DEPRESIÓN E INSTITUCIONES EDUCATIVAS: ALGUNOS APORTES PARA EL TRABAJO CON  DOCENTES

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Lic. Marcela Arocena  / Ps. Inés Marzaroli / Lic. Mariana Tarragó

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 INDICE

I.  INTRODUCCIÓN

II. OBJETIVOS GENERALES

III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS

1. Reseña histórica

2. Adolescencia y depresión

            2.1. La adolescencia

            2.2. La depresión en la adolescencia

            2.3. Caracterización de la enfermedad.            

3. Detección

                        3.1. Implicaciones

                        3.2. Guía para educadores

4. Pautas generales para el seguimiento

IV. METODOLOGÍA

V. DESARROLLO DE LA ACTIVIDAD

VI. EVALUACIÓN

VII. CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

 

I. INTRODUCCION

 

La temática que vamos a desarrollar en este trabajo está centrada en la depresión en adolescentes.

La elección del tema surge a partir del importante aumento de suicidios y depresiones que, cada vez más, aparece en la población uruguaya. De cada cinco personas, una sufrirá por lo menos un episodio depresivo en su vida (Publicación de la Universidad de la República, 1997). Según las estadísticas actuales, Uruguay estaría situado en cuarto lugar entre los países subdesarrollados por incidencia de las autoeliminaciones y entre los primeros diez a escala mundial. De acuerdo con esta última cifra, habría en el país alrededor de 780 suicidios cada año, es decir más de dos por día. Más allá de ciertas diferencias de números entre las fuentes, hay dos fenómenos incuestionables: el aumento sustancial de los suicidios década tras década, con la característica de que en su mayoría son protagonizados por menores de 30 años.

Es importante aclarar que la depresión es la enfermedad psiquiátrica con más riesgo de suicidio (entre un 10 y un 15%). Existen varias opiniones sobre la significación de los síntomas psiquiátricos en el paciente suicida, aunque la mayoría de las revisiones nos indican que en una proporción del 70%, los intentos de suicidio presentan una condición depresiva que es fácil de reconocer.

Por otro lado, según un informe de la OMS, “la depresión va en aumento sobre todo entre los trabajadores jóvenes” . Asimismo, sostiene que “la depresión, la ansiedad y los cambios de humor serán la causa principal de la baja productividad en el mundo en desarrollo a partir del año 2020” (CNNenespañol.com, mayo 1998). Esto indicaría que la población infantil y joven se ve particularmente afectada por esta patología.

A pesar de la alta prevalencia de la depresión, del total de esta población, sólo un 1,5% consultan a un servicio de salud. Esto podría interpretarse entre otras causas, por la actitud popular de concebirla como una respuesta normal o expresión de “flojedad de carácter” o “falta de voluntad” (Publicación de la Universidad de la República,1997).

Por lo expuesto anteriormente nos parece fundamental la formación de los docentes y educadores en esta área. Es a partir de aquí de donde surge nuestra inquietud por aportar algunos conceptos básicos a través de una metodología de taller, para sensibilizar y capacitar a quienes están en contacto directo con adolescentes. Es nuestro interés brindarles algunas herramientas básicas para la detección y prevención del avance de esta patología.

Para la aplicación de este proyecto, hemos elegido una institución privada y católica, de enseñanza primaria y secundaria.

La institución funciona en dos turnos. En el matutino se trabaja a nivel de Secundaria (primer y segundo ciclo); en el vespertino hay preescolar (3, 4 y 5 años) y  primaria completa. El total de alumnos que actualmente concurren es de 363. De éstos, 40 son de preescolar, 150 de primaria y 173 de secundaria.

El alumnado del colegio está integrado por hijos de familias de nivel socio-económico medio; muchos son hijos de profesionales o destacados comerciantes y empresarios de la ciudad.

En su proyecto educativo el colegio refiere a tres dimensiones  fundamentales en la formación del alumno: la dimensión personal, la  comunitaria y la espiritual.

Estas dimensiones se traducen en  la formación de “personas libres, responsables, que tienden hacia la madurez, abiertas a los demás en el amor, el servicio y el perdón,  integrándose responsablemente en la comunidad ... que acoge el mensaje del Evangelio como respuesta a sus aspiraciones más profundas”.

La propuesta del Colegio define “a la comunidad educativa como el conjunto de personas que, aunque desde perspectivas diferentes, tienen una misión común: la educación integral de los alumnos”.

 

II. OBJETIVOS GENERALES

 

§        Generar un espacio de sensibilización, desmitificación e información sobre el fenómeno de la depresión, dirigido a educadores que trabajan en secundaria.

