ACUMULACIÓN PRIMITIVA Y FORMACIÓN DEL PROLETARIADO

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Karl Marx

Introducción a la Sociología –UBA–

Cátedra Di Tella

CAPÍTULO IV (texto completo)

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A fines del siglo XIV la servidumbre había desaparecido de hecho en Inglaterra. La inmensa mayoría de la población estaba formada entonces, y más aun en el siglo XV, por campesinos libres que cultivaban por su propia cuenta, cualquiera que fuera la apariencia feudal que ocultaba su propiedad. En las grandes haciendas señoriales, el bailiff (baile), que antes también había sido siervo, fue desalojado por los arrendatarios libres. Los trabajadores asalariados agrícolas eran en parte campesinos que aprovechaban su tiempo de ocio trabajando para los grandes propietarios; en parte una clase independiente de trabajadores asalariados propiamente dichos, relativa y absolutamente poco numerosa. Pero también a estos últimos se les concedían cottages con 4 o más acres de tierra de cultivo. Disfrutaban además, como los labradores propiamente dichos, del usufructo de la tierra común, en la que pacía su ganado, la cual los proveía al propio tiempo de medios de calefacción, leña, turba. En todos los países de Europa la producción feudal estaba caracterizada por la división del suelo entre el mayor número posible de súbditos. El poder del señor feudal, como el de todo soberano, no dependía del monto de sus rentas, sino del número de sus vasallos, y éste dependía del número de los campesinos autónomos. Por consiguiente, aunque después de la conquista normanda el suelo inglés había sido dividido en gigantescas baronías, algunas de las cuales comprendían 900 de los antiguos señoríos anglosajones, estaba sembrado de pequeñas haciendas de labradores, interrumpidas solamente aquí y allá por grandes dominios señoriales. Esas circunstancias, coincidiendo con el florecimiento de las ciudades del siglo XV, dieron lugar a esa riqueza del pueblo, que tan elocuentemente pinta el canciller Fortescue en sus Laudibus Legum Angliae, pero excluían la riqueza capitalista.

El preludio de la revolución que echó las bases del modo de producción capitalista pasa en el último tercio del siglo XV y los primeros decenios del siglo XVI. El licenciamiento de los séquitos feudales, que, como dice con razón Sir James Steuart, "llenaban inútilmente la casa y el patio", arrojó entonces al mercado del trabajo una cantidad de proletarios libres como los pájaros. Aunque el poder real, que también era un producto del desarrollo burgués, en su tendencia a la soberanía absoluta, aceleró violentamente la disolución de esos séquitos, no fue en manera alguna su única causa. En abierta oposición a la realeza y al Parlamento, el gran señor feudal creó un proletariado desproporcionadamente grande, echando violentamente a los campesinos del suelo, al cual tenían en el orden feudal tanto derecho como él, y usurpando sus tierras comunales. El impulso inmediato a todo esto fue dado en Inglaterra por el florecimiento de la manufactura de la lana en Flandes y el correspondiente alza del precio de la lana. Las grandes guerras feudales habían devorado a la antigua nobleza feudal, y la nueva era hija de su tiempo, que veía en el dinero el poder de los poderes. Su consigna fue, pues, la transformación de la tierra de cultivo en campo para ovejas. En su Description of England, Prefixed to Holinshed´s Chronicles, pinta Harrison la ruina del país por la expropiación de los campesinos. "What care ourgreat incroachers!" (¡Qué les importa a nuestros grandes usurpadores!) Las habitaciones de los campesinos y los cottages de los trabajadores fueron derribados a la fuerza o destinados a la ruina. "Si se compara -dice Harrison- los antiguos inventarios de cada hacienda señorial, se encontrará que innumerables casas y pequeñas haciendas han desaparecido, que el país alimenta mucha menos gente, que muchas ciudades han decaído, aunque florecen algunas nuevas... Podría hablar de ciudades y aldeas destruidas para formar campos de ovejas, en los cuales sólo hay ahora las casas señoriales."

