EL RACISMO DEL MIEDO Y EL MIEDO AL RACISMO

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Angel Rodriguez Kauth
Revista electrónica Iberoamericana de Psicología Social
 ISSN: 1576-0413 | D.L.: AS 933-1998

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RESUMEN

El mundo contemporáneo se mueve en sus relaciones entre grupos culturales diferentes, entre el racismo y el temor al racismo. el miedo es el denominador común de los habitantes locales como de los inmigrantes. No se nos escapa que el racismo es una forma encubierta de expresarse el clasismo, aunque sin dudas que en algunas personas existe como tal, simplemente como una "cuestión de piel". En la nota, el autor relata algunas de las expresiones más comunes de racismo, a la par que intenta demostrar que éste no es producto de pequeños grupos aislados, sino que es alentado desde las propias estructuras de Poder gubernamental y por los movimientos o partidos políticos xenófobos. clave: Educación, postmodernidad, mecanismos de control.


Luego de las nunca suficientemente largas e insistentes disquisiciones que se han realizado acerca de la confusión existente entre clasismo y racismo (Rodriguez Kauth, 1997) -como asimismo sobre la ideología implícita sobre la existencia de "razas humanas"- respectivamente para ambos conceptos, estoy dispuesto o aceptar -a regañadientes- que existen circunstancias en que el racismo es una realidad que se presenta con la auténtica caracterización del odio hacia el otro, odio que no siempre es producto de la lucha de clases -clasismo- sino que surge por la sencilla razón de que el otro es diferente a nosotros en cuestiones ... meramente "de piel" y que ese odio es producto del temor, del miedo de quien protagoniza el odio.

Ese temor, ese miedo, tiene dos puntas de un mismo ovillo. En cualquier entramado social en que esté presente el racismo como forma de discriminación y exclusión de "otros" aparece un común denominador: el miedo. Los de "adentro", los receptores de inmigrantes sienten temor por los que llegan a sus tierras, temores que normalmente son irracionales. A su vez, los que llegan sienten miedo hacia lo desconocido, lo novedoso. Pero por sobre todo tienen miedo a las reacciones adversas de los habitantes vernáculas que, por un proceso de percepción interpersonal saben que les tienen miedo y que reaccionarán preventivamente de manera agresiva. Este temor no es del todo irracional, tiene sus buenos fundamentos racionales en las experiencias vividas por otros inmigrantes. Quizás, la parte irracional surja en las fantasías de atribución agresiva y la generalización de las mismas para todos los nativos del lugar. Esto último provoca que exista una altísima dosis de susceptibilidad que los hace colocarse a la defensiva, con lo cual interpretan como agresiva cualquier conducta ingenua de un habitante local.

Una locución común, que se encuentra por doquier, es la siguiente: "Yo no soy racista, pero...", que los negros, los judíos, los moros, los sudacas, etc., etc., "me molestan sobremanera". Y, nuevamente aparece una conjunción adversativa -pero-, la cual se encuentra flotando tenebrosamente en el ambiente psicosocial de las relaciones interpersonales. Aquél tipo de frases, y de las que existen muchísimas más, son repetidas -como muletillas- por todos lados y por muchas personas; con ellas se intenta separar al locutor de las mismas de una posición racista -ya que esto de por sí es estigmatizante para quien se coloque en ésa ubicación- y, sin embargo, el repetido y remanido pero es una forma de justificar la creencia de que si bien todos somos iguales, hay algunas personas que no son tan iguales a las otras, pareciera que son menos iguales y, por consiguiente, se hacen merecedoras de castigos o persecuciones por quiénes se sienten y consideran "más iguales" que las otras.

Existe otro tipo de relato muy común: "Nunca fui antisemita, pero desde que el judío Fulano me estafó, ya no puedo confiar en los judíos". Palabras más, palabras menos, juicios semejantes todos escuchamos alguna vez. ¿Qué pretende significar el locutor de los mismos?, ¿acaso que él no tiene prejuicios, ya que ahora puede afirmar que tiene un juicio previo que avala su antisemitismo?. De ser así, se está ante un dislate cognitivo, a la par que de la racionalización de un prejuicio soterrado. En primer lugar, cabría preguntarse ¿cuántas veces ese locutor ha sido estafado por un no judío?; seguramente que muchas, pero entonces el culpable es Juan Pérez, a quién no le comprará o venderá nunca más, no realiza una generalización a todos los Pérez de la guía telefónica ni a todos los vendedores de automóviles -si esta hubiera sido la estafa-. En segundo lugar, la racionalización emotiva se encuentra en lo anterior. Nunca tuvo oportunidad de ser antisemita ya que nunca un judío lo estafó pero, ahora si tiene la oportunidad de poner en juego su antisemitismo, por fin un judío lo dañó y ya nada le prohibe poner en descubierto sus prejuicios.

