consciente.." (citado en Ansbacher y Ansbacher, 1975, p.226).

Se ve que el uso de términos como "inconsciente" y "análisis" es sólo una convención histórica y no expresa una proximidad conceptual con otras teorías psicoanalíticas o profundas. Es más parecido a lo que los psicólogos constructivistas llaman "constructo", definido como una forma de establecer una distinción y cuyos contenidos también pueden ser conscientes o no, verbalizables o no. Kelly (1955/1991) usa también la expresión "constructos preverbales" para aquellos procesos mentales o psicofisiológicos que (todavía) no llevan una etiqueta verbal.

Hasta aquí la definición de la Psicología Adleriana como enfoque cognitivo. Pero en este artículo se pretende ir más allá; concebimos esta teoría como constructivista. Pero mientras para demostrar que la Psicología Individual es cognitiva, basta con mostrar las similitudes conceptuales básicas, el caso del constructivismo es diferente: se trata de una metateoría con marcado acento epistemológico. Por lo tanto, para presentar la Psicología Adleriana como teoría constructivista, es necesario elaborar primero qué entendemos por la epistemología constructivista y luego averiguar si en Adler se encuentran estos criterios.

Existen ya varios intentos de enfocar la Psicología Adleriana como teoría constructivista. Pero mientras algunos constructivistas le dedican a Adler un mero reconocimiento histórico a título de comentario (p.ej. Mahoney, 1991), algunos adlerianos han intentado comparar las dos orientaciones de manera más detallada en sus publicaciones, incluso con el objetivo explícito de buscar un fondo común para el diálogo (p.ej. Master, 1991) sin llegar a una definición clara del constructivismo y limitándose a la comparación de Adler con conceptos de determinadas líneas constructivistas.

El constructivismo es una postura epistemológica que tiene raíces en el criticismo de Kant, y su postulado básico implica que es el observador quien áctivamente construye el conocimiento del mundo exterior y que la realidad puede ser interpretada en distintas formas (Feixas y Villegas, 1993). Esta postura fue implantada por primera vez en psicoterapia por Kelly (1955/1991) con su teoría de los constructos personales. Hoy por hoy hay diversas teorías que se acogen bajo el techo metateórico común del constructivismo, pero no todos los autores tienen la misma idea de lo que significa una terapia constructivista.

Michael Mahoney (1988) p.ej., define la psicología constructivista como una familia de teorías que comparten la idea de que el conocimiento humano conlleva la participación activa y proactiva del individuo, y destaca tres elementos básicos del constructivismo: la cognición proactiva, la estructura nuclear morfogénica y el desarrollo auto-organizado. Con el concepto de cognición proactiva, Mahoney se refiere al hecho de que el individuo no es meramente reactivo a los estímulos de su entorno, sino co-creador de sus "realidades" subjetivas. Con "estructura nuclear morfogénica" Mahoney quiere expresar su idea de que el ser humano está organizado de manera que sus procesos centrales ("núcleo") determinan y restringen las formas en los niveles periféricos, mientras "desarrollo auto-organizado" se refiere a la capacidad del individuo de organizarse a sí mismo de manera que pueda proteger y perpetuar su integridad en base de procesos de atención y retención selectiva. Seguramente encontraremos estos conceptos en diferentes enfoques constructivistas, pero no se trata de criterios propiamente epistemológicos. Además, según Botella (1995), esta definición de Mahoney, es en sí misma una teoría (constructivista), pero no una metateoría constructivista que nos pueda servir de guía sobre si un determinado enfoque se puede considerar constructivista o no. Siguiendo a Botella, una metateoría tiene que incluir enunciados sobre la naturaleza del conocimiento y los valores epistemológicos. Para este autor, la metateoría constructivista pretende que el conocimiento es una construcción hipotética; Botella contrasta esta posición con la concepción tradicional objetivista de un conocimiento como representación de la realidad. Como valores epistemológicos constructivistas, Botella destaca primero el valor pragmático de los contenidos del conocimiento, su eficacia predictiva, viabilidad y fertilidad, y segundo su coherencia en el sentido de consistencia interna y externa.

