EL ROMANTICISMO

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L I T E R A T U R A

Antecedentes del romanticismo literario.

Se designa como Romanticismo un movimiento artístico que ejerció una influencia absolutamente predominante en varias manifestaciones del arte y la cultura en Europa, especialmente la literatura y la música - y también la pintura - desde fines del Siglo XVIII hasta mediados del Siglo XIX.

La expresión se origina en la palabra francesa “roman” , o romance, cuya traducción más adecuada sería novela. En realidad, el adjetivo romántico, tiene un origen bastante anterior al auge del movimiento del romanticismo, y se vincula a la época final del auge de las novelas de caballería. Se considera que fue en Inglaterra, hacia mediados del siglo XVII, que la expresión “romantic” se empleó como una referencia a un tipo de obra literaria que, por los elementos de ficción y fantasía, resultaba parecida a las “novelas”, que en esa época eran las pastoriles o de caballería.

 

“Sturm und drang” (Tormenta e impulso).

Puede considerarse que el antecedente más inmediato del movimiento del romanticismo en la literatura europea, surge en Alemania y casi simultáneamente en Francia, hacia fines del Siglo XVIII.

La evolución previa de la literatura alemana había sido peculiar. En la época en que en Italia surgía el Renacimiento, hacia el año 1500, en Alemania se producía la Reforma luterana que impregnó la literatura alemana sea con sus mensajes religiosos y moralistas, sea con las prédicas de la Contrarreforma. En el Siglo XVII, la Guerra de los Treinta Años y su culminación en la Paz de Westfalia (1618-1648) habilitó la introducción del barroco, con fuerte influencia francesa.

A mediados del Siglo XVIII, sin que aún existiera una unidad política, la economía alemana había florecido; pero en cierto modo faltaba a la nación alemana un desarrollo cultural en lo literario, con un contenido susceptible de considerarse clásico, como existía en Francia. Pero el florecimiento económico, dió lugar al surgimiento de algunos centros urbanos de gran empuje cultural, como Frankfurt, Leipzig y Weimar. Se produjo, entonces, el surgimiento de una corriente cultural de gran contenido nacionalista y con acento en el perfeccionamiento del idioma alemán, al que se procuraba depurar de palabras de origen latino o francés.

En el último tercio del siglo XVIII, el medio intelectual europeo fue el de la Ilustración, que tuvo gran influencia en Alemania, donde un grupo muy importante de personalidades, poetas, pensadores, ensayistas, hicieron destacar la cultura alemana como centro de la cultura europea; llevando a que se calificara al pueblo alemán como pueblo de poetas y pensadores.

Había surgido una reacción contra el racionalismo, en cierto modo encabezada por Rousseau, con su postulado de retornar hacia la Naturaleza. El cuestionamiento del culto de la razón, había sido establecido firmemente en Inglaterra, donde la obra de Shakespeare había despertado el entusiasmo por sustituir ese culto de la razón en la obra literaria y poética, por un fuerte predominio del sentimiento y la individualidad.

Al finalizar el Siglo, a pesar del atractivo que para muchos escritores y pensadores alemanes seguía presentando la obra de los enciclopedistas franceses - especialmente Corneille y Voltaire - así como la de Jean Jacques Rousseau, surgió una fuerte inclinación hacia Shakespeare. Claro ejemplo de esta tendencia es Christoph Martin Wieland, (1733-1813), que a la vez que autor de la novela “Agathon” inspirada en la antigüedad griega y romana, también tradujo las obras de Shakespeare y escribió una epopeya en verso, “Oberon”, de ambiente medieval legendario, que constituye un claro antecedente del romanticismo.

En 1776, se publicó en Alemania una comedia de que es autor Maximilian Klinger (1752-1831), cuyo nombre en alemán, “Sturm und Drang” terminó asignándose a un movimiento literario surgido entre los años 1770 y 1785, cuyos cultores, siguiendo las ideas de Johann Gottfried Herder (1744-1803), se nuclearon en torno al escritor alemán Johann Wolfgang Goethe (1749-1832).

Tras la obra de los ingleses Macpherson y Percy, y del escandinavo Johann Georg Hamann (que vivió entre 1730 y 1788), su seguidor Johann Gottfried Herder fue el que se convirtió en principal exponente de la reacción contra el racionalismo.

