EL ENFOQUE SINTETIZADOR DE GÉNERO 

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Lingüista por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (1963).
Maestro en antropología por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con estudios de doctorado en la UNAM (1967-69).
Doctor en lingüística por la Sorbona (1973). 

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Capítulo del libro "La perspectiva democrática de género". Versión completa aquí

 

El género, los otros órdenes de la organización social, las condiciones sociales y culturales

La Teoría de Género es la teoría de las construcciones históricas en torno al sexo y a las atribuciones simbólicas de las cosas, los espacios, los territorios, etcétera. Es también la teoría de la organización social y de las concepciones de la realidad construidas con esas bases; y también lo es de las características de cualquier conformación de poder social como parte del orden de géneros, lo que incluye los mecanismos estatales de la reproducción de ese orden.

Pero las mujeres y los hombres no están en el mundo definidos sólo por su género, y la organización genérica no es la única que ordena sus vidas. Mujeres y hombres son siempre, al mismo tiempo, partícipes de otros órdenes sociales y asumen cualidades asignadas por otras condiciones sociales. Por eso el análisis de género requiere la articulación de la Teoría de Género con las teorías que explican, nombran e interpretan otras condiciones sociales y otros órdenes que componen a la sociedad en superposición articulada, en una verdadera conjugación sólo reductible con propósitos de investigación.

En el plano de ña teoría, la Perspectiva de Género es una construcción de vínculos teóricos, categoriales, hipotéticos e interpretativos que, ensamblados, permiten dar cuenta de la complejidad de las determinaciones de los sujetos, mujeres y hombres, así como de las dimensiones de la organización social y de las esferas en que cada una se reproduce.

La organización social del mundo es múltiple y está conformada por el conjunto entrelazado de organizaciones sociales de cada círculo particular. Cada una de éstas puede conceptualizarse como un mundo en sí mismo, pues conforma la unidad dialéctica entre los modos de vida que delinea y la cultura que les corresponde. La cultura particular está constituida por concepciones del mundo, desde las cosmogonías, las mitologías y las filosofías, hasta las ideologías, los conocimientos, los lenguajes y, por supuesto, las mentalidades.

Cada círculo particular, cada mundo circunscrito, desarrolla sus propias mentalidades, el sentido común, las creencias, el imaginario, las fantasías y las expectativas que corresponden con su núcleo definitorio. Y cada círculo cultural contiene sus rituales de reproducción simbólica y material de ese orden.

Cada formación social o cada mundo está compuesto por las organizaciones sociales producto de su propia historia.

 

Así, cada sociedad puede estar conformada por:

Una organización u orden social genérico (sujetos, relaciones, instituciones), una cultura genérica que hace vivible ese orden, y las subculturas de género e identidades particulares dentro de los géneros

Una organización social etaria (por grupos de edad) y sus correspondientes culturas etaria y subculturas de generación, grupos y categorías de edad

Una organización social de clase y las culturas y subculturas de clase correspondientes

Una organización social étnica y las culturas de los pueblos que coexisten en la sociedad de que se trate

Una organización social racial y sus construcciones culturales

Una organización social de casta y sus correspondientes culturas, así como las subculturas de cada casta. (Esta organización comprende a las castas tradicionales y a grupos tales como la casta militar, la casta religiosa, la casta o élite política, y cuantas se den en las sociedades concretas. A cada casta corresponde su propia cultura y, dentro de ella operan las subculturas de cada estamento).

Una organización social de las personas enfermas y discapacitadas, como tales, con su cultura y sus subculturas de enfermedad o discapacidad específicas.

Una organización social estética y sus configuraciones culturales correspondientes a los ámbitos artísticos específicos.

Una organización social deportiva y su cultura compuesta además por las subculturas de cada deporte.

Otras organizaciones sociales y sus culturas y subculturas.

