HOMBRE, CIENCIA Y TÉCNICA EN GARCÍA BACCA

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JUAN DAVID GARCÍA BACCA 

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I. Introducción

(Roberto Aretxaga)

 

                A lo largo de su dilatada vida personal e intelectual, Juan David García Bacca (1901-1992) fue autor de una ubérrima producción filosófica que se halla publicada de forma dispersa entre los diferentes países donde transcurrió su existencia. Si a ello añadimos que su proyecto filosófico maduró pasando por cinco inflexiones teóricas bien diferenciadas, no será difícil imaginar las dificultades que entraña el acceso directo y completo a su obra y, por tanto, una mejor comprensión de su pensamiento.

                Como consecuencia de su exilio republicano este intelectual vasco-navarro apenas es conocido entre nosotros, aunque voces autorizadas lo consideren ya uno de los mayores filósofos en lengua castellana de todos los tiempos y pensador de talla universal.[1] Por fortuna, los esfuerzos que desde hace años algunos estudiosos vienen realizando para recuperar su figura, pensamiento y obra, aunque lentamente, comienzan a dar sus frutos. Desgraciadamente, sin embargo, ninguna iniciativa encaminada a publicar en España su obra completa ha tenido éxito aún.

                Por todo ello, la publicación en estas páginas del artículo que ahora presentamos quiere ser una contribución a esa labor de recuperación patrimonial que lo es, a la vez, de desagravio histórico. Que el texto escogido, además, tenga como tema la técnica no es casual pues, amén de ser eje vertebrador de su sistema filosófico, la reflexión de García Bacca sobre la técnica posee tales características que, como hemos demostrado en otra parte, con independencia del grado de acuerdo o rechazo que suscite, la aproximación crítica a ella sólo puede contribuir a enriquecer y fecundar el panorama de la Filosofía de la Técnica y el de los estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), por lo que su autor debe ser incluido con pleno derecho en la categoría de pensador de la técnica y, dentro de ésta, en la de precursor.[2]

                Desearíamos, por último, que el artículo ahora presentado fuese el primero de una serie de ellos que, siendo de difícil acceso para el lector español y con la técnica como tema, aparecieran en estas mismas páginas en próximas ocasiones para complemento de otras obras mayores de García Bacca publicadas ya entre nosotros.               

                El artículo elegido para esta ocasión lleva por título "Actitud del hombre moderno frente a ciencia y técnica". Publicado en Caracas en 1952, fue el primero dedicado expresa e íntegramente por García Bacca a una reflexión sobre la técnica. Dicho artículo fue escrito en un momento en el que Occidente se hallaba inmerso en un proceso tecnológico sin precedentes, a la vez que el mundo asistía desconcertado al desarrollo de la tecnología nuclear en el contexto de la guerra fría. La preocupación que esta situación causó en García Bacca le llevó a moderar temporalmente su discurso pro-tecnológico, de ahí el tono precavido del artículo que nos ocupa. Por otra parte, el trasfondo del escrito desborda el marco de la coyuntura histórica en que fue publicado, manteniendo aún su actualidad y resultando, por añadidura, particularmente oportuno en el contexto de este número de Letras de Deusto, consagrado a reflexionar sobre los conceptos interimplicados de conflicto y desarrollo.

                El artículo en cuestión, publicado el mismo año en que el filósofo navarro obtenía la nacionalidad venezolana[3], pertenece a su época intelectual de aproximación a Heidegger (1947-1959/60). El tono de cautela hacia la técnica que preside el escrito, y hasta la existencia de éste, tampoco son ajenos a ese acercamiento, pero su sentido, como veremos, es bien distinto en ambos autores.

                En efecto, dado el talante filosófico y personal de García Bacca, su aproximación al filósofo teutón sólo podía realizarse críticamente. Por su carácter "transfinitador" y "transustanciador" el filosofar garcíabacquiano había de chocar necesariamente con el angustiado existencialimo heideggeriano, de ahí que la alta consideración en que García Bacca tuvo a Heidegger no impidiera, sin embargo, que su valoración de la técnica fuese radicalmente distinta al no considerarla como el estado ínfimo de la in-sistencia del ser del hombre, sino como el remedio a su caída.

               García Bacca define la técnica como la operación "trocar en", y la concibe como acción en la que concurren de forma privilegiada y sintética el poder creador de la base materio-energética del universo físico y el de la Vida surgida de él, hecha transcendente-y-transcendental al manifestarse bajo forma de vida humana. Este carácter sintético de la acción técnica permite al hombre que se sirve de ella transformar el "universo natural" en "mundo artificial" según modelos propios, es decir, "a su imagen y semejanza", lo que permite fundar un dominio causal en sentido estricto dentro de un universo físico regido por el azar y la entropía. Puesto que artificializar lo natural mediante la técnica equivale a imponer el orden causal frente al desorden y la casualidad, en la medida en que el hombre aumente el grado y extensión de lo artificial estará favoreciendo y potenciando la Vida, definida como dinamismo remontador de la entropía cósmica. Por último, el alto grado de eficiencia y eficacia demostradas por la técnica científica, o "actual", para transformar el ser ha hecho posible que en nuestra época histórica el hombre haya concebido el "proyecto" de transmutar de forma "planificada" el "Universo natural" en "Mundo Artificial" o "Tecnocosmos" y, correlativamente, a sí mismo en "Creador" y "Ciberneta".

