LA CERCANÍA DE LA MUERTE EN LA ETAPA DE LA VEJEZ. CONFLICTOS Y REFLEXIONES

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María Rosario Espinosa Salcido
Profesora del Área de Psicología Social.
Universidad Nacional Autónoma de México
Campus Iztacala

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RESUMEN 

Se hace una revisión teórica, así como una reflexión sobre el tránsito del individuo sobre las diferentes fases de la vida. La aproximación teórica revisada es sistémica. De la misma manera, se revisan las diferentes fases por las que atraviesa un enfermo al enterarse de que su enfermedad es terminal. Se analizan las emociones por las que transita el enfermo. Así mismo, se revisan las diferencias de género en las enfermedades terminales. Por último se reflexiona sobre el afrontamiento a la muerte. Descriptores: Tanatología, Teoría sistémica, Atención a pacientes terminales.

 

ABSTRACT

A theoretical revision and a reflection about the walk of human in diferent lapses of life is made. The approach sistemic is revised. When a patient know have a terminal disease is througth of diferent fases. The emotional that have a terminal patient is analized. The diferential genre in terminal disease is analized too. Finally, a reflection about the cope death is made. Descriptors: Tanathology. Sistemic theory, Atention to terminal patiens.

 

La familia en su proceso evolutivo, presenta una gran cantidad de matices, que van desde los suaves hasta los intensos; desde los claros hasta los obscuros y pasa por toda la gama del arcoiris en su tránsito por la tristeza y la felicidad.

Cuando hombres y mujeres se unen y forman una familia surgen gran cantidad de eventos que van marcando las diversas etapas de sus vidas, cada una con sus propias experiencias y tonalidades. Por tanto, tienen ante sí el permanente desafío de dar respuestas eficaces y significativas a cuantas situaciones se les vayan presentando. Esto supone la elaboración de mecanismos de adaptación a cada nueva circunstancia.

En cada coyuntura van a intervenir nuevos elementos que exigen nuevas elecciones en función de lo que vive cada momento (Ríos, 1975). La adaptación, como resultado de la interacción, depende de la fase del ciclo que atraviesa la familia, en cada una el sistema familiar tiene que dar una respuesta congruente a las demandas que vienen del ambiente y a las exigencias derivadas del dinamismo interno de crecimiento que afecta a cada miembro (Espinosa, 1992).

La etapa de la vejez es particularmente difícil ya que señala las siguientes tareas:

Afrontar las pérdidas (amigos, cónyuge) y enfrentarse a la posibilidad de la propia muerte o incapacidad.

Incorporarse a otro sistema familiar o social (Carter y McGoldrick, 1980; Haley, 1982; Herr y Weakland, 1992).

El cómo se asuman estos procesos dependerá grandemente del contexto más amplio, es decir el marco cultural-filosófico donde se inserta el individuo.

En el mundo occidental, donde se enfatiza el campo científico versus el campo teológico (Toynbee, 1968), trae como consecuencia un empobrecimiento de las creencias conceptuales profundas, sostén filosófico y religioso que ayudaba al hombre a trascender su muerte personal. Así empezaron los tabúes acerca de los procesos de la muerte y del duelo. La muerte y sus concomitaciones se "aislaron" de sus cualidades ritualísticas vivenciales y solo así entraron en la era despersonalizada de la tecnología (Weisman, 1975).

Del mismo modo a cómo se enfrenta una enfermedad grave, la amenaza de la muerte varía mucho entre culturas y situaciones. Por ejemplo, los pacientes geriátricos difieren significativamente de los pacientes con cáncer (Carter, Carter y Prosen, 1992) o con problemas cardíacos en la manera en que manejan situaciones tensionales como competencia, discordia pérdidas económicas o empleo y el proceso de hacer decisiones en general. (Berg-Cross, y Cohen, 1995)

 

Reacciones ante la muerte:

Hasta hace poco se habían hecho pocos estudios sobre la muerte, Kübler-Ross (1969, en Craig, 1990), fue uno de los primeros autores que investigaron sobre este tema. Centró sus estudios en situaciones en las que la muerte pasa a ser una posibilidad inmediata, es decir cuando se descubre la presencia de una enfermedad mortal. Así distinguió cinco etapas en el proceso de hacerse a la idea de la muerte:

Negación

Ira

Negación –racionalización

Depresión

Aceptación.

De acuerdo con Bowen (1991), existen diferentes tipos de pérdidas que pueden llegar a trastornar a la familia: físicas (cuando un miembro cambia de lugar de residencia, por ejemplo); funcionales (cuando algún integrante queda inválido a raíz de una larga enfermedad o accidente) y emocionales (ausencia de un individuo que alegra la vida del sistema). El tiempo que se requiere para que la familia restablezca nuevamente su equilibrio emocional, dependerá de su integración emocional que poseía antes de la pérdida y la intensidad con que viva el trastorno.

