LOS ORIGENES FILOSÓFICOS DEL MENTALISMO Y LA CRÍTICA DE WITTGENSTEIN A LAS POSTURAS MENTALISTAS

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Nuestra disciplina contiene en su propio nombre la raíces griegas "psyché" (alma) y "logos" (tratado o estudio), que unidas significan "estudio de la psique". Pero, ¿qué es "la psique"? Para entender qué significa un término, debemos investigar cómo es usado por un individuo o una comunidad, y cuál es su historia (a nivel individual, la historia de aprendizaje del término, y a nivel social, la historia etimológica).

Los griegos originalmente llamaron "psyché" al último aliento que escapaba al morir, y "soma" al cadáver. Luego comenzaron a usar "psyché" para referirse a la vida (en "Acerca del alma" Aristóteles describe los procesos de los seres vivos, dando a la palabra "psyché" un significado bastante cercano al uso actual del término "conducta") o a su hipotética causa ("aquello que da vida al cuerpo"), y por otro lado para referirse a lo intelectual (manejar conceptos y abstracciones) en oposición a lo corporal. Platón (Fedón, 65) caracteriza al filósofo como quien se separa del cuerpo (comida, amor, placer) y se aplica al alma (intelecto), y así se ejercita para la muerte, cuando el alma se separe por completo del cuerpo (Fedón, 68). Argumenta (Fedón, 106) que el alma es lo que trae vida al cuerpo, que no admite su contrario (la muerte) y por ello es inmortal e indestructible: cuando se acerca la muerte al hombre, su parte mortal perece pero la inmortal se retira para continuar su existencia en el Hades.

Con Agustín, el dogma cristiano toma del platonismo el desdén por los placeres corporales y la creencia en un alma que sobrevive a la muerte. La línea divisoria del dualismo estaba trazada entre lo intelectual y lo corporal (que incluía lo sensorial). Esta línea se modifica con Descartes, para quien el dualismo pasa a ser entre la conciencia (cosa pensante) y la materia (cosa extensa). Su argumento es: puedo dudar de todo, incluso puedo dudar de que tengo un cuerpo, pero no puedo dudar de que pienso. La consciencia, a diferencia de la materia, no tendría extensión, y no estaría afectada por las leyes causales y mecanicistas que rigen el mundo material.

Estas posturas filosóficas están presentes en distintas teorías de la psicología mentalista (el introspeccionismo de Wundt, el psicoanálisis y sus derivados, el cognitivismo actual, la lingüística de Saussure, etc.). En el siglo 20tales posturas fueron cuestionadas por autores conductistas como Watson, Kantor y Skinner, y en el campo de la filosofía por autores como Bertrand Russell (The analysis of mind, 1921), Ludwig Wittgenstein (Philosophical investigations, 1953) y Gilbert Ryle (The concept of mind, 1948).

Las reflexiones de Wittgenstein en su libro "Investigaciones filosóficas" (IF) se podrían agrupar en tres temas: cómo entender el lenguaje, cómo entender la mente y los términos mentalistas, cómo entender la introspección.

 

1. ¿Cómo entender el lenguaje?

Wittgenstein critica la concepción representacionista (o mentalista) del lenguaje. Esa concepción considera como paradigma del lenguaje lo siguiente:

a) el lenguaje es básicamente un conjunto de nombres que refieren a cosas, b) la función básica del lenguaje es representar la realidad (afirmando proposiciones que pueden ser verdaderas o falsas), c) el significado de unapalabra o una frase consiste en una representación o concepto mental, d) la comunicación consiste en que el hablante pone en palabras su representación mental y el oyente se forma una representación mental semejante (concepción telementalista de la comunicación), e) los significados sólo son accesibles si están en la mente de uno mismo (por introspección), uno sólo puede inferir los significados de lo que dicen los demás ya que sus mentes son inaccesibles. Wittgenstein refiere estos postulados a Agustín, pero son los mismos que adopta Saussure y el cognitivismo actual.