                Esta concepción garcíabacquiana de la técnica engarza con una antropología fundamentada en la condición "transfinita-y-transfinitante" de carácter transcendente con la que el filósofo navarro define el ser del hombre. Tal condición impulsa al hombre a superar la finitud en cualquier ámbito y, debido a su carácter estructural, lo hace necesariamente. En el transfinito humano únicamente lo Infinito puede funcionar como límite. Ese Infinito para García Bacca, dado el talante sentimental "transustanciador" de su filosofar transfinitador, toma forma de "Dios".

                Pues bien, con estos presupuestos, no ha de extrañar que García Bacca vea en la técnica el instrumento adecuado para "poner a aprueba" la operación de "paso al límite Infinito" consistente en dar cumplimiento "real-de-verdad" a la tendencia ascendente del transfinito humano: ser Dios. Además, el filósofo navarro entiende que tal intento es honra para el hombre, no pecado, pues no hace sino actualizar su ser.[4] Por la misma razón, nuestro autor considera que un posible fracaso en tal empeño no sería demérito para el hombre, sino la prueba real, "a la altura de la ciencia y técnica actuales", de la existencia de Dios y que, por tanto, nosotros ya no podríamos serlo, debiéndole entonces reconocimiento y acatamiento.

                En cualquier caso, éste sería un proceso histórico en el que, según García Bacca, Occidente se encuentra ya embarcado, de forma más o menos consciente o explícita pero irremediablemente, desde el Renacimiento; un proceso necesitado de un sujeto apropiado capaz de dirigirlo: un supersujeto artificial, "diverso" del individuo natural, que nuestro autor denomina "Sociedad", cuya estructura, normas y valores sean adecuados al novísimo tipo de responsabilidad adquirida por el ser humano en todos los órdenes y a la altura de la empresa transustanciadora antropo-teogénica.

                Como es evidente por lo dicho, la formación teológica católica de García Bacca, sacerdote claretiano hasta su renuncia, marcó profundamente su reflexión filosófica, presta siempre a la secularización de temas religiosos. En el caso de "Actitud del hombre moderno frente a ciencia y técnica", esta huella puede observarse incluso en las fórmulas expresivas empleadas para la exposición del tema. La profunda crisis religiosa, vital e intelectual que la contienda civil española de 1936 y el exilio contribuyeron a desencadenar en García Bacca, junto con su talante personal e intelectual inconformista  y audaz, le llevaron a concebir a Dios como imagen de los pujos creadores del transfinito humano.

                Para García Bacca, la idea de Dios debe fungir como causa final o meta transcendente del dinamismo transfinitador humano; como límite al que debe tender con ánimo de cumplimiento "real-de-verdad" (tecno-científico). En este contexto de ideas, el poder transformador de la acción artificializadora "trocar en", "sobrenatural" de por sí, queda subordinado al de medio para la "en-realización" del Infinito-Dios y, por ello, "sobrenaturalizado" él mismo. Con ello, la técnica adquiere carácter sacramental: de instrumento o auxilio sobrenatural-y-sobrenaturalizador que ayuda al hombre a contrarrestar y vencer la fuerza descensional con la que tira de él la finitud que le impone el "estado natural" en que nace (caída).[5]

                Debido a la función antropo-teogénica y sacramental que la técnica posee en el pensamiento de García Bacca, su reflexión filosófica sobre la técnica se transforma en una filosofía de la historia como fenomenología del "homo creator" o, si se prefiere,  una teodicea "a la altura de los tiempos actuales". Más aún, en una teología mística en clave de teogonía alquímica de carácter tecno-científico, en la que "lo divino" (el sustrato materio-energético del Universo y la Vida) estaría transmutándose en Dios en la obra secreta, o drama oculto, que se desarrolla en el seno del huevo filosófico de la historia humana con la ayuda del fuego-fermento de la técnica.[6] En cualquier caso, es claro que la filosofía de la técnica de García Bacca implica un replanteamiento "actual" de la cuestión teológica.[7]

                Por todo lo expuesto, es claro que García Bacca no concibe la técnica, en especial la actual, únicamente como medio al servicio de la satisfacción de las necesidades humanas, sino también, y sobre todo, como acción metafísica y fundamento ontológico para la construcción de un nuevo mundo; un mundo "real-de-verdad", y no sólo transcendental, hecho a imagen y semejanza de un hombre también nuevo, donde éste pueda habitar "realmente" a la altura de su dignidad ontológica y metafísica.[8]

                Según García Bacca, esta "Empresa", por su novedad y envergadura, "hace historia" y, puesto que su éxito no está garantizado, resulta "aventura" ontológica y metafísica sin precedentes en la historia, pues en ella el hombre se juega su ser y el de toda la realidad, lo que exige encauzar convenientemente el poder del instrumento que la hace posible, la tecno-ciencia, a fin de reducir la probabilidad de un fracaso por catástrofe.