El listado anterior de organizaciones sociales, culturas y subculturas no es exhaustivo; hay sociedades que tienen más órdenes que los enumerados, y sociedades que no los tienen todos.

En la vida social, esas organizaciones no están aisladas ni son excluyentes: siempre están articuladas y son interactivas.

Cada sujeto social forma parte de diversos órdenes de manera simultánea. Desde luego, unos órdenes tienen un mayor peso en la determinación social. En este caso se halla el orden de géneros que no sólo es universal sino fundante.

En cada sociedad se encuentra la organización social de género hegemónica, y además cada clase, casta, estamento, desarrolla la suya tradicional y la conjuga con todos los otros órdenes. Por ello el enfoque sintetizador de género hace necesario recurrir a teorías sobre la nación y la nacionalidad, sobre lo étnico y la etnicidad, sobre la organización social de clases, castas y estamentos de diverso tipo, que permitan analizar la dinámica de cada categoría social y el significado que tiene para los sujetos de género su pertenencia a unas y a otras.

Las condiciones étnica, de clase y de casta, así como otras condiciones, modifican al género y a la inversa. La pertenencia a una clase o a cualquier otra categoría social es diferente si se es hombre o si es mujer, y es diferente ser mujer o ser hombre en cada clase, casta o etnia.

 

Los sujetos, sus identidades y sus formas de vida: personas y grupos particulares

Tanto el género como las otras condiciones sociales estructuran modos de vida particulares y desarrollan sus propias conformaciones culturales.

Por eso se requiere comprender la manera en que se empalman o conjugan dialécticamente unas condiciones con otras para dar lugar a modos de vida y maneras de ser que resultan de conjuntos de determinaciones y no sólo de una.

Las categorías enumeradas no son estáticas. Están en perpetuo movimiento. Como son parte de órdenes sociales en los que coexisten varias relacionadas entre sí, es necesario ubicarse en una perspectiva teórica adecuada para comprender las relaciones entre las clases sociales, las castas, los estamentos, sus múltiples interconexiones y su impacto en el Estado, y para entender, sobre todo, la articulación de los procesos de género en la reproducción de los demás órdenes.

Desde luego, todos los sujetos sociales desarrollan identidades relativas a sus condiciones sociales y culturales. Para conocerlas es preciso analizar el sentido del yo de cada sujeto, su adscripción a categorías sociales, su identificación con ellas, su distancia de otras, así como sus logros, problemáticas y conflictos de vida. El campo teórico de las identidades y de las subjetividades proporciona metodologías para el análisis complejo de esas dimensiones del sujeto y de su relación con el orden social y con la cultura.

Cada mujer y cada hombre tienen asignada una identidad nacional y son definidas y definidos por ella, que a lo largo de su vida han procesado. Como además cada mujer y cada hombre viven desde sus condiciones de clase, étnicas, religiosas y otras en conjugación específica, cada mujer y cada hombre son una mujer y un hombre particulares. Las particularidades y las tradiciones, las costumbres y los modos de vida compartidos por grupos de mujeres y hombres,conforman grupos sociales particulares.

 

Significados genéricos de las otras condiciones

La condición nacional

Por su condición nacional, las mujeres y los hombres pueden ser connacionales cuando se identifican por compartir las posibilidades y las restricciones sociales que la nación representa para sus semejantes y porque han sido enseñados a integrar a su identidad la identidad personal nacional.

Pero como el género modifica los potenciales nacionales de cada quien, y cada nación tiene un perfil propio por el tipo y la calidad de las condiciones de género y de las relaciones genéricas que alberga, la pertenencia la condición nacional adquiere significados específicos para las mujeres y para los hombres.

Desde la perspectiva nacional, las personas pueden ser también coterráneas por compartir pertenencia, vínculos y arraigo con la tierra en que han nacido, en la que viven o en la que yacen sus muertos y tal vez yacerán ellas mismas.