Johan Gottfried Herder, que era un pastor luterano, filósofo e historiador, postuló la poesía de arraigo popular como el modelo al que debía tender la literatura alemana, ensalzando el valor de la creatividad e invocando el genio de la nación alemana. Habiendo transcurrido por un proceso espiritual de enorme religiosidad, concibió al hombre como expresión terrenal de la divinidad en un mundo en continua creación y re-creación. La originalidad de cada ser, y la exaltación de la diferenciación individual, se convirtió así en la obsesión del artista.

Cuestionaba el predominio de la razón para la búsqueda de una comprensión única y general del mundo; y postulaba que cada artista y cada poeta debía captar la realidad de la naturaleza y del hombre a partir de su propia alma, de su instinto y su espontaneidad, procurando bucear en lo más profundo de su sentimiento. Tradujo al alemán varias obras extranjeras clásicas de ese tipo, como el poema del Mío Cid y fué también un gran mentor de la obra de Shakespeare. Una de sus principales influencias en este sentido, fue la que ejerció sobre Goethe, a quien al parecer inició en el conocimiento del dramaturgo inglés y le despertó el interés por la tragedia dramática.

Fueron representantes típicos de esta corriente, Heinrich Vilhel von Gerstenderg (1737-1823), Jakob Michael Reinhild Lenz (1751-1792) y Friederich Maximilian von Linger (1752-1831), creadores de una poesía tormentosa, plena de inclinación a lo terrorífico, plena de apasionamiento y aún de rasgos psiquicamente patológigos, al punto de que alguno de ellos terminó sus días en total locura. Wilhelm Heinse (1746-1803) dedicó sus principales obras a exaltar el goce del cuerpo y los instintos. Se fundó en Gotinga una asociación de poetas alemanes, llamada la Federación del Hain, que realizaba extravagantes ceremoniales danzando en torno a un roble en las noches de luna.

Otro autor que debe mencionarse entre los antecedentes germánicos del romanticismo, es Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781), quien en cierta forma fue el fundador de la crítica literaria; efectuando un análisis riguramente racional y crítico de las obras literarias, fustigando el afrancesamiento, sobre todo del teatro, así como el dogmatismo de los luteranos.

Un elemento muy presente en estas corrientes literarias, con fuerte influencia de índole religiosa vinculada al luteranismo, fue la exaltación del individuo; cuya independencia en cuanto a la fe religiosa frente a la presión del dogmatismo, constituyó uno de los temas recurrentes. Al mismo tiempo que el individualismo y la afirmación de la libertad esencial de su espíritu, surgió una exaltación del sentimiento como algo superior a la razón, como sintetizara Rousseau en su frase “Siento antes de pensar”.

 

Componentes principales del “Sturm und Drang”.

Pueden sintetizarse los principales lineamientos del “Sturm und Drang” en los siguientes conceptos:

El rechazo del racionalismo — Especialmente como pauta del comportamiento individual. No se trata de desvalorizar la razón como instrumento del conocimiento humano; sino de exaltar la actitud de la personalidad impulsiva, que actúa guiada por los embates de la pasión antes que por los consejos de la reflexión racional. En realidad, las principales obras representativas de esta corriente, como el “Fausto” de Goethe, se encuentran imbuída de contenidos intelectuales sumamente elaborados, al punto de que muchas veces resulta necesario un estudio detenido y muy detallado para alcanzar a percibir la sutileza de algunos de sus temas.

La valoración de lo misterioso — Como un componente de los hechos que ocurren con prescindencia de la lógica racional, los autores frecuentemente acuden a la fuente de las leyendas y supersticiones populares; que además representan un recurso de extracción nacionalista alemana.

El panteísmo naturalista — Los procesos intensamente místicos estuvieron presentes en alguna etapa de la vida de casi todos los grandes exponentes de esta corriente. Pero, fuertemente influídos por el reformismo religioso alemán, tratan de armonizar los fundamentos de la religión con una permanente invocación de la naturaleza, a la que presentan como un gran organismo viviente, libre y salvaje; incluyendo en ese concepto los componentes espontáneos y hasta instintivos del ser humano, que en último análisis son vistos todos ellos como otras tantas manifestaciones de la voluntad divina.