                En este sentido, García Bacca considera que los peligros relacionados con la técnica siempre son externos a ésta, pues ni la técnica ni la transfinitud humana como tales son peligrosas para el ser. Determinadas actitudes humanas, la ley de los grandes números, el exceso de racionalidad o el capitalismo como "pecado antropológico", son algunas de las amenazas que ponen en peligro el proceso transustanciador tecno-científico del universo y del hombre. La tecno-ciencia, por su poder y eficacia, puede amplificar y agravar tales peligros exógenos, de los que ella también es víctima.[9] En cualquier caso, la existencia de peligros exige "refrenadores". Esta necesidad de control advertida por García Bacca no debe interpretarse, sin embargo, como limitación al poder transformador de la técnica ni a la transfinitud humana, pues hacerlo así entraría en contradicción con el proyecto básico y definidor del filosofar garcíabacquiano: "No abdiquemos de ser dioses"[10].

                Pues bien, nada de lo dicho hasta aquí debe obviarse para una interpretación adecuada de la tesis defendida por García Bacca en "Actitud del hombre moderno frente a ciencia y técnica". En este escrito, dada la coyuntura histórica, García Bacca prefiere enfatizar el capítulo de las amenazas, y lo hace centrando su discurso en la actitud del hombre moderno hacia la ciencia y la técnica actuales: una actitud que, habiendo olvidado o equivocado el auténtico sentido de la transcendencia humana y ensoberbecida por la cantidad y poder de la ciencia y la técnica que posee, no ve en ellas sino un medio para gozarse en la inmanencia o finitud. Con todo, García Bacca aún dedica algunas líneas a recordar la función antropogénica y civilizatoria de la ciencia y la técnica y, por lo mismo, la imposibilidad de prescindir completamente de ellas sin perjuicio de lo específicamente humano frente a lo natural.

                En cuanto al remedio, puesto que el origen del problema es actitudinal, aquél habrá de ser moral, no técnico ni científico. La solución para García Bacca, en este momento de influencia heideggeriana en el que aún no ha madurado su proyecto filosófico al calor de la influencia de Marx, pasa por un ejercicio de renuncia al propio poder tecno-científico; pero una renuncia que debe ser entendida coyunturalmente, hasta tanto advenga un tipo de hombre a la altura moral, y no sólo intelectual, de su condición actual de "potentado ontológico".[11]

               Así, pues, considerando el proyecto filosófico que sirve de contexto a la tesis expuesta por García Bacca en este artículo, su propuesta no debe interpretarse, de ningún modo, en el sentido de una limitación al dinamismo transustanciador humano ni al de la técnica sino, por el contrario, como estrategia momentánea que garantice su salvaguarda. La ambigüedad y dificultad de esta tesis es advertida por el propio autor ya desde el comienzo mismo del escrito pues, como resulta evidente, en ella intenta armonizar la crítica al imperativo tecnológico con la defensa de un proyecto transustanciador tecno-científico.[12]

               Por todo lo dicho, es claro que, si en este artículo el filósofo navarro parece coincidir con Heidegger en el tono cautelar hacia la técnica, así como en la consideración de que la solución al problema de la técnica no es nada técnico, el trasfondo teórico en ambos es bien distinto, lo que hace que dichas coincidencias deban matizarse convenientemente.

               Por último, si bien es cierto que en las etapas siguientes de su pensamiento, la marxiana y la tecnológica, García Bacca abandona el tono de cautela en favor del elogio y la exaltación del poder metafísico de la técnica y de sus funciones ontológica y antropo-teogénica, no lo es menos que en el optimismo de su discurso pro-tecnológico siempre reserva un lugar, pequeño en comparación pero esencial en su proyecto filosófico, para lanzar una llamada de atención sobre los peligros que acechan a la técnica y, por su medio, a la tarea civilizatoria entendida como transustanciación tecno-científica del universo y del hombre, a fin de evitar que su olvido se convierta en el mejor aliado de su existencia.

