ARISTÓTELES

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Reseña biográfica y obra

 

Las concepciones de Aristóteles:
La lógica
La causa

La sustancia y el Ser
El Universo

El Primer motor

La Forma
El Movimiento

Potencia y acto

El conocimiento y el alma
La ética

La política

La retórica

La poética
Aristóteles y la metafísica
El legado aristotélico

 

Reseña biográfica y obra.

Aristóteles (384 - 322 A.C.), nació en el año 384 A.C. en la ciudad de Estagiria, en Macedonia; y falleció en Calcis, en Eubea, en el 322 A.C. A causa de su ciudad de origen, frecuentemente se le menciona como “el estagirita”.

Su padre, Nicómaco, era médico de cabecera del rey Amintas II de Macedonia. A los 17 años se estableció en Atenas, e ingresó como alumno a la Academia de Platón. Sin embargo, estuvo en desacuerdo con las enseñanzas y la doctrina de su maestro. Al morir Platón, en el 347 A.C., se alejó de Atenas, radicándose en Assos, una ciudad de Asia Menor en que gobernaba su amigo Hermías; del cual se convirtió en consejero, y se casó con su sobrina, que además era su hija adoptiva, llamada Pitia.

En el año 345 A.C., Aristóteles se trasladó a la ciudad de Pella, capital de Macedonia, para ejercer como preceptor del hijo menor del rey Filipo, Alejandro III, llamado el Magno. Retornó a Atenas en el año 335; donde fundó su propia escuela a la que llamó el Liceo; derivado de estar localizado en un lugar consagrado al dios Apolo Licio. Allí escribió la mayor parte de sus obras. La costumbre de enseñar paseándose en grupo con sus discípulos, determinó que su Liceo se conociera con el calificativo de la escuela “peripatética”, (del griego peripatein = pasear).

A la muerte de su protector Alejandro Magno, en el año 323 fue acusado, en la misma forma que lo fuera Sócrates, por impiedad. Ante ello, Aristóteles se alejó de Atenas; y se estableció en Calcis, en la isla de Eubea, donde murió poco tiempo después.

Aristóteles fue, según es consenso general, el más grande pensador y filósofo de la antigüedad. Fué el que estableció en forma definitiva la filosofía como una rama principal del conocimiento, integrada al sistema general del saber humano; en la cúspide del que se sitúa la filosofía como la disciplina que, especialmente en la metafísica, señala a las otras ciencias sus límites y sus conexiones.

Su obra abarca practicamente todas las materias del saber de la Grecia antigua: las matemáticas, la biología, la física, la política, la retórica y varias otras. Conjuntamente con Platón, han sido figuras dominantes del pensamiento filosófico occidental desde la Antigüedad hasta la Edad Moderna. En la Edad Media, su obra fue objeto de estudio obligado, como punto de partida de todos los desarrollos filosóficos, especialmente por parte de los filósofos de inspiración cristiana.

En sus primeros años en la Academia, Aristóteles empleó con mucha frecuencia el método de la forma dialogada de razonamiento; pero exceptuando algunos fragmentos mencionados en las obras de autores posteriores, parece que muchos de sus diálogos se han perdido. También se ocupó de elaborar algunos trabajos de carácter técnico y docente, como un diccionario de términos filosóficos y un resumen de las doctrinas de Pitágoras, de los que han perdurado algunos fragmentos.

Los escritos de Aristóteles se clasifican generalmente en dos grupos:

Los exotéricos destinados al gran público no iniciado en la filosofía, lo que actualmente se llamarían obras de divulgación. Éstos se han perdido, y solamente se conocen algunos títulos, o muy pequeños fragmentos.

Los esotéricos destinados a quienes ya estuvieran iniciados en el saber filosófico. Según la tradición, los libros esotéricos fueron conservados gracias a que su heredero, Neleo, para evitar que cayeran en manos del rey de Pérgamo, llevó toda la biblioteca de Aristóteles - parte de la cual la formaban sus manuscritos - a Tróade, donde la escondió en una bodega. Fueron recuperados en el siglo I A.C. por Apelicón de Teo y luego trasladados a Roma. Las obras fueron dispuestas en el orden en que actualmente son conocidas por Andrónico de Rodas; conformando lo que desde entones se conoce como el “Corpus aristotelicum”.

El “Corpus aristotelicum” comprende cuatro grandes grupos de obras:

Los tratados de lógica, llamados Órganon, (“instrumentos”), comprenden: “Categorías”, “De la interpretación”, “Primeros Analíticos”, “Segundos Analíticos”, “Tópicos”, “Refutaciones de sofismas”.

Los escritos acerca de la Naturaleza, o física, que comprenden “Física”, “Del cielo”, “De la generación y de la corrupción”, “Meteorológicos”, “Historia de los animales”, “Del movimiento de los animales”, “De la marcha de los animales”, “Del alma, de la sensación y de lo sensible”, “De la memoria y del recuerdo”.

Catorce libros reunidos bajo el título de Metafísica, así llamados porque en la serie ordenada por Andrónico estaban colocados después (metà en griego) de los escritos de la física; y que versan sobre el Ser, su alcance y sus propiedades, que Aristóteles llamó primera filosofía.

Las obras dedicadas a los asuntos morales, políticos, de poética y de retórica, los cuales son: la “Ética a Eudemo”, la “Ética a Nicomaco”, la “Ética mayor” o “Gran moral” (cuya autenticidad se discute), la “Política”, la “Poética”, la “Retórica” y “La Constitución de Atenas”.

 

La lógica en Aristóteles.

A diferencia de Platón - para quien la dialéctica era el único método lógico válido - Aristóteles distinguía entre la dialéctica y la analítica. Para él, la dialéctica sólo comprueba las opiniones por su consistencia lógica; en tanto que la analítica trabaja de forma deductiva, a partir de principios que descansan sobre la existencia y una observación precisa. En el Órganon, Aristóteles expone un método positivo para la ciencia, que permite que ella sea un saber demostrable.

Aristóteles consideró a la lógica, como una disciplina de preparación para el mejor desenvolvimiento del resto de las ciencias (propedéutica). Si bien excluyó la lógica de su consideración como ciencia, y ni siquiera empleó esa palabra para designarla como el método de raciocinio o de conocimiento; Aristóteles la desarrolló hasta un grado tal de perfeccionamiento, que la lógica aristotélica permaneció practicamente intacta a lo largo durante 2000 años, hasta bastante finalizada la Edad Media. Recién con los análisis de Bacon y Descartes enfrenta refutaciones de importancia; y solamente con el desarrollo de la lógica del álgebra booleana aparecen realmente perfeccionamientos de trascendencia.

