HACIA UN NUEVO ILUMINISMO: DEFENDIENDO LA CIENCIA Y LA RAZÓN

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Paul Kurtz
Profesor Emérito de Filosofía
Universidad Estatal de Nueva York, Buffalo
Presidente
Center for Inquiry-Transnational  

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Introducción

Es un placer para mí darles la bienvenida a la Segunda Conferencia Iberoamericana sobre Pensamiento Crítico. Está co-patrocinada por el Center for Inquiry-Transnational, con sede en Amherst, Nueva York, EE.UU., y el Center for Inquiry-Perú. Traigo saludos de nuestros colegas de Norteamérica y de los 20 Centers for Inquiry que hay en todo el mundo —tenemos centros en Alemania y Francia, Polonia y Rusia, India y China, Egipto y Nigeria, Argentina y Nueva Zelandia y en otras partes.

El Center for Inquiry (CFI) está comprometido con la “razón, la ciencia y la libre investigación en todos los campos del esfuerzo humano”. Publica diecisiete revistas y boletines, y especialmente la revista Pensar para el mundo de habla hispana. El CFI está afiliado por lo menos con otras 100 publicaciones de todo el mundo. El CFI incluye al Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones sobre lo Paranormal (CSICOP) —el cual contó con distinguidos divulgadores científicos tales como Carl Sagan, Stephen Jay Gould e Isaac Asimov—que investiga críticamente las afirmaciones sobre lo paranormal y la pseudociencia. También, el CFI comprende al Consejo para el Humanismo Secular. He aquí algunos de los que han sido y son miembros: Francis Crick y James Watson (co-descubridores del ADN), Mario Vargas Llosa (Perú), Jurgen Habermas (Alemania) y Richard Dawkins (Reino Unido).

El Consejo está comprometido con la sociedad secular, la separación de la iglesia y el estado, y la ética humanista, la cual es una alternativa a la ética basada en la teología. Defendemos la perspectiva del naturalismo científico.

Sostenemos que por primera vez en la historia, la humanidad posee los medios para mejorar la condición humana, adelantar la felicidad y la libertad, y mejorar la vida humana para toda la gente que habita el planeta. Mucha gente tiene miedo de lo que le espera al hombre. Muchas personas hacen pronósticos apocalípticos sobre inminentes calamidades —sean religiosas o seculares. Los pesimistas señalan las brutales guerras del siglo XX y de la primera parte del siglo XXI, y nos advierten que nuevas formas de terrorismo, disturbios, desastres naturales, enfermedades y daños ecológicos pueden tragarse a la humanidad en la próxima centuria.

Una estimación más realista y positiva de lo que le espera al hombre en el siglo XXI está en camino. A pesar de los disturbios políticos, militares y sociales, el siglo XX ha sido testigo de un gran número de beneficios. Por más decepcionante que ello resulte a los negadores, la prosperidad, la paz, una mejor salud, y estándares de vida en alza, son una realidad —y es probable que así continúe. Se han alcanzado logros científicos, tecnológicos y sociales. Aunque se han aplicado en gran parte al mundo desarrollado, sus beneficios ahora se aprecian en todas partes. Ello está relacionado con el crecimiento de sociedades democráticas abiertas y con la comprensión de los derechos humanos. Aunque necesitamos hacer hincapié en la sabiduría de culturas pasadas, no podemos esperar que las sociedades antiguas o medievales —como las rurales y románticas— nos provean de todas las respuestas que necesitaremos en las futuras sociedades urbanas, industriales, informáticas, globales y de la era espacial.

Si la humanidad va a resolver sus problemas y va a continuar perfeccionándose y prosperando, entonces debemos reconocer que necesita desarrollar un Nuevo Iluminismo.

 

I.

