COMUNICACIÓN, CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD E IMAGINARIOS SOCIALES

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Juan Luis PINTOS
Universidad de Santiago de Compostela (España)
GCEIS (Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios Sociales) 
 

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PINTOS, Juan Luis. Comunicación, construcción de la realidad e imaginarios sociales. UPL, abr. 2005, vol.10, no.29, p.80-85. ISSN 1315-5216.

 

RESUMEN 

La confusión generada en el campo de la comunicación por la asunción de una Teoría de la señal (Shannon) que buscaba la efectividad en la transmisión del mensaje entre un emisor y un receptor, generalizándola como teoría de la información o de la comunicación ha supuesto una orientación de las investigaciones en comunicación dirigidas por los intereses del mercado publicitario (“Efectos de los medios”, etc.). Es necesario recuperar como orientación básica de las investigaciones en comunicación el carácter de selección de posibilidades en la construcción plural de las realidades que se disputan el asentimiento de nuestra confianza. Se propone como instrumento central de esta nueva orientación una teoría de los imaginarios sociales como concepto operativo que permite observar los diferentes mecanismos de construcción de realidades a través de la aplicación del código “relevancia/opacidad” a los productos mediáticos “en los que vivimos, nos movemos y somos”.

 

Communication, Construction of Reality and Social Imaginaries  

ABSTRACT 

The confusion generated in the communicational field by the assumption of a signal theory (Shannon) that searches for effectiveness in the transmission of a message from a transmitter to a receiver, which is generalized as a theory of information or of communication, has proposed an orientation in communicational research directed towards the publicity market (The effects of social communication, etc.). It is necessary to recover as the basic orientation of communicational research, the character of selecting possibilities in the plural construction of realities that discuss the basis for our confidence. As the central instrument of this new orientation, a theory of social images is proposed as an operative concept that permits the observation of different mechanisms of construction of realities through the application of a code of “relevance/ opaqueness” in media products “ in which we live, move and exist”.

 

Durante la segunda mitad del siglo XX ha dominado todo el ámbito teórico y práctico de la comunicación un sencillo esquema construido en 1948 por un matemático estadounidense que trabajaba como directivo de la compañía Bell Telephone Laboratories y estaba preocupado por la eficiencia en la transmisión de la información1. Considerar la comunicación como cuestión de ingeniería de la señal supone suprimir la complejidad de este fenómeno, al menos tal como se presenta en este nuevo siglo. Las teorías vinculadas a esa perspectiva adolecen de una reducción lineal y unidireccional de un fenómeno que constituye hoy el modo de operar básico de las sociedades presentes2

La comunicación implica en nuestras sociedades un conjunto de decisiones selectivas, una vez resueltas satisfactoriamente las cuestiones técnicas de la señal. En primer lugar, un sistema (psíquico o social) tiene que decidir lo que va a seleccionar como información y diferenciarlo de todos los otros aspectos propios de la transmisión del mensaje y sus técnicas retóricas (redundancia, naturalización, tematización, trans-semantización, etc.); lo que dicho sistema selecciona como informativo es justamente lo nuevo, aquello de lo que no se tenía noticia, lo que se ignoraba, lo no percibido. Esta selección de lo nuevo se encuentra con un segundo problema ante el que será necesario decidir de nuevo: las distintas versiones que de esa información nueva dan diferentes canales y distintos medios. En esta operación se juegan muchos de los sentidos y certezas que enfrenta la actual comunicación, tal como opera en nuestras sociedades, y por ello se hace necesario ampliar, si bien sintéticamente, la cuestión de la “realidad3. Desde una perspectiva teórica se está transitando de una posición “ontológica” (la realidad está ahí, tiene entidad propia independiente de nuestro conocimiento de la misma y es única y la misma para cualquier tipo de observador) a otra “constructivista” (la realidad está ahí pero cada observador desde perspectivas diferenciadas la define de diferentes modos produciéndose así “diferentes realidades”)4. En esta segunda posición carece de sentido hablar de “manipulación” de los medios. Estos dejan de ser los inocentes “instrumentos” que nos transmiten “lo que hay” (el caño no es responsable de la suciedad del agua) para convertirse en “Empresas que fabrican realidad”5

Hemos aludido al tópico de la “manipulación”. Es frecuente escuchar quejas acerca del poder de la televisión “que manipula a la gente” o que “manipula la realidad”. Recientemente se han publicado varios ensayos de autores conocidos por su competencia en otras materias que de una u otra forma hacen la crítica del medio televisivo6. Da la impresión de que las abundantes reflexiones y análisis que se han producido en los últimos 20 ó 30 años sobre la comunicación, los medios, las imágenes y los imaginarios no han servido para que algunos “intelectuales”7 asuman el papel que les asignaba Octavio Paz8

El de la manipulación es un viejo tema en las ciencias sociales y ampliamente tratado desde diferentes perspectivas, sobre todo en las épocas más ideológicas del siglo pasado. Junto con el concepto de “alienación” servía para explicar por qué la gente no hacía o no pensaba como algunos intelectuales iluminados deseaban que lo hicieran. Actualmente vuelve uno a escuchar, cuando plantea cuestiones como la que abordo en este escrito, la dichosa explicación evidente de la desinformación: “la televisión manipula los hechos presentando unos y no otros y hace creer (engaña) a la gente que, por desgracia, se cree las “mentiras de la TV9

Este tipo de afirmaciones bien intencionadas tiene un defecto: supone que solamente existe una realidad, una verdad y que es posible acceder a ella y presentarla como lo que es. Suprime todo el proceso constructivo comunicativo. Hace ya bastantes años uno de los más interesantes sociólogos estadounidenses, W.I. Thomas estableció lo que posteriormente se conoció como el “Teorema de Thomas”: Si los individuos definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias10

Dicho en otras palabras: la realidad de las consecuencias no deriva de la realidad de los antecedentes sino de la capacidad creativa o credencial de los actuantes. No tiene por qué haber marcianos para que mucha gente huya de las ciudades y se genere la realidad del caos producido por una huida masiva de ciudadanos11. La manipulación sólo se daría, p.e., en el siguiente caso: a) hay una realidad “verdadera”: los padres compran los regalos de sus hijos; b) hay un hecho incontrovertible: los hijos reciben realmente los regalos; y c) hay una explicación engañosa –“manipulada”– del hecho: “han sido los Reyes Magos”. Paradójicamente la generalización de las comunicaciones televisivas ha planteado nuevos y “graves” problemas a esa explicación y ha obligado a adornar con floridos recursos estilísticos, todos ellos mendaces, las formas anteriores de manipulación. 

La manipulación no es posible cuando accedemos a las diferentes versiones que informan acerca de un suceso. No hay manipulación cuando las diferentes perspectivas de construcción de la realidad de un hecho, p.e., un partido de fútbol, son accesibles al espectador. El espectador no es manipulado por el medio, sino que interpreta desde su propia perspectiva los diferentes puntos de vista que nos proporcionan la pluralidad de cámaras y la moviola. Y todavía quedan las opiniones y discusiones de los expertos, los juicios de valor sobre la actuación arbitral y el tratamiento de las irregularidades o las sanciones por los organismos burocráticos (¡!). Pero volvamos ya a las selecciones que implican el proceso comunicativo en nuestras sociedades. Además de seleccionar la novedad de la información y aceptar (siempre provisionalmente) una de las diferentes versiones de un hecho los complejos procesos comunicativos en nuestras sociedades se producen sólo si tiene lugar una tercera selección: la comprensión de lo comunicado expresada en la posibilidad de la pregunta. 

La comunicación no es un proceso lineal unidireccional. Una cosa es que el receptor disponga de una “señal” de la mejor calidad técnica en los niveles de video y audio, y otra muy distinta es que lo que percibe tenga sentido para él. Cuando se ajusta una señal el que la recibe tiene que “decirle algo” al emisor, si no, no es posible el ajuste. Esta sería la tercera selección que implica la operación comunicativa social. Es muy significativo que todas las empresas de “fabricación de realidad” trabajan en su proceso productivo con una mercancía específica, que no es –como nos aseguran– la información, sino la “audiencia”. De ello depende el incremento de sus beneficios que establece una dura ley para cualquier programación. Si tiene audiencia se mantiene en emisión, si no, se retira. El principal problema de este cambiante mercado de audiencias consiste en interpretar los mensajes de la audiencia para fidelizarla y aumentarla. La penetración de la publicidad no sólo “entre” los espacios de emisión sino “en” los propios programas emitidos es una señal evidente de un mercado que lucha por incrementar la circulación de sus mercancías. Sin la reacción de los públicos ante los mensajes los emisores son ciegos. De ahí la insistencia en la mayor parte de los medios por obtener algún tipo de respuesta, en gran parte a través de los medios individualizados de tipo telefónico, y la creciente tendencia a realizar votaciones (por ejemplo, en festivales musicales) por esos medios. 

Este y otros problemas se plantean de modo diferente en las tecnologías digitalizadas tales como la Red (Internet) y las redes que la configuran. El modelo técnico lineal ha sido sustituido por un entramado complejo en el que los distintos nodos se pueden comunicar entre sí a través de distintas trayectorias posibles distribuyendo de modo aleatorio los mensajes como micro paquetes. De hecho, en los últimos años hemos ido sustituyendo las cartas enviadas por correo e incluso las comunicaciones verbales a través del teléfono por emails y chats. Negroponte dixit: “Se sustituyen átomos por bits”. Pero el incremento de velocidad de transmisión, la sencillez de los procedimientos, el acceso generalizado y la posibilidad de respuesta inmediata no han suprimido la necesidad de la comprensión sino que la han incrementado exponencialmente. Tenemos que realizar cotidianamente selecciones de los mensajes que recibimos; la mayor parte de ellos tienen contenidos que no nos interesan (“spam”), una parte de ellos puede agredir nuestra máquina y volver disfuncional el sistema, sólo unos pocos realmente nos interesan. Pero ello nos permite establecer conversaciones antes insospechadas e imposibles que favorecen el intercambio de ideas, la organización de encuentros, la lectura y evaluación de textos y de investigaciones y reduce drásticamente las limitaciones espaciales y temporales de la comunicación. 

Pero ninguna tecnología, incluso la más sofisticada, nos ahorra el trabajo de definir lo que vamos a tomar por “real”, lo que tendremos en cuenta en nuestras decisiones, nuestras emociones y sentimientos, nuestros planes y proyectos. Porque sabemos que no hay una realidad que se nos imponga como la única y auténtica, sino que nos tenemos que mover en un amplia ámbito de ambigüedades, percepciones, juicios y valoraciones que no nos van a permitir establecer de modo claro y concluyente lo que sea la realidad, sino que tendremos que arrostrar la incertidumbre que nos producen los diferentes, distantes, paradójicos y contradictorios procesos por los que se están construyendo “realidades” para que nosotros las creamos, las tengamos por tales. Porque la perspectiva que aquí adoptamos no nos permite reposar en un conocimiento adquirido (llamado “ciencia”), ni en una decisión tomada (llamada “política”), ni en una codificación establecida (llamada “derecho”), ni en una globalidad informativa (llamada “medios masivos”), sino que nos sitúa en un flujo temporal de operaciones comunicativas con las que tenemos que trabajar para seleccionar aquellas que vamos a tomar en serio, que vamos a creernos y de las que van a depender sucesivas posiciones y actuaciones. 

