EL PENSAMIENTO CRÍTICO Y SOCIAL DE JOSÉ LUIS REBELLATO [1]

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Ruben Tani y Edgardo Pérez

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Resumen

El presente trabajo es una elaboración de algunas conclusiones a las que arribamos en Introducción a José Luis Rebellato: teoría, práctica y praxis, resultado de la recopilación de trabajos éditos e inéditos de Rebellato y de la investigación que realizamos en la Multiversidad Franciscana de América Latina entre 2002 y 2003[2]. En esta ocasión, tratamos de proporcionar un panorama general del pensamiento de este filósofo uruguayo quien sostiene que la filosofía se realiza en la praxis.

Creemos que este es uno de los aportes más significativos del pensamiento filosófico de Rebellato se expresa en su reflexión sobre la solidaridad, la ética del reconocimiento, la comprensión hermenéutica y la praxis política en relación con la práctica pedagógica y la interacción en diversas  comunidades. 

 

Ética y teoría: la producción social del conocimiento 

Los autores de este trabajo dedicado a exponer los temas centrales de la obra de José Luis Rebellato, consideran que desde una perspectiva uruguaya y latinoamericana, lo que resulta más interesante en la actualidad “globalizada” es la formulación de un pensamiento radical, abierto a los procesos y a las transformaciones, abierto al cambio social y cultural, los nuevos movimientos sociales, las diversas subjetividades y a las prácticas pedagógicas que permitan alentar un cambio humanizador que revalore “el mundo de la vida”. En este aspecto, es importante destacar que Rebellato, ya a comienzos de los años ‘80, se propone desarrollar una estrategia que articula su adhesión a la teoría crítica de Gramsci y la Escuela de Frankfurt con su manifiesto interés por la hermenéutica de Ricoeur y el pensamiento de Foucault, Deleuze, Guattari y Taylor, entre otros. 

La obra de Rebellato plantea una elección ética y teórica que opera mediante dos estrategias dirigidas a la crítica del pensamiento único. En primer lugar, supone una ruptura epistemológica en tanto muestra cómo la ideología hegemónica a través de la clasificación disciplinaria, la teoría y la práctica, las ciencias sociales y la praxis social, el trabajo intelectual y manual, incide en la producción institucional y social del conocimiento. Con el propósito de re-elaborar estas clasificaciones cristalizadas y develar su carácter político-ideológico son centrales los conceptos de dialéctica, ideología, antagonismo y proceso social con lo que se asume la tarea de re-articular las relaciones de reproducción de la subjetividad con la cultura, la historia, la naturaleza y la economía. 

En segundo lugar, considera relevante desarrollar estos temas en su relación con una hermenéutica dialógica, esto es, un instrumento que permite la interpretación del conflicto de las subjetividades en la práctica social lo que tiene que ver con una modalidad de pensar la autenticidad y la identidad en la diferencia cultural generada por las narrativas de las comunidades, sus proyectos y su protagonismo político.

Esta tarea de de-construcción de la jerarquías que el pensamiento único establece para legitimar su interpretación de la complejidad del orden social, refiere a conceptos: (a) ético-políticos: educación popular, autenticidad, valores y esperanza; (b) teórico-metodológicos: episteme-saber popular, ideología-realidad social y conflicto-alienación; (c) categoriales-ontológicos: la pluralidad de culturas, la diversidad de subjetividades, la discontinuidad de los procesos, la contingencia y el antagonismo político. Estos conceptos enumerados configuran estrategias para incidir en la realidad mediante la re-apropiación de la historicidad de la cultura, la economía y la naturaleza humana, articulando representaciones, mitos y cosmovisiones, narrativas, proyectos y memoria,  la agonística dialógica de la diferencia intersubjetiva y la ecología como contexto de expresión del biopoder y el geopoder. 

El paradigma hegemónico con su ideología funcionalista, analítica y ahistórica se contrapone, según Rebellato, al paradigma crítico con su enfoque dialéctico y dialógico y sus diferencias específicas se evidencian en los siguientes aspectos: 

 

Paradigma hegemónico

Paradigma crítico

Ontología

Homogéneo

Heterogéneo

Política

Dominación

Emancipación

Ideología

Alienación

Autonomía

Ética

Individualista

Solidaria

Metodología

Tecnocrática

Humanista

Práctica

Objetivante

Participante

Pedagogía

Fonológica

Dialógica

Ecología

bio-poder

eco-diversidad

 Estas consideraciones permiten establecer una diferencia política frente al pensamiento único que trata de reducir, por razones estratégicas, al servicio de la dominación los conceptos de complejidad e incertidumbre. En referencia a “las redes de la vida”, Rebellato menciona que las contribuciones de I. Prigogine, F. Capra y E. Morin destacan el carácter complejo de los fenómenos culturales y naturales, el papel de la subjetividad que debe pensar la incertidumbre y la contradicción que produce la interacción de los procesos humanos y no humanos, procesos en los cuales la nueva subjetividad adquiere una expresión abierta a la creatividad de las “verdades nómades”. (Rebellato, 2000a:35-47).

