UN ACERCAMIENTO A LOS PARADIGMAS EN SOCIOLOGIA

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François Graña

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En la exposición que sigue, nos serviremos de la tensión entre estructura y acción para proponer un ordenamiento -tan abarcativo como esquemático- de las principales perspectivas sociológicas. Siguiendo este clivaje, presentaremos los autores y corrientes que enfatizan sea la estructura sea el sujeto en la producción y reproducción de la sociedad. Nos ocuparemos luego de autores contemporáneos que inspiran algún modo de resolución o síntesis de aquella antinomia, para concluir con algunas reflexiones finales.

 

"Quod ignoro, doceo"

Helvetius (1715-1771) 

 

I. LA TENSION ENTRE ESTRUCTURA Y ACCION

 

La falta de consenso es endémica en Ciencias Sociales. Se han señalado dos razones centrales a esta ausencia de consenso: por una parte, la condición de estados mentales de sus objetos posibilita la confusión entre los estados mentales de observado y observador; por otra parte, la "relación simbiótica" entre descripción y valoración perturba irremediablemente cualquier apreciación sociológica (Jeffrey Alexander, 1987).

 

El desacuerdo persistente y sostenido induce  la apelación a los "clásicos" de la sociología, ya que esta remisión permite sostener ciertos compromisos generales sin tener que formular criterios de adhesión. Sin embargo, la propia referencia a Durkheim, Weber o Marx es siempre polémica, puesto que susceptible de interpretaciones diversas y de incorporación a marcos significantes igualmente diversos; la sola referencia a los clásicos, en definitiva, no basta por sí misma para disipar las ambivalencias que anidan en ciencias sociales.

 

Estas ambivalencias se trasladan a numerosos nudos problemáticos de nuestra disciplina. Así por ejemplo las interrelaciones entre estructura y acción, o sistema y agentes sociales, tan complejas y siempre discutibles, y respecto de las cuales las diversas teorías sociales tienden -de algún modo- a conceder la primacía a uno u otro término de la relación. Nos parece que, entre los muchos clivajes posibles, éste resulta particularmente sugestivo. Esto, porque constituye una problemática irrenunciable: cualquier abordaje sociológico supone inevitablemente un posicionamiento respecto de la estructura o sistema social y respecto del lugar o papel desempeñado por los sujetos o agentes. Es así que debido a su propia naturaleza, este clivaje está dotado de un considerable poder de discriminación en la abigarrada multitud de escuelas, corrientes, paradigmas y autores significativos en nuestra disciplina.

 

Desde Kuhn (1962), la noción de "paradigma" se ha impuesto para designar aquel cúmulo de supuestos que son compartidos por cierta comunidad científica. Siguiendo su propuesta, cuanto mayor es la cohesión en torno a estos supuestos, tanto menos se los somete a examen crítico, la labor rutinaria de la "ciencia normal" se concentra así en la solución de problemas de pequeña escala que pueden ser identificados como tales y abarcados desde aquellos supuestos, y finalmente, la ciencia no avanza por acumulación lineal sino a través de revoluciones que sustituyen por entero el paradigma dominante, transformando la propia "visibilidad" e "invisibilidad" de los problemas formulados, etc.

 

Se ha cuestionado (Giddens 1987, 1995) la exagerada unidad interna atribuida a los paradigmas así como la excesiva radicalidad con que se conciben los cortes entre paradigmas, cuando el curso real de la historia (científica, social) evidenciaría procesos más matizados: Newton/Einstein, catolicismo/protestantismo, etc. Por otra parte, )cómo se sostiene la noción de "verdad", si cada paradigma supone la redefinición del mundo percibido en sistemas teóricos divergentes? Giddens ha propuesto que la mediación entre los distintos paradigmas o marcos de significado se hace posible a través del análisis hermenéutico que genera "descripciones potencialmente disponibles para quienes no han participado directamente en ellas", sin que tales mediaciones involucren acuerdo con lo que se procura describir y comprender.

 

Si "escuela" evoca pertenencia deliberada de sus miembros en torno a cierto patrón de acumulación científica,  "paradigma" sugiere una coherencia interna acompañada de cierta suspensión relativa de la crítica. En este sentido, ambas nociones restringen excesivamente su aplicación si lo que pretendemos es un ordenamiento que se preste para abarcar una gran diversidad teórica sin forzar "convergencias" demasiado polémicas; así por ejemplo, )cómo justificar que Foucault y Parsons, o Schutz y Elster, pueden inscribirse en una misma escuela o paradigma... ? Sin embargo, propondremos aquí que unos y otros son agrupables según su posicionamiento relativo en el clivaje estructura/acción. Por lo dicho, nos parece que la expresión "marco de significado" (Giddens 1987) se presta más para designar a los tres grandes agrupamientos de autores y perspectivas que el mencionado clivaje nos permite discriminar: en primer lugar las corrientes y autores que atribuyen la primacía a la estructura o totalidad social, en segundo lugar los que postulan la centralidad de los sujetos o agentes sociales, y por último quienes proponen alguna modalidad de síntesis superadora de aquella antinomia.