§        Promover en ellos una actitud de alerta sobre el tema de la depresión.

§       Brindar herramientas básicas para la prevención y el seguimiento del alumno con esta sintomatología dentro de la institución educativa.

 

III.  FUNDAMENTOS TEÓRICOS

 

1. Reseña histórica

Teniendo en cuenta que uno de los objetivos que nos planteamos es la desmitificación del tema depresión, nos parece importante realizar una breve reseña  exponiendo muy sintéticamente las diferentes concepciones que a lo largo de la historia fue objeto esta patología. Esto facilita la visualización por parte de los docentes del aporte de los diferentes momentos históricos y la influencia actual en los prejuicios y conceptos que se manejan a nivel popular.

“La depresión constituye una de las más viejas y persistentes formas de sufrimiento humano” (Ayuso y Saíz, 1981, 11).

Estos autores afirman que la historia de la depresión es la historia de la melancolía. Ya en los siglos V y IV A.C. se hablaba de la melancolía. Citan en primer lugar a Hipócrates, quien en esa época planteaba “si el miedo y la tristeza perseveran mucho tiempo, hay melancolía” (1981,17). Un mérito destacado de Hipócrates radica en la adscripción de la melancolía a un origen natural.

En el siglo I D.C., Areteo de Capadocia describió la melancolía. Según Ayuso y Sáiz, este autor  planteó que “la melancolía es una alteración apurética del ánimo que está siempre fijo y adherido a un mismo pensamiento. A mi me parece que la melancolía es el principio y una parte de la manía. Mientras que el ánimo de los maníacos tiende al furor y al placer, el de los melancólicos está inclinado a la tristeza y pesadumbre” (1981,18).

En el siglo II D.C., Galeno continuó con el estudio de la melancolía. Este autor descubre, bajo la designación de melancolía, cuadros de morfología ezquizofrénica y junto con Hipócrates, señala una íntima relación con la epilepsia.

En la Edad Media, caracterizada por el pensamiento mágico y la tendencia a la interpretación demonológica de la enfermedad mental, el estado depresivo se nos muestra como consecuencia y casi como castigo de una existencia culpable. En el siglo VII, San Isidro de Sevilla describe los síntomas de la melancolía “como angustia del alma, alteraciones del ritmo cardíaco, acumulación de espíritus demoníacos en el entorno, ideas de persecusión y desesperanza del futuro” (Ayuso y Sáiz, 1981, 19).

   En el Renacimiento, momento de transición entre la medicina tradicional y moderna, se generan discusiones y críticas con respecto a las concepciones planteadas en el medioevo. Se vuelve a considerar que las melancolías son producidas por causas naturales. Esta crítica se convierte en sistemática en el período Barroco. Robert Burton (1577-1640) realiza un aporte muy importante para la historia de la depresión. Plantea una etiología multifactorial, “reconociendo la existencia de un continuo entre factores psicológicos y no psicológicos, destacando la herencia, la falta de afecto en la infancia y las frustraciones sexuales” (Ayuso y Sáiz, 1981, 20).

Los autores continúan citando a Pinel (1745-1826), quien en la época de la Ilustración  define a la melancolía como “un juicio falso que el enfermo se forma acerca del estado de su cuerpo que él cree en peligro por causas nimias, temiendo que sus intereses le salgan mal” (1981, 20).

En 1819, Esquirol “es el primero en dar carta de ciudadanía al descenso de humor con pérdida del gusto por vivir como fenómeno patológico en sí mismo; antes de él, la tristeza no acompañada de manifestaciones delirantes patentes podía aparecer como excesiva o inexplicable, pero no salía del campo de la psicología banal y de la moral común” (Ayuso y Sáiz, 1981, 20). En 1896, Kraepelin, en la línea de los psiquiatras franceses, enunció el concepto de locura maníaco-depresiva como una entidad nosológica independiente.

Según estos autores, en la literatura actual, hay cierta insatisfacción por el empleo del término depresión dado que presenta múltiples acepciones: “un estado de ánimo, un síndrome, un perfil caracterológico y una enfermedad” (1981,22). Se plantea también una discusión sobre la distinción entre tristeza normal y depresión.

Así, la síntesis de Kraepelin sobre los trastornos afectivos bajo el nombre de maníaco-depresivos, dio lugar a una gran variedad de diagnósticos. “La proliferación de categorías clínicas tiene como base las distinciones entre lo endógeno y lo reactivo, lo psicótico y lo neurótico, lo fisiológico y lo psicológico, y lo vital y lo personal” (Ayuso y Sáiz, 1981, 23).

