LA FILOSOFÍA EN MÉXICO

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Guillermo Héctor Rodríguez

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 México 1949
Edición del texto contenido en un opúsculo publicado en México en 1949, formato 228×170 mm, de 34 páginas más cubiertas.
Se señala entre corchetes el número que corresponde al inicio de cada página en esa edición impresa.

Índice

La Filosofía en México

Instituciones en las que se estudia y enseña la Filosofía

La libertad de enseñanza y la Filosofía Escolástica

El Positivismo y la Filosofía Irracionalista, Romántica e Intuicionista

La Fenomenología

El Marxismo

El periodismo existencialista e historicista

La Filosofía Crítica en México

Labor dialéctica

La concepción autonomista del mundo y de la vida

La Filosofía como filosofar

Los problemas del filosofar

La Filosofía Crítica es científica

La Filosofía y su fieri

El método crítico. La Lógica del Origen

Las direcciones progresivas del factum histórico y las ciencias filosóficas fundamentales

La Ética. Su objeto y su método

El origen de lo humano

Concepto e idea de la libertad

La Psicología y la Pedagogía

La Estética. El origen teorético de lo artístico

La Idea de Filosofía

La Psicología. Su objeto y su método

Cómo creemos ser y seguir siendo legítimos discípulos de Kant

I
La Filosofía en México

El examen de conciencia del presente filosófico de México entraña graves responsabilidades que estamos dispuestos a satisfacer dentro de nuestros humildes recursos.

Los juicios que vamos a exponer van a significar para nosotros el trabajo de prepararnos a contestar varias objeciones, que es lógico que se nos hagan, aunque no las esperamos. Mas esto no ha de arredramos. Tratándose de problemas filosóficos: «qué importo yo, qué importan los demás, sólo importa la verdad».{1}

 

II
Instituciones en las que se estudia y enseña la Filosofía

En nuestra Universidad Nacional tenemos una Facultad de Filosofía y Letras que edita la revista: «Filosofía y Letras».

En la Escuela Nacional Preparatoria, en donde se forman los bachilleres, se imparten asignaturas filosóficas. Igualmente en las Escuelas Normales para Maestros.

Dentro de la misma Universidad existe un Instituto de Estudios Filosóficos que trabaja con regularidad.

Además, funciona una Mesa Redonda de Filosofía, organizada por estudiantes. [8]

Hemos de contar, todavía, dentro de la Universidad, al «Círculo de Amigos de la Filosofía Crítica», domiciliado en la Facultad de Filosofía, el cual publica la «Gaceta Filosófica» de los Neokantianos de México, hace traducciones y edita libros.

En el seno de nuestra Universidad, en su Estatuto constitucional, ha quedado admitido el principio de la libertad de enseñanza universitaria, del que hacemos uso los catedráticos, en nuestros trabajos.

Fuera de la Universidad Nacional, con presupuesto propio, hay una Facultad de Filosofía y Letras regentada por elementos confesionales de la Iglesia Católica, y una Universidad Obrera, fundada y dirigida por socialistas marxistas.

 

III
La libertad de enseñanza y la Filosofía Escolástica

La libertad que nuestro Gobierno ha establecido para la enseñanza universitaria, ha hecho posible que nuestra cultura cuente con direcciones filosóficas diversas a la escolástica que, tradicionalmente, había imperado en México y la cual ha sufrido graves quebrantos desde los días del movimiento reformista de don Benito Juárez (Leyes de Reforma y Constitución Política Mexicana de 1857), al grado de que, en la actualidad, uno de los más destacados representantes de ella, llamándola «neoescolástica», dice que el movimiento neoescolástico actual en México luce menos que el de otros países y que «ello se debe a su falta de organización en sociedades adecuadas, a la falta de publicaciones periódicas especializadas, y también, a la excesiva timidez de sus cultivadores».{2}

No pretendemos distraer la atención de este distinguido auditorio con la reiteración de pensamientos muy conocidos y sobados desde la Edad Media por la posición exclusivista, confesional y dogmática de sus corifeos.

Ignoramos si entre nosotros hay escolásticos que sean, al mismo tiempo, anarquistas, comunistas, socialistas, románticos, fenomenólogos, historicistas, existencialistas o kantianos, como sí [9] los ha habido fuera de México; pero con seguridad ninguno de ellos puede aceptar congruentemente a la democracia y sí, en cambio, aceptan a la autocracia.

 

IV
El Positivismo y la Filosofía Irracionalista, Romántica e Intuicionista

El Positivismo imperó en la enseñanza oficial a fines del siglo pasado. Pronto fue vencido por Pedro Henríquez Ureña y Antonio Caso y substituido por la Filosofía Irracionalista, Romántica e Intuicionista del propio Caso y de José Vasconcelos.

Mucho debe la Filosofía actual de México al maestro Antonio Caso, recientemente fallecido.

Antonio Caso vivió y enseñó con el ejemplo personal una Filosofía muy superior a la que oímos en su cátedra o hemos podido leer en sus libros.

Su enseñanza cristalizó en su vida. Su vida fue la de un luchador que tuvo éxito moral en las acerbas luchas que hubo necesidad de librar para que la enseñanza universitaria alcanzase los principios y el ambiente de libertad que ahora gozamos.

Toda su enseñanza puede sintetizarse en una sola palabra: libertad.

Él nos enseñó que en la vida no se puede seguir sino uno de estos dos caminos: el de la libertad o el de la abyección. Se es libre o no se es libre; se vive la dignidad humana o no se vive, y, al mismo tiempo, nos puso a buscar y nos dejó buscando, la fundamentación científica, es decir, la fundamentación filosófica de este supremo valor humano. Para esto incitó nuestro eros filosófico por medio de la brillante palabra de su cátedra y con su elegantemente cortada pluma.

En la obra de Antonio Caso influyen: Schopenhauer, Bergson, Boutroux, Meyerson, el pragmatismo, el irracionalismo, el intuicionismo, el «amor» y la «charitas» del cristianismo.

Una de las mejores síntesis de ideas filosóficas, lograda por el maestro, está en su libro «La Existencia como Economía, como Desinterés y como Caridad». (1918) [10]

Caso juzgó que el pensamiento humano es esencialmente utilitarista, interesado y que este interés no le permite llegar al conocimiento de la verdad. El pensamiento es el instrumento de la economía y en él no puede basarse la moral; precisa reconocer el fuero de la intuición artística que alcanza la universalidad de la belleza sin pasar por las horcas caudinas del concepto; pero por encima del problema del conocimiento y del problema de la estética está el problema moral: lo moralmente bueno sólo puede fundamentarse en el amor y en la caridad.

En sus múltiples libros impera este criterio fundamental.{3}

En José Vasconcelos encontramos a otro filósofo mexicano que, como Caso, acomete los problemas asumiendo una posición antiintelectualista que aprendió también de Schopenhauer y que robusteció, como el mismo Schopenhauer, con las doctrinas de Buda a las que agregó las de Cristo hasta hacer de la fe católica su actitud actual.