El término Iluminismo se refiere a un conjunto de ideas e ideales que vieron la luz en Europa en los siglos XVII y XVIII. Comenzó con Bacon, Descartes, Locke, y otros filósofos que buscaban un método universal para fundar el conocimiento. Pensaban en la ciencia como el modelo para el conocimiento y debatían si era más importante la razón o la experiencia (de hecho, ambas lo son). Sin duda, tomaron ímpetu de los destacados descubrimientos de Newton y Galileo en matemática, física y astronomía. El Iluminismo terminó con los philosophes franceses —Voltaire, Diderot, Condorcet, y d’Holbach— quienes popularizaron sus ideas en los salons parisinos, folletos, y libros, haciendo posible que se difundan a un público más educado.

Los philosophes criticaban los ancien regimes de la superstición religiosa y el dogmatismo, las tradiciones sociales conservadoras, y las moralidades represivas. Querían utilizar la ciencia y la razón para comprender la naturaleza y solucionar los problemas sociales. Eran optimistas y pensaban que de esta forma podría avanzar el progreso humano. En política desarrollaron teorías de contrato social, defendieron el Estado secular y los Derechos del Hombre, y abogaron por la libertad económica. La Revolución Norteamericana fue influenciada por éstos ideales (a través de Jefferson, Franklin, Madison y Paine). También influenciaron a la Revolución Francesa (aunque muchos se opusieron a sus excesos). Querían reformar el código penal y terminar con los castigos crueles tales como la pena de muerte. Muchos se opusieron a la esclavitud. Eran anticlericales, criticando a la corrupción y la hipocresía de las iglesias, especialmente al catolicismo romano (“écrasez l’infáme”, se lamentaba Voltaire). La mayoría era deísta, algunos eran ateos. El Iluminismo defendía una perspectiva humanista que delineó sus valores tomándolos del Renacimiento y la cultura helénica greco-romana, la cual también exaltaba el rol de la razón.

La más inspiradora declaración de esperanza para el progreso futuro de la humanidad fue escrita por Marquis de Condorcet (1743-94), matemático francés, historiador de la ciencia y reformador social que había sido elegido por la Academia de Ciencias y se convirtió en su secretario. En su Esquema para una representación histórica del progreso de la mente humana, publicado después de su muerte (1795), esbozó muchas reformas necesarias para emancipar a la humanidad de la dominación arbitraria por parte del medio ambiente físico y de la esclavitud histórica por parte de la sociedad. Pensaba que la ciencia, la razón y la educación podrían liberar la mente humana.

Ahora está claro que el Iluminismo del siglo XVIII no se puede aplicar in toto al siglo XXI, debido a que sus problemas eran relevantes para las condiciones sociales de aquellos días, y hoy enfrentamos problemas nuevos. Una diferencia era que los filósofos (por ejemplo John Locke) pensaban que la mente era una tabla rasa (tabula rasa) y que la modificación del medio ambiente era la llave para el mejoramiento social. En su reciente libro La tabla rasa: la negación moderna de la naturaleza humana (N. York, Viking, 2002), Steven Pinker señala que desde Darwin necesitamos tomar en cuenta los determinantes biológico-evolutivos del comportamiento. Así, hoy apreciamos la importancia del genoma y las potencialidades de la ingeniería biogenética para curar enfermedades.

Otra diferencia es que los pensadores del Iluminismo defendían el capitalismo laissez-faire (especialmente Adam Smith en La riqueza de las naciones) con el objeto de liberar a la economía del control mercantil. Pero se refería a los entrepreneurs individuales y a las pequeñas compañías, mientras que los actuales actores de la economía son enormes corporaciones globales transnacionales. Los mercados libres son vitales para el desarrollo y hoy hay quienes los defienden, pero está en discusión si pueden continuar completamente desregulados por la comunidad mundial.

