EL DESARROLLO DE LA FILOSOFÍA EN AMÉRICA LATINA

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“Un sujeto no se construye por sí solo al margen de la construcción del propio sujeto“

"El edificio de la razón" (Siglo XXI, 2007) de Jaime Labastida, presentado la víspera en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.

 

La filosofía latinoamericana ha tenido un extraño camino.  Se inició con una polémica sobre la esencia de lo humano y la relación que pudiera tener ésta con los indígenas del continente americano.

Decidir si los indígenas nativos eran parte de la especie humana - y si deberían de ser tratados como súbditos del rey de España - o si sólo eran una "subespecie", que no tenían por que ser tratada como igual ni en tiempo de paz ni en tiempo de guerra.

Estos planteamientos desataron un debate que se conoce en la historiografía como la disputa de Valladolid, entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. La sustentación de ambas tesis se basaron en el libro Historia General y Natural de las Indias del cronista Gónzalo Fernando de Oviedo.

Sepúlvedas argumentaba que la guerra en contra de los indígenas era permitida porque todos los indígenas eran bárbaros, carente de educación e inteligencia

En cambio, Bartolomé de las Casas, en la obra Apologética Historia refuta argumentando:

“El hombre moderno es el resultado de un proceso de desarrollo histórico y cada pueblo, en los orígenes de su existencia, se encontraba en el estado primitivo, igual como los pueblos indios de América”.

“Los indios tienen una cantidad de virtudes que surgen de su ambiente natural y sobresalen respecto a los europeos y algunos pueblos antiguos”y,

“Ni son inferiores, ni bárbaros, sino que poseen las mismas condiciones para superar su estado como los pueblos antiguos de Europa”.

El debate entre Sepúlvedas y Las Casas tuvo un alcance mucho más allá del tema americano.  En el fondo la discusión contribuyó al cambio radical de los conceptos vigentes hasta aquel entonces sobre el universo y la historia de la humanidad.

Este cambio puso en duda la visión del mundo como una unidad cultural con respecto al sistema político-espacial, también supuso un cambio respeto a la visión de la conquista y puso los fundamentos  jurídico-políticos de la sociedad europea de aquella época.

Latinoamérica fue territorio receptor de ideas, instituciones de diversa índole: políticas, religiosas, sociales, económicas, artísticas, etc., que desde la antigüedad y el medioevo habían pervivido en España. En sus colonias americanas algunas de ellas renacieron bajo nuevas formas, debido a condiciones del medio geográfico, étnicas, culturales, económicas, etc., totalmente diversas a las de Europa.

La concepción de la utopía desde América Latina. Cerutti Guldberg, Horacio

 

La Filosofía en Latinoamérica: Originalidad y Método

La problemática de la originalidad constituye la primera indagación, cuando se trata acerca de la filosofía en la América Latina. Representa la meditación filosófica latinoamericana algo nuevo, en el terreno más amplio de la filosofía occidental? Frente a esta pregunta, surgen dos respuestas radicales: no hay ninguna originalidad o, por el contrario, es posible una originalidad total. Ejemplo de la primera alternativa es la opinión del brasileño C. Bevilacqua, para quien "la especulación filosófica presupone una amplia y profunda base de meditación acerca de los variados dominios del saber humano, apareciendo ella como una flor misteriosa (...) de esta vegetación mental, así como la poesía es la flor de la emotividad" [Bevilacqua, 1899: 16]. En efecto, si bien es cierto que la poesía florece[…] como consecuencia del hecho de enraizarse en el sentimiento, no ocurre lo mismo, empero, con la filosofía, terreno en el cual […] se limitan a copiar el pensamiento de los europeos, sin que exista una escuela propia.

Opinión igualmente radical es defendida por el pensador colombiano F. González Ochoa, para quien es imposible hablar de filosofía latinoamericana, por el hecho de que tenemos nosotros, los latinoamericanos, un espíritu de colonizados.

"Quien es colonia por dentro — escribe González Ochoa [1986: 761] concibe la libertad como cambio de dueño".