Según Ajuriaguerra, el “término depresión no posee el mismo sentido para el niño que para el adulto. La depresión infantil no tiene el mismo contenido y representa una experiencia diferente según la edad. Considerada por unos como una fase normal de la evolución, y por otros un fenómeno patológico. Si patológico significa fuera de la norma, no creemos que existan individuos que no hayan presentado períodos depresivos, por lo que algunos autores han intentado, con razón, separar el afecto depresivo de la enfermedad depresiva, el momento depresivo de la forma de ser depresiva, las fases depresivas de los procesos depresivos” (1973, 659).

Según Ayuso y Sáiz,  “En la adolescencia...si bien existe una mayor semejanza clínica con las depresiones del adulto que en las etapas anteriores, no se pueden aplicar para su análisis e interpretación las referencias de los trastornos del humor de la edad madura. Sólo en una minoría de los síndromes depresivos de la pubertad la sintomatología ofrece netamente el perfil depresivo típico” (1981, 221).

 

2. Adolescencia y depresión

2.1. La adolescencia

La adolescencia es una etapa de crisis que supone el pasaje de la infancia a la adultez. El adolescente pasa por tres duelos fundamentales:

Duelo por el cuerpo infantil perdido: el adolescente se ve obligado a asistir pasivamente a toda una serie de modificaciones biológicas. Vive la pérdida de su cuerpo infantil con una mente aún en la infancia y con un cuerpo que se va haciendo adulto.

Duelo por el rol y la identidad infantiles: hay una confusión de roles ya que no puede mantener la dependencia infantil ni asumir la independencia adulta.

Duelo por los padres de la infancia: figuras idealizadas los sustituyen y el adolescente proyecta en profesores, ídolos, amigos, etc, la imagen paterna.

Los cambios psicológicos que se generan, son el correlato de los cambios corporales que se producen en él y que lo llevan a establecer una nueva relación con el mundo.

Por su parte, el mundo de los adultos no acepta fácilmente estos cambios que se van produciendo en el adolescente, ya que los mismos reeditan en los padres ansiedades básicas que habían sido controladas hasta cierto punto. Además, los adultos temen ser cuestionados y criticados por sus hijos.

El adolescente que se caracteriza por ser muy vulnerable, asimila los impactos proyectivos del medio que lo rodea, haciéndose cargo de los conflictos que en él se depositan (se lo responsabiliza de adicciones, delincuencia, etc.). Ante este mundo externo, se siente inseguro y por ello se refugia en su propio mundo seguro y conocido.

Las exigencias que le impone la sociedad, hacen que muchas veces se sienta indigno y carente de valores, lo que lleva frecuentemente a la falta de autoestima.

Otro aspecto que caracteriza al adolescente, es su vivencia de que todas las experiencias son irrevocables y eternas. Siente que todo se ha perdido y que nada puede redimirse, y por consecuencia se deprime. Vive en un mundo en el que le otorga una gran trascendencia a hechos triviales, reaccionando de un modo dramático.

2.2. La depresión en la adolescencia

Este tema resulta de gran controversia entre los diferentes autores, destacándose al mismo tiempo la escasez de información y de profundización en los tratados de depresión y adolescencia.

En esta etapa, período de gran inestabilidad emocional, la incidencia de estados depresivos es muy alta.

En la adolescencia, se configura un sentimiento depresivo, un sentimiento anticipatorio de ansiedad y depresión referida al yo, que lo obliga a aferrarse a precarios estados de identidad. Son microcrisis, microduelos que previenen y preparan al yo ante el peligro de depresiones más severas. Todo esto ocurre con una intensidad muy marcada, que obliga al adolescente a reestructuraciones permanentes externas e internas que son vividas como intrusiones dentro del equilibrio logrado en la infancia.

La reacción depresiva en estas edades supone que existe una gran inmadurez en relación a la capacidad de duelo y que la hostilidad dirigida hacia los padres, se desvía hacia sí mismo. Las tendencias de autodesprecio se relacionan con el deseo de destruir la imagen idealizada de los padres por quienes se siente traicionado. El adolescente que siente debido a su sentimiento depresivo que es malo, reacciona frecuentemente mediante una conducta antisocial que refuerza su creencia de que no es bueno.

Realiza un verdadero proceso de duelo por el cual al principio niega la pérdida de sus condiciones infantiles y tiene dificultades en aceptar las realidades más adultas que se le van imponiendo, entre las que se encuentran las modificaciones biológicas y morfológicas de su propio cuerpo.