El Iluminismo fue quizá demasiado optimista con respecto a alcanzar el progreso humano. Las terribles guerras que tuvieron lugar desde entonces, religiosas y seculares, han socavado cualquier noción simplista de progreso utópico. El Iluminismo también anunciaba el potencial poder de la razón en la vida, tal como lo hacemos nosotros, pero a la Era de la Razón le siguió la Protesta Romántica, y hoy nos damos cuenta de que los sentimientos y las pasiones necesitan estar en armonía con la racionalidad (como reconoció el filósofo iluminista escocés David Hume), al menos si vamos a llevar a cabo algún ideal moral o social.

 

El Iluminismo allanó el camino a la Revolución Industrial. Con ella vino la gran expansión del comercio y el consumo de mercaderías. Hoy muchas sociedades se encuentran en una etapa post-industrial, transformada sin embargo por la Revolución de la Información, con las vastas oportunidades que nos permiten las comunicaciones globales instantáneas y un comercio mundial incrementado.

Los philosophes depositaron gran esperanza en el desarrollo de las ciencias, incluyendo las ciencias sociales, tal como lo hacemos nosotros. Sin embargo vemos ahora que la investigación científica y la tecnología frecuentemente son tomadas por poderosos complejos militares-industriales o de corporaciones tecnológicas nacionales y globales. La ciencia frecuentemente está dominada por estos intereses económicos y políticos, que se centran más en sus propios beneficios y poder que en el mejoramiento humano o la preservación del medio ambiente.

El Iluminismo fue producto de la civilización europea. En un momento en el que el colonialismo estaba expandiéndose, el mundo no desarrollado permaneció en un estado de tutelaje y dependencia. América del Norte y del Sur, Asia y África fueron sometidas al control de grandes poderes. El mundo post-colonial de hoy es mucho más pluralista, multiétnico y multicultural. La cuestión central es cómo pueden relacionarse entre sí tales culturas en la comunidad mundial, especialmente cuando los descubrimientos científico-tecnológicos han permitido a los sectores del globo en desarrollo alcanzar un crecimiento económico explosivo —como sucede en China e India. Ello ha llevado al problema de la exportación del trabajo al extranjero. También ha renovado la esperanza de que puede estar desarrollándose una civilización mundial con valores humanistas comunes. Desgraciadamente, al mismo tiempo enfrentamos un conflicto con sistemas antiguos de valores culturales que se observan en recalcitrantes tradiciones fundamentalistas religiosas.

Sin embargo, el Iluminismo ha tenido una influencia duradera sobre la civilización moderna; ha demostrado que los seres humanos tienen el poder para usar el conocimiento, para comprender la naturaleza y la naturaleza humana, y para resolver los problemas que nos acosan. La inteligencia humana puede liberarnos de las oscuras fuerzas inconscientes que han gobernado nuestras vidas, y hasta cierto punto podemos controlar nuestro futuro por medio de la razón.

Emanuel Kant, figura clave del Iluminismo, capta impecablemente su significado esencial. En su influyente ensayo “¿Qué es el Iluminismo?” (1785), Kant definió al Iluminismo así:

El Iluminismo es la emancipación del hombre de un estado de tutelaje auto-impuesto. Este estado se debe a su incapacidad de usar su propia inteligencia sin guía externa... ¡Atrévete a usar tu propia inteligencia! Éste es el lema del Iluminismo.[1]

Según Karl Popper, “Fue esta idea de auto-liberación a través del conocimiento la que fue central para el Iluminismo. ‘Atrévete a ser libre’, agregó Kant, “y respeta la libertad y autonomía de los otros...” Para Kant, la dignidad de los seres humanos descansa en la libertad, y en el respeto por las creencias autónomas y responsables de los demás. Sin embargo, es sólo a través del crecimiento del conocimiento el que una persona se libere “de la esclavitud debida al prejuicio, de los ídolos, y errores evitables.”[2]

 