En el conjunto de obras que conforman el Órganon, aparecen primeramente dos tratados que pueden considerarse de introducción: “Categorías”, en que analiza los términos; “De la interpretación” en que estudia las proposiciones. Luego aborda el estudio de la estructura silogística común a todos los razonamientos coherentes, formalmente válidos, en “Primeros Analíticos”; y continúa con el examen de los requisitos para que un razonamiento, además de formalmente correcto, sea verdadero, en “Segundos Analíticos”, “Tópicos” y “Refutaciones de sofismas”.

Las categorías son consideradas por Aristóteles como predicados de las clases. Distingue lo que denomina expresiones sin enlace, que no afirman ni niegan nada por sí mismas, si no están ligadas a otras, pero que son términos últimos y no susceptibles de ser analizadas; y que son las que constituyen las categorías.

Aristóteles hizo varias listas de categorías, de las cuales la más mencionada es la que las divide en 10 grupos:

1 - Las de sustancia, hombre, perro.

2 - Las de cantidad, dos, tres.

3 - Las de cualidad, blanco, duro.

4 - Las de relación, doble, menor.

5 - Las de lugar, en la plaza.

6 - Las de tiempo, ayer, mañana.

7 - Las de situación, parado, sentado.

8 - Las de condición, armado, vacío.

9 - Las de acción, hablar, caminar.

10 - Las de pasión, cortado.

Han existido diversas interpretaciones acerca de la naturaleza que Aristóteles asignaba a las categorías. Para unas de ellas, se trataría solamente de un concepto gramatical; pero otras consideran que designan expresiones que aluden al ser de sus designaciones, que son como casos del ser y por lo tanto son géneros supremos de las cosas. Esta última ha sido por lo general la interpretación más admitida a lo largo del tiempo, incluso hasta la actualidad.

Respecto de las proposiciones, Aristóteles y muchos de sus seguidores, distinguen la proposición del juicio. Este último es un acto del espíritu mediante el que se afirma o niega algo respecto de otro algo; la proposición es el producto lógico de ese acto, el resultado de haber pensado ese acto. A veces, Aristóteles ha empleado el término enunciados para referirse a las proposiciones.

En esencia, para Aristóteles la proposición es lo que contiene un enunciado o una afirmación que necesariamente ha de ser verdadera o falsa. En ese sentido, la proposición se diferencia del juicio en que se limita a expresar su contenido, mientras que el juicio es asertivo, en cuanto implica la afirmación de la verdad o falsedad de la proposición.

La proposición atribuye un predicado a un sujeto, mediante un verbo: “Juan es estudioso”; si bien en los estudios filosóficos se han desarrollado numerosas variedades de proposiciones, distinguiéndolas en simples y compuestas, y clasificándolas según diversos criterios, entre otras, en necesarias o contingentes, universales o particulares, determinadas o indeterminadas, analíticas o sintéticas, etc.

La teoría de las proposiciones constituye un tema bastante vasto en Filosofía, que modernamente ha dado origen a numerosos desarrollos, algunos de los cuales ponen firmemente en cuestión la concepción aristotélica. Algunos analizan las proposiciones como solamente una variedad de expresiones, las de índole lingüística, y señalan que existen otras de índole no lingüística, que pueden expresar fenómenos que eventualmente no sea posible ejemplificar en la Naturaleza.

El objetivo que se planteaba Aristóteles mediante el estudio de la lógica era el de encontrar una verdad universal, que apareciera inserta en los entes particulares. Enuncia una doctrina del silogismo, distinguiendo entre los silogismos que son verdaderos y los que meramente son correctos.

Un silogismo sólo conducirá a la verdad, si sus premisas son verdaderas. Para demostrar la verdad de las premisas se puede recurrir a otro silogismo, pero dado que este proceso no puede continuarse hasta el infinito, es necesario que existan algunos principios supremos evidentes por sí mismos, que no necesitan demostración. Estos principios lógicos que Aristóteles identificó y enunció por primera vez en forma explícita, son: principio de identidad, principio de no contradicción y principio del tercero excluido.

El principio de no contradicción se examina tanto considerándolo un principio ontológico, como un principio lógico. En el primer aspecto, se expresa indicando que es imposible que una cosa sea y no sea al mismo tiempo. Como principio lógico, se indica que un enunciado declarativo, una proposicion, no puede a la vez ser y no ser.

La precisión “al mismo tiempo”, y en otras expresiones “en el mismo sentido”, resulta una condición indispensable para que el principio sea válido en el sentido ontológico.

Aristóteles no siempre formuló este principio de la misma manera. A veces lo hizo como un axioma, una premisa que vale para toda demostración, pero que ella misma no puede ser demostrada. Otras veces, como un instrumento de inferencia, en el sentido de que si una proposición es falsa, entonces su negación es verdadera.

También el principio de identidad, ha sido expuesto desde el ángulo ontológico o del lógico. Desde el punto de vista ontológico, se enuncia expresando que toda cosa es igual a sí misma. En el plano lógico, se analiza el principio como una derivación de su aspecto ontológico, y frecuentemente se examinan en forma conjunta. Aristóteles dedicó al tema de la identidad mucho menos atención que al de la no contradicción; lo hizo en ciertos aspectos desde el punto de vista de la metafísica, pero sobre todo desde el punto de vista de las matemáticas.

 

La Filosofía primera: La causa y la sustancia del Ser.

Aristóteles llamó la Filosofia primera - el saber primario - a la ciencia que estudia el Ser en cuanto Ser, conocimiento de los primeros principios y causas del Ser, que se remonta a la primera causa del Ser.

La noción de causa constituye sin duda una de las aportaciones más importantes de la filosofía de Aristóteles. La causa se presenta como algo que da origen a otra cosa o a otro hecho. Aristóteles fue el primero en analizar detenidamente la idea de causa como origen del mundo físico. En un párrafo de su Metafísica, dice que “todo lo que ocurre, ocurre a partir de algo”; y en otro pasaje de su Física, afirma que “es necesario que todo movimiento se mueva a partir de algo”.

Desde el punto de vista filosófico, el concepto de causalidad se refiere a la creación de algo a partir de otros elementos; una producción que se realiza de acuerdo con una norma, o un suceso que ocurre según una cierta ley que rige para todos los acontecimientos de la misma especie. O también, la transmisión de una cierta propiedad, de una cosa a otra, igualmente siguiendo una cierta ley o norma objetiva.