 

II. ACTITUD DEL HOMBRE MODERNO FRENTE A CIENCIA Y TÉCNICA[13]

(Juan David García Bacca)

 

                Mucho me temo que, respecto de la Ciencia y de la Técnica, tal y tanto como se hallan en nuestra concepción del Universo, hayamos de recurrir a ese tratamiento y actitud, un tanto ambiguos, y no nada fáciles, de tratar nuestra misma riqueza en ciencia y técnica con pobreza de espíritu.

                Debe ser una tragedia, por mí no experimentada, esa de tener que ser rico, -tener o deber serlo por herencia, por estado...-, y proponerse serlo con pobreza de espíritu.

Sentirse rico, y sentirse a la vez y en lo mismo y por lo mismo, pobre.

Graduemos un poco las cosas.

                No creo resulte difícil ser rico en cosas, y rico en espíritu de posesión. Ser rico, sentirse rico y deleitarse morosamente en la riqueza. Identidad doble, muy apropiada al ser del rico, que a todo ser le va bien identidad entre ser y lo que es.

                Tal identidad, traspuesta al orden espiritual, no carece de intrínsecos peligros: ser rico en cosas espirituales, -en virtudes, por ejemplo, en gracia divina, en dones de talento...-, y serlo con espíritu de rico, gozándose en ello, ufanándose de ello, lleva, sin escape, a la soberbia, a la delectación morosa, máxima raíz de máximos pecados.

 

Distingamos, para ir afinando y apretando las cosas, los casos siguientes:

1) Tener que ser rico, y serlo con espíritu de riqueza;

2) Deber ser rico, y serlo con espíritu de riqueza;

3) Tener que ser rico, y serlo con espíritu de pobreza;

4) Deber ser rico, y serlo con espíritu de pobreza.

                No me interesan, en vistas al peculiar problema que nos ocupa, otros casos, como el de tener o deber ser pobre, y serlo con espíritu de riqueza o de pobreza. Sólo entraría en consideración el siguiente:

5) Ser de hecho, de facto, rico, y serlo con espíritu de pobreza, o de riqueza.

               Más adelante perfilaremos la segunda parte de algunas de estas actitudes, pues tal vez, y adelanto un poco la futura propuesta, tengamos y debamos, -más tengamos que debamos-, ser los modernos ricos en ciencia y en sus necesarios productos técnicos, y con todo debamos, -con deber moral, casi con deber a reforzar con voto solemne-, ser ricos en ambas cosas, mas con espíritu de pobreza.

                No parece estar sujeto a dudas que, allá por el siglo VI antes de Cristo, no se planteó, a nuestros antecesores intelectuales, los griegos, el problema moral de su actitud frente a la riqueza espiritual que es la ciencia, y frente a su natural aplicación al dominio de lo real, que es la técnica.

                No eran, realmente, ricos en ciencia ni en técnica. Lo malo del caso fué, -y llegará a serlo sobre todo para sus sucesores-, que al griego clásico le entraron ganas y aun la conciencia de deber ser científico, por lo pronto; y se le abrió el apetito de dominar urgentemente por la técnica al mundo, la humanización real de lo físico.

                Y podemos preguntarnos si todo hombre no tiene que y no debe trabajar y transformar técnicamente el mundo físico, el político, si no quiere quedarse en simple animal, indefenso frente al universo, y casi como una cosa entre tantas.

                Digamos, pues, que el griego clásico notó que tenía que (necesidad física) y debía (necesidad moral) ser rico en ciencia (geometría, aritmética, física, astronomía, política...) y en técnica; y comenzó, efectivamente, siéndolo o haciéndolo con espíritu de riqueza, con ansias de cumplimiento, de éxito, de goce.

               No todos los pueblos han sentido semejante tener y deber. Mas nosotros no pertenecemos a su ámbito cultural, y si a alguno le molestare mucho éste, libre es de irse al otro. Evasión no es solución. Corte el nudo gordiano de nuestro problema, y váyase, si quiere, un poco inconsecuentemente, en avión a alguna isla de los mares del sur, o de coral, recién nacida.

                Volvamos a nuestro problema, y a sus orígenes. ¿Fué correcto el que el griego clásico creyera que tenía que y debía además ser rico, y no simplemente pobre o de mediana fortuna, en ciencia y en técnica, en ciencia para comenzar, y que además debía serlo con espíritu de riqueza, aprobando, gozándose, cultivándolas amorosamente?

                No es preciso decir que el griego no se planteó con semejante desaforada y ofensiva claridad tal problema de conciencia histórica y social. -Se dió sin más requilorios y averiguaciones a la ciencia-, y venga lo que viniere.

                Si el hombre es animal racional, tal vez tenga que y deba mostrar realmente, al mundo que es capaz de hacer cosas que la naturaleza ni hace ni puede hacer, y capaz de hacer sentir realmente al mundo su superioridad, por la técnica.