El mismo autor plantea que ante las pérdidas se presentará en la familia la onda de choque emocional, entendida como un choque que actúa sobre la base de una red subterránea de recíproca dependencia emocional entre los miembros del grupo, esto es: la dependencia emocional se ve negada, presentándose frecuentemente en familias con un alto grado de fusión.

Algunos de los síntomas que se han observado incluyen enfermedades físicas (resfriados, afecciones respiratorias, diabetes, alergias y hasta enfermedades que requieren intervenciones quirúrgicas). Y si se recuerda que en la llamada etapa de vejez, soledad y muerte (Barragán, 1976), algún (os) integrantes del núcleo familiar es (son) anciano(s), esto se complica pues el organismo se encuentra deteriorado por la edad y es presa fácil de los altibajos y tensiones emocionales.

Pareciera ser como si la onda de choque activara el metabolismo del cuerpo, sin embargo también suelen presentarse fobias, alcoholismo, fracasos escolares y de trabajo, abortos, accidentes, brotes psicóticos, etc., en otros miembros del sistema

El dolor por el que se atraviesa en esos momentos dependerá de quien haya sido la persona que falleció, la función instrumental y el rol emocional que jugaba dentro del núcleo.

Cuando un anciano(a) pierde a su cónyuge de casi toda la vida, es frecuente que presente niveles de depresión importante, sin embargo la mayoría de las mujeres ancianas que hemos asistido en la consulta privada, retoma con más facilidad las riendas de su vida; mientras que al anciano varón le resulta más difícil integrarse a otros subsistemas de apoyo y compañía.

Sin embargo cuando llegan a sufrir la muerte de algún hijo, sobre todo si cumplía funciones de sostén importantes, son las mujeres quienes presentan –aparentemente- mayor dificultad para superar el dolor.

Sherr (1992) entrevistó a un grupo de viudas cuyos maridos habían muerto dos años antes y encontró las siguientes manifestaciones: insomnio, deterioro de la salud, pérdida de contacto con la realidad, sensación de la presencia del marido, apatía, falta de interacción social, apatía, hostilidad e irritabilidad.

Mientras que Smith (1988) concluye que -tanto para el hombre como para la mujer- el duelo representa una pérdida de seguridad que resulta en un estado de tensión y alarma. Esto se manifiesta con inquietud, preocupación con pensamientos asociados a la imagen del difunto, falta de interés en la realización de metas y en la apariencia personal.

En los procesos relacionados al duelo y sus efectos intervienen: la etapa de desarrollo individual-familiar, el medio ambiente, la experiencia de vida y las actitudes de los familiares (Durán, 1991); puesto que el duelo es la vivencia penosa y dolorosa que causa todo lo que ofende a nuestro impulso vital. En el anciano se conjugan una serie de "duelos": En primer lugar la pérdida de uno mismo en el envejecimiento, pérdida de cabello, de capacidad física, de memoria y lucidez. En segundo lugar, la pérdida de estatus en la familia o en el ámbito laboral ante el empuje normal de la juventud o la generación posterior y en un tercer espacio, todo el sistema de creencias desfavorables o negativas sobre la muerte; apoyadas en algunos sectores de la población por una carencia de valores y apoyos emocionales y espirituales.

Ante este panorama, surgen algunas reflexiones relacionadas con factores socioculturales, de género y espirituales.

En nuestro contexto social la mujer realiza, por lo general, funciones de enlace o de mediación dentro del grupo familiar, por ejemplo: trasmite cierta información que da el padre hacia algún hijo, se encarga de la crianza en porcentajes altos, asiste a los servicios de salud y se pone en contacto con la escuela, etc. En una investigación previa (Espinosa, 1992) se encontró que la mujer tiende a girar en torno a las demandas de otros, le resulta difícil adoptar papeles más independientes y al mismo tiempo tiene una mayor facilidad para acercarse o que se le acerquen hijos y nietos. Estas circunstancias se convierten en un recurso importante ante la cercanía de la muerte, puesto que la mujer tiene más redes de apoyo y cierta flexibilidad hacia sí misma y los demás.

