DINOSAURIOS

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GENERALIDADES

El término dinosaurio fue utilizado por primera vez en 1841 por el paleontólogo británico Richard Owen. No obstante, los primeros huesos atribuidos inicialmente a reptiles desconocidos se hallaron en varias localidades del sur de Gran Bretaña en la década de 1820.

Los dinosaurios constituyeron un grupo particular de reptiles terrestres, de enorme éxito evolutivo, que dominaron nuestro planeta durante un periodo de unos 165 millones de años (entre los 230 m. a., fecha de su aparición en el Triásico Superior, y los 65 m. a., momento de su extinción al final del Cretácico), lapso de tiempo que corresponde a la mayor parte de la Era Secundaria o Mesozoico. Aún faltaban 63 m. a. para que apareciese sobre la Tierra el género humano.

A lo largo de su dilatado periodo vital, los dinosaurios se diversificaron y sufrieron numerosas transformaciones evolutivas, ocupando además una gran diversidad de nichos ecológicos, todos en tierra firme, aunque podían adentrarse esporádicamente en las aguas de lagos, pantanos, ríos y bahías; no obstante ninguno era acuático o volaba (a no ser que consideremos a las aves como sus descendientes, como apuntan los últimos estudios).

Su tamaño fue muy variable, oscilando entre el de un pájaro para los adultos más pequeños y las más de 80 toneladas de los más grandes (equivalentes al peso de aproximadamente 20 elefantes).

Los dinosaurios se pueden clasificar atendiendo a su estructura pelviana en dos grandes grupos, los saurisquios (con cadera de reptil) y los ornitisquios (con cadera de ave). Entre los primeros se encuentran los terópodos (carnívoros, bípedos y tridáctilos), y los saurópodos (herbívoros cuadrúpedos). Entre los ornitisquios destacaban los ornitópodos (herbívoros, bípedos y tridáctilos, y a veces cuadrúpedos opcionales) junto con los dinosaurios de pico de pato, los dinosaurios con placas, los dinosaurios con armadura, y los dinosaurios con cuernos, todos ellos herbívoros.

 

EL JURÁSICO

El Periodo Jurásico, con una duración de unos 62 m. a. (desde los 206 m. a. hasta los 144 m. a.) se encuentra situado entre el Triásico y el Cretácico y constituye la parte central de la Era Secundaria o Mesozoico, a su vez limitada por dos grandes eventos biológicos, la extinción finipérmica (la más devastadora de todas las conocidas) con la que comienza, y la finicretácica (la más famosa por ser en la que se extingieron los dinosaurios) con la que termina.

El término Jurásico debe su nombre a los montes del Jura situados en la frontera entre Francia y Suiza.

En cuanto a los dinosaurios se refiere, fue la época del dominio de los grandes saurópodos, que aparecieron en el Jurásico temprano y alcanzaron su máximo apogeo y diversificación en el Jurásico Superior. También en el Jurásico Superior hicieron su aparición las primeras aves. Todavía no existía la hierba, ni se habían desarrollado aún las plantas con flores.

A principios del Jurásico comenzó la disgregación progresiva del supercontinente Pangea para ir dando poco a poco al planeta el aspecto actual en la posición de los continentes y las masas de agua. En ese mundo había una ausencia aparente de hielo en los polos, y las diferencias de temperatura entre la zona polar y la ecuatorial eran mucho menos acentuadas que en la actualidad.

 

LOS DINOSAURIOS Y SUS HUELLAS

Los dinosaurios al desplazarse sobre un sedimento blando (fango o arena) producían una serie de impresiones en el mismo a las que denominamos huellas de pisada o icnitas. Al conjunto de éstas, ordenadas consecutivamente siguiendo una dirección determinada se le denomina rastro.

Las icnitas nos pueden proporcionar información sobre el comportamiento de los dinosaurios y sobre el ambiente en el que vivían. Su estudio además permite complementar los datos obtenidos a partir de restos óseos de los mismos.