                Ya en la época alejandrina el acervo de ciencia es tal y tanto, -por obra de la geometría de Euclides, Arquímedes, Ptolomeo...- que hubiera convenido un Sócrates que se preguntara: somos cada vez más ricos en ciencia, ¿pero debemos y tenemos que serlo y hacernos, así, sin límite, y con ese frenesí que da el serlo con espíritu de riqueza, con desaforado amor al saber por el saber?

                Nuestro viejo padre Platón, con certero instinto, había colocado, en la escala de los valores, propuesta en el Filebo, por sobre la ciencia la mesura (metron) y la oportunidad (kairion).

                No echemos, con todo, los filósofos demasiadas piedras al tejado de los científicos, porque tal vez desde Aristóteles hubiéramos debido preguntarnos: ¿tiene y debe el hombre ser rico, -rico sin límites y en superlativo-, en filosofía, en logos sobre todas las cosas, -sean Dios, naturaleza..., y encima y por agravante gozarse en su razón, y en dar razones, con ese dominio que el logos da e impone sobre las cosas dichas en él y por él? ¿Habrá que, y se deberá, dar logos silogísticos, dialécticos, sin límites ni cortapisas acerca de Dios, del alma, de la vida?, y por contera de todo gozarse morosamente en tales conocimientos y hacer de ellos normas, leyes, individuales y colectivas?

               Es claro que, de haberse propuesto a tiempo tal cuestión previa de conciencia, difícilmente hubiera surgido la teología, que es desenfreno de la razón acerca de lo Tremebundo, misterioso y fascinante, para decir Santo, con términos de R. Otto.

               El hebreo del Antiguo Testamento no se desbocó tras la ciencia, ni se le despertaron ansias de ser rico en ella. Pero creyó que tenía y debía ser rico en liturgia, infinitesimalmente regulada, en moral mandataria y casuística, en heteronomía total, o teocratismo, y ser rico además haciendo de todo ello objeto de predestinación, de honra nacional o racismo religioso.

               Y en este punto no hubo profeta en Israel que se preguntara: ¿Tiene que y debe el hombre proponerse ser rico en teocratismo y teomonopolio total, y gozarse en ello con tranquilidad de conciencia moral y religiosa? Más de uno abrigaríamos dudas acerca de la conveniencia histórica y de la licitud humana de semejante imperativo.

                Saltemos unos siglos, y coloquémonos en el Renacimiento. La cantidad y calidad de ciencia y de técnica asciende ya a tal monto que el hombre occidental no tan sólo es rico de hecho, de facto, sino que hasta la contextura misma del universo se halla impregnada de ciencia y técnica. Una concepción del universo impone una cierta necesidad (un tener que) y un determinado deber sobre los que respiran, espiritual y aun materialmente, tal ambiente.

               Desde el Renacimiento hasta nuestros días todos nacemos, por una especie de predestinación, ante praevisa merita aut peccata, en un mundo ordenado por ciencia y técnica.

               La inmensa mayoría, o sea el término medio (Durchschnitt) de los hombres, vive en tal mundo, riquísimo en ciencia y en técnica, con espíritu de ricos, o por actual posesión, o con ganas y añoranza de ella. Y aun los que protestan lo hacen a medias, pues casi ninguno opta por irse a vivir con los esquimales y a pensar con su concepción del universo.

                No olvidemos que tan producto científico es una teología o un Código, como un auto o una radio o el palacio en que uno vive, o la propaganda que emplea, o las técnicas políticas de que echa mano para esto o para estotro.

                Podemos afirmar, por tanto: desde el Renacimiento, y gran parte por culpa y ejemplo suyos, el hombre occidental tiene que y debe ser rico en ciencia y en técnica; lo peor es que cree, sin hacerse nadie cuestión de ello, que tiene y debe serlo (necesidad conjugada con virtud) con espíritu de riqueza, regodeándose y gloriándose de ello.

                Y quien esté libre de este pecado histórico que tire la primera piedra.               

                San Francisco de Asís, no otros Franciscos, tal vez fuera el último que protestó con su vida íntegra contra tal frenesí, en un mundo regido ya y tentado por la ciencia y la técnica, por leyes, teologías, cosmologías, filosofías...

                Añadamos, no obstante, que un Savonarola de tal concepción del universo hubiera podido predicar e imponer como nuevo mandato: Tenéis y debéis ser ricos en ciencia y técnica, porque tal es la concepción del universo en que sin culpa ni vuestra ni mía, nos ha tocado nacer, y de que no podemos huir, cual del calor o frío de la atmósfera; pero debéis ser ya todo eso con espíritu de pobreza, sin ansias locas, con mesura, con alguna que otra cuaresma de ayunos y abstinencia de ciencia y técnica, No os hace falta todavía reforzar tan encomiable resolución con voto de pobreza, ni individual ni social. Pero si vosotros no sois, por libre decisión, pobres de espíritu, vuestro desenfreno impondrá a los venideros la necesidad de reforzar con voto de pobreza, individual o social, la decisión de ser pobres de espíritu.

