LA TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN EN AMÉRICA LATINA

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Una visión europea de sus contribuciones

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Robert A. White

(Traducción: Jorge A. Andrade)

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La originalidad y especificidad de la investigación latinoamericana en comunicación toma sus raíces de una evolución social concreta. En la historia reciente como en la actualidad, este contexto ha originado teorías importantes.

En los últimos veinte años, las investigaciones en materia de comunicación en América Latina han crecido de manera constante, tanto en cantidad como en la madurez de sus enfoques teóricos propios. No es extraordinario que en cualquier año que tomemos como ejemplo se hayan publicado entre veinte y treinta libros sobre temas que van de la semiótica a la comunicación popular. Actualmente hay cinco o seis importantes revistas de investigación que publican artículos de trascendencia teórica provenientes de toda América Latina, y que tienen una distribución relativamente buena en el área idiomática continental. Entre las más conocidas se encuentran Dia-Logos (revista de la FELAFACS, Federación Latinoamericana de Asociaciones de Facultades de Comunicación Social), Comunicación y Cultura (publicada en México), Chasqui (publicada por CIESPAL, Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, con sede en Ecuador), Comunicación (Venezuela), Comunicaçao e Sociedade (Brasil), e Intercom (publicada por la Sociedade Brasileira de Estudos Interdisciplinares de Comunicaçao). Además, diez o doce facultades de ciencias de la comunicación publican revistas y cuadernos que tienen bastante buena distribución a través de una red de intercambio universitario y que, a menudo, publican artículos de una originalidad teórica excepcional.

Un estímulo de importancia creciente para la investigación es la FELAFACS, una organización poderosa que tiene alrededor de ciento setenta facultades e institutos afiliados, que representan aproximadamente ciento setenta y cinco mil estudiantes de comunicación social de nivel universitario. FELAFACS, con secretaría permanente en Lima, Perú, publica, además de Dia-Logos, una colección de monografías y libros de texto, patrocina grupos de trabajo para mejorar el nivel profesional de la enseñanza universitaria de la comunicación, y celebra un congreso anual. La Asociación Latinoamericana de Investigadores en Comunicación, ALAIC, cuenta con varios grupos nacionales fuertes, como AMIC de México, y ha publicado una importante colección de sumarios bibliográficos de investigaciones en materia de comunicación realizadas en América Latina.

Hay algunos institutos independientes importantes con programas de investigación en comunicación, tales como IPAL, Instituto para América Latina, con sede en Perú; ILET, Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales, en Santiago de Chile y México; y CIESPAL, en Ecuador. Estos institutos y otros afiliados a universidades, como el de la Universidad de Colima en México, tienen publicaciones periódicas y organizan conferencias y seminarios. Los europeos podrían mirar con envidia el monto de los fondos para investigación que ingresan estos institutos, en especial de origen canadiense y europeo, pero el mérito corresponde a la iniciativa de los latinoamericanos para diseñar y promover proyectos de investigación destinados a comprobar enfoques teóricos.

Una de las más llamativas características de las investigaciones en materia de comunicación en América Latina -un poco en contraste con lo que ocurre en Europa y en otras partes del mundo- es la notable intercomunicación que existe entre los investigadores, los proyectos de investigación cooperativa y la conexión entre diversas organizaciones, institutos, publicaciones y facultades. Los latinoamericanos tienden a considerar su tarea como una empresa continental de investigación, lo que da lugar a un grado relativamente alto de conocimiento mutuo de lo que están haciendo los investigadores. Por supuesto que a menudo hay debate y un agrio desacuerdo, sin embargo, muchos latinoamericanos se refieren a su conexión continental como la "amigocracia".

Otra característica importante de las investigaciones en materia de comunicación en América Latina, es su relación directa con la formulación de la política de medios de comunicación, con los esfuerzos para formarlos y, especialmente, con los movimientos populares que introducen formas alternativas de comunicación y de medios. Los investigadores tienden a medir la importancia de su tarea no simplemente en términos de belleza y claridad teórica, sino más bien en términos de eficiencia para reformar los medios de comunicación y para favorecer la comunicación dentro de los movimientos populares. Los investigadores y los profesores universitarios han tenido el valor de comprobar sus ideas mediante la relación con movimientos sociopolíticos. En el apogeo de la hegemonía de los regímenes de seguridad nacional, en los años setenta, el compromiso de algunos de los más importantes investigadores los llevó al exilio. Irónicamente, la expulsión de la universidad o de los puestos de planificación del gobierno, les permitió disponer de más tiempo y libertad para dedicarse a la investigación y los aproximó a movimientos populares con modelos muy innovadores de comunicación participativa. Todo esto ha dado a las investigaciones en materia de comunicación una vitalidad y pertinencia inusitadas. También significa que las propuestas teóricas deben ser probadas y reformuladas continuamente en la dura escuela de la realidad sociopolítica y cultural.