La búsqueda del conocimiento por parte del Iluminismo inspiró a numerosos científicos, filósofos y poetas, incluyendo a Goethe, Bentham, Mill, Darwin, Freud, Dewey, Habermas, Marx, Einstein, Hubble, Crick y Watson. Ha continuado inspirando la investigación en las fronteras del conocimiento científico, tales como el desarrollo de la química y la biología en el siglo XIX y la emergencia de las ciencias sociales y del comportamiento en el siglo XX. La aplicación de los métodos de la ciencia anunciaba nuevos avances en la ciencia y la tecnología que contribuyeron al mejoramiento de la humanidad. Éstos incluyeron la revolución industrial (con la subsiguiente capacidad para expandir la producción), impresionantes beneficios en medicina como la cirugía, la anestesia, los antibióticos (que extendieron los promedios de vida), el crecimiento de los bienes de consumo (que podían ser usados y disfrutados por todos), la reducción del trabajo pesado y del trabajo en general (lo cual acortó la semana laboral y proporcionó más tiempo libre a la gente), mejor transporte y tecnologías de la comunicación, la revolución verde (incremento de la producción de agricultura), la revolución de la información (computadoras, Internet), ingeniería biogenética (estamos en los umbrales de nuevos conocimientos para que la humanidad reduzca las enfermedades genéticas), y la Era Espacial (con el vasto potencial de exploración del Sistema Solar y el espacio exterior).

El conocimiento científico ha extendido nuestra comprensión del universo. Ha alterado nuestra interpretación del lugar de la especie humana en la naturaleza, así como la teoría de la evolución ha reemplazado a las teorías de la creación. Ha despertado asombro y sobrecogimiento, siguiendo a Hubble, en el tamaño del universo en expansión. Se están descubriendo nuevos sistemas planetarios estelares y galaxias casi a diario. El descubrimiento de un nuevo y misterioso cuerpo rojo brillante en nuestro sistema solar más allá de Plutón —el “planetoide” Sedna— como se lo ha llamado, es impresionante. Un año de Sedna es equivalente a 10.500 años de nuestro planeta, y el alcance de nuestro sistema solar se ha extendido a miles de millones de millas. Igualmente sobrecogedor resulta el descubrimiento de más de 120 planetas que orbitan otros sistemas estelares. Así, el naturalismo científico ha desplazado al sobrenaturalismo teológico como la visión cosmológica del mundo intelectual contemporáneo. Las promesas de más descubrimientos en ciencia y tecnología, con sus consecuentes beneficios para la humanidad, son verdaderamente enormes. Además, ha provocado optimismo acerca de la posibilidad de que los humanos usemos la ciencia y la razón para el mejoramiento de la condición humana; y ello ha inspirado la reforma social y el mejoramiento, a pesar de los obstáculos. Tenemos la opción de usar nuestros propios recursos para realizar lo mejor de lo cual somos capaces, y alcanzar nuevos y apasionantes objetivos.

Lamentablemente, en los años recientes ha habido una retirada masiva de los ideales del Iluminismo, un retorno a las mitologías premodernas. Ha habido un resurgimiento de las religiones fundamentalistas en todo el mundo —hinduismo, sijismo, islam, catolicismo romano y judaísmo ortodoxo. A ello se agregan las afirmaciones ocultistas y paranormales que presuntamente trascienden al paradigma científico. Los medios de comunicación han promovido el sensacionalismo con respecto a las afirmaciones paranormales y pseudocientíficas —todo, desde las maravillas parapsicológicas, la ufología y la astrología hasta la comunicación con los muertos y las curas no probadas de la medicina alternativa.

Resulta especialmente inquietante el hecho de que en los Estados Unidos gran cantidad de norteamericanos han adoptado formas primitivas de la religión bíblica. Éstas se centran en la salvación,el Arrebatamiento y la Segunda Venida de Jesús. Veamos el nuevo film producido por Mel Gibson, La pasión de Cristo. Basado en una interpretación tradicionalista del Nuevo Testamento, es altamente cuestionable sobre la base de la mejor evidencia científica y criticismo bíblico. Igualmente irritante resulta la penetración del creacionismo y de la teoría del Diseño Inteligente, que se usan en contra de Darwin y la evolución. Sostengo que necesitamos promover un reencantamiento con el Iluminismo; verdaderamente hay una imperiosa necesidad de un Nuevo Iluminismo, no sólo para Norteamérica sino para la comunidad global.

