PSICOANÁLISIS DE LOS PROCESOS COLECTIVOS

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Eliseo González Regadas

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En las Segundas Jornadas sobre Investigación en Prevención del uso de Drogas realizada por el Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas (NIDA) (1) de los Estados Unidos en Washington D.C., se puso especial énfasis en que los programas que resultan eficaces para prevenir el consumo de sustancias psicoactivas son aquellos que están basados en la investigación, siendo sometidos a un cuidadoso escrutinio respecto de sus logros y fracasos a través de numerosos años de seguimiento luego de su empleo sistemático.

Las investigaciones de cualquier tipo (cuantitativas, cualitativas, de estudios de casos concretos, meta-analíticas, etc.) sobre los resultados obtenidos por esos programas de prevención, utilizados en los Estados Unidos, han demostrado ser una inversión económica rentable. Permitieron establecer hechos reproducibles con el grado de confiabilidad suficiente para servir de base al desarrollo de intervenciones preventivas con diferentes tipos de poblaciones-objetivo. Existe acuerdo con respecto a que los programas a desarrollarse deben basarse, por una parte, en datos acumulados por las investigaciones existentes y, por otra, estar precedidos por algún tipo de exploración de la población con la que se pretende trabajar.

Respecto del psicoanálisis de los procesos colectivos, (2) cuando en 1996 publicamos en esta misma revista (3) el trabajo "Drogas, familia y prevención" (4) y luego "Del tratamiento a la prevención" (5) (que ahora integran capítulos del libro "Comunidad Terapéutica y Trastornos Duales") ya nos aproximamos a ofrecer un aporte metodológico –desde el psicoanálisis– para procesar la demanda latente de prevención solicitada por un grupo de personas provenientes de un centro zonal de la Intendencia montevideana. Propugnamos por emplear la herramienta psicoanalítica consistente en ir haciendo explícito lo implícito, en el pedido original de una actividad de prevención, como aspecto previo y esencial para desarrollar en forma exitosa una intervención preventiva acordada por ambas partes, en el marco de un programa de actividades de más largo aliento.

En un trabajo colectivo más reciente (6) mostramos cuál podía ser el aporte psicoanalítico al examinar los resultados estadísticos de una muestra de padres que había respondido a un cuestionario. Se trataba de evaluar una campaña televisiva de prevención del consumo de drogas. Estadísticamente los resultados de la encuesta eran desechables; mientras que, para nosotros, no hacían más que poner en evidencia los conflictos inconcientes que tenía este grupo de padres con relación a lo que estaban viendo/viviendo.

 

Algunas investigaciones psicoanalíticas relevantes

El psicoanálisis –ya sea por las reconstrucciones efectuadas durante el análisis de adultos como por la observación de la relación temprana madre-bebé– ha ido desarrollando un panorama de lo que es favorable y también de lo que perjudica el proceso de desarrollo y lleva a que, en el inconciente, funcionen mecanismos patológicos y patogénicos. Cada una de las diversas teorías propuestas por diferentes autores han enfatizado los aspectos que consideran, en su opinión, como los más destacables para desarrollar -o no- una personalidad y un modo de vida saludables.

Todos los que hemos trabajado con personas en cuyos casos el proceso psicoanalítico se torna especialmente difícil para ambas partes, coincidimos en que es difícil lograr cambios en personas cuyos procesos de mentalización están profundamente perturbados. Los procesos de mentalización son el resultado de un trabajo que involucra –por lo menos– a dos personas y que lleva a que se establezcan representaciones y afectos ligados a ellas. Estas representaciones y afectos están más o menos disponibles para el sujeto y le permiten un contacto fluido con la realidad circundante. Dichos procesos de mentalización son los que habilitan un procesamiento psicológico de los vínculos inter-humanos y de la realidad cotidiana.

La mayoría de los autores psicoanalíticos que trabajan con personas que tienen dificultades para establecer adecuados procesos de mentalización destacan la necesidad de crear condiciones de seguridad afectiva para dar lugar a un trabajo de procesamiento, tramitación y elaboración de los conflictos. La presencia del psicoanalista –en términos de Nacht- desempeña un papel esencial para restaurar o promover esta capacidad.