La tercera característica de la investigación en materia de comunicación en América Latina, proviene de su preocupación por el cambio político y social. Es decir, su tendencia a encuadrar los temas de comunicación y medios no sólo en términos de problemas de ámbito restringido, como puede ser la violencia en los medios de comunicación o la problemática de los profesionales de los medios, sino en términos del papel que les cabe a los medios en el proceso social, involucrando en aquéllos el desarrollo de las instituciones políticas, económicas y culturales. La investigación sobre la comunicación ha estado en general relacionada con problemas básicos que se refieren a la clase de sociedad y cultura que está emergiendo en América Latina, y a cuál es el papel que los medios de comunicación deberían jugar en ese proceso. Por lo tanto, los esfuerzos realizados han sido especialmente creativos en el campo de las teorías normativas de la comunicación de masas y en el de los estudios de carácter cultural.

De este proceso de investigación, formulación teórica y debate, estimablemente rico, han surgido cuatro áreas de análisis que pueden entenderse como una contribución latinoamericana considerablemente original a los estudios en materia de comunicación en el plano internacional. Dichas áreas son: 1) influencia de la política económica internacional en el desarrollo de los medios de comunicación e instituciones culturales autóctonos; 2) ideas acerca de la reforma de los medios, política nacional de medios y, especialmente, democratización de la comunicación; 3) trascendencia de formas alternativas de comunicación y uso de los medios que están llevando a cabo los movimientos populares a consecuencia de su fortalecimiento, y su importancia como base para la democratización de los sistemas nacionales de comunicación y de medios; 4) mejor comprensión de la relación entre medios de masas y cultura popular en el desarrollo de los sistemas culturales y sociopolíticos nacionales.

Las tres primeras de estas áreas se desarrollaron en orden más o menos cronológico durante los años setenta y en los inicios de los ochenta aunque se han producido importantes cambios y matizaciones en los años recientes. La última área es un objetivo básico de gran parte de la investigación actual; representa una síntesis y es probablemente la contribución más madura e importante.

 

Papel de la política económica transnacional en un desarrollo cultural dependiente y distorsionado

El primer paso en el desarrollo de una tradición latinoamericana autóctona de investigación en materia de medios, se dio en los años sesenta con el rechazo del funcionalismo norteamericano, perspectiva modernizadora que ponía énfasis sobre la difusión de prácticas y efectos conductistas (Schwarz y Jaramillo, 1986: 57). El sistema teórico alternativo que adoptaron ampliamente los investigadores de los medios de comunicación fue la "teoría de la dependencia", que analizaba el subdesarrollo de los medios de comunicación latinoamericanos y su falta de respuesta a los problemas sociopolíticos, económicos y culturales reales, en términos de integración dependiente en el sistema político económico capitalista internacional.

Diversos estudios acerca del contenido de la programación televisiva, de las tiras cómicas, de la publicidad y de las noticias, encontraron que se hacía una imposición directa de la ideología capitalista por medio de la cultura popular de los EE.UU. Este "imperialismo cultural" sujetaba a las clases populares a las ideologías dominantes y además era potencialmente destructivo de las tradiciones culturales de América Latina (Dorfman y Mattelart, 1971). Tal vez más importante fue el cambio fundamental de perspectiva de los investigadores latinoamericanos de la comunicación, que se alejaron del intento de "ponerse al día" con el mundo industrial desarrollado y de una identificación con los movimientos anticolonialistas de liberación de las nuevas naciones del "Sur", laxamente unidas en organizaciones del tipo de la de "Países no Alineados".

Hacia finales de los años sesenta los investigadores de la comunicación se fueron distanciando de la interpretación reduccionista que veía los medios como un instrumento de hegemonía cultural, es decir, de aquella que, por una parte, entiende que el desarrollo cultural está ampliamente controlado desde el exterior y que, por otra, divide el mundo en forma simplista entre naciones y sectores sociales dominantes y receptores pasivos (Lins da Silva, 1986: 93-95). Se ha criticado el enfoque reduccionista porque conduce a concepciones de autonomía nacional sin diferencias sociales internas, por su exagerada confianza en el poder del Estado como representante de todas las clases sociales para la reforma de los medios e, incluso, porque, en algunos casos, da pie a la propaganda nacionalista de las elites modernizadoras justificando el "régimen de seguridad nacional".

Posteriormente, la investigación se ha centrado, cada vez más, en el problema de la formación de monopolios internos en las industrias de la cultura y en la búsqueda, por parte de las elites, de alianzas con las empresas transnacionales en proceso de expansión. El efecto más significativo de esta organización transnacional de las industrias de la cultura, quizá no es tanto la dominación directa del desarrollo cultural latinoamericano -aunque ello esté sucediendo en algunos casos- sino una creciente rigidez en la organización sociopolítica, económica y cultural latinoamericana que impide el proceso normal de cambio social, de redistribución social del poder de toma de decisiones y de participación en el campo de la creatividad cultural.

El capital monopólico latinoamericano ha desarrollado e institucionalizado las formas de organización empresarial transnacional, hasta el punto de convertirlas en la base de la expansión transnacional, tanto dentro como fuera de la región latinoamericana (Fox, 1989: 48-49). El resultado directo de la concentración de poder y del incremento de la rigidez es la acentuación de la polarización social y del conflicto, lo que lleva aparejado un costo humano y cultural terriblemente alto, la ruptura del proceso negociador para desarrollar una política de medios de comunicación, el estancamiento cultural, y la incapacidad de los procesos políticos nacionales para responder de un modo innovador a las necesidades de información y comunicación propias de las sociedades latinoamericanas abocadas a un cambio rápido.