Wittgenstein dice que la función de nombrar/referir/representar no es el paradigma del lenguaje, sino que es sólo una de las muchísimas posibilidades del lenguaje (entre otras: prometer, preguntar, ordenar, pedir, disculparse, negarse, declarar la guerra, contar un cuento, hacer un chiste, agradecer, insultar, elogiar, burlarse, rezar, maldecir, declarar marido y mujer, etc.). A estas posibilidades las denomina "juegos del lenguaje", y las considera conjuntos de prácticas lingüísticas y no lingüísticas regidas por reglas. "El término "juego del lenguaje" pone el acento en el hecho de que hablar un lenguaje es parte de una actividad o forma de vida" (IF, 23).

Propone ver al lenguaje como una actividad humana inmersa en un sistema de prácticas sociales reguladas ("forma de vida"), donde las reglas que rigen nuestras prácticas están sustentadas por las prácticas mismas (no tiene sentido hablar de una regla sin referirnos a su aplicación). "Observen la multiplicidad de juegos del lenguaje en los siguientes ejemplos, y en otros: dar órdenes y obedecerlas, describir la apariencia de un objeto o dar sus medidas, construir o dibujar un objeto a partir de su descripción, reportar un evento, especular, formular o testar una hipótesis, presentar los resultados de un experimento en tablas y diagramas, hacer un cuento y leerlo, cantar, hacer y resolver adivinanzas, contar un chiste, resolver un problema de aritmética, traducir de un lenguaje a otro, preguntar, agradecer, maldecir, felicitar, rezar" (IF, 23). Esta idea es la que toman Austin (Cómo hacer cosas con palabras) y Searle (Actos de habla).

La idea de la "concepción representacionista" es que el lenguaje se aprende por definición ostensiva (el maestro señala una mesa, dice "mesa", el alumno repite "mesa", y ya aprendió la palabra). Para Wittgenstein, esto enseña a pronunciar una palabra, pero no a utilizarla. "Cuando uno muestra a alguien la pieza de ajedrez y le dice "este es el rey", esto no le explica el uso de esta pieza, a menos que ya sepa las reglas del juego" (IF, 31). Por esto no alcanza una definición dada en palabras (ni un chico ni un extranjero aprenden un lenguaje leyendo el diccionario), sino la participación en conductas. El chico no aprende nombres para cosas, aprende conductas verbales: no dice "caramelo" sólo para nombrarlo, sino para que le den un caramelo. "Podríamos decir que sólo alguien que ya sabe cómo hacer una conducta con un objeto puede preguntar su nombre" (IF, 31). Señalar y nombrar son importantes, pero insuficientes para explicar el lenguaje.

Wittgenstein señala que los chicos aprenden a usar muchas palabras o gestos primero en forma mecánica, sin comprender su significado, por ejemplo al mostrar algunos dedos cuando le preguntan la edad. Aprender un significado es aprender un uso, un conjunto de conductas que utilizan tal palabra.

"Pero cuántos juegos de lenguaje hay? Digamos, aserción, pregunta y órden? Hay incontables tipos de uso de lo que llamamos símbolos, palabras, frases. Y esta multiplicidad no es algo fijo y dado de una vez y para siempre: nuevos juegos de lenguaje nacen, y otros se vuelven obsoletos y se olvidan" (IF, 23). Wittgenstein mantuvo que el número de juegos de lenguaje no es cerrado (continuamente se crean y dejan de usar), a diferencia de otros autores que los acotaron en tipos fijos (por ej., Searle categorizó los actos de habla en 5 tipos únicos: asertivos, directivos, expresivos, compromisivos y declarativos). La diferencia es que la concepción de Wittgenstein es anti-esencialista, similar a la idea seleccionista de Skinner de las "clases funcionales de conducta": la historia cultural e individual genera clases (juegos del lenguaje) que no tienen estatuto fijo, sino que se mantienen o modifican por sus consecuencias.

