IDEOLOGÍA Y MEDIACIÓN: UN ACERCAMIENTO A LA RELACIÓN DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVA, SISTEMA POLÍTICO Y DEMOCRACIA EN MÉXICO

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Maestría en Comunicación
ITESM Campus Monterrey 

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La realidad, dicen algunos autores, entre ellos Chomsky (1992), de tan compleja parece ilusoria. Aparente o virtual, dicen otros. Es decir que los medios de comunicación masiva "tienden trampas" a la capacidad de los habitantes de casi todo el mundo para escudriñar sus verdaderas limitaciones. Los medios de comunicación masiva (MCM), al privilegiar el presente, operan además en beneficio del sistema en el cual se desempeñan, como resultado de su origen. En México hoy se apuesta al advenimiento de la democracia. Sin embargo el concepto bajo el cual algunos fundamentan esta fase de transición se basa en la alternancia política, que según creo, no constituye aún solución al problema del autoritarismo en nuestro país por diversas razones. Entre ellas podríamos citar a: a) los actores políticos emergen aún mayoritariamente de la clase política resultante de la revolucionaria; b) aquellos actores políticos que no emergen de este grupo no parecen haber demostrado capacidad de liderazgo social y eficiencia administrativa; c) los MCM, cuya sobrevivencia puede ser --y casi siempre es-- síntoma de aceptación general, parecen continuar arraigados en el apoyo manifiesto al sistema político mexicano y a los actores que lo conforman, siendo los más importantes el Presidente de la República y el Partido Revolucionario Institucional (por ej. cf. Acosta Valverde y Parra Rosales, 1994; Aguayo Quezada y Acosta, 1997); d) la sociedad civil parece no sostener, salvo algunas pequeñas ínsulas, una conciencia democrática. Si por una parte el autoritarismo, como sugiere Meyer (1992), gobernó al siglo 20 mexicano y por otra, el estado de evolución del sistema político vigente en cada sociedad permea lo cotidiano (Gil Bolívar, 1995), podríamos argumentar entonces que es posible contrastar esto con fenómenos culturales arraigados en nuestro país tales como el machismo y la corrupción (Díaz Guerrero, 1972).

Estas son sólo algunas razones por las cuales se puede desconfiar de la transición vista como la alternancia. Este mínimo concepto de democracia fue acuñado por los politólogos liberales y tuvo que ver en su momento con hacer gobierno de derechos humanos básicos (Philips, 1996). La ciencia política, como ha insistido por ejemplo Crespo (1998) parece continuar con ese enfoque. Hoy desde algunos grupos humanos tradicionalmente marginados como el género femenino, la sociología exige el replanteamiento de este concepto (Philips, 1996; Lipman-Blumen, 1984). Aunque el tema de la democracia es una preocupación añeja entre estudiantes de los MCM, falta aún por hacer en la visión de este horizonte. Éste es el punto de partida del presente texto: sumarse, así sea modestamente, a la exigencia porque la democracia se plantee, en este México emergente, de manera total, en todas formas, espacios y niveles. Sin adjetivos. Me parece oportuno no sólo porque los MCM, contra lo que las modas en nuestro campo de estudio propongan, parecen seguir siendo el principal instrumento de los grupos que mantienen la hegemonía en las sociedades del mundo, restringiendo espacios a sus habitantes y, en tanto la panacea de la tecnología no llega a todos los niveles socioeconómicos, los mejores difusores de la ideología dominante; sino también porque paradójicamente en este hoy de la información, el campo académico parece padecer una más de sus ya aparentemente crónicas crisis --que se podría ver reflejada en cortes drásticos al apoyo gubernamental a la institucionalización de la investigación académica en posgrados y revistas "serios" o en nuevas prórrogas a la concreción de programas de doctorado-- producto acaso de una falta de participación e identificación con las problemáticas actuales de nuestro país.

 

Para intentar alguna limitación de la problemática y con el fin de tener por dónde comenzar a observar la cotidianidad preparando las bases para ese replanteamiento interdisciplinario de la democracia donde los comunicólogos tenemos aportes que ofrecer, por ahora me gustaría únicamente intentar algunos apuntes para abordar la red de interrelaciones que posibilitan interacciones en una sociedad regida como entiendo ocurre en México para explicar, brevemente, el papel fundamental que los MCM y en particular el periodismo observan como forjadores de la unidad simbólica de dicha sociedad. Veré asimismo como este amalgama está mediado por las instituciones de producción de formas simbólicas en beneficio del grupo hegemónico, en el esfuerzo por comprender porqué resulta tan difícil que los medios de comunicación en general y en particular los periodísticos cambien y porqué la sociedad tendría que promover el cambio hacia la transición democrática casi necesariamente al margen de dichas instituciones. Para ello habrá que correr algunos riesgos. Resulta difícil dejar de lado la debilidad de un concepto como unidad simbólica, pues otros enfoques han insistido en que no existe tal y que el conjunto de significados que dan sentido a las sociedades en principio forjan un cúmulo de identidades diversas al interior de las mismas. Sin dejar de lado esta observación, correré el riesgo de realizar generalizaciones. Otro es que parezca que se dejan de reconocer los esfuerzos de algunos grupos sociales por un futuro y presente más justos.