Con una perspectiva de dependencia cultural más matizada, la investigación ha dado lugar a varias áreas teóricas importantes, que se enuncian a continuación:

Mejor comprensión de las maneras complejas en que las empresas transnacionales operan en América Latina e influencian su desarrollo cultural. Por ejemplo, aunque la propiedad de los medios se mantiene primordialmente en manos de empresarios y gobiernos latinoamericanos, el poder financiero de la publicidad transnacional ha influenciado en las estrategias de información y programación de modo que respalden las campañas internacionales para introducir determinadas líneas de productos. Por una parte, esto reduce la diversidad y creatividad de los contenidos de los medios, con el resultado de que éstos no se constituyen en un foro adecuado para el debate y las expresiones culturales. Por otra parte, los medios promocionan estilos transnacionales de consumo (orientado hacia el mercado de los EE.UU.) que no tienen que ver con la cultura latinoamericana y que no responden a las necesidades de desarrollo social de los grupos sociales deprimidos (Roncagliolo, 1986: 79-87; Janus, 1986: 127-142).

Análisis de las maneras en que la relación de intereses de los medios de comunicación latinoamericanos con las industrias culturales transnacionales produce un aislamiento de información y perspectivas de grandes sectores de población y de los nuevos movimientos socioculturales de América Latina. Los medios no producen la clase de información que los latinoamericanos necesitan para hacer frente al cambio de condiciones. Hay otra línea de investigación relacionada con la anterior, que analiza la aparición de sistemas de información alternativos, populares o clandestinos que buscan cubrir las deficiencias, y el modo como estos sistemas alternativos pueden obtener reconocimiento adecuado e integrarse dentro de las instituciones de medios latinoamericanas (Reyes Matta, 1986: 190-214).

Análisis histórico comparativo de la influencia transnacional sobre los medios y el desarrollo cultural. Algunos estudios han sugerido, por ejemplo, que en los años treinta y cuarenta, antes de la expansión transnacional del periodo de posguerra, la radio, el cine y la música popular ayudaban más que ahora a la integración nacional, al descubrimiento de la identidad cultural latinoamericana, y al ritmo humano de vida en la familia, la comunidad y la región. La introducción en los años sesenta de modelos de televisión mucho más norteamericanos, con su publicidad y programación fuertemente relacionadas con las demandas de crecimientos cuantitativos de la productividad y los mercados nacionales, ha tenido como consecuencia la homogeneización cultural y la subordinación de los grupos sociales primarios a la dinámica de la movilidad ascendente individual (Martín Barbero, 1987: 193-202).

En el ámbito político, esta línea de investigación y formulación teórica proporciona una base para las acciones de los gobiernos latinoamericanos dirigidas a crear flujos de información más autónomos e intracontinentales por medio de agencias como ASIN (Acción de Sistemas de Información Nacional), destinada a la distribución de información en el medio intergubernamental, y ALASEI (Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información), que suministra noticias de temas claves analizados más en profundidad, para cubrir las deficiencias de las más importantes agencias de noticias internacionales.

Tal vez una de las contribuciones más importantes de la adopción inicial del enfoque dirigido a la dependencia cultural, fue la definición del estudio de los medios como una cuestión de hegemonía cultural, ideología, resistencia de las clases populares y participación popular en la creación de culturas nacionales. Un trabajo reciente muestra la necesidad de estudiar los procesos históricos específicos en países específicos y de considerar las diferencias de los medios. La teoría ha realizado análisis mucho más sofisticados de la organización político-económica interna, aunque siempre dirigidos a una cuestión básica: la manera en que influye en el desarrollo cultural de los países latinoamericanos.

 

Teorías sobre la democratización de la comunicación y la reforma de los medios

La amplia difusión que tuvo en los comienzos de los años setenta la concepción del subdesarrollo latinoamericano en términos de dependencia e imperialismo cultural, convenció a gran parte de la opinión pública informada y a los líderes políticos más progresistas, de que era necesario llevar adelante políticas tendentes a favorecer un mayor control nacional de los medios y su "disociación" -de la industria transnacional de medios. La influencia norteamericana en los medios de masas estaba en su cúspide y los investigadores de la comunicación, basándose en sus análisis de las serias distorsiones que sufría el desarrollo cultural a consecuencia de unos medios dominados desde el exterior, sintieron que era urgente su acción directa en la formulación de una política nacional de medios de comunicación.

El establecimiento de una serie de institutos de investigación de políticas de comunicación, como el ILET en México, el ININCO en Venezuela y otros centros o grupos similares en otros países latinoamericanos, permitió reunir algunos de los investigadores de más talento en materia de comunicación, proporcionándoles una plataforma relativamente bien organizada y bien dotada financieramente para transformar los análisis teóricos en formulaciones políticas. Tal vez en ninguna otra parte del mundo los investigadores de la comunicación han tenido un acceso tan directo al proceso de creación de políticas de medios públicos, como en América Latina en los años setenta y comienzos de los ochenta. Y respondieron a la oportunidad de que dispusieron con formulaciones notablemente creativas en materia de filosofía de los medios públicos y de teorías normativas sobre la comunicación de masas.