En el siglo XVI, el violento proceso de expropiación de la masa del pueblo recibió un nuevo y terrible impulso de la Reforma y, su consecuencia, el colosal robo de los bienes de la Iglesia. En la época de la Reforma, la iglesia católica era la propietaria feudal de una gran parte del suelo inglés. La usurpación de los claustros, etc., arrojó a sus habitantes en el proletariado. En cuanto a los bienes de la Iglesia, fueron en gran parte regalados a rapaces favoritos del rey o vendidos por precios ridículos a especuladores, arrendatarios y burgueses de la ciudad, que expulsaron en masa a los antiguos ocupantes hereditarios y trastornaron la producción. La propiedad de la parte de los diezmos de la Iglesia que la ley garantizaba a los campesinos pobres, fue confiscada en silencio. "Pauper ubique jacet", exclamó la reina Isabel después de haber recorrido Inglaterra. En el año 43 de su gobierno fue necesario, por fin, reconocer oficialmente el pauperismo estableciendo el impuesto de pobres. “Los autores de esta ley tuvieron vergüenza de expresar sus fundamentos, y, contra el uso tradicional, la dieron a la publicidad sin preámbulo alguno." Carlos I la declaró perpetua, y, en realidad, sólo en 1834 adquirió una forma nueva y más rígida. Estos efectos inmediatos de la Reforma no fueron los más duraderos. La propiedad de la Iglesia era el baluarte religioso de las antiguas relaciones de propiedad territorial. Al caer aquélla, éstas ya no pudieron sostenerse.

El robo de los bienes de la Iglesia, la fraudulenta enajenación de los dominios del Estado, la rapiña de la propiedad comunal, la transformación de la propiedad feudal y de clan en propiedad privada moderna, usurpación realizada con el más inconsiderado terrorismo, han sido otros tantos métodos idílicos de la acumulación primitiva. Han conquistado el campo para la agricultura capitalista, han incorporado el suelo al capital y han creado el proletariado libre y sin arraigo, necesario para la industria de las ciudades.

La naciente manufactura no podía, naturalmente, absorber al proletariado tan pronto como lo echaban al mundo la disolución de los séquitos feudales y la violenta y brusca expropiación del suelo. Por otra parte, esa gente no podía someterse a la disciplina del nuevo estado de cosas tan rápidamente como había sido arrancada a sus condiciones ordinarias de vida. Formóse, pues, una masa de mendigos, bandoleros y vagabundos, en parte por inclinación, en parte por la fuerza de las circunstancias. De ahí la legislación sanguinaria que a fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI reina en el oeste de Europa contra la vagancia. Los padres de la actual clase trabajadora fueron castigados por haber sido transformados en vagabundos y pobres. La legislación los trató como a criminales "voluntarios", suponiendo que dependía de la buena voluntad de ellos el continuar trabajando en las antiguas condiciones que ya no existían.

No basta que las condiciones del trabajo estén en un polo como capital y en el otro como hombres que nada tienen que vender sino su fuerza de trabajo. No basta tampoco obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el curso de la producción capitalista desarróllase una clase trabajadora que, por educación, tradición y costumbre, reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes evidentemente naturales. Una vez establecido el proceso de la producción capitalista, su organización vence toda resistencia, la constante generación de un exceso relativo de población mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo, y, por lo tanto, el salario del trabajo, en la norma correspondiente a las necesidades de valorización del capital, y la silenciosa presión de las relaciones económicas confirma el dominio del capitalista sobre el trabajador. Es cierto que siempre se emplea la fuerza inmediata, extraña a la economía, pero sólo por excepción. Para la marcha ordinaria de las cosas puede ser entregado el trabajador a las "leyes naturales de la producción", es decir, a su dependencia del capital, resultante de las condiciones mismas de la producción y garantizada y eternizada por ellas. Otra cosa es durante la génesis histórica de la producción capitalista. La naciente burguesía necesita y emplea la fuerza del Estado para "regular" los salarios, es decir, para imponer las limitaciones que favorecen el aumento de las ganancias, alargar la jornada de trabajo y tener al trabajador en el grado normal de dependencia. Este es un elemento esencial de la titulada acumulación primitiva.