Precisamente por esta mudanza radical de las consideraciones analíticas sobre nuestras sociedades aparecen la vaciedad y sin sentido de muchas proposiciones científicas, políticas, jurídicas o mediáticas (sin entrar en otras cuestiones tan decisivas como las simbólico-religiosas, artísticas, pedagógicas o económicas12). Porque la mayor parte de las descripciones que se hacen de nuestras sociedades desde esos puntos de vista están vinculadas a la idea, la teoría y la pragmática del poder. Estas reducciones de las realidades sociales a las consideraciones ya sean políticas o económicas no tienen mayor sentido si establecemos como operación fundamental y compleja de las sociedades la comunicación. No quiere decir esto que ignoremos la política o la economía, sino que las situemos en las redes comunicativas en las que vivimos nuestras experiencias, sentimos nuestros sentidos y nos movemos con nuestras emociones, todo ello mediante la orientación que nuestra capacidad de reflexión, de pensamiento y de prospección que nos proporciona un “uso autónomo de la razón”13

Pero esta mudanza nos arrebata la viabilidad de seguir operando con teorías y métodos que niegan la complejidad de la sociedad y de los ciudadanos reduciéndola a la subordinación de los individuos al sistema o, paradójicamente, a la destrucción del sistema por los individuos. La sustitución de estas teorías es una cuestión urgente en las ciencias sociales, Si queremos ir más allá del falso dilema de integración sistémica o marginación total. Hoy, un concepto que tanto sentido tuvo para nuestra generación como el de “Revolución” es usado por los publicitarios para vendernos autos u otros bienes (¿?) de consumo. Ya no tenemos teorías inalterables, métodos válidos y eficaces, técnicas infalibles en orden a describir y transformar una realidad. Hay muchas realidades y nuestros procedimientos operan a través de distinciones y referencias. Es la propuesta que vamos a presentar en las páginas que siguen. 

 

LOS IMAGINARIOS SOCIALES 

Necesitamos descubrir nuevos conceptos que nos permitan generar y responder a la flexibilidad de las referencias. A esta situación de elevada complejidad trata de responder una teoría en construcción: la Teoría de los Imaginarios Sociales y su correspondiente metodología14. 

 

A. DEFINICIÓN 

Los Imaginarios Sociales están siendo: 

1. Esquemas socialmente construidos, 

2. Que nos permiten percibir, explicar e intervenir, 

3. En lo que en cada sistema social diferenciado, se tenga por realidad 

 

Comencemos al modo clásico estableciendo una definición. No sin antes advertir que, dado el marco teórico en el que se produce, dicha definición es susceptible de lecturas recursivas que podrían ir afinando sus elementos y perfilando su operatividad. Por ello no utilizamos la forma canónica de definición: “son”, pues ello expresaría la creencia en un determinado esencia ser o naturaleza propia de los imaginarios, sino la expresión “están siendo”, quizás no muy correcta gramaticalmente, pero que trata de expresar la forma temporal de todas las definiciones. Pasemos entonces a ampliar cada uno de sus elementos. 

1. Esquemas socialmente construidos: significa que su entidad posee un elevado grado de abstracción semejante a las referencias temporales que implican una determinada constancia en la secuencialidad, priorización y jerarquización de nuestras percepciones a través del código relevancia/opacidad socialmente diferenciado. 

2.Que nos permiten percibir, explicar e intervenir: las operaciones complejas a las que se refieren estos verbos son posibles para nosotros porque disponemos de un “mundo a nuestro alcance” y una “distribución diferenciada del conocimiento”(A. Schütz)15 que posibilita unas referencias semejantes de percepción (espaciales, temporales, geográficas, históricas, culturales, religiosas, etc.), de explicación (marcos lógicos, emocionales, sentimentales, biográficos, etc.) y de intervención (estrategias, programas, políticas, tácticas, aprendizajes, etc.), todo ello referido al elemento siguiente, 

3. Lo que en cada sistema social diferenciado se tenga por realidad: no hay una única realidad, que se identificaría necesariamente con una verdad única16. Nuestras sociedades contemporáneas no se configuran bajo el modelo de sistemas únicos y de referencias absolutas, sino que están sometidas a procesos evolutivos de progresivas diferenciaciones sistémicas17. Aparecen así históricamente modos de comunicación diferenciada por códigos y programas por los que el sistema se vuelve funcional a las exigencias del entorno produciendo ámbitos específicos de operación (política, ciencia, derecho, economía, religión, etc.). En cada uno de esos subsistemas se tratan de definir como realidades únicas las que se corresponden a los intereses contrapuestos de las organizaciones que operan en su interior. El resultado son sociedades policontexturales18, en las que la construcción del sentido sólo es posible por la asunción de la complejidad y no por la simplificación. 

 

B. OPERACIONES 

1. Los Imaginarios Sociales operan como un meta-código en los sistemas socialmente diferenciados, 

2. En el interior de un “medio” específico (dinero, creencia, poder, etc.) propio de cada sistema, 

3. A través del código relevancia/opacidad 

4. Y generan formas y modos que fungen como realidades 

 

Los sistemas sociales operan mediante la comunicación; de modo semejante y coevolutivo los sistemas psíquicos operan mediante la conciencia y los sistemas biológicos mediante la vida19. Esto quiere decir que partimos de una teoría de sistemas y no de una teoría de la acción20. Nos interesa el modo de operar de los sistemas no los elementos analíticos sometidos a la aleatoriedad y la probabilidad. No buscamos leyes de supresión de la contingencia sino modos de realización de la improbabilidad a través de las operaciones comunicativas. 

En el ámbito general de los sistemas sociales, los imaginarios sociales operan como un meta-código. Ello quiere decir que su operación no se limita a un sistema diferenciado particular sino que trabaja en el campo de la comunicación intersistémica en cuanto que traduce la necesidad de comprensión de los programas de un sistema por el sistema del que es entorno o en la interpenetración de dos sistemas. Opera propiamente en el campo de construcción de realidad respondiendo a intereses generales, de las organizaciones particulares o de los individuos. La forma de la comunicación, en cada medio concreto es la de señalar las relevancias dejando fuera de la percepción comunicativa las opacidades que podrían dañar los intereses que representa. 

Los imaginarios operan en un “medio”, el medio propio de cada sistema diferenciado. El significado que utilizamos para medio se corresponde con fenómenos físicos que todos reconocemos. Así decimos que el sonido se propaga en el medio del aire, o que la visión sólo es posible en el medio de la luz. Aire y luz son medios propios de lo auditivo y lo visual. Las músicas y las imágenes son diferentes formas que utilizan esos medios. Los medios en los que opera el código de los sistemas diferenciados aparecen algunos con mayor claridad que otros: el dinero es un medio (simbólicamente generalizado) en el que operan diferentes formas (moneda, crédito, acumulación, etc.) que permiten poner en marcha programas dependientes del código que clausura el campo de la economía: tener/no tener. Lo mismo sucede con el medio “poder” (para el sistema político), y quizás pueda también aplicarse al medio “información” (para el sistema de medios de comunicación. 

En todos esos medios, y en los propios de otros sistemas operan los imaginarios sociales generando formas que “naturalizan” las construcciones de realidad diversas. Si tuviéramos dudas acerca del valor de cambio de una determinada moneda (de su “realidad”, de su capacidad de “realizarse como valor”), la excluiríamos de nuestro uso. Si la seguimos utilizando es porque confiamos firmemente en la construcción de ese valor, excluyendo la duda razonable. Esto viene sucediendo en todos las sistemas diferenciados por la utilización de un meta-código que puede operar en cada medio. El código relevancia/opacidad

No podemos entrar ahora, en este escrito, en la reflexión sobre las complejidades que implica este código. Su generalización es relativamente reciente y sus mecanismos tienen que ver principalmente con las técnicas de fabricación de realidades que predisponen a la confianza y al surgimiento de las correspondientes creencias. Tiene una larga historia vinculada a la producción de complejas mitologías en culturas muy distantes. Sus mecanismos se han refinado de tal manera que, en muchos casos, se identificarían inmediatamente con las nuevas tecnologías de la comunicación y la información21

La distinción que señala el código tiene que ver con una perspectiva fenomenológica de “presencia y ausencia” y con una perspectiva fílmica de “dentro de campo y fuera de campo” que ya comenzó con las técnicas fotográficas de fabricación de imágenes en un plano. El polo positivo del código es el que define la relevancia: “la realidad es autorreferencia en el campo de lo existente”22. Pero es también aquello que otro señala: “Lo existente en el campo de la heterorreferente”23. El polo negativo del código define “lo que queda fuera”, lo que no aparece, lo ocultado u obviado, lo que se pretende que no tenga realidad, pero sin lo cual no hay realidad posible. A veces se puede confundir la realidad de algo con su existencia, pero eso siempre supone una ontología del ser y el existir o una disolución de la existencia en el tiempo. 

En nuestro caso el código no separa dos regiones con características diferenciadas sino que trata de afirmar la constitución compleja de la realidad frente a la linealidad de las teorías cognitivistas o representacionistas24. Esta complejidad implica una dificultad específica en el momento operativo: la opacidad, lo invisible, lo “fuera de campo” no es una invención del observador, ni una hipótesis acerca de la intencionalidad del que señala las relevancias, ni tampoco una deducción sacada de determinadas premisas argumentativas sino que aparece por sí misma cuando se produce la observación de segundo orden sobre el cómo y el donde de la distinción que utiliza el observador de primer orden. Sobre esta cuestión se volverá más adelante en el capítulo dedicado a los procedimientos. 

La última característica del modo de operar de los imaginarios sociales es la de generar formas y modos que fungen como realidades. La operación del código no tiene como resultado una realidad estable y sustantiva, sino que de sus operaciones resulta una perspectiva que nos permite criticar las evidencias que se presentan como realidad y desvelar sus mecanismos constructivos, su vinculación a referencias temporales contingentes y su valor como generador de convicciones y acciones a ellas vinculadas. Pero esto nos introduce ya en el capítulo siguiente. 

 

C. FUNCIONES 

1. Producir una imagen de estabilidad en las relaciones sociales cambiantes 

2. Generar percepciones de continuidad en experiencias discontinuas 

3. Proporcionar explicaciones globales de fenómenos fragmentarios 

4. Permitir intervenir en los procesos construidos desde perspectivas diferenciadas 

 

Las sociedades policontexturales al no disponer de un marco único de referencias adolecen de fragmentariedad. No sólo en la elevada polisemia de los lenguajes que nos obliga a una permanente definición del uso de nuestros conceptos, sino también en el dejarse llevar a formulaciones paradójicas que siempre parecen indicar que los problemas están en otros sitios que los supuestos. Los discursos suelen así deslizarse hacia la trivialización y expresar expectativas (tópicas o utópicas)25 que casi siempre desembocan en un estuario de confusión entre la “buena conciencia”, la moral pública y nuevos procesos de inclusión/exclusión. Por ello parecen vislumbrarse en las diferentes instancias comunicativas de nuestra sociedad unos intentos de supresión de las situaciones caóticas mediante una vuelta a referencias fijas, fuera del tiempo y productoras de un sentido al que se puede tener un acceso simple y generalizado. 

