APARATO PSÍQUICO

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Lindis Castillo

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 Se denominara cuerpo psíquico, al sistema de integración de la vida de relación que adopta el individuo a su medio y que asegura su autonomía. Es decir, a la organización de todos los elementos del psiquismo, de todas las fuerzas de la vida psíquica de forma integrada para mediatizar el organismo con su medio.

El término "Aparato psíquico", fue utilizado por la teoría freudiana para subrayar ciertos caracteres que esta atribuye al psiquismo, tales como su capacidad de trasmitir y transformar una energía determinada y su diferenciación en sistemas o instancias.

Los distintos sistemas que forman el aparato psíquico no mantienen una organización anatómica, sino que su coexistencia implica únicamente que las excitaciones deben seguir un orden fijado por el lugar que ocupan. La función del aparato psíquico consiste en mantener a un nivel lo más bajo posible la energía interna de un organismo, y su diferenciación en subestructuras ayuda a concebir las transformaciones de la energía (elaboración psíquica).

Freud define el aparato psíquico comparándolo con los aparatos ópticos; de esta forma intenta, hacer inteligible la complicación del funcionamiento psíquico, dividiendo este funcionamiento y atribuyendo cada función particular a una parte constitutiva del aparato.

El psicoanálisis ha intentado valorar, en el funcionamiento de la psique, la importancia del inconsciente, y especialmente la de los impulsos (primordialmente los sexuales), elaborando una nueva teoría de la psique desde un punto de vista dinámico, en términos de conflictos, de interacciones y oposiciones de las fuerzas existentes: impulsos sexuales e instintivos y desde un punto de vista económico, según la cuantía de las fuerzas, fuerzas de impulsos y contraimpulsos, energía de los impulsos o energía de la carga afectiva, etc. Utilizó algunos de estos principios tanto desde el punto de vista teórico como clínico o técnico; el principio de la constancia (tendencia del organismo a reducir tensiones a su más mínimo grado y permanentemente posible), el principio del placer-displacer, el proceso primario, el principio de la realidad (o de concordancia con las necesidades impuestas por el mundo exterior) y el impulso de repetición (tendencia a repetir las experiencias fuertes), prescindiendo de si los efectos de la repetición, que estarían más allá del principio del placer, sean favorables o nocivos.

El aparato psíquico estaría así constituido por tres elementos:

Consciente.

Preconsciente.

Inconsciente.

 

Consciente

Se trata de la parte del aparato psíquico más próxima al mundo exterior y se encuentra entre este y la memoria.

Su función es fundamentalmente perceptiva, registra la información procedente del exterior y también la del interior. Propias de este sistema son también las funciones del pensamiento, razonamiento y rememoración. Es a él también a quien le toca el dominio y control de la motilidad. Sin embargo, el consciente no memoriza nada, esto le corresponde a otro elemento que es el preconsciente, del cual hablaremos más tarde.

Según esto vemos que la conciencia es el carácter imprescindible de lo psíquico, sin embargo, los procesos intelectuales más complicados y correctos, a los que no se les puede negar el nombre de procesos psíquicos, pueden desarrollarse sin intervención de la conciencia del individuo.

El hecho de que para llegar a la conciencia tengan que pasar las excitaciones por una sucesión invariable, esto es, por una serie de instancias, hecho que nos fue revelado por las transformaciones que la censura les impone, nos sirvió para establecer una comparación especial con el siguiente elemento.

 

Preconsciente

El sistema preconsciente aparecería como una pantalla entre el sistema inconsciente y la conciencia. El sistema preconsciente no sólo cerraba el acceso a la conciencia, sino que dominaba también el acceso a la motilidad voluntaria y disponía de la misión de una carga de energía psíquica móvil, de la que nos es familiar una parte.

Comprende los pensamientos y vivencias que en un momento dado no son conscientes, pero que pueden convertirse en tales, mediante un esfuerzo de atención, a diferencia de lo inconsciente que indica los procesos y los contenidos psíquicos activamente rechazados de la conciencia por fuerzas intrapsíquicas, como la censura y la represión.

Por lo tanto aunque sus contenidos no se encuentran en el campo de la conciencia pueden estarlo en cualquier momento. Sus contenidos son accesibles a la conciencia, sin que para ser parte de ella tengan que superar una censura represiva, sino más bien una censura de tipo selectiva ya que no caben todos los contenidos del exterior en nuestra memoria. Así pues cualquier información que llegue a nuestro sistema perceptivo, aunque luego sea reprimido, dejará de estar en el campo de la conciencia para pasar al preconsciente, al mismo tiempo que contenidos del preconsciente pueden pasar al consciente sin ningún esfuerzo.

