EL ESTOICISMO

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Elena Diez de la Cortina Montemayor

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No debemos temer el destino. Partes somos de un proyecto cósmico y racional en el que todo lo que es y lo que será está regido por una ley necesaria que excluye el azar y que volverá eternamente a repetirse.

Dentro del período helenístico, que comienza con la muerte de Alejandro Magno (323 a. de C.) y termina con el final de la República romana (31 a. de C.), el estoicismo es uno de los movimientos filosóficos que mayor importancia y difusión adquirieron.

En pugna con las otras escuelas helenísticas (el epicureísmo y el escepticismo), fue fundado por Zenón de Citio, chipriota nacido hacia el 333 a. de C. que, a su llegada a Atenas en el 311, y después de tomar contacto con la filosofía socrática, cínica y megárica, creó una escuela en una Stóa poikilé, es decir, "pórtico pintado", palabra de la que deriva el nombre "estoicismo".

Zenón escribió numerosas obras entre cuyos títulos destacan: De la vida conforme a la naturaleza; De los universales; Argumentos dialécticos y De las pasiones. Cuando Zenón muere en el 261 a. de C. se hacen cargo de la escuela Cleantes y Crisipo. Este último dirigirá la Stoa desde el 232 a. de C. hasta su muerte, acaecida en el 208 a. de C.

Crisipo fijó el canon del estoicismo, perfeccionó las investigaciones lógicas y sistematizó las enseñanzas de Zenón, llegando a ser tal su fama e importancia que se decía que "Sin crisipo no habría habido la Estoa". Desgraciadamente de su obra sólo han sobrevivido algunos escasos fragmentos.

Después de Crisipo dirigieron la escuela Diógenes de Babilonia y Antipáter de Tarso, comenzando la época denominada "estoicismo medio" y cuyas principales figuras fueron Panecio de Rodas (185-109 a. de C.) y Posidonio de Apamea, que lograron difundirlo entre los romanos y que en época imperial fue desarrollado por Séneca (4 a. de C.-65 d. C.), Epicteto (50-130) y el emperador Marco Aurelio (121-180).

El estoicismo influirá en numerosas corrientes y filósofos posteriores, desde los primeros padres de la Iglesia, hasta en Descartes, y Kant. Hoy en día se utiliza cotidianamente el término "estoicismo" para referirse a la actitud de tomarse las adversidades de la vida con fortaleza y aceptación.

Los estoicos dividieron la filosofía en tres partes: la lógica (teoría del conocimiento y de la ciencia), la física (ciencia sobre el mundo y sobre las cosas) y la moral (ciencia de la conducta). Todas ellas no forman parte de órdenes ónticos distintos, sino que se refieren a aspectos de una misma realidad: el universo en su conjunto y el conocimiento sobre él. Este puede ser explicado y comprendido globalmente porque es una estructura organizada racionalmente de la que el hombre mismo es parte integrante.

La Física estoica

La física es el estudio de la naturaleza (physis): tanto del mundo físico en su totalidad como de cada uno de los seres que lo componen, incluidos los seres divinos (teología), humanos y animales. Fundamentalmente especulativa, y en clara deuda con el pensamiento de Parménides (unidad del ser) y Heráclito, la física estoica concibe la naturaleza como un fuego artístico en camino de crear. (D.L., VII, 156)

El universo es un todo armonioso y causalmente relacionado, que se rige por un principio activo, el Lógos cósmico e universal del que el hombre también participa. Este lógos cósmico, que es siempre el mismo es llamado también Pneuma (soplo, espíritu en latín), aliento ígneo, ley natural, naturaleza (physis), necesidad y destino (moira. Fatum en latín), nombres todos ellos que hacen referencia a un poder que crea, unifica y mantiene unidas todas las cosas y que no es simplemente un poder físico: el pneuma o lógos universal es una entidad fundamentalmente racional: es Dios (panteísmo), un alma del mundo o mente (razón) que todo lo rige y de cuya ley nada ni nadie puede sustraerse.

Inmanente al mundo, el lógos es corpóreo, penetra y actúa sobre la materia (hylé): principio pasivo, inerte y eterno que, en virtud del pneuma o lógos, produce todo ser y acontecer. Todo en la naturaleza es mezcla de estos dos principios corpóreos (materialismo).