Ejemplo de la segunda alternativa es la opinión del brasileño R. Gomes, para quien sería posible la elaboración de un pensamiento latinoamericano ciento por ciento original, surgido de la meditación sobre la propia realidad y del olvido de la filosofía europea, que se convirtió en una simple cultura ornamental en la América Latina. Al respecto, concluye el mencionado autor: "desde el punto de vista de un pensar brasileño, Noel Rosa (compositor popular) tiene más para enseñarnos que el señor Immanuel Kant, toda vez que la filosofía, como la samba, no se aprende en el colegio" [Gomes, 1980: 107].

Opinión semejante es defendida por el peruano A. Palacios quien, en su "Mensaje a la juventud universitaria de Iberoamérica", considera que hasta ahora la cultura filosófica latinoamericana fué tributaria del pensamiento europeo. Esta circunstancia mudó a partir del final de la primera Guerra Mundial, que desenmascaró la decadencia de Europa. La América Latina, se siente en la inminencia de dar a luz una nueva filosofía, perfectamente original.

En la senda de esta absoluta novedad, la revista peruana Valoraciones llegó a proponer lo siguiente: "Liquidemos cuentas con los tópicos en uso, expresiones agónicas del alma decrépita de Europa" [apud Mariátegui, J. C., 1986: 62].

 

 A este respecto, Palacios escribe: "Somos pueblos nacientes, libres de amarras y atavismos, con inmensas posibilidades y amplios horizontes delante de nosotros. El cruzamiento de razas nos dió un alma nueva. Al interior de nuestras fronteras acampa la humanidad. Nosotros y nuestros hijos somos síntesis de razas" [apud Mariátegui, J. C., 1986: 64].

Entre estas dos posiciones extremadas se sitúan las opiniones de varios pensadores latinoamericanos, que se dedicaron al estudio de la problemática de la originalidad filosófica.

Así, por ejemplo, para el peruano A. Salazar Bondy [1968], a pesar de que las condiciones de subdesarrollo hayan impedido hasta el presente la formulación de una filosofía latinoamericana, será no obstante posible llegar a ella, en la medida en que sean superadas las causas del atraso. Criticarlas a éstas es ya dar comienzo a la mencionada filosofía.

Para el argentino A. Korn [1940], es posible hablar de filosofía autóctona toda vez que hay en Latinoamérica una colectividad humana unificada por sentimientos, intereses e ideales comunes, que desarrolla, a la luz de éstos, su acción histórica. La explicitación racional de este conjunto original, con la ayuda de la tradición filosófica occidental, constituye lo que se puede llamar filosofía argentina.

El pensador mexicano J. Vasconcelos [1927 y 1986] considera que los latinoamericanos no pueden hurtarse a la elaboración de una filosofía propia, que constituye "una manera renovada y sincera de contemplar el universo" [Vasconcelos, 1986: 50] y que es formulada a partir de la asimilación crítica de los valores y de los conceptos heredados de la cultura occidental.

Este proceso constructivo debe tener presente la aprehensión emocional del mundo, que ocurre en la vivencia estética. Este aspecto es fundamental para la interpretación del mundo por parte de los latinoamericanos que son, en el sentir de Vasconcelos [1986: 58], una "raza emotiva".

Ya el pensador peruano J. C. Mariátegui [1978 y 1986] destaca que no existe un pensamiento característicamente latinoamericano. "Me parece evidente — escribe Mariátegui [1986: 63] — la existencia de un pensamiento francés, de un pensamiento alemán, etc., en la cultura de Occidente. No me parece igualmente evidente, en el mismo sentido, la existencia de un pensamiento hispanoamericano.

 Todos los pensadores de nuestra América se han educado en la escuela europea. No se siente en su obra el espíritu de la raza". Sin embargo, esto no significa que sea imposible la aparición, en el futuro, de una filosofía típicamente latinoamericana, en la medida en que vayan siendo incorporadas a la meditación filosófica las culturas indígenas. Por esto Mariátegui concluye con esperanza: "El espíritu hispanoamericano está en formación".

Con todo, él considera que Europa se renovará.

"El pensamiento europeo se sumerge en los más profundos misterios, en las más viejas civilizaciones. Por esto mismo demuestra su posibilidad de convalecer y renacer".

 Cabe a los pensadores  latinoamericanos saber asimilar la savia del pensamiento universal, que circula en las venas de la filosofía europea [Mariátegui, 1986: 62].