Los procedimientos formales acerca de planificación y política nacional de comunicación, en parte fueron puestos en marcha por agencias internacionales tales como la UNESCO. Pero en los años de preparación para la conferencia cumbre de gobiernos latinoamericanos sobre política nacional de comunicación celebrada en San José de Costa Rica en 1976, ya pudo disponerse de proyectos bien formulados provenientes de toda América Latina. Más importante aún fue la presión para lograr el cambio social que agresivos movimientos sociopolíticos realizaron durante los años sesenta y comienzos de los setenta. Estos movimientos se inspiraban parcialmente en la revolución socialista de Castro en Cuba, sin embargo, tenían raíces en las profundas dislocaciones sociales producidas por la rápida modernización de los años cincuenta y sesenta, que desató levantamientos campesinos y produjo la agresividad de los sindicatos y la radicalización de las universidades. Aunque en países como Brasil, Argentina, Uruguay y Chile una coalición de las elites modernizadoras con los militares respondió con la represión, los líderes políticos de Perú, Venezuela y México entendieron que su apoyo a los proyectos reformistas era un medio de legitimar y reforzar sus gobiernos que se enfrentaban a una población inquieta.

El fundamento de los proyectos de política de medios, fue una nueva filosofía pública en materia de comunicación que se desarrolló en América Latina en los años sesenta y setenta. Consistía en: 1) concepción de los medios no simplemente como un canal de información sino como un proceso de comunicación destinado a crear un debate razonado y libre en la comunidad (Pasquali, 1963); 2) definición de los medios de comunicación como un servicio reglamentado por el Estado en interés público; 3) énfasis en el derecho universal a la comunicación (Reyes Matta, 1981: 4) organización de los medios en base al principio de participacion, especialmente asegurando dicha participación a los movimientos de las clases populares; y 5) énfasis en el carácter de los medios como un foro para el desarrollo de las culturas latinoamericanas autóctonas.

Hacia finales de los setenta, grupos como el ILET reunieron estas diferentes ideas en lo que todavía hoy es uno de los modelos de "democratización de la comunicación" más cuidadosamente elaborado. Se han introducido elementos de este modelo en estudios europeos de teorías normativas de los medios de masa, como por ejemplo, la de McQuail (1987: 121-122). El modelo elaborado por el ILET incluye las siguientes previsiones: 1) reorientación de los medios de comunicación para que dejen de ser un servicio privado y adquieran el carácter de servicio público que responda a las necesidades de información de la población en su conjunto, especialmente de las clases populares; 2) amplio acceso a los medios y desarrollo de formas de participación en la producción; participación representativa del público en la formulación de la política de medios, al menos de modo indirecto; 4) nuevos acuerdos sobre la propiedad de los medios que aseguren su cometido como servicio público; y 5) introducción en la enseñanza primaria y secundaria de la preparación apropiada para un uso más crítico y participativo de los medios (Reyes Matta, 1981).

Desde finales de los años sesenta y durante los setenta, los expertos en política de comunicación de Perú, Venezuela y México, contaron con presidentes de mentalidad reformista que permitieron implementar, o al menos introducir , una legislación que incorporaba adaptaciones prácticas de la filosofía pública de la comunicación. Ésta ha sido prácticamente la única experiencia de puesta a prueba de análisis sociopolíticos de las instituciones y reformas de los medios, que haya merecido la atención de los estudiosos de la comunicación de Europa y otras partes del mundo. En realidad, el fracaso político de esos movimientos reformadores, ampliamente documentado en otros estudios (Capriles, 1982; Fox, 1989), reveló a los latinoamericanos algunas de las deficiencias de sus esquemas sociológicos referidos a los medios de masa, especialmente por su confianza en la perspectiva de la dependencia, que descuidaba el análisis de la hegemonía interna y de los procesos políticos nacionales. Esto ha llevado a reformulaciones importantes de la teoría de los medios de masa en América Latina.

Debería subrayarse que, aunque una coalición de intereses publicitarios, de propietarios de medios y de algunos sectores de profesionales que trabajaban en ellos, obstruyó la legislación reformadora, la filosofía pública de la comunicación y los modelos reformadores se han convertido en parte de muchas políticas y del pensamiento de muchos líderes políticos de América Latina. También las ideas más valiosas que surgieron en los años setenta se han incorporado a los textos y se explican en las clases de ciencias de la comunicación de las universidades latinoamericanas. Actualmente hay en América Latina una nueva concepción normativa de los medios que está influenciando, aunque sea de manera indirecta y negociada, en la formulación de la política de medios.

Una de las líneas más importantes de investigación en América Latina durante los años ochenta, ha sido el análisis de las causas por las que fracasaron los movimientos reformadores de los setenta y de cómo debe encuadrarse la reforma en el contexto del retorno a la democracia de países como Brasil, Uruguay, Argentina, Perú y Chile. Algunos de los objetivos de esta investigación son:

Búsqueda de bases más realistas para asentar el concepto de los medios como servicio público, dentro de una línea de continuidad y de las estructuras históricas fundamentales del proceso sociopolítico y cultural latinoamericano. Se reconoce la dificultad de alcanzar este objetivo porque, al contrario de muchos países europeos, por ejemplo, las instituciones de radiodifusión en América Latina en los años treinta no se formaron teniendo en cuenta el desarrollo cultural y la integración nacionales. En los años treinta, cuarenta y cincuenta, los gobiernos, preocupados por conseguir una industrialización rápida fuera como fuese, establecieron la práctica de realizar concesiones amplias a las iniciativas empresariales incluyendo las que se dirigían a los medios de comunicación, a través de los cuales y por medio de la publicidad, los empresarios trataron de desarrollar los mercados internos para los productos provenientes de las industrias de sustitución de importaciones (Fox, 1989: 210-230).