Si la falta de empatía de los padres conspira contra el establecimiento de estos procesos, ello es más notorio aun cuando el sujeto fue maltratado. La función reflexiva en el ser humano es la que se adquirió más tardíamente y, por lo tanto es la más frágil y fácil de perder.

Hay circunstancias de la vida cotidiana en que dicha función claudica temporalmente a pesar de que la persona la haya consolidado en su aparato psíquico.

Debemos destacar, además, que los procesos de mentalización alcanzan diferentes niveles y grados de sofisticación. Para decirlo de alguna manera comprensible: no es lo mismo el deterioro que sufre un proceso de mentalización bajo la acción de la represión, que el que cae bajo una supresión o repudio. Las consecuencias que esto tiene son ciertamente diferentes en uno y otro caso. Son diferentes también las consecuencias que tienen los abusos y maltratos infantiles sobre el niño a lo largo del desarrollo (que inhiben y reprimen procesos de mentalización y representaciones y afectos ligados a las figuras parentales). Lo mismo sucede con respecto al deseo inconciente de los padres de que su hijo carezca de vida propia.

En un caso los impulsos filicidas afectan parcialmente el funcionamiento del psiquismo infantil en ciertas áreas más o menos circunscriptas; en el otro es la posibilidad de la existencia del psiquismo mismo en su totalidad lo que es afectado. Esto es ampliamente conocido por quienes trabajan con psicóticos cuando se refieren a la "falta de contacto afectivo" como distintiva de estos cuadros. En realidad es un congelamiento afectivo defensivo frente a una situación interna extremadamente dolorosa.

Para redondear este punto diremos que coincidimos con Peter Fonagy cuando dice que "el centro del tratamiento psicológico de personas con severos trastornos de la personalidad consiste en fortalecer los procesos reflexivos. El terapeuta debe ayudar al paciente a entender e identificar estados emocionales en vistas a fortalecer el sistema secundario de representaciones y afectos a ellas ligados. A menudo esto se logra no solamente por interpretaciones en los cambios afectivos del paciente, sino centrando su atención en la experiencia del terapeuta: (7) la actitud de elaboración de los procesos mentales es la que ayuda al paciente a encontrarse a sí mismo en la mente del psicoterapeuta y a integrar esta imagen como parte de su sentido de sí mismo".

 

Trabajando en medio de una conflictiva interinstitucional

Había concurrido a un congreso. Al llegar la noche mi cuerpo ardía, sudaba y tenía frío. Estaba solo en una habitación grande de hotel. Al día siguiente debía partir para otro lugar. "Tengo que estar bien" – me dije; pero mi cuerpo ardía. Asocié con un sueño que Freud relata en La interpretación de los sueños : (8) Padre, ¿no ves que mi cuerpo arde? Tenía que prevenir males mayores. ¿Cuáles? ¿Una gripe? ¿No poder moverme pero tener que hacerlo? ¿Mi incapacidad para estar en un lugar en el tiempo y a la hora convenidos para hacer un trabajo? ¿Qué y cómo, de todo esto – y algo más – podía prevenirse con beneficio para mí y para los que estaban esperando que yo hiciera mi tarea? Tomemos recaudos – pensé – y fui a comprar descongestionantes nasales y algo que disminuyera mi hipertermia. De pronto me doy cuenta que mi cuerpo está en un estado de alerta generalizado y hago una copiosa ingesta. "Tengo que fortificarme" – se me ocurrió. ¿Qué me estaba sucediendo en ese momento? No estar disponible corporal y anímicamente. Sentía la necesidad imperiosa de tener lucidez, porque el futuro inmediato requería claridad de ideas y disponibilidad para afrontar una tarea que prometía ser difícil. Había una conflagración: todo estaba ardiendo. (9)

Iba a trabajar a una institución, representando a otra, y ambas estaban en conflicto. Se reprochaban recíprocamente que la tarea que yo iba a hacer no había sido realizada en tiempo, forma y con la cantidad y calidad necesaria.

