NORBERT ELIAS: "CIVILIZACIÓN" Y "CIUDADANÍA"

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Teresa Porzecanski.

Este texto explora el concepto de ciudadanía como emergente de un proceso ligado al concepto de civilización, o sea a un tipo específico de cultura que se ha ido conformando históricamente en Occidente a través de sucesivas y graduales transformaciones en el terreno de las conductas y comportamientos colectivos.

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"Civilización" es una palabra muy controvertida; por momentos es usada como opuesta a "cultura".

 

EL TERMINO "CIVILIZACION" SEGUN ELIAS

"Civilización" fue utilizado para designar las formas de "cortesía" o de "civilidad" que se oponen a la "barbarie", los refinamientos en las costumbres, y "esas formas de tacto y consideración que distinguen a las elites en el interior de una misma sociedad". (Heinich, Nathalie. Norbert Elias. Historia y cultura en Occidente. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1999. p.21.) Erasmo definió la civilidad por oposición a la voracidad del animal o a la tosquedad del campesino (Zaidman, Claude. Maniéres de table. En La politesse. Vertu des apparences. Éditions Autrement, Paris, 1991. p.183.) "Se trata de pasar al mismo tiempo del estadio animal al humano, del de salvaje al de civilizado y finalmente al modo de vida urbano definido por la manera de la corte." (Ibíd. p.183.)

En una revisión del recorrido del término "civilización" a través de los pensadores del siglo XIX encontramos a quienes, como Comte, lo han vinculado a la idea de "progreso" y de "racionalidad". Otros, como Morgan, lo han incorporado a un esquema netamente evolucionista que dividía la historia de las sociedades humanas en tres estadios diferenciados por sus bases tecnológicas y sus tipos de organización social: salvajismo, barbarie, civilización. Aun otros, como Lévy-Bruhl, han entendido "civilización" como la transición de una "mentalidad pre-lógica" a una mentalidad "lógica".

Cabe una primera interrogante: ¿en qué sentido usa Elias el término "proceso de civilización"? Para él, "el proceso de civilización es un cambio de la conducta y de los sentimientos humanos en una manera muy específica". (Elias, N. The social constraint towards self-constraint. En Mennell, S. y Goudsblom, J. 1998. On civilization, power and knowledge. Selected Writings. University of Chicago Press, USA. p. 49 )

Sin embargo, la "civilización no es (...) un producto de la ´ratio` humana o el resultado de una calculada planificación de largo alcance". (Ibídem). Más bien, se trata de un reordenamiento —reorganización— de las relaciones humanas que va de la mano de cambios correspondientes en las maneras y en la estructura de la personalidad, lo que daría lugar a la forma de la conducta y el sentimiento "civilizados". (Ibídem. Paráfrasis. p. 51.)

Que una teoría social se ocupe de los sentimientos y las emociones de los individuos implicados es ya suficientemente revolucionario respecto de la perspectiva conductista/objetivista más tradicional de las ciencias sociales. Pero que además provea hipótesis respecto de cómo los sujetos sociales se van transformando, muestra la mirada integradora de los diferentes aspectos en juego que caracterizó el pensamiento de Norbert Elias. Según J. Pratt (Pratt, J. Norbert Elias and the civilized prison. British Journal of Sociology, June 99, Vol. 50 Issue 2, p. 271, 27 p.), la construcción teorética que hace Elias en su obra "El proceso de civilización", de 1939, implica que "civilizar" es uno de los elementos en una serie de controles, a partir de los cuales los individuos en sociedad producen, en primer lugar, su propio control y regulan su propio comportamiento. La intensidad de este control en una particular sociedad y en un momento dado sería un indicador manifiesto de un cierto estadio de desarrollo.

Sin embargo, según Pratt, el concepto de Elias no significaría "progreso" ni juicio de valor alguno. Se trataría más bien del resultado de un cambio socio-cultural y psíquico de largo aliento, el que, a partir de la Edad Media, habría traído dos consecuencias mayores: 1) los estados modernos comenzaron a asumir una autoridad mucho más centralizada y un mayor control sobre la vida de sus ciudadanos, hasta el punto de lograr el monopolio en el uso de la fuerza y la imposición de sanciones legales para dirimir los conflictos; 2) los ciudadanos de las sociedades modernas comenzaron a internalizar formas de restricción, controles e inhibiciones respecto de su propia conducta, en la medida en que sus valores y actitudes fueron insertados dentro del marco de una mayor sensibilidad por el sufrimiento de los otros. (Ibíd. Paráfrasis.)