El romanticismo irracionalista y plotiniano de Vasconcelos lo lleva a emparentarse con Schelling. Vasconcelos niega que la razón sea eficaz para plantear y resolver los problemas de la Filosofía y predica lo que él llama intuición emocional, hasta el grado de decir que: «pensar una cosa es incorporarla en el seno de la emoción». La Filosofía está al servicio de la salvación religiosa y de la actitud mística que, según él, es la «hipóstasis final del alma» y pugna por que cada raza logre salvarse por medio de una filosofía peculiar y propia, exige por ello una «filosofía de la raza iberoamericana».{4}

Al mismo tiempo que impera en nuestros círculos intelectuales el irracionalismo metafísico, romántico e intuicionista de Caso y de Vasconcelos, llegan a México los escritos del ensayista español José Ortega y Gasset, quien escuchó a Hermann Cohen en Marburgo (Alemania).{5}

Ortega y Gasset se pone de moda en México y surgen los convencidos del perspectivismo historicista del escritor hispano.

Hermann Cohen enseñó que la filosofía es siempre filosofía de la cultura históricamente determinable, que es, en suma, Filosofía de la Historia; enseñó que en el progreso histórico de la cultura está el punto de partida y la piedra de toque para la reflexión filosófica que ha de plantearse los mismos problemas de la [11] vieja metafísica para depurarlos de su falsedad en el planteamiento y para encauzarlos por las soluciones de Platón y de Kant.

Entonces, Ortega y Gasset interpreta que el criterio de la Filosofía radica en los múltiples y heterogéneos momentos históricos individuales y caducables de la cultura, como ya lo había dicho Wilhelm Dilthey inspirándose, a su vez, en Kant.

Ortega y Gasset escribe: «Cada vida es un punto de vista sobre el universo (una perspectiva). En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo, persona, pueblo, época, es un órgano insubstituible para la conquista de la verdad. Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo» –escribe Ortega–. Él se siente preso dentro de la cárcel de la perspectiva de España y afirma: «mi salida natural hacia el universo se abre por los puertos de Guadarrama o del campo Ontígola». «Este sector de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona». «Sólo a través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo. La ciencia biológica más reciente estudia el organismo vivo como una unidad compuesta del cuerpo y su medio particular...»{6}

Encerrado Ortega en la cárcel del solipsismo relativista y escéptico de la perspectiva, se declara enemigo del pensamiento científico y con giros, temas y ejemplos sacados de los libros de Hermann Cohen,{7} urde un estilo literario del que es casi imposible distinguir sus concepciones filosóficas, pero que, como «alta costura» de moda, ha tenido tanto éxito en nuestro ambiente que en más de un caso podemos decir que algunos de nuestros filósofos se comportan, en el tratamiento de los problemas de la Filosofía, reduciéndolo todo a realizar denodados esfuerzos por alambicar el romanceo de este preciosismo literario que en algunos jóvenes estudiantes de filosofía ha degenerado en estilo periodístico que, sin embargo, les ha valido de gran medio de ruidosa publicidad, que hasta ahora les ha permitido, pasando por ser filósofos maduros, excusarse de trabajar en los clásicos de la filosofía y se han dispersado en la banal tarea de hacer la crónica de la recepción anémica que en Hispano-América se ha dado a las ideas filosóficas europeas durante el siglo XIX. [12]

 

V
La Fenomenología

La Fenomenología de Edmundo Husserl no ha logrado mayores influencias en nuestro ambiente. Sí ha tenido influjo, en cambio, el pensamiento fenomenológico de Nicolai Hartmann, de Max Scheler y de Martín Heidegger; pero la influencia de estos pensadores no ha logrado ninguna producción filosófica que signifique alguna contribución mexicana dentro de las ideas preconizadas por estos filósofos, ni ninguna repercusión.

 

VI
El Marxismo

El Marxismo en México ha sido una ideología usada en la lucha política anterior a la última guerra mundial y ha servido como fermento para suscitar reacciones favorables para el socialismo y fórmulas para los gritos de guerra del comunismo.

Hay varios profesores marxistas en la Universidad Nacional de México, pero no se puede hablar de que exista en ella una corriente filosófica marxista, pues ni las asignaturas filosóficas, ni los problemas filosóficos en general, son objeto de estudio organizado por parte de aquéllos.

 

VII
El periodismo existencialista e historicista

Con motivo de la guerra civil de España, han llegado a nuestra República varios intelectuales españoles, intensamente trabajadores, discípulos de José Ortega y Gasset, que han hecho el gran servicio, a profesores y estudiantes, de continuar haciendo múltiples traducciones, aunque perfectibles, de textos filosóficos. Ellos trabajaron antes en las traducciones de libros alemanes de Filosofía, publicados por la «Revista de Occidente», dirigida por José Ortega y Gasset en España. [13]

Su obra es varia: hacen crónicas sobre la Filosofía en lengua española, antologías y comentarios; imparten cátedras, organizan investigaciones filológicas sobre textos de filósofos y búsquedas cronológicas de la Filosofía en Hispano-América. Aparte de sus traducciones, que no se limitan a libros de Filosofía, han escrito haciendo uso de las metáforas y galanuras de Ortega y Gasset, libros sobre Filosofía, sobre Filosofía del Derecho y Sociología, &c., engrosando así la ya vasta literatura hispanoamericana de tinte romántico, irracionalista, historicista, existencialista, relativista escéptica, ecléctica y al mismo tiempo religiosa, estrechamente emparentada con las concepciones autocráticas en que se alimentaron el nazismo y el fascismo por más que su vida práctica está limpia y sin mácula de realizar ninguna de las dos autocracias; pero no podemos decir lo mismo de Ortega y Gasset.{8}

Ni las Matemáticas, ni la Física, han escapado a las proezas románticas y eclécticas que en Filosofía han consumado nuestros queridos amigos.

La Filosofía era «esencialismo», dice alguno de ellos; pero ahora siguen ellos a Ortega y Gasset porque: «La Filosofía del momento presente, da razón... de la manera de ser del ser humano; pero esta razón consiste en afirmar, en definitiva, que ni siquiera tiene sentido la cuestión de la razón de ser, ni de la existencia ni de la manera de ser esencial, ni de los demás seres, ni del ser humano mismo, o lo que es lo mismo, que ni siquiera tienen sentido las esencias, ni la existencia y la esencia divinas. Todo se reduce a la existencia del ser humano y de los demás seres, a este hecho puro, nudo, bruto, inesencial, y a la manera de ser que presta a los demás seres y a sí mismo, el ser humano, él, el mismo, parte de ese hecho. Todo se reduce, pues, a las existencias sin esencias».