Chiari y Nuzzo (1996) también critican este concepto de Mahoney de que el constructivismo en psicoterapia comprende la idea de un individuo proactivo, diciendo que es un concepto tan amplio que puede comprender enfoques tan disparos como orientaciones humanistas, las teorías de Jung y Adler (sic!) y otros, sobre todo psicoterapias cognitivas. Estos autores hacen una revisión crítica de diferentes enfoques autodenominados constructivistas o construccionistas (usamos aquí las dos expresiones como sinónimos, aunque no todos los autores lo hacen) y proponen:

"(...) la etiqueta constructivismo psicológico debería quedar restringido al conjunto de teorías y enfoques que aspiran a superar la oposición tradicional entre realismo e idealismo adoptando la suposición metateórica de que la estructura y organización de lo conocido - incluyendo el sujeto cognoscente como parte lo conocido - está inevitablemente ligado a la estructura del sujeto cognoscente". (Chiari y Nuzzo, 1996, p.178).

Según esta definición podemos incluir como constructivistas teorías que admiten la existencia de una realidad externa que puede o no existir independientemente del observador, pero que en todo caso no es cognoscible directamente, sino mediante la superposición de dimensiones conceptuales de significado.

Otro autor (Ibañez, 1992) se pregunta en un artículo deliberadamente polémico, cómo no se puede ser constructivista hoy en día, y ataca lo que llama la "ideología de la representación" de la Modernidad con sus "cuatro potentes mitos": el del conocimiento como representación correcta y fiable de la realidad, el del objeto como elemento constitutivo del mundo, el de la realidad como entidad independiente de nosotros, y el de la verdad como criterio decisorio. Según Ibáñez, para una perspectiva verdaderamente construccionista, es indispensable romper radicalmente con estos mitos, sobre todo con el de la verdad. Evidentemente admite que el construccionismo tampoco es más verdadero que las demás alternativas. Al criterio de la verdad opone, como muchos otros autores constructivistas, el valor pragmático, el valor de uso.

Los diferentes autores hasta aquí citados, además de su visión del constructivismo, difieren en su noción de lo que puede ser el paradigma epistemológico opuesto. Algunos contraponen el constructivismo a lo que llaman "realismo" (Scott, Kelly y Tolbert, 1995); Mahoney y Gabriel (1987) distinguen psicoterapias cognitivas constructivistas por un lado y psicoterapias cognitivas "racionalistas" por otro; Ibáñez (1992) contrasta el construccionismo social nacido en el seno de la Postmodernidad con la epistemología positivista como legado de la Modernidad. Botella (1995), Feixas y Villegas (1993) o Neimeyer (1993) prefieren la dicotomía constructivismo-objetivismo. De hecho, el realismo, como doctrina que mantiene que hay cosas reales independientes de la conciencia y cuyos fundadores más destacados fueron Descartes, Hobbes y Locke, es más bien una cuestión ontológica y no epistemológica. En este sentido, el realismo está en oposición al idealismo que afirma que no existen cosas reales independientes de la conciencia (posición p.ej. de Berkeley). Hay autores constructivistas que asumen la existencia de una realidad independiente del observador y los que no (p.ej. Maturana, 1988), según su "radicalidad" (Feixas y Villegas, 1993; Botella, 1995), pero el constructivismo como epistemología no debe pronunciarse sobre la existencia de la realidad, sólo sobre su cognoscibilidad. En tanto a "racionalismo", en su sentido estricto, este término se refiere a la doctrina que es la razón la fuente principal del conocimiento, en contraposición al empirismo que considera la experiencia como único origen del conocimiento (Hessen 1926/1991). Según Hessen, el conocimiento implica una relación entre el sujeto y el objeto, y se pregunta, si en esta relación es el objeto que determina al sujeto o al revés. Sin decir nada sobre el carácter ontológico del sujeto y del objeto, este filósofo alemán explica que según la doctrina del subjetivismo, el conocimiento queda fundado en el sujeto, mientras para el objetivismo el objeto es decisivo en esta relación: El objeto determina al sujeto. Por esta razón nos parece más correcta la dicotomía objetivismo-constructivismo como dos contraposiciones epistemológicas.