La exaltación del sentimiento — En contrapartida del rechazo del predominio de los dictados de la razón como determinantes de la conducta humana, el impulso emanado de los sentimientos y de las emociones, especialmente del amor y su pasión, es valorado como factor predominante al que es preciso liberar en sus manifestaciones vitales. Goethe dijo “El mejor hombre, es el que se estremece”.

La exaltación de lo individual — Como una manifestación trasladada desde la concepción de la autonomía individual en lo religioso preconizada por la Reforma Luterana, el impulso creador del artista es visto como una manifestación de la individualidad a través de sus sensaciones, su inspiración, las visiones de la intuición y la influencia del amor. Lo esencial de la poesía consiste en una emancipación del espíritu, una especie de confesión íntima, que bucea en lo más especificamente singular del individuo, como ocurre en el “Werther” de Goethe. No obstante, también ocurre que en la identificación de los personajes con ciertos valores permanentes, esos propios personajes - especialmente el de Fausto y el de Mefistófeles - no solamente constituyen protagonistas individuales, sino que en buena medida son símbolos de caracteres humanos típicos y representativos de complejas concepciones filosóficas universales.

La fuerte vinculación que encierran las expresiones literarias del “Sturm und Drang” con concepciones filosóficas y con las determinantes de la personalidad individual - entre ellas, la cuestión del alcance de los universalia aristotélicos como elementos objetivos o como simple nomina dependiente de la idea, sólo válidos subjetivamente - hizo que estas obras y sus personajes principales y más elaborados hayan sido referentes frecuentes para los ulteriores estudios sobre la psicología y los tipos de personalidad.

Sin duda, fue Johann Wolfgang von Goethe el representante más destacado de lo que se llama “la época de los genios” de la literatura alemana, y el principal exponente de la corriente del “Sturm und Drang”.

Generalmente se considera que la primera expresión del movimiento literario del “Sturm und Drang” sea un drama de carácter histórico escrito por Goethe en 1773; que trata del alzamiento contra el poder político, titulado “Götz von Berlichingen”, nombre de su protagonista, un caballero alemán del Siglo XVI.

Goethe colaboró, asimismo, en un ensayo escrito por Herder, titulado “Sobre el estilo y el arte alemán” publicado en 1773; verdadero manifiesto del “Sturm und Drang”; donde fueron expuestos sus conceptos del impulso creador del artista, como una manifestación de la individualidad a través de sus sensaciones, su inspiración, las visiones de la intuición y la influencia del amor. Para él, lo esencial de la poesía consiste en una emancipación del espíritu, una especie de confesión íntima. Allí se hizo mucho hincapié en que las canciones populares alemanas trasuntaban romanticismo.

La obra más clásica de Goethe en relación a esta corriente literaria, es su novela epistolar , publicada en el año 1779. Werther es considerada una de las principales expresiones literarias del romanticismo, expone como su tema central un amor frustrado, que sumerge al personaje en un estado depresivo y melancólico que lo lleva al suicidio.

Conjuntamente con Goethe, el poeta e historiador Friedrich von Schiller (1759-1805) se incorporó a ese movimiento de doctrina literaria escribiendo varios dramas en que postuló la libertad política y espiritual del individuo y criticó las desigualdades sociales, tales como “Amor y engaño”, de 1784.

Sin duda, Schiller fue el más ilustre representante del “Sturn und Drang”. Lo más destacable de Schiller es su idea central de la ley moral; la existencia en el mundo de un orden ético, de un principio moral determinante de la poesía. No era sin duda una idea originaria, pero Schiller la sustentó con un ardor particular casi obsesivo.

Schiller escribió numerosas obras sobre filosofía y estética, entre las que se destaca su célebre “La educación estética del hombre”, de 1794. Schiller fue, además, autor de un himno famoso, la “Oda a la Alegría”, de 1785; que Beethoven incluyera de su única sinfonía coral, la Nº 9.

 

El romanticismo.

En cierto modo, el romanticismo representa un ejemplo más de la dinámica pendular de muchos movimientos culturales y del arte occidental; ya que contrapone al cuidadoso formalismo y al intelectualismo racionalista del barroco, el predominio de las emociones y de los sentimientos; al mismo tiempo que postula un alto grado de libertad formal. Todo lo cual, indudablemente, opera en el sentido de que - sobre todo en el campo de la literatura - las creaciones artísticas resulten ser accesibles a un público promedio que está a medio camino entre el refinamiento cultural de unos pocos y la casi total ignorancia de la gran masa de la población, que era la situación prevaleciente en la época previa.