El fenómeno de la xenofobia, o del racismo sin templanzas, ha estado presente -como sentimiento emocionalmente racionalizado- más allá de las evidentes diferencias existentes entre las clases sociales, sobre todo al encaramarse sobre ideologías enquistadas en la soberbia de los sentimientos nacionales o religiosos. Se trata de una soberbia que destaca y magnifica (1) las cualidades de "los que son míos" sobre la pobreza anímica e intelectual de "los otros", a la par que se minimizan de las virtudes de los que "no son como los míos" y, sí a esto -lo cual no es poco- se le agrega que esos "otros" no solo tienen pocas cualidades o virtudes para destacar, sino que -en todo caso, casi siempre- son un muestrario viviente de defectos y maldades múltiples que afectan sensiblemente la dignidad y forma de vida tradicional de "los míos". Ahí se justifican -para ese tipo de sensibilidades primitivas- las acciones del tipo de la que se conociera históricamente con el nazismo como la última, "la solución final", para terminar con "los otros". Es la que se aplicó durante el gobierno autoritario alemán del nazismo, a la cual el "teórico-práctico" Alfredo Rosenberg ideara y ejecutara cuando, en 1943, le confiara el régimen instalado en Berlín, la administración y dirección de los territorios ocupados en la Europa Oriental por el Tercer Reich.

El racismo suele ser tratado como expresión testimonial de tipo polimorfo, la cual se expresa en conductas que van desde el desprecio gestual, las palabras irónicas -más hirientes que las directas- hasta alcanzar a las francamente agraviantes, como son los insultos, pudiendo llegar a tener una expresión violenta en ataques físicos contra miembros minoritarios de una comunidad que portan rasgos fisiognómicos o culturales "diferentes", a los cuales no solamente se persigue psicosocialmente, sino que hasta se llega a torturar y matar alevosamente. Más, el racismo también se expresa ideológicamente, esto ocurre cuando se hace una división de los miembros de la especie humana a partir de la jerarquización de los mismos como mejores o peores, ya sea desde una perspectiva física o moral; cuando con esa división en jerarquías se les niega la autonomía al grupo identitario de los "peores". Cuando se conjugan estas dos formas de expresión que tiene el racismo, entonces se entra en la vertiente de elaborar una concepción política, la cual no deja librados al azar a los racistas en sus conductas agresivas, sino que los engloba y canaliza sus inquietudes xenófobas alrededor de una organización de tal naturaleza que se expone ante la opinión pública con la intención de ganar mayores adeptos.

La historia europea de los últimos 200 años está plagada de persecuciones y humillaciones que fueron llevadas a cabo en contra de personas consideradas "diferentes". Solamente el pueblo judío arrastra consigo una larga -milenaria- y dolorosa historia y anecdotario al respecto. Ya durante la Rusia Imperial de los zares, de finales del XIX y principios del XX -aquella en la cual León Tolstoi escribió "La Guerra y la Paz"-, la comunidad judía de Rusia fue sometida a persecuciones, matanzas y a vivir escondidos en ghettos o juderías (2) -luego de los tristemente célebres pogromos (3)- los que se expresaron con atentados a la vida y a las propiedades de minorías étnicas, nacionales o religiosas por parte de masas enfervorizadas y con la anuencia de las autoridades; los mismos fueron organizados en su contra como una forma de tenerlos bajo control gubernamental, por su única condición de ser judíos.