Desgraciadamente, existen poderosas corrientes intelectuales “posmodernas” que han emergido junto con las afirmaciones paranormales y las religiones fundamentalistas, las cuales se oponen al Iluminismo de forma similar. Los savants parisinos de la posguerra engendraron una vulgar cacofonía posmoderna del pastiche de Heidegger y Derridá. Por más incoherente que sea su retórica, ha influido en el rechazo al Iluminismo, a la ética del humanismo, a la objetividad científica, y a los valores democráticos. Este movimiento literario-filosófico ha hecho grandes incursiones en la Academia, especialmente en las facultades de humanidades (aunque afortunadamente está siendo desacreditado en la propia Francia). Pero ha conllevado un terrible precio, minando la confianza en cualquier proyecto progresista de emancipación. En parte, tal pensamiento es una respuesta comprensible a las dos grotescas ideologías del siglo XX —fascismo y stalinismo— que dominaron la imaginación de tantos adeptos en Europa, y traicionaron la dignidad humana sobre la base de la masacre, la represión y el genocidio. “Después de Auschwitz”, escribió Theodor Adorno, no podemos alabar “la grandeza del hombre”. Seguramente el mundo se ha recuperado de ese período de bestialidad aberrante. Sin embargo, muchos intelectuales siguen desilusionados por el fracaso del marxismo para proporcionar las promesas del socialismo, en las cuales han depositado su fe. Cualesquiera sean las causas del pesimismo, no podemos abandonar nuestros esfuerzos por hacer la reforma, o por difundir el conocimiento y el iluminismo. No podemos sucumbir ante el nihilismo o el subjetivismo autoderrotista. (Aunque la ciencia haya sido utilizada a menudo por varios poderes tecnológico-militares con fines anti-humanistas, también puede ayudar a cumplir objetivos humanitarios nobles.

 

II.

Al decir que necesitamos críticamente un Nuevo Iluminismo, me refiero a una reorientación radical de la perspectiva religioso-moral en la cual está inmersa ahora la sociedad contemporánea. Ello implica una reforma cultural, la reestructuración de los primeros principios, creencias y valores. Para que esto ocurra es esencial confiar en la capacidad de los seres humanos para avanzar en el conocimiento humano, para contribuir al descubrimiento científico y dedicarnos a la investigación racional. Muchos problemas pueden desalentarnos o tal vez parezcan inabordables. Pero no hay alternativas viables respecto del uso del método de la inteligencia. No son la fe o la revelación, la autoridad o la costumbre, el misticismo o la espiritualidad las que nos van a salvar, sino el trabajo diligente y alguna dosis de buenos deseos. (El teísta cree que sólo Dios va a salvarnos. A lo cual respondo que “ninguna deidad nos va a salvar, ¡debemos salvarnos nosotros mismos!”[3]).

¿Cuáles son las características fundamentales del Nuevo Iluminismo que debemos proponer? Sólo puedo delinear algunas de ellas:

Primero, es de nuestra incumbencia extender los métodos de la ciencia y la razón a todas las áreas del interés humano. Esta forma de naturalismo metodológico se basa en el reconocimiento de que los métodos de la ciencia nos sirven como poderosas herramientas para desvelar los secretos de la naturaleza y para solucionar los problemas humanos. Los principios científicos deberían considerarse como hipótesis, verificadas por sus efectos experimentales y su poder predictivo, integradas en teorías, y validadas por su carácter comprehensivo y elegancia matemática. Siempre están abiertas al cambio a la luz de los nuevos descubrimientos o de teorías más convincentes; por lo tanto la ciencia es falible y autocorrectiva, aunque sus métodos tienen algún grado de objetividad. Desde el Iluminismo del siglo XVIII la ciencia se ha expandido rápidamente, penetrando en campos nunca antes imaginados, tales como la comprensión de la conciencia, el cerebro, el mundo de la vida y el genoma, y las micro y macrodimensiones del universo. Utilizando poderosos instrumentos de observación, ha investigado aspectos de la naturaleza que se pensaba estaban más allá de nuestro alcance. En el futuro, deberíamos prepararnos para extender los métodos de la investigación científica a todas las áreas del interés humano. Cómo y en qué sentido podemos hacerlo depende del contenido en consideración. En muchas áreas, el mejor término para describir este proceso es el “pensamiento crítico”, que nos provee de un modelo normativo para evaluar la verdad de las afirmaciones.

