FILOSOFÍA DE LA COMUNICACIÓN

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Fernando Buen Abad Domínguez

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Introducción:

Algo anda mal si no aparece el concepto Trabajo, es decir su historia, desarrollo  calamidades y magnificencias teóricas y prácticas, como premisa implícita y explícita necesaria para cualquier estudio sobre Comunicación.

A esta Filosofía de la Comunicación le interesa construirse, dialécticamente, sobre la realidad vigente del Trabajo con sus complejidades y contradicciones. Le interesa comprenderlo desde lo abstracto, idealizado o fetichizado hasta lo concreto, manual e intelectual, identificado como energía humana que se materializa en productos para el estómago o para el espíritu. Trabajo real que incluye ideas y actos, Trabajo real que es historia, tiempo y relaciones de producción muy diversa. Trabajo identificado en todas sus expresiones de la potencia al acto. Sin omitir contradicciones y calamidades, debates y conquistas, dolores y poesía.

Si algo anda mal por omisión del Trabajo como premisa mayor en investigaciones sobre Comunicación[1] andará mal toda deducción o conclusión por seductora o novedosa que parezca. Es necesario que el Trabajo sea objeto y objetivo de toda producción en teoría y práctica científicas. Es necesario que el Trabajo sea objeto central de toda elaboración teórico práctica. Elaboración teórico práctica capaz de caracterizar con toda precisión el estado objetivo que guarda el Trabajo sometido a las determinaciones históricas y contradictorias de clase, que han hecho de él no la posibilidad de riqueza material y espiritual para las sociedades sino la peor calamidad infligida por la lógica de la explotación.

Preciso actualizar una Filosofía del Trabajo como ciencia programática transformadora, marco en las luchas contra la esclavitud reinante, en la lucha de clases y en la resolución de la dicotomía capital-trabajo. Filosofía el Trabajo cuyo objeto y objetivo, entre otros, sea producir ciencia para enriquecer el conocimiento y la libertad humana ante sus procesos de Comunicación y sus mediaciones en el intercambio de informaciones y emociones.

Sin un marco filosófico dedicado a precisar el papel del Trabajo en el desarrollo de las cualidades humanas, dedicado a identificar toda forma de intercambio humano como Trabajo; dedicado a profundizar el conocimiento del Trabajo como productor de toda herramienta de Comunicación; dedicado a cuestionar cuanto ha reducido la investigación comunicológica a lo exclusivamente mediático... iremos necesariamente a más errores del mismo género ya insostenible.

La idea de identificar el Trabajo como premisa para entender la Comunicación exige una serie compleja de precisiones. Especialmente las que permitan eludir cualquier neo idealización. Aquí abordaré las que están a mi alcance.

Es preciso partir de las condiciones que han determinado históricamente la situación actual del trabajo y es preciso establecer mecanismos teórico prácticos para caracterizar la contradicción que hace de la actividad creadora y liberadora por excelencia un modo de esclavitud, represión y explotación. ¿Qué hace posible desfigurar la actividad transformadora de la naturaleza para la satisfacción de todas las necesidades de la especie y convertirla en penuria y miseria para quien produce la riqueza?. ¿Qué y quiénes sostienen y profundan el absurdo de convertir la naturaleza liberadora del Trabajo expansivo, realizador de la felicidad individual y común en miseria impune de jornadas laborales de indignidad legitimada por el capitalismo monopólico e imperialista?.

Así una ciencia Filosófica del Trabajo deberá ser ciencia contra la explotación y arma contra todo lo que haga del trabajo miseria en las cloacas neoliberales. O será nada. Filosofía del Trabajo contra toda humillación del trabajador. Contra la acumulación monopólica de la riqueza, el terror de la inestabilidad laboral, el embrutecimiento, la fatiga y la desesperación.

No una ciencia Filosófica para el entrenamiento de malabarismos intelectuales estériles y sin compromiso con la abolición total del estado de desigualdades que agobia a la humanidad, la Comunicación y el Trabajo. Tampoco una ciencia para el regodeo de explicacionismos rentables que sirva como coartada académica para cierto mercenarismo intelectual que gusta de poner sus mejores producciones al servicio de los intereses esclavizantes.

Al pensar en el lugar del Trabajo como premisa y fundamento que permite abordar coherentemente el nacimiento y desarrollo de toda forma de Comunicación con sus medios, identifico la necesidad de una actitud y método programático científico dispuesto a refundar todos los valores de la filosofía y la ciencia a través de los valores mismos del Trabajo, es decir a identificar la producción intelectual misma como Trabajo emanado históricamente del desarrollo general del Trabajo humano. Hacia la superación de las dicotomías entre trabajo manual e intelectual.

En este redefinir, por supuesto, no hay vocación novedosista, hay vocación, en todo caso, de profundizar la exigencia de una transformación radical en toda producción teórica subordinándola a una escala de valores de uso y cambio nuevos en los que el propio productor de pensamientos y demostraciones no sea ajeno a su marco histórico general y su papel como trabajador determinado por intereses concretos. En esta reformulación la postura, método y programa con que la producción científica se posicione ante el Trabajo y el trabajador, aclarará para él y para todos el lugar que ocupa en el conflicto histórico fundamental entre el Trabajo y el capital. Y tal aclaración es impostergable, ética, científica y filosóficamente.

Es el Trabajo, nota humana distintiva, energía, materia y movimiento que se actualizan ante la dialéctica toda de la naturaleza. La humanidad da uno de sus saltos cualitativos más complejos. El comportamiento mismo de la naturaleza suscita el surgimiento del Trabajo, es decir del Trabajo concebido a partir de la producción de herramientas.

Nada hay en ese parto magnífico dado por la especie humana que no contenga dialécticamente la síntesis de la semilla y el fruto de esta gran revolución de la naturaleza registrada en una de sus criaturas. El nacimiento del Trabajo inicia la aventura de la separación (al mismo tiempo encuentro) del hombre sobre sí para auto concebirse como un ser en entre otros seres.

La construcción de las primeras herramientas marca el amanecer de la conciencia misma y la primera luz de un proyecto que al ser necesariamente social se verá marcado también por un salto cualitativo monumental implícito y explicitado por el intercambio de informaciones, en su etapa rudimentaria, y el nacimiento de la también herramienta, llamada Comunicación.

El Trabajo, entendido como la actividad humana fundante de todo su ser y hacer intelectual, al desarrollar la Comunicación se desarrolla también él mismo. Con todas su notas esenciales, y su caracterización como fuerza transformadora de la naturaleza, el Trabajo provee a la especie, es decir la especie se provee a través del trabajo, un recurso de integración colectiva contradictoria que en su desarrollo suma experiencias y las depura paulatina e infatigablemente. Da por un lado herramientas para la cohesión mientras individua la expresión. De esta depuración comunicante producida por el Trabajo devienen todos los lenguajes humanos articulados como estrategia exteriorizante que oscila entre lo individual y lo colectivo hasta alcanzar siempre procesos actualizantes no exentos de retrocesos, crisis y avances nuevos. Se trata de un proceso dialéctico de da origen a todas las formas de Comunicación, que no son pocas,  sobre la base práctica de un camino largo en el que desde cantidad de experiencias se salta cualitativamente a su perfeccionamiento.[2]

Desde sus etapas más abstractas hasta las más concretas, de lo simple a lo complejo, de lo particular a lo general y viceversa, el desarrollo del Trabajo es al mismo tiempo desarrollo de la Comunicación y los lenguajes, desarrollo de los procesos de información y su ordenación en movimiento, desarrollo del intercambio y su complejidad en todo ámbito social.

Esta influencia extraordinaria del Trabajo sobre todo hacer humano y todo el hacer humano perfeccionando su Trabajo, no estuvieron ni están exentos de contradicciones y calamidades de todo tipo. Ya se ha dicho y denunciado muchas veces en muchos lugares de manera diversa. Nunca será suficiente.

Información, intercambio y Comunicación sometidos históricamente a vaivenes ideológicos de todo tipo quedaron preñados con significados di símbolos, contradictorios e incluso aberrantes. La mayor parte de las tergiversaciones en sus significados devienen de separar cada concepto de su matriz histórica que es el Trabajo no alienado. Información, intercambio y Comunicación se desfiguran semántica, sintáctica y pragmáticamente al separarlos de su base histórico filosófica del Trabajo. Muchos esfuerzos que han intentado filosofar, teorizar, sobre conceptos aislados,[3] se empantanan con etimologías aventureras y tautologías idealistas que pretenden rellenar con especulaciones más o menos doctas el vacío producido por olvidar la unidad indispensable de todo hacer humano a partir de su práctica más decisiva que es el Trabajo.

Advirtamos, para liberarnos de todo peligro, la existencia de  neolaborismos fanáticos, de altares fetichizadores del Trabajo. Está en el espíritu de esta Filosofía de la Comunicación negarse sistemáticamente a todo cuanto pretenda adosarle noción alguna que no dependa de la práctica liberadora concreta del Trabajo y de sus luchas históricas cada vez más profundas y agudizadas.

 Teoría y práctica de la información, el intercambio y la Comunicación que no devengan de teoría y práctica del Trabajo merecen entrar al callejón de las sospechas y los debates más acuciosos. Especialmente si se privan de estudiar el sentido original, originario y revolucionario del Trabajo en contraste con la esclavitud, explotación y degradación que históricamente lo han desplazado de sus ejes privilegiados.

Esto tampoco deja de ser un alegato político en el sentido político impreso en la definición misma de la Comunicación e impreso en el sentido mismo de la unidad intelectual entre ciencia, filosofía y arte que atañen inevitablemente a todo estudio programático de la Comunicación y de sus medios. Alegato político crítico que no se enceguece ni amedrenta con los espejismos del poder para incidir en la necesidad histórica de construir un poder nuevo: el poder de los trabajadores en plena libertad. Alegato por otra parte que debería ser requisito necesariamente metodológico de cualquier deontología o ética científica. Sólo a partir de profundizar, ensanchar y clarificar la obligatoriedad de un marco teórico programático que situé al Trabajo como punto de partida para el estudio de la Comunicación podremos garantizar que tal es verdaderamente compromiso de análisis y síntesis científico para la transformación de la realidad hacia un nuevo orden mundial de la Comunicación, su reivindicación como Trabajo humano creador y la desaparición de toda apropiación privada de los medios para la Comunicación. No habrá transformación real de la Comunicación si no hay transformación real de la sociedad.

La especie humana al sintetizar su experiencia dialéctica, emanada del proceso necesidad-satisfactor, en la creación de herramientas, salta a un estado nuevo plagado con necesidades nuevas. El cúmulo de sus intercambios también enfrenta necesidades nuevas y se obliga a generar satisfactores nuevos. Es en este marco, el marco mismo de los intercambios, donde el Trabajo experimenta jalones cualitativos, donde el intercambio de información hace saltos cualitativos de Comunicación. El surgimiento del lenguaje también es un salto cualitativo que obedece a una dialéctica instrumental de tipo nuevo indisociable de la producción de herramientas.

Nada hay en Comunicación que no sea al mismo tiempo herramienta. La propia construcción de una nueva conciencia del intercambio, que cambia cualitativamente el intercambio de información, da materialización a un proceso nuevo en la producción de herramientas de Comunicación. Es inaceptable la idea peregrina, que flota en muchas teorías, de una generación espontánea de la Comunicación o el lenguaje.

La determinación del proceso necesidad satisfactor sobre el surgimiento de un nuevo intercambio de Comunicación, vinculado este íntimamente al nacimiento de las herramientas y al nacimiento de la conciencia, presenta un paisaje de complejidad nueva donde los seres humanos inician procesos nuevos también de identificación de sí ante el universo. Esto probaría la unidad dialéctica indisoluble de lo particular con lo general. Esto establecería la necesidad de una reformulación dialéctica del significado del intercambio como categoría filosófica concreta, redefiniéndolo como factor central del desarrollo y de la identificación de la conciencia, como parteaguas epistemológico, como resorte estético fundamental y como o paradigma central en el entendimiento de todo contenido y forma de Comunicación.

Como el intercambio no puede ser estudiado al margen de la dialéctica necesidad-satisfactor, los métodos de análisis y producción en Comunicación están obligados a reelaborar teorías y prácticas concretas dedicadas a explorara el impacto, influencia, movilidad y transformación que el intercambio procura a la conciencia toda y a sí mismo.

El intercambio en todas sus expresiones fija las notas esenciales de la socialización. No es su único motor. Es en todo caso uno de los componentes centrales que expresan el cómo y por qué de la búsqueda permanente entre seres humanos, la búsqueda del otro con algún fin material o espiritual concreto, incluso, a veces, confuso. Es en el intercambio donde están las claves de un comportamiento que históricamente se ha hecho complejísimo y que ha diversificado sus expresiones hasta casos incontables. En evolución permanente el intercambio es siempre determinante y determinado por los elementos de su mediación.

El intercambio como producto de la relación necesidad-satisfactor crea medios, es decir, los seres humanos para satisfacer sus necesidades producen intercambios en los que se suscitan como satisfactores, medios, mediaciones, intermediarios. Al emerger un medio, a su vez como respuesta a una necesidad, este emerge determinado por el plano originario de la necesidad que lo crea y nace determinado por una necesidad peculiar adicionada: la necesidad de perfeccionarse en la práctica.

El medio no debe instituirse estáticamente, no puede, está en su ser la urgencia de transformarse dialécticamente para perfeccionar el flujo de informaciones perfeccionándose a sí mismo. El medio durante los procesos de intercambio no esta inmóvil ni es inocente, se somete a un oleaje de intereses en los que participa el carácter práctico de los intereses de cada emisor, de informaciones concretas. El medio requiere una plasticidad no ambigua, requiere para ser obediente a su propio grado de progreso, una capacidad de sensibilidad y transmisión de oleajes de informativos tan amplia y dúctil como su propia razón histórica. Si no, fracasa y debe surgir otro medio y otro proceso de mediación.

El intercambio que da base a toda forma de Comunicación es un acontecimiento económico que tiene balances muy delicados. Sin él es imposible la puesta en común, sin él es impensable el desarrollo social. El intercambio admite junto a la diversidad de mercancías, valores, una diversidad de emociones. El intercambio no se agota con esquemas mecanicistas. El intercambio produce redes complejas de relaciones humanas y espectros amplísimos de flujos y reflujos uni y multi direccionales. De la sutileza de ciertos gestos a la complejidad táctica y estratégica de los movimientos sociales, de dominación o de liberación. El intercambio, desde su base en los procesos de Comunicación, faculta y examina la veracidad de la Comunicación misma. Es a través del intercambio que sabemos el estado real de los intercambios, su pie de igualdad, su flujo y reflujo permanente y dialéctico;  cuánto de tales fluires y refluires verdaderamente hacen Comunicación, cuánto realmente se pone en común.

La Comunicación es una forma superior del intercambio. Lo que en la Comunicación implica ensamblaje de comunidad, puesta en común, en el intercambio implica flujo. Aunque no implique comunidad necesariamente.

La Comunicación, la puesta en común perfecciona la acción del intercambio y perfecciona la idea de sociedad. Toda tergiversación de estos factores, voluntaria o no, es ejemplo de un proceso de crisis que como en el capitalismo imperial expresa un estado perverso y patológico: el intercambio más desigual con la información más deformadora y Comunicación menos en comunidad.

Es información lo que se intercambia como una mercancía producida por la experiencia práctica en estado de verificación social. Datos sensibles organizados por la conciencia en secuencias de imágenes y conocimiento que se encadenan espiralmente. La información es el producto del Trabajo de la conciencia en relación dialéctica indisoluble con los sentidos y con la naturaleza toda. Información es masa de datos que gracias al Trabajo de la conciencia se ordena con patrones de desarrollo desigual y combinado determinado social e históricamente por el grado de avance social. Información es materia prima producida por los sentidos para reflejar en imágenes sobre la conciencia, la naturaleza y la realidad tal como son percibidas y transformadas por la conciencia misma. Y es también producción de la conciencia. Es la materia organizada sensorialmente con la que la humanidad trabaja su propia identidad tras un proceso que, a saltos cualitativos, convierte información en transformación del mundo gracias al carácter social del intercambio y al carácter cohesionante de la Comunicación que terminan siendo cultura, arte, poesía. Entre otras cosas. La información también es forma superior de la materia transformada por la conciencia humana.

Así como intercambio no implica por sí mismo comunidad, información no implica Comunicación por sí sola. El proceso de Intercambio de información cuando se perfecciona y formaliza en estado de propiedad colectiva, cuantitativa y cualitativamente, se hace Comunicación. La Comunicación, que tiene en su base la relación necesidad-satisfactor, su carácter histórico de herramienta social y la determinación del intercambio ya hecha producción humana, es además proceso de cada una de sus cualidades en lo específico y en conjunto, capaz de sustentar y sustentarse en el principio de solidaridad humana más enigmático y profundo.

Otro deber de esta Filosofía de la Comunicación es constituirse en advertencia, es decir, advertir sobre los riesgos o faltantes productores de errores que suelen presentarse en muchos estudios dedicados a la Comunicación. Advertir, en el sentido de darse cuenta, sin sentirse exclusivista de sus advertencias, y mejor aun, en búsqueda de advertencias similares que conformen una corriente de advertidores capaz al menos de presentar líneas claras para el debate, y superación, de faltantes teóricos indiferentes a las premisas aquí expuestas.

También la aventura de llamar a este estudio Filosofía de la Comunicación advierte sus desafíos centrales por cuanto se obliga a autodefinirse en la práctica. Tal práctica tiene escenarios específicos en ámbitos académicos donde estudiantes e investigadores podrán objetar y superar las dolencias necesarias de mis pretensiones filosóficas. Pero no es ese su escenario más importante. Este está en la dinámica misma de la transformación social. Está en las manos de los trabajadores, de la clase trabajadora, del proletariado internacional que libra hoy batalles impostergables, a ello quiere servir como contribución, paradójicamente modesta y plagada de ambiciones, esperanzas y certezas en espera de su auto transformación dialéctica, en espera activa de la práctica revolucionaria para un mundo que deje abolida para siempre la propiedad privada de los medios de producción comunicativa. En cualquiera de sus expresiones.

Milita, pues, este estudio con un aliento poderoso devenido de la filosofía del surrealismo[4], en las filas de un filosofar que encarna en el derecho a producir pensamientos bajo riesgo y responsabilidad propios, ordenando y desordenando premisas al calor de una libertad de síntesis que vive determinada por las realidades y esperanzas más diversas, por ejemplo: que la Comunicación sea hecha por todos.

Esta Filosofía de la Comunicación como toda producción deberá alejarse de cualquier vulgarización en que incurra consciente e inconscientemente. Por ignorancia, omisión, limitación o desarrollo escaso. Y no podrá hacerlo sola, requerirá la colaboración del tiempo, el estudio, el esmero en la investigación y la autocrítica y especialmente de la colaboración de sus lectores. No hay muchos más modos de perfeccionar un trabajo.

Esto obliga a establecer respecto a la Filosofía del Surrealismo al menos una precisión inicial. Me atengo a lo dicho por André Bretón en sus manifiestos del surrealismo. Me atengo al desarrollo histórico de este movimiento, con lo que tuvo de revolucionario en materia de Comunicación arte y poesía, creándose una política para la movilización del espíritu que marcó para siempre los derroteros de casi toda forma de expresión contemporánea, lo sepa o no. Me atengo a la experiencia dialéctica del pensamiento surrealista que se depuró y perfeccionó, hasta donde pudo, incluso gracias a la colaboración entre Andre Breton y León Trostsky. Me atengo a la conciencia de todo lo que quedó incompleto, sugerido o recomendado por el surrealismo para ser profundizado y perfeccionado por quienes profesan fe y militancia en sus filas. Este trabajo también quiere ser parte de eso.

 

Objetivos:

 

1.      El objetivo principal de este trabajo es presentar, a manera de ensayo, una interpretación de aspectos hipotéticamente constitutivos de mi Filosofía de la Comunicación. No intento presentar de ellos elaboraciones exhaustivas, únicamente notas producidas por mí en torno (y por momentos desordenadamente) de algunos de esos aspectos de una manera coherente y en búsqueda una comprensión particular de su desarrollo dialéctico. Un objetivo sucedáneo es mostrar que sólo mediante la comprensión dialéctica de los elementos constitutivos de una Filosofía del Trabajo es posible una explicación correcta de los problemas de la Comunicación y sus interdependencias con el trabajo real concreto.

2.      Pretendo además contribuir en la construcción de un cuerpo de pensamientos Filosóficos que clarifiquen el lugar de la Comunicación, su estudio y producción, como indisociables del Trabajo humano, histórica y socialmente determinado.

3.      Pretendo establecer síntesis entre los principales problemas Filosóficos de la Comunicación con otras problemáticas Éticas, Estéticas, Poéticas y Políticas.

4.      Está en este estudio la intención de producir argumentos sobre la necesidad de un nuevo orden Comunicacional Internacional, de tipo comunitario, en oposición al modelo Globalizado de los monopolios imperiales neoliberales.

5.      Este estudio pretende producir pensamientos para una práctica consecuente en la lucha proletaria internacional hacia su liberación definitiva y la construcción de un hombre nuevo, una Comunicación libre y una revolución poética permanente.

6.      Este estudio se propone como producción de ideas hacia un debate abierto que tenga como destinatarios principales a los trabajadores involucrados inevitablemente (directa o indirectamente) con los llamados mass media.

7.      En este estudio me propongo ofrecer una aproximación crítica a las maneras, históricamente diversas, de entender el concepto Comunicación, especialmente aquellas que lo reducen a planos idealistas, abstractos, individualistas, mercantilistas, formalistas, tecnócratas... para disociarlo de su fuente y fin dialéctico y social fundamental que es el Trabajo humano.

8.      Este estudio busca poner en marcha una aplicación, provisional, de cierta interdisciplinariedad, como respuesta a necesidades metodológicas fundamentales en oposición a todo exclusivismo teórico del tipo reduccionista.

9.      Este estudio pretende establecer la importancia e influencia del Surrealismo como filosofía contemporánea sintetizadora donde la Comunicación, la Estética, la Poesía y la acción Política se muestran indisociables y transformadoras. Establecer la importancia del Surrealismo como movimiento filosófico revolucionario de las comunicaciones.

 

 

Resumen:

FILOSOFIA DE LA COMUNICACION

¿Por qué y para qué una Filosofía de la Comunicación?

           

“Primero surgió el Trabajo; después de él y enseguida a la par con él el lenguaje” F Engels. Dialéctica de la naturaleza.

“Del proceso del trabajo surge la necesidad de comunicarse entre sí, decirse algo unos a otros” V.Afanasiev

 

Comunicación[5] es en primer lugar cualidad[6] del Trabajo y Trabajo[7] ella misma. Nada conduce a error mayor que convertir el concepto Comunicación y su práctica en, en demiurgo o fetiche de adoraciones idealistas e individualistas, universal abstracto decorativo para discursos eruditos. La Comunicación, a pesar de la diversidad de significados que la benefician y aquejan, es una producción humana concreta, realización de su ser individual-colectivo y problema magnífico que exige apasionarse críticamente por ella, con pasión científica, de expedicionario y amante. La Comunicación es una forma superior del intercambio.

La Comunicación es obra humana definible sólo por su práctica social concreta. Es necesidad en practica de exteriorización constante sometida siempre a determinaciones de lugar, tiempo y clase social que la definen dinámicamente asignándole un papel histórico concreto. Ni ángel ni demonio por sí misma. En muchos sentidos Comunicación es obediencia de intereses. De todo tipo. Jamás es inocente. Es imposible e invalidable cualquier definición de Comunicación que no tenga base económica[8] objetiva.

Entiendo aquí como Comunicación un proceso entre iguales (material, concreto y determinado) cuyo fin es transformar dialécticamente el intercambio de información en perfeccionamiento de la conciencia. Es decir entiendo aquí Comunicación como lo que no es, o es muy poco, en la práctica real contemporánea entre individuos y como lo que en nada se parece al uso de medios electro mecánicos, reproductores masivos de informaciones unidireccionales y mercantiles, usados como maquinaria de guerra ideológica para someter la conciencia y economía de las clases subordinadas: Mass media.

 

Cualificar la cualidad:

Entiendo la Comunicación como proceso entre iguales que no admite reducciones. No debemos incurrir en equivocaciones sobre la igualdad y su práctica. Igualdad no es uniformidad. Igualdad se entiende aquí como consenso de voluntades libres, es decir conciencia de las necesidades habilitada para transformar la realidad con pleno acceso colectivo a la producción y creación de signos, códigos y medios.  Igualdad se entiende aquí como actualización del derecho ajeno en el marco de las prioridades propias. Como empeño por la felicidad concreta del otro que se empeña en la mía lucha y la conquista como valor ético donde la única supremacía deviene del trabajo socialmente desempeñado para el bienestar de todos. Igualdad concreta legitimada en creación de comunicaciones que fluyen sobre medios que son propiedad común, del contenido a las formas. Proceso irreducible al individualismo aunque de cada individuo se espere siempre aportes para el grupo. Proceso complejo, exigente y delicado que somete a examen permanente las destrezas y hábitos comunes necesarios para asegurar sus ciclos evolutivos.

Se rompe la Comunicación si se rompen sus condiciones. No de trata de un modelo ideal, utópico, se trata de un proceso difícil, de un trabajo, individual y colectivo, en estado de perfeccionamiento constante en el que se verifica claramente el estado de desarrollo social de los grupos. Proceso frágil, determinado históricamente, que se fortalece con la práctica de convenios entre actores liberados de toda forma de chantaje, usura, explotación. Comunicación implica igualdad que sólo es real cuando socialmente se imponen determinaciones para evitar el beneficio de unos sobre las necesidades de otros. Es decir, Comunicación es algo que ocurre en grados muy relativos en el marco de las sociedades capitalistas.

El estado actual de la Comunicación y la invención de medios para el intercambio, en el marco de todas las desigualdades habidas y por haber, expresa la paradoja brutal de un despliegue financiero inédito dedicado a depauperar los discursos. Paradoja que pone en evidencia el poderío de un armamento para la gran guerra contra la clase trabajadora. Despliegue ostentoso que manejado por ejércitos de periodistas, payasos, faranduleros y publicistas hacen pasar por industria del espectáculo, del entretenimiento, la táctica y estrategia del capitalismo que hizo de los mass media y de la “Comunicación” el pulpito desde donde se adoctrina al enemigo para que se rinda, de cuerpo y conciencia, haciendo rentable su rendición.

La Comunicación, según la definición que presento, es impensable en el capitalismo imperial. Lo que conocemos son grados de la Comunicación que se expresan según los grados de desarrollo social. Tales grados de desarrollo se expresan históricamente de manera desigual y combinada. Lo que algunos grupos, sectores sociales, entienden o logran como ejercicios de Comunicación, no necesariamente implican la Comunicación entre una sociedad toda. Lo que siempre está en interrogación es qué se pone en común. Si comunicar implica puesta en común, no basta la comunidad de códigos o señales para que socialmente se valide el intercambio entre iguales, para poner en común necesidades y satisfactores. No basta el adiestramiento de un grupo para que responda en común a una orden o mandato del mercado dominante, de la política dominante, para que se configure un hecho de Comunicación social. No basta la respuesta uniformada de consumidores, en la adquisición compulsiva de marcas o ideas, par que eso se llame Comunicación. Incluso los más obedientes y fieles seguidores de órdenes mercantiles e ideológicas, domesticados para la complacencia de los poderes esclavizantes suelen tener en común nada. Suelen ser protagonistas del individualismo más esquizofrénico y los pleitos nihilistas más escandalosos.

Según mi definición la Comunicación ha sido suplantada para que abandonemos toda noción, y esperanza, de igualdad y comunidad, ha sido suplantada por un plan modelador de conciencias, planeado con el rigor de la inversión financiera que implica para lograr un efecto social doble. Por una parte presentar un mundo ideal de la mercancía donde es feliz quien se esfuerza en validar su ser por medio del ser mercancía. Por otra parte hacer disfrutable la esclavitud. Contentos lo sometidos, satisfechos con su miseria, y contentos los sometedores, enriqueciéndose gracias al trabajo de sus esclavos. Este esquema, como tal, simplista, es en el fondo un mapa de la tortura intelectual a la que es sometida la población impunemente. Obra de un ejército de estrategas ideológicos rentados para la esclavitud, incluso la de ellos. Hay un plan maestro.

¿Cómo mantener cerca [9]una masa humana proveedora de mano de obra barata, cómo explotarla y al mismo tiempo mantenerla en “orden”, es decir, sin que exprese capacidad alguna de organización, que sea dócil y resignada? ¿Cómo en última instancia “educar” a esa masa para que sirva a los propósitos de producir riqueza sin que se sienta dueña de ella, o mejor aun, que aprenda a respetar toda riqueza como ajena, como propia “naturalmente” de otros, como incluso, realidad reservada para algunos que no son ellos? ¿Cómo domesticarlos para que entiendan que la riqueza producida por ellos debe quedársela el patrón empresario, político o clérigo? ¿Cómo adiestrarla para que se desorganice. Para que ignore su fuerza? El capitalismo trata de  contestar y resolver parte de estas preguntas y problemas ayudado por el aparato descomunal de su “Industria de la Comunicación” mass media.

En esta caracterización el papel de los mas media y desenmascaramiento de lo que el capitalismo propone como Comunicación no falta el debate peregrino de algunos que reducen la discusión al problema tecnológico satanizandolo como estrategia para desviar la atención del fondo.

Se camufla el plano ideológico estratégico tras un humanismo redentor que culpa a las máquinas de producir, como fetiches tribales, por sí mismos, males morales en los pueblos buenos. Se reproduce la vieja idea de destruir las máquinas porque esclavizan y “deshumanizan”. Está vivo también el debate y la lucha en torno a la ideologización de la tecnología, si hay mensaje en el medio, si la tecnología es ideología. En estos debates el problema central del trabajo no alienado como premisa mayor no aparece. Como suele no aparecer la realidad laboral de los héroes mediáticos, especialmente los burgueses.

Desde sus crisis actuales el capitalismo se las ingenia para resolver el problema crucial de cómo convivir con una masa de mano de obra barata, creciente, empobrecida y desesperada, que es su enemigo permanente. Cómo  mantener indiferente, desinformada, inocua la fuerza de millones, que generan riqueza para que el capital de unos cuantos se acreciente y mantenga a salvo.

Cómo resolver la contradicción de necesitar trabajadores sometidos a cargas de trabajo descomunales, pagarles poco, con horarios y sueldos despiadados, sin que protesten. Cómo al mismo tiempo convencerlos de que su mejor y único destino es esa condición de explotación. Cómo convivir con el enemigo de clase, hacerlo útil a los intereses que lo denigran y mantenerlo diezmado, inmóvil, manso y, por qué no, feliz con su miseria y la agradezca.

La medida en que una mano de obra barata y dócil representa un gran negocio es la medida en que se organiza y perfecciona una estrategia de control rentable en la que se invierten capitales exorbitantes como acompañamiento de la otra estrategia de inversión clave: las armas y los ejércitos. El proyecto de mantener a la masa trabajadora dócil y feliz resultó ser además rentable en todas sus direcciones, resultó autofinanciable. “Que la masa pague su propia droga” bien podría ser la consigna de algún ideólogo capitalista. Que bailen, canten, se transporten y consuman y desarrollen una “cultura” de esclavos, no tiene por qué no ser negocio capitalista. Y para eso se desarrolla una red de medios de adiestramiento masivo. Empresarial y capitalista también.

Las empresas de sometimiento ideológico masificado son parte de un arsenal de guerra que se diversifica y expande progresivamente como empresas de control que aceptan bajo su cobijo a toda la sociedad. Esta es la base concreta para la distinción contemporánea entre Comunicación, Información y transporte. Especialmente su relación con el concepto medios.

¿De qué medios(materiales e intelectuales) se vale la sociedad para poner en común la información toda que produce como resultado de su experiencia, conocimiento, conciencia y trabajo?

Producir información, conocimiento y conciencia, que es un trabajo social, que debería planearse y sancionarse socialmente bajo un pie de igualdad participativa capaz de poner en común sus prioridades y conquistas. Como trabajos fundantes del desarrollo humano, social la producción de información, conocimiento y conciencia no deben dejarse en manos de empresas privadas así como las empresas privadas no deberían existir. Conviene decir que la producción de información, conocimiento u conciencia producidas por el Capitalismo no necesariamente entran al plano de hacerse comunes. De hacer Comunicación aunque ellos así le llamen a su proyecto. Recibir información que es un hecho sensible e intelectual cotidianos no implica que tal sea propia, se apropie, ni se ponga en común.

Desde otro punto de análisis no toda producción de información requiere estados de comunidad, no necesariamente u obligatoriamente debe ser de todos o para todos. La condición es que la sociedad libremente compare, analice y elija críticamente. Una sociedad libre que pueda comunicar en pie de igualdad, con los mismos medios, el estado de comunidad que asume ante la información mediada.

No la información que produce una minoría es necesariamente importante para una mayoría. ¿Pero quién decide esto? No todo proceso de Comunicación necesariamente involucra el interés de una comunidad toda. ¿Pero quién decide? Hay Comunicación entre pares que no implica libertad para todos. ¿Quién sanciona?

En el estado de desarrollo social vigente ¿cómo y cuándo se verifica realmente la Comunicación si toda o en partes no constituye un proceso al que comunitariamente se pueda acceder sin restricciones en  lo material y en lo intelectual?. ¿Cuándo ocurre la Comunicación si toda o en partes está limitada por ejercicios de apropiación de códigos, medios, culturas y beneficios ideológicos y económicos?. ¿Dónde esta la Comunicación, tangiblemente, en la práctica?.

El desarrollo social supone también desarrollo de los medios y modos para producir información, conocimiento y la habilidad humana para comunicarse, ese proceso está, al igual que todos los procesos sociales, en estado de invención y perfeccionamiento constantes. En sentidos múltiples. El modelo económico dominante frena el desarrollo social y estimula es desarrollo sectario de los medios de Comunicación, el desarrollo de los medios tecnológicos exclusivamente, el de las formas, el de los soportes, los significantes. Tal desarrollo fragmentado, el de una parte, desde luego no implica desarrollo coherente del todo. Peor aún desarrollar una parte de un proceso complejo produce deformaciones que pueden ser monstruosas tal cual ocurre con la Comunicación, con la definición enmascarada ideada por el sistema que llama Comunicación a su proyecto de esclavitud ideológica y que no se agota en los mass media sino que, pasa a colonizar todos los campos de la actividad organizada de la tal manera que el modelo ideológico de la Comunicación inventada por el sistema impregna con sus paradigmas la vida social segmentada del capitalismo. Así en fábricas, oficinas, iglesias, etc. la idea de Comunicación posee el mismo carácter distorsivo que la aleja la idea y acción de toda organización hacia la  propiedad y producción colectiva, comunicativa, organizada libremente.

El estado de atraso de los procesos de Comunicación, que no de ciertos medios, es reflejo del estado de atraso social todo. En algunos campos del arte y de la experimentación expresiva se dan ciertas claves para el desarrollo de formas de Comunicación “rebeldes”pero no habrá desarrollo real hasta que no haya desarrollo social pleno, es decir transformación radical de toda determinación que cancele lo mejor de los seres humanos en benéfico de algún negocio privado.

El desarrollo tecnológico para la transmisión de información no implica desarrollo de la Comunicación, No son lo mismo. El perfeccionamiento de la Comunicación sólo es posible en formas de organización social desarrolladas donde se cumplan las condiciones humanas de participación igualitaria. Esto que tiene raíz filosófica profunda también debe tener ramas programáticas concretas.

El desarrollo de la Comunicación emergerá de la crisis misma de los modelos vigentes, incompletos y excluyentes que transmiten informaciones (ordenes) hegemónicas para domesticar a la masa salvaje de trabajadores necesarios para la producción de la riqueza y enceguecidos ante ella.

Uno no puede científicamente dejar de prever este proceso y no puede verlo llegar sin un programa filosófico concreto porque desarrollo de la Comunicación emergerá sólo de un debate encarnizado que oponga formas superiores de Comunicación al modelo mercantil y unidireccional que transmite mandatos para la esclavitud con todos sus medios disponibles. Emergerá de la confrontación total de la sociedad contra su miseria y emergerá sólo determinada por el propio desarrollo social en transformación integral. No habrá transformación completa alguna si no se transforma primero la sociedad toda.

Lo que discutimos ahora es cómo caracterizamos y ayudamos a transformar esto que, llamado Comunicación, es en realidad ajeno y enemigo de todo principio de comunidad en todas sus acepciones, es decir que eso que se llama Comunicación en realidad es una ilusión fetichista que en el mejor de sus sueños aspira a que sea comunitaria sólo la idea de esclavitud como máximo logro moral producido por unos cuantos contra una gran masa miserable.

Uno no puede debatir sobre ilusiones cuando es necesario establecer con qué armas opera el plan concreto del capitalismo y cómo esas armas se hacen invisibles para la población en general. Cómo se camuflan de diversión las armas de la explotación, y cómo las hacen negocio. La información producida como bienes de capital fluye bajo leyes de distribución monopólica y su carácter de mercancía, espectáculo o fetiche de progreso, son sistemáticamente dispositivos de guerra para una lucha desigual. La tecnología para la transmisión de informaciones ha de experimentar un cambio radical en el régimen de propiedad para avanzar hacia un proceso de desarrollo en el campo comunicativo. Y esto bajo condiciones actuales del modelo capitalista imperial es imposible. Los modos hegemónicos de transmisión o transportación e imposición de informaciones en tanto que obedecen a un modelo ideológico esclavista, están inhabilitados hacia cualquier proceso de Comunicación. Son insisto máquinas unidireccionales que imponen discursos muy lejos de cualquier respeto por el consenso y la participación comunitaria. Peor aun, en su contra.

Algunas de las experiencias avanzadas de lo que la burguesía llama Comunicación y que se reserva para sí y entre sí (como videoconferencias y sistemas de video telefonía portátil satelital, autopistas privilegiadas, barrios cerrados con comunicaciones y transito restringido, trenes, aviones, barcos separados por clases... donde es posible que emisor y receptor posean códigos y medios habilitados para emisiones y respuestas en pie de igualdad clasista, prueban que el impacto tecnológico no alcanza para satisfacer la idea de Comunicación es decir el proceso Comunicación aquí expuesto y que este es irreconocible en la experiencia de la sociedad actual. Es decir que no basta con que el modelo de Comunicación sea verificado por una tecnología reservada para los poderosos, esa Comunicación que sólo es transmisión de informaciones entre pares no contiene aun la nota esencial de la propiedad comunitaria que incluye según mi definición a la sociedad por entero.

En contraste las experiencias de Comunicación llamada no sin debates “alternativa” “independiente” o “insurgente” con base y aspiración proletarias o populares están generalmente viciadas por la miseria y sus efectos: marginalidad, pobreza, atraso, superchería. La Comunicación está determinada por el grado de desarrollo social e independencia autogestiva de los modos de organización que los trabajadores experimentan.

 

La ilusión de la Comunicación:

La fábrica de ilusiones. Los dueños del circo mediático, los payasos mediáticos el público decorativo, consumidor y a crítico. No son la Comunicación que aquí se expone y propone.

No deberíamos creer que lo ingenioso, erudito y rentable de cierto desempeño en los mass media los habilita para ser y hacer Comunicación. El discurso imperante, la moraleja reiterada, el adiestramiento para la mansedumbre y el alimento inclemente para la moral de esclavos que son uno y el mismo: consumir lo que el capitalismo produce para paliar su crisis histórica, tiene en los medios (trenes, autobuses, barcos, teléfonos, Internet T.V. presa, cine, radio etc.) sus expresiones más odiosas. El interés común, es decir el de las comunidades, no ha sido premisa para decidir el trazo de vías de Comunicación marítima, carreteras,  ferroviarias, ni para el tendido de redes telefónicas, telegráficas o ciberespaciales. Ha imperado el criterio mercantil empresarial que logró subordinar la complacencia de estados y gobiernos cómplices de la usura. 

No hay límite a la ridiculez, la indignidad. Publicidad tampoco es Comunicación.

No hay Comunicación en el mensaje de un fabricante que alquila servicios de profesionales para comprar tiempo o espacio en uno o varios medios con el objetivo de incrementar ventas o narcotizar al público. No hay Comunicación en un medio mercenario que vende espacios y tiempos al mejor postor sin importar el impacto del contenido del mensaje y sin su sanción colectiva. La dictadura del raiting y el zaping no son expresión de la libertad de elección son estética histérica de la saturación. No hay Comunicación, no podría llamarse Comunicación, como aquí se invoca, al discurso de la democracia burguesa, que tiene por fin último concreto la práctica de cuidar la riqueza de los patrones a cambio de concesiones corruptas, a cambio de narcotizar al electorado.

No hay Comunicación porque no hay igualdad alguna para discursos iguales.

No hay comunidad del decir, el cómo y a quién.

No hay comunidad de códigos. Medios, ruidos y signos.

No hay comunidad distributiva del producto de la riqueza mediática.

No hay comunidad en la propiedad de ideas, medios y fines.

Cuando se quiere hacer pasar por “logro humano” la baratija mediática o de “Comunicación” con toda su pedagogía de la desigualdad, una ciencia filosófica de la Comunicación no alienante debe desenmascarar metodológicamente el fardo mediocre presentado como “logro máximo de la cultura”. Que no nos expresa y dice expresarnos. Que vende como conquista social la audacia e impunidad individual de negociantes que perfeccionan sus maquina de guerra para la dominación ideológica. No somos estúpidos.

El capitalismo supo que debía adiestrar, incluso contra su voluntad, y valiéndose de cierta ignorancia funcional, cuadrillas de comunicólogos llevados al no muy honroso trabajo de poner altavoces a la mediocridad empresarial, a la decadencia del capitalismo y su crisis permanente que tiene por escenario preferido el bolsillo de los trabajadores. El capitalismo entendió la necesidad de crear centros de adiestramiento para mano de obra universitaria barata, obnubilada con palabrería cientista, agobiada por el desempleo y sometida a la resignación servil implícita en la complacencia y agrado del patrón. Le llaman “Comunicación social”... y le llaman “formación científico académica” a eso que en la práctica es adiestramiento táctico y estratégico de la información mercantil dominante que, además de vender bien, debe convencer a otros de que este es el mejor de los mundos posibles.  Llaman “ciencias de la Comunicación” a eso que en términos generales es formación contradictoria producto de una mezcla de necesidades hegemónicas emanadas de la crisis capitalista para hacer más eficientes sus armas ideológicas. Llaman “ciencias de la Comunicación”, “ciencias de la información” y el “periodismo”, al reclutamiento y entrenamiento de obreros alienados por el discurso exitista del sistema, atravesados por las mismas calamidades de todo trabajador, pero inoculados con un status que “dignifica” el oficio de manipular ideológicamente a las sociedades. Incluso logran creerse “genios” y a su modo el capitalismo los produce e incentiva. No haremos aquí un recuento de casos pero los hay. En la guerra ideológica del capitalismo, desde la revolución industrial hasta la revolución Internet, han visto la obra grandes militantes de la esclavitud muchos de ellos, paradójicamente, también esclavos. Para maquillar la miseria con hipocresía trágica, amarillismo bursátil, candilejas y lentejuelas de payasos mediáticos, el capitalismo también recluta teóricos cuyo ingenio mayor radica en desvincular toda reflexión de su marco de clase. Entre cátedras, becas y cenáculos de auto halago, los ejércitos de élite intelectual capitalista publican y enseñan tácticas y estrategias de “posicionamiento”, (tal cual, como quien invade un territorio para colonizarlo) para discursos y ordenes hegemónicos. Toman de aquí y de allá argumentos de ciencias diversas, con marcos teórico-filosóficos convenientes, los mezclan y aparecen cada tanto como amos y señores de inventos “científicos” que se comportan como modas epistemológicas en la pasarela autista de la vanidad escolástica.

Normalmente lejos del debate, sin consenso plural, sin compromiso social, siempre en búsqueda de un cliente ansioso de probar eficacia y eficiencia de un modelo de invasión social en beneficio de marcas o caudillos: desde la farándula hasta la política (que a veces no se distinguen.

El problema de la Comunicación que está en el régimen de propiedad de los medios no se toca. Es decir el régimen de propiedad privada de los medios para la expresión e intercambio, su legalidad y legitimidad económico-cultural, su peso ético y estético, mas todas las contradicciones que incluye su modo de producción ideológica en sociedades plagadas por la miseria, son perfiles virtualmente vedados. Las excepciones, en cuanto lo son, expresan la realidad. Mencionarlo, sólo, pasa a ser “de mal gusto”. Pasa a ser objeto de “otras ciencias”.

La legitimación del eufemismo “ciencias de la Comunicación”, con sus sub-eufemismos y variables, proviene mayormente de las urgencias del capitalismo agudizadas por las crisis de sobreproducción que saturan sus mercados de sí mismos. El éxito de las instituciones académicas que adiestran mano de obra altoparlante tiene ejes muy claros y códigos muy estrictos. Nada que salga del prontuario ideológico imperial. Por el capitalismo todo, contra el capitalismo nada. Se admite el ser creativo, artista, genio, simpático, creíble, sobre todo eficaz y eficiente. Ordenado, ambicioso e incansable. Vender, vender y vender, a toda costa, los que sea, como sea, comenzando  por la mano de obra, sin límites. El sistema premiará. Hay títulos de grado y pos grado, cátedras, becas de investigación, congresos, asociaciones, academias, honores y loas. 

He ensayado en otra obra[10] sobre causas y efectos de las traiciones cometidas por intelectuales progresistas (perdidos para sus causas) que venden su trabajo a críticamente y a precio de logro moral, al servicio de empresas nacionales o multinacionales, algunos de ellos también fundadores y directores de agencias de publicidad, trágicamente mercenarias, convertidos en teóricos, directivos y/o profesores en Universidades, Institutos o Colegios, complacientes con la brutalidad de la miseria reinante.

Esta caracterización sobre el modo de producción intelectual que se verifica en las aulas de muchos centros de enseñanza no es ajena al debate más amplio sobre la transformación general de las Universidades y en plena interrogación sobre su destino inmediato y mediato. Debate que también toca, desde su lugar, el debate más amplio sobre la transformación de la sociedad toda y el tipo de sociedad que queremos desde hoy y para el futuro.