Es preciso reiterar, como se pudo antes notar, que este texto parte de muchos supuestos, por lo que no es posible la exhaustividad de las proposiciones que contiene, siendo éste sólo un primer acercamiento. Uno de ellos consiste en que el concepto de democracia acaso tenga que ver con una acepción más amplia, de todos los derechos para todos, de equidad en el ámbito doméstico, de educación, salud y grados de bienestar evidentes para la generalidad. En tanto esta acepción --cuyo nivel es mayor a la noción de votar y ser votado libremente-- no esté en la agenda nacional, no se puede hablar de ruptura del sistema a mi juicio, sino más bien de un reajuste más. Los medios de comunicación masiva, nuestro objeto de estudio, juegan en esto un papel fundamental. Otro punto de partida es que al escribir el mismo la pretensión mayor no es ofrecer respuestas, sino provocar más preguntas acerca de nuestro sistema social, político y de MCM, el grado de desarrollo democrático, de nuestra inasible realidad.

La relación existente entre líderes políticos y ciudadanos depende cada vez más de la comunicación de masas, es decir, se transforma en una forma de cuasi-interacción mediada técnicamente, a través de la cual se pueden formar lazos de lealtad y afecto, afirma Thompson (1993, p. 272). En el imaginario colectivo de México parecen existir ciertos grados de desconfianza que permiten no dar crédito a los medios de comunicación, sin que esto imposibilite, a mi juicio, la reproducción de valores y actitudes hegemónicos. Por ahora sólo me propongo plantear algunos apuntes para ilustrar la comprensión del sistema político mexicano y el análisis que permitirá extender algunas líneas para demostrar que sigue vigente, si bien sufriendo la más grande de sus crisis. Sobre todo por la cortedad de este texto, que no permitirá exponer todas las características generales de nuestro sistema político mexicano, asumo su origen controversial, aunque espero ser claro en la exposición de las ideas.

 

Ideología, poder y otros demonios.

Al observar las relaciones sociales y de dominación asumo que la mediación, en particular las de los medios de comunicación masiva (MCM), se encuentra afectada por la ideología dominante que impide el tránsito real hacia la democracia.

El poder es entendido como aquella capacidad de doblegar la voluntad de los demás, dice Gil Bolívar (1995), quien agrega que para lograr poder el hombre ha esgrimido toda clase de armas: económicas, políticas, militares, informativas.

Crozier afirma por su parte que las personas se asocian en organizaciones que se denominan actores sociales (en Gil, 1995). Estos grupos humanos llevan acciones colectivas al interior de un sistema. Es importante identificar las relaciones de fuerza entre ellos, de los cuales existen cuatro grandes familias: el estado, el saber, los medios de producción, la sociedad civil. Nuestro trabajo se ubica en el marco del sistema político mexicano estudiando como actor social al subsistema de los medios de comunicación, para decir con Borrat (1989) que cada sistema político da forma y sentido a su subsistema de medios. Los MCM son medios de producción, entendiendo que estos pueden ser a) de capital y b) simbólica, los cuales son complementarios, pues sólo con la razón de ser instrumental de los segundos es posible la permanencia de los primeros y con ello del sistema político y económico vigentes.

Los hombres, señala Gil Bolívar (1995) citando a Boudon, Bourdieu y Crozier, obran siempre tratando de defender sus intereses particulares. La acción humana no puede escaparse de las redes que le tiende el sistema en sus diferentes formas. La realidad no puede verse funcionando con una racionalidad perfecta, sino limitada, donde se puede considerar que el hombre recibe la influencia de su medio ambiente, de ahí que hoy en México la corrupción que emanó del sistema político que permitía un círculo vicioso de poder entre el PRI y el Presidente en turno, permeó a la sociedad en su conjunto hasta arraigarse culturalmente y hoy constituye el escollo más difícil hacia la democracia y con ello hacia la modernidad. Existe, pues, una acción colectiva que es fundamental para la sociedad o para la vida. Este fenómeno es simplemente la acción organizada del hombre. No es un fenómeno natural espontáneo, sino un constructo social creado, inventado y diseñado por los actores sociales, el cual está contextualizado mediante formas de transmisión simbólica. Los actores sociales intercambian entre sí este tipo de significados creados, valorados y revalorados históricamente. En esta interacción devienen formas de conflicto.

Para determinar los actores sociales es preciso situarnos en un campo determinado y a un nivel específico. Los campos de interacción (Bourdieu, 1990) están casi siempre determinados por sus recursos o capital. Pueden estar formados sincrónica o diacrónicamente, con base en intereses económicos o simbólicos, regidos por toda una red de convenciones que organizan la vida social, tales como recursos, reglas y esquemas que diferencian a cada uno. Cuando son conjuntos específicos y relativamente estables en reglas y recursos, los denominamos instituciones (Thompson, 1993:164), junto con las relaciones establecidas por y dentro de ellas. Cuando éstas toman un papel activo se convierten en actores sociales. Thompson también establece que los campos de interacción y las instituciones están caracterizados por asimetrías y diferencias relativamente estables denominadas estructuras (1993, p. 165).