 

Inconsciente

Es la parte más arcaica y originaria del psiquismo y al mismo tiempo la parte más próxima a los confines somato-psíquicos, a las fuentes pulsionales.

Se considera como el habitáculo de tos impulsos innatos, los sentimientos, los deseos, los recuerdos reprimidos, etc; y se caracteriza porque, en general, sus elementos son inaccesibles a la conciencia, solo pueden acceder a esta a través del preconsciente, que cumple la función de censor o filtro, por medio de la crítica o represión, excluyendo los elementos inconscientes que pueden dañarle. Es un concepto derivado de la cura psicoanalítica y pone de manifiesto que el psiquismo es más que lo consciente y que ciertos contenidos solo se vuelven conscientes cuando en el proceso curativo se superan las resistencias.

Los contenidos del inconsciente son contenidos reprimidos cuyo acceso al sistema preconsciente y consciente les ha sido negado por la acción de la represión. Estos contenidos son de origen filogenético y de la vida del individuo concreto especialmente en su infancia. Estos contenidos se rigen exclusivamente por el principio del placer.

Se ha podido considerar el inconsciente como un lugar psíquico, como un sistema con un contenido, con unos mecanismos y quizá con una energía específicos. Entre lo consciente y lo inconsciente se halla una barrera energética llamada "censura". Así, como comentábamos, se distinguen dos tipos diferentes de representaciones no conscientes: las preconscientes, que fácilmente pueden convertirse en conscientes, y las inconscientes, positivamente rechazadas pero eficientes, determinantes de la elaboración de los sueños, por ejemplo, de los actos fallidos o de los síntomas neuróticos o psicóticos.

Durante mucho tiempo se quiso identificar lo inconsciente con lo rechazado. El rechazo nos lleva al representante psíquico del impulso, de suerte que la función del rechazo no es suprimir la representación nacida del impuso sino mantenerlo en el estado de representación inconsciente. El mantenimiento del rechazo precisa, por consiguiente, un permanente consumo energético. Lo rechazado ejerce una presión constante en la dirección de lo consciente, y éste, por una contrapresión equivalente, ha de mantener el equilibrio. El rechazo es el causante de la amnesia infantil, según lo cual, el olvidar los recuerdos de los primeros años no obedecería a la falta o abolición de una fijación de los recuerdos, sino que sería la consecuencia del rechazo; también tiene que ver con el paso a lo consciente de algunos impulsos de la libido, de los impulsos sexuales.

El inconsciente constituye el fondo de toda vida psíquica cuyos fenómenos conscientes no son sino simples manifestaciones. Los fenómenos conscientes no son sino la parte más superficial de la vida psíquica.

En su libro "La interpretación de los sueños", Freud llegó a la conclusión de que un sueño es la expresión consciente de una fantasía inconsciente o deseo que es fácilmente accesible a la vida en la vigilia. Según Jung disentía de Freud en su concepto del inconsciente como molde original de la personalidad y no únicamente de la parte reprimida. Este autor introdujo el término de inconsciente personal" para referirse a las actitudes, impulsos y sentimientos que han sido reprimidos como incompatibles con el yo ideal de la persona y que aparecen en los sueños y fantasías del individuo.

 Este modelo que consideraría el aparato psíquico desde un punto de vista tópico (espacio) se abandonó por otro más dinámico que considera la personalidad formada por tres instancias activas que tienen intereses diferentes y que pueden entrar en conflicto (Modelo estructural de la personalidad). Sobre esta base se pueden estudiar las instancias del Ello, Yo (Ego), y Superyo (Superego). Aún cuando en los nuevos componentes advertimos las características del inconsciente de sus primeras descripciones, se les reconoce un origen y una parte conscientes.

 

Ello

Es el fondo de las pulsiones de la personalidad; lo que la personalidad tiene de heredado, constitutivo y pulsional se expresa psicológicamente en el ello. Se encuentra en él la energía psíquica tanto erótica o libidinosa como destructiva o agresiva. Incluso, cuando con el tiempo se desarrolle el Yo y el Superyo, toda la energía de estos tiene su origen y fuente en el Ello. Al principio el ser humano solo es pulsión, el recién nacido es solo ello.