En Rusia se dio una situación singular, trás cartón del asesinato del zar Alejandro II, en 1881 por un grupo revolucionario, los judíos se vieron perseguidos por disturbios populares antijudíos -los progromos- y muchos debieron emigrar, sobre todo eligiendo destino a América del Norte. Pero la mayoría de ellos, obligados a vivir en la diáspora -del griego "dispersión"- empezaron a comprender y también a imaginar que solamente estarían seguros en una patria propia, soñándola en la Palestina que había sido la Tierra Prometida, según la Biblia. Estas fueron las bases del sionismo, a las que años más tarde T. Herzl (1860/1904) le dio forma política definitiva. Este periodista austríaco pergeñó la idea cuando luego de los violentos incidentes antisemitas en Francia, a consecuencia del affaire Dreyfus -1894- ya que hasta entonces él creía en la sana convivencia, la asimilación gradual, entre judíos y no judíos en cualquier territorio habitado por cristianos en Europa. Al ver lo infructuoso de los esfuerzos y el alto costo de los mismos, en 1897 organiza en Basilea un Congreso Sionista, de dónde surgió la Organización Sionista Mundial la que, medio siglo después, daría lugar a la creación del Estado de Israel en Palestina.

Pero no fue solamente el zarismo imperial quien se encargó de perseguir a judíos en los extensos territorios rusos, arribado el triunfo de la Revolución Soviética -apoyada y aplaudida por millares de judíos, tanto de Rusia como de todo el mundo, que compartían su ideario revolucionario- luego de pasados unos años idílicos de paz y una vez instalado el stalinismo autoritario como doctrina de Estado, aquél se hizo fuerte en la conducción política de la que menos de diez años antes fuera una revolución. Entonces también se comenzó a encontrar a los judíos culpables de algunos de los inconvenientes que atravesaba por entonces la Revolución Soviética y, a muchos de ellos, se los condenó a la muerte, a otros a la sobrevivencia en condiciones carenciadas en las estepas siberianas; en tanto que a algunos otros, aquellos que todavía seguían viviendo la ilusión del paraiso revolucionario de la Unión Soviética, se los condenó a sufrir persecuciones sociales -educativas y laborales- como también políticas, por su simple condición de judíos.

Recientemente, en Asia, uno de los desencadenantes de la futura Guerra de Vietnam fue la intolerancia religiosa del gobierno títere impuesto por los franceses, en 1959, contra los budistas vietnamitas y su predilección por la minoría de habitantes católicos, todo esto merced a la influencia colonizadora que ejercieron los franceses durante su gobierno en la región.

Por otra parte, en la tierra dónde nacieron y dieron a la luz sus más maravillosas obras literarias personajes como Goethe, Rilke, Kafka y Brecht -algunas de las figuras más relevantes de las letras alemanas-, el Siglo XX fue el paradigma del horror para los judíos que vivían allí, o que lo hacían en los territorios ocupados por los nazis en sus avances militares. A la persecución de los judíos, debe sumársele la de los gitanos, que no por ser menor la cifra de muertos aportados al Holocausto, pueden ser olvidados fácilmente en su martirologio. Estos episodios ocurrieron en la Alemania gobernada por los nazis durante los años treinta y cuarenta. Todavía perduran en el recuerdo -gracias a la cinematografía y la fotografía se mantienen vivas- las imágenes oprobiosas de los campos de concentración -también llamados, sin eufemismos, de exterminio-; como así también la del famoso ghetto de Varsovia dónde los judíos polacos vivían encerrados, cual prisioneros, sin contacto alguno con el mundo exterior. ¿Quién puede olvidar la afrenta de los números identificatorios tatuados en los antebrazos de los prisioneros como si fueran marcas de animales y, en fin, las infinitas penurias pasadas por aquellas personas que habían cometido el "pecado" de haber nacido judíos en un territorio ario?. Esta obscenidad de la cultura aria se llevó adelante solamente por ser objeto -judíos y gitanos- de un proyecto político e ideológico de "limpieza étnica", que los consideraban razas inferiores; los mismos quedaron grabados en la historia y serán episodios muy difíciles de olvidar. Si se quiere, desde la poesía y dramaturgia sacramental de Pedro Calderón de la Barca (1636), cuando le hace decir a Segismundo "que delito cometí/ contra vosotros naciendo;/ aunque sí nací, ya entiendo/ qué delito he cometido". Estos versos bien podrían ser leídos como que los judíos tienen una triple culpa: primero la de haber nacido, como dice el poeta: segundo, la de haberlo hecho en la judería, como sostienen el nazismo y los xenófobos antisemitas y, tercero, haber sido prestamistas de dinero. Y es que el préstamo de dinero siempre ha sido considerado como algo innoble, tal como tan bien lo expone W. Shakespeare, en El Mercader de Venecia (1596), entre tantas otras obras de la literatura universal que lo reflejan sin tener sus autores ánimos racistas.