Así, lo que me importa de la Comunicación, como se define en este ensayo, es su ser herramienta del trabajo humano y trabajo en sí misma, siempre en simultáneo. Desfigurada y atravesada por las tensiones y luchas de clase pero en espera de correcciones, precisiones, profundizaciones dialécticas e históricas, políticas, éticas y estéticas que actualicen su poder y fulgor en la lucha donde la Comunicación es más importante: la lucha por la libertad.

Importa su ser deseo humano, de sí para otro, en práctica recíproca y transformación permanente hacia la poesía[11]. Su ser necesidad y praxis enraizada en los tejidos complejos de la historia humana... sus ascensos y descensos, avances o retrocesos. Su ser acción productora que se actualiza constantemente en contenidos y continentes, creaciones y transformaciones, medios y modos. Su ser humana haciendo al humano, como el Trabajo. Su ser social por necesidad que produce intercambios determinados históricamente. Repitamos que, para esta Filosofía de la Comunicación, así como la humanidad es impensable sin la Comunicación, la Comunicación es inestudiable al margen del Trabajo humano. Eso quiere decir que no hay hecho de Comunicación que no guarde relación, directa o indirecta, con las actividades productivas humanas, sus intereses de clase, sus determinaciones éticas, políticas y estéticas. Que es inadmisible, en cualquier cuerpo de ideas, el faltante de una sola de las premisas conceptuales trabadas con la idea central e liberar a la humanidad de toda esclavitud. La Comunicación es estrategia del Trabajo, potencia y acto del intercambio su perfeccionamiento, no existe separada de él y es imposible conceptuarla al margen de las condiciones concretas en que se presentan ambos.

Comunicación es producto y coautora del proceso histórico complejísimo que ha llevado a la humanidad a ser lo que es. Con aciertos y calamidades. Objeto de estudio que ha sido victimado por toda clase de reduccionismos, academismos y mercantilismos. Botín y esclava de voluptuosidades variopintas en las refriegas más estrambóticas: para vender ideologías, esclavitudes y vanidades. Y también, como muchas otras formas de la propiedad colectiva, (de lo que pertenece a la humanidad),  privatizada, malversada, tergiversada y desfigurada al capricho de triunviratos de toda época y laya: Clericales, gubernamentales o empresariales siempre monopólicos. Todos.

Comunicación no es lo mismo que medios de Comunicación aunque se sirva de ellos. Se trata de una distinción del tipo contenido y forma. Aunque más precisamente potencia y acción en transformación dialéctica. Distinción, por su parte, que no significa división, fragmentación, atomización. La producción comunicante es indisoluble de los medios que se eligen, o crean, como vehículos para el intercambio, como es indisoluble del resto de los factores de la producción comunicante: códigos, lenguajes, ruidos y demás. Como es indivisible la relación habilidad para el Trabajo y herramienta.

Todos los medios de Comunicación desde la palabra hasta la imprenta, incluidos los puentes, caminos, teléfonos, telégrafos, televisión, radio, cine etc. tuvieron y tienen aplicaciones sociales y contradicciones de clase muy diversas. Desde la Comunicación militar hasta la Comunicación empresarial que se cruzan y confunden

La Comunicación es una necesidad y práctica constitutiva del tejido de las relaciones sociales. Proceso de intercambio de informaciones. Trabajo productor de herramientas intelectuales y materiales, en la dialéctica necesidad satisfactor para la construcción de la cultura. Comunicación no son los medios aunque se insista desde las palestras más diversas. Comunicación no son los medios aunque su función estratégica sea igualmente central para su actuación mediática ante las sociedades. Comunicación no es sólo forma. Comunicación no son los medios aunque ciertas interpretaciones vivan de fetichizarlos.

Comunicación es la potencia del intercambio, capacidad y talento humanos desarrollados históricamente en la lucha por la sobre vivencia. Produce el intercambio que es su expresión como proceso de Trabajo. La Comunicación es Trabajo.

La medida en que las relaciones sociales se complejizan en el intercambio de mercancías, se complejiza la Comunicación necesaria que objetiva el universo de intercambios y que le da nominación codificada. La Comunicación como habilidad y potencialidad se fragua y crece al mismo tiempo que crecen las habilidades de la mano y al mismo tiempo que se complejiza el tramado de los intereses sociales. Esta complejidad hace de la Comunicación una unidad diversa. Una unidad que se torna muchas comunicaciones simultáneas. Tantas como exigencias tienen el intercambio de bienes, de gestos, de emociones, de miedos y esperanzas. La Comunicación se multiplica gracias a las ideas y no sólo a la mediaticidad.

La Comunicación explosiona en nervaduras dialécticas por donde fluye un van y vienen de informaciones, sensoriales y conceptuales, que van construyendo las espirales del intercambio, del individuo con su entorno y del individuo con los grupos,  hasta ofrecer producciones objetivas y subjetivas nuevas al fragor de la praxis. La Comunicación es cualidad necesaria del Trabajo. Avanza cuantitativamente con sus ensayos y errores en repeticiones para dar saltos cualitativos que se expresan en el desarrollo de lenguajes, formas de expresión: Comunicación.

Hay Comunicación (en sentido estricto) sólo cuando hay intercambio de información (actualizada en bienes materiales o espirituales) bajo condiciones de igualdad. Y sólo cuando el intercambio se supera cualitativamente en praxis coincidente que mueve socialmente a transformar un hecho de consenso objetivo, concreto, dialéctico. Si no mueve a la sociedad en su conjunto el concepto de Comunicación esta en crisis. En este sentido la palabra Comunicación, que alude a un estado de comunidad respecto a algo, supone estado de comunidad respecto a la información, la experiencia, la emocionalidad con sus valores intrínsecos y contextuales. Pero también alude al estado de comunidad respecto a los medios, su valor de herramienta, sus condiciones técnicas, su accesibilidad y subordinación.

El estado de comunidad implica por su parte un estar en común no sólo en el campo de la comunidad semántica. Implica estar en común el régimen de propiedad, de disponibilidad igualitaria para la dialéctica social del intercambio libre. Siempre en la práctica. Nada hay común, para la comunidad y la Comunicación, en tanto el pie de igualdad necesario para el intercambio esté viciado por alguna forma de limitación que determine la hegemonía de algún actor o factor de la producción. El proceso de Comunicación es exigente porque determina claramente que pie de igualdad exige. Porque exige la prueba de la práctica sostenida y dialéctica. No implica uniformidad, porque intercambio no implica sólo relaciones mercantiles, porque comunidad implica unidad de la diversidad y conciencia socializada de las necesidades: materiales, espirituales y emocionales.

Todo hecho de Comunicación para serlo exige la concentración actual y potencial de todas esas categorías que la definen íntegramente. Su grado de perfeccionamiento histórico, hasta el punto en que se encuentra hoy, da ya requisitos inalienables para orientar su papel contemporáneo en el tejido social y la exigencia desde le cual debemos modelar un marco critico. Es decir que, lo que no satisface los requisitos de este hacer humano no debería llamarse Comunicación, que deberíamos evitar el equívoco que pone la parte por el todo y miente (filosóficamente hablando) cuando hace pasar por Comunicación lo que es sólo transporte de información. En muchos casos transporte autoritario, mercenario, mercantil y esclavizante.

Dicha concentración actual y potencial de categorías en Comunicación implica la presencia de las causas y los alcances. No se produce la Comunicación sólo para validar sus virtudes para el intercambio. La Comunicación posee siempre finalidad que no se agota en el hecho inmediato. La Comunicación es también práctica transformadora estimulante de procesos de construcción subjetiva que no tiene por fin sólo la acumulación de informaciones, Comunicación supone respuesta elaborada comunicacionalmente. Implica una expectativa de transformación que somete toda información a una dialéctica siempre actualizadora donde las posiciones entre emisor y receptor se intercambian permanentemente y donde ambas figuras son productores del proceso y el producto. Por eso nadie puede ser dueño exclusivo del proceso ni del producto. Dadas las condiciones de concentración de los elementos exigentes que definen a la Comunicación la única forma de propiedades la propiedad común. Objetiva, práctica y dinámica.

Un proceso de Comunicación tiene siempre origen y destino diversos. Ni hay un origen único ni un destino único. El proceso de Comunicación además de proceso en estado de construcción permanente es intercambio que se enriquece con la praxis transformadora material y espiritualmente. La Comunicación, logra en pie de igualdad, cumplir la tarea del intercambio pero no por el intercambio mismo. La Comunicación para serlo es confrontación con la realidad en una práctica de transformación que supera sin omitir los intereses de los actuantes individuales y colectivos en el proceso. Eso quiere decir que nadie comunica desde una realidad individual, exclusiva, única, nadie traba relaciones de Comunicación desde una posición igualmente única, individual o exclusiva y nadie puede, en tales términos, construir terceras realidades exclusivistas, únicas o marginales. La Comunicación para serlo actualiza el todo histórico en cada actor que mutando de receptor a emisor actualiza su individualidad en la sociabilidad, si y sólo si, es pertinente con el contexto. No hay Comunicación real si no actualiza el futuro como un posible común y libre. De otra manera la Comunicación no ocurre. Y si algo ocurre eso suele poner la voluntad de uno de sus actores al margen.

Esa realidad donde se buscan las condiciones de igualdad para el intercambio comunicacional  la produce sólo el trabajo no alienado. No significa esto que dicha realidad se presente creada por el trabajo en condiciones idóneas. Mas adelante será abordada de manera sucinta la historia del trabajo plena de contradicciones y calamidades y que bajo la mirada de Marx y Engels presenta estados de degradación muy diversos. Es preciso aclarar que el grado de exigencia que la Comunicación impone para verificarse plenamente no deviene de un estado ideal Platónico desde un mundo donde ya existe la armonía comunicacional perfecta, ni deviene de una utopía o idealización que sirva de coartada para llorar plañideramente las calamidades sufridas por la Comunicación. Trato de establecer en qué definición la Comunicación plena es posible y es posible sólo en una sociedad plenamente transformada. Es decir en condiciones de un desarrollo social no esclavizado.

La Comunicación, como aquí se expone, contiene ese germen “político” esa noción de sociedad igualitaria donde el intercambio de información materializada en bienes o servicios no se agota con la satisfacción inmediatista de necesidades sino que tiene a una superación dialéctica en la transformación permanente de sus realidades. Físicas y Psíquicas.

En tanto que la Comunicación es intercambio está sujeta a condiciones sociales concretas. El devenir humano que ha escalado de manera errática conquistas y fracasos, tiene con la Comunicación conquistas y fracasos de todo tipo. Incluso en los logros más reputados de la historia de la Comunicación cabe una lista de contradicciones fundamentales para entender el devenir pasado y el futuro de la Comunicación toda y de sus formas de mediación.

La contradicción más evidente, por amplia y medular es la contradicción de clases sociales. Las sociedades de clases en sentido estricto no admiten el concepto Comunicación. Es imposible el intercambio de bienes materiales o espirituales e sociedades que no tiene base de igualdad para virtualmente ningún intercambio. Ni el intercambio de palabras, ni el intercambio de simpatías y mucho menos el intercambio de mercancías. Es ineludible señalar el hecho de que las formas y contenidos de la Comunicación en las sociedades divididas en clases poderosas y sometidas están signados por la impronta de clase.

En  otro sentido la Comunicación generada por el trabajo alienado expresa al menos dos características dominantes. Una, la que muestra formas de intercambio viciadas por la desigualdad a las que se les lama Comunicación siempre sin rigor y siempre referida a la Comunicación entre clases. Es decir la Comunicación entre las clases hegemónicas o la Comunicación entre las clases sometidas. La otra característica es la que pondría en evidencia, atenidos a nuestra definición estricta de Comunicación, la ruta del ascenso en las conquistas sociales en materia de Comunicación, entre lo deseable y lo obligatorio trazados por la propia mano de las necesidades colectivas en proceso permanente de maduración.

Que no hay Comunicación en las sociedades clasistas lo prueba directamente el régimen de propiedad de los medios para la Comunicación o si se prefiere las herramientas para la Comunicación. El despojo generalizado en que viven desde siempre las clases sometidas también es despojo de Comunicación. La miseria toda con sus implicaciones más desgraciadas y severas es igualmente miseria en la Comunicación de los pueblos sometidos a un transito desigual y perverso de información donde los modos de producción comunicante y sus medios padecen las mismas injusticias verificadas en la practica económica general.

La cuestión se expone aquí en la misma línea en que se exhibe el despojo en su sentido más amplio a la vista de todos. Despojo que indica cancelación de derechos, imposición de obligaciones, impunidad generalizada y represión sistemática. Pero despojo no implica inacción de los despojados  ni incapacidad de organización y respuesta por más que esta sea lenta o viciada por sus propios atrasos y limitaciones. El despojo no implica incapacidad de contraofensiva y capacidad creativa para al gestación de formas nuevas de Comunicación que acompañen y se perfeccionen al ritmo del perfeccionamiento de las luchas contra la miseria y la usura. Es decir la transformación definitiva de la sociedad toda.

El debate entre capital y trabajo es un debate también sobre la distribución de la riqueza comunicativa sus condiciones objetivas de producción y el desarrollo de la producción y propiedad de las herramientas para la producción comunicante. La realidad ha sido contundente y desastrosa. Lo mismo para la Comunicación posible entre las clases dominadas y lo mismo para los sistemas de transmisión o imposición de modelos informativos desde las clases dominantes hacia los dominados. En las iglesias, las escuelas o las oficinas. Simplemente no existe pie de igualdad ante las necesidades y creaciones comunicativas de la sociedad en pleno.

¿Cómo nos involucra semejante historia? ¿Qué deberemos decir, comunicar y hacer ante este panorama añejo y actual? Producir programas para la transformación de la realidad histórica de la Comunicación. ¿Programa, bajo que premisas, que prioridades, qué modelos y qué resultados? Concibo al menos aquí la necesidad de responder a estas interrogaciones en una Filosofía de la Comunicación dispuesta a luchar contra toda forma de mansedumbre resignación o complicidad con el estado ancestral y vigente de la desigualdad en materia de Comunicación.

Al hablar de un programa aparecen problemas de todo orden que deben ser resueltos filosófica, sistemática y cronológicamente. Problemas que atañen a la sociedad toda y que encarnan de manera sui géneris en los ámbitos de profesionalización donde se estudia o se dice estudiar la Comunicación. Estos últimos recurrentemente contaminados por atomismos de todo tipo desde los producidos viciadamente por considerarse moral y jurídicamente habilitados para tratar y manejar científicamente la Comunicación.

Programa no puede significar sólo o no sólo, ruta temática académica. No puede significar repertorio conceptual libresco plagado con todo tipo de reduccionismos e intereses de clase. No puede significar adiestramiento para profesionales de la Comunicación  que vendan su fuerza de trabajo a los monopolios de la Comunicación masiva o de índole cualquiera. Programa tendrá que significar crítica a esos usos de restrictivos que suelen hacerse en los claustros universitarios. Programa filosófico práctico sobre la Comunicación deberá significar incluso transformación de la práctica académica y transformación de la práctica comunicacional monopólica y transformación de la sociedad toda.

Pero programa de filosofía para la praxis comunicativa deberá significar teoría y acción, ensambladas con las luchas reivindicadoras de la base misma de donde surge la Comunicación, del trabajo mismo, de la lucha de clases. Y no por el trabajo en condiciones de abstracción filosófica sino del trabajo en su desarrollo histórico y en su emancipación total. Programa de Filosofía de la Comunicación implicará programa de pensamiento y acción para la transformación y liberación social que contribuya a restituir al trabajo su dignidad y fuerza transformadora por excelencia. Trabajo no alienado, creativo, fértil y poético.

Definir qué es Comunicación tiene hoy dificultades peculiares. No hay definición totalizante que sirva de catalizador o justificación teórico práctica. Hay intentos más o menos felices registrados por la historia de la filosofía y por algunos recuentos más o menos actualizados en materia de aportes de las llamadas ciencias de la Comunicación. Hay caos, palabrería y desacuerdo, es decir debate en plena ejecución plagado por investigaciones de orden diverso unas más y otras menos comprometidas con la realidad social. Hay debate el pleno tramite cruzado con perspectivas inter, tans y multidisciplinarias donde la propia definición de la Comunicación se pelea como propiedad de ciencias muy diversas. Hay para dar y prestar. Sin embargo este haber no parece cristalizarse en acciones sociales organizadas que colegien homogéneamente las tareas de especialistas y los haga coincidir al menos en las luchas básicas posibles. Mucho menos hay (aunque las haya y muy dignas) experiencias ricas de participación de profesionales de la Comunicación involucrados con la  organización, crecimiento y ascenso de los trabajadores organizados es decir  los productores reales de la riqueza. Y menos hay un movimiento internacional sólido capaz de oponerse al estado actual que guarda la Comunicación en todas sus expresiones clasistas. (Con excepciones incipientes por supuesto.

Definir la Comunicación es también tarea de un programa para definirla de manera dialéctica y permanente. Definida en y por una praxis de consenso que ponga en claro de una vez por todas que las definiciones de escritorio suelen ser sospechosas si no presentan una praxis consecuente (no con los intereses individuales de su invento) con los intereses sociales de unas sociedades secuestradas por los monopolios comunicacionales para benéfico de los monopolios y de la esclavitud de conciencias. Definir la Comunicación como herramienta y lucha de tipo filosófico y político, de tipo tecnológico y poético, definir la Comunicación como herramienta y lucha para que de una vez por todas triunfe el trabajo no alienado sobre la miseria fabricada por el capitalismo.

En Comunicación, de nuevo en el sentido que aquí se propone, ninguna producción humana es, individual. No hay código posible sin base social. Signos, lenguajes, información y mensajes surgen y sirven para un ser social que los engendra y los necesita en retorno dialéctico permanentemente. ¿Por qué ocurre entonces la separación teórica de los elementos para la Comunicación, es decir a quién le sirve? ¿Cómo se caracteriza la contradicción propiedad privada de los medios para la Comunicación? ¿Cómo surge, cómo se comporta, como se refuta?

Pensar la Comunicación implica pensar críticamente en los medios para la Comunicación. Antes de actualizarse mediáticamente la Comunicación, en tanto función necesaria y herramienta del ser humano, ocupa un lugar crucial para la construcción de las relaciones sociales.

Todo conocimiento que la humanidad produce contiene necesariamente el germen de la Comunicación. La Comunicación es herramienta del Trabajo social determinado socialmente que se expresa indivisiblemente en formas, contenidos e intereses muy diversos. Es Trabajo y herramienta socialmente determinado por el marco filosófico de donde dimana y por los intereses de clase a que responde. No hay Comunicación sin filosofía. Su conflicto central es la libertad. No hay Comunicación plena capaz de responder a los mandatos dialécticos de la transformación social, si no hay conciencia de las necesidades comunicacionales colectivas, programas conjuntos para el desarrollo de las habilidades comunicativas y crítica permanente del hacer comunicacional de los medios, los modos, la estética y la ética. Al margen de esto lo que hay es individualismo, autoritarismo y dominación cultural. Y ya hemos tenido bastante.

Recurrentemente la Comunicación se preña con banalidades y sublimaciones como se preña con banalidad o sublimación al Trabajo. Se le saca del eje social donde tiene su peso real y papel crucial, para diluirla con la moral de la farándula o la obnubilación de la cursilería. Las iconografías clásicas de la Capilla Sixtina y las parafernalias mass medieras tienen por objeto la construcción de símbolos de Comunicación, estereotipos mejor dicho,  donde no está expresado el carácter social esencial del Trabajo Comunicación.

No está el correlato de clase, la base de igualdad, el principio de propiedad y construcción colectiva. No está en suma expresado el carácter liberador fundamental de una potencia que, por necesidad, es y hace de los seres humanos “agentes de exteriorización constante”. Y por supuesto tampoco está el carácter dialéctico inseparable del concepto mismo y de sus funciones políticas. Está sí, el principio de separación, de jerarquía clasista y de propiedad privada con su proyecto de acumulación monopólico y rentabilidad mercantil como valores morales supremos.

Que el término Comunicación tenga hoy un lugar distinto al que tuvo en otros momentos de la historia no hace suponer que las operaciones de la Comunicación no estuvieran igualmente presentes en la actividad social desde siempre. El lugar actual del termino Comunicación, su buena prensa, obedecen a una estrategia desarrollada por el capitalismo para confundir la Comunicación con los púlpitos cotidianos más eficientes para la tarea de publicitar bienes, servicios y valores morales burgueses. Pero no es la Comunicación – Trabajo colectivo y herramienta la que tiene buena prensa, son la histerización formalista de los medios privados para la propagación publicística, es la exageración fragmentarista de la parte en lugar del todo, la herramienta sin el Trabajo, el producto sin el proceso. El objeto comunicándose con objetos sin la presencia de sus productores. Se trata de estratagemas religiosas, militares, políticas y empresariales burguesas para hacer pasar el mundo por el ojo de la aguja mediática.

La práctica monopólica de ciertos medios que atiende a formatos mercantiles desinteresados por la libertad humana se ubica en posición contradictoria con la Comunicación misma y con el desarrollo de las sociedades. Eso tendrá su costo real desde los términos hasta las acciones. Tales medios de “Comunicación” se llaman así como parte del engaño orquestado para confundir el todo con la parte. Son en realidad medios para la publicidad o la propaganda ideados desde su base tecnológica para la emisión unidireccional y autoritaria, altamente militarizada, de una con una ideología tecnológica de progresismo neoliberal cuyo diseño e idea de no incluye otra respuesta o feed back que la respuesta del consumo y la modorra social.

Individualismo y Comunicación son términos que se excluyen. Nada en lo individual, por y para exclusivamente lo individual hace Comunicación. En ultima instancia lo individual no existe o existe relativamente sólo si legitima su ser en la condición humana de la suma, la asimilación a otros, el aporte a otros y la dialéctica del individuo que lo es sólo por que primero es ser social.

La Comunicación es Trabajo social y herramienta siempre incompletos. La mercancía llamada información se hace Comunicación sólo en el intercambio dialéctico de informaciones entre iguales que acuerdan una práctica transformadora y sostenida dialécticamente en beneficio de la comunidad de intereses de todos. Se hace Comunicación cuando devuelve socialmente el producto de todos los intercambios materiales, emocionales o culturales, en mercancías informativas perfeccionadas por la práctica y por el bien común. Su definición no se desprende de la voluntad subjetiva aunque la requiera, su definición no depende de la eficiencia de los medios elegidos aunque cuente con ella, tampoco del grado mayor o menor de novedad con que se presente, su definición depende de la espiral social dialéctica, del enriquecimiento que aporte a la praxis social y al desarrollo del conocimiento, la Comunicación y la creación de condiciones mejores para la emancipación humana. Lo que no responda a estas exigencias sencillamente no es Comunicación y si se le hace pasar por tal merece ser sometida a un análisis riguroso que desnude la posición e interese de su marco teórico práctico. Y esa también es tarea de filósofos y comunicólogos. Aunque no siempre se cumpla.

Como práctica de exteriorización constante la Comunicación se encarna en el hacer humano en su totalidad. [12] La Comunicación, bajo todas sus nominaciones históricas, es un concepto y práctica fundamentalmente económicos. Inseparables de las necesidades sociales e inseparable de los satisfactores objetivos o subjetivos. Inseparables de la distribución y el consumo. Inseparables de lo privado y lo público. Concepto y práctica inseparables el desarrollo histórico de la humanidad y determinados por él. Unidad de diversidades que va de lo espiritual a lo tecnológico, de lo cotidiano a lo poético.

 

Una definición sobre Comunicación:

 “Comunicación (del latín «communicare», compartir, tener comunicaciones con alguien). Categoría de la filosofía idealista que designa una correspondencia gracias a la cual el «Yo» se descubre en otro. Su representación más plena se da en el existencialismo de Jaspers así como en el personalismo francés contemporáneo. Históricamente, la teoría de la Comunicación se ha formado como contrapeso a la teoría del contrato social, la cual se remonta a la Ilustración. Los partidarios de la teoría de la Comunicación (Jaspers, Otto Bollnow, Emmanuel Mounier) subrayan que el contrato social, en el fondo, es una transacción, un acuerdo por el cual los participantes quedan limitados por obligaciones mutuas, se perciben recíprocamente y se comprenden unos a otros sólo a la luz de tales obligaciones, es decir, de manera abstracta, impersonal. El contrato es un nexo que se apoya en una separación de hecho entre las personas. En cambio, la Comunicación se concibe como una interdependencia conscientemente establecida, opuesta al contrato. «Contacto en vez de contrato» (Félix Kaufmann) Se declara que el medio para establecer la Comunicación es la controversia, durante la cual las personas se convencen de que lo que las separa son las normas comúnmente admitidas del pensar, y los aproxima aquello en que son distintos e individualmente únicos. Lo «individualmente único» está formado por los miedos subjetivos, las inquietudes y preocupaciones, cuidadosamente enmascarados, que las personas experimentan (cada una a su modo) y que les hacen sentir, en último término, su real pertenencia a un determinado grupo de la sociedad burguesa. Bajo esta luz, la controversia –la discusión– no resulta ser sino un medio para aclarar dicha pertenencia, y la doctrina de la Comunicación, en su conjunto, una refinada forma para defender los lazos de casta y corporativos. Objetivamente, la teoría de la Comunicación se enfrenta a la concepción marxista de la colectividad.” [13]

 

Filosofía del Trabajo:

“Toda herramienta es herramienta de Comunicación” FBAD

Tomaré como referencia central los conceptos de Federico Engels:[14]

 

El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre.

Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre.

Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de él. Únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas y nuevas funciones, por la transmisión hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos, los ligamentos y, en un período más largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, ha sido como la mano del hombre ha alcanzado ese grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini.

Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era únicamente un miembro de un organismo entero y sumamente complejo. Y lo que beneficiaba a la mano beneficiaba también a todo el cuerpo servido por ella; y lo beneficiaba en dos aspectos.

Con cada nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara por el desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del hombre, haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas propiedades hasta entonces desconocidas. Por otra parte, el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta, y al mostrar así las ventajas de ésta actividad conjunta para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad. En resumen, los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creó el órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero firmemente, mediante modulaciones que producían a su vez modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.

La comparación con los animales nos muestra que ésta explicación del origen del lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la única acertada. Lo poco que los animales, incluso los más desarrollados, tienen que comunicarse los unos a los otros puede ser transmitido sin el concurso de la palabra articulada. Ningún animal en estado salvaje se siente perjudicado por su incapacidad de hablar o de comprender el lenguaje humano. Pero la situación cambia por completo cuando el animal ha sido domesticado por el hombre.

Primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada, fue los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano, que, a pesar de toda su similitud, lo supera considerablemente en tamaño y en perfección. Y a medida que se desarrollaba el cerebro, desarrollábanse también sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los sentidos. De la misma manera que el desarrollo gradual del lenguaje va necesariamente acompañado del correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo general del cerebro va ligado al perfeccionamiento de todos los órganos de los sentidos.

El desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio, la creciente claridad de conciencia, la capacidad de abstracción y de discernimiento cada vez mayores, reaccionó a su vez sobre el trabajo y la palabra, estimulando más y más su desarrollo. Cuando el hombre se separa definitivamente del mono, este desarrollo no cesa ni mucho menos, sino que continúa, en distinto grado y en distintas direcciones entre los distintos pueblos y en las diferentes épocas, interrumpido incluso a veces por regresiones de carácter local o temporal, pero avanzando en su conjunto a grandes pasos, considerablemente impulsado y, a la vez, orientado en un sentido más preciso por un nuevo elemento que surge con la aparición del hombre acabado: la sociedad.

El trabajo comienza con la elaboración de instrumentos. ¿Y qué son los instrumentos más antiguos, si juzgamos por los restos que nos han llegado del hombre prehistórico, por el género de vida de los pueblos más antiguos que registra la historia, así como por el de los salvajes actuales más primitivos? Son instrumentos de caza y de pesca; los primeros utilizados también como armas. Pero la caza y la pesca suponen el tránsito de la alimentación exclusivamente vegetal a la alimentación mixta, lo que significa un nuevo paso de suma importancia en la transformación del mono en hombre.

Gracias a la cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no sólo en cada individuo, sino también en la sociedad, los hombres fueron aprendiendo a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a plantearse y a alcanzar objetivos cada vez más elevados. El trabajo mismo se diversificaba y perfeccionaba de generación en generación extendiéndose cada vez a nuevas actividades. A la caza y a la ganadería vino a sumarse la agricultura, y más tarde el hilado y el tejido, el trabajo de los metales, la alfarería y la navegación. Al lado del comercio y de los oficios aparecieron, finalmente, las artes y las ciencias; de las tribus salieron las naciones y los Estados. Se desarrollaron el Derecho y la Política, y con ellos el reflejo fantástico de las cosas humanas en la mente del hombre: la religión. Frente a todas estas creaciones, que se manifestaban en primer término como productos del cerebro y parecían dominar las sociedades humanas, las producciones más modestas, fruto del trabajo de la mano, quedaron relegadas a segundo plano, tanto más cuanto que en una fase muy temprana del desarrollo de la sociedad (por ejemplo, ya en la familia primitiva), la cabeza que planeaba el trabajo era ya capaz de obligar a manos ajenas a realizar el trabajo proyectado por ella. El rápido progreso de la civilización fue atribuido exclusivamente a la cabeza, al desarrollo y a la actividad del cerebro. Los hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus pensamientos, en lugar de buscar ésta explicación en sus necesidades (reflejadas, naturalmente, en la cabeza del hombre, que así cobra conciencia de ellas. Así fue cómo, con el transcurso del tiempo, surgió esa concepción idealista del mundo que ha dominado el cerebro de los hombres, sobre todo desde la desaparición del mundo antiguo, y que todavía lo sigue dominando hasta el punto de que incluso los naturalistas de la escuela darviniana más allegados al materialismo son aún incapaces de formarse una idea clara acerca del origen del hombre, pues esa misma influencia idealista les impide ver el papel desempeñado aquí por el trabajo.

Resumiendo: lo único que pueden hacer los animales es utilizar la naturaleza exterior y modificarla por el mero hecho de su presencia en ella. El hombre, en cambio, modifica la naturaleza y la obliga así a servirle, la domina. Y ésta es, en última instancia, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás animales, diferencia que, una vez más, viene a ser efecto del trabajo.

Al agotarse el excedente de tierras libres, comenzó la decadencia de la propiedad comunal. Todas las formas más elevadas de producción que vinieron después condujeron a la división de la población en clases diferentes y, por tanto, al antagonismo entre las clases dominantes y las clases oprimidas. En consecuencia, los intereses de las clases dominantes se convirtieron en el elemento propulsor de la producción, en cuanto ésta no se limitaba a mantener bien que mal la mísera existencia de los oprimidos. Donde esto halla su expresión más acabada es en el modo de producción capitalista que prevalece hoy en la Europa Occidental. Los capitalistas individuales, que dominan la producción y el cambio, sólo pueden ocuparse de la utilidad más inmediata de sus actos. Más aún; incluso ésta misma utilidad —por cuanto se trata de la utilidad de la mercancía producida o cambiada— pasa por completo a segundo plano, apareciendo como único incentivo la ganancia obtenida en la venta.

 

Es con el Trabajo, transformador del mundo objetivo, (la naturaleza), con lo que la humanidad lucha para satisfacer sus necesidades y se afirma como ser genérico en exteriorización constante. Este ser genérico, que tiene necesidades comunes, expresa sobre la naturaleza y sobre su vida diaria saberes e incertidumbres desarrollados socialmente por el trabajo gracias a la dialéctica  que le permite perfeccionar experiencias. El trabajo es vida genérica activa y concreta del intelecto y del espíritu. El Trabajo, objetivación de la vida humana, en sus necesidades y satisfactores, herramientas y hallazgos, desdobla la conciencia, activa y realmente, para contemplarse a sí misma en un mundo creador de ella, transformado permanentemente y preñado emocionalmente por una dialéctica siempre compleja.  

Es el Trabajo en desarrollo, materializado en productos (herramientas, mercancías, ideas etc.), lo que crea la Comunicación toda y sus medios. El ser humano se desarrolla en una sociedad determinada. Todas las fuerzas productivas (pensamientos, máquinas, materias primas, mano de obra) funcionan organizadas bajo ciertas relaciones de producción. Tales son la base material sobre la que se levanta una superestructura ideológico-comunicacional multifacética. Esta realiza una parte de la evolución social de la humanidad que a través de su actividad práctica desarrolla su conciencia, sus hábitos, valores... producción, Comunicación etc. es decir, la vida misma.

Con el surgimiento del capitalismo, y la transformación del objeto de uso común en mercancía, se instala la alienación entre el hombre y el producto de su trabajo. La Comunicación es una función y herramienta y mercancía producida por el trabajo. Pero es una mercancía que no es sólo eso. Es adherencia propia de la forma mercancía que surge e influye desde el momento en que el trabajo humano posee valor en uso y en cambio.

Pero la Comunicación y la información también se fetichizan y alienan.

El trabajo alienado, que significa, en por lo menos dos acepciones generales, trabajo vendido y trabajo “enfermizo”, “embrutecedor”, (en oposición a la idea de trabajo liberador y gestor del desarrollo, del bienestar colectivo y la creatividad científico-técnica) se convierte en alienado no sólo por el efecto demoledor de jornadas extenuantes a las que el trabajador es sometido; no sólo por el efecto paradojal de producir miseria mientras produce riqueza para otros; no sólo por la consecuencia de “hacer extraño” al trabajador respecto a su propio trabajo. La alineación del trabajo cuenta con un conjunto complejo de estrategias “comunicacionales” que la acompañan para tender una red de alineaciones paralelas en las que los medios de Comunicación juegan un papel decisivo... estratégico.

Hay entonces diversas “comunicaciones” organizadas e interconectadas para hacer eficiente el proceso de enajenación particular y grupal sobre el trabajo. El lugar donde se desarrolla el trabajo, su diseño organizacional, sus instalaciones, el modelo administrativo y las modalidades productivas devienen necesariamente de un marco teórico que define ideológicamente los modos de operar dentro de una organización cuyo eje es la producción y acumulación desigual de la riqueza. Estas organizaciones definen en su interior modelos de Comunicación generalmente autoritarios y verticalistas donde priva un esquema categórico rígido para un sistema de ordenes apuntaladas con un sistema de sanciones. El trabajador “aprende” un código de subordinación que se expresa en la totalidad de los medios con que cuenta la organización. En los casos más desarrollados interviene la arquitectura, el diseño gráfico, los dispositivos decorativos de oficinas, plantas de procesamiento, talleres y uniformes.

Una moraleja se reitera pertinazmente en los estratos principales, (y sus sustratos), de cada dispositivo “comunicacional” de la organización: nada de lo que aquí hay te pertenece. Aunque seas su creador. Patente y latentemente la moraleja expresada en el cuerpo de la organización, desde su diseño de “imagen corporativa” hasta las “normas de cortesía” para clientes y empleados, obedece a la idea de separar, fracturar, quebrar todo  principio de pertenencia que no sea solidario con los propósitos del enriquecimiento patronal. El asunto es muy complejo y obedece a la generación de una cultura de la “Comunicación” en la que ciertos valores decorativistas típicamente burgueses van adaptándose funcionalmente a los espacios concretos donde la explotación se verifica. Con más o menos recursos para el “hermoseamiento” edilicio y/o gráfico, se expande no muy silenciosamente la necesidad de consolidar las organizaciones como campos de información que fluye verticalmente desde los objetivos mercantiles, burocráticos o clericales, hasta el territorio específico donde el trabajador genera mercancía gracias a su mercancía trabajo. Hace falta una semiótica de la lucha de clases dispuesta a leer los significados impresos por la lógica de la explotación en cada elemento de la escenografía capitalista para el drama diario de abaratar la mano de obra además de hacerla sumisa y agradecida.

Los grandes paradigmas de la “Comunicación” empresarial integral devienen de modelos militares. Hay una simetría semiótica que subyace en los modelos de Comunicación interna y externa con que los “centros de trabajo” se arropan. Simetría poco casual si se analiza el grado de coerción sistemática necesaria para convencer a un grupo de trabajadores de que están ahí para obedecer sólo órdenes pertinentes a su esclavitud. Aunque se llamen gerentes, obreros calificados, secretarias o vendedores. Esa semiótica de la lucha de clases deberá ocuparse igualmente de leer, desmontar, para denunciar cada signo diseñado, no sin una dosis de crueldad, para hacer distinciones jerárquicas y fatalistas que sirven para que los subordinados tengan en claro el rol que la organización les asigna en la alquimia de convertir su existencia en beneficios para la empresa.

Este sistema de alineación, que nada tiene de sutil, sería incompleto si fuera del espacio laboral se rompiera cierta continuidad. Por eso hay otra simetría ampliada en el espacio urbano (que tiene equivalentes rurales) encargada de reproducir la moraleja de las organizaciones en cada territorio colectivo donde sea posible un encuentro con otros iguales explotados idénticamente. Los medios de “Comunicación” tienen por tarea apuntalar las fracturas, la ruptura, la separación entre iguales para amainar, confundir y dilapidar su poder enredándolo con incomodidades, suciedad, abuso y prepotencia enganchadas con la fatiga secular que cada cual arrastra para regocijo comercial de los patrones. No hay transporte urbano, fuera de algunos automóviles de lujo, que opere en rangos de dignidad elemental. Y no es casual. Sus definiciones como empresas, algunas de ellas gubernamentales, hacen imposible cualquier consideración con usuarios que en la práctica pasan a ser explotados también. La lógica y la estética de la explotación se han vuelto sofisticadas y generan maltrato sistemático especialmente cuando se trata de espacios donde hay concentración de grupos. Se ha fabricado un filón ideológico jugoso con odios contradictorios en todo lo que implica compartir espacios públicos. Entre basura, suciedad, empellones, sudores, cansancio y mal humor se hace difícil reconocer a un semejante y mirarlo como coautor de una fuerza que pueda cambiar lo que se vive.

La cuota que aportan los medios de Comunicación en su versión transporte no es cosa menor. Cualquier calculo conservador arroja cantidades escandalosas de tiempo invertido sólo en acercar la mano de obra a las fuentes de explotación. Acercamiento que además es un negocio jugoso cuya riqueza también es producida por los  trabajadores. Para acercarse o para alejarse de fábricas, oficinas etc. los trabajadores cuentan con empresas de transporte (“Comunicación”) generalmente operadas por monopolios miembros de la misma clase social beneficiaria de la explotación. El flujo y reflujo de todas las formas de transporte ocurre además en un decorado urbano tomado estratégica y tácticamente por ejércitos de publicistas que hacen multipresente la imagen de la mercancía producida por esos trabajadores en estado de tránsito. La moraleja de la publicidad en vías públicas es simétrica y semióticamente la misma del interior de las fábricas. Signos, códigos, señales, textos, metatextos, y una lista larga de eufemismos teorizantes hacen de las suyas para reiterar el mensaje del patrón. Trabaja contento mientras te pago poco y consume mucho lo mucho que fabrico.

El capitalismo generó tecnología estratégica para traspasar los muros del hábitat familiar. Teléfonos, televisores, ordenadores, un arsenal de artefactos camuflados de status para que los trabajadores sientan que progresan, mientras producen riqueza para fabricantes de teléfonos, televisores... La existencia de la explotación atraviesa con sus redes invisibles la totalidad de la existencia humana. Se idean mecanismos de adoctrinamiento y vigilancia que “comunican” un destino trágico enmarañado en redes cada vez más globales. Este es el gran triunfo de la cultura mediática que no se reduce a los mass media. Es el triunfo de una estrategia y táctica que la clase burguesa financió para aniquilar, quebrar, alienar a los trabajadores mientras los convencen de que vivir quebrados emocionalmente, sin esperanza de organización popular sin cambio de realidad, sin derecho a una vida digna, sin derechos ni medios para expresarse libremente “se puede ser feliz y agradecido”.

El trabajo de los medios de Comunicación capitalistas es, además de producir riqueza explotando a sus trabajadores y a sus “consumidores”, contribuir creativamente en la alienación total. Contribuir tecnológica e ideológicamente sometiendo todo desarrollo científico o mecánico a la lógica dela explotación, Su carácter de armas de guerra ideológica es objeto y categoría indispensable para la Filosofía de la Comunicación no sólo porque atraviesa históricamente el comportamiento colectivo y subjetivo de las sociedades determinando paradigmas esclavistas sino porque, en perspectiva, los datos del desarrollo monopólico de los distintos medios de “Comunicación” avisan la profundización de una lucha ante la cual los trabajadores, la clase de los trabajadores, aparece en desventaja flagrante. Y ese no es un mundo digno de ser vivido sin una ciencia filosófica capaz de contribuir desde su frente a la lucha general de los trabajadores contra su esclavitud. Esto es, en sentido contemporáneo, hacer filosofía. Digamos... debería ser.

Compete por supuesto a la Filosofía de la Comunicación caracterizar los modelos estéticos desarrollados por el capitalismo para hermosear sus tácticas y estrategias esclavizantes. La idea burguesa de belleza, de gusto, de placer (según prefieran sus teóricos) tiene como base el poder para la acumulación y la ostentación. En realidad estos que se consideran valores son fuente de sus principales “patologías”. Acumulación y ostentación signadas por la lucha de clases generan dicotomías que van desde la relación, bien-mal, acción-pasividad, belleza-fealdad, abundancia-miseria, fidelidad-traición etc. La estética burguesa que perfecciona sus cánones rigurosamente bajo las premisas de acumulación y ostentación, ha modelado no sólo para el campo de las artes, o lo que la burguesía llama arte, sino para toda actividad social, una doble moral que es, tarde o temprano, consecuente con la definición de un sistema económico social fracturado que fabrica fracturas. Eso quiere decir que el absurdo monumental que significa la existencia misma del capitalismo, el absurdo más insostenible, el modo de vida más ilógico y contradictorio que la historia ha conocido se hace pasar por modo único, síntesis de la existencia y destino perenne.

Doble moral capaz de prodigarse en gestos misericordes muy teatrales, en amoríos con las expresiones más altas del espíritu mientras se coticen en los mercados, en alabanzas al talento científico mientras provea inteligencia para el negocio. Doble moral burguesa especialista en hacer pasar la miseria por logro del progreso. Incluso en sus fiebres más austeras, la estética burguesa sostiene su doble discurso. La austeridad es para los pobres.

Hay géneros, estilos pictóricos, literarios, gráficos, fílmicos, televisivos (comunicacionales) etc. burgueses dedicados a perfeccionarse para halagar las urgencias íntimas del placer capitalista. Es decir el triunfo final de los monopolios imperiales que se sucedan, como reinos eternos, por los siglos de los siglos, en un mundo feliz alejado del espectáculo sucio que producen los pobres. Un mundo tecnologizado (discreto) con algunos rasgos cálidos plagado de comodidades que escondan la importa del trabajo socialmente necesario para su existencia.

La estética burguesa imprime una nota de pasividad a la recepción de discursos. El público burgués quiere “consumir” obras o productos pasivamente, masticados, digeridos. Todo cuanto exige compromiso genera desagrado en el burgués que “paga por lo que quiere”. La estética burguesa legitima el estado de pasividad del receptor con una transferencia de su pasividad en contraste con la idea de actividad que si desea para sus sometidos. La estética burguesa pone acento en la idea de la diversidad que es en el fondo libertad de mercado, libre competencia, por su parte también falaz porque en el fondo está la idea rectora de todo su esquema estético que es el monopolio imperial.

En este caso se hace fetiche toda mercancía tocada por la ideología estética que es la transformación del producto social en una cosa metafísica. La mercancía es resultado de las relaciones objetivas de producción mas la inyección ideológica que, en la economía capitalista, alcanza a los estatutos de mediación, “Comunicación”: Ella refracta la relación social de los hombres como una relación de objetos, o mejor, como una relación objetiva entre cosas. La forma mercancía y su estética burguesa es síntesis de la relación social que nace con del trabajo para traicionarlo. Doble moral bajo la cual operan los medios de “Comunicación”. Se borra con el fetiche el trabajo de las personas.

 

"La esencia del hombre no es ninguna abstracción inherente al individuo aislado. En su realidad es el conjunto de las relaciones sociales”.   Marx, 6ª Tesis sobre Feuerbach

 

            Es en el Trabajo, sus conceptos y práctica, donde están las claves de esta Filosofía de la Comunicación. Nos debemos un debate profundo y, por qué no, un ajuste de cuentas relacionados con el ser y hacer de la Comunicación toda. Como cualidad de los intercambios humanos y como mediatización.

Debemos insistir en que no hay libertad posible en sociedades donde la vida material y psíquica permanezca alienada, quebrada, fracturada. La alineación está pensada y puesta para hacernos vulnerables y manipulables por los dispositivos capitalistas capaces de desfigurar algunos de las más importantes operaciones de nuestra conducta.

La alineación trabaja sobre la conciencia que es también medio regulador de la actividad que ayuda a construir modelos subjetivos de la realidad objetiva.

Marx escribió en 1843: “Desde ahora en adelante nuestro lema debe ser: reforma de la conciencia no con dogmas, sino analizando la conciencia mística que es incomprensible a sí misma no importa que se manifieste en forma religiosa o política. Será evidente entonces que el mundo por mucho tiempo ha soñado con poseer algo de lo que sólo tiene que estar consciente para en realidad poseerlo. Será evidente que no es cuestión de dibujar una línea divisoria imaginaria entre el pasado y el futuro, sino efectuar las ideas del pasado. Por último, será evidente que la humanidad no está comenzando una labor nueva, sino concientemente efectuando su vieja labor”.

 

En tanto que Trabajo y realización humana la Comunicación es una categoría filosófica. Es práctica filosófica. Es idea medio y destinatario. Contenido y forma. Introyección y exteriorización.

Filosofar, aquí, significa producción de pensamiento crítico como respuesta a las necesidades de conocimiento, teórico-práctico, para la transformación de la realidad. No cualquier pensamiento sino un pensamiento capaz de hacer conciencia las necesidades y fuerzas individuales y sociales. No cualquier conocimiento sino conocimiento sobre la historia, evolución y cualidades de la humanidad siempre en el marco de su desarrollo económico, conflictos de clase y luchas de emancipación. No cualquier transformación de la realidad sino esa que tiene por causa y fin la libertad, la justicia y la disolución de la esclavitud, la disolución de la propiedad privada y la resolución de la dicotomía Capital-Trabajo. En suma filosofar como lo propuso Marx en su Tesis 11.

