LUDWIG WITTGENSTEIN: ASPECTOS PEDAGÓGICOS DE LA FILOSOFÍA TERAPÉUTICA

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Silvia Rivera
Universidad de Buenos Aires

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ABSTRACT: A partir de la contraposición entre la filosofía dogmática o patológica y la filosofía positiva, entendida como práctica de estudio y crítica del lenguaje guiada por un objetivo terapéutico, es el propósito de este trabajo desplegar los aspectos pedagógicos contenidos en este último concepto, tal como se presenta en los último trabajos del filósofo austríaco, Ludwig Wittgenstein. Para esto se identifican primero, y se analizan después, los distintos terapéuticas, destinados, en un primer momento, a acompañer al discípulo-lector en la búsqueda de la salida del laberinto de significados en el que estamos cautivos; y en un segundo momento, a guiarlo en el proceso de modificación de la dirección de la mirada que permite establecer las conexiones entre los diferentes juegos de lenguaje y entre estos y las formas de vida que le corresponden, y que Wittgenstein denomina 'visión sinóptica.'

 

Tanto en el Tractatus como en las Investigaciones Filosóficas Wittgenstein contrapone dos conceptos de filosofía. Por una parte, el concepto dogmático y tradicional, caracterizado en el Tractatus a partir del peculiar status de sus proposiciones, que se presentan como "sinsentidos" (Unsinning). (1) Estos sinsentidos provienen de la falta de comprensión de la lógica de nuestro lenguaje. Por otra parte, para descubrirlos y evitarlos Wittgenstein nos propone el ejercicio de una filosofía positiva, es decir, activa. La filosofía positiva se manifiesta como una constante actividad de crítica del lenguaje que, con el objetivo de esclarecer las proposiciones, procede por medio de "elucidaciones". (2)

En 1929, después de casi una década de intenso trabajo -como alfabetizador en escuelas de diversas aldeas austríacas, como jardinero en un convento y como arquitecto en Viena- Wittgenstein retorna a Cambridge y reinicia la actividad académica sorprendiendo a sus alumnos con un estilo inédito, que expresa un nuevo modo de entender el significado. En rigor de verdad, esta nueva concepción del significado como uso se halla ya predelineda en el Tractatus. (3) En efecto, en diversos pasajes del Tractatus y también del Diario Filosófico Wittgenstein afirma que entender el significado de un término supone relevar su uso, si bien se trata del uso entendido como aplicación lógico-sintáctica. Sin embargo, son las nuevas categorías de análisis que Wittgenstein incorpora a su regreso a Cambridge -"juegos de lenguaje" y "formas de vida"- las que enriquecen las posibilidades contenidas en la identificación de significado y uso. Al mismo tiempo, ellas introducen nuevos matices -entre ellos un fuerte matiz pedagógico- en el concepto positivo de filosofía que en esta época maneja Wittgenstein: el de "filosofía terapéutica".

Expresarse en términos de "juegos de lenguaje" supone, en primer lugar, negar la existencia de una esencia común a todas las lenguas históricas. Esto implica asentarse firmemente en el reconocimiento de la contingencia e historicidad de los significados. Porque sólo es posible comprender el significado de un término considerando el contexto o situación en el que es utilizado. De este modo todo juego de lenguaje nos remite siempre a una forma de vida de la que surge y a la que contribuye a articular. "Llamaré 'juego de lenguaje' al todo formado y las acciones con las que está entretejido". (4) Es por esto que, en segundo lugar, expresarse en términos de "juegos de lenguaje" supone, en última instancia, revisar la relación establecida entre teoría y praxis. Hablar un lenguaje no es algo teórico, la manifestación de un estado, o proceso mental, ya sea de comprensión o significado. Hablar un lenguaje es una práctica. Concretamente, una práctica que se basa en la acción de seguir reglas. Y la gramática de la expresión "seguir una regla" nos advierte que se necesita en todos los casos un entorno institucional que fije tanto los contenidos como los criterios públicos de corrección o incorrección en el seguimiento de reglas. Esta es la consecuencia directa del discutido argumento wittgensteiniano contra la posibilidad de un lenguaje privado. (5) Toda práctica es, pues, una práctica social. Y todos aquellas actividades intelectuales que la filosofía acostumbra agrupar bajo el dominio de la teoría, (significar, comprender, deducir, inferir, etc.) se nos revelan, a partir del análisis wittgensteiniano, como prácticas sociales.