Estos escabrosos -¿escatológicos?- episodios de los campos de exterminio, de concentración y de las cámaras de gases letales no fueron azarosos en la política e ideología del nazismo, eran la esencia misma del ser nazi. Merced a ellos los hombres -mujeres y niños también- fueron reducidos moral y materialmente al nivel de "cosa", a la reificación de lo humano (Cosser, 1967). Había cobrado cuerpo con esos hechos inhumanos sobre los cuerpos de los prisioneros (4). Curiosamente, es preciso resaltar que tales campos de exterminio o concentración, no tenían un propósito punitivo ni educativo, ya que no fueron construidos para alojar a delincuentes comunes o políticos (5). En honor a la verdad histórica, el sentido que les daban los nazis a estos lugares fue el de demostrar a toda la población, tanto alemana como extranjera, que quiénes vivían bajo la ocupación nazi no eran otra cosa que rehenes y que la pretensión "democrática" de respeto por sus derechos podían ser reducidas a polvo y cenizas cuando así se les antojase a los caprichos de los mandantes de turno.

La degradación de lo humano no era la consecuencia de los crímenes de lesa humanidad que significó el Holocausto, por el contrario, el asesinato en masa se convertía en el proceso secundario de una intención primigenia que anidaba en el sentir, pensar y actuar del nacionalsocialismo, cual era la de reducir la calidad de lo humano a lo inhumano, quedando reservada la exquisita calidad humana solamente al capricho y voluntad de los jerarcas y comandantes de los campos de exterminio que disponían a su albedrío quiénes sobrevivirían y quiénes no. Un caso paradigmático fue el de las Fosas Ardetinas, en Roma, donde fueron fusilados 10 judíos -y no judíos también- por cada soldado alemán que había caído en un atentado callejero con bombas hecho por italianos resistentes contra el invasor (6). La individualidad de lo esencialmente humano se perdió en el vacío de un número con que cada confinado era tatuado para su identificación y por el que se le reconocía solamente en el expediente que, como prisionero de los nazis, había sido remitido a esos lugares de horror y muerte.

Si se desciende en la lectura del mapa político, en dirección hacia el sur europeo y se retrocede en el tiempo un par de décadas, es imposible dejar de recordar lo ocurrido en Armenia, con la matanza de más de un millón de personas -y del éxodo de las que emigraron a tiempo- a manos de soldados turcos que llevaron adelante el objetivo de la matanza de armenios por la sola condición de pertenecer a un pueblo diferente al de los nacionalistas otomanos, que fueron quienes encabezaron tal genocidio. Como se ve, la condena aparece en cualquier momento y lugar, solamente hace falta que los condenados pertenezcan a una minoría detestable para que comience la persecución y masacre de los mismos, siempre ha de existir al menos una sola culpa, la de ser "diferentes".

Pero la historia de persecuciones, matanzas, incomodidades y sufrimientos continuó impertérrita su marcha después de terminada la Segunda Guerra, con la derrota de los genocidas en el campo de batalla (7) y con el triunfo de quiénes prometían el imperio de la "libertad" para todos. En este lugar quiero recordar las palabras del dirigente republicano español, Manuel Azaña (1880-1940) -que fue Presidente de la Segunda República (Solano, 1999)-, cuando dijo que "La libertad no hace felices a los hombres: les hace, sencillamente, hombres", es decir, para ser hombres hay que ser libres y, aunque parezca paradójico, el propio J. P. Sartre (1943) afirmaría años después qué, como humanos, estamos condenados a ser libres.

Finalizada la Segunda Guerra apareció la industrializada, remozada y desarrollada Alemania Federal de la posguerra -que mucho le debe al apoyo financiero y económico de EE. UU., que la consideraban como la muralla de contención del amenazante comunismo- y, juntamente con Francia, fueron dos de los países que importaron mano de obra barata para sus complejos industriales. Con este objetivo llevaron a sus territorios a obreros españoles, italianos, griegos y portugueses -que oficialmente se consideraban como "trabajadores invitados"- desde los '50 a los '70 y, posteriormente, hicieron lo propio con trabajadores turcos y balcánicos. Obvio es que esos inmigrantes podían gozar de un nivel de vida material muy superior al que llevaban en sus lugares de origen, pero esto lo lograban a costa de pagar una gran humillación social y emocional. A inicios de 1990 Alemania contaba con dos millones de "trabajadores invitados", registrándose en 1992 la poca esperable cifra -oficial- de 2.300 ataques contra aquellos por parte de la población xenófoba alemana. También es de hacer notar que no solamente los extranjeros fueron perseguidos recientemente, sino que también lo fueron las personas sin hogar -la mayoría extranjeros- y los discapacitados, por lo cual puede considerarse que a partir de ése momento se inicia una suerte de revival nazista que obliga al gobierno alemán a tomar medidas contra tales manifestaciones de la extrema derecha. Lo curioso es que las medidas culminaron en 1993, ¡con una legislación limitante al acceso de extranjeros -merced a la gracia del asilo político- a ése país!.