Los pensadores griegos presocráticos, no se detuvieron en un análisis cuidadoso de la idea de causa; pero la emplearon implícitamente en sus concepciones acerca del origen, el principio y la razón de existir del mundo de lo natural. Aristóteles señaló que cada uno de ellos empleó el concepto de causa pero en forma parcial.

Platón había considerado también que todo lo que llega a ser tiene una causa; y estableció una distinción entre causas primeras, o causas inteligibles - las ideas - y causas segundas o causas sensibles y eficaces, que correspondían a las realidades materiales y estaban subordinadas a las primeras.

Para referirse al concepto de causa, Aristóteles empleó la palabra griega aition.

Aristóteles realizó una clasificación de las causas distinguiendo entre las causas intrínsecas y las causas extínsecas:

las causas intrínsecas:

la causa eficiente - que es el principio del movimiento; lo que provoca el cambio o el movimiento.

la causa material - que es aquello de lo cual el ente está hecho, aquello de lo cual surge o por medio de lo cual llegar a ser lo que es; lo que constituye la sustancia primera.

las causas extrínsecas:

la causa formal - que es la esencia, lo que es antes de haber sido; lo que hace que algo sea como es en su esencia; la sustancia segunda o el Universal, porque se abstrae del ser individual.

la causa final - que es la realidad aquello hacia lo cual el ente tiende a ser, o está orientado el ser o el ente.

Aunque todas las causas concurren a que algo sea, parece que tiene un predominio la causa final, que es el “bien” del ente; la causa final puede puede considerarse como el bien por excelencia.

En la época actual, cuando se piensa en la idea de causa, ello se hace a partir del concepto directamente vinculante con un efecto causal. Por eso es frecuente expresar en las ciencias naturales que si se suprime la causa, cesa el efecto.

A veces, se incurre en una confusión entre el concepto de causa - que en ese sentido es un concepto físico - y el concepto de culpa , que es un concepto filosófico pero no ontológico sino ético; vinculado a que algo sucede por acto de una persona que actúa para ello con voluntad expresa de realizar ese acto, y con conciencia valorativa de que es dañoso para otro. En cambio, la causa es un proceso objetivo de origen de una cosa o un suceso, que muchas veces no se produce por culpa de nadie.

En cambio, cuando Aristóteles se refiere a que todo tiene una aition o causa, lo hace empleando ese término en su significado para los antiguos pensadores griegos; para lo cuales no se trataba de la relación causa-efecto como se la piensa actualmente, sino de algo estrechamente vinculado al concepto griego de “substancia”. De tal manera, lo que hace que un algo tenga la posibilidad de producir otro algo, es consecuencia de que, tanto como es causa, sea una sustancia.

El sentido idiomático de la palabra substancia, es indicativo de “lo que está debajo de...”. Por lo cual, se considera que la sustancia se refiere a aquello que está debajo de la cualidades o accidentes, sirviéndoles de soporte; de manera que, cuando ellos cambian, la sustancia permanece inalterada; y cuando la sustancia cambia, pasa a ser otra sustancia.

La palabra griega que utilizaba Aristóteles para este concepto, podría traducirse de la manera más cercana por esencia. Un concepto que está en la línea del pensamiento filosófico griego antiguo, que procuraba una respuesta para determinar de qué está hecha la realidad, buscando en ella un primer principio, y considerándola en un sentido estático, como una presencia; distinto del concepto hebreo antiguo de la realidad, como un devenir.

Entonces, por una parte, la sustancia es la causa eficiente que expresa Aristóteles, porque es el principio de todas las modificaciones; tanto de las que tienen lugar sobre sí misma - que no podrían ocurrir si ella no existiera - como las que se producen o ejecutan sobre otras sustancias que derivan de ella.

El llamado problema del Ser - que constituye una de las principales cuestiones filosóficas - se suscitó ya en los primeros momentos de la especulación filosófica en la antigüedad griega. La expresión griega para plantearse la interrogante, presenta dificultades de traducción; ya que si bien suele expresarse bajo la forma “¿Qué es el Ser?”, en realidad sería más apropiado al sentido conceptual preguntarse cuál es la cosa que propiamente Es.

Los primeros filósofos, se preguntaron si el Ser es un atributo propio de todo lo que es, y que pertenece a todo lo que es, en un mismo sentido. De manera que, al hablar del Ser, se hablaría de algo más general que una sustancia determinada, de modo que, como expresaba Parménides, del Ser no puede predicarse otra condición que aquella de que Es.

Los presocráticos consideraron que “el ser de las cosas” era la realidad última que constituye las cosas y sus cualidades perceptibles por los sentidos. En tal condición, “el ser de las cosas” no se presentaba inmediatamente, sino que estaba oculto en “las apariencias”. Por otra parte algunos, como Heráclito, consideraron que por estar la realidad siempre en cambio, la apariencia era el movimiento. Lo característico de la filosofía griega, fué que esta pregunta acerca del Ser no fue planteada en el plano religioso, sino dirigida a la razón humana, buscando una explicación racional.

Aristóteles, en la Filosofía primera, sostuvo que el Ser puede ser interpretado de dos maneras. Una, como el ser común a todo, que se aplica a todos los entes y por lo tanto posee una extensión máxima. Otra, como que es un Ser superior a todos y principio de todos.

El ente es algo que existe en la realidad en forma individual, cuyas caracterísicas son accidentales, no forman parte de la esencia, y no son de existencia necesaria, es decir inevitable. Sus cualidades son el color, el peso, el tamaño, o el material de que están hechos.

Aristóteles destacó claramente la diferencia que hay entre el Ser y el hecho de que algo sea. Lo cual, en la Edad Media, motivó que se distinguiera desde el punto de vista del vocabulario, entre el concepto de Ser=esse, y el ente=ens; siendo el ser aquella perfección que hace que el ente, sea.

Para Aristóteles el mundo está compuesto por individuos (sustancias) que se presentan en tipos naturales fijos (especies). Cada individo cuenta con un patrón innato, específico, de desarrollo y tiende, en su crecimiento, hacia la debida autorrealización, como ejemplo de su clase.

Aristóteles señala que la sustancia es lo que no es predicado de un sujeto, ni se halla en el sujeto individual. Para Aristóteles, es la sustancia primera; porque lo primero es el ser individual del cual se predica algo, que es el que realmente existe o puede existir y puede tener cualidades. Del hombre individual puede decirse que es hombre, que es blanco, que posee la ciencia, que es un animal racional; pero todo eso, ser blanco, poseer la ciencia o ser un animal racional no son sustancias, son predicados.