«Por eso esta Filosofía está perfectamente llamada «existencial» o «existencialismo». La Filosofía era cosa última, o primeramente, de esencias. Ahora es cosa exclusivamente de existencias».{9}

La magnitud de las obras traducidas por la Revista de Occidente da la impresión de que se tuvo escrupuloso cuidado de no traducir, del alemán al español, ninguno de los libros que sirvieron de fuente inspiradora para sus ensayos literarios al propio [14] Ortega y Gasset. De Hermann Cohen nunca ha traducido nada la «Revista de Occidente»; de Wilhelm Dilthey muy poco y sólo recientemente.

 

VIII
La Filosofía Crítica en México

A principios de 1933, un servidor de ustedes da la primera cátedra de Filosofía, en nuestra Facultad de Filosofía y Letras, siguiendo las ideas de Pablo Natorp, maestro de la Filosofía Crítica de la Escuela Filosófica de Marburgo y la da en ruda polémica con los libros de Edmundo Husserl. Entonces regresa de Alemania Francisco Luna Arroyo, en donde estuvo varios meses, y quien en la Escuela Nacional Preparatoria comienza a enseñar entonces, bajo el influjo de Heinrich Rickert. Surge el neocriticismo mexicano, advirtiéndose un predominio de la Escuela. Filosófica de Baden en Luna Arroyo. Este traduce al español la Historia de la Filosofía de Windelband y redacta, bajo el influjo de Rickert, un manual de Lógica para los estudiantes del bachillerato, así como un manual de Ética.

La Filosofía Crítica de la Escuela Filosófica de Marburgo ha sido, en cambio, objeto de mis preferencias: hasta estos momentos he traducido del alemán al español la «Ética» de Hermann Cohen y en colaboración: la «Lógica» y la «Estética» del mismo, «La «Pedagogía Social» de Pablo Natorp, más «La Filosofía de la Vida», de Rickert, la «Auto-Exposición», de Natorp ; la «Crítica de la Fenomenología» de Husserl, por Natorp, y la «Psicología General según el Método Crítico», de Natorp; todas actualmente en prensa.

La influencia de Hermann Cohen en mis trabajos puede verse mejor en mi último libro: «Ética y Jurisprudencia», que me he permitido obsequiarles esta noche.

1. Labor dialéctica

Nuestra posición filosófica ha chocado con todas las demás direcciones de la Filosofía actual en México, hasta agrupar alrededor de nosotros a varios profesores y estudiantes. [15]

En 1937, tuvimos una larga polémica el maestro Antonio Caso y yo, que ya ha sido editada.

Los choques han seguido desde entonces, como puede verse de la página 1 a la página 39 del número 4 del año V, junio de 1945, de la «Gaceta Filosófica de los Neokantianos de México» y en el número de invierno de 1946, página 5 a página 68 de la misma «Gaceta Filosófica».

El profesor Luna Arroyo ha polemizado con el profesor español José Gaos y ha dirigido réplicas a los profesores españoles Joaquín Xirau y Medina Echevarría. El vacío y el silencio han caracterizado fundamentalmente a la recepción de nuestra labor dialéctica.

Recientemente, el profesor Luna Arroyo se ha entregado por entero a la Historia de la Pedagogía.

La Filosofía Crítica es un progreso filosófico que se registra en la Historia desde los días de Sócrates y Platón, pasando por Descartes, Leibniz y Kant, hasta llegar a Cohen y Natorp, para no mencionar sino a los grandes maestros de este progreso.

2. La concepción autonomista del mundo y de la vida

Hay dos y solamente dos tipos fundamentales posibles de concepciones filosóficas del mundo y de la vida: el tipo heteronomista y el tipo autonomista. A través de la Historia, la concepción autonomista, considerada desde el punto de vista de su dimensión cualitativa, necesariamente es universal, homogénea y progresiva, progresiva en el sentido de la voluntad moral humana de infinitud; y considerada desde el punto de vista de sus modalidades cuantitativas, sólo puede ser unitaria, única y omnicomprensiva. Una concepción autonomista de esta acuñación es objetivamente válida y exigible, necesaria e incondicionada, es decir: categórica. Para erigirse en tal, una concepción filosófica no puede seguir ninguna otra vía metódica más que la que le ofrece la libertad entendida como universalmente válida, objetiva y exigible. Las concepciones de tipo heteronomista poseen precisamente la acuñación opuesta a la que corresponde a la concepción autonomista. Cuantitativamente, las concepciones heteronomistas carecen de unidad, de unidad científica se entiende, son multilaterales, [16] además son plurales y son parciales, es decir, son insuficientes. Cualitativamente son particulares, restringidas, son heterogéneas y, finalmente, son regresivas; niegan la voluntad humana de infinitud, pues la estrechan arbitrariamente dentro de límites finitos. Por tener tal acuñación son subjetivas e inexigibles, condicionadas y, además, contingentes. Obvio es decir que no siguen la vía metódica ofrecida por la libertad, sino que se agitan dentro de la mayor confusión metódica y, en última instancia, no sólo no penetran el sentido verdadero, puro y funcional explicativo, de los métodos deterministas o fatalistas, mejor dicho: causalistas, de las ciencias naturales sino que se entregan al determinismo desfigurando aquellos métodos para ponerlos al servicio de su heteronomismo.

Dos son los supuestos radicales de estos tipos de concepciones filosóficas. El supuesto de la concepción autonomista es la libertad, y simultáneamente también: la distinción científica entre «el ser» de la naturaleza y «el deber ser» esencial a la cultura; el deber ser esencial a la cultura es entendido con independencia frente a frente del ser de la naturaleza. El supuesto radical de todas las concepciones heteronomistas es el naturalismo, es decir, la indistinción entre «ser» y «deber ser», la absorción, en última instancia, que sufre el deber ser, esencial de la cultura, en manos del «ser» de la naturaleza y, al mismo tiempo, es un supuesto de estas concepciones: la negación expresa o tácita de la libertad, esto es, la afirmación, en alguna forma, de un determinismo que sólo puede encontrar aparentemente buen apoyo en la causalidad de la naturaleza, nunca entendida como ley en su valor funcional verdadero, siempre hipostasiada en una substancia o psicologistamente entendida como un «hábito», ¡siempre desfigurada!

La Filosofía Crítica, que es esencialmente dialéctica, es una concepción filosófica de tipo autonomista y es la que en mayor grado tiene tal característica; ella es una filosofía de la libertad basada en la misma ley interna de la conducta humana, históricamente libre.

3. La Filosofía como filosofar

«La Filosofía es –escribe Natorp–, según el sentido clásico, del término, el esfuerzo infinito hacia la verdad fundamental y no la pretensión de poseerla. Precisamente Kant, que entiende la Filosofía como crítica, como método, ha querido ciertamente enseñar, no ya «una» filosofía, sino a filosofar. Quien la entienda de otro modo es un mal discípulo de Kant».{10}

4. Los problemas del filosofar

Así concibieron Sócrates y Platón a la Filosofía, como una tarea dialéctica que ha de plantear y de resolver los problemas siguientes:

¿Qué es el conocimiento?

¿Qué es la bondad o justicia?

¿Qué es la belleza?