En una situación como la descrita es difícil establecer valoraciones precisas de las diferentes perspectivas constructoras de realidades contrapuestas. De ahí las importantes funciones que realizan los imaginarios sociales y que pasamos a describir. 

1. Producir una imagen de estabilidad en las relaciones sociales cambiantes: la rapidez con la que se están produciendo actualmente los cambios en las relaciones sociales genera percepciones angustiosas de los entornos de nuestras sociedades26. Mientras que las generaciones recientes están acostumbradas a las “instrucciones de uso” de muy diferentes instrumentos, las generaciones pasadas (entre ellas, la nuestra) recordamos el mundo de principios, certezas y verdades que nos protegía manteniéndonos inmovilizados. Bien nos hayamos liberado de ellos, o bien nos mantengamos en ellos sabemos que la realidades en que vivimos no pueden ser estables. Pero las generaciones con menos experiencias necesitan construir unos imaginarios que les protejan del flujo y les permitan ciertas identidades provisionales que les sigan produciendo la sensación de que las decisiones que toman son importantes para su vida y que ellos, como sujetos, dominan las relaciones sociales. Por ello el éxito generalizado de los imaginarios sociales vinculados a la «seguridad» o al «éxito»

2. Generar percepciones de continuidad en experiencias discontinuas. Una de las formas más insoportables de fragmentariedad es la discontinuidad de nuestras experiencias. Tenemos que cabalgar muchas veces sobre diferentes monturas porque la carrera profesional, la familiar, la política y la religiosa así nos lo exigen. Se acabaron las «épocas» y los «tiempos litúrgicos». Por mucho que se empeñen algunos no estamos en los dominios del «ahora toca»/«ahora no toca». El destino acariciado se puede torcer a la vuelta de la esquina y nos resulta muy difícil mantener actitudes firmes, actuar libremente, decidir por nosotros mismos. Por ello tratamos de generar imaginarios como el de «sujeto responsable» que nos permita una atribución clara de responsabilidades, al menos dentro del sistema del derecho. O el imaginario de «la culpa» vinculado necesariamente a un imaginario socialmente desconstruido como es el del «pecado». Todos ellos tratan de recuperar el sentido por el que los individuos puedan ser algo más que un plexo de experiencias diferenciadas con referencias inconexas. 

3. Proporcionar explicaciones globales de fenómenos fragmentarios. La inoperancia de las ideologías tradicionales nos enfrenta crudamente con la falta de referencias globales en torno a las cuales se puedan organizan fragmentos heterogéneos tales como sentimientos, ideas, emociones, creencias, etc. Las ideologías subliman los elementos propios de las experiencias dispersas y con esos materiales construyen convicciones sólidas que nos proporcionan un esquema explicativo de todo lo que pueda acontecer. Finalmente, la idea triunfa sobre la vida. En vez de vincular lo global a la abstracción de lo cotidiano y construir sucesivos «sustitutivos» (“Ersatz”) de lo vivido, los imaginarios tienden a proporcionar esquemas complejos que orienten en la pluralidad de referencias. La imagen del «camino»27, las de la «navegación»28, las de la representación teatral y los roles que asumen los individuos (pensemos en las “Danzas de la muerte” medievales), y las imágenes que surgen de la astronomía contribuyen a plantear esta vinculación de lo cotidiano y lo global más allá del mundo de las legalidades y las necesidades. 

4. Permitir intervenir en los procesos construidos desde perspectivas diferenciadas. El reconocimiento de la diferencia de que hay varias posibles alternativas en la organización de las sociedades introduce una precaución permanente en cualquier tipo de intervención en las formas presentes de orden social. El pasado siglo XX es rico en fracasos de supuestos intentos “revolucionarios” cuyas irrupciones más radicales producían pocos cambios en las estructuras sociales, a no ser el del mantenimiento de la dominación por distintos actores. La pretensión de la bondad absoluta de cualquier tipo de alternativa definitiva al orden social existente ha sido propiciada por perspectivas autorreferentes que pretenden dejar de lado la heterorreferencia. Los imaginarios sociales, a diferencia de las ideologías, nos permiten percibir la contingencia de nuestras propuestas y la necesidad de propuestas alternativas que mantengan abierta la operatividad de las sociedades. Ya hace tiempo que se mostró que las sociedades cerradas conducen a la más extrema desdicha a sus ciudadanos29. La alternancia cerrado/abierto, autorreferencia/heterorreferencia parece constituir un código orientador de cualquier programa de construcción de un orden social que posibilite la permanencia e incremento de la vida, la conciencia y la comunicación en nuestras sociedades. 

 

D. ÁMBITOS DE CONTINGENCIA 

Los Imaginarios Sociales se construyen y desconstruyen en tres ámbitos diferenciados: 

1. En el del sistema específico diferenciado (política, derecho, religión, ciencia, etc.) 

2. En el de las organizaciones que concretan la institucionalización del sistema (gobiernos, bancos, Iglesias, Academias, etc.) 

3. En el de las interacciones que se producen entre los individuos en el entorno del sistema 

 

1. Hablamos de ámbitos de contingencia para referirnos a los diferentes niveles de abstracción desde los que se pueden observar nuestras sociedades, y en los que aparecen aquellos esquemas que denominamos imaginarios sociales. Como cualquier proceso social observable está sometido a variaciones permanentes, en este caso de construcción y desconstrucción como esquemas válidos de percepción de las realidades. Pero estas variaciones no tienen la misma importancia ni el mismo ritmo. Lo que en otros marcos teóricos se denominan «cultura» o «tradición» y en una versión más compleja «normas, valores y símbolos»30, serían indicados aquí como el nivel más abstracto de los imaginarios, aquellos construidos en el ámbito más general de un sistema social dado o de los sistemas sociales diferenciados. En algunos casos proponen determinadas formas de concebir los «medios» propios de cada sistema (poder, dinero, amor, saber, etc.). Así nos podemos encontrar con que determinadas teorías del poder no encuentran una recepción generalizada en un Estado, mientras que otras, quizás menos complejas, encuentran una amplia resonancia. Ello se debe, por ejemplo, a que determinadas observaciones de primer orden parecen equiparar “poder” y “capacidad destructiva”, mientras que otras percepciones identifican “poder” con “hacer favores”. 

2. Sin embargo, un nivel de mayor movilidad de los imaginarios sociales se sitúa en construcciones más concretas que nos proponen las diferentes organizaciones que entran en el juego del desarrollo programático de las respuestas diferenciadas del sistema. La orientación básica de este nivel tiene que ver con las estrategias de modificación de conductas y la creación de hábitos, por ello se expresa del modo más masivo en la publicidad y sus formas retóricas. Las organizaciones implicadas en la operación funcional de los sistemas tratan de generar determinadas percepciones que provoquen automatismos en las respuestas de los individuos. Si ampliamos el ejemplo anterior a este nivel, nos encontraríamos con los intentos de los diferentes partidos políticos o de instancias institucionales, de generar un imaginario social de la «democracia» o lo «democrático» que se corresponda con las propuestas propias y excluya como “no democráticas” las de los oponentes. 

3. Un mayor nivel de concreción nos lo proporcionan las interacciones. Más concreto, pero más efímero. Tomemos, por ejemplo, los diferentes imaginarios sociales con los que se construye una relación de «confianza». Cada vez somos más conscientes de que la dicha confianza abarca campos muy diversos: desde la que implica votar a determinado partido, hasta la que podemos tener con el que nos vende los alimentos, pasando por la que tenemos que depositar en nuestras personas más allegadas (familiares, amigos, colaboradores en el trabajo). Un exceso de expectativas nos conducirá inevitablemente al fracaso; la carencia de ellas nos alejará de posibilidades de crecimiento. En la construcción de este imaginario van a tener una importancia decisiva nuestras experiencias en las distintas y distantes comunicaciones que establezcamos a través de nuestros roles. Con la particularidad de que la “confianza” es siempre producto de una relación, de muchas interacciones, no de la voluntad, la imaginación o la racionalidad con que orientemos nuestra propia conducta, sino del resultado de encuentros sucesivos de «ego y alter»31. De ahí que la confianza no se define por lo que uno hace (fiarse, confiar), sino por cómo los demás lo consideran (digno de confianza, fiable). Sobre este tema y otros semejantes se han construido a lo largo de los siglos multitud de sentencias, aforismos y refranes que tienen o tuvieron una enorme fuerza coactiva sobre la percepción y las creencias de los individuos32, y con ello son materiales de la máxima importancia para escudriñar la construcción histórica de diferentes imaginarios. Pero con esto entramos ya en el apartado siguiente. 

 

E. PROCEDIMIENTOS 

1. Crítica de las «evidencias» 

2. Construcción de «observables» 

3. Mecanismos que se activan en un doble nivel: 

  3.1. Observación de primer orden (se cuenta lo que se ve) 

  3.2. Observación de segundo orden (se observa cómo y desde dónde ve y cuenta el Observador de 1er orden) 

4. Mediante la aplicación del código RELEVANCIA/OPACIDAD 

 

En la actual configuración de las ciencias sociales, y en particular de la sociología no es posible permanecer en el campo teórico inmune a la contaminación empírica. Porque la empiría no es un concepto abstracto que se pueda manejar inocentemente por la “aplicación” de “unidades” y “medidas” a las masas de datos. No hay que recordar aquí que el dato es un “factum”. La supuesta ingenuidad de los marcos teóricos positivistas se desvela en las investigaciones empíricas como presupuestos ontológicos indemostrables que están directamente implicados en la pretensión de una realidad única, inamovible y fuera del tiempo y de la contingencia. 

Nuestra propuesta se enmarca decididamente en el conjunto de teorías constructivistas33, cuyo principio básico lo enuncian varios autores (Von Foerster, Luhmann, Schmidt…) del siguiente modo: “Todo lo que puede ser observado y descrito lo es por un observador con la ayuda de una distinción”34. Por ello planteamos un procedimiento de investigación que comienza con dos principios orientativos: la crítica de la evidencia y la definición de lo observable. Veamos qué significa cada uno de ellos. 

 

1. Crítica de las «evidencias» 

“La evidencia es la verdad”sería el principio epistemológico básico de una posición teórica plenamente posmoderna. Aquello que no se discute, aquello “en lo que todos estamos de acuerdo”, aquello “que saben hasta los niños”, lo “natural”, lo supuesto, lo evidente, eso es lo verdadero. Dos o tres siglos de criticismo no han logrado impedir que vuelva a restablecerse, casi como norma, el valor cognitivo simple de las percepciones inmediatas y generalizadas. Pasaron casi 400 años desde que Galileo Galilei empezó a tener dificultades administrativas por hacer afirmaciones que contrastaban con las “evidencias” de sus contemporáneos. Los que se han atrevido a tener posiciones que, en uno u otro campo, contradecían lo que para la mayoría era evidente han tenido siempre problemas de diferentes tipos, aunque con posterioridad a su muerte, en algunos casos, se haya reconocido la validez de sus afirmaciones. Es este uno de los riesgos principales del conocimiento y del conocimiento específico que se le atribuye a la ciencia. Sólo en tiempos inquietos se ha podido reconocer el valor epistemológico de la sospecha. La sospecha como método de conocimiento (Ricoeur). La pregunta como cuestionamiento de la evidencia. En tal tesitura podemos llegar a comprender que “las evidencias no son tan evidentes”. 