Adopta identidades transitorias que están íntimamente relacionadas con el proceso de separación de las figuras parentales y con la aceptación de una identidad independiente. Sólo perdiendo los aspectos que resultan ya inútiles se pueden integrar otros nuevos dentro de la personalidad.

2.3. Caracterización de la enfermedad

La depresión es una enfermedad que afecta la totalidad del individuo, es invasora y permanente, impregnando toda la realidad del sujeto.

Es importante diferenciarla de la tristeza. La tristeza es un sentimiento normal que se experimenta frente a situaciones adversas, es de corta duración y como responde a situaciones penosas, no constituye una patología. En la depresión podemos reconocer al mismo tiempo síntomas de depresión a nivel somáticos y a nivel psicológico. Los síntomas aparecen generalmente en forma lenta e insidiosa, como una apatía inespecífica o como un descenso en el rendimiento habitual del individuo. La sintomatología es poco espectacular, pero incapacitante.

Es muy frecuente que la depresión comience con síntomas somáticos, como dolores difusos, de poca precisión topográfica, insidiosos, o como una fatiga que se prolonga en el tiempo y que no está de acuerdo a la actividad que desarrolla la persona. Otras veces, la depresión comienza con síntomas psicológicos poco precisos, como sentimientos de inseguridad, inutilidad, falta de ganas de vivir, pesimismo, evolucionando, a veces en meses, hasta el cuadro completo que motiva la consulta.

Para explicar cómo se expresa la depresión en las diferentes esferas psicobiológicas del individuo, nos basaremos en el planteo realizado por el Dr. Lista Varela (trabajo publicado en : www.smu.org.uy), quién realiza una separación artificial de las mismas en cinco grandes áreas: afectividad, motivación e interés, pensamiento, comportamiento y funcionamiento físico.

Afectividad:

 La depresión se caracteriza por presentar un estado emocional triste, lo que se denomina humor triste. Este se manifiesta a través de una tristeza profunda, desgano, desinterés por las tareas habituales, embotamiento afectivo y desesperanza. Hay que tener en cuenta que “la tristeza del adolescente tiene mucho de decepción por tener que enfrentar con una realidad que se aparta mucho de lo imaginado” (Monedero, 1982, 314).

Muchas veces, en el adolescente pueden existir depresiones sin humor triste, en las que, a pesar de la severidad del cuadro clínico que se presenta, el sujeto no demuestra tristeza, y aparecen rasgos de un síndrome de despersonalización. “la calidad afectiva del cuadro puede llevarnos a la confusión entre una depresión efectiva y un síndrome de despersonalización borderline con una evolución psicótica” (Monedero, 1982, 314). Otra característica de la afectividad del sujeto con depresión es la pérdida de la plasticidad afectiva; la persona se torna emocionalmente rígida, no tiene la capacidad de alegrarse, o lo hace en menos de acuerdo a su forma habitual, frente a situaciones que promuevan júbilo y placer. Su estado emocional es monótono, fijo, se dice que perdió la sintonía afectiva con el medio. “Ni los padres, ni los docentes  suelen percibir la existencia de una situación depresiva. Él mismo adolescente tampoco se queja de melancolía o depresión. Su relación con el mundo que le rodea la sigue manteniendo a nivel intelectual, pero a nivel afectivo lo único que existe es la percepción de vacío que supone la vida cotidiana y la imposibilidad de modificarla” (Monedero, 1982, 315).

Motivación e intereses:

Esa es un área fundamental donde muchas veces se expresa la depresión desde los primeros momentos, antes que en otras áreas de la psicología del sujeto. El paciente con depresión manifiesta una pérdida de interés general, afectando a todas las actividades que realiza (sexo, trabajo, actividades sociales, etc.). Lo más característico es la incapacidad para experimentar placer, produciendo gran sufrimiento y pérdida de sentido a la vida.

Vivimos en un tiempo de crisis, donde los valores, el sentido de la vida, y la existencia humana enfrentan diversos desafíos que generan una sensación de inseguridad,  desasosiego y falta de patrones culturales que repercuten en la sociedad en general y más directamente en el adolescente de hoy. Esta situación global  enfatiza la vulnerabilidad del adolescente y pone de manifiesto la necesidad urgente de acompañar su proceso, presentarle parámetros de referencia que lo orienten y motiven, facilitando su crecimiento, elaboración de sus duelos, y  conformación de su propia identidad.

