SECRETOS DEL PLAN CÓNDOR

archivo del portal de recursos para estudiantes
robertexto.com

Artículo publicado en la revista NOTICIAS del 20 de noviembre de 2004
www.noticias.uolsinectis.com.ar

Por JOHN DINGES
Periodista especializado en Derechos Humanos, terrorismo de Estado y narcotráfico en América Latina.

IMPRIMIR

 

Un periodista estadounidense revela los detalles de la alianza oculta que tejieron las dictaduras sudamericanas en los '70 para eliminar a sus opositores políticos.  Y afirma que el gobierno de los Estados Unidos sabía de la operación, pero no pudo o no quiso evitarla.
 

La primera guerra contra el terrorismo.

En un lapso de pocos años una lista extraordinaria de líderes políticos y militares de los países del extremo sur de América perdieron sus vidas o fueron blanco de intentos de asesinato.

Las víctimas y los objetivos tenían en común lo siguiente: se oponían a las dictaduras militares anticomunistas que controlaban gran parte de América Latina, y vivían en lo que ellos pensaban era un exilio seguro fuera de sus propios  países.  Algunos habían recurrido a la violencia; la mayoría tenía la jerarquía o importancia suficiente para calificar como alternativa democrática a los jerarcas militares a quienes se esforzaban por expulsar del poder.  En todos los casos, los gobiernos militares habían llegado a gobernar con el firme respaldo de Estados Unidos, y en todos los casos eran los jefes militares, a menudo en estrecha colaboración unos con otros, los que organizaban los equipos de asesinos y los enviaban a sus misiones terroristas.

Estos crímenes internacionales, sin embargo, fueron sólo una pequeña parte de los miles y miles de asesinatos cometidos por los regímenes militares en América del Sur contra sus conciudadanos en ese breve lapso -entre 1973 y 1980- que he llamado "los años del Cóndor".  Los gobiernos clamaban que sus enemigos eran "terroristas", pero las víctimas más prominentes eran respetables líderes militares y civiles que intentaban resguardar o recuperar la democracia.  La vasta mayoría eran hombres y mujeres jóvenes, comprometidos en movimientos que buscaban enfrentar la injusticia económica y social.  Sus muertes constituyen el "daño colateral" aún indeterminado que provocó en nuestro hemisferio la Guerra Fría.

La tragedia política de esta historia es que los jefes militares que llevaron a cabo estos asesinatos y crímenes en masa buscaron asistencia técnica y liderazgo estratégico de Estados Unidos, y lo encontraron.  El gobierno estadounidense fue su aliado.  Lo que políticamente constituye una tragedia es que Estados Unidos no actuase para promover y fortalecer la democracia, sino para alentar v justificar su derrocamiento.  Aún más trágicos, y manifiestamente criminales, fueron los casos en que agentes de ese país estuvieron directamente involucrados en conspiraciones y vinculados con quienes cometieron asesinatos políticos y crímenes masivos.
 

Santiago de Chile, 11 de setiembre de 1973

Un buen lugar para comenzar.  Fue el día en que el general Augusto Pinochet bombardeó La Moneda, el palacio presidencial chileno, símbolo de la democracia más duradera del continente.  El golpe militar de Pinochet fue cálidamente recibido por el gobierno estadounidense.  La historia oficial, sustentada por las pruebas disponibles, es que Estados Unidos no estuvo directamente involucrado; sin embargo, el mismo tipo de prueba oficial muestra a ese país tomando la iniciativa en la organización de un levantamiento militar en Chile solo tres años antes.  Aquella tentativa, fracasada, terminó en el asesinato del general René Schneider, el jefe de las Fuerzas Armadas chilenas.  La conspiración de 1970 apoyada por Estados Unidos y el golpe de Pinochet de 1973 tenían el mismo objetivo: Salvador Allende, un político socialista que había sido elegido Presidente en unas elecciones democráticas impecables.  Allí donde la CIA falló, Pinochet tuvo éxito.  En pocas horas una sólida fuerza militar aplastó la revolución, popular pero vacilante, de Allende, y el Presidente de Chile se suicidó antes que rendirse ante Pinochet en su palacio bombardeado.