                Desgraciadamente tal Savonarola no surgió. Y hétenos dentro de esa misma concepción del universo sobresaturada de ciencia y técnica, teniendo que ser ricos en ellas, debiendo serlo por deber social e histórico, -inclusive para cumplir con nuestros deberes académicos y religiosos; y, con todo, ya no basta con serlo en espíritu de pobreza; debemos reforzarlo con voto de pobreza, social e individual, es decir, con la máxima y menos dispensable de las maneras de obligarse.

                No se puede protestar consecuentemente y sinceramente contra el frenesí de la técnica en todos los órdenes, si uno lo acepta en el propio y en el que le conviene: protestar contra el capitalismo, y condenar la desamortización; tronar contra el comunismo, y defender el teocratismo; censurar la bomba atómica, y servirse complacientemente de las transmisiones por radio y de la televisión cuando llegue para todos, y del cine que ya ha llegado. El voto cercena, por definición, cosas lícitas, sin voto.

               Me pregunto, y pregunto al lector paciente, si la tempestad de ciencia, -ciencia teológica, ciencia política, ciencia social, ciencia matemática, ciencia física...-, y sus respectivas técnicas, que hemos y nos han desatado, no estará reclamando imperiosa e inaplazablemente un voto de pobreza, individual o social, frente a ellas.

                No se trata de condenar ni la ciencia ni la técnica, ni de discutir su licitud; es lícito producir autos y códigos. Pero hagamos voto de pobreza, y andemos un poco más a pie, aunque esto traiga por consecuencia una reducción del mercado y unos millones menos para la Ford; y que nos dejen algo de nuestras vidas religiosa, social... sin legislación, a la espontaneidad individual, a la conciencia personal, aunque el Código sea menos perfecto, y sobren unos cuantos legisladores, y se sientan, los que quedaren, un poco capitidiminuídos, un poco menos cabeza, para los demás; y el poder ejecutivo se note algún tanto impotente, y fastidiado en su funcionamiento, frente a la gana y la libertad de los individuos.

                Hágase un poco de lugar, por todos, a la ley de gracia, en la que se dice vivimos, a la ley del consejo.

              El espíritu de pobreza frente a ciencia y técnica incluye, como componente fundamental, el gustarlas sin llegar a regodearse; deleitarse en ellas, más sin delectación morosa.

               La delectación morosa en la ciencia y en la técnica engendra una peculiar soberbia y sentimiento de seguridad. Y ¡hay que ver, y sentirse, con qué compasivo desprecio nos miran los científicos, a los legos; el teólogo, al simple fiel; el filósofo, al hombre de la multitud; los regímenes teocráticos, a las plebeyas democracias...!

               Que no sepa nuestra izquierda lo que hace la derecha. Ser científico, sin saber que lo somos; que una mano se sirva de la técnica, pero que la otra, la parte superior del alma, ignore lo que la primera hace.

                La cosa no es tan fácil; pues, por ejemplo, proponerse no gozarse en la ciencia y técnica impone, por primera providencia, no recurrir a la propaganda, menos al autobombo. Y ¿quién es el primero que renuncia a ella?; pues bien, el empleo de las técnicas de propaganda moderna es uno de los síntomas del regodeo en la técnica, del pecado de delectación morosa en sus poderes.

¡Ignorar el propio poder, aceptar que los otros lo ignoren, y pasen por alto! Parte integral del programa de voto de pobreza de espíritu frente a ciencia y técnica.

                Claro que el voto de pobreza no obliga a morirse de hambre; no se nos pide renunciar a toda ciencia y técnica; sólo ciertas plantas poseen, en grado notable, la facultad de perder ciertos órganos suyos en invierno, y rehacerlos en la primavera siguiente. En nuestro caso no se trata de revertir al estado primitivo, allá al siglo VI antes de Cristo. No podemos hacerlo, por razón análoga a la que nos impide retrotraernos al estado de célula indiferenciada. Somos, en todos los órdenes, vertebrados superiores, con irreversibilidad de desarrollo.

                Espíritu de pobreza y voto de pobreza en el uso y disfrute de la ciencia y de la técnica no son remedios ni técnicos ni científicos; sino morales. Algo así como la "resistencia pasiva" de Gandhi, ahora frente a ciencia y técnica.