 

Cuando un actor influye sobre otro, se desencadena una relación de fuerzas. Las confrontaciones se realizan, por lo general, entre más de dos actores, por lo que tanto uno como otro tienen "aliados". Gil Bolívar agrega que la historia parece haber probado que el poder reposaba en manos de los agredidos, quienes finalmente obtuvieron la victoria mediante un hábil manejo de la incertidumbre. Esta lección no sido asimilada por los mexicanos, quienes al legitimar la democracia respaldada sólo en la alternancia y apoyar así a fuerzas políticas que ya forman parte del imaginario colectivo rebautizadas como el viejo PRI (PRD) y el neopri (PAN), corremos el riesgo de imposibilitar el acceso a su noción más amplia. De otro lado, el estadio político actual, lleno de incertidumbre, podría ser suficiente para un redescubrimiento de la sociedad consigo misma, situación que a mi juicio, tiene altas posibilidades de no manejarse con habilidad, pues no existe antecedente en la historia reciente, salvo las movilizaciones ciudadanas prodamnificados en el Distrito Federal, Acapulco o Chiapas que, sin embargo, cuando se politizan han sido pronto absorbidas por el sistema vía PRD o cualquier otra entidad. Gil Bolívar añade que en cualquier interrelación de actores está presente la imagen bélica, pues las acciones colectivas dan lugar a posicionamientos similares a los de una partida de ajedrez.

La medición de fuerzas entre los campos, instituciones y actores sociales da lugar a relaciones de poder:

Cuando las relaciones de poder establecidas son sistemáticamente asimétricas, la situación se puede describir como de dominación… son [así]… cuando los individuos o grupos de individuos particulares detentan el poder de una manera durable que excluye y [,] hasta cierto grado significativo [,] se mantiene inaccesible, a otros individuos o grupos de individuos, sin considerar las bases sobre las que se lleva a cabo tal exclusión. En tales casos podemos hablar de individuos o grupos dominantes y subordinados, así como de aquellos individuos o grupos que ocupan posiciones intermedias en un campo, en virtud del acceso parcial que tienen a los recursos (Thompson, 1993, p. 167).

Los actores, que son un grupo en ejercicio de su libertad, no siempre obran como deberían hacerlo, asegura Gil Bolívar (1995), es decir, anteponiendo el bien general sobre el bien particular. Con Michel Godet denomina objetivos de los actores los que corresponden al deber ser y objetivos asociados los que se refieren al ser. Estos objetivos que casi siempre tienen como finalidad el poder, no son explícitos en su mayoría, sino que constituyen una agenda secreta que puede sin embargo explicitarse en el análisis de las acciones de los actores. Al referirse concretamente a los medios de comunicación, Shoemaker y Reese (1994, p. 263) enuncian que de su contenido podemos inferir muchos de los factores que lo forman, es decir, su proceso de producción y el marco social en el que éste se da, así como el tipo de sociedad que produjo el sistema político y por ende, el subsistema de MCM. Los objetivos asociados de los MCM, en cuanto actores políticos, tendrían que ver con conceptos como el derecho a ser informado objetiva, veraz, oportuna y diversamente. El análisis de contenido sobre esta línea parece demostrar que frecuentemente no han actuado de esa forma (cfr. Acosta Valverde y Parra Rosales, 1994; Aguayo Quezada y Acosta, 1997; Huerta Wong, 1998).

Thompson agrega que las estructuras sociales evidencian relaciones de dominación cuya sistematización es posible debido al uso de los medios de comunicación como vehículos óptimos de formas simbólicas que construyen un significado posibilitando la hegemonía de un grupo humano, en nuestro caso del originado en la clase revolucionaria. Este concepto es utilizado en este trabajo en el sentido que Mattelart le da a la capacidad que tiene un grupo social de ejercer la dirección intelectual y moral sobre la sociedad, su capacidad de construir en torno a su proyecto un nuevo sistema de alianzas sociales, un nuevo "bloque histórico". La noción de hegemonía desplaza a la de clase dominante, cuyo poder residiría por completo en su capacidad para controlar las fuentes del poder económico (1997, p. 73).

Me queda claro que esta noción de grupo hegemónico se correlaciona con el de ideología, fungiendo en algunas ocasiones como variable dependiente pero en muy pocos casos como variable independiente, toda vez que el desplazamiento de un grupo hegemónico puede lograrse al margen del desplazamiento del marco ideológico, como es posible esté ocurriendo en el caso mexicano.

 

Llegado a este punto es útil mencionar los virajes que el proyecto político heredado de la Revolución Mexicana tuvo como consecuencia del cambio de los actores del poder, lo que Cosío y Meyer denominan como sus dos muertes, para entender los cambios que el sistema político mexicano tuvo que sufrir como consecuencia de crisis generadas desde la globalización y así comprender la negación que hago de su muerte real.