Pensamiento:

En el pensamiento se expresa, en general, con claridad la depresión a través de ideas pesimistas, de autodesvalorización, de incapacidad o inutilidad, de culpa o autorreproches, de desesperanza. En esta área hay dos características centrales de la depresión: la disminución o pérdida de la autoestima y las ideas de muerte. Como se dijo antes, el adolescente presenta ideas de autodesprecio relacionadas con la necesidad de destruir la imagen idealizada de los padres.

Estas ideas se manifiestan en la pérdida de deseo de vivir, y pueden acompañarse de deseos de quitarse la vida y hasta de planes concretos de cómo hacerlo.

Se presentan también dificultades para concentrarse, pérdida de memoria, dificultad para tomar decisiones, todo lo cual produce una disminución importante en las capacidades funcionales del sujeto depresivo, por lo que su rendimiento está globalmente alterado.

Según  Ayuso y Sáiz, “ el descenso en el rendimiento escolar resulta de la dificultad en mantener la atención y del enlentecimiento del pensamiento y de la rememoración"(1981, 218).

Aquí es fundamental la colaboración de docentes y educadores en general para detectar este tipo de alteraciones en el ámbito educativo.

Comportamiento:

Por lo que describiéramos en las otras áreas, la persona deprimida presenta un abandono parcial o total de sus roles sociales.

En algunos casos la sintomatología depresiva puede presentarse como “un sometimiento pasivo aparente a las solicitudes de los padres que aumenta cada vez más el distanciamiento de sí mismo” (Monedero, 1982, 315). En otros casos el adolescente tiende a recluirse en su habitación, disminuye la cooperación en las tareas familiares, suele darse un  desconocimiento por parte de los más allegados acerca de su  vivencia de tristeza y soledad, percibiéndose una falta de iniciativa y participación en las actividades del medio escolar.

Según  Ayuso y Sáiz, cuando se dan conductas antisociales estas pueden adoptar diferentes modalidades “desobediencia, fuga, delincuencia, llegando incluso a la conducta suicida” (1981, 221).

En general aparece una inhibición psicomotora que dificulta la comunicación oral. Sin embargo, también puede presentarse inquietud, desasosiego, y en el extremo más severo, una imposibilidad de estar tranquilo con un aumento de la actividad motora, lo que denominamos agitación psicomotríz. Ambos extremos, la inhibición o la agitación, producen gran sufrimiento a la persona y consternación en su entorno, alterando profundamente el comportamiento individual. Estas son situaciones severas que requieren el tratamiento inmediato. En los sujetos ansiosos y agitados toma especial riesgo el comportamiento autoagresivo con la ejecución de actos que atenten contra su propia vida (intentos de autoeliminación), por eso es recomendable la internación del paciente para protegerlo y prevenir situaciones más graves.

Funcionamiento básico:

 En general se presentan alteraciones somáticas neurovegetativas destacándose las perturbaciones del ciclo sueño-vigilia y de la regulación del apetito.

Otras situaciones frecuentes somáticas son la fatigabilidad, pérdida de energía, trastornos en el aparato digestivo como náuseas, vómitos, constipación, diarreas. Sequedad de boca, sudoración, taquicardia, palpitaciones, son aspectos muy  frecuentes.

Un lugar especial en la expresión somática de la depresión pertenece a los dolores. Estos a veces pueden ser la primera manifestación de una depresión. Frente a un dolor crónico que no tiene una causa orgánica demostrable, lo primero a pensar es en la manifestación somática de una depresión. En el cincuenta por ciento de los casos la depresión coexiste con enfermedades somáticas.

De acuerdo a lo que plantean Ayuso y Sáiz, “la pubertad es una etapa del desarrollo en la que el cuerpo adquiere toda su importancia y acapara bajo la perspectiva de la alteración del ánimo todas las disponibilidades del individuo. En este sentido, la hipocondría, las alteraciones del apetito (anorexia y bulimia) y las preocupaciones obsesivas por la apariencia física (dismorfofobia) contribuyen a subrayar la ambigüedad del papel desempeñado por el cuerpo en la etapa crítica de la adolescencia” (1981, 221). 

 

3.  Detección

Las tasas de morbilidad psiquiátrica en la población general se sitúan en torno a un 15%. Esta morbilidad se duplica en los pacientes que acuden a un centro de atención primaria, situándose por encima del 30%. Las investigaciones realizadas en atención primaria ponen de manifiesto la existencia de un infradiagnóstico, como consecuencia de que una importante proporción de la morbilidad psíquica no es detectada por los médicos de cabecera (morbilidad psiquiátrica oculta) (DSM IV, 2000).

