LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LOS MEDIOS: ENTRE LA INGENUIDAD Y EL CINISMO 

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Del discurso de la ética a la ética del discurso

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Roberto Hernández Montoya

Caracas, martes 17 de diciembre de 2002


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La regulación de la programación de los medios pasa, entre otras cosas, por clasificar los contenidos. Hay dos modos, incompatibles: la regulación del Estado y la del mercado. Ambos son perversos.

Comencemos por el más fácil de despachar.

La regulación del mercado y el mercado de la regulación

Según este, solo el mercado dicta el contenido. Como todo neoliberalismo, erige al Mercado en templo sagrado que Todo lo decide con su imposición de la Mano Invisible, trasunto de la Mano Poderosa; así: si uno no quiere ver cierto tipo de contenidos, cambia de canal, compra otro periódico o contempla otra valla. O no ve ni televisión ni lee periódicos, como hace mucha gente en Venezuela en estos días. Eso hará, según este cuento de hadas, que los medios modifiquen su contenido, para satisfacer al público.

Pero en manos del mercado el usuario no tiene opción, por la cartelización: todos los medios transmiten el mismo contenido. Y porque el consumidor ha sido entrenado en cierto tipo de producto mediático, fácil de producir en serie y que no produce complicaciones polémicas ulteriores. Hoy casi nadie menor de 30 años en Venezuela entiende cine que no sea de Hollywood.

No todos están tan inermes. De hecho en Venezuela los millones que simpatizan con Chávez no son vulnerables a los medios; pero los que sí lo son pueden llegar a la guerra civil si los dejamos inermes ante esa máquina infernal. Sus primeras víctimas son sus propios editores y periodistas, pues no tienen feedback negativo. Lo más patético de todo esto es que los que están arreados por los medios se creen más inteligentes y cultos que los que se resisten a su producción en serie. Es la miseria de las actuales élites venezolanas, que hemos descubierto que no son élites nada, como el Emperador aquel iba desnudo (ver Despilfarro de intelectuales).

Imagina una máquina de vapor: una espiga rematada perpendicularmente por otras dos en su parte superior, al final de las cuales hay sendas bolitas de metal. Este servocontrol gira según la velocidad de la máquina. Cuando la máquina acelera, las espigas suben por fuerza centrífuga y reducen la entrada de vapor. Cuando la máquina se desacelera, las espigas bajan, dejando entrar más vapor, lo que reacelera la máquina, que eventualmente estabiliza su marcha. Se llama feedback negativo. Pero si en lugar de reducir el vapor lo aumentamos cuando la máquina acelera, la máquina estalla. Se llama feedback positivo. Los medios han estallado hasta el punto de que no hay mundo sino a través de ellos. Su poder es despótico. Estamos en plena «mediocracia».

La regulación del Estado y el estado de la regulación

La regulación del Estado no es mucho mejor, porque tampoco tiene feedback negativo. ¿Quién regula el Estado si él todo lo regula, salvo a sí mismo?

No toda regulación del Estado es stalinismo , pero de allí toma su modelo. Primer problema: deja en manos de un funcionario la potestad inapelable de decidir qué se transmite, qué no se transmite y cuándo y cómo se transmite lo que se transmite. Es por ello que conduce inevitablemente a la censura y a la corrupción. No sé cuál es peor porque generalmente van juntas.

Y el viejo problema de saber qué es obsceno. Hay una gama infinita y arbitraria de gradaciones de lo tolerable. La obscenidad depende de cada quien, pues es un hecho radicalmente subjetivo. Regular el contenido hace que lo que es obsceno en alguna parte de la sociedad se vuelva obsceno en todas.

Un padre prohíbe a su niño ver cierto programa y el niño, que andaba distraído, focaliza su atención en eso que no se le permite ver. Así, el Index de la Iglesia, conocida institución medieval, puso en el foco de atención textos que de otro modo quizás hubieran pasado desapercibidos. Una vez que se imprime un libro, no es posible controlar totalmente su distribución y sus efectos, porque no es tanto el texto mismo como los sistemas de pensamiento que inspira y multiplica. A lo sumo se retardan sus efectos, pero aquí estamos en este siglo XXI gracias a bibliotecas enteras de libros prohibidos. Una vez impresos, los libros ya no se pueden quemar todos. Siempre se cuela un ejemplar pertinaz que Simón Rodríguez lee y lo enseña al niño Simón Bolívar.

En los Estados Unidos pretendieron regular Internet con la Ley de Decencia en las Comunicaciones, de 1995, que la Corte Suprema de ese país derogó por inconstitucional. Esa ley ingenua y perversa pretendía prohibir

cualquier comentario, solicitud, sugerencia, proposición, imagen u otra comunicación que, en contexto, exponga o describa, en términos patentemente ofensivos según las normas contemporáneas de la comunicad, actividades u órganos sexuales o de excreción, sea que el usuario de tal servicio haya hecho la llamada o iniciado la comunicación.

[Any comment, request, suggestion, proposal, image, or other communication that, in context, depicts or describes, in terms patently offensive as measured by contemporary community standards, sexual or excretory activities or organs, regardless of whether the user of such service placed the call or initiated the communication].