El descubrimiento de los países de América ricos en oro y plata; el exterminio, el esclavizamiento y el enterramiento de la población nativa en las minas; el principio de la conquista y del saqueo de la India Oriental; la transformación de África en un cercado para la caza comercial de los pieles-negras, señalan la aurora de la era capitalista. Esos idílicos procesos son factores culminantes de la acumulación primitiva. Viene enseguida la guerra comercial de las naciones europeas, cuyo teatro es la tierra entera. Se inaugura con la insurrección de los Países Bajos contra España, adquiere proporciones gigantescas en la guerra antijacobina de Inglaterra, se prolonga aún en las guerras del opio contra China, etcétera.

Los diversos elementos de la acumulación primitiva distribúyense, en serie más o menos cronológica, sobre todo en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. A fines del siglo XVII Inglaterra los combina sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de las deudas de Estado, el sistema moderno de impuestos y de proteccionismo. Esos métodos se basan en parte, por ejemplo el sistema colonial, sobre la violencia más brutal. Pero todos utilizaban el poder del Estado, la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para apurar artificialmente el proceso de transformación del modo feudal de producción en el capitalista y abreviar la transición. La fuerza es la partera de toda vieja sociedad embarazada de otra nueva. También es una potencia económica.

Cuanto al sistema colonial cristiano, véase lo que dice W. Howitt, hombre que del cristianismo hace una especialidad: "Los actos de barbarie y las atroces crueldades de las razas llamadas cristianas en todas las regiones del mundo y contra todos los pueblos que han podido subyugar, no tienen paralelo en época alguna de la historia universal, ni en otra raza alguna, ni aun en las más salvaje e inculta, impía y desvergonzada". La historia del régimen colonial holandés -y Holanda era en el siglo XVII la nación capitalista modelo- "ofrece un cuadro de traición, corrupción, asesinato e infamia que no es posible superar". Nada más característico que su sistema del robo de hombres en Célebes para tenerlos de esclavos en Java. Los ladrones de hombres eran educados a ese fin. El ladrón, el intérprete y el vendedor eran los agentes principales de ese comercio, y los príncipes indígenas los principales vendedores. Los jóvenes robados eran ocultados en las prisiones secretas de Célebes hasta que habían madurado para ser enviados a los buques de esclavos. Un informe oficial dice: "Esta ciudad de Makassar, por ejemplo, está llena de prisiones secretas, a cual más espantosa, atestadas de miserables seres, víctimas de la codicia y la tiranía, violentamente arrancados a sus familias y cargados de cadenas". Para apoderarse de Malaca, los holandeses sobornaron al gobernador portugués. En 1641 éste los dejó entrar en la ciudad. Lo primero que hicieron fue ir a su casa y asesinarlo, para abstenerse de pagarle el precio de 21.875 libras esterlinas convenido por su traición. Donde ellos ponían sus pies, iban la devastación y la despoblación. La provincia javanesa de Banjuwangi contaba en 1750 más de 80.000 habitantes, y en 1811 solamente 8.000. ¡Tal es el doux commerce!

Los naturales eran, naturalmente, tratados de la manera más bárbara en las plantaciones destinadas únicamente al comercio de exportación, y en los países ricos y densamente poblados, como México y la India Oriental, entregados a la rapiña. Pero en las colonias propiamente dichas tampoco dejó de verse el carácter cristiano de la acumulación primitiva. Aquellos austeros virtuosos del protestantismo, los puritanos de Nueva Inglaterra, establecieron en 1703, por resolución de su Assembly, un premio de cuarenta libras esterlinas por cada scalp indio y cada prisionero piel-roja; en 1720, un premio de 100 libras esterlinas por cada scalp, y en 1744, después que Massachusetts-Bay hubo declarado rebelde a cierta tribu, los premios siguientes: ¡por cada scalp de hombre, de doce o más años, 100 libras esterlinas del nuevo tipo monetario; por un prisionero varón, 105 libras esterlinas; por una mujer o un niño prisioneros, 50 libras esterlinas; por cada scalp de mujer o de niño, 50 libras esterlinas! Algunas décadas después vengábase el sistema colonial sobre los descendientes de los devotos pilgrim fathers, que en el intervalo habíanse vuelto revoltosos. Por instigación y paga inglesas, ellos fueron tomahawked. El Parlamento británico declaró que los perros de presa y los indios que arrancaban el scalp a los colonos eran "rnedios que Dios y la Naturaleza habían puesto en sus manos".