 

II. LA PRIMACIA DE LA ESTRUCTURA SOCIAL. El positivismo de Comte a Durkheim, el estructural-funcionalismo de Parsons y Merton, el positivismo lógico del Círculo de Viena, la teoría crítica" de la primera época, el estructuralismo francés.

 

1. El positivismo de Comte a Durkeim

La sociología es, para Comte en su Cours de Philosophie positive, la "ciencia natural de la sociedad". Su positivismo se funda ampliamente en la asociación original entre orden y progreso: si por una parte hace suya la tradición iluminista del fin del pensamiento metafísico cuyas brumas deben ser definitivamente disipadas por la Razón, al tiempo reacciona -junto a los católicos conservadores Bonald y Maistre- contra los excesos y radicalismos "negativos" de la Revolución. La noción de conocimiento científico que ocupa el lugar de la mistificación ideológica la volveremos a encontrar en Durkheim y los funcionalistas, pero también en los filósofos del Círculo de Viena y aun en Gastón Bachelard y Louis Althousser: resulta sin duda una idea performante.

 

Durkheim estará fuertemente influido por Comte: i) la sociología deberá erigirse en ciencia natural de la sociedad tratando a los hechos sociales como cosas, ii) la secularización de los conceptos religiosos y metafísicos es contrapartida del desarrollo científico, iii) el cambio social es progresivo y depende del orden, iv) la revolución política no asegura la transformación social sino que testimonia la impotencia de la sociedad para el cambio progresivo.

 

Para Durkheim, los objetos sociales observados poseen características naturales que determinan lo que hace el observador al describir y clasificar; por tanto, el sociólogo construye teoría observando sistemáticamente las características externas visibles en las conductas humanas. Para ello, debe desterrar toda prenoción por una parte, y desentenderse por otra de las ideas que los propios individuos observados se hacen de sí mismos. La sociedad debe verse como una totalidad orgánica, y  las divergencias de los individuos respecto de la conciencia colectiva deben atribuirse sea a impulsos egocéntricos opuestos a las demandas morales de la sociedad, o a un desencuentro anómico de sus propósitos respecto de la sociedad.

 

2. El Estructural-funcionalismo de Talcott Parsons y Robert Merton

Talcott Parsons se encuentra al frente del Instituto de Estudios Sociales de Harvard suplantando a Sorokin desde fines de los '30. Debemos a este influyente sociólogo norteamericano, la identificación de la generación de pensadores de 1890-1920 que va de Durkheim a Weber, en tanto fundadores de la sociología contemporánea.  Por otra parte, Parsons introdujo a Weber en el mundo anglosajón, y no sólo porque tradujo al inglés La Etica Protestante sino porque intentó efectivamente conciliar el "voluntarismo" del enfoque metodológico weberiano con la idea funcional de valor que vincula el consenso cultural con las "disposiciones de necesidad" introyectadas en la personalidad.

 

El problema del conflicto de intereses remite en Parsons al desajuste entre los propósitos de los actores individuales y los intereses de la sociedad, colocándose así en continuidad con la perspectiva durkheimiana. En El sistema social (1966), Parsons postula que la "prueba de significación" de la acción consiste en su relevancia funcional; así, las consecuencias de la acción serán de "...mantenimiento de la estabilidad o producción de cambio, de integración o quebrantamiento del sistema de alguna manera".

 

Robert Merton es un discípulo destacado y continuador de las orientaciones parsonianas; entre 1945 y 1957 publica una serie de artículos donde formaliza el método funcionalista y los cánones del procedimiento inductivo-deductivo en sociología. Al tiempo, Merton cuestiona las sociologías del conocimiento -sea en Marx como en Sorokin o Mannheim- en el entendido de que éstas sortean el establecimiento de los hechos pasando directamente a las conclusiones. Debemos a este sociólogo la noción de "teorías de alcance medio", y en su obra Teoría Social y estructura social  postula su concepción de la acumulatividad del conocimiento en que los logros del presente comprenden y superan al pasado lo llevan a una distinción radical entre ciencia e historia. La sociología científica  se funda sobre la armonía de los intercambios en la comunidad científica y la acumulatividad del conocimiento. El investigador individual típico-ideal de Merton aporta a la comunidad científica persiguiendo sus fines egoístas, y recibe de ésta una sanción similar a la del mercado. Como vemos, la sociología norteamericana imprimió nuevo impulso y consistencia racional al viejo proyecto comtiano de ciencia social positiva.