Justo después de la Segunda Guerra Mundial, la élite política de nuestro país derrochaba optimismo y seguridad en sí misma bajo el liderazgo del Cachorro de la Revolución, Miguel Alemán Valdés. Las condiciones de crisis para la producción mundial y la necesidad de un reaprovisionamiento en el orbe tras el enorme costo de la guerra hicieron que los países de tercer mundo y particularmente México vivieran un florecimiento a partir de su papel como abastecedores internacionales de cualquier tipo de productos. Esto fortificó la política nacional de sustitución de importaciones y se personificó, como casi siempre en la historia nacional, en sus gobernantes, iniciando por Alemán. Heredero formal de la Revolución (su padre fue uno de los pocos hombres que lucharon creyendo en la pureza de la guerra civil), es el primer Presidente civil, lo que produce una de las primeras crisis del modelo, pues no sólo rompe con la tradición del poder en la milicia, sino también con los objetivos de justicia social que dieron origen al proyecto armado, lo que Cosío denominó en un ya clásico ensayo escrito en 1947 bajo el título La Crisis de México, como la Primera Muerte de la Revolución Mexicana, significativo por su gran visión prospectiva, crítica de un gobierno que gozó de gran popularidad en los MCM de su tiempo.

La segunda muerte de la Revolución Mexicana, agrega por su parte Meyer (1992, p. 11), llegó cuando se hizo innecesario insistir en la tercera vía porque la bipolaridad de la Guerra Fría había desaparecido al perder el socialismo real su batalla frente al capitalismo neoliberal. Caracterizan a esta etapa, que no concluye aún, una nueva alternancia en los actores, pasando el poder de manos de los cachorros de la Revolución a los tecnócratas. Una versión de su final probablemente ocurriría si en el proceso electoral del año 2000 se enfrentan los juniors presidenciales Cuauhtémoc Cárdenas y Miguel Alemán Velasco, quienes personifican la lucha de los padres o si se quiere, el encuentro de las dos primeras etapas del proyecto político que sucede al armado. Esto daría a luz, según algunos, a una nueva era representada en la legitimidad del voto. A mi juicio esto no ilustra sino el triunfo radical de la élite gobernante, al margen de lo que podría representar una ciudadanización de los comicios con figuras con algún otro mérito cívico que el de heredar una casta divina.

Esta etapa además está marcada por el esfuerzo gubernamental por sumar a México a la globalización mundial, sistema que con Mattelart diremos que tiene sus cabezas en las nuevas grandes unidades económicas, cuya única vocación cívica, proclamada con gran esfuerzo de estrategias de creación de imagen, no puede hacer olvidar la ley que las establece: la búsqueda del beneficio y el interés exclusivo por los sectores sociales solventes (1997, p. 114).

Este nexo indisoluble que todos los partidos políticos en México han expresado con el esfuerzo a esta noción de globalización, es a la luz de este trabajo un fuerte motivo para pensar que la democracia aún está aún lejos de alcanzarse, pues como Chomsky (1996) ha analizado, en el esfuerzo por garantizar la vigencia de estas nuevas grandes unidades económicas, más poderosas que los Estados-Nación, este Sistema no vacila en flexibilizar sus normas al punto de quebrantar la libertad de mercado, argumento principal de su razón de ser.

Campos, actores e instituciones sociales obtienen significado sólo en un contexto construido social e históricamente (Williams en Mattelart, 1997, p. 72), a la luz de la cultura que les da origen (Moragas, 1981), es decir, del "conjunto de creencias, costumbres, ideas y valores, así como los artefactos, objetos e instrumentos materiales, que adquieren sus individuos como miembros de una sociedad" (Thompson, 1993, 143). Es en este proceso, en el que las formas simbólicas funcionan como amalgama a través de las cuales actores, campos e instituciones sociales comparten la ideología, concebida por Thompson "en términos de las maneras en que el significado activado por las formas simbólicas sirve para establecer y sostener las relaciones de dominación" (p. 21), es decir, posibilitando la acción del grupo hegemónico.

Esto es substancial para intentar alguna descripción de la relación entre el sistema político y el subsistema de los medios de comunicación, a fin de comprender, específicamente en nuestro caso, cómo la herencia cultural y su solidificación durante el presente siglo ha permitido un autoritarismo que se refleja sobre todo en la gran masa social, en los campos sociales y en cualquier nivel de interacción doméstico (ej.: el machismo) y me sugiere que, dado que la capacidad del cambio reside en los grupos dominados y estos en México no han modificado su planteamiento autoritario original, el cambio radical del sistema político mexicano por uno democrático no es aún concebible, debido a que, como antes apuntamos, la historia también ha demostrado que no es el grupo hegemónico el promotor del cambio en las estructuras sociales. Al mismo tiempo, esta ideología formada en un marco cultural, gobierna la forma en que los medios de comunicación perciben el entorno y a ellos mismos, constituye su conjunto integrado de marcos de referencia a través de los cuales cada uno de los MCM mira al mundo y a los que todo el subsistema de los medios de comunicación ajusta sus acciones, convirtiéndolo al mismo tiempo en el principal medio de control ideológico. La influencia de la ideología opera sobre patrones de contenido, trabajadores, procedimientos, organización y factores externos de los MCM, tales como fuentes y anunciantes, convirtiéndolos en mediadores de la realidad social en beneficio del grupo hegemónico, pero también mediatizándolos, de modo tal que sus valores y convicciones están sujetos al status quo por paradigmas establecidos mediante rutinas convencionalmente elaboradas y cotidianamente puestas a prueba (Shoemaker y Reese, 1994).