¿Qué quería prevenir? ¿Conflictos? Ya los había y de tal intensidad que el trabajo se había paralizado. (10) ¿Quería prevenir una ruptura total; problemas posteriores y el riesgo de que algo que debería estar marchando (un proyecto de trabajo conjunto de dos organizaciones dedicadas a la prevención) se frustrara definitivamente? Ambas organizaciones eran responsables de lo ocurrido: la que yo representaba y la otra. Primer cosa: asumir responsabilidades de mi lado, ayudar a asumirlas del otro y tratar de ubicarme en un lugar lo más equidistante de ambos: "neutral" (fue la palabra que me vino en mente).

Esto significaba: estar dispuesto a escuchar quejas y reproches de unos y otros; ser seducido y chantajeado y, a pesar de todo, sostenerme firme –de ser posible– en ese lugar ideal de "neutralidad".

¿Cómo se medirían los resultados? Si llegaba a destrabarse el conflicto paralizante y la tarea se ponía en marcha, tendría un indicador "objetivo" del "éxito". Todo esto se efectuaba en un marco de gran precariedad: la amenaza de la agencia financiadora de cancelar el proyecto en cualquier momento, por haber sido "ineficaz".

Trabajé con ahínco. Cuando llegué al lugar, mi "ardor" había cedido y en su lugar mi cuerpo empezaba a sentirse bien, disponible para aquello que tenía algo de roto, de quijotada y de posibilidad cierta de terminar siendo un esfuerzo frustrado. A esto lo vi como un indicio de buen pronóstico: el conflicto había dejado de expresarse corporalmente (conflagración) y empezaba a poder mentalizarse.

Había un equipo de trabajo formado con gente muy capacitada en lo suyo y con una excelente disposición. Esto me dio ánimos y acometí la propuesta con entusiasmo para poner en marcha la tarea.

Este entusiasmo encontró eco y fue contagioso. Surgieron ideas creativas de los integrantes del grupo de trabajo y desplegué las mías sin temor y con convicción. Se constituyó, al cabo de un par de horas de reunión, una fuerte alianza de trabajo centrada en la tarea. Al día siguiente definiríamos nuestro objetivo con la mayor precisión y realismo posible, repartiendo responsabilidades y tiempos. Experimenté una sensación de bienestar creciente: me estaba descongestionando corporalmente. Vivenciaba una sensación de enorme libertad. ¿Cuáles eran las vulnerabilidades inconcientes? ¿Qué debía prevenir? ¿Callarme la boca, no decir honestamente lo que pensaba o me estaba pasando, no ser sincero? Había una espada de Damocles: la tiranía de los plazos y que los financiadores cortaran los recursos. ¿Cómo transformar lo adverso en un motor para la tarea? El tiempo cronológico era escaso. Los recursos económicos amenazaban francamente con terminarse aun cuando hubiera resultados. Asumamos estas realidades sin trabajar obsesionados por ellas -pensé. Lo hablamos entre todos. Cada cual asumió ese riesgo; puso lo mejor de sí mientras se abocaba a la tarea. Trabajemos cada uno en lo acordado y reunámonos al fin de cada jornada para hacer una puesta a punto de dónde estábamos parados en ese día.

Había entusiasmo. Cada uno hacía lo suyo con libertad, con placer y confianza en los otros y en el resultado final.