Otro elemento se relaciona con el sistema de creencias sobre la prole, Alvarez (1987) evaluó la responsabilidad familiar de los padres y concuerda con Espinosa (op. cit.) quien establece como parámetro cultural la alta valoración que la familia da a los hijos y que incluye ciertas ideas de sacrificio. Por tanto, es probable que el anciano viva procesos de duelo más difíciles ante la muerte de un hijo o incluso el deceso de un nieto en particular, sobre todo –como ya se mencionó en párrafos anteriores- si éste ocupaba un papel significativo en la interacción familiar. Estas consideraciones señalan que el terapeuta debe tener la sensibilidad necesaria para trabajar los procesos de duelo, en todos los casos, pero más aún cuando un hijo fallece en un contexto de gerontes.

En cuanto al género, al hombre se le "educa" para que demuestre fortaleza (física y emocional) y aleje por tanto cualquier manifestación contraria (Corsi, Dohmen, Sotés y Bonino, 1995). Mientras que a la mujer se le encomiendan roles y actitudes expresivas, donde "lo femenino" puede ser débil o plañidero.

Por tanto, al enfrentarse a la muerte (de otro o la propia) el varón longevo no cuenta con una validación social que le permita la expresión del miedo y la angustia de manera directa, lo cual puede agravar la situación; de tal manera la intervención psicológica debe propiciar el espacio de construcción de realidades liberadoras, mediante el análisis de las interpretaciones, creencias y explicaciones que la familia utilice ante la situación de interés. (Dallos, 1996)

Es necesario prestar la atención debida a la Tanatología, ya que la muerte es un fenómeno de todas las estaciones de la vida humana. Esto quiere decir que su fuerza directiva está presente en todos nosotros, sanos y enfermos, jóvenes y viejos. Por tanto se deben analizar y reformular las connotaciones negativas de la muerte ya que suelen asociarse con sentimientos de desarraigo y de enfrentamiento a lo desconocido.

Cuando el anciano está ante la muerte, está básicamente comunicando su necesidad de un cuidado asegurado, que comprende la satisfacción de sus necesidades psicosociales y emocionales. Si el contexto social (familia, profesionales de la salud física y psicológica, figuras y apoyo espiritual) cubren esta necesidad, aparece, generalmente un comportamiento afectivo y responsable y un aumento de la capacidad para participar en decisiones referentes a sí mismo. De esta manera, el anciano se encuentra en la posibilidad de transitar hacia la muerte con toda la dignidad que merece como ser humano. (Kübler-Ross, 1991)

Esto último es más bien un llamado hacia los profesionistas de la salud, ya que formamos parte del proceso vida-muerte y por tanto se debe rescatar y retomar el aspecto ritual, el apoyo espiritual y sentir comunitario en cuanto al duelo.

BIBLIOGRAFIA

Berg-Cross, L. y Cohen M. (1995) Depression and the marital relationship. Psychotherapy in Private Practice Journal.14 (1) 35-51.

Bowen, M. (1991) De la familia al individuo. La diferenciación del sí mismo en el sistema familiar. Barcelona:Paidós.

Carter, Ross-E.; Carter, Ch. ; Prosen, Harry.-A. (1992) Emotional and personality types of breast cancer patients and spouses. American Journal of Family Therapy 20 (4) 300-309.

Carter, E. y McGoldrick, M. (1980). The Family Life Cycle. A framework for Family Therapy. New York:Gardner Press

Corsi, J. Dohmen, M. Sotés, M. y Bonino, L.(1995). Violencia masculina en la pareja. Una aproximación diagnóstica a los modelos de intervención. México:Paidós.

Dallos, R. (1995). Sistema de Creencias Familiares. Terapia y Cambio España:Paidós

Duran, O. F. (1991). Apoyo psicológico a la familia en caso de muerte en hospitales. Tesis de Licenciatura. UNAM CAMPUS IZTACALA . México.

Espinosa, S. R. (1992) El ciclo vital en familias mexicanas: características culturales y estructura familiar. Tesis de Maestría. Universidad de las Américas, México

Haley, J. (1982). Terapia no convencional, las técnicas didácticas de Milton Erickson. Buenos Aires:Amorrortu

Herr, J. y Weakland, J. (1979). Terapia Interaccional y tercera edad. Buenos Aires: Nadir.

Kübler-Ross (1969). Desarrollo Psicológico. en Craig, G. (1990) México:Prentice Hall Hispanoamericana.

Kübler-Ross, E. (1991). Una luz que se apaga. México:Paxmex

Ríos, A. (1975). Análisis de las interacciones familiares. España:Herder.

Toynbee, A. (1968). Man´s concert with death. New York:McGraw-Hill

Weisman, A.D. (1975). Thanatology,en A. M. Friedman, H. J. Kaplan y B. J. Saddock (Eds.) Comprehensive textbook of psychiatry. Baltimore:William y Wilkins.

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