 

El pensador argentino F. Romero [1944, 1952 y 1986] considera que, para discutir la cuestión acerca de si hay una filosofía latinoamericana se debe, en primer lugar, descartar las dos posiciones extremadas. “la que sostiene "que todo ya fue dicho y no resta sino repetir devotamente los esquemas ilustres" y la que "espera revelaciones portentosas, novedades inauditas, creaciones ex nihilo".

Romero [1986: 69] refuta así una y  u otra posición: "La primera implica decretar la radical esterilidad del presente y del futuro, negarles, sin razones válidas, la virtud innovadora que palpita en toda época, y acogerse a una plácida contemplación de la riqueza amasada por los antepasados. Es la cómoda actitud del heredero, que cuando llega al extremo, culmina en la rápida dilapidación del legado.

En cuanto a la espera y la exigencia de portentosas revelaciones — residuo de la actitud mítica — acusa ignorancia, porque la historia de la filosofía da testimonio, en cada uno de sus instantes, de la continuidad y de la articulación del pensamiento filosófico, que hasta en sus menores pliegues e inflexiones cuenta con las adquisiciones obtenidas y en ellas se apoya para perfeccionarlas y aún para contradecirlas".

Romero destaca, en seguida, el fenómeno de la "normalidad filosófica", que constituye el clima actual de la filosofía en la América Latina y que es definida así: "el ejercicio de la filosofía como función ordinaria de la cultura, al lado de las otras preocupaciones de la inteligencia" [Romero, 1986: 68].

Este clima abre la puerta para la maduración de la conciencia de sí y la formulación, en un futuro próximo, de una auténtica filosofía latinoamericana.

Al respecto, Romero [1986: 71] escribe:

"Lo que existe es mucho más modesto, pero también mucho más sólido y autoriza cualquier esperanza, ya que es el presupuesto indispensable para que surja y prospere a su tiempo una filosofía original. La vena filosófica florece por todas partes; sería estupidez o maldad exigir que las aguas brotasen, desde el comienzo, abundantes y cristalinas, cuando en países de muy madura civilidad hubo apenas arroyuelos precarios. La naciente filosofía todavía tiene que ir mucho a la escuela; y aún debe ser estimulada a prolongar la escolaridad, porque todas las precocidades, y aún más las de la inteligencia, son peligrosas y, en los casos menos graves, desembocan en lamentables pérdidas de tiempo. Lo esencial, definitivamente, es esto: que en nuestra espiritualidad la vocación filosófica llegó a adquirir conciencia de sí y busca su expresión".

 

La filosofía en América latina

La filosofía ha ocupado un lugar destacado en la evolución de la cultura latinoamericana, en mayor medida en los últimos tiempos, aunque no siempre en el mismo grado en las distintas épocas y regiones, «en la historia de las ideas hay épocas receptivas y épocas creadoras»

Francisco Larroyo, La filosofía iberoamericana, Editorial Porrúa, México 1978, pág. 32.

 

Los pueblos amerindios más desarrollados estuvieron en el umbral de la producción filosófica, pues el grado de elaboración de sus ideas cosmológicas y éticas, así como el desarrollo del lenguaje, como en el caso del nahuatl fundamentalmente, lo atestigua, pero no alcanzaron el nivel de sistematicidad, profundidad y rigor teórico que caracteriza  generalmente  a la filosofía.

Pablo Guadarrama, «Humanismo y desalienación en el pensamiento amerindio», Señales abiertas, Bogotá, marzo-mayo 1994, págs. 28-45.

 

La preocupación antropológica por la condición humana de los aborígenes impregnó de modo sui géneris la escolástica latinoamericana y se mantuvo latente hasta que se hizo más pujante en la antesala de la Ilustración con el reformismo electivo y propiamente en ella. Ese segundo eclecticismo (Gaos) que se produjo en América Latina contribuyó notablemente al desarrollo de la filosofía moderna, a sentar las bases para la superación de la escolástica y a preparar la maduración de la conciencia emancipativa de estos pueblos.

Isabel Monal, Las ideas en la América Latina. Una antología del pensamiento filosófico, político y social, Casa de las Américas, La Habana 1985, pág. 22

 

Los pensadores latinoamericanos que se han destacado fundamentalmente desde la Ilustración, han estado al tanto del desarrollo de la ciencia y muchos de ellos han combinado su labor filosófica con el cultivo de algunas disciplinas científicas, y con bellas formas de expresión literaria, que han hecho atribuirle, con razón, un rasgo de carga estética a sus ideas.