 

Después de estas consideraciones terminológicas, podemos ahora llegar a un consenso de lo que consideramos constructivismo en psicología, y estamos de acuerdo con Chiari y Nuzzo (1996) que proponen llamar constructivistas sólo estas teorías que más allá de la antítesis realismo-idealismo asumen que el mundo no es cognoscible directamente, sino que se construye. Además, nos acogemos a los criterios de distinción de Botella (1994) entre teorías objetivistas y constructivistas. Según Botella, el constructivismo se distingue del objetivismo en su visión del ser humano, del mundo, del conocimiento y de la justificación. Respecto al ser humano, el objetivismo lo ve como pasivo, reactivo y aislado del medio social, y el constructivismo como proactivo, propositivo y en relación dialéctica con su entorno. La visión del mundo en el objetivismo es mecanicista, mientras en el constructivismo es organicista o contextualista. En la visión del conocimiento quedan opuestos, según Kelly (1955/1991), el "fragmentalismo acumulativo" y "el alternativismo constructivo". En cuanto a la justificación del conocimiento (valor epistemológico), el objetivismo mantiene la verdad como único criterio válido y fiable, mientras el constructivismo se basa en un criterio pragmático, de uso o de utilidad. Estos cuatro criterios de clasificación nos han de servir ahora para determinar si podemos considerar la teoría de Alfred Adler una teoría constructivista.

 

1. Visión del ser humano

Como ya hemos comentado, Adler tiene una visión holística del ser humano. Mientras Freud, con su concepción orientada a la biología accepta tácitamente un positivismo mecanicista y reduccionista e intenta dar explicaciones empiristas-causales, buscando acontecimientos y causas objetivas en el pasado de la persona, Adler se aleja de esta idea manifestando que la persona está guiada por

a) una fuerza creativa inherente (los constructivistas Maturana y Varela (1980) la llaman auto-poiesis, siguiendo un concepto de Aristoteles)

b) ficciones (en adhesión a Vaihinger (1911/1965), a quien se remiten también los constructivistas): Las ficciones, aunque no tienen una correspondencia con la realidad, tienen una utilidad pragmática y se consideran imprescindibles para la vida humana.

"Ficciones son suposiciones subjetivas, de las que el hombre está convencido, a las que cree - incluso cuando todos los "hechos" objetivos parecen en contra. También cuando aparentemente estas ficciones parecen poco adecuadas desde un punto de vista pragmático, resultan lógicamente correctas dentro del marco de referencia del estilo de vida y adecuadas y convenientes respecto a esta lógica privada." (Adler citado en Titze, 1979, p.44).

c) una causa final ficticia (finalidad): Adler rechaza el principio de causalidad como explicación de fenómenos psíquicos. Para él, la pregunta más importante para entender la mente del ser humano no es "de dónde", sino "a dónde", no "por qué" sino "para qué".

"No somos capaces de pensar, de sentir, de querer y de actuar sin tener un objetivo en la mente (...) Porque todas las causalidades no son suficientes para el organismo vivo, para compensar el caos de los acontecimientos. (...) Cada fenómeno psíquico, si nos tiene que dar la comprensión de una persona, puede ser percibido y entendido sólo como preparación a un objetivo." (Adler, 1924/1974, p.21).

Esta visión teleológica del ser humano, que comparten también las teorías constructivistas (Mahoney, 1991), ha llevado a algunos sucesores de Adler a reivindicar el cambio de nombre de Psicología Individual en "Teleoanálisis" (Titze, 1979). En la Psicoterapia Adleriana, se usa este principio teleológico para analizar la función de un determinado síntoma en el conjunto de las ficciones del paciente. Saber qué objetivo (todavía inconsciente) persigue el paciente con su sintomatología, sobre todo cuando se trata de trastornos psicosomáticos, es un elemento clave para su solución.

d) el sentimiento de comunidad (o falta de ello): Bajo el concepto de sentimiento de comunidad o sentimiento social (Gemeinschaftsgefühl en alemán, common sense o social interest en inglés; Adler usa la expresión inglesa common sense también en el idioma alemán de aquella época) se entiende que la persona es un ser social, y la manera de interactuar con los demás es de suma importancia. El sentimiento de comunidad es una posibilidad innata que se ha de desarrollar a lo largo de la infancia. Tener sentimiento social significa sentirse parte de la comunidad humana, sentirse incluido, tener el deseo de contribuir al bien común. El grado de sentimiento social determina la adaptación del individuo a la comunidad y su salud mental (o su normalidad). Pero también es una escala para medir si una determinada acción o determinado pensamiento es racional (vernünftig). Con referencia a Kant y la definición que da este de la razón (Vernunft, en contraposición a entendimiento - Verstand -, citado en Fullat, 1984), Adler manifesta: "Por razón entendemos, con Kant, un proceso que tiene valor universal. Racional es, entonces, lo que se entiende por common sense." (citado en Ansbacher y Ansbacher,1975, p.154.)