 

2. ¿Cómo entender la mente y los términos mentales?

Wittgenstein se opone a la concepción cartesiana de la mente, concepción que también está representada en el cognitivismo actual. El cognitivista razona así: existen fenómenos mentales (ya que usamos palabras mentalistas), y estos fenómenos tienen que ocurrir en algún lugar físico (tienen que ser procesos y estados cerebrales). Wittgenstein dice que el error está en que ese razonamiento no tiene en cuenta que hay diferentes juegos del lenguaje, y supone que toda expresión es referencial (que hablar de un término mental como una creencia es similar a hablar de un objeto físico como una mesa). Esto es falso: cada vez que se expresa un término mentalista, habrá que investigar cómo se usa. Por ejemplo (y relacionando ahora con las ideas de Skinner sobre conducta verbal) la palabra "deseo" puede aparecer como tacto de un patrón de conducta ("el perro desea salir a la calle"), como tacto (correcto o equivocado) de las variables controladoras ("vine porque deseaba verte"), como mando ("deseo que vengas"), como tacto de las variables colaterales (públicas o privadas) que suelen anteceder una conducta ("siento deseos de descansar: me siento como otras veces cuando estaba por descansar"), como compromiso de tomar una acción ("deseo ir a tu cumpleaños, si puedo lo haré"), etc. Desde esta postura, no hay equivalencia de un término mental a un supuesto objeto/estado mental, ni de éste a un estado/proceso cerebral. La mente es o bien una expresión metafórica coloquial (y en tal sentido es tan válido hablar de almacenes de memoria como de almas), o una reificación teórica innecesaria. Se puede estudiar el uso de los términos mentales y se puede estudiar la conducta, pero no es posible "estudiar la mente", y no porque "no exista": la mente, dice Wittgenstein, no es un "algo", pero tampoco es una "nada", ya que existe en la conducta verbal, y no en otro lado. "Tengo una imagen en mente, no puedo apartarla de mi mente" pueden parafrasearse omitiendo la "mente sin perder sentido: "algo me obsesiona, no puedo dejar de pensar en eso". Es cierto que el cerebro es necesario para las conductas complejas, el error es imaginarlo como el equivalente material de la mente (cuando en realidad la mente es un conjunto de conceptos que describen metafóricamente ciertas capacidades y tendencias conductuales) y buscar dónde o cómo en el cerebro se encuentra o surge "la conciencia", sin preguntarnos antes a qué llamamos "la conciencia" (en este caso, es la reificación de un adjetivo, "estar consciente", que refiere o bien a reaccionar de algún modo a ciertos estímulos o bien a poder describir verbalmente ciertos estímulos).

Otros ejemplos en los que analiza estos problemas es respecto a las creencias y al dolor. Con las creencias, dice que no implican necesariamente imaginar aquello que se cree. Si digo "creí que esta silla me sostendría" no implica que imaginara la silla resistiendo mi peso, simplemente nunca pensé que se rompería al sentarme. Si digo "lo estoy esperando, y sé que vendrá" no implica que estoy pensando o imaginando su llegada, puedo querer decir que no me sorprendería que llegue en cualquier momento pero sí me sorprendería mucho que no venga.

Con el caso del dolor, dice que no es que el dolor sea algo sólo accesible a uno mismo por introspección, e inferido cuando es de otro. No es lo primero porque no es un conocimiento en absoluto: es una expresión. No responde al juego de lenguaje de conocer o de referir, sino que decir "me duele" reemplaza o se agrega a otras expresiones de dolor (llanto, grito, etc.), y la indudabilidad es cuestión de cómo usamos ese término o ese juego del lenguaje (podemos preguntarnos si es sincero o simula, pero no si "sabe" o no si le duele, ya que no es un saber en absoluto: si lo dice y no miente, entonces le duele). Y no es lo segundo porque cuando alguien se queja de dolor no hacemos inferencias: respondemos a su gesto. Wittgenstein dice que no inferimos su "alma" de sus gestos, sino que vemos su "alma" en sus gestos, vemos el dolor en un gesto de dolor. El alma o la mente está allí, en la conducta, no en otro lado.