Análisis de las maneras de coaligar a los sectores sociales que tienen interés en la reforma de los medios y de articular la vaga insatisfacción con el sistema de medios existente que prevalece en la opinión pública.

Modos de reintroducir un proceso de negociación política entre los diferentes sectores sociales a fin de definir un área común de servicio público en la política de medios, y modos de incorporar a las formulaciones de los nuevos movimientos políticos postdictatoriales una política de medios explícita. Por ejemplo, algunos señalan como un modelo a seguir las negociaciones políticas llevadas a cabo en Chile en los años sesenta, que condujeron a la instalación de la televisión en las universidades por su carácter de zona pública neutral merecedora del respeto de la población. No obstante, se admite que las condiciones de los noventa habrán de ser muy diferentes a las de entonces (Catalán, 1989: 65-67).

Finalmente, hoy se encuentran muchos más estudios que recomiendan cambios moderados en los sistemas de medios existentes, tales como: mayor descentralización; traslado de inversiones públicas desde la infraestructura física al apoyo de la diversificación de la producción; incorporación de formas populares y alternativas en el sistema nacional de medios; diversificación de contenidos para satisfacer las necesidades de comunicación, de información y cultura; etcétera. (Portales, 1986.)

 

Comunicación popular como base para la democratización de los sistemas nacionales de comunicación y cultura

Las políticas de modernización de los gobiernos latinoamericanos después de la Segunda Guerra Mundial, que apoyaron el crecimiento rápido de la agricultura orientada a la exportación, atacaron paralelamente al esquema socioeconómico en el que una gran masa de población campesina vivía en régimen de semisubsistencia. En general, el sector campesino no se benefició de las mayores inversiones públicas en escuelas, apoyo técnico a la agricultura y medios de comunicación. Esto empujó a los movimientos campesinos a buscar la recuperación de la tierra, a presionar para lograr mejor educación y servicios comunitarios y a organizarse para conseguir créditos y un acceso al mercado más adecuados. También produjo la inmigración urbana en gran escala, creando los grandes "cinturones de miseria" que rodean a las ciudades latinoamericanas. Una vez más, las ciudades en manos de la clase media y los gobiernos nacionales no pudieron, o no quisieron, proveer servicios adecuados. De este modo en los asentamientos de inmigrantes se crearon organizaciones vecinales para reclamar mejor alojamiento, agua corriente, escuelas y transportes.

Dentro de la estructura organizacional de estos movimientos populares surgieron frecuentemente modelos de comunicación horizontal y participativa, que por sí mismos se convirtieron en un símbolo de oposición al modelo autoritario, vertical y jerárquico de comunicación controlada y dominada por elites, típica de las sociedades latinoamericanas. Los líderes de los movimientos populares, como consecuencia de la dinámica cultural de éstos, motivaban a los campesinos para que invirtieran el esquema de autodesprecio que habían internalizado, por otro que revalorizaba la autenticidad de la existencia y escala de valores de la clase deprimida.

Un hecho de gran importancia es que estos movimientos de clases bajas, de carácter más bien local, atrajeron las alianzas de grupos tecno-urbanos que también estaban en desacuerdo con el modelo de modernización dominante influenciado por el extranjero. En la medida en que estos aliados de la clase media con una mayor educación se unieron a los movimientos populares, les aportaron su experiencia en materia de organizaciones de mayor dimensión, regional o nacional, y su conocimiento de métodos educativos y en materia de comunicación y medios. Producto de esta alianza es un cuerpo de teoría y de métodos prácticos referentes a una cultura y una comunicación populares y participativas, que se ha convertido en una de las contribuciones latinoamericanas más importantes a la teoría cultural y de la comunicación de Europa y otras partes del mundo.

Típico de este proceso es el papel de las iglesias, especialmente de la iglesia católica con su organización rural y parroquial profundamente enraizada en la cultura popular, pero a la vez con una organización y un sistema de comunicación que se extiende no sólo a través de América Latina sino de Europa y otras regiones desarrolladas del mundo. Dada la falta de provisión de servicios estatales a los grupos de población deprimidos, las parroquias rurales y las diócesis -con un fuerte apoyo de parte de organizaciones de asistencia relacionadas con la iglesia europea- crearon una red de organizaciones rurales, centros de adiestramiento para la conducción de experiencias de comunicación y educación popular, métodos para desarrollar grupos de comunicación participativa y más de ciento cincuenta estaciones radiales que utilizan un modelo de radio popular que representa los intereses de los campesinos. En la medida en que la iglesia rural se ha identificado profundamente con los movimientos populares y en algunos casos con los movimientos de oposición política, ha desarrollado una nueva "teología de la liberación" y, en relación con ella, un esquema teórico y práctico de la "comunicación para la liberación". Estas ideas han sido recogidas y difundidas internacionalmente por organizaciones europeas de comunicación relacionadas con la iglesia, tales como la World Association of Christian Communication y las organizaciones católicas de comunicación. De ese modo, las iglesias se han convertido en uno de los grupos más poderosos de defensa de las ideas de democratización y de muchas de las propuestas del NOMIC (Media Development, 1980; UNDA, 1982).