Este filosofar, toma aquí, por objeto de estudio y estrategia la Comunicación, su evolución cuantitativa y cualitativa. No los medios para la Comunicación, (sin excluirlos) sino la Comunicación como cualidad y proceso creado y creador del Trabajo dialécticamente. Comunicación cualidad del Trabajo en el tejido de las relaciones sociales. Comunicación intercambio de información y emociones con modalidades diversas. Como enigma de unidad y diversidad determinado históricamente. Como estrategia del conocimiento y la creación (creatividad) Como potencia y actualización, azarosa, de la poesía, forma superior de la Comunicación.

Filosofar significa aquí; Producción de pensamiento crítico para la transformación de la realidad humana. Filosofar sobre la Comunicación significa producir pensamiento crítico sobre el origen, ser, lugar, deudas, tergiversaciones, faltantes e influencia de la Comunicación en el conjunto de las relaciones sociales, su perfeccionamiento y carácter revolucionario.

Filosofar sobre la Comunicación, saberla, exige estar enamorado de ella. Amor al saber. Sistemático, científico, comprometido. Y hay que declararlo a los cuatro vientos para que se nos muestre como es: seductora y magnífica. Ni privada ni mediatizada ni alienada. Estudiar la Comunicación, amarla, no implica, aunque convenga, estudiar los medios que son su prótesis. Sus extensiones. Estudiar la Comunicación es estudiar una práctica humana en cuanto esta tiene de más portentoso, desafiante y promisorio: su talento productor de conocimiento, expresión y creación en pleno intercambio social. Reto sin duda para el espíritu, reto para nuestra fe en la humanidad, para nuestra conciencia y proyecto de reconciliación con lo que la humanidad tiene de mejor en estado de mejorarse: la libertad y la vida misma. ¿Tendremos algo mejor que hacer?

Puestos a lomos de la historia actual, como si estuviésemos en la cúspide de una montaña que nos deja mirar el paisaje de los tiempos, podemos mirar con claridad el estado que guarda la Comunicación sometida a los agravios y calamidades más di símbolos mientras se reconstruyen pensamientos y prácticas transformadoras del esperpento actual. ¿Quizá una filosofía programática de la Comunicación?

 

 Comunicación Antecedentes:

 “No nos coloquemos, como el economista cuando quiere explicar algo, en una imaginaria situación primitiva. Tal situación primitiva no explica nada, simplemente traslada la cuestión a uña lejanía nebulosa y grisácea. Supone como hecho, como acontecimiento lo que debería deducir, esto es, la relación necesaria entre dos cosas, Por ejemplo, entre división del trabajo e intercambio. Así es también como la teología explica el origen del mal por el pecado original dando por supuesto como hecho, como historia, aquello que debe explicar”. Marx: Primer Manuscrito (Manuscritos Económico Filosóficos) 

“Finalmente, hace unos dos millones de años, apareció uno de nuestros antepasados más cercanos (homo habilis), que fue muy importante en el desarrollo humano. No eran de gran tamaño: los restos de una mujer adulta descubiertos recientemente indican que media algo más de un metro de altura. Además, sus brazos colgaban por debajo de las rótulas, lo que indicaba que todavía podía balancearse a través de los árboles como hacen los monos y chimpancés de hoy en día. No obstante había una diferencia realmente importante entre esos seres y otras especies: ¡habían empezado a construir herramientas!”.  (De Fleur Teorías de la Comunicación Humana Paidos.)

Por más que a veces se exagere la palabra no es ni la única ni la mejor forma de mediación producida por la humanidad para comunicarse. Antes de la palabra, incluso durante y al margen de ella, los seres humanos desarrollaron medios y modos diversos para materializar el contenido de sus procesos comunicativos. Gestos, danzas, pigmentos sobre la piel, herramientas y hábitos cotidianos; tejieron paulatinamente estrategias diversas y combinadas para poner en común el producto de experiencias y prácticas.

Solemos considerar a las primeras herramientas como referencias concretas del cambio distintivo que la especie humana da hacia la construcción de la cultura. Sabemos que las primeras herramientas ofrecían respuestas a necesidades específicas gracias a la acción de la inteligencia primitiva sobre el entorno. Y sabemos que la fabricación de piedras afiladas y el uso del fuego materializaban modos de acción distintos capaces de incrementar habilidades y suplir deficiencias en la lucha por la supervivencia. Pero ¿la producción de herramientas primitivas implica necesariamente vida social, es decir Comunicación, intercambio?

Herramientas e individuos son indisociables, el desarrollo de uno no se entiende sin el otro y esta relación constituye el motor principal de todo cuanto la especie hace. Incluso mucho de lo que deja de hacer. Pero ¿a qué estadio del desarrollo humano corresponde, la producción de herramientas para el intercambio comunicacional?

Algunos historiadores afirman que es muy difícil dar respuestas completas a estas preguntas, sin embargo, parece claro el hecho de que, al margen de las clasificaciones históricas, lo que determina la aparición de las estrategias de Comunicación como herramientas para el intercambio es el grado de desarrollo social y la complejidad de tal desarrollo determinado por la producción de algún tipo de mercancía, su fin, su uso y su excedente.

El papel actual de los medios de Comunicación, que alcanzó un estadio de desarrollo desigual y combinado, es resultado concreto de una realización añeja que ha sufrido atrasos y retrocesos diversos. Un paisaje muy somero sobre la historia general del trabajo nos muestra claramente la red de acciones y pensamientos que en materia de Comunicación vinieron preocupando a los distintos modos de producción y a sus intelectuales. La propia historia de la Comunicación, sus definiciones y lugar en el desarrollo dialéctico de las luchas humanas para su superación, merece, requiere, un estudio filosófico crítico y dinámico con base económica.

Occidente, Grecia, puso en el Logos como el gran logro de la razón y el lenguaje. Hizo indisociables lenguaje y razón para “superar” los modos del pensar y comunicar anteriores y someterlos a un pensar nuevo y un expresar nuevo, modelados ideológicamente con cánones lógicos. Hay una estrategia fundante en la necesidad de unificar lenguaje y razón cuando se trata de modelos de producción esclavistas que necesitan imponer a sus esclavos modos de lógica y expresión determinados por sus amos. Para que obedezcan bien.

Una tradición larga de filósofos dedicó también sus esfuerzos mejores a respaldar y fundamentar la influencia y potencia del Logos en a construcción de civilizaciones imperiales nuevas. Es el carácter de clase y el rol histórico que la “Comunicación” o Logos tuvo.

Sabemos que Cadmus, hijo de Agenor, rey de Fenicia, trajo a Grecia los alfabetos.

Los oradores tenían un lugar preponderante en las plazas públicas que eran para entonces centros de “Comunicación social”. Heródoto por ejemplo leía en público sus textos no sin un sentido moralizante y didáctico. Una especie de retórica pública donde el poder de la palabra se centraliza para “explicar el mundo” mundo por lo demás cada día más ajeno, mas enajenado (alienado) mas de los otros. Eso lo desarrollaron pronto los imperios antiguos.

Por supuesto Platón pensó una filosofía del lenguaje y, en Cratilo, expresa el problema de la exactitud de las palabras. Sospecha que el lenguaje no es un medio seguro para el conocimiento y que este debe pedírsele a las cosas mismas. Creyó que para ser exacta la palabra debe de ser fiel a la naturaleza de las cosas; imitarlas, reflejar lo esencial. En conflicto con la necesidad de embellecer el lenguaje es preciso ser cuidadoso porque este engaña y no enseña. Cratilo deberá dirigirse a las cosas sin nombrarlas, directamente, experimentarlas, percibirlas. Hablar es definido como acto y nombrar es función de esta actividad; la palabra es medio para distinguir toda realidad. La que entiendo y la que no, la que me pertenece y la que se me impone.

Sócrates intuye que la palabra no es un medio necesario para el conocimiento de lo que las cosas representan, para él no será la lingüística sino la dialéctica la que conduce a la verdad.

Platón preocupado por el efecto de las palabras ve un escenario sospechoso, es decir un escenario incierto, en los actos de declamación de rapsodas, intérpretes y transmisores del “canto divino de los poetas”. En sus diálogos sobre la Ilíada Platón se atreve a describir recitales poéticos. Ve al rapsoda declamar, trasmitir dolor y alegría en medio de sacrificios y fiestas alusivas ante un público de unas veinticinco mil personas. El rapsoda ve a los espectadores desde lo alto de su estrado, llora, mira amenazadoramente y permanece pendiente de sus palabras; “...me siento obligado a observarles atentamente: si los hago llorar, yo reiré, recibo dinero, mientras que, si los hago reír, soy yo quien va a llorar perdiendo mi salario”.

Aristóteles, en la Política, identifica en la condición humana un ser social lingüístico. Lo entiende como condición natural de un ser animal sociable, gregario. “El Hombre es un animal que habla” Aristóteles. Para Aristóteles  esa condición es evidencia de que el hombre es animal político. La condición del lenguaje humano como herramienta del intercambio empuja al hombre a saltar cualitativamente del reino animal al reino político. Aristóteles define a su ser social lingüístico en plena acción con   sus ideas sobre la ciudad -polis- sus relaciones con la familia y a la ciudad-estado griego. Piensa que el lenguaje transforma las relaciones sociales del hombre que salta, muta de animal a político, para tejer las relaciones sociales parte de su realidad como social citadino 

            Kant desarrolló enfoques  particulares que estudió en “Crítica de la razón pura”: "A pesar de la gran riqueza de nuestras lenguas, el pensamiento tiene a menudo dificultades para encontrar el término que corresponde exactamente a su concepto. A falta del mismo... forjar nuevas palabras es una pretensión de legislar en los idiomas, pretensión que rara vez tiene éxito. Antes de acudir a este medio desesperado, conviene examinar si no se halla ya tal concepto, juntamente con su palabra adecuada, en una lengua muerta culta".

Para Rousseau, en el artículo 'Lengua de la Enciclopedia': “El primer lenguaje del hombre, el lenguaje más universal, el más enérgico, el único que fue necesario antes de que hubiera que persuadir a los hombres reunidos, es el grito de la naturaleza”.

 

Historia de la Comunicación:

Hace aproximadamente 1,6 millones de años el homo erectus utilizaba hachas de mano. Eran cazadores y recolectores. El hombre de Neandertal desciende de la línea homo sapiens, neanderthalensis, y hace 125 a 150 mil años pobló África y Asia era cazador, recolector y practicaba el cuidado de enfermos y ancianos además enterraban ritualmente a sus muertos. Desde entonces es comunicador.

Conviene estudiar la Historia de la Comunicación a partir de sus productos más desarrollados. Es como subir a la parte más alta de una montaña para contemplar el panorama cuando las condiciones atmosféricas lo permiten. Que convenga no implica que sea mejor o peor. Ayuda a entender de qué recursos, herramientas y estrategias la humanidad se ha valido para llegar a lo que ha llegado en materia de Comunicación con sus aciertos y desatinos virtudes o calamidades.

Todo lo extraordinario del desarrollo científico técnico de la Comunicación está plagado de sueños, esperanzas y luchas no exentos de mezquindades, usuras y desigualdades variopintas. Hay en esta historia hallazgos magníficos y usos maléficos. Se junta la ciencia y la magia, la causalidad y la casualidad, lo épico y lo ridículo. Lo apasionante de ésta Historia también está en encontrar un punto que sintetice los tiempos y precipite la creatividad hacia una civilización capaz de distribuir más equitativamente la Comunicación.

Estudiar la Historia de la Comunicación no tiene hoy dificultad, ni importancia, si nos contentamos con hacer recuentos más o menos eruditos de datos cifras, fechas, anécdotas y nombres. De eso tenemos ya demasiado. El asunto medular, es decir la parte más interesante en una Historia de la Comunicación estará en desentrañar y evaluar críticamente la evolución de sus estrategias y medios expresados en sus relaciones y contradicciones con el desarrollo humano y en general su papel en la consolidación histórica de la dignidad, la justicia y libertad de expresión.

Algunas Historias enciclopédicas, ricas en datos, a veces descritos con parcialidades cuestionables, carentes de sentido crítico y base social, antropológica y poética... suelen ser deficientes y engañosas. Conviene superar la moda académica “ilustrada que paraliza con cataratas de datos fríos. Conviene superar la hora de la admiración tecnofilica y la hora de la cronología por la cronología. Para las Historias de la Comunicación el desafío hoy regresa de cierta postergación para insistir en la intrer y la transdiciplinariedad, para revisar las base económica del desarrollo de la Comunicación y sus medios, su papel real en las relaciones de producción, su papel en la emancipación o esclavización humana y sus logros en la aportación creadora de lenguajes nuevos hacia una poesía de ética y estética emancipadoras del espíritu.  ¿Cómo encontrar una zona de objetividad en información y una correspondencia justa a la hora impostergable de evaluar esta Historia desde las cavernas hasta INTRNET y lo que viene? Este trabajo depende de estimular y elaborar, con el conjunto de los datos disponibles, iniciativas de investigación creativa y síntesis critica que propongan a la realidad histórica de la Comunicación y los medios, diagnósticos y pronósticos transformadores. No basta con saber, hay que penetrar en la intimidad profunda de las causas y los fines que insuflan vida a la Comunicación los medios en la cotidianeidad y en la cultura... en la práctica misma. Encontrar nos con una Historia fortalecedora de las fuerzas creativas. Dinámica que no se agote en la superficie y no se atomice en cronologismo. De nada serviría hacer otra historia fanática de definiciones agotadas, de nada serviría una historia que lejos de clarificar su desarrollo en el concierto de las relaciones humanas enturbie el conocimiento y la práctica con aluviones de datos estériles. Conviene una Historia de la Comunicación y de los Medios de Comunicación comprometida con un filosofar del tiempo, el espacio y los hechos, en el marco de un aprender para la libertad humana... un aprender programático para la libertad de la expresión.

Una historia de la Comunicación debe ser conocimiento dialéctico abierto y  fundamentado que no busque dogmas sobre la realidad sino debates, reflexión e interpretación. Jamás verdades absolutas. Construcción de la memoria colectiva.

El desarrollo de concentraciones industriales y financieras durante el siglo XX significa actualización de sujetos del Poder y reemplazo de los caudillos empresariales con ilusiones liberales, individualistas y democrático burguesas fomentadas por la Ilustración y el liberalismo decimonónico. Emerge una "sociedad" de trabajadores dependientes alienados y una "clase media" de administradores, ingenieros, intelectuales y organizadores, en cuyo cuadro general, las relaciones personales y directas entre los individuos, sin rol activo ni iniciativa, se sustituyen con las relaciones institucionales formales e impersonales de las maquinarias productivas, burocráticas y organizativas del siglo XX.

Rediseñada con ejércitos de trabajadores productivos o de funcionarios reclutados para la empresa monopolica contemporánea y la maquinaria del Estado gerenciador de fuerzas represivas, la sociedad es un organismo más o menos controlable desde el cerebro de las sedes monopolistas y del aparato estatal, sometido a formas rentables de programación. Los oligopolios y sus asociaciones de industria y mercado globalizados imponen control rígido de las acciones y la conducta de las personas con un rediseño del comportamiento y la conciencia con la creación de una ingeniería social de organización, masificación y mecanización operadas por la empresa y el urbanismo contemporáneos con ayuda de progresos científicos tecnológicos en materia de comunicaciones y difusión masiva de órdenes para el consumo: mass media. El capitalismo imperial tiene impunidad para deglutir  materia prima, mano de obra barata y conciencias. Es el ascenso del Capitalismo hacia un imperio único. Es resultado de un proceso largo en plena crisis.

La Comunicación oral es una de las primeras estrategias Comunicación originaria resultado de la relación dialéctica entre necesidades y satisfactores que actualiza y potencia el pensamiento abstracto hacia una práctica salto cualitativo importantísimo en la evolución humana. No sólo es factor fundamental en el tejido de las relaciones humanas, es además, producción social que acumula experiencias y faculta un tipo específico de conciencia indivisible del proceso general de la conciencia humana. Son la Comunicación oral, y más tarde la escrita, con sus historias respectivas separadas y/o unidas, expresiones de la existencia práctica grupal cohesionada por intereses que parten de necesidades comunes y concretas. Son cooperación, intercambio.

Aparece en Mesopotamia la escritura ideográfica o jeroglífica que se desarrolla sobre una base fundamentalmente comercial para extenderse a Egipto mientras hay expresiones similares en meso América. En sociedades agrarias donde ya son reconocibles formas de  propiedad privada y comercio de excedentes, la escritura ideográfica, escritura en tablillas, sirve como sistema de documentación para intercambios comerciales y trueques. Está ya en las relaciones del trabajo individual y colectivo, en la relación valor de uso y cambio. Está presente en el desarrollo de cierta forma de distinción en la división social del trabajo intelectual que jerarquiza y reduce el uso de la escritura a las castas. Se trata e una distinción social que pone, por ejemplo, a los escribas en estado de privilegio asociado a los poderes sacerdotales. Pero más aun en relación con una actividad neurálgica que no puede dejarse en manos de cualquiera, que supone control, vigilancia, supervisión, privacidad y secreto: Las cuentas comerciales.

Algunos textos ideográficos contienen también temas de la “tradición oral” que prescriben normas y proverbios  bajo modelos ideológicos y escenarios políticos donde los sujetos creadores del discurso emisor no son los esclavos sino los monarcas. Apropiación del medio y de su contenido. Eso ayuda al transito del patriarcado tribal en paternidad monacal. Del modo primitivo de producción al modo esclavista. Eso permite y faculta la invención de mitos y el ejercicio de cierto poder de la palabra, que en realidad fue poder represivo camuflado de frases, para crear mundos... realidades donde los actores y sus roles son elegidos en acuerdo con un proyecto social histórico y económico determinado por modelos de esclavitud muy rentables desde entonces.

En este proceso la producción de los escribas, que actualiza la voz hegemónica para cumplir un rol intermediario, mediático, convierte la historia social en obra de dioses. Mitos sobre monarcas dioses o hijos de dioses. Que ya prometen al buen esclavo dones y virtudes si “se porta bien”. Que sanciona objetiva y subjetivamente cualquier conducta insurrecta y que tiene bien claro el discurso fatalista en el que jamás hay otra salida a la miseria social. Ocurre la disociación de una producción social con su propia razón de ser para convertir en incuestionable una malversación y tergiversación cultural hegemónica. En la base estructural de estas sociedades la necesidad de disponer fuerza de trabajo en masa para la construcción de imperios requiere la domesticación de la voluntad en todas sus escalas. Es decir un pensar resignado y a escala, manso y productivo, que entienda las órdenes del amo.

El paso de la oralidad a la escritura, como se ha insistido, constituye un tipo de adiestramiento fundamental hacia la cultura visual que no está del todo ajeno al problema de la pluralidad léxica de los pueblos conquistados. Eso por otra parte fortaleció cierto pensar crítico que devendrá mas tarde en el tipo de filosofar griego mientras se desarrollaban los primeros trabajos en medicina y astronomía por ejemplo. En todo caso en el marco del esclavismo. Precisamente Grecia, especialmente en Atenas el concepto de ciudadano adquirió un grado de desarrollo complejo del principio de “Comunicación”. Esta tiene un carácter peculiar encarnada en la idea de democracia esclavista. La idea de asamblea (Areópago) como proceso democrático, involucra estrategias (estatutos) de “Comunicación” en el centro mismo de una definición del existir social inédita.

“Comunicación” “democrática” entre ciudadanos donde mujeres y esclavos carecen de condiciones para tal ciudadanía. La división social del trabajo tiene por antagónicos el trabajo que se realiza con las manos y el intelectual que prescinde de ellas. La “Comunicación” entre unos y otros se hace imposible. Nace también la Comunicación que produce mitos sobre la Comunicación y su carácter de clase reservado a significar un tipo de privilegio con que es dotado el que tiene poder o está cerca de él.

El ciudadano que es actor de los asentamientos sociales nuevos cumple con un trabajo intelectual superior que es la “Comunicación” que se expresa en la selección de asuntos de interés público. Este trabajo intelectual, trabajo de interés por lo público, por los otros, trenzado por las necesidades de Comunicación ciudadana, para la definición del interés común, tendrá por tesoro y logro mayor la Opinión Pública. Con sus mitos, ambigüedades y tergiversaciones.

Aun siendo estado asambleísta, para una democracia de elegidos, el principio de opinión pública pesa como responsabilidad histórica en la guía del bien social el interés y fuerza de la ciudad Estado. Todo se filtra y basa en recursos de “Comunicación”. La clave del poder radica en el uso de la palabra; hacer política desde una posición privilegiada gracias al uso de la palabra. Logos, retórica y dialéctica. Había que persuadir a la asamblea a través argumentos racionales. El poder de la palabra en una de sus tantas apariciones históricas.

En La República de Platón y en la Política de Aristóteles sólo el ciudadano actor intelectual tiene privilegios. Platón en "La República" distingue dos tipos de opinión: Doxa y Episteme. Una, Doxa, es opinión común de cualquier persona, producto de su experiencia, y  los sentidos. Otra, Episteme, es propia de sabios, conocimiento fundamentado en el raciocinio, potencia intelectual no-capacidad sensorial, perceptiva.

Aristóteles, propone en La Política su tesis sobre la limitación coactiva de la “Comunicación” y en el marco de esa tesis elabora un modelo de “Comunicación” en el que la Episteme no surge al margen de la Doxa como si fuese realidad intelectual distinta sino que nace como fusión de las doxas, condensación de opiniones individuales. Para Aristóteles semejante condensación sólo puede producirla los sabios o filósofos. En Platón a cambio la Episteme está muy alejada de la doxa. Y en realidad ambos muy alejados de la base concreta de la Comunicación caracterizada aquí a partir del trabajo[15].

La idea de lo “publico” tiene en Roma un lugar peculiar distinto al de Grecia, ahora los asuntos de “interés general” serán “comunicados” difundidos. La “Comunicación” adquiere un carácter institucional y jurídico. El poder del estado hecho “Comunicación” y órdenes que deben interesar a todos aunque no todos participen en su construcción. Una definición corporativa y jurídica que atribuye al estado derecho pleno sobre el interés común comunicable a través de medios idóneos. Los asuntos de “interés general” son públicos, deben ser difundidos, involucran a toda la sociedad. Público significa medios de difusión que son públicos en tanto que fortalecen a las instituciones, cauces de la “Comunicación” política entre gobernantes y gobiernos. La idea de lo público supone receptores, el conjunto de la sociedad que incluye mujeres y plebeyos. Aunque sólo una parte de la población se considera ciudadano existen quienes podían ser elegidos miembros de la asamblea. Para el Estado es necesaria una base social amplia imprescindible legitimadora y garante en su propia perpetuidad como Estado. Para ello prolifera el uso de estrategias discursivas que camuflan perfectamente todas las estrategias coercitivas de las instituciones nuevas. El discurso sirve para crear un principio de identificación, identidad, con las instituciones. Las estrategias de “Comunicación” son y sirven a la propiedad del estado.

Unificar la lengua siempre fue prioridad de los imperios y Roma no fue excepción. Aunque era obligatorio el latín, si se persuade a las “elites de la Comunicación” sobre los beneficios que una lengua única reportan a la cultura y a la civilización. La estrategia consiste en convertir elites locales, tribales, en autoridades del imperio. Tales autoridades, recién integradas, se sienten identificadas con quienes les dan ese cargo, (el Estado romano) e influyen en sus grupos para producir imitación del resto. Hay un mestizaje que a su modo comienza una reconversión cultural. No hay entonces fines exclusivamente “culturales” ni exclusivamente jurídicos. Se trata de consolidar en sus valores económicos concretos y en su despliegue ideológico la lógica imperial. El orgullo de pertenecer a un estado dominante implica mimetizarse con superior. Ser ciudadano devenía del reconocimiento de derechos públicos y la posesión de cierta moral superior a los plebeyos. El ciudadano debe ser honesto en público y privado. Por eso los romanos hablaban de virtud estatuida y estatutaria que será anzuelo para que comunidades enteras aspiren a pertenecer al Estado.

Cuando se manifiesta el culto a la personalidad dominante se levantan bustos y esculturas en honor a la personalidad del emperador. En el Bajo Imperio Romano nacen los panegíricos: adulaciones públicas al emperador mediante discursos. Expresiones populares en el sentido más demagógico de la política. La  propaganda (manipulación) imperial se convierte en la conexión entre el emperador y los ciudadanos en forma y versiones con apariencia de “Comunicación” política, se practicaba durante concentraciones multitudinarias para “explicar” al emperador los problemas principales.

El Circo Romano no es sólo catarsis colectiva de “la ciudadanía”, se utiliza además para la persecución de enemigos internos. El emperador es Dios y así se le debe aclamar por lo tanto cualquier rebeldía, creencia en otra figura, otros valores, otras ideas eran consideradas como forma de cuestionar la cualidad divina del emperador y consiguientemente de su autoridad. El Circo Romano sirvió para la eliminar a quienes cuestionaron la divinidad del emperador y en la que todo el mundo participa, pero no sólo, es un gran espacio pedagógico y didáctico donde se “comunica” quién tiene el poder, de qué tipo se trata y hasta dónde alcanza. Se trata de un sistema masivo de “espectáculo” que refuerza los sistemas de disuasión y de persuasión, por un lado contra todo desvío de los mandatos divinos, por otra para evidenciar que sólo existen tales mandatos. El circo es entretenimiento basado en exhibición pública de los alcances del poder y necesariamente su deificación con el lenguaje del poder.. Es una aniquilación colectiva y festiva. Lo que se exige de los espectadores es que aplaudan la aniquilación de los enemigos.

1000 años (s. V- S.XV) ocupa la Edad Media en una historia que permitió el ascenso del feudalismo. Se impuso una base económica agraria distinta a la Griega y la Romana donde las ciudades tenían mayor importancia, el control social exigió sistemas de vigilancia, transporte y comunicaciones para el manejo administrativo de la época. Surgieron hacia el siglo XIV monarquías europeas rodeadas de burócratas y consejeros, nacen en Europa los primeros estados nacionales.

Hay una demanda significativa y creciente por la escritura ejercida con intereses muy diversos desde lo Teológico a lo fiscal hay que escriturar herencias, propiedades, títulos prebendas y canonjías. Guttenberg, en Estransburgo, desarrolla un sistema para multiplicar la reproducción de libros. Su invento tiene como base la posibilidad de intercambiar tipos resistentes a la presión. Incorpora tintas para mejorar la calidad de impresión e incorpora planchas metálicas sobre la que instala los tipos móviles (aleación de estaño, plomo y antimonio. Esta técnica se mantendrá comercialmente hasta bien entrado el s. XIX.

Esta revolución de Gutemberg (como algunos autores gustan de llamarla) produjo transformaciones y saltos importantes en materia social, política y cultural, además de su significado en el desarrollo de ciertas formas de Comunicación derivadas de la letra impresa. Alguna vez convendrá precisar, sobre este invento y sobre cualquier otro, cuánto se perfecciona la Comunicación, lo que se sabe es que, con la reproducción ampliada de libros, en su mayoría escritos y editados por la mano eclesiástica, se fortalecieron algunas instituciones y se propició el nacimiento de otras por ejemplo la Universidad, iniciativa de la Iglesia en la Baja Edad Media para ilustrar a la burguesía. La imprenta no rompió la tradición de los amanuenses en los monasterios. Durante mucho tiempo la producción de libros en imprentas coincide con la producción manuscrita. Como ocurrió en otras definiciones del trabajo.

Se deja sentir hacia el S.XVI/ la inercia de la clase que transformará el feudalismo en capitalismo. Se mercantiliza la cultura escrita y la cultura toda se sujetará a las leyes del mercado. Desacralización de los laicos. Se la saca del ámbito sagrado. Los laicos, a partir del XVI, se impondrán. Imprimir libros nació impregnado de conservadurismo sin rupturas, debilitamientos o cuestionamientos del sistema medieval. Su crecimiento determinará el desarrollo de gremios y no se  podía abrir imprentas libremente porque el escalafón era riguroso, tanto como el desempleo y la competencia laboral.

El capitalismo (además del renacimiento y protestantismo) tiene deudas diversas con la imprenta porque favoreció la expansión (aunque no Comunicación) de la cultura, es decir su proyecto de cultura. Se consolidó la secularización de una idea de cultura que emerge de los alientos hegemónicos burgueses. Y esto no se debió a la imprenta que sólo fue herramienta.

Nace una forma nueva de la demanda, cada vez más heterogénea, y la producción se adapta a las exigencias del mercado. Hacia el S. XVI la producción de impresos sigue siendo de  obras con carácter popular. La “cultura popular” se usa en ámbito impreso como gancho de ventas, mitos, historias fantásticas... Cierta creación literaria producirá un género identificado como la literatura popular domesticada por el mercado. Crea la base del desarrollo para la venta masificada de cultura disfrazada con espíritu popular.

También la educación que (s.XVI) tiene como base la palabra hablada modificará métodos por el libro que accede “al conocimiento” nuevo. Leer en silencio producirá cambios en la reflexión intelectual y el pensamiento crítico. Proliferarán, artes, filosofía y teología auspiciadas por los poderes nuevos. Y los medios de Comunicación, con su carácter de herramientas, estarán a ese servicio.

Surge la idea de Publico, de tener público para todo. Ocurre la transformación de las relaciones entre señor feudal y vasallo. La creación y lectura de libros favorece la idea de  seña de identidad y tras ella el derecho de autor. La difusión ideológica y políticas se beneficiarán con la producción de impresos. Encontrarán en la imprenta un arma poderosa desconocida hasta entonces. Aparece la idea de que la Comunicación será estrategia política y se convierte en la 3ª parte del Estado a partir del SXVII. La primera prensa en la historia europea es la prensa oficial.

El proceso revolucionario francés de 1789 cumplió con producir en la “Comunicación” una experiencia significativa. Tal proceso que quebró estructuras sociales estamentales para convertirlas en sociedad de clases donde se emerge un sistema productivo de carácter capitalista. La tierra no ha estado sujeta a relaciones de compra-venta y pasa a ser una mercancía enajenable y desprovista de carácter señorial. Hay que adiestrar a los pueblos para que asimilen, participen y agradezcan esta construcción social nueva.

El Estado de derecho abre conexiones nuevas entre ciudad y Estado. Los poderes públicos afianzan su “Comunicación” con el pueblo a través de la transparencia. Por 1ª vez desde la era romana la política (que había sido un asunto de Monarcas) vuelve a ser cosa pública. Con la revolución la política empieza a ser cosa del pueblo y por eso la labor política a de estar sometida a la labor de éste. A partir de la Revolución Francesa nace otra idea Opinión Pública. Prosperan ciertas relaciones que tienen como atractivo la conversación en torno a temas novedosos en el terreno de la cultura. Serán incluidas las figuras de la cultura francesa, músicos, actores, filósofos. Hay una preocupación por la difusión de las ideas y denotará un nivel de integración similar al que disfrutan los ilustrados. Nacen en el seno del sistema las ideas que lo destruirán. Como lo predijo Marx.

Los periódicos fueron y son en su mayoría programas de ideas que afirman (con una legitimidad no siempre clara) representar el interés y devenir social (o del público como prefieren llamarle. Se sienten educadores del ciudadano y despliegan cuanto recurso pueden para sostener una idea de cultura y política funcional con su marco de intereses. Pero la realidad es su examen mayor.

 

Filosofía de la Comunicación Cotidiana:

Relaciones y contradicciones entre lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo.

No hay mayor "best seller" que la prensa. Nadie escribe, ordena, imprime, distribuye en “Comunicación” impresa, como los diarios. La historia de la cultura editorial jamás sospechó que fuese posible generar, en inteligencia como en volumen, la inimaginable cantidad de periódicos que se imprimen e imprimieron desde siempre. Ningún editor, diseñador, dibujante, fotógrafo o escritor imaginó que fuese posible reproducir su obra (breve y no tanto) en tirajes que, bajo otros formatos, serían virtualmente impensables.

Quien participa en un diario multiplica ciertos panes de la inteligencia. Aunque algunos indigestan. A palos de ciego, la prensa evolucionó sus lenguajes. Sorteó a su modo, y no siempre con éxito e integridad, las vicisitudes ideológicas, políticas y económicas de la historia, hasta consolidar su papel como cronista protagónico. Solidificó un poder paralelo al de la “opinión pública” y adquirió privilegios de juez. Hoy la prensa es un personaje empresarial que resuelve sus galimatías financieros publicitariamente. Hay de todo, pero escasea lo mejor.

Un divorcio artificioso entre la literatura y el periodismo se instaló en los criterios operativos de los diarios. Basado en concepciones funcionalistas, mercantiles y pragmatistas se creó una separación aparentemente irreconciliable que fracturó el oficio de escribir (es decir creó uno nuevo especializado y sometido a una cadena de producción ideológica) en porciones cada día más insostenibles. Con la entelequia de la "objetividad informativa" se cerró el paso a la experimentación, creación y evolución de modelos expresivos nuevos. Se rigidizaron las semánticas, sintácticas y pragmáticas del medio hasta el punto de un acartonamiento comunicacional. Se institucionalizaron las secciones, se esquematizaron los diseños y se anuló virtualmente toda posibilidad  multidisciplinaria. Es decir se usurpo una posibilidad de sorpresa, seducción y misterio comunicativo y del carácter magnético de un foro cuya tradición y enigma cultural se remonta a los orígenes de la humanidad.

Muy pocos diarios atienden o resuelven las necesidades sociales en Comunicación a cambio juegan a confundir y legitimar lo político con lo farandulesco, lo deportivo con lo financiero y lo sociológico con lo criminalístico. Del contenido a la forma.

Las relaciones que el lector instaura con un diario apuntan sobre la dialéctica de un medio que no siempre evoluciona con su destinatario. Nadie puede empeñarse en desatender las condiciones contextuales o las transiciones que la historia cotidiana y el lector cursan en su desenvolvimiento a riesgo de condenar la publicación al ostracismo de una torre de marfil prepotente e insensible. Porque, además, los prototipos de competencia prensística adquieren niveles de salvajismo mercenario del que sólo salen bien librados quienes tienen la plasticidad integral de una filosofía orgánica nítidamente actualizada. Es decir los monopolios.

Los desafíos del trabajo periodístico en general y el impreso en particular tienen denominadores comunes en la calidad conceptual, estilística y comunicaconal de sus escritores, ilustradores y diseñadores gráficos que, al lado de los comercializadores, generan un producto cultural estratégico-cotidiano que, en su originalidad, agresividad y credibilidad, no diluye lo sistemático del pensamiento mercantil que los ordena.

Son libros diarios cuyo tema colectivo debería ser la vida misma con sus retos para la libertad. A cambio la edición abordada por gabinetes de especialistas apoya y abre cuanta conexión solidifica una actitud comercial muy clara. Parece ser que contra los hechos sociales hay métodos de investigación desarrollados con sintaxis, traducciones gráficas y modelos de publicitación cada día más corporativos. Nadie puede o debe creer en la imparcialidad periodística. Todo medio está determinado por sus intereses de clase.

La idea de una inteligencia inmaculada, conservada in vitro al margen de simpatías ideológicas, es también una ideología que se camufla bajo ilusiones democráticas que niega de base. Los diarios son declaración de principios. Aunque sen del enemigo. En el repertorio de opciones, según las panorámicas políticas de las sociedades, los diarios no expresan la riqueza de posturas, certezas o credibilidades.

Decir lo que se piensa obliga a sustentarlo. La pobreza teórica de algunos periodistas es cuna de su ambigüedad y falta de compromiso con otro interés que no sea el del patrón. Pero la asunción de claridad en estas posturas, por una cierta dinámica muy peculiar, también apetece polémica, disenso y ruptura con la mediocridad de algunas páginas. En muchos diarios ganó la claridad junto a la pluralidad. Sin hipocresía.

El oficio de escribir y algunos géneros como el ensayo, encontró en algunos diarios una oportunidad extraordinaria. Todas las crisis, cambios y limitaciones que otros medios impresos han vivido, configuran una realidad distinta que pide sensibilidad suficiente para entender y participar del futuro inmediato. Es muy posible que la prensa escrita desdoble armas nuevas sometida a los modelos monopólicos nuevos que encadenan mensaje entre televisoras, radios y periódicos.  Todo parece ser cuestión de atender fielmente los mandatos de un proyecto histórico cultural que desde el capullo dejó ver sus alcances. Lo demás es aplicación de logísticas y estrategias ya muy consolidadas teórica y metodológicamente y en espera de experiencias específicas.

Un diario da cabida a posibilidades expresivas combinatorias múltiples. Cabe la fotografía, el dibujo, y la composición pictórica. Caben todas las formas de escritura, las especialidades y lo vocacional. Cabe lo comercial y altruista, lo político, empresarial, religioso y artístico. Performance multimedia que sintetiza todos los lenguajes contemporáneos para fortalecer su expresión particular y colectiva. Como virtualmente ningún otro portador de mensajes explora la realidad social en calidades y cantidades que otros desconocen. Es decir, un diario posee todo para arribar al futuro inmediato como paradigma comunicacional cargado con promesas y sorpresas. Como obra portátil de arte distinto, vehículo y vehiculante al mismo tiempo. Pero no está la ética primero que la estética.

El invento de Gutemberg transformó con su imprenta un oficio de la “Comunicación” también inédito: el oficio de lector. Todo lector es un enigma. No hay ciencia, arte, religión o filosofía que sepa desentrañar con precisión los caprichos y misterios comunicacionales suscitados en la búsqueda-encuentro de lectores. A pesar de las excepciones, casualidades o modalidades que, desde el ensayo y el error aportan hipótesis sobre algunos secretos, están en pie todas las interrogaciones vinculadas con el destinatario. No hay recetas infalibles. Hay hipótesis y desafíos.

Suelen estar en la vocación de quienes publican, preguntas problematizantes terminales. ¿Quién leerá? ¿Cómo se interpretará lo propuesto? ¿Cumplirá sus objetivos lo escrito? Pocas veces las respuestas son suficientes. "Aún en el inconsciente, todo pensamiento está ligado a su contrario" Freud.  El lector, por su parte, explora los horizontes boscosos de la letra, abandonado a su suerte para encontrarse (o ser encontrado) ante textos de autores conocidos o no, capaces de refrendar la magia embriagante de la lectura.

En las cada vez más complejas hipótesis sobre los universos, intereses y preferencias del receptor, impera la renovación constante de criterios. Toda obra que, por una razón u otra seduce e impacta el interés del público, es materia de investigación, reflexión y estudio. Es reto nuevo que despliega repertorios significativos delatores de sucesos intelectuales donde autor y lector se renuevan entre diálogos peculiares. Acto íntimo de lo social animado con voluntades entregadas a intercambios donde los qué y cómo de lo dicho evidencian la riqueza del acontecimiento. Acto íntimo que compromete al proceso porque marca pautas unas veces gratificantes, otras no tanto. “No es imprudente ser brutal e ir directo a los hechos, cuando a cada frase, el yo cubre un nosotros, inmenso nosotros, silencioso e invisible nosotros -nosotros, toda una nueva generación enemiga de la guerra y de las tonterías nacionales; una generación rebosante de salud, porque es joven, y ya empuja, se codea y agujerea-, seria, burlona y amenazadora”. Baudelaire  

La preferencia de los lectores, paradójicamente, no siempre garantiza la calidad de la obra, como tampoco significa que lo preferido, por serlo, merezca ser imitado.

Un lector o grupo de lectores es, si realmente importa a quien escribe, coautor orgánico de la obra. Nada más y nada menos. Su presencia y actuación establecen condiciones que se pactan culturalmente sobre valores textuales, contextuales y subtextuales, simultáneamente colectivos y particulares. El lector no es importante porque compra, consume o aplaude. La relación que se instaura con el lector podrá ser duradera, en el consenso y en el disenso, si pauta principios participativos, comprometidos con las realidades correspondientes, en intercambio, donde el mandato ético domine al estético. Como en la amistad. 

Los hábitos, tendencias y propuestas que el lector fija en su experiencia, están influenciados por virtudes o vicios muy parecidos a los del escritor. Las teorías de marketing, que basan sus estrategias en la subestimación mercantil de los lectores, recurrentemente establecen relaciones efímeras que se agotan en las cajas registradoras. Suponen que la estadística resuelve conocimientos sobre el ánimo, carácter o temperamento del lector. Omiten sutilezas que una relación respetuosa no soslayaría, e impiden secuenciar o expandir  modos específicos para el acto comunicativo. Y el lector merece más que eso.

Muchas crisis editoriales provienen del cansancio que el lector experimenta por la reiteración y saturación de clichés que, desde lo temático hasta lo sintáctico, apelan a la imitación de la imitación. Novelas, reportajes, artículos, ensayos... nada está a salvo. Los lectores tampoco tienen por qué financiar negocios mediocres, explotadores de morbo, ignorancia o desinformación. (Deformación)

En muchos sentidos el lector que sigue una obra editorial, libresca, periodística o de otra especie, es gemelo intelectual de los autores. Al menos se identifica conceptual o formalmente con la propuesta para apropiársela e integrarla a su experiencia entre acuerdos o desacuerdos. Además, el receptor activa desplantes de generosidad, normalmente inmerecida, capaz de conferir a los autores, talentos, cualidades o méritos que terminan siendo valor agregado en prestigio. Eso vale más de lo que cuesta. Eso pocas veces se agradece.

Algunos autores (y editores) todavía sostienen la tesis hitleriana que insiste en convencernos sobre la estupidez del público. Afirman que para las mayorías hay que producir mensajes “sencillos, entendibles y sin complejidades”. Confunden la Comunicación con la manipulación, el entretenimiento con la vulgaridad, lo inteligente con lo aburrido. Parten de subestimaciones a ultranza que no reconocen para los medios masivos obligación de calidad conceptual, léxica o formal. Para ellos hablar con el público sólo exige respeto cuando se trata de cobrar o justificar alguna necedad. Noticia: los lectores no son idiotas.

Después de la imprenta (en igual rango de importancia que los caminos, puentes, redes fluviales y estrategias de distribución comercial) otro salto revolucionario en el desarrollo de la Comunicación se produjo con el desarrollo de la electricidad y sus máquinas sucedáneas. La explosión urbana sintetiza todas las paradojas desde la arquitectura hasta el diseño industrial.

Tal como están las ciudades contienen el resultado dinámico de una red comunicacional descomunal que segrega flujos de informaciones y contra informaciones complejísimos siempre signados por los formatos determinantes de la organización del trabajo. Nadie puede sustraerse a ese estado de sorpresa permanente que, en sentidos muy diversos, influye sobre la vida de todos los seres urbanos

El siglo XX el espectáculo sobrecogedor de las megalópolis y puso ante nosotros, un complejo de fenómenos y experiencias (íntimos y colectivos) tan vertiginosos y seductores como odiosos e inolvidables. En todos sentidos.

Somos testigos de un hecho cultural sin precedentes que pone a prueba nuestro ser y razón de ser. Las urbes se levantaron  con la dinámica de proyectos y procesos ante los que perdimos el control  y nos domesticaron con la vorágine de sus contradicciones. En  muchas formas somos víctimas que criaron cuervos. Hoy la gallina y el huevo son paradigmas de nuestra identidad citadina.

Cursamos la vida envueltos con dilemas caprichosísimos, hijos de una artificialidad desbordada que marca la cotidianeidad con pinceladas tragicómicas. Crecer, pensar, soñar, amar entre semáforos, asfalto, basura, ruido y tráfico enloquecedor, reta de manera urgente nuestras capacidades de invención y reinvención día a día, para una sobre vivencia nueva con idea nueva ante la calidad del vivir y el ser feliz. Se impone un sistema de intercambios que se densifica y contradice, bajo las pautas de la masificación clasista, para domesticar las conductas de todo flujo humano entre su hábitat y su espacio laboral, entre sus deseos más íntimos e intensos y los imperativos de la explotación sobre poblaciones agobiadas con fatiga, enmudecidas y paradójicamente incomunicadas. Vivimos el repertorio de una cultura cuya configuración específica posee sistemas de selección- adaptación peculiar, donde emergen todas esas conductas, distintivo de nuestras realidades más apremiantes. El somatotipo del citadino, se ha histerizado en un caldo de cultivo de presiones, cuyo carácter bacteriológico  amenaza con no perdonar al futuro. Aquí nos tocó vivir.

Para la mayoría de los habitantes en una urbe como las nuestras en América Latina, es imposible sustraer de su existencia, ese conjunto de códigos, implícitos y explícitos, que reinan impunemente sobre el destino particular y social. Pesa sobre el espíritu y la Comunicación, el tamaño del dormitorio tanto como el del cuarto de baño, los pasillos, la iluminación, la contaminación del medio ambiente y las tantas impotencias ante las tantas calamidades.

Tenemos ante nosotros un tiempo y espacio de crisis que mueven nuestras vidas según el orden de esos factores que si influyen en el resultado. Tenemos un reto cultural, ideológico y de Comunicación contemporáneo para el pensamiento y para el sentimiento, nos urge aprender a manejar participativamente realidades movedizas sin descanso.

Hoy la cultura urbana nos ofrece una coartada excelente y las condiciones objetivas para obligarnos a dinamizar pensamiento y acción contra lo que está en crisis. Estudiarlo nos compete porque nos envuelve y nos define. Estudiar la Comunicación en la complejidad urbana contemporánea, nos compete porque reactiva la opción de un plan de lucha central para la libertad.

Tal como se presentan, la Comunicación en grupos urbanos pide estrategias de investigación participativa, [16] multidisciplinaria crítica, autocrítica, filosófica, ética y estética, que creativamente, reponga propuestas fuera del esquematismo de ciertas academias que no resisten su crisis propia. Por eso hay que proponer a la inteligencia, otra articulación de estrategias específicas para la investigación sistemática de la Comunicación urbana, sus antecedentes, situación actual y perspectivas. Como nadie puede sustraerse a ese estado de sorpresa permanente que producen las megalópolis, uno puede abandonarse a otro estado de sorpresa que ofrece el conocimiento y, que bien visto, puede ser un estado de sorpresa promisorio. Acción comunicacional directa.

Un escenario de Comunicación donde se traban formas y problemas nuevos para la historia humana son por ejemplo los edificios de departamentos. En ellos se reproduce a escala la complejidad de las relaciones sociales con todas sus contradicciones y atrasos. Eso los hace espacios de acción para la investigación y práctica de una intervención transformadora.