El sistema colonial maduró como en invernáculo el comercio y la navegación. Los Gesellschaften Monopolia de Lutero fueron poderosas palancas de la concentración capitalista. Las colonias aseguraban a las nacientes manufacturas un mercado de venta y una acumulación multiplicada por el monopolio del mercado. El tesoro directamente arrancado fuera de Europa, por medio del saqueo, de la esclavización y del asesinato, refluía a la madre patria y se transformaba allí en capital. Holanda, la primera en desarrollar por completo el sistema colonial, estaba ya en 1648 en el apogeo de su grandeza comercial. (La idea de tomarme el trabajo de transcribir todo el texto es para que puedas acceder al material de estudio de manera gratuita, hacé el esfuerzo y seguí la cadena: topbirra@yahoo.com.ar) Tenía "la casi exclusiva posesión del comercio de India Oriental y del tráfico entre el suroeste y el nordeste de Europa. Sus pesquerías, su marina, sus manufacturas, superaban a las de cualquier otro país. Los capitales de la república eran quizá más considerables que los de todo el resto de Europa juntos". Gülich se olvida de agregar: la masa del pueblo holandés estaba ya en 1648 más recargada de trabajo, empobrecida y brutalmente oprimida que las de todo el resto de Europa.

Al desarrollarse la producción capitalista durante el período manufacturero, la opinión pública de Europa había perdido el último resto de pudor y de conciencia. Las naciones se jactaban cínicamente de toda infamia conducente a la acumulación de capital. Léanse, por ejemplo, los ingenuos anales comerciales del buen A. Anderson. Este pregona, como un triunfo de la sabiduría política inglesa, el hecho de que en la paz de Utrecht Inglaterra arrancó a España, por el tratado de asiento, el privilegio de poder hacer entre Africa y la América española el comercio de negros, que hasta entonces sólo había practicado entre África y las Indias Occidentales inglesas. Inglaterra adquirió el derecho de proveer a la América española hasta 1743 de 4.800 negros. Esto ofrecía al propio tiempo una cubierta oficial para el contrabando británico. El tráfico de esclavos fue la base del engrandecimiento de Liverpool. Ese fue su método de acumulación primitiva. Y hasta hoy día las notabilidades de Liverpool cantan al comercio de esclavos, que -véase la obra citada del Dr. Aikin, de 1795- "eleva hasta la pasión el espíritu de empresa comercial, forma excelentes marinos y produce enormemente dinero". Liverpool empleaba en el comercio de esclavos: en 1730, 15 buques; en 1751, 53; en 1760, 74; en 1770, 96, y en 1792 , 132.

Al propio tiempo que introducía en Inglaterra la esclavitud de los niños, la industria algodonera daba en los Estados Unidos el impulso a la transformación de la economía de esclavos, antes más o menos patriarcal, en un sistema de explotación comercial. La esclavitud sans phrase en el Nuevo Mundo era necesaria como pedestal de la esclavitud disimulada de los trabajadores asalariados de Europa.

Tantae molis erat dar a luz las "eternas leyes naturales- del modo capitalista de producción, consumar el divorcio entre los trabajadores y los elementos de trabajo, transformar en un polo los medios sociales de producción y de subsistencia en capital, y en el polo opuesto la masa del pueblo en trabajadores asalariados, en libres "pobres trabajadores", obra de arte en la historia moderna. Si el dinero, según Augier, "viene al mundo con manchas naturales de sangre en una de sus caras", el capital aparece de los pies a la cabeza sudando sangre y lodo por todos sus poros. 

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