Como surge de sus antecedentes, uno de los ingredientes del romanticismo fue precisamente el objetivo de acercarse a las expresiones populares, recogiendo de alguna forma la tradición del romancero medieval y de las canciones contemporáneas; y la aproximación a la naturaleza.

De esta manera, el estilo característico de la literatura romántica en general, es la invocación de los sentimientos, especialmente aquellos de índole más individual y subjetiva como en particular el sentimiento amoroso; y un recurso a la imaginación creadora en el orden formal - particularmente en la poesía - apuntanto a la liberación de las formas estrictas (como la del soneto, por ejemplo). En el teatro, fueron abandonadas las tres unidades clásicas de tiempo, de espacio y de acción.

Otro elemento característico de la literatura romántica, es la desaparición del personaje heroico, pasando a ocupar el lugar protagónico un tipo de individualidad más cercana a lo que Rousseau llamara el “hombre corriente”.

Los componentes que están implícitos en la literatura romántica, son principalmente el predominio - y frecuentemente el triunfo - del sentimiento sobre la razón, de la emoción sobre la lógica, de la intuición sobre la certidumbre de la ciencia.

En cuanto a su temática, deben señalarse los orígenes filosóficos del romanticismo literario, fuertemente influídos por el pensamiento previo y contemporáneo de la Revolución Francesa, como las ideas de los enciclopedistas y de Juan Jacobo Rousseau; que hacían confluir posiciones políticas y de desenvolvimiento individual, al sustentar la liberación frente al despotismo como frente a los convencionalismos sociales.

El fundamento filosófico del romanticismo, es esencialmente de origen alemán, especialmente por las obras de autores como Fichte, Schelling y Hegel, que hicieron una intensa crítica del racionalismo del Siglo XVII. Ese movimiento filosófico conocido como el idealismo clásico, contiene elementos que luego fueron comunes en el romanticismo literario, especialmente una revalorización del sentimiento como fuerza espiritual.

El romanticimo no reniega de la racionalización en términos absolutos, pero sustenta que - sobre todo a nivel del individuo - el sentimiento y la imaginación no solamente siguen siendo parte de la naturaleza, sino que los exalta como impulsos legitimantes de la acción, incluso a veces abiertamente en contra de los dictados de la razón y la prudencia.

En ese sentido, existe en las obras más representativas del movimiento romántico, una permanente dualidad, entre una actitud individual en que los sujetos centrales de las obras se sienten incomprendidos por un medio social al que se adjudica ser puramente materialista y pragmático; y una reacción ante ese sentimiento de desencanto, que en buena medida se orienta a postular ciertas utopías de la organización social. Tal como si la insatisfacción espiritual y la depresión anímica no se originaran en el propio interior del individuo, sino que fueran causadas por la “incomprensión” de la sociedad.

A nivel de las relaciones políticas, el nacionalismo también operó esencialmente en el plano de los sentimientos antes que de la racionalidad; promoviendo ideas que impulsaron tanto a la valorización de los idiomas, como al cultivo de las costumbres tradicionales y folklóricas. Pero también contribuyó al desarrollo del concepto de la Nación, como centro determinante de la existencia de un Estado y de un Gobierno propio y soberano.

En este sentido, no puede perderse de vista que los nacionalismos europeos - algunos provenientes de épocas anteriores, pero que en todo caso se afianzaron y consolidaron a partir de la Batalla de Waterloo - constituyeron una poderosa fuerza emotiva y colectiva, que movió a los pueblos; a menudo no solamente en un sentido afirmativo y constructivo, sino también en sentido negativo y destructivo, alimentando odios xenófobos y dando motivo a no pocas guerras.

La exagerada exaltación del yo que propició el romanticismo, como centro de una individualidad sentimental, corrió pareja en algunos aspectos con el enfoque excesiva y fundamentalmente emocional de algunas cuestiones relativas a la sociedad, que requerían no tanto ser tratadas desde un punto de vista emotivo, como ser analizadas con un sentido predominantemente racional; lo cual evidentemente dejó huellas negativas en la historia de los siglos XIX y XX.

 

Caracteres principales del romanticismo literario.