Según Capra, el nuevo paradigma conlleva una visión holística de la vida. Se trata de un todo integrado, con interdependencia entre los fenómenos, inserto en los procesos de la naturaleza (ecología). Los sujetos no forman parte de una organización sistémica jerárquica, sino que participan en la creación de redes. En este paradigma la vida se aprehende en términos de tensión entre estabilidad, contingencia y transformación (Rebellato, 1998a:32), en consecuencia, el paradigma de la complejidad es al mismo tiempo un paradigma de la diversidad y de la multiplicidad:

 

“Nos proponemos pensar y actuar en redes dialógicas; es decir, en formas de organizaciones más complejas, que se retroalimentan, que desarrollan vínculos afectivos que fortalecen las identidades”. (Rebellato, 1998a:33).

 

Este forma de concebir los procesos sociales y naturales en su complejidad propone un paradigma en continua construcción. Rebellato coincide con Capra en que el aprendizaje, en cuanto actividad cognitiva, es siempre un proceso abierto. Un paradigma “complejo y emancipativo” se construye mediante relaciones sociales y en la perspectiva de su producción histórica. No surge de la elaboración teórica aislada aunque esta puede colaborar en pensar las prácticas sociales sumergidas, valorando los nuevos marcos teóricos y nuevos valores éticos de los proyectos que promueven. Esta pluralidad y diversidad de proyectos populares expresa una contradicción dialéctica con el paradigma hegemónico, y articula su complejidad en redes de  diálogo con el fin de plantear una alternativa diferente (Rebellato, 1998a:34).

El paradigma neoliberal interpreta con una ideología objetivista la complejidad social, cultural y natural unificándola jerárquicamente en un sistema-mercado económico. Este sistema determinista, genera y explica las catástrofes naturales, las guerras o el pánico en los mercados de valores como simples desviaciones que pueden ser ajustadas técnicamente. Como alternativa a esta contradicción se propone la diversidad subjetiva y cultural de la naturaleza humana que crea espacios, redes dialógicas no determinadas por un poder externo y “natural”. Así, Rebellato defiende la dialéctica abierta en tanto le permite relacionar la complejidad con la incertidumbre, mediante la creatividad de las subjetividades emergentes que producen y protagonizan sus proyectos en la certidumbre de la contingencia y la discontinuidad histórica del paradigma hegemónico. El conflicto de interpretaciones entre ambos paradigmas surge de una diferencia conceptual y lingüística políticamente antagónica que expresa percepciones diferentes de la realidad, criterios que no son inconmensurables en sentido kunheano. (Rebellato, 1996d:1 y 2000a:46).  

El paradigma crítico está centrado en las dimensiones subjetivas, propias de la transformación de la sociedad y de la historia, de modo que Rebellato rechaza la reducción cognitiva y ontológica que supone la “teoría del reflejo” del marxismo ortodoxo concibiendo una hermenéutica social que valora el proceso de “elaboración interpretativa” de los sujetos y la centralidad de la cultura y la ética, en el marco de un proyecto liberador. 

 

Hermenéutica dialógica y las comunidades narrativas

Además de los temas sociales que le preocuparon en los ’80, en la década siguiente, Rebellato se interesa por temas filosóficos y discute en forma prolífica con diversos autores acerca de la ética comunitaria, la ética débil, las nuevas identidades, aspectos y temas que si bien no faltaron en sus primeros trabajos, enriquecen sus preocupaciones y aportes a la teoría y la praxis de un paradigma ético en proceso. Así, se interesa por la ética de la comunicación y la educación popular, la dialógica a propósito del excluido. Desde un principio, Rebellato sostiene que una propuesta alternativa al paradigma dominante en la reflexión filosófica y en las ciencias sociales, incluye la hermenéutica como un aporte decisivo para la posible configuración de una ética de la liberación donde, además de representar una alternativa interesante frente a la filosofía etnocéntrica, rescata e interroga al ser latinoamericano en su dimensión más amplia. (Rebellato, 1983 y 1996d).

En la discusión de los temas éticos y filosóficos, se puede afirmar que la filosofía oficial que hemos aprendido en las universidades de nuestros países elabora identidades filosóficas que generalmente parecen, en su mayor parte, ajenas a nuestras prácticas culturales concretas. (Rebellato, 1995b, 1996d, 2000b). De este modo, algunos paradigmas éticos, como los consensualistas y distributivistas tributarios en mayor o menor grado de la deontología kantiana o del utilitarismo, son planteados por algunos académicos “progresistas” como justificación del discurso y el proyecto neoliberal. Pero, estas teorías no corresponden a nuestra realidad social, y tampoco reflejan investigaciones que intentan solucionar los problemas que inquietan a nuestra sociedad. En los discursos políticos que deciden sobre nuestras vidas, estas  teorías y éticas filosóficas se mezclan sin consistencia y funcionan ideológicamente de acuerdo a la ocasión.