(... ) Todo cambió en América Latina.  El golpe de Pinochet no fue sólo otro golpe militar, de los que hubo docenas en las décadas anteriores: fue el principio de una guerra total, justificada como una "guerra contra el terrorismo", cuyo principal objetivo eran las fuerzas políticas a las que Pinochet y sus aliados percibían como infectando sus países con el cáncer foráneo de la revolución comunista.  La victoria en Chile fue sólo el primer paso.  Allí la resistencia duró poco.  Varios miles de partidarios de Allende fueron amontonados en improvisados campos de concentración, como el Estadio Nacional de Santiago.  Se ejecutó sumariamente a más de mil personas, entre ellas a dos jóvenes estadounidenses.  Los militares chilenos iniciaron una nueva táctica para América Latina: enterraban los cuerpos de los prisioneros ejecutados en tumbas secretas masivas o "fosas comunes", mientras negaban a las familias de los prisioneros que ellos alguna vez hubieran estado bajo custodia.  Rápidamente, el objetivo pasó a ser la erradicación en el conjunto de América Latina de todo rastro de movimientos políticos afines a Allende.  Se trataba de una guerra que requería nuevas tácticas nuevas organizaciones y acuerdos secretos sin precedentes entre países del Cono Sur con largas historias de rivalidad y animosidad mutua.

Bajo el liderazgo geopolítico de Pinochet, América Latina impulsó una especie de efecto dominó a la inversa.  País tras país cuyo sistema democrático había dado espacio a la ideología de izquierda fue cayendo bajo el dominio militar, después de lo cual era sometido a una inclemente limpieza política.

Porque el enemigo tenía alcance internacional, Pinochet ideó un esquema internacional para vencerlo.  Con este fin creó una alianza secreta con los gobiernos militares de Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil y Argentina.  La idea era que los servicios de seguridad unieran fuerzas para localizar a "terroristas" de todas las nacionalidades, donde fuera que estuvieran; la iniciativa fue bautizada como "Operación Cóndor", por la majestuosa ave de presa que figura en el escudo nacional de Chile.

Entre las estrategias de¡ Cóndor se contemplaba el asesinato internacional, y eso fue lo que llevó la tragedia a la ciudad de Washington.  Hacía tiempo que las distintas policías se habían organizado en la Interpol, que a menudo facilitaba un efectivo intercambio de información y acción en la búsqueda de criminales internacionales, pero el Cóndor implicaba un gigantesco paso adelante en la coordinación policial y el intercambio de inteligencia. (... ) ¿Qué es lo que Estados Unidos sabía sobre el Cóndor y qué hizo al respecto? (... ) Ahora existen pruebas de que la CIA sabía de la existencia del Cóndor a poco más de uno o dos meses de su creación.  Hacía tiempo que alentaba la idea de una mayor coordinación entre las fuerzas militares de la región, especialmente en el área de inteligencia y comunicaciones.  Cuando la nueva organización se discutió por primera vez en un cable de Estados Unidos, no fue vista con alarma sino como una reacción lógica ante la coordinación internacional de grupos armados de izquierda, una comprensible y hasta laudable actualización de las capacidades de inteligencia de los respectivos países.

¿Se extendió esta aprobación a todos los métodos del Cóndor, incluyendo las desapariciones, los secuestros y los asesinatos transfronterizos?  Pues, ciertamente, tener conocimiento de los métodos no es lo mismo que aprobarlos.  En verdad, no hay ninguna prueba que sugiera que ningún organismo ni agente estadounidense conociera o apoyara un asesinato en su país.  Pero tampoco la hay de que los organismos estadounidenses, en contacto con sus contrapartes de América Latina, hayan manifestado una clara oposición a tales tácticas en la lucha contra el comunismo.  Por el contrario, los jefes militares sabían que la propia CIA había utilizado esos métodos: sin duda Pinochet y sus oficiales sabían que la CIA había provisto de armas a los complotados de derecha que habían asesinado al jefe de las Fuerzas Armadas de Chile en 1970, y que los había sobornado con 35 mil dólares después de que la conspiración golpista fracasara.  La CIA supo que el Cóndor estaba llevando sus operaciones al extranjero e informó a los más altos funcionarios para América Latina del Departamento de Estado que los jefes militares estaban planeando pasar a la "acción ejecutiva" -asesinatos- fuera del continente.  Los cuadros ya se estaban entrenando en Argentina.