Mas estos problemas no se plantean por plantearse solamente, sino que sus soluciones conducen a los cauces de las realizaciones prácticas que son las más caras para la humanidad, y por ello surge el problema de la Pedagogía, problema íntimamente ligado con el de la Psicología. Los tres primeros problemas corresponden a la Lógica, a la Ética y a la Estética.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Somos? ¿Qué es ser? ¿Sabemos que somos, que existimos? ¿Qué es saber? ¿Qué es conocer? ¿Qué valor tiene nuestra actividad, nuestra conducta, nuestro «ir hacia», nuestro existir como actuantes?

En todo comportamiento, en toda conducta, se vive la solución de estos problemas. En efecto, «en un principio era la acción».

De entre todas las actitudes humanas que conciben al mundo y estiman la vida sólo es filosófica la de carácter científico. Ni la actitud del quídam en la trivialidad de la vida diaria, ni la del religioso, ni la del escéptico, ni la del nihilista, ni la del metafísico, son actitudes progresivamente filosóficas; todas representan un grado de relativa validez históricamente superada en y por los distintos momentos del progreso en el planteamiento y en la solución científicos de nuestros problemas. [18]

5. La Filosofía Crítica es científica

La concepción autonomista de la Filosofía Crítica es científica.

Pero reflexionemos: ¿Podemos saber quiénes somos, hacia dónde vamos, &c., si no conocemos previamente lo que es saber o conocer en general?

Pero el saber es saber de algo, de algo que es, de algo que existe, se dice. Entonces, ¿no será preciso que previamente conozcamos qué es ser o existir?, o tal vez nada es posible conocer, quizá el conocimiento no es posible.

Tal escrúpulo es insostenible, pues no es ni siquiera un problema el de la posibilidad del conocimiento, sino un auténtico supuesto que no tenemos más remedio que admitir. Los puntos de vista relativistas escépticos sustentados desde la antigüedad también están ya juzgados definitivamente desde entonces, gracias al pensamiento socrático y platónico.

En efecto, sostener «que no es posible el conocimiento» es incurrir en una contradicción egipticista, absolutista.

En consecuencia, la pregunta acerca de qué es el conocimiento sólo puede resolverse partiendo de que sí es posible el conocimiento. Lo que necesariamente habrá de estar, por lo dicho, en la resolución del problema del conocimiento, es el cómo del conocimiento mismo. Por esto Kant se preguntó: ¿Cómo es posible el conocimiento?; pero por conocimiento entendió lo mismo que Platón en sus diálogos de madurez: conocimiento científico.

Mas, ¿no será lo debido preguntarnos antes por el ser y después por el conocer? Tal parece que sí, en el caso de que abandonemos el punto de vista científico en la consideración del problema; pero si mantenemos de manera rigurosa este punto de vista, habremos de sostener que no hay más ser que el ser conocido científicamente y puesto que el conocimiento científico no está concluso es mejor decir que el ser real es aquello que está siendo científicamente determinado, el ser real es un devenir, pero devenir científico, teorético.

6. La Filosofía y su fieri

La auténtica Filosofía se nos destaca como una tarea, pero como una tarea científica y entonces, como toda tarea científica, [19] ha de tener un objeto exclusivo y además un método. Hemos indicado que «en un principio era la acción». De la «acción humana» sólo nos podemos ocupar tal y como ella es determinable científicamente en y por la Historia, y es así como constituye ella el punto de partida y piedra de toque de toda la Filosofía. La «acción» o vida humana objeto de la Historia no es sino la cultura. La cultura es el factum de la Filosofía. Pero la cultura como movimiento histórico no ese un factum estático, sino un fieri, un devenir.

Si en el comportamiento humano se implican, a través de la Historia, las respuestas a nuestras preguntas, habrá que recurrir a él para investigar cuáles son las respuestas o soluciones posibles y también cuál es la solución que puede satisfacer las exigencias científicas de validez objetiva y universal de una filosofía.

7. El método crítico. La lógica del origen

Esta es ya la inicial exigencia del método crítico dialéctico de la pureza. Se trata de lo que Kant llamó «método trascendental», es la deductio iuris que sostuvo Kant. «Los maestros de Derecho, –dice Kant–, al hablar de facultades y pretensiones, distinguen en un asunto jurídico la cuestión sobre lo que es de Derecho (quid iuris) de la que se refiere al hecho (quid facti) y, al exigir prueba de ambas, llaman deducción a la primera, que expone la facultad o la pretensión jurídica».{11}

«Qué significamos entonces –escribe Natorp– cuando... con Kant, y más rigurosamente aún que él, demandamos para cada proposición filosófica una fundamentación trascendental o justificación de derecho, una «deductio iuris» como dice Kant? Esta exigencia contiene dos aspectos esenciales. El primero exige la segura correlación con los facta patentes e históricamente demostrables, de la ciencia, de la moralidad, del arte, de la religión. La Filosofía no puede respirar en el «espacio vacío» del pensamiento abstracto... Busca el fructífero Bathos («tierra profunda») de la experiencia en el sentido amplio de la palabra; esto es, se esfuerza por arraigarse firmemente en el conjunto del trabajo creador de la cultura; en el «deletreo» teórico científico de los fenómenos, en la configuración práctica de las normas sociales y de una vida dentro de ellos, humanamente digna también para [20] los individuos; en las esferas artísticas y en la formación estética de la vida; aun en las más íntimas modalidades de la actividad religiosa».{12}

Este es el punto de apoyo de Arquímedes, pero el fin cognoscitivo de la Filosofía es encontrar el fundamento explicativo del fieri cultural. «El fundamento creador –agrega Natorp– de todo acto tal de estructuración objetiva es la ley. Es en último término, aquella ley originaria que se designa todavía y se comprende suficientemente como la del Logos, de la Ratio, de la razón. Y he aquí que tenemos la segunda, la decisiva exigencia del método trascendental: demostrar para el factum el fundamento de su «posibilidad» y con ello, el «fundamento de Derecho». Esto es: simplemente obtener el fundamento nómico, la unidad del Logos, de la Ratio, en todos y cada uno de los tales actos creadores de la cultura, y reducirlo en su pureza, pues aun cuando el acto mismo de la estructuración es siempre lo primero, no garantiza así, y sin más, su propia pureza, o sea la rigurosa regularidad de la ley de su estructuración, que no se aparta nunca de su dirección». El modo adecuado de resolver todo problema relativo al fundamento explicativo es poner en crisis, es criticar las hipótesis que pueden proponerse para funcionar como principios explicativos. Este procedimiento de la crítica es esencialmente característico de la auténtica Filosofía. Por ello dice Kant: «Los que rechacen... el proceder de la crítica... no pueden proponerse otra cosa que rechazar las trabas de la ciencia, transformar el trabajo en juego, la certeza en opinión y la Filosofía en filodoxía».{13} Antecedente de la deductio iuris es la anámnesis de Platón y el conócete a ti mismo de Sócrates; también se encuentran similares pensamientos en Kepler, Galileo, Descartes, Leibniz y Newton. Platón expresamente habla del método de la hipótesis en el Menón y en otros diálogos, como por ejemplo, en La República, en donde llega a su relevante pensamiento del anhipótheton. El Renacimiento es en la Filosofía y en las ciencias, un renacimiento de la Filosofía platónica y de la concepción científica platónica.