Vivir en departamento, propio o rentado, es una experiencia que tarde o temprano define y determina a la vida en su ser y su modo de ser. El sentido casi instintivo que involucra la búsqueda de un espacio para el asentamiento humano particular, de individuos organizados según sus determinaciones de clase y filosofías de vida, más el alcance que esto tiene en el desarrollo de cada cual, impacta profundamente las concepciones sobre la realidad y las formas para actuar en ella. Vivir en departamento impone la apropiación (voluntaria o no) de un conjunto peculiar de ideas y estatutos relacionados con nuestra capacidad de socialización y colectivización cotidianas. No siempre tenemos conciencia del fenómeno y no siempre es fácil establecer códigos que faciliten este compartir la vida en espacios departamentados.

La vida en departamentos, bajo las premisas de la industria de la construcción y de los monopolios de la vivienda, nos hace responsables y propietarios de un espacio que nos pertenece relativamente. La lógica capitalista de la propiedad privada, más las determinaciones de clase en materia arquitectónica, generalmente no pretenden del espacio habitable un escenario para fortalecer la Comunicación humana, por ello atraviesan de muro a muro los perfiles ideológicos de la explotación para un hábitat funcional del consumo estándar, el hacinamiento de mano de obra y la mansedumbre de la fatiga. La base del diseño está determinada por la contradicción capital-trabajo. Vivimos y convivimos lo colectivo con lo privado a partir de fronteras que llegan a ser muy frágiles por la dinámica de conductas encerradas en un sólo territorio.

Se pone a prueba ese ser social que nos es consustancial para la resolución de las necesidades vitales traducido por la inercia urbana a espacios fragmentarios que no dejan de ser grupales. Un edificio de departamentos es un universo de Comunicación complejo que reproduce como en una maqueta todos los valores y sistemas de la estructura social. Un edificio posee  su microeconomía, micro gobierno y  microcultura en relación directa con las características que cada habitante aporta como transmisor de su historia y posición de clase. Tiene una especie de personalidad particular acumuladora de experiencias, caracteres y sueños sintetizadores, querámoslo o no, de la historia general  e individual.

Instalamos en los departamentos una idea de propiedad que aún alquilada, exige condiciones específicas para ciertos conceptos de lo íntimo. Se puebla un departamento con sujetos y objetos partícipes, en mayor o menor intensidad, de nuestros afectos y/o gustos para moldear paulatinamente el escenario que apetecemos como plataforma para el desarrollo de la vida.

Los departamentos con sus subdivisiones piden la presencia de entes extensivos de nuestra concepción de belleza, confort y status. Nos retratan y nos delatan con la evidencia conmovedora de tanto testimonio presente y por el cual invertimos, sufrimos, peleamos y presumimos un modo de ser "personalizado". Uno no siempre puede llenar el espacio de su departamento con todo lo que apetece, por los costos, por los tamaños, por mil razones que dependen o no de nosotros, pero es revelador  inventariar y evaluar cuánto se parece a nuestros sueños ese lugar que nos arropa. Del mobiliario a los utensilios, de los colores a las texturas, de las dimensiones a las emociones. Nuestro espacio nos comunica.

No es ilógico que se antoje apelar a estrategias educativas aplicables a las necesidades concretas del vivir en edificios, reflexionar sobre el tipo y frecuencia de las problemáticas, modo o dinámicas con que las atendemos. Educarse para vivir en departamentos es en muchos sentidos auto evaluar la capacidad que tenemos para socializar solidariamente, y esto tiene que ver con nuestras actitudes en la mesa, en la cama y en los pasillos. Unas y otras son también parte de un hábitat que se problematiza cuando entra en crisis todo proceso de Comunicación cotidiana.

Educarse para vivir en departamentos implica una transformación conceptual fincada en la critica y autocrítica, que ponen al descubierto virtudes y calamidades del hacinamiento descontrolado, provocado por la vorágine anárquica de la masificación, en sociedades sin economías planificadas para el bienestar común.

Los departamentos modificaron para siempre nuestras ideas sobre el vivir. Nos cuesta trabajo aceptar que son maneras de sobre vivencia radicalmente distintas a las que conocimos cuando las ciudades tenían otras dimensiones y propósitos. Para acumular y mantener cerca a la mano de obra, intelectual y física, los modos de producción industrializados hicieron estallar esta fiesta grotesca del éxodo que amontona en las urbes hábitos, tradiciones y costumbres disímbolas. Vivimos las ciudades y los espacios departamentados con una ignorancia descomunal sobre los orígenes, intereses y mecanismos que en lo político como en lo cultural-ideológico, sostienen esta aventura inédita y despiadada para la humanidad.

El espacio departamentado envuelve reproducciones de lo que aprendimos y anhelamos. Pone de manifiesto el tipo de relaciones humanas que creemos idóneo. Pone al descubierto nuestras ideas de igualdad, democracia, justicia, bienestar o progreso. Exhibe nuestra estética y filosofía de vida. Desmenuza nuestra personalidad en cada elemento presente y ausente que por poseído o apetecido cuenta de nosotros lo que nosotros no sospechamos.

Para vivir lo privado-colectivo de un edificio departamentado se debe admitir que la convivencia es con otros que ejecutan sueñan y pretenden formas de vida muy similares a las nuestras. Para vivir en colectivo es preciso ejercitar un tipo especifico de Comunicación, análisis, síntesis y tolerancia pretendidos socialmente como democráticos. Es preciso incubar y cultivar la idea de que lo colectivo es posible. Es preciso desmontar la ideología de la propiedad privada y llevar ese desmontaje hasta sus consecuencias últimas. Es preciso transformar la sociedad toda y luego, bajo otra perspectiva, decidir si nos gustan los departamentos.

En todo caso, aunque no exclusivamente, los edificios son escenario de chismes incontables. Ninguna forma de Comunicación tiene la facilidad, ligereza y potencialidad del chisme. Fluye pluvioso sobre todas las coordenadas de la realidad matizándola, alterándola y olvidándola al antojo de cada propagador que suele participar voluntariosamente en una cadena informativo-literaria popular, fantasiosa e interminable. Los chismosos son activistas.

El chisme aglutina y compendia esa parte de los acontecimientos que toma como pretexto para recrear toda suerte de juicios, envidias, ambiciones o verdades asentadas en la experiencia del que lo cuenta y del que lo escucha. El chisme es juguete líquido que baña con su estilo, tono y densidad un suceso que involucra más o menos directamente, el éxito, fracaso o desgracia de propios y extraños. Mezcla anécdotas de todo orden, rescata detalles normalmente insignificantes, enfatiza gestos y sutilezas finísimos y desglosa cualquier elemento detonador del morbo posible entre emisores y receptores, siempre deseosos de malabarear un chisme en el circo enjámbrico de la cotidianeidad.

El chisme es maqueta de procesos comunicacionales complejísimos donde el modo domina componentes y categorías. De la semántica, la sintáctica y la pragmática del chisme se hace juego exuberante que suele no reconocer límites. Se llega al paroxismo y a la catarsis por la riqueza con que es tramitado como por la variedad y abundancia de sus casos. El chisme es infatigable.

Chisme y chismoso conforman bacteriológicamente un fenómeno cotidiano que no repara en éticas, morales ni estéticas. Aborda cuanta oportunidad aparece para rearticular constantes expresivas normalmente subterráneas donde se alimenta un tipo de morbo colectivo siempre a flor de piel y siempre agazapado entre líneas. El chisme es una institución cultural que los grupos atesoran como coartada interactiva tan histórica, dialéctica e influyente como divertida, doctrinaria o tóxica. Todo depende de quién sea la víctima.

Un chismoso es por antonomasia personaje socialmente aceptado o bienvenido aunque suela recelarse de él. Es mercenario de una pasión que lo enferma y es portador de infecciones éticas que en su amenaza producen ese placer que hace sucumbir a más de un cándido. Con el truco de que " usted no está para saberlo ni yo para contarlo" el chismoso se especializa y profesionaliza en una narrativa juglaresca que tiene lugar en nuestras sociedades desde hace muchísimos años. El chismoso se cree poseedor de secretos necesarios para el resto. Sabe que ejerce un poder especial creador de influencias con las que trafica libremente en cualquier sector del grupo. Lleva y trae el germen informativo de un hecho, o muchos,  y mercadea con ese algo impactante que aún produciendo temores tiene cabida en "las mejores familias". Todos conocemos algún caso.

Para el chismoso no hay límites, no debe haberlos, su moral es antojadiza y veleidosa. Desatiende cualquier cosa para prestar oídos, y luego voces, a cada fruto del discurrir humano susceptible de manjarizarse en el menú de sus chismes. Por supuesto no todo merece tales privilegios. El chismoso desarrolla una peculiarísima sensibilidad noticiosa que le permite detectar la clave del acontecimiento en turno, ese perfil, ángulo o accidente que no todos perciben. Una idea, un gesto, un silencio basta para activar la capacidad de asociación del chismoso para que sobrevenga como en un impase creativo la relatoría reinterpretada de eventos que en otros términos a nadie importarían. El chismoso suele ser manipulador y tergiversador patológico, por eso su fantasía no tiene límites. Los hay por montones.

Un chisme no es monolítico o uniforme, participa de correlatos existenciales y cognoscitivos intrincados con afán de entrometerse en la realidad para inventar otra que, aún no correspondiendo con los hechos, se vuelve creíble. Hay chismes de todo tipo, calidad y alcance. Chismes serios que llegan a poner en riesgo la vida, desestabilizan países, corroen las entrañas de empresas, casas e iglesias. Chismes de políticos, amas de casa, vecinos, amigos y hermanos. Chismes piadosos, cándidos, humorísticos y periodísticos. Chismes sexuales, envidiosos y perversos. Chismes para ayudar o perjudicar. Chismes para ganar o perder. Chismes para engañar y manipular. Chismes sobre los demás y sobre sí. Chismes colectivos y de autor. Entre otros.

Se practica el chisme incluso sin saberlo. Tiene comportamientos enredadísimos que hacen sospechar a cualquiera de lo que sea. El chisme empantana la realidad en un estado de conciencia que hace desconfiar hasta de la sombra. Salta como liebre detrás de arbustos  insospechados y llega a tener filos que el bisturí más fino envidiaría.  Siembra la zozobra, inquieta al sereno, tuerce al incorruptible y seduce al casto. Nada parece ser antídoto suficiente contra un buen chisme. Todos parecen estar dispuestos a aceptar, o por lo menos sospechar, cuando son víctimas o cómplices de un chisme. Llega a defendérselo con la vida.

Hay chismosos que no hacen ruido y son peores sus efectos. Chismosos amateurs y profesionales. Chismosos con micrófono y con palestra. De farándula y Wall Street. De ricos y pobres. De la CIA al Pentágono. De Meso América al "primer mundo". Del Luna Park al Vaticano. Chismes accidentales o prefabricados, abiertos y con destinatario. ¿Quién da más?.

Llega a ser insoportable el fardo social que se crea por el manoseo indiscriminado y enfermizo de cierto tipo de chismes cuya vocación y diseño no coinciden con los intereses de los grupos.  Lo saben algunos comunicólogos y publicistas que han hecho fortunas de todo orden.  Muchas calumnias se han camuflado con la muy rentable estrategia de convertir en chisme algo que conviene no ventilar abiertamente. Se juega con la madurez de las sociedades y se insulta su inteligencia cuando se tira tanta cortina de humo para esconder detrás de un chisme o cadena de chismes, verdades que involucran el interés y bienestar común. Pero es práctica impune que, por una o muchas razones sospechosas, no ha sido desterrada. Porque vende mucho lo que sea.

Convivimos con el chisme voluntaria e involuntariamente. Se enraíza como hábito o tradición sectorizada y categorizada en nuestras formas  comunicativas cotidianas. Llegamos a disfrutarlo, unas veces como espectadores y otras como protagonistas, porque suele rescatarnos del  anonimato abrumador propio de culturas masificadas. Gozamos del chisme porque nos involucra con una sensación de presencia que nos historiza, así sea efímeramente, ya con un juicio, ya con una ayudita, ya con una complicidad. No es extraño que en cualquier momento estemos involucrados en la creación o propagación de un chisme al que le agregamos de "nuestra cosecha" algún condimento. Y entonces toma otro sabor de identidad que nos hace sentir importantes. Y entonces alguno de algún modo, con las habilidades más increíbles logra hacer de eso, también un chisme que, para cumplir  su destino, nos halaga o nos ofende. Pero siempre nos atrapa. De lo macro a lo micro social, de lo colectivo a lo individual.

La Comunicación contemporánea en el hábitat aporta fenómenos inéditos, así juega el cuarto de baño un papel peculiarísimo en la configuración de la Comunicación y personalidad particular y colectiva de los seres urbanos. Un baño es, hoy por hoy, escenario de intimidades múltiples cuidadas celosamente porque permite con exclusividad despliegues conductuales tramados cuidadosamente entre lo individual y lo cultural.

Vamos al baño solos. En él, por él y para él protagonizamos aquello para lo cual requerimos o exigimos privacidad absoluta. De la exoneración del vientre, al ludísmo de lo cosmético, la mayoría de los humanos acude al baño por razones cuasi litúrgicas reconciliadoras con lo individual necesario. En el baño se opera esa magia sedante del distanciamiento momentáneo ante ciertos contextos. Descargamos pesos fisiológicos y también filosóficos, recomponemos el auto estima y lustramos el ego, reivindicamos lo higiénico medicinal y muy frecuentemente desdoblamos cualidades artísticas, del canto al drama.

Vamos solos acompañados por una síntesis cultural que por cotidiana perdemos de vista fácilmente. Vamos solos al foro histórico que la cultura urbana encontró, casi por accidente, entre arquetipos y estereotipos, paradigmas y  moralismos, éticas y estéticas antes no conocidos. Vamos solos a comunicarnos un cierto estado inmediato del vivir con sus necesidades.

Descubierto o inventado, virtualmente por casualidad, el cuarto de baño es en muchos sentidos hijo de un conflicto hidráulico. Por resolver el tránsito de un sistema para cañerías que pusiera cerca funciones que en otras épocas requerían del agua separadamente, surgió, no sin evoluciones complicadas, la idea de crear el "water closet". El siglo XIX vio proliferar la invención de artefactos y muebles revolucionarios de la intimidad, que resolvieron esas urgencias del W.C. finalmente integrado al espacio nuclear del hábitat y en plena explosión urbana de la modernidad. Durante mucho tiempo el baño ha servido también para entronizar a la modernidad.

Cada una de las funciones incorporadas al cuarto de baño tiene historias y anecdotarios independientes. El lavamanos que solía ser artículo casi exclusivo del dormitorio finca su desarrollo en hábitos relacionados principalmente con la cultura de lo cosmético. La regadera, ducha, tina y bidé, como todo lo relacionado con el lavado del cuerpo, posee  relaciones importantísimas con tradiciones medicinales y/o terapéuticas. Por su parte  “exonerar el vientre”  tuvo casi siempre por locación espacios alejados de la casa, preferentemente traspatios o rincones pudorosamente marginados. Debajo de las camas solía haber recipientes cuyas denominaciones diseños y manejo pasaron por el repertorio más estrambótico de eufemismos, en todo caso cumplieron con simplificar algo que por distancia siempre fue incomodo. Todas estas actividades del cuerpo o relacionadas con él, tuvieron y tienen historias que no son ajenas a torceduras maliciosas de la ideología dominante autora de un cierto divorcio entre el cuerpo y el alma. Las necesidades del cuerpo sus intimidades y desechos, signos de lo feo, lo sucio, lo callado y lo escondido suelen estar en contacto con  esas partes de la  anatomía acusadas históricamente de sucias, feas, vergonzantes y escondibles.  Por si esto fuese poco, se acumuló además en el baño una lógica higienista fundada por ese funcionalismo fundamentalista y decimonónico de la standardización.

El baño  también resultó reducto complejísimo por peligroso. La sobredosis cultural que quedó atrapada en el cuarto de baño convirtió a este espacio inocente en un lugar amenazante que propicia desahogos multimodales, desde lo más oculto del ser urbano incluido lo sexual y lo teatral. La desnudez que tantos y tan complicados fenómenos ha provocado a lo largo de la historia, tiene en el cuarto de baño espacios liberadores que suelen no existir en otros lugares, incluido el dormitorio.

Exigir hoy, sobre la base de un ejercicio critico de la cultura, el desarrollo de diseños mejores y más cercanos a la complejidad y necesidades humanas no es asunto de confort. Tiene que ver con la distribución social de la riqueza, la democracia y el entendimiento honesto de lo humano. El cuarto de baño que cada cual tiene para uso personal o colectivo expresa cierto estado real de nuestra existencia, intimidad real y cultura. El baño nos retrata, delata nuestras limitaciones y restricciones involucra a la historia toda, el cómo evoluciona y cuánto realmente somos sus autores todos.

Se pone en evidencia esa parte de lo que somos en lo íntimo expresado tarde o temprano en lo colectivo ambos hoy urgidos de análisis, critica y transformaciones en las que bien puede influir entender el papel del baño como medio de Comunicación.

También en las cocinas se prepara una Comunicación específica, aparte, peculiar. Atesoramos en las cocinas uno de los poderes cósmicos más enigmáticos y seductores de la naturaleza. Las convertimos en templos particulares donde nos encontramos íntimamente protegidos. Reverenciamos esa materia portentosa que es al mismo tiempo dadora de vida y muerte. Diariamente, de una manera u otra, celebramos nuestra relación ancestral con el fuego.  Le rendimos culto a una potencia natural extraordinaria que nos transforma incesantemente desde los primeros contactos. 

Somos una feligresía cuyos rituales incluyen la adoración del sol, la purificación espiritual con el fuego, los prodigios del calor y la transformación de los alimentos. El fuego nos seduce y aterroriza, nos beneficia y lacera. Es expresión de una totalidad inentendible cuyos orígenes y enigmas nos fascinan cotidianamente. Es desplante de poderes majestuosos que nos arroban, gratifican y abrazan. Es acto y potencia de Comunicación individual y colectiva.

Metimos el fuego a nuestras casas para darles eje. Punto concéntrico y excéntrico desde donde crece lo individual y lo colectivo. Un hogar al centro de la casa reproduce el comportamiento del cosmos. El fuego al centro irradia con calor, luz y prodigalidades diversas, nuestra realidad mediata e inmediata. Nos protege, nutre, cobija  y tranquiliza. Por el fuego evolucionan relaciones típicas y arquetípicas, nos expandimos confiados en que todas las alianzas fueguinas bendicen, iluminan y depuran los caminos. Trajimos el fuego a las casas para compartir la magia de sus poderes y rehacernos cíclicamente como lo hacen los días, las noches y todas las formas vivientes de todos los reinos.

En las cocinas tenemos templos de Comunicación caseros que nos re-ligan dinámicamente con las fuentes primordiales de la vida, sus avatares y designios. Vivimos y sobrevivimos el fluir de los tiempos actualizando permanentemente nuestras relaciones físicas o metafísicas con el fuego y potenciando todas las búsquedas conscientes e inconscientes de las verdades profundas. Con la evolución de todas las inteligencias y ciencias evolucionó también nuestra relación con el fuego. Logramos poseerlo y domesticarlo hasta los extremos más inimaginados.

Las cocinas rearticulan y sintetizan todos los diálogos que la humanidad ha sostenido con el fuego, las interrogaciones o las afirmaciones. Son depositarias de saberes añejos que contienen las claves evolutivas del cuerpo y del espíritu. A las cocinas acudimos en busca de la materia primaria que es capaz de transformar lo que comemos y lo que poseemos. Instauramos con ellas tratos respetuosos a sabiendas de que cualquier descuido puede significar percances indomables. Es que nuestra relación con el fuego es una relación de orden divino, irreducible a los funcionalismos y miserias impresas en ciertos diseños contemporáneos. A las cocinas entregamos el fruto de las  luchas cotidianas y de las cocinas retiramos reverencialmente las ofrendas que sellan ciclos inalterables para la vida.

Las cocinas nos redimen y purifican. Ponen a prueba nuestra vocación de entrega con desafíos creativos que entre artes y beneficios significan riesgo.  En las cocinas se oficia permanentemente una liturgia de pan y sal, de bonanzas y asechanzas, de bondades o calamidades. Se vierten y revierten las peripecias inconmensurables de nuestras ritualidades para salir airosos siempre potenciados  y vivificados por haber tenido contactos nuevos con el fuego.

Todos los abusos prepotentes que la humanidad ha cometido con el fuego han derivado en trances costosísimos. La perdida de respeto por el fuego se paga a precios in equiparables. Del cuerpo al alma. De la casa a las ciudades o bosques. Ardió Troya como arden los futuros.

En las cocinas se objetualizan las verdades socioeconómicas y políticas. Delatan el estado actual de los haberes y los deberes, del estado de comunión y Comunicación social. En abundancia o en carencia, nuestras vidas pasan por el fuego todas sus vicisitudes para resolver en lo inmediato las urgencias permanentes. En las cocinas se socializa distinto el ánimo o entusiasmo fundamentales. Con su magia las cocinas responden a la magia de nuestra cultura hasta el límite de hechos y derechos importantísimos aunque nos parezcan invisibles. El alma reproduce en las cocinas una danza del fuego extraordinaria que tiene caracteres invocatorios y promisorios muy particulares. Danza ritual con movimientos precisos, gestos, voces, sonidos y énfasis matizados con colores, aromas, remembranzas o meditaciones cuya ética y estética definen siempre un modo individual de la existencia. Danza también de alquimias diversificadas al calor de juegos combinatorios inagotables que son terminales e inicio de saberes en evolución permanente.

Entre el hogar primitivo de cuevas o chozas y el hogar seccionado del hábitat contemporáneo, media un puente de inteligencias portentosas aportadas por hombres y mujeres infatigablemente fascinados por la gracia fastuosa del fuego. En la cocina está ese templo conmovedor y nutricio. Ese nicho estrambótico y práctico que se roba el fuego para obsequiárselo a la humanidad como materia escalofriante, in entendible y amenazante.

Todos los juguetes fueguinos que hemos inventado tienen un poco de divinidad portátil (encendedores, antorchas, fósforos o cocinas), son retratos de nuestra magia empeñada en someter la naturaleza. Son artificios microcósmicos que nos dan resultados muy diversos para beneficio o perjuicio. Creamos campos de experimentación donde la prenda buscada somos nosotros mismos y donde el fuego ha iluminado las rutas. Por eso le rendimos culto. Por eso le ofrecemos liturgias diarias. Por eso le construimos templos muy cercanos a nuestro discurrir cotidiano desde donde es posible testimoniar nuestra fe y carácter mágico, absortos por su misterio reconciliador. Y por eso atesoramos en las cocinas-templos el fruto enigmático, fuente indispensable, vertedero primordial, donde cocinamos el pasado,  presente y futuro... a fuego lento. Como el trabajo y como la Comunicación toda.

Por otra parte también transformó la idea de Comunicación, su filosofía y sentido en la relación con el trabajo, el hacer que las voces recorran distancias diversas sin que se mueva el cuerpo, es decir, actualizar la presencia de dos o más interlocutores sin que requieran desplazarse. Prodigio extravagante que conmocionó para siempre nuestras concepciones culturales sobre el tiempo y el espacio. La invención del teléfono representó y representa una de las ensoñaciones humanas ancestrales. Cumple con trasladar a distancia algo de nosotros, sin movernos y expande la ubicuidad con los artilugios de una máquina multiplicadora de la información, sin fragmentarnos.

Hablar por teléfono es un ritual contemporáneo al que nos acostumbramos lentamente luego de idear sistemas culturales específicos para formas de relación interpersonal inéditas.  No fue sencillo. El desarrollo y cobertura que las redes telefónicas adquirieron, no omite en su historia los sobresaltos o sustos que más de uno pasó ante el hecho pasmoso de tener “en la mano” la voz de alguien a quien no se veía y se sabía lejos. Hoy parece chistoso lo que en algún momento llegó a ser satánico.

Todas las aportaciones "progresistas" atribuidas al teléfono, y su función fetichista como artefacto paradigmático de la modernidad, suscriben cierta urgencia por despegarlo de cualquier relación arquetípica que pudiera limitar su crecimiento comercial. Para nuestras generaciones jóvenes resulta inadmisible conocer o entender la cantidad de recelos o miedos que el teléfono trajo consigo, es decir entender el peso de una transición cultural que hoy virtualmente a nadie asombra.  Pero el teléfono asustó a mucha gente que se rehusó a incorporarlo a su vida cotidiana por razones de costo y sospechas esotéricas.

Como vehículo de las palabras, es decir como máquina transmisora de información, el teléfono insertó rápidamente usos y hábitos de interlocución inauguradores de formas expresivas antes desconocidas. Una extraña sensación despersonalizante, similar a la que se produce al hablar con las máquinas contestadoras, impuso modalidades al hablante y al escucha, que en sus intercambios comunicativos debían articular recomposiciones mentales sobre el lugar, modo y circunstancia del diálogo. Disociación de la imaginación en muchos sentidos evolucionada hasta lo inimaginado porque el teléfono muy pronto permitió comportamientos y movimientos no restringidos al lugar donde se instala cada aparato.

Vehículo de palabras y  pensamientos que a lomos de una historia particular, ha ofrecido las soluciones más impresionantes al apetito-necesidad social de mantenernos "en contacto", estacional o celularmente. Forma igualmente del intercambio que no necesariamente implica Comunicación.

Magia de la inteligencia que lleva y trae el poder de la palabra para crear enlaces y concatenaciones cotidianas sustentadas en intercambios léxicos intensamente asociados a la imagen. De quien llama, de quien contesta, de su entorno y circunstancias. Todo con invocar una clave numerológica particularizada.

En un teléfono cabe la historia de la humanidad, caben sus aspiraciones y ensoñaciones porque se actualizan y potencian al calor de hechos cuyo enigma, sea científico, estético o mítico, vivifica (aunque no siempre verifica) la cultura en lo que más tiene de esencial: la Comunicación. Los teléfonos soportan por eso mucho de lo que configuran las interrelaciones humanas vigentes, les da signo de época y las diversifica en sus límites ciegos.

Todas las interlocuciones telefónicas tienen algo de fe. Confiados en la memoria acústica, creemos imaginalmente en que ése al otro lado de la línea telefónica es verdaderamente quien esperamos. Hablamos por teléfono lo más importante y lo más intrascendente. Hablamos deprisa o calmos, enamorados, negociadores, eficientes, banales, coquetos, solemnes o trágicos. Todos los géneros o estilos pasan por el teléfono. Hablamos con desplantes escénicos ejecutivos, secretariales, presidenciales, juvenil-adolescentes, maduro-inquisitivos o bobalicón-inseguros más todas las combinaciones aprendidas o imitadas. Hubo incluso un estilo Humprey Bogart para llamar por teléfono.

En los teléfonos se instauran también los estereotipos masificados significantes del poder. Quien tiene muchos teléfonos, en su oficina o casa, se inviste con la gracia tecnificada de un status multicomunicacional reservado para privilegiados. Lucha de clases expresada invisiblemente con la imagen de la Comunicación y sus mitos modernos. Desde James Bond hasta los teléfonos exclusivos ínter presidenciales se vehiculan voces e instrucciones que mueven destinos particulares y/o colectivos.

A través del teléfono pasan muchos más discursos que los del usuario. La voz se desarma y reestructura incesantemente en las bocinas, micrófonos y audífonos del teléfono. Una transmutación constante del impulso electromagnético vive en el cerebro al golpe de viento mecánico-sonoro de la garganta, el paladar, la lengua y los labios. Entra a una conversión electromagnética de otro tipo en los circuitos del sistema telefónico y se rearma en sonidos que serán decodificados, luego de pasar por el oído receptor, para convertirse en repuesta que cursará fenómenos idénticos. A todas horas sin importar las distancias, climas u horarios. Dominio majestuoso de las condiciones para que reine sobre todas las limitantes esa vocación humana por tener cerca la palabra.

Magia cotidiana que hace efectivas las búsquedas del espíritu atrapado por la lógica de la rentabilidad que da al teléfono su vestido monopólico y hegemónico en el espectro de las empresas para la Comunicación moderna. Magia de fetiche donde las comunicaciones con el más allá que está aquí, en la tierra como en el cielo, por obra y gracia de todas esas ciencias, abiertas u ocultas, que hicieron posible la invención del teléfono. Magia de palabras y palabras mágicas con que nos acercamos a los otros, sin ir y sin que vengan, desde la ducha, el dormitorio, la oficina o la calle. Magia de ciencia y tecnología también secuestradas por el capitalismo para beneficiarse con la paradoja de des-comunicar con lo que debería comunicarnos. Ponernos en común.

Magia y fetiche de lenguajes invisibles donde vemos nuevamente la fe en una intimidad que nos hace hablar al oído, casi en secreto, lo que no podríamos decir ni con miles de altavoces. Magia de saber que conjura hechiceramente con fetiches tecnológicos todos los trances contemporáneos con el tiempo y el espacio, que son distintos para siempre, desde el advenimiento-aporte de Antonio Meucci y Graham Bell.

Magia eléctrica, mecánica, numérica, portátil e interoceánica que sintetiza y simplifica entre un rumor majestuoso de lenguas y lenguajes, de ayer y  siempre, el sueño ancestral de la humanidad por oír, seducida, voces lejanas.

Todo este carnaval de Comunicación urbana que nos hacemos y nos hace cotidianamente cuenta con los edificios que son también abstracción y síntesis del tiempo-espacio que tarde o temprano se vuelve centro magnético, rector de ánimos, empeños y entregas. Como panal de almas donde fluyen y refluyen todos los ingredientes histórico-culturales con bullicios de enjambre edificante. Traslado extraordinario de las formas y resoluciones que muchísimos insectos han desarrollado. Lenguaje inédito del hábitat que apenas balbuceamos. Espacio de Comunicación complejísimo.

Nos atrevimos a copiar en los edificios, las formas de organización del espacio que otras especies desarrollaron. Omitimos sus "reglas" de convivencia e incorporamos nuestras experiencias, vicios o virtudes. Todavía no terminamos de evaluar las consecuencias, todavía no entendimos el proceso.

Los edificios por sí mismos son una provocación fantástica de la Comunicación vertical y horizontalmente y un reto permanente a la imaginación. Todos tienen los mismos cimientos políticos, económicos y sociales, todos comparten el mismo repertorio de desafíos que pone a prueba nuestra idea de convivencia colectiva, cooperación, solidaridad y comunicación. Aún hoy nos cuesta trabajo entenderlos. No parece fácil encontrar las claves que permitan refuncionalizar el apetito ancestral de posesión y celo del hábitat para una socialización fortalecida por la conjunción de intereses. La lógica individualista de los modelos económicos capitalistas es en muchos sentidos diametralmente opuesta a la lógica colectivizante del vivir en edificios. La inmensa mayoría de los conflictos y/o dramas internos provienen del divorcio entre la forma de vida y la filosofía de vida.

Los edificios son escuelas de la existencia que nos examinan diariamente y en cada uno de nuestros actos. Del dormitorio al cuarto de baño, del pasillo a la cocina. Son espejos descarnados que nos expresan en lo que tenemos de más verdadero cuando se trata de actualizar las raíces de nuestras conductas primigenias trasplantadas.

La moda mercantil y usurera de construir y habitar edificios revolucionó todas las concepciones urbanísticas y culturales, embelesada por el formalismo funcionalista olvidó el requisito comunicacional político implicado en comprometerse con el desarrollo colectivo de seres humanos que, a sabiendas o no, comparten sus vidas, problemas y necesidades de una manera extraordinariamente nueva.

Revolución cultural e hito fundamental indisociables del marco económico y político que gestó uno de los movimientos humanos más impresionantes, consecuencia de acercar la mano de obra a las fuentes laborales. Centralismo, concentración y hacinamiento que exige formas de organización nuevas en medio de traumas, caos e ignorancias, donde las soluciones surgen más lentamente que el ritmo febril de la construcción. Arquitectos e ingenieros en su impotencia o complicidad deben estar avergonzados (aunque eso sirva de nada) por algunos esperpentos edilicios donde se sofoca al espíritu. En cada edificio tenemos una reproducción microcósmica del modo general de organización social y de las relaciones humanas todas, que a su vez se reproducen individualmente en el territorio fragmentario de cada departamento. Como casa de espejos donde un reflejo nos lleva a otro hasta poner en evidencia el hecho estremecedor de que hoy nuestra identidad se entiende solamente con la suma de todos nuestros reflejos. Piso tras piso.

Por eso los edificios son soluciones fascinantes, implican permanentemente un juego de abstracciones ilimitado que comienza con el suceso surrealista de comprar una parte de esa propiedad común que nos hace propietarios del vacío. Terreno, muros, cañerías, ventanas y todas las funciones o servicios están interconectados a un mismo cuerpo en el que las bonanzas o desgracias del vecino, de la medianera al entusiasmo, terminan coexistiendo con lo nuestro. Compramos o alquilamos un derecho de estancia que nos habilita y que habilita al resto. Asentamos nuestra realidad en vecindad con otras, para consolidar un carácter que por más exclusivo que lo pensemos termina siendo increíblemente similar en todos los casos y casas. Fascinación porque además volcamos al interior del edificio y a las partes que nos corresponden, todas las experiencias rituales, simbólicas y arquetípicas que nos conectan originariamente con nuestra historia personal y colectiva. Vamos a la calle en búsqueda de las mieles fundamentales para la vida, abrevamos en cada flor que se nos cruza y volvemos al centro de nuestra existencia que es al mismo tiempo eje y espiral desde donde nos lanzamos al encuentro con nuestro futuro mediato e inmediato.

El edificio es fuerza centrífuga y centrípeta que nos fija coordenadas y saberes respecto al tiempo y la distancia. Todo queda acomodado relativamente según el punto geográfico en que fijamos nuestro centro de operaciones existenciales. Lejos o cerca terminan siendo accidentes de una decisión que tomamos o se nos impone, por la dinámica de un comportamiento generalizado que hizo de los edificios imanes extravagantes a los que regresamos tarde o temprano.

A pesar de las visiones fatalistas o apocalípticas que miran en los edificios únicamente calamidades, es importantísimo saber que esa concatenación de almas también es promesa de aprendizajes o transformaciones apasionantes si encontramos la manera de poner a salvo nuestra sensibilidad y asombro. Es que se trata de personas, de almas, sueños, anhelos y esperanzas estanciadas sobre una catapulta edilicia orientada hacia el futuro. El problema no está en la forma.

También los edificios son una oportunidad extraordinaria. Ya que tienen en su ser y modo de ser hospedadas todas las sustancias históricas y culturales que nos facultan actual y potencialmente para la vida, es imprescindible disponer todo cuanto esté a la mano para estructurar, ejecutar y expandir criterios, indagaciones y revaloraciones que permitan mejorar o garantizar lo que hoy entendemos por calidad de vida más toda la evolución que ello necesita y merece. Es decir que la fascinación por las sustancias humanas invertidas en los edificios alcance para la crítica, la autocrítica y la transformación. Es probable que entonces escurran otras mieles mejores y más ricas, que tanto bullicio o sobresalto generado por la trama inabarcable de intereses, problemas y enigmas propios de los edificios alcance para dar techo a nuevas revoluciones del alma. Panal de esperanzas.

Pensar la vida de los edificios y sus complejidades comunicacionales hace pensar queno hay sistema de Comunicación colectivo-privado más extraordinariamente bizarro que el de los ascensores. Tienen el encanto de una complejidad formal y conceptual que pone en práctica permanente nuestra capacidad para sintetizar todos los saberes. Física, ingeniería, arquitectura, ciencias de la Comunicación, mecánica, poleas y pensamiento mágico entre otros muchos. Saberes fundamentales para el desarrollo de la humanidad que reordenados, jerarquizados y aplicados para resolver nuestras necesidades culturales contemporáneas se han metido a la cotidianeidad como potencias invisibles que nos han hecho subir mucho. Son efectivamente máquinas del tiempo y el espacio. Cajas móviles que nos transportan de una realidad a otra en un abrir y cerrar de puertas. Como en los sueños.

Subimos o bajamos en los ascensores, frecuentemente tocados por un vértigo físico y cultural que nos arroba con la magnificencia del conocimiento humano. Se ha hecho posible el prodigio de ahorrar esfuerzos mientras nos empeñamos en llegar más alto. Hay una frontera muy sutil entre la evolución de los ascensores y el desarrollo de la construcción. Uno y otro se prestan favores y se muerden la cola hasta el punto en que ya no sabemos si se erigen edificios cada vez más altos gracias a los ascensores o si los ascensores son posibles gracias a la edificación de cuerpos cada día mayores. Huevo y gallina urbanos.

En cada ascensor cabe mucho más que el grupo de personas para el que fue diseñado. Cabe la historia psicológica de la humanidad entera y cabe tangiblemente un repertorio de fantasías, imaginaciones o fascinaciones propias de una voluntad incansable entregada al encuentro de soluciones prácticas a los dilemas del vivir moderno. Todos los componentes conceptuales o formales de un ascensor son extensiones de nuestra naturaleza. Expanden y profundizan esa relación entre las necesidades y los satisfactores para que podamos cotidianamente escalar los espacios dispuestos para actividades muy diversas. Un ascensor lleva y trae, con su capacidad de moverse en el vacío, ese hueco peculiar que se llena piso a piso con respuestas materiales e inmateriales.

Entramos a los ascensores confiados en que su funcionalidad hace posible la transferencia de nuestros cuerpos entre un territorio y otro, subimos o bajamos entregados totalmente a un acontecimiento donde no sólo cambiará el espacio y el tiempo. Cambiarán ánimos, expectativas, actividades y creatividades de entrada o salida.

Son tantas las resoluciones y los usos complementarios o sucedáneos que hemos desarrollado en la cultura de los ascensores que se ha instaurado una relación de dependencia multivalente. Hay edificios en los que la descompostura o carencia de ascensores puede adquirir matices dramáticos. Por lo rutinario o por lo accidental el ascensor que abre sus puertas ante nosotros atesora lo indiscutiblemente más valioso para cualquier individuo. Está en juego la integridad personal y ocasionalmente la emocional. Y sin embargo domina una especie de fe ritual que controla y contiene al mismo tiempo nuestra relación permanente con los ascensores. Desde afuera o desde dentro la experiencia de transportarnos en ascensores se condiciona por los lenguajes materiales o conceptuales con que el hueco nos discursa. Desplegamos mayor o menor confianza en ellos muy en relación con las formas, brillos, movimientos y velocidades que cada cual, según su edad o diseño, es capaz de ofrecer. Fe que tarde o temprano asimilamos como norma e integramos incuestionablemente a un sistema de relación espacial, objetual y temporal muy particular de nuestro ser con el ascensor.

Por eso la cultura del ascensor en sus lenguajes peculiarísimos desarrolla permanentemente una estética futurista que da vueltas sobre los mismos valores funcionales sin atreverse a explorar, salvo en casos excepcionales, soluciones creativas que estimulen  la experiencia del ascensor. Los casos de ascensores panorámicos construidos al exterior de algunos edificios son pistas interesantísimas sobre el juego creativo promisoriamente implícito.

Hay ascensores que son obras de arte extraordinarias. Encajes de metal tejido magníficamente como abrigo y amparo para el vértigo sobre el vacío. Nos abrazan y guardan con la garantía ancestral del metal que nos hace sentir fortaleza y seguridad. Pero hay también cajas asfixiantes cuya pobreza y mediocridad invocan casi exclusivamente todo lo que de más inseguro hay en nuestra experiencia total. Hay ascensores ultramodernos, tecnificados con el espíritu de las vanguardias electrónico computacionales. Ascensores sobrios, elegantes y protectores. Ascensores con espejos, ascensores brillantes, opacos, pintados, tapizados o decorados. Son por sí mismos salas diminutas de exhibición móvil donde las piezas más preciadas, en muestra permanente, somos nosotros mismos. Lucha de clases en los ascensores.

De la literatura a la cinematografía la cultura del ascensor ha recorrido y aportado soluciones dramáticas de índole diversa. Son ya auténticos paradigmas del vivir urbano y quedaron virtualmente inscritos para siempre en la historia de las comunicaciones estético-fantásticas de nuestro pensar contemporáneo. Se les ha pensado como escenarios del amor, de la tragedia, de las calamidades modernas más aberrantes, del crimen, la soledad, la degradación, el terror, al lado del progreso, el status y la revolución tecnológico-científica más avanzada.  Hay historias de la ficción o de la realidad que dependen casi íntegramente de lo ocurrido en un ascensor. Es que los ascensores transportan mucho más que cuerpos.

Ese carácter de Comunicación colectivo-privado, que recorre pertinazmente las columnas vertebrales de los edificios, es síntesis en movimiento de todo cuanto sabemos e ideamos para resolver necesidades en simultáneo expansivas de nuestro ser y modo de ser. Es la experiencia funcional que con sus expresiones se torna objeto vívido del sueño. Respuesta permanente de la humanidad por sus interrogantes sobre el vacío que nos despegan de la tierra. A bordo de un ascensor se reproduce en nosotros la antigua ilusión de viajar en una máquina del tiempo-espacio capaz de comunicarnos con nuestro destino con sólo apretar unos botones.

Después de la escritura, uno de los pocos casos en que la Comunicación se expresa, no disociada de su carácter vehiculante y su base de intercambio, y que depende del esfuerzo humano individual; es el de la bicicleta.

Marginadas por la cultura del automóvil las bicicletas no terminan por abrirse paso en las sociedades occidentales contemporáneas. Cuando mucho, protagonizan el papel de juguete soñado que aparece como regalo generoso en Navidades o fechas importantes... cuando mucho son artefacto deportivo capaz de vehicular hazañas olímpicas y paseos matinales.

Suelen terminar estacionadas en los lugares más inopinados como memoria de cierta culpa gimnástica que siempre se promete futuros mejores. Su potencial es otro. Bajo circunstancias específicas de distancia, clima y educación urbana. Sobre condiciones económicas, políticas y culturales en crisis o entre conveniencias ecológicas, urbanísticas y de salud pública, las bicicletas bien podrían ser respuesta y solución demoledoras a sinnúmero de problemáticas relacionadas con el transporte y la Comunicación.

La balanza entre virtudes o desventajas de las bicicletas suele moverse naturalmente por la inercia de condiciones personales y colectivas determinadas por variables poco modificables. En cambio la balanza también se mueve con inercias artificiales engendradas desde proyectos económico-ideológicos empeñados en cerrarle el paso a la tal vez más barata solución moderna a problemas de Comunicación humanos.

En su costo y virtudes la bicicleta despliega repertorios alternativos al uso de otros vehículos. Eso la convierte en peligrosa. Mientras las ventas de corporaciones transnacionales automotrices se embriagan con récord histórico y los propietarios de “transportes públicos”  incrementan rutas, unidades y costos al servicio de la geografía patronal y clasista, la bicicleta aguarda su momento para poner en jaque una estructura de bienes y servicios viciada por la falta de competencia y proteccionismos coinversores. Los chinos pudieron.

Sin embargo el desafío mayor para la bicicleta no es sólo técnico o económico. Enfrenta el fetiche publicitario y glamoroso de los automóviles que se han convertido en emblema de status. Enfrenta al poderío ideológico de un signo de clase, envoltorio semoviente de discursos formales causantes de calamidades energéticas y ecológicas. Por más filtros que lleven.

La idea de democratizar el transporte privado y público posee en la bicicleta promesas que involucran incluso a los programas educativos nacionales. Sin negar las ventajas del automóvil o el autobús. Y sin olvidar los costos en lo particular y lo social. Desde que Blanchard y Masurier idearon su Celerífero en 1779, antecedente de la bicicleta moderna, más las aportaciones de Macmillan, en 1839, hasta las bicicletas de carbono ultraligeras para competencias de alto rendimiento, los “tandem”, “side cars”, triciclos, gran turismo etc. la búsqueda de  sistemas para transportarnos y comunicarnos, con costos relativamente bajos y beneficios en salud no ha parado. Alguien inventó, casi surrealistamente, bicicletas fijas con una sola rueda que rinden hasta hoy éxitos gimnásticos- mercadológicos en beneficio, dicen, de la esbeltez. Con la velocidad de sus provocaciones la bicicleta cuestiona también a la urbanística, la arquitectura, los programas políticos y la moral. No pocas objeciones moralista-púdicas se presentaron cuando las mujeres quisieron adoptar la bicicleta. Algo de obsceno apareció ante la mirada de los críticos europeos conservadores que supusieron peligrosa la montura, movimientos, postura y emancipación femenina a bordo de una bicicleta.

Virtualmente no existen espacios privilegiados para la circulación de bicicletas, o existen como una curiosidad casi anecdótica, no se le considera en el diseño de casas, oficinas, fábricas o centros de recreación y no hay campañas soporte que estimulen la preferencia por la bicicleta en zonas y distancias pertinentes. En algunos países la bicicleta es usada por obreros que acuden a trabajar siempre al filo del peligro. No hay reglamentación o legislación que proteja y estimule el uso de las bicicletas. Tampoco existen planes suficientes para financiar la adquisición y virtualmente a nadie le importa el impacto sobre la salud pública derivado del ejercicio adicional que supone el uso de la bicicleta. Ni hablar del carácter socializador que puede surgir entre pobladores que coincidieran en la preferencia por la bicicleta. La bicicleta estimula el paseo, facilita el acceso a zonas saturadas por el tráfico, abate costos energéticos, estacionamientos, mantenimiento, posesión, matriculas... la bicicleta es peligrosa.

Una bicicleta buena alcanza para movilizar a dos personas por lo menos. Una cultura de la bicicleta movilizaría a la historia. En Cuba lo saben.

Nuestros movimientos sobre el escenario de las urbes se pauta bajo convenios impuestos por la lógica de la administración de la violencia. Hacemos lo que nos dicen autoridades encarnadas en personas o máquinas. Comunicación vertical que tiene por hijos predilectos del ensayo y el error señaléticos a los semáforos que han salvado tantas vidas como la penicilina. Son artefactos paradigmáticos de la Comunicación y desarrollo urbano, que en su historia como en su funcionalidad, condensan los modos sanguíneos de cierto fluir cotidiano. Con las pautas cronometradas de sus parpadeos casi incansables son esa "luz en el camino" que fronteriza vida y muerte. Sí o sí.

De las redes ferroviarias a las calles, pasando por todos los usos sucedáneos y conexos que hemos dado al semáforo, nutrimos una relación fetichista intensamente enraizada en los valores más profundos de la existencia. Toda la obediencia y crédito que depositamos en la conducta mecánica de los semáforos se parecen muy poco a las que le otorgamos a otros artefactos o conceptos. Confiamos nuestras vidas al semáforo con una certidumbre verdaderamente religiosa, bajo el supuesto de una infalibilidad casi teológica. Entonces cruzamos calles y avenidas protegidos por el manto magnético de una luz verde, amarilla o roja que se volvió depositaria de convenciones culturales complejísimas. Magia cotidiana virtualmente iluminada.