Se trata entonces de un "proceso de civilización" multicausado, que implica, para el sujeto, un proceso paralelo de creciente individualización. Estos recorridos "civilizatorios" están ligados a la estatalización y a la urbanización. En términos más contemporáneos quizás podría extenderse la hipótesis, diciendo que estos procesos están ligados al aumento demográfico que traen los espacios urbanos, con su consiguiente proximidad en la convivencia, y el crecimiento de la movilidad local y social.

Para el individuo que emerge de semejantes procesos, ello significa que "disminuye su anterior encapsulamiento, inevitable y vitalicio, dentro de familias, grupos ligados por el parentesco, comunidades locales y otras agrupaciones similares, disminuyen el ajuste de su comportamiento, de sus objetivos y sus ideales a la vida en tales agrupaciones y su natural identificación con estas; se reduce su dependencia de estas agrupaciones, así como su necesidad de ellas en lo que concierne a la protección de la salud y la vida (...)." (Elias, N. La sociedad de los individuos. Península, Barcelona, 1990. p. 143)

El nuevo tipo de relaciones sociales implica, entonces, "una regulación global de emociones, hacia una renuncia a impulsos y una transformación de impulsos. A lo largo de este cambio social, los seres humanos se ven exhortados cada vez más a ocultar de la mirada de otros, o incluso de sí mismos, acciones, manifestaciones instintivas y apetitos que antes podían expresar abiertamente (...)" . (Ibíd. p. 144) Para Elias, "lo que por una parte se presenta como un proceso de creciente individualización, es al mismo tiempo también un proceso de civilización". (Ibíd. pp.144-145)

Es en este sentido que "proceso de civilización" refiere a un concepto más descriptivo que valorativo, en oposición a las clásicas interpretaciones evolucionistas. Aquí, los procesos de civilización implican procesos de individualización y no a la inversa, en tanto que es la exclusión de determinados ámbitos de la vida de la esfera pública -la privatización de determinados ámbitos de la vida- "y el recubrimiento de estos ámbitos de la vida con temores engendrados por la sociedad, como por ejemplo, sentimientos de vergüenza y embarazo, lo que evoca en el individuo la sensación de que él es ‘interiormente’ algo que existe por sí mismo, ajeno a cualquier relación con otras personas (...)." (Ibíd. p. 145.)

Si bien Elias no propuso una teoría de la civilización aplicable a todas las sociedades humanas a lo largo de la historia -por lo que se separa de las corrientes llamadas "evolucionistas" del siglo XIX- sino solo a aquellas sociedades que evolucionaron de manera relativamente estable, con instituciones que centralizaron el monopolio de la fuerza física, su alcance pretende abarcar, al mismo tiempo, la dimensión de las mentalidades, la de la cultura y la de los símbolos, en lo que Elias denominó "una perspectiva sociogenética" y procesal de la transformación de las sociedades de Occidente a partir de la Edad Media.

Elias especificó que "solo con la formación de esta clase relativamente estable de monopolios, las sociedades adquieren esas características como resultado de las cuales los individuos que las forman se adaptan, desde la infancia, a un patrón de autorrestricciones altamente regulado y diferenciado; solo en conjunción con esos monopolios es que esta clase de autoconstricción requiere un mayor grado de automatismo, y deviene como una "segunda naturaleza" (CF. Spier, F. Norbert Elias´s Theory of Civilizing Processes again Under Discussion: An exploration of the sociology or regimes. Paper for the XIIIth World Congress of Sociology, 18-23 July 1994. Bielefeld, Germany, p.2.)

Conforme a la información etnográfica, sabemos que todas las sociedades, incluidas las pre-estatales, habrían implementado formas directas o indirectas de control y de restricción de la conducta individual dentro del colectivo, pero con el concepto de "civilización", Elias inaugura la idea de un tipo de cultura, aquella que habría logrado la autorestricción de sus sujetos, en relación con sus impulsos, incluyendo especialmente aquellos impulsos que tienen que ver con la violencia. Ello habría tenido importantes consecuencias en el amortiguamiento de la violencia intestina en aras a una mejor articulación de la interacción social. (El concepto de "violencia intestina" es desarrollado por René Girard, en "La violence et le sacré", 1972)

En tanto que, para Elias, los procesos civilizatorios operan a nivel del autocontrol individual, o cuando las sociedades adquieren mayor grado de diferenciación social, otros autores entendieron que todas las formas de conducta reprimidas son parte del proceso de civilización: "cuanto más estricta la conducta, más civilizada se vuelve la sociedad" (Cf. Spier, op. cit., p. 3.)