Kepler usó a la Idea platónica como hipótesis. Galileo procede por la vía de la hipótesis hablando de la «mente concipio». Descartes concibió, v.gr., al triángulo como una «Idee Innée». Leibniz denominó «raison a priori» a su hipótesis instrumental para la [21] concepción de lo infinitesimal. Newton mismo, que hizo famosa su expresión «hypoteses non fingo», hizo uso de la hipótesis denominándola «principio».

«Pero –escribe Natorp– esta ascensión metódica al plano superior que significa la palabra «trascendental» no se riñe en lo absoluto con la inmanencia del genuino punto de vista de la experiencia, sino que se apoya precisamente en él, ya que no quiere imponer leyes desde fuera, al hecho de la experiencia, señalándole prematuramente su carril; quiere simplemente establecer en su pureza la ley «sólo por la cual» es posible como tarea, y en segura conciencia de esta su propia ley, asegurarla para su ulterior progreso en su propia independencia, salvaguardándola así de toda aberración extraña. Así deviene el método trascendental en crítico: crítico contra toda usurpación metafísica, crítico también contra un empirismo sin ley, fugitivo de la ley. Hace valer la autonomía de la experiencia contra la heteronomía de un metafisicismo que quiere señorearla, así como contra la anomía de un empirismo carente de ley, o ,mejor dicho, enemigo de toda ley».

«Por esto, como método inmanente, no puede buscar la ley de la estructuración objetiva en otra parte que no sea esta misma estructuración objetiva; en la creación de la vida cultural de la humanidad, que se encuentra siempre en obra y nunca concluida. Conserva, al mismo tiempo, riguroso carácter objetivo, por lo que se distingue agudamente de todo psicologismo».

La palabra ley no significa aquí sino principio puro propuesto (hipótesis) como válido a priori y funcionalmente entendido en el sentido de la pureza: universal, inespacial e intemporal, unitario y sintético, pero implícito en el mundo de lo histórico, empírico científicamente entendido, y entendido en eterno progreso y dentro de sus límites, no más allá o fuera de ellos. El método crítico trascendental es esencialmente dialéctico, no está afectado por ningún entumecimiento, por ninguna rigidez que sería cadavérica.

Las leyes a priori, que por la selección o reflexión crítica se descubren como supuestos o condiciones inmanentes de validez científica y que constituyen a todos los objetos posibles, solamente son lo que son en y por su enlace, en y por la concatenación sistemática de ellas que entonces constituyen sistema; pero no sistema cerrado, sino sistema abierto y en marcha, en evolución [22] teorética progresiva. Hace notar Natorp que «todo ser» fijo debe resolverse en un tránsito, en un movimiento del pensar. (Se entiende que del pensar científico). «La equivalencia eleática, y en general idealista de ser y pensar, pierde así el aspecto de inerte tautología en la que es propio fundamentar el ser en el pensar sólo en la medida en que congela también al pensar y lo hace un nuevo ser inerte. El genuino idealismo no es ni con mucho el del «ser» eleático, o el del primer estadio de las «Ideas» platónicas, que conservan aún la rigidez eleática. Es aquel del «movimiento», del «tránsito» de los conceptos que se plasmó en el Sofista de Platón: el de la limitación de lo ilimitado, del eterno «devenir para llegar a ser», según el Filebo». «Con la palabra «método» (μετιεναι) –dice Natorp– no se significa de modo alguno solamente un mero «caminar», un moverse continuamente; tampoco un mero avanzar «simultáneo y paralelo» como Hegel cree. Significa ir hacia una meta o, en todo caso, ir con dirección segura: un «perseguir».

«Tampoco trata la Filosofía de cualquier método (que para cada nuevo problema podría ser uno nuevo), sino «del» método, de la última unidad del método, en la que se fundamente «el» conocimiento y con ello, el acto creador de la cultura. Esta unidad de la fuente inagotable de estructuración, como unidad regulativa, fue traída a precisa y pura expresión por Cohen, en su principio del origen, el que significa que nada debe ser «dado», esto es, aceptado sin reducción, sin una reductibilidad que por lo menos apunte en general hacia el último fundamento unitario del conocimiento creador. Un ser «dado» no debe significar más que el carácter de la tarea por resolver; esta tarea consiste en la determinación del origen en el fundamento unitario del conocimiento».

«Esta tarea puede ser infinita; lo es siempre en última instancia y por esto mismo subsiste siempre como tarea. Un «dado» en el sentido de lo concluso, cerrado, que se substrae a la elaboración cada vez más profunda del conocimiento, no existe, no puede existir. En un sentido esencialmente igual subrayo yo el carácter del conocimiento como un proceso; su carácter de fieri y no de factum rígido y concluso; como un devenir, igual que en [23] Platón. Lo afirmo como el llegar a ser, como el encaminarse a un ser y no como el reposo en un ser estático».

«La exigencia de la última unidad del método, aparejada al progreso infinito, está dada con la exigencia misma del método. Si no se la concibe como incluida ahí, se hace inmediatamente dudoso el que la filosofía pueda existir esencialmente sólo como tarea. Así es como su existencia ha sido puesta en duda por todos aquellos que no pudieron elevarse a la rigurosa exigencia de la unidad».

«No existe un contenido absolutamente subjetivo, como tampoco un objeto absolutamente transubjetivo; lo que en un grado del conocimiento fue «contenido» había sido «objeto» en un grado inferior, y lo que en determinado momento era apenas un objeto por determinar se convierte, ya conocido, en un grado superior del conocimiento, en un contenido que conduce de nuevo a un objeto igual a X, más elevado y más lejano. Así, la oposición de lo subjetivo y lo objetivo se relativiza, pero siempre de modo que la dirección objetivadora sea anterior; la subjetividad es apenas definible en el regreso de ella y referida siempre a los más elementales grados de la objetividad».{14}

La Psicología nada tiene que hacer aquí; ella estudia al sujeto en tanto que es él quien conoce; en cambio, la Lógica, críticamente fundada, persigue la determinación científica del modo cómo objetivamente se conoce; el sujeto en la Lógica no es sino la funcionalidad pura unificante, la síntesis o unidad sintética a priori.

La Idea a que se refiere Natorp tiene una función positiva y otra negativa; ésta explica que el objeto absoluto sea imposible como algo ya científicamente determinado, como ya absolutamente conocido o «dado»; pero su función positiva es la que explica que los conocimientos científicos se dispongan esencialmente como pasos de un progreso teorético, sistemático, en el que la última consecuencia lograda es siempre nuevo fundamento para un conocimiento más y así sucesivamente como n + 1.