Para esclarecer las características y función de la filosofía terapéutica, Wittgenstein procede nuevamente en esta ocasión -como ya lo hiciera en el Tractatus- a contraponerla con la filosofía dogmática que es presentada, en las Investigaciones Filosóficas bajo la metáfora de la enfermedad. Se trata de precisar la peculiar patología filosófica que aproxima a los hombres a moscas encerradas en una botella, (6) que aletean sin cesar mientras buscan infructuosamente una salida. Cautivos en la jaula que el lenguaje construye para nosotros, los filósofos parecen condenados a transitar una y otra vez los mismos significados, inevitablemente:

Una figura nos tuvo cautivos. Y no podíamos salir pues reside en nuestro lenguaje y éste parece repetírnosla inexorablemente. (7) (C y V parágrafo 75).

Esta enfermedad filosófica radica en un cierto uso ilegítimo del lenguaje. Para descubrirlo Wittgenstein acepta el desafío de recorrer hasta sus últimas consecuencias los caminos por los que nos conducen los temas principales de la filosofía dogmática, para mostrarnos las trampas que nos tiende su condición aporética. Estas aporías se producen cuando el lenguaje "hace fiestas", (8) es decir, cuando sale de vacaciones: "Los problemas que nos ocupan surgen cuando el lenguaje marcha en el vacío, no cuando trabaja". (9) Porque la filosofía tradicional despoja a las palabras de aquello que les da vida: sus usos cotidianos y las situaciones concretas en las que estos usos se efectivizan. Persiguiendo esencias, conceptos puros, procesos inmateriales y fundamentaciones últimas, los filósofos sólo han logrado crear un reino de fantasmas. Lo grave es que su perversión nos seduce y fascina al punto de convertirnos en enfermos complacidos que se resisten a la cura, entre otros motivos para conservar el privilegio ganado en años: el sitio de honor reservado para la Verdad y el Saber absolutos. Porque si bien se presenta bajo la máscara de la pura y desinteresada teoría, lo cierto es que el discurso de la filosofía tradicional ocupa un lugar de poder en nuestra sociedad. Desde allí produce efectos innegables, garantizando el sistema de creencias establecidas y las prácticas sociales que a ellas le corresponden. Al enmascarar la relación existente entre nuestras prácticas y nuestros conceptos empobrece en forma alarmante nuestra capacidad de acción. El discurso filosófico oculta de modo deliberado sus condicionamientos y el modo de funcionamiento de sus conceptos, aislándose en un pretendido reino de universalidad y objetividad absolutas. Pero la consecuencia inevitable de este aislamiento del lenguaje es que queda sin contención su poder de crear ídolos. "En nuestro lenguaje hay anclada toda una filosofía", (10) afirma Wittgenstein, al tiempo que nos muestra como, ya desde el más puro y formal nivel sintáctico, el lenguaje nos obliga a pensar en términos de sustancia, sujeto, causa, fundamento... El privilegio de la práctica filosófica, tal como la conocemos se asienta en supersticiones y prejuicios, (11) y es necesario reconocerlos primero, para poder luego pasar a desactivarlos.