3.1. Implicaciones

Las implicaciones que conlleva la no detección de los trastornos psicopatológicos han sido investigadas desde hace muchos años considerando tanto los aspectos clínicos como empíricos. Las principales serían las siguientes:

Prevalencia: los trastornos por ansiedad y depresión constituyen la mayor parte de los motivos de consulta por psicopatología (aproximadamente el 75%).

Repercusiones sanitarias y sociosanitarias: sobreutilización de los servicios sanitarios por estos problemas; mayor número de visitas al médico y a los servicios de urgencia; aumento de la incapacidad laboral; mayor duración de los trastornos y peor pronóstico.

Calidad de vida: la no detección de estos trastornos no sólo va ligada a un peor pronóstico, sino que conlleva una peor calidad de vida, tanto para el paciente como para la familia.

Comorbilidad y codiagnóstico: la adicción a drogas y sustancias psicoactivas (psicofármacos, alcohol, cocaína...) es una patología importante desde el punto de vista sanitario. Además, diversos estudios parecen señalar una mayor mortalidad en las personas que sufren trastornos por ansiedad o depresión, siendo el suicidio la más temida complicación de estos problema. En consecuencia, resulta claro que una detección precoz y adecuada de los trastornos psicopatológicos, seguida de un adecuado tratamiento psicosocial, puede mejorar la calidad de vida y el pronóstico de los pacientes, además de disminuir la iatrogenia y reducir el gasto sanitario (DSM IV, 2000).

3.2. Guía para educadores

            El trabajo en la institución educativa supone un intercambio permanente de información entre los que llevan adelante la propuesta del centro educativo. En este sentido, entendemos que es fundamental el trabajo multidisciplinario, donde directores, maestros, equipo técnico, personal administrativo y de servicio tengan instancias de reflexión y capacitación sobre las diferentes realidades de la dinámica cotidiana de la institución. Es desde esta interacción entre personas con distintos roles y con formaciones diferentes que surgen nuevas perspectivas y soluciones creativas y ajustadas a la realidad institucional.

            Desde nuestra perspectiva el docente no está únicamente a cargo de la formación académica de sus alumnos, sino que también establece un acercamiento a la realidad afectiva y emocional del mismo. Es en estos ámbitos dónde muchas veces pueden detectarse en forma precoz determinados síntomas previniendo el desarrollo de ciertas situaciones que, de no ser atendidas a tiempo, podrían agravarse.

            El rol activo y comprometido del docente en estos ámbitos es fundamental. Es entonces importante que se generen espacios de intercambio, formación y actualización que aporten a la conformación de una actitud de apertura y conciencia de los signos de alerta que plantean los estudiantes desde su contexto y sus peculiares modalidades de expresión.

De acuerdo a los objetivos planteados en este trabajo presentamos una lista de los síntomas más destacados para la detección de la depresión en el adolescente, como información básica para el manejo de los educadores en el ámbito educativo:

·        Trastorno del estado de ánimo, desmoralización y falta de alegría.

·        Desinterés por cosas que antes le atraían.

·         Pérdida de energía, fatiga.

·        Síntomas corporales (jaquecas, náuseas, dolores varios, calambres etc...)

·        Pérdida de placer e interés.

·        Sentimientos de inutilidad e incapacidad

·        Baja autoestima

·        Sentimientos de culpabilidad

·        Pensamientos suicidas

·        Ansiedad

·        Dificultades para pensar y concentrarse

·        Despersonalización (en casos más graves pueden llegar a sentirse apartados de la realidad, como si simplemente fueran observadores sin participar emocionalmente)

·        Inhibición o agitación psicomotora

·        Trastornos del apetito y el peso

·        Trastornos de sueño

·        Conducta negativista o claramente antisocial.

·        Hurtos.

·        Agresividad.

·        Consumo de alcohol y/o drogas.

·        Deseos de marchar de casa.

·        Sentimiento de no ser comprendido (alienación) o aprobado.

·        Malhumor e irritabilidad.

·        Desgano para cooperar en actividades familiares.

·        Tendencia a recluirse en la propia habitación.

·        Desinterés por el aseo personal .

·        Dificultades escolares.

·        Retraimiento social con hipersensibilidad; especial respuesta al rechazo en relaciones amorosas.

 

4.  Pautas generales para el seguimiento

Luego de la detección y una vez realizada la derivación, la institución debe efectuar un seguimiento para asegurarse que el alumno ha consultado realmente a un profesional. Si el diagnóstico es de depresión, se intentará establecer contacto con los profesionales tratantes para actuar en base a sus recomendaciones y así orientar al adolescente en lo que a la institución le concierne.

