LOS IMAGINARIOS SOCIALES EN LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL

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Psicólogo. Coordinador de la Licenciatura en Psicología en el ITESO, de Guadalajara, Jal., México  

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 Introducción

El presente texto presenta algunas reflexiones sobre la comunicación interpersonal y la influencia que en ella tienen algunas categorías y formas de percepción de la realidad interpersonal, producidas por mecanismos sociales encaminados a promover cierta homogeneidad o visión "compartida" de las situaciones humanas, de una manera tal que asumamos colectivamente ciertos significados y valorizaciones de los comportamientos. Aunque todavía hay muchas personas que siguen pensando que sólo existe una realidad, también es un hecho que hay quienes creemos más bien en la existencia de múltiples realidades, sobre todo cuando se trata de situaciones humanas. Y que es necesario analizarlas y reflexionar sobre ellas, entre otros propósitos, para vivir la vida con una consciencia más clara y crítica, que oriente nuestras acciones.

Para estas reflexiones, hago referencia a situaciones de la vida cotidiana que, ordinariamente pasan sin que les prestemos mucha importancia. Parecen tan "naturales", es decir, impensable que pudieran ser de otra manera que, simplemente no nos detenemos a pensar en ellas. Es más bien cuando algo de lo que sucede parece estar fuera del orden esperado y aceptado por nuestra sociedad y cultura que nos sorprendemos, nos molestamos o nos desconcertamos.

La perspectiva desde la cual abordo el tema tiene tal vez el peso mayor de mi formación como psicólogo y puede parecer que resalta más los aspectos personales. El texto (y el autor por supuesto) pretende, sin embargo, apuntar también a la dimensión sociocultural, como generadora de las categorías, ideas y valores que utilizamos para percibir e interpretar las diferentes situaciones que vivimos las personas. Parte de la problemática abordada aquí se plantea precisamente en la cuestión de que, con frecuencia, algunos psicólogos reducimos dichos referentes interpretativos a sólo experiencias individuales, susceptibles de ser explicadas y comprendidas a través del análisis de los mecanismos psicológicos, como si ellos no tuvieran relación alguna con el contexto social y cultural en el que vivimos.

 

El planteamiento de la cuestión

Estoy frente al mar, en una palapa, saboreando unos ricos camarones. En la mesa de junto está una familia como de seis personas, que ríen y platican animadamente. Parece que disfrutan de su estancia, la comida y el paseo. De pronto, llega corriendo un niño como de ocho años y en voz fuerte les dice: "¡ya vámonos! Hay muchos mosquitos". Una de las personas del grupo, al parecer una tía, responde con fuerza diciéndole: "¡cállese muchacho, o me lo chingo. Los niños no dan órdenes!". El chamaco, aparentemente desconcertado o asustado, baja un poco la cabeza y se retira hacia otras mesas. La tía, por su parte, sigue diciendo: "¡qué se ha creído, chamaco grosero. Ahora ya quiere dar órdenes, que siga así y verá cómo le va!". El tono en que lo dice me parece amenazante y retador; incluso parece que el mensaje está dirigido no sólo al niño que llegó hace una rato sino a los otros niños de la familia e incluso a los adultos.

Interpreto y supongo, parece que la tía quería dejar clara su posición de autoridad en la familia. Y los demás, con su conducta y expresiones, parecen estar de acuerdo con ella. Así, un incidente cualquiera, cotidiano, aparentemente intrascendente, puede, sin embargo, servirnos de pretexto para hacer algunas reflexiones sobre cómo los imaginarios socioculturales, como representaciones y mecanismos colectivos, pueden hacerse presentes e influir en la comunicación y relación entre las personas.

En la actualidad, muchos investigadores y profesionales de las ciencias sociales aceptamos que los conocimientos de las realidades son, de una manera muy importante, un proceso de construcción sociocultural y personal. Es decir, que los modos de conocer las realidades1 cambian y difieren de una sociedad y cultura a otra, y a lo largo de la historia. Si bien es cierto que hay semejanzas significativas, también encontramos importantes diferencias, de ahí que nos resulte difícil sostener que existe sólo un conocimiento válido de la realidad, compartido de la misma forma por todas las personas. Esto, por otro lado, no supone tampoco que el conocer sea una experiencia tan individual que no haya modo de compartir y encontrar nexos de relación y comunicación con otras personas. Nos encontramos con el viejo problema de establecer las características de un conocimiento válido y verdadero. Y además, tenemos que ubicar la construcción del conocimiento como un proceso socialmente generado y condicionado.

En la vida diaria, sin embargo, parece que un buen número de personas, nos comunicamos con los demás suponiendo que ellos y ellas conocen e interpretan las situaciones humanas más o menos de la misma forma que como lo hacemos cada uno de nosotros. Y además, que todos compartimos las mismas normas y valores sobre la comunicación interpersonal, como si no hubiese variantes de acuerdo con las culturas y las clases sociales.