Como rasgos principalmente destacables de la corriente del romanticismo en la literatura - y, en su medida, en otras artes - cabe mencionar:

El individualismo subjetivista - que, a partir de postular la libre expresión del sentimiento, se trasmuta en una percepción de la realidad concretada en términos de aceptación o rechazo - más generalmente de rechazo - puramente en función de la forma en que coincida o no con la propia subjetividad.

Este subjetivismo se expresa a través de la recurrencia de temas tales como el sentido de frustración vital, del amor no correspondido, de la soledad, la tristeza, la nostalgia, la melancolía y la desesperación.

La exasperación del individualismo se resuelve a menudo en una contrastación con la sociedad, frente a cuyas reglas frecuentemente denostadas como “moral burguesa”, se asume una actitud de rebeldía irracional, calificándola de mediocre e insensible a partir de una generalización que la personifica; y de cuyos componentes se escogen para exponerlos - a veces embelleciéndolos moralmente o exaltándolos como producto de la “maldad” social - a los sujetos más marginales y cuestionables, como los mendigos, los delincuentes, o los piratas.

El naturalismo - Existe por lo general una inclinación a invocar a la Naturaleza, a presentar la vida en un ambiente de comunión con una naturaleza no contaminada por el hombre, al gusto de encontrarse en lugares de ambiente rural, donde la serenidad idílica del ambiente es propicia a la exaltación de la característica melancolía romántica.

La visión dramática y sentimental de la naturaleza, lleva a que el propio paisaje se represente frecuentemente como un reflejo de los diversos estados de ánimo; sobre todo en la poesía.

El esoterismo - que se manifestó en no pocos casos como una actitud de trasfondo escapista de la realidad actual y local en la cual el artista no se siente cómodo; y de la cual se aleja en el tiempo situándose en remotos tiempos pasados, o en el espacio mediante la ubicación de los escenarios en lugares lejanos, del oriente, con fuertes componentes imaginarios y personajes rodeados de misterio.

Esta característica se manifiesta también mediante un escape de la realidad actual, por la incorporación de elementos abiertamente fantasiosos del tipo de los que aparecen en los célebres cuentos del dinamarqués Hans Christian Andersen, o de los Hermanos Grimm, y en los “Cuentos fantásticos” de E.T.A. Hoffmann, utilizados asimismo como motivo de un conocido poema musical.

El tradicionalismo - pautado por la nostalgia por el pasado tradicional; elemento generalmente asociado al componente nacionalista, que llevó a que se realizaran varias recopilaciones de antiguas canciones populares.

Lo recurso a lo sobrenatural - La atracción por lo irracional y lo misterioso e inexplicable, que contrasta con el racionalismo; así como el recurrente tema de la muerte, la alusión a ruinas, cementerios, etc.

La exaltación del yo individual - Existe una marcado egocentrismo, una proyección sobre sí mismo, una tendencia a considerarse el centro de todas las cosas y el elegido de la inspiración.

El problema de la propia identidad - no solamente en el plano vinculado al nacionalismo y la identidad cultural, tradicional e idiomática; sino incluso en el plano psicológico, en el cual aparecen reiteradamente temas como el del pacto con el diablo, e inclusive el desdoblamiento de la personalidad.

La actitud estética - Al contrario del esmero formal que caracterizara al barroco en su objetivo de producir una obra de arte hermosa, elaborada y perfecta en sus formas, el romanticismo pone el acento en la espiritualidad del contenido; centra el objetivo de la obra de arte más en la persona del creador que en la creación misma.

A pesar de que en gran medida el romanticismo buscó purificar el instrumento idiomático como expresión de la identidad nacional, por otro lado se liberó fuertemente de las reglas rígidas estructurales de la versificación y en la estructura teatral de las tres “unidades” clásicas; y del mismo modo ocurrió con los instrumentos formales de otras formas artísticas, sea la música o la pintura. En general, la obra de arte fue estéticamente concebida como un instrumento para transmitir la interioridad personal del artista, más que como un objeto en sí misma.

El romanticismo, que cabe considerar surgido en Alemania, se expandió por toda Europa y aún por América hispana.