Una cierta impronta de Freud está presente en esta perspectiva de Elias. En la lectura que hace Marcuse de Freud, escribe en la introducción a Eros y Civilización que "la libre gratificación de las necesidades instintivas del hombre es incompatible con la sociedad civilizada: la renuncia y el retardo de las satisfacciones son los requisitos del progreso". (Marcuse, H. Eros y Civilización. Ariel, Barcelona. 2002. p.17.)

La represión, entendida por Freud como estructura instintiva del individuo, es el mecanismo que organiza la vida en sociedad. Para Marcuse, ""Freud atribuye al sentido de culpa un papel decisivo en el desarrollo de la civilización; más aun, establece una correlación entre el progreso y el aumento del sentido de culpa." (Id. p. 82.) Si para Freud el precio del progreso implica la pérdida de la felicidad mediante la elevación del sentido de culpa (Ibíd., p. 82. Cf. Freud, S. El malestar en la cultura, p. 123.), para Elias la vergüenza y el bochorno son indicadores del desarrollo gradual de un sentimiento de culpa colectivo.

En Marcuse, las perspectivas de futuro de la civilización, entendida como "organizada mediante la renunciación y desarrollada bajo la renunciación progresiva" (Marcuse, H., op. cit. p.87) tienden a la autodestrucción provocada por la continua deserotización de la libido debida a su obligada sublimación, y al ascenso de los impulsos agresivos.

 

LAS "MANERAS EN LA MESA"

Según Elias, la función de los protocolos en las maneras ha sido siempre la de amortiguar o, al menos, regular la violencia. Una violencia que era en la antigüedad mucho más espontánea, y que sería gradualmente ritualizada, o sea "formateada" (modelada) a través de la "maneras" apropiadas, para ser más efectivamente mantenida bajo control.

La intención de los manuales de comportamiento, hasta la Modernidad, ha sido, por una parte, fijar los códigos de las buenas maneras primero en las clases altas, y a través de ellas en otros estratos sociales y, por otra parte, establecer un control cada vez más riguroso sobre las pulsiones. En ese recorrido temporal, había que tornar asépticas y neutrales las funciones del cuerpo, había que utilizar un pañuelo al estornudar, había que comer "apropiadamente" para no "ofender" la mirada del otro. "Las maneras en la mesa marcan la distancia con la naturaleza y entre los seres humanos mismos, que instaura una sociedad" (Zaidman, C. op. cit. p.184.)

En este sentido, la conceptualización de "civilización" que hace Norbert Elias presupone una base de constricción para la conducta individual y colectiva, que sería esencial e inherente de cualquier tipo de socialidad. Y aunque Elias se refiere solamente a la dinámica de las sociedades de Occidente, y no atiende otros tipos de sociedades, esa base de constricción sobre la que se fundan las relaciones sociales "civilizadas" es reconocible, también, en formas menos acabadas, en las sociedades etnográficas no occidentales.

Todas las culturas de las que se tiene información parecen haberse conformado en función de un sistema de normas colectivas que han regulado con mayor o menor rigor distintos aspectos de la vida societaria: el tabú del incesto, las reglas de intercambio matrimonial y comercial, las prácticas religiosas, las conductas permitidas y prohibidas, las maneras de tratar con lo natural y lo sobrenatural, entre otros muchos aspectos. Sobre ello, una extensa bibliografía etnográfica nos informa de estructuras organizativas complejas, representadas en las mitologías y cosmologías, cuya función, tal como ha demostrado Lévi-Strauss, es establecer diferencias de significado y, con ello, de prerrogativas y obligaciones.

En la base de toda experiencia social subyace una estructura construida por polaridades de sentido que, a través de sistemas binarios, establecen diferencias y oposiciones a las maneras de comportamiento. Mientras que Elias considera el modo en que las sociedades de Occidente, a partir de la Edad Media, administran y regulan la espontaneidad y la violencia, Lévi Strauss ha revelado las maneras complejas de componer sentido y establecer regulaciones en las sociedades no-occidentales.