Aparentemente, en la situación que describí al principio, por ejemplo, los demás adultos presentes estuvieron de acuerdo con lo expresado por la tía y con el modo como ella lo hizo2, reconociéndole así su lugar de autoridad y validando tanto la interpretación que hizo de la conducta y expresión del niño como su reacción ante ella. Validan los contenidos y los modos comunicación. Desde afuera, desde otra cultura y con otras categorías, yo pensé: "El niño está fastidiado y molesto. Ya quiere irse, y lo siente con cierta urgencia y así lo expresa. Más que dar órdenes, que en un sentido puede ser que también esté esa dimensión en su mensaje, lo que él hace es expresar una necesidad y proponer una acción para satisfacerla". Cuando hago yo esta reflexión supongo, entre otras creencias, conocimientos y valores, que:

Los niños tienen necesidades propias3,

Tienen derecho a expresarlas y a buscar su satisfacción,

Con frecuencia los niños no expresan de una manera clara y directa, con palabras, lo que sienten o necesitan4,

Los adultos podemos escuchar a los niños y niñas de una manera tal que logremos comprender los sentimientos, ideas, quereres y necesidades que están tratando de expresar,

Como adultos podemos aprender formas de responder a los niños -en situaciones como la descrita antes- para verificar qué es lo que están queriendo expresar,

El que un niño le hable con voz fuerte a un adulto o le grite no significa, necesariamente, que está siendo grosero o agresivo con él.

Si me ubico en esta perspectiva, no valido, aunque comprenda, ni los contenidos ni la forma de la comunicación de la tía. Y así, en lugar de estar de acuerdo con ella, propongo que podría haberle dicho algo más o menos así: "¿Ya se quiere ir m'hijo? ¿Ya no aguanta los moscos?" y luego esperar y observar la reacción del niño para darse cuenta cómo estas expresiones interpretaban o no acertadamente lo que estaba expresando. Si el chamaco hubiera respondido que sí a estas preguntas, entonces tal vez se habría sentido comprendido y hubiera quedado más claro para la tía cuáles eran las necesidades del sobrino, sin recurrir al argumento de autoridad ni a la amenaza.

Por otro lado, las creencias, categorías y valores implícitos que la tía tenía para percibir la realidad de esa situación humana, muy probablemente, eran diferentes a los míos. Quizás ella suponía que:

Los adultos tienen siempre la autoridad y el poder sobre los niños y niñas,

Los adultos tienen del derecho de decirles a los niños cómo deben portarse,

Los familiares cercanos, padres y tíos/tías, tienen el deber de educar bien a los niños y niñas. Esto implica, entre otras acciones, enseñarles cómo deben de tratar a los adultos,

Que un niño hable en voz fuerte a un adulto es una falta de educación o una grosería, por lo tanto debe ser corregido de alguna manera; si es preciso hasta con un castigo.

Obviamente estoy haciendo suposiciones con el fin de mostrar cómo a partir de distintas creencias, ideas y valores, podemos tener diferentes interpretaciones de una situación humana y por consiguiente maneras diferentes de comunicarnos y de actuar. Estas creencias, ideas y valores son una construcción social, en una cultura dada. Y responden a las características de la sociedad que las construye; están influidas por las condiciones económicas, políticas, religiosas e históricas en las que se han desarrollado.

Con este ejemplo estoy proponiendo que una situación de la vida cotidiana puede interpretarse y vivirse de diferentes maneras, según las personas y las culturas. Y que estas interpretaciones dependen, en parte al menos, de los imaginarios sociales que tenemos y que actúan como supuestos y marcos de referencia para dichas interpretaciones, aunque no sean reconocidos conscientemente.

Suponer, entonces, que todos tenemos los mismos imaginarios sociales puede dar lugar a múltiples equívocos, distorsiones y desencuentros en la comunicación interpersonal, y de ahí derivar en distanciamientos y conflictos en las relaciones humanas.

Y por otro lado, ignorar nuestros imaginarios sociales puede darnos la ilusión de vivir una vida libremente asumida, de acuerdo con nuestros valores, sin percatarnos que en el fondo buscamos, por ejemplo, parecernos a los ideales de éxito y triunfo que nos proponen los mecanismos sociales dominantes.

Podemos preguntarnos cómo están presentes en nuestra comunicación interpersonal el cuerpo y los sentimientos, por ejemplo; qué ideas y valores de fondo se manifiestan con la distancia y el contacto físico que tenemos al comunicarnos con otras personas. O cómo creemos que el ser hombre o mujer, viviendo en la cultura que vivimos, nos posibilita, nos dificulta o incluso nos prohibe expresarnos con ciertas palabras, tono de voz, gestos, expresiones o aún acciones. Y cómo sentimos y estamos convencidos de que no podemos cambiar nuestra forma de comunicarnos porque ocurrirían efectos muy lamentables.

Me parece que el terreno de la comunicación interpersonal nos ofrece muchas oportunidades de hacer modificaciones en nuestros modos de pensar, sentir, valorizar y actuar. Más difícil me resulta pensar en cambios socioculturales. Dichos cambios interpersonales, sin embargo, pueden requerir muchas veces la confrontación y el análisis crítico de lo establecido, de lo aprobado y autorizado socialmente; primero, para comprender mejor la propia situación personal, y luego para identificar el camino a seguir.