Otro importante grupo de aliados urbanos de los movimientos populares fueron los líderes culturales y las personas relacionadas con las áreas de literatura, filosofía y ciencias sociales de las universidades. Al observar que la cultura latinoamericana estaba siendo absorbida por una marea de tecnología y cultura popular norteamericana, muchos de ellos entendieron que la afirmación de los valores de la cultura popular por parte de los movimientos de base, era una de las fuentes más auténticas, y menos influenciada por la modernización proveniente del exterior de cultura latinoamericana. También estaban convencidos de que el proceso de modernización no iba dirigido a la consolidación de una nación sino más bien a su división, y que el único modo de desarrollar una cultura nacional unificada era encarrilar los movimientos populares hacia la corriente central del desarrollo cultural nacional.

Uno de los más destacados expositores de esta línea de pensamiento ha sido Pablo Freire quien elaboró una teoría y método de educación y comunicación popular que estimularía el reforzamiento de las clases populares a través de la asunción consciente de sus propios valores, de la capacidad para la acción política y de la praxis de la comunicación. En el contexto de los regímenes de seguridad nacional de Brasil, Argentina, Chile y otros países durante los años sesenta y setenta, muchos de los estudiosos de la comunicación de más talento y líderes políticos fueron expulsados de las universidades y de los puestos en el gobierno, recalando en centros independientes dedicados a la comunicación popular. Allí tuvieron el tiempo y los contactos adecuados para avanzar en sus teorías y métodos de educación y comunicación popular.

Durante los años setenta, como los intentos de reforma de los medios por vía estatal fueron paralizados por la coalición de las elites tradicional y modernizadora que controlaban el aparato central del Estado, los movimientos de comunicación popular y alternativa florecieron en los márgenes de la sociedad latinoamericana. Y lo que es aún más importante, estos movimientos desarrollaron concepciones de comunicación, formas de uso de los medios y prácticas muy innovadoras de formación cultural por medio del teatro popular, y organizaron centros de documentación de base, periódicos, etcétera, que encarnaban los conceptos de comunicación democrática propuestos en las nuevas filosofías públicas de comunicación. Cada vez más estos movimientos sintieron que no solamente desarrollaban su propia comunicación interna, sino que eran protagonistas de una nueva comunicación democrática capaz de transformar las instituciones de la comunicación de toda la sociedad.

Muchos investigadores latinoamericanos de comunicación sugirieron que la reforma de los medios no vendría de arriba a abajo sino más probablemente de abajo a arriba a través de la penetración gradual de la sociedad latinoamericana por las nuevas formas de comunicación. La experiencia de países como Brasil, donde la vuelta a la democracia se basó en gran medida en las conexiones de una comunicación de base, parece proporcionar la evidencia de que la comunicación popular podría incorporar las masas al proceso político y cultural de América Latina (Festa, 1986: 11-29).

Los investigadores de la comunicación, en los últimos ocho años, están considerando como tema básico el de si la comunicación popular es realmente participativa y bajo qué condiciones su rápida expansión podría influenciar significativamente el desarrollo futuro de la comunicación en América Latina (Proaño, 1983: 2-3; 1986: 2-3). Algunas investigaciones han estudiado la importancia de extender las conexiones entre proyectos de barrio, movimientos y organizaciones que sean compatibles (Reyes Matta, 1982: 245-264). ¿Cómo puede la formulación de una política nacional de comunicación tomar en seria consideración el fenómeno de la actual presencia masiva de la comunicación popular e introducirlo más directamente en las instituciones de comunicación de América Latina? (Alfaro, 1989: 76-77.) ¿Cuál es la interacción entre las experiencias simultáneas de comunicación participativa en el medio local y la práctica receptora cotidiana de las telenovelas, noticias nacionales y entretenimientos en los medios de masa? ¿Las clases populares se vuelven creadores más activos y críticos de contenidos culturales en el uso de los medios de masa de resultas de ser productores activos de medios de ámbito local? (Alfaro, 1989.) En general, los latinoamericanos han desarrollado un esquema teórico bastante sofisticado en relación con la experiencia como productores activos de contenidos culturales en el micro ámbito y la práctica cotidiana de los medios de masa. Una vez más, se trata de un área de la teoría de la comunicación que merece mayor atención de parte de los europeos.