 

3. El Círculo de Viena y K.Popper

Volvemos a Europa. La filosofía de Ernst Mach en los primeros años del siglo se apoya fuertemente en Comte: la metafísica es la prehistoria de la Humanidad, existe un vínculo esencial entre ciencia y progreso material-moral. Inspirado en Mach, el llamado "Círculo de Viena" reúne a científicos de diversas áreas "duras" tales como Frank (físico), Neurath (economista), Hahn (matemático), Carnap, etc., que introducen el "positivismo lógico" basado en el principio de verificación: las proposiciones científicas debían ser confirmables o verificables.

 

Si bien Popper no perteneció al Círculo, mantuvo con él contactos estrechos. Sustituyó el criterio de verificación por el de "falsación", cuyo atractivo reside en la elegancia con que se deshace del dilema tradicional de la inducción: toda proposición "falsable", si no verdadera, al menos puede considerársela "verosímil" hasta tanto se demuestre lo contrario.

 

La "falsación" contiene igualmente una debilidad lógica: )porqué no declarar que los cisnes negros no son cisnes, y que por tanto es verdad que todos los cisnes son blancos? Popper y Kuhn polemizan fuertemente en el coloquio sobre filosofía de las ciencias celebrado en Londres en 1965, donde  Kuhn critica el criterio de falsación proponiendo que la transformación del conocimiento científico no se opera en permanente crítica como pretende Popper, sino que en la actividad rutinaria de la ciencia "normal" se tiende más bien a suspender la crítica, a minimizar o simplemente descartar observaciones que no condicen con lo esperado. Deben operarse cambios en la propia Gestalt de los objetos y procedimientos científicos, para que aquéllos se hagan"visibles".

 

A pesar de Kuhn, es claro que el Círculo de Viena y Popper brindaron nuevo impulso a la sociología empírica de raigambre positivista.

 

4. La  "teoría crítica"

Contemporáneamente, en la Alemania derrotada, convulsionada y en proa al nazismo, crece un esfuerzo sostenido de desarrollo de una teoría social  materialista expresamente inspirada en Marx, acuñada en la atmósfera intelectual de Frankfurt en torno al Instituto de Investigación Social fundado en 1924 y dirigido por Horkheimer desde 1930. Los intelectuales allí agrupados desarrollan la crítica a la noción positivista de separación entre moral y razón instrumental, que justificaba el descompromiso de la ciencia con las opciones valorativas; Marcuse y Horkheimer  reivindicarán una razón crítica de cuño hegeliano y marxista "de juventud" (escribirá Althusser años más tarde) capaz de reconciliar el conocimiento con la transformación del mundo al servicio de la autorrealización humana.

 

Para los filósofos de Frankfurt, el progreso histórico depende del desarrollo de las fuerzas productivas, éstas imponen modificaciones a las relaciones sociales constituídas en fases anteriores de la infraestructura, y la teoría crítica deberá contribuir a la toma de conciencia de las posibilidades revolucionarias potencialmente inscritas en las condiciones objetivas o materiales. En esta perspectiva, Horkheimer colocó en el centro de su programa de investigaciones la explicación del proceso de integración creciente de la clase obrera en el capitalismo avanzado europeo: ")Cómo se producen los mecanismos mentales que hacen posible que la tensión entre clases sociales, empujadas al conflicto a causa de la situación económica, puede permanecer latente?" (citado por Axel Honneth, 1990).

 

El Instituto encomendó a Friedrich Pollock el estudio de la nueva modalidad de economía planificada bajo el nacionalsocialismo y bajo el comunismo soviético, y este investigador acuñaría el concepto de "capitalismo de Estado" llamado a sustituir al mercado. Por su parte, Erich Fromm debía investigar desde una perspectiva psico-sociológica los mecanismos de sometimiento de los individuos a la dominación sin aparente resistencia. Theodor Adorno, a su turno, debía estudiar la emergencia y efectos de una industria cultural mediadora entre las exigencias funcionales de la sociedad capitalista avanzada y la psique de los individuos. Este ambicioso proyecto múltiple de estudio de la vida social tenía un claro sesgo funcionalista: la dominación económica, el control cultural y la conformidad individual conformaban un circuito cerrado; quedaba excluída toda consideración de una acción social susceptible de constituirse autónomamente.

 

Este sesgo orientó a Horkheimer, Adorno y Marcuse hacia un marcado pesimismo fundado en las potencialidades destructivas de la razón humana, un neto escepticismo respecto del progreso, y la percepción de que las tendencias totalitarias se inscribían en la dinámica interna de la conciencia humana, en una "lógica de la desintegración" cuya fase final era el fascismo. En Dialéctica de la Ilustración (1947) Horkheimer y Adorno fundan la dinámica desintegradora en curso, sobre una "racionalidad instrumental" ya inscrita en el primer acto de dominación humana sobre la naturaleza.