La Filosofía es la ciencia fundamental, es decir: «la ciencia que tiene que asegurar la unidad de los conocimientos humanos por la administración de un último fundamento común (se entiende fundamento de carácter teorético o científico). Sin embargo, dentro de esta caracterización general de la Filosofía son [24] posibles variadas interpretaciones que, por lo demás, han sido intentadas de hecho». (Natorp)

El mismo maestro Natorp sostiene que: «será la verdadera Filosofía aquella que, por una parte, pueda considerarse como la base última de todo saber y, por otra, que su alcance sea lo suficientemente amplio para que baste a la totalidad de los objetos que caen en el seno de todo conocimiento».

Recapitulando tenemos que la Lógica, tal como la entendemos, es la ciencia filosófica fundamental. En efecto, ninguna ciencia es ilógica, sea o no filosófica. El factum de la Lógica ha de quedar, para evitar equívocos, rigurosamente delimitado al conocimiento científico puro en sus momentos de progreso históricamente determinables.

A lo que aludimos aquí es al conocimiento científico natural de fundamento matemático. Kant incurrió en una impureza al concebir acertadamente a la Lógica como teoría del conocimiento científico, como Teoría de la Ciencia, porque creyó en su Crítica de la Razón Pura, que es preciso admitir antes que la Lógica una Estética o «teoría de la intuición sensible», teoría de lo dado por la intuición sensible; pero esto es incluir ingredientes ajenos al pensamiento científico para explicarlo; ingredientes que por otra parte no significan sino un problema a explicar y en ningún caso pueden pretender valer como principios explicativos.

El análisis infinitesimal es la vía de las Ciencias Naturales, que por ello tienen fundamento matemático; el análisis infinitesimal es la vía metódica de la Matemática misma. Mediante el análisis matemático se establece la génesis teorética del movimiento y de todo ser natural.

Todo es integrable y, por tanto, analizable, inclusive los átomos y la unidad misma. La unidad es igual a 1/2 + 1/4 + 1/8 + 1/16... &c., dijo Leibniz. Descartes explica el origen, v. gr., de un volumen cilíndrico, por la rotación funcional de un plano; ambos encuentran el origen teorético de lo que se propusieron explicar: la unidad y el volumen cilíndrico, entre otros problemas.

Por esto la Lógica tiene que ser, cardinalmente: la Lógica del principio metódico del cálculo infinitesimal y este fue el hilo conductor que cayó de las manos de Kant. El pensamiento científico, el conocimiento científico, explica todo por su origen, pero [25] no por su origen empírico en el tiempo, y en el espacio limitados, que en limitadísima medida podemos percibir, subjetivamente, sino por su origen teorético, es decir, según ley, con arreglo a principios. El problema filosófico cardinal es, pues, el del origen teorético del conocimiento o lo que es lo mismo, es el problema del origen teorético del ser real. El principio del pensamiento científico es el origen de todo ser.

La Lógica no puede construirse sino como Lógica del origen. Ella es la lógica del conocimiento puro que nada tiene que ver con la lógica aristotélica ni escolástica. La certidumbre de todas las certezas no puede radicar sino en el origen teorético; inclusive la certeza moral y la estética tienen como fundamento explicativo al origen teorético.

8. Las direcciones progresivas del factum histórico y las ciencias filosóficas fundamentales

El pensamiento no únicamente es el pensamiento del conocimiento científico natural, sino que también es el pensamiento del conocimiento moral y también lo es del conocimiento estético. Tres son las direcciones fundamentales del progreso de la cultura: La ciencia, la moralidad y el arte. Las demás direcciones históricas de la cultura no son esencialmente progresivas y cuando en ellas hay progreso, tal progreso se explica por el de aquellas direcciones. La ciencia se define como conjunto de conocimientos (de juicios) en conexión sistemática en sentido teorético (origen).

9. La Ética. Su objeto y su método

Si la Lógica es la ciencia de las ciencias, la ciencia de la realidad científica natural, la Ética es la ciencia de la realidad humana que es cultural; pero de esta realidad, otra vez, sólo podemos hablar científicamente. La Ética es el conocimiento científico de lo humano. Su problema o aporía peculiar es esclarecer cómo es posible que cada individuo, a pesar de su particularidad, puede ser sujeto portador y en qué medida, de la misma significación de la totalidad universal de lo humano.

¿Qué es el hombre, qué es lo humano? El hombre, ¿es el [26] individuo? ¿Es la pluralidad de los individuos o sólo tiene sentido hablar del hombre en Ética como expresión sinónima de la totalidad de lo humano?

La totalidad implica, supone y exige cualitativamente a la infinitud; la totalidad de lo humano significa simultáneamente infinitud. Esta infinitud no es sino el sentido eterno del progreso cultural histórico cuyo centro de gravedad es el progreso moral y cuyo origen teorético vamos a explicar.

Nos movemos ahora no en el mundo del ser causal, sino en el mundo del «deber ser», en el reino de los fines. El deber ser es Idea, es decir, es tarea, es la Tarea. La Idea es ley regulativa y origen teorético de lo humano históricamente determinable. Lo humano histórico está en la vida social a través de los tiempos, pero lo que hace que la vida social sea humana es su regulación jurídica. La regulación jurídica es una normación vinculatoria autárquica e inviolable, esencial a todas las normas de todas las legislaciones de todos los tiempos y lugares y es por ella por lo que se objetivan articuladamente las voluntades de los individuos y de los grupos.

La ciencia pura que tiene por objeto a esta normación vinculatoria es la Jurisprudencia Pura, desarrollada por Hans Kelsen. La Jurisprudencia Pura es el análogon de la Matemática Pura, es la matemática de las ciencias de la cultura, también llamadas ciencias del espíritu o ciencias sociales, ella es el punto de partida y piedra de toque, el fieri, de la Ética. Este fieri fue desconocido por Kant.

10. El origen de lo humano

La Ética no se ocupa de individuos sino de personas, pero por persona no podemos entender sino persona jurídica; a su vez, esta expresión no significa un sujeto de derechos al que sólo después haya que reconocerle obligaciones; la persona jurídica es el sujeto a quien se «imputan» no efectos, ni tampoco es causa, sino que es el término de la imputación normativa o teleológica y como tal término, la persona es primeramente un sujeto de obligaciones que carece de sentido fuera de la vida social jurídicamente regulada o sea: fuera del Estado de derecho. La persona humana [27] es la persona de la acción que se articula en y por su conducta con otras personas. La persona aislada es un contrasentido. La articulación de las personas en la vida social histórica es una articulación de sujetos de obligaciones. Pero esta articulación supone en todas las personas a la responsabilidad y, a su vez, la responsabilidad exige a la libertad, pero a la libertad para el cumplimiento de las obligaciones. Con esto hemos definido el origen teorético contractual de la vida social humana; lo humano tiene su origen en la relación obligacional jurídica de las personas. He aquí el por qué de la profunda significación que en la historia del pensamiento filosófico tiene «El Contrato Social» de Rousseau, a pesar de sus deficiencias naturalistas, iusnaturalistas.