La identificación positiva por etnocentrismo está orientada hacia las personas semejantes y la negativa hacia las personas que no son conterráneas. Otras categorías derivadas de la condición nacional pueden agrupar a las personas que son también migrantes, extranjeras, transterradas, exiliadas, asiladas, refugiadas, trasladadas, reubicadas, retornadas, desterradas. Esto se debe a las peculiares relaciones políticas de los sujetos y de los grupos con la sociedad y el Estado de origen y con los de arribo, con la tierra propia y la adoptada.

Los Informes sobre Desarrollo Humano de la ONU, permiten confirmar que cada nación da un tratamiento diferenciado a mujeres y hombres, lo que expresa de manera concreta e indudable el orden social de géneros que la constituye. Las evidencias hacen posible encontrar las maneras compartidas y distintas en que hombres y mujeres de las mismas categorías nacionales, ideológicas, religiosas, políticas, laborales y aún familiares, viven diferenciadamente la migración, el exilio, el asilo, el refugio. Las diferencias genéricas intervienen también en la configuración de la vulnerabilidad y las oportunidades de sobrevivencia, adaptación y desarrollo de hombres y mujeres.

De la misma forma, cada nación y cada etnia estructuran su organización social y su cultura genéricas con sus propias peculiaridades identitarias, sus normas, deberes y prohibiciones para las mujeres y los hombres. Y, desde, luego con un orden de poderes de género y con las concepciones que articulan ese mundo y crean en él los consensos.

 

La condición etaria

A pesar de lo que generalmente se acepta, la edad no tiene contenidos universales. Cada sociedad construye su orden social etario que corresponde con su desarrollo y con las potencialidades de vida de las personas. Algunas culturas contienen una cuenta de los años de vida en una progresión aritmética, pero no en todas se contabilizan los años. Algunas cuentas son numéricas, pero hay quienes no saben cuántos años porque en su tradición el cómputo se limita al periodo de la vida: la juventud, la edad adulta, la vejez. Pero estas categorías tampoco tienen el mismo sentido ni los mismos contenidos en todas las culturas. Hay además órdenes etarios en los que, por ejemplo, no existen la adolescencia o la tercera edad.

Sin embargo, en todas las sociedades se construyen modos de vida más o menos estrictos de acuerdo con la edad y el periodo de vida de las personas. Así se definen actividades, relaciones, expectativas, deberes y prohibiciones que concretan el sentido de la vida de cada quien en el mundo de la edad. Las personas transitan y se ajustan a sus asignaciones etarias y las cumplen o se resisten a hacerlo. Lo que en unas sociedades se consideran hechos ineludibles en el orden de la edad, en otros no existe, y lo que en unos órdenes es precoz, en otros puede adecuado o tardío.

En una misma sociedad nacional coexisten diversos órdenes etarios según las etnias, las clases y, por ejemplo, los ámbitos urbano y rural.

El orden de los géneros se empalma con el etario y lo atraviesa con sus propia división. La vivencia de la edad puede tan sólo ser semejante de manera formal para las mujeres y los hombres; el género la hace irremediablemente particular.

Los órdenes sociales más entreverados son el de género y el de edad. Se conjugan a tal punto, que constituyen el orden social genérico-etario: los sujetos son definidos en sus modos de vida y en su identidad por la combinación dinámica género-edad.

En consecuencia, las categorías sociales del género no son sólo mujer u hombre, sino también niña y niño, adulta, adulto, anciana, anciano. Los periodos de la vida de cada mujer y de cada hombre están marcados por su edad, sus necesidades, sus expectativas, y sus oportunidades.

Cada edad en cada sociedad y en cada círculo particular se rige por normas diferentes para mujeres y hombres; el desarrollo personal y el colectivo se programan de edad en edad, por periodos de la vida en que la edad es marcador de cambios sociales e identitarios esperados, asignados y obligatorios. La vida transcurre por la edad, y las diferencias y semejanzas entre hombres y mujeres son siempre claras, según la edad.