Por esta razón, para Rebellato las producciones de las éticas comunicativas frankfurtianas pueden adscribirse a los esfuerzos dirigidos a la configuración de una filosofía de la liberación. Los procesos racionales para la búsqueda de un acuerdo entre las partes albergan la posibilidad de comenzar a valorizar el habla del otro y su opinión por el sólo hecho de poseerla. La meta es un consenso que volcaría las energías hacia la creatividad y la apertura cultural. En filosofía política el comunitarismo ofrece una dimensión del ser humano casi olvidada por el sistema hegemónico, aunque forma parte de su tradición: la dimensión comunitaria de la identidad. Algunos autores proponen los estudios helenísticos como base una propuesta de cambio, otros enfocan más las distinciones entre las culturas encontrando en sus racionalidades tan diversas, los modelos discursivos fuentes para la confección de un proyecto que considere la multiplicidad y la diversidad. Además, Rebellato considera que la hermenéutica es importante en la consideración ética y práctica del diálogo y el texto como formas comunitarias de expresión.

El lenguaje, que es el medio por el cual nos dirigimos y comunicamos con el otro, se ha convertido en la herramienta más eficaz encontrada por el pensamiento hegemónico a efectos de su consolidación en nuestros prácticas, su interpretación permitirá discernir mediante estos aportes, las estrategias relevantes para un discurso liberador de la praxis cotidiana y los conceptos fundamentales para una ética de la liberación según J. L. Rebellato.

Como aporte a la elaboración de un pensamiento latinoamericanista,  una ética de la liberación deberá contener a la praxis como finalidad (telos). Considera importantes las investigaciones que nos ayuden a replantearnos el ser latinoamericano para que el encuentro de nosotros mismos o la desconstrucción de nuestras identidades impuestas establezcan pautas en la creación del camino de liberación de todos, hombres y mujeres. (Rebellato, 1983, 1989, 1996a, 2001).

Rebellato critica las teorías sociológicas y antropológicas de la modernidad que estudiaron la realidad social como totalidad sistémica, sin una adecuada concepción de la acción y suponen que el lenguaje es un hecho social y no creatividad individual. (Rebellato, 1983). En el caso de la lingüística generativa, la competencia del hablante ideal no corresponde a situaciones de comunicación real. Como se ha señalado, en reacción a esta tradición, Habermas, integra en una explicación sistémica, una teoría de la acción comunicativa que considera: a) el diálogo entre sujetos, b) esas personas además de ser competentes en el diálogo son capaces de acción y de determinar cuando una acción se aparta de las normas, c) la finalidad de la comunicación es el entendimiento mutuo y d) que por esto, se diferencia de la acción estratégica y la acción teleológica. (Rebellato, 1995a, 1997b,2001).

Rebellato reformula la acción intersubjetiva que propone Habermas, donde los participantes formulan sus pretensiones de validez  y al mismo tiempo, las someten a la critica y a la problematización por parte de los otros, en una práctica política. Señalaba que el concepto funcionalista de “acción social” era ideológicamente neutro y prefería utilizar el concepto marxista de “práctica social” porque este, “supone comprender las condiciones de producción de esa práctica, y más aún la historia de su producción”.(Rebellato, 1983:59).

 Una práctica lingüística auténticamente comunitaria tiene valor si coloca en juego a los autores de los enunciados que se intercambian expectativas, impresiones y experiencias en los discursos.

Enfatizar el carácter realizativo y dialógico del lenguaje permite concebir que los sujetos elaboren  en forma creativa, discursos y proyectos contra el sistema monológico y hegemónico que desconoce que las variedades sub-estándar y vernáculas. La concepción moderna no reconoce el componente dinámico y dialéctico de los procesos lingüísticos y la creatividad de los hablantes, que corresponden a una visión dinámica de la realidad social, porque dicha concepción se basa en categorías lingüísticas universales que  configuran a la lengua como forma social abstracta que identifica a una comunidad. El carácter universal del lenguaje es propio de los sistemas totalizantes y por tanto constituye una de las más efectivas formas de dominación y hegemonía ideológica que se reproduce en el ámbito pedagógico.