Como se ve, estamos manejando solamente hipótesis conceptuales, principios funcionales explicativos y no substancias, manipulamos conceptos que se conjugan en la determinación científica de la persona humana. Sin personalidad jurídica no hay unidad objetiva y a la vez universal de lo humano y sólo por medio de ella el individuo psicofisiológico, meramente natural, puede elevarse a participar de la totalidad de lo humano que sólo entendemos como infinito progreso histórico cultural. La imputación es el nombre y significación que damos a la voluntad pura, ella sólo tiene sentido en la conducta y no lo tiene en ningún fuero interno. Por otra parte, toda conducta implica selección u opción de fines y medios conducentes. Los fines pueden ser relativos o condicionados, es decir, pueden ser medios para otros fines o bien puede tratarse de un fin que no sea relativo o condicionado, que no pueda ser medio para otro fin, que sea incondicionado, que sea anhipótheton. La norma de los fines relativos o condicionados es imperativo hipotético. La norma del fin incondicionado es imperativo categórico. La persona, cuando es destinataria del imperativo categórico, alcanza el rango de idea de persona o persona ideal; pero esto sólo es posible en el seno de una vida social jurídicamente regulada; sólo es posible en el seno de una asociación de personas libres. Esta asociación de personas libres es la idea de la totalidad infinita e incondicionada de lo humano, pero no entendida como objeto absoluto, sino como fin final que vale también como comienzo siempre, puesto que ha de regular la tarea infinita de [28] superación moral de toda conducta desde que ella se inicia. A la pregunta, ¿quiénes somos nosotros los humanos?, corresponde esta respuesta: somos los destinatarios del deber, pero del deber por el deber mismo, entendido en una tarea infinita de superación moral en el seno de la vida social jurídicamente regida. Mas la persona humana debe ser destinataria, en su conducta, del imperativo categórico, debe buscar el fin incondicionado. La búsqueda de los fines en la vida práctica impone una disyuntiva: o se actúa en pro de los intereses universales de la asociación de personas libres, tomando a éstas como fines o se las toma como medios. En el segundo caso, quien tal hace, no es justo ni bueno, ni consigo mismo ni con los demás; en el primer caso ve en los demás a sí mismo, se estima moralmente a sí mismo en los demás y estima a los demás en sí mismo; es decir, funciona como autofín. En esta autofinalidad consiste la dignidad moral humana. Pero esta dignidad no es un «yo absoluto», dado, una substancia, algo concluso, definitivamente hecho, perfecto, sino que, por el contrario, es la mera tarea histórica de perfeccionamiento, la mera orientación de infinita y nunca acabable superación moral; es la tarea incondicionada de hacer desempeñar en la conducta a las personas, cada vez más, el papel de fines y al sujeto mismo de la conducta, también el papel de fin, de autofín.

El «hacia dónde vamos» debe convertirse en el rumbo «hacia dónde debemos ir» y éste no es otro más que el de la superación del cumplimiento del deber por el deber, el respeto y la valoración positiva de la dignidad humana en y por nuestra conducta. Todo esto debido a que nuestro origen de seres humanos está en el ya definido ligamen contractual de tipo obligacionario.

11. Concepto e idea de la libertad

La libertad es el principio explicativo del juicio práctico o moral, del juicio incondicionado o categórico. Cuando se prefiere un fin a otro, cuando es preferido un fin incondicionado a otro que entonces es condicionado, se ejecuta el acto de preferencia en el seno dé y conforme al juicio práctico llamado también juicio de valor; se juzga preferible un fin a otro, se estima más valioso un [29] fin que otro y al juzgar, si se juzga preferible el fin incondicionado, se juzga con libertad y entonces la libertad es el supuesto, es el fundamento metódico explicativo del juicio moral, pues se juzga incondicionadamente y no condicionadamente. El juicio moral, positivamente válido, no puede estar condicionado por ninguna circunstancia. En este sentido decimos que nuestro juicio está dotado de libre albedrío; pero quede entendido que la libertad de juicio y el juicio mismo, son inmanentes a la acción moralmente buena. Esto significa que el problema de la libertad no es el problema del origen de la conducta del individuo, sino que es el problema del origen de la ley de la conducta de la persona y la solución es: que la persona es libre cuando ella misma es el origen de la ley de su conducta, es libre cuando se autolegisla, entonces es autónoma.

A esta concepción filosófica autonomista del mundo y de la vida corresponde una concepción política democrática. En el Estado autocrático sucede lo contrario de lo que debe acontecer en el Estado democrático. En el primero, las personas son divididas en dos grupos: en legisladoras y en legislados. En el Estado democrático todos son legisladores de sí mismos, todos se consideran autofines y por ello se autolegislan, ya sea por sí mismos o indirectamente, por medio de representantes. En el Estado democrático las libertades lo son, en primer término, no para el ejercicio de derechos, sino para el cumplimiento de deberes.

El imperativo categórico y, consiguientemente, la dignidad humana, son el santo y seña del programa moral y político de los tiempos modernos que están reclamando la superación particularista de los intereses nacionales en el seno de una asociación jurídica internacional, de un Foedus Amphictyonum, como dijo Kant, pues es la única vía para alcanzar la paz perpetua entre los hombres.

12. La Psicología y la Pedagogía

Mas para estas realizaciones urge conocer la Psicología y la Pedagogía, ya que sólo por medio de la Educación se puede lograr la formación humanamente pura de las personas y en esta formación han de intervenir no sólo la Lógica y la Ética, que, respectivamente, son el fundamento para la formación educativa del [30] pensamiento y de la voluntad, sino que es necesaria la Estética, para la formación del sentimiento.

13. La Estética. El origen teorético de lo artístico

Estos son los lineamientos generales de la Ética, pero ella desciende a los capítulos de una Ética concreta, a la teoría de las virtudes y constituye el fundamento central de la Pedagogía, junto a la Lógica y a la Estética.

La realidad de la naturaleza y la realidad moral humana, «lo que es» y «lo que debe ser», no agotan a la tercera dirección histórica cultural progresiva de la humanidad: el Arte, que no tiene aspiración de una verdad «ni en el sentido de la realidad natural, ni la que deriva de una exigencia universal de la voluntad moral», sino que constituye un mundo distinto al de aquéllas; es precisamente la síntesis de ambas. La obra de arte significa al «deber ser», como ya siendo, significa al ideal inalcanzable como ya alcanzado; el arte es una anticipación en la realización del ideal sólo alcanzable en el infinito.