Los semáforos son portadores públicos de convenios colectivos respetados a precios altísimos. El estallido cultural que produjo la revolución urbana contemporánea (y viceversa dialéctica) hizo necesario inventar un sistema de mandato callejero y permanente que moderara los flujos y reflujos humanos en todos los sentidos. Se hizo necesaria una suerte de acuerdo común que, a gusto o a disgusto, impusiera  ritmos al devenir cotidiano. A pie o en auto. Se hizo irrenunciable la adopción de imperativos categóricos que ni el propio Kant sospechó, para moldear las conductas de los pueblos con una nueva tabla de mandamientos sintetizada. ¡Pare!. ¡Prevenga!. ¡Avance!. Pero sobre todo se creó un artefacto especialmente estrambótico y delirante que mañana, tarde y noche repite ciclos abrumadores de poesía lírica y épica abstractas. El tema que obsesiona al soliloquio de los semáforos es la vida o la muerte y todos hemos testimoniado o protagonizado algún drama, menor o mayor, sobre el escenario de la locura urbana.

Con la presencia y proliferación de los semáforos en las vías públicas sobrevino también una estética inédita en la historia de la cultura. Diseños, tamaños, colores, posiciones, texturas y recursos de todo orden comunicacional han evolucionado dialécticamente para perfeccionar, sin lograrlo del todo, el protagonismo semaforero. Las calles se infestaron con postes esquineros que priorizaron su estar sobre el transitar de la gente. Las calles se vistieron de luces en una fiesta taurina nueva que dejó atrás la mitología del toro para inaugurar el toreo de automóviles y personas alternadamente. Se plagó el espacio con colores convencionalizados que uniformaron a su modo, lo colectivo como insignia inequívoca de progreso.

Emergió una estética del semáforo que a fuerza de convenios, discursos, presupuestos, impuestos y tragedias se ha estandarizado internacionalmente, hasta las saturaciones más descabelladas.  Oriente y occidente, norte y sur presumen como logro de modernidad la decoración callejera que su explosión demográfica ha forzado. La bandera de la "aldea global" tendrá seguramente los colores del semáforo.

Toda la cultura de la burguesía monopolica se sintetiza en un semáforo. De la historia urbana al devenir de las ideas políticas pasando por tecnologías, ciencias, artes y filosofías. En un semáforo caben además infinidad de reflexiones existenciales que se suscitan como sueño diurno en la vigilia de quien espera la luz para continuar con su camino. Hay semáforos que transformaron vidas enteras.

Es posible incluso desarrollar una "Sicología del semáforo". Lo que cada pueblo  hace mientras aguarda el cambio inexorable de las luces es inabarcable. Depende de horarios y de zonas, de educaciones y cosmovisiones. A pie, en automóvil, colectivo o camión, unos se sacan los mocos, otros otean cuerpos, rostros y vestuarios. Algunos miran los diarios, sintonizan la radio o hablan por teléfono. Hay quienes se sumergen en cavilaciones pre conscientes mientras otros buscan en sus carteras monedas sueltas para obsequiarlas a alguien que pide. Por una calamidad u otra.

Existe incluso un cierto morbo suicida que seducido por tentaciones trasgresoras momentáneamente desatiende los mandatos semaforiles. El catálogo de los resultados acarreados por semejantes tentaciones podría llegar a ser macabro. Y es que lo que tiene de autoridad y de autoritario un semáforo como representante de poderes inconmovibles suscita agresiones que ninguna sociología ha terminado por explicar. Pero ocurren

Como en una religión sincretista los rituales cotidianos a que nos acostumbra el semáforo piden que desarrollemos movimientos corporales muy diversos asociados íntimamente con nuestros estados de ánimo siempre cambiantes, semáforo tras semáforo. Se inauguraron emociones que otros períodos históricos no conocieron. La combinación producida cuando se mezclan un mediodía caluroso, una necesidad fisiológica increscendo, algunas preocupaciones económicas, ciertas penas amorosas, ese principio de úlcera y un semáforo largo puede tener pronósticos incalculables. No hay diván que lo soporte.

En medio de lo aparentemente funcionalista, pragmático y racionalista que supone todo el operativo que diseña, instala y controla semáforos, vive una tendencia inteligente que no deja de ser alimentada por cierto estímulo del pensamiento mágico. Actualizado, potenciado y vivificado por los alientos de los tiempos cambiantes. Lo mismo nos pasó con el rayo.

Todas las relaciones que instauramos cotidianamente con los semáforos, a sabiendas o no, han quedado insertas en la estructura cultural de las sociedades contemporáneas y en los modelos estéticos colectivos. Alguien decidió por nosotros sin consultarnos y los integramos al regodeo fantástico de nuestros atavismos. Nos gusten o no los semáforos se implantan y trasplantan como fetiche que aceptamos incuestionablemente sin saber si curará algún mal, remediará algún conflicto especifico o llenará el requisito presupuestal que obliga a gastar en  semáforos porque así lo impone un contrato.

Los semáforos llegan a constituir bosques de luz alineados contra los  horizontes naturales y artificiales de las urbes. Bosques habitados por duendes culturales invisibles cuya voz cromática pasa del verde al amarillo y al rojo como en un canto de espíritus ahogados bajo el ruido del tráfico.

Los semáforos poseen una fuerza compleja y atemorizante, guardan en su ser y modo de ser las sustancias arquetípicas más profundas y los arcanos mayores de la sobre vivencia urbana. Son como dioses cuya voz  obedecemos mansamente y cuya luz nos guía diariamente para que a salvo, con nuestros sueños y futuro, bien puestos sobre la fe cotidiana, crucemos los caminos.

Brillan además con fulgores propios los baluartes ideológicos que se actualiza en lo social en lo individual con los estragos estrambóticos del absurdo que se adueña de nuestras vidas y comunicaciones. Ahí donde se violentan ciertas fronteras del "sentido común", la Comunicación sufre estragos e histerismos que se manifiestan sobre casi todos los objetos y sujetos. Es la estética de lo grotesco, convertida hoy por hoy, en epidemia nacional de muchas sociedades,  víctimas de un sistema suplantador del existir propio por otro glamourizado, frecuentemente "trucho" y exótico a la fuerza.

Un poco la cultura de masas, un poco las influencias históricas, un poco el correlato individual en los "juicios del gusto", licuados caprichosamente, se apoderan de hábitos, objetos, individuos y pensamientos para imprimir sobre la realidad un sello indeleble que se estampa en cuanto puede. Suele tomarnos por sorpresa pero también suele ser deseado, buscado y financiado por, en, desde y hasta las razones más inopinadas.

Lo grotesco, intencionalmente o no, produce un tipo específico de perturbación que mueve a risa, burla o desautorización. Lo grotesco penetra e intoxica todas las categorías estéticas, las desplaza y les produce fantasmas que multiplican la imagen desfigurándola parcial o severamente. Lo grotesco ofende por su condición un cierto principio de naturalidad, de sentido común, de equilibrio y arreglo que norman nuestra percepción de lo pertinente e impertinente. Lo grotesco altera, intensifica, satura de nosotros o de las cosas, ese algo cualitativo y cuantitativo que en estado puro permite relacionar la realidad coherentemente, economizar los esfuerzos, expandir la inteligencia, transformar los hechos y ejercitar la autocrítica. Voluntaria o involuntariamente lo grotesco es una trasgresión que anula la sensatez. Nada está a salvo.

Son portadores del virus de lo grotesco cuantos objetos, sujetos y pensamientos sucumban en la tentación de fanfarronear, con su vanidad, heroísmos mediocres en los que se protagoniza el melodrama de la autocomplacencia más exacerbada. El mayor o menor grado patológico se determina en los umbrales de la personalidad y llega a producir crisis de respeto hacia lo demás. Lo grotesco esquizofreniza ese algo intoxicado por él. Sea de la especie que sea. Se exprese a lo largo, ancho y profundo de la realidad.

Contamina tiempos, espacios y atmósferas. Daña sueños, esperanzas y anhelos... juegos, amores, convicciones. Toda la historia está plagada con ejemplos y seguramente la contemporánea es la más odiosa por el aporte generosísimo que la cultura de masas ha hecho en materia de esperpentos. En los casos más increíblemente frecuentes lo grotesco ha fijado paradigmas que las sociedades asumieron con una cierta fruición sospechosa. Modas, ideas, religiones, tabúes, espectáculos y cientos de conductas individuales y colectivas invadidas por lo grotesco sin que nada o nadie pudiera poner alto alguno. Hay líderes, artistas, místicos y empresarios de lo grotesco. ¿Dónde parará? Entre vestuarios, adornos, maquillajes, poses, postizos, amaneramientos, retóricas, desplantes y miles de sucedáneos y conexos,  vivimos una performance cotidiano exuberante que parafernaliza con su necedad cada centímetro de la existencia. Y hay días en que se vuelve insoportable.

Basta con repasar las programaciones cinematográficas, radiofónicas o televisivas para documentar los excesos y enfebrecimientos que lo grotesco logra desarrollar en manos de muchísimos criterios alejados de la prudencia por una razón u otra. Por ejemplo el autoritarismo de discursos unidireccionales y verticalistas que del receptor sólo quiere fanáticos tan acríticos como él. Basta con ojear algunas revistas, libros y pasquines de todo tipo para sentir en su potencia máxima la fuerza de lo grotesco que rápidamente seduce a muchos dispuestos a la imitación. Por costumbre, por desinformación, por no poder comparar, por colonización ideológica o por crisis de los sistemas educativos. ¿O todo junto?

Vacunar con antídotos eficaces a la sociedad tiene hoy la dificultad suprema de saber quién puede hacerlo y si los grupos están conscientes del mal que se metió a sus vidas silenciosa e impunemente. Tiene el problema de saber si el enfermo quiere curarse y si por último, existe curación. Lo grotesco crea hábito. El kitch lo sabe.

Para sociedades en las que el conocimiento, búsqueda y apropiación de la calidad educativa se volvió anécdota de tiempos idos, y para grupos en los que se perdió el pudor por la ignorancia, la amenaza de lo grotesco se cierne como destino ineludible que debe soportarse, porque quienes deciden los modos o medios educativos y comunicacionales, están empantanados en el mal gusto como filosofía, en la procacidad como diversión, en el insulto como negocio y en lo grotesco como estilo.

No se estimula el análisis, el cuestionamiento ni la intercomunicación verdadera. No se estimula la valoración genuina de las aportaciones colectivas que sostienen la cultura. No importa la susceptibilidad social ni la opinión del público. No interesa la integridad emocional ni estética de los pueblos y mucho menos importa tener culturas emergentes cuya independencia, salud y potencia creadoras estén libres de las contaminaciones mercantiles más detestables que proponen con foquitos, concursos, lentejuelas, alaridos, postizos y disfraces el  gusto más mediocre. Por eso se afirma que lo cultural no es negocio. El respeto brilla por su ausencia.

Todos tenemos algo que reflexionar ante el imperio de lo grotesco pero no tenemos estrategias para contrarrestar ataques en territorios donde nos tomaron por sorpresa. Padres,  profesores, críticos de la cultura y todos los que se preocupan por la formación y conformación contemporánea, precisan de bastiones donde organizar y rearticular la crítica ante ese sistema de valores que no es obligatorio aceptar aunque se nos imponga desde la mamadera. O antes.

Nadie sabe si acabaremos aborreciendo o glorificando lo grotesco. Al paso que vamos cualquier pronóstico conservador es pesimista Lo más probable es que, con mayor fuerza, sigan apareciendo en nuestras vidas esos quiebres estéticos desconcertantes. Uno de estos días, frente al espejo, miraremos la figura desorbitada de un payaso histérico y no sabremos distinguir a ciencia cierta, personaje de qué fantasía perversa somos. Como en la tele.

Es grotesco el circo comunicacional “deportivo” que emborracha a los pueblos entre patadas y goles. Esa fascinación extraordinaria que ejerce el fútbol sobre las sociedades contemporáneas rebasa voluntariosamente todas las intentonas que creímos suficientes para explicarnos los cómo, porqué y cuándo de ciertos magnetismos cancheros. Sociólogos, antropólogos o politólogos (entre otros muchos interesados) se devanan los sesos pretendiendo establecer límites, categorías, definiciones y estadísticas, capaces de poner en claro el conjunto de factores combinatorios que dan por resultado uno de los fenómenos comunicacionales colectivos más inextricables. Nadie da pie con bola. Gran triunfo esclavizante.

Deporte, espectáculo y arte mediático para las masas preñados con performance popular, rito de congregación masiva. Catarsis de presiones históricas y parafernalia de fe, dogmatismo o fanatismo, que alcanzan extremos inimaginados, de lo erótico a lo tanático. No hay psicoanálisis de las sociedades modernas, que sin reduccionismos racionalistas, sea capaz de revalorar y redimensionar el papel del fútbol en el espíritu de la humanidad contemporánea. Con sus bondades y necedades. Menos aun sin análisis de clase.

Cuando una trama de movimientos, estrategias, accidentes o absurdos desencadena en el espectador ese chicotazo emocional que lo castiga o gratifica, por él, para él, y hasta él, se confirman potencias, esperanzas, alegrías, desencantos o ritos profundísimos que habitan en el ser de las culturas como condición delirante para muchas de sus expresiones. Hay quienes lo ven sólo como negocio. Fundamentalismo de un neo nacionalismo de las patadas.

El fútbol es una coreografía lúdica que se funda en el agón, el azar, el vértigo y la mimesis. Los jugadores danzan un rito del estallido y de la expansión que tiene como pretexto el control del cuerpo humano, del cuerpo esférico y del cuerpo colectivo, asociados para que toda su energía pase por una puerta arquetípica que casi siempre significa renovación donde se reinicia el ciclo. Quien inventó el fútbol, (persona, sociedad, o secta), consciente o inconscientemente, puso sobre la rectangularidad del terreno un conjunto de piezas estremecedoramente parecidas a las que contiene la existencia toda. Eso seduce a los pueblos desde siempre.  El fútbol pone en juego inteligencias geométricas, que sintetizan fuerza, aceleración, masa, probabilidades y curvas en un ejercicio estético cuyo arte, ritmo, armonía, y composición, manejan  repertorios de imágenes abstractas, fijas en la mente del público y el jugador. Potencias resucitadas cíclicamente en la fantasía y maravilla del gol.

Por más que la palabra gol signifique meta, el fin último del fútbol no es el gol. Como en todo fenómeno lúdico siempre es más importante el proceso que el producto, aunque el producto sirva, o no, para cobrar sueldos, entradas, regalías y prestigios de comentaristas, cronistas, futbolistas, sucedáneos y conexos. Esclavismo en pleno. Quien disfruta el "balón pie" afina su percepción sobre movimientos, acomodos, condición física, logísticas y destrezas de cada jugador y del conjunto. Pero además disfruta carismas, desafíos, heroicidades, suerte y destino individuales o grupales, divisa-religión que magnetiza a sociedades enteras.

Magia inefable que oculta sus secretos en las gavetas culturales más íntimas de los pueblos y de sus atrasos respectivos. Los estadios exaltan con su circularidad y concentricidad tradiciones sagradas ancestrales del espacio y el tiempo. El público sobreexcita las redes emocionales de todo su ser particular o colectivo y se entrega a una contemplación, no pasiva, que apetece desatar su lirismo sobre épicas renovadas en dramas conmocionantes. Desde la tragedia griega hasta el campeonato mundial del fútbol.  Poco favor hace las crónicas masmedieras que preñan con su ideología mercantil y su pobreza estética, el disfrute de aficionados y jugadores que, de cuerpo presente o en transmisiones televisivo-radiales, siguen las acciones futboleras.

Es imposible explicar de dónde surgió esa estética grotesca del alarido artificial y de las voces ampulosas que dan cuenta sobre los hechos en la cancha. La sobresaturación prefabricada con que se ponderan o critican los movimientos, el grito frecuentemente falso que canta  goles, medido para que alcance hasta la repetición  y la moda solemne que impera al analizar  un juego, vuelve fastidiosa la envoltura que manosea lo que a nivel del césped tiene otro sabor. Nadie puede objetar o prohibir las acometidas pasionales, lo reprochable es que mientan con el pretexto de que "así debe ser para que al público le guste". ¿Quién inventaría ese cliché? Y ocurre igual por todas partes.

Incluso esa moda de la exaltación hace pirámides humanas, rasga vestiduras, produce carreras apocalípticas ante las tribunas y catarsis escénicas desmedidas, teatralizan o farandulizan algo que naturalmente no necesita performances vodevilescos. Es verdad que los rituales colectivos no necesitan recetarios ni reglamentos de nadie. Lo ofensivo es que se les tergiverse para que aparezcan como show de vanidades mediocres.

Ganar o perder son accidentes de una expectativa que siempre tiene imponderables infinitos. El fútbol posee variables tan amplias, como juego o como arte. Hay designios donde el azar impone sus caprichos. Especulen lo que especulen empresarios, anunciantes, funcionarios y apostadores. ¿Quién es el dueño del fútbol? Nunca la historia de la cultura imaginó que fuese posible concentrar el interés de  tantos millones de almas en torno a un juego de pelota.  Nunca se reunió bajo pretexto de espectáculo deportivo inversiones financieras, tecnológicas, políticas e ideológicas tan descomunales como las que hemos conocido en tiempos recientes. Jamás un acontecimiento cultural derivado del juego entre equipos futboleros ocupó tan desmedidamente espacios en televisión, radio o prensa, todos los días de todas las semanas en todos  los meses. No parece haber límite. El poder del fútbol, que también es extrafutbolístico,  ha llegado a conmover la seguridad nacional en varios países. Por las afluencias y por las violencias. Poder que seduce de la cancha a la mercadotecnia, de las porterías a las ideologías, de las tribunas a las urnas. Poder emanado de las concentraciones humanas, siempre amenazantes y promisorias, enigmáticas como la cultura, el genio y la justicia que pueden conquistar cuando se lo proponen. Poder real que incluso hace vivir esa pasión futbolera descomunal e inmedible, violenta, salvaje y poética, ante la cual, virtualmente ninguna explicación da pie con bola.

Es grotesco también eso que llamamos "shopping"[17] porque condensa el glamour comercial de ciertas experiencias estéticas, filosóficas y económicas derivadas del “star sistem” de los objetos bajo un ejercicio de Comunicación nuevo a medias. Las mercancías protagonizan un espectáculo descomunal en teatros diseñados específicamente para seducir apetitos. Traducción directa de mitos, leyendas o aventuras en los que se ofrenda, con el producto del trabajo, una pleitesía mercantil fetichizante expandida entre ofertas y créditos. Son también los nuevos parques de diversiones. 

El shopping no es como lo pintan. El shopping aporta a la cultura urbana contemporánea relecturas sobre las tradiciones de los mercados. Sintetiza y abre todos los componentes de la compra-venta para configurar modalidades ambientadas con luz y sonido. Un shopping además de mercancías vende status, vende atmósferas y estilos. Sublima mercadológicamente el binomio necesidad-satisfactor. Los shoppings son expendios de imagen.

Quien compra en un shopping paga para ser protagonista de sí en el laberinto del confort. Paga por la divisa corporativa que unge poderes talismánicos en bolsas, envolturas o diversiones donde aparece el testimonio documental de su heroísmo. Paga la trama, los actores, el foro y sus moralejas, para que sobreviva como sueño, esperanza o consigna, toda posibilidad de volver. Como el mito de Minos.

El shopping es estética de la mezcla. Placer saltimbanqui que se complace en la degustación de la multiplicidad unificada en la saturación. Como collage de objetos, ambientes e íconos movidos en el carrusel desenfrenado de todos los antojos. Fiesta sensorial, ideológica y emocional que arroba al espíritu con el espectáculo de la abundancia. Estética del display.

Seducción y Comunicación de vidrieras donde se estancia una idea delirantemente objetualista de la totalidad. Discos, zapatos, librerías, jugueterías, peluquerías, electrodomésticos, cines, cafeterías. Paroxismo de la provocación, donde todo lo que no poseemos, y lo que sí, se confabulan carnavalescamente para exudar aromas, texturas, colores o temperaturas propias de un sueño que todos soñamos en la vigilia del consumo. Lo más importante es vender hábitos.

Existe una función sagrada del comercio que también se actualiza en los shoppings. El intercambio de bienes y servicios, que atiende a la relación oferta-demanda, dispone de valores bastante menos profanos que los del intermediarismo usurero. Por algo Cristo enarboló el fuste. Hay algo de mágico al convertir "sudores de la frente" en satisfactores diversos. Hay algo de festividad colectiva cuando se transforma el trabajo en prenda y se logra la posesión de lo deseado. Hay algo de cabalístico, talismánico e invocatorio en esa tradición ancestral implícita y explícita en el acudir a lugares donde se da cita la abundancia. Hay algo de necesario, de ritual y religioso, en esa compulsión social por identificarnos en grupo como grupo, cuando ciertos placeres o tentaciones nos seducen. Por eso gustamos de comer en grupalmente.

El shopping es una casa de espejos embriagada con reflejos que van o vienen en un intercambio de identidades complejísimo, capaz de hacerse rentable y divertido. El comprador también es mercancía que se paga al precio de "target" en las rebatingas mercadológicas. Las mercancías son espejos del comprador y del vendedor. Los comerciantes son reflejo de lo ideológico en el sistema económico y éste es espejo de la realidad histórica. La arquitectura refleja a la sicología, los sistemas de crédito reflejan a la política y las vidrieras reflejan la cultura. Marco Polo enloquecería en un shopping.

El shopping es diversión comunicacional interactivo trasplantada de los modelos comerciales norteamericanos, con sus virtudes y defectos. Imitación a ultranza que toma su tiempo para adaptarse al genio de países latinoamericanos, que hoy por hoy, consideran el advenimiento de sus respectivos shoppings como augurio de progreso. Espejismo del primer mundo en persona. Todas las conductas que se desarrollan en un shopping están perfectamente calculadas y determinadas. Como en los estadios de fútbol. Conductas prefabricadas para un sistema de funciones cuya variabilidad tiene como fronteras las entradas y las cajas registradoras. El asunto es lograr una experiencia vívida de la fantasía y de la posesión. Todo parece al alcance de la mano. El asunto es que nada se parezca a la realidad y que la contenga traducida en objetos, encuentros y promesas. En efectivo o a crédito.

Como "parque de diversiones" el shopping toma el lugar de los circos, los teatros o

las plazas públicas. Concentra. Magnetiza los sentidos y se nos abre como posibilidad inédita de aprendizajes culturales que no dejan de tener sus riesgos. Los shoppings divierten porque llenan el ojo, porque se socializan encantos o desencantos, porque tienen sabor a imposible. Misterio de serpiente encantadora.

Eso que llamamos shopping nos abastece subterfugios objetuales calibrados con irracionalidades compulsivas planeadas para desencadenar el consumo. Nada en un shopping es inocente. Acaso sólo el comprador que se abandona por los caminos laberínticos de un centro comercial en espera de resolver triunfante todas las coartadas tendidas para capturar su atención, bolsillo o firma. Por lo demás un shopping es arte de cálculo y medida. Estudio, estimación, encuesta, proyección y diseño. Peso sobre peso. Carnaval de ritos desiguales y festín de intereses contradictorios. Red de araña.

Un shopping es versión contemporánea de todas nuestras tradiciones concéntricas que imantan encuentros para que dialoguemos más allá de las palabras. Versión contemporánea sin la ritualidad originaria pero en plena trasmutación y/o tergiversación simbólica, arquetípica y cultural. Tradición que formó pueblos y civilizaciones. Que movió las piezas del mundo y cambió el panorama muchísimas veces. Todos los objetos son mucho más que su uso. De Egipto a los a los reyes de Castilla, de Constantinopla a Wall Street. Por eso nos impresionan y nos enigmatizan. Conscientes o no, participamos de todas las seducciones que el shopping organiza en su homilía cotidiana. Institución de crédito en el sentido estricto de la metáfora. Creíbles porque avasallan, porque su caos aparente y sus mezcolanzas poseen un orden interior que percibimos como la vida misma. Porque nos arropan con la abundancia, aún ficticia o provisionalmente, porque nos restituyen el carnaval  y nos convierten en presa. Porque rompen el tiempo y reponen cuanto fetiche exprese caprichosamente la vocación de nuestro trabajo. Porque divierten. Porque usurpan la Comunicación y nos la venden como ajena.

Los shoppings son edificios de departamentos donde se cumple una cierta ensoñación que desplaza a los humanos para privilegiar a las cosas. Las cosas reinan en un shopping el reino de nuestras ambiciones e hipnotizan con su coqueteo promocional a todos sus vasallos.

Eso que llamamos shopping, es un laberinto mágico amurallado con lenguajes de espectáculo. Es fascinación de tradiciones y enigma de necesidades y satisfacciones. Hacinamiento y revoltura de estéticas entéricas como el kitch y vaciamiento de valores primigenios. No hay ciencia suficiente para explicarlos. No hay teología que los incluya. No existe filosofía que los demarque. Son espectáculo, ficción real plagada con placeres y tentaciones. Conspiración organizada para la seducción de los apetitos. Enigma contemporáneo.

Son grotescas también las historias televisivas por entregas que son herederas audiovisuales del melodrama. La telenovela es uno de los géneros comunicacionales que la televisión desarrolló a su modo para seducir cierta necesidad de fantasías que las sociedades tienen.

La telenovela posee de lo literario componentes dramáticos que el melodrama consolidó en los folletines del siglo XIX. Posee de la cultura audiovisual el caudal glamoroso que la industria cinematográfica holliwoodense propuso en los años 30 y 40; posee del formato televisivo las combinaciones y resoluciones genéricas del "medio tono", matizado por la   mercadotecnia y la publicidad; y posee además una capacidad particular de exploración y promoción  emocionales, maqueteadas en juegos dramáticos con ideologías sospechosas.

Mucha audiencia, no mucha calidad. Mucha publicidad, poca originalidad. Mucha palabrería poca dramatización, montaje y actuación. Mucho efectismo, poca teatralidad. Mucha fragmentación, poca dinámica, y la responsabilidad de ser uno de los fenómenos culturales de masas con mucha influencia y poco estudio. ¿Quién lo controla?

Es uno de los grandes aprendizajes y aportes del bussines televisivo. Se desarrolló primero conceptualmente con el modelo impreso de las historias por entregas que hipnotizaron a las abuelas de nuestras abuelas, en tardes  decimonónicas y bucólicas. Cultura de masas balbuceante que no fue indiferente a los beneficios ideológicos que el melodrama ofrecía para afianzar otros beneficios económicos. Una historia de amor. Gente nice y buena que debe soportar la tragedia de convivir con gente perversa, mala, pobre, mal educada y ambiciosa.

Gente de valores "bien vistos" que no sin lágrimas, y alguna ayudita celestial, vence los designios de la maldad para lograr un final feliz y una moraleja siempre inconclusa hasta el próximo capítulo y/o historia.. La misma cosa desde siempre. Con un tratamiento estilístico en el que las pasiones e instintos se contienen y moderan a ultranza en virtud de una "moral bien fincada". Con duelo maniqueo interminable entre el bien y el mal. Con una idea de familia nuclear judeocristiana amenazada por calamidades sin fin, una idea del amor rosa, casto, matrimonialista y procreador. Una visión descontextualizada del delito o la pobreza y la promesa de que luego de pasar por el purgatorio de tanta maldad hallaremos la paz y la felicidad. La telenovela ha dado vueltas y vueltas sobre su esquema, exitoso en términos de ventas, y mañoso en términos de obra. Año tras año, capítulo tras capítulo. Siempre  se estrenará más de lo mismo.

Holliwood no fue el primero en industrializar el melodrama pero sí el que aportó la glamourización masificante de prototipos rentables para un gusto popular mediocre, asustado y deprimido por las masacres mundiales que nos impusieron como "progreso". Holliwood fue la gran universidad de un negocio audiovisual donde se experimentó todo lo experimentable hasta alfabetizar al público y domesticarlo en el uso, consumo y recreación de los lenguajes faranduleros. Hasta en la vida privada hacen melodramas.

Como en una especie de ópera filmada y sin canto, el cine repuso los mejores especímenes del happy end como regalo y destino cultural manifiesto para las generaciones venideras. La telenovela es su hija predilecta, aunque enana, que logró apretujar en sus entrañas toda la estirpe de esos bandoleros ideólogos del star system. (Música de violines cursis. Soap ópera.

La telenovela y la televisión adaptaron toda su herencia a un formato de consumo audiovisual que exigió inmediatamente tiempos y ritmos de lectura más cercanos a los consumistas de una clase social tipo, con preferencias tipo, sueños tipo y estéticas tipo. Por eso el sopor clasemediero que agobia con lo que tiene de más odioso, incluida su mediocridad. La telenovela no sólo pretende ser retrato de esa realidad sino que la ha inventado. A estas alturas uno no sabe si la gente se besa cono quiere o como está de moda en la telenovela de turno.

La telenovela irrumpe en la intimidad de lo cotidiano con la llave maestra que le confiere la soledad del receptor, su ocio improductivo, la urgencia de mirar hacia afuera y por supuesto la realidad educativa que pesa sobre quienes no tienen oportunidad siquiera de comparar lo que se les ofrece con algo que valga la pena. Es una inercia remolino que ha venido abriendo el diámetro de su espiral para tragarse todo lo que puede en el menor tiempo posible.

Una telenovela se construye de la manera más inverosímilmente simple. Hay que conseguir actores dóciles (muchos ahogados por el desempleo) que trabajen a la altura de sus limitaciones profesionales y que por lo tanto dependan de su amistad y simpatía con quienes financian el proyecto. Hay que tener una historia que casi siempre sea adaptable al puntaje de audiencia  verificable por los patrocinadores. Hay que darle un ritmo cuya repetitividad haga creer que se avanza. Hay que enredarlo todo hasta el sin sentido más desesperante, ponerle algunos efectos especiales y negarle toda idea de calidad que se rebele a tanto lugar común literario y audiovisual. Pero sobre todo hay que tener patrocinadores y una descarga de publicidad que insista hasta la saciedad en que la historia en cuestión es la mejor, la más lograda, la nunca vista y la que dejará satisfechas las ensoñaciones del público. Repetirlo, repetirlo hasta que alguien lo crea, por cándido o por cansancio.

Muchos de los éxitos logrados por la telenovela  tienen ocasionalmente detalles dignos de mención en lo muy particular de los avances técnicos. Algunas veces cierto atrevimiento ideológico o erótico, el uso de palabras antes vedadas y no pocos trucos de imagen, son producto de una inercia competitiva que en el género acicatea la conquista de público y patrocinios. Lo temático profundo, la realidad de la vida cotidiana, las problemáticas sociales, políticas, económicas, educativas y culturales brillan por su ausencia en la dramaturgia tele novelera.  En tantos años ya no es casualidad.

Pero dígase lo que se diga, la fascinación que la telenovela ha producido sobre los públicos rebasa el cálculo más optimista o trágico según se vea. Ni la comunicología ni la publicística, la sociología, la ciencia política, la antropología o la futurología, sospecharon el fenómeno tele novelero y su despliegue expansivo que en los años más recientes ha trascendido unas fronteras y otras. Ya no es posible producir telenovelas con criterios locales o regionalistas. Hoy el discurso se planea globalmente para que la traducción no presente dificultad de interpretación cultural. La uniformidad de moda.

O la calidad de la telenovela reina con la potencia invasora de discursos que en otros tiempos tuvo el cinematógrafo. O en otros países tradicionalemte consumidores de melodramas escasea el producto. O hay más demanda. O la telenovela se ve como neoturismo morboso para conocer "otras culturas".   O de plano la standardización de la cultura llegó antes de tiempo a los excesos que siempre temimos.

Son grotescos también los talk shows los relaity shows, y los la dictadura del raiting que soporta guerras civiles publicitarias en refriegas mediáticas donde se hace con chismes farandulero bocadillos cotidianos para el apetito del morbo común.

Esos chismes que diariamente se consiguen o inventan para hipnotizar paladares vouyeristas, construyen a su modo repertorios de leyendas decadentes atravesadas con intereses mercantiles. Poco o nada importa la proximidad del chisme con la verdad... la realidad. Para el chismoseo farandulero, la quintaesencia es el show de la intimidad ajena, ventilada socarronamente (con permiso o sin él) de los interesados.

El chismoseo mediático pertenece al paraíso de la charlatanería ambigua del capitalismo. Su tráfico de informaciones e influencias recorre todos los campos de lo manoseable para instalarse indefectiblemente en el trono de la cobranza monetaria y política. El chisme mediático es una mercancía.

La chismología mass media posee esa estética ambivalente que siempre abre zonas muy cercanas a la calumnia. Todo se pinta con sospechas, certezas relativas, intuiciones morbosas o indefiniciones exageradas. Muy a su pesar  el chismorreo mediático tiene límites no necesariamente éticos. Obligado a la exageración, la sobreactuación, el escarnio, la vulgarización y la calumnia el reflujo informativo de los chismosos mediáticos cierra un circulo vicioso entre la inercia del negocio, la cultura del espionaje, los devaneos del star sistem y la apología de la mediocridad. Y entonces reina la estupidez arropada con frivolidad.

Toda la chismología mediática deviene de potenciar como deporte promiscuo cierta necesidad morbosa por meter la nariz en las vidas ajenas. Especialmente si las rodea la fama. Su éxito deriva de una trampa doble. Faculta la intromisión moralista y ahorra el peligro de abrir la boca y ser identificados. El emisor y espectador de chismes mediáticos se sumergen en masturbaciones anónimas. Sin correr peligro. Son otros los que juegan con las palancas del poder, otros los que expanden el morbo a cambio de una complicidad mercenaria que aguarda vorazmente sus bocadillos chismosos. Vengan por donde vengan.

Con una alegría inefable, que por enfática suele parecer falsa, la vocación de producir mensajes televisivos radiofónicos o impresos es, hasta el hartazgo, repetitiva. Todos son iguales, todos se copian a todos incluso se plagian, se autoinspiran y se reflejan. Como un Narciso de mil cabezas que mira a un gemelo Narciso con mil cabezas llamado público chismoso. Locutores, reporteros, escritores y demás profesionales de la Comunicación chismografíca, obligados a convertir en noticia de raiting cualquier banalidad, rebuscan cuanta ampulosidad sintáctica está a su alcance. La prenda amada es convertir todo en escándalo.

Y efectivamente hay una tomadura de pelo subyacente en el modo de promover, seducir y convencer a la clientela mediática. Hay subestimación de la inteligencia, hay tergiversación de datos, hay impostación, exageración, pose, pedantería y soberbia. Todo junto y con frecuencia insalubre. Y a toda hora.

Es grotesco el pan televisivo al que sometemos diariamente a os niños. La tragedia de los niños. Dalí dijo que “los Norteamericanos tienen el tiempo demasiado rígido, adoran la sangre y odian a los niños”. Todo parece indicar que las economías dependientes están asimilando tamaña herencia. No se explica de otra manera la actitud permisiva con que contemplamos esa dosis de violencia gratuita e inmisericorde descargada diariamente sobre las conciencias infantiles de toda América.

Ese discurso de la violencia, publicitado bajo todos los medios y modos posibles, es tarde o temprano, proyecto ideológico fracturador de estructuras psicológicas en los pueblos. Sistema de amedrentamiento rentable sembrado para inmovilizar expresiones en desacuerdo con las calamidades colectivas o privadas. En medio de las objeciones que se pueden presentar a Dalí uno debe acordar con lo contundente de su síntesis crítica. O ya es muy tarde.

Esa violencia que “El Policía del Mundo” abandera a toda costa, se deja sentir en lo obvio como en lo subliminal, para convencernos a ultranza sobre los poderíos absolutos que pretende globalizar. Rambo y Fujimori hermanan sus habilidades en una cruzada que, al estilo más puro del show bussines, impresiona la idea que del mundo quisiéramos forjar en nuestros niños. Crean el marco perfecto para la agresión protagonista aplaudida, y se paga en millones de dólares y conciencias.

Que los niños asalten a los adultos, que incendien casas y automóviles, golpeen maestros y compañeros, acudan armados a las escuelas y violen en grupo a sus compañeras, retrata descarnadamente moral y espíritu de sociedades en crisis, desarticuladas emocionalmente, caotizadas en la formación de  principios fundamentales para la convivencia grupal e hipnotizadas con sangre derramada por héroes, que lo son, en tanto mayor violencia generen para dominar y explotar individuos o pueblos. Bonita historia.

Pero la inyección ideológica mayor de la violencia que los niños maman frente a la tele tiene como objetivo principal desbordar todos los ámbitos puramente formales para entrar en  planos más profundos, convertida en discurso nítido con ejes muy precisos. En orden diverso se trata de convencerlos de que nada es posible en contra de hegemonías, poderes y propiedades dominantes; que lo propio vale poco; que todo lo que se intente en el discenso está condenado al fracaso o a la represión; que tarde o temprano poder es sinónimo de fuerza; que uno se equivoca cuando pretende cambios y que el que tiene la fuerza tiene la razón. No es poca cosa. Los niños lo miran durante muchísimas horas de todos los días en dibujitos animados, historias de vengadores militarizados, diálogos, debates y noticieros. Violencia gratuita, desentusiasmante ante todo cambio que reponga la justicia, aunque se use como coartada de intereses nunca declarados abiertamente. ¿Dónde están los ministerios de educación, las escuelas de Comunicación, asociaciones de padres y  leyes de medios para ofrecer  programas nacionales de resistencia contra tanta violencia inducida? Desde el “Chavo” hasta la información periodística más aparentemente seria, existe una complacencia monumentalmente despiadada que se contenta con los “horarios de protección al menor” como si con ello quedasen conjurados los interdictos ideológicos de la violencia que nos invade. Esa violencia genera otras violencias. Genera descargas agresivas que viajan descontroladas por todos los rumbos de la conciencia. Unas por imitación, bajo los cánones más colonizados, casi sin remedio en la sicología social de nuestro tiempo. Por ello incluso hay mujeres y niños golpeados permanente e impunemente. Otra violencia trabaja convertida en depresión galopante en niños callejeros, prostitución, robo y crimen consuetudinarios, en medio del desempleo, explotación e indolencia ante el dolor social y falta de futuro. Pero hay otra actitud que puede ser activada contra la violencia de los medios en defensa de la salud mental infantil.

Es la actitud organizada inteligentemente, que contra la apología del delito, rearme estrategias para contrarrestar los efectos devastadores de la violencia yanqui. Son muchas las fuentes históricas de la violencia, mucha la filosofía y sociología escritas. Pocas las acciones efectivas conocidas.

Porque estamos en el centro de una guerra ideológica se requiere un estado de maduración social dispuesta a participar dinámicamente para contrarrestar el esquema ideológico de aquella violencia que deja dividendos incalculables en los bolsillos de ciertos magnates fabricantes de programas televisivos, armas y miseria. Juguetes, vocabularios, comics, corrupción, impunidad y hambre, sumados o potenciados por los discursos mediáticos, pueden desatar otra violencia que un día nadie controlará. Ni con el zaping.

La mujer como mercancía:

Hay que andar con pies de plomo cuando se incursiona en temas relativos a la intimidad, anatomía o fisiología femenina por lo frágiles que son las fronteras entre el desenfado y la ofensa. Seguramente hablar, publicitar o comercializar toallas femeninas disgusta a más de una sensibilidad, mientras a otra, le parece de lo más "natural" y cosmopolita, mantener informada a la población sobre los tipos, tamaños, diseños y virtudes de un artefacto "higiénico", "inocente" y "práctico" Dime qué toallas usas y te diré quién eres.

Fetichizadas por la cultura de masas, para cumplir con sus liturgias mercantiles, las toallas femeninas son algo más que discretos y absorbentes solucionadores de bochornos mensuales. Se las asocia con términos y conceptos que en su ambigüedad eufemizan  trasfondos de intenciones mercadológicas bastante poco fieles a las problemáticas verdaderas de las mujeres. Confort, modernidad, seguridad, status y cientos de sucedáneos verborréicos manoseados para consolidar un estilo casi clásico en la publicística contemporánea. Imagen de individuos estandarizados, prototipo de los valores más superficiales. Identidad femenina desechable.

Lo que es acontecimiento cíclico de la naturaleza y expresión enigmática de la fertilidad  se cubre con discursos moralistas y maniqueos evidenciados cuando, por oposición aparente, se esgrimen ideas de limpieza, discreción, femineidad, realización y dinamismo. La moraleja sigue siendo todo lo contrario. Detrás de la naturalidad aperturista con que se ofrece el discurso propagandístico se agazapa la ideología que ha hecho de la menstruación materia de satanizaciones brutales. Es el discurso que sobreentiende la sangre mensual como sinónimo de suciedad, animalidad, fealdad y peligro. Es el  discurso de las consejas oscurantistas reaccionarias y represivas que siempre estigmatizaron a la mujer durante sus períodos menstruales. Es la  ideología sometedora que apetece insistir en que ahora, para paliar el efecto desagradable producido por la “regla”, y para ser “libre”, “dinámica”, “segura” y más mujer hay que usar  productos novedosos, garantía de discreción. No hay apertura, hay ocultamiento sofisticado.

Tal vez para muchas mujeres, efectivamente, el uso de algunas soluciones ofrecidas por las toallas femeninas, alivien más o menos,  las incomodidades menstruales que no todas sufren. Seguramente la investigación ha logrado avances que en términos de materiales, formas y costos resuelven lo que en otro tiempo fue asumido de manera distinta. Pero lo que debe ser atendido es asunto específico del desempeño cotidiano femenino con sus realidades y necesidades en sociedades misóginas incapaces de abanderar el respeto generalizado. Comenzando por su naturaleza.

La menstruación no es una “maldición divina”, no es “suciedad” ni “mancha” en la dignidad. No tiene por qué ser ocultada, disfrazada, camuflada o eufemizada para tranquilizar a esperpentos asustadizos que se inquietan por toda manifestación orgánica. Hay que ponerlo en claro aunque parezca ridículo en pleno exitismo  posmoderno neoliberal. Aún hoy en nuestras sociedades están presentes los mitos e ignorancias que marginaron a las mujeres por el hecho de menstruar. Se las apartó de los cultivos porque eran sospechosas de perjudicar las cosechas. Se las encerró en habitaciones especiales porque en períodos menstruales eran portadoras potenciales de enfermedades y calamidades en todo orden. Se las miró con desprecio porque “olían mal”, porque estaban “poseídas”, porque eran portadoras de  “pecados originales” asociados con la “sangre sucia”.

No es gratuito el peso de esa vergüenza atávica generada en las mujeres y no es casual que en la historia de su sometimiento esclavizante, algunos mitos de la menstruación sirvieran como puntales enfatizadores de tanta culpa  descargada ferozmente en su contra. Pero la base de toda estigmatización y marginación de las mujeres está en la lucha de clases y no en el género. No nos mintamos.

Por la menstruación las mujeres también son víctimas de chistes morbosos, de incomprensión laboral y familiar, de sospechas y menosprecios que bien merecerían poner en tela de crítica a la sociedad entera. No se admite ni respeta el impacto general que sucede mensualmente sobre al estado general del ánimo, el rendimiento, los trastornos emocionales ni las revoluciones psicofísicas originadas durante los estadios premenstruales, menstruales y postmenstruales.

Aunque según algunas mujeres es mucho lo que se exagera. Publicísticamente, se ha hecho del fenómeno, deporte demagógico audiovisual que tiene como coartada cuanto estereotipo se imagine. Juegan a la suavidad más cursi, propia del engaño pudoroso que se escurre entre imágenes y frases,  prudentemente atrevidas y mojigatamente aperturistas.

Hacen protagonizar a la mujer el rol de esa heroína vencedora de su vergüenza ancestral, en favor de un “mundo feliz” e higiénico, posible sólo si se engancha mensualmente (y para siempre) con el consumo del fetiche mercantil anunciado. Se da un tratamiento histórico a ese antes y después fronterizado por el uso de una toalla que en su sequedad escurre promesas jugosas de modernidad, aceptación y discreción.

Avergonzar a los demás ha sido siempre buen negocio. Pregúntese a los comerciantes del pecado y la culpa. Por si fuera poco, el microclima ideológico posicionado por la publicística para crear un círculo vicioso entre la imagen femenina aceptada, “juvenil”, y “abierta”, con el pasado tenebroso del estigma, genera dependencias subliminales costosísimas para la sociedad. No omitamos el problema ecológico.

A una población desinformada sexológicamente, engañada con el manual del usuario feliz para los genitales, (perpetrado por los genios del control poblacional) y asustada con el pandemónium del SIDA, - más toda la herencia culpígeno religiosa y terapéutico redencional  le quedan pocas escapatorias. Tiene ante sí, la inteligencia mercenaria de quienes sólo quieren vender con eficiencia a cualquier costo lo que sea. Y se enriquecen impunemente.

Cada toalla femenina es además portadora de un principio consumista perfectamente inoculado en el paquete ideológico que la soporta. La oferta y la demanda apuntaladas con mercados copados, doctrinarismo publicitario, densidad poblacional y ciclicidad orgánica son plato magnífico donde se relamen los bigotes ciertas marcas. ¿Dónde estarán todas las alternativas ideadas para el caso y dónde las políticas sociales de quienes no pueden ignorar la dimensión del tema? El gato cuida la carne.

Si las toallas femeninas son prácticas, cómodas, y liberadoras lo son por su carácter funcional y no por el fetiche mercantil y mediático en que se han convertido. Ni agregan ni restan personalidad a la usuaria. ¿Por qué no son una prestación laboral adicional?

Pisar con pies de plomo los temas vinculados a la intimidad, sexualidad y fisiología femenina sirve de mucho para pensar en las susceptibilidades no por sexuales o de género sino por dignidad humana. Las fronteras entre lo cierto y lo falso son frágiles, la impunidad galopante, la desinformación pan diario y la crítica paupérrima.. Lo único que no podemos hacer ante esto es tirar la toalla.

 

Estética de la Comunicación:

(problemas estéticos en Comunicación)

Estética es economía del placer o de goce.El arte es otro medio de Comunicación.