Recuerdo muchas veces haber escuchado que algunas madres de familia, hasta hace algunos años, les decían a sus hijas jóvenes que si un pretendiente les llamaba por teléfono, tenían que cuidarse de aceptar demasiado rápido una invitación a salir o de mostrar con claridad que sentían alguna atracción por él. Había que "hacerse las difíciles". ¿Qué ideas y valores había "detrás de" estos comportamientos? ¿Cuáles eran los supuestos socioculturales respecto a las relaciones de noviazgo y de pareja, a la expresión y vivencia de la sexualidad, a las relaciones hombre-mujer en general? ¿Cómo se suponía que tendría que darse el ejercicio del poder en estas relaciones? ¿Qué podía mostrarse abiertamente y que tenía que disimularse o disfrazarse? ¿Qué comportamientos eran aceptables y cuáles no?

Vemos ahora cómo algunos de estos comportamientos han cambiado en algunos grupos sociales. Sin embargo ¿han cambiado los supuestos? ¿Encontraremos grupos sociales que difieran en algunos de sus comportamientos en lo que a relaciones de noviazgo se refiere, por ejemplo, y que sin embargo coincidan en algunos de los supuestos de referencia para interpretar las situaciones y orientar su conducta? Me resulta interesante preguntar y dejármelo tal vez como tarea a realizar en una investigación.

 

A manera de conclusión

La comunicación interpersonal es un fenómeno social influido por los imaginarios sociales de las personas. Estos enmarcan sus posibilidades y limitaciones, y condicionan en buena medida los medios y los contenidos de dicha comunicación. Parece por lo tanto como una veta rica a explorar. La identificación de los mecanismos socioculturales a través de los cuales se crean los imaginarios sociales, la comprensión de cómo los vamos aprendiendo y construyendo individualmente, y la explicitación de los mismos en los procesos de comunicación interpersonal, pueden ser acciones significativas para avanzar en una mejor comprensión de lo que ocurre en esta dimensión tan importante de la existencia humana, y para encontrar medios de propiciar que sea realmente una herramienta que nos ayude a construir mejores relaciones entre los seres humanos y una mejor calidad de vida.

Bajo la justificación de que las sociedades necesitan de mecanismos y procesos que las mantengan unidas, y que preserven el orden social necesario para la convivencia, muchas veces se esconden formas de dominación, manipulación, imperialismo o totalitarismo. Dichos mecanismos y procesos se hacen también presentes en la comunicación y en las relaciones interpersonales. Es así que encontramos contenidos y formas de comunicación que si bien es cierto contribuyen a mantener también una desigualdad entre hombres y mujeres, y entre adultos y niños, por ejemplo, son sancionadas positivamente por muchos, incluso por aquellos y aquellas que padecen la injusticia, la desigualdad o el mal trato.

Una tarea socialmente significativa para algunos investigadores sociales puede ser precisamente la de avanzar en la comprensión de cómo los imaginarios sociales afectan nuestras relaciones cotidianas y cómo podemos transformarlos en un camino de liberación con justicia y libertad.

 

Notas:

1 me refiero a realidades en plural, para enfatizar los aspectos diferentes que existen en los conocimientos generados en diferentes culturas en relación con lo que podríamos llamar "una sola realidad". Un ejemplo: paseando por el mar en una lancha, de pronto el lanchero dice: "¡Allá, una tortuga!" y señala con su mano la dirección en la que debemos ver para observar a la tortuga. Los segundos pasan y yo no consigo ver más que las pequeñas olas y el brillo del agua del mar. "¡Ahí!" insiste con fuerza, como insinuando -pienso yo- "Ahí enfrente no seas tonto. No puedo creer que no la veas". Me lleva casi un minuto y unos metros más cerca para poder identificar a la tortuga asomando su cabeza al nadar. Me pregunté: "¿Por qué a mí me lleva tanto tiempo ver la tortuga cuando él la ve mucho más pronto y a mayor distancia?". Una posible explicación es que su modo de conocer esa realidad es diferente al mío, y más aún, que el mar, como "realidad", es una realidad muy diferente para él que para mí; no sólo en términos de conocimiento sino existencialmente hablando. Pero no es sólo una diferencia individual; es cultural. Otros pescadores también ven la tortuga como él.
2 nadie cuestionó abiertamente que la tía hubiese utilizado un tono o volumen de voz indebido, o palabras inapropiadas. En cambio la tía reprueba y castiga el tono empleado por el niño en su expresión.
3 también habría que aclarar más ampliamente lo que entiendo por necesidades pero, por ahora, centrémonos más en el aspecto que tiene el ejemplo en relación con los imaginarios sociales y la comunicación interpersonal.
4 aprender a expresar verbalmente las necesidades y sentimientos es también un proceso sociocultural (y psicológico) que no todos los grupos humanos propician de la misma forma. Entonces, además de la etapa de desarrollo del niño, de su temperamento y personalidad, -que le ofrecen ciertas posibilidades para expresarse, junto con algunas limitaciones-, hay que tomar en cuenta también "las premisas socioculturales" aprendidas y cómo ellas influyen tanto en las modalidades como en los contenidos de las expresiones.

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