 

Papel de la cultura popular y de los medios de masa en la transformación de las culturas nacionales

En los últimos diez años, la atención de los investigadores latinoamericanos de comunicación, se ha desplazado desde la dominación cultural externa hacia el análisis de los factores sociopolíticos internos que influencian el desarrollo de las culturas latinoamericanas. En algunos aspectos este movimiento ha sido paralelo al alejamiento de algunos círculos europeos, especialmente en estudios culturales anglófonos, de los conceptos de "medios poderosos" e "ideología poderosa" (Hall, 1982; Fiske, 1987). En sus reinterpretaciones los latinoamericanos se basaron considerablemente (al menos al comienzo) en pensadores europeos tales como Gramsci, Bourdieu, Foucault y, hasta cierto punto, en estudios culturales británicos, pero en varios aspectos los latinoamericanos han elaborado enfoques diferentes y bastante originales del análisis cultural de la comunicación y los medios, como se expone seguidamente:

Como en los estudios culturales anglófonos, ahora los latinoamericanos valoran mucho más la capacidad de las clases populares y de la cultura popular para resistir y reinterpretar las ideologías hegemónicas en términos de los intereses sociales de dichas clases. Pero el compromiso e identificación más profundos de los latinoamericanos con los movimientos de base, les han hecho asignar mayor valor a la capacidad de las clases populares, no sólo para reaccionar frente a los medios de masa sino para convertirse en sujetos activos de la creación de contenido cultural. Los latinoamericanos también atribuyen un papel más importante a la memoria narrativa popular, colectiva e independiente, como el sustrato continuo de la cultura y la comunicación popular (Martín Barbero, 1986, 1987: 14-17).

Dado el interés de los latinoamericanos por la comunicación nacional y las políticas culturales y, especialmente, su elaboración de una teoría normativa de los medios de masa en términos de democratización, están menos preocupados por las resistencias e interpretaciones individuales y más interesados por el potencial de la cultura popular para lograr la democratización social de la comunicación y la cultura. En consecuencia, los latinoamericanos están más predispuestos a relacionar los estudios culturales con asuntos de política y diferentes proyectos culturales (Martín Barbero, 1987: 9-11).

Los latinoamericanos están menos dispuestos a ignorar o abandonar la cuestión de la hegemonía ideológica en favor de una facultad de interpretación de los medios casi libre e impredecible (Fiske, 1987), pero se han alejado de la dicotomía supersimplificada de lo hegemónico -los medios de masa y lo moderno- por un lado, y lo sometido pasivamente -el pueblo y lo popular- por otro lado. La cultura popular, especialmente en las enormes metrópolis urbanas, ha integrado los medios y lo moderno en una mezcla compleja con el pueblo, la memoria narrativa popular y los movimientos populares de oposición (Canclini, 1987; Martín Barbero, 1986: 202-219).

Una de las contribuciones más importantes de los latinoamericanos es el análisis del desarrollo histórico de los géneros populares de los medios, tales como la telenovela, proveniente de la radionovela de los años cuarenta y cincuenta y de orígenes más distantes como las compañías teatrales y circos nómadas de los comienzos del siglo veinte, así como de las novelas por entregas de los periódicos para las poblaciones de carácter urbano y del cordel o canciones narrativas largas (por ejemplo, el corrido mexicano) en las áreas rurales. En respuesta al argumento de Tunstall de que el imperialismo cultural se manifiesta en la exportación de géneros y formatos (1977), investigadores como Martín Barbero han proporcionado un método para analizar de qué manera evolucionan los formatos autóctonos de los medios en contextos sociopolíticos particulares. Martín Barbero sostiene que el carácter melodramático de las telenovelas contemporáneas ha sido por mucho tiempo una característica cultural típica de América Latina, tanto en el teatro y en el cine como en la vida diaria y la política (1986: 110-245). Es innegable que hay claras huellas de Hollywood y la Avenida Madison en todo ello, pero incluso esas huellas han sido integradas de un modo típicamente latinoamericano.

Los latinoamericanos han puesto un énfasis particular en el papel de los "nuevos movimientos" en la formación de la cultura popular, movimientos que tienen que ver con el sexo (feministas), asociaciones vecinales, religiosidad popular (comunidades cristianas de base), organizaciones de consumidores, juventud, etcétera. En estos movimientos, que hoy en América Latina tienen una muy importante significación política, los asuntos que preocupan no son tanto el control de las fuerzas productivas cuanto la significación cultural, el simbolismo y la identidad. La cultura en sí misma se ha convertido en un asunto político (Canclini, 1987; Martín Barbero, 1986).

Entre las diversas líneas de análisis de los medios y la cultura que han surgido de esos antecedentes, la síntesis de J. Martín Barbero sobresale como un logro singular (1986). El punto de partida para el análisis medios-cultura, argumenta Martín Barbero, no debería ser la disyunción de los medios en control hegemónico y recepción pasiva, concepto que, debe apuntarse, ha plagado buena parte de los estudios europeos, y especialmente americanos, sobre los medios. Antes bien, el enfoque para este análisis debería hacerse sobre las mediaciones, o sea los puntos de articulación e interacción entre los procesos de producción en los medios y la rutina cotidiana del uso de los medios en el contexto de la familia, la comunidad y la nación. Las mediaciones consisten en un proceso por el cual el discurso narrativo de los medios se adapta a la tradición narrativa popular del mito y el melodrama, y las audiencias aprenden a resistir a la hegemonía cultural y a reconocer su identidad cultural colectiva en el discurso de los medios. Este concepto de las mediaciones lleva a reunir en una estructura integrada muy diversos factores de la producción de contenidos culturales. Como se enuncia a continuación.

El proceso inmediato de producción de programas; la sensibilidad de los productores hacia los movimientos culturales y los acontecimientos en curso en la vida de la nación; el desarrollo histórico de los géneros y la estructura de las industrias culturales de América Latina.