Las sustancias primeras son el sustrato de todo lo demás, aquello que es sustancia por excelencia y que no difiere entre sí; que tanto está en uno como en otro individuo o ente, y que no tiene contrario (como el blanco respecto del negro).

La sustancia primera es la esencia, porque existe y puede subsistir independientemente de cualquier cualidad, algo que se determina a sí mismo y que ontológicamente se basta a sí mismo, algo que podría existir aunque no existiera ninguna cosa.

Entretanto, lo que se predica o puede decirse de una sustancia primera, es una sustancia secunda, (secundaria o segunda) son entidades que, propiamente hablando, no son sustancia. La sustancia segunda tiene igualmente una cierta entidad, pero no es una entidad propia e independiente de las sustancias primeras. Las sustancias segundas no son exclusivamente lo que puede predicarse de las sustancias primeras, porque las sustancias segundas de alguna manera se parecen a las sustancias primeras. Los géneros y las especies son sustancias primeras, porque pueden ser soportes, pero las sustancias segundas son accidentes, son siempre soportadas; de manera que para existir necesitan siempre de las sustancias primeras.

El concepto de esencia había sido considerado por Platón, al considerar las Ideas o Formas como las realidades verdaderas. Pero fué Aristóteles el que realizó un análisis a fondo de la idea de esencia. En “Tópicos”, Aristóteles presenta la esencia no como una determinación cualquiera de la cosa o ente considerado, sino como una determinación a base del género al cual el ente pertenece.

Esta concepción entronca con la llamada cuestión de “los universales” , que si bien fué expuesta detenidamente en la filosofía medieval, se origina en el intento de comprender la teoría aristotélica de las categorías y de la sustancia; en cuanto los universales son definidos generalmente como “entidades abstractas” (lo cual implica a la vez afirmar su ser pero su condición no material) en oposición a “los particulares” que son las entidades concretas o singulares.

Al respecto, las teorías aristotélicas han dado origen a una corriente del “realismo” , para la cual los universales existen en la realidad en forma previa e independiente de las cosas, ya que de otra manera no sería posible comprender ninguna de las cosas particulares. Por otro lado, el “nominalismo”, considera que los universales no son reales, sino que son posteriores a la existencia de las cosas, resultado de la máxima abstracción conceptual, pero realizada a posteriori por el intelecto.

 

La Filosofía segunda: La naturaleza según Aristóteles.

Para Aristóteles la Filosofía segunda es aquella parte del saber que se ocupa de las sustancias de la naturaleza, la physei; de donde proviene el nombre de la Física.

El Universo está formado por esferas concéntricas, en contínuo movimiento, en cuyo centro está la Tierra. El Universo está completamente ocupado por la materia; es totalmente cerrado, al exterior del Universo no existe nada, ni espacio ni materia.

Toda la sustancia material existe en un espacio envolvente en el que no existe el vacío. Aristóteles considera el tema del espacio como equivalente al lugar que ocupan las cosas, y por lo mismo, no podría haber un “vacío” . No es posible concebir a las cosas sin su lugar, por lo tanto, el espacio nunca podría ser un receptáculo vacío.

El Universo se compone de dos regiones claramente diferenciadas que Aristóteles llama región supralunar y región sublunar.

La región “supralunar” se compone de ocho esferas que tienen un centro único; y corresponden a las estrellas fijas, los cinco planetas (entonces conocidos), el Sol y la Luna. Para él todas las estrellas se encontraban a igual distancia de la Tierra, siendo las más lejanas de los cuerpos celestes; y por fuera de ellas no había espacio ni tiempo. Solamente estaba el motor inmóvil que ha movido al Universo desde la eternidad. Este motor gobierna al Universo desde fuera de él, impulsando la esfera exterior de las estrellas fijas, pero como las esferas no solamente se mueven sino que transmiten el movimiento, ésta impulsa sucesivamente a las de los planetas. En el límite inferior de las esferas supralunares, estaba ubicada la esfera correspondiente a la Luna.

Los cielos se mueven de forma natural e infinita, siguiendo un movimiento circular perfecto y eterno. Por consecuencia, consideraba Aristóteles que, conforme con la lógica, deben estar compuestos por un quinto elemento, (además del aire, el agua, la tierra y el fuego) - también llamada la “quinta esencia” - que llamó “aither” (el éter), de cuya condensación estaban hechos las estrellas, los planetas, el Sol y la Luna. El éter era un elemento totalmente transparente, sin peso, que no puede mezclarse con ningún otro; y es el único elemento del Universo de no se destruye ni se recompone.

Los cielos son eternamente iguales a sí mismos, representan la eternidad de su materia y de su forma, debido a esa inalterabilidad del éter en movimiento. Los cielos son infinitos en el espacio y en el tiempo.

Para Aristóteles, en la región “sublunar” todas las sustancias están compuestas por los cuatro elementos que mencionaba Empédocles: tierra, agua, aire, fuego, desde el centro de la Tierra hacia arriba. Estos elementos, si ningún movimiento los afecta, buscan ordenarse de manera natural siendo la tierra la más pesada, solamente el fuego busca siempre subir, y colocarse en la parte más alta de la región sublunar.

Pero para Aristóteles - a diferencia de lo que pensaban Empédocles y Demócrito - estos elementos tienen movimientos de generación y destrucción o descomposición, se transforman de unos en otros, no son eternos sino que pueden combinarse unos con otros, surgiendo elementos mixtos en número infinito. Los cuerpos no pueden generarse desde lo incorpóreo sino que surgen de otro elemento; no son eternos sino que al final todos se destruyen y dan origen a otros.

Así como los cielos son eternos e infinitos, también lo es la materia, pero ella es permanentemente cambiante porque tiene la infinita posibilidad de tener su contrario. Es eterna, porque nada puede nacer de la nada, todo nace de otra materia antes corrompida, por medio de los infinitos cambios y movimientos que realizan el pasaje de unas formas a otras, en tanto que las formas son ellas mismas inseparables de la materia; pero mientras la materia es eternamente permanente, adopta permanentemente distintas formas.

En cuanto al tiempo, Aristóteles tiene muchas vacilaciones considerándolo como “una especie” de movimiento, que si no es movimiento debe ser parecido a él. En algún otro pasaje de sus obras, lo define como “el número del movimiento según el antes y el después”.