 

Algunos seguidores algo más alejados del "núcleo duro" de Francfort buscarán salidas al funcionalismo de aquellos autores: Franz Neumann, Otto Kirchheimer, y los más conocidos Erich Fromm y Walter Benjamin. Este último asignará a la lucha cultural de las clases un lugar co-determinante en la reproducción social y ya no el mero ajuste sistémico concebido por Adorno; Fromm se orienta a una reinterpretación del psicoanálisis freudiano agregando a los rígidos impulsos instintivos ciertos "instintos sociales" y la hipótesis de una mayor adaptabilidad creativa de la naturaleza humana. En definitiva, la "teoría crítica" de la primera hora desplegará una reflexión marxista-determinista en la que tampoco hay lugar para sujetos activos o autónomos; este sesgo determinista será revisado en distinto grado por Fromm y Benjamin entre otros (y más tarde por Habermas en una operación intelectual de vasto alcance que lo proyectará -como veremos- lejos del punto de partida de Francfort).

 

5. El estructuralismo francés

Se acuerda por lo general, en asignar a la lingüística de Ferdinand de Saussure un rol fundacional del estructuralismo francés. Saussure distingue entre el habla (de carácter contextual y con empleo de signos arbitrarios) y la lengua (totalidad de signos y fonemas de significado relacional); para el lingüista suizo, los elementos constitutivos del lenguaje adquieren toda su significación en su carácter relacional, en su diferenciación en el conjunto del sistema de signos. Los estructuralistas son principalmente Roland Barthes, Lévy-Strauss, Lacan, Althusser y Poulantzas, Foucault y Derrida. No hay un cuerpo coherente que unifique a estos autores, aunque comparten el énfasis en la centralidad de la lingüística en ciencias sociales, y sobre todo el descentramiento del sujeto, desde la acción inconsciente de los mitos en la mente humana para Levy-Strauss hasta "el fin de la edad del hombre" y de todo sujeto trascendente para Foucault.

 

III. LAS CORRIENTES SUBJETIVISTAS: Husserl y Schutz, el interaccionismo simbólico, la etnometodología, el individualismo metodológico.

 

1. Las raíces filosóficas: Husserl y Alfred Schutz

En la fenomenología de Husserl, los supuestos corrientes del mundo en que se vive deben ser eliminados para poder así revelar la "subjetividad pura"; aprehendiendo esta subjetividad, entonces podemos conocer el mundo en sus esencialidades. El conocimiento supone al ser, y lo objetivo sólo se vuelve significativo cuando la conciencia se dirige a él. En esto consiste, en pocas palabras, la operación de "reducción fenomenológica" husserliana.

 

Alfred Schutz, fuertemente inspirado en Husserl, dirige su atención hacia "el mundo del sentido común", y postula que el acto de observar no es neutro  sino que presupone una interpretación de la acción; desde este posicionamiento, descalifica la "observación directa" con que Weber pretende asignar sentido a las acciones observadas. En 1940 -apenas llegado de Austria- escribe un texto destinado a discutir con La estructura de la acción social de Parsons (1937) pero que en definitiva no publicó en vida; propone que el enfoque dominante en ciencias sociales no aborda "el mundo social de la vida" sino idealizaciones y formalizaciones de los investigadores (en términos de Husserl, "actos de ideación" distintos de los objetos observados). Se debe así volver al "hombre olvidado" de las ciencias sociales, al actor del mundo social cuyas acciones y sentimientos están en la base de todo el sistema.

 

2. El interaccionismo simbólico

Esta corriente debe su nombre a Herbert Blumer (1938), su objeto lo constituyen los procesos de interacción social en el entendido de que éstos tienen por sustancia el intercambio comunicacional. En lo fundamental, el interaccionismo simbólico postula que las definiciones de las relaciones sociales son establecidas interactivamente por sus participantes. Se reconoce en la tradición del grupo de investigadores nucleado en la Universidad de Chicago en 1890-1940 en torno a la figura fundacional de Robert Ezra Park, inspirados en el pragmatismo filosófico de William James y Charles Peirce.

 

De clara orientación pragmática social, estos autores se preocupan por la amenaza a la comunidad que parecen representar los macro-procesos de rápida industrialización, urbanización, centralización económica y política en la Norteamérica del cambio de siglo; así,  John Dewey y G.H.Mead impulsarán proyectos de reforma social destinados a la preservación de las comunidades locales jaqueadas en la gran ciudad moderna. El trabajo de investigación más significativo y perdurable de esta generación de intelectuales es sin duda The Polish Peasant (1926) de William Thomas -uno de los primeros sociólogos egresados de la Universidad- junto a Znaniecki.