En Alemania existieron dos corrientes iniciales, conocidas como el “círculo de Jena” y “círculo de Heildeberg”. En el Reino Unido, se considera que el movimiento romántico se inició en 1800 con la publicación de las “Baladas líricas”, de los poetas William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge; en cuyo prólogo - que se considera el manifiesto literario del romanticismo - se destaca la importancia del sentimiento y de la imaginación en la creación poética. Pero la línea principal del romanticismo británico es la que representan Lord Byron y Kets.

Sin embargo, fue Francia uno de los principales reductos del romanticismo, especialmente a partir de 1815, el año de la Batalla de Waterloo en que fuera derrotado Napoléon; con nombres como Victor Hugo, Alfred de Musset, Alexandre Dumas, Lamartine, Chateaubriand, Mme. de Staël, y muchos otros. Esta última publicó en 1810 un libro titulado “Sobre Alemania” en que defendió enfáticamente la superioridad del romanticismo sobre el clasicismo. Consecuentemente con la costumbre de las épocas monárquica y del Imperio, existieron en París algunos “salones” frecuentados por los intelectuales afines al romanticismo.

El movimiento romántico tuvo tambien fuerte manifestación en Italia, donde se vinculó a las corrientes de pensamiento nacionalista y de la unificación política. del llamado Rissorgimento. El nacionalismo fue asimismo una doctrina fuertemente asociada al romanticismo en Rusia, donde junto a autores como Gogol y Pushkin, se generó una importantísima producción de nacionalismo romántico en la música.

El período romántico fue contemporáneo de los movimientos independientistas en Hispanoamérica. La importante corriente de viajeros a Europa entre los líderes de la revolución americana, así como los componentes liberales y nacionalistas de su contenido, impulsaron la difusión de los conceptos del romanticismo; aunque no tuvieron un firme asidero en la literatura, que prontamente adoptó otras líneas propias, de las cuales la más importante y pujante fue el modernismo.

Entre los principales literatos americanos inscriptos en el movimiento romántico, puede mencionarse al argentino José Mármol, argentino autor de la novela “Amalia”; al jurista venezolano Andrés Bello (1761-1865) autor de una “Oda a la agricultura de la zona tórrida” y que, habiendo vivido desde 1829 en Chile, en 1862 fundó allí la Universidad y redactó un importante Código Civil ; al colombiano Jorge Isaacs; y al norteamericano Wáshington Irving.

El romanticismo fue perdiendo su gran impulso, hacia mediados del siglo XIX. Por lo menos en el campo literario, donde surgieron nuevos movimientos, tales como el parnasianismo y el simbolismo en la poesía, o el realismo y el naturalismo en la prosa.

Sin embargo, aunque no en una forma pura y elevada sino más bien como un concepto general - y a menudo como referencia inapropiada, respecto de ciertos tipos de expresión cultural masificada - sigue siendo un término de referencia para ciertos tipos de estilos y de contenidos, tanto en la literatura como en algunas formas surgidas a partir de las tecnologías del cine y la televisión, que en algunos casos han alcanzado ciertos niveles aceptables de calidad cultural.

El romanticismo, por lo tanto, aparte de haber sido y seguir siendo un movimiento literario de gran importancia en su ámbito, ha tenido una gran repercusión cultural de mucho más vasto alcance; en cuanto suscita la contraposición entre la emotividad y la racionalidad en muchos otros órdenes de la vida. Pero en buena medida esa contraposición es infundada, y sobre todo, no es aplicable con carácter general.

En función de ello, cabe considerar que, si por un lado el factor emocional ha constituído sin duda un componente fundamental para la producción de obras de arte extraordinariamente valiosas - no solamente en la literatura sino de modo muy particular en la música; por otro lado no resulta pertinente su extensión a otros ámbitos de los asuntos humanos o sociales, en los que el romanticismo resulta conducir, indudablemente, a adoptar cursos de acción que, por contrarios a las indicaciones de lo racional, a menudo en base a la presión emocional de obtener resultados rapidamente, son absolutamente erróneos.

La historia relativamente reciente, y aún cercana, está plena de ejemplos acerca de la forma en que la emocionalidad - sea del nacionalismo exacerbado, sea la suscitada por la explotación demagógica de las diversas situaciones sociales - ha conducido a graves y dolorosos conflictos bélicos; y también a excitar las impaciencias y a proponer cursos de acción voluntaristas que, por apartarse de la racional comprensión de la realidad, no han hecho sino empeorar esas mismas situaciones, a la corta o a la larga.