Estas ideas las retoma Ryle en "El concepto de lo mental", donde señala que si una persona pregunta por la mente luego de conocer las conductas es como si después de que le muestran los edificios, pabellones y aulas de una universidad preguntara dónde está la "universidad". Algunas de nuestras palabras no remiten a rasgos presentes sino a disposiciones, que son rasgos que ocurren sólo si se dan ciertas condiciones. Por ejemplo si digo que un vaso es "rompible", no es algo que se pueda determinar mirando el vaso en el momento en que lo digo: lo que digo es que dadas ciertas condiciones se rompería. Lo mismo pasa con muchos términos mentales: decir que alguien es inteligente no es algo actual sino disposicional (dadas ciertas condiciones, se comportaría de una forma y no de otra). Lo mismo con el deseo: decir que alguien tiene un deseo es decir que dadas ciertas condiciones elegiría una cosa y no otras (notar la diferencia con la reificación en el psicoanálisis, cuando habla de "deseos inconscientes" como si fueran objetos en la mente).

 

3. ¿Qué es la introspección?

Aquí Wittgenstein también se opone a la concepción cartesiana de la mente, que dice que yo sé lo que siento y pienso (ya que puedo estar seguro de que tengo un alma que piensa, aunque no puedo estar seguro de que tengo un cuerpo), pero no puedo estar seguro de que otros sientan y piensen (y que no son por ejemplo autómatas sin alma).

Wittgenstein invierte esa ecuación: primero está el lenguaje como conducta social, y luego la posibilidad de introspección. Es imposible un lenguaje privado (dar definiciones ostensivas de objetos mentales que no son observables más que por quien los posee), porque tal lenguaje sería incomunicable e ininteligible. Por eso, incluso el lenguaje usado para la introspección es aprendido socialmente. Skinner habla de esto en un artículo de 1945 llamado "The operational analysis of psychological terms", allí dice que para aprender términos que refieren a eventos privados es preciso que la comunidad los nombre en base a correlatos públicos (por ejemplo, la madre dice al chico que le duele porque ve su herida, o su llanto, o su accidente, y así el chico aprende a llamar dolor a ciertas sensaciones). Como sólo se enseña por correlatos (ya que la sensación no es públicamente observable), esos términos tienen mayor ambigüedad que términos con referentes públicos como "mesa".

Cuando decimos que "no puedo equivocarme" en la introspección, es porque algunas palabras las usamos de esa forma (si digo que me duele, sé lo que significa y no estoy mintiendo, no puedo equivocarme). En otros casos, por ejemplo para afirmar si alguien es humilde, generoso o egoísta, o cuáles son sus mayores deseos, no hace falta la introspección sino ver qué hace en cada caso, porque son términos disposicionales. Con la introspección puedo equivocarme, e incluso puede ser más claro para un observador externo (mi única ventaja sobre un observador es que conozco mi conducta durante más tiempo, y mi desventaja es que mi evaluación está más expuesta a sesgos).

Es importante tener en claro que en ningún momento Wittgenstein niega que una persona pueda imaginar algo o hablarse a sí mismo evitando que otros se enteren, lo que usualmente se denomina "conductas encubiertas". Pero sus reflexiones remiten a la conducta públicamente observable y las prácticas sociales como fundamento para explicar el uso del lenguaje, exactamente lo opuesto a las posturas mentalistas que se basan en un conocimiento introspectivo de los "objetos mentales" previo a su comunicación pública. Para entender el significado de un término, no hay que buscar "dentro de la mente", hay que investigar cuál es su uso (realizando un análisis funcional de la conducta verbal) en un individuo o una comunidad, y cómo se adquiere tal uso.  

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