Correspondería a la parte más antigua, al polo de los impulsos de la personalidad, que se confunde con los sistemas inconscientes de la primera teoría del armazón psíquico. Se encuentra totalmente en el reino de lo inconsciente, aunque no sería todo el inconsciente, pues como se ha dado a entender, también una parte del Yo y del Superyo forman parte del inconsciente. Se presenta de forma desorganizada y bajo la influencia de los procesos primarios; viene a ser como la reserva de la energía libidinosa y agresiva que guiada por el impulso del placer, busca la satisfacción total e inmediata de los impulsos instintivos. El Ello es la parte del inconsciente en que residen los instintos primarios, y está libre de las formas y principios de la persona social consciente. Pero no es un simple almacén de impulsos, heredados e innatos, sino que comporta unos contenidos, producto de adquisición, pero rechazados.

No se ve afectado por él tiempo ni perturbado por las contradicciones; ignora los juicios de valor, el bien y el mal y la moral. Unicamente trata de satisfacer sus necesidades instintivas según el principio del placer. El Ello se rige únicamente por el principio del placer, solo busca satisfacción inmediata al margen de cualquier consideración como la supervivencia, la defensa de los peligros, los principios morales o la convivencia social.

El hecho de que sea un caos lleno de una energía producida por los impulsos, pero carente de organización y voluntad, no quiere eso decir que no posee una estructura específica, caracterizada por dominar en ella, el principio del displacer-placer, o el paso directo de la excitación a la descarga. Tiende en el inconsciente hacia unos objetivos y finalidades ajenos a la realidad sino más bien "fantasmáticos".

Desde un punto de vista económico el Ello constituye el primer almacén de energía psíquica; desde un punto de vista dinámico, entra en conflicto con el Yo y con el Superyo.

El origen de las diversas instancias aparecen más bien como una progresiva diferenciación, una continuidad que va desde la necesidad biológica al ello y desde este al Yo y al Superyo.

 

Yo

Hay autores que diferencian el Ego del Yo, que es la persona en su totalidad, en tanto que el Ego es una instancia psíquica que se define por sus funciones.

Se puede identificar con la parte potencialmente consciente o preconsciente. La actividad del Yo es consciente en cuanto representa la percepción externa, la percepción interna y el proceso intelectual, y desempeña una función en los intereses y sentimientos morales y estéticos; pero puede ser preconsciente, con posibilidad de llegar al campo de la consciencia cuando haga falta, y también puede ser inconsciente partiendo de las experiencias y sentimientos rechazados y, en cierta medida, de sus mecanismos defensivos.

El Yo actúa como mediador entre la persona y la realidad externa, entre el Ello y el mundo exterior, entre el Ello y el Superyo, una posición entre los instintos primarios y las exigencias del mundo exterior. Percibe las necesidades de la propia persona, tanto físicas como fisiológicas, y las cualidades y actitudes del ambiente. Valora e integra estas percepciones de manera que busca que las exigencias internas se pueden ajustar a los requerimientos externos. Las otras dos instancias psíquicas de la personalidad, el Ello y el Superyo, se relacionan con el Yo intentando siempre alcanzar un equilibrio. El Superyo está formado por la asimilación de las normas culturales que rigen una sociedad. El Ello es una reserva de energía que guiada por el instinto del placer, busca la satisfacción total e inmediata de los impulsos instintivos.

El Yo forma una parte muy específica del Ello en contacto con la realidad, y desempeña funciones de relación del organismo con el medio ambiente que le rodea, con la realidad social y cultural. Asume la función autoconservadora, cumple la función de toma de conciencia de los estímulos externos y mediante su acción impone al mundo exterior los cambios que le favorecen. En cuanto a lo que sucede en su interioridad, asume su función conservando el control de sus exigencias instintivas, decidiendo si convienen satisfacerlas, postergando su satisfacción para el momento más favorable o suprimiendo por completo sus excitaciones. Entre las funciones del Yo se destacan la de la elección de los medios adecuados para conseguir un objetivo, la de buscar soluciones, la de ejercer un control y ejecutar, de suerte que algunos consideran estas funciones como guardianes de la función de esa ética sintética de la personalidad.

Desde el punto de vista psicoanalítico no hemos de considerar al Yo como una parte racional y lógica de la personalidad en el sentido de la psicología clásica, aún cuando su estructura está dominada por el principio de la realidad, o sea por un pensamiento objetivo, socializado, racional y verbal.

Se ha podido hablar de un Yo débil, temeroso de los impulsos del subconsciente, y un Yo fuerte que permite desarrollar con entera libertad los impulsos compatibles con el principio de la realidad y capaz de adecuar los restantes a sus intereses. Por eso la producción de reacciones de angustia es una de las más importantes funciones del Yo. Aparece siempre que siente su integridad amenazada por peligros internos y externos. El rechazo es uno de los mecanismos de defensa del Yo, pero hay otros como son la denegación, la proyección, la formación reaccional, la anulación retroactiva, etc.