En primer lugar, podemos decir que es fundamental el establecimiento de un vínculo empático y contenedor por parte de las personas que mantengan un contacto cercano con el alumno.

La mayoría de las personas que padecen un trastorno psicológico, experimentan una acusada disminución de su malestar sólo con poder explicarse con cierta tranquilidad y reflexionar acerca de sus dificultades con una persona que escucha con interés y con actitud empática. Muchas veces, el educador puede ayudar más a través de la contención emocional que de la actuación o intervención.

Es importante, en segundo lugar, reconocer que la persona tiene un trastorno real evitando el “no tienes nada, tu problema es que sos vago” o “no ponés voluntad”.

El estilo de vida es crucial en el mantenimiento de la recuperación de la depresión.

Vemos entonces que el educador puede ayudar al alumno, atendiendo fundamentalmente algunos aspectos importantes que citamos a continuación:

1.     Mantener un calendario diario uniforme.

2.     Tomar los medicamentos según la receta (si debe tomarlos dentro de la institución).

3.     Después de un episodio de depresión, reanudar las responsabilidades lenta y gradualmente (lo que tenga que ver con tareas a realizarse dentro de la institución).

4.     Fijar metas realistas (por ejemplo en cuanto a su rendimiento).

5.     Planificar actividades a corto plazo que tengan como finalidad divertir o afianzar la autoconfianza.

6.     Pedir ayuda cuando se necesite (estar alerta al pedido de ayuda).

7.     Dormir adecuadamente, acostándose y levantándose aproximadamente a la misma hora cada día (estar atento a si el alumno se duerme en clase, por ejemplo).

8.     Comer una dieta balanceada (si el alumno almuerza en la institución).

9.     Hacer ejercicio físico regularmente.

10.Discutir sobre el uso social del alcohol.

11.Evitar las drogas.

12.Trabajar para formar y mantener amistades y una red de apoyo.

13.Aceptar que pueden haber contratiempos.

14.Evitar la autocrítica. No actuar bajo ideas pesimistas (por ejemplo, dejar el liceo). No concentrarse en pensamientos negativos o de culpabilidad.

 15. Vigilancia en cuanto a las ideas suicidas.

 

IV. METODOLOGÍA

 

Se realizarán tres talleres de noventa minutos cada uno, con una frecuencia de una vez por semana.

La modalidad de trabajo será en base a exposiciones teóricas, dinámicas grupales, presentación de casos, y entrega de materiales de apoyo para los educadores.

 

V. DESARROLLO DE LA ACTIVIDAD:

 

Taller nº 1:

Objetivo específico:

§        Indagar qué conocimientos y experiencias sobre depresión tienen los participantes.

Metodología y contenido:

1)Presentación de los responsables: se realizará en forma verbal.

2)Presentación del grupo de participantes: dinámica de grupo

Dividir al grupo en parejas. Entregar a cada uno 6 cartulinas. Pedir que se presenten y escriban en forma sintética en cada tarjeta en base a los items señalados a continuación:

1)     nombre,

2)     edad,

3)     hobbies,

4)     ¿han tenido contacto directo con personas depresivas?

5)     expectativas con respecto al taller.

6)     ¿qué características creen que tiene una persona depresiva?

 

Luego de este trabajo en parejas se realiza una presentación en plenario, donde cada uno de los participantes presenta a su compañero y en forma ordenada en columnas se van pegando cada una de las tarjetas en el pizarrón. Finalmente se da a los participantes unos minutos para releer todas las tarjetas motivando luego a que se genere una discusión grupal, rescatando la experiencia y  conocimientos que cada uno trae.

3) Síntesis por parte del coordinador de los aspectos más relevantes que se plantearon en el grupo, y presentación de la propuesta de trabajo.

 

Taller nº 2:

Objetivo específico:

Brindar aportes teóricos y desmitificación sobre el tema depresión.

Metodología y contenido:

Exposición teórica sobre depresión:

- Definiciones y desmitificación del tema retomando lo planteado por los participantes en el taller nº 1.

- Etiología y sintomatología.

- Presentación de casos (trabajo en subgrupos).

Síntesis final.

 

Taller Nº 3:

Objetivo específico:

Brindar  algunas orientaciones generales para:

- la prevención (atención primaria) de la patología a nivel institucional.

- el acompañamiento del alumno con esta sintomatología dentro de la institución educativa.

Metodología y contenido:

Se generará un debate entre los participantes orientado a:

- Discutir y reflexionar sobre situaciones similares que se hayan presentado en la institución y su forma de enfrentarlas.