Sin embargo, en su concepción concreta de dominación, la estrategia actual del capital en nuestras regiones incluye, al contrario de quienes creen que la globalización asegura homogeneidad cultural, la pluralidad y la diversidad cultural mediante la aceptación de las culturas particulares y grupos minoritarios. En este caso, el reconocimiento de los lenguajes vernáculos de los trabajadores y excluidos, es un medio efectivo de dominación de una clase sobre otra aunque la estrategia financiera neoliberal busca abrir los mercados y homogenizar el modo de producción y de intercambio económico. Esta ética del mercado supone también la adopción de valores que refieren a la competitividad, la productividad y la flexibilización laboral. 

Este componente valorativo que contiene el lenguaje es tratado en los trabajos de Roig, Dussel y Freire, ya que asegura la dominación mediante la negación de la identidad. Freire sostenía que una de las actitudes más difíciles de vencer es el no reconocimiento por parte de los pueblos de la autenticidad de sus propios procesos de producción lingüística, lo que les hace aceptar para describir sus propias prácticas, el lenguaje hegemónico de los sectores políticos e intelectuales dominantes.

 José Luis Rebellato coincide en que la matriz disciplinaria del investigador reproduce una objetividad ideológica y una práctica que deben ser necesariamente modificables para evitar la violencia simbólica al realizar una práctica social, modificaciones que se pueden realizar en el acercamiento ético y crítico a las culturas concretas. (Rebellato 1983, 1986, 1989, 1995a, 1996a, 1997a, 2000a, 2000d).

Mignolo revaloriza el “pensamiento del borde” como una tradición local que produce pensamiento a través de símbolos, valores, costumbres y procedimientos que definen a una cultura y propone un “proceso de descolonización” que promueve el reconocimiento del choque cultural entre América indígena y Europa como proceso de construcción de subjetividades y exclusiones. Por último, Geertz  introduce la categoría de “comprensión” en el análisis antropológico para dar cuenta de la necesidad de integrar en la “descripción densa” de una cultura el plus simbólico que se pierde al proceder mediante la descripción objetiva de la antropología tradicional. En este autor se reconoce la influencia de Cassirer y la hermenéutica de Heidegger y Ricoeur entre otros.

Estas conclusiones tratan de exponer los conceptos fundamentales que están implicados en el proyecto para la ética de la liberación de J. L. Rebellato, a propósito del paradigma de la comunicación, de la hermenéutica, las identidades narrativas, del lenguaje como expresión de la pluralidad cultural y la diversidad de subjetividades, elementos que constituyen aportes para el proyecto de elaboración de un paradigma alternativo. Rebellato asume una ventaja local no siempre reconocida, utiliza la recepción de los elementos más relevantes de diversas corrientes y experiencias ajenas y propias como insumos para la comprensión de las circunstancias históricas concretas de nuestra identidad latinoamericana y uruguaya para postular una praxis y una “ética desde los bordes”, un proceso que en sí mismo es utopía y esperanza. (Rebellato, 1996c:30). 

El carácter estratégico de las lecturas que realiza Rebellato expresa su interés filosófico y político en la teoría social y en la ética del reconocimiento en relación con múltiples experiencias de campo. En sus escritos se perciben críticas a la filosofía oficial cuya tradición de lectura, es la argumentación descontextualizada de los procesos de producción, desconoce los aportes de la filosofía de las praxis. Además, las posturas analíticas en la reflexión teórica y ética, revelan la adopción de un modelo científico ajeno con afán desarrollista propio de una aspiración colonialmente subalterna que desea el reconocimiento de una matriz hegemónica y desconoce el pensamiento local como pensamiento propio. Esto lleva a proponer un modelo conductista de lenguaje socializado que desplaza el objetivo ético y político más importante que puede tener toda acción humana: la valoración y el respeto de la vida de todos los demás seres.

Se puede reconocer que como estrategia geopolítica, la “dialéctica abierta” de J. L. Rebellato ha logrado producir una síntesis interesante entre la tradición crítica de Gramsci, Marcuse, Habermas, Mariátegui, Freire y las posturas críticas “pos-marxistas” contemporáneas de Foucault, Deleuze y Guattari entre otros, en una continua búsqueda que interroga su propia producción intelectual, sus experiencias éticas y sus prácticas. Su interés por los estudios sociales y la hermenéutica adopta una actitud tolerante con todas las interpretaciones culturales.

Es importante comprender que Rebellato elabora su concepción filosófica y su elección ética de la praxis mediante dos estrategias fundamentales. En primer lugar, se destaca, la ruptura epistemológica con una ideología dominante que a construido históricamente una concepción arbitraria que ha clasificado las disciplinas, separando la teoría de la práctica, las ciencias sociales de la praxis social, el trabajo intelectual del trabajo manual, expresiones de una estrategia alienante que incide en la producción institucional del conocimiento y el proceso social de reproducción de las subjetividades, la cultura, la historia, la naturaleza y la economía. 