Según Aristóteles, todas las cosas están en movimiento . Todo lo que está en movimiento, es movido por algo. Pero tiene por lo tanto que haber un primer motor, que pone en movimiento al resto de la realidad, pero que él mismo no puede ser movido por nada; ya que entonces, quedaría otra realidad anterior o superior que lo movería. Este motor inmóvil, el primer motor, (en latín llamado primum mobile), es la causa primera del movimiento del Universo.

Este primer motor tendría determinadas características. Una de ellas sería la de ser una sustancia simple (no compuesta por otras) y eterna; y también la de ser una forma pura.

Inmediatamente después del primer motor, que mueve pero no es movido, está el movimiento circular, original y perfecto. Luego viene en el reino de lo sublunar, el movimiento o cambio cualitativo y por debajo de él, el movimiento que corresponde al ciclo de la generación y la destrucción.

La idea de forma es anterior a Aristóteles, pero al igual que acontece con otras, él fue quien la analizó a fondo. El concepto surge al considerar que las cosas tienen una figura visible. sino una forma latente, no visible. Platón la trató en un sentido que fué posteriormente traducido al latín con términos tales como “noción”, “especie” o “género”.

Aristóteles emplea el concepto tanto en su Física como en su Metafísica. Cuando habla de la causa material y de la causa formal (ambas intrínsecas) - consecuentemente con lo antes expuesto de la estrecha relación entre el concepto de causa y de sustancia - se refiere primeramente a la materia de que la cosa está hecha, y a la forma como aquello por lo cual la materia es lo que es. Distingue una materia primera, que no tiene forma, y que por lo tanto es pura potencialidad. Una mesa es de la madera de que está hecha, pero la forma “mesa” es la concepción que tiene el carpintero, en tanto que también es una forma actual, pero que era potencial en la madera del árbol. Lo mismo, dice Aristóteles, ocurre con el que está dormido, o el que teniendo el don de la vista tiene los ojos cerrados.

También el problema del movimiento fue anterior a Aristóteles. Para Heráclito - que sostuvo que “todo fluye” - el “devenir” (lo que “va siendo”) era el principio de la realidad; era un fluir pero sujeto a una “ley de la medida” que regulaba el incesante nacer y extinguirse de los mundos. En sentido opuesto, Parménides sostuvo que la realidad que fluye es pura apariencia, y el Ser verdadero es inmóvil. Empédocles y Anaxágoras tuvieron concepciones intermedias, admitiendo por un lado la existencia de sustancias permanentes pero que se combinaban dando lugar al devenir de las cosas.

La teoría atómica de Leucipo y Demócrito, modificó el enfoque respecto del devenir o fluir de las cosas. El concepto del cambio de Empédocles y Anaxágoras estaba referido a las cualidades de las cosas; pero Demócrito expuso un concepto cuantitativo, conforme al cual el cambio en las cosas obedecía a una variación o desplazamiento de unos átomos que en sí mismos eran invariables, actuando sobre un “no-ser” que era de extensión indeterminada.

A partir de allí, Platón consideró que el fluir o el devenir era una propiedad de las cosas, en cuanto trataban de reflejar la realidad que son las ideas. Para Platón, entonces, solamente el ser y su inmovilidad - que son las ideas - es verdaderamente real, y pertenece al mundo del conocimiento; mientras que el devenir corresponde al mundo de la opinión (en el concepto platónico de la misma).

Aristóteles criticó severamente las soluciones de la Escuela de Elea, de los pitagóricos y de Heráclito al tema del movimiento, del fluir, del devenir, o del cambio. Argumentó que el devenir es un hecho que no puede ser negado. Para él, el movimiento es el devenir de una sustancia; para que ocurra, se necesita que haya una causa, pero en realidad, hay más de una causa. Todas las modalidades que tiene la causa, operan en la producción del cambio o movimiento.

Considera que hay seis clases de “cambios“ o “movimientos”: Generación o génesis, destrucción (o corrupción, putrefacción), aumento, disminución, alteración, desplazamiento o cambio de lugar. En definitiva, analizando más a fondo, quedan dos, que son el movimiento cualitativo - que es la alteración - y el cuantitativo - que es el aumento o disminución. Hay que agregar un tercero, que es el movimiento local (hacia arriba o hacia abajo, más liviano o más pesado).

A pesar de que no es fácil desentrañar cuál de esos movimientos sería el más importante para Aristóteles, parecería serlo el cualitativo; porque en general se preocupó más de analizar el movimiento desde el punto de vista del ser - ontológico - aplicando al efecto sus concepciones del acto y de la potencia, con lo que el movimiento, el cambio, o el devenir, sería el paso de lo posible o potencial, a lo actual.

Para Aristóteles, el primer motor y la inmovilidad en la más elevada de las esferas que componen el Universo, la esfera más alejada de la Tierra. Frente a las 26 esferas o cielos que proponía Eudoxo, Aristóteles habla de 47 o de 55 esferas; y en cierto modo parece considerar que cada una de ellas necesitaría un primer motor, de manera que habría no uno sino varios primeros motores. Pero esta concepción se refiere a la física y la astronomía; en el plano metafísico el primer motor sería único.

Mediante los conceptos de potencia y de acto, Aristóteles explica el movimiento o, lo que es lo mismo, el cambio. Al mismo tiempo, estos conceptos son aplicables en cuanto al Ser; porque para Aristóteles, y en general para los filósofos griegos, todas son manifestaciones de la misma realidad.

El cambio - que para Aristóteles es una manifestación del movimiento - no podría comprenderse si la cosa que cambia no contuviera de alguna forma la potencialidad de cambiar. Por lo tanto, el cambio es el paso del estado de potencia al estado de acto o actualidad de una sustancia. La realización del movimiento es la actividad de extraer de una sustancia lo que en ella existe solamente en potencia, y hacerlo acto: la actualización de la potencia de la sustancia.

Conforme con la teoría hilemórfica de Aristóteles - dirigida a entender la composición de las sustancias y el problema del cambio o movimiento - las causas intrínsecas del Ser son la materia y la forma. La materia primera es un principio indeterminado; la materia segunda, ya determinada por la forma, es un principio determinable. La materia es pura potencialidad. El Ser que es en potencia, se convierte en Ser en acto; de tal manera que las cosas son, y no-son, al mismo tiempo. El concepto de potencia determina que las cosas tienen un Ser, un No-Ser, y un Poder-ser.