En la segunda parte de este trabajo intentaré describir, otra vez brevemente, cómo entiendo que los MCM actúan como portadores de la ideología que posibilita esta acción mediatizando la realidad y construyendo la cultura, en donde el periodismo como formato representativo y formal de esa construcción de significado, mantiene a la vez una importancia sustancial. Esto tiene como fin justificar porqué el análisis del contenido de los MCM en general y de periódicos en particular, pueden aportar datos substanciales sobre la cultura en la que está cimentado el sistema político mexicano, proceso que por su sólida conformación histórica es harto difícil de modificar radicalmente en el paso de pocos años, si bien este texto no aborda trabajo empíricos sobre esta línea.

 

De medios y mediaciones.

Con Thompson entenderemos por comunicación de masas "la producción institucionalizada y la difusión generalizada de bienes simbólicos por conducto de la transmisión y la acumulación de información/comunicación". Sus principales características son i) la producción y difusión de bienes simbólicos por instituciones (MCM) que los controlan, fijan, reproducen y mercantilizan, es decir, que tienen objetivos de influir y lucrar, puesto que estas mercancías obtienen un valor en un mercado regulado a su vez por la ideología --estas instituciones utilizan medios técnicos de transmisión que construyen mediante rutinas cotidianizadas--; ii) una ruptura fundamental entre la producción y la recepción de los bienes simbólicos y iii) la ampliación de la disponibilidad de las formas simbólicas en el tiempo y en el espacio mediante el uso de medios técnicos de transmisión, lo que iv) implica la circulación pública de los fines simbólicos (1993, pp. 242-246).

El uso de los medios técnicos de transmisión de formas simbólicas produce un impacto interaccional, a través del espacio y el tiempo; afectan las maneras en que los individuos actúan en lugar de otros (en la medida en que los otros para quienes lo hacen pueden constituir un público extendido, disperso y distante en ambas dimensiones) y también las maneras en que los individuos actúan e interactúan en el proceso de recepción, es decir, afectan la organización social de aquellas esferas de la vida cotidiana en que la recepción de los mensajes mediados es una actividad rutinaria. Por ejemplo, la radio primero y después la televisión afectaron el espacio social doméstico, dando al salón de recepción la acogedora figura central del medio técnico de transmisión de formas simbólicas en torno del cual suele reunirse una familia. Los MCM no son sin embargo, los únicos agentes mediadores, aunque pueden ser los más importantes, dada su doble facultad diacrónica y sobre la distancia.

La comunicación de masas tiene un carácter central. Surge inicialmente, como hemos dicho, de instituciones que controlan y mercantilizan la difusión de bienes simbólicos, denominadas medios de comunicación de masas. A su vez, estos MCM se ubican en el mismo espacio que las instituciones del grupo hegemónico, casi siempre en las capitales de los estados o de los países, siempre en ciudades que aglomeran instituciones de este último tipo. Esta cercanía espacial, que es sintomática de la relación del poder y los vehículos de sus formas simbólicas, es característica de los MCM en México, pero no es única de este país. Chomsky ha analizado cómo el mapa económico de las comunicaciones coadyuva a proyectar las bondades del neoliberalismo al mundo entero, con la aglomeración en los países dominantes, de las agencias de información más importantes en el plano internacional (cfr. 1990, 1992, 1996).

Thompson llama a reconocer esta centralidad de la comunicación de masas como lugar para la producción y difusión de la ideología que unifica a una sociedad en torno a un sistema político; afirma que el desarrollo de la comunicación de masas expande en gran medida el alcance de la operación de la ideología en las sociedades modernas, pues permite que las formas simbólicas se transmitan a públicos extendidos, potencialmente grandes y dispersos en el tiempo y en el espacio; y agrega que los diversos medios de comunicación masiva y la naturaleza de las cuasi-interacciones que posibilitan y sostienen, definen parámetros amplios dentro de los cuales adquieren un carácter ideológico los mensajes transmitidos por estos medios.

 

Las mediaciones producidas en los MCM son consecuencia de la tensión entre la producción ininterrumpida de aconteceres y la reproducción continua de normas que cada grupo quiere preservar y continuar, en especial el grupo hegemónico, de acuerdo con el modelo ideológico vigente.

Martín Serrano (1978) define a la mediación como la actividad que impone límites a lo que puede ser dicho y a las maneras de decirlo, por medio de un sistema de orden. Las mediaciones pueden o no ser comunicativas y entre estas últimas, la producción pública de información es altamente relevante. Los productos comunicativos son sólo algunos de los proveedores de la información que utilizan los receptores en sus interpretaciones. Las funciones comunicativas que caracterizan a los MCM se desarrollan en el marco más general de los procesos de mediación social. Dichos procesos intervienen en la elaboración de representaciones colectivas. Aunque es preciso reiterar que los individuos utilizan otras fuentes para entender su presente, la importancia de las empresas informativas en esta comprensión, como estudios en la línea de agenda setting sugieren, es relevante (Moragas, 1981). La selección de los aconteceres destinados a hacerse públicos por parte de estas compañías es arbitraria (Martín Serrano, 1993). Éste es, en el periodismo, el inicio de la mediación específicamente comunicativa. Los productos comunicativos son objetos y se venden como tal, pero en su comercialización también tienen costo de sobrevivencia los públicos, primero, y las sociedades, después (Mattelart, 1997).