La edad establece el fechamiento social; conforme a sus marcas etarias, las personas pertenecen a épocas y a generaciones. Esto las definen a tal grado que pueden reconocerse entre sí por su formas de expresarse, por sus visiones del mundo, por sus comportamientos e intereses: comparten hechos significativos, referencias, una época, un mundo, y una relación de coincidencia.

Cada época trata de maneras distintas a mujeres y hombres. Los procesos y los sucesos que comparten tocan a unas y a otros de maneras diferentes. Además, las mujeres y los hombres se ubican en formas diferentes respecto a su época, y la aprovechan o sucumben a ella conforme a las posibilidades de género que cada época proporciona.

 

Semejanza, diferencia, especificidad

Comprender la teoría de género significa adentrarse en varios mecanismos de relación que establecen las formas sociales en que las personas conforman los grupos sociales. Se trata de la semejanza, la diferencia y la especificidad. Las mujeres y los hombres pueden tener semejanzas intergenéricas por su adscripción como sujetos sociales a otros órdenes sociales, y presentar simultáneamente diferencia intergenérica por su género.

Las mujeres guardan semejanzas intragenéricas porque comparten aspectos fundamentales de su definición social, es decir, de su condición y de su identidad; son diferentes entre ellas cuando no comparten otras condiciones sociales y poseen diferencias intragenéricas. Los hombres son semejantes o diferentes entre ellos por las mismas razones.

La semejanza y la diferencia son simultáneas en la configuración de los sujetos sociales.

 

Pertenencia social, identificación cultural, especificidad

El conjunto de principios analíticos mencionados corresponden a los de pertenencia social e identificación cultural, y se sintetizan en un tercer principio, la especificidad. Cada sujeto social, personal o colectivo, es específico, único, y debe ser entendido en su unicidad y no sólo por su semejanza o su diferencia con los otros. La manera en que cada sujeto enfrenta el complejo de determinaciones de su ser, define su existencia, su biografía, única e irrepetible. En el curso de vida de cada quien las semejanzas y las diferencias son sensiblemente dinámicas. En el conjunto de prácticas y experiencias de vida de los miembros de una sociedad o de una comunidad, la dialéctica de las diferencias y las semejanzas es, además de permanente, particularmente intensa.

 

Los procesos culturales

La Teoría de Género requiere una teorización de la cultura para hacer posible el análisis de la condición cultural de los sujetos de género correlativa a su pertenencia a todas las categorías anteriores y a su género.

Todos los procesos de vida son procesos culturales y todas las personas son seres de cultura, aprenden cultura, generan cultura, viven a través de su cultura. Por eso es imprescindible analizar las concepciones del mundo filosóficas, ideológicas, religiosas, científicas y éticas en la sociedad en que se ubican los sujetos, y la forma en que asumen su cultura; es decir, la concreción de las concepciones del mundo en los sujetos, su identificación con su mundo o su extrañamiento frente a él.

La cultura es la materia que conforma a cada sujeto personal y colectivo; cada cual, a su vez, desarrolla su experiencia y ejerce su creatividad sobre la cultura. Para captar los procesos interactivos entre los sujetos sociales y la cultura, es precisa una teoría de la subjetividad, de su constitución y de la dialéctica entre el mundo psíquico y el externo.

La teoría de la cultura permite comprender que la subjetividad no es universal, sino también una construcción interactiva e intersubjetiva entre cada sujeto y los otros, entre el sujeto y el mundo.

Lo anterior significa que aunque mujeres y hombres comparten dimensiones culturales, lo hacen desde su subcultura genérica; por ende la percepción del mundo y las experiencias vitales tienen una particular significación de género.

 

Subjetividad intelectual y afectiva

La Perspectiva de Género es esencial para analizar la subjetividad de mujeres y hombres tanto en su dimensión intelectual como en la afectiva.