Cercar a los subversivos en sus propios países era una cosa.  Planear asesinatos alrededor del mundo era otra.  Los funcionarios del Departamento de Estado reaccionaron con el tipo de sentido común que la mayor parte de las personas hubiera aplicado para manejar una situación semejante: algo había que hacer pára detener esa locura.  Los funcionarios elaboraron un cable urgente y ultrasecreto; frenado por el secretario de Estado Henry Kissinger, ordenaba a los embajadores norteamericanos en Chile, Argentina y Uruguay que se contactaran con representantes del mayor nivel posible de los respectivos gobiernos para dejar en claro que Estados Unidos conocía los planes y se oponía a ellos.  El lenguaje era diplomático, pero no daba lugar a error: sabemos lo que están planeando; no lo hagan. ¿Qué ocurrió luego?  Inexplicablemente, sorprendentemente, no pasó nada. Las órdenes de Kissinger no se cumplieron.  Chile, Argentina y Uruguay continuaron con la planificación del Cóndor (...) Veintiocho días más tarde, el 21 de septiembre, una bomba a control remoto explotó debajo del asiento del conductor de un automóvil que rodeaba el Sheridan Circle, en la avenida Massachussets de la capital estadounidense, a pocos metros de la embajada chilena.  Orlando Letelier era el más destacado y eficaz oponente, del general Pinochet en Estados Unidos. había sido ministro de Relaciones Exteriores y de Defensa en gobierno de la Unidad Popular del Presidente Allende, y su embajador en Estados Unidos ( ) Con sus piernas amputadas por la explosión, Letelier murió en forma casi instantánea.  Su secretaria, una joven estadounidense, Ronni Moffitt, salió tambaleante del auto ayudada por su  esposo, Michael Moffitt, que estaba sentado en el asiento trasero. 1,a metralla había cercenado su arteria carótida y murió ahogada en su propia sangre antes de que llegara la ambulancia.  Su esposo sobrevivió, aturdido y gritando que la DINA, la policía secreta de Pinochet, era la culpable. la posterior investigación del FBI confirmó que Moffitt estaba en lo cierto.

(...) Es razonable pensar que una fuerte e inequívoca advertencia a Chile hubiera hecho que Pinochet su jefe de seguridad cancelaran la misión para matar a Letelier.  La pregunta, histórica, es la siguiente: ¿cuántos de los miles de asesinatos cometidos por Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil podrían haberse evitado si Estados Unidos hubiera tomado "una postura pública decidida al respecto, y aun una postura privada" contra el asesinato, la tortura y las desapariciones que sus aliados en los organismos de inteligencia amigos estaban llevando a cabo?
 