En segundo lugar, Rebellato integra esta ruptura epistemológica con una hermenéutica dialógica, esto es, un instrumento que le permite tanto la interpretación del conflicto de las subjetividades en la práctica social como las narrativas de las comunidades, sus proyectos y su protagonismo político. 

 

La iniciativa ciudadana como una praxis utópica necesaria

En Rebellato, la noción de solidaridad está relacionada con la idea de democracia radical en tanto ésta implica una superación de las políticas hegemónicas en el campo político, económico y cultural. Este pensador uruguayo integra los aportes de Foucault, Deleuze, Guattari, Vattimo, Derrida y Kuhn y otros autores de fundamental importancia en su análisis de la incidencia de la cultura neoliberal y la re-producción histórica de la fragmentación social justificada por el individualismo metodológico basado en la ética de una Ciencia Social sistémica. Los citados autores, en su opinión, han contribuido a comprender las posiciones del sujeto con respecto al poder, la diversidad, la autenticidad y las redes de complejidad que resisten tras la superficie del pensamiento único.

El neoliberalismo como concepción cultural y económica, presenta un fuerte componente ético y político, que propone una “cultura de la desesperanza” porque su naturalismo ético provoca en el imaginario colectivo la imposibilidad de pensar alternativas, y la ideología del mercado como sistema natural que regula a los sujetos, defiende el individualismo ético y la privatización de las cuestiones políticas.  En este sentido, la ética del mercado y del orden extenso, excluye como ilusoria la posibilidad de un consenso racional entre hombres que permitan formular un sistema ético de alcance universal (Rebellato, 1995a:25).

Rebellato propone el reconocimiento de los espacios autónomos (redes) con respecto a la lógica de la sociedad capitalista, basados en la lógica de la solidaridad. Sin embargo, dichos espacios de autonomía son susceptibles de ser neutralizados por la hegemonía, en tanto no se logren construir articulaciones hacia un bloque de poder capaz de contraponerse e incidir en relación a dicha lógica dominante. En estas prácticas políticas como procesos alternativos al discurso hegemónico, es importante el papel de las redes sociales como:

una forma de experiencia, construida como tal activamente y perteneciente al orden de lo vivencial, que está en conexión con los modos en que se entrecruzan sentido y el poder en el mundo social. (Rebellato, 1999a:15). 

Pero las redes tienen un carácter ambiguo: potencian la solidaridad, configuran una identidad, se constituyen en un referente para los participantes, y a la vez, desarrollan poderes, generan rivalidades y conflictos, enfrentan competencias. Se trata de transformar estas redes y estos espacios, conformándolos como redes que dan libertad, es decir, como factores que potencian una identidad socio-cultural, fortalecen intercambios de comunicación, capacitan en la construcción de espacios de cultura democrática, ayudan a visualizar colectivamente la situación de exclusión, permiten construir estrategias y distribuir equitativamente las responsabilidades del poder y la decisión, reconociendo el potencial subversivo del imaginario popular, en sus múltiples prácticas, sabidurías e imágenes. (Rebellato, 1998c:27).

Para Rebellato, los pensadores pos-racionales y la cultura posmoderna aportan elementos críticos para superar la cristalización y repetición que supone  el pensamiento del racionalismo de la modernidad, y para comprender que la diversidad y la incertidumbre son conceptos estratégicos de una dialéctica que trasladada a los movimientos sociales la posibilidad de crear nuevos espacios alternativos que acepten los más diversos aportes culturales realizados por sujetos históricamente activos. Estas instancias se relacionan con los siguientes principios:

1) En el proceso de interacción social los sujetos colaboran mediante el establecimiento de redes de solidaridad.

2) El proceso de socialización cooperativo contribuye al desarrollo de las identidades personales.

3) El proceso de reproducción cultural reúne la tradición de una comunidad y la modificación del saber cultural (hermenéutica).

En síntesis, el desafío al paradigma neoliberal es la construcción de un bloque social basado en la noción de “democracia radical” es susceptible de revertir los fundamentos de una sociedad con crecientes niveles de dominación y exclusión. Esto requiere de prácticas que potencien la construcción de una subjetividad colectiva entendida como maduración integral de identidades. Rebellato afirma que no es posible resistir sin abrir espacios alternativos, y por lo tanto, es preciso fortalecer microalternativas y microprocesos que se encaminan hacia una alternativa global, hacia un nuevo modelo político y económico, tanto a nivel nacional, como mundial. (Rebellato, 1998c:26). 

Rebellato coincide con las expresiones de la primera generación de la Escuela de Frankfurt que consideraba, que la capacidad de razonamiento crítico se estaba eclipsando rápidamente en las democracias occidentales y en consecuencia se pierde una capacidad estratégica para la construcción de alternativas al poder político instrumentalizado. El creciente proceso de estandarización, la fragmentación y mercantilización de la vida cotidiana son características sintomáticas de esta situación. El discurso democrático tiende a ser reemplazado por el lenguaje de la lógica y de la tecnociencia, así como los saberes son sustituidos por tecnosaberes. 