Metido en el torbellino descomunal de las revoluciones comunicacionales más importantes del siglo XX, el movimiento surrealista interpuso su manifiesto como acta de nacimiento, agitación, estatuto y programa transformador  influencia definitiva sobre la casi totalidad de las experiencias expresivas contemporáneas. 15 de 0ctubre de 1924.

Quedó modificada para siempre la idea de Comunicación, su producción, distribución y consumo, gracias al paradigma impregnado por la dialéctica de ruptura y transformación surrealista que preño con responsabilidades revolucionarias los designios de toda idea y forma vinculada con la expresión y su libertad.

Con sus manifiestos los surrealistas redimensionaron críticamente el papel de la Comunicación y su relación con la liberación total del espíritu humano. Nació una síntesis primero ética que estética que exploró todos los medios a su alcance para provocar estallidos de Comunicación en búsqueda de la imaginación, la fantasía y lo maravilloso para “transformar al mundo”.

Esa revolución surrealista de la Comunicación lo fue también y en simultáneo de filosofía, estética, arte y poesía, y debe ser entendida con toda precisión para observar los alcances e influencias que tiene en los debates, acciones y medios comprometidos con la libertad de expresión.[18] Para ese entendimiento es necesario definir un escenario teórico y práctico, de lo general a lo particular y viceversa.

 Un tal Marcel Duchamp

Todos los puntos cardinales de la Comunicación, el arte o la estética contemporáneos deben pasar obligatoriamente (incluso para negarlo) por el pensamiento y obra de Marcel Duchamp. Nadie como él, produjo en el amanecer del siglo XX rompimientos vanguardistas y revolucionarios soporte de las experiencias expresivas vigentes.

En 1913 Duchamp rompió con la pintura y produjo sus primeros Ready Made. Antes que Picasso, DADA o el Surrealismo... antes que cualquiera. Activista de la emancipación conceptual, reveladora de secretos, reinaugurador del pensamiento y humorista irreverente; Demostró la fragilidad del objeto comunicante, del medio, ante la potencia intelectiva del creador; sentenció a muerte el decorativismo en toda forma de Comunicación, incluido el arte; repuso el amor y el erotismo como razón y sustancia del acto creativo; provocó el parto contemporáneo de la acción plástica y fue pieza fundamental en el nacimiento y evolución de los movimientos expresivos más importantes del siglo XX. “En torno a este hombre, verdadero oasis para los que aún buscan, podría librarse, con especial agudeza, el asalto capaz de liberar la conciencia moderna de esa terrible manía por la inmovilidad que no dejamos de denunciar” André Breton.

De los desplantes y provocaciones con que Duchamp inquietó a la  producción comunicativa a principios de siglo, se desprende una no-escuela influenciadora y guía, hoy aún insuficientemente estudiada o valorada. Hay en la inteligencia y obra de Duchamp una simplicidad compleja endemoniada, propia de su genio extravagante que estuvo en contacto con los desafíos de la expresión humana. Y están, sobre todo, en la inteligencia y obra de Duchamp, las tácticas y estrategias dialécticas que dominan al tiempo para eso tan preciado y enigmático que llamamos vigencia no hegemónica permanente.

A Duchamp se le sataniza por afirmar que quien comunica no crea sino que elige entre objetos fabricados o naturales. Encuentra correspondencias o relaciones en lenguajes que irradian conexiones ocultas o ignoradas. Eso duele a ciertos exquisitos que se creen tocados por un don extraterrestre. Duchamp propuso una actitud resolutoria para lo artístico donde no caben como valor moralista las maromas eficientistas de los iluminados.

Tomó objetos ya hechos, lo más antiestéticos posible, cuyo grado de ambigüedad facilitara una especie de renacimiento interior. Les cambió el nombre y los hizo cómplices de otros objetos. Los llamó arte llamándolos también Comunicación. Puso además en tela de juicio todas las valoraciones y apreciaciones esteticistas sectarias de un mercado de la expresión dominado por mercaderes objetualistas. Y, sobre todo, sostuvo a ultranza las potencias amenazantes de la inteligencia que es capaz de trascender los límites de todo preconcepto o canon hacia una revolución posible por necesaria. Abrió sin ambages las puertas de la historia con propuestas renovadoras no subordinadas por los imperios burgueses del gusto amaestrado.

Henri Robert Marcel Duchamp nació el 28 de julio de 1887 en Blainville-Crevon. Estudió el bachillerato de filosofía y letras y al igual que sus hermanos dejó todo más tarde para dedicarse a la pintura y escultura. Participó del Movimiento Dadaísta fundado en 1916 y luego se sumó al Movimiento Surrealista. “Una cara cuya admirable belleza no se impone por ningún detalle conmovedor, de la misma manera todo lo que se le pudiera decir al hombre se deslizaría sobre una placa pulida no dejando percibir nada de lo que ocurre en las profundidades, la mirada burlona, su ironía sin indulgencia, que expulsa al rededor la más ligera sombra de concentración y constata el problema que se tiene en permanecer por fuera completamente amable, la elegancia en lo que tiene de más fatal y por encima de la elegancia la soltura verdaderamente superior, así me pareció Marcel Duchamp a quién no había visto nunca, en su última estancia en París. Algunos rasgos de su inteligencia que yo había captado me hacían suponer maravillas de él”. André Breton.

Dadá masticó las hostias de la intelectualidad en la iglesia de la cultura para desatar demonios de inteligencia contra evangelios estéticos.

1914 Estalla la Primera Guerra Mundial.

1916 El barniz de uñas líquido y el lápiz labial de color rojo encendido se ponen de moda en Estados Unidos.

1916 D.W. Griffith filma la película Intolerancia.

1916 Inglaterra establece el servicio militar obligatorio.

Sin ser un movimiento, filosofía o religión, Dadá fue todo y al mismo tiempo nada. Dadá jugó a la ruleta rusa con los poderes hegemónicos de su tiempo mientras la historia  preparaba el cebo que sería mordido para una muerte por disolución en las calles cerebrales resbalosas de la memoria colectiva. Crimen organizado.

Dadá duró lo que el  azar quiso cuando la perversión se entretenía batiendo el caldo sangriento de la primera Gran Guerra. Los Obispos Mágicos de Dadá redactaron en sus manifiestos el programa de audacias e inteligencias que “La Cultura” burguesa no pudo tolerar. Como prometeos contemporáneos incendiaron la coherencia y verborrea que infectan a la humanidad con hormigueros ideológicos post-renacentistas y neoliberales.

Dadá aporta un vértigo revolucionario que pone en claro una cierta tarea destructiva inaplazable que por un lado nos oxigena mientras desenmascara la farsa intelectual justificadora del exterminio humano.

Dadá abofetea a la burguesía extasiada por su neocultura del crimen rentable. Dadá clava espinas en talones de los artífices burgueses de la comuicación (artistas e intelectuales entre ellos) que calzan zapatillas glamorosas de prestigio sagrado. Dadá es martillazo demoledor que desestructura ideologías domadoras.

El origen de Dadá no es exclusivamente cronológico, es también pago histórico de una deuda aplazada mucho tiempo. Es gesto que ensucia el espejo dulcísimo del filosofar neo humanista a principios de siglo. Dadá opone su concepción de la vida con una guerra irreverente contra las guerras de exterminio. Escribe sus manifiestos con sangre mística rabiosa para una Comunicación rebelde contra el silencio. Dadá inunda también en las entrañas del arte, sin ser lo que más le importa, para estallarle las vísceras; Dadá es “pecado mortal” que no encontrará perdón en la bondad eterna de los dioses del saber.

Por eso no faltan quienes desean verlo preso en bibliografías culteranas y en museos, crucificado y sufriendo cultos esnob nuevos. “El dadaísta lucha contra la agonía y el vértigo mortal de la época, rechazando cualquier actitud reservada e inteligente, él fomenta la curiosidad de aquel que todavía siente una curiosidad placentera por la forma más incierta de la oposición, él sabe que el mundo de los sistemas se ha desmoronado y que la época que apremia hacia el pago al contado ha abierto la puerta para la liquidación total de Las filosofías despojadas de lo divino. Ahí, donde para los tenderos empieza el susto y la mala conciencia, para el dadaísta empieza una risa luminosa y una suave tranquilidad”. (Hugo Ball)... “Los ideales figurativos y artísticos como programa de variedad es nuestra manera de empujar a Candide de reaccionar contra la época. Se actúa como si nada hubiese sucedido. El desolladero crece y uno se aferra al prestigio de la grandeza europea. Se pretende hacer real a lo irreal y de hacer aparecer a la traición a los hombres, a la explotación exhaustiva del cuerpo y del alma de los pueblos, a esta matanza civilizada, como un triunfo de la intelectualidad europea. Una farsa se lleva a cabo, se decreta que ahora el ambiente deberá ser de viernes santo y no podrá ser perturbado ni por el sonido disimulado y apagado de un piano, ni por el parpadeo de unos ojos. Ante esto sólo podemos decir lo siguiente: no se puede exigir que nos traguemos con gusto el desagradable pastel de carne humana con que nos obsequian. No se puede exigir que nuestras temblorosas ventanas de la nariz aspiren con placer Las emanaciones cadavéricas. No se puede esperar que creamos que es heroísmo la apatía y la frialdad de corazón que fatalmente se manifiesta en cada día más. Un día se tendrá que admitir que reaccionamos de manera muy cortés, hasta conmovedora; los panfletos más estridentes no bastaron para cubrir decentemente con lejía y desprecio la hipocresía general.” (Hugo Ball).

Dadá tiene sentido en el plano de los sucesos sin sentido, azarosos e inefables, en un plano de la conciencia colectiva donde resulta inevitable la tentación de interponer dudas a los mandatos dominantes para la existencia. Dadá inefable, lo fue también para sus Obispos Mágicos, demonios en el sentido griego, que traían mensajes de auxilio y salvación al reino de la farsa.

“gadji beri bimba blandridi laula lonni cadori

gadjama gramma berida bimbala glandri gal-

assassalaulitalmini

gadji beri bin blassa glassala laula lonni

cadorsu sassala bim

olimai bin beri ban

gadjama tuffm izimizalla binham gligia wow

o katolominal rhinocerossola hopsamen lau-

litalomina hoo gadjama rhinocerronssola hapsamen lau-

litalomina hoo gadjama

rhinocerronssola hapsamen

bluku terullala blaulala looooo.” (Hugo Ball poema)

Dadá es ataque furioso con armas delirantes y extremistas que pone puntos suspensivos al futuro porque lo sabe trágico. Dadá adivina el desenlace lógico en un correlato de fuerzas desiguales que intenta disolver toda revolución para convertirla en mercancía o materia de consumo. Dadá dejó pendiente una lista larga de tareas que comprometen a la posteridad contra la farsa contextual. Tareas hacia un orden comunicacional nuevo y una distribución igualitaria de la riqueza comunicacional.

Hay una Comunicación que lame los muros de los mass media con saliva viscosa que resbala prestigios y cuentas bancarias. Hay una expresión y cultura burgueses estanciados en recintos palaciegos revolcándose en su decadencia y crisis. Solemnes, serias y puntuales, las instituciones comunicacionales siguen sembrando espejismos en el desierto de sus demagogias. (Su hablarle al pueblo) Hacen pasar por popular el interés de los menos. La Comunicación sigue metida en pretextos bucólicos para que algunos benditos se santigüen con las aguas generosas de la ignorancia generalizada. La muerte está por todas partes. Hay una Comunicación que debe ser destruida.

“Asco ante la magnificencia de los filósofos quienes durante unos 3000 años nos han estado explicando todo (¿para qué?);  Asco con Las pretensiones de aquellos artistas -representantes-de-dios-en-la-tierra; asco con la pasión y con la verdadera maldad patológica en donde no vale la pena molestarse; asco con una falsa forma de dominación y restricción en masa, que acentúa en lugar de calmar el instinto de dominación del hombre; asco con todas Las categorías catalogadas, con los falsos profetas que no son otra cosa que un frente para los intereses económicos, la vanidad enferma; asco con los tenientes de un arte mercantil hecho a la medida de unas cuantas leyes infantiles; asco con el divorcio entre el bien y el mal, lo bello y lo feo ( ¿por qué es más aceptable ser rojo que ser verde, o ser de izquierda en lugar de derecha, o ser grande o pequeño?). Y finalmente asco con la dialéctica jesuita que todo lo puede explicar y que puede llenar Las mentes de la gente con ideas oblicuas y obtusas y sin ninguna base fisiológica ni raíces étnicas, todo esto mediante el artificio enceguecedor y las innobles promesas del charlatán” Tristán Tzara.

La expresión y su libertad son aún Penélope sentada en las necesidades decorativas de la burguesía que ha crecido incluso en la demanda. El arte por ejemplo retoca un poco por aquí y otro por allá la vanidad mercenaria súbdita del que paga. Siguen en el poder los que “pecan por la paga” y los que completan el viceversa. La inteligencia es un zombie que aparece en las conversaciones convencidas de un culto al olvido que no acaba por tenderle espacio a la vida a pesar de reclamos y  acusaciones. “¿Qué bien nos hicieron Las teorías de los filósofos? ¿Acaso nos ayudaron a dar un paso hacia adelante o hacia atrás? ¿Qué es hacia adelante y qué es hacia atrás? ¿Acaso cambiaron nuestras formas de satisfacción?. Somos. Discutimos, nos peleamos, nos excitamos. Lo demás es una salsa. A veces agradable, a veces mezclada con infinito aburrimiento, un pantano salpicado con manojos de arbustos secos. Ya basta de los movimientos inteligentes que han estirado más allá de lo posible nuestra credulidad sobre los beneficios de la ciencia. Lo que ahora queremos es espontaneidad. No porque sea mejor o más bella que otras cosas sino porque todo lo que emerge libremente de nosotros, sin la intervención de Las ideas especulativas, nos representa. Debemos intensificar esta cantidad de vida que gustosamente se gasta en todas Las áreas. El arte no es la más preciosa manifestación de la vida. El arte no tiene el valor celestial y universal que la gente le atribuye. La vida es mucho más interesante. Dadá conoce la medida exacta que debe dársele al arte: con métodos sutiles, pérfidos, Dadá lo introduce en la vida diaria. Y al revés” Tristán Tzara.

Hoy por hoy la espontaneidad sigue estando prohibida. Las instituciones imponen frenos a la dialéctica más propia de la dinámica vital. La cultura sigue metida, institucional, en la lógica almidonada, de la conveniencia mercantil y política burguesas sobre espejos serviles. La Comunicación a sus pies.

El Cabaret Voltaire, fundado en 1916 fue el espacio en el que Dadá vio desarrollarse su artillería conceptual más contundente. “Eso que llamamos Dadá (escribía Ball en su diario) es una payasada que sale de la nada pero que abraza todas Las cuestiones supremas. Es un gesto de gladiador, una ejecución de la moralidad y de la plenitud que tales cuestiones poseen. El dadaista ama lo excepcional, lo absurdo. El sabe que en la contradicción se mantiene en la vida y que su época- como ninguna antes- tiende a la destrucción de todo lo que es dadivoso”

Lo que Dadá aportó parece lejano en el tiempo pero se actualiza en los contextos actuales, el tiempo que vio nacer a Dadá, tiempo de crisis, muerte, y amenaza constante contra la humanidad sigue vigente. No es cuestión de ciclicidades metafísicas, es la lógica de un mundo acostumbrado al sometimiento, la mentira y la supresión de la libertad de expresión. Por eso se antoja un Dadá nuevo, como revancha para reencuentros que refresquen la memoria y los postulados de tesis que jamás perdieron fuerza. Un Dadá que escandalice y descomponga el cuadro de perfecciones que sigue vendiéndosenos. Uno que reponga a los “obispos mágicos”, capaces de escupirle a la realidad y a la farsa un fuego que abra espacio al juego, la espontaneidad y la vida con su tensión e incertidumbre. Dadá para lo cotidiano donde el azar ponga sonrisas nuevas a diestra y siniestra. Un Dadá contra los augurios que prometen más de lo mismo. Un Dadá para una Comunicación nueva y viceversa.

Se antoja un Dadá con todos sus sucedáneos y conexos que acompañen las exploraciones históricas que la sociedad hace hoy al universo de las alternativas. Un Dadá propio y nuevo para poner el dedo en la llaga contemporánea, para tender un puente histórico y dialéctico, con aquel Dadá que cada vez más parece inconcluso. Ojalá.

“Acontecimientos extraños. Cuando teníamos el cabaret en Zurich, Spielgasse 1, si no me equivoco vivía enfrente de nosotros en el número 6 de la misma Spielgasse el señor Ulianov Lenin. Cada noche tenía que oír nuestra música y discursos interminables. No sé si con gusto y provecho. Cuando inauguramos nuestra galería en la calle Vahnhof, los rusos viajaron a Petersburgo para organizar la revolución. ¿Acaso el dadaísmo como símbolo y gesto es lo contrario al bolchevismo? ¿Contrapone el dadaísmo a la destrucción y al cálculo consumado el aspecto totalmente quijotesco, contraproducente e incomprensible del mundo?. Va a ser interesante observar lo que ocurrirá allá y lo que ocurrirá aquí” Hugo Ball 

 

Revoluciones de la Comunicación:

Lo que Buñuel aporta a la Comunicación audiovisual contemporánea es una especie de viaje en busca de continentes fantásticos que hace necesaria la creación de sistemas distintos para la navegación en mares multi magnetizados donde la única brújula posible es la navegación misma.

Buñuel cercenó los ojos de una estética visualista acostumbrada a un cachondeo fácil con cierta iconografía cinematográfica. Buñuel abrió una llaga profunda por donde metió la mano hasta tocar, apretar y estremecer los filamentos más íntimos de la percepción y de la lógica. Buñuel inauguró sistemas estéticos que dejaron salir torrentes conceptuales e interrogaciones hoy vigentes e insuficientemente exploradas.

La expedición surrealista al cine aportó semántica, sintáctica y pragmáticamente descubrimientos expresivos para un medio que prometía acercarse a las coordenadas más profundas de lo simbólico donde habitan cuerpos e imágenes que juegan a lo arbitrario con lo cultural. Por eso se reúnen en la pantalla anécdotas plásticas que se comportan como túneles donde las imágenes absorben el caldo subconsciente del público para sintetizarse por la vía de una seducción simbólica que reacomoda todas las funciones estéticas, se traslada la pantalla cinematográfica al interior del espectador. Tocado lo simbólico, es decir, excitado en el cine surrealista, se desarrollan técnicas de escritura, representación y realización donde la lectura es un juego distinto más cercano a los ingredientes fundamentales del sueño. Buñuel reveló correlaciones entre las cualidades exponenciales del cinematógrafo y las cualidades poéticas que el surrealismo abandera como filosofía. Puso en contacto contenidos y continentes a fuerza de transgredir límites mientras se depuran mapas y rutas en la búsqueda de un tesoro valioso.

Lo que se mueve con el aporte del cine surrealista es un sistema intrincado y rico que hace de la imagen portadora de sensaciones desequilibrantes. Se ponen a flote entidades de la locura humana hundidas en el mar del racionalismo y la moral. Se produce una especie de escritura automática que abraza a otras sintaxis en acto de amor embriagado por sí mismo.

La función de la imagen surrealista no es objetualista, como en la mayoría de las producciones cinematográficas que se estancian en el plano sígnico. No hay depósitos arbitrarios ordenados solamente para la retórica ni cargas semánticas prefabricadas unidireccionalmente. En Buñuel la función de la imagen trasciende lo sígnico (aunque lo use) para entrar a lo simbólico. Lo que se ve también es invisible y ya no es nombrable, ya no comparte la realidad del sustantivo aunque pueda identificársele. La imagen trasciende sus planos animándose con fuentes propias para crear tramas inefables e inasibles.

Se trata por supuesto de un juego de humor inteligente que estalló en la cara del tiempo, saturado con retórica de farsas entre dictaduras militares, religiosas y artísticas.

“Para sumergir al espectador en un estado que permitiese la libre asociación de ideas, era necesario producirle un choque casi traumático en el mismo comienzo del film, por eso comenzamos con el plano del ojo seccionado, muy eficaz. El espectador entraba en un estado catártico necesario para aceptar el desarrollo ulterior” (Luis Buñuel, habla de “Un perro andaluz”.

Las imágenes signo-símbolo, unidas al espectador por una especie de cordón umbilical nutriente bajo sus propias condiciones servían como detonador de barreras ante un receptor desacostumbrado a exploraciones estéticas inéditas.

La filmación de una película surrealista supone (o invita a suponer) el  encadenamiento de irrupciones donde todo es coautural. La problemática para escenificar atmósferas, contextos, luces, alucinaciones de personajes, objetos, espacios, densidades oníricas, etc., comprometen una capacidad de hechura donde aún lo repugnante para la lógica debe ser baluarte para la estética.

“ Evidentemente, se pueden deducir gran número de símbolos en la medida en que la película es la objetivación de deseos recalcados o presentados irracionalmente pero cuyas imágenes como Freud dejó muy claro, son siempre transposiciones de otras imágenes dejadas por el subconsciente. Pero propiamente no se puede llamar a este símbolo metáfora, tal como se entiende en el arte... Dalí explica también a su manera la intención del film: quebrar la inquietud mental del espectador y poner en evidencia la principal convicción que anima el conjunto del pensamiento surrealista: el valor todopoderoso del deseo. Este sueño reconstruido procede según él de la paranoia crítica que define así: La paranoia crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones delirantes, y que Breton por su lado había definido: la actividad ultraconfusional que toma sus fuentes en una idea obsesionante”. (Citado por Francisco Aranda hablando de “Un perro andaluz”.

Casi cualquier repaso sobre la inteligencia del surrealismo evidencia el contraste que existe entre la narrativa del cine convencional y los aportes implícitos en la creación de un nuevo lenguaje. Se trata de una oposición que sirve para ver la interioridad de los modelos que articulan un film y desde donde se tocan fuentes similares con objetivos diversos. El cine surrealista contiene el germen y el fruto de una revolución estética que no se asienta sólo en explicaciones. Su búsqueda pone las bases de una semántica, sintáctica y pragmática que impactan toda la cultura audiovisual vigente. A pesar de que se lo ignore. El cine surrealista, y especialmente la obra de Buñuel, conquistó territorios ricos donde las emociones se liberan con la fantasía, el conocimiento se reinventa a sí mismo, y salen de su ostracismo las potencias humanas sometidas permanente e históricamente.

Buñuel escarba en los roperos íntimos de la condición humana y desacomoda todas las prendas, reta a nuestro ser surrealista, habitante latente y lo obliga a hacerse patente. La estética surrealista (si puede llamársele así) se arma con provisiones para hacerse contundente ante un usuario que, metido en el juego, se vuelve creador de sus propias escaramuzas estéticas.

Buñuel jugó con lo cerrado, lo oculto, convencional, erótico, religioso, lúdico y pagano; puso por ejemplo, pelos púbicos ajenos en el cuerpo de sus actores para provocar estados de erupción subconscientes, fértiles al germen surrealista. Insultó caballerosamente a la moral para salirse con la suya; con la ironía virulenta, brutalmente poética y sobrecogedoramente sabia. Esgrimió el humor. Buñuel desnudó a la humanidad para ponerla en el punto justo de todas las redefiniciones donde optar es cuestión de vida o muerte.

Buñuel interrogó al futuro que vio claro con el poder de su intuición portentosa, produjo una obra de genio y con genio en la que se sintetizan todas esas cosas que no son fáciles de ver.

En esas  misma línea Magritte problematiza poéticamente la percepción, con acciones conscientes contra lo real. Estructura pictóricamente una semántica reñida con la nominación y lo nominable para ofrecernos una obra interlocutora del inconsciente. En oposición a la armonía Magritte se las ingenia para exponer dilemas que se apoyan en un origen recurrentemente intelectual. Bélgica 1898. René Francois Ghislain Magritte, su madre se suicidó. Surrealismo luz intensa producida por un rayo pertinaz y que rompe nuestros contactos con lo terreno.

Influenciado inicialmente por Giogio di Chirico, Magritte descubre poco a poco, la fuerza de un lenguaje que se articula con imágenes de profundidad indefinible. Es un proceso regido arbitrariamente en el concierto de las convulsiones históricas que se van redimensionando en los canales expresivos de una estética que, como la de Magritte, voló en mil pedazos, con todo y sus premisas, para multiplicar fantásticamente sus temáticas a lomos de una fantasía liberada pese a todo. Surrealismo: estremecimiento sutil y profundo que nos asalta cuando la realidad no puede ser nombrada.

Magritte, surrealista, pasa de largo la tentación de los sueños para pintar enigmas como quien posee la fuerza de un azar lúdico para enfrentar destinos, como quien sabe perfectamente adónde conducen los pasillos del laberinto.

Magritte, vigente, tesis que camina obediente de la mano rasposa del tiempo acusando fantásticamente el truco de la historia bajo una realidad enmascarada.

“Pintar un cuadro como si fuera una trampa... y la trampa consiste en una inevitable interpretación en la que caerán los amantes de la simbología, y pensarán en cualquier cosa menos en la idea absoluta que este cuadro describe.”

Magritte vigente nos asalta con propuestas que no buscan soluciones sino más propuestas en un contexto problematizado por un conjunto de dinámicas viciadas de origen. Ahí Magritte vuelve a proponer su fuerza y la fuerza de sus primeros trabajos más empeñados en narrar y sumar que en terminar consolidando oficios.

Impacta en la obra joven de Magritte un paquete recargado de recuerdos infantiles que juegan casi perversamente con sus premisas expresivas en su carrusel conceptual cándido y problemático.

En 1927 Magritte realizó su primera exposición individual armado del instrumento poético de la paradoja. Clima de entreguerras. Magritte rompe en algún momento con una cierta coherencia perceptiva que es distinguible en parte de su obra. Es tiempo de todos los tiempos venideros. La mancha sanguinolenta se convirtió en paréntesis que ratifica lo mismo en muerte, destrucción, humillación, abandono y soledad entre tantas soledades. El tiempo es de todos los tiempos que hoy exudan aún las balas sangrantes del monstruo que aún muerto siguió matando energías, siguió sembrando depresiones, siguió enrareciendo la atmósfera con su aliento mortecino y putrefacto... y sigue.

Magritte vigente lo es en cuerpo y espíritu porque aún hoy nos rodean los mismos síntomas de destrucción. Magritte en su conjunción de elementos opuestos y contradictorios encontró un proyecto expresivo capaz de conflictuar las relaciones entre el arte y la realidad y el problema de la no-realidad en el arte.

Magritte conflictúa la denominación de los elementos presentes en cada cuadro alterando los esquemas occidentales que paralizan el pensamiento reduciendo el potencial cognoscitivo por la vía de una especie de objetualización de la experiencia en unidades sonoras, arbitrarias y codificadas.

Son “observatorios” para una exploración lúdica de ida y vuelta, son “cartografía” arbitraria de un universo sin puntos cardinales. Son naves seductoras que despegan y aterrizan pertinaces movidas por la propulsión fantástica de las emociones íntimas y, son también, “espejos” que reflejan, cómplices, el tinglado complejo de voluntades y deseos múltiples para cerrar la “pinza” de un juego interno nada nuevo.

Cada obra se mece colgada en el tendedero de las provocaciones múltiples, esperando y generando respuestas y discursos que ya no están en la palabra pero que están ahí oreándose bajo los rayos simbólicos de un sol cultural que la vitamina, fortaleciendo esa toma de placer estético que se excita “tan callando”.

En la azotea de los resultados, la experiencia notifica los elementos, lo elemental, lo primitivo y lo primero. Queda claro de nuevo que están ahí prendidos con pinzas las prendas más íntimas de la vida sintetizando misterios y formas en cada forma sincerada consigo mismo al saberse prenda íntima también.

Malabareamos gustosos con símbolos de frescura incontable mientras nos dejamos sorprender por los lengüetazos intensos de la obra que se hace pertinente para atraparlos en el laberinto carruselesco de esas imágenes que nos arropan.

Es ése uno de los grandes chistes, de los grandes humores, que enseñan enseñando con sus paradojas, sus contradicciones y su necedad. Es como aplaudir a unas manos que se quitan los guantes para aplaudir. Es como meter la cabeza a una caja de espejos y sorprendernos por el realismo de la imagen.

Si por algo entonces se mueven las palancas de un lenguaje trenzado siempre con la sorpresa, es porque se parece al amor curioso este de exponernos en la conjunción de verbos balbuceados siempre, capaces de poner en comunión ese conjunto de prendas íntimas, que tanto se parecen a nosotros.

La pintura ofrece a Magritte un reducto que se subordina a las necesidades más íntimas de su fantasía transgresora, revolviéndose en la hierba fresca del paisaje más frondoso donde florecen las metamorfosis. Surrealismo : bofetada perenne en el rostro de la historia.

No hay en Magritte, según dicen algunos, una intencionalidad ideológica de orden político dispuesta en contra de los esquemas sociales, y sin embargo se mueve... esa contundencia que avanza sobre lo profundo del hombre, reordenando principios de comprensión en torno as los estímulos hechizantes de una sensibilidad que busca encontrarse con las fuentes permanentes de la locura creadora; ahí emanan nuevas revoluciones.

Magritte se encuentra con elementos de aparente intrascendencia e insignificancia para enfrentarlos al reto de la fantasía. Aún en  medio de la aparentemente escasa significación poética, la obra de Magritte funde lo racional con lo irracional en actos creadores donde metáfora y paradoja se unen.

Magritte produce sobresaltos estéticos en el observador común movido por la idea de generar “una acción consciente contra lo real a favor de una transformación de la vida”. La realidad ha de morderse la cola una y otra vez hasta que el cansancio venza a los que la aplauden. Magritte obliga a la gallina a confrontarse con el huevo en su polémica eterna.

Magritte pinta un espejo que mira a otro espejo perturbándolo todo con una sagacidad que es puntual a su tiempo y al nuestro. Acto de creación que en su núcleo posee la potencia de un discurso estético hasta hoy vigente, poseedor de verdades aún no devaluadas ni refutadas con suficiente poder fantástico.

La obra de Magritte hace de la realidad caricatura de ambigüedades desnudada en donde todo y nada son la misma cosa, arriba y abajo no interesan.

Magritte fue impulsor del surrealismo belga junto a Paul Delvaux; colaboró como ilustrador en varias revistas europeas y realizó exposiciones individuales en galerías importantes, pero fue eso y mucho más.

En la obra de Magritte los objetos se aíslan de sus funciones transgrediendo también el contexto, lo ajeno se une provocando atmósferas insólitas en las que todo se vuelve posible. Se fertiliza la imaginación alcanzando con placer el fruto prohibido del pensamiento que sabe hacerse distinto en la cama tibia de la locura más nutritiva.. El pensamiento se disuelve en fantasía, se acurruca en los brazos de un aventurero experto capaz de modificarlo todo a fuerza de transgredir el tiempo y espacio. Dándose probaditas de aventura en cada obra. Magritte conjuga dispositivos mentales arbitrarios obligándonos a identificar a la irrealidad en el juego al final importante que pone a bailar incluso a la reiteración.

Magritte consiguió obligar a los objetos y a los sujetos a violentar sus lenguajes para trasladarlos a otros integrando objetos y emociones discordantes. Es Magritte vigente, es Magritte de hoy.

La inteligencia surrealista es el poderío de una revolución de las expresiones que seguirá negándose a ser histórica en su guerra contra la lógica cronologista de los sepultureros de la verdad. Seguirá negándose al reduccionismo la presencia y conciencia surrealistas que han sabido detonar intra y extra temporalmente los pilares de las sociedades subordinadoras del espíritu y del hombre.

El ataúd carcelario construido para el surrealismo por los artífices de la normalidad, la moralidad y el buen gusto, muy a su pesar, no ha podido ser usado. La potencia mágica del pensamiento surrealista, inasible y demoledor, continuará superponiéndose a explicaciones de la existencia estrictamente racionales.

La búsqueda de los poderes perdidos del hombre por la separación cristiana del cuerpo y del alma, la revaloración del azar y la locura como agentes para la transformación social y cultural, son estrategias necesarias que no pueden ser reducidas por la óptica de los que se dedican a construir tumbas bibliográficas o museísticas. Los espíritus rebeldes del surrealismo fueron siempre capaces de reírse de la muerte, incluida la propia.

Conocedores del contenido mágico de  lo artístico, los surrealistas construyeron un observatorio para la contemplación en el espacio interior del hombre, proponiendo métodos y mapas para una exploración  profunda y lúdica al servicio de la liberación y dictadura del espíritu.

Videntes de ese otro mundo, los surrealistas esgrimieron en su guerra los instrumentos de la locura propios de la simbología más íntima del hombre y acicatearon la insubordinación de los instintos en contra de un mundo limitado y mediocre, víctima del productivismo capitalista, la utilidad y el sojuzgamiento crónicos.

Sabedores de que en el conocimiento del yo inmediato subyace el conocimiento de la totalidad, los surrealistas integraron a sus métodos los ingredientes filosóficos que los facultaron para su gran síntesis: avanzar en la perturbación de los órdenes éticos, estéticos y políticos convencionales para encadenar la convulsión de lo interno a lo colectivo, socializar las rupturas y proponer estructuras teóricas y prácticas distintas.

Y una de sus armas de Comunicación fue y es la poesía que nace bajo formas inexplicables. Como en los “Cadáveres Exquisitos”.

Conviene saber que el “Cadáver Exquisito” da vida a banquetes escalofriantes donde lo maravilloso se deleita con casualidades causales. Se trata de un juego. Nada más, nada menos. Alguien escribe (o dibuja) cualquier cosa al antojo de lo circunstancial o de lo absurdo, da lo mismo; otro repite el capricho, se agregan a discreción quienes, presentes o distantes, quieran cooperar con el suceso. No hay límites. Después se muestra el resultado para que la inteligencia resuelva enigmas semánticos, sintácticos y pragmáticos como detonadores fantásticos que establecen, con frecuencias pasmosas, conexiones impensadas. Es un juego muy serio. Buen provecho.

“Mediante diversas experiencias, concebidas bajo la fórmula de juegos de sociedad, cuyo carácter sedante, cuando no recreativo, en nada disminuye el alcance del experimento, tales como la creación de textos surrealistas, obtenidos simultáneamente por varias personas dedicadas a escribir, en la misma estancia, de tal a tal hora, y colaboraciones que deben conducir a la formación de una frase o un dibujo, en las que cada colaborador ha contribuido con un solo elemento ( sujeto, verbo o predicado - cabeza, vientre o piernas)... creemos haber dado lugar a que aparezca una curiosa posibilidad del pensamiento, posibilidad que bien podemos llamar de contribución en común. De esta manera, siempre se establecen relaciones sorprendentes, se ponen de manifiesto analogías notables,  a menudo hace su aparición un factor inexplicable de irrefutabilidad, y, en todo caso, estas experiencias constituyen uno de los más extraordinarios lugares de encuentro” André Breton

Con el “Cadáver Exquisito” se inaugura un sistema juguetón que aporta a la escritura, la plástica y las artes en general, pistas de contacto basadas en  asociaciones de ideas y en  correlaciones de la síntesis. Emerge la certeza de que la inteligencia se las arregla para sostener complicidades peculiares con otras inteligencias, apoyándose en aventuras aparentemente azarosas. Nadie lo sabe, pero parece no importar demasiado. La magia ocurre para quitarle lo solemne a oficios que no deben despegarse de lo lúdico. Es cosa de practicarlo. Como la Comunicación toda en su sentido más libre.

Con no pocos simplismos reduccionistas excluyentes, algunos análisis racionalistas intentan, más o menos fallidamente, explicaciones sobre las fuentes y efectos del “Cadáver Exquisito”. Ni lingüistas, semiólogos, epistemólogos o estetas terminan por dilucidar qué designios peculiares facultan a esos conjuntos de palabras, trazos, objetos o imágenes dispuestos caprichosamente sobre cualquier soporte para que, con una voluntad aparentemente propia, articulen proposiciones explosivas. Algo, para algunos,  incómodo por inexplicable ocurre durante la práctica del “Cadáver Exquisito”. No basta con afirmar que el apetito voraz del pensamiento requiere a toda costa semantizar cuanto pretexto se ponga enfrente. En todo caso para el “Cadáver Exquisito” el campo semántico convencional tendrá importancia relativa mientras sean lo in nombrado y lo desconocido manjares promisorios del juego.

No sirven los cánones, los reglamentos, ni los estatutos estéticos para desentrañar las funciones creativas del “Cadáver Exquisito”. Es precisamente el hecho lúdico, anárquico y sorpresivo de la espontaneidad junto a la seducción no premeditada lo que potencia cada incursión al juguete ideado por los surrealistas. No sirven los psicologismos, los moralismos ni las filosofías. En su promesa impredecible e imperturbable el “Cadáver Exquisito” se reserva el privilegio electivo de sus apariciones más espectaculares. Nadie controla el fenómeno. Por eso conserva misterios y promesas,  por ello sigue practicándose desde disciplinas diversas, por eso está a salvo de  bastardeos mercachifles y desplantes glamorosos de vedette esnob. Es un juego vivo. La Comunicación en juego.

Anida en el “Cadáver Exquisito” un secreto irrevelable, una confabulación extraordinaria que gratifica incansablemente a sus adictos o adeptos. Secreto enervado con iluminaciones similares a las de todo rito sagrado. En el hecho colectivo (de comunicaciones) del “Cadáver Exquisito” comulgan voluntades que aportan su ofrenda personal para un placer de conjunto expectante siempre del milagro. Misa magnética que atrae todos los polos desde la significación hasta la representación, desde la sinrazón hasta la poesía, preñándolas con sorpresas, irracionalidades y  humor. El “Cadáver Exquisito” transforma, antagoniza, produce vértigo y tira al aire la moneda de las emociones que se reacomodan obedientes a leyes de gravedad propias. Es un juego.

“Juego de papeles plegados que consiste en hacer componer una frase o un dibujo por varias personas, sin que ninguna de ellas esté enterada de la colaboración o colaboraciones anteriores. El ejemplo ya clásico que dio nombre al juego y que fue la primera frase así obtenida, es el siguiente: El Cadáver - Exquisito - beberá - el vino -nuevo.” Diccionario del Surrealismo André Breton.

Pierden quienes se lo toman a lo solemne, los que por inercias descalificantes convalidan metodologías de creación acartonadas en las ideologías de mercadeo estético, los que en rigor de ciertas academias deudoras del racionalismo se olvidaron de que las artes, para no morir envenenadas por el decorativismo han de mantenerse irreductibles y convulsivas. Pierden además los que por ignorancias, miedos o purismos no se dan a la experimentación facultada portentosamente por el invento genial del “Cadáver Exquisito”.

 Pierden también quienes se ofenden cuando cualquier persona que se lo proponga desdobla su genio y engendra piezas fulgurantes, sin llamarse artista y sin vender status vedettistas.

Han hecho feligresía del “Cadáver Exquisito” inteligencias portentosas que modificaron para siempre la filosofía y fisonomía de la Comunicación en todos sus espectros, del arte o las expresiones estéticas en general: Duchamp, Picasso, Dalí, Buñuel, Huidobro, Neruda, Paz, Valery, Eluard, Soupault, Desnos, Tzara...y movimientos sinnúmero que directa o indirectamente entre estilos y géneros particulares usan o adaptan el “Cadáver Exquisito” para mantener un patio de entrenamiento y experimentación importantísimo.

También es bueno subrayar el mensaje crítico propositivo instalado por los surrealistas a través de todas las invenciones y técnicas de Comunicación aportadas desde 1919. (Escritura Automática, método paranoico crítico, collage, frottage, decollage, lectura de nubes, manchas, trabalenguas, bibliomancias, “lo uno en lo otro”, humor negro, “ready made”, invención de diccionarios etc.) 

Pusieron a descubierto la necesidad de recuperar para toda experiencia expresiva libertades, autonomías e irreverencias de todo orden y ante toda obra que pretenda honestamente conmover medios y modos de intercambio emocional-estético. Aporte metodológico para revolucionar al espíritu e independizarlo de las ideologías y mediaciones propagandísticas o publicitarias, artísticas, culturales o académicas manufacturadas por empresarios usufructuarios de cierto saber.

Revolución de la Comunicación que tarde o temprano contiene dinamita inteligente ante los muros sordos de cuanta cúpula individualista o pandillera se piense dueña de la expresión humana sometida a discursos  solemnes, malhumorados, severos, lógicos y recetables como paisajismo lava conciencias, lava dólares o lava cerebros.

La vigencia del “Cadáver Exquisito”, es notoria en la realidad comunicacional actual. Lo utilizan, aunque  muchos no lo admitan, insistamos:  cineastas, escultores, arquitectos, diseñadores, dibujantes... ¿Habrán imaginado los surrealistas el alcance generado por su invento aparentemente inocente. ?

A sabiendas de sus usuarios o no, incluso con nomenclaturas y adaptaciones diversas, el “Cadáver Exquisito” mantiene una frescura pasmosa que deja helados a muchos. “En la calle Chateau se inventa el juego del Cadáver Exquisito al que se unirán regularmente Morise, Man Ray, Miró y Breton. :  ...El Cadáver Exquisito tiene, si nos acordamos bien - y si nos atrevemos a decirlo así - su nacimiento hacia 1925 en la antigua casa destruida desde entonces, de la calle Chateau...” André Breton. 

¿Será una clave de la juventud creativa eterna?. Es un Cadáver que se niega a morir a pesar de los enterradores de la cultura, es un Cadáver que promete siempre sorpresas Exquisitas. Cosa de tomar papel y lápiz. Juego en serio.

 

Desde septiembre 28 de 1966 (día en que murió André Breton) y hasta la fecha, el tiempo se ha empeñado en demostrar la magnitud e importancia del movimiento surrealista en la cultura contemporánea y especialmente en la revolución de las expresiones soñada por él. No parece haber quedado ámbito del pensamiento intacto ante el impacto estremecedor de una propuesta que abandonó los territorios de lo intelectual o de lo artístico, para extenderse sobre todas las formas de la inteligencia. La vigencia, frescura y multipresencia de las bacterias conceptuales inoculadas por el Surrealismo a nuestro siglo, continúan fertilizando la inmensa mayoría de los hechos creativos que nos seducen hoy por hoy. Se admita  o no.

Son tantas las declaraciones, los manifiestos y las estrategias ideadas por los surrealistas para convulsionar y transgredir los cánones conservaduristas, y son tantos los efectos producidos, que no terminaremos por asimilar en mucho tiempo, todas las implicaciones y promesas en esa visión perturbadora, revolucionaria y liberadora, que fijó su fecha de nacimiento en 1924. Ayer mismo.

“...Indica muy mala fe discutirnos el derecho a emplear la palabra Surrealismo, en el sentido particular que nosotros le damos, ya que nadie puede dudar que esta palabra no tuvo fortuna antes de que nosotros nos sirviéramos de ella. Voy a definirla de una vez para siempre. SURREALISMO :  sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón ajeno a toda preocupación estética o moral. ENCICLOPEDIA : Filosofía: el surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación desdeñadas hasta la aparición del mismo, y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos, y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la vida...” André Breton ( Manifiesto del Surrealismo)

            Haber nacido con la herencia del DADA (1916), haber transitado las guerras y entreguerras con todo lo que de odioso hay en ello, haber sintetizado el complejísimo conjunto de saberes que no omitió la magia, el juego ni los sueños, al lado del marxismo, la locura y la poesía, entre muchas otras fuentes de libertad, produjo un encuentro de inteligencias irredentas que se dispusieron a propagar su rebelión en todo el mundo para cumplir, entre otras cosas, el sueño añejo de los poetas malditos: Transformar la vida.

En las coartadas de la libertad expresiva (que por comodidad llamamos Comunicación) los surrealistas vieron el pretexto más estimulante para agitar los espíritus en favor de lo que significa librarse de ataduras estéticas o morales que han venido amaestrándolo todo. Propusieron ideas, técnicas y manifestaciones que resultaron insoportables para aquellos cuyo confort ideológico rentable se disponía a inmovilizar la existencia. El Surrealismo es una aportación a la historia de la cultura tan importante o más que la invención del foco, la penicilina o el cinematógrafo.

No es una disciplina artística, no es un concurso de teorías estéticas, no es una escuela literaria, no es una mafia controladora de galerías y museos, no es un cenáculo de genios publicistas tocados por la divinidad de la creatividad mercenaria, no es un torneo de snobismos, no es exotismo fanfarrón, no es taberna de románticos amargados, no es conciliábulo de envidias y no es cementerio de utopías. El Surrealismo es, a pesar de sus detractores (muchos de ellos creadores de los epítetos citados) una revolución del espíritu con su filosofía, su praxis y su fuerza transformadora, tan plenamente actualizados como en los días primeros. “El Surrealismo es - rayo invisible- que algún día nos permitirá superar a nuestros adversarios. -Deja ya de temblar, cuerpo. - Este verano, las rosas son azules; el bosque de cristal. La tierra envuelta en el verdor me causa tan poca impresión como un fantasma. Vivir y dejar vivir son soluciones imaginarias. La existencia está en otra parte.” (Manifiesto del Surrealismo)

Las mismas condiciones históricas, económicas y culturales que rodearon y precipitaron el nacimiento del Surrealismo permanecen en el dominio del mundo. Y para mayor angustia nuestra... más fortalecidas. Las mismas interrogaciones que los surrealistas interpusieron siguen en espera de respuestas. Los mismos vicios, las mismas calamidades, la misma necedad.

Incluso están pendientes los mismos retos creativos que los surrealistas se propusieron como estructura programática: La dictadura del espíritu, el arte revolucionario, la preeminencia de la ética sobre la estética, la reivindicación del juego, la magia y el sueño, la belleza convulsiva y la poesía de todos. " No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar las banderas de la imaginación" insistía sistemáticamente André Breton. Y no lo fue.

En la literatura algunos surrealistas encontraron campos de batalla fecundísimos. En ellos y desde ellos produjeron muchas de sus obras más activistas. Su fuerza, calidad y misterio soportaron el paso del tiempo y se proyectan sobre el futuro como rayos de faro guía en épocas de oscuridad acentuada por las peores crisis anímicas de la historia.