La historia de la ciencia representa la oposición histórica de las fuerzas conservadoras hacia el avance de la ciencia. Primero, las ciencias naturales tuvieron que luchar contra la censura teológica — aunque finalmente prevaleció la revolución copernicana. Lo mismo ocurrió con la ciencia biológica —y los tiempos difíciles que todavía vive la revolución darwiniana. Una batalla análoga se está llevando a cabo respecto de si la “mente”, “alma” o “conciencia” puede ser explicada en términos naturalistas. ¿Pueden aplicarse el pensamiento crítico, la ciencia y el escepticismo a la religión, la ética, la economía y la política? Mi respuesta es afirmativa.

Segundo, nos dirigimos a la pregunta existencial central, “¿Cuál es el significado de la vida?” Muchos teístas afirman que sin la creencia en una deidad sobrenatural la vida no tendría sentido. La gente no puede afrontar la muerte, dicen. Sólo la creencia en la vida después de la muerte puede consolarlos. La ciencia nos ha prevenido acerca de la confiabilidad de los conceptos antropomórficos de deidad y salvación, aunque tal escepticismo no siempre ha llegado al gran público. Ya no podemos aceptar las antiguas interpretaciones teológico-metafísicas de la realidad a la luz de los grandes logros en las fronteras de la ciencia.

¿Qué nos dice el naturalismo científico contemporáneo sobre el universo? Que puede comprenderse mejor en términos materialistas no reductibles; por ejemplo que masa y energía son elementos básicos de la realidad, pero en los distintos niveles en los cuales podemos observar que emergen, sea en el micro o en el macronivel. La física y la química son fundamentales para nuestra comprensión de la naturaleza, desarrollando complejas teorías sobre niveles atómicos y subatómicos, tales como la mecánica cuántica. La astronomía ha introducido la teoría del big bang, con un universo de miles de millones de galaxias expandiéndose a velocidades enormes. Los teístas han postulado a Dios como la causa subyacente en todo este proceso pero, al hacerlo, se han salteado constructos matemáticos o evidencia empírica. No hay evidencia ni de un diseño inteligente ni de un creador. Ciertamente, el universo puede haber sido producto de la fluctuación cuántica aleatoria. Heidegger ha preguntado “¿por qué debería haber algo en lugar de nada?” Esta pregunta carece de sentido. Tal vez la postura más sensata en esta etapa de la investigación es la del agnóstico.

 

El concepto de cambio es central para la comprensión del universo físico, pero especialmente para la emergencia de la vida, sea en éste planeta o en cualquier otra parte. La bioquímica, la genética, y la teoría evolutiva han explicado cómo evolucionan varias especies, incluyendo la humana. No hay necesidad de postular ningún propósito teleológico en el universo. En la biología evolutiva no hay lugar para el “alma” o el “espíritu”. La conciencia es una función del cerebro. El organismo humano se desenvuelve en un medio ambiente natural y socio-cultural, adaptándose a los desafíos que se le presentan. Las ciencias sociales y comportamentales buscan explicar el comportamiento institucional en el macronivel, desde la antropología y la sociología hasta la economía y la ciencia política.