¿En qué sentido? En el de que la evidencia excluye la reflexión acerca de los procesos a través de los cuales se construye como tal, y la reflexión acerca de la supresión de las diferencias en esa construcción. Veamos ambas cuestiones más de cerca. 

“Certeza clara, manifiesta y tan perceptible, que nadie puede racionalmente dudar de ella” (DRAE). Según la Academia, lo peculiar de la evidencia es precisamente esa particularidad de que nadie racionalmente puede dudar de ella. Y confirma María Moliner: “Tan claro que resulta indudable o innegable”. El decaimiento de la razón como argumento de la validez máxima y universal nos ha llevado a encontrar sustitutos funcionales de esas atribuciones. Para ello se recurre ahora no a la coherencia de la argumentación o a la lógica del discurso sino a la consideración de algo como presente ante los propios ojos, como inmediatamente accesible a nuestros sentidos, en particular la visión (e-videns): de lo que vemos no podemos dudar. Pero, ¿cómo se vuelve algo evidente? Después de Galileo, la evidencia generalizada no es la norma del saber. En las sociedades de las “neotecnologías” sabemos que cualquier cosa se puede “hacer presente”, cualquier dato dudoso se puede convertir en cierto, cualquier acontecimiento puede desaparecer. 

¿Por qué vemos lo que vemos? Porque se nos pone delante, es decir porque se producen procesos definidos que hacen que cualquier cosa, por más extraña, inaudita y exótica que sea, pueda aparecer en la pantalla de nuestro televisor o en el monitor de nuestra computadora. La cualidad de “evidente” es siempre algo construido. Por ello el primer paso del procedimiento de investigación de los imaginarios sociales tiene que ser la crítica de las evidencias presentes acerca del tema o asunto que nos ocupa35. Tenemos que poder traer ante nuestros ojos lo que serían las creencias comunes de nuestros grupos sociales acerca, por ejemplo, del tema del “poder”, la “salud”, la “seguridad”, etc. Y descubriremos que esas evidencias tienen siempre un “punto ciego”36 que no puede ser observado por el observador de primer orden, como veremos más adelante. Es más nos encontramos con diferentes perspectivas desde las que se establecen esas evidencias. Por ejemplo, en una situación catastrófica, los afectados tenderán a resaltar los daños producidos, mientras que los que toman decisiones pertinentes tenderán a minimizarlos37. No hay, por tanto, evidencias permanentes, sino que la construcción de la permanencia de las evidencias se consigue a través de un segundo procedimiento: la supresión de las diferencias

Las variaciones en la construcción de lo evidente se ha explicado, históricamente, por la apelación a la “subjetividad” del observador. No vamos a entrar tampoco ahora en la compleja problemática que supone el uso de la distinción «sujeto/objeto» en la investigación de las ciencias sociales. La indebida generalización propuesta por las diferentes escuelas ilustradas del concepto de sujeto como principal obstáculo epistemológico en la práctica de la ciencia “objetiva” (y neutral) nos ha introducido en una problemática muy amplia pero sin salida alguna, aporética. La teoría de sistemas ha logrado salir de tal “cul-du-sac” al sustituir tal distinción por la de “sistema/entorno”. Ampliaremos esta discusión en otros escritos, contentándonos aquí con señalar que las certezas se construyen como inmutables a través de la supresión de las diferencias. ¿Qué diferencias? En primer lugar, la diferencia que supone la distinta ubicación social de los observadores. La mayoría de los estudios sobre la pobreza se llevan a cabo por “no-pobres” que observan a los pobres. Justamente el lado no marcado en la distinción “pobres/no pobres”. Lo mismo se puede argumentar en investigaciones que frecuentemente se presentan con signos de cientificidad (porcentajes, estadísticas, encuestas, etc.), por ejemplo sobre el maltrato femenino, sobre el desempleo, sobre niveles de lectura o sobre diferentes aspectos de la denominada “juventud”. En la mayor parte de los casos los que están ubicados en un lado de la realidad social hablan y describen “el otro lado” o asumen la “perspectiva de Dios”, por encima de la distinción (ver Figura 1). 

 

 

Pero hay muchas más diferencias: la posición propia de un sexo o del otro, las posiciones generacionalmente diferenciadas, las ubicaciones en el espacio (rural, urbano, suburbano, encrucijadas, fronteras, etc.), o las más delicadas diferencias en las creencias religiosas o políticas, o en la asunción de roles diferenciados en el trabajo, la familia, la vida cotidiana. En la mayor parte de los diseños investigativos se produce esta difícil tesitura de plantear una observación del otro lado, del que no sabemos lo que no sabemos. 

 

2. Construcción de «observables» 

Una vez que hemos realizado la primera función crítica de la evidencia generalizada sobre la cuestión que tengamos la pretensión de investigar trataremos de diseñar un procedimiento que tenga en cuenta las diferencias. Las diferencias que sean pertinentes para la investigación: unas veces las perspectivas de construcción de realidad son fácilmente identificables (las posiciones y roles respectivos al interior de una familia), otras implican una especial complejidad (diferencias culturales, religiosas o políticas en el trabajo, estudios sobre emigrantes, elaboraciones valorativas de los grupos de jóvenes, etc.). Lo que es necesario es tratar de definir las diferentes perspectivas implicadas en la búsqueda de los resultados. 

En el caso de los imaginarios sociales es necesario distinguir también entre “fabricantes” de realidad y procesos diferenciados de “recepción”. No se ven como reales las mismas cosas en “Lo que el viento se llevó” por un joven urbano de veinte años que por un jubilado a medio camino entre lo rural y la ciudad. Por lo tanto la eficacia de las construcciones depende en gran parte de los sistemas y modos de recepción. Ahora bien, podrían percibir ambos públicos diferenciados un imaginario del amor romántico muy semejante. 

En cualquier caso lo que se trata de fijar en ese diseño son los límites de lo observable. Buscamos materiales sobre los que se puedan establecer procedimientos de observación. Y partimos de que no todo es observable. Es más, hay cuestiones que desbordan cualquier tipo de observación: por ejemplo, una de las más comunes es la llamada “intención” (p.e. “de voto”). Nadie puede afirmarla con respecto a la voluntad de los individuos previamente a la votación. Hay constancia de que los sondeos que preguntan al votante a la salida de local electoral tampoco reproducen la subsiguiente realidad. Sólo los resultados electorales (por mesas, ciudades, provincias, etc.) pueden ser observados en agregado. Sería ilegal pretender violar el secreto del voto y todo investigador conoce los imponderables o pondera con determinados sesgos y sabe que lo que da como resultado es siempre una probabilidad. Hay otros muchos fenómenos sociales no observables ni directa ni indirectamente. Y aquí tenemos que establecer nuestros límites. Sólo podemos observar lo observable y eso observable se construye en cada investigación particular. 

 

3. Mecanismos que se activan en un doble nivel 

Los procedimientos de observación utilizan diferentes mecanismos para conseguir su objetivo de establecer unas buenas descripciones de lo que pretenden observar. En los casos clásicos de los estudios de campo antropológicos se emplea la distinción de “participante/no participante”, así como también, para las posteriores explicaciones, la distinción “emic/etic”. Nosotros utilizaremos otra distinción que nos parece más apropiada a los fines de nuestras investigaciones y que procede del campo de la cibernética: 

3.1. Observación de primer orden (se cuenta lo que se ve) 

3.2. Observación de segundo orden (se observa cómo y desde dónde ve y cuenta el Observador de 1er orden) 

La posición de Luhmann asume la observación, bajo determinadas circunstancias, como el procedimiento más fiable de acceso a la “realidad”. Pero la observación nunca puede ser exterior al sistema. La Modernidad (o la Ilustración) supone la no operatividad de un observador divino (independientemente de la cuestión de su existencia) como garantía epistemológica de la posibilidad del conocimiento intramundano (ver Figura 1)38

Partamos de la definición más sintética de observación: 

Observar es, como repetimos siempre, generar una diferencia con la ayuda de una distinción, que no deja fuera con ello nada distinguible. En el medio verdad el sistema comunicativo sociedad constituye el mundo como una totalidad, que incluye todo lo que es observable y hasta el observador mismo. Con ese objetivo se establece en el mundo un sistema observador que se observa a sí mismo, que tiene disponibilidad sobre el valor reflexivo de la falsedad (y tiene disponibilidad también sobre lo observable, lo empírico y lo fáctico, evidentemente) y de ese modo puede marcar algo cuyo correlato no puede ser atribuido al mundo. El refinamiento de esta distinción verdadero/falso consiste precisamente en que es utilizable operativamente, por tanto que funciona empíricamente (lingüísticamente) en el mundo, pero que al mismo tiempo, en cuanto distinción, no se proyecta sobre el mundo. La distinción no presupone ningún mundo correlativo para la falsedad. El mundo excluye e incluye la falsedad, y esto es también válido en el uso de los códigos sobre sí mismos, en la investigación de la verdad y también en la observación de la propia paradoja. 

Pues el observar no es otra cosa que un señalar diferenciante39

Los componentes fundamentales de la operación son tres: distinción de la diferencia, construcción de la marca (de un lado de la diferencia) como posición, y establecimiento de la unidad inseparable de marca y diferencia (ver de nuevo la Figura 1)40

En uno de sus últimos trabajos sobre la cuestión de la posibilidad de observación de las estructuras latentes41 cita Luhmann una frase de von Foerster que desde su oscuridad paradójica nos puede iluminar las explicaciones que tratamos de dar. La frase es la siguiente: No se puede ver que no se ve lo que no se ve 42. 

No se puede entender esta afirmación si partimos de una supuesta unidad de un sujeto cognoscente que se sitúa frente a un objeto, pues el sujeto o ve o no ve, puede ver o no puede ver. Lo mismo sucedería si colocamos a una serie de sujetos que contemplan el mismo mundo (nivel de la “intersubjetividad”). 

Pero podríamos comenzar a entenderla si hacemos caso del slogan: “Draw a distinction” de Heinz von Foerster. Observar se convierte entonces en la elaboración de una distinción, una operación con una estructura bastante compleja. Una distinción tiene siempre dos partes, consiste propiamente en una frontera que hace posible diferenciar ambas partes y pasar de una a otra. El sentido que tiene la separación de ambas partes y su marcaje por la forma de la distinción, es obligar al observador a salir de una parte de lo distinguido (y no de la otra). Se tiene que indicar lo que será observado; hay que “dar una referencia”. Con ello damos también una indicación que se mantiene oculta, que hay otra parte de la cual, al menos provisionalmente, no hablamos. 

La observación sería una operación que utiliza una distinción para marcar una parte y no la otra. Una operación, por tanto, con dos componentes: la distinción y la indicación de la marca, que no pueden ser fusionadas ni separadas. Ello nos lleva a preguntarnos por la distinción misma que no pertenece ni a uno ni al otro lado y queda, con ello fuera de la posibilidad de observación, inobservable, pues no puede ser marcada ni en uno ni en otro lado. Por eso la distinción es el “punto ciego”, que en cada observación se presupone como la condición de su posibilidad: el observador es lo no-observable43

De ahí la necesidad de una «observación de segundo orden» para poder establecer un procedimiento científico de construcción de la realidad social. Se produce una observación de segundo orden cuando se observa a un observador en cuanto observador. “En cuanto observador” significa: con respecto al modo y manera como observa; es decir, en relación a la distinción que utiliza para marcar un lado y no otro. 