De todo ello puede inferirse que la dimensión de lo social, por sí misma, implica reglas que son introyectadas por los sujetos sociales a los efectos de organizar sus prácticas sociales. Acumuladas en la tradición o en el ritual, estas regulaciones seguirían el camino gradual de una creciente complejidad. Es probable que esta complejidad acumulada de reglas de comportamiento mantenga un vínculo directo o indirecto con el crecimiento demográfico, la urbanización y el aumento de la división del trabajo, entre otras variables de peso.

Varios autores introducen el tema de la violencia dentro de la trama societaria y sugieren su articulación indirecta con el proceso de civilización. Según René Girard, toda sociedad se origina por una unanimidad fundatriz, conseguida a través de la contención y regulación de su violencia originaria, por medio de mitos y sacrificios. Esta violencia es inherente a la interioridad del grupo, pero se vehiculiza hacia afuera, hacia un "otro", a través de un acto sacrificial y sagrado. En la hipótesis de Girard, la envidia, generada por el deseo mimético de lo que el "otro" desea, desata fuerzas sociales nada desdeñables al momento de entender cuestiones de poder y autoridad, idolatrías y antagonismos colectivos aparentemente inexplicables. La emergencia del "otro" como rival es la consecuencia de este proceso de acercamiento y distanciamiento sucesivos.

En La violencia y lo sagrado (1972), Girard entiende por religiosos, propiamente, todos los actos ligados a la perpetuación de una unanimidad construida por el reconocimiento de un ámbito sagrado. Hay un proceso de racionalización de la violencia mediante el mecanismo de sustitución, que consiste justamente en desplazar la violencia intestina a una violencia ritualizada y dirigida hacia una víctima sacrificial. La función del sacrificio es entonces desviar esa violencia intestina y potencialmente destructiva del grupo hacia un "chivo expiatorio", que funciona como "extraño". El sacrificio impide la diseminación de la violencia dentro del grupo mediante el recurso de desplazar las tendencias agresivas, lo que fortalecería la "unanimidad fundatriz".

En este panorama, los mitos tienen como cometido la racionalización de la violencia a través de codificaciones y transfiguraciones metafóricas de la violencia original. Los rituales, a los que Girard denomina "ritos de fijación", rememoran la violencia original a los efectos de controlarla e inmovilizarla frente a situaciones amenazantes.

 

LA DINAMICA DEL PROCESO DE TRANSFORMACIONES

El estudio de los manuales de las maneras muestra, para Elias, la exigencia de controles cada vez más fuertes sobre los impulsos, a partir de modelos practicados primero por los grupos de rango alto, que luego se hacen extensivos gradualmente a los grupos de estratos más bajos. Los cambios en las maneras siguen las líneas de la estratificación social y distribución del poder, en la medida en que se aflojan los vínculos tradicionales y se acelera la circulación de los individuos de unos estratos a otros. En el curso del siglo XVI se forma una nueva clase alta, integrada por individuos de diversos orígenes sociales. (Mennell, S. Norbert Elias: an introduction. University College Dublin Press, Dublin, 1992, p. 48.) La nueva sociedad, siendo más afluente, invita a mayores grados de interdependencia entre grupos. Ocurren entonces dos procesos de "estandarización" o modelización: a) el pasaje del modelo desde un grupo social a otro, y b) la adaptación de la persona al modelo social prestigioso. Ambos son centrales con respecto al proceso de civilización (íd. p.49). Se trata de un cambio direccional que se manifiesta en una transformación de los patrones de control sobre la conducta individual. (Ibíd.)

En síntesis, la dinámica del proceso de cambios comienza con el sentido del "respeto", basado en la vergüenza y el bochorno, definido por las jerarquías más altas, lo que desemboca en restricciones sobre ciertas urgencias e impulsos, relativas a la posición que se ocupa y al grupo al que uno pertenece. Más tarde, la renuncia a los impulsos y emociones es impuesta menos por personas particulares y más por la interdependencia, la división del trabajo, el mercado y la competencia, en un sentido más impersonal. (Ibíd.) La enculturación de los niños bajo esas restricciones, y la explicación de las pautas de conducta en función de "lo correcto", así como la internalización de las restricciones, que se transforman en autocontrol, son los pasos siguientes.