Las restricciones impuestas llegan a un punto que -por ejemplo, en Alemania- un hijo de turco nacido en territorio germano no goza de igualdad de derechos a la del resto de los nativos que arrastran "historia alemana en la sangre". Tal discriminación jurídica se fundamenta en aquello que los antiguos romanos -los fundadores del derecho positivo- llamaban el ius sanguinis, que no es otra cosa que la condición de ciudadanía está regida por una legislación fundada en el lugar de nacimiento familiar de los progenitores, sin importar el lugar de nacimiento de los individuos que reclaman por sus derechos. Con el triunfo electoral del socialdemócrata G. Schröder, en 1999, se puso en debate parlamentario una nueva ley, conocida como de ciudadanía, que ofrecía a los hijos de inmigrantes la posibilidad de obtener doble ciudadanía desde su nacimiento; la misma fue considerada como muy permisiva por los legisladores del centro-derecha, a la vez que muy restrictiva por los ecologistas, socios en el gobierno alemán. Finalmente, se aprobó un texto que reconoce la doble ciudadanía a los hijos de inmigrantes hasta que cumplan los 23 años y con al menos ocho años de residencia efectiva en el país, a lo cual se le agrega la increíble cláusula de que no solamente deben mostrar conocimiento del idioma, sino que no pueden tener antecedentes penales. ¡Esto último es un disparate jurídico, ya que no se le exige a nadie -en lugar alguno- como condición de ciudadanía en el país de nacimiento!.

Asimismo, las condiciones de paro laboral a que se ven sometidos -sobre todo en lo referido a los alemanes del Este, dónde en 1998 alcanzó el 21%, en tanto que en el ámbito unificado estaba en el 12% el nivel de desocupación- se agrava ante la presencia de falsos grupos de refugiados políticos en Alemania, lugar en donde hasta no hace más que unos años alegar ser perseguido político en el espacio de origen le daba al "refugiado" la posibilidad de hacer uso del derecho constitucional que le cabía a cualquier extranjero -en las excepcionales condiciones de refugiado- para ser alojado gratuitamente por el Estado, a la par que percibir una subvención diaria -como desocupado- hasta por dos años.

La falta de reconocimiento oficial de la residencia, trae aparejada una fuente de conflictividad, particularmente con los hijos de los inmigrantes nacidos en territorio europeo y que se consideran con totales y plenos derechos ante la ley, al haber nacido en el país que recibió a sus padres. Esto se complica debido a que se debe agregar que la Comunidad necesitará en un futuro cercano de la importación mano de obra barata de países del Tercer Mundo, para poder mantener los niveles de vida actuales, fruto de la alta productividad de sus empresas industriales. Europa es uno de los pocos lugares en que la tasa de natalidad es regresiva y ni siquiera se cumple con el objetivo mínimo de la tasa de reposición. Lo cual lleva no solo a la pérdida de mano de obra, sino también al envejecimiento progresivo de la población, con lo cual los problemas asistenciales se agudizan, ya que cada vez hay menos trabajadores que aporten con su cuota del salario para el mantenimiento de los pensionados o jubilados. Hecho este que ha hecho aparecer a algunos políticos que están considerando el alcance de la jubilación actual como de edades precoces, por lo que se estima que próximamente se elevarán los niveles de edad requeridos para lograr el derecho a la jubilación (8). Para evitar el alejamiento de los hijos de inmigrantes, la Comunidad Europea ha decidido "premiar" con el derecho a la residencia permanente a aquellos "nuevos" nativos que manifiesten -de explícitamente- su "voluntad a adaptarse a los modos de vida del país de acogida". Debe tenerse en cuenta que el envejecimiento tardío es un problema mayúsculo para los países de la Comunidad Europea. La División Población de las NN. UU. Informó que en cincuenta años la población española actual -de 39 millones- se perderá en casi una cuarta parte, es decir, se reducirá a 30. Entonces la crisis entre trabajadores activos y pasivos sufrirá un desequilibrio que repercutirá inevitablemente en los que están empleados, ya que cada vez deberán pagar mayores aportes para mantener a los pensionados.