 

Democracia radical en Latinoamérica

La construcción alternativa de redes basada en la solidaridad tiene como eje estratégico la superación de la desigualdad, porque, no hay una democracia auténtica sin la participación real de la ciudadanía. Para Rebellato, la construcción de una democracia radical supone cuestionar los modelos democráticos basados en la neutralidad del liberalismo burgués, democracias restringidas, donde la gobernabilidad se edifica sobre la base de la injusticia y la exclusión, del desempleo, de graves pérdidas de la calidad de vida de los sectores populares en alimentación, en salud y en educación. Los procesos emancipatorios de construcción de poder se transforman en posibilidades de procesos de una pedagogía del poder. Configura un espacio de aprendizajes y desaprendizajes, de despliegue de lo instituyente y de re-creación de lo instituido. (Rebellato, 2000e:49).  

En la construcción de una democracia radical no eurocéntrica que articule la pluralidad y la diversidad, Rebellato considera interesante la propuesta de Charles Taylor, quien afirma que la única defensa que nos queda frente a una cultura autoritaria consiste en el desarrollo de una vigorosa cultura de la participación ciudadana que no nos aísle frente al Estado burocrático y que nos permita superar los límites impuestos por el despotismo blando. Una democracia radical converge en la multiplicación de educadores, políticos, promotores nacidos en los propios barrios y de los movimientos sociales y populares.

La democracia radical es una educación al ejercicio consciente de la ciudadanía en las diversas esferas de la democracia y la justicia, de modo tal que cada ciudadano aprenda a ser gobernante y a impulsar todas las formas de autogestión popular. (Rebellato, 1996b:105)

 

En América Latina, el factor que ha desempeñado un papel fundamental en la revalorización y el reconocimiento de la diversidad, son los propios movimientos sociales que han puesto en el orden del día, no sólo el tema de la diversidad, sino también el tema de las condiciones de su posibilidad. Con los movimientos sociales tradicionales y nuevos, sus proyectos y sus expresiones de organización de los pueblos frente a las diversas formas de dominación, se abren nuevas perspectivas para una educación y una cultura alternativas. Son los grupos y las comunidades que rechazan la exclusión, y por tanto, son capaces de movilizarse por la construcción de una alternativa propia: sectores obreros, campesinos, indígenas, negros, jóvenes, estudiantes, ecologistas, minusválidos, homosexuales, lesbianas, comités de defensa de los derechos humanos, comunidades cristianas de base, organizaciones de voluntariado, asociaciones de deudores, y particularmente mujeres. Además, Rebellato se interesa en la práctica social por las organizaciones de autogestión cooperativas, los movimientos de educación popular, las comunidades eclesiales de base, los movimientos de lucha por el medio ambiente, los movimientos que se van gestando a partir de la organización de los barrios y cantegriles, los movimientos de lucha por la tierra. Una cultura alternativa supone que todos los movimientos se constituyan en sujetos de iniciativa histórica. (Rebellato, 1988a:42).

Rebellato destaca el aporte de Mariátegui en torno a la identidad cultural del Perú y a su compleja realidad histórica, como una búsqueda por reconstruir la identidad nacional a partir del reconocimiento de la lucha de las clases populares de América Latina, lo que en Perú significa recuperar la identidad nacional a partir de las innumerables sublevaciones y culturas indígenas. La “cuestión indígena”, se relaciona con el reconocimiento de los indígenas y la recuperación cultural y política de Perú, que están vinculados al problema de la tierra. Mariátegui encuentra en la estructura agraria peruana, las raíces de la exclusión del indígena. De ahí que la cuestión campesina se exprese como cuestión indígena, es decir, como posibilidad de que a través de la organización de los indígenas como fuerza política se logre el proyecto de un socialismo peruano. Rebellato afirma que se puede integrar y desarrollar una hermenéutica de la constitución histórica de la identidad narrativa de los movimientos sociales. (Rebellato, 1996a:24-25).

Para Rebellato la comprensión hermenéutica es importante para estudiar la producción del proceso de recuperación de la identidad cultural, la mitología juega un rol fundamental. Mariátegui reconocía que el mito es un aspecto de la lucha que, dentro del más perfecto realismo, no podemos subestimar porque los mitos son fuerzas que suscitan potencialidades y organizan la voluntad colectiva. En nuestra cultura la utopía que cumple un rol semejante al mito, está en el corazón mismo de la construcción de una nueva sociedad; no la utopía entendida como mundo ideal e inalcanzable, puesto por encima de las condiciones históricas, sino la utopía como proyecto que se convierte en una fuerza que contribuye a hacer real el proyecto histórico de liberación de los pueblos. (Rebellato, 1988b:13).