                Resumo pues, mi tesis, es decir: mi posición y proposición: El hombre moderno, del viejo y del nuevo mundo, tiene que ser y debe ser, en virtud del tipo de concepción del universo en que le ha tocado vivir, científico y técnico; tiene que, y debe, aceptar tal riqueza; mas usarla y disfrutarla no sólo con espíritu de pobreza, sino con voto de pobreza, renunciando lo más que pueda a la técnica, no por ilícita ni por ineficaz, sino por el frenesí ilimitado que terminaría con una especie de suicidio colectivo sin precedentes, y sin garantías de resurrección, ni cultural ni biológica. Y sería suicidio colectivo sin precedentes, pues acabaría con el estrato de la naturaleza misma sobre el que vivimos, y sobre el que tendrían que vivir nuestros normales sucesores, ya que implica la aniquilación del género "cuerpo", base para plantas, animales y hombres.

                Un loco hace ciento; nos advierte el refrán. Creo que anda por ahí suelto más de un loco. ¿Cuántos centenares habrá hecho ya?

                La resistencia íntima que notemos a renunciar a ciertas técnicas y tácticas, en los dominios en que nos interesa y en que tengamos tentaciones de vencer a toda costa, con cualquier razón, decorosa o inconfesable, revelará el grado de virulencia de nuestra locura por la ciencia y por la técnica.

                En fórmula y refinada: Tenemos que servirnos y debemos ser ricos en ciencia y técnica, por virtud e imposición ineludibles del tipo de concepción del universo y del hombre en que hemos caído. Pero debemos ser ricos en ciencia con espíritu de pobreza; y debemos ser ricos en técnica, con voto solemne de pobreza.

 

Notas

[1] Cfr. ARECHAGA, Roberto, "Juan David García Bacca, un humanista a la altura del siglo XXI", Euskonews & Media, 1999, nº 17, http://www.euskonews.com/0017zbk/gaia1704es.html

[2] Cfr. ARECHAGA BURGOS, Roberto, La filosofía de la técnica de Juan David García Bacca (tesis doctoral), Bilbao, Universidad de Deusto, 1999.

[3]  En 1947, como consecuencia de su paso a la Universidad Central de Venezuela, García Bacca se trasladó desde México a Caracas. El 28 de noviembre de 1952 le fue concedida la nacionalidad venezolana, y en ese país americano fijaría su residencia definitivamente.

[4] Cfr. Invitación a Filosofar, México, FCE, 1940, vol. I, cap. I.

[5] Basten en este momento, como mera indicación del aspecto sacramental de la técnica en la filosofía garcíabacquiana de la técnica, las siguientes citas textuales: "Y como no fuera proporcionado que el Hombre por dentro sea triplemente sobrenatural y no lo sea en modo alguno el mundo en que tenga que vivir, Dios dispuso que los Elementos físicos concurrieran con una especie de acción instrumental originalísima a esta regeneración del hombre, elevándolos así a ellos mismos a una cierta manera de sobrenaturalidad. Y para cada Sacramento instituyó una materia sensible, (...)", "(los elementos) ascenderán en la Ley de Gracia a función sobrenatural instrumental, a materia de sacramentos. Y esta función sacramental no es simplemente simbólica, cual la de la manzana en el Paraíso; es real, y pertenece por una cierta analogía, como se dice técnicamente, al orden de la causa eficiente instrumental" (Introducción literaria a la filosofía, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1964, p. 316. 1ª ed.: Filosofía en metáforas y en parábolas. Introducción literaria a la filosofía, México, Editora Central, 1945); "Todo lo cual, transustanciación física o eucarística, depende, en su posibilidad, de esa distinción entre ser y ente, de que he hablado. (...). En virtud de la técnica moderna se transustancia realmente la materia en luz, y la luz en materia; se puede cambiar íntegramente, sin residuo, sin materia remanente común, electrones en quanta de luz, e inversamente." (Antropología filosófica contemporánea (diez conferencias) 1955, Barcelona, Anthropos, 1987, p. 61).

[6]  Un par de detalles sobre este aspecto alquímico: "Toda la realidad se está transustanciando a manos y por virtud del hombre, el gran agente catalizador y autocatalizador del universo" (Humanismo teórico, práctico y positivo, según Marx, Madrid, FCE, 1964, p. 63); "suprema Empresa: Hombre como parte pasiva y activa de la constitución y evolución del Universo. ¿Actitud digna de "semidioses"?". (Sobre Virtudes y Vicios. Tres ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos, 1993, p. 9).