“No he conocido a ningún hombre que tuviera mayor capacidad de amor, mayor poder de amar la grandeza de la vida, y no se entenderían sus odios si no fuera porque con ellos protegía la cualidad misma de su amor por la vida, por lo maravilloso de la vida. Breton amaba igual que late un corazón. Era el amante del amor en un mundo que cree en la prostitución. Ese es su signo” Marcel Duchamp

Eso sería tal vez razón suficiente para convencernos de la importancia del Surrealismo sobre nuestros conceptos de Comunicación, de su carácter provocador y revitalizador de las sustancias más profundas con que se nos animan las pulsiones rebeldes y vitales indispensables. En el fondo toda la vigencia del Surrealismo, que fluye y regresa hasta nosotros, tiene como tarea permanente mantenernos vivos en los programas revolucionarios permanentes para “transformar al mundo”... “cambiar la vida”.

A partir de 1924, el Manifiesto del Surrealismo, que trascendió los ámbitos de lo literario para revolucionar la Comunicación contemporánea en áreas de expresión diversas, congregó en su revolución del espíritu, herencias filosóficas, culturales, políticas, científicas y metodológicas, para proponer un estallido creativo sin precedentes. Propuso un tipo de fusión y reivindicación o síntesis nuevo (distinto a la mezcolanza moderna o post moderna), trajo en calidad de fuentes creadoras, los aportes del fenómeno lúdico, las virtudes del trance onírico, la reposición del pensamiento mágico y la proliferación del amor loco, todos ellos, vetas extraordinarias que bajo el método del automatismo psíquico, repusieron a la historia, el decir y modo de decir nuestro, desde todas las estratificaciones de la realidad.

Con la ética primero que la estética, la revolución surrealista proclamó un gran movimiento de Comunicación que no dejó vacíos a la hora de “cambiar al mundo”. Propuso que la poesía sirviera a la resolución de los problemas prácticos de la vida. Propuso la reconciliación dialéctica de la razón con el instinto y la búsqueda de la dictadura del espíritu, capaz de amar pasionalmente como solución única a las calamidades históricas. La Comunicación y el arte son sólo una consecuencia de esa revolución del espíritu, no su fin.

El Surrealismo propone la revolución de todos los lenguajes y la reposición de las libertades en contra de cualquier cosa que sirva para cancelar la voluntad humana, organizada individual y colectivamente. No se sabe con exactitud cuántos talentos, artistas, intelectuales, creadores, desde cuántas virtudes narrativas en pintura, escultura, cine, literatura etc. se sumaron al movimiento surrealista.

La historia de la Comunicación rebelde registra muy pocos movimientos con mayor convocatoria. No menos de trescientos nombres paradigmáticos en la evolución cultural del siglo XX. El hecho es, que a partir de 1924, desde los Manifiestos  Surrealistas y con la conmoción creada por todos los métodos propuestos, las concepciones semánticas, sintácticas y pragmáticas de la Comunicación cambiaron para siempre. Son muy pocas las esferas de la actividad expresiva que (incluso negándolo) no hacen uso u obtienen beneficio de los lenguajes propuestos por el Surrealismo. A pesar de todas las tergiversaciones, manipuleos y traiciones infligidas.

No es casual que el campo en el que ha florecido con mayor fuerza la revolución surrealista en Comunicación sea el de la literatura. Después de todo sus fundadores eran escritores. Ello no omite que en campos como el de la cinematografía, la música y la publicidad, el uso de las técnicas narrativas surrealistas sea moneda de uso. Sépanlo o no los autores, admítanlo o no. En todo caso el Surrealismo aporta, con su sentido de síntesis, una de las definiciones más claras con que contamos hoy en materia de narrativa contemporánea. En especial un tipo de Comunicación y poesía de la condensación o narrativa de la Imagen.

Virtualmente toda la investigación desarrollada por los surrealistas para gestar una revolución expresiva contemporánea se basa en la investigación y actualización de la Imagen como material fundamental del conocimiento, la Comunicación y la creación. En la Imagen los surrealistas ven esa especie de grial magnífico, capaz de sintetizar dialécticamente la materia y el tiempo. La Imagen actualiza la historia y pone en juego un sistema de flujos y reflujos emocionales provocadores de espasmos estéticos peculiares.

En la búsqueda de las Imágenes más genuinas el hombre desarrolla lenguajes diversos que son, tarde o temprano, evidencia y latencia de sus esfuerzos comunicativos. La Comunicación es concatenación desafiada y desafiante de Imágenes imantadas con emociones, da cuenta de la leyenda personal y colectiva que inventamos permanentemente para dialogar con el tiempo y el espacio. “La Imagen es la capacidad lírica de los instintos” A.B.

Esa idea de Comunicación contemporánea con que los surrealistas transformaron el orden general de la producción discursiva no toca, por supuesto, a todos los creadores ni a todas sus esferas. Existen muchas oposiciones y peros que no se distinguen de la negación necia, la ignorancia voluntariosa o el ocultismo convenenciero. Las críticas enderezadas contra el Surrealismo normalmente no alcanzan para mostrar lo que falta por estudiar y lo que debe ser perfeccionado. Además, por otra parte, está la globalización de mercados, que como todo proyecto de expansión imperial, inclina la balanza de los discursos hacia un sólo lado, quiebra los grandes relatos locales, desarticula las diversidades sintácticas, promueve la uniformidad temático-formal, cancela mitos populares, ignora conquistas históricas, superpone lenguas, lenguajes e idiomas y desplaza valores colectivos hacia un culto fanático por lo foráneo. Desde Egipto hasta el neoliberalismo. La misma historia de triunfos mercantiles defendidos por burócratas y militares. Es una constante histórica en todas las comunicaciones contra las que el surrealismo opone las suyas bien en coincidencia con la lucha de clases para la destrucción del capitalismo. Para gusto o disgusto de muchos.

 

Lugar de la Estética en Comunicación:

Es importante que la estética no se ocupe sólo del arte. En tanto sea posible mantener en estado de crisis el concepto arte, a sabiendas claras de los debates que ha producido, y mientras sea posible someter a interrogación el concepto Comunicación... estamos ante la necesidad de enriquecer los fundamentos y alcances de una disciplina filosófica que de dedique al problema de la economía del goce. A eso llamaremos aquí, provisionalmente, estética.

Comunicación y Estética son producciones teóricas y prácticas indisociables. No existe proceso de Comunicación sin cualidad estética como no hay proyecto estético sin cualidad comunicacional. Estas expresiones humanas poseen desarrollos relativamente independientes cargados con encuentros históricos en los que domina, no hegemónicamente, un principio de diversidad necesaria.

Lo que hace fascinante el estudio de las relaciones entre Comunicación y Estética (puestos en el orden que se quiera) es la diversidad expresiva, y su inteligencia estratégica, en un punto de cruce donde lo social y lo individual dejan de ser contradictorios.

Dos podrían ser, en una síntesis muy restringida, las líneas fundamentales sobre las que se desarrolló la estética. Más adelante detallaré algunas premisas establecidas por autores diversos a lo largo del desarrollo del pensar estético. En una línea de sentido amplio estética significa producción filosófica de pensamientos y debates en torno a las relaciones entre sensación y emoción no al margen de vínculos con otras disciplinas, involucraría el estudio del goce, el placer y todas sus implicaciones en la formación de un tipo específico de gusto.

La otra línea de sentido restringido se enmarcaría en la definición de estética como teoría (o filosofía) específicas del arte, para el arte y para cierto arte.

Aquí propongo el uso del término estética en un tercer sentido de tipo comprensivo en el que cabe la idea de un filosofar sobre las relaciones y contradicciones entre datos sensibles y emociones en contextos históricos, sociales y económicos determinados. Su carácter político, económico y poético. Sus matices de clase y sus vinculaciones con la libertad expresiva. Adicionalmente en esta acepción incluyo la posibilidad de pensar el arte (las artes) aunque no exclusivamente. No se trata de una definición ecléctica sino del establecimiento de una construcción conceptual preliminar que me permita escalar dialécticamente, con un método inclusivo, el territorio complejo de la creación y el análisis, el pensar y el hacer, la teoría y la práctica relacionados con la estética y la Comunicación sus determinaciones sociales e individuales al lado de sus saltos cualitativos a lo largo de la historia. De esta manera busco establecer semejante uso terminológico como base para alcanzar una exploración mejor de los paradigmas estéticos contemporáneos, especialmente en materia de expresión audiovisual como fenómeno que sintetiza arte, ciencia, filosofía y estética.

No se puede estudiar estética y Comunicación sin una base material e histórica que caracterice puntualmente la realidad toda de los seres humanos sometidos a determinaciones de orden diverso. No se puede estudiar estética al margen de las relaciones humanas con su carácter de clase sus avances y retrocesos, individuales y colectivos. La estética es indisociable de su base humana,  de su razón de ser en las necesidades y realizaciones humanas, en su dimensión intimista tanto como en su dimensión cultural-social. En mi elaboración conceptual, herramienta de trabajo estético, hacia una definición preliminar, la base social, el tejido de las relaciones sociales no cumple sólo con servir de contexto decorativo. Es por el contrario nota esencial. Premisa mayor de la definición y base metodológica que pondrá, críticamente, tarde o temprano, en contacto mis hipótesis, es decir el significado teórico y práctico de la estética, con el concepto Trabajo en sus sentidos más amplios, como actividad humana creadora por excelencia. A pesar de los pesares y de todas las vejaciones que históricamente ha sufrido.

Es impensable el estudio de un proyecto estético sin una red conceptual multidimencional capaz de dar contexto y construir conocimientos emparentados con la identidad, el placer, la necesidad, las crisis, las emociones y el trabajo humanos, entre otros. También es impensable el estudio de un proyecto estético sin el debate entre las prerrogativas estéticas emitidas y las recibidas.

Todo proyecto estético es estrategia modal. (Uso el término modal y el término modelización siempre al margen de la idea kantiana de modelo, aunque más adelante se estudie) Respuesta a necesidades de Comunicación siempre pero tramitada, tal respuesta, bajo consideraciones que atañen, en simultáneo, a la subjetividad y a la cultura. La estrategia es la expresión, la exteriorización de pensamiento que modela sus modos de transmisión y estancia en el, (o los), destinatarios al calor de intenciones, deseos o placeres diversos, desiguales y combinados, que están en el emisor de un modo y quieren estar en el destinatario de otro modo, a veces idénticos a veces distintos.

No hay estética inocente. En la medida de su ser modalidad y estrategia, la estética es declaración de intereses diversos. Para gusto o para disgusto. Consciente o no. Lo que un proyecto estético comunica son ideas modeladas por un propósito específico frente al cual emisores y receptores no siempre son conscientes, condescendientes o coparticipes. Lo que un proyecto estético comunica es la visión, sensación, emoción... de una realidad que debe ser entendida, sentida, experimentada de una manera determinada por el discurso estético elegido. Y para esto la diversidad de exteriorizaciones humanas se vale de medios múltiples. Artísticos o no.

El principio de diversidad en estética no exige o supone complicidad a ultranza sino crítica. La estética por sí misma es crítica. Elección, separación. Organización y jerarquía. Qué va primero, qué después para que ocurra el rechazo o la solidaridad con una idea o un objeto. Qué debe ser más grande en el arreglo de pensamientos o cosas, qué más profundo o ancho, suave o rígido... en suma qué más hermoso o despreciable, para mencionar, sólo como ejemplo, algunas de las categorías recurrentes de los proyectos estéticos. Estética es crítica y por eso es estrategia y táctica.

Pero se trata de una crítica y estrategia de la modalidad, con una modalidad propia, siempre para la propuesta expresada en diversidad. Nos guste o no. El proyecto estético en tanto que elaboración humana específica se tiñe con las calamidades y virtudes de la humanidad en lo individual y en lo colectivo. El proyecto estético surge como parte de una búsqueda interminable en la que pesa la búsqueda misma y el hallazgo como factores definitorios del proceso. El proyecto estético no es inocente. Trabaja en la dirección de un modo expresivo que desea fuerza de penetración y estancia. El proyecto estético es un aviso que establece reglas de intercambio en el que los códigos no siempre tramitan su convención explícitamente. La estética no es buena per se ni bella per se. ¿Qué la define? En general su práctica.

Al poseer carácter de modalidad la estética suele estar emparentada o definida como producción relativa a las formas. Pero eso es reduccionismo. La estética también es idea o si se prefiere ideología. Y tiene su lógica. Toda producción estética es autoconciencia del intercambio humano. Al constituirse el intercambio en piedra fundamental del trabajo humano y desarrollarse hacia estrategias múltiples, como la Comunicación por ejemplo, el intercambio demandó diversidad en objetos e ideas determinados por tipos diversos de utilidad. Unos y otros avenidos circunstancialmente a estados de satisfacción provisional donde el carácter del placer hizo referentes y constituyó experiencias paradigmáticas. Es en el fragor de los intercambios donde se ensaya la modalidad y la diversidad con intereses específicos sobre el estanciamiento de los intereses en los hábitos de producción de discursos o de objetos. El proyecto estético nada tiene de inocente y nada de decorativo. En su origen el proyecto estético cumple cometido de identificación, identidad, que trascienden lo individual y lo cultural para fundirlos sin confundirlos.

Esta tarea de la producción estética, como toda producción humana, ha evolucionado cuantitativa y cualitativamente con avances y retrocesos irregulares, azarosos y en ocasiones detestables. La estética también es trabajo humano sometido a las mismas calamidades y devaneos con que el trabajo humano ha sido maltratado históricamente. De la estética es esperable modelización permanente de las expresiones humanas que en ningún caso sea indiferente a las realidades humanas en todas sus luchas desde la lucha incesante frente a la naturaleza hasta la lucha de clases.

Toda producción estética en tanto  producción humana, es también cualidad del trabajo humano. Imprime a este la modalidad de una manera de sentir en su acepción más amplia, de lo sensorial a lo emocional, la realidad toda, de lo abstracto a lo concreto y viceversa, la materia, el tiempo, el espacio y todo lo que estos suscitan en la imaginación, la fantasía. Estética es modelado de imágenes. Es modo en que las imágenes se presentan en el interior y en el exterior humanos siempre con un fin transformador que a veces está asociado al placer, al bien común, al desarrollo. Aunque no siempre.

Estética es creación de diversidad modelante para que el trabajo humano salte desde lo cuantitativo a lo cualitativo. Creación de diversidad para emisores y receptores aun en los casos en que la búsqueda coyuntural no sea el desarrollo sino el estancamiento. La tarea de la estética también ha tenido periodos de contradicción no poco productivos. Incluso para detener la historia, para producir una sensación de quietud del tiempo, la producción de modos y su diversidad nos ha dejado, como en una parte de la edad media y buena parte de la modernidad, la sensación de que la capacidad productiva, de la imaginación hegemónica cuenta con yacimientos estéticos inagotables. Así sea estética de la humillación, el genocidio, la explotación y la depresión que somete y sometió a muchos pueblos a un discurso de resignación hermosamente presentado. De lo cuantitativo a lo cualitativo en estética no necesariamente significa libertad para la dignidad humana. La historia de la estética dio muchas pruebas.

¿Pero qué es entonces la estética si puede ser, a su vez, modeladora modelada para los caprichos más contradictorios? : Una herramienta autoconsciente de la inteligencia. Y la inteligencia no siempre sirvió para la dignidad humana. Quienes se han preocupado por desentrañar el origen y papel de la estética en la historia humana, produjeron hasta hoy la misma clase de experiencia que la filosofía produjo. Para mejor o peor. Mucha explicación poca transformación.

 

¿Definiciones? :

Etimológicamente, estética deriva del griego “Aisthesis” (percibir por los sentidos), y aparece formalmente como concepto filosófico en la obra de Alejandro Baumgarten. (Siglo XVIII. Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1762) Filósofo alemán, seguidor de Christian Wolff y de Leibniz. En «Meditaciones filosóficas sobre algunas cuestiones de la obra poética» (1735) propuso el término «estética»; designó la ciencia que trata conocimiento sensorial que llega a la aprehensión de lo bello y se expresa en el arte, distinto a la lógica, ciencia del saber intelectivo. Dedico su trabajo, inacabado, «Estética» (t. I, 1750; t. II, 1758.a los problemas del conocimiento sensorial. Baumgarten no es el fundador de la estética como ciencia, pero el término que propuso alcanzó difusión amplia.

La estética es disciplina filosófica al igual que la teoría del conocimiento, la lógica, la ética y todas las demás disciplinas filosóficas. “Estética” (aistesis) significa sensación. Alejandro Baungarten, en el siglo XVII, la caracterizó como ciencia filosófica de la belleza. Las primeras ideas filosóficas sobre lo bello y del arte, nos llegan de Grecia sin embargo muchos autores coinciden en admitir que tales ideas estéticas no se constituyeron en disciplina autónoma sino hasta mucho tiempo después.

Platón, Aristóteles y Plotino destacan con sus aportaciones. Platón expuso una teoría de lo bello y del arte. Su idea de belleza está determinada por cierta proporción numérica y geométrica. Identificó lo bueno con lo bello. El arte según él es una sombra de la sombra; porque es una expresión del mundo sensible, y éste a su vez no es más que una sombra del mundo ideal.

Aristóteles, pensó el arte a partir del principio platónico de la mimesis (imitación). Arte es imitación de la naturaleza; Arte es creación de belleza que se logra gracias al orden, la proporción y la armonía. Su teoría (aristotélica)pretende cierta purificación de los afectos (catarsis). Cree en la pasión idealizada por el arte donde el público se libera de la pasión real de manera que, por ejemplo, en la tragedia, el enfrentamiento de pasiones en los protagonistas, libera de las suyas propias, y alcanza la sofrosine y armonía de ya Platón había expuesto.

Plotino sostuvo que  todo ser es bello porque al participar de esencia, participa también de belleza. Identifica entonces varios grados. Primero: el predominio de la forma (es reconocida por el alma) sobre la materia. Segundo: la belleza intelectual y moral, como belleza de la ciencia y la virtud. Tercero: la belleza trascendente se identifica con el bien y con el Uno. Sostiene que hay que despojarse de las cosas materiales transformar la mirada por una espiritual que deje (contemplación) ver la belleza.

Para la filosofía medieval e incluso los primeros pensadores de la edad moderna también aparecen ideas estéticas aunque siempre con influencias muy claras del pensamiento griego.

Se identifica a  Alejandro Baungarten, discípulo de Leibniz, a través de Christian Wolf, por usar el término Estética como ciencia que se preocupa por la lógica de la representación sensible. Influenciado por Leibniz cree que en tanto la verdad es perfección del conocimiento racional, la perfección de la representación sensible es la belleza. Así belleza es objeto de la ciencia (estética). Con Baungarten, el término estética cobró presencia en tanto ciencia especializada en estudiar “arte” y “belleza”.

Tras Baungarten, suceden los aportes de Kant y luego Hegel. Mientras en Kant es posible destacar sus aportes para constituir la estética en disciplina autónoma, en Hegel encontramos la delimitación de una ciencia nueva. A partir de entonces es necesario reconocer a la estética como ciencia estrictamente filosófica cuyo objeto comenzará a precisarse en comparación con otros problemas estéticos que definían belleza aunque arte y belleza significarán campos amplios e imprecisos. Por ejemplo el "tó kalón" griego lo mismo era belleza corporal y sensible que ideal y espiritual; significaba belleza natural y belleza artística con producción humana. Hegel delimitó la estética al afirmar que su objeto no son todas las bellezas. Sostuvo que el objeto de la estética es sólo “la belleza en el arte”.

Kant con su método trascendental parte de la conciencia artística para indagar qué hacen posible al arte y los fundamentos de validez de los juicios estéticos.

Fechner propone su método empírico y convierte a la estética en una ciencia positiva y natural. Parte de la observación y de la experimentación. Su estética se construye “desde abajo”.

Huserl, desde otro ángulo, con su método fenomenológico destaca la intuición como herramienta de conocimiento.

Kant propuso la autonomía de la estética. Investigó toda posibilidad y validez de los juicios teoréticos, para fundamentar la validez del conocimiento científico; después investigó validez y posibilidad de los juicios prácticos, para probar la validez o el valor de los juicios morales; finalmente en “La Crítica del Juicio” pone a prueba la posibilidad y validez de los juicios estéticos, que son completamente distintos de los juicios teoréticos y de los juicios prácticos. Afirma que no es la razón pura ni la razón práctica, sino el sentimiento, lo que está en la base de los juicios estéticos; no-sentimiento de placer ni del bien, sino complacencia desinteresada que no expresa el objeto en conceptos pero que es universal e inmediata. Es decir tiene valor para todos.

Conviene destacar al menos cinco períodos generales para el desarrollo de la estética.

Uno: el que corresponde al reino de la naturaleza divinizada sobre todo proceso estético.

Dos: el que corresponderá al período esclavista helénico y que se mantendrá más o menos estable hasta la edad media.

Tres: el tramo correspondiente a un periodo de feudalismo exacerbado durante la edad media y hasta la gran revolución de la razón de Descartes.

Cuatro: la razón como escenario nuevo para la estética, del trance divino al trance de la razón en estética.

Cinco: el impacto tecnológico sobre la estética y la era de las rupturas en pleno capitalismo imperial.

Aunque algunas tendencias insistan en asociar la palabra estética al estudio del arte como si se tratase de su objeto de estudio único, es necesario insistir en que estética implica tanto cualidad en el hacer humano como disciplina para el estudio de producciones humanas diversas, incluido el arte.

La estética tiene un lugar, con debates variopintos, en la filosofía. Esto también quiere decir historia. Tomemos los términos lugar e historia en todas sus acepciones para evitar, al menos momentáneamente, un recorrido de diccionario que pueda resultar ocioso. Tiene lugar e historia por cuanto el desarrollo de la filosofía esta impregnado con pensamientos relativos a la estética. Tiene lugar e historia por cuanto constituye dentro de los sistemas filosóficos un punto emplazamiento constitutivo. Tiene lugar e historia por cuanto implique la producción de ideas que suma millares de tomos, ensayos incontables y proyectos inimaginables. Pero sobre todo tiene lugar e historia porque se ubica en el centro mismo de las estrategias de la Comunicación humana y más que importarnos un lugar de privilegio teórico importa su lugar de privilegio estratégico, práctico, en el desarrollo de toda producción humana.

En las preocupaciones de Sócrates, Platón y Aristóteles relacionadas con la estética las diferencias son más de grado que de esencia. Estética aparece en ellos como una vocación del alma hacia cierto principio de identificación o copia determinado por habilidades, de tipo técnico, que se inspiran en nociones extrahumanas. Del mundo de las ideas a una Naturaleza superior impregnada de universales. Lo humano sólo es aspiración (envidia de los supremo, lo superior) reservada a unos cuantos notables, por habilidosos, en el sentido más artesanal del término. Solo si es útil a los intereses dominantes y complaciente con la lógica de la esclavitud. El carácter de la estética griega es un carácter de clase que se reserva el privilegio de la belleza como nota distintiva del cierto poder del espíritu en complicidad con los dioses o en beneficio de los reinos.

Hasta el siglo XVIII, la mayoría de las teorías sobre arte oscilaban en dos grupos amplios: por un lado iniciativas de especulación filosófica general. Por otra parte cuestiones puramente técnicas. Las primeras son lo que en 1750 Alexander Baumgarten definiría como "estética": rama de la filosofía cuyo objeto no es la obra artística sino la belleza y lo bello.

El origen de la idea del arte como "espejo" de una realidad exterior, material o espiritual, está en Grecia. Platón asociaba belleza con el bien, Aristóteles, en su Poética, definía la literatura, y todo arte, como "mimesis", como representación. El trabajo del artista es representar la realidad, con sus partes más significativas; arte es así una representación racional de la realidad. Tal idea sobrevivió hasta el romanticismo, incluso entre quienes defienden cierto carácter "arrebatado" del arte artística.

Durante el siglo I, un autor anónimo escribió su tratado "De lo sublime". En él señala como fuente del arte elevado "la vehemencia y el entusiasmo en lo patético y emocional", pensaba que "el arte es perfecto en el momento en que parece ser la naturaleza". Interesa, aquí no las tesis estéticas, sino el papel que la sociedad otorga a la producción artística. En Roma predominaba cierta noción histórica del arte que mostraba como un progreso continuo llegaba a final.

Durante la edad media arte significó desde una perspectiva religiosa exaltación de los ideales cristianos. Glorificación de la majestad divina mientras el trabajo del artista quedaba ignorado. Hacia el Renacimiento surgió una reivindicación del clasicismo grecorromano para enfatizar la idea del arte como representación de la naturaleza. Los  creadores renacentistas aportaron sin embargo una autonomía hasta entonces inédita.

Según Platón vivimos sometidos a dos fuerzas que son el placer y el dolor. Uno nos enseña a vivir y el otro a sobrevivir. Placer incluye además de la idea de satisfacción, a todo lo que nos conmueve. Lo hermoso constituye una categoría en la que además delos sentidos se disfruta la razón. (Ver las ideas del ion platónico sobre la inspiración divina del artista)

Platón era capaz de distinguir entre belleza (bueno y verdadero) y la hermosura a la que aspiran los artistas. Hay que advertir que Platón tiene argumentos anti-artísticos de manera que pretende desterrar a los artistas de la ciudad ideal.

Platón desconfía de los artistas porque tienen fuerza de seducción. Su habilidad radica en la capacidad de producir placer. Eso significaría que un artista puede convertir en real lo irreal sin que nos demos cuenta. Pude, si se los propone, dominar a la sociedad y ala educación. Platón no descarta el arte popular, artesanías, música.

Aristóteles y otros muchos pensaron que el arte no es un obstáculo para conocer la realidad, para el conocimiento verdadero, sino que son imprescindibles. (Ver la idea del arte como mimesis en la Poética de Aristóteles)

Hay ciertamente una maduración de la estética, como vertiente sistemática de la  filosofía, que está íntimamente ligada a la modernidad. No hay que repetir que las preocupaciones por lo bello y el arte tienen ya expresión en Grecia y aparecen insistentemente a lo largo de la historia toda. Pero en la modernidad ocurre una separación cualitativa.

La estética nace impregnando todo arte y actividad practica concreta y humana con su cualidad de belleza-valor distintos de otras actividades y valores. También cuando su saber y objeto se autonomiza respecto de otros saberes.

Eso lo reconoce Baumgarten  (y más tarde Kant), al entender que el objeto de la estética adquiere funciones nuevas cuando se envuelve en la razón. En la modernidad la estética estudia el paso del arte de medio a fin.

Según Kant es bello lo que complace universalmente sin concepto. Es bello sólo aquello que tiene el mérito de ser reconocido como bello por todos. Para Kant existen dos tipos de belleza una libre o vaga (que no presenta un fin), que es belleza y no podemos explicar, sin sentido ni concepto y que más placer aporta. Otra: belleza adherente cuyo objetivo conocemos y podemos explicar por que es bello.

En su obra Kant distingue tres categorías: Lo bello, lo bueno y lo agradable.

Schiller sostiene que la estética hace que los ciudadanos sean capaces de vivir y participar en una sociedad no autoritaria. La obra de arte más perfecta es el establecimiento de una libertad política verdadera. La estética sirve como complemento moral e intelectual para el ciudadano y le predispone para tomar sus decisiones propias. La belleza no descubre la verdad según Schiller, ni realiza ningún fin, lo que consigue la cultura estética es poner a la humanidad en posibilidad de hacer por sí lo que quiera, devolviéndose la libertad de ser lo que deba ser. Schiller relaciona la vocación artística con el juego.

 

Estética Contemporánea:

Desde la Revolución Industrial Hasta La Revolución Internet

Hoy reina el discurso apologético para la expansión de los monopolios, se perdona y justifica la explotación, se denigra la propiedad social y el colectivismo, se glorifica el militarismo y las guerras coloniales racistas, se promueve hostilidad y odio entre los pueblos, este es el panorama ideológico que impregna lo contemporáneo en materia de Comunicación y estética.

En este contexto atrae por su fuerza e importancia el problema estético de lo audiovisual y es por eso que es preciso mantener abierto el debate sobre los antecedentes, situación actual, perspectivas, legitimidad e impacto del hecho audiovisual contemporáneo, porque tenemos la necesidad constante de aportar pruebas, refutaciones y argumentos, en una dirección u otra, ante las controversias, que son, en esta materia, muchas. Por suerte.

Si algo define hoy al hecho  audiovisual es la diversidad. Teórica y práctica.

No existe un lenguaje audiovisual acabado, único ni autónomo. Su maduración coyuntural específica bajo la impronta tecnológica y los usos discursivos a que se somete entre lo mercantil, lo estético, lo educacional y lo anestésico marca un entender peculiar (en tiempo y lugar) para una Comunicación (convenio de códigos), todavía en estudio, imperfecta y disociada de sus premisas mayores como el Trabajo.

Hay que tomar perspectivas interdisciplinarias sobre el fluir del lenguaje audiovisual sus requisitos, estatutos e interdependencias frente a otros lenguajes con historias más largas. No se puede intervenir en el debate sobre las legitimidades del lenguaje audiovisual negándolo. Por precoz que sea el lenguaje audiovisual (100 años según algunos) y sus debates, el trance tecnológico y filosófico por el que cruza permanentemente, exige capacidad de contextuación y fundamentación comprensivas. Desde lo estrictamente técnico hasta lo estético. No hay un lenguaje audiovisual acabado y no se puede aspirar a una legislación o gramática canónicas, no hay fórmulas, claves secretas ni piedras filosofales. Y mucho menos hay colectivación o democratización participativa, es decir apertura libre al uso de los medios audiovisuales. Todo esta en elaboración. Ese es su desafío mayor y la dificultad central para quienes lo estudian y practican.

Pero además está presente el dilema de la seducción estética. Razón dialéctica del hecho creativo, su libertad, independencia y trascendencia sociales. No podemos atar los códigos audiovisuales, los que hasta hoy conocemos como más estables, paradigmáticos o referenciales, con requisitos exclusivamente formales. La dinámica de su historia hace del lenguaje audiovisual materia de pensamiento provisional y crítico a la hora de validar su poderío seductor. El uso específico de tal poder seductor también es materia ética No basta la seducción comunicativa eficiente y eficaz para legitimar una identidad ideológica. En poco tiempo el lenguaje audiovisual ha desarrollado habilidades y experiencias históricas no del todo honorables. Por eso incluso para su autocrítica hay que luchar por un debate abierto. Por suerte.

La palabra no es (o debe ser) necesariamente hegemónica sobre todo tipo de lenguaje. Que cronológicamente este antes no implica primero. Lenguaje tampoco es sinónimo de palabra hablada o escrita. El lenguaje audiovisual que establece con otros lenguajes relaciones de interdependencia constante deberá validar su capacidad ordenadora y su independencia discursiva relativa. En lo tecnológico y en su impacto sobre la cultura con sus medios y modos cada vez más complejos y novedosos.

Articular un lenguaje es fundamentalmente ordenar y tomar decisiones para algo. Tiene carácter práctico transformador.  No hay lenguaje por el lenguaje mismo, hay lenguaje cuando una red de necesidades cruza las relaciones humanas hacia un estado de convención. El lenguaje audiovisual ha probado su condición de flujo predeterminado por necesidades contemporáneas de orden muy diverso. Tal conjunto de necesidades crea las condiciones y habilidades que se especializan expresivamente y exponencialmente al servicio de satisfactores, intereses, clases, movimiento y expresiones capaces de poseer la tecnología. Por propiedad o alquiler. La realidad social, económica y política  no es ajena al desarrollo del lenguaje audiovisual. Esto también pesa sobre los debates todos especialmente los académicos o universitarios.

A las dificultades teórico-metodológicas permanentes en el estudio de lo audiovisual está por supuesto la dificultad de ensayar la producción de un estilo propio. Demanda constante que pesa y angustia a todos los que comprometen su investigación en esta materia.

 Tal búsqueda de estilo propio exige necesariamente otras muchas búsquedas interdisciplinarias. Desde la pesquisa de fuentes orientadoras y enriquecedoras de posturas y debates hasta la determinación de objetivos y proyectos expresivos inmersos en un tiempo de competencia y producción cada vez más intensas. Esto constituye también un objetivo de investigación que no se agota en la investigación. Como debe ser.

Padece el hecho audiovisual contemporáneo los mismos problemas que padece toda investigación sobre lenguajes audiovisuales. Tiene los límites de su propia definición como bitácora de curso y sufre los faltantes lógicos de todo recorte provisional sobre apuntes variopintos. Las virtudes de la investigación deben descansar en al menos tres objetivos.

Por una parte dar cita abierta a ideas que poseen carácter de estimulo al pensar e indagar. En segundo lugar dar cuerpo y poner a disposición de otros las virtudes y defectos de una criba que no se diluye en notas sueltas y que por su sola ordenación da cuerpo un campo de crítica útil. En tercer lugar contiene gérmenes de provocación para corregir, ampliar y depurar las líneas centrales de un debate que por su significación histórica, sus muchas aristas conceptuales y formales y sus desafíos en materia de creación audiovisual nos exige mantenernos al día con los aportes mundiales. Eso no es poco.

Cuando se mantiene abierto el debate, como lo pretendemos aquí, sobre el hecho audiovisual, uno no deja de caer en la tentación de hacer contribuciones. No para dar respuestas terminales, no para cerrar el flujo y reflujo de ideas, no para crear ilusiones de erudición inútil, Si como ejercicio de información, ordenación, análisis, crítica y producción creativa que aporte en lo posible lo que puede. Ni más ni menos.

Además de las “grandes rupturas estéticas contemporáneas”, llamadas también vanguardias, nuestro tiempo enfrenta dilemas estéticos nuevos de complejidad significativa. Tal es el caso del fenómeno llamado audiovisual.

Subrayo, sin novedosísmos, al menos tres acontecimientos fundamentales, provocados por la dialéctica del desarrollo audiovisual a su vez determinado significativamente por la evolución económica y cultural del capitalismo con sus crisis espasmódicas y su fase imperial.

En dos sentidos el concepto audiovisual será usado aquí. Por una parte el sentido amplio que se refiere a toda forma contemporánea de asociación que permita el encuentro discursivo del plano acústico (sonidos, ruidos, música, voces) con el plano visual. Especialmente a partir de la inversión del cine que, aun con dificultades, siempre tuvo búsquedas para fusionar, en una solo soporte, sonido e imagen.

En un sentido más restringido audiovisual aquí también incluye lo referido al uso de imágenes y sonidos en ámbitos pedagógico didácticos. De índole diversa, mercantil o no.

Tres acontecimientos cuyo desarrollo desigual y combinado caracterizan lo ocurrido con la casi totalidad de las experiencias expresivas contemporáneas.

1)      Ocurre una síntesis entre ciencia, tecnología y arte con dimensiones colosales.

2)      Ocurre el ascenso de sistemas de significación y lenguajes nuevos.

3)      Ocurre una estética paradojal nueva marcada por la velocidad, diversidad, ubicuidad y multi-utilidad.

 

Como contribución al lenguaje audiovisual el cine es forma definitivamente contemporánea.. Sintetiza una multiplicidad de experiencias y conocimientos oscilantes entre los mágico, lo artístico, lo tecnológico y lo científico. En el cine se dan cita los saberes y ambiciones humanos más antiguos, al lado de los hallazgos que revolucionaron la modernidad y la actualidad. Nada es igual.

El cine abrió puertas y ventanas hacia un universo de promesas estéticas audiovisuales. Su capacidad relatora dinamizó el pensamiento, la asociación de ideas y las coartadas de una inteligencia analógica que se vio exigida a aprender reglas de construcción nuevas. Es un paso en el que se implosiona y explosiona lo temático con lo mecánico, lo lumínico con lo emocional, lo sonoro con lo simbólico y lo arquetípico con la cultura de masas, trasmutándose posiciones de la manera más caprichosa y sorpresiva. Lástima que no sea de todos.

Apreciar el lenguaje audiovisual del cine se problematiza permanentemente ante el juego de combinaciones que  ciertos talentos creadores encuentran para seducirnos con su obra. No basta capitular esquemas y sistemas de producción para evaluar, rubro por rubro, la calidad de sus aportes. No basta con explorar los géneros y estilos del relato. No basta con escudriñar los andamios filosóficos de autores o productores. Ni basta con verificar el éxito taquillero o el retruécano publicitario. El cine exige ejercicios de análisis y síntesis pertinentes que, secuencia tras secuencia, encuadre tras encuadre, pongan en evidencia el espectáculo sobrecogedor de la mezcla enigmática con que todos los elementos se disponen a jugar ante nosotros, para que, con un poco de buena suerte, algo de la vida se nos modifique para siempre.

Desde el momento mismo en que se inventó el cinematógrafo (28 de diciembre de 1895) y hasta el presente, se tejió en su destino la fatalidad ideológica de ser botín para la industria del espectáculo que lo asfixió con lo que tiene de más odiosa. Trampa monumental que dio a un medio de expresión, prerrequisitos mercantiles mercenarios, que lo apartaron muchísimo de la propiedad popular real. Ante la historia del cine el público sólo significa taquilla maleable mercadotécnicamente, y sólo es propietario de su memoria.

La industria cinematográfica usurpó la invención de un artefacto y un lenguaje cuyo valor cultural jamás debió restringirse al beneficio particular del star system. No están en poder de las sociedades los conceptos, aparatos y salas de exhibición. Inflado, cretinizado y encarecido brutalmente, el cine de industria  produjo modelos culturales de masas cuya utilidad primordial consiste en mantener vivos los mitos de una leyenda mercantil escalofriantemente rentable.

Del melodrama a la glamour hay que observar indefectiblemente las moralejas ideológicas y el producto real de los beneficios taquilleros. Omitirlo es bobalicón. Las propias crisis de la industria, que son las crisis mismas del capitalismo, tienen que ver con la cerrazón ambiciosa de la competencia por los mercados. Se muerden la cola, se invaden y se saturan porque lo que está de por medio es la expansión monopólica y no el enriquecimiento de la libertad expresiva. Séptimo arte.

El fracaso del cine casero y su sustitución por la videomanía tiene relación con los costos y con la supresión de una posibilidad que muy pronto desarrolló alternativas "peligrosas" para el sistema. La obra producida por cineastas caseros, ofreció rápidamente expectativas que sucumbieron en el pantano de los costos y las estratagemas tecnológicas. Además una moral amenazante dispuso reglamentos para el procesamiento de los materiales. Impidieron realizar trabajos libres. Censura desde el revelado.

Cursis como pocas las historiografías y tratados sobre cine suelen perderse en apologías adoradoras de las vanidades más gratuitas. Se aplaude sin mesura el regodeo escénico de tal o cual individuo, omitiendo por vicio o ignorancia, la calidad que lo sustenta. El público aprendió a viciarse con esas parafernalias y debilitó su capacidad crítica envuelto por una indefensión educativa que no le ha permitido comprender con riqueza, apropiándosela, la importancia real del lenguaje contemporáneo propuesto por el cinematógrafo.

Como en otras muchas formas de expresión, en el cine se registra la contradicción forma- fondo cuando empeñados en reproducir discursos melodramáticos hasta la saciedad, se olvidan del caudal expresivo potenciado en otros géneros narrativos. Cine no es sinónimo de melodrama.

Cien años no es nada. Es todo un movimiento revolucionario de las formas comunicacionales que se quedó atrapado en lo formal, como táctica de las ideologías que se depuran y camuflan bajo un uso superficial del proyecto. En la piel de culturas cuyo corazón tendrá que esperar (ojalá no otros 100 años) para expandir las búsquedas posibles de otra revolución que no omita lo conceptual.

Para formarse como cineasta, para recibir una educación pertinente, hay que pasar el purgatorio de mundillos privilegiados por el snobismo ricachón de quienes dirigen la mayoría de los centros de enseñanza. No cualquiera puede pagar, no hay recursos suficientes para filmar o desarrollar experiencia y las expectativas laborales son fatalmente limitadas. Lo que se aprende suele ser tan inútil como domesticado al capricho de formatos mercantiles. Una lista impresionante de egresados conforma el espectáculo de desocupación tal vez más bochornoso y deprimente en las profesiones contemporáneas. ¿Con quién quejarse?.

Hay que ver si somos capaces de generar una cultura cinematográfica que instrumente a todos los sectores de la sociedad y les permita producir obra liberada de cánones fanfarrones. Hay que ver si del cine logramos la explosión que le está como promesa latente, al margen de imperios comerciales y cúpulas intelectuales. El cine que las sociedades deben desarrollar como vehículo portador de las propuestas más genuinas anidadas en el genio e inteligencia de todos. Hay que ver el cine de las “amas de casa”, trabajadores, maestros, indígenas, campesinos y de todos aquellos que se sientan seducidos por la experimentación con lenguajes propios y nuevos. Dígase siempre que el cine no tiene, ni tendrá obligación de someterse a los parámetros temáticos y formales con que se le ha viciado.

Hay que poner al lenguaje audiovisual los puntos a las íes porque no todo es materia de aplauso. Preguntémosle a que se dedica, a quién sirve, negocio de quiénes es. Tal vez los Lumiere se levanten de su tumba para no dar crédito a lo ocurrido con este aporte descomunal del cinematógrafo. Quizás,  forma primera de expresión definitivamente contemporánea..

Dígase que el cine debe ser hecho por todos. 6 000 millones de habitantes, experimentan por vez primera, la existencia de un imperio económico, político, cultural e ideológico único. Jamás antes un solo poder dominó el destino de tantos seres humanos. (No es este el espacio para detallar las condiciones materiales concretas en que viven, es decir construyen su existencia cotidiana, los pueblos de zonas integradas y periféricas)  ¿Habrá hoy quién pueda negar o disociar la influencia que tales condiciones materiales tienen sobre la expresión humana, su libertad y sus contenidos estéticos? Si, y cuentan aquí con un refrendo de vocación para el debate.

Se trata del imperio, no sólo de un país, sino de un modo de producción material que también es un modo de producción de Comunicación y estética. Comunicación y estética cada vez más involucrada con herramientas tecnológicas en un círculo vicioso de dependencia-transferencia que tiene de todo excepto proyectos de emancipación... de independencia. La profundidad con que Benjamín (y otros) advirtió el impacto de la tecnología en el arte contemporáneo no parece alcanzar para hacer evidente el impacto que también tiene la dependencia de dicha tecnología. Impactan las herramientas tanto como la lógica de su producción y la imposibilidad de poseerlas. En más de un sentido se repite el dilema Capital-trabajo en la escala de la teorización y la producción estética, sea o no artística.

La propiedad de las herramientas para la producción expresiva tiene en el campo estético tanta importancia como las tesis sobre composición o las teorías del color.

El estudio de la estética contemporánea oscila entre las especializadas en materias de arte y todas las que de un modo directo o indirecto abordan la cultura identificando en ella recortes específicamente relacionados con el papel del gusto, sus tradiciones y reposiciones teóricas. Están también las especialidades en materia de experimentación que tomando distancia de preocupaciones filosóficas o teóricas que abrigan en una praxis no del todo ordenada y siempre en estado de oferta jugosa para el debate.

Tenemos por un lado la corriente de estudios culturales, los estudios críticos sobre los medios de Comunicación al lado, y no necesariamente intercomunicados, de las teorías del arte, la crítica especializada en géneros o estilos contemporáneos y los seguimientos más disímbolos sobre las llamadas vanguardias artísticas del siglo XX.

Tenemos en paralelo y no necesariamente interesados por el resto de las producciones teórico prácticas, las aportaciones de la a filosofía analítica con sus paradas, no siempre abundantes, en el terreno de los problemas estéticos.

Tenemos La Bauhaus, la escuela de Frankfurt, El círculo de Viena, sucedáneos y conexos compartiendo tiempo y no necesariamente intereses o debates. Tenemos los manifiestos estético-artísticos del siglo XX, las confesiones de artistas y filósofos en materia de placeres y las aventuras inconfesables de las alianzas entre cierta estética y cierto discurso propagandístico o publicitario. Del realismo socialista, pasando por Goebels hasta Mac donals, Coca cola y los chicos de Microsoft. Y tenemos también un repertorio de experiencias rebeldes e insurgentes que a contramano de la lógica, ética y estética mercantiles proponen otra Comunicación y estética audiovisual, no simpática para los poderes económicos y políticos de la usura imperial.

Este paisaje desequilibrado en el que las mayorías no son propietarias de sus herramientas de expresión audiovisual y en el que una minoría produce e impone herramientas y discursos es el marco donde ocurren las teorías y prácticas estéticas de nuestro tiempo. Es el paisaje donde se dan las tres características señaladas más arriba.

En este paisaje es donde se presentan las condiciones y exigencias concretas para una Filosofía de la Comunicación capaz de comprender el lugar del lenguaje audiovisual hacia una revolución creativa que de su sitio al trabajo como fuente suprema.

A las dificultades de orden semántico que se presentan recurrentemente para definir el lenguaje audiovisual, se suman, en nuestro trabajo, las pertinentes al término contemporáneo. No es poca cosa. Están sujetas a revisión estas dos nociones fundamentales para el entendimiento y producción de la cultura. Unidas complejizan desmedidamente los campos semánticos, sintácticos y pragmáticos. ¿Cuándo o dónde comienza lo contemporáneo para lo audiovisual?. ¿Se puede comunicar hoy con  sintaxis no contemporáneas?. ¿Todos los lenguajes audiovisuales son contemporáneos?. No todo lo que se produce n nuestro tiempo es necesariamente discurso contemporáneo. Hay mucho retrógrado y reaccionario suelto.

Si lo contemporáneo comienza con la Revolución Industrial, como afirman algunos, lo audiovisual, obediente a los paradigmas culturales generados por aquella, tardó mucho en hacerse sentir.. En todo caso ¿ qué determina la contemporaneidad de lo audiovisual?, ¿El contenido, las formas o ambos?. ¿Constituye un lenguaje significativamente distinto a los anteriores?  Y... ¿cómo se caracterizan?.  ¿Lo contemporáneo es una mera referencia cronológica o implica confiablemente una caracterización histórica para entender el desarrollo de las civilizaciones, sus contradicciones y calamidades?. Todavía no tenemos respuestas acabadas.

Conviene incluir una distinción metodológica: contemporáneo no es sinónimo de post-moderno ni de neoliberal. En todo caso el primero contiene, accidentalmente, a los dos siguientes de manera no exclusiva, no excluyente y no absoluta. En lo contemporáneo también caben  muchísimas otras definiciones.  La Comunicación indígena, escrita o hablada  con lenguajes propios propias, sobre conflictos raciales, sociopolíticos, éticos o estéticos, puede ser  más contemporánea que la narrativa de la moda depresiva audiovisualizada hoy, desde un bar, al estilo del siglo de oro español.  También hay sociedades enteras que por su decisión, unas, y por imposición otras, no han llegado a la modernidad ni a lo contemporáneo.