 

En los '60 y '70 destaca la obra Erving Goffman y Anselm Strauss; éste último llama "enfoque del orden negociado" a su acercamiento analítico de numerosos estudios de caso en que muestra el continuo proceso de acuerdos tácitos y disposiciones en que participan los involucrados de cualquier organización social posibilitando con ellos su funcionamiento. La obra de Goffman es conocida por su extraordinaria minucia descriptiva, vertebrada por la idea de que la interacción social agota su significado social más importante en la producción de apariencias e impresiones de verosimilitud de la acción en curso; en Goffman, la sociedad se muestra como una escenificación teatral en que la vieja acepción griega de "persona" recobra plenamente su sentido.

 

Como puede verse, la filiación teórica del interaccionismo simbólico nos lleva de W.James y Ch.Peirce, a John Dewey y G.H.Mead, W.Thomas, y finalmente los contemporáneos Goffman y Strauss. Esta corriente aporta a la sociología un repertorio de técnicas cualitativas de observación participante, estudios biográficos y de documentos personales, etc.

 

3. La etnometodología

Harold Garfinkel (Studies in Ethnomethodology, 1967) hace carrera académica bajo la dirección de T.Parsons en 1946-52, en pleno auge de la teoría voluntarista de la acción. Parsons centraba su teoría de la acción en las motivaciones de ésta, excluyendo la cuestión del entendimiento por el que los actores coordinan sus acciones; según Garfinkel, esto equivale a considerar la disposición a actuar y no la acción misma, y se propone precisamente hurgar en la naturaleza y utilización del conocimiento atribuible a los actores en la acción social.  El actor parsoniano orienta su acción según normas que ha interiorizado, concepción que convierte a los actores en "idiotas que juzgan" (Garfinkel dixit), ya que su comprensión de las situaciones de acción resulta irrelevante para el análisis.

 

Expresamente inspirado en Schutz, Garfinkel distingue la racionalidad del científico de la del hombre común: éste  ordena su experiencia manteniendo el supuesto de que el mundo realmente es lo que parece ser, en tanto aquél suspende deliberadamente tales supuestos, y esto precisamente porque su perspectiva analítica no está regida por las demandas pragmáticas o prácticas que sí dominan la "actitud natural".  La familiaridad de los objetos del mundo social se debe a que integran un "repertorio de conocimientos disponibles" cuya validez asumen los participantes de la acción sin otro cuestionamiento; esta especificidad del sentido común invalida -según Garfinkel- la estrategia parsoniana que evalúa la acción social según su adecuación a una racionalidad científica extraña al sentido que la acción realmente tiene para sus participantes.

 

Garfinkel postula la "indiferencia etnometodológica" hacia cualquier versión privilegiada de la estructura social, para poder así estudiar el modo en que los participantes producen y reproducen las estructuras sociales (nótese la filiación teórica "schutzeana" y husserliana de la noción). Su perspectiva inspira investigaciones orientadas a la manipulación de ciertas condiciones del entorno percibido que producen efectos de normalidad para los actores: disrupción de reglas de juego que provocan conductas discrepantes u orientadas a la normalización de la situación, ejercicios de interrupción de la reciprocidad esperada en la interacción que suscitan sorpresa, irritación, esfuerzos de restablecimiento de la situación, etc.

 

4. El individualismo metodológico

Comprende autores diversos, reunidos por el presupuesto común de que los fenómenos sociales sólo pueden explicarse en términos del análisis de la conducta de individuos; esta noción puede encontrar amplio apoyo en la formulación weberiana de la acción social individual dirigida a otros y guiada por sus conductas esperadas. Todos los enunciados sobre fenómenos sociales pueden reducirse, en último término, a cualidades de individuos (sugestivamente, en su Psicología de las masas de 1918 proponía Freud que la psicología individual es inmediatamente social, y nada hay en los fenómenos colectivos que no pueda reducirse a la estructura psíquica de los individuos). Sólo los individuos son reales, por lo que cualquier discurso sobre atributos de colectividades o sistemas sociales son modelos abstractos construídos por el científico. No hay leyes en ciencias sociales, salvo aquéllas que remitan a disposiciones psicológicas de los individuos.

 

Así por ejemplo, Jon Elster en su libro reciente Tuercas y tornillos (Barcelona 1995, copyright Cambridge 1989) expresa que "la unidad elemental de la vida social es la acción humana individual, y explicar las instituciones y el cambio social es mostrar de qué manera surgen como resultado de la acción y la interacción de los individuos", "la elección racional se ocupa de hallar el mejor medio para fines dados", "actuar racionalmente es hacer lo mejor posible por uno mismo" (pp.23, 33 y 36), etc. Como puede verse, esta perspectiva no ofrece mayores dobleces ni complejidades teóricas que más bien rehúye metodológicamente, y se sitúa de alguna manera en el grado más alto de lo que podríamos llamar "indeterminación estructural".