Durante ese mismo período seguía escuchando reproches de mis colegas de institución sobre la que yo estaba trabajando. Se aludía –analmente- a "cosas sucias" de uno y otro lado. Mi neutralidad (11) tenía también un límite, por el riesgo de quedar "ensuciado" con los reproches y manipulaciones de unos y otros. Asumir que esta "neutralidad" tenía un límite -o que podía ubicarme en un lugar imposible- me llevó a poner un límite más acotado que el inicial a mi tarea: de un mes a tres semanas. Más allá de eso el riesgo de quedar "comprometido" – en el mal sentido – con uno u otro bando conspiraría contra el clima logrado y los potenciales resultados. Prevenir la implicación excesiva y el "enchastre" ¿para salvar la cara y el buen nombre? Tal vez sí, pero sobre todo para rescatar una tarea valiosa que podía quedar definitivamente trunca. ¡Difícil equilibrio! El ideal, la ilusión, lo real, lo posible... La retribución económica y el placer narcisista del reconocimiento. Tarea compleja, mundo complejo, complejidad humana que responde a contradicciones y las vive cotidianamente como un tironeo constante y que exige tomas de posición permanentes.

Si me quedaba con el diagnóstico inicial tendríamos una tarea imposible (una quijotada); pero, en los hechos, sabemos que hay muchos que dedican su vida entera a tareas imposibles. Entre lo deseable y lo posible, un resultado que sería evaluado. Resultado ligado a un interés y una ética que, pese a desmayos transitorios, es capaz de recuperación y continuidad.

Abreviemos para llegar a un final, siempre provisorio. (En estos casos la gente siempre pregunta ¿y al final, qué pasó?) Con la provisionalidad aludida, lo que pasó fue que lo que estaba detenido y bloqueado se puso nuevamente en marcha. Las dos organizaciones preservaron su diálogo apostando no a lo sucedido en el pasado sino a un aprendizaje respecto a lo porvenir. Un tercero, la agencia de financiación, resolvió cancelar el proyecto y llevarlo a otra institución menos problemática.

 

Para entender el conflicto. Psicoanálisis de los procesos colectivos.

¿Cómo podemos examinar la situación anterior desde la perspectiva de un cierto psicoanálisis que aporte a la prevención de situaciones de vulnerabilidades inconscientes específicas?

¿De qué psicoanálisis se trata? Obviamente, de un psicoanálisis sin diván y sin sillón. Es un psicoanálisis que analiza conflictos más o menos inconcientes en un marco que no es el de la sesión individual, grupal, de familia o de pareja. Es un psicoanálisis que tiene que ver con tareas que generan conflictos entre personas e instituciones y que afectan la vida laboral de las personas en el contexto institucional donde desarrollan su trabajo. Son fuente de sufrimiento para las personas involucradas y de riesgo para los proyectos y las tareas que las instituciones gestionan. Me agrada llamarlo Psicoanálisis de los Procesos Colectivos.

Estas vulnerabilidades inconcientes para las instituciones y sus proyectos laborales tienen que ver _entre otras cosas_ con el dinero y lo que éste representa (en el inconciente); con los lugares de poder y con mecanismos institucionales específicos. Son siempre situaciones complicadas y altamente problemáticas. Entiendo por tales:

a) Un entramado interpersonal e institucional con múltiples implicados.

b) Afectos contradictorios, encontrados (amor y odio, a veces casi en estado puro).

c) Lealtades (visibles e invisibles) diferentes, que tironean a los sujetos y a las organizaciones.

d) Necesidades exacerbadas de reconocimiento y valoración.

e) Representaciones y afectos ligados con la tarea a desarrollar que chocan entre sí y movilizan las lealtades aludidas y las necesidades personales en el contexto institucional.

f) Ejercicios diversos de poder social, institucional y personal que no siempre coinciden entre sí, y que dan lugar a diversos conflictos en momentos de mucho dinamismo, cambios y contradicciones (todo ello simultáneamente).

g) Contradicciones entre lo que se hace y lo que se dice por parte de todos los actores involucrados.

h) Conflictos de intereses/poder entre dos o más instituciones y/o personas que los representan.

i) La imposibilidad de tener representaciones _y afectos ligados a ellas_ de todas estas situaciones.