Según Mariátegui, los mitos son movilizadores de la resistencia indígena y no es la civilización la que eleva las energías del indio, sino que son los mitos y utopías los “agentes decisivos del despertar de los pueblos”. Los mitos o las utopías no son fábulas, o construcciones fruto de la alienación, el mito es una creación cultural que suscita las energías de los pueblos, organizando su voluntad colectiva También una sociedad nueva exige una gran capacidad de esperanza y apuesta a la imaginación y al poder de una utopía. Se podría entender que Rebellato no establece diferencia entre mito y utopía, porque las considera “narrativas” que expresan una identidad comunitaria y cultural. (Rebellato, 1988a:47). 

Rebellato postula una ética de la autenticidad y del reconocimiento de las prácticas sociales. Existe un vínculo entre el reconocimiento y la identidad, entendiendo ésta última en el sentido de las características fundamentales y originales de un ser humano. La identidad se construye dialógicamente y depende radicalmente de nuestras relaciones dialógicas con los demás. Afirma:

 En otras palabras, el lenguaje tiene una intencionalidad orientada al entendimiento. (Rebellato, 1996d:6).  

El tema de la identidad se entiende en el conjunto de su constitución, es decir, los sujetos y las comunidades y, por esto, Rebellato considera que las comunidades como expresiones culturales auténticas poseen sus identidades narrativas (1999b: 57-58) integradas en un proyecto de vida y que no están encerradas en sí mismas, sino que están proyectadas políticamente. (1996a:25). El lenguaje es una condición simbólica de la identidad y de la interlocución, en cuanto el lenguaje es condición de posibilidad de intercambio y de construcción de significados y de identidades. El lenguaje socializa, individualiza y singulariza. A la vez, el lenguaje se construye en virtud de la relación respecto a los otros sujetos. Existe una perspectiva por la cual la relación se construye en el acuerdo cara a cara permite el proceso de reconocimiento de la alteridad, (1998b:48) y propone una distinción entre una alteridad competitiva y una alteridad comunicativa. (Rebellato, 1996c:28).

 

La solidaridad internacional y la utopía

Según Rebellato, el reconocimiento eurocéntrico de la diversidad cultural tiene que ver con la crisis de modelos basados en una visión lineal del progreso y en el paradigma de un pensamiento único; dicho reconocimiento tiene un desarrollo interesante en la cultura de la posmodernidad que exalta la pluralidad de formas de vida, pero corre el riesgo de ser asimilado por el discurso hegemónico. Esto se debe a que la actitud posmoderna no plantea una alternativa política a la dominación del sistema capitalista cuya matriz sigue generando división del trabajo, exterioridad, exclusión en la globalización de la economía y los mercados. (Rebellato, 1993, 1997b, 1998a, 2000b y 2000c).

Hardt y Negri sostienen que la solidaridad internacional era realmente un proyecto para la destrucción del Estado-nación y la construcción de una nueva comunidad global. Este programa proletario estuvo por detrás de las con frecuencia ambiguas definiciones tácticas producidas por los partidos comunistas y socialistas durante el siglo de su hegemonía sobre el proletariado

La solidaridad internacional debía ser reconocida no como un acto de caridad o altruismo para el bien de otros, un noble sacrificio para otra clase trabajadora nacional, sino como propio e inseparable del propio deseo y la lucha por la liberación de cada proletariado nacional. El internacionalismo proletario construyó una máquina política paradójica y poderosa que empujó continuamente más allá de las fronteras y las jerarquías del estado-nación y ubicó los futuros utópicos sólo en el terreno global.

Este internacionalismo al que se refieren Hardt y Negri está presente en la obra de Rebellato cuando comenta sus opiniones sobre el Manifiesto, texto que pese a ser considerado eurocéntrico, en su opinión, propone la solidaridad internacional y un nuevo impulso ético. Se trata de una lectura afín a la tradición crítica y emancipativa de Gramsci y Mariátegui, que confluye con otras corrientes del pensamiento crítico, confluencia que permite, según Rebellato, concebir lo que Girardi llama “humanismo popular revolucionario”. (Rebellato, 1983:55 y 63, 2003). 

Asimismo, la utopía a la que apunta Rebellato después de haber fracturado y desplazado a las estructuras de poder binarias y totalizantes, no es una existencia aislada y fragmentaria, sino una nueva forma de comunidad, una comunidad de los “sin-hogar”, un nuevo internacionalismo, una reunión del pueblo en la diáspora. La afirmación de la diferencia es en sí misma, según Rebellato, una afirmación de comunidad porque las semillas de la comunidad alternativa germinan en la proximidad de la cultura localista y su resistencia a la estructuración binaria de las jerarquías sociales. 