Creo que es esencial que los científicos y filósofos cooperen en el intento de explicar la ciencia al público general. Considerar las ciencias sólo en términos de disciplinas separadas sin apreciar su significado general para la condición humana significa permitir que se fragmenten y que sean mal utilizadas por las estructuras de poder de la sociedad. E. O. Wilson ha sugerido que procuremos la consiliencia (en un libro del mismo nombre); esto es, que tratemos de corregir las generalizaciones que trascienden a las disciplinas y que intentemos unificar nuestro conocimiento siempre que sea posible. El analfabetismo científico es abismal en los Estados Unidos. Ello permite que las mitologías pseudo y anticientíficas dominen nuestra imaginación. Sin embargo, la ciencia se halla entre las más creativas y emocionantes aventuras de la especie humana. Y le da a la humanidad el conocimiento más confiable para comprender el universo y el lugar que en él ocupa la especie humana. Y ello nos posibilita disipar las telarañas de la mente que todavía obsesionan a tanta gente.

Los teístas se equivocan cuando afirman que no es posible vivir una vida plena y significativa en un universo naturalista, desprovisto de ilusiones sobrenaturales. Innumerables generaciones de hombres y mujeres se han enriquecido creativamente y han vivido vidas plenas de sentido sin creer en Dios o en la inmortalidad.* En un sentido, la vida de una persona es como una obra de arte, donde se mezclan los colores, tonos, líneas y formas. Lo que ellas deciden hacer, la suma de sus sueños y aspiraciones, planes y proyectos, fines y objetivos, tragedias y éxitos es lo que define quién y qué es una persona. Nuestros fines y valores se comparten con otros, condicionados por las sociedades en que vivimos. En sociedades abiertas que respetan la libertad y la autonomía, las elecciones de un individuo son plurales y diversas, y aunque puedan ser sumamente idiosincrásicas son libres de seguirlas mientras no dañen a los demás. Las sociedades democráticas proporcionan un rango de oportunidades para la libre expresión más amplio que las sociedades autoritarias. Todos los seres humanos viven su vida en un universo de orden y desorden, causalidad y contingencia, regularidad y azar. Con un poco de optimismo, los individuos pueden aprender de la experiencia y modificar sus elecciones a la luz de las consecuencias. Pueden desarrollar objetivos y valores comunes junto con los demás. Así, pueden encontrar que la vida es intrínsecamente valiosa e incluso inmensamente emocionante por el sólo hecho de vivirla.

Por consiguiente, la vida puede tener sentido sin la necesidad de un apoyo externo religioso. Las antiguas credos religiosos derivaron de la imaginación y la fantasía humanas durante la infancia de la raza. En un tiempo en que la enfermedad, la privación, el peligro, y la muerte prematura eran la norma, la gente se sentía abrumada por el miedo y la ignorancia, y le suplicaban a fuerzas misteriosas y ocultas que podían comprender. La ciencia es capaz de quitarnos el peso de muchos de estos miedos. Puede descubrir las causas de los eventos naturales y crear los mejores medios para vencer la adversidad. Tal conocimiento puede ayudarnos a lidiar con los desafíos, puede reforzar nuestro coraje y ayudarnos a sobrevivir y prosperar ciertamente. Los seres humanos rápidamente aprenden que la cooperación y la empatía con sus congéneres, el amor y las experiencias compartidas, pueden mejorar la vida y ayudarnos a tener una vida significativa, generosa, alegre e incluso exuberante.

 

En tercer lugar, y de central importancia para el Nuevo Iluminismo, está la cuestión de los valores éticos. La ética humanista puede proveernos las bases para una nueva moralidad. Ello está relacionado con lo que he llamado eupraxsofía, es decir, la comprensión de la buena inteligencia y la buena conducta derivadas de la investigación científica y la racionalidad filosófica. Los principios y valores deben ser probados por sus consecuencias en la práctica. Podemos aprender que no todos los medios deben usarse para lograr fines, ya que algunos exceden los parámetros de decencia.