Este es el origen teorético de lo estético, del libre juego de la fantasía y, consiguientemente, de la belleza, así como también de su contrapolo: la fealdad, y de todos los valores artísticos: lo sublime, lo trágico, lo cómico, &c., &c. Su origen está, pues, en el mismo logos. Es la misma Idea, es la misma tarea humana; es, en particular, la tarea del alcanzamiento anticipado del ideal sólo alcanzable en el infinito. A esto llamamos sentimiento puro. Como realizaciones de la tarea, las creaciones artísticas son posibles también hasta el infinito y en conexión de superación progresiva en los distintos valores estéticos. La Estética concreta se ocupa de estos valores estéticos. La Estética concreta se ocupa de estos valores y de las artes en particular. Sólo por el origen teorético que investiga, la Estética es también una ciencia filosófica fundamental, miembro del sistema abierto de la Filosofía; sólo así se libera aquélla de las extravagancias del romanticismo y de las servidumbres que le ha impuesto la metafísica. Como de suyo se comprende, el factum, el fieri, el punto de partida y la piedra de toque de la Estética es el progreso que registra la Historia del Arte, entendida como ciencia; queremos decir que para la [31] Filosofía no hay más obra de arte que la científicamente considerada desde el punto de vista histórico.

14. La idea de Filosofía

La Filosofía es, entonces, el sistema abierto de las explicaciones sobre el origen teorético de la objetividad de la realidad natural, que no es más que aquella de que nos hablan las ciencias naturales de fundamento matemático; de la objetividad de la realidad moral humana, jurídicamente determinable y de la objetividad de la realidad estética de la obra de arte, tal como aparece en la ciencia llamada Historia. En consecuencia sólo es matemático el origen de la realidad natural.

15. La Psicología. Su objeto y su método

La Psicología, que es la última ciencia filosófica y no la primera, no tiene como problema penetrar en ninguna objetividad, sino precisamente en la subjetividad, que es siempre individual y concreta; pero esto no puede hacerlo sin método. A la objetividad se llega de una manera progresiva y sintetizando: añadiendo a las determinaciones científicas ya logradas, otras nuevas, que se apoyan en aquéllas. La vía metódica es, pues, progresivo-sintética... El método de la Psicología Pura, que ha de encontrar los principios explicativos de la subjetividad empírica y concreta, es un método opuesto, es el método analítico-regresivo.

No es posible escribir la Psicología del pensamiento, con toda la gama de sus capítulos, sin que dejemos de suponer y de admitir a las leyes lógicas del pensamiento objetivo o científico. Tampoco se puede hacer la Psicología de la voluntad si suprimimos la voluntad pura, que hemos definido como teniendo un esencial carácter teleológico, normativo y vinculatorio. Finalmente, sin partir del sentimiento puro no es posible la Psicología de lo estético, la Psicología del arte. Ensáyese lo contrario y se verá la imposibilidad de proceder a escribir una Psicología científica, como quiera que se la pretenda modular. La Psicología empírica, no es posible, a su vez, sin Psicología Pura, igual que la Física no es posible sin Matemáticas. [32]

16. Cómo creemos ser y seguir siendo legítimos discípulos de Kant

He aquí, en breve síntesis, los grandes rasgos de la fuente del movimiento criticista mexicano que: «como Filosofía de la cultura se convierte para nosotros en una potencia directora de la vida». «También en este sentido aspiramos a profundizar a Kant, mediante Platón, que estaba penetrado de que la Filosofía no es un lujo del gabinete del sabio o de una educación refinada, sino el alimento más indispensable de una vida que verdaderamente vale. Pues de otro modo falta la unidad del fin, del εις σκοπός y con esto cesaría de ser verdaderamente una vida. Se nos podrá negar difícilmente que así no quedamos tan fieles a Kant como a Platón. Lo mismo que para nuestros antepasados –dice Natorp–, Schiller, Wilhelm Humboldt y todos los restantes, el kantismo no fue cosa de la cabeza, sino del corazón; asunto de la vida entera, así lo es para nosotros. Y, si no nos equivocamos, a nada aspira nuestro tiempo tal como a una penetración de la Filosofía con la sangre cálida de la vida, con el desarrollo de la cultura, que anhela las inmarcesibles coronas de la victoria. Percibimos las pulsaciones, al parecer frías como el mármol, del gran crítico de la razón. Por eso, porque esta energía vital late en él, vivirá mientras que en este mundo trabaje, palpite un corazón y piense un cerebro. En verdad, se dice: lo que tú siembras, no vivirá; muere; a este «muere y transfórmate» (Stirbt un werde) no puede substraerse la fuerza más vital de la existencia humana. Por esto no tememos enterrar el cuerpo de esta filosofía, para que perdure su espíritu. Precisamente, así creemos ser y seguir siendo legítimos discípulos de Kant».{15}

 

———

{1} Palabras de Justo Sierra.

{2} Texto de Oswaldo Robles.

{3} Antonio Caso. Opus. Cit. y «Ensayos Críticos y Polémicos». «Dramma per Musica». «Problemas Filosóficos». «El Concepto de la Historia Universal». «Principios de Estética».

{4} José Vasconcelos. «El Monismo Estético». «Tratado de Metafísica». «Ética». «Estética».

{5} Véase Ortega y Gasset: «Mocedades».

{6} Ortega y Gasset: «Obras completas».

{7} Ortega y Gasset ha tomado una profunda «inspiración» (?) en la «Estética del Sentimiento Puro» de Hermann Cohen para escribir sus reflexiones sobre el Quijote que fueron tan celebradas en España.

{8} Ortega y Gasset está actualmente al servicio de la autocracia religiosa de Francisco Franco y radica en España. Véase la carta que Guillermo de Torre ha dirigido a Alfonso Reyes y que fue publicada en «Cuadernos Americanos» (Núm. 4, julio-agosto de 1942). En esta carta de Torre dice: «Y he ahí, Alfonso Reyes, por qué me ha impresionado tanto el contraste entre sus –una vez más– generosas palabras sobre Ortega y la traición que éste nos ha hecho. Sí, permítame usted que pluralice y me sienta implicado en la ofensa como nuevo americano. Nadie mejor que usted –ya que pocos otros escritores, entre los de estos países, tienen tan desarrollado y vigilante el sentido de lo continental– para hacerse eco de esta decepción. Y, por su conducto, sépanlo todos, en primer término, los mexicanos, las personalidades de esa Universidad que habían invitado a Ortega, no ha mucho, para profesar en sus aulas. Que midan todos el significado de ese cambio de rumbo... Mientras tantos escritores españoles –se dirá en el futuro, inapelablemente– huyeron de sus patrias cerradas y se sumaron [34] con su esfuerzo a las abiertas patrias de América, hubo una excepción dolorosa, un hombre que desertó: D. José Ortega y Gasset. Saludos y abrazos de su amigo y devoto, Guillermo de Torre».

{9} Texto de José Gaos

{10} Natorp. «Kant y la Escuela de Marburgo». Traducción de Miguel Bueno González.

{11} Kant, «Crítica de la Razón Pura», pág. 221 del Primer Tomo de la Trad. de Morente.

{12} Paul Natorp, Opus Cit.

{13} Kant, «Crítica de la Razón Pura», Tomo I, pág. 56, Opus Cit.

{14} Natorp, Opus Cit.

{15} Natorp, Opus Cit.

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