La filosofía terapéutica se construye como un peculiar trabajo de estudio y crítica del lenguaje. Porque si en el lenguaje reside la causa de la enfermedad de la filosofía dogmática, en el lenguaje se encuentra también la clave para su cura. La alternativa es dirigir otra vez nuestra mirada hacia el lenguaje, pero ahora desde una diferente perspectiva. Por esto, la modalidad de esta tarea no es ya la propia de análisis filosófico. (12) No se trata de descubrir la inmutable forma lógica de nuestras proposiciones o construir lenguajes artificiales que excluyan toda vaguedad y ambigüedad a través de las rígidas reglamentaciones de sus leyes lógicas. Wittgenstein tiene claro que no aspira a un ideal, porque nuestro lenguaje "está en orden así como está". (13)

Aceptar esto no es fácil, porque grande es la fascinación que ejerce en nosotros el ideal de la perfección e inmutabilidad. Ideal al que difícilmente se adecuan las cosas y las palabras que cotidianamente manejamos:

Cuanto más cerca examinamos el lenguaje efectivo, más grande se vuelve el conflicto entre él y nuestra exigencia. (La pureza cristalina de la lógica no me era dada como resultado: sino que era una exigencia). El conflicto se vuelve insoportable, la exigencia amenaza ahora convertirse en algo vacío- Vamos a parar a terreno helado donde falta la fricción y así las condiciones son en cierto sentido ideales, pero también por eso no podemos avanzar. Queremos avanzar, por ello necesitamos la fricción. ¡Vuelta a terreno áspero!. (14)

Y es precisamente describiendo nuestros cotidianos usos del lenguaje como regresamos al suelo áspero de la práctica lingüística cotidiana. La filosofía terapéutica se implementa como estudio y crítica del lenguaje, pero no guiada por las exigencias de la lógica, sino por la constatación de las peculiaridades del lenguaje que de hecho tenemos. A esta práctica filosófica Wittgenstein reconoce una tarea importante: retrotraer las palabras del lenguaje filosófico que gira en el vacío de lo pretendidos significados puros a las situaciones concretas en las que comúnmente son utilizadas.

Queda claro que la filosofía terapéutica no se presenta como teoría sino como pura actividad. Esta actividad tiene en un primer momento un objetivo crítico: la destrucción de las ilusiones filosóficas mediante una adecuada descripción o relevamiento de nuestras formas habituales de hablar. Pero esta descripción debe implementarse de modo tal que las relaciones entre nuestros usos de las palabras y la praxis en las que están anclada, esto es la red de relaciones institucionales de poder en torno a la cual se articula la forma de vida que constituye ese significado.

A partir de aquí es posible distinguir distintos momentos en la práctica de crítica del lenguaje denominada por Wittgenstein "filosofía terapéutica". Cada uno de ellos, lejos de resolverse en una identidad acabada, se construye a partir de superposición de métodos diversos en los que sin embargo es posible reconocer un cierto aire de familia. Este aire de familia se hace explícito en el nombre con que Wittgenstein bautiza a su modo peculiar de entender la actividad positiva de la filosofía: "No hay un único método en filosofía, si bien hay realmente métodos, como diferentes terapias". (15) El primer momento, que podríamos llamar crítico o desconstructivo, se articula a su vez en dos etapas: La primera, orientada a señalar e identificar la enfermedad característica de la filosofía nos sensibiliza en el reconocimiento de las trampas en las que nos encierran sus temas principales -la sobredimensión del juego nominativo del lenguaje, la búsqueda de esencias, la asimilación de la comprensión y el significado a estados o procesos mentales, la ilusión de la viabilidad de fundamentaciones últimas e instancias metacríticas-:

El lenguaje ha preparado las mismas trampas para todos, la inmensa red de caminos equivocados transitables. Y así vemos como uno tras otro los hombres siguen los mismos caminos y sabemos dónde van a doblar, dónde seguirán derecho sin ver la desviación, etc. Así, pues, yo debería poner señales en todos los lugares de los que parten caminos equivocados, para ayudar a pasar los puntos peligrosos. (16)