El hacer de los mediadores con los medios depende del cambio social en dos sentidos, a) funcionalmente --la presión de lo que ocurre reclama la cesión de un espacio o de un tiempo informativo en los MCM para dar cuenta del acontecer sociopolítico-- e b) institucionalmente (Martín Serrano, 1993, p. 134) La transformación del entorno social establece relaciones entre el sistema político y el subsistema de medios de comunicación. El devenir que desplaza a cada institución mediadora de su posición social, como a cualquier otro sujeto del cambio histórico, ha privilegiado a las instituciones pertenecientes al subsistema de los medios debido a su carácter permanente de objetos ideológicos de transmisión de formas simbólicas en beneficio del grupo hegemónico. La supervivencia de este tipo de instituciones, se identifica con su capacidad para corregir el rumbo en función de los cambios tecnológicos, sociológicos y políticos. El cambio social está sujeto a la concepción de autorregulación que un sistema político dado, en este caso el mexicano, observa como defensa para su mantenimiento ante ciertos grupos de interés en crisis determinadas.

Martín Serrano (1993) explica esto como resultado de la tarea que los mediadores tienen de establecer, con acierto o con error, los marcos de referencia adecuados para que los actores sociales, incluidos ellos mismos, se sitúen en el cambio. Esta labor supone el desempeño de una doble mediación, denominadas cognitiva y estructural. La primera opera sobre los relatos de los medios de comunicación, ofreciendo a las audiencias modelos de representación. Ofrece seguridad por el recurso a la reiteración de datos de referencia familiares en el relato de lo que ocurre: por esta vía la comunicación es labor de confrontación en las audiencias. En cambio, la mediación estructural opera sobre los soportes de los medios, ofreciendo a las audiencias modelos de producción de significado. Se diferencia de la anterior por la repetición de las formas estables del relato, vía por la cual la comunicación es labor de institucionalización de los mediadores.

Lo anterior parece sugerir que el mensaje en las mediaciones es que el cambio no afectaría a la continuidad del grupo. Por un lado la mistificación que producen los medios de comunicación de masas, mediando cognitivamente el relato del acontecer cuando ofrecen un modelo de representación del mundo que técnicamente se lleva a cabo simplificando y banalizando los datos de referencia. De otro lado, la ritualización que caracteriza a la confección de productos comunicativos, cuando los modelos de producción comunicativa regulan la mediación estructural, se realiza técnicamente manejando la dimensión relevancia/irrelevancia en la presentación de los datos de referencia.

 

Proponemos entonces que una forma de investigar la visión de mundo que sostienen los MCM consiste entonces en ese doble análisis del tratamiento original de los datos de referencia y formas expresivas que organizan estos datos, involucrando ambos tipos de mediaciones. Para ello, el análisis del contenido nos brinda, desde la revisión estructural de los productos comunicativos, la oportunidad de alcanzar la dimensión cognitiva de los actores de los MCM. Como líneas atrás se dijo, la observación puntual del subsistema de los MCM desde el análisis de sus contenidos, parece revelar que existe correspondencia entre su dimensión cognitiva y la del sistema político, lo cual fortalece la propuesta de no cambio en la estructura vertical de poder en México.

Preciso es también decir con Gil Bolívar que los MCM actúan como terceros en sus relaciones con la mayoría de actores sociales. Con base en una supuesta conciencia común los MCM seleccionan y ponen en escena. Es esta conciencia común lo que antes describimos como modelos comunes a los MCM. Estos paradigmas se dan tanto en el nivel cognitivo como en el estructural. Los MCM no sólo enteran de lo que a la vez construyen como actualidad sino que se convierten en escenarios teatrales donde algunos privilegiados actores sociales hacen su puesta en discurso político y social.

Gil Bolívar cita a Lorenzo Gomis para decir que el rol de los mediadores de los MCM es más completo cuanto menor sea la diferencia entre el volumen de los hechos generados por el sistema político y el de los que son producidos por el ambiente social. Este rol también será más completo si el MCM posee mayores fortalezas en la difusión y consecución de los hechos. Además de su capacidad de provocar hechos por sí mismos. La mediación política de los MCM se da a través de la difusión de los hechos, su comentario y su contextualización, casi siempre periodísticos.

Las rutinas aprendidas por vía oral y práctica al interior de medios de comunicación especializados en periodismo construyen ciertos valores mediados de lo que es noticia, con lo que Shoemaker y Reese han demostrado que a cada momento se siguen estereotipos conformados por paradigmas diseñados a la luz de la ideología construida históricamente en beneficio del grupo hegemónico, de tal manera que cualquier violación a estos estereotipos es tipificada como relato no noticioso (1994). De esta manera podemos afirmar que el mensaje mediador del periodismo fue antes producido en un ambiente fuertemente mediado vía mecanismos ideológicos que benefician al grupo hegemónico. Por ejemplo, los MCM necesitan de nombres y rostros conocidos como una exigencia técnica, de modo que los relatos periodísticos tendrán que ocuparse en muy altos porcentajes de los actores del grupo hegemónico y sólo en una pequeña parte del resto de la sociedad, para la cual se supone están confeccionados tales productos comunicativos. El dominio de tales rutinas posibilita a los actores de los MCM a controlar la realidad, influirla y lucrar con ella, siempre en la misma lógica.