El tema de las jubilaciones se presenta desalentador para el futuro. Según un informe de la Organización Mundial del Trabajo, a inicios del 2000, se alerta de que el 90% de la población mundial económicamente activa estará desprotegida de tales beneficios, los que intentan garantizar una vejez relativamente cómoda para quiénes han trabajado. Las causas de éste panorama poco promisorio pueden encontrarse en que: a) la mayoría de los trabajadores de países subdesarrollados o en vías de desarrollo, realizan sus labores en el sector informal o en regiones rurales, en dónde se registran los menores índices de prestaciones sociales y retenciones de aportes jubilatorios y; b) la administración de los programas de jubilaciones y pensiones por parte de los gobiernos -en los casos en que ha quedado en manos del Estado- es ineficiente y se produce, en el peor de los casos, el desvío de los fondos aportados para cubrir otros vacíos de la administración central. Asimismo, cuando la administración de tales fondos ha sido transferida a manos de empresas privadas, éstas cobran altas comisiones, a más de realizar maniobras no siempre transparentes -de tipo financieras y bursátiles- que ponen en peligro los dineros que los trabajadores le han confiado; c) el déficit en la recaudación previsional, ya que los patronos se hacen los distraídos para no pagar la parte que les corresponde y los funcionarios no ponen empeño en su cobro, debido a los altos niveles de corrupción existentes que convierte a los administradores públicos en cómplices de la patronal.

En el año dos mil, el gobierno alemán propuso la incorporación de 400 mil inmigrantes con formación académica o práctica en cibernética e informática; esta decisión política ha despertado nuevamente el sentimiento xenófobo de los alemanes nativos que piensan que tal política los discrimina a ellos. Es que en la actualidad el señorío sobre el trabajo lo tienen los talentosos, lo cual no está mal, pero tampoco se pueden dejar sin protección alguna a aquellos que no han sido dotados por la madre natura de tales capacidades, o que no han tenido la posibilidad de desarrollarla por déficit intelectual o falencias educativas. Y, para el caso alemán que comentamos, el talento no solamente se demuestra a través de la utilización de sofisticados aparatos, sino que puede aparecer en otras órbitas laborales, aunque éstas no sean mayormente demandadas.

En España, luego de los episodios que ocurrieran en El Ejido, en enero del 2000, el propio Ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, reconoció que su país no puede mantener las tasas de crecimiento económico sin la presencia de trabajadores inmigrantes. Hasta afirmó -reconociendo los problemas que afronta Europa- que "Nos interesa mucho que haya inmigración, pero también nos interesa aun más que esta inmigración se integre adecuadamente y no ponga en peligro la cohesión de nuestras sociedades". Pero, Señor Ministro, les reclama a los inmigrantes que se integren adecuadamente y, sin embargo, no les pide a sus conciudadanos que los respeten y que no los exploten; el ejemplo debe empezar a darse desde la propia casa. Esa es la única forma en que la integración del inmigrante se puede realizar efectiva y eficientemente. Así es cómo se hizo en América Latina -en su momento- con los inmigrantes españoles e italianos, es la forma de mantener una sana convivencia. Además, téngase en cuenta que los procesos de integración social y cultural suponen una estrecha relación dialéctica entre los individuos a integrar y aquellos que están asentados, vale decir, los primeros deben hacer el esfuerzo de asimilarse a nuevas costumbres y hábitos cotidianos, mientras que los segundos es preciso que se esfuercen por aceptar el período de transición que va de la llegada hasta la integración con las costumbres y hábitos extraños de los arribados. Asimismo, no es posible considerar a la integración como un proceso de asimilación plena y total de los inmigrantes, si así fuese, éstos quedarían reducidos a la condición de esclavos domesticados.