Los agentes en la Argentina
 Para quien intentaba retomar su vida normal en Chile, había un motivo para respirar con más tranquilidad durante las primeras semanas de 1974. Por las noches ya no se escuchaban disparos; la prensa ya no desbordaba de informes sobre "extremistas" asesinados mientras "trataban de escapar", justificación común de las ejecuciones sumarias.  El Estadio Nacional ya no se usaba para mantener prisioneros y se estaba refaccionando para el próximo campeonato de fútbol.  Los dieciocho mil prisioneros aún en custodia estaban siendo distribuidos en campos de concentración de más bajo perfil, en pueblos semivacíos desparramados por el desierto nortino como Chacabuco, Pisagua, Melinka e Isla Riesco. La Iglesia Católica se había unido a otros grupos religiosos para crear el primer organismo de derechos humanos, el Comité Pro Paz, y sus informes internos documentaban detalladamente los arrestos, las desapariciones, las ejecuciones y la población carcelaria.  Estos informes, actualizados mes a mes, mostraban una notable disminución del número de muertos, hasta llegar a un solo desaparecido en febrero.  Muchos vieron motivos para confiar en que la orgía de violencia hubiese terminado.
Pero los optimistas se dejaban engañar por la calma.  En el mundo subterráneo de los militares ya se habían tomado las primeras medidas que desembocarían en una violencia todavía más atroz. Manuel Contreras y su equipo de la Academia de Guerra habían finalizado la planificación de la nueva organización de inteligencia y la Junta ordenó que estuviese operativa dentro de los primeros días del nuevo año.  La creación de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) fue un secreto muy bien guardado.  El personal militar de Estados Unidos estacionado en Chile, sin embargo, estaba al tanto de todo.
Un funcionario naval norteamericano informó sobre una conversación con un funcionario chileno nervioso y preocupado: "La DINA, contrariamente a los planes originales (...) depende directamente del presidente de la Junta, el general Pinochet. Cuando el Funcionario Informante preguntó el porqué, la fuente contestó: 'Ése es un punto demasiado delicado para discutirlo, incluso con usted.” El personal de los organismos que prestaban servicios de inteligencia y del Centro de Contrainteligencia de las Fuerzas Armadas (CECIFA) se refiere a la DINA como “el monstruo". Otra fuente de preocupación eran los métodos de tortura que aplicaba la Dirección: "Otro gran problema de la DINA es su sistema de interrogación.  La fuente reveló que sus técnicas parecen tomadas directamente de la Inquisición española, y con frecuencia cansaban daños físicos visibles al interrogado. El CECIFA y los demás organismos de inteligencia están molestos a raíz de esto, pues básicamente piensan que hoy en día no existe justificación para recurrir a técnicas tan primitivas. Los oficiales de inteligencia militar de Estados Unidos consideraban que la DINA estaba a la par de los aparatos represores de los nazis y de los soviéticos, y a la hora de describirla se referían a ella como una "Gestapo moderna" o bien una "organización al estilo KGB".
En febrero de 1974 ya se le atribuía a la DINA un poder casi absoluto.  "A ningún juez en ningún juzgado, a ningún ministro del gobierno se le ocurriría objetar si la DINA determina que ahora el asunto está en sus manos." Tal fue el informe al Pentágono del agregado aeronáutica.  Su fuente había declarado que "en Chile el poder emana de tres fuentes: Pinochet, Dios y la DINA".  Pinochet y Contreras asumieron los papeles del padre que domina y la madre que lo sabe todo, con el poder de dispensar tanto lo bueno como lo malo dentro de la nueva familia totalitaria chilena. (...) Contreras trabajaba tras bambalinas; el estrecho lazo que lo unía con Pinochet le confería el control sobre la vida y la muerte en el país.  "Yo tuve dos misiones", declaró Contreras en una entrevista exclusiva.  "La primera era proporcionar inteligencia nacional, cosa que no se había hecho en Chile hasta el año 1973.  La segunda estaba basada en el estado de sitio.  Entonces se nos ordenaba reprimir la subversión y el terrorismo que existía en Chile en aquella época. (...) Y cumplimos con eso, y Chile fue el primer país en el mundo que logró eliminar el terrorismo en su territorio. (...) Nosotros eliminamos a los terroristas de Chile, sacándolos fuera del país, juzgándolos, con lo cual se produjeron muy pocas bajas comparado con otros países.  Incluso dentro de la misma América Latina, tenemos en Perú más de doscientos mil muertos, en El Salvador más de doscientos mil muertos, en Argentina treinta mil, y en Chile hubo tres mil.  Sin embargo, eso no ha sido considerado hasta el día de hoy por naciones extranjeras".
Aun así, Contreras era consciente de que necesitaba ayuda. Y en marzo de 1974 viajó a los Estados Unidos para obtenerla.  Esa visita todavía se mantiene en secreto por parte de los organismos estadounidenses que colaboraron con Contreras y con la DINA, incluyendo a la CIA.  Se relaciona con el entrenamiento brindado en Chile por la CIA y el apoyo material, que nunca fueron admitidos por Estados Unidos, si bien referencias generales incluidas en documentos clave confirman que la CIA entrenó a la DINA (...).
Los instructores de la CIA abandonaron Chile durante agosto de ese año.  Unas semanas más tarde, la DINA cometió en la Argentina su primer asesinato internacional: la víctima fue el rival y predecesor de Pinochet, el general Carlos Prats.

LIBRERÍA PAIDÓS

central del libro psicológico

REGALE

LIBROS DIGITALES

GRATIS

música
DVD
libros
revistas

EL KIOSKO DE ROBERTEXTO

compra y descarga tus libros desde aquí

VOLVER

SUBIR