Entender a una persona significa, como ya hemos dicho, entender su organización cognitiva, su "estilo de vida" (Lebensstil). Este estilo de vida se forma en los primeros años de la infancia a través de sus experiencias y decisiones y elecciones creativas a estas experiencias; contiene sus cogniciones y ficciones que le ayudan a organizar, entender, predecir y controlar su experiencia a través de "apercepciones tendenciosas", el modo particular de cada persona de percibir el mundo y a sí mismo. Adler no niega la influencia de herencia y entorno en la persona, pero advierte que es de mayor importancia la respuesta personal de cada individuo a estos factores, que pueden restringir las posibles respuestas, pero nunca determinar su forma de pensar y sentir. Por eso Adler resta importancia a una explicación causal de la conducta, dando énfasis a las "causas finales", los objetivos, los fines que persigue una persona, conscientemente o inconscientemente (i.e. dándose cuenta de estos objetivos o no), y si queremos entender la conducta de una persona tenemos que entender a que fines aspira. Si estos propósitos son guiados por un sentimiento de comunidad y "orientados a tareas" (sachlich,, task-oriented), Adler habla de un individuo sano; el individuo "neurótico" (o maladaptado) tiene objetivos egocéntricos.

En resumen, Adler ve al ser humano como una totalidad, un ser social, proactivo, persiguiendo objetivos, e interactuando dialécticamente con su entorno. En este sentido, su visión del ser humano se puede considerar claramente constructivista. Lo que desconcierta es el concepto aparentemente objetivista o racional del sentimiento social que aparece como criterio absoluto de distinción entre sano y neurótico, "correcto" o "incorrecto". Este punto será discutido más adelante.

 

2. Visión del mundo

Adler hace muy poca referencia explícita a su particular visión del mundo, quizás porque para él, la realidad es básicamente una realidad y un mundo social, de interacción humana. Sólo en su última publicación mayor, El sentido de la vida,, de 1933/1980, Adler comenta, seguramente influido por los últimos descubrimientos de las ciencias llamadas exactas respecto a la relatividad, que si hasta en la física se está desmoronando el principio de causalidad dejando lugar a meros conceptos probabilísticos, él no puede acceptar un determinismo mecanicista en psicología, y se vuelca contra aquellos psicólogos que "producen sus dogmas en disfraces mecanicistas o fisicalistas" (p.23). Se puede decir con Titze (1979) que Adler ha superado el principio de la causalidad en psicología en acorde a una visión del mundo contextualista.

3. Visión del conocimiento

En lo que llamamos con Kelly (1955/1991) fragmentalismo acumulativo, el conocimiento es visto como representación directa o incluso copia del mundo real y se forma via acumulación de descubrimientos de hechos reales. El constructivismo, en cambio, considera el conocimiento como construcción de la experiencia y como invención de nuevos marcos interpretativos. Es un proceso que evoluciona constantemente mediante interpretaciones sucesivas (Feixas y Villegas, 1993).

Kelly (1955/1991), el primero en aplicar explícitamente el constructivismo a la psicología, llama constructos a los patrones que crea el ser humano para luego intentar adaptarlos a la realidad; el ajuste no siempre es muy bueno, pero sin estos constructos, estas formas de construir la realidad, el ser humano no sería capaz de encontrar sentido en el mundo. Pero una construcción absoluta no se puede conseguir, sólo aproximaciones sucesivas que luego se ponen a prueba respecto a su validez predictiva. Y todas estas interpretaciones se revisan constantemente.Ya hemos comentado arriba la similitud de esta concepción con las ficciones de Adler. Kelly afirma:

"Adoptamos la posición de que siempre quedan construcciones alternativas entre las que se puede elegir tratando con el mundo. Nadie tiene que sentirse arrinconado; nadie tiene que quedar totalmente coartado por las circunstancias; nadie tiene por que ser la víctima de su biografía." (Kelly, 1955/ 1991, p.11).