 

En los filósofos latinoamericanos no es apreciable la identificación de manera absoluta y fidedigna con una escuela de pensamiento o filósofo. Su heterodoxia les ha permitido elaboraciones propias y evoluciones tan significativas que siempre dificultan las clasificaciones de los investigadores y exigen mejores periodizaciones y determinación de la especificidad de su pensamiento.

Pablo Guadarrama González «¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina?»1996

 

De la misma forma que ha habido un eclecticismo, una ilustración, un positivismo y hasta un marxismo sui géneris en América Latina, como testimonio de la creatividad de los latinoamericanos, ha habido intentos de crear una «filosofía latinoamericana» y una «filosofía de la liberación» con esa condición. Aunque no hayan podido evidenciar rasgos de absoluta independencia intelectual y propuestas ideológica novedosas, como parece haber sido en algunos momentos su intención en buscar una alternativa al marxismo, sí han logrado formulaciones propias y dignas de consideración por parte de filósofos de distintas latitudes, como lo demuestra la obra de Enrique Dussel.

E. Dussel, Filosofía de la liberación, Ediciones La Aurora, Buenos Aires, 1976, pág. 9.

 

"Una búsqueda incesante de la identidad",impulsa en gran medida a los pensadores iberoamericanos más significativos aún desde antes de la emancipación política de España y Portugal; y a quienes conforman la tendencia americanista.

UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA David Sobrevilla Alcázar  

 

En el desarrollo de la filosofía latinoamericana se ha producido una permanente lucha de las ideas humanistas y desalienadoras que a la larga se han ido imponiendo contra las distintas formas de conservadurismo y alienación de todo orden. La mejor tradición del pensamiento latinoamericano y las ideas que más han trascendido se distinguen por su carácter emancipatorio y por la función social progresista que ha desempeñado.

Pablo Guadarrama González «¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina?» 1996

 

Siempre han existido y existen discusiones sobre la influencia de unos pensadores sobre otros, máxime cuando se trata de la recepción de los pensadores europeos en latinoamericanos.

Aun subsisten quienes piensan como Kempf Mercado que

“Con la filosofía ha sucedido igual cosa que con las demás actividades del espíritu. Europa dando las orientaciones y las direcciones, y nosotros asimilándolas e incorporándolas a nuestro panorama cultural. Siempre Europa nos ha encontrado en actitud de adaptación y aprendizaje”.

Manfredo Kempf Mercado, Historia de la filosofía en América Latina, Editorial ZIG-ZAG, Santiago de Chile 1958, págs. 29-30.

 

La filosofía en América Latina tiene que ocuparse de los destinos del hombre contemporáneo ante los desafíos que plantean múltiples problemas globales, ecológicos, demográficos, integradores, migratorios, interétnicos, tecnológicos,etc. Aun cuando múltiples disciplinas abordan especialmente cada uno de estos problemas, la filosofía está obligada a planteárselos desde la perspectiva totalizadora con que debe apreciarlos el hombre real y no el de las estadísticas, con sus preocupaciones y propuestas resolutivas

Pablo Guadarrama González «¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina?»1996

 

Si la filosofía en América Latina, como vaticinaba Alberdi y han constatado las investigaciones, se caracteriza por su marcada preocupación política y por su vínculo con los problemas sociales de cada época y circunstancias, hoy menos que nunca tiene motivos para estimular actitudes evasivas de academicismo estéril, asepsia ideológica y neutralidad axiológica.

Primero, porque en verdad estas últimas nunca han existido en parte alguna, y segundo porque el prestigio del filosofar dependerá de que los hombres de las más diversas posiciones sociales y profesiones vean en él un instrumento necesario para la comprensión y propuesta de solución de sus problemas, de lo contrario quedaría en los empolvados anticuarios como otras muestras de que el espíritu humano no siempre se ha ejercitado en temas y problemas necesarios, útiles al propio hombre

Pablo Guadarrama, «Humanismo y desalienación en el pensamiento amerindio», Señales abiertas, Bogotá, marzo-mayo 1994  

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