Aunque la naturaleza (physis) es plenamente racional, no rige de la misma forma a todos los seres: el lógos únicamente está presente como razón en los hombres maduros, como "alma" (psiché) en los seres irracionales y principio rector en las plantas.

La teología estoica es panteísta: no hay un Dios fuera de la naturaleza (trascendencia) o del mundo; es el mismo mundo en su totalidad el que es divino, lo que justifica que la creencia en los dioses, pese a su heterogeneidad, sea universal.

La concepción de un cosmos dotado de un principio rector inteligente desemboca en una visión determinista del mundo donde nada azaroso puede acaecer: todo está gobernado por una ley racional que es inmanente (como su lógos) y necesaria; el destino no es más que la estricta cadena de los acontecimientos (causas) ligados entre sí:

Los sucesos anteriores son causa de aquellos que les siguen, y en esta manera todas las cosas van ligadas unas a las otras, y así no sucede cosa alguna en el mundo que no sea enteramente consecuencia de aquélla y ligada a la misma como a su causa. (SVF, II, 945).

El azar no existe; es el simple desconocimiento causal de los acontecimientos. Si nuestra mente pudiera captar la total trabazón de las causas podría conocer el presente y predecir el futuro. Este mundo es el mejor de todos los posibles y nuestra existencia contribuye a este proyecto universal, por lo que, como veremos, no hay que temer al destino, sino aceptarlo.


El lógos que todo lo anima está presente en las cosas como lógoi spermatikoi, razones seminales de todo lo que acontecerá. Como el mundo es eterno y el lógos es siempre el mismo, inevitablemente habrán de repetirse todos los acontecimientos (eterno retorno) una y otra vez. El mundo se desenvuelve en grandes ciclos cósmicos (aión, año cósmico), de duración determinada, al final de los cuales todo volverá a comenzar de nuevo, incluso nosotros mismos. Cada ciclo acaba con una conflagración universal o consumición por el fuego de donde brotarán de nuevo los elementos (aire, agua y tierra) que componen todos los cuerpos, comenzando así un nuevo ciclo.

La lógica

Los estoicos dividieron la lógica en Retórica (ciencia del recto decir) y Dialéctica (ciencia del recto discurrir). Formalmente se interesará en mostrar las leyes de relación necesaria entre acontecimientos, la conexión entre hechos, que pueden tomar una de las siguientes formas de argumentación, a partir de las cuales se llevan a cabo todas las demás:

Si A, B; A; entonces B.
Si A, B; no B; luego no A.
No a la vez A y B; A; luego no B.
O A o B; A; entonces no B.
O A o B; no B; luego A.

Su gnoseología empírica sitúa a la impresión sensible como única fuente del conocimiento, a partir de la cual se crea una representación sensible que a su vez genera una representación cognoscitiva (phantasía kataleptiké) cuando asentimos a la existencia del objeto exterior que la imagen representa.

La moral

Al estar todos los acontecimientos del mundo rigurosamente determinados y formar parte el hombre del lógos universal, la libertad no puede consistir más que en la aceptación de nuestro propio destino, el cual estriba, fundamentalmente, en vivir conforme a la Naturaleza. Para ello el hombre debe conocer qué hechos son verdaderos y en qué se apoya su verdad.

El bien moral y la virtud consisten, por lo tanto, en vivir de acuerdo con la razón, evitando las pasiones (pathos) que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza racional. El placer, el dolor, el temor pueden dominarse a través del autocontrol ejercitado por la razón, la impasibilidad (apátheia) y la imperturbabilidad (ataraxía). Estas surgirán de la comprensión de que no hay bien ni mal en sí, ya que todo lo que ocurre es parte de un proyecto cósmico. Sólo los ignorantes que desconocen el lógos universal se dejan arrastrar por sus pasiones. El ideal de sabio es aquel que vive conforme a la razón, está libre de pasiones y se considera ciudadano del mundo. El cosmopolitismo que defiende la igualdad y solidaridad de los hombres surgió originalmente en el estoicismo, no en el cristianismo.

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