En los medios se da un espacio privilegiado a cualquier tipo de actuaciones de los personajes conocidos. Se convierten además en mediadores entre unos y otros tipos de personajes. El público anónimo forma parte del espectáculo y lo comenta. Los medios son agentes espontáneos y gratuitos de popularidad. En estas mediaciones se dan flujos de agrado y desagrado, de interés o desinterés. Siendo el periodismo un método de interpretación de la realidad para que el público pueda analizarla, comprenderla, comentarla y en fin, utilizarla mejor, y estando este proceso caracterizado con ese doble mecanismo de mediación, la realidad llega entonces viciada al público, cuyos usos de esta información se darán, por tanto, en este marco de beneficio al grupo hegemónico y en retroalimentación con la cultura y el sistema políticos que da origen a tales productos.

La interpretación periodística proporciona una comprensión de la realidad a través del lenguaje. Posteriormente, se da en el receptor un proceso de interpretación y de significación. Es un proceso que empieza y termina en cada edición. El periodismo, explica Gil Bolívar, es su método porque 1) selecciona lo que percibe como "interesante", 2) interpreta y traduce a lenguaje inteligible cada unidad de la acción externa que decide aislar (noticia), donde distingue además los sucesos más importantes y 3) porque comunica, contextualiza (reportajes y crónicas) y valora (editoriales y comentarios) la realidad.

 

El método periodístico supone además, agrega Gil Bolívar, que i) la realidad se puede fragmentar en periodos que definen el presente social y en ii) unidades (hechos) que pueden ser interpretadas en textos. iii) Como es característico de un mecanismo de control ideológico, según hemos visto casi al principio de este apartado, esta realidad puede asimilarse en tiempos distintos y por un público heterogéneo, iv) que se sitúa además en un tiempo y espacio determinados (superficie redaccional) y v) llega a través de un filtro y formas convencionales (géneros). Esto permite que el grupo hegemónico utilice, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, voluntaria o involuntariamente, la transmisión masiva de las formas simbólicas mediante productos comunicativos elaborados por los actores de los MCM mediante una cultura de rutinas aprendidas casi siempre de manera oral e igualmente mediadas.

El periodismo interpreta un fragmento de la realidad. La restricción básica es el tiempo (se interpreta lo más reciente) bajo la figura de la aparición de nuevos productos comunicativos presentados en forma sincrónica.

La reducción del hecho a lenguaje supone la redacción del hecho como noticia (operación lingüística). El lenguaje permite captar la realidad y darle forma. Los medios no dependen de las noticias, sino al revés. Miquel de Rodrigo (en Gil Bolívar, 1996) definía en este contexto la noticia como la representación social de la realidad cotidiana producida institucionalmente.

En este sentido el periodismo incluye dos supuestos: i) los tiempos pueden ser variables (el noticiero puede durar tres minutos o una hora, una noticia puede estar escrita en una breve nota o un reportaje de tres planas) y ii) es objeto y sujeto de interpretación (una persona puede ponerse "al corriente"). Un medio de comunicación comenta e interviene en acciones. El periódico está compuesto en forma de mosaico. El medio escoge las noticias y las da resumidas.

A esa asimilación rápida de la realidad contribuyen los géneros periodísticos, que surgen de los literarios, siendo más urgentes y rápidos. Los géneros son formas rutinizadas. La información y el comentario son dos necesidades sociales distintas. El texto se puede clasificar según la función que cumple (puede tener una proporción de información y otra de comentario).

Gil Bolívar añade que los medios sitúan el pasado a través de estrategias redaccionales. El presente social prolonga la existencia de hechos del pasado. La mediación entre los hechos del pasado y un público presente, hacen que los MCM nutran el presente social. Los medios prefieren aquellos hechos que puedan prospectarse. La mediación temporal de los MCM activa la vida social brindándonos periódicamente el presente. Gil Bolívar (1996) estima que el presente social que construyen los MCM dura como mínimo dos días. Estructuralmente, el ritual de la vida moderna es el de las noticias, el de la información. El círculo de nuestra realidad es construido por los MCM. Es nuestro contexto. La imagen periodística es la referencia general del presente social.