Pero podemos apreciar algunas dificultades en estos planteamientos. Por ejemplo, la de que la operación básica de la observación garantiza a sí misma su propia realidad; no adquiere su realidad de aquello que observa, ni tampoco, en la observación de segundo orden, del observador al que observa. No depende del consenso, sino que tiene el mismo valor de realidad cuando provoca el disenso. Le basta el ser realizada fácticamente44. Tiene que tener éxito como operación, pero ¿cómo es esto posible? 

Una secuencia organizada, anticipatoria y recurrente, de operaciones tiene que observarse como sistema, distinguirse por tanto de un entorno operativo inaccesible. Tiene que poder observarse la secuencia de operaciones como señalamiento de fronteras, como localización de los pertenecientes y como destierro de los extraños. Se tiene que poder observarse a sí mismo como sistema operativo (lo que no tiene que significar, sistema observador). Se tiene que poder distinguir entre la autorreferencia y la referencia externa. Lo propio de sus propiedades, eso es el sistema. El sistema como frontera, como forma con dos lados, como distinción entre sistema y entorno. Con ello se clarifica lo que viene a significar observar a un observador. Es decir: observar un sistema que realiza por su parte operaciones de observación45

 

4. Mediante la aplicación del código RELEVANCIA/OPACIDAD 

La observación de segundo orden que proponemos para descubrir las construcciones de realidades a través de los imaginarios sociales utiliza un código que opera como su “punto ciego” y que le permite establecer observaciones de los observadores de primer orden. 

Pasemos pues a explicar el funcionamiento del código «relevancia/opacidad». La distinción procede claramente de las tecnologías de reproducción visual. El foco de la cámara que graba lo visible produce siempre una diferencia, inicialmente material: lo visible, lo que aparece «en el campo» y lo que queda «fuera de campo», y por tanto invisible, desde la posición o para la perspectiva que asume y trasmite la cámara en cuestión. Un ejemplo cotidiano de este hecho lo tenemos en las retransmisiones deportivas, especialmente de fútbol, por televisión. Se producen en un mismo instante temporal diferentes «realidades» dependiendo del punto de vista que se asuma. El árbitro no es omnisciente, no puede «verlo todo». Se necesitan por tanto varias cámaras que asuman perspectivas distintas para definir «lo que realmente pasó». Pero, ¿qué interés puede tener esa realidad a posteriori si el árbitro ya ha decidido acerca de la realidad que vale para el resultado del partido? 

Tenemos, por tanto, que no existe un punto de vista privilegiado, un punto de vista no limitado por la geometría y el tiempo desde el que se pudiera definir linealmente46 la realidad como única, como verdadera, como válida universalmente, como auténtica, como cierta. Estaremos siempre en la situación de limitación en la definición de realidad, ya que tendremos que asumir que diferentes perspectivas establecerán diferentes relevancias e ignorarán diferentes opacidades. Como estamos tan habituados a la percepción lineal de los objetos nos extrañamos de que nuestras percepciones desborden ampliamente la capacidad de ser representadas en un plano. Por ello nos acucia la manía de la pretensión racionalista de que nuestro conocimiento se adecue a «la realidad». Que toda realidad sea susceptible de ser percibida en el plano de la visibilidad, la mensurabilidad y la exclusión de una tercera posibilidad. 

En cada caso concreto de aplicación del modelo el código «relevancia/opacidad» operará en un doble nivel. Mientras que a través de los programas que desencadena opera «construyendo relevancias en los productos mediáticos que se toman como corpus a analizar» y expresándose en los diferentes «campos semánticos» que suponen «horizontes hermenéuticos diferenciados», en esas mismas operaciones desarrolla programas que mantienen la opacidad como «campo no marcado», manteniéndose así el código como «punto ciego», como focos o ejes de construcción de la realidad del imaginario expresado por la elipse. 

Pero este código de construcción de realidad vendrá formulado con contenidos diferentes dependiendo de la perspectiva que se asuma en la definición del imaginario. ¿Qué duda cabe que en la construcción del Imaginario Social, por ejemplo, del «Dinero» se van a percibir (y resaltar) aspectos bastantes diferenciados según se asuma la perspectiva del sistema económico «tener/no tener» o la del sistema de la religión «inmanencia/trascendencia»? Y dentro de cada sistema, según las posiciones desde las que el sistema se autodescribe, resultarán privilegiadas determinadas relevancias (o, mejor dicho, la realidad se hará coincidir con ciertas relevancias y no con otras) y se presupondrán distintas opacidades. Por ello, no podemos pensar el concepto de imaginarios sociales y su código correspondiente como vinculado a una función y a un sistema específico, sino que tendremos que pensarlo como un «metacódigo» que atraviesa los diferentes medios en los que los subsistemas generan formas diferencialmente funcionales para la sociedad (sistema/entorno). 

Antes de concluir estos apuntes sobre el código propio de los imaginarios tenemos que salir al paso de una lectura posible de la aplicación dual del código. Asumo aquí la perspectiva luhmanniana acerca de los códigos y, sobre todo, acerca de los dos lados del código. El código no sustituye la realidad observable, la programa en su dinámica de diferencia y de unidad de la diferencia47. No sería por tanto correcto, desde nuestra perspectiva establecer la diferencia del código como diferencia de la práctica de la observación. No habría una observación específica de las relevancias y otra de las opacidades, sino que observando las relevancias, y sus mecanismos de descripción (priorización, narrativización, naturalización, etc.) que organizan el relato de su realidad como construida, se puede llegar a definir las opacidades de lo presente como ausente, de lo preterido, de las diferentes formas de programación de la contingencia. Podríamos así decir que los imaginarios sociales son la «forma» que representa la unidad de la diferencia relevancia/opacidad. 

Con estas consideraciones sólo nos falta para completar nuestra explicación de la Teoría y Metodología de los imaginarios sociales exponer brevemente el modelo operativo que sugiere un algoritmo programático que necesariamente tendrá que ser modificado con las sucesivas aplicaciones empíricas a temas relevantes. 

  

F. MODELO OPERATIVO 

1. Referencias espacio-temporales de lo observable: eje de coordenadas

1.1. Duración

1.2. Institucionalización 

2. La construcción bifocal de la realidad social

2.1. Referencias semánticas: construcción de prioridades de significados:

Relevancias (1…4), elipse

2.2. Referencias a las perspectivas de construcción de realidades: focos y ejes 

3. Opacidades: lo “fuera de campo”, la distinción propia del observador de primer orden, la lucha entorno a los imaginarios sociales 

 

1. El marco de referencias espaciotemporales 

Los sistemas de pensamiento posteriores a Kant han asumido que el esquematismo espacio-temporal es una condición de posibilidad básica para poder establecer un discurso sobre cualquier tipo de experiencias y elaboraciones conceptuales con pretensión de comunicabilidad. Las ciencias sociales han cuidado estrictamente la ubicación histórica, geográfica y cultural de sus programas de investigación. Pero lo que posteriormente sucedía en las investigaciones concretas manifestaba una enorme dispersión de concepciones básicas acerca de estas referencias. 

No vamos a entrar aquí en la discusión de los diferentes modelos, ya que en este campo la ideología positivista mantiene aún unos reductos inexpugnables cuyo “numantinismo” cuantitativista se desvela cada vez más frecuentemente como legitimaciones vergonzantes de situaciones de dominación y de privilegio. Nos limitaremos a presentar nuestra propia alternativa, y explicar sucintamente los elementos que la integran. 

1.1. Duración 

El eje de las abscisas dentro de las coordenadas cartesianas ha solido representar el paso del tiempo bajo forma lineal. Entendemos, desde un universo simbólico simple, que el trazo de una línea horizontal de izquierda a derecha en un plano vendría a significar la trayectoria del pasado (situado a la izquierda, en el origen de la línea al ser nuestra escritura de izquierda a derecha), mientras que el punto final (situado a la derecha) indicaría el futuro. Dentro de esa misma simplificación elemental, el punto central de la línea implicaría una referencia al presente, al momento actual. 

La representación que nosotros proponemos se aparta de este esquema, no tanto en el marco espacial de representación (trayectoria izquierda-derecha), cuanto en la concepción de la temporalidad. No concebimos que los fenómenos sociales se ubiquen en momentos temporales discontinuos, que se determinen como objetos cuya existencia como “cosa” aparece o desaparece puntualmente, sino que lo que convierte determinados fenómenos de la experiencia en sociales es precisamente su permanencia, su duración

Pero esta duración en el tiempo experimentable por los sujetos, si bien es un modo de continuidad en la existencia, tiene también sus límites. Dicho de otra manera: la duración implica una tensión entre dos situaciones de duración y de no-duración; aquella en la que algo “todavía no...” ha entrado en el campo de la experiencia, en el ámbito de la existencia más allá del pensamiento o el deseo de un sujeto, y aquella otra en la que “Ya sí...” aparece en la existencia. Quedan así fundidos en uno el pasado y el futuro; la precaria existencia de lo que dura nos indica la debilidad ontológica de toda realidad presente48. Tendríamos entonces el primer elemento del modelo operativo (Figura 2). 

 

1.2. Institucionalización 

El eje de coordenadas se va a completar con la referencia a la ubicación espacial de los fenómenos sociales. Pero una consideración social del espacio encierra también ciertas complejidades. Pensamos que en este contexto no era lo primario una consideración del espacio como lugar de representación de lo simbólico, aunque nuestro lenguaje común esté trufado de este tipo de sistemas de referencia (“norte/sur”, “izquierda/derecha”, etc.). Tampoco nos parece una generalización suficiente la que se produce al delimitar el espacio (establecer fronteras, centros/periferias, etc.), o al considerar su uso o función social49

Sin embargo sí creemos relevante la función de institucionalización que se opera a través de una ubicación espacial. Esta institucionalización puede expresarse en valores continuos que se refieren a un arco de tensión entre el comienzo de la función institucionalizadora (“Ya sí...”), que lo diferencia de fenómenos aún no institucionalizados, y el final o la desaparición del modo institucionalizado de existencia social que linda con las nuevas posibilidades de institucionalización (“Todavía no...”). Podemos entonces completar nuestro eje de coordenadas (Figura 3). 

 

 

La ubicación espacio-temporal de los fenómenos sociales observados es una condición para no recaer en la metafísica (como ya indicábamos anteriormente al describir la necesidad de trabajar sobre «observables»), como está empezando a suceder en ciencias de amplia tradición, pero todavía no nos proporciona una guía para operar metódicamente y establecer las necesarias distinciones y los correspondientes campos de significado. 

 

2. La construcción bifocal de la realidad social 

    2.1. Referencias semánticas 

    2.2. Referencias a las perspectivas 

Las metáforas geométricas han tenido una amplia difusión en filosofía y en ciencias, sobre todo a la hora de la construcción de modelos y tipificaciones. Mientras que determinados planteamientos proponían el círculo, la espiral y demás figuras equilibradas y equidistantes generadas desde un centro, otros preferían una figuración de estratos o de estructuras con bases y superestructuras. Siendo plenamente consciente de los peligros que se corren de simplificación de los complejos problemas de la necesaria abstracción teórica, creemos a pesar de ello que todavía se pueden proponer determinados tipos de representaciones geométricas que busquen situar en otro nivel de comprensión lo que los conceptos sitúan en el puramente racional. Estas representaciones no eximen del “sufrimiento del concepto” pero pueden proporcionar una puerta de acceso al nivel conceptual que de otro modo permanecería clausurada. 