La subjetividad intelectual está conformada por la conceptualización y los conceptos, las formas de pensar, las estructuras del pensamiento y los pensamientos mismos, así como por las capacidades analíticas, asociativas, comprensivas, interpretativas de cada sujeto: ¿cómo piensa?, ¿en qué y para qué piensa?, ¿cuáles son sus preocupaciones, sus anhelos?

En la dimensión afectiva de la subjetividad las cuestiones son: ¿cuáles son las emociones y el uso que se les da?, ¿cuáles son los afectos que desarrollan las mujeres y los hombres?, ¿cuál es su afectividad, en qué está centrada, hacia dónde se dirige , en que se consumen las energías afectivas y qué papel juegan en la vida del sujeto?,¿le ayudan a enfrentar su experiencia o se lo obstaculizan? Es fundamental, además, comprender las relaciones puntuales entre la afectividad y la intelectualidad en cada quien.

En el centro de la subjetividad está el deseo. La capacidad para desear de cada sujeto hace posible la existencia aún en las condiciones más precarias de vida. El contenido del deseo define las acciones de las mujeres y los hombres.

Es evidente que los deseos están conformados genéricamente. Interesa por ello conocer las múltiples conexiones entre el deseo, las necesidades, la afectividad, la voluntad, las acciones y los intereses de mujeres y hombres, y explicar por qué en la mayoría de los casos no sólo no corresponden, sino que ni siquiera son similares.

La subjetividad se concreta en lo que hace cada sujeto, en lo qué hacen las mujeres y los hombres como seres-en-el-mundo.

Las búsquedas al respecto generan la pregunta central que orienta la curiosidad teórica de género, y los hallazgos se integran con todas las preguntas y las respuestas posibles. ¿Qué actividades realizan, qué acciones los caracterizan y hacia qué fines las dirigen diferencialmente hombres y mujeres? ¿Cómo impactan esas acciones el sentido de la vida de cada quien?

Los comportamientos y las actitudes son también construcciones históricas asignadas algunas a todos, otras a las mujeres y otras a los hombres.

La subjetividad está poblada de lenguajes, imaginario, fantasías y sueños: es memoria y olvido, nostalgia y utopía.

La subjetividad visible es una pequeña parte consciente y el resto, lo internalizado, es inconsciente. La Teoría de Género permite comprender que la subjetividad no es idéntica entre las personas ni entre los grupos, y tampoco, obvio es señalarlo, entre mujeres y hombres. Por el contrario, la particular construcción de género de mujeres y hombres hace que ellas y ellos desarrollen subjetividades genéricas y personales específicas.

La subjetividad corresponde al criterio de unicidad de cada género. Comprender que hay una construcción social del género permite distinguir las asignaciones de género. Cada persona es enseñada a ser mujer u hombre en diversas maneras y por diferentes personas, instituciones y medios. Cada quien aprende según sus posibilidades, y cada quien internaliza, asume en grados diferentes, el conjunto de mandatos de género, los cumple o los desobedece. El proceso pedagógico de género lo vive cada persona casi sin percibirlo, inconscientemente, a pesar de lo aparatoso que es y de que dura toda la vida.

La experiencia internalizada va configurando la subjetividad y el psiquismo. Por eso el género es constitutivo de la subjetividad, y por eso la identidad de género y la subjetividad están vigorosamente enlazadas. Por eso los cambios genéricos son, además de cambios identitarios, cambios en la subjetividad. ¿Cómo vive cada quien su vida de mujer y de hombre, cómo se siente cada cual consigo mismo y con el mundo?, ¿qué espera de sí, de los otros, de la sociedad, de las instituciones?, ¿a qué le teme?, ¿cuáles son sus impedimentos y cuáles sus habilidades para vivir?

Las preguntas anteriores se refieren a hechos de la subjetividad que marcan de manera particular a las mujeres y a los hombres y que son materia fundamental de la Perspectiva de Género y de las preocupaciones que motivan las acciones apoyadas en ella.