 

Como antes vimos, los MCM no son el único agente mediador. Nuestro primer círculo de realidad es el que nos proporciona nuestro entorno inmediato (círculo vecinal), cuya imagen es construida socialmente. El segundo círculo se crea por la poca accesibilidad a algunas instancias de poder o acontecimientos (círculo de los medios). Entre estos dos círculos se da una interacción, que ha sido medida por algunos autores, como Rogers (1983), y constituye actualmente uno de los debates más populares en el estudio de la comunicación respecto a las soluciones de escape a la cultura hegemónica y que ha originado lo que es denominado como la última de las utopías. Esta aseveración supone que así como existen dos círculos sociales, estos se configuran en espacios de mediación, de modo tal que somos mediados por los medios de comunicación y por nuestros grupos de referencia. La idea de que este último es el más fuerte permite observar porqué los medios de comunicación en México han fallado en su esfuerzo durante los últimos años por desviar la atención del electorado hacia el PRI. Como el profesor Jesús Galindo suele explicar, desde la microvisión de cómo las islas que el sistema mundo fue dejando a su paso han crecido hasta amenazarlo seriamente, la sociedad podría encontrar formas alternativas de comunicación masiva si los actuales MCM no cumplen con la observación puntual de la verosimilitud en el manejo de sus narraciones y comentarios acerca de la realidad política. De hecho, Harold Innis propone que para oponerse a los efectos del determinismo de la tecnología moderna, que reduce el campo posible de las respuestas y las discusiones por parte de las audiencias, hay que restablecer la "tradición oral", despertar la memoria y crear las vías de una participación democrática, todos ellos elementos que constituyen la base de la otra forma de comunicación (en Mattelart, 1997, p. 120).

La construcción de la realidad social es una actividad profesional mediatizadora, agrega Gil Bolívar, quien cita a Epstein y a Tuchman para apuntar que los MCM no son un espejo de la realidad ni tampoco es una ventana desde la que se perciben los hechos. En cambio, decimos con Chomsky que los MCM elaboran una realidad que no es sino una ilusión de la misma, de tal manera que habitamos en un mundo virtual, donde los estereotipos se nos dan conforme un modelo de propaganda establecido por la clase dominante. Este método de interpretación de la realidad denominado periodismo se da como un conjunto de noticias que son estructuradas con base en criterios de expectación pública (expectación que ha sido regulada culturalmente) y de requerimientos técnicos, añade.

La realidad social es presentada como un conjunto de noticias (acción) concentrada en píldoras. La estructuración y redacción de esta realidad se da en forma descendente. No hay un orden cronológico en la presentación de la realidad. Este proceso de construcción de la realidad que beneficia al grupo hegemónico, es legitimado por el público y pagado en mayor medida por los anunciantes, muchos de ellos pertenecientes a este grupo, sobre todo en nuestro sistema político, que colaboró siempre directa y substancialmente en la sobrevivencia de sus medios y periodistas leales (cfr. Rodríguez Castañeda, 1993; Riding, 1985). El público es además dependiente de esta información para dar sentido al mundo que los rodea, como por ejemplo sugieren investigaciones en la línea de agenda setting (Gil Bolívar, 1996). La información periodística opera entonces como un "continuum". La sociedad se acostumbró a esa realidad social que le es presentada por la imagen periodística.

 

Discusión

He tratado de describir de manera sucinta cómo el periodismo actúa como intérprete de la realidad, constituyéndose en el marco desde el cual el público se forma una imagen de ella. Esta forma especializada de comunicación masiva constituye un ejemplo de cómo operan las mediaciones estructurales que devienen en rutinas sistematizadas convenientemente forjadas en lo cotidiano para que el grupo hegemónico pueda observar mediaciones cognitivas. Asimismo hemos podido analizar, aún brevemente, el proceso mediante el cual las formas simbólicas, constituyéndose en el centro de la vida social, parecen construir la cultura que proporciona sentido a campos, instituciones y estructuras sociales. He intentado acercar del mismo modo estos conceptos para observar cómo las relaciones de dominación características del sistema político mexicano no están prontas al abatimiento, lo que a mi juicio es síntoma de la ausencia de transición democrática en una acepción más amplia. Es sólo un primer y prematuro acercamiento: será necesario más trabajo respecto a la observación del papel que los MCM desempeñan en esta fase crucial de México. Esto tendrá que elaborarse necesariamente con evidencia empírica, para lo cual debemos trabajar los comunicólogos. Quedan muchas preguntas por contestar, por ejemplo, las que tienen que ver con movilización social en casos de desastre. En estas ocasiones la sociedad parece haber rebasado a las instituciones hegemónicas. En esta misma línea, quedan las posibilidades que las nuevas tecnologías, pese a su aparente carácter elitista, puedan tener en la horizontalización social versus el anquilosamiento de toda institución mediadora. Pese a todo, no puedo ser pesimista y creo que la democracia encontrará su rumbo. Todos tenemos que trabajar más para ello. Ciudadanizar las elecciones parece ser el paso siguiente, por ejemplo, a la noción de votar y ser votado libremente. Para los comunicólogos, la propuesta tiene que ver con reflejarnos en la sociedad y no en el grupo hegemónico en nuestras acciones y líneas de pensamiento.

 

Referencias

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Gil Bolívar, F. A. (1995). Juego de actores y estructura de poder. Manuscrito, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Campus Estado de México.

Huerta Wong, J. E. (1998). Apuntes para una controversia de la transición democrática desde la relación sistema político mexicano y medios de comunicación: Prensa comparada y elecciones municipales de 1997 en Veracruz. Tesis de licenciatura, Universidad Cristóbal Colón, Veracruz, Veracruz.

Lipman-Blumen, J. (1984). Gender roles and power. New Jersey: Prentice-Hall.

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