Estas son problemáticas generales de riesgo que pueden llevar a disparar las vulnerabilidades inconcientes específicas que tiene una persona, grupo o institución y que quedan _o no_ contrabalanceadas por las fortalezas inconcientes específicas: las resiliencias y posibilidades de afrontamiento y tramitación de estas conflictivas específicas. Nos estamos refiriendo a lo que también hemos llamado los polos trófico y tanático. (12)

 

Hipótesis para intervenciones preventivas

¿Qué es lo que podemos prevenir y/o tratar con una intervención psicoanalítica en estos casos?

Desde el lado del inconciente lo que se trata es de rastrear sus efectos sobre la/s institución/es y hacerlos disponibles para las personas involucradas y que sufren por los conflictos generados.

Volviendo a mi ejemplo: tres personas eran las que personificaban el conflicto entre las instituciones: la financiadora del proyecto, la administradora de los fondos y la gestora del proyecto.

Los dos líderes de cada uno de los grupos (el de la organización administradora de los fondos y el de la gestora de las tareas) se hacían reproches recíprocos: no informar adecuadamente -ni en tiempo y forma- de sus trabajos (gestión del proyecto, administración de fondos); enlentecer y poner obstáculos a la tarea; carecer de los conocimientos suficientes para llevar a cabo la labor encomendada. También se inculpaban de crear intrigas y complotar dividiendo a la gente entre partidarios de uno u otro bando.

¿Qué se trataba de impedir aquí? Que el proyecto en su conjunto naufragara por falta de una administración adecuada y por el incumplimiento de las tareas específicas correspondientes a una y otra institución dentro de los plazos estipulados por la organización financiadora (en un registro conciente/preconciente). El naufragio del proyecto tendría efectos sobre ambas organizaciones y sobre las personas en él implicadas: a) se produciría un descrédito respecto de las capacidades de cada uno para llevar a cabo sus tareas; b) varias personas quedarían sin trabajo.

En lo personal ya había un monto de sufrimiento muy grande: todos (los de uno y otro bando) coincidían en que "los últimos meses han sido los más espantosos de mi vida, para mí y para mi familia". La tarea preventiva (en el plano inconciente) consistía en rescatar la salud e integridad psíquica de los actores y desligarla de la patología institucional, mostrando cómo ciertos aspectos del propio funcionamiento psíquico inconciente, ante los cuales se era específicamente vulnerable, se acoplaban a los conflictos promovidos por las instituciones y su funcionamiento. No se trataba de una tarea sencilla porque se había producido –como es usual– un círculo vicioso y una espiral de reproches estereotipados de uno y otro lado. Estos reproches concientes no eran más que proyecciones inconcientes de las propias ineficiencias y vulnerabilidades. Las organizaciones no querían asumir sus fallas porque esto hería un narcisismo frágil, patológico. Los individuos integrantes del grupo de trabajo no tenían estos problemas (por eso podían ser creativos a pesar de sus errores y limitaciones); pero ambas organizaciones eran muy vulnerables _históricamente_ al hecho de que una auditoría les marcara errores; esto era lo específico que se disparaba ante situaciones de riesgo como la que señalamos, suscitando una espiral de paranoia. (13)

Examinada la labor sin apasionamiento, eran "razonables" (en el registro conciente) las disfunciones denunciadas en las actuaciones de unos y otros. Aquí me parece importante destacar que si las personas en juego eran las problemáticas, el tema quedaría resuelto sacando a las personas. En este caso concreto podría ser una defensa institucional, una resistencia de cada una de las organizaciones a examinar su historia, su funcionamiento y su patología. Las personas son siempre el hilo más delgado por donde cortar la cuerda para adoptar una solución "gatopardesca". Para evitar esto hay que analizar el funcionamiento y las formas de arbitrar las decisiones que toma la organización, haciendo abstracción de las personas. Las personas son –en estos casos– un medio del que se valen las organizaciones para cumplir un fin y dejar de ser ellas un fin en sí mismas. Es que las instituciones trascienden a las personas y moldean su funcionamiento para satisfacer las necesidades de la institución – muchas veces a expensas de los sujetos que en ellas trabajan. Esto no quiere decir, de ningún modo, que haya que soslayar lo personal; muy al contrario, suele haber personas que son las problemáticas y las creadoras de conflictos en cualquier lugar en que estén. (14) De lo que se trata es de ver, simultáneamente, el despliegue de mecanismos institucionales generadores de sufrimiento y su interjuego con las problemáticas personales y grupales reactivadas. De ello se ocupa el psicoanálisis de los procesos colectivos.