Esta posición la llama alternativismo constructivo. Este pensamiento es intrínsicamente adleriano. Tal como hemos dicho más arriba, Adler rechaza también el determinismo absoluto de las circunstancias. El individuo siempre tiene una respuesta alternativa de responder y de construirse sus distincciones. Adler afirma:

"Aquí la Psicología Individual rompe con la teoría del determinismo. Las experiencias no son la causa inevitable de éxito o fracaso. No sufrimos bajo el impacto de nuestras vivencias - el llamado trauma -, pero hacemos de ellas exactamente lo que sirve a nuestro propósito. Estamos auto-determinados por el significado que damos a nuestras experiencias. Probablemente en este significado siempre hay algo erróneo inherente, si tomamos determinados acontecimientos como base de nuestra futura vida. El significado no se determina por una determinada situación, sino somos nosotros que nos determinamos por las significaciones que asignamos a las situaciones." (Adler, 1931/1981, p.21)

En otras palabras: no son las experiencias de un niño que dictan sus acciones, sino las conclusiones que saca de estas experiencias. Si miramos el historial de un niño difícil, nos encontramos con dificultadas en la relación madre-hijo, pero las mismas dificultades podemos descubrir también en otros niños. Estos no obstante, han encontrado una respuesta mejor. Este conocimiento nos lleva a la noción básica de la Psicología Individual: Simplemente no hay causas para el desarrollo del carácter. Un niño puede, más bien, utilizar experiencias que están direccionadas a un objetivo y hacer de ellas sus causas.

Kelly afirma que el ser humano forma constructos como representaciones hipotéticas de su universo para luego ponerlos a prueba con la realidad de este universo en términos de su "eficacia predictiva". Kelly pone el siguiente ejemplo:

"Un hombre construye la conducta de su vecino como hostil. Por eso cree que su vecino, en cuanto tenga la oportunidad apropiada, le hará daño. Pone a prueba su construcción de la actitud de su vecino tirando piedras a su perro. Su vecino responde con un reproche enfadado. Por tanto, el hombre puede creer que ha confirmado su construcción del vecino como persona hostil." (Kelly, 1955/1991, p.9).

Este ejemplo podría ser de Adler, pero en este caso hablaría de ficciones equivocadas, finalidades y apercepción tendenciosa.

En resumen, podemos constatar que la visión adleriana del conocimiento también es constructivista.

4. Visión de la justificación

Para el objetivismo existe el criterio de la verdad como valor epistemológico. La verdad existe y puede ser descubierta acumulativamente mejorando nuestros instrumentos de percepción. Traducido en términos psicológicos y psicoterapéuticos este postulado significa que hay un criterio que nos dice qué conducta, qué pensamiento, qué sentimiento, o qué constructo es correcto, sano o adaptado. El constructivismo no admite el criterio de la verdad como justificación del conocimiento. Ibáñez (1992) afirma:

"Para poder desarrollar una perspectiva plenamente construccionista, es indispensable romper radicalmente con la creencia en la verdad. Los criterios de la verdad son obra nuestra, y por lo tanto son tan contingentes y tan relativos a nuestras cambiantes prácticas como cualquier otra cosa que resulte de nuestro quehacer, no hay por lo tanto nada que sea verdad en el sentido estricto de la palabra." (p.25). (Algunos autores utilizan los términos constructivismo y construccionismo como sinónomos. Nosostros seguimos esta práctica.)

Botella (1995) destaca como los dos valores epistemológicos del constructivismo primero el valor pragmático de las pretensiones del conocimiento, en concreto su eficacia predictiva, viabilidad y fertilidad, y segundo su coherencia interna (consistencia interna y externa y poder unificador). Este concepto alternativo de pragmatismo o valor de uso en vez de una verdad absoluta independiente de los individuos es ámpliamente compartido por los psicólogos constructivistas. Para las terapias que Mahoney y Gabriel (1987) llaman cognitivas-racionalistas existe una interpretación correcta de la realidad. Beck, Rush, Shaw y Emery (1983) p.ej. defienden que el paciente tiene una percepción y unas cogniciones distorsionadas de sí mismo y de su entorno, y el objetivo terapéutico es, mediante unas técnicas cognitivo-conductuales muy concretas, facilitar al paciente una visión más "correcta" o "realista" de una supuesta realidad cognoscible. Pero las terapias constructivistas no pretenden poder dar una interpretación correcta del problema del paciente. Este, simplemente, es invitado a cuestionar su sistema de constructos, a generar nuevas hipótesis entorno al mundo y a sí mismo y a ponerlos a prueba mediante una experiencia fuera del setting terapéutico, como si fuera una investigación empírica. La hipótesis del paciente se considera confirmada, si el nuevo constructo le resulta útil para interactuar más eficazmente con el mundo que le rodea. Esto significaría la incorporación de este nuevo constructo en el sistema de constructos de la persona. Si la hipótesis queda invalidada, el proceso de elaboración comienza de nuevo (Feixas y Villegas, 1993).