El Ser en potencia, es imperfección o pura posibilidad. El acto, se define como el Ser acabado, es perfección en el sentido de que algo es perfectamente lo que es. Todos los entes (sustancias del mundo físico) están en potencia y en acto a la vez, pero respecto de aspectos diferentes. Cuando se convierte en estatua un bloque de mármol, el mármol es materia, la estatua es forma.

La causa es causa sustancial cuando una sustancia deja de serlo para convertirse en otra, por generación o descomposición y re-combinación; de árbol a mesa. Es accidental cuando en una sustancia se producen una o más modificaciones en sus características: cuando se podan las ramas de un árbol, hay un cambio cuantitativo, pero sigue siendo el mismo árbol.

La noción aristotélica de “acto”, no se dirige solamente a explicar el cambio o el movimiento, sino que también trata de explicar lo inmutable y eterno; aquellas entidades cuya realidad está muy próxima a ser la pura “actualización“ de sí mismas y que solamente pueden ser entendidas como “acto”, una especie de perfección dinámica de la realidad.

La teoría del conocimiento de Aristóteles parte del concepto absolutamente empirista de que la mente del hombre al nacer es lo que sus expositores latinos mencionaron como “tabula rasa”: una tabla en la que nada hay escrito; por lo cual el conocimiento comienza a adquirirse por medio de los sentidos.

Lo que captan los sentidos es aprehendido por el intelecto pasivo, bajo la forma de imágenes fantasmagóricas, “phantasmatha”. Solamente la inteligencia activa puede efectuar la abstracción a partir de lo conocido por los sentidos, de lo que surge el universal. El conocimiento superior es el conocimiento suprasensible, el más cercano a lo universal.

Aristóteles discrepó con la concepcción platónica de la “reminiscencia” del alma como fuente del conocimiento; pero igualmente consideraba que todos los seres vivos son poseedores de alma - en griego psyché - lo cual permite distinguir los seres vivos de los inanimados o inorgánicos.

El alma se presenta en tres distintas modalidades. Existe el alma vegetativa, que poseen las plantas pero también los animales y el hombre; el alma sensitiva que solamente poseen los animales y el hombre, y el alma racional que es exclusiva del hombre.

El alma racional tiene tres caracteres que determinan que produzca el movimiento del cuerpo, que permita el conocimiento, y que sea incorpórea. La capacidad del alma para conocer es el fundamento del intelecto pasivo, que solamente permite conocer la cosas; pero también posee el hombre el intelecto activo, inmortal y eterno, que le confiere la capacidad de abstracción de los conceptos.

 

La ética de Aristóteles.

Aristóteles es considerado el fundador de la ética como disciplina filosófica que busca alcanzar, definir y distinguir los conceptos del bien y del mal, de la virtud y del vicio; y que se ocupa del estudio del accionar humano, frente a sí mismo y a sus semejantes. Que examina las cuestiones relativas a su libertad, su albedrío, de su valoración moral y de las responsabilidades frente a las consecuencias de la propia conducta, ya sea para sí mismo como para los otros hombres.

Antes de Aristóteles, entre los filósofos presocráticos existieron reflexiones y planteos de carácter ético, acerca de las razones que los hombres tienen para comportarse de una manera determinada. Algunos consideran que fue Sócrates el primero que dedicó atención a reflexionar sobre cuestiones éticas considerándolas como tales, al ubicar en el centro de la temática filosófica el análisis de la conducta individual. También Platón recorrió el mismo sendero, pero en definitiva insumió el concepto del Bien su teoría de las Ideas, dándole así más un enfoque metafísico que ético.

Aristóteles, en cambio, dirigió sus reflexiones acerca de los asuntos éticos en forma tal que no solamente puede decirse de él que le dió categoría propia como disciplina filosófica, sino que identificó y analizó prácticamente todos los problemas éticos: como las relaciones entre las normas y los bienes, entre la ética del individuo y la social, entre la vida teórica y la vida práctica, y especialmente la cuestión de la clasificación de la jerarquía de los valores hacia los cuales tiende el hombre y que da la medida de la moralidad de sus actos.

Según Aristóteles, la virtud respecto de una cosa es aquello que es su bien; pero no entendido como un bien general o supremo, sino su bien propio y específico. La virtud es lo que completa y perfecciona esa cosa, que hace que la cosa sea más propiamente lo que ella es.

Cuando ese concepto de virtud se traslada al hombre, es el poder más propiamente humano, lo que caracteriza al hombre; y por lo tanto es extensiva a todas las actividades humanas y no solamente a las morales.

Precisamente, para Aristóteles las virtudes éticas son aquellas que se aplican en la práctica de la vida y en vista de la persecusión de un fin; en tanto que las virtudes propiamente intelectuales las consideraba como virtudes dianoéticas:

Las virtudes éticas son aquellas que se refieren a la sensibilidad y los afectos, y que atienden al orden de la vida, del Estado, tales como la Justicia que consiste en el acatamiento de las leyes, y en el respeto a los demás ciudadanos; la Amistad, la Valentía, la Templanza - originándose directamente en las costumbres y los hábitos; motivo por el cual las llama virtudes de hábito o de tendencia. El griego antiguo, la palabra “ethós” equivalía a hábito.

Para Aristóteles, las virtudes éticas son hábitos operativos, que se adquieren por repetición de los actos; pero no es suficiente decir que son hábitos, sino que hay que decir cómo deben ser esos hábitos y describirlos.

También son actos voluntarios y libres; lo cual debe ser aprendido y supone un esfuerzo. Son las que perfeccionan la parte apetitiva del alma; las tendencias de tipo instintivo, como las emociones, los impulsos irracionales, etc.

En ese sentido, para Aristóteles la virtud siempre está el justo medio entre dos extremos menos deseables. En su “Ética a Nicomaco”, escribió Aristóteles que “la virtud es un medio entre dos vicios”; “virtus est in medium” se dijo posteriormente en latín. Pero no se refiere a un medio en sentido aritmético o matemático; sino que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia: “una cualidad que depende de nuestra voluntad ... y que está regulada por la razón en la forma en que la regularía el verdadero sabio”. Por ejemplo, entre el extremo de la avaricia y la exageración del derroche, la virtud es la generosidad; el valor es el punto medio entre la cobardía y la impetuosidad irreflexiva o temeridad.

A las virtudes dianoéticas pertenecen las virtudes fundamentales, que son el fundamento y el principio de las virtudes éticas, que se refieren al ejercicio de la inteligencia. Son la Ciencia de conocer las cosas mediante la verdad; la Inteligencia; el Arte; la Sabiduría de conocer los conceptos generales; la Razón; y la Prudencia que conjunta la teoría y la práctica, y es la aplicación de la sabiduría en la vida diaria.