Una metódica que establece que la realidad se construye a través de la diferencia nos está proponiendo un tipo de curva que todos reconocemos y que se denomina elipse. No podemos entrar aquí en consideraciones matemáticas sobre las propiedades de esta curva50, sino señalar que la base de su capacidad de representación es siempre dual (ejes, focos, plano y cono, etc.), y que a partir de esa diferencia se establece una regularidad matemática, una simetría, una constancia. 

Nuestra propuesta metódica consiste en comenzar definiendo, en cada problema propuesto a la investigación, cual sea la construcción de las diferentes relevancias que varían según provengan de perspectivas diferenciadas. En el ejemplo que utilizamos anteriormente de un partido de fútbol, parece bastante claro que hay tantas versiones del mismo cuantas perspectivas se toman sobre los sucesos que ocurren: 1) los partidarios del equipo A, 2) los partidarios del equipo B, 3) el árbitro. Tenemos entonces que una misma realidad es construida como diferente según se asuma una u otra perspectiva. Por convenio hemos aceptado que la perspectiva válida que define el resultado es la del árbitro. Por tanto, “la única realidad” es la percepción que el árbitro tiene de lo que sucede, aunque “posteriormente” se demuestre (vía moviola) que estaba en el error. La cuestión se puede hacer mucho más compleja si tenemos en cuenta que hay varios árbitros (de línea) y que algunos resultados de encuentros se han variado posteriormente por defectos de forma (alineación indebida, etc.). Cada una de las perspectivas, después de cada partido cuenta lo que ha visto y no puede percibir su punto ciego desde el que construye «la realidad» que siempre es realidad para él y para los que comparten su perspectiva. Pensemos que muchas conversaciones y disputas acaloradas han ocupado el tiempo que muchos ciudadanos dedicaban a la comunicación con sus semejantes sobre todo los lunes (antes, ahora casi todos los días de la semana). Veamos la representación en la Figura 4. 

Pensemos que el ejemplo puede ser considerado trivial para muchos ciudadanos, pero este modo de observar de segundo orden es el propio de los denominados “Medios de Comunicación Masiva”51. La operación a realizar que indica nuestro modelo, después de las ubicaciones espacio-temporales del tema a investigar, consiste en seleccionar aquellas observaciones que producen los diferentes medios que nos describen un suceso (diarios, revistas, informativos TV, radio, etc.) en el caso de intentar descubrir cómo se construye «la realidad» de determinados acontecimientos: catástrofes (11 de septiembre, Prestige, etc.), elecciones políticas, cuestiones debatidas (usos de la biotecnología…) y diferentes problemáticas observables en cuanto imaginarios sociales específicos: salud, trabajo, pobreza, familia, enseñanza, etc. En algunos de estos casos también es muy necesario tener en cuenta los discursos publicitarios que se emiten constantemente por emisores audio-visuales o en soporte papel. 

En cualquier caso los procedimientos que sugiere el modelo son la utilización de distintas técnicas de recogida y análisis de datos y de discursos que se tendrán que decidir en cada investigación concreta. La perspectiva que utiliza nuestra observación de segundo orden (recuérdese: no observa lo que el observador de primer orden observa, sino su punto ciego, la distinción con la que observa, cómo y desde donde observa, cómo selecciona lo que percibe y cómo percibe lo previamente seleccionado, cómo utiliza los sentimientos, las emociones, la cercanía o la lejanía objetivante, etc.) parte del código «relevancia/opacidad» en el que el lado positivo es la «relevancia». Tenemos por tanto que observar los procedimientos por los que los diferentes emisores (descriptores e interpretadores) nos transmiten los rasgos definitorios de “su” realidad que pretende siempre ser “la” realidad. 

De ahí que cada perspectiva diferenciada (a, b, c, n) asuma diferentes prioridades es la presentación de sus relevancias (ver de nuevo Figura 3): “Relevancia 1, 2, 3, 4”. En nuestro modelo incluimos sólo las relevancias priorizadas del la 1ª a la 4ª por dos motivos: 1) porque no consideramos como relevantes categorías aisladas lingüísticamente, sino «campos semánticos» que incluyen distintas categorizaciones de significado; y 2) porque al trabajar con técnicas cualitativas no pretendemos representatividad estadística sino que buscamos el sentido de la complejidad. Por ello los mecanismos de la relevancia se construyen reiterativamente y no suelen superar las diferenciaciones en más de cuatro campos semánticos. 

El resultado de la aplicación de técnicas específicas a los datos organizados se presenta entonces en esos cuatro campos de relevancias que definirían cada sector de la elipse que representa al imaginario investigado. Cada uno de estos cuatro campos podría llegar a clarificarse algo más si situamos a cada uno de los sistemas en relación a un entorno u horizonte de comprensión del significado. Es lo que algunos fenomenólogos denominan «horizonte hermenéutico». Pero eso nos llevaría a una complejidad excesiva en este momento. 

 

3. Opacidades 

Lo “fuera de campo”, la distinción propia del observador de primer orden, la lucha entorno a los imaginarios sociales. 

No estaría completa la investigación en el algoritmo que propone el modelo si dejáramos fuera «el otro lado» del código «relevancia/opacidad». El modo de transferir la teoría en la que nos basamos al modo de operar sobre lo observable nos obliga a mantener la coherencia con lo que aludíamos más arriba: “No se puede ver que no se ve lo que no se ve”. Nuestro modelo no propone un estudio de la opacidad semejante al que ha seguido con las relevancias. Porque las opacidades no son cosas distintas de las relevancias sino que se construyen en la operación de hacer algo relevante, como decíamos allí. Lo que no se ve (las opacidades) sólo pueden ser observadas a través de las relevancias y la construcción de las mismas. De esta manera se plantea una respuesta posible a la sospecha que ronda siempre que tratamos de acceder al desvelamiento de lo ocultado: la denominada “subjetividad”, cuyo ejemplo más primario serían las teorías de la conspiración52. En ellas, de unos “indicios” o “señales” se deducen entidades inobservables e indemostrables, pero que producen la satisfacción de la coherencia racional. 

Nosotros, más bien, ofrecemos un modelo que considera la curva elíptica como la representación del imaginario correspondiente y en cuya construcción intervienen dos focos y una constante k (siempre mayor que la distancia entre los focos53. Con estas referencias que se pueden transferir al modelo operativo tenemos dos lados de la curva: 1) el que toca al exterior de la curva, en los cuatro sectores y que viene definido por los campos semánticos señalados generados por las distintas relevancias y su priorizaciones; y 2) el lado interno de la curva en tanto en cuanto que generada desde los focos. Esos focos serían la distinción que funge como punto ciego propio de la perspectiva específica desde la que se construye la realidad y que en nuestro modelo denominamos «opacidad». Si tomamos el modelo de la Figura 3 y lo giramos sobre el eje de las abscisas tendremos la Figura 5. 

Los focos aquí denominados «opacidad A» y «opacidad B» constituyen el punto ciego desde y con el que trabaja el observador de primer orden, y al que hemos podido llegar a través de la observación de las relevancias y sus procesos constructivos. Queda así claramente establecida, como distinción la diferencia generada por las tecnologías visuales54 entre “dentro de campo” y “fuera de campo”: la realidad no se ubica en el primero sino que se constituye por la relación compleja de ambos. Con la variación de las perspectivas diferenciadas de construcción variarán las relevancias y también las opacidades. Cada una de las perspectivas tiene un punto ciego que le impide ver lo que no ve, que sólo le permite priorizar unas relevancias e ignorar las opacidades desde las que esas relevancias pretenden ser la única descripción de la realidad indicada. 

Resumiendo el modelo y volviendo a representarlo en un plano tendríamos la Figura 6.  

La denominación bajo la que hemos presentado esta figura no es arbitraria. Cuando llegamos a concluir con éxito el camino de nuestra investigación, el producto resultante no es un “mapa” en el que se puedan especificar medidas cuantificadas de variables previamente definidas, sino que vendría a proporcionar un punto de partida desde el que formular hipótesis explicativas de los fenómenos investigados. Lo que a través de nuestro procedimiento llegamos a establecer es un mapa del “imaginario social”55, una perspectiva de conjunto, construida analíticamente, pero que permanecería totalmente muda e intransparente si no se recorre paso a paso por sus distinciones. Hay que establecerlas después de discutir las diferentes posibilidades de distinción. Hay que marcar una de las perspectivas, uno de los lados, para poder observar lo que en él sucede sin la pretensión de establecer un “punto alto” (siempre exterior al plano de la construcción de la realidad) desde el que se dominen los dos campos, porque recordemos el postulado esencial del análisis sociocibernético: que “no vemos aquello que no vemos” desde el momento que marcamos un lugar, y que sólo podemos realizar una observación desde una perspectiva. 

Tenemos así, fundamentado en la distinción inicial, un procedimiento analítico para desentrañar las complejidades de los fenómenos sociales construidos como realidad social. Nuestra propuesta metódica no trata de excluir a otras sino de ofrecer una base suficientemente sólida de aplicación de otros métodos y técnicas para tratar de conocer el mundo en el que nos movemos y cuáles son los dispositivos más eficaces para construirlo como realidad. 

Pero como esa acción constructiva está vinculada al poder, al conocimiento y a las pretensiones de dominación el campo de los imaginarios sociales es un campo de lucha. Lucha por la permanencia de unos imaginarios de sumisión al poder y por la implantación de unos imaginarios que saquen a la luz la contingencia fundamental de todos los poderes. Lucha por el mantenimiento de unos imaginarios que promuevan las formas dogmáticas de la configuración de verdades y por la irrupción de imaginarios caóticos vinculados a la construcción de los caminos del orden más que al establecimiento de metas. Lucha, sobre todo, por la preeminencia de los imaginarios que reunifican las realidades en una sola, religando fragmentos para convertirlos en totalidades y lucha por unos imaginarios que restablezcan las posibilidades de decisiones autónomas de los individuos interconectados en redes sociales de autoayuda. Son los viejos temas, filosóficos y sociales, bajos formas nuevas de pensamiento, percepción, e intervención. La mudanza no la introducimos nosotros es la sociedad la que está cambiando por su cuenta. El problema es que la orientación de estos cambios, de fondo y de superficie, en adelante depende de nosotros, no de la fatalidad ni de los llamados “poderosos”. 

 

Notas

1. Me refiero a Claude Shannon (1916-2001), matemático orientado a la ingeniería y cuyo artículo A Mathematical Theory of Communication, publicado en la Revista The Bell System Technical Journal, Vol. 27, pp. 379-423, 623-656, July, October, 1948 y un año después reeditado como libro con introducción W. Weaver ( http://www.press.uillinois.edu/s99/shannon.html ) ha constituido la línea básica de orientación de la investigación en comunicación. Se generó así un gran equívoco que confundió una teoría de la señal con una teoría de la comunicación. Equívoco, en parte, propiciado por el mismo autor que no consideraba relevante para su teoría la cuestión del significado del mensaje y sus variaciones. Considero que una urgente revisión de este equívoco es necesaria para iniciar la autonomía teórica de las nuevas ciencias de la comunicación y las correspondientes investigaciones empíricas. 