[7] Como simple indicación, también, del aspecto teológico implicado en y por la filosofía de la técnica de García Bacca, sirva lo siguiente: "La filosofía no acaba de salir de ser esclava de una cierta teología. Y si realmente tiene que ser así, y tal es nuestro destino, no nos queda más remedio que buscar una teología tal alta Señora, y si es posible tan discreta, de que valga la pena, y la honra, de ser esclavos" (Existencialismo, México, Universidad Veracruzana, 1962, p. 277). Y en una entrevista: "Se trata de inventar un plan, o proyecto, me responde el doctor García Bacca, e inventar los instrumentos que lo han hecho realmente posible, y hacer que la realidad se deje dominar por ambos, haciendo un mundo "a nuestra imagen y semejanza", lo cual encierra un grave o leve, intento de sacrilegio, pues según la filosofía clásica, Dios hizo el mundo a su imagen y semejanza. Y la física actual intentaría hacer o rehacer y re-crear el mundo a "nuestra imagen y semejanza", según nuestro proyecto y por medio de nuestros instrumentos: ciclotrón, betatrón, cosmotrón, etc. La física moderna, por tanto, impone con su plan categorial o re-creador, y con su eficacia, un problema teológico, o un replanteamiento del problema teológico." (TRENDALL, Alfredo, "Diálogo filosófico con el doctor García Bacca", Bolívar (Bogotá), nº 34, (1954), p. 700). El replanteamiento de García Bacca parece consistir en una original síntesis de materialismo tecno-científico y misticismo de modo que, a su manera, nuestro autor podría afirmar lo que el Maestro Eckhart cuando dice: "huí de Dios por amor a Dios", dando con ello una respuesta actual al que Nishitani considera el problema fundamental del hombre contemporáneo: la relación ciencia-religión (cfr. NISHITANI, Keiji, La religión y la nada, Madrid, Siruela, 1999, cap. 2).

[8] El modo en que Heidegger concibe el cambio de sentido del ser es criticado por García Bacca como ineficaz, pues no provoca transformaciones reales (físicas) en él, de ahí que diga al respecto: "En total no pasa nada en firme y en grave. La metafísica se reduce a una ontología realmente inofensiva, como no puede menos de serlo por su procedencia kantiana inmediata" (Nueve grandes filósofos contemporáneos y sus temas, Barcelona, Anthropos, 1990, p. 183).

[9] Parece evidente que, por su carácter sintético, la técnica no pueda ser neutral. En efecto, por su componente transcendental y su carácter instrumental, la técnica se limitaría a reflejar y transmitir a sus efectos (artefactos y mundo artificial) los valores, concepciones, ideales, fines, etc., que posee el hombre que la diseña y utiliza. Lo mismo habría que decir de los efectos producidos por la acción o funcionamiento de los artefactos (consecuencias). Por esta razón dirá García Bacca: "No olvidemos (...), que ciencia y técnica modernas son armas de dos filos. O, como decía el viejo Parménides, "llave de uso ambiguo"; sirve para abrir, y la misma sirve para cerrar." (Antropología filosófica contemporánea (diez conferencias) 1955, Barcelona, Anthropos, 1987, p. 81.)

[10] Sobre Virtudes y Vicios. Tres ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos, 1993, p. 9.

[11] Cfr. v. g. Antropología filosófica contemporánea (diez conferencias) 1955, Barcelona, Anthropos, 1987, pp. 63 y 80-83.

[12] Quizá unos ejemplos concretos y actuales, en este caso con el tema de la clonación como fondo común pero desde ámbitos diferentes, sirvan para comprender mejor la propuesta de García Bacca en este escrito de 1952: 1)  Josep Santalo, profesor de Biología de la Reproducción en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB): "Por todo lo expuesto es claro que un programa de clonación de la especie humana debe ser considerado, hoy por hoy, como una experiencia prematura y arriesgada. Sin una mayor información científica, así como sin un mayor consenso en la bondad de su aplicación, parece propio de aventureros acometer una empresa sin duda tan compleja." ("¿Una empresa de aventureros?", Diario El Mundo (Madrid), 15-1-1998, p. 3 del suplemento "Salud"); 2) Javier Sádaba, filósofo: "Algunos seguimos pensando que no existe inmoralidad intrínseca en el hecho de clonar. Aunque pueda ser sumamente imprudente en la actualidad." ("Ética y tecnología" (ibid.); 3) Bernard Buigues, explorador descubridor de un mamut lanudo en perfecto estado de conservación bajo el hielo siberiano: "No quiero que el mamut acabe exhibiéndose en un zoo o en un parque temático. Aunque teóricamente sea fascinante (la clonación del mamut), no estoy seguro de que estemos moralmente preparados para dar un paso semejante, incluso aunque tengamos la tecnología necesaria para reconstruir el ADN del animal en unos pocos años. Pasa lo mismo que con la bomba atómica. Tenemos la experiencia necesaria, pero ¿queremos de verdad usarla?" (Diario Deia (Bilbao), 25-11-1999, p. 20).

[13] "Actitud del hombre moderno frente a ciencia y técnica", Cultura Universitaria (Caracas), 1952, nº 30, pp. 15-23. Debemos agradecer al Dr. Carlos Beorlegui Rodríguez la facilidad y, muy especialmente, el desinterés con que nos ha permitido acceder a las obras de García Bacca contenidas en su biblioteca, entre las que se encuentra el presente artículo, reunidas pacientemente durante la elaboración de su tesis doctoral sobre este autor.

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