Cuando se piensa en los sujetos colectivos de género, en las mujeres y los hombres, en la cultura de género, en las concepciones del mundo y en el significado de la vida compartidos, es posible apreciar cómo también se enlazan con las identidades de género. Es, pues, evidente la íntima relación entre condición de género, identidad y cultura.

 

Cambios genéricos: historia, antropología, sociología, ciencia política, psicología, filosofía, epistemología, teoría crítica...

Todas las personas somos más o menos conservadoras en relación al género, pero todas, aunque no lo captemos o no lo aceptemos, cambiamos.

Cada quien vive complejas contradicciones ante sus propios procesos y ante los que percibe en su entorno, y experimenta la oposición consciente a las modificaciones de género y a cambiar sus propias concepciones.

Todas las personas también reciben con beneplácito cambios genéricos parciales en ellas mismas o en otras personas, y hay quienes además los impulsan con una voluntad consciente. En este último caso es notable un contraste: son mayoría las mujeres que propugnan por cambios genéricos en sus propias vidas, en la cotidianidad, en la comunidad, en las instancias civiles, gubernamentales y otras. En cambio, es palpable la dificultad de la mayoría de los hombres para asumir esos cambios.

Aunque sean benéficos para los sujetos sociales y para la misma sociedad, ésta resiente los cambios genéricos como pérdida de su propia materia. Es notable hallar unos ámbitos sociales más proclives a apoyar y promover cambios genéricos, y otros que destacan por su pasividad o por su oposición conservadora ante ellos y ante las propuestas que requieren consenso social y acciones conjuntas.

La construcción teórica de la Perspectiva de Género exige la articulación de teorías sobre la evolución, el cuerpo, la sexualidad, el psiquismo, el lenguaje, la identidad y, desde luego, sobre la sociedad, su complejidad y sus procesos.

Al tratar con sujetos de género constreñidos por un ordenamiento de poderes, es fundamental incluir en la elaboración de todo análisis de género, teorías sobre el poder, el Estado, la democracia y el desarrollo.

La filosofía no puede ser excluida de la complejidad señalada, y tampoco puede ser sumada como un componente más de la problemática de género y de la perspectiva que la comprende. Teórica y prácticamente, los hechos del género tienen sentido explícito o implícito, y un sentido oculto que puede ser develado. Los cambios o alteraciones de género que se dan sin ser percibidos o que se proponen como acciones democratizadoras, corresponden con un sentido de la vida.

Este sentido filosófico es la sustancia de la Perspectiva de Género. Si se separa a ésta de su sentido filosófico, se convierte en un instrumento hueco, desactivado. La Perspectiva de Género se configura en la confluencia de sentidos en un acto teórico, filosófico y político. La riqueza de este enfoque radica en ese encuentro.

La filosofía en que se inscribe la Perspectiva de Género no es otra que la filosofía feminista. Separar el sentido de la investigación, la propuesta y las acciones de género de la filosofía y de los movimientos feministas que dieron lugar y desarrollan la Perspectiva de Género es una tendencia contemporánea. Otra consiste en mostrar siempre la etiología feminista de esta perspectiva género y continuar el planteamiento creativo de temas, problemáticas y alternativas pensadas y sentidas desde el feminismo.

Por la densidad de la problemática que debe enfrentar, es evidente que la Teoría de Género tiene limitaciones. Es inadecuado utilizarla aisladamente o sobrepuesta a viejas concepciones que no incluyan la dialéctica, la multideterminación de los fenómenos, su carácter histórico, y su compleja interconexión en el mundo.

Cuando se ve al género como si fuera un aspecto más de la realidad que debe ser agregado a lo que ya se conocía, suceden cosas como usar el concepto género y hacer análisis de clase o análisis populistas con pretensiones de género, unos y otros marcados por la unidireccionalidad, el determinismo, la lógica binaria y otras cosas semejantes.