Estas virtudes perfeccionan la parte racional del alma. “La virtud dianoética debe su origen y desarrollo a la instrucción, por lo cual requiere experiencia y tiempo”, escribió Aristóteles.

La ética de Aristóteles es eudemonista, porque toma en consideración los fines que el hombre tiene como motivantes de sus conductas. Para él, el fin último del hombre es obtener la felicidad.

La felicidad no consiste en un estado afectivo, ni radica en los placeres; porque esas cosas son extrínsecas al hombre. Los honores (fama, status, prestigio, éxito), no son fines sino medios; que pueden conducir a la felicidad o no, dependiendo del modo en que sean usados.

El hombre debe buscar la felicidad en la vida intelectual. La felicidad consiste en el ejercicio de la libertad suprema del hombre, que resulta de vivir conforme a su naturaleza. Debe tener una vida intelectual, consistente en el desarrollo y perfeccionamiento de la capacidad racional; y una vida virtuosa, consistente en el desarrollo y perfeccionamiento de la voluntad. Aristóteles percibió que no todos los seres humanos son iguales en su capacidad de desarrollar su capacidad intelectual; y que, por lo tanto, no todos pueden alcanzar la felicidad en el mismo grado.

Ello no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con tal de que no impida la contemplación de la verdad.

Para Aristóteles, el mundo de la historia y de la cultura, y por lo tanto también lo que se refiere a la ética y a la política, no se rige por leyes inalterables como las demás ciencias; sino que sus principios generales se extraen de los actos de conducta observados en los ciudadanos de una comunidad, y a lo largo de su historia. Por lo tanto, como hay que atenerse a esa realidad humana, el grado de certeza que se puede obtener depende de la variabilidad de las actitudes humanas.

Aristóteles consideraba que las que denominaba las “ciencias prácticas” como la política o la ética, sólo pueden llamarse ciencias por cortesía o por analogía; porque la libertad de elección del individuo hace imposible realizar un análisis preciso y completo de las cuestiones a que se refieren.

Para Aristóteles, la política es un examen del modo en que los ideales, las leyes y las costumbres y las propiedades, se interrelacionan en los casos reales.

La conducta individual debe ajustarse a los requisitos de la vida de la sociedad política, pero también la política debe ajustarse a los criterios que resultan de la tradición, la cultura y el sentido común.

Los hombres, por su propia naturaleza tienen que vivir necesariamente en una sociedad políticamente organizada. Sólo los animales y los dioses pueden vivir aislados. Para Aristóteles el hombre es un “animal político” por naturaleza.

Es el propio impulso natural del hombre hacia su conservación y reproducción lo que le impone unirse con otros, primero en la familia, luego en la reunión de varias familias proveniente de la misma rama (el genos) y ulteriormente en la ciudad que es a la vez el Estado, la polis.

El gobierno de la ciudad requiere que se rija por leyes que sean apropiadas, que consideren las diferencias existentes entre sus distintos componentes; y también que los ciudadanos sean educados para ejercer la responsabilidad de actuar en el gobierno, consecuente en esto con el sistema ateniense de sortear los cargos y responsabilidades de gobierno entre los ciudadanos que, obviamente, en la estructura política de Atenas y de las ciudades/estado griegas antiguas en general, no comprendía a las mujeres ni mucho menos a los esclavos.

Aristóteles distingue que existen tres formas de gobierno legítimas, y tres ilegítimas:

Las formas legítimas son:

La monarquía, que es gobierno de uno ejercido en el interés de la comunidad, o de la ciudad.

La aristocracia, que es el gobierno de unos pocos, que son los mejores, también ejercido en el interés de todos los integrantes de la comunidad.

La democracia - en la versión latina designada como la república - que es el gobierno de la mayoría, siempre ejercido en el interés general de la comunidad, o de la ciudad.

Las formas ilegítimas son:

La tiranía, que es gobierno de uno, pero ejercido en el interés de sí mismo.

La oligarquía, que es el gobierno de unos pocos, ejercido exclusivamente atendiendo al interés de los integrantes del grupo gobernante.

La demagogía, que es el gobierno de la masa popular ejercido exclusivamente atendiendo a sus apetitos, pero prescindiendo del interés de la comunidad como una entidad total.

Aristóteles no compartió el concepto de Sócrates y de Platón acerca de la retórica como una habilidad para disfrazar lo falso, y para convencer de ello mediante los artificios de la expresión .

Por lo contrario, consideró que era una habilidad necesaria al hombre político, porque de su capacidad para exponer en forma convincente sus argumentos, dependía que la Asamblea resolviera de manera adecuada los asuntos importantes para la vida de la ciudad.

Aristóteles consideraba que la poesía era diferente de la historia, porque mientras ésta contaba lo que realmente había sucedido, aquella refiere lo que pudo o pudiera suceder. Discrepando también en esto con su maestro Platón - que consideraba que la imitación de la naturaleza aleja al hombre del conocimiento de la verdad - consideró que la poesía era una forma de arte, que ayuda al hombre a conocer la naturaleza

Aristóteles, en este tema, atendió preferentemente a la tragedia griega, a la que asignó un efecto de purificación, porque al presenciarla el espectador exterioriza sus profundas pasiones reprimidas, al verlas personificadas en la escena por los actores. La consideraba como un espejo mediante el cual el espectador descarga sus angustias y sus pasiones.

 

Aristóteles y la metafísica.

La metafísica de Aristóteles, al ocuparse de las primeras y verdaderas causas, puede ser considerada, de cierto modo ciencia de lo divino, ciencia teológica.

La indicación expuesta al indicar la estructura dada al “Corpus aristotélicus” por Andrónico de Rodas, al colocar algunos escritos de Aristóteles “después” de aquellos en que se refiere a la Naturaleza - Physis; adquiere cierta trascendencia al analizar si, después de todo, la concepción aristotélica comprendía realmente una clara distinción de lo que actualmente se designa como “metafísica”, como una disciplina filosófica con identidad propia.

Existen quienes objetan ese concepto, señalando que la propia denominación de la Metafísica es posterior a Aristóteles; pero, sobre todo, que al igual que ocurre con otros rubros del pensamiento aristotélico que posteriormente se constituyeron en cuestiones filosóficas propias, el pensamiento del Estagirita no separó tan tajantemente, en sus reflexiones, lo actualmente designado como Física y Metafísica.