La eupraxsofía se centra en dos áreas principales. Primero están las excelencias intrínsecas que hacen a la buena vida del individuo, donde se respetan la libertad y la autonomía, la autodeterminación y el derecho a la privacidad, así como también los valores de la creatividad, la apreciación estética, el auto-respeto, el autocontrol, y la racionalidad. El objetivo último es la felicidad humana y el entusiasmo alegre. En segundo lugar están los principios de la virtud y la responsabilidad en la medida en que se relacionan con los demás en comunidades de transacción. Éstos incluyen los valores morales comunes de integridad, honradez, benevolencia y equidad. Los valores y principios de la ética humanista trascienden las culturas. Son empíricas en contenido, y son relativas a las necesidades e intereses humanos. Han evolucionado a través de un largo período de la civilización humana. Se pueden aplicar criterios objetivos racionales para evaluar comparativamente las elecciones morales. La persona moralmente desarrollada aprende que hay deberes y obligaciones que emergen en los contextos de la interacción social que necesitan ser respetados. Hoy, el punto clave es que necesitamos una moral más a tono con la perspectiva científica y las realidades globales del siglo XXI, no una ética engendrada en la infancia de la especie por nuestros antepasados nómades y agricultores.

En cuarto lugar, quizá el aspecto humanista más importante del Nuevo Iluminismo en la ética hoy es darnos cuenta que tiene alcance planetario, y que supone una doctrina de derechos humanos valores comunes universales. Esto significa que el panorama político del futuro va a requerir una nueva política global. Significa que todos los individuos del planeta deberían disfrutar de los mismos derechos y responsabilidades, y que deberían ser protegidos por la comunidad mundial. Éstos están relacionados con la ética planetaria; es decir, son transculturales. Por primera vez el Nuevo Iluminismo debería considerar a todos los miembros de la familia humana como iguales en dignidad y valor.

Un notable libro reciente, El viaje del hombre: una odisea genética (N.Y., Random House, 2002), de Spencer Wells recurre a los hallazgos de la genética de poblaciones. Éstos trazan las migraciones de humanos desde África hacia Europa, Asia, sobre el Estrecho de Bering hasta Norte y Sudamérica, Australia y otras partes del mundo hace 60.000 años. Nuestro código genético, el cual nos define distintivamente como humanos, está oculto en nuestro ADN, y lleva el registro histórico que indica que somos genéticamente idénticos. A pesar de nuestra diversidad, compartimos una naturaleza y un ancestro humano común. Por fin, el mundo moderno hace posible juntar todas las piezas de la humanidad en una comunidad planetaria con necesidades y valores comunes.

La ética planetaria enfatiza que hoy tenemos la responsabilidad mutua de proteger nuestro hábitat común, el planeta Tierra, y estar en guardia frente al daño ecológico y la polución. También reconoce la necesidad de desarrollar leyes internacionales y una Corte de Justicia Mundial para interpretarlas y hacerlas cumplir. Esto trascendería las divisiones nacionales, raciales, religiosas, de género o étnicas, y alentaría el crecimiento de instituciones democráticas trasnacionales.

Este Nuevo Iluminismo puede proveer nuevos rumbos importantes para el futuro de la humanidad. Puede inspirar un compromiso de parte de todos los sectores del mundo. Es importante que los naturalistas y humanistas tomen el liderazgo en señalar el camino hacia la nueva civilización planetaria que está emergiendo.

 

Notas

[1]Veáse P. Kurtz y T. Madigan, ed., para la Academia de Humanismo, Challenges to the Enlightenment: In Defense of Reason and Science, Amherst, NY, Prometheus Books, 1994, pp. 58-59.

[2]Ibid., p. 59.

[3]Manifiesto Humanista II, 1973.

* Podríamos incluir aquí a individuos tan diversos como Mark Twain, Robert Ingersoll, Thomas Edison, Margaret Sanger, John Dewey, Carl Sagan, Marie Curie, ¡y mi tía Jenny!

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