La segunda, que precisamente se apoya en la posibilidad de sortear estas trampas, consiste en el reconocimiento y afirmación

del carácter histórico del discurso filosófico, de la contingencia de sus conceptos y problemas, de su solidaridad con las formas de vida con las que se entrelaza. Aspectos que los filósofos se empeñaron en ocultar durante siglos a través de artilugios destinados a operar la "sustracción del discurso filosófico al condicionamiento". (17) Para esto Wittgenstein recurre a diversos métodos terapéuticos. Por ejemplo, ejercitarse en imaginar el transcurso histórico de la evolución de nuestros pensamientos de modo distinto a como efectivamente aconteció. (18) O también, inventar juegos de lenguaje y formas de vida alternativas, correspondientes a tribus lejanas y exóticas, diferentes a todas las conocidas. (19) De este modo nos acercamos al segundo momento de la filosofía terapéutica, que se construye sobre la base de minuciosas descripciones de nuestros juegos de lenguaje cotidianos. Se trata de "compilar recuerdos para una finalidad determinada". Ocurre, sin embargo, que tan pronto como desplegamos esta finalidad advertimos en toda su extensión los aspectos pedagógicos que de algún modo se insinuaban ya en los momentos anteriores de la filosofía terapéutica.

En efecto, en el primer momento se implementan instrumentos para lograr un cambio en la mirada propia y ajena que nos permita liberarnos de las trampas del lenguaje filosófico. A través de la descripción de los usos ilegítimos -es decir "desarraigados"- a veces levemente exagerados con el objetivo de enfatizar la disfuncionalidad, el lector o discípulo puede reconocer las dificultades y deformaciones y proceder a corregirlas, reconduciendo las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano. (20) Pero debe apresarlas profundamente, "arrancarlas de raíz" para poder empezar así un nuevo modo de pensar y por lo tanto también de ver las cosas. (21) Por esto, en un segundo momento, solidario e indisoluble del primero, el lector o discípulo es guiado -también a través de minuciosas y pacientes descripciones- hacia la adquisición de una "visión sinóptica" que le permita abarcar la red de conexiones existentes entre nuestros juegos de lenguaje y también entre estos y las respectivas formas de vida: "El pensador se parece mucho al delineante que quiere marcar todas las conexiones". (22)

Wittgenstein insiste, una y otra vez, en que el procedimiento indicado para marcar estas conexiones no es en modo alguno la explicación sino la descripción: la descripción de los usos lingüísticos. La práctica filosófica se aleja así del modelo científico. No reemplaza una teoría por otra, y por lo tanto puede dejar la sensación de que se han destruido cosas importantes y que nada deja a cambio. Pero las cosas importantes no eran sino las cadenas que nos amarraban a una equivocada concepción del lenguaje y de su relación con el mundo. Y lo que nos deja a cambio son instrumentos que nos acercan la posibilidad de trabajar sobre nosotros mismos trabajando sobre el lenguaje. Por lo tanto el cambio que opera su práctica es mucho más sutil, pero también mucho más radical, que cualquier cambio que se produzca en el nivel de los conceptos. Porque trabajando sobre la propia comprensión se transforma nuestra manera de ver las cosas, y se modifican, al mismo tiempo, nuestras expectativas. Es decir, "lo que nosotros exigimos de ellas". (23)

A partir de una práctica filosófica en apariencia inocente, el propio Wittgenstein dice que "deja todo como está", (24) es posible recuperar plenamente la capacidad de acción de los hombres. No es que Wittgenstein creyera que la filosofía terapéutica era capaz de cambiar el mundo, pero sí creía que al cambiar la dirección de nuestra mirada era la condición de posibilidad de todo cambio. La visión sinóptica no sólo nos permite revelar desajustes o desfasajes entre las prácticas y los conceptos sino que nos permite identificar alternativas que permanecen ocultas bajo los efectos de poder de los discursos hegemónicos.