Para Elias, lo que el niño debe aprender de autocontrol, para lograr ser un adulto bien adaptado a su grupo social, ha ido aumentando en cantidad con el tiempo, de modo tal que "la psicogénesis de la personalidad adulta no puede ser entendida aislada de la sociogénesis de la "civilización". (Idem, p. 50) En este sentido, cada individuo atraviesa en su propia vida su propio "proceso de civilización".(Ibid.)

Algunos aspectos de la vida social donde se muestra esta dinámica son: el haber erradicado la muerte de la esfera pública/familiar hasta hacerla desaparecer detrás de escena; el haber colocado la sexualidad fuera de la vida social y en el umbral de la vergüenza y el bochorno; el disciplinamiento de las relaciones sexuales a través del matrimonio, y la gradual regulación de la crueldad y la violencia. En este último caso, la violencia atravesó un largo proceso de acomodamiento y domesticación junto a otros aspectos de la conducta social, de manera de llegar a inspirar vergüenza y repugnancia, al tiempo que los impulsos agresivos debieron expresarse de maera más sutil e indirecta. (Idem, p. 58.)

En el terreno de las emociones aparece un aumento de la sensibilidad social ante el sufrimiento de las víctimas; por ejemplo, en los espectáculos públicos de tortura o de ahorcamiento, hacia el final del siglo XVIII. (Idem. p. 59. Hay numerosos ejemplos al respecto.). "En suma, mucho de lo que antes hacia emerger placer llegó a hacer emerger displacer", escribe Mennell, respecto de la teorías de Elias, porque "las expresiones instintivas socialmente no deseadas comenzaron a ser castigadas con medidas que reforzaron el displacer y la ansiedad." (Ibíd. )

Como en la teoría freudiana de la emergencia de la cultura humana, es la domesticación de los impulsos agresivos la que permite la existencia de lo social, y de la sociedad misma sin autodestruirse. En tanto que hasta el medioevo no existía un poder central, con legitimidad necesaria para obligar a los sujetos a controlar sus impulsos destructivos, es a partir del crecimiento y configuración de un monopolio central de la autoridad, en la formación de los estados modernos, que se hace posible el proceso de modelamiento de la dimensión emocional individual y colectiva y de regulación de los instintos. (Ibíd. Paráfrasis.)

Los vínculos entre cultura y personalidad están siempre presentes en la perspectiva de Elias, así como aquellos que ligan inevitablemente los ámbitos públicos a los privados, y las constricciones colectivas externas a las individuales e internas.

De los desarrollos anotados, parece haber implicancias con respecto a la conceptualización de "ciudadanía", no ya en el sentido estricto que refiere solamente a los derechos cívicos y políticos del ciudadano, o a su participación activa dentro de la esfera pública, sino con relación a las dimensiones culturales (Delante, G. Two Conceptions of Cultural Citizenship: a Review of Recent Literature on Culture and Citizenship. En The Global Review of Ethnopolitics, Vol.1, Nº 3, March 2002,60-66). implicadas en la conformación de los modos de interacción social y respecto de las normas que regulan el comportamiento colectivo, así como en relación con los cursos de acción y las estrategias del sujeto en el contexto societario contemporáneo. La instalación de instituciones sociales normativas y la regulación y autorregulación de la conducta individual es tal vez el vínculo que conecta "el proceso de civilización" de Norbert Elias con la idea de una ciudadanía emergente a partir de la Modernidad.

Es posible pensar que esta última congrega una acumulación de efectos disciplinarios para articular al sujeto a la trama social, a partir de renuncias y acomodamientos regulados que aseguren a todos, y a cada uno, una serie de obligaciones y derechos específicos, al tiempo que el colectivo social amortigua y racionaliza los niveles de violencia e inseguridad, transfiriéndolos al ámbito de la negociación.

Si, de acuerdo con Freud, la cultura exige continua sublimación (Marcuse H. Eros y civilización. Ariel, Barcelona, 2002. p.86.), y "cada individuo contribuye con sus renuncias (…)" (ibíd.) al bienestar de la sociedad, la puesta en práctica de la cualidad de "ciudadano" parece ser resultado de un proceso gradual de "civilización" en los términos de Elias, o sea, una consecuencia de una larga historia de disciplinamientos graduales y acumulativos, introyectados por los sujetos sociales a los efectos de asegurarse ciertos derechos a partir de la regulación de la violencia y la normativización de la conducta.

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