 

REFERENCIAS

1) Second National Conference on Drug Abuse Prevention Research, Washington D. C., Agosto 9-10 de 2001.
2) Entendemos por Psicoanálisis de los Procesos Colectivos a aquel que se ocupa de los dinamismos inconcientes de los seres humanos que funcionan en grupos e instituciones; así como de los conflictos patológicos y saludables emergentes y su procesamiento en tales situaciones.
3) Relaciones Nº 144.
4) González Regadas, E. M.: Comunidad Terapéutica y Trastornos Duales, Montevideo, Psicolibros, 2001, Cap. XIII, págs. 195-204.
5) González Regadas, E. M.: Comunidad Terapéutica y Trastornos Duales, Montevideo, Psicolibros, 2001, Cap. XIV, págs. 205-214.
6) González Regadas, E. M., Rodríguez Villamil, M., Sburlati, M. y Triaca, A.: Psicoanálisis, Prevención y Promoción de Salud, en Actas del XIV Congreso Latinoamericano de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo, tomo I, Conceptualizaciones desde la Práctica, Montevideo, Impresora Gráfica, 2000, páginas 216-225.
7) Fonagy, P.: "Pathological attachments & therapeutic action",
www.dspp.com/papers/fonagy.htm.
8) Freud, S.: La interpretación de los sueños en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, Tomo V, páginas 504-505.
9) Freud, S.: Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Buenos Aires, Amorrortu, 1994, página 69.
10) Como decía Harold Bridger: en estos casos es necesario detenerse y repensar la tarea y la institución. Ver Entrevista a Harold Bridger en Revista de Psicoterapia Psicoanalítica, Montevideo, AUDEPP, Tomo IV, Nº 3, 1995, páginas 427-444.
11) Era difícil ser neutral teniendo una fuerte presencia (y había que estar muy presente). Ver Nacht, S.: La presencia del psicoanalista, Buenos Aires, Proteo, 1967.
12) González Regadas, E. M.: Comunidad Terapéutica y Trastornos Duales, Montevideo, Psicolibros, 2001.
13) Kernberg, O. F.: Ideología, conflicto y liderazgo en grupos y organizaciones, Barcelona, Paidós Ibérica, 1999, capítulo 8: Génesis de la paranoia en las organizaciones, páginas 147-165.
14) Diet, E.: El tanatóforo, en Kaës, R.: Sufrimiento y psicopatología de los vínculos institucionales. Elementos de la práctica psicoanalítica en institución, Buenos Aires, Paidós, 1998, páginas 129-165.

 

Los Drogos

Artículos publicados en esta serie:

(I) El discurso de la droga (C. B. Muñoz, P. Rocca, G. Del Signore´, Nº 76)
(II) Imágenes de la droga (B. Muñoz, G. del Signore, P. Rocca, Nº 79)
(III) Fase de influjo; fisura y secreto (C. B. Muñoz, G. del Signore y P. Rocca, Nº 80/81)
(IV) Drogas: El demonio moderno (Gabriel Eira - Juan E. Fernández Romar, Nº 142)
(V) Familia y prevención (Eliseo González Regadas, Nº 144)
(VI) Inserción laboral del recuperado (Oscar Corvalán, Amparo Espinosa, Nº 148)
(VII) Adicciones y "malestar" (Graciela Resala, Nº 152/53)
(VIII) Adicciones: del tratamiento a la prevención (Eliseo González Regadas, Nº 154).
(IX) "Droga" ¿de qué hablamos? (Juan E. Fernández Romar, Nº 197)
(X) Drogas: la cara oculta (Rosa del Olmo, Nº 211)

Serie: Los Drogos (XI)

 

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