Indudablemente se trata de un aprendizaje arduo, que se actualiza a través de una experiencia personal e intransferible y que se halla orientado por el objetivo de la recuperación de la justeza de la mirada, opacada por la tan mentada enfermedad filosófica. Ninguna explicación o transmisión de contenidos puede ayudar en esta tarea. Pero sí ayuda acompañar a los hombres señalándoles los cruces peligrosos y acercándoles instrumentos metodológicos para que puedan continuar en camino, no sin antes advertirles que nunca se llega al lugar de la Verdad o el Saber sino que se trata de una actividad constante. Porque para Wittgenstein, la filosofía en su sentido terapéutico o positivo es la permanente lucha "contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje". (25) Y considero que en los textos del llamado "último Wittgenstein -especialmente en las Investigaciones Filosóficas y en las Observaciones a los Fundamentos de la Matemática, es posible advertir una reflexión clara, aunque implícita y asistemática, sobre de estos métodos que se presentan como terapias, destinada a multiplicarlos y optimizarlos.

 

Notas

(1) Wittgenstein explícitamente diferencia estos sinsentidos de la metafísica clásica de los enunciados carentes de sentido (Sinnlos), como las leyes lógicas y matemáticas, que pertenecen al simbolismo como caso límite del mismo. (CF. WITTGENSTEIN, LUDWIG Tractatus Logico-philosophicus (en adelante T.L.P.), Madrid, Alianza, 1979, 4.461 y ss.).

(2) T.L.P. 4.112.

(3) La relación entre "significado" y "uso" está ya presente en el Tractatus. En la proposición 3.32 Wittgenstein establece la distinción entre signo y símbolo. El signo es el soporte sensible -constituido por sonidos hablados o escritos- del símbolo: "el signo es la parte del símbolo perceptible por los sentidos". Puede ocurrir que símbolos diferentes compartan un signo común. Cuando esto ocurre, los signos, a pesar de ser iguales, significan de distinta manera. Y es el uso el que nos permite reconocer la diferencia, detectando el símbolo en el signo; "el signo determina una forma lógica sólo unido a su aplicación lógico sintáctica' (T.L.P. 3.327); y también "el modo como el lenguaje designa se refleja en su uso' (WITTGNSTEIN, LUDWIG Diario Filosófico (1914-1916) Barcelona, Planeta -Agostini, 1986. La referencia al "uso" de un término se presenta en estos pasajes como una condición necesaria para la determinación del significado de un término. Sin embargo, el concepto de uso se limita a la aplicación lógico-sintáctica de los signos.

(4) WITTGENSTEIN, LUDWIG Investigaciones Filosóficas (en adelante I.F.), Barcelona, Crítica, 1988, parágrafo 17.

(5) Cf. KIPKE, SAUL Wittgenstein: reglas y lenguaje privado, México, UNAM, 1989.

(6) Cf. I.F. parágrafo 309.

(7) I.F. parágrafo 115.

(8) I.F. parágrafo 38.

(9) I. F. parágrafo 132.

(10) WITTGENSTEIN, LUDWIG "Observaciones sobre 'la rama dorada' de Frazer" en Vortrag über Ethik und andere kleine Schriften, Frnakafurt, Suhrkhamp, 1989.

(11) Cf. Parágrafo 110.

(12) Utilizo aquí la expresión análisis filosófico para referirme a los objetivos y métodos de la primera filosofía analítica, tal como se conforma a partir de los trabajos de Russell y Moore.

(13) I.F. parágrafo 98.

(14) I.F. parágrafo 107.

(15) I. F. Parágrafo 133.

(16) WITTGENSTEIN, LUDWIG Cultura y valor (En adelante CV), Madrid, Espasa Calpe, 1995, parágrafo 94.

(17) Cf. ROSSI-LANDI, FERRRUCCIO, Ideología, Barcelona, Labor, 1980, p. 301.

(18) Cf. C.V. parágrafo 201.

(19) Cf. WITTGENSTEIN, LUDWIG Observaciones a los fundamentos de la matemática, Madrid, Alianza.

(20) Cf. I. F. Parágrafo 116.

(21) Cf. C.V. parágrafo 274.

(22) C.V. parágrafo 59.

(23) C.V. parágrafo 84.

(24) I.F parágrafo 24.

(25) I.F. 109. 

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