 

IV. ACTUALES PROPUESTAS DE SINTESIS: Habermas, Giddens, Touraine, Bourdieu.

 

Jürgen Habermas

Joven ayudante de Adorno en el Instituto de Investigación Social de Francfort, Habermas imprime a la teoría crítica un desarrollo sustancialmente novedoso basado en una reflexión que incorpora elementos de la comprensión hermenéutica, la fenomenología de Schutz, el pragmatismo de Chicago y el análisis del lenguaje de Wittgenstein, todas ellas corrientes y autores a las que Horkheimer y Adorno no disimulaban su hostilidad.

 

Habermas enfatiza la centralidad del entendimiento entre  "sujetos comunicativamente socializados". Sólo la comunicación lingüística garantiza a los individuos la reciprocidad en la orientación y concepción de sus acciones, reciprocidad que hace posible la reproducción social. Opera así un doble distanciamiento de la teoría crítica de la primera hora: respecto de sus implicancias funcionalistas por una parte, y respecto de la categoría marxista de trabajo como única dimensión de la reproducción social por otra.

 

A la vez, el modo en que Habermas da cuenta de la dimensión estructural o sistémica de la vida social, lo aleja de la indeterminación estructural propia de las corrientes que aquí hemos llamado "subjetivistas", sin que ello le impida incorporar la hermenéutica de los sujetos interactuantes como factor dinámico de reproducción social. Ciertos actos comunicativos que coordinan las acciones individuales, acumulan pretensiones de validez que  se diferencian gradualmente en el proceso histórico, autonomizándose poco a poco del universo de vida en que se inscribe toda acción comunicativa; cuando esto sucede, la coordinación de acciones sociales por medios no lingüísticos -el dinero, el poder- sustituyen los procesos de entendimiento originario. Este proceso de autonomización instituyó a la producción económica y a la administración política en esferas de acción separadas que se enfrentan a las demás esferas de acción comunicativamente organizadas y en las que se desenvuelve la reproducción simbólica de la vida social.

 

Habermas introduce de esta manera el concepto de articulación social en dos planos: sistema y mundo de vida, históricamente desvinculados. Así, aquellas estructuras autónomas en las que Adorno y Horkheimer percibían la fase final de una lógica irrefrenable de dominación de la naturaleza, se muestran para Habermas como productos sociales de la racionalización del universo de vida. En definitiva, las formas organizativas de la razón instrumental operan una "colonización del universo social" que se encontraría en la base de la patología de la modernidad, aunque coexistiendo con un mundo de la vida no colonizado y signado por entendimientos lingüísticos.

 

Anthony Giddens

Para el sociólogo británico, las Ciencias Sociales en tanto proyecto positivista deben considerarse un fracaso. Esto, porque decididamente, a diferencia de la Naturaleza la sociedad es una producción humana, "...una obra de destreza, sostenida y que 'acontece' por la acción de seres humanos" (Giddens 1987:17). Esta factura humana de la sociedad se desvanece en la teoría de la acción de Parsons, en que los actores sólo actúan por disposiciones de necesidad o expectativas de rol, es decir, "según libretos que ya han sido escritos para ellos" (Giddens op.cit. p.18). El funcionalismo de Durkheim y Parsons reduce la intervención humana a una interiorización de valores, se niega a considerar la vida social como activamente constituída, no concibe el carácter negociado de las normas sociales y por tanto no hay lugar para interpretaciones diversas siguiendo intereses sociales divergentes. El estructuralismo conduce igualmente a borrar todo sujeto activo del escenario social.

 

Por su parte, el interaccionismo simbólico y la etnometodología de Garfinkel acuerdan al sujeto virtualidades creativas; pero tanto en ellos como en el "mundo de la vida" de Schutz, la definición interactiva y contingente de la situación cancela la posibilidad de concebir la reproductibilidad de las prácticas sociales, por lo que cada situación se muestra siempre como "otra primera vez". El descuido por la reproducción de las regularidades durables, o sea de las estructuras sociales, conlleva una concepción de la vida social en que los agentes parecen libres de todo condicionamiento de su acción. Estas corrientes interpretativas no consiguen conciliar la producción diestra de la sociedad por sus miembros, con el hecho de que las condiciones en que esta producción tiene lugar, no son elegidas por los agentes sociales.

 

En su teoría de la estructuración social, Giddens concibe la estructura como dual, puesto que es constituída por la actividad humana y es al tiempo el medio mismo de esta constitución. La estructura es a la vez  instrumento y resultado de las prácticas sociales; simultáneamente, la estructura pre-existe a las prácticas sociales y es re-producida por éstas. En cualquier situación de interacción, los miembros de la sociedad recurren a las reglas semánticas (estructuras de significación), a las estructuras de dominación y a las reglas morales (estructuras de legitimación). Pero en la medida en que la reproducción de las estructuras sociales es histórica y contingente, existe la posibilidad de ruptura de la continuidad con el pasado: nada garantiza que los agentes reproducirán siempre cada vez las mismas regularidades de conducta. Esta es, en la perspectiva dualista del autor, la contingencia más significativa de la reproducción social, puesto que simultáneamente brinda la base de sustento a la posibilidad de la transformación social. Si la reproducción de la estructura es también un acto de producción, por tanto este acto puede conservar la estructura o eventualmente iniciar el cambio: se rompe así la división funcionalista de estática y dinámica que hemos heredado de Comte.