Una ecuánime valoración del romanticismo, por lo tanto, conduce a afirmar el valor de los sentimientos tanto en el plano subjetivo como respecto de otros; y su importante potencial como determinante en el campo del arte. Por otro lado, como toda exagerada generalización, es preciso reconocer que existen otros órdenes de la actividad tanto de los individuos como de las sociedades, en que ha de requerirse un sereno análisis racional, para percibir todos los matices y definir las conductas que resulten adecuadas, con una perspectiva más permanente que las impaciencias que a menudo plantean los sentimientos.

 

Contexto histórico del romanticismo español.

También en España el surgimiento del movimiento del romanticismo literario estuvo fuertemente vinculado a la evolución de los sucesos históricos, y especialmente al surgimiento del nacionalismo como un fenómeno político occidental preponderante en el Siglo XIX.

Como en muchos otros componentes de la historia de la España moderna, el surgimiento del romanticismo español, se vincula fuertemente con la caída de Napoléon luego de su derrota en Waterloo; y la evolución de la sociedad española luego de la desaparición del gobierno impuesto en la península ibérica por las invasiones napoleónicas.

Las Revoluciones Francesa y Norteamericana de fines del Siglo XVIII, impulsaron el surgimiento de corrientes de pensamiento liberal, republicano y antimonárquico en casi toda Europa. Por otra parte, la oposición al bonapartismo y a las ideas republicanas, estuvo dirigida por la Santa Alianza, que apoyó a los monarcas absolutistas en los principales Estados europeos.

Cuando en 1833 muere el Rey Fernando VII, que a pesar de haberse aprobado una Constitución de Cádiz en 1812 había restablecido la monarquía absolutista, estalló en España la primera de las Guerras Carlistas, en que luego de 7 años los partidarios de que ascendiera al trono español el hermano de Felipe, Carlos V, fueron derrotados por los partidarios de Isabel, hija de Felipe.

A la derrota de los Carlistas siguió una etapa de gran inestabilidad política, pautada por una fuerte corriente antimonáquica que desembocó en la revolución de 1868 que dejó al Gral. Prim como hombre fuerte. Luego de 2 años de una inestable monarquía bajo el reinado de Amadeo I de Saboya, sobrevino la Primera República, que no alcanzó a durar un año; y que fue seguida por otro gobierno revolucionario encabezado por el Gral. Serrano.

Asesinado el Gral. Prim en 1871, el gobierno pro-monárquico de Cánovas del Castillo restableció la monarquía proclamándose rey en 1874 a Alfonso XII, hijo de Isabel y nieto de Fernando VII. La situación militar internacional de España fue altamente negativa, debiendo enfrentar la Guerra de Cuba con EE.U. y la de las Filipinas, ambas perdidas en 1898.

Cabe considerar que los comienzos del romanticismo español lo constituyen los poemas escritos hacia 1823 por José Joaquín de Mora, por entonces desterrado en Londres; a quien se señala como uno de los tres impulsores iniciales del romanticismo, conjuntamente con Alcalá Galiano y Blanco White.

A la muerte de Fernando VII retornaron a España un grupo de políticos e intelectuales liberales, y comenzó a publicarse en Madrid una revista literaria de orientación romántica, llamada “El Europeo” en que aparecen, entre otras, las obras de Mariano José de Larra. En los años de 1830 y 1840 aparecen las principales obras clásicas del período inicial del romanticismo español, especialmente las de Zorrilla, Espronceda, Bretón de los Herreros, Mesonero Romanos. Poco después aparecen las obras de Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, de Miguel de Campoamor y de Núñez de Arce.

El período de oro del romanticismo español se prolonga hasta la época de publicación del célebre “Don Juan Tenorio”, de José Zorrilla, aparecido en 1844; pero indudablemente, los factores esenciales del movimiento romántico permanecen firmemente arraigados, y en alguna medida, se manifiestan en buena parte de la literatura posterior.

 

El romanticismo en la música.

La incidencia del romanticismo en la música no es tan aparente como en la literatura. La propia característica mucho más abstracta de las expresiones del arte musical - sobre todo considerando que se trata de expresiones esencialmente instrumentales - no hace tan perceptibles algunos de los elementos típicos y caracterizantes del romanticismo; por lo menos en buena parte de las obras producidas en el período considerado como dominado por las concepciones del romanticismo.