2. Sigo aquí la perspectiva teórica del constructivismo sistémico cuyo máximo representante es el sociólogo alemán Niklas Luhmann (1927-1998) y cuyas obras más decisivas en este campo serían: Sistemas Sociales (1984) (Barcelona, México, Bogotá, Anthropos, U. Iberoamericana, Pontificia Universidad Javeriana, 1998) y La realidad de los medios de masas (1996) (Barcelona, México, Anthropos, U. Iberoamericana, 2000). 

3. “¿Cómo es posible aceptar las informaciones sobre el mundo y sobre la sociedad como si se trataran de informaciones sobre la realidad cuando se sabe cómo se produce esta información?” N. Luhmann, La realidad de los medios de masas, p. 173. 

4. Ver más adelante, nota 12, J.L. Pintos (2000). 

5. Cfr. Pintos, J.L., Prólogo, en Casais, Eric y otros, Televisión e Sociedade, Santiago, Lea, 1999, pp.7-18. 

6. No voy a citar más que los nombres de dichos autores, pues los discursos desarrollados me parecen de insuficiente calidad. Tengo la idea de que el pionero fue Jacques Derrida, seguido de cerca por Pierre Bourdieu (recientemente fallecido); fuera del ámbito francés destaca el politólogo Sartori y, entre nosotros el metafísico materialista Gustavo Bueno, defensor pacis de la “telebasura”. Es notable que en el ámbito anglo-americano no aparezcan esta serie de escritos más o menos panfletarios. En todo caso, los principales especialistas y teóricos de lo audiovisual escriben en inglés. 

7. “Sugiero, como “juego de lenguaje” una nueva definición de “Intelectual”: “es aquél que piensa que los demás son tontos”. Esto quiere decir: los otros son manipulados, yo no. 

8. Tenemos que aprender a mirar cara a cara la realidad. Inventar, si es preciso, palabras nuevas e ideas nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos han salido al paso. Pensar es el primer deber de la intelligentsia. Y en ciertos casos, el único” (Octavio Paz, El laberinto de la soledad, 1959). 

9. Todavía en 1992 aparecía un libro titulado: TV fábrica de mentiras. La manipulación de nuestros hijos. Su autora, Lolo Rico, conocía muy bien el medio por trabajar en él largos años. 

10. Thomas, W.I., citado por R.K. Merton en Teoría y estructura sociales, 1957 (FCE, 1972, p. 419). La cita original proviene de una obra escrita junto con su esposa en 1928: “If men define situations as real, they are real in their consequences”, in: W.I. Thomas and D.S. Thomas (1928). The Child in America: Behavior Problems and Programs. New York: Alfred A. Knopf, (page 571-572). En esa misma obra se señala la rivalidad entre diferentes definiciones de la situación: “There is therefore always a rivalry between the spontaneous definitions of the situation made by the member of an organized society and the definitions which his society has provided for him. The individual tends to a hedonistic selection of activity, pleasure first; and society to a utilitarian selection, safety first. Society wishes its member to be laborious, dependable, regular, sober, orderly, self-sacrificing; while the individual wishes less of this and more of new experience. And organized society seeks also to regulate the conflict and competition inevitable between its members in the pursuit of their wishes.” 

11. Es el caso, al que se refieren todos los manuales, de la emisión radiofónica del relato de H.G. Wells, “La guerra de los mundos”, realizada por Orson Welles en 1936. 

12. Quizá alguien se extrañe de que sitúe en el mismo orden que, por ejemplo, el arte o la religión a la economía. Dos siglos de interpretaciones economicistas de la sociedad, sus problemas y sus soluciones nos han llevado a la situación en que hoy nos encontramos, donde la primacía de lo económico y su relevancia para comparar y medir a diferentes pueblos por un mismo rasero nos está ocultando cómo hay comunidades que viven con un profundo y gratificante sentido su vida cotidiana. Hay que señalar aquí ya que la “realidad” que nos presentan/construyen los medios deja fuera de campo multitud de opacidades. 

13. Recuérdese la definición kantiana de Ilustración como la capacidad humana de atreverse a pensar por su cuenta. 

14. En el último decenio se está dando un uso bastante frecuente de la expresión “imaginarios sociales”, sobre todo en el discurso mediático, pero también dentro del ámbito académico. Estos usos no suelen estar respaldados por alguna elaboración conceptual sino que se suelen mover en el espacio de las nociones vagas y difusas del tipo: “lo que la gente se imagina”, “los deseos ocultos”, los tópicos del sentido común, etc. En el campo específico historiográfico son conocidas las aportaciones de Jacques Le Goff y de Georges Duby en relación a la Edad Media. En breve saldrá a la luz el resultado de las investigaciones que vengo realizando para establecer las líneas básicas de una Teoría de los Imaginarios Sociales, que aquí esbozo brevemente y cuyo desarrollo anterior puede consultarse en mi página personal de Internet (http://web.usc.es/~jlpintos/) o en la del Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios Sociales (GCEIS) ( http://www.gceis.org ) o en el Foro de discusión: http://gceis.webcindario.com). Entre las obras ya publicadas pueden consultarse: Pintos, Juan-Luis, 1995, Los Imaginarios Sociales. La Nueva Construcción de la realidad social, Madrid, Sal Terrae/Instituto “Fe y Secularidad”, 1995; Pintos, Juan-Luis, 2000, Más allá de la ideología. La construcción de la plausibilidad a través de los imaginarios sociales, en M. A. Santos (Ed.), A Educación en perspectiva, Santiago, Universidad de Santiago de Compostela, 2000, pp. 689-699; Pintos, Juan-Luis, 2000, Construyendo realidad(es): Los imaginarios sociales, en la revista Realidad (U. A. J. F. Kennedy), nº 1 (2001) 7-25; Pintos, Juan-Luis, 2001, Los imaginarios sociales del delito. La construcción social del delito por medio de las películas (1930-1999), en Revista Anthropos, nº 198 (2003), pp. 161-176. 

15. Cfr. Schütz, A: “The well-informed citizen” (1946), en Collected Papers, II: Studies in Social Theory, The Hague, Martinus Nijhoff, 1964, pp.120-134 [hay traducción castellana en Buenos Aires, Amorrortu]. 

16. Recuérdese la frase atribuida a J.D. Perón: “La realidad es la única verdad”, parece ser que pronunciada en la inauguración de un Congreso de Filosofía en la Ciudad de Córdoba (Argentina) en los años cincuenta. 

17. Cfr. Luhmann, N: Die Gesellschaft der Gesellschaft, Frankfurt, Suhrkamp, 1997, pp. 595-775. Se publicará en breve la traducción española en la editorial Anthropos. 

18. Llamamos “sociedades policontexturales” a aquellas en las que se produce la posibilidad formal de diferentes observaciones simultáneas y se renuncia, por tanto a la seguridad última de la unidad de la observación. No existe pues un único “Lebenswelt”, común a todos los observadores como referencia única, sino que partimos en nuestras observaciones de la pluralidad de mundos y de sistemas de referencias. Luhmann lo toma de G. Günther (“Life as Poly-Contexturality”, en Beiträge zur Grundlegung einer operationsfähiger Dialektik II, Hamburg, 1979). En una sociedad policontextural la diferenciación no contempla un horizonte dentro del cual alguna actividad parcial pueda pensarse como esencial, pues todas lo son. Asumo este neologismo tomado de los escritos recientes de Niklas Luhmann en el sentido, referido inicialmente a una disposición del arte de tejer (la trama o entramado), del significado que recoge el Diccionario para “Contextura”, de “Compaginación, disposición y unión respectiva de las partes que juntas componen un todo” (DRAE, 1984). A diferencia del “Contexto” (y el admitido adjetivo “contextual”) que tiene como referencia primaria un entorno, la contextura se refiere a la complejidad del sistema. Se refiere con ello también a que la complejidad implica tal cantidad de posibilidades que obliga a proceder selectivamente. Además de la significación tomada de G. Günther, nos interesa en este contexto señalar otra de las características de este tipo de sociedades. Me refiero al excedente de posibilidades (no sólo excedente cuantitativo, sino también cualitativo) que nos obliga a los ciudadanos de tales sociedades a proceder selectivamente. El mantenimiento de la multiplicidad de posibilidades implica que el sentido está siempre vinculado a lo plural por lo que la reducción de posibilidades nunca puede formularse binariamente («o esto o lo otro») sino, al menos, ternariamente («esto, lo otro o lo de más allá»). Esto tiene consecuencias para el sistema político y para la forma «democracia». 

19. Luhmann, N: Sistemas sociales, pp. 227-228. 

20Ibid., pp. 151-153. A diferencia de Parsons para el que la acción y sus diferentes tipos produce los sistemas y, a través de la acción los sujetos entran en el sistema, para Luhmann el proceso básico es la comunicación. Las acciones serían una descomposición analítica de las comunicaciones entre sistemas. 

21. Recientemente (diciembre de 2003) se ha defendido una Tesis Doctoral en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra (Pamplona) titulada: “Nuevas tecnologías e Imaginarios sociales. Una interpretación del imaginario neotecnológico contemporáneo” de la que es autor el Dr. Daniel Cabrera. En la tercera parte de su tesis estudia de modo original la implicación del tiempo con las neotecnologías y las matrices “mágicas” y “proféticas” que utilizan como mecanismos de construcción de realidad. Puede verse la discusión de esta tesis en el Foro del GCEIS (Grupo Compostela de Estudios sobre Imaginarios Sociales): http://gceis.webcindario.com. 

22. Recuérdese aquello que se decía: “El que se mueve no sale en la foto”, y aquello otro: “Es verdad que lo vi en la tele” o aquel dictum atribuido a Andy Warhol, de que todos tenemos derecho a un cuarto de hora de gloria (es decir, aparecer en la TV, aunque sea como asesino, violador, etc.). Hoy en día dichas expresiones carecen de sentido. 

23. De ahí las innumerables listas de ventas de cualquier tipo de objetos (obsérvese la frecuencia de la expresión “Top ten” aplicada a cualquier tipo de producto, pero más a menudo a los “culturales”: libros, películas, canciones, etc.), las modas de los denominados “cánones” (literarios, artísticos; incluso tendría que ver con la manía papal de “canonizar” a multitud de fieles de otros tiempos, elegidos siempre con un criterio ideológico de oportunidad), y en no menor medida la “tematización” o “agenda setting” de las noticias. 

24. Cfr. Varela, Francisco: Conocer. Las ciencias cognitivas: tendencias y perspectivas. Cartografía de las ideas actuales, Barcelona, Gedisa, 1990, 120 p. 

25. Sigue siendo un tópico muy al uso el achacar los males de una sociedad a la ignorancia o a la falta de educación y de un sistema educativo de calidad, exitoso. Esta, muy ilustrada queja, olvida siempre definir la finalidad del sistema educativo que, si cumple los objetivos de ser “crítico” y “autonomizador”, es perfectamente disfuncional a las necesidades de orden, homogeneidad e igualación de un sistema social. Los sistemas sociales de acceso al conocimiento terminan por destruir los “poderes” de una generación arrebatados por la siguiente. Lo mismo que en los espacios urbanos se vienen produciendo alternancias entre espacios centrados o pluricéntricos, donde curiosamente se van ubicando las instituciones educativas. El caso de Santiago de Compostela y las sucesivas ubicaciones de los edificios de su universidad podrían ser un ejemplo de esta irreductible pluralidad y asimetría. 