El rol del terapeuta también es diferente en cada orientación: Si asumimos que el paciente tiene que erradicar sus conceptos erróneos y cambiarlos por unos más correctos, acceptamos también que el terapeuta, sólo por el hecho de ser terapeuta, está en posesión de la verdad: le enseña al paciente cuales son las visiones y las cogniciones más correctas que tendrá que adoptar para ponerse bien. Los psicólogos constructivistas rechazan esta noción de corrección o deformación y se vuelven en contra del papel del terapeuta como experto, primero porque nadie puede estar en posesión de la verdad en un mundo no cognoscible, y segundo porque el paciente puede ser manipulado y sometido al control del terapeuta (Neimeyer, 1994). En cambio, buscan una relación de igualdad, de "experto a experto" (Feixas y Villegas, 1993), renunciando a la autoridad del terapeuta para determinar en que consiste una conducta o un pensamiento correcto.

En lo que se refiere al rol del terapeuta adleriano, su actitud es de empatía, intuición y de hacer conjeturas (raten). Mediante la empatía y la intuición se intenta un entendimiento conjetural o hipotético del paciente. Si el cliente no accepta una interpretación determinada del terapeuta, el rechazo no se tilda globalmente como una forma de resistencia, sino se admite que la interpretación no puede ser válida para el cliente. El terapeuta no manda, sólo propone. Se puede decir que terapeuta y paciente construyen juntos la interpretación del problema y las propuestas de solución. Así también, se puede entender la práctica aparentemente "psicoanalítica" de la terapia adleriana de la interpretación de los recuerdos de la infancia. Para Adler, estos recuerdos no son indicadores de acontecimientos verdaderos causantes del trastorno actual. Adler mismo contó como anécdota (Rattner, 1972) que conservaba un recuerdo suyo en el cual salía un cementerio, pero en una posterior comprobación resultó que este cementerio nunca había existido.

"Para los propósitos de la psicología no es importante, si el recuerdo (...) es un recuerdo de un acontecimiento real. Los recuerdos sólo son importantes respecto a lo que uno cree que son; respecto a su interpretación y su relación con la vida presente y futura." (Adler citado en Ansbacher y Ansbacher, 1975, p.327)

Desde una posición constructivista podemos afirmar que estos recuerdos son narrativas o incluso justificaciones de la persona para dar significado a su situación actual.

En cuanto al criterio de la verdad, Adler parece con su concepto de sentimiento de comunidad, a primera vista, caer en el apartado "racionalista" de la definición de Mahoney, por lo tanto, en el punto clave, el de la justificación del conocimiento, la teoría de Adler no sería constructivista. Si fuera así, este aspecto desmoronaría toda la concepción de la Psicología Individual como teoría constructivista: Tenemos que admitir que Adler habla no sólo de ficciones y objetivos "erróneos" (irrtümliche Ziele), sino hasta de cogniciones "antisociales" (cuando en el paciente hay una acusada falta de sentimiento de comunidad y persigue objetivos puramente egocéntricos). Adler dice apodícticamente: "Realidad es sociedad, es comunidad" (citado en Ansbacher y Ansbacher, 1975, p. 140) y habla de la "lógica férrea de la convivencia" (Adler, 1927/1981). Como ya hemos comentado más arriba, para Adler sí que existe un criterio de verdad y de racionalidad: el sentimiento de comunidad; cuanto más common sense encontramos en una conducta o un pensamiento o sentimiento, más correcto es, y más psíquicamente sana es la persona. El neurótico, según Adler, se caracteriza por su falta de sentimiento de comunidad. La terapia adleriana consiste, básicamente, en un objetivo principal: descubrir los fines fícticios erróneos y animar al paciente de cambiarlos por otros más acordes con el common sense (que pueden ser igualmente ficticios). Pero, como constata Master (1991), cuando descubrimos estos errores en el estilo de vida del paciente, no hemos descubierto "la verdad". Simplemente hemos construido una forma de entender los problemas del cliente en un contexto social; después podemos co-crear con él otras "ficciones" que le ayudan a interactuar mejor con su entorno. Estas ficciones alternativas también se ponen a prueba en la vida real del paciente por su viabilidad, y es el cliente que tiene que acceptar tanto la interpretación de "cognición errónea" como la funcionalidad de la construccion alternativa. Respecto al sentimento de comunidad como criterio de la verdad, Adler afirma:

"Resulta un hecho fundamental (...) que tenemos que contar con las reglas de juego de un grupo, como se dan por sí mismo en este planeta con la organización limitada del cuerpo humano y su rendimiento, como con una verdad absoluta, a la que nos podemos aproximar sólo paulatinamente, muchas veces después de superar errores y faltas.(...) Las exigencias de la comunidad han regulado las relaciones entre los humanos y existían ya antes de forma natural, como "verdad absoluta". (Adler, 1927/1981, p.37)

Cuando Adler habla de "verdad absoluta", no se debe entender esto en un sentido literal. Según la interpretación de Ansbacher y Ansbacher (1975), Adler quería expresar su idea de que el ser humano necesita, para orientarse, un punto de referencia: Como no existen respuestas absolutas, pero de todas maneras, necesitamos alguna orientación, para dirigir nuestra conducta, la ficción o "hipótesis de trabajo" (Ansbacher y Ansbacher) consiste en considerar la "lógica férrea de la convivencia" como si fuera la verdad absoluta. En este sentido, el sentimiento de comunidad también es una ficción, para Adler la más pragmática.

Además, el significado del sentimiento de comunidad puede variar de sociedad en sociedad y a lo largo de los tiempos, no es un valor eterno e inamovible; está sujeto a cambios y se forma y se modifica en la interacción social. Adler afirma:

"Encontraremos en el common sense contínuamente nuevas versiones. (...) Quería demostrar con esto, que el common sense puede cambiar. No es nada fijo, es la suma de todos los movimientos psíquicos racionales y comunmente reconocidos, vinculados a la estabilidad de la vida social." (citado en Ansbacher y Ansbacher, 1975, p. 154.)

En otras palabra, es una construcción social sujeta a cambios permanentes. Interpretado el concepto de sentimiento de comunidad en este sentido, se puede afirmar que Adler no postula un criterio de verdad absoluto, sino un consenso social que tiene su valor pragmático de orientación para el ser humano. Hay una corriente en el constructivismo, el construccionismo social de Gergen (1996) que pone énfasis en el papel de los procesos sociales para la construcción del significado: el conocimiento no emerge ni dentro ni fuera del individuo, sino entre las personas que interactúan, comparten y constantemente negocian los significados. Aquí también hay una aproximación entre las ideas de Adler y de al menos una teoría constructivista. Otra idea del construccionismo social es, según Barnett Pearce (1994), que la vida social se estructura según reglas de obligatoriedad. Como seres sociales nos interesa sobre todo como interactuar con los demás y averiguar qué podemos o debemos hacer o dejar de hacer. En este concepto también se pueden encontrar aproximaciones al sentimiento de comunidad adleriano.

En resumen, podemos considerar la Psicológia Adleriana como una teoría constructivista en cuanto a los cuatro criterios que hemos establecido (visión del ser humano, del mundo, del conocimiento y de la justificación) y ponerla en un lugar bajo el techo metateórico de otras escuelas constructivistas. Esta conclusión justifica que puede ser provechoso mantener el interés en este autor poco conocido en España. También puede ser interesante estudiar las posibilidades de una fertilización mútua en el sentido de una integración teóricamente progresiva de la psicoterapia, tal como la propone Neimeyer (1992). Según este modelo, dos sistemas de psicoterapia que muestran una compatibilidad metateórica, pueden dar lugar a una fertilización mútua o incluso a una síntesis, aunque trabajen con estrategias y técnicas distintas. Se podría p.ej. investigar, en qué medida la utilización de la técnica de la rejilla de Kelly puede ser útil para sistematizar la evocación de las ficciones en una terapia adleriana. También se puede estudiar un mayor uso de recuerdos de la infancia como técnica narrativa en terapias constructivistas, o interesarse más por la finalidad que tiene un determinado síntoma dentro del sistema de constructos de una persona.

 

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