 

Alain Touraine

El conocido sociólogo francés ha venido desarrollando desde hace más de tres décadas una reflexión orientada a la superación del determinismo predominante en el análisis funcionalista, en cuya alternativa ha propuesto un enfoque "accionalista" que enfatiza la acción de los movimientos sociales que modifica y aun define el propio campo en que se desenvuelve. La dialéctica del sujeto determina el sentido de la acción, aunque ésta no tiene lugar de modo incondicionado sino que se desarrolla en el marco de un "sistema de acción histórica".

 

La reivindicación del Sujeto con mayúscula se sustancia en una orientación de la acción colectiva signada por "...la afirmación del derecho de cada individuo a crear y regir su propia individualidad" ; al tiempo, llama a apartarse "...de las ilusorias tentativas de analizar al actor social fuera de toda referencia al sistema social, o a la inversa, de describir un sistema sin actores" (Touraine 1984:13 y 17). Al presente, el mundo instrumental de la economía globalizada y desocializada se opone al mundo simbólico de la diversidad cultural; esta disociación "desmodernizadora" entre economía y cultura debe enfrentarse desde una afirmación del Sujeto "...contra el poder de los estrategas y sus aparatos, contra la de los dictadores comunitarios" (Touraine 1997:21).

 

Durante mucho tiempo la idea de sujeto ha estado ligada a la de un principio superior de inteligibilidad y orden; la muerte de esta concepción de tipo religioso ha venido siendo declarada desde Nietzsche hasta Foucault. El "regreso del sujeto" (título tentativo de El regreso del actor que fue finalmente descartado por Touraine) se opera en una búsqueda de legitimidad autoreferida, en lucha por un espacio propio libre tanto de santos como de sabios, contra la omnipotencia instrumental-racional del mercado y contra los autoritarismos comunitarios, lejos de Dios, la razón o la historia.

 

En su último libro, Touraine propone que el nuevo actor  emerge ya en la juventud, en las mujeres, inmigrantes y medioambientalistas; es más defensivo que negociador, más ético que político, las acciones colectivas de asalto al poder ceden el paso a la resistencia a la manipulación.  Respecto de las nuevas tareas de la sociología, "...ya no es estudiar las consecuencias sociales de la modernización, sino las condiciones y formas de los cambios técnicos y económicos que permitan refundar una modernidad sobre la comunicación de individuos y colectividades que son a la vez semejantes y diferentes" (1997:313)

 

Pierre Bourdieu

Sociólogo cuasi-enciclopédico, se ha ocupado de política, arte, religión, trabajo, deporte, lenguaje, Estado, campesinado... Su vasta obra está sin embargo recorrida por la voluntad teórica de trascender las viejas antinomias subjetivismo-objetivismo, simbólico-material, teoría-investigación, estructura-agente, etc. El universo social en Bourdieu existe dos veces: en la "objetividad del primer orden" establecida por la distribución y apropiación de los bienes materiales, y en la "objetividad de segundo orden" constituída por los esquemas mentales que sustentan las conductas, pensamientos, sentimientos y juicios de los agentes sociales.

 

La perspectiva "objetivista" (Durkheim, el funcionalismo) ha concebido al mundo como una estructura susceptible de observación y medición independientemente de las representaciones de quienes la habitan, y tiene como principal peligro la reificación de las estructuras construídas por el observador, tratadas como entidades autónomas que operan articulando con sujetos que se muestran como meros soportes pasivos. Por su parte, la perspectiva "subjetivista" o constructivista (Sartre, la etnometodología, la "rational choice") propone una realidad social siempre contingente construida por actores sociales competentes con actos de conocimiento y decisiones conscientes en un mundo inmediatamente familiar y significativo; esta perspectiva se revela incapaz de explicar la persistencia de las estructuras sociales.

 

Bourdieu propone transformar ambos paradigmas antinómicos en "momentos" diferenciables del mismo análisis social: un primer momento debe abandonar las representaciones ordinarias para elaborar las estructuras objetivas que establecen los límites de la interacción cotidiana; un segundo momento reintroduce la experiencia inmediata de los agentes para explicitar las categorías perceptivas que estructuran sus acciones y representaciones. Las estructuras objetivas constituyen las posiciones, las categorías perceptivas son las disposiciones, y las acciones y representaciones son la toma de posición. La homología estructural entre ambos órdenes de la objetividad deviene de su ligazón genética: la exposición acumulativa a ciertas condiciones sociales imprime en los individuos un conjunto de disposiciones duraderas y transmisibles, los habitus, que interiorizan la necesidad del mundo social. Esta interiorización, por otra parte, no tiene meras funciones cognoscitivas sino también de poder, puesto que se interiorizan bajo forma de necesidad objetiva ciertas estructuras del orden establecido y sus intereses.