Prohibía mencionar lo que ella mencionaba: las «actividades y órganos sexuales o de excreción». Sugiero llamarla La Paradoja del Censor. Una ley que se infringe a sí misma. Se impone así a todos la perspectiva moral de una persona o de un grupo, sea clase social, secta, región, etc. (ver Censura de la censura en Breve teoría de Internet).

Esta perspectiva confunde cantidad con calidad. Se habla de gradaciones de obscenidad, como si la impudicia fuera medible, con lo que se le atribuye carácter objetivo y natural a lo que solo es subjetivo y artificial. Aquí tenemos un caso típico de imprecisión nacida de la confusión de lo objetivo con lo subjetivo, de lo natural con lo artificial y de lo cuantitativo con lo cualitativo: ¿qué espacio abarca una «comunidad»? ¿Una parroquia? ¿Una aldea? ¿Una metrópolis? ¿Una etnia? ¿Un club? ¿Un continente? ¿Qué son «términos patentemente ofensivos»? ¿Qué son «normas contemporáneas de la comunicad»? ¿Qué tiempo abarca la contemporaneidad? ¿Hoy? ¿Esta semana? ¿Esta década? ¿Este siglo? ¿Esta era? ¿Qué es una era? ¿La Era Planck?

Qué hacer

Es imposible evitar que los niños vean lo que se propongan ver. En otras épocas se impedía que «ciertas cosas» fueran vistas por niños, mujeres, clases bajas, etc. Solo los príncipes y los prelados podían conocer esas «ciertas cosas».

Fernando Savater ha dicho que la televisión lo delató todo. La televisión nos pone en contacto con datos otrora inaccesibles. Esa riqueza informativa contribuye a elevar su cociente intelectual.

Pero también la televisión embrutece, como vemos hoy en Venezuela. Personas de la más alta calificación intelectual repiten como loros lo que dice la televisión comercial, que no consiente la crítica, pues todo debe decirse en el staccato que crea la transmisión de anuncios comerciales cada tantos minutos. El productor rebana el tiempo en segmentos tan cortos que impiden demostrar una idea o narrar una historia compleja (Pierre Bourdieu, Sobre la televisión, Barcelona: Anagrama). La prensa, por su parte, se ha convertido casi toda en eco de los noticieros de televisión. La televisión lleva ventaja con su instantaneidad, el sonido y la imagen animada. La prensa solo podría competir con ideas, pero estas están condicionadas por el amarillismo endurecido por la televisión y por su propia necesidad de vender. El amarillismo carece de matices porque es maniqueo, es decir, poco inteligente.

Cuando impides que tus niños vean televisión en casa, la ven en la del vecino o en la escuela, invadida ya por la cultura comercial, que otros llaman globalización. ¿Cómo contar con la madurez de los tutores si estos también han sido formados por la televisión? ¿Cómo puede Homero Simpson controlar lo que Bart Simpson ve por televisión?

La política de medios y los medios de la política

Solo el Estado tiene la potencialidad de contrariar esta tendencia. Pero no mediante la censura sino formando un público exigente a través de una política comunicacional y cultural.

Política de comunicaciones del Estado no es propaganda oficialista. Ese es exactamente el primer error a evitar.

De lo que se trata es, muy sucintamente, de

Desarrollar un canal de televisión de Estado, no de gobierno, de la más alta calidad, que sea referencia para los demás canales, tanto por la confiabilidad de la información, como por la excelencia de toda su programación.

Generar hechos comunicativos que hablen por sí solos y que, mediante la técnica del judo, condicionen sin imposición, es decir, de modo invisible y por tanto más eficaz, la programación de los medios comerciales. Ejemplos accidentales fueron las liberaciones de Mely Carrero y de Richard Boulton, que pusieron a los medios de oposición a hablar bien del gobierno venezolano.

Respaldar con información y orientación ad hoc a esa población que objetivamente no obedece a los medios comerciales. Esa masa no está siguiendo los medios, que han desatado desde antes de 1998 una sola campaña ininterrumpida contra Hugo Chávez y lo que él representa. Hay mucho que aprender de esa población, que constituye, precisamente, valga el retruécano, una masa crítica.

Política cultural y cultura política

El Consejo Nacional de la Cultura (Conac) desarrolla, entre muchos que se podrían citar, un programa de cine en la escuela. Los niños aprenden a ver clásicos del cine, cómo se hicieron y a hacer sus propias películas. Cuando sean adultos, tendrán una mirada crítica sobre los medios audiovisuales y no la mirada ingenua que ahora tienen sus padres.

Ese es apenas un ejemplo de cómo poner en contacto a la mayoría de la gente con la mayor elevación del espíritu, lo que mina el terreno en que los medios comerciales causan sus estragos espirituales.

Se crean así los anticuerpos para que no haga falta regular los medios «desde arriba». El problema, sin embargo, persiste, mientras la educación esté en manos del Ciudadano Kane. ¿Puede el Estado solo con ese cometido? ¿Cuál Estado? ¿Un Estado bárbaro instaurado por los medios, como pasó entre el 12 de abril de 2002 en Venezuela y con que seguimos amenazados?

Documentos de debate político en Venezuela

Este texto forma parte del libro Información verás

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