Incluso en materia de modelos educativos, los criterios de enseñanza en Comunicación audiovisual delatan vacíos y atrasos importantes en relación con lo contemporáneo.

Para el análisis tanto como para la creación. Impera una especie de mezcla desarticulada que no termina por involucrar las curriculas académicas con el problema central de la libertad expresiva. Una especie de enseñanza histórica frecuentemente reduccionista se entronca con ciertos criterios canónicos que no atinan a potenciar la creación de obra contemporánea. La enseñanza de lo audiovisual aún no supera metodológicamente a sus apóstoles colonialistas mientras las bibliografías se empeñan en registrar, como pueden, y tardíamente, criterios en desuso, o en olvido. Están lejos de construir la herramienta práctica popular y dinámica que deberían.

La cultura de masas expresada en los medios de Comunicación exhibe, al lado de modalidades trasculturizantes, una pobreza audiovisual en plena expansión. Al lado de la consolidación unilateral del discurso, un empobrecimiento sospechoso, delata ideológicamente el tipo de relación mercantil ideado para los destinatarios. Repertorios léxicos restringidos para la repetición publicitaria en la que el diálogo es imposible, la imitación es aplaudida, la información ambigua y la expresión libre omitida.

La exhibición es cada vez más cara y más difícil. Ni las iniciativas más voluntaristas  ni los proyectos de educación y cultura gubernamentales, satisfacen la necesidad histórica de gestar una gran revolución cultural contemporánea emergente del lenguaje audiovisual libre... de la Comunicación toda, que tienen por oficio y destino tramitar todas las temáticas, los recursos técnicos y los lenguajes de un tiempo que se distingue de otros multifactorial y multimodalmente. Hay muy poca investigación, pocos apoyos para el trabajo interdisciplinario, pocos recursos económicos para adquirir materiales o equipos y poco interés por la libertad de expresión. Datos todos de la postmodernidad neoliberal que en lo contemporáneo nos deja sin palabras. Hay que notificárselo al futuro.

Hay datos actuales inesquivables. Las triunfadoras de la globalización (es decir el imperialismo colonial) son mil empresas que poseen activos que equivalen a 1.42 veces el valor del producto interno bruto mundial. En el grupo toman cada vez más relevancia un segmento de nuevas compañías, en las ramas de la tecnología y las telecomunicaciones, la llamada “nueva economía”.

Business Week, publicó que, los activos de mil compañías privadas alcanzaron el último año la suma de 40 billones 914 mil 607 millones de dólares, una cantidad que supera en 42.5 por ciento al producto interno bruto de todos los países del planeta, calculado por el Banco Mundial en 28 billones 736 mil 978 millones de dólares. “El triunfo de las grandes empresas de telecomunicaciones es uno de los temas sobresalientes que surgen de las mil compañías globales de este año

La revolución tecnológica y la consolidación de la nueva economía crecen, mientras amplias franjas de la población mundial sobreviven en la miseria. Así, cuando un millar de empresas consolida su poderío económico, el Banco Mundial ofrece cifras que dan cuenta de la otra cara de la moneda de la globalización económica. Los indicadores del desarrollo mundial año 2000, el organismo recuerda que una sexta parte de la población mundial produce 78 por ciento de los bienes y servicios y recibe 78 por ciento del ingreso mundial, un promedio de 70 dólares al día. Mientras, tres quintas partes de la población mundial, que vive en los 61 países más pobres, recibe 6 por ciento del ingreso mundial, es decir, menos de dos dólares al día.

El Banco Mundial señala que el número de personas en extrema pobreza, con un ingreso que no supera un dólar al día, permaneció "relativamente estable en la última década", al disminuir de mil 300 millones de personas al inicio de los años 90 a mil 200 millones al finalizar 1998, último dato disponible.

El listado de Business Week sobre las mil empresas más importantes del mundo es encabezado por General Electric, cuyo valor de mercado es 520 mil 250 millones de dólares, una cifra similar al producto interno bruto de México.

En segundo sitio está Intel, una firma con valor de 416 mil 710 millones de dólares; la sigue Cisco Systems, con 395 mil 10 millones de dólares; Microsoft, con 322 mil 820 millones de dólares y en quinto sitio Exxon Mobil, cuyo valor es de 289 mil 920 millones de dólares. De las mil empresas, 484 son estadunidenses. En conjunto, estas compañías tienen un valor de 13 billones 112 mil 300 millones de dólares. Otras 149 son japonesas, con un valor de 2 billones 891 mil 700 millones de dólares. A la lista se agregan 94 firmas británicas, que valen 2 billones 110 mil 900 millones de dólares; 44 francesas, que tienen un valor de un billón 153 mil 900 millones de dólares.

           

Todo lo que Internet no es:

Hacia otra filosofía de la realidad (virtual)

Abandónese toda dramaturgia de espantos chocarreros. Internet está aquí y ahora. Llegó como suele llegar toda innovación tecnológica: por imposición. Nos guste o no en los designios de la transferencia tecnológica imperial nadie nos pide opinión. No decidimos, no nos consultaron, no hubo debate, propuesta, contrapropuesta... diálogo. La historia vuelve a repetirse.

Imantada por los poderes ideológicos tecno idólatras, en pleno capitalismo salvaje globalizante y neoliberal Internet se erige en fetiche y tótem; logro, maravilla y “triunfo” de una “humanidad” abatida por desempleo, hambre y miseria en plena fiebre de las transferencias tecnológicas.

Internet es un juego de espejos que se nos cambia mientras nos endeudamos más. Juego real como la inteligencia militar que lo inventó. Nadie puede quitarle sus magnificencias como nadie puede quitarle su historia, origen definición primera. Real como la virtualidad huidiza y ambigua de una parafernalia audiovisual cibernética e hipnótica. Real como la ideología real creada para imponer escapatorias a la realidad misma haciéndolas pasar o reales. ¿En que lado quedamos?

Y como nadie nos consultó, nuestra participación se restringe a la resignación: comprar y aplaudir los hard y software a críticamente. Para poner la cabeza a salvo es obligatorio establecer que no todo lo que ocurre en, por, para, de desde ante con contra Internet es nefasto. Es real como el proyecto mercantil en que se funda, Real como el principio de competencia comercial que hace con la velocidad y la distancia transformaciones extraordinarias en nuestra relación conceptual histórica con el mundo, la materia, el espacio, la humanidad. Real como su discurso mediático, real como su maravilla, real como su necesidad de capturar de seducirla atención en un espacio de competencia inaudito.

Real como el grupo de los siete países más industrializados del mundo más Rusia (G-8) que acordaron impulsar el desarrollo tecnológico de los países subdesarrollados, mediante lo que denominó la Carta de Okinawa, después de reflexionar, en Japón, sobre el "impacto revolucionario" de las nuevas tecnologías de la información.

Real como cálculos de organismos multilaterales: sólo 370 millones de personas en el mundo, que equivalen a 6.5 por ciento de la población mundial, utiliza Internet.

En EU y Canadá, 40 por ciento de la población emplea la red mundial, mientras en América Latina sólo 5 por ciento. En Europa 27 por ciento y en Asia y África 20 y 2 por ciento, respectivamente.

Real como el principal mercado bursátil que entre fracasos de especuladores de todo tipo cotizan las más importantes empresas de tecnología, entre las que juegan un papel destacado las de computación e Internet, es el sistema de cotización automatizada de la Asociación Nacional de Comerciantes de Valores (Nasdaq, por sus siglas en inglés).

Real como las más de 275 mil terminales en 56 naciones alrededor del mundo que siguen de cerca los precios reportados en el Nasdaq. Modernizado para monitorear cada día transacciones de más de 500 millones.

Es irreal creer que Internet es “El Mundo” porque es tanto como pensar que la guía telefónica es “La Sociedad”.

No es la solución a todos los problemas de Comunicación.

No es la fuente de información más confiable.

Su pluralidad no implica ni prueba amplitud, igualdad o veracidad.

No es la libertad de la Comunicación; es un negocio telefónico y publicitario.

No es un medio al alcance de todos.

No es un medio que permita, a corto plazo, la transformación de la realidad social.

No es una revolución estética.

No es un paradigma de calidad.

No es confiable.

No está libre de espionaje, corrupción malversación y engaño.

No es ajeno al terrorismo emocional.

            Creación y Comunicación:

Frente a esto... contra todo esto, por una Realidad virtuosa, libre y justa que ponga en su sitio a los ladrones y genocidas de cuerpos y almas uno puede y debe pensar en el lugar de su capacidad creativa como lucha de la Comunicación y del trabajo.

Y aunque es imposible, e improbable, definir dónde o cómo ocurre eso que llamamos creación, (el acontecimiento creativo) también es imposible e improbable desvincularla de los términos trabajo, Comunicación y estética. Nos atrae la magnificencia e impacto de las condiciones y relaciones de producción estética entre creatividad humana e Imagen, en lo cotidiano y en lo histórico. Nos atrae la complejidad y significado de dos paradigmas centrales en la constitución y desarrollo de la humanidad comunicadora. (Unas veces por ventura y otras no tanto) sus antecedentes, situación actual y sus perspectivas.

Este Trabajo se alimentan con semejante ambición. Imprudente y no tanto. No para desentrañar lo in desentrañable, mejor aun, para profundizar y confirmar lo seductor de un fenómeno que no se agota ni se agotará con definiciones. Profundizar organizadamente en las preguntas que no se agotan con las respuestas ¿Qué es la creación... La creatividad? ¿Qué son y como se crean las imágenes? 

Quizá sea el terreno de la creatividad donde mejor legitima su presencia el concepto enigma.

No por oscurantismo, no por snobismo. Todo proceso de creación tiene estatutos complejos que disciplinan intermitentemente sus paradigmas dialécticos destructivo-constructivos. Crear implica producir imágenes, unas veces con acuerdo a reglas mas o menos estables, otras azarosamente. La Imagen, como realización de la inteligencia humana, resuelve un paso cualitativo de la dialéctica necesidad – satisfactor, desencadena acciones múltiples de fenómenos que validan su influencia cuando se hacen garantes de un grado de respuestas prácticas, que aun provisionales, permiten el conocimiento todo y la Comunicación de manera siempre renovada.

Este, que abordó la ruta de la Comunicación y la estética, en su sentido más comprensivo. Decantó estrategias y confrontó la producción de imágenes con su dialéctica. Punto generador de hechos creativos expresados en imagen. Conviene referir al menos las tres categorías centrales que aquí se siguen como guías para la producción de hipótesis interrogaciones y exploraciones teórico -prácticas: categorías Epistemológicas, Semiológicas y Estéticas (conocimiento, Comunicación, creación) Campos de preguntas, campos seductores.

No hay mérito exclusivo en caracterizar y explorar los puentes entre el concepto Creación y el concepto Trabajo, si es significativo el marco y riqueza que desde tales conceptos y puentes podemos elaborar (siempre provisionalmente) para sentirnos estimulados y fortalecidos con la magnificencia del hecho creativo. Persisto en la interrogación, insatisfecho con las soluciones y siempre conciente, cada vez más, de la magnitud e importancia del estudio, en la vida práctico-teórica, de todo hecho expresivo. De la insatisfacción no devino parálisis sino audacia y convocatoria.

Especie de brújula que indica simultáneamente todos los puntos cardinales de un campo magnético en movimiento constante, azaroso y pasmoso.

De lo teológico a lo epistemológico, de lo psicológico a lo sociológico, de lo antropológico a lo ontológico. De la nada al ser, de la materia al tiempo y viceversa. En su categoría más compleja el problema del hecho creativo entronca con el problema del hecho poético. El problema de la producción creativa pasa cualitativamente al problema de la producción poética. Las cosas se complican el enigma refrenda sus paradigmas. Todos parecemos saber nada y sin embargo anhelar lo creativo, de un modo o de otro, esperanzarnos por la poesía y sostener un crédito sui géneris por la transformación de todo, de lo imaginativo a lo maravilloso.

Los términos agotan sus semánticas necesariamente antes de exigir también un paso cualitativo profundo para alcanzar a significar dimensiones complejas. Así poesía, estética, Comunicación y creación requieren una zona semántica, sintáctica y pragmática donde ejercitar semejantes operaciones cualitativas que pongan en plano de  nueva teoría y nueva práctica un pensar contemporáneo pertinente. Para sí y para sus producciones teórico prácticas.

Asumimos plenamente el riesgo y derecho al ensayo y error dialécticos, que una vez cada tanto se hacen acierto. Eso sentimos con la asociación de los términos Trabajo, (especialmente Trabajo no alienado) y el término creación, (especialmente creación liberadora) Al ubicar la producción creativa (creadora) como un Trabajo social que sintetiza dialéctica, histórica y colectivamente las individualidades. Al considerar como social e histórica la producción expresiva determinada por todas las categorías económicas, políticas, ideológicas de una sociedad determinada, el problema de la creación y el problema de la poesía encarnan como una necesidad y satisfactor indisolubles de la evolución colectiva y por ello factores importantísimos para el diagnóstico.

Bien se puede analizar cualquier formación o proceso social (sus calamidades o virtudes) desde el estado que guardan sus procesos creativos, imaginativos y poéticos. Procesos que son ineludibles, aunque hallan sido eludidos persistentemente, en especial bajo sus formas más rebeldes y liberadoras. Del esclavismo helénico al socialismo real (realismo socialista) del platonismo al positivismo.

Aquí no se pretende feligresía alguna que se separe del pensar crítico científico. Si se pretende ser estimulantes  productores de exigencias nuevas para indagaciones más profundas. Fue pensado por ello y para ello.

Todo suceso creativo más que producto es un proceso. Confabula en sus ánimos cierta dialéctica secular del espíritu que tiene por vocación fundamental renovarlo todo. Articula multidimencionalmente cuanta solución somos capaces de intuir para atender necesidades del ocio o el negocio. El evento creativo pauta, expande y conjura ignorancias o saberes gracias al enigma descomunal de la inteligencia dinámica que preña cuanto hacemos u omitimos. El acto creativo es irreverencia y transformación que lee incansablemente todas las realidades para aportarles adiciones, cambios o encuentros, siempre sorpresivos, refrescantes y necesarios según dicten los factores idiomáticos de la axiología, estética o ética dominantes. Es como imitar a la vida.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo opera, dónde o cuándo. El hecho creativo emerge genial, con el señorío promisorio de su independencia exasperante, toma cuanto territorio conceptual u objetual le place y nos devuelve la realidad transformada para siempre. De sus lenguajes, secretos y leyes conocemos accidentalmente apariciones fantasmagóricas que nos dejan balbuceando una oración in entendible plagada de agradecimientos. Lo creado es siempre reflejo no platónico de la creación. Lo creado es siempre destello fulgurante e imagen primigenia de nosotros. Creación y criatura son enigma y dilema embriagantes, puestos a jugar con la existencia una aventura fantástica de realidades mutantes por necesidad.

Quien invoca la creación invoca espíritus que se le parecen mucho. Llama a cuentas la manifestación actualizada de su deseo y de cualquier objeto de su deseo. Convoca la presencia de potencias y actos depurados dialécticamente sobre la práctica de interrogaciones y resoluciones en todos los sentidos... sus sentidos. Sienta a la mesa de las síntesis lo aprendido o lo intuido por su ser histórico, genérico, político y transformador, para hacerse asesorar como protagonista o héroe de una leyenda maravillosa, repetida ritualmente desde que la especie existe.  La creatividad no nace o vive en el cerebro, o no sólo en el cerebro. Neurólogos, psicólogos, arqueólogos, poetas, pintores, o escritores se devanan los sesos en el intento por definir, domesticar y / o amaestrar a la creatividad sin, por fortuna, haber tenido éxito. El acto creador tiene mucho de salvaje.

Como en toda liturgia de reconciliación con lo humano verdadero, la búsqueda de la creatividad demanda ofrendas simpatéticas que se sometan a las leyes materiales y dialécticas del pensamiento, a la obediencia intuitiva sobre la imagen, al imperio de la libertad. Un acto creativo es indisociable de los antecedentes, situación actual y perspectivas que le propone y exige la sociedad. Nadie es creador o creativo por obra, gracia y beneficio de su individualidad inmaculada e iluminada. Nadie aporta un hecho de creatividad por virtud de algún privilegio concedido extraterrestremente.

El acto creador se logra por los préstamos hechos en colectivo para que desde lo individual se retroalimente lo genérico. El derecho de autor es un invento burgués que hace rentable para unos cuantos lo que pudiera o debiera ser propiedad de las sociedades. Y en efecto, no toda creatividad necesariamente nace para beneficio de la especie. Hay talentos mercenarios que rentabilizan lo aprendido por muchos. También no a todo mundo le interesa o conviene que la creatividad se expanda y democratice. Pero es un hábito ancestral pelear por reponernos en la praxis la idea comprometedora del eterno retorno hacia nosotros mismos armados con un talismán majestuoso, aporte creativo e invocación de otros. Como la vida. Como el trabajo no alienado.

En todo caso una de las búsquedas predilectas que la Comunicación humana propone como síntesis de sus fuerzas creadoras, transformadoras y liberadoras la poesía misma. El salto cualitativo de la conciencia en su desarrollo más complejo, de todo proceso de creación y Comunicación, es la poesía. “Debemos insistir: poesía no es poema, o no sólo”.

Nada legitima cierta pretensión de fijar para el concepto poesía definiciones terminales. Sin remedio el límite caracterológico para un enigma tal se fija contradictoriamente entre la necesidad filosófica de ensayar proposiciones y la “naturaleza” de un fenómeno, en muchos sentidos, inaprensible, indeterminable, misterioso y complejo hasta nuestros días. Ya hay una tradición larga, hija del ensayo y el error, que ha intentado establecer plataformas, puntos de observación, miradores... armados con telescopio metodológicos, ideológicos y científicos de pelaje diverso. La suma de las partes sigue lejos del todo para tranquilidad de muchos y desesperación de otros. Desiguales y combinadas. Lo posible, mientras tanto sigue siendo extenso y desafiante. También lo imposible. Quizá por ello, al podar las pretensiones hasta el límite de las aproximaciones actuales, sea necesario reformular métodos, marcos de referenciales y objetivos nuevos, hacia una producción conceptual dispuesta a admitir su provisionalidad, aventura y problematicidad contemporáneas a sabiendas claras de la mutación dialéctica de la poesía con sus determinaciones histórico, comunicacionales y culturales clave.

Así la poesía es el estado superior de las imágenes... de la Comunicación, su “álgebra profunda”. Su realización purificada y purificante... la alquimia del ser. En su sentido materialista. Estado en que la forma vibra se impregna de contenido y se transforman dialécticamente... emocionalmente electrizados con ese esfuerzo humano fastuoso arrobado por la maravilla. La Poesía como estrategia de la vida, producción humana monumental que escampa horizontes, revela territorios, expande el deseo.

La poesía no es ese engendro vomitado a destajo en trances de prostitución o cursilería negociables. No es la palabrería santificada entre genitales insatisfechos ni la resurrección política de calenturas patrioteras. Ni los retruécanos para esclavizar amoríos eyaculatorios de caballeros o niñas sensibleros, se llamen como se llamen, publiquen como lo que publiquen o se premien como se premien.

La Comunicación hecha poesía se profesa en categorías rigurosas. La ética como estética del futuro, la libertad como sentido central, lo maravilloso como conquista dialéctica... Un poeta deberá ser militante o será nada. Un poeta deberá ser investigador fantástico de la Imagen y la Comunicación. Será un trabajador, obrero de la Comunicación dispuesto a construir con imágenes cuanto diagnóstico y pronóstico dicte el espíritu para hacerse caminos a la libertad cuanto antes. Un poeta que habrá de valerse de cuantos medios tenga al alcance para movilizar todos los ejércitos emocionales hacia el triunfo final de la humanidad en contra de todas las calamidades. Un poeta transformador, un revolucionario que expande e inaugura visiones y conciencia con el privilegio social de la creación que individualmente practica para regocijo suyo y de una humanidad sin clases. Poesía de pintura, danza, cine, video, literatura... poesía de vivir y compartir la vida. Poesía magnética que encienda todas las máquinas amorosas poesía para la resolución de los problemas en la vida práctica. Poesía como trabajo, trabajo como poesía.

La humanidad está destinada a la poesía, es decir, destinada a producir la poesía necesaria, la poesía arma, herramienta de lucha y liberación capaz de iluminar con sus fulgores las zonas más intrincadas del ser, de los universos interiores y exteriores, luz multi direccional, luz centrífuga y centrípeta hacedora de formas nuevas, artífice de la materia y del tiempo en la magnificencia de la producción emocional de todos, la magnificencia misma de  una especie estremecida con poesía para la poesía en los brazos renovados siempre de la naturaleza, los deseos lo conciente e inconsciente. Luz de metralla escalofriante, luz de repetición y turbulencia que agita corazones y espasmos. La belleza convulsiva. Luz magnética que atrae magnificencias al terreno delos hechos. Poesía lumínica que transforme al mundo... que transforme la vida. Que transforme la Comunicación toda.

Pocas vocaciones hay, en este filosofar sobre la Comunicación como la vocación “estética” de un sistema de pensamiento capaz de mirar las necesidades humanas como motores revolucionarios. La poesía también es una necesidad sometida a las mismas calamidades a que se somete toda propiedad colectiva. La poesía ha sido manoseada, denigrada y secuestrada para beneficio de un plan perverso fundado en destruir la fuerza emocional dela humanidad. La poesía ha sido secuestrada y encerrada para domesticarla la servicio de cirqueros complacidos con sus propias payasadas mientras sus cómplices aplauden. “La poesía debe ser hecha por todos.” El plan perverso de los poderes que contratan mercenarios dela poesía para que adornen sus palacetes de opresión. La propia idea bastarda de poesía con que se envenena al mundo, poesía decorativa, masturbatoria o mercantil es una desplante de corrupción para desesperanzar al mundo. Es un plan de aniquilamiento dispuesto con todos los recursos posibles para decretar el fin de la historia y la muerte de las utopías. Pero la poesía está en otra parte.

Todos los instructivos ideológicos burgueses que se afanan en el embellecimiento de la propiedad privada, la familia, las instituciones represoras y el devenir de gobiernos ávidos de violencia, suponen tener el derecho penetrar en las conciencias humanas para depositar las deyecciones estéticas de su proyecto esclavista. Suponen que pueden hacerlo impunemente, que pueden hacerlo mesiánicamente y que uno deberá estarles agradecido hasta la eternidad. Siempre y cuando uno muestre su agradecimiento produciendo algo que beneficie la plusvalía del patrón. Nada se hace por ocio. Nadie financia producciones poéticas inocentemente. La poesía es un botín de guerra encerrado en campos de concentración ideológica, puesto a fabricar jabones para lavar las conciencias y la memoria de la explotación y lo explotadores. Se hace pasar por poéticas las farándulas de los comerciantes mass mediáticos. Se hace pasar por poesía la basura decorativa de artistas dedicados a disfrazar estéticamente la miseria, que jamás hacen contacto con la realidad social que mueven la cola y hacen gracejetas al patrón que saca un cheque para comprarles obra.  Se hace pasar por poesía el idealismo solipsista más enfurecidamente nihilista y la obscenidad más impunemente disfrazada de arte. Tiemblen farsantes, uno conoce muy bien sus estrategias. Estamos en pie de guerra poética.

El filosofar sobre la Comunicación encuentra en la poesía un campo de lucha para la liberación de la producción humana más valiosa. Poesía de vida. Poesía estremecimiento y palpitación devenida de la práctica toda del hacer del mundo una procuraduría permanente del estado poético. La felicidad misma. Y en sentidos aun insuficientemente explorados, la poesía se orienta con un sistema de brújulas interiores y exteriores que devienen de las imágenes... de la imagen.

Ganar la Imagen

Tarde o temprano el advenimiento de la imagen es resultado de procesos integradores que estructuran caprichosamente las fuerzas organizadoras del conocimiento. Son corpus sustanciadores, recipiendarios y reflejantes, que en su propio juego de asociación libre, disponen al antojo de la experiencia un carácter formal, que no abandona su ombligo semántico. La imagen es agente móvil cuya fragilidad y consistencia rebusca dinámicamente soluciones de interlocución detonadoras de lecturas siempre multimodales y liberadoras.

Sintetiza la imagen un conjunto de procesos complejísimos que no omiten en su dinámica el repaso de lo simbólico integrado a lo estereotípico, la revisión de lo accidental preñado por lo poético y el vértigo comunicacional tamizado con lo mágico. La imagen  no se restringe a la visualidad o a la visibilidad. La imagen es evidencia del pensamiento más complejo y es soporte paradigma de sí donde se articula lúdicamente el proyecto comunicacional. Es enigma y misterio que, quiérase o no, se empeña en no ser presa del manoseo explicacionista de algunas academias o letras muertas.

En la imagen (con ella) proponemos multidimencionalmente el apetito juguetón de la fantasía y lo maravilloso. La imagen se anima con vertederos del pensamiento donde existe una muy potente fuerza transformadora, irreverente y genial, que habita en todos nosotros.

La imagen manjariza la existencia con menús seductorsísimos capaces de imantar para siempre coordenadas inimaginadas de nuestro pensamiento. Tiene como destino la creación de sistemas solares interiores eje magnético de emociones incontables en vías lácteas caprichosas.

Una imagen es animal salvaje que emerge y seduce con la fuerza de lo instintivo dispuesta a modificar todas las ideas preestablecidas en la vida cotidiana. La imagen es desplante caprichoso de la inteligencia. Es sorpresa, es promesa y es aventura que exigen un talento investigador incansable. "La imagen es la capacidad lírica de los instintos"  A.B.

Más allá de los imperialismos de la imagen, que la  pretenden propiedad exclusiva para la imposición de sus aparatos ideológicos, y muy al margen de las prepotencias estético-mercantiles que se presumen domadoras,  la imagen continúa siendo un acontecimiento problematizante sin fórmulas o clichés.

La necedad comunicacionalista de algunas "academias" empeñadas en apropiarse de la imagen, quiso hacernos creer que la reiteración, la saturación, y el posicionamiento publicístico son la clave de un saber incuestionable. Produjeron con sus reduccionismos tantas confusiones y tantos engaños que es necesario hoy reencausar el estudio, exploración y creación de la imagen.

Hacen falta ejercicios multidisciplinarios cuya capacidad crítica puntualice eso enigmático que en lo individual como en lo colectivo las sociedades poseen para articular y rearticular su riqueza de imágenes. Nada más aterrorizante que aceptar  la moraleja  maquiavélica que pretende usurpar y mecanizar el flujo natural de las imágenes a cambio de un "mundo feliz" donde todos convengan en participar de un "modo de producción" para imágenes, verticalista, autoritario y domesticador. La realidad es otra, la imagen es todavía bastante más salvaje y posee promisoriamente sorpresas expresivas inéditas en estado larvario. Es yacimiento cuya propiedad colectiva exige hoy por hoy exploraciones teórico prácticas decididas a un reencuentro transformador.

Es agente dinámico, mutante y caprichoso cuya vocación asociativa con otras imágenes se determina doblemente por las condiciones e influencias del entorno y por las circunstancias de cada individuo. Para atomizarla, desestructurarla o reducirla es necesario un grado de violencia, tan artificial y sospechoso, como contraproducente. La imagen tiene sentido por su concatenación en el discurso y por el potencial matizado de cada solución que ella misma ofrece para resolver sus imperativos expresivos.

Aislándola quirúrgicamente, según uso de algunas tendencias teóricas, se pierde de ella el poder asociador donde se fundamenta cada uno de los momentos, encuentros y revelaciones que realmente la vitalizan. Como la libertad de ideas y prácticas.

El problema de la imagen no es sólo formal por más que cierto hábito viciado nos empuje a reducirla a lecturas parciales. El problema de la imagen es un problema de sistemas y procesos creativos que de sí y por sí toman indiscriminadamente cuanto objeto, sensación, intuición y capricho se ofrece a la inteligencia como materia de recomposición y revolución expresiva.

La imagen es bacteria proyectiva cuya fuerza y capacidad de reproducción está en ella como en el caldo de cultivo con el que crea relaciones de independencia, cómplices de cierto efecto multiplicador sobre terrenos de la inteligencia disímbolos. Entre esos terrenos también se da un sistema de intercambios regidos por una economía metalógica profundamente lúdica. La imagen por eso es endógama y exógama, se mueve entre las categorías del conocimiento y entre todas las áreas sensomotrices, empeñada en conjugar, redituar y redimensionar el propio carácter de su dialéctica asociada con otros procesos independientes de ella.

La imagen también produce formas cuando inevitablemente acude a niveles de codificación y los preña con su capricho sintetizador. Pero son tantas las variables semánticas que se producen en esa relación que es virtualmente imposible tipificar la producción sígnica o la articulación discursiva. A pesar de los modelos y las estructuras que a la inteligencia se le han impuesto para que esquematice toda experiencia, y a pesar de las cajas de Skinner mentales con que pretendemos procesarlo todo, la imagen se filtra, contamina y detona lo que puede en el escaso margen de maniobra que las instituciones mentales le dejan. Por eso algunas teorías psicológicas o psiquiátricas; algunas investigaciones sociológicas o antropológicas, se muerden la cola enredadas en entender, desde sus propios esquemas, las ruinas de un esquema fracturado por la irreverencia de la imagen.

Entonces la imagen revalida su capacidad de producción formal y repone conexiones semánticas que reactivan ese poder majestuoso involucrado con la fantasía. No se trata de un proceso causa efecto pero ocurre frecuentemente la irrupción febril de imágenes cuando se rompen estructuras mentales rigidizadas o tensionadas. Tal vez se pueda afirmar que está en la imagen primigenia un germen de irreverencia que le es consustancial,  y esto permitiría poner en evidencia el esperpento desfigurado de todas esas entidades ideológicas amaestradas que se nos presentan para tergiversar el sentido y significado real de la imagen.

Hay también en la investigación y estudio de la imagen un sentido político que a poco andar enfrenta  panoramas complejos y contradictorios originados por el correlato social en el que se han desarrollado la producción, distribución y consumo de imágenes. Los poderes hegemónicos que aprendieron a imponer modos de pensamiento, modos de sentimiento y modos de Comunicación convenientes al modo general de producción económica, entendieron la importancia de fijar (o como dicen los publicistas posicionar) socialmente signos que se hacen pasar por colectivos, que usan de la imagen ingredientes descontextuados, y que consolidan un espectro cultural esquematizado e institucionalizado donde se rinde culto a la explotación de algo o alguien, sin interés por los grupos.

En ese intento el proceso irreverente, creador y transformador de imágenes, y su potencial expresivo acumulativo y permanente, fueron fragmentados, atomizados y desviados con la irrupción de la cultura mercantil de masas, herramienta expansiva y letal que acentuó las calamidades de todos los tiempos.

Hoy se llama imagen a casi cualquier signo portador de cargas ideológicas que no se desprenden directamente de leyes sociales e históricas para la libertad humana sino de estrategias acumuladoras, benefactoras de unos cuantos. Hoy se llama “imagen corporativa”, “imagen pública”, “imagen política”, “imagen publicitaria”, “siglo de la imagen”, etc., a un tiempo y fenómeno en que los signos se cretinizaron  para sustituir con expresiones verticalistas, autoritarias, y manipuladoras, las expresiones multimodales y multidimensionales de las sociedades.

El estudio de la imagen no puede prescindir de una ética que le obligue a poner en claro los peligros y consecuencias, que sobre la historia de la cultura, inflige toda malversación de lo social. Hay que privilegiar la creación sobre la erudición sin reñirlas. Poner énfasis en la importancia de expandir el conocimiento para obedecer al carácter bacteriológico y creativo de la imagen y su integración expresiva (no posmodernista) como condición exteriorizante de su misterio, su magia y su promesa, es decir, la vida misma.

 

Revolución Contemporánea de la Comunicación:

Esto entre otras cosas se propuso el movimiento surrealista que hizo de la imagen un centro de trabajo, indagación y creación teórico y político para alcanzar un plano revolucionario de la Comunicación sin marginar la responsabilidad ética de lo estético.

“Poco a poco el espíritu queda convencido del valor de realidad suprema de las imágenes. Limitándose al principio a sentirlas, el espíritu pronto se da cuenta que las imágenes son acordes con la razón y aumentan sus conocimientos. El espíritu adquiere plena conciencia de las ilimitadas extensiones en que se manifiestan los deseos, en las que el pro y el contra se armonizan sin cesar, y en las que su ceguera deja de ser peligrosa. El espíritu avanza, atraído por las imágenes que le arrebatan, que apenas le dejan tiempo preciso para soplarse el fuego que arde en sus dedos. Vive en la más bella de todas las noches, en la noche cruzada por la luz del relampagueo, la noche de los relámpagos. Tras esta noche, el día es la noche.”

Andre Breton desde sus manifiestos apunta la complejidad y fortaleza de la imagen para aportarnos un campo de investigación y práctica transformadora que no se contenta con  lo dado (lo ya hecho) sino que se entrega a la búsqueda de una revolución creadora comprometida con la imaginación, la fantasía y lo maravilloso dados en la Comunicación humana, en el trabajo y en su desarrollo dialéctico.

“No voy a ocultar que para mí, la imagen más fuerte es aquella que contiene el más alto grado de arbitrariedad, aquella que más tiempo tardamos en traducir a lenguaje práctico, sea debido a que lleva en sí una enorme dosis de contradicción, sea a causa de que uno de sus términos esté curiosamente oculto, sea porque tras haber presentado la apariencia de ser sensacional se desarrolla, después, débilmente (que la imagen cierre bruscamente el ángulo de su compás), sea porque de ella se derive una justificación formal irrisoria, sea porque pertenezca a la clase de imágenes alucinantes, sea porque preste de un modo muy natural la máscara de lo abstracto a lo que es concreto, sea por todo lo contrario, sea porque implique la negación de alguna propiedad física elemental, o porque dé risa.”

 

Conclusiones:

(provisionales siempre)

“Las verdaderas preguntas no se agotan con las respuestas”

Este trabajo produjo, entre otras cosas, insatisfacciones buenas. El abanico que abre, a partir del concepto Trabajo, dejó ver la necesidad urgente de profundizar y enriquecer al menos tres áreas primordiales:

1)      Una Filosofía del Trabajo no alienado mayormente precisa y depurada.

2)      La actualización de debates sobre el ser y modo de ser de la Comunicación en el marco del desarrollo general de los intercambios sociales (expresado incluso en lo cotidiano) sus vicios y tareas pendientes. Hacia un programa transformador del orden mundial de las comunicaciones, la creatividad y la poesía

3)      Una aproximación filosófico-transformadora al problema de la Imagen que en su sentido más amplio abarcaría los procesos de Conocimiento, Comunicación, y Creación.

Llena de faltantes esta obra no tiene más remedio que basarse en la conciencia de sus necesidades para reconocerse como despliegue preliminar de líneas temáticas que deben perfeccionarse con ayuda del tiempo, la investigación interdisciplinaria y la práctica social.

Nada aporta, más que divertimentos escolásticos estériles, el estudio y práctica de la Comunicación si se insiste en mantenerla dormida en la nebulosa idealista que da por definida su existencia en zonas de la abstracción metafísica. Hay campos de lucha concretos donde el desarrollo social presenta necesidades específicas guiadas por la premisa de la libertad, la destrucción de toda forma de opresión, explotación y terrorismo. Cada día es más urgente una acción comunicante, cuantitativa y cualitativamente superior, capaz de impulsarse e impulsarnos desde el desarrollo dialéctico de la historia. Y tal acción no puede depender de una iniciativa privada por noble que se la pinte o santigüe.

No habrá revolución de la Comunicación sin revolución social plena. Debemos discutir y acordar los modos de tal revolución, construir acuerdos, programas, experiencia, definir posiciones y tareas desde la lucha contra el capitalismo imperial, camúflese como se le camufle, hasta la lucha por mantener permanente la revolución de la Comunicación. Esto no lo hará un intelectual burgués de la clase media encerrado en ínsulas académicas. No lo hará un artista tocado por los dioses o las musas de su vanidad. No lo hará un caudillo intrépido ungido de voluntarismo y audacia desde de una selva de micrófonos, arbustos o palabras. No lo hará un guía espiritual ni un mecenas. Ya tuvimos bastante de eso.

Lo hará una sociedad capaz de derrotar, línea por línea, a toda forma explotación que se enriquece con la esclavitud, la muerte y el trabajo de las mayorías. Lo hará la clase explotada organizada en torno a un programa de lucha, de autocrítica y revolución permanente. Lo hará tarde o temprano no gracias a un milagro, una pócima mágica ni una casualidad de la historia. Lo hará si lo construye, paso a paso, desde el entusiasmo cotidiano hasta las estrategias y tácticas más concretas. Lo hará una sociedad organizada para transformar el régimen de propiedad de los medios de producción todos y con ello los de Comunicación. Y vamos retrasados.

Tal atraso sobre la conciencia y práctica de una transformación revolucionaria en materia de Comunicación expresa en lo general y en lo particular el grado de atraso de las sociedades todas. El grado de atraso en la adquisición de la conciencia sobre sus fuerzas transformadoras. Y este atraso, que no se resuelve contemplándolo ni diagnosticándolo con exquisiteces teoricistas, exige un plan concreto que no puede partir sólo de las ganas, que pide además, potencia filosófica transformadora dispuesta a hacerse y rehacerse en la refriega de las luchas populares. Quien estudia y practica artificios de Comunicación para entretener ilusiones de aulas o para movilizar a la organización revolucionaria tiene, le guste o no, la responsabilidad de la autocrítica y la obligación de la acción revolucionaria científica y poética. La historia nos pone a prueba. ¿Pasaremos el examen?

 

Temas que deberían estar en esta Tesis y no están (aun):

a.      Líneas centrales y contenido básico de un programa revolucionario de la Comunicación.

b.      Economía política de la Comunicación.

c.      Historia filosófica de la Comunicación.

d.      Diccionario filosófico de la Comunicación.

e.      Filosofía del trabajo del comunicólogo.

f.        El concepto de asamblea como medio de Comunicación.

g.      Políticas de Comunicación transformadoras y Comunicación de la política revolucionaria.

h.      Mapa general e histórico de escuelas y tendencias en pensamiento filosófico sobre la Comunicación.

i.        Comunicación revolucionaria: forma y contenido.

j.        Metodología para el diseño de programas teórico prácticos en materia de Filosofía de la Comunicación.

k.      Tipología y taxonomía de medios.

l.        La invención de medios de Comunicación nuevos.

m.    Crítica con base económica de los medios. La base material económico en la filosofía dela Comunicación.

n.      Transferencia tecnológica y dependencia en Comunicación.

o.      Concentración monopólica de los medios de Comunicación. Nombres.

p.      Enseñanza de la Comunicación. Modelos nuevos.

q.      La práctica del comunicólogo.

r.       El problema del receptor.

s.       Rebeldía y Comunicación.

t.        Comunicación y Poesía.

u.      La estética burguesa en la Comunicación.

v.      Pensamiento humanista y Filosofía de la Comunicación.

w.    Una historia crítica de la Comunicación.

x.      Papel del tiempo y el espacio.

y.      Análisis formal de medios alternativos.

z.       Panorama actual de movimientos, tendencias y debates en Comunicación.

 

 

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Cuestionario:

1.      ¿Por qué y para que una Filosofía de la Comunicación?

2.      ¿Cuáles son las categorías principales de una Filosofía de la Comunicación?

3.      ¿Qué disciplinas filosóficas comprende la Filosofía de la Comunicación?

4.      ¿Qué antecedentes tiene la Filosofía de la Comunicación?

5.      ¿Cuál es la situación actual de una Filosofía de la Comunicación?

6.      ¿Qué perspectivas tiene una Filosofía de la Comunicación?

7.      ¿Qué relaciones y contradicciones hay entre teoría y práctica de la Filosofía de la Comunicación?

8.      ¿Es posible el ascenso de sistemas de significación y lenguajes nuevos?

9.      ¿Es concebible una ética nueva en la Filosofía de la Comunicación?

10.  ¿Cómo caracteriza la lucha de clases la Filosofía de la Comunicación?

11.  ¿Qué planos de aplicación concreta comprometen la Filosofía de la Comunicación?

12.  ¿Qué debates centrales propone la Filosofía de la Comunicación?

13.  ¿Cuáles son los marcos referenciales de la Filosofía de la Comunicación?

14.  ¿Qué lugar ocupa la interdisciplina y la trasndiciplina en la Filosofía de la Comunicación?

15.   ¿Es posible un sistema de ideas estéticas en la Filosofía de la Comunicación?

16.  ¿Cómo se relaciona la Filosofía de a Comunicación con las Ciencias de la Naturaleza?

17.  ¿Es posible una metodología para el análisis y la transformación de la Comunicación en la vida cotidiana?

18.  ¿Es posible una metodología hacia una sintaxis transformadora de la Comunicación contemporánea?

19.  ¿Qué lugar ocupan la Imagen y la representación en la Filosofía de la Comunicación?

20.  ¿Cómo se relaciona la Filosofía de la Comunicación con la Gnoseología y la Epistemología?

21.  ¿Cómo se relaciona la Filosofía de la Comunicación con el Arte?

22.  ¿Cómo se relaciona la Filosofía de la Comunicación con la Política?

23.  ¿Cómo se relaciona la Filosofía de la Comunicación con la Poesía?

24.  ¿Qué posiciones desarrolla la Filosofía de la Comunicación ante la Semiótica?

25.  ¿Qué lugar tienen los debates y desarrollos teóricos sobre el signo en la Filosofía de la Comunicación?

26.  ¿Qué posiciones sostiene la Filosofía de la Comunicación ante la “Posmodernidad”

27.  ¿Qué posiciones sostiene la Filosofía de la Comunicación ante las experiencias de vanguardia expresiva del siglo XX?

28.  ¿Qué recibe la Filosofía de la Comunicación del movimiento Surrealista, qué le aporta?

29.  ¿Qué influencia puede ejercer la Filosofía de la Comunicación en el repertorio teórico dominante?

30.  ¿Cuáles son las tareas inmediatas de una Filosofía de la Comunicación?

31.  ¿Cómo contribuye la Filosofía de la Comunicación al problema histórico del trabajo?

32.  ¿Qué lugar tienen en la Filosofía de la Comunicación los desarrollos filosóficos dominantes en materia de Amor y Humor?

33.  ¿Cómo contribuye la Filosofía de la Comunicación a una metodología crítica de los mass media?

34.  ¿Cómo contribuye una Filosofía de la Comunicación  al desarrollo general de la Filosofía contemporánea?

35.  ¿En términos del debate forma-contenido que contribuciones ofrece la Filosofía de la Comunicación?

36.  ¿Qué lugar ocupan los conceptos tiempo, espacio y materia en la Filosofía de la Comunicación?

37.  ¿Qué lugar ocupa el problema de la creación y la creatividad en la Filosofía de la Comunicación?

38.  ¿Qué lugar ocupa el problema de la expresión en la Filosofía de la Comunicación?

39.  ¿Cómo contribuye la Filosofía de la Comunicación en los estudios sobre lenguajes?

40.  ¿Qué aportes desarrolla la Filosofía de la Comunicación ante los significados de los silencios?

 

NOTAS

[1] Es hora de llamar a cuentas a toda producción teórica en Comunicación para que  prueben su compromiso con la libertad y dignidad del trabajo no alienado.

[2] Es el caso del lenguaje: "El lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir también para mí mismo" Marx

[3] no nos detendremos para un recuento pormenorizado que no es objeto de este trabajo.

[4] Ver Ferdinan Alquie: Filosofía del Surrealismo.

[5] Comunicación se usa en sentido amplio: como necesidad y realización, al mismo tiempo social e individual, determinada históricamente, que se expresa, no sólo, por mediaciones tecnológicas.

[6] La palabra Cualidad equivale aquí a propiedad indisoluble, necesaria.

[7] Se usa el concepto Trabajo según la acepción de K. Marx y F. Engels.

[8] Alude aquí el concepto de economía a su situación el marco de la relación necesidad –satisfactor de tosa índole.

[9] Cerca aquí implica geografía: cerca de las fábricas, oficinas, campos. Es un cerca relativo, un cerca lo suficientemente distante como para que no ensucie el paisaje. Aun con sus dificultades, arquitectos y urbanistas trabajan para resolver al sistema el problema del cerca-lejos, adentro-afuera, público-privado.

[10] Se trata de un ensayo llamado “Teoría de los Quebrados”, en preparación, que, tarde o temprano, será parte de esta Filosofía de la Comunicación.

[11] Más adelante serán expuestas algunas ideas sobre el concepto Poesía y su carácter necesariamente revolucionario, en convergencia con las definiciones de Andre Breton.

[12] Práctica aquí se emplea en el sentido que Adolfo Sánchez Vázquez le asigna “... actividad que al poner al hombre en relación con el mundo define lo que es el hombre, lo que es el mundo para el hombre, lo que es propiamente el conocimiento del mundo y lo que es la práctica como vía no sólo para la transformación del mundo sino del hombre mismo, de sus relaciones e instituciones” Adolfo Sánchez Vázquez. Filosofía y Circunstancia. Ed.  ANTRHROPOS: México Facultad de Filosofía y Letras UNAM 1977 Pp114.

[13] Diccionario soviético de filosofía (Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965)

[14] El presente artículo fue ideado inicialmente como introducción a un trabajo más extenso denominado "Tres formas fundamentales de esclavización". Pero, visto que el propósito no se cumplía, Engels acabó por dar a la introducción el título "El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre". Engels explica en ella el papel decisivo del trabajo, de la producción de instrumentos, en la formación del tipo físico del hombre y la formación de la sociedad humana, mostrando que, a partir de un antepasado parecido al mono, como resultado de un largo proceso histórico, se desarrolló un ser cualitativamente distinto, el hombre. Lo más probable es que el artículo haya sido escrito en junio de 1876.

[15] Es necesario insistir en que no se trata aquí de enjuiciar el pensamiento griego con una mirada contemporánea sino de señalar la distancia histórica entre las ideas sobre Comunicación con el papel del trabajo.

[16] Tesis once

[17] Se usa el término “shopping” abreviado de Shopping Center, equivalente a Centro Comercial, Mall o Plaza Comercial.

[18] “Libertad de Expresión” significa aquí, en su sentido más amplio conciencia de las necesidades expresivas de los individuos y los grupos y conciencia sobre la práctica expresiva que pueda acceder libremente a los medios pertinentes. Se detallarán los matices a lo largo de los párrafos posteriores.

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