A diferencia de estos últimos, que es necesario extraer de la roca y limpiar para su posterior estudio y clasificación en el laboratorio, las huellas, nos proporcionan a menudo mucha información directamente, mediante su observación en la superficie del estrato que las contiene.

El estudio de un rastro nos puede indicar si el dinosaurio era grande o pequeño, o si se comportaba de una manera bípeda o cuadrúpeda, así como la forma de los pies o de las manos y el número de dedos en cada uno de ellos. También podemos deducir la manera de desplazarse o la velocidad con que lo hacía (a paso normal, a la carrera, a saltos, etc.).

 

 

 

 

 

Observaciones y Medidas a Realizar

Entre las observaciones y medidas más habituales a realizar en un rastro de dinosaurio destacan: la forma y tamaño de cada icnita, la longitud de los dedos (en el caso de animales bípedos, habitualmente tridáctilos), los ángulos interdigitales, etc.

Basándonos en algunas de estas medidas podemos evaluar de una manera aproximada el tamaño del dinosaurio a partir de su rastro de icnitas.

Por lo general, los rastros de dinosaurios cuadrúpedos son más anchos que los de los bípedos como resultado de su diferente estructura corporal. Además, la anchura del rastro está a su vez en función inversa de la longitud de las extremidades y de la velocidad de desplazamiento del animal.

Entre los de hábito cuadrúpedo, los saurópodos se caracterizaban por dejar huellas de pies muy diferentes a las de las manos, tanto en la forma como en el tamaño. Las de los pies son más grandes, y suelen terminar en cinco dedos muy cortos, mientras que las de las manos raramente muestran impresiones de éstos. Por el contrario, otros cuadrúpedos como los dinosaurios acorazados y los dinosaurios con cuernos muestran diferencias mucho menores en la forma y tamaño de las huellas de sus extremidades anteriores y posteriores.

En las icnitas de bípedos tridáctilos, la terminación de los dedos puede ser más bien roma (ornitópodos) o bien muy puntiaguda, correspondiente a impresiones de garras (terópodos). Como puede verse, a partir de las icnitas también podemos diferenciar en muchos casos las variedades herbívoras de las carnívoras.

 

 

 

 

Fosilización de las Huellas

Para que una huella quede fosilizada en un estrato es necesario que se den con anterioridad una serie de condiciones. En primer lugar, es importante que el sedimento sobre el que se crea la huella tenga una composición distinta a la del que la rellena posteriormente, como ocurre por ejemplo cuando el dinosaurio pisa sobre fango, creando un hueco que es más tarde recubierto por arena, obteniéndose así una réplica o contramolde natural. Además, es preciso que una vez formada la huella no actúen sobre ella agentes erosivos que la destruyan, como corrientes de agua u oleaje; también pueden afectarla agentes biológicos, como las pisadas de otros dinosaurios.

Cuando un dinosaurio pisaba en un suelo blando, producía una deformación no sólo en el estrato más superficial sino además en los situados inmediatamente por debajo de él, en los que creará también impresiones de contorno cada vez más difuso y redondeado que se denominan subhuellas.

La profundidad de una determinada icnita dependerá del peso del dinosaurio y de la textura y composición del sedimento sobre el que pise. Así, por ejemplo, se crearán huellas más profundas sobre el fango blando de una charca que sobre la arena de una playa. También existirán diferencias entre dos sedimentos de la misma composición pero con distinto grado de humedad (ej. fangos cubiertos por agua o fangos secos). En el primer caso la profundidad de la huella será mayor y su contorno más difuso.

Atendiendo a su modo de locomoción los dinosaurios se pueden clasificar en bípedos y cuadrúpedos. Los primeros, como los terópodos y la mayoría de los ornitópodos caminaban erguidos como las grandes aves corredoras (avestruces), aunque algunos de ellos (ciertos ornitópodos) podían eventualmente desplazarse con las cuatro extremidades sobre el suelo. Los cuadrúpedos, como los saurópodos y los provistos de cuernos, placas y armaduras, caminaban en cambio utilizando a la vez las extremidades delanteras y traseras, como los actuales rinocerontes.

 

 

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