 

El pensamiento humanista marxista de Rebellato

De esta integración de los aspectos sociales con las temas culturales, se puede entender que la propuesta de Rebellato integra los siguientes niveles: (a) ético-político que integra la educación popular como práctica preocupada por la autenticidad y creatividad de los sujetos y la consideración de los valores de la pluralidad de comunidades; (b) teórico-metodológico, que analiza la relación crítica entre una episteme etnocéntrica y los saberes populares, el rol de la ideología en los conflictos como factor que genera alienación en la realidad social; (c) ontológico, en la consideración de la pluralidad de culturas, la diversidad de subjetividades, la discontinuidad y la contingencia de los procesos sociales e históricos y el antagonismo dialéctico como posibilidad de cambio creativo.

Reconociendo la originalidad y el valor de estos niveles de análisis que configuran el pensamiento filosófico de Rebellato, se ha tratado de señalar en este trabajo que los mismo constituyen herramientas para llevar adelante estrategias para incidir en la realidad social mediante una praxis ética y política. En este sentido, el pensamiento de Rebellato consiste en una estrategia política que nos plantea una tarea de re-apropiación de la historicidad de la cultura, la economía y la naturaleza humana, tratando de articular representaciones, mitos, cosmovisiones, narrativas, proyectos y memoria, mediante una agonística dialógica en el reconocimiento de la diferencia intersubjetiva cuyo contexto es la naturaleza como ecología,  como expresión de un biopoder y un geopoder re-humanizado. 

Esta preocupación constante en la búsqueda de un paradigma crítico centrado en la transformación de la sociedad y de la historia, explica la postura intelectual que Rebellato asume al rechazar radicalmente lo que juzga como reducción cognitiva y ontológica de la realidad humana: la “teoría del reflejo” del marxismo ortodoxo tanto como la razón instrumental de la economía de mercado. Así, propone una hermenéutica aplicada al campo social que valora el proceso de elaboración interpretativa de los sujetos y coloca a la centralidad de la cultura y a la ética, en el marco de un proyecto liberador.

La expectativa que Rebellato expresa acerca de un proyecto liberador permite interpretar su concepto de esperanza, no como una actitud utópica ingenua, sino como una apuesta a los valores humanos y una confianza en la praxis como compromiso ético, que evita caer en un populismo concientizador. Esta actitud que se puede considerar optimista en Rebellato, integra en forma creativa una reelaboración del marxismo humanista y crítico, expresada en su lectura geopolítica del Manifiesto, texto que aunque, en su opinión, puede ser considerado eurocéntrico, sostiene que Marx y Engels proponen la solidaridad internacional y un nuevo impulso ético. Actitud que explica su lectura de la tradición crítica y emancipativa de Gramsci, Mariátegui y Guevara, que confluyen con otras corrientes del pensamiento crítico en una intertextualidad que permite, según Rebellato, concebir lo que Girardi llama humanismo popular revolucionario. 

Así, el concepto de solidaridad en Rebellato se puede relacionar su idea de promover con una racionalidad no etnocéntrica, no dominante que se desarrolla mediante una praxis política concreta. Se esfuerza en exponer la idea de que una construcción solidaria de espacios alternativos al poder, se debería producir entre individuos y comunidades diferentes a través de la comprensión y el diálogo evitando una perspectiva populista, asistencialista o concientizadora que no fuera capaz de superar la relación asimétrica con el otro.  

 

Bibliografía citada

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 Notas

[1] Este trabajo fue presentado en las XI Jornadas de Pensamiento Filosófico. El pensamiento filosófico rioplantense, Fundación para el estudio del pensamiento argentino e iberoamericano (FENAI), Montevideo, 24/10/2003.

[2] El proyecto fue realizado por Ruben Tani, Beatriz Carrancio, Edgardo Pérez y María Gracia Núñez.

Edgardo Pérez Uruguayo. Licenciado en Filosofía. Se ha desempeñado como Colaborador Docente en la materia Seminario Docencia I y II de la Unidad Opción Docencia  de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en Uruguay. Ha investigado sobre formación docente universitaria, cuestiones de pedagogía y didáctica y acerca de modelos docentes de enseñanza superior  en la Unidad Opción Docencia y ha publicado artículos sobre la base del eje temático “identidad”. 

Ruben Tani. Uruguayo. Licenciado en Filosofía y Letras. Es profesor en el Departamento de Teoría del Lenguaje y Lingüística General, profesor en el Instituto de Profesores Artigas de “Lingüística” para Idioma Español y profesor de Teoría Antropológica en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en Uruguay. Coordinó la investigación “Teoría, práctica y praxis en la obra de José Luis Rebellato”, proyecto patrocinado por la Multiversidad Franciscana de América Latina en la que participaron Edgardo Pérez, Beatriz Carrancio y María Gracia Núñez.

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