26. Recordemos aquella viñeta de Mafalda de hace tantos años: “Que paren el mundo, que me bajo”. Los artistas tienen una especial percepción de sentimientos y emociones que adelantan las respuestas a situaciones que aún no se han producido. Más allá de agoreros y adivinos. 

27. Recuérdense las imágenes creadas por Antonio Machado, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. En las situaciones de elevada confusión de la ideas suelen ser los poetas los creadores de significados más clarividentes. 

28.Véase, por ejemplo, el interesante estudio sobre el naufragio como metáfora que atraviesa una gran parte de la literatura y el pensamiento occidental, que realizó el recientemente desaparecido Hans Blumenberg (Naufragio con espectador, [1979, Madrid, Visor, 1995, 117 p.). Toda la producción de este autor, que está siendo traducido al español en los últimos años, es muy interesante desde la perspectiva de la construcción imaginario de la realidad. 

29. Habría que revisar determinados aspectos de la obra de Karl Popper, no tanto en sus propuestas de organización a través de la ingeniería social, cuanto en sus críticas a los sistemas cerrados. 

30. Pueden verse los recientes escritos de Jan Assmann, Das kulturelle Gedächtnis (1992), Kultur und Gedächtnis (Ed.) (1988) y Religion und kulturelles Gedächtnis (2000), los clásicos de Maurice Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire (1925) y La mémoire colective (1950), sin olvidarnos de la influyente obra de Talcott Parsons, El sistema social (1951) y Toward a General Theory of Action (Ed.) (1951). La perspectiva luhmanniana en la que nos situamos difiere particularmente de la versión parsonniana de la cuestión. Puede verse: Kultur als historischer Begriff, en Gesellschaftsstruktur und Semantik, Bd. 4, Frankfurt, Suhrkamp, 1995, pp. 31-54. 

31. Pueden verse las precisas reflexiones que hace Azorín, en 1917, sobre el “Honor”, concepto también relacional, cuya realidad viene construida por “el otro” (“El honor”, en Azorín, Ni sí, ni no, Barcelona, Destino, 1965, pp. 36-39). 

32. En varios casos hemos utilizado este tipo de fuentes para fundamentar una observación de segundo orden sobre fenómenos históricos. Véanse, por ejemplo, dos artículos que abordan, de ese modo, temáticas diferentes: J.L. Pintos, ¿Un Montaigne español? Esbozo para un estudio de sociología de la moral del siglo XVI español: Juan de Mal Lara y su Filosofía vulgar, en Agora, nº 4 (1984) 183-199, recogido posteriormente en J.L. Pintos, Las fronteras de los saberes, Madrid, Akal, 1990, pp. 228-247, como capítulo 10. En esa misma obra puede verse el Cáp.3: Un sujeto emergente: la mujer española en el siglo XVI español (pp. 76-85). Con posterioridad hemos también usado el material propuesto por los refranes para: J.L Pintos, “Mentira y comunicación. La paradoja social de la mentira”, Anuario de Psicología Clínica, nº 1, Santiago, (2002), pp. 44-55. 

33. Para una mayor aclaración puede consultarse Juan-Luis Pintos, 2000, Construyendo realidad(es): Los imaginarios sociales, en la revista Realidad (U. A. J. F. Kennedy), nº 1 (2001), pp. 7-25 (se puede acceder al texto en (http://www.gceis.org ). 

34. Luhmann, N: Soziologische Aufklärung 5, Vorwort, Opladen, Westdeutscher, 1990, p. 7. 

35. Este primer momento lo hemos formulado en un escrito anterior como “Totalización” siguiendo una tradición analítica hegeliano marxista propuesta por Henry Lefebvre y la recepción que de él hace Jean-Paul Sartre en la Critique de la raison dialectique (1960). Cfr. J. L. Pintos, Orden social e imaginarios sociales (Una propuesta de investigación), en Papers, nº 45 (1995), pp. 101-127. 

36. Véanse los estudios correspondientes (e incluso una verificación empírica) de H. Maturana y F. Varela en su obra El árbol del conocimiento, Madrid, Debate, 1990. 

37. Estamos realizando un investigación que tenga en cuenta las diferentes perspectivas desde la que se han construido “realidades diferenciadas” acerca de los sucesos del “Prestige” (Noviembre 2002). 

38. Recordemos que en las grandes disputas teológicas salmanticenses acerca de la predestinación y el conocimiento de los futuribles, el papel de Dios como “observador” de la historia humana y sus sucesos era una de las premisas básicas del sistema explicativo de la libertad humana. No muy lejos de esos imaginarios estaban los analíticos que propugnaban, contrafácticamente, la posición de un “observador imparcial” (!). 

39. Luhmann, N: Die Wissenschaft der Gesellschaft, Frankfurt, Suhrkamp, 1990, p. 268. Hay traducción española. 

40. “We take as given the idea of distinction and the idea of indication, and that we cannot make an indication without drawing a distinction”, escribe George Spencer Brown, en su obra Laws of Form, [1969], New York, E.P.Dutton, 1979, p. 1. 

41. Luhmann, N: “Wie lassen sich latente Strukturen beobachten?, en el libro de homenaje a Heinz von Foerster P.Watzlawick/P. Krieg (Hrsg.), Das Auge des Betrachters. Beiträge zum Konstruktivismus, München, Piper, 1991, pp. 61-74. [hay traducción española: El ojo del observador, Gedisa]. En esa obra se dan cita pensadores tan significativos como E. Morin, J.-P.Dupuy, H. Maturana, F. Varela además por supuesto del compilador P. Watzlawick. 

42. Ver Luhmann, N: ibidem, p. 61 en donde se cita el artículo de von Foerster “Cybernetics of Cybernetics” publicado en, K. Krippendorff (Ed.), Communication and Control in Society, New York, 1979, p. 6. Una versión adaptada a las circunstancias de esta frase (“Yo veo lo que tú no ves”) la utiliza como título de un artículo en el que aborda la actualidad de la Escuela de Frankfurt (Luhmann, 1990, “Ich sehe was, was Du nicht siehst”, en Soziologische Aufklärung 5, Opladen, Westdeutscher V., 1990, pp. 228-234). 

43. En el artículo citado en la nota anterior, esboza Luhmann unos rasgos históricos del comienzo y las transformaciones de la autodescripción de la sociedad desde las novelas del siglo XVIII (en las que se permite al lector observar cosas que el héroe desconoce) hasta los planteamientos psicoanalíticos, pasando por el mismo Marx (“Con Marx esa técnica de observación [la de las novelas del XVIII] se traslada al análisis de las ciencias sociales”. Luhmann, N: ibidem, p. 230). Considérese, al menos intuitivamente, si no sería posible una lectura de Das Kapital, con sus distinciones e indicaciones (Capital/trabajo, fuerzas productivas/relaciones de producción, valor de uso/valor de cambio, etc.) desde la perspectiva sociocibernética. Cfr. J. Ibañez, [1991], El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden, Santiago de Chile, Amerindia, 1991, pp. 165-196 (especialmente pp.184-185). 

44. Luhmann justifica este “giro constructivista” fundándolo en los escritos que hemos ya citado: Luhmann, 1990a y 1990b. A partir de este “giro”, Luhmann se va a ocupar más en desarrollar su metodología aplicándola a diversos campos: riesgo, familia, religión, etc. 

45. Cfr. Luhmann, N: Soziologie des Risikos, Berlin, Walter de Gruyter, 1991, pp. 238-242. Hay traducción española. 

46. Sin entrar en complejas definiciones topológicas, se puede decir que «lo lineal» es el resultado de dos referencias complementarias (una columna y una fila) que se mantienen en el mismo plano. 

47. Cfr. la excelente «Introducción» de Josetxo Beriain y José María García Blanco a los textos de Luhmann en el volumen titulado Complejidad y modernidad. De la unidad a la diferencia, Madrid, Trotta, 1998, pp. 8-21. 

48. Ténganse presentes, para ampliar más estas breves indicaciones las obras de Henri Bergson. Puede consultarse una sintética y penetrante visión de sus ideas en Gilles Deleuze, El bergsonismo, Madrid, Cátedra, 1987, 120 p. La perspectiva compleja que asume Niklas Luhmann sobre el tiempo la he presentado en J. L. Pintos, “Sobre el constructivismo sistémico de Niklas Luhmann”, capítulo 6 de un libro de próxima publicación. 

49. En otros lugares me he ocupado de investigar algunas de estas complejidades: J. L. Pintos, “Aproximación al estudio de los usos políticos del espacio”, en A. G H, Concepcións espaciais e estratexias territoriais na historia de Galicia, Santiago, Tórculo, 1993, pp. 223-239. Y anteriormente: J. L. Pintos, Las fronteras de los saberes, Madrid, Akal, 1990, capítulo 13: “La ambigüedad constitutiva del espacio urbano”, pp. 289-312. 

50. Daremos únicamente la definición que nos proporciona el Diccionario de la Academia: “Curva cerrada, simétrica respecto de dos ejes perpendiculares entre sí, con dos focos, y que resulta de cortar un cono circular por un plano que encuentra a todas las generatrices del mismo lado del vértice”. Bernhart Riemann, matemático alemán del siglo XIX, enunció una serie de postulados y teoremas que constituyen la base de las geometrías “no-euclídeas” y que se denominó “geometría elíptica”. 

51. La obra más interesante publicada sobre los medios recientemente es la de Niklas Luhmann, 1995, Die Realität der Massenmedien,Opladen, Westdeutscher, 1996, 219 p. Hay traducción española: La realidad de los medios de masas, Barcelona, Anthropos, 2000, 179 p. 

52. Es un tema que se encuentra ampliamente difundido en internet. Véase: http://www.conspiracyrecords.com/pages/home.php; http://www.ctrl.org/graphicHome/CTRLhome.html;  http://www.darkconspiracy.com/;   http://www.conspiracyarchive.com/  

53. No vamos ahora a entrar en la complejidad propia de las definiciones geométricas y que implica la definición de la elipse como una de las cónicas. Nos contentaremos con la definición operativa que es lo que nos interesa en este momento: “La elipse puede definirse como lugar geométrico del siguiente modo: dados dos puntos fijos, F y F’, llamados focos, y un número fijo k, (k > FF’), la elipse es el lugar geométrico de los puntos, P, del plano cuya suma de distancias a F y F’ es igual a k (PF + PF’ = k; d1 + d2 = k)”.(Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta® 2003). 

54. Que no las auditivas en las que el campo viene siempre definido por los sonidos y no hay “fuera de campo” sino ausencia de sonido, silencio. Otro problema distinto es identificar el silencio como un importante componente de las construcciones audiovisuales y que puede convertirse en “relevancia”. 

55. Sobre una definición del concepto de Imaginario social de la que nos consideramos deudores puede verse: R. Ledrut, “Société réelle et société imaginaire”, en Cahiers Internationaux de Sociologie, 82 (1987), pp. 41-56. 

© 2009  Universidad del Zulia 

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