El nacionalismo es, sin duda, un componente natural del romanticismo; pero aunque existen sin duda expresiones musicales clara y a veces sistemáticamente nacionalistas en algunos autores de la época, en otros casos esas características no pueden considerarse predominantes o generales en sus obras. Algo similar puede decirse en cuanto se refiera a los aspectos formales, tema en el cual resulta mucho más dificultoso advertir peculiaridades en las obras musicales del período romántico.

De tal modo, la frontera que separa lo que pueda denominarse como período clásico del período romántico en la música seria resulta bastante borrosa. Puede considerarse, por ejemplo, que Beethoven se apartó del clasicismo ya en sus Sonatas para Piano, algunas de ellas claramente de formulación romántica como su maravillosa “Appasionata”; y algunas de cuyas sinfonías - como la Novena, Coral, que incluye la “Oda a la Alegría” de su compatriota Schiller - también se inscriben claramente en el romanticismo. Pero no es menos cierto que varias otras de las grandes obras de Beethoven no tienen similares características, sino que están más cerca del clasicismo musical.

Las expresiones nacionalistas del romanticismo musical son bastante más claras. Por supuesto, una de las más destacadas son las de los músicos rusos, como Peter Tchaiskowsky en su célebre “Obertura 1812”, conmemorativa de la derrota del ejéercito de Napoléon en las estepas rusas, donde se identifican claramente fragmentos de “La Marsellesa” y de melodías tradicionales rusas, así como se incluye entre los instrumentos el disparo de cañones; o sus músicas para ballet “El lago de los cisnes”, “Cascanueces” o “Scherazada”. Corriente en la cual se inscriben, en la música española, Granados, Albéniz y De Falla.

Lo propio ocurre en algunos autores claramente románticos, con los elementos resaltantes del sentimiento y la introspección subjetiva, utilizando frecuentemente fraseos musicales de canciones populares o folklóricas, o asociando las piezas musicales, en la forma del poema sinfónicos, con conocidas obras literarias de corte romático; como ocurre con otras como el noruego Edward Grieg y su “Peer Gynt” o su Concierto Nº 1, o con las de los alemanes Franz Schubert, Robert Schumann y Johannes Brahms.

La “Romanza sin palabras” de Félix Mendelssohn-Bartholdy tiene una específica referencia romántica en su propio título; y por cierto que muchas obras musicales del período son designadas genéricamente como “Romanzas”, entre ellas numerosas obras de Beethoven escritas para violín.

En el orden formal, consolidada la corriente del romanticismo musical, se advierten innovaciones tales como desarrollos más libres e imaginativos de la melodía, y el empleo de tonalidades y formas de modulación también novedosas. Una de las características de este tipo, es la mayor extensión de las obras como se manifiesta en las sinfonías de Mahler, Brahms y Brückner. La forma musical más cercana al romanticismo literario, es la enorme expansión del poema sinfónico, ampliamente cultivado por autores como Ricardo Strauss, Franz Liszt y Paul Dukas.

Otra caracteríistica remarcable del período romántico en el orden musical, lo constituye el virtuosismo; que determina la aparición de obras, a menudo escritas por ejecutantes eximios del instrumento solista; como Nicolò Paganini con el violín en sus famosos y dificilísimos Conciertos, el piano en el “Concierto para la mano izquierda” de Maurice Ravel, y también en las “Rapsodias Húngaras” de Franz Liszt, que no omitió el toque de humor originado en su famosa gran nariz, de escribir una obra que en cierto momento requiere usarla para poder pulsar una tecla en el piano.

Probablemente el punto culminante del romanticismo en materia musical lo constituye el desarrollo de la ópera, caracterizada por la conjunción de “todas las artes” al decir de Richard Wagner; de las cuales se sindica como la primera “El cazador furtivo”, de Carlos María von Weber; y abundan otros ejemplos como las del propio Wagner, “Carmen” de Georges Bizet y muchas otras.

En realidad, una vez consolidado el romanticismo musical, sus cultores abarcan, si se quiere, la gran mayoría de los compositores eximios, además de los muchos ya mencionados, como Federico Chopin, Claude Debussy, Leo Delibes, Antonin Dvörak, Franz Lehar, Serge Rachmaninoff, Camile Saint-Säenz, Pablo Sarasate, y muchos más.

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