- Rescatar cuáles son los recursos y herramientas con que ya cuenta la institución ante situaciones de este tipo.

-Elaborar en conjunto recomendaciones lo más ajustadas posible a la realidad del colegio.


VI. EVALUACIÓN

 

1. Evaluación a corto plazo

Al finalizar los talleres, se realizará un cuestionario dirigido a los participantes, centrado en los siguientes aspectos:

§         sensibilización respecto a la temática

§         nivel de comprensión del tema y desmitificación

§         integración de nuevas herramientas para manejar el tema

 

Cuestionario:

1) ¿Cómo se sintió durante el ciclo de talleres? (sensibilización).

2) Mencione los cinco síntomas de la depresión que le resulten más relevantes (comprensión).

3) ¿Tenía ideas erróneas sobre la depresión? ¿Cuáles?( desmitificación)

4) ¿Siente que cuenta con mayores herramientas para abordar el tema de la depresión dentro de la institución? (herramientas)

5) ¿Qué es lo primero que haría frente a un caso de un alumno con síntomas depresivos? (herramientas para prevención y seguimiento)

6) ¿Volvería a participar en este tipo de talleres?

 

2. Evaluación a largo plazo

A fin de año, se reunirá al grupo nuevamente para una evaluación de la actividad realizada durante el año respecto al tema.

            Se trabajará sobre los siguientes temas:

1. ¿Se han presentado situaciones en las que han aplicado lo trabajado en los talleres?

2. ¿Ha notado un cambio en su percepción respecto a la temática?

3. De acuerdo a la experiencia de trabajo recogida durante el año, ¿qué aspectos consideraría necesarios incluir en los contenidos generales del taller?


VII. CONCLUSIONES

 

A través de este trabajo esperamos haber realizado un  aporte a la tarea que se lleva adelante con los docentes a nivel institucional brindándoles herramientas que faciliten la comprensión y el acompañamiento del adolescente. Nos propusimos colaborar en el proceso de concientización y sensibilización con respecto al tema de la depresión, generando una actitud de alerta ya sea en lo vinculado a los mitos y la información general que se maneja a nivel popular sobre la misma, o sobre los síntomas que más pueden detectarse, sobretodo a nivel institucional.

A partir de esta sensibilización dirigida a los educadores pretendemos realizar un aporte a la prevención general de la enfermedad, dado que es importante el aumento de esta patología en los últimos años, en nuestro país y a nivel mundial.

Otro aspecto importante a destacar es la necesidad de asumir una postura activa desde los diferentes actores de la institución frente a esta temática, brindando una serie de herramientas al grupo. Nos parece interesante continuar trabajando en esta línea de acción con los docentes, en diferentes temáticas, ya que ellos son agentes muy importantes en los procesos de prevención y educación.

Si bien consideramos que hubiese sido interesante abordar el tema del tratamiento de la depresión desde una perspectiva informativa, en esta oportunidad creemos que excedía los límites de lo que implicaba una sensibilización respecto al tema. Pensamos que este aspecto puede ser trabajado en próximos talleres, en caso que se continuara profundizando.

También sería muy interesante extender este tipo de talleres a los padres, ya que muchas veces carecen de información básica, y determinados síntomas pueden pasar desapercibidos dentro de la crisis normal del adolescente.

Estas experiencias grupales promueven un enriquecimiento multidireccional y multiplicador, a través de intercambios de opiniones y puntos de vista, surgiendo redes y   aportes que muchas veces van más allá de los objetivos específicos de los talleres, pero que son de singular importancia tanto para los participantes, la institución educativa, como indirectamente para los alumnos.

 

BIBLIOGRAFÍA:

§         Aberastury, Arminda; Knobel, Mauricio. “La Adolescencia Normal.” Editorial Paidós. Buenos Aires, 1971.

§         Asociación Americana de Psiquiatría. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, 3ª ed. (DSMIV).  Masson, 2000.

§         Ayuso, José; Sáiz, Jerónimo. “Las Depresiones”. Nuevas perspectivas clínicas etiopatogénicas y terapéuticas. Editora Importécnica, S.A. Madrid, 1981.

§         Caplan, Gerald ; Caplan, Ruth. “Consulta y colaboración en salud mental.” Editorial Paidós, Barcelona, 1997.

§         De Ajuriaguerra, J. “Manual de Psiquiatría Infantil.” Edición Toray-Masson, S.A, Barcelona, 1973.

§         Monedero,Carmelo.”Psicopatología Evolutiva”. Editorial Labor, Barcelona,1982.

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