 

Al tiempo, los sistemas simbólicos no sólo reflejan relaciones sino que contribuyen a construirlas, por lo que se abre la posibilidad de transformación del mundo social modificando su representación; es por ello que clases y grupos sociales pugnan constantemente por imponer una definición del mundo acorde con sus intereses. El habitus, "estructura estructurante" que opera desde dentro de los agentes, producto de la interiorización de múltiples estructuras externas, reacciona coherentemente ante los requerimientos del campo o conjunto de relaciones históricas objetivas. Habitus y campo son nociones relacionales, mutuamente referidas, en relación de "complicidad ontológica" y no de sujeto a objeto.

 

Otra preocupación constante y original de Bourdieu es la de la "vigilancia epistemológica" que debe practicar el sociólogo, destinada a controlar su parcialidad derivada de su propia condición social, de su posición en el campo académico, y de su tendencia intelectualista a percibir el mundo como espectáculo, como cúmulo de significados que lo esperan para ser descifrados y no como problemas concretos que demandan propuestas de solución. Esta vigilancia o reflexividad epistémica debe operar examinando críticamente las categorías que delimitan el propio pensamiento, practicando la crítica mutua y el debate público.

 

V. REFLEXIONES FINALES

 

Podría tal vez decirse que el habitus de Bourdieu se muestra más estructurado que estructurante, que el Sujeto de Touraine (a pesar de su Sistema de Acción Histórica) parece más próximo de un voluntarismo auto-referido, o que Habermas y Giddens resuelven con mayor elegancia las complejidades de la dualidad entre estructura/sistema y acción/mundo de vida. Sea como sea, parece claro que todos estos autores participan de una voluntad común de abordar y brindar alguna propuesta de resolución teórica de esta antinomia estructura-acción que atraviesa toda la sociología, que nos remite en definitiva a la vieja tensión filosófica objeto-sujeto.

 

Pero más allá de la heterogeneidad y divergencia -a menudo muy importantes- entre los distintos abordajes de la vida social, nos parece que la sociología permanece como empresa múltiple y vital. Positivistas y funcionalistas nos han impuesto la preocupación por el rigor metodológico, los subjetivistas nos han impedido relegar al actor social, los filósofos de Francfort nos convocan a integrar razón y humanismo. Por su parte, tanto Habermas como Giddens, Touraine y Bourdieu nos invitan a pensar creativamente, sin eclecticismos simplificadores, los viejos y nuevos dilemas de la disciplina, nos recuerdan que la sociedad no debe verse como espectáculo sino como mundo-problema que nos requiere a la vez como profesionales y como integrantes plenos.

 

Referencias bibliográficas de las citas textuales

Alexander, Jeffrey C. (1987): "La centralidad de los clásicos", en Anthony Giddens, Jonathan Turner y otros (1990): La teoría social hoy ,  Madrid, Alianza pp.22-72 (Copyright: Social Theory Today, N.York, Polity Press  1987, Trad. esp.: Jesús Alborés)  

Giddens, Anthony (1987): Las nuevas reglas del método sociológico. Amorrortu Ed., Bs Aires (Copyright 1967)

--(1995): La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Amorrortu Ed., Bs. Aires (Copyright: The Constitution of Society. Outline of the Theory of Structuration, Polity Press, Cambridge 1984) 

Honneth, Axel (1990): "Teoría Crítica", en Anthony Giddens, Jonathan Turner y otros: La teoría social hoy ,  Madrid, Alianza, pp.445-488 (Copyright: Social Theory Today, N.York, Polity Press  1987, Trad. esp.: Jesús Alborés)  

Kuhn. T.S. (1971): La estructura de las revoluciones científicas, México, F.C.E., 1971( Copyright: The structure of Scientific Revolutions, Univ.of Chicago Press, USA 1962, Trad. Esp.: Agustín Contin)  

Parsons, Talcott (1966): El sistema Social. Revista de Occidente, Madrid (Copyright: The Social System, Free Press of Glencoe, N.York 1951) 

Touraine, Alain (1987): El regreso del actor. Eudeba, Bs Aires (Copyright: Le retour de l'acteur, Librairie Arhème Fayard, Francia 1984. Trad.: Enrique Fernández)

-- (1997): )Podremos vivir juntos? FCE, Bs. Aires (Copyright: Pourrons-nous vivre ensemble? Egaux et différents, Arthème Fayard, Paris)

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