La Perspectiva de Género requiere de una metodología analítica que conjuga teorías y crea una aproximación teórica en síntesis de diversas disciplinas científicas: la historia, la antropología, la semiótica, la psicología, la sociología, la economía, la ciencia política, la estética y la filosofía.

Sólo así es posible construir el análisis histórico crítico de los sujetos y de las formaciones sociales. Es obvio que no puede invisibilizarse ninguna configuración del mundo, la sociedad, los sujetos o la cultura. Por el contrario, lo único posible es observar esas complejidades desde el género, integrando en el proceso analítico las formas en que se articula el conjunto de condiciones y circunstancias.

Por ello, la posibilidad teórica de elegir entre el enfoque de género o el de clase, o el étnico, no constituye una verdadera alternativa: sería una propuesta ideológica y política basada en concepciones monotemáticas, frente a una concepción integradora, histórica y holística.

La supuesta alternativa es también axiológica: se considera que la problemática o la determinación de clase de los sujetos y de las sociedades son prioritarias ante las de género.

Como las problemáticas de género se asocian a las mujeres, se ubican como subordinadas a otras problemáticas. En el extremo, se las considera irrelevantes para las discusiones académicas o para la ación política.

Generalmente, si se plantea elegir entre un enfoque u otro es que no se ha entendido hacia donde se mira con la perspectiva de género, o se ha entendido demasiado bien y se asume una posición finalmente sexista que evita incursionar en uno de los campos del conocimiento contemporáneo epistemológicamente más ricos y transformadores.

Mirar el mundo como si no fuera relevante que quienes vivimos en él somos mujeres u hombres, o como si las problemáticas sociales, culturales o políticas no tuvieran que ver con la organización social genérica, significa empobrecerse ante el desarrollo actual del conocimiento y convertirse en analfabetas de género o rechazar la posibilidad de alfabetizarse en desde esta perspectiva.

Esto puede acontecer cuando con tal definición político-ideológica se generan análisis mutilados y se falsea la realidad. Y así, aún sin conciencia ni mala voluntad, se diseñan políticas patriarcales. De esa manera, puede resultar imposible ver y oír a las mujeres, sus movimientos, sus creaciones y sus propuestas. Lo que puede significar de hecho oponerse a ellas y hacerse cómplices patriarcales del poder.

La Perspectiva de Género no es unidimensional como pueden serlo los antiguos enfoques exclusivos de clase o étnico.

La propuesta epistemológica que alienta esta perspectiva es construir en todos los casos enfoques integradores y multidisciplinarios. No sólo para los estudios de género, sino para los análisis de clase, étnicos, históricos, económicos, psicológicos, etcétera.

La teoría del conocimiento del enfoque de género se coloca en un nuevo paradigma el cual no es exclusivo de este campo del conocimiento: es la conceptualización histórico-crítica.

 

BIBLIOGRAFÍA

A pesar de su extensión, esta Bibliografía no es exhaustiva.

Es fundamentalmente una invitación a profundizar en los conocimientos y herramientas de trabajo que esta Guía ofrece.

Contiene los títulos clásicos y los imprescindibles de la Teoría y la Perspectiva de Género y del Desarrollo Humano Sostenible, y da preferencia a las obras editadas en castellano y a las que se refieren a América Latina. Desde luego, incluye todas aquéllas que fueron consultadas y utilizadas de diversas maneras para redactar esta Guía, pero deja fuera muchas contribuciones de temas específicos.

Prácticamente todos los libros aquí incluidos contienen sus propias bibliografías, con las que es posible ampliar cualquier consulta necesaria, por ejemplo para conocer en detalle investigaciones y otras experiencias particulares.

Todos los días aparecen en América Latina y en otros países nuevos trabajos sobre los temas y problemáticas a los que se refiere esta Guía. Por todo ello, esta bibliografía sólo es el inicio de la más completa que vayan elaborando quienes la consulten.

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