PALESTINA SIGUE OCUPADA

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Alberto Arce

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Al mismo tiempo que celebramos en Europa el 60 aniversario de la liberación de los campos de concentración nazis, asistimos a la paradoja de que el concepto de encarcelamiento masivo de población civil, que creíamos superado como instrumento para la construcción de Estados étnicamente puros, se encuentra aún triste y plenamente vigente. Los muros, alambradas y torres de vigilancia de Birkenau, Mathausen y Buchenwald continúan lamentablemente entre nosotros. Ahora rodean Calquilia, Tulkarem y Ramala y sus guardias han sustituido el alemán por el hebreo. El violinista del gueto de Varsovia llora su música mientras el ejército de Israel le mantiene encerrado en Palestina mediante la construcción de un ilegal muro de apartheid. Nueve metros de altura de hormigón armado, sufrimiento e injusticia. Más de 200 kilómetros ya construidos y 400 aún por construir que dejan un territorio trenzado, despezado y cuarteado, un pueblo prisionero y un futuro estado palestino sin continuidad territorial. Israel ha elegido pasar del papel de víctima al de verdugo manteniendo, al mismo tiempo, un discurso sobre la violencia palestina -con el que justifican sus crímenes- absolutamente aislado de las causas que la provocan: La ocupación es la primera violencia y la responsable principal de todo lo que allí sucede.

Entre junio de 1967 y junio de 2005 han pasado 38 años. La guerra duró seis días y la ocupación militar resultante de la victoria israelí se prolonga ya casi cuatro décadas. Se dice rápido, pero la ocupación y destrucción del territorio palestino constituyen la ocupación y destrucción militar más larga a la que un pueblo haya sido sometido a lo largo de la historia contemporánea. Y tamaña atrocidad se justifica, comprende y explica sobre la incomprensible permisividad y el silencio cómplice de la comunidad internacional en torno a la ilegitimidad del sionismo, origen de la ocupación.

El sionismo es la ideología política de base religiosa fundada, a finales del siglo XIX sobre la idea de que el pueblo judío conforma una nación elegida por Yavé y que, por tanto, tiene derecho a la creación de un Estado llamado Eretz Israel en el territorio histórico conocido como Palestina y sobre el cual se niega a establecer fronteras internacionalmente reconocidas. Según los postulados sionistas, Palestina constituía una "tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra" y como tal estaba esperando ser ocupada por inmigrantes judíos llegados de todas las esquinas del planeta le pesase a quien le pesase. A lo largo de más de un siglo, y sobre esta asunción de carácter religioso, se ha desarrollado la política de colonización y robo territorial que pone las bases para que el conflicto palestino-israelí sea, hoy en día, uno de los más enquistados y difícilmente resolubles del tablero geopolítico mundial.

Desde el momento en que, con la proclamación del Estado de Israel en 1948, más de medio millón de palestinos fueron expulsados de sus pueblos y ciudades hasta las obras de construcción del Muro que, mientras se lee este artículo avanzan imparables, el robo de tierra y la expulsión de la población local no han tenido pausa. El sionismo se ha mostrado a sí mismo como una política racista y usurpadora que a lo largo de estos últimos 38 años ha instalado ilegalmente más 400.000 colonos en tierras robadas a los palestinos además de crear un régimen de apartheid contra el 18% de la población del Estado del Israel, descendiente de los palestinos a quienes no pudieron expulsar de sus casas. Y no sólo quienes la desarrollan son culpables de sus nefastas consecuencias. También quienes pudiendo pararla no hacen nada verán como cae sobre ellos la vergüenza histórica y el dedo acusador de la complicidad con un régimen que nada tiene que envidiar a la Sudáfrica supremacista.

De nada han servido las resoluciones de Naciones Unidas que proclaman el retorno de los refugiados palestinos (nº194, 11 de diciembre de 1948), o la que declara ilegal la ocupación militar de Gaza y Cisjordania (nº 242, 21 de noviembre 1967). Israel no obedece a razones y no contento aún con expulsar y ocupar, decide centrarse en encerrar en vida y en cárceles al aire libre a quienes no considera sujetos de ningún derecho; a los mismos palestinos que, cuando hartos de tanta injusticia deciden resistir por dignidad, considera terroristas. Recordemos que la Carta de naciones Unidas, en su artículo 51 dice literalmente: "Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales.".

Más allá del incumplimiento por parte de Israel de las resoluciones 194 y 242, recordemos la última de las violaciones hebreas al Derecho Internacional en lo que se refiere al muro de apartheid, por el cual Palestina quedará absolutamente bantustanizada en pocos meses.

El 20 de octubre del año 2003 la Asamblea de las Naciones Unidas condenó (con 144 votos a favor sobre 166 posibles) el muro que Israel construye en Cisjordania desde junio del 2002. Varios meses después de que se aprobase esta primera resolución de las Naciones Unidas, el 9 de julio del 2004, el muro fue declarado ilegal por el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya (14 votos a favor y sólo 1 en contra, el de los Estados Unidos). Al mismo tiempo, la Corte dio un paso más allá de la mera declaración y considera que el gobierno de Ariel Sharon debe derribar los tramos ya construidos e indemnizar a los palestinos por los graves perjuicios ocasionados a lo largo de estos años. El 20 de julio del año pasado la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó por abrumadora mayoría (150 votos sobre 166) una resolución en la que conminaba al Estado de Israel a acatar la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia e incluso incitaba a la comunidad internacional a cesar en su colaboración con el Estado de Israel en tanto éste no cumpla con sus obligaciones.

Como era de esperar, Israel no acatará la sentencia, ya que no reconoce la legitimidad de las organizaciones internacionales para inmiscuirse en sus asuntos internos, que se refieren exclusivamente, siempre según su versión, "a protegerse de la amenaza terrorista". Y los Estados Unidos, en una poco sorprendente muestra de consenso entre demócratas y republicanos le muestran una vez más todo su apoyo, y declaran, por boca de Hillary Clinton, que "el muro es una alternativa no violenta por parte de Israel al terrorismo palestino". Doble rasero e injusticia, muerte y silencio. Complicidad e inacción. ¿Cómo hay que explicarlo para que se entienda? La violencia palestina responde exclusivamente a la desesperación, injusticia y abandono con las que se ha abandonado a ese pueblo a su suerte. Y mientras nosotros, países democráticos, no nos pongamos manos a la obra, parando de una vez por todas los desmanes del sionismo, el conflicto no se solucionará.

Cuando las tropas aliadas liberaron los campos nazis, los alemanes dijeron que no sabían nada de lo que allí sucedía; cuando caiga el muro de apartheid y Palestina sea finalmente libre, ¿quien podrá decir que no sabía lo que estaba pasando? ¿A qué esperamos los ciudadanos para participar en un boicot a Israel? ¿A qué esperamos para salir a las calles y presionar a nuestros políticos, exigiéndoles que pongan sus esfuerzos y no sólo sus palabras en conseguir que Palestina logre existir de una vez por todas con paz, libertad, justicia y dignidad? 

La Insignia. España, junio del 2005

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