De todos modos, Aristóteles afirmó en algunos de sus escritos, una distinción entre “anterior” en el sentido de lo que es anterior por naturaleza, respecto de lo que es anterior para nosotros; y del mismo modo separó lo que es más conocido por naturaleza, de lo que es más conocido para nosotros.

En su “Metafísica” sostiene que hay una ciencia que estudia el Ser en tanto que ser y lo que le es propio; que no se confunde con las ciencias que estudian aquellas partes particulares del Ser. Esta ciencia investiga y busca alcanzar el conocimiento de los “primeros principios y las causas más elevadas”, estudia lo que es en cuanto es, y no una especie particular del Ser.

Aristóteles a la vez que hace un análisis crítico de la concepción de Platón acerca de que las ideas existen en forma separada de los entes físicos, sustenta que los entes individuales existen y no son meros reflejos de las ideas, sino que son captados por la inteligencia y es entonces que adquieren universalidad. Existe el Ser que es lo opuesto al no-Ser, a la vez uno y múltiple.

La cuestión del contenido de la metafísica en el pensamiento aristotélico queda planteada, en definitiva, sobre todo en función del pensamiento filosófico medieval, de los llamados “escolásticos” y principalmente de Santo Tomás de Aquino; que sin duda constituye el referente medieval de Aristóteles.

De lo que se trata, en definitiva, es de establecer una conclusión en cuanto a si los conceptos expuestos por Aristóteles, especialmente los referidos a la esencia y al primer motor, tienen un sentido ontológico y por lo tanto se mantienen en el ámbito de la realidad material a través de la búsqueda de un fundamento racionalmente inteligible del origen de todas las cosas; o si esa búsqueda termina por conducirlo al terreno de lo sobrenatural, y en consecuencia la metafísica necesariamente culmina en la teología y el intento de desarrollar el saber racional acerca de los primeros principios no da resultado, no se obtiene una conclusión racionalmente satisfactoria por lo que, o se renuncia a ello, o se desemboca necesariamente en la religión.

De tal manera, puede considerarse que el objeto de la metafísica sea la sustancia en cuanto se la piense abstrayéndola de lo material tanto como de lo inmaterial; o que lo sea el ente en su mayor grado de abstracción, ya sea que se incluyan en ello los “entes racionales” o que se los excluya por considerar que carecen de “entidad” real. Y asimismo, ya en una vertiente próxima a la teología, que el único objeto de la metafísica es “Dios”, ya sea que se lo conciba como ser real o como un ente inmaterial.

Tanto Aristóteles como Santo Tomás, definieron la metafísica como el estudio del ente en cuanto ente real, la ciencia del Ser en cuanto ser, sin considerarlo como el género supremo, sino como aquel ser que, por sobrepasar todo género, trasciende del mundo de lo físico.

La concepción de la metafísica oscila entre la que se ocuparía del estudio del Ser en toda su generalidad, dando lugar a lo que algunos denominan “metafísica general” ; o aquella cuyo objeto es el estudio del Ente principal, del cual dependen y están subordinados todos los demás entes, que para las concepciones cristiana es Dios, dando lugar a lo que también se denomina “metafísica especial” cuyo objeto es el estudio de temas tales como Dios o el alma.

 

El legado aristótelico.

Una vez examinado, aunque sea rapidamente, el pensamiento de Aristóteles - ubicado en el contexto de la época en que vivió y habida cuenta de lo que constituía en su tiempo el cúmulo del conocimiento humano en toda materia - surge sin duda la apreciación de que él aparece no solamente como el primero que procuró abarcar todos los temas del saber, sino como quien estructuró una concepción armónica y coordinada, sistémica, abarcándolos a todos.

Aristóteles se nos aparece, de tal manera, como el primer “enciclopedista” individual; por lo menos el primero cuya obra se documentó por escrito y pudo conservarse a lo largo de los siglos. Pero por encima de ello, nos resulta muy visible que Aristóteles identificó y abordó en profundidad la reflexión y estructuró respuestas tan completas como el conocimiento de su época lo permitía, aquellas cuestiones que, luego de él, se mantuvieron en el centro del pensamiento filosófico; y siguen estándolo aún en nuestro tiempo, por lo menos en lo que se conoce como la cultura occidental.

La influencia de Aristóteles en todos los campos de la filosofía ha sido especialmente importante a lo largo de toda la Edad Media; y no solamente en el ámbito de las sociedades de ascendencia latina sino también en las de ascendencia árabe. De un modo muy particular, el pensamiento aristotélico, fue analizado todavía en el medio cultural originado en la antigua Grecia, especialmente por la Escuela del Estoicismo, indudable antecedente de muchos conceptos del cristianismo; y ulteriormente fue el centro de referencia del pensamiento filosófico de los grandes maestros de la Escolástica de la Iglesia católica.

En lo que puede considerarse el campo del saber “laico“ de la filosofía, a menudo se indica que Aristóteles fue el padre de la lógica; a pesar de que el tema de las leyes del razonamiento correcto había sido abordado previamente. Eso se justifica, principalmente, porque si por un lado Aristóteles realizó por primera vez un estudio sistemático y organizado de la lógica; por otro lado sus conceptos perduraron intactos - muy posiblemente porque resultaron ser acertados - a lo largo de los siglos. Solamente en tiempos que históricamente resultan muy próximos, aparecieron algunos nuevos aportes a la comprensión de los procesos lógicos; pero que no alteran fundamentalmente los que él expuso, sino que más bien los complementan.

Los conceptos de Aristóteles en la cuestión de la causa, han tenido una extraordinaria permanencia; al punto de que expresiones tales como las de “causa eficiente” y “causa final” se encuentran frecuentemente empleadas en la actualidad. Como una de las principales cuestiones filosóficas más tratadas, el pensamiento aristotélico en torno al problema de la causa fue el centro de referencia de la filosofía a lo largo de la Edad Media, del Renacimiento, y de los siglos XVII y XVIII.

El pensamiento de Aristóteles sobrevivió de una manera que no tuvo similar prácticamente para ningún otro pensador individual del Occidente; sin duda, de modo principal a través de su estudio por la filosofía y la teología del cristianismo; para las cuales fueron antecedentes ineludibles sus concepciones acerca de la cuestión de los universales, o de su concepción de la potencia y el acto, como fundamentos, entre otras, de las explicaciones de Santo Tomás acerca de Dios.

La metafísica aristotélica constituyó el antecedente necesariamente previo para la teología del cristianismo, porque, al decir de Escoto, siendo "la ciencia del ser" su conocimiento había de conducir al conocimiento del ser infinito.

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