La identidad de las personas viene afectada por sus compromisos más precoces con la identidad social y cultural de su pueblo y, perder eso, sería como convertirlos en autómatas sin respuestas propias y, lo que es peor, ser manejados desde afuera (Riesman, 1950). La integración no es una dádiva, es un tema que concierne tanto a los que llegan como a los que reciben a los recién llegados. Se trata de un esfuerzo mutuo de aprendizaje, los que arriban se esmeran por entender y adoptar pautas para extrañas ellos; mientras que los que reciben aprenderán a tolerar pautas de comportamiento que también les resultan extrañas. Son dos extraños que tienen que empezar a reconocerse por encima de las diferencias y, a partir de los muchos más elementos comunes que poseen y que los unen, que son muchos más que aquellos que los diferencian y terminan por separarlos. Quizás, en la masa crítica de este esfuerzo, quien deba poner mayor empeño es la parte más fuerte, es decir la receptora, y no el sector más vulnerable que son los que arriban; pero pareciera que la "fuerza", el sentimiento de potencia, hace que aquéllos que son los que poseen la fortaleza la ejerzan en un sentido más amplio y se la hagan sentir con rigor a los que son, de hecho, más débiles, al menos psicológica y socialmente. Estos últimos son los que han tenido que abandonar sus pertenencias y, sobre todo, sus raíces, sus amigos, sus parientes y sus muertos que han quedado enterrados en la lejanía. Y la puesta en vigencia de tales prácticas políticas no significan en modo alguno asumir modelos paternalistas que lo único que logran es que el receptor de aquellas se sienta un sujeto despreciado, cosa que en principio era el objetivo que se pretendía evitar. Ojalá alguna vez se ponga en práctica aquella sentencia de M, Gandhi: "Aprendimos a volar como los pájaros, a nadar como los peces, es hora de que aprendamos a amarnos como hermanos".

Ni pretender continuar haciendo un relato pormenorizado de los violentos -y repetidos- episodios racistas que vienen ocurriendo a diario -durante la última década- en la siempre sufrida y "balcanizada" (9) Península de los Balcanes. No es un secreto para nadie que se mantenga informado, de las matanzas que se están cometiendo entre el vecindario de un mismo poblado, solamente por pertenecer a religiones diferentes o a etnias distintas y, todo eso ocurre, bajo la mirada "vigilante" y atenta de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. ¡Santa Hipocresía! (Rodriguez Kauth, 1993).

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En la actualidad. quienes son hostilizados y perseguidos en los territorios de Europa occidental son los magrebíes y la gente de "color". Si esto no fuera de tinte dramático, valdría la pena observar que se utiliza el adjetivo de "color" para referirse a los negros, como si los que tienen la piel blanca, amarilla o cetrina no tuvieran colores, es decir, pigmentación de la piel. Se trata de la aplicación de un eufemismo que se utiliza para demostrar cuán progresista es el locutor que no llama "negro" al negro, pero que además demuestra su ignorancia en temas de física óptica, ya que el negro y el blanco son los dos extremos de la gama lumínica del espectro de colores. Hecha esta salvedad de las malas pasadas que juega la lengua, deben contabilizarse entre los perseguidos y hostilizados a los emigrados de la América Latina que fueron hacia la progresista Europa huyendo de los regímenes totalitarios y dictatoriales que los reprimieron con la tortura -y la muerte de parientes y amigos- en sus países; ellos fueron a Europa en búsqueda de un lugar de protección. Lo hacen del mismo modo que lo hicieron millones de españoles e italianos, entre la segunda mitad del Siglo XIX y mediados del XX, millares de alemanes y polacos, rusos y judíos y hasta franceses e ingleses que, en esos momentos, todos ellos huían despavoridos de las hambrunas y de las guerras que se sucedían sin solución de continuidad en sus tierras. Ellos viajaron a América con el objetivo de encontrar un lugar de promisión dónde se aposentaron, procrearon familias y, como en los cuentos de hadas, vivieron felices y hasta comieron perdices.