Considerando que la estructura psíquica del Yo procede de una progresiva diferenciación que ha tenido su punto de origen en el Ello, puede presentarse como si el Yo fuera el resultado de un proceso de diferenciación en el que el Yo se convierte en una organización estructurada y opuesta al Ello.

El desarrollo del Yo es el resultado de tres factores: las características del Yo hereditario, los influjos de los impulsos instintivos y el influjo de la realidad exterior.

Así el Yo surge por la influencia paulatina y creciente del mundo exterior sobre el Ello. El Ello al verse obligado a mantener un equilibrio con la realidad exterior adquiere cierta especialización en sus relaciones con este, surgiendo de este modo el Yo. El Yo se va perfilando a través de una serie de identificaciones y diversos objetos exteriores. El Yo nace como instancia responsable del mantenimiento del equilibrio de todo el organismo con el exterior.

 

Superyo

Es la parte inconsciente de la personalidad que controla las actividades conscientes. Se ha considerado que es una modificación del Yo por interiorización de las fuerzas represivas con que se encuentra el individuo en su desarrollo.

Su papel viene a ser el de juez o censor del Yo. Su acción se manifiesta en la conciencia moral, en la autocrítica, en la prohibición y funciona en oposición a la gratificación de los impulsos o enfrentándose a las defensas que el Yo opone a dichos impulsos. Es una especie de censura que inspira el sentimiento neurótico de culpabilidad y autocastigo; es la instancia represora por excelencia, el soporte de todas las prohibiciones y de todas las obligaciones sociales y culturales.

El Superyo se forma al identificarse el niño con sus progenitores idealizados y, posteriormente, con la autoridad o la ley de que es depositario. Según Freud esta parte inconsciente de la personalidad aparece en el niño con ocasión del desplazamiento al interior del inconsciente de sus tendencias instintivas (pulsiones) en particular de su afinidad sexual a la persona de sus padres (complejo de Edipo). El niño renuncia a satisfacer sus deseos edipinianos y transforma su carga afectiva hacia los padres en una identificación con ellos, e interioriza la prohibición; el padre se torna en guía moral y cualquier imperativo toma por modelo la primitiva prohibición.

Además de la función de censura, el Superyo preside también la formación de los ideales, funciones imaginarias del Yo, cuyas complejas relaciones con él es uno de los grandes problemas psicoanalíticos que implican a los problemas de identificación. La severidad del Superyo no es proporcional a la de los padres, ya que, debido a la intervención de los procesos de identificación imaginaria, puede ser grande la diferencia entre las prohibiciones establecidas por el entorno y las exigencias del Superyo del sujeto. Así, se puede constatar la existencia de un Superyo más rígido y escrupuloso en aquellos individuos en los que debe llenar la ausencia, en el contexto familiar, de una referencia estructural esencial, la de la ley en su sentido más amplio.

Existen diferentes ideas según los autores para teorizar la diferenciación del Superyo. M. Klein admite que la formación del Superyo es anterior, no en la forma estructurada de conciencia moral, sino como dimensión inconsciente y fantasmática de la función prohibitiva o destructora de los padres. Según R. Spitz, hay dos formas de acercarse al problema del Superyo: el primero entiende que está presente en forma primitiva desde el primer momento, y el segundo se basa en la idea de los núcleos del Yo primitivo que, progresivamente, se va diferenciando y sintetizando.

  

El correcto equilibrio de estas tres instancias de la personalidad asegura la estabilidad psíquica, mientras que la desproporción entre los elementos del aparato psíquico supondrían la aparición de la patología.

Los síntomas neuróticos surgen, pues, ante el fracaso del Yo de mediar entre los impulsos instintivos del Ello (eróticos y destructivos), la realidad externa y las demandas del Superyo. Constituyen un compromiso entre el deseo (pulsión) y la defensa. Los síntomas representan un intento de conciliación entre las satisfacciones de las pulsiones del Ello y la seguridad del Yo marcada por las exigencias del Superyo.

Según la teoría psicoanalítica, la neurosis es la expresión de una mala estructuración del Yo, incapaz de controlar las fuerzas instintivas del Ello y las exigencias sociales, por esta razón, el neurótico es una persona que fracasa ante sí mismo y en su relación interpersonal y social.

Los síntomas serían la expresión simbólica de un conflicto psíquico infantil que permanece inconsciente.

En este contexto, las diferentes formas clínicas de las neurosis dependen del estadio evolutivo en que se produjo la fijación. 

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