En la experiencia del uso de los medios, la satisfacción inmediata y el reconocimiento de las identidades culturales, el reconocimiento de los géneros, el contexto familiar en el uso de los medios, el contexto del barrio y los movimientos sociales, el proceso de conflicto cultural, y el reconocimiento de los acontecimientos políticos de la nación.

El contexto de hegemonía político-económica, los movimientos políticos del país y los modos en que la cultura popular resiste, interpreta y absorbe el proceso político.

Las diversas vertientes de la historia cultural: los antecedentes más remotos de la cultura popular; la integración de la modernización y la cultura de masas; la influencia de las ideologías transnacionales y hegemónicas; y la influencia de los grandes periodos históricos o momentos críticos de un país.

En un nivel más específico y operacional de investigación, Martín Barbero sugiere tres enfoques de la mediación que permiten al investigador atrapar "en acción" estas diversas vertientes de producción cultural de contenidos: 1) La vida cotidiana familiar y la interacción entre el estilo coloquial íntimo de la televisión y la inmediatez de la rutina diaria y el círculo familiar. 2) La conexión de los ritmos temporales. El ritmo temporal de la televisión con su programación muy estandarizada no se ajusta, necesariamente, al ritmo emocional de las audiencias. Con todo, la televisión se adapta a sentimientos asociados con las vacaciones, los deportes y las estaciones del año. Más importante aún, las audiencias aprenden a descubrir en los medios, algunos momentos fragmentarios de encuentro emocional, cuando hay una identificación profunda con un personaje de televisión o la acción sintoniza con el drama de la vida real de las personas, familias o vecindario. 3) Géneros de los medios. La repetición continuada de géneros como el de la telenovela es el vínculo mediador entre la televisión manejadora de masas, comercial y competitiva, y la experiencia satisfactoria del reconocimiento de la identidad cultural o de interpretaciones críticas de lo emitido.

Las propuestas teóricas de Martín Barbero han suministrado la estructura general para un estudio cooperativo a cargo de equipos de varios países latinoamericanos. Esta investigación, que examina el modo en que las audiencias interpretan los grandes géneros televisivos, está sufriendo un gran debate interno así como modificaciones provenientes de las teorías que circulan actualmente.

En América Latina están surgiendo, por supuesto, otros esquemas teóricos importantes de análisis cultural. Jorge González en México, por ejemplo, sugiere que las relaciones culturales hegemónicas en América Latina, mejor que en términos de sometimiento y resistencia, se explican como frentes culturales o puntos de conflicto en los cuales dos sectores sociales luchan para legitimar su interpretación del significado de la misma área de experiencia transclasista. Por ejemplo, en su estudio de la religiosidad popular, González muestra que las iglesias en México son un lugar de enfrentamiento entre la legitimidad de significado propuesta por la iglesia jerárquica y oficial, por un lado, y por la iglesia de la religiosidad popular, por otro. En la actualidad, González y sus asociados están llevando a cabo un estudio a largo plazo del conflicto entre diversos frentes culturales en materia de producción de telenovelas mexicanas (González, 1986; 1987; 5-41).

 

Líneas de desarrollo futuro de la investigación de la comunicación en América Latina

Los investigadores latinoamericanos de la comunicación están abocados actualmente a un estudio de campo muy detallado, que incluye especialmente el análisis de la interacción entre las interpretaciones de la audiencia de la televisión popular y la producción de dicha televisión. Buena parte de la formulación teórica sobre el tema es una crítica dialéctica de las primeras formulaciones realizadas en los finales de los años sesenta y durante los setenta. Las investigaciones actuales generarán, sin duda, nuevos esquemas teóricos. Pero casi siempre, los informes sobre las investigaciones terminan con reflexiones acerca de la importancia de la experiencia desde el punto de vista del proceso de transformación sociopolítica y de liberación del continente.

Los diferentes periodos de desarrollo teórico e investigación han estado marcados por diferentes contextos sociopolíticos. Hoy, muchos países latinoamericanos están envueltos en el proceso de retorno a la democracia, lo que, una vez más, está involucrando a muchos diferentes sectores sociales en los mismos proyectos nacionales antes que polarizando la sociedad en sectores opuestos. Es de suponer que esta fase de la historia latinoamericana dejará su marca en el desarrollo de la investigación de la comunicación.

 

Recuadros

Una de las características llamativas de la investigación en América Latina es la notable intercomunicación que existe entre los investigadores.

Los latinoamericanos tienden a considerar su tarea como una empresa continental de investigación.

Esfuerzos especialmente creativos se han dado en el campo de las teorías narrativas y en los estudios de carácter cultural.

El primer paso se dio en los años setenta, con el rechazo del funcionalismo.

Los investigadores sintieron que era urgente la formulación de una política nacional de medios de comunicación.

Una nueva filosofía pública en materia de comunicación se desarrolló en América Latina en los años sesenta y setenta.

El fracaso de los movimientos reformadores llevó a reformulaciones importantes en las teorías de los medios de masas.

La teoría sobre la cultura y la comunicación populares y participativas es una de las más importantes contribuciones latinoamericanas.

Las iglesias se han convertido en uno de los grupos más poderosos de defensa de las ideas de democratización comunicativa.

En el análisis del desarrollo histórico de los géneros populares se han conseguido logros importantes.

Se ha enfatizado el papel de los "nuevos movimientos en la formación de la cultura popular".

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