Y la lista de humillados -y humillaciones- no termina aquí, a ella hay que agregar a la masa de los inmigrantes de origen asiático (10) y los refugiados del antiguo Este comunista europeo. Pero no todos los asiáticos son rechazados, por ejemplo, en Marbella vive un famoso traficante de armas -y de otros rubros deleznables- internacional: M. Al Kassar, de origen sirio que ha sido condenado en Inglaterra y Francia, pero que en España goza de los privilegios que le corresponden a un acaudalado hombre de negocios con pasaporte argentino. Hecho éste por lo que está siendo procesado por la justicia argentina, ya que lo obtuvo de una manera no legítima, merced a la corrupción imperante en los estrados judiciales durante el menemismo. Todos los extranjeros que no tienen los recursos simbólicos que da el dinero, son sospechosos de algo malo, por el solo hecho de haber ido a buscar un lugar en el cual vivir en paz. Y esa paz no la pueden encontrar fácilmente en los lugares dónde fueron a buscarla; ahí son hostilizados y perseguidos de diferentes maneras, dentro de lo que normalmente entra en la categoría jurídica de lo legítimo, aunque esto no quita que también hayan persecuciones y hostigamientos que caben -de hecho y de derecho- en el capítulo de lo ilegítimo -o en lo criminal- aunque por eso las primeras no sean menos crueles. Ellas se testimonian de formas tales como epítetos groseros referidos al color de la piel de los inmigrantes, comentarios soeces acerca de la forma extraña de hablar y pronunciar el idioma que están aprendiendo y hasta inclusive fuertes golpizas, de las cuales se encargan tanto los marginales "cabezas rapadas", como los propios agentes de cuidar el "orden", es decir, los policías, los gendarmes y la Justicia que responden a sus "mandos naturales", es decir, la oligarquía.

¿Y todos estos hechos escandalosos porqué ocurren?. ¿Acaso solo se deben a qué son diferentes en el color de la piel, como así también diferentes en algunas otras naderías por el estilo?. No, en absoluto es creíble que sea por tan poca cosa, de tan escaso fundamento. No se trata de una conducta agresiva gratuita o azarosa; algo de ellas puede tener que ver con naderías, pero en todo caso es lo que hace a lo que se conoce como la burla, o la chanza que se expresa en chistes no siempre de muy "buen gusto". Todas las expresiones persecutorias tienen que ver, más que nada, con otra cosa, que es el miedo: miedo a la inestabilidad, miedo a la pérdida laboral, miedo a la seguridad, miedo al posible entrecruzamiento de parejas que -según algunas fantasías populares que son alentadas por la demagogia barata- tendrían como consecuencia el abandono de la "pureza racial" de los que juegan de local y muchos etcéteras más.

 

BIBLIOGRAFIA.

CALDERON de la BARCA, P.: (1636) La vida es Sueño. Cátedra, Madrid, 1989.

COSSER, L.: (1967) Nuevos aportes a la Teoría del Conflicto Social. Bs. Aires, Amorrortu, 1970.

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SARTRE, J. P.: (1943) El ser y la nada. Losada, Bs. Aires, 1960.

SHAKESPEARE, W.: (1596) El Mercader de Venecia. Obras Completas, Aguilar, Madrid, 1970.

SOLANO, W.: (1999) El POUM en la Historia. La Catarata, Madrid.

 

NOTAS

(1) Maximiza, en el decir de Festinger (1957).

(2) Los que fueron inicialmente inaugurados por el dictado de una Bula Papal en 1555, y que se abolieran con la Revolución Francesa.

(3) Etimológicamente proviene del ruso y significa devastación.

(4) Valga el juego polisémico utilizado.

(5) Si así hubiese ocurrido, la población incorporada a los campos no hubiera sido casi en exclusividad judía, estos no fueron condenados por delincuentes, solo se les condenaba a la reclusión en esos espacios de tormento por el hecho de que eran judíos y esto era sinónimo de maldad; aunque debe recordarse que algunos disidentes políticos fueron a parar con sus huesos a tales lugares.

(6) Poco antes de la liberación romana por parte de las tropas Aliadas, fueron fusilados 335 rehenes en poder de los nazis.

(7) Esto es preciso tenerlo presente. Hitler no fue derrotado ni por sus militares prusianos, los cuales eran muy felices ganando galardones -cruces de hierro con valor simbólico- que servían para embellecer sus casacas; por ello se resistían a ver que es lo que ocurría políticamente a su alrededor. Tampoco fue derrotado por una revolución popular, solamente lo fue cuando los enemigos en combate lograron llegar al centro mismo de Berlín.

(8) Lo cual no sería descabellado, ya que las tecnologías médicas y sanitarias prolongan las espectativas de vida de la población.

(9) No es un juego polisémico retórico, fue la estrategia usada por los países metropolitanos de dividir para continuar reinando en la región balcánica.

(10) No aquellos que bajan de los buses con sus cámaras de fotos y cine colgadas del cuello mientras las tienen prestas para disparar ante cualquier cosa que se les ponga adelante, vale decir, se trata de turistas que viajan a dejar sus dineros en hoteles